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El populismo imposible y sus actores (1973-1976) - Maristella Svampa

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y ejecuciones de miembros de las Fuerzas Armadas, realizadas por el ERP y por<br />

Montoneros. La ira de Perón no tardó en caer sobre los jóvenes dirigentes: tanto Galimberti<br />

como Abal Medina fueron conminados a presentarse en Madrid donde se realizó una suerte<br />

de cónclave en el cuál participaron representantes de las diferentes ramas del peronismo,<br />

entre ellos la ortodoxa Norma Kennedy, por la rama femenina, y el coronel Ossinde, (quien<br />

tendría una siniestra responsabilidad en los trágicos sucesos acaecidos meses después en<br />

Ezeiza), que terminó con la retrogradación de Galimberti. <strong>El</strong> hecho también signaría el<br />

comienzo del destierro político del entonces secretario general del MNJ, Abal Medina,<br />

quien recibiría la orden de “no innovar” hasta la llegada de Perón al país.<br />

<strong>El</strong> 25 de mayo de <strong>1973</strong> fue un día de jubiloso desborde. Asistieron a la ceremonia<br />

de asunción de Cámpora una cohorte de representantes de gobiernos latinoamericanos,<br />

entre los cuales se destacaban el presidente chileno Salvador Allende y su par cubano,<br />

Osvaldo Dorticós, fervorosamente saludados por la multitud a través de cánticos y<br />

consignas de lucha. Luego de que Cámpora recibiera la banda presidencial, a cambio del<br />

Himno Nacional, se entonaron las estrofas de la Marcha peronista. <strong>El</strong> nuevo presidente<br />

pronunció un duro discurso en el cual proclamó llegada “la hora de Perón”, así como rindió<br />

homenaje a la “Juventud maravillosa”, que “en los momentos decisivos, supo responder a<br />

la violencia con la violencia y oponerse, con la decisión y el coraje de las más vibrantes<br />

epopeyas nacionales, a la pasión ciega y enfermiza de una oligarquía delirante. Cómo no ha<br />

de pertenecer también a esa juventud este triunfo –se preguntaba el presidente electo­, si lo<br />

dio todo –familia, amigos, hacienda, hasta la vida­ por el ideal de una Patria Justicialista Si<br />

no hubiese sido por ella, tal vez la agonía del régimen se habría prolongado” (Baschetti:<br />

199.).<br />

La jornada festiva estuvo salpicada por algunas refriegas con la policía y otros<br />

incidentes de neto corte simbólico. Así, el secretario de Estado de EEUU, Williams Rogers,<br />

no pudo presenciar el acto de asunción del mando, porque una multitud que coreaba<br />

consignas anti­imperialistas, le impidió llegar hasta la sede del poder. Los miembros de la<br />

Junta Militar tuvieron que abandonar el lugar en helicóptero. Un graffiti escrito en aerosol<br />

adornaba una de las paredes de la Casa Rosada, a la que alguien había rebautizado “Casa<br />

Montonera”. No sólo la histórica Plaza de Mayo, sino también el mismísimo salón Blanco<br />

se llenó de jóvenes con camisas floridas y desabotonadas, vestidos de blue jeans y<br />

camperas, con los dedos abiertos en “v”. En medio de un confuso episodio, J.C.Dante<br />

Gullo, uno de los delegados regionales y dirigente de la JP, tomó a su cargo la seguridad<br />

del acto. Los siete delegados de las Regionales de la JP aparecieron en los célebres<br />

balcones junto con Cámpora, saludando a la multitud que no cesaba de vitorear la consigna<br />

“se van, se van y nunca volverán”. Al anochecer del día, el foco de atención se trasladó<br />

hasta la cárcel de Villa Devoto, donde se hallaban gran parte de los presos políticos de la<br />

dictadura, la mayoría ligados a organizaciones armadas de izquierda. Acompañados por una<br />

cada vez más nutrida multitud, estos exigían su liberación. Luego de apresuradas<br />

negociaciones, Cámpora resolvió firmar el indulto presidencial otorgando la amnistía<br />

general a los presos políticos, que sería aprobada dos días después por el parlamento.<br />

Este hecho, conocido con el nombre de “devotazo”, al cuál el senador peronista<br />

Vicente Saadi no vaciló en caracterizar como “una segunda toma de la Bastilla”, merece<br />

algunas aclaraciones. Por un lado, el “devotazo” asumió el carácter de un hecho irresistible,<br />

una expresión de la fuerza de las cosas, natural corolario de un proceso histórico­social. Por<br />

el otro, legitimó, sin grandes distinciones, todas aquellas formas de resistencia desarrolladas<br />

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