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páginAdolescente y otros<br />
versos<br />
Manuel Federico Ponce<br />
711<br />
a José Ignacio Donoso,<br />
un creador en la Dirección Teatral; actor en cualquier y<br />
principal papel, y a toda edad.<br />
7<strong>12</strong><br />
En silencio emplumaré mis letras, manso y callado,<br />
como un pajarillo el pecho de su polluelo desnudo.<br />
0 0 0<br />
El río juega entre árboles, con sus solemnes troncos,<br />
con el tibio clamor de sus palmas, con el lento<br />
vaivén de sus copas que ondulan el bosque, con el<br />
tosco perfil que amamanta sus sombras… el río<br />
juega y juega entre árboles.<br />
0 0 0<br />
¡Erguíos, solitarios muros blancos!<br />
¡Erguíos, callados y soberbios, y pregonad al<br />
hombre que el campo está solo y sin voz, como<br />
vosotros mismos!<br />
Agosto de 1962<br />
Tierra de pálida noche, azulejo techo, luceros que<br />
tiñen de marfil los restos del sismo…<br />
Tierra de bronce, cielo de oro.<br />
713<br />
Visitas campesinas
Sobre un recio azul, se eleva seco, rudo, rígido, el<br />
tronco del camino. Tras su largo peregrinaje en<br />
busca de altura, se desenvuelve, cual verde y ancho<br />
capullo, en brazos de hojas.<br />
0 0 0<br />
Llegué, cuando el monte estaba negro y frío. El<br />
escenario rural noctambulaba solo. Bestias y<br />
hombres dormitando… Todo el campo reposa,<br />
esperando el tiempo de mi dicha, para agitarse y<br />
colmarme.<br />
0 0 0<br />
Jugueteando con sus orejas en un rayo de sol,<br />
mirándome sin parpadeo, y rozando apenas mi mano<br />
con su lengua rozada y blanquizca, a veces pintados<br />
de negro y a veces de blanco: lanzan su lomo hacia<br />
lo alto los ternerillos, al paso del pueblo,<br />
arrinconando su vida lenta, mansa, callada, entre su<br />
paja y su yerba.<br />
714<br />
Un sauce seco, tallo mudo, que entrelaza la luna<br />
entre sus tristes brazos.<br />
0 0 0<br />
Pastoriles flautas entonan cantares en yugos de<br />
labranza. Campesinos hombres avanzan con paso de<br />
viento, callan con voz de hojarasca, traquetean con<br />
barro y arena.<br />
Visión<br />
Sobre la sombra de una yegua negra, rayos de sol se<br />
arremolinan solitarios en el viento.<br />
Entre inmóviles masas compactas de polvo, tras un<br />
azulado juego de nubarrones que desparraman sus<br />
oleajes, escondido bajo el blanco cuero de nieve, el<br />
monte inquieta sus cúpulas.
715<br />
El campo debe estar penando. El monte se ha<br />
cerrado.<br />
A las tardes, un inmenso velo blando, amoratado,<br />
cubre su cúpula blanca.<br />
0 0 0<br />
Las plumas del árbol, se agitan, como diminutas<br />
flautas en busca de cantos.<br />
Troncos inmóviles sueltan a ratos sus viejos<br />
cascarones, castañuelas toscas, que entonan aquel<br />
cántico sordo<br />
Anciano vigor…<br />
0 0 0<br />
El eucalipto inmenso, duende de antiguas historietas.<br />
Dos cúpulas blancas, signos de divino y<br />
enclaustrado tiempo.<br />
visita a la casa de Tilipulo<br />
716<br />
Los bueyes flacos, huesudos, enormes, con sus<br />
cuernos en marcha retardada, el hocico grande, los<br />
labios de espuma, rozando el saco albino del viejo<br />
lazarillo, avanzan en idéntica lentitud, halando en<br />
recio y marcado avance, como símbolos de camino<br />
sin principio y fin, como símbolos de eternidad.<br />
Septiembre de 1962<br />
Aquel árbol, el que se quiere tender sobre el agua,<br />
y más tarde, arrepentido, detiene su ruta, y se eleva,<br />
queriendo, como un niño cosquillear las nubes.
0 0 0<br />
Capullo azul, casi abierto, redondo y pequeño, de un<br />
arbolillo que queriendo nacer nació, y ahora clama a<br />
su seca y débil flor de vida, para largos años, en<br />
eterno vaivén, y en lento sendero de altura.<br />
717<br />
Pájaros tan pardos, tan azules, que simulan venir<br />
de cielos, de nubes.<br />
Parece que anidaron en manojos de lluvia.<br />
Únicas gotas humildes de lluvia entre raíces y<br />
hojas.<br />
Y van de rama en rama, como mendigos, de<br />
puerta en puerta. Las ramas no tienen más limosna<br />
que su figura. Entregan sus cascarones, sus rudezas,<br />
sinuosidades que como oleajes dormidos fuesen<br />
ondeando la pluma de sus vidas.<br />
Formas que reflejan un tiempo largo, paralizado,<br />
perennemente dormido, mientras la niebla baja sus<br />
brazos de ola sola.<br />
Todas las noches de luna los pájaros miran y<br />
remiran un cielo de hojas, remansando en el vacío<br />
como un plumaje que no encuentra qué abrigar. Y<br />
sus picos cargan en sueño con las hojas y las riegan<br />
entre nubes cosechando altura.<br />
Único plumaje adolescente de ensombrecidos<br />
pétalos, recogidos, cayendo ingrávidos a un nido de<br />
polvo.<br />
718<br />
(1964)<br />
El animal cerrado<br />
Un potro con miradas viejas busca distancias.<br />
La crin dormida en la tapia…<br />
La figura mansa reposada en el tronco deshojado,<br />
bajo ramas encorvadas que desnudan sus antiguas
ansias de altura.<br />
El árbol entiesado, sin manos, cobija amante al<br />
potro negro.<br />
Y el potro remira en quietumbre un camino<br />
perdido.<br />
0 0 0<br />
Cascarones obscuros se desprenden de la vida, y<br />
cayendo desnudan los troncos vírgenes de brisa.<br />
Pesadumbres de hojas, ramajes en cinta, corretean<br />
en la altura.<br />
719<br />
El árbol nocturno de sombra dejada, con sus<br />
barbas desiertas de ramaje, deshojada hasta la última<br />
hoja entre sus manos, se aquieta en la brisa dormida<br />
de la noche.<br />
Sus brazos vencidos en larga oración de altura,<br />
tanta quejumbre de viento, resignados, como clamor<br />
de espacio caído.<br />
Sus alas reposadas ansían descansar en el polvo.<br />
PÁRAMO<br />
Un potro sudado, espumoso, refriega sus dientes<br />
sedientos en el tapial reseco.<br />
Cruces casi blancas atardecen el campanario…<br />
Canciones de Viernes Santo bajan llorando las<br />
lomas.<br />
Caseríos de pueblo y yegua blanquean<br />
suavemente sus caminos;<br />
paisajes que inmensamente tendidos me reciben en<br />
silencio<br />
720<br />
en Pastocalle
La luna viaja en la altura, mientras retozan en un<br />
corral voces ajenas al crepúsculo<br />
Gallos añejados de sueño se agitan en el fondo de<br />
los campos.<br />
Noche blanca, añoranza de amanecer, cobija el<br />
pueblo silente.<br />
0 0 0<br />
Olor a majada vieja, ansiedad de sembríos indios,<br />
nostalgias de mi atardecer.<br />
El potro negro, como sombra que hiere al campo,<br />
pena sus lejanías.<br />
Angustias de mi <strong>poesía</strong> vagan solas en la sombra.<br />
(XI-1972)<br />
Sauces solos, viejos poetas del campo, albergues<br />
de pájaros sin vuelo, de nidos en nostalgia y paja<br />
tieza, de soles hechos sombra, tibia, obscura,<br />
recogida; con sus últimas hojas aleteando a la brisa<br />
pregonera de alma campesina. Garzas de<br />
mansedumbre blanca surcan en haces de sol el<br />
pastizal, mientras rumian despaciosas las manadas<br />
bravas en la soledad de páramo; y palpo las tierras<br />
que voy viendo y que visito. Al abandono de su<br />
diáfana caída, aves de pasto blanco cruzan y recruzan<br />
721<br />
el callejón.<br />
En la tarde de sus días, el sauce enamorado de la<br />
hora, se retuerce ciegamente a la quietud del alba.<br />
722<br />
Un asno, encalmadas las orejas, pasea la eterna<br />
tarde de su vida.<br />
Su pelaje gris ensombra una ansiedad de <strong>poesía</strong>.<br />
La mano descansada, los ojos lentos de vida. El.<br />
alma humilde se refleja en el paso encorvado y su
cola inquieta deja ver un aire de viveza.<br />
El rebuzno aquejado va lamiendo los horizontes.<br />
Mi <strong>poesía</strong>, blanca de pena, va eternizando la hora.<br />
0 0 0<br />
Desnudas de vida, ramas indecisas se enebran al<br />
hundirse la tarde.<br />
Mi poema anida en su quietud, colmado de<br />
horizonte.<br />
El corral vacío deja sentir un rumiar reciente<br />
cuando el indígena en su páramo, absorto aún de<br />
faena, repasa los pastos fatigados de viento.<br />
