N 2 Fajardo El Bravo.pdf - Digitum
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FAJARDO EL BRAVO<br />
PREMIO "BIOGRAFÍAS DE MURCIANOS ILUSTRES"<br />
DE I* EXCELENTÍSIMA DIPUTACIÓN DE MURCIA - 1943<br />
Por el Dr. JUAN TORRES FONTES<br />
Profesor de la<br />
Facultad de Filosofía y Letras<br />
«>'o no Iw snlifJo iinpiftíiado [jor el umor de<br />
niiaci'fibli's fiunnncias, ni para asolar lierraSy ni<br />
para despojar (/míes indefensas y miseras: salí<br />
¡tartí libertar a mi vasallo y defender mi persona.<br />
¿Veis en eslo niyo injnslo?»<br />
PRÓLOGO<br />
Gomnii. Goetz lU; Berlicliingcii.<br />
Los historiadores de la literatura de nuestra baja<br />
Edad Media, donde merced a la abundancia de pleitos<br />
y relaciones entre el Rey y los nobles tan alto rayó el<br />
género epistolar, como escribe Baquero, se han detenido<br />
siempre, y pocos han resistido a la tentación de transcribirla,<br />
en una carta escrita por Alonso <strong>Fajardo</strong> a Enrique<br />
IV.<br />
También la copian o la. aluden los historiógrafos<br />
locales Cáscales, Cánovas Cobeño, el P.. Moróte, Pío<br />
Tejera, etc. La mencionan las crónicas de la época y se<br />
refieren a ella investigadores de las letras y la historia<br />
nacionales, Alenéndez Pelayo, Salazar y-Castro y otros.<br />
DoGümento que retrata con precisión los sentimien-<br />
y. I-,<br />
t^^.<br />
\
— 48 —<br />
tos de su época y denota en quien, lo escribió una fuerte<br />
personalidad y una elevada cultura. Su estilo es sobrio y<br />
elegante; su contenido, dramático; su tono, agresivo, irrespetuoso<br />
y violento.<br />
Si importante es la escritura, mucho nías había de<br />
serlo el autor, prototipo de los caudillos aparecidos en<br />
Castilla, por la situación complejísima del Reino y por el<br />
florecer del Renacimiento, que traía al prirhér plano de<br />
la vida a la personalidad' hurhana.<br />
Rodeó a Alonso <strong>Fajardo</strong> la )nusa popular de una<br />
aureola de leyenda, engendrada en torno, a la victoria de<br />
los Alporchones, a él principalrnente debida: romances<br />
anónimos, otros de autores conocidos, los de Ginés Pérez<br />
de Hita y una comedia de Lope de Vega, ponen alas de<br />
verso a su farfia para que más se-dilate.<br />
Su intervención, durante más de veinte años,. en los<br />
negocios públicos hace que rara vez deje de mencionársele<br />
en los documentos contemporáneos, pues aparecía<br />
mezclado en todos ellos y así resulta inevitable ocuparse<br />
de él cuando se trata de elucidar aquéllos.<br />
Sin embargo, a pesar de la robusta personalidad de<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong>, de su actividad bélica, de los caracteres<br />
extraordinarios de sus empresas, carecemos hasta ahora<br />
de'una biografía suya.<br />
Llenar en parte este vacío, es el propósito del presente<br />
ensayo, que aborda el tema con las reducidas ambiciones<br />
propias del género.<br />
, Lo hemos construido a base de las noticias recogidas<br />
en las Capitulares del Concejo de Murcia y de las Cartas<br />
del Rey Juan II, del Infante don Enrique y del Principe,<br />
como, tal y como Rey Enrique IV, que se conservan en<br />
• el Archivo, municipal, con otras epístolas de <strong>Fajardo</strong> y<br />
de los Concejos de Murcia y de Lorca, todas las cuales<br />
publicamos como apéndices y son inéditas.<br />
Pocas noticias existen acerca del nacimiento y de la<br />
muerte de <strong>Fajardo</strong>, o, por mejor decir, no hemos podido
— 49 —<br />
hallar ninguna. Hasta hoy lo vemos aparecer en el campo<br />
de la Historia, cuando se arma caballero frente a los muros<br />
de Xiquena, y . se extingue su rastro en vísperas del<br />
