El populismo imposible y sus actores (1973-1976) - Maristella Svampa
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llevados a cabo en plena vía pública, buscando involucrar al espectador en la experiencia<br />
artística.<br />
Pronto la apertura cultural iría articulándose con la exigencia del compromiso<br />
político, invadiendo no sólo la discusión política sino también la producción académica,<br />
literaria, artística y musical. Determinados hitos políticos, como la descolonización de los<br />
países del tercer mundo y, más cercanamente, la revolución cubana (1959), fueron<br />
instalando en el terreno de lo fáctico el debate en torno de la revolución, contribuyendo así<br />
al proceso de radicalización ideológica.<br />
La modernización fue acompañada por una intensa movilización política y protesta<br />
social, a la cuál el regímen militar respondió con dosis mayores de represión. <strong>El</strong> año 1969<br />
marcó la inflexión. Así, pese a que el general Onganía (19661970) había pautado la<br />
secuencia de las transformaciones que requería la sociedad argentina (el tiempo económico<br />
primero, luego el social, por último, el político), el cordobazo y las sucesivas “puebladas”<br />
que le siguieron abrieron por la vía de la protesta social los canales de la participación,<br />
echando por la borda las aspiraciones corporativistas del régimen militar.<br />
Un año después del cordobazo se produjeron tres hechos mayores: en primer lugar, se<br />
operó el esperado desplazamiento de Onganía. En segundo lugar se creó “La hora del<br />
pueblo”, un acuerdo en el que coincidían las principales fuerzas políticas, desde la Unión<br />
Cívica Radical (UCRP, dirigida por R.Balbín) y el Movimiento Nacional Justicialista<br />
(MNJ, cuyo responsable en el país era el delegado de Perón, J. Paladino), hasta el Partido<br />
Demócrata progresista, el Partido Socialista, conservadores populares y bloquistas. Este<br />
acuerdo se propuso frenar la tentativa de “profundizar la revolución argentina” que<br />
propiciaba el sucesor de Onganía, el general Levingston, y reclamar a las Fuerzas Armadas<br />
una salida institucional. Por último, fue también en 1970 que la organización armada<br />
Montoneros ingresó a la escena política, produciendo uno de los hechos más impactantes<br />
del período, a saber, el secuestro y posterior asesinato de Aramburu. <strong>El</strong> hecho catapultó al<br />
centro de la escena a un grupo reducido dispuesto a “dar la vida por Perón” que procedían,<br />
en su mayor parte, de la clase media y la militancia católica. Poco tiempo después iniciaron<br />
acciones otras organizaciones armadas, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias, de<br />
inspiración guevarista (FAP), y el ERP, el Ejército Revolucionario del Pueblo, de<br />
procedencia trotskista, surgida de una escisión del Partido Revolucionario de los<br />
Trabajadores. A diferencia de los grupúsculos guerrilleros de los años 60, estas<br />
organizaciones contaban con una mayor capacidad operativa, pues podían llevar a cabo<br />
acciones tales como copamientos transitorios, atentados y secuestros.<br />
En marzo de 1971 el gobierno pasó, finalmente, a manos del caudillo militar del<br />
período, el general Lanusse, quien lanzó el GAN (Gran Acuerdo Nacional) y abrió con ello<br />
el proceso de transición a la democracia. Esta etapa devolvió al centro de la escena política<br />
al vilipendiado general Perón, hasta entonces literalmente innombrable. Sin embargo, el<br />
proceso de transición estuvo signado por una ambigüedad mayor, pues si bien era cierto<br />
que algunos sectores importantes dentro de las Fuerzas Armadas tenían en claro que las<br />
elecciones a realizar no debían ser restringidas, las discrepancias asumían contornos<br />
dilemáticos a la hora de plantear el rol político que debía asignarse o “permitirse” al líder<br />
exiliado.<br />
En un clima enrarecido por la violencia política y por los rumores de un posible golpe<br />
de estado, que tendría por objeto impedir la candidatura de Perón, en julio de 1972 éste<br />
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