723<br />
El poeta invitado<br />
Cuando los cisnes de porcelana y pluma van, a<br />
cortejar con su aleteo la senda y su largueza, con la<br />
cría de sus ansias al paso, yema de tibieza que copia<br />
y corrige el andar calmo de la pareja celosa, el ganso<br />
macho entorna el pico hacia mi sombra que cerca su<br />
camino, y la madre refugia el suyo en la<br />
mansedumbre hogareña de sus alas quietas.<br />
0 0 0<br />
El azadón al hombro.<br />
Con la corva de sus años a la espalda, el viejo<br />
peón de mirada acuosa, se adentra en el chuzón de<br />
humo; entre el fuego su palabra seca de recuerdo y<br />
trigo.<br />
Agobiado el asno de caminar eterno, va rumiando<br />
tristón los últimos pastos.<br />
Trozas de árboles dejados agolpan su calma en el<br />
pedrerío de la era.<br />
Y a la deriva del penco,<br />
724<br />
2-III
el enredar los cuellos dóciles<br />
va desempolvando la niebla<br />
en las figuras de viento.<br />
Cisnes enfermos de beso<br />
en un entretejer de tiempo.<br />
0 0 0<br />
Rosa la tarde el delirio de la hora, se hace malva el<br />
jardín en su dolor, y atardece.<br />
Música tosca, golpeada en cada rincón del campo,<br />
elevan a la altura los grillos en oración de invierno.<br />
El cachorro pardo, un guardián del nido, arrastra su<br />
cuerpecito robusto de mirada ciega aún, bajo las<br />
ubres amantes de la madre inquieta.<br />
2 III<br />
El pato viajero va conmoviendo los caminos, con<br />
su paso meciendo la paz cautiva de la quinta. Un<br />
chozón obscurece en paciencia de humo<br />
El portón solitario, la techumbre cana, el alma<br />
muy dentro.<br />
725<br />
Nuevamente los campos pacen mi paz, y el ganso<br />
crío remeda el paso blanco que mece su plumaje<br />
callejero, día a día, en los caminillos de la Plaza<br />
Central.<br />
Nuevamente, por instantes, el alma se reposa en la<br />
eternidad constante de las hojas al viento, del pozo<br />
quieto, de la dulcedumbre del silencio.<br />
La música hogareña nos da de su cadencia virgen.<br />
Nuevamente, por instantes, vibra el poema en el<br />
patio solitario.<br />
Nuevamente tembletea la tierra con la maquina<br />
en la distancia.<br />
Las aves se alborotan y persiguen sus ansias al<br />
celo de la brisa.<br />
Un perro descansa su figura mansa en la piedra<br />
dormida.
El fuego insomne del invierno despierta su fragor<br />
en el tiempo nuevo que atardece.<br />
0 0 0<br />
El ganso crío, enjuto ya el cuello tardo, es<br />
aprendiz aún de la figura madre.<br />
El paso cargado altamente de imitación, persigue la<br />
cordura mansa de alma presumida del ave hecha<br />
casi garza en el vuelo de su brinco.<br />
Acongojado ya en el blancor nuevo, ha dejado<br />
este crío consagrado al nido de la infancia el color<br />
726<br />
pálido de yema madura que emplumaba su pequeñez.<br />
Y descansa ya en el polvo un espejismo de agua<br />
quieta, imaginada.<br />
727<br />
Al pie del árbol que cayó en su inocencia de<br />
viento, mis horas de yerba, campo y río, deleitan esa<br />
niñez de rosas: su silencio y pena, al insomnio del<br />
camino.<br />
0 0 0<br />
Un árbol taciturno, nido, nostalgia, nube y luna,<br />
engalana en su figura de pena la noche de lumbre<br />
tivia, en el sueño silente de la sombra.<br />
Sendas vírgenes de luz van tendiendo sus alas de<br />
viento al paso generoso de la luna en vela.<br />
La tierra regala su incienso de lluvia, que el tronco<br />
recoge en su entraña de pájaro negro, llorando<br />
asperezas y rocíos de silencio.<br />
0 0 0<br />
El verano viene, cual novia envuelta en ráfagas de<br />
viento, hecha girones su alma polvorienta de sed, de<br />
cielo, luz y nube. Viene en torbellinos a desposarse<br />
con el rayo inmenso del sol dormido en la arbolada<br />
ciega, sobre el verdor paciente que mece los tallos
728<br />
hechos en brisa<br />
Por tambillo<br />
Longevo el bosquejal recuesta sus árboles de<br />
sombra, rama a rama, desflorando en su ceguera de<br />
brisa las raíces añosas que han dejado de entretejer<br />
sus vidas de encierro.<br />
Uno a uno, en su quejido postrero, desnudarán<br />
serenamente aquel blanco caserío que pena de<br />
ausencias<br />
Y te veré partir, solitario y sin voz, hoja a hoja, a<br />
tu confín de recuerdos.<br />
pueblo Tanicuchí<br />
Triste una yegua parda pena la ausencia nueva del<br />
potro altivo, que enajenado de sendas lejanas<br />
relincha en la llovizna su pelaje obscuro.<br />
Las tapias informes cercan bajo el arco blanco la<br />
silueta cabizbaja de la yegua que absorta remira en la<br />
cocha quieta el recuerdo mudo del hijo viajero y<br />
perdido. Su figura galopante bajo una crin de viento<br />
repasará en los pastos su memoria a la distancia.<br />
729<br />
El quinde solitario nos va dejando sus colores de<br />
nido y de sol, azul de verso y grises de vida.<br />
La rosa le ha dejado una ofrenda de alma, muy<br />
dentro, en la entraña virgen que el quinde desnuda al<br />
reposo del viento.<br />
torería<br />
Un toro asesinado nos llama con su voz de polvo,<br />
desde la sombra negra de su arcilla sola.
Su rostro de cuerno y de bravura, descansa ya el<br />
peso de la carga de la vida que dejó, en el ruedo de<br />
tierra oscura que ronda su silueta.<br />
Sus ojos no miran, llevan la mirada enlutada sobre<br />
el cuero del semblante quieto, como desmayado, que<br />
se desborda en un eco de calma, recogido al olvido<br />
perenne, rememorando aún su crueldad de páramo la<br />
sombra de luto del atardecer, hacia la corva del<br />
monte, refilada en un rayo de luz y pajonal.<br />
730<br />
Dos mariposas blancas celan su infancia y<br />
emanan su vida de instante en el aleteo de oro, al<br />
posar su cuerpo de seda sobre el yerbazal mecido<br />
al viento.<br />
El perfilado gris que la vida de sol dibuja y va<br />
tejiendo por sus alas tenues, siente un revoloteo<br />
inquieto de nuevas brisas blancas.<br />
Va como aquel amor que vive en una sola brisa, y<br />
pasa por la vida sin amar.<br />
0 0 0<br />
Un pájaro entrega al viento su intensidad de<br />
vuelo<br />
y sin rumbo, sin palabra, la pluma detenida en al<br />
vacío, el cuerpo del pájaro cae en el pastizal, en una<br />
inmensidad de libertad.<br />
El Nacimiento<br />
Un paisaje verdoso, lleno de recuerdos<br />
inolvidables, humildes, tristes y alegres.<br />
En el cielo peregrinan todavía ángeles y sus<br />
pisadas dejan un sendero de estrellas.<br />
Reyes magos van por el tortuoso camino de<br />
arenilla seca.<br />
Jubileo humilde el del nacimiento. La suntuosa<br />
nieve resbala por la cuesta rápida de monte, y baja<br />
sobre el verde frondoso de la hierba.<br />
731
Al suelo caen pajas del pesebre. Óyese un<br />
bullicio afuera.<br />
Brillan luces y las campanas alborotean el<br />
silencio<br />
.<br />
(publicado por el periódico “Mi Colegio” en diciembre de<br />
1960, año segundo del san Gabriel.)<br />
732<br />
Poema de vida<br />
He revivido en mí la obscuridad.<br />
He amado la obscuridad.<br />
En mí únicamente anida ahora.<br />
El ciego ama las arrugas de su mano que recogen<br />
limosna, sin conocerlas.<br />
Los transeúntes ven esas arrugas como el fondo<br />
de una alcancía viva que recoge perennemente<br />
monedas yertas.<br />
Mis manos únicamente han pedido obscuridad, para<br />
amar en ella la luz. Y la obscuridad no es inanimada.<br />
Manojos de luz viven en ella.<br />
Buscan un camino a tientas…<br />
Y la obscuridad perennemente guarda callada las<br />
huellas de luz, como el ciego su limosna.<br />
733<br />
15 Abril 66<br />
Desde su calma de hojas, agolpado al ramaje,<br />
hundido en la cueva de hojarasca viva, Jinete, preso,<br />
guarda en la noche.<br />
Paseando por mi camino del ayer, escucho sus<br />
gemidos pacientes, más sordos cada vez, que<br />
resignados esperan mi ternura.<br />
Me acerco temeroso, desentretejo la cadenita<br />
dócil, y Jinete escapa…<br />
0 0 0<br />
El perro remira intensamente sus inmensidades,<br />
con la mansedumbre de siglos colgada del pecho.