definitivo vencimiento de los suyos, cuando la fortaleza<br />
de Caravaca, último de sus reductos, cae en manos del<br />
Adelantado, Pedro <strong>Fajardo</strong>, su enemigo tradicional. Parece<br />
que estando destinado a figurar como un guerrero<br />
esforzado que todo lo debía a la propia bravura, arrojo<br />
y soberbia, la Historia quiera celar cuanto no se relacione<br />
con esta proyección de su vida y conservar intacto y uni-<br />
• forme sólo dicho perfil de su silueta.<br />
Es posible que las divergencias, no inéditas, entre el<br />
Concejo y el Adelantado, de que hace mención Cáscales,<br />
sucedidas al advenimiento de Enrique IV, hayan ocasionado<br />
pérdidas de documentos que abren una laguna en<br />
el momento de mayor interés de la vida de <strong>Fajardo</strong>, .al<br />
iniciarse la proclividad de su poderío. Otras querellas de<br />
igual matiz dificultan establecer documentalmente las<br />
razones de; su auge: el nombramiento de Regidor de<br />
Murcia por Juan II. Hemos tenido que discurrir por el<br />
terreno de la hipótesis. <strong>Fajardo</strong>, q\ie poseyó energía y<br />
astucia sobradas para ser un gran autor de hechos consumados,<br />
en ocasiones desconcertantes, aparece hoy, en<br />
algunas de estas realizaciones, un tanto confuso. Así ha<br />
pasado con el levantamiento que hizo del cerco de Cartagena.<br />
Sólo mediante un estudio muy detenido y • la<br />
comprobación de datos secundarios, nos ha .údo posible<br />
situar algunas de sus cartas en las. que no figura el año<br />
en que se escribieron. De todas ellas, es la más importante<br />
la de 11 de agosto, en que acusa, al Adelantado de tratos<br />
desleales con la morisma, granadina; escrito capital que<br />
ha de permitir aclarar las imputaciones de intimidad con<br />
los moros que habitualmente se hacían—con decisivos<br />
resultados adversos para él—a Alonso <strong>Fajardo</strong> y aun establecer,<br />
acaso de modo diferente a lo que se admite, el<br />
carácter de esta amistad, pues no debe olvidarse el egoísmo
— 50 —<br />
predominante en aquellos tiempos y los pocos escrúpulos<br />
con que los nobles ambiciosos de la época se aliaban hasta<br />
con sus peores enemigos a fin de obtener, aunque fuese<br />
transitoriamente, alguna ventaja contra sus rivales de la<br />
cristiandad.<br />
Hemos procurado agotar la bibliografía, no muy<br />
abundante por cierto, y recoger las consideraciones, más<br />
o menos gratuitas, que en las historias de horca y Murcia<br />
y en las Crónicas Reales y comentarios de las mismas<br />
andan dispersas sobre Alonso <strong>Fajardo</strong>, para conifarmarlas<br />
en orden a las aportaciones documentales, rigurosamente<br />
originales y contrastadas, que ofrecemos en este ensayo.<br />
De suponer es que en los Archivos de Lorca y de<br />
Caravaca habrá muchas noticias yacentes sobre <strong>Fajardo</strong>;<br />
a sus eruditos queda confiada la labor que vendrá a completar<br />
y, en su caso, rectificar nuestro trabajo, que es, o<br />
así lo entendemos, el primer surco que se abre en el hasta<br />
ahora yermo campo de la biografía de Alonso <strong>Fajardo</strong> y<br />
que habrá de fructificar cuando otros .siembren en él. Cronistas<br />
e historiadores locales quieran hacerlo, porque el<br />
personaje merece que se le estudie con interés y por<br />
extenso.<br />
Satisfechos estamos de nuestro intento si .úrve para<br />
encuadrar en el marco exacto de la Historia una figura<br />
que, hasta ahora, se desenvolvía entre las vagas y poéticas<br />
imprecisiones de la leyenda. Empeño arduo de trabajoso<br />
logro, pues, 'como escribió. Plinio el Joven: «Difícil es presentar<br />
con novedad las cosas antiguas.»
