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12.05.2013 Views

TRASUNTO JULIO EUTIQUIO SARABIA (México, 1957) Melanie Birds emerge desde la oscuridad anterior a toda sombra. Luz negra, la adivino, que se desplaza entre mendicantes ayunos de mascotas; sus dedos, en el arpa suprema de la obediencia a las pulsiones, conciben melodías en las que disputan los ángeles sus arias y sus coros; menos visible la espuma de su pecho y más turbulentas las aguas que concitan la furia del relámpago y el atropellado descenso de los ríos. Amniótico aún su balbuceo, del lecho se desprende con el vientre encendido de las parturientas que anuncian basiliscos, desasosegados murciélagos en las ahnenas, potras que Uevan la muerte en la montura... -Si sólo cantara. Empavorece la muchedumbre ante su faz lavada por la niebla -el sitio de la Hilandera que prende calamitosos alfileres en el sayo mientras desgrana su boca confusos parabienes, emite graznidos de cuerva sometida a la abstinencia y, uno tras otro, los túmulos va cubriendo con ceniza. (No digo yo quién habla ni habla quien yo digo. Está en el vahído y en el útero, en el nirvana y en la Biblia, en el puñal de Ótelo y en el paisaje desolado del cianuro.) Interminable polvo se levanta de la tierra y toma más árido sobre el legado de los muertos: cardos ni lilas brotan; zanates revolotean como pavesas de recurrentes hecatombes que, a intervalos, vuelven con una luz que provoca escalofrío. Estalla, de pronto, en tartajeos de estrella aprisionada por el talle, loca la luz que surge de su idioma, delirante el aya que se entrega a dudosas abluciones y olvida el mantra entre oráculos y rondas. La fulmina el vacilante tentar de la ceguera (¿ven aquellas larvas el arrojo voraz de sus verdugos?, ¿miran las ciervas cuan suculentas han vuéltose sus ancas?) como si un aleteo acompañara su estancia en Roma o en la bahía, por donde cruza después de interrogar al envejecido Caronte que suministra bártulos de caza y frascos de polvos mil veces maravillosos, gramos de luz como lluvia de estrellas en los plexos. "Nadie", podria decir para perderse en el páramo o en la jungla. "Amanuense", también podria argüir para inclinarse en el venero de las purificaciones. Pero no: estatua temblorosa, soplo de frágil continente, Melanie Birds emprende la marcha tras el tañido que doblega sierpes, piedras, ríos, exuberantes vegetales; 4» ÍIJUOTECíOf MÉXICO

TRASUNTO<br />

JULIO EUTIQUIO SARABIA<br />

(México, 1957)<br />

Melanie Birds emerge <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la oscuridad anterior a toda sombra.<br />

Luz negra, la adivino, que se <strong>de</strong>splaza entre mendicantes ayunos <strong>de</strong> mascotas;<br />

sus <strong>de</strong>dos, en el arpa suprema <strong>de</strong> la obediencia a las pulsiones,<br />

conciben melodías en las que disputan los ángeles sus arias y sus coros;<br />

menos visible la espuma <strong>de</strong> su pecho y más turbulentas las aguas<br />

que concitan la furia <strong>de</strong>l relámpago y el atropellado <strong>de</strong>scenso <strong>de</strong> los ríos.<br />

Amniótico aún su balbuceo, <strong>de</strong>l lecho se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong> con el vientre encendido <strong>de</strong> las<br />

parturientas<br />

que anuncian basiliscos, <strong>de</strong>sasosegados murciélagos en las ahnenas, potras que Uevan<br />

la muerte en la montura...<br />

-Si sólo cantara.<br />

Empavorece la muchedumbre ante su faz lavada por la niebla<br />

-el sitio <strong>de</strong> la Hilan<strong>de</strong>ra que pren<strong>de</strong> calamitosos alfileres en el sayo<br />

mientras <strong>de</strong>sgrana su boca confusos parabienes,<br />

emite graznidos <strong>de</strong> cuerva sometida a la abstinencia<br />

y, uno tras otro, los túmulos va cubriendo con ceniza.<br />

(No digo yo quién habla ni habla quien yo digo.<br />

Está en el vahído y en el útero, en el nirvana y en la Biblia,<br />

en el puñal <strong>de</strong> Ótelo y en el paisaje <strong>de</strong>solado <strong>de</strong>l cianuro.)<br />

Interminable polvo se levanta <strong>de</strong> la tierra<br />

y toma más árido sobre el legado <strong>de</strong> los muertos:<br />

cardos ni lilas brotan; zanates revolotean como pavesas<br />

<strong>de</strong> recurrentes hecatombes que, a intervalos,<br />

vuelven con una luz que provoca escalofrío.<br />

Estalla, <strong>de</strong> pronto, en tartajeos <strong>de</strong> estrella aprisionada por el talle,<br />

loca la luz que surge <strong>de</strong> su idioma, <strong>de</strong>lirante el aya que se entrega a dudosas<br />

abluciones<br />

y olvida el mantra entre oráculos y rondas.<br />

La fulmina el vacilante tentar <strong>de</strong> la ceguera<br />

(¿ven aquellas larvas el arrojo voraz <strong>de</strong> sus verdugos?,<br />

¿miran las ciervas cuan suculentas han vuéltose sus ancas?)<br />

como si un aleteo acompañara su estancia en Roma o en la bahía,<br />

por don<strong>de</strong> cruza <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> interrogar al envejecido Caronte que suministra bártulos<br />

<strong>de</strong> caza<br />

y frascos <strong>de</strong> polvos mil veces maravillosos,<br />

gramos <strong>de</strong> luz como lluvia <strong>de</strong> estrellas en los plexos.<br />

"Nadie", podria <strong>de</strong>cir para per<strong>de</strong>rse en el páramo o en la jungla.<br />

"Amanuense", también podria argüir para inclinarse en el venero <strong>de</strong> las<br />

purificaciones.<br />

Pero no: estatua temblorosa, soplo <strong>de</strong> frágil continente,<br />

Melanie Birds empren<strong>de</strong> la marcha tras el tañido que doblega sierpes, piedras, ríos,<br />

exuberantes vegetales;<br />

4»<br />

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