Añoranzas de niño recuestan su cuerpo.<br />
Los troncos solos, abismados de sombra, se<br />
regocijan por dentro con la quietumbre de todas las<br />
tardes.<br />
Una techumbre hogareña, con pena suavísima de<br />
soledad y de lejanía, me mira castamente.<br />
734<br />
Jinete, viejo de vida, encalma la mirada en el<br />
camino mientras la pesadumbre añosa de su alma<br />
callejera se descansa en la largueza de la tarde.<br />
La cola humilde, rezagada, besa el yerbazal.<br />
La tarde triste de lluvia perezosa, agolpada de<br />
tórtolas presurosas, languidece blancamente.<br />
Soliloquio de picos tibios, paciguos de vuelo, van<br />
pregonando las hojas dormidas.<br />
Dulcedumbre de nidos lejanos cosquillean las alas<br />
inquietas.<br />
Viajeras aún de sombra queda, van enojando la<br />
tarde indecisa.<br />
Caminantes de brisa angustiosa emprenden su<br />
jornada de horizontes mientras la tarde se azula y<br />
amorata, indecisa aún en el sueño tedioso.<br />
Árboles milenarios adormecen sus brazos desnudos<br />
en la soledad de sus ansias.<br />
Pajonales inconformes al tiempo van meciendo las<br />
siembras de olvido, en el páramo distante.<br />
735<br />
Tocan músicas que aduermen reminicensias del<br />
pasado.<br />
Llamo a Jinete… Mariposas blancas aletean. Solo<br />
mariposas nuevas me responden danzando sus<br />
coloridos de soledad.<br />
El sol encalma mis pasos mientras el perro jadea<br />
en el pajonal buscando mi presencia.<br />
Un ojo taciturno, cubriendo grismente su alma,<br />
como la nube al sol tibio, va encegueciendo la vida<br />
dulce, humilde y perenne de Jinete.<br />
El hocico puntiagudo, olfateando siempre olor de
pájaros lejanos.<br />
Las orejas tiesas, cabeceando a veces cual hojas<br />
secas.. Lomo rojizo y pardo descansando en los<br />
hombros. Su cuello, collar blanco a media piel,<br />
blanquea la casta de años. Recostado, las manos<br />
acarician casi humanas el polvo, mientras su cola<br />
obscura zigzaguea al cuerpo quieto siempre despierta<br />
en la braveza tarda.<br />
La hija, inquietamente, asemeja atolondrada el<br />
semblante paciguo del perro padre.<br />
Estos canes llevan escrita en el alma perruna su<br />
mansedumbre de años.<br />
La misma mansedumbre que guardaba mis pasos de<br />
niño. La misma bravura que atemorizaba en los<br />
patios al paso ajeno.<br />
La misma mirada que atisba en el campo todos sus<br />
secretos. Campos en sí, legendarios de <strong>poesía</strong>.<br />
736<br />
la niña de nombre bíblico<br />
Indiecitas pequeñas, con caras que renombran<br />
indiadas de antaño en otros solares, van tejiendo<br />
faenas de casa en la mirada nueva, mientras la madre,<br />
con el rostro sordo, susurra palabras de vida.<br />
* * *<br />
Fue solamente de pena<br />
Cuando debía haberla superado.<br />
al Tade<br />
Ya no mecen sus brazos la inquietud de la vida,<br />
ya no sienten sus ojos la soledad de la alcoba,<br />
Su rostro ha callado el recuerdo y la palabra;<br />
su cuerpo ha tendido la espera del alba<br />
a do vendrán pasos amigos a despedir la esperanza.<br />
El manto nuevamente pace el aire de nostalgia<br />
en el caserío blanco que pena sus ansias.<br />
Y otra vez, grave y tardo<br />
el despido sellará un mármol dejado.
Ya no mecen sus manos la inquietud de la vida<br />
ya su rostro ha callado al recuerdo perenne.<br />
737<br />
El corazón ha tañido su último dejo<br />
y entre sollozos, palmadas, y silencio,<br />
el cortejo apesumbra al camino desierto.<br />
La agonía del suspiro desmayó su profundo quejido<br />
y el alma de la paz cubrió de tranquilidad su cuerpo.<br />
Remembranzas de días dejados<br />
Revolotean sin rumbo en su pensamiento ciego.<br />
Y las rosas, sordas de pena<br />
engalanan aún el crucifijo de oros<br />
en la bandeja dorada.<br />
18-II-74<br />
(Casa del puerto)<br />
(metido entre las rendijas de su maletín)<br />
738<br />
El mar seguirá con su pena de olas, corrigiendo el<br />
sendero de la espuma en cada brazada de su hondura,<br />
mientras la humildad de los campos sosiega las<br />
serranías.<br />
Los tíos platicarán su nuevo coloquio de rezo<br />
infinito, allá, en las concavidades de la piedra. Y otra<br />
vez, con el alma en el nido de la tarde, la<br />
dulcedumbre de mis horas de pueblo, rociará en el<br />
paso todas sus querencias.<br />
Tibieza de ocaso, malva, cercana, de incienso,<br />
retoza en el enjambre de la arbolada.<br />
Sosegado el cisne vecino escucha el llorar de la<br />
nube pasajera.<br />
Piadoso el ramaje, cargado de años, desgarra su<br />
copa y se reposa en golpe seco desde la altura, en el<br />
polvo sentido, cerca al caserío de los tíos juntos.<br />
Sauces en sueño<br />
Sus lágrimas hechas sombra cobijan un bancón de<br />
piedra.
0 0 0<br />
La mirada remilgada de Jinete, vacía su distancia de<br />
padre en el patio bullicioso, de sol, de siesta, y de<br />
viento<br />
Los dientes blancos tiemblan en el ocio recogido,<br />
mientras la cría ciega aún del momento, cabecea su<br />
cola parda inquietando en su travesura la calma<br />
profunda y pacífica de Jinete, que enfurece..<br />
739<br />
La madre relame a la sombra que desborda la<br />
techumbre vieja, la manita herida del crío castigado,<br />
que lloriquea intensamente en su alarido niño.<br />
740<br />
El alma de Jinete pace ya los campos dejados.<br />
Ese día de tu muerte, Jinete, querría escribirte mi<br />
mejor poema… Y he aquí tu mensaje de calma, el<br />
poema más puro de tu vida.<br />
El cachorro descansa ya su bola de nieve bajo el<br />
polvo. La madre ronda la pena a la distancia, perdido<br />
el rumbo, contrita e intoxicada, solitario el quejido.<br />
Vagabunda en pos de la partida.<br />
Hermanos del verano faenan su búsqueda.<br />
Jinete, en su último paso, se ha juntado al viejo<br />
pozo, en mi busca… Era su postrer llamado.<br />
Que moriste sin saber que morías.<br />
El crepúsculo enluta ya la tarde que Jinete nunca<br />
sintió.<br />
Las estrellas velan solas la mansedumbre del<br />
cuerpo tendido en el prado, sin respiro y tibio aún.<br />
Un cielo de luces inquietas, con sus destellos<br />
ávidos de mundo, pastan sobre el ladrido muerto en<br />
el eco…<br />
Ya no vendrán por ti las mariposas blancas que<br />
perseguías en tus delirios de Tarde.<br />
El viento desbocado inmola en la arbolada<br />
la nostalgia.