INTRODUCCIÓN<br />
_^i — .-^—«<br />
Los períodos de transición en la vida de los^^dilos<br />
—ha dicho alguien-—se marcan siempre por revueltas y<br />
acontecimientos dudosos cuyo alcance no comprenden<br />
generalmente sus mismos autores, puestos al parecer al<br />
servicio de otras ideas. En el Renacimiento, el combate<br />
entre los que afirman la tradición y los que las menosprecian;<br />
entre quienes insisten en mantener lo antiguo,<br />
reorganizarlo e incorporarle las novedades y quienes propugnan<br />
nuevos ideales de vida y tienden a la desintegración<br />
total del pasado histórico, alcanza un grado dramático,<br />
donde se confunden la culminación de una época<br />
y la decadencia de sus caracteres específicos.<br />
Dos conceptos frente a frente: el individuo y la comunidad.<br />
Un nuevo sentido de la vida, un anhelo de<br />
mejor existencia; deseo inconcreto, pero poderosamente<br />
fecundo; potencia creadora de nuevas formas, vigorosa<br />
y varia, que amenaza, a veces romper totalmente, la<br />
armonía del espíritu. Y, en el terreno opuesto, un bloque<br />
de ideales fijos, estabilizados, inquebrantables, «la visión<br />
del mundo y la filosofía de la Edad Media, que es la<br />
conciencia de que el mundo es un Cosmos, un todo ordenado<br />
con arreglo a un plan: un conjunto que se mueve<br />
tranquilamente según leyes y ordenaciones eternas, las<br />
cuales, nacidas con él, primer principio de Dios, tienen<br />
también en Dios su fin?) (1).<br />
La sobrevaloración del individuo, como característica<br />
substancial del Renacimiento, que aflora ya en movimientos<br />
precursores sin uniformidad, sin solidez de<br />
principios, sin coiiciencia incluso de. su significación, condiciona<br />
la aparición de supraindividualidades entusiastas,<br />
tenaces, heterogéneas, de auténticos protagonistas que
= — 52 —<br />
llegan a creer que el mundo gira alrededor de su propia<br />
persona.<br />
La estimación desmesurada de los valores individuales,<br />
en este período de transición, produce un avance en<br />
la evolución de la sociedad, aunque más tarde, a consecuencia<br />
de los vicios inherentes al hombre, la desilusión<br />
y el desaliento determinen un regreso de la mencionada<br />
actitud revolucionaria..<br />
Las.diferentes tentativas de persistencia de los conceptos<br />
hasta entonces dominantes, provocaron, con amplias<br />
y duraderas consecuencias, la realización de ideales<br />
personales y anárquicos que,hunden el poder real en una<br />
postración de la que tardará largos años en salir.<br />
<strong>El</strong> hombre aparece como un valor esencial. Las instituciones<br />
se personalizan y los individuos que las representan<br />
no pueden permanecer alejados de la marea de<br />
los conceptos nuevos que, insensiblemente, van matizando<br />
sus modos de pensar.<br />
La nobleza se junta o se separa, fluctúa en sus convicciones,<br />
hace del engaño un arma lícita y no observa<br />
más normas ni principios que el interés de la clase y el<br />
acrecentamiento de su patrinionio por todos los medios;<br />
desaparecen las reglas de vida que la costumbre había<br />
impuesto. Los nobles se consideran iguales al rey desde<br />
el punto de vista personal y constituyen la encarnación<br />
del espíritu bélico, en una explosión de audacias, temeridades,<br />
apetitos y confusas iniciativas.<br />
<strong>El</strong> poder real, tolerante, no sabe contener la anar-,<br />
quía; y el reino de Castilla se enciende en multitud de<br />
pequeñas luchas. Las mil tendencias dispersas no se atinan<br />
y disciplinan en una empresa homogénea, sino que • se<br />
disocian y contraponen con mutuo recelo. La guerra con<br />
Granada se convierte en una serie enervadora de limitadas<br />
escaramuzas fronterizas mientras se abusa y atropella<br />
a las personas, se despueblan las villas y lugares,<br />
avanza la miseria a compás del empobrecimiento de
— 53 —<br />
brazos que trabajen las tierras, son quemados y destruídos<br />
los burgos extendidos en toino a las fortalezas; todo<br />
ello en tierra cristiana erizada de partidos, a los qué el<br />
pueblo presta su concurso por miedo b por deber, por<br />
simpatía o por soldada.<br />
<strong>El</strong> sentimiento caballeresco medieval del honor y'del<br />
amor a la gloria deja paso a la deslealtad y la ambición:<br />
las exigencias- continuas al monarca van acompañadas de<br />
palabras altaneras y desmedidas; el valor no es generoso,<br />
irreflexivo y heroico, sino que aparece precedido de mar<br />
dura reflexión. Los pactos y seguros son violados con frecuencia<br />
