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El populismo imposible y sus actores (1973-1976) - Maristella Svampa

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extrema derecha, enquistados en el gobierno, aparecían ligados al núcleo de poder del<br />

Ministro de Bienestar Social.<br />

En el campo de la cultura, el giro a la derecha comenzó a traducirse en inquietantes<br />

señales. Epoca en la cual una profusión de manifestaciones proyectaban en el centro del<br />

debate ideológico las posibles articulaciones entre la “Patria Socialista” y la “Patria<br />

Peronista”, colocando el acento en la distancia instalada entre la conjunción (el “y” ) y la<br />

oposición (el “o”).<br />

A fin de ilustrar el “clima de época”, pasaremos revista al diario La Opinión,<br />

dirigido por el periodista Timermann, el que supo combinar de manera magistral el<br />

oportunismo político con el eclecticismo cultural­ideológico. Una breve ojeada sobre el<br />

caliente mes de enero de 1974, reflejaba la centralidad que los tópicos ligados a “lo social”<br />

y “lo nacional” tenían en la cultura de la época. Así, el 3 de enero de 1974 La Opinión<br />

anunciaba el estreno de Ceremonia, “una insólita realización argentina” de Néstor<br />

Lescovich, donde “el ojo impúdico de la cámara” registraba a marginales en distintas<br />

situaciones, que habían aceptado ser filmados a cambio de algo de comida y de vino. <strong>El</strong><br />

teatro Municipal General San Martín programó en la sala Lugones un ciclo “de corte<br />

humanista y cristiano como contribución a la reconstrucción del ser nacional”, con la<br />

proyección de filmes como Don Segundo Sombra, de M. Antín; Güemes, de L.Torre<br />

Nilsson, y Juan Moreira, de Leonardo Favio.<br />

Ese mismo año se proyectarían más de treinta filmes de pronunciado corte político­<br />

ideológico entre ellos La Hora de los Hornos, de Fernando Solanas y Octavio Gettino (que<br />

sería visto por unos 300 mil espectadores, entre 1968 y <strong>1973</strong>); Operación Masacre, basado<br />

en el libro de Rodolfo Walsh; Voto más fusil, del chileno Helvio Soto, Estado de Sitio, de<br />

Costa Gavras, Amor y anarquía, de Lina Wertmüller.<br />

Uno de los artículos centrales del suplemento cultural de la Opinión, del 13 de<br />

enero, estaba dedicado al tema “La guerra de las consignas”. Firmado por Alberto<br />

Szpunberg, allí se afirmaba que “la consigna justa tiene la fuerza del grito –de dolor o de<br />

victoria­ y simultáneamente la estrictez de una orden”. <strong>El</strong> autor recordaba también que “la<br />

P encimada sobre la V bastaron para identificar y expresar millones de argentinos”, las<br />

diferentes ofertas ideológicas existentes en la época. En la misma página, el ensayista<br />

Ernesto Goldar anunciaba un libro sobre “La descolonización ideológica”, donde respondía<br />

a la cuestión de “si se puede ser peronista y marxista o hay que ser peronista o marxista”.<br />

Un tal R. Ferrero explicaba en un libro sin sello editorial que, aún en <strong>sus</strong> manifestaciones<br />

de izquierda, el sionismo estaba supeditado al imperialismo. En la misma página, a la<br />

derecha, se publicitaban dos libros de Perón. En fin, editorial Corregidor anunciaba la<br />

salida del que sería el primer libro de Osvaldo Soriano, Triste, solitario y final. En la<br />

contratapa del suplemento de cultura La Opinión se reproducía un artículo del frankfurtiano<br />

Herbert Marcuse, cuya obra aparecía indisociablemente ligada a la revuelta que había<br />

conmovido los cimientos políticos y culturales de la sociedad francesa en mayo de 1968. <strong>El</strong><br />

título, “Para terminar con el capitalismo”, era más que elocuente.<br />

<strong>El</strong> diario de esa semana consignaba también que el 8 de enero la policía había<br />

secuestrado libros de autores argentinos y detenido a varios libreros y empleados de la calle<br />

Corrientes. Sin contar con una orden judicial que autorizara el allanamiento, el mismo<br />

había sido llevado a cabo por la “sección de moralidad” de la Policía Federal, que dirigía el<br />

comisario Margaride, el mismo que había ocupado ese cargo en los tiempos de Onganía.<br />

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