La rosa que sembré contigo, te la entrego en tu<br />
tumba, a que la cuides tú, con la pena de tu cuerpo<br />
adolorido.<br />
741<br />
Las tardes que juntos veíamos morir, te mirarán por<br />
siempre desde su alcoba de distancia, y en la voz de<br />
los campos tu ladrido se perderá, sin dejarse oír, en la<br />
sombra.<br />
El jardín recordará siempre, en su rosal de vida, la<br />
infancia de tus horas.<br />
Si te miraras hoy, Jinete, pensarías ver un perro<br />
extraño. Mas ya que estás con tu alma, te ves, por<br />
fin, a ti mismo.<br />
Adiós, te dejo, eternamente, con tu sin saber<br />
maduro de las cosas.<br />
El latido dio su perpetuo dejo.<br />
La pobreza de su anima a toda hora.<br />
17-18 Mayo +<br />
(un signo en Más para su tumba)<br />
742<br />
Tarde herida de sol en la lejanía de la nube.<br />
Una angustia de viento lamentan las hojas.<br />
Danzas de fuego recurvan encendidas el ansia<br />
viajera de toda nube.<br />
El monte se perfila en la niebla escondiendo<br />
destellos de ocaso sobre las tierras de oriente.<br />
0 0 0<br />
La guagua perra pace ya su alma asustadiza en la<br />
brisa pequeñísima del jardín obscuro.<br />
Esta tumba nueva, un rosal más al recuerdo niño y<br />
fresco que vendrá.<br />
0 0 0
El viento colma en su verso epitafios de eternidad,<br />
a la mansedumbre amiga de estos perros fieles, que<br />
ayudaron, en la inocencia de su paso, al andar<br />
inquieto de mi pluma. La enseñaron a recoger el<br />
alma de las cosas, pues ellos colmaron en sus vidas<br />
el alma de sí mismos, tan profundamente, que<br />
llegaron a sentir, a su manera, mi poema enajenado<br />
de presencias.<br />
743<br />
La sombra de Jinete, hecha recuerdo, pace sus<br />
caminos dejados, rozando en su blandura los pocos<br />
trigales deshojados, pobres y desnudos en la espiga<br />
tierna, al compás del viento.<br />
El recuerdo errante en el hogar de sus arenas.<br />
Tu paso, hecho sombra nueva cada día de sol,<br />
fluye con la brisa de tu piel en los escenarios que la<br />
memoria enternece.<br />
El rosal que el polvo de tus manos ensangrenta<br />
hoja a hoja, crece calmoso, desde tu corazón, en el<br />
aprendizaje de tu leyenda.<br />
Y así, en el jardín viejo, idilio de rosas, una<br />
mancha gris de tierra humilde, sin cruz, apacienta,<br />
ciega de cruces; y amortaja tu descanso y tu olvido.<br />
0 0 0<br />
Jinete, mientras el viento y la brisa mecen su<br />
compás de sol, tú atersuras la dolencia de tu muerte,<br />
rosa a rosa.<br />
El follaje del jardín ha llevado el jardinero, con su<br />
carga de anémona y hoja<br />
Los árboles te cuidan la tumba, con su crustácea<br />
holganza. Y la arcilla que te envuelve negrea de vida.<br />
Tu infancia, esa infancia que tú desconoces,<br />
recuerda en mi verso tu pasito materno. Que<br />
descansa hoy, enajenado de tiempo, en esta presencia<br />
tuya, de silencio y rosa<br />
744<br />
El atardecer me recuerda tu paso de distancia.
Tú guardabas en tu corazón de calma, el paisaje<br />
viajero de la nube atardecida.<br />
Tú acechabas, brisa a brisa, el mensaje de la noche<br />
nueva, que repetía su necedad de sombra en la pena<br />
de hojas, que el sauce aquieta en su verdor y manto.<br />
Junto al abuelo, tú latías, ciegamente, la<br />
palabra cautiva del campo hecho crepúsculo.<br />
Tú dialogabas, en tu alma de bronce, con las<br />
campanas lejanas del bosquejal sumiso y recogido.<br />
0 0 0<br />
La sombra vaga de Jinete empolvada de pasado<br />
recorre aún sin rumbo los caminos dejados.<br />
A la sepultura de tu vida acudirán las hojas del<br />
ramaje que seguirán clamando en el viento su flor de<br />
<strong>poesía</strong>.<br />
0 0 0<br />
Pájaro de vuelo, dame de tu pena y altura, dame<br />
de tu presencia blanca, para cantar con tus alas de<br />
adelfa y silencio el noctambulismo gris de tu pluma.<br />
Tu ida me ha dejado ese camino solo, que serpea<br />
infantemente hacia el ocaso. Rayo enjoyado de<br />
auroras.<br />
745<br />
a Lucila Cevallos<br />
Con tu dulzura como de “madre”, y casta, pasas,<br />
sin detenerte a mirar la vida, sino a servirla. Y así, tu<br />
adiós queda escrito en la historia, como un recuerdo,<br />
sencillo, sin palabra.<br />
Tu andar casi de santa aún colma de nostalgia la<br />
limosna constante de tu vida.<br />
Tu corazón humilde nos dio en la alegría infante<br />
de tu rostro, una tristura hondísima en tu recoger<br />
penas y penas, y enriquecerlas de pobreza.<br />
Tu anciano llamado nos hizo palpar, invocar<br />
recién apenas, tristeza en ti.
La tórtola de vuelo mensajero va acarreando en su<br />
camino de viento el instante de su gloria gris<br />
14-III<br />
Un jardinero desmaya el rosal de Jinete, que manos<br />
de hortensia pobre y triste, ignorando ciegamente la<br />
leyenda de su muerte, encubrieron sobre el epitafio y<br />
el ladrido quieto, saciando su voracidad de fronda. El<br />
quinde solitario se posa en la rama y acompaña a mi<br />
verso quejoso, con su noctambulismo de espejo,<br />
mientras despacioso yo recorro los zarzales que el<br />
perro acoge en la humildad de sus lugares.<br />
746<br />
Epitafio tuyo, que mis ojos ven crecer, entre<br />
espinas y hojas, paso a paso, cual va creciendo la<br />
historia de tu olvido.<br />
0 0 0<br />
Un coro de grillos en lluvia, desde el cieno, ruega<br />
alborotado tempestades nuevas, rondando el silencio<br />
quedo de Jinete en su canción de aguaje.<br />
0 0 0<br />
Pajarillo de trinar y ser onda, dame de tu silencio<br />
blanco, para decir contigo, a la nube y al ocaso, la<br />
flor de tu pluma.<br />
Encalma mi pensamiento tormentoso y<br />
enceguecido, para noctambular en tu encuentro todos<br />
mis caminos<br />
La soledad que meces en tus hojas, tiene un encanto<br />
de pequeñez, de vida, y un delirio.<br />
No dejes que mi alma desmaye a la orilla del<br />
beso, el beso incauto que esconden tus zarzales.<br />
Alarga tu pluma de equilibrio en la paz de los<br />
vientos, y ahonda tu corazón de brisa en mi corazón<br />
de mundo.<br />
Sigilosamente vives del ramaje que te abraza, del<br />
agua que te endulza, y de la paz que te dibuja en un<br />
encanto de vuelo.<br />
El trigo maduro que mecen los páramos alimenta
747<br />
tu nido acongojado.<br />
Déjame volar contigo al insomnio de la tarde, para<br />
enriquecer mi espíritu con el alma que te nutre.<br />
Jinete me ha dejado la soledad de su figura mansa,<br />
en un recuerdo de pena que enarbola la quejanza.<br />
Dame de tu silencio quedo para cantar con tu<br />
nombre de vuelo sobre la nube gris de la pena.<br />
Lágrimas éstas son de un lloro infinito que se<br />
pierde en sí mismo.<br />
* * *<br />
Los árboles, cual monjes de campo, oran su<br />
soledad y su queda, mientras el astro empalidece<br />
toda la distancia<br />
Un asno rebuzna bajo la luna dormidera, a un<br />
camino de infancia que va recogiendo al paso de su<br />
voz en queja<br />
Las hojas duermen rejuntando los nidos en un<br />
idilio de luz.<br />
Jinete irá soñando en su tumba de recuerdos, al<br />
amparo fiel de su véspero doliente, que vela en noche<br />
despierta sobre aquel rosal de lumbres.<br />
Sus noches de luna llena van titilando en los pétalos<br />
de la rosa que él dulcifica, desde su lecho de polvo.<br />
Pétalos grises, mitad esencia y mitad brisa.<br />
Pétalos dorados de astro, con su carga de polvo<br />
aún en la mano.<br />
748<br />
Pétalos de rosa, silentes, que mendigados de<br />
aroma, eternizan el paso perruno y el iris indagador<br />
de la animal mirada.<br />
749<br />
Jinete mío, tú que estás ya siempre escuchando la<br />
voz de los campos, ayúdame a pensar, tú, fiel
compañero de la brisa y el viento. Ya que la vida te<br />
ha premiado con reposar para siempre entre el jardín<br />
y la pena, a la sombra fresca y el huracán, dame de tu<br />
leyenda de calma para soñar contigo en la inmensa<br />
paz de un atardecer, en el tiempo de tus cielos, con tu<br />
figura hecha ya alma, símbolo y quietud.<br />
Llevado de la mano del vendaval, tú oyes los<br />
gemidos del pájaro y del nido, de la hoja y el<br />
ramazón, del hombre y su ansiedad de <strong>poesía</strong>.<br />
Con el sol en la entraña de tu rosa, se hace<br />