para reanudar la pelea; el noble, que se ejercita<br />
en las armas, no busca ya pasar a la Historia como servidor<br />
de grandes ideales, sino aumentar sus posesiones y<br />
fortalecer su prestigio. Es la apoteosis de la fuerza én<br />
provecho de sus poseedores. ' •<br />
No supieron Juan II ni Enrique IV emplear el poderío<br />
nobiliario en beneficio del trono o dirigirlo contra<br />
Granada, o acaso este desinterés por concluir la Reconquista<br />
fuera el deseo de «proyectar su, espíritu y su esfuerzo<br />
en otras direcciones de política exterior, ante las<br />
cuales la exigua dimensión de la empresa granadina palidecía»<br />
(2) en una nueva interpretación de la inactividad<br />
de Castilla en la Baja Edad Media. Aquellos esforzados<br />
guerreros, que se destrozaban mutuamente siguiendo impídsos<br />
elementales, consumieron su vitalidad en estériles<br />
partidismos o infructuosas banderías, gérmenes renovados<br />
de la guerra civil, donde ninguno podía reprochar a los<br />
restantes, sin otra justicia que la propia del uso de las<br />
armas ni más ley que la destrucción del vencido en su<br />
feroz exaltación de las pasiones, llevada a términos inconcebibles.<br />
Todos luchaban en nombre del reino, del rey, de<br />
Dios, de la propia tierra, pretextos para disimular sus<br />
verdaderos fines o, acaso, manifestación confusa, en el<br />
terreno piscológico, de la exaltación de la virilidad, que<br />
V 1^^ r:
— 54 —<br />
propendía a juzgar como categórica la interpretación<br />
personal de principios e instituciones. <strong>El</strong> resultado no<br />
difería: medro personal, encumbramiento del que vence.<br />
<strong>El</strong> noble batallar dispone, sieinpre, de un lugar seguro<br />
—ciudad o villa con fortaleza— donde establece su<br />
cuartel general, y que le sirve de refugio cuando la escasez<br />
de mesnaderos, la falta de recursos, el cumplimiento forzoso<br />
o interesado de los pactos o la derrota, le obligan<br />
a guarecerse en él, dispuesto a todo evento, con garantía<br />
que le hiciesen inexpugnable.<br />
- <strong>El</strong> sentimiento de cooperación familiar existe, aunque<br />
disminuido. La familia reconoce un jefe, la autoridad<br />
del cual procede más de su prestigio castrense que<br />
de la naturaleza; ello no es óbice para que los que aspiran<br />
a esta jerarquía, ya por considerarse cabezas de<br />
las diferentes ramas, ya por querer desenvolverse con un<br />
rango superior de vida, lo combatan. Sin embargo, se<br />
originan banderías de familia, por pugna entre diferentes<br />
casas señoriales; los consanguíneos se unen alrededor de<br />
un caudillo, dándole claras ventajas por la cohesión y<br />
la unidad de las huestes que ponen bajo su mando, más<br />
fieles que las de otro género de recluta, si bien debe compartir<br />
con ellas el botín. De aquí se siguen conquistas<br />
de tierras y Estados, que no duran más que la vida de<br />
quienes los logran, cuando no se pierdan antes, sin otro<br />
rastro que la desolación de los pueblos sometidos a este<br />
trasiego.<br />
Mas como todos persiguen un objetivo similar, su<br />
propio medro, proceden en ocasiones arbitrariamente, sin<br />
reconocer el parentesco ni practicar la gratitud. Cada uno<br />
cree estar en posesión de la verdad, y, quiere que los demás<br />
la acepten, de grado o impueta por las armas. No respetan<br />
derechos, leves ni fueros reales. Con afirmar que<br />
«el rey no pudo hacerlo», basta (3). La violencia resuelve<br />
las discusiones. Impera el más fuerte por su fuerza. <strong>El</strong><br />
noble se transforma en bandolero y toma cuanto se ofre-
— 55 —<br />
ce a sus ojos, aunque sean los huesos de un cadáver (4).<br />
Las relaciones entre tales nobles-guerreros se caracterizan<br />
por su informalidad. Se engañan mutuamente, y<br />
la benevolencia temporal con que tratan a las municipalidades<br />
es sólo signo de espera mutua para poder alcanzar<br />
medios suficientes con que destruirse. Entregar a la<br />
esposa y a los hijos como rehenes no indicaba propósito<br />
de cumplir lo pactado; en el momento oportuno la traición<br />
surge con mayor violencia y más cruel.<br />
«Entre ellos se desarrolla—como dice Burkhardt (5)—<br />
hasta la máxima virtuosidad la personalidad y el talento,<br />
que son admirados y reconocidos por sug soldados», los<br />
cuales todo lo fían al crédito personal de su jefe. La sola<br />
presencia de éste basta en ocasiones para ganar una batalla<br />
con el prestigio adquirido por sus anteriores victorias,<br />
que amedrenta al adversario v lo obliga a entregarse<br />