cadencia la música del viento que se eternizó de vida<br />
a la muerte de tu último paso.<br />
0 0 0<br />
Qué han hecho de su tumba. La han perdido. El<br />
rosal lo han entregado al viento, y el pasto recorta en<br />
la brisa su fruto violeta. Un cordero pace a sus<br />
anchas, y un perro blanco de figura altiva, descansa<br />
en siesta sobre la tumba del viejo “Jinete”, más pobre<br />
aún en su olvido, que cuando el jardín ensombraba<br />
su presencia de duelo con el rosal virgíneo.<br />
750<br />
Con lento paso, dedicamos estos días de sol y de<br />
tiempo, a la flor desierta de Jinete.<br />
Tú, Jinete, desde el horizonte pequeño de tu<br />
olvidanza, ayúdanos.<br />
Tu presencia de polvo, tu ladrido en el viento que<br />
se fue.<br />
Tu descanso viendo la tarde pacer, era una intención<br />
de silencio que partió al pasado de tu senda.<br />
0 0 0<br />
Anieblada está la hora, mientras el árbol refresca su<br />
sombra en el celaje celeste y pálido que recoge el<br />
malva del ocaso.<br />
El árbol agita sus nidos en el ventisco azulado. Un<br />
brazo al cielo, la sombra sobre la yerba, el corazón<br />
en la tierra, y el alma de nido viajero en el vuelo del<br />
pájaro nuevo. Alma con decires de viento, ánima de<br />
pájaro enfermo y con plumaje de verso.
Cuando tus hojas se fueron, quedó en ti una<br />
quietumbre seca. Tus cascarones desiertos abren sus<br />
dedos de plegaria a la noche que te cubre.<br />
La Fiel<br />
751<br />
Murió de virgen, por ser virgen de amor murió<br />
No tenía nada del olvido, y nada de la pena<br />
pero no quiso amar, fue su mal<br />
no amar de sentir, ella, sino de sexo en flor<br />
de vivir las verdades del planeta y de la carne<br />
la realidad sensual<br />
seguir al eros atendiendo el deseo cierto<br />
así no sea permanente<br />
que en el amor el futuro es siempre la<br />
esperanza del nuevo presente.<br />
Porqué cerrar la abertura de la carne a toda<br />
posibilidad de cuerpo<br />
así sea buscando a la vez un casamiento.<br />
Que así el hombre no descarriará en la prostitución.<br />
Yo te acuso y te aprecio al mismo tiempo<br />
a un año de tu muerte te escribo y te digo.<br />
Ahora que no puedes contestarme, pero no hace falta<br />
no es por tu aniversario, poeta amiga<br />
Este poema lo tenía como pensado<br />
yo que nunca escribo premeditadamente,<br />
sino de arranque nacido<br />
Pero necesito decirte esta carta<br />
Porque sé que lo escrito es de verdad<br />
Todos los recovecos de tu piel se ensangrentaron por<br />
dentro y fuera<br />
752<br />
y no aceptaste los amantes de tu vida<br />
aquellos que podían curarte tus pequeñas y redondas<br />
heridas del rostro<br />
con el semen fuerte y sano que tu hermoso cuerpo<br />
hiciera desparramar<br />
recogerlo secreta y buenamente y cremarte la piel de<br />
tu faz con él.
Y hacer el amor al natural para recibirlo adentro.<br />
Sé que esta página no es para ser publicada<br />
no puede ser<br />
Hay quienes la tomarían como pecaminosa y falsa<br />
cuando deberían aceptar que el mismo planeta<br />
inventó la atracción insostenible e indetenible del<br />
sexo<br />
que para detenerla es necesario a veces dar la vida,<br />
como tú, en ofrenda de castidad<br />
mas no fue esa tu intención;<br />
Es necio error despreciar los deseos de la piel<br />
los deseos del amante que no quiere otra cosa que tu<br />
cuerpo de mujer<br />
que de amor a amor deben darse por pagados igual a<br />
igual el hombre y la mujer<br />
Así como vivimos la inmortalidad del instante<br />
cósmico<br />
vive también el sexo la intensidad del mutuo goce<br />
orgásmico<br />
que nadie entrega nada, sino ambos se dan y se<br />
reciben<br />
753<br />
así supieras que va a ser la única noche de lecho con<br />
él<br />
no existe en ello el compromiso ni una necesaria<br />
continuidad<br />
sino la renovación<br />
“el amor es siempre libre”, fraseaba un amigo de<br />
alguna copa<br />
solo cuenta el doble deseo, la doble cuenta del amor<br />
La mutua ardencia, sea o no sea para perdurar<br />
Y están los hijos<br />
que vale el anticonceptivo más que el aborto.<br />
Es bueno y suerte la permanente atracción<br />
que enamoramiento es estar en amor<br />
Tú sabías que podías remediar tu piel de ver<br />
desnudando toda tu redondura humana que pasó sin<br />
ser fruta cuando necesitaba del dios Eros para<br />
sobrevivir<br />
por ello tuve que defenderte cuando te acusaban de<br />
suicidio<br />
pues no hubo tal, pero sí tuve de decir, que te dejaste
Necesitarse el hombre de la mujer<br />
Necesitarse el macho de la hembra.<br />
754<br />
a la misma Lucila<br />
El patio tiembla: su memoria,<br />
memorial de infancia en sueño;<br />
Días que no supimos, y que fueron.<br />
Días tan lejanos y de mujer tan alma.<br />
Carbón incauto que humea su silencio<br />
¡Torvo el negror del humo<br />
en la torva obscuridad sin fondo!<br />
morir<br />
9-VIII<br />
La viejecita detiene sus días de dulce<br />
alegría de azúcar en las yemas maternas<br />
de la mano virgen que no cerró un labio ardiente<br />
cuando un amante de trigo, cedazo y harina<br />
se esfumó de hora en hora en la yerta ausencia.<br />
755<br />
Conociendo un pasado<br />
Ese árbol anchuroso de sombra, ha quedado<br />
sembrado en una colina, como un abuelo…<br />
Un árbol de sombra y un troje partido por el agua<br />
cincuenta años de lluvia, y una ausencia.<br />
Las ayoras que en su terraza daba él<br />
monedas plateadas y grandes<br />
redondas como la esperanza de la cura<br />
eran aquí lentejas golpeadas por el viento<br />
Y por la peonada entera y vecina, que compró todas<br />
las tierras.<br />
Lentejas ávidas de lluvia<br />
santa lenteja invadida hoy por la mina de la pómez.<br />
La teja es la única testiga de la infancia.<br />
21-X-84
756<br />
terreno Zumbalica<br />
Ultimo recado telefónico<br />
La muerte te estaba buscando<br />
pero ya tenías nuevamente la vida entre tus manos.<br />
Si te hubieras querido un poco más<br />
no hubieras tenido el accidente<br />
y no estaríamos aquí delante de tu entierro.<br />
La vida te estaba buscando.<br />
757<br />
Día de octubre<br />
Y la vida cambió cuando trajeron el respaldón<br />
era verde color esperanza.<br />
Situación nerviosa del planeta<br />
el mal orgánico<br />
Ellos venían venciéndolo<br />
es lo más grande que del mundo se puede hacer<br />
¡Qué diferente es la vida sin la distancia!<br />
Volver a la vida<br />
después de la noche.<br />
La Tandacucha se posó en el día<br />
- Y esas mariposas grandes y negras tienen duelo.<br />
Decía una Doméstica:<br />
- Con el cansancio de la plancha<br />
quedéme dormida adentro, sola<br />
y oí a eso de la una en la madrugada<br />
como los pasos abrían y cerraban un cajón de<br />
cuentas.<br />
Una y otra vez.<br />
- No más será el sueño
“Y mientras más pasa el tiempo<br />
758<br />
va aumentando el recuerdo.<br />
Viene más presentito el viaje.<br />
Lo que sí es aviso son los canes;<br />
Hace mes y medio aullaba el perro.<br />
Se quedaban sentaditos, aullando, aullando.”<br />
Fue cuando viniste en pos de la palabra.<br />
dadme un inyección para salvar los días<br />
Y el médico trajo toda su ciencia tranquila<br />
todos los siglos de ciencia reunidos puso en tu frente<br />
Y tomaste la esperanza nueva entre tus largas manos.<br />
Luego, la siesta en el frío de la mañana<br />
Un dormir profundo hacia el lago del alma<br />
a buscar la barca para remar a toda paz.<br />
Y sonaron las campanadas de la vida<br />
y vino la angustia y vino el frío.<br />
Y preguntabas por cada día<br />
con la esperanza del tiempo.<br />
y bebiste por fin el agua de hierba<br />
la Guayusa del hambre y la mejoría.<br />
En la hoja viviente del Oriente está la cura<br />
Todo el misterio late en la enmarañada selva<br />
en la profundidad más mínima de la flor está la<br />
nueva luz.<br />
Tu fe grande, y tu esperanza.<br />
En la paciencia de la raíz está la tranquilidad serena<br />
del remedio<br />
759<br />
El descubrimiento más próximo y fraterno<br />
por la inquietud del Siglo y por su angustia.<br />
Que vino la tarde costera<br />
Dio frío la vida.:<br />
Hormigas que el viento barre<br />
en esta redondez desolada del planeta<br />
en esta soledad de espacio abierto.
en la infinitud del Universo.<br />
El viento de la guerra nos recorre<br />
Como un hielo que va arrastrando las hojas del<br />
tiempo.<br />
Tal como es el frío.<br />
A la temperatura cero del mundo.<br />
Una servilleta en el piso<br />
la palabra sobre el retrato<br />
Y te veo pasar en el sueño<br />
con el abrigo y la noche al hombro<br />
un libro de leyes bajo el brazo<br />
que serenamente acostumbras cerrarlo con la palma<br />
de la mano<br />
y callado tú en la sabiduría siempre tuya.<br />
(Ver ejemplar de recitales, la página 50)<br />
760<br />
Nostalgias de luz<br />
en la tarde vagan.<br />
La llovizna en el patio vacío;<br />
La lluvia y la tarde.<br />
Era mi abuela en su alada ventana.<br />
Una sombra se remira en sí misma<br />
Memoria de tejados y mamparas.<br />
La sombra y la lluvia,<br />
¡El agua te exalta!<br />
Nostalgias de luz<br />
en la hora vagan.<br />
Infancia vertida en el cauce del ánima<br />
Infancia partiendo hacia el alba<br />
que la vida ensombra.<br />
Edad sumida en un pondo del patio.<br />
Premura de angustia<br />
vertiendo del alma.<br />
Casa del Centro<br />
(publicado en la revista “Caballo verde”<br />
No. 1 en 1981)<br />
761
Teatro sucre<br />
Evaristo<br />
donde actuó tu vida, está ahora actuando la muerte,<br />
el accidente.<br />
0 0 0<br />
El reflejo del busto de Benjamín Carrión<br />
parece conversarnos en la vida<br />
sobre el muro iluminado de luz.<br />
762<br />
Andanza portoviejeña<br />
Pájaros pacientes, mientras la tarde busca su<br />
agonía, sendean entre las hojas oscuras, hojas de<br />
sombra.<br />
Ramas de palmera vieja abrazan la altura.<br />
Manojos de nube inmensa se tienden al horizonte,<br />
mientras la tarde faena.<br />
4-III-71<br />
Se refila la encina en el cuerpo desnudo…<br />
mujeres morenas de mirada azul dormido.<br />
El taconeo del potro tirando el carruaje persiste en<br />
la vereda.<br />
Fríos de invierno se esconden apenas por las<br />
zarpas.<br />
Viña del mar, Chile.<br />
pasaje a crédito<br />
763<br />
Amores de domingo rozándose a la sombra.<br />
flores argentinas de sueños inmensos<br />
El primer aleteo de primavera surca y retorna a<br />
los parqueríos.<br />
Recientes campanadas vibran en la arboleda seca,<br />
entre brazos desnudos de otoño. Fulgores de mañana<br />
nueva reman al horizonte.
IX-1972<br />
Amanecer - Rosaleda, San Martín - Buenos Aires<br />
Poema de viaje<br />
Las mismas brisas calladas que escucharon partir a<br />
Sindamanoy, besan estas aguas de leyenda, aguas sin<br />
tiempo, aguas de ocasos perdidos.<br />
En aires el perfil del hijo inmolado por amor, vaga<br />
intensamente por los corazones fríos de todos los<br />
indios regados por estas zarpas negras, zarpas de<br />
nube.<br />
La cocha, Pasto - Colombia<br />
764<br />
Techumbres de Popayán<br />
Los arcos se blanquean apenas de albor<br />
Portones obscuros tiemblan húmedos al frío<br />
El sopor de la vida nocturna se recuesta aún en las<br />
alcobas.<br />
Palomas de vuelo mensajero aletean a la brisa,<br />
espesa la hora adormilada, paciente, agolpadas todas<br />
en el inmenso Monasterio.<br />
Horizontes ceñidos de nostalgia celeste repintan<br />
los tejados corvos.<br />
Acompasados de tiempo los corredores clarean<br />
largamente.<br />
Enfermos de intimidad los arcos solos<br />
juntan sus manos blancas y se estrechan a sí mismos.<br />
Pasos humanos del día nuevo manchan quietamente<br />
el gran caserío<br />
Piedras cansadas de tanto siglo, lloran una a una sus<br />
rocíos en la fuente.<br />
Alboradas de todos los tiempos se recogen siempre,<br />
una a una, en esta paz cautiva sobrecogida de años.
26 de junio 1973 (L. de m)<br />
765<br />
Curvaturas blancas pastan en el agua silente, entre<br />
verdes antiguos de voces perdidas.<br />
Albas todavía nocturnas, quietísimas, se van<br />
quedando entre muros, bajo piedras, entre arboledas<br />
profundas, y solas ya, echadas al nuevo tiempo.<br />
Dejares de mando, pasos de corceles, inquietan en<br />
el recuerdo la vieja calma de palacio.<br />
7-IX-73<br />
Madrid - Mansión de oriente<br />
La luna rasgada con harapos de nube, pasea su<br />
lumbre sombría por campanarios eternos.<br />
Solares de piedras que ceñidas al tiempo, mudas de<br />
gloria, dibujan su silueta vieja en la lejanía del<br />
horizonte, obscuro ya.<br />
Caseríos longevos de faroles en blanco turbio, de<br />
balcones sabios de vida que se besan unos a otros<br />
bajo cielos desnudos de sombra, y se dan de sus<br />
coloquios, coloquios de mujer, de poema, y de rosa.<br />
El taconeo del caballo sosegado resuena en la<br />
noche dormida.<br />
Nuestros pasos van rodando de voz en voz<br />
766<br />
Recorriendo los pasos viejos voy acogiendo la<br />
nostalgia de la vida nueva. Todo lo que se quiso<br />
hacer y no se hizo. Todo lo que se amó y se ha<br />
dejado..<br />
pasando por Lima<br />
Invitación rural<br />
Páramos legendarios de siembra ritman a la tarde sus<br />
canciones de cosecha.