o a abandonar el campo.<br />
Los villanos, la plebe, alistada más por fuerza que<br />
por convicción, suele abandonarlo, cansada de tanta<br />
crueldad inútil, cuando estima fácil una pacificación verdadera<br />
de la tierra o cuando la magnitud de su deiTOta<br />
presume un aniquilamiento inmediato.<br />
Por esto, muchas veces ocupan lugares, villas y ciudades<br />
llaiTiados por los habitantes de ellas, ' hartos de<br />
su anterior señor o simplemente temerosos de una amenaza<br />
de asalto y de mayores perjuicios. .<br />
A los pueblos los atraen por la exención de impuesr<br />
tos; se apropian las rentas reales y los bienes de los contrarios<br />
muertos o inutilizados, y aun los reparten con sus<br />
moradores, concediéndoles otras mercedes y la protección<br />
contra el antiguo amo.<br />
' La guerra no suele ser cruel, siempre que no se trate<br />
de una venganza contra moros, donde no hay cuartel ni<br />
compasión. ..<br />
• Quizás por ello, batallas que' pudieron resultar decisivas<br />
entre el poder real y los nobles, no solucionan nada,
— 56— '<br />
porque no se llegó al final en sus consecuencias: la explotación<br />
del éxito; tales son las dos de Olmedo. En ambas<br />
vencieron los i^eyes Juan II y Enrique IV. Victorias<br />
inútiles. 'Pronto sufrirían las consecuencias de no haber<br />
sabido aprovecharse de ellas. Don Alvaro de Luna, vencedor<br />
de la primera, no iba a tardar en subir al patíbulo.<br />
Enrique IV, que ganó la segunda, se deshonraría otra vez<br />
al reconocer por sucesor del trono de Castilla, no a su<br />
hija -^heredera legítima—, sino a quien le impusieron<br />
precisamente los mismos que derrotara en Olmedo.<br />
Rodea al noble una corte de letrados a sueldo, prestos<br />
a violar el derecho a su favor proporcionalmente a la<br />
abundancia de que gozan.<br />
Los prelados y alto clero intervienen activamente en<br />
todo cuanto pueda serles beneficioso o para defender sus<br />
privilegios, a la par de los nobles. <strong>El</strong> respeto se les<br />
pierde (6).<br />
Nadie confía en la objetividad de. los hechos. <strong>El</strong><br />
triunfo justifica; para el vencido no hay defensa posible.<br />
Resisten con invariable serenidad la ofensa o el insulto,<br />
porque esperan la ocasión de devolverlo multiplicado. La<br />
derrota no significa sumisión o abandono de la lucha;<br />
abre un plazo de preparativos para volver al palenque<br />
con renovado empuje. Son activísimos y "la falta de escrúpulos<br />
es constante —idéntica en la mocedad y en la<br />
senectud— para estos hombres que viven en permanente<br />
lucha contra todo lo habitual.<br />
Conviene considerar la posición de los municipios en<br />
tal coyuntura histórica. <strong>El</strong> rey, para prevenirse de los<br />
ataques de la nobleza indisciplinada, aumenta la libertad<br />
y la autonomía de aquéllos, con objeto de que una serie<br />
de barreras, que por propio egoísmo, se opongan a los<br />
desafueros de los insurrectos; pero acentúa su intervención<br />
mediante el nombramiento de corregidores y regidores,<br />
a excepción de los que se suceden tradiciónalmente<br />
de padres a hijos, y así va esbozándose un estado sur-
_ 57 --<br />
gido del pueblo al servicio de la autoridad real, aunque<br />
por lo menguado de ésta las órdenes del rey sean obedecidas,<br />
pero.no cumplidas.<br />
En medio de tal caos vive el hombre indiferente a<br />
la política y consagrado a su industria u ocupación, que<br />
forma la mayoría y a quien momentáneamente se obliga<br />
a empuñar las armas, contra su propia voluntad; todavía<br />
la persistencia de las castas niedievales con oficios vinculados<br />
a la condición de los hombres demuestra que el<br />
Renacimiento no ha venido a plenitud, ya que la aboli-,<br />
ción de aquéllas y la jerarquización de los individuos en<br />
razón del nivel de su cultura es medular en el mismo.<br />
La espada y la lanza, la maza y la ballesta, armas<br />
típicas del medioevo, requieren una dosis extraordinaria<br />
de arrojo personal para combatir.<br />
En medio de este panorama, conio prototipo del<br />
noble batallador, adornado de todas sus virtudes y, consumido<br />
por todos sus vicios, vive en Murcia la personalidad<br />
casi legendaria de Alonso <strong>Fajardo</strong>, «el <strong>Bravo</strong>», que<br />
otros llamaron «el Malo».
— 58 —<br />
II<br />
PERFIL<br />
Año 1435. Asedio de Xiquena. Cercan la poderosa<br />
fortaleza gentes de armas de Murcia y de Lorca, cornandadas<br />
por el Adelantado, Alonso Yáñez <strong>Fajardo</strong>. Ya es<br />
inminente la rendición del sitiado castillo, y al pie de<br />