Las laderas se pierden con el viento, inconclusas.<br />
Voces de gente ruda remueven el polvo paso a paso.<br />
Látigos que azotan la brisa golpean los cueros<br />
yertos; simbolismos feudales sobre las corvas de<br />
faena. Una yegua hambrienta repisa ansiosamente<br />
sus andadas.<br />
Entre estos caminos tristes mi <strong>poesía</strong> renueva sus<br />
humanas voces.<br />
Sombras de pasado alegran mi corazón en los<br />
recuerdos solitarios de la infancia.<br />
Escrito años después,<br />
en ese viaje a Roma con un pasaje en descuento y cortesía. - 73<br />
767<br />
Hojas dormidas de Otoño sombrean tardamente a<br />
los arbolados quietos, y las acacias con sus manos<br />
caídas y solas, amantan troncos negros.<br />
Los polvos pintados de cobre. Hojas pardas y tiesas<br />
cosquillean al aire, temblando en las abultaduras del<br />
ramaje.<br />
aniversario<br />
Que las lloviznas grises y las hojas pardas de un<br />
mismo Otoño en París, les una en un solo camino.<br />
Europa (para Anita y Jaime)<br />
768<br />
Canción de Otoño<br />
El lago cargado con calma de siglos, hace deslizar<br />
un cisne blanco, que toca apenas a las aguas<br />
inmensas<br />
Repliegues de hojas obscuras, hojas pardas, hojas<br />
solas, se encorvan a distancia.<br />
Dejos de otoño nacido, nuevo, con sabor a lluvia,<br />
van regando en el camino las arboledas ciegas.
Piedras en coloquio de pasos, de sombras, de brisas,<br />
mientras recorro los patios solos. Prados de verdes<br />
recostado hasta los fondos; bordillos pincelados de<br />
rosa van recogiendo a los caminos, y van cercando<br />
paso a paso las fuentes en remanso<br />
Y los brochazos que el pintor del tiempo olvida en<br />
el otoño, pintan y despintan las redadas del ramaje, y<br />
dejan rociados los campos en vaguedades de hojas.<br />
Estelas descansadas en el agua tarda dejan<br />
sembrando los cisnes tras su paso.<br />
Paz de jardines eternos, aves de vieja belleza.<br />
Encajes y mantos pardos que va envolviendo el<br />
otoño hacia la brisa; recogimiento de patios en<br />
suspiro, arquerías insomnes de tiempo.<br />
Estatuas calladas en el simulacro de la voz;<br />
palomares solos en el incienso que se esfuma. Pilares<br />
vetustos van olvidando guardar la pesantez de sus<br />
techos.<br />
Sedas de hojas frescas se entretejen aún al<br />
enramarse los tallos quietos.<br />
769<br />
Árboles vivos por dentro, acogen sordos al viento,<br />
sus propios regueros de hojas secas.<br />
Troncos de verdor silente, parecen remover sus<br />
nidos y vagar en la oleada de la tarde.<br />
Bronces volátiles nacidos al instante de su término,<br />
estáticos por siempre… Las miradas gachas fijas en<br />
una lejanía.<br />
Campanarios de sones adormilados entre la brisa.<br />
Tórtolas en bandada van amansando los vientos.<br />
Cisnes de alma despaciosa se van quedando con<br />
sus tardes mientras recurvan tibiamente su plumaje.<br />
¡Cargad con todas mis soledades en la mansura<br />
de vuestros picos negros, y guardadlas en el nido<br />
blanco de vuestros corazones!<br />
770<br />
Fontanebleau<br />
La tarde entre mis manos se desvanece de sombra y
de quietud.<br />
Lancaster<br />
Pájaros de vuelo viejo van haciendo danzar los<br />
aires sobre el mar de sus ansias.<br />
Con el pico entornando la hilera, pastan su tersura<br />
de senda blanca, remansando la ola que tarda en la<br />
orilla y pena su viaje angustiado del día<br />
Mansamente la espuma se recoge en figura<br />
perpetua, repitiendo en cada playa la obsesión de<br />
distancia.<br />
Así, sordamente, el mar se aduerme en el alma de<br />
todas las costas.<br />
Abrazando con su mano viva, la ola envuelve en<br />
su último dejo una inmensa nostalgia de horizonte.<br />
Con el rojo avergonzado de la hora, soledades de<br />
nube y de palmera, que inmolan sus anchas hojas<br />
obscuras, se inquietas al viento. Planeando el ala<br />
encalmada de brisa, una ave roza tibiamente el<br />
correteo blanco y desbocado de la orilla<br />
771<br />
Manta 74<br />
Avecitas de paso pequeño persiguen por el platear<br />
casi dorado de la playa nueva, al perfil brilloso que<br />
ondea su ansia en la arena.<br />
Con el paso niño y tierno de su pequeñez, van<br />
corrigiendo en cada oleaje su coraje manso que<br />
rebuscan en la ola.<br />
El nido olvidado, la brisas dejada, juguetean en la<br />
orilla de la playa anochecida.<br />
Al desmayo de la ola, el mar simula aquietarse<br />
casi besando las patillas frías.<br />
La luna guardada en una alma de seda, recorta su<br />
silueta en vela, celando con su lumbre quieta las<br />
ansiedades blancas que eternizan un coro inmenso y<br />
costero.<br />
772
Canto al mar<br />
El sol ya desaparece sobre las altas copas solas, y<br />
el trajinar henchido de la nube pesarosa se ha<br />
colmado.<br />
Y el peñón adusto recoge reflejos encendidos de<br />
oro dormido en la montaña.<br />
El mar ondea su verdor de hondura, lamiendo en<br />
las orillas su último latido. Un cielo renombra su azul<br />
de inmensidad, su oro en tarde casta, retocada hasta<br />
la última sombra de sus lares.<br />
El sol, desde el alma de su ocaso, albea campos de<br />
oriente.<br />
Como jinetes desbocados hacia la noche nueva,<br />
sedas de nube doran y redoran gimiendo altura, con<br />
el bronceado hondísimo de su senda malva.<br />
La nostalgia de mis últimas horas en tí, mar de<br />
bruma, apesumbra mi dolor de dejarte, eterno<br />
mendigo de lejanías.<br />
Mientras vague mi vida errante de serranía, tu<br />
estarás, inmenso y grave, recordando el ansia grande<br />
que te aduerme y eterniza.<br />
Nocturno tú, llevas, en el alma de viajero, escrito el<br />
romance de todas las tardes.<br />
Inmolas en el quejido de la espuma, la amplitud<br />
infinita de tus voces.<br />
Y mansamente plateas la hora inerte de tus playas.<br />
A ti te canto, hondo latir del corazón del mundo.<br />
773<br />
Mientras tú dances la noche y el día de tu vida, las<br />
sombras tendrán alma y el hombre <strong>poesía</strong>.<br />
Las nubes penan ya los últimos poemas del ocaso.<br />
Adiós os digo, extrañamente, sordo tañir de vieja<br />
calma.<br />
La luna rastrea ya en la altura su lumbre nueva. Y<br />
su senda, nuevamente dormida en la mar, revive su<br />
fuego en un camino de espejos.<br />
Oh!, tú, mar, cautivo de tu inmensidad.