sus batidos muros tiene lugar una ceremonia solemne y<br />
noble: la de armar caballero a Alonso <strong>Fajardo</strong> su suegro,<br />
Martín Fernández Piñeiro, alcaide lorquino, guerrero<br />
temible, terror de la morisma, que lo conocía por «el del<br />
brazo arremangado».<br />
Pronto el yerno sucedería al suegro. <strong>Fajardo</strong>, espanto<br />
de los moros y honor de los cristianos, como le llamó el<br />
poeta (1), fué hombre de poderosa personalidad, arrojado<br />
e inquieto, capaz de Henar una época de la historia del<br />
reino de Murcia con las turbulencias y múltiples, arrogancias<br />
de su vida agitada y belicosa, según atestiguah<br />
los documentos con él relacionados entre 1443 y 1464.<br />
La figura de Alonso <strong>Fajardo</strong>, "el <strong>Bravo</strong>», no ha pei"dido<br />
relieve en el devenir del tiempo. Si alguna vez pudo<br />
parecer olvidada, pronto recupera el plano propio de quien,<br />
como él vivía tan intensamente su papel de protagonista,<br />
porque, según escribiera a Enrique IV, «de buenos hechos<br />
y malos yo soy el que más ha hecho en vuestros reinos<br />
y me he hecho conocido por reinos y señoríos extraños»<br />
(2).<br />
Teñía madera de buen soldado. Robusto, entero, de<br />
aspecto y contextura imponentes y dotado de extraordinario<br />
vigor. Muy diestro en el ejercicio de las armas,<br />
logró, como algunos de sus antecesores, inspirar terror con<br />
sólo su presencia, ya que la fama y la imaginación multiplicaban<br />
su prestigio:
...Si viérades a <strong>Fajardo</strong>,<br />
Aquel de la cruz bermeja.<br />
Aquel alcaide de horca<br />
De quien tantas cosas cuentan,<br />
aquel que de ver su sombra<br />
Tiemblan los moros de veras... (3).<br />
Poseía condiciones de. jefe. Sus, soldados le admiraban<br />
tanto por su valor como por su trato, pues los conocía<br />
uno a uno de nombre, los defendía en todo momento y<br />
exigía con indomeñable ímpetu a los contrarios la devolución<br />
de cualquier prenda que hubiesen arrebatado a<br />
los suyos: sirva de.ejemplo la cautividad de Diego Mellado,<br />
de su parcialidad, sobre la cual escribe al munici-pió<br />
murciano, reclamándolo: «que os certifico que por<br />
cuantas cosas pudierais pensar que sean mal hechas haré<br />
por este hombre» (4).<br />
A la fortaleza física sumaba no menor energía de<br />
ánimo. Su voluntad, que no conoció límites, se impone<br />
hasta el extremo de que sus contemporáneos lo juzgan<br />
desde el punto de vista político y no moral. No hay trabas<br />
ni respetos que lo cohiban : • «Ya qi^erría yo —escribe<br />
en otra ocasión— que el Sr. Obispo se quitase de esta<br />
costumbre que cada vez que ruido hay en la tierra toma<br />
la cruz en la rriano y revestido para evitar las cuestiones...<br />
por eso se puede decir, malas mañas habéis y no' os las<br />
podéis quitar» (5).<br />
Lo amaba el pueblo fascinado por el atractivo que<br />
irradiaba su hombría y contó con la adhesión que se tributaba<br />
-entpnces a los personajes de relieve, que contribuyeron<br />
a disminuir la autoridad real.<br />
Las andanzas de <strong>Fajardo</strong> tienen por fondo histórico<br />
una época de confusión, los últimos años del reinado de<br />
Juan II V los primeros de Enrique IV. Es la floración<br />
inicial del Renacimiento; cuando se ronipen los cauces
— 60 —<br />
impuestos a la vida por los siglos precedentes y los caudillos,<br />
empujados por el deseo violento de pod'er y de<br />
gloria, realizan hasta el agotamiento de su existencia<br />
vanas empresas heroicas, que consumen sus energías en<br />
una labor negativamente fecunda.<br />
Todos los <strong>Fajardo</strong>s de Murcia, excepto la familia del<br />
Adelantado, habían luchado con el Infante D. Fernando,<br />
más tarde Rey de Aragón, cuando era tutor de su sobrino<br />
Juan II y seguían agradecidos, a la muerte de<br />
aquél, el partido de los infantes. Por ello Juan <strong>Fajardo</strong>,<br />
señor de Alhama, perdió este señorío por orden del Rey,<br />
que lo concedió al Adelantado.<br />
Las disputas políticas que ensangrentaban Castilla se<br />
reproducen, convertidas en bandos locales, en el reino de<br />
Murcia; la proyección de su modo de desarrollarse puede<br />
colegirse de los siguientes párrafos de. una carta de Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong>, tan soberbia como todas las de su pluma: «Y<br />
mi señora tía Doña María de Quesada {madre del Adelantado<br />
Pedro <strong>Fajardo</strong>, su primo) haya esta letra por suya<br />
y crea que todos cuantos ella querría y espera vengan<br />
sobre mí y esa ciudad, lo cual ella desea que yo sea de<br />
ellos vencido y destruido, que.yo me vendré también, que<br />
el vencimiento y destrucción se les tornará en llanto. Y<br />
esta tierra no tornará a su ser en nuestras vidas» (6).<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong>, «el <strong>Bravo</strong>», era hijo de Pedro López<br />
<strong>Fajardo</strong>, Comendador de Cara\"'aca y Trece de Santiago.<br />
Contrajo matrimonio con doña María Piñeiro, hija del<br />
alcaide de Lorca, Martín "Fernández Piñeiro, al cual sucedió<br />
en el mando de la fortaleza lorquina. De su matrimonio<br />
tuvo a doña Al,donza, casada con Garci Manrique,<br />
tío del célebre poeta Jorge Manrique; Gómez <strong>Fajardo</strong>,<br />
Comendador de Socovos de la Orden de Santiago; Martín<br />
Fernández <strong>Fajardo</strong>, «el de la ceja blanca»; doña Constanza,<br />
que falleció en la juventud; Pedro <strong>Fajardo</strong>, alcaide<br />
de Caravaca; Diego <strong>Fajardo</strong>, que aunque no lo indiquen<br />
los genealogistas, aparece como su hijo en la «Crónica
— .61 —<br />
Castellana» (7), v doña Mencía, citada por Salazar y Castro<br />
(8), (9). •/ _ . _ •<br />
Los del linaje de <strong>Fajardo</strong> son gente dura, militar,<br />
de sangre limpia. Todos aparecen inclinados al noble oficio<br />
de las armas, sin que entre ellos existan clérigos ni prelados.<br />
Los segundones "prefieren labrarse el porvenir con<br />
la punta de la espada.<br />
Ei apellido <strong>Fajardo</strong> resulta de castellanizar la palabra<br />
árabe «faxchard», que equivale a «Cerro fuerte», apelativo<br />
dado por los moros a Pedro Yáñez Gallego, tatarabuelo<br />
de Alonso «el <strong>Bravo</strong>» (10).<br />
Alistados en la cruzada de la Reconquista, descienden<br />
a Murcia desde Galicia, donde eran señores de Santa<br />
Marta de Ortigueira, como miembros de las Ordenes Militares,<br />
de las cuales, especialmente las de Alcántara y<br />
Santiago, varios de la familia son maestres y comendadores.<br />
<strong>El</strong> blasón de los <strong>Fajardo</strong> resume los dos extremos,<br />
y en él campean tres matas de ortigas verdes con siete<br />
hojas cada una y tres cerros o rocas en medio de las ondas<br />
del mar.<br />
Símbolo y compendio. En la tormenta de los tiempos<br />
nuevos, la roca firme que quiere dominar el oleaje y<br />
sobresalir de él, alzándose vencedora cuando la tempestad<br />
amaine y las ondas vengan a acariciar su base; pero...<br />
cuidado. Erizada, arisca, agresiva, guardándose con las<br />
numerosas puntas que la forman, como escuadrón cerrado<br />
de lanzas apretadas, la ortiga, las ortigas; lo ancestral<br />
galaico, tenacidad, ironía hiriente, introspección, voluntad<br />
decidida a conseguir el proyecto forjado en la profunda<br />
elaboración del espíritu cuando se reconcentra.<br />
Esta condición trasplantada de la lejana comarca se<br />
hará, ya bajo la embriaguez del sol de Levante, violencia<br />
y audacia, «roca del mar», «faxchard», que es nombre<br />
dado a esta estirpe gallega por los. moros de la tierra murciana.<br />
Los <strong>Fajardo</strong>s son de Murcia.
^, 62 -<br />
Paulatinamente, en una serie de avances donde se<br />
mezclan la habilidad y el arrojo, pretenden que Murcia<br />
sea suya: «...yo. Señor, peleé con la gente de la casa dfe<br />
Granada... por. cuya causa están los moros en el trabajo<br />
que vuestra señoi'ía sabe. Yo, señor, combatí a Lorca y<br />
la entré por la fuerza de las armas y la gané y tuve...<br />
yo gané, Señor, Mojácar, donde se hicieron tan grandes<br />
hechos de armas que las calles corrían sangre... yo descerqué<br />
el castillo de Cartagena que vos tenían en toda<br />
perdición... Miémbrese vuestra señoría de mi abuelo y<br />
seis hijos y nietos, .que hemos vencido diez y ocho batallas<br />
campales de moros y ganado trece villas y castillos...»<br />
(11). Murcia, Caravaca, Cartagena, Lorca, Abanilla,<br />
Ricote, Albudeite, Blanca, Cieza, Librilla, Muía,<br />
Molina, Alhama, Tirieza, Tol;)arra. Letur,. Socovos, los<br />
dos Vélez, Xiquena..., ciudades, villas y lugares que forman<br />
el señorío de los <strong>Fajardo</strong>s, unas veces por concesión<br />
real, oU'as por fuero de las armas.<br />
Y, entre' todos los de su nombre, «<strong>Fajardo</strong>, heroico<br />
por excelencia, el que tuvo la fortuna de • ser enaltecido<br />
no solamente por la historia sino por la musa épica del<br />
pueblo castellano...' Alonso <strong>Fajardo</strong>, alcaide de Lorca,<br />
glorioso vencedor de la morisma en la batalla de los Alporchones»<br />
(12).