26-II-74 invitado en una casa de los Cubi<br />
774<br />
El manto va plateado de milagro, mientras los signos<br />
del recuerdo albean su quietud, allá, trepando la<br />
cuesta que lleva al ocaso, en donde cúpulas de<br />
Cristos de piedra perfilan su esperanza en el redorar<br />
confuso del monte dormido.<br />
Y las campanas sonámbulas en la cuesta del llanto<br />
infunden melancolías de olvido, en la tarde naranja.<br />
Mármoles rasgados de celeste y blanco, protegen<br />
con sus clamores ciegos, colmados de ánimas vieja,<br />
el nacimiento relumbroso de lucecillas recogidas en<br />
cánticos de Viernes Santo.<br />
Las agujas pardas del Santuario repican su oración a<br />
la vera del pueblo.<br />
Pondos vacíos, el barro colgado de la mano de la<br />
vida.<br />
775<br />
Baños, Tungurahua<br />
Y nuevamente dorarán tus mieses de blancura<br />
ocasos de otros días.<br />
Y así, la holganza de tu fruto quedo, pena tarde a<br />
tarde tu quejumbre de recuerdos:<br />
Seguirán las campanas olorosas de bronce y de<br />
incienso en el llanto solo de esta semana callejera.<br />
Voces de tiempo guardan el gemido de tu secreto,<br />
en la cumbre blanca que inmola tus ansias.<br />
A ti te canta el pueblo techo a techo, en la brisa de<br />
hogar que amanta tu murmullo.<br />
Y en la cascada sorda que requiebra el río en su<br />
canción de peregrino, la gruta de espuma<br />
eternamente recoge el suspiro del agua caída, y canta<br />
con sus manos inmensas persiguiendo altura y brío<br />
sobre el latir profundo en que se descansa el río,
colmado de lejanía y golpe.<br />
Cauce reciente, en holgura de oriente fresco,<br />
anchuroso de paz.<br />
776<br />
La luna me ha venido siguiendo con su lumbrera de<br />
plata.<br />
Trae consigo un pedazo de nube, que ha desgarrado<br />
del atardecer lejano que dejó.<br />
Una estrella, cual limosna del reflejo, la mira<br />
titilando en una envidia de luz y de figura.<br />
Y el astro recuesta en su entraña un niño, meciéndolo<br />
en eco de lumbre, como una guirnalda de beatitud.<br />
Y sigue regando cual arroyo rayos de niebla y de luz.<br />
Canoa de viajes infinitos, llevad en tu despojo de<br />
niebla el tesoro de esta luna viajera, cauta y sin<br />
camino.<br />
Quito<br />
El celaje repinta su cielo de oro azul<br />
Voces de viento van velando en las ondas de niebla<br />
un recogimiento de sol caído.<br />
Garzas celestes que revuelan su pluma de nube.<br />
El véspero amarilla a su tul inmenso en vivencias de<br />
cercanía.<br />
777<br />
La tarde desliza su tul de rosa, en largos caminos<br />
de horizonte<br />
Caminos de cielo desierto.<br />
Historias de sílfide, abiertas a la pena.<br />
Caminos de sangre, de celeste y bruma.<br />
0 0 0<br />
La cruz en su vigilia de espuma, besa el agua bravía
y blanca.<br />
Un pájaro fuga en la ola su infinitud de viento.<br />
Arco iris que revolotea sobre el agua presa, en el<br />
golpe sordo de mar y de retorno.<br />
778<br />
Chocolatera<br />
a Cuicocha<br />
En el corte límpido de la roca fría, un oleaje virgen<br />
golpea sobre el descanso lúgubre del Inca que cayó<br />
en la herida, perturbando en cada golpe el sueño<br />
guerrero, esperando la noche desierta que los indios<br />
vencidos escalen el perfil obscuro, y hagan surgir sus<br />
rostros de sangre desde aquel corazón inmenso y<br />
profundo que va latiendo sordamente sus pesares.<br />
La noche en vela los cubrirá de sombra; almas<br />
desnudas que acechan en la montaña a sus cuerpos<br />
de hueso, enroscados aún en las cavernas sombrías<br />
que el agua besa en un sin fin de marea y silencio.<br />
Atuntaqui<br />
Y el agua, como una mancha agreste de vida lejana,<br />
se empequeñece en la leyenda del imperio moreno.<br />
Renacerán de ti lenguajes de saber de niebla, y<br />
escribirán en la historia de tus pueblos tradiciones del<br />
pasado.<br />
Tocar el sexo de otro continente<br />
779<br />
IX-1983<br />
Los pueblos blancos de España, como el pan.<br />
el trámite de la lluvia
El avión llevado por una orquídea de sol<br />
en el arco iris redondo<br />
anillo de boda entre nave y astro.<br />
Vivir es irle siguiendo al destino.<br />
ir haciendo el destino.<br />
Abril-1984-Mayo<br />
El tren de la fama<br />
como tigre enculebrado teje su red por toda la Italia<br />
culebreando.<br />
Monte Vulcano que reúne al sol en su mano.<br />
Y Odisea vería<br />
entre la bruma del día<br />
la Eolia<br />
islas Vulcánicas<br />
las eólicas tierras solitarias<br />
islas de altura y de montaña<br />
780<br />
en el medio todo del mar Siciliano.<br />
El Etna y el mar de Sicilia.<br />
el calmo Tirreno.<br />
Un tigre tendido en el agua se enrojece<br />
lerdo.<br />
Aún bufa la fumarola que asustó a Odiseo<br />
Sirenas, mitad humanas y mitad mar.<br />
Pisa iluminada de un color gris en media noche.<br />
Las momias eróticas de Pompeya<br />
Mujeres desnudas que se quemaron en la urbe de<br />
cristal<br />
atronadas con la ira milenaria de la volcánica ceniza.<br />
La ciudad erótica que nos guardó el Vesubio<br />
Roma, color pintado por el tiempo.<br />
Plaza en media luna<br />
Imperio divino de lo eterno en el mundo<br />
ciudad imperio, Vaticano<br />
país del espíritu.
El tren parece un monstruo subterráneo de túnel y<br />
aire<br />
que va abriendo trocha en la colina y emerge al aire<br />
en un salto de aire mantiene latente el correr del<br />
tiempo<br />
para respirar fogoso la amplitud del viento<br />
y seguir venciendo al mundo, reptil insaciable de<br />
distancia.<br />
781<br />
El carril va pasando casi a pie de mar.<br />
Desde la cúpula de San Pedro<br />
quiero tomar con la mano<br />
los caballitos estatuarios del Capitolio<br />
que están en la media Roma.<br />
Y al amanecer<br />
tocan músicas primeras, en aire puro<br />
las lejanas campanas de alguna torre.<br />
Me recordaban a Ecuador las universales golondrinas<br />
marinas.<br />
Senos hechos fruto se mecen en el pecho al caminar<br />
de la hembra, bajo el tenue Sostén que la defiende<br />
Y los ojos negros como dos uvas grandes de lánguida<br />
cosecha<br />
El agua verdefuego de Curasao<br />
desde la altura, ilumina las costas<br />
Luego un desierto rojo<br />
El pino despunta rasgando la nieve.<br />
Suiza, el país más perfeccionante de la tierra.<br />
Como un extraterrestre el triste fruto del<br />
ordenamiento suizo.<br />
Tan perfecta, que hombres y árboles han perdido el<br />
capricho de su libertad<br />
El puente del suicidio<br />
Suicidio suizo<br />
Norma descalza de la noche.<br />
782
el mar y la luna, a solas.<br />
Romance de luna y nube<br />
espacio solitario<br />
a medio aire, una amanecida de sol.<br />
Montes suizos<br />
los techos más pequeños del mundo<br />
donde el verdor se libera del orden<br />
Aquí el pino se enraíza con la soledad<br />
Sitio donde habita la belleza.<br />
Es que un suizo es tan ausente como un pino<br />
La tierra del No, tierra prohibida.<br />
El pato buceador<br />
junto al cisne del gran lago.<br />
Monstruo marino el tren<br />
cual pez marino y largo.<br />
Un instante del tren.<br />
El instinto de la libertad agobiado por el silencio<br />
suizo.<br />
Y a las cuatro de la mañana<br />
en español de Madrid, en aquella Plaza Mayor<br />
el viento barrerá las sombras de alguna fiesta<br />
El palacio de Cristal, abierto todo como un alma.<br />
783<br />
la metro llega curvando su gusano cavernáculo<br />
masas de gente trepan los graderíos, agobiadas<br />
razas esclavas del Siglo<br />
y de la gran urbe.<br />
Y la paciente mujer lleva la belleza en el rostro<br />
cotidiano<br />
Estamos viajando hacia la noche<br />
iluminando el aire<br />
avanzando hacia la obscuridad<br />
La hora es larga<br />
peregrinos de la noche.<br />
El amanecer nos persigue<br />
y nos rebasa.
En mi país<br />
un volcán de nube.<br />
Y pasamos casi palpando la erupción blanca.<br />
La pálida ciudad amanece lánguida<br />
Referencia del libro<br />
784<br />
….. 713<br />
Visitas campesinas …………………………… 714<br />
Visión ………………………………………… 715<br />
El animal cerrado …………………………….. 719<br />
PARAMO ……………………………………. 720<br />
El poeta invitado ………………………………724<br />
Pueblo Tanicuchí ……………………………... 729<br />
Torería ………………………………………... 730<br />
El Nacimiento …………………………………. 731<br />
Poema de vida ………………………………... 733<br />
La niña de nombre bíblico …………………… 737<br />
al Tade ………………………………….……. 737<br />
a Lucila Cevallos ………………………….…746<br />
La Fiel ……………………………………….. 751<br />
a la misma Lucila……………...……………... 755<br />
Conociendo un pasado ……………………… 756<br />
Ultimo recado telefónico ……………………. 756<br />
Día de octubre ………………………………. 758<br />
Casa del Centro ………………………………761<br />
Teatro Sucre ………………………………… 762<br />
Andanza Portoviejeña ………………………. 763<br />
Poema de viaje ……………………………… 764<br />
Techumbres de Popayán ……………………. 765<br />
Invitación rural ……………………………… 767<br />
Aniversario ………………………………….. 768<br />
Canción de Otoño …………………………… 769<br />
Canto al mar ………………………………… 773<br />
A Cuicocha …………………………………. 779<br />
El trámite de la Lluvia ……………………… 780<br />
785