III<br />
EL BRAZO ARMADO<br />
— 63 -<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong> se presenta en la escena histórica<br />
en medio del ambiente riiás apropiado a su papel de<br />
protagonista, al* ser armado caballero. <strong>El</strong> es el guerrero<br />
por excelencia; lo primero, empuñar las armas. En adelante<br />
lo que le va a valer es la fuerza de su -brazo.<br />
En vida de su tío, Alonso Yáñez <strong>Fajardo</strong>, se querella<br />
ante el Concejo porque le había cautivado a su •<br />
criado Mohamed- Carnos, la mujer y los hijos; en la<br />
protesta, <strong>Fajardo</strong> comienza ya a ofrecer pruebas de la<br />
arrogancia que caracterizará su estilo epistolar: «...las<br />
cosas que no son razón no se deben pasar ni se deben<br />
sufrir» (1).<br />
Muerto el Adelantado, le sucedió su hijo Pedro<br />
<strong>Fajardo</strong>, tutelado por doña María de Quesada, sii madre,<br />
quienes al correr del tiempo se iban a adscribir a uno<br />
de los varios partidos en pugna en el reinado de Juan 11,<br />
junto al Obispo Comontes y otros caballeros amigos, en<br />
contra de la opinión del municipio, lo que dio lugar a<br />
diversas cuestiones entre las dos potencias, de las que<br />
se derivaron sangrientas esciU'amuzas, en las cuales Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong> estuvo al lado del Cabildo.<br />
Sirviéronle tales disensiones para adquirir poder a<br />
costa de su primo, con el que hasta que fué vencido<br />
había de batallar por todo el Reino de Murcia, excepto<br />
contadas treguas, más bien impuestas por la amenaza<br />
próxima de los moros que por impulsos de cordialidad<br />
entre ellos. Veinte años de la historia local se llenan de<br />
las discordias a que dio lugar la pugna personal de los<br />
dos primos.<br />
Alonso, de más edad que Pedro y acaso más arrojado,<br />
se consideraba con derechos suficientes para ostentar<br />
el Adelantamiento, y puesto que no pudo estar in-
— 64 —<br />
vestido de su autoridad, quiso poseerla de hecho. Por<br />
línea primogénita correspondía al padre de Alonso <strong>Fajardo</strong><br />
ser Adelantado, ya que era el primer hijo de primeras<br />
nupcias; pero se le concedió al padre de Pedro<br />
<strong>Fajardo</strong>, primogénito del segundo matrimonio del abuelo<br />
de ambos.<br />
En marzo de 1444 amenaza Alonso "<strong>Fajardo</strong> ocupar<br />
la ciudad de Murcia en compañía de otro de sus primos,<br />
Mosén Diego <strong>Fajardo</strong>, que tenía apostada su gente en<br />
Lorquí. <strong>El</strong> Municipio realiza con premura cuantas gestiones<br />
puede para evitarlo y consigue que se firme una<br />
concordia entre el Adelantado y su madre de una parte<br />
y Alonso v Diego <strong>Fajardo</strong> de otra, la cual, al cabo de<br />
penosa gestación y después de distintos intentos para<br />
retractarse unos y otros, es jurada.a principios de abril<br />
y firmada, gracias a la .habilidad de los regidores Pedro<br />
Bernal y Juan Alfonso Cáscales, por Cartagena, Murcia<br />
y Lorca el 27 de mayo de 1444 (2). •<br />
Este seguro lo ratifica el infante don Enrique por<br />
carta dada en Córdoba el 12 de junio del mismo año (3),<br />
en la que garantiza la abstención de hostilidades por su<br />
parte y la de sus partidarios, y designados plenipotenciarios<br />
que ejecuten dicha garantía y devuelvan al Adelantado<br />
sus posesiones de Murcia, la fortaleza y el uso del<br />
Adelantamiento,' para no interrumpir la merced que<br />
Juan II le hiciera al morir su padre. De esta carta se<br />
desprende que Pedro <strong>Fajardo</strong>, su madre y sus parciales<br />
habían huido de dicha ciudad bajo la amenaza de Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong>.<br />
Al mes el pacto estaba roto. <strong>Fajardo</strong> escribe desde<br />
Lorca para defenderse de la acusación de haberse apoderado<br />
de unas caballerías de cierto vecino de Murcia<br />
que las tenía en Alhama, donde llegaron sus secuaces<br />
para cobrar antiguas deudas de los del lugar y Librilla,<br />
que anteriormente les habían robado a ellos ganado y<br />
otros enseres. Aprovecha esta ocasión para reconvenir
— 65 —<br />
al municipio, murciano por la prisión de sus centinelas<br />
de Lorca. <strong>Fajardo</strong> se muestra bien dispuesto a devolver<br />
lo sustraído, aunque sometiéndolo a tantas declaraciones<br />
y formalidades, que más parecen argucias para no restituir<br />
(4).<br />
.Alonso <strong>Fajardo</strong> quiere ser omnímodo en sus Estados.<br />
Si autoriza la estancia de cualquier género de personas,<br />
moros o judíos, quedan bajo su custodia y nadie<br />
puede ofenderlos. <strong>El</strong> oriolano Juan de Villafranca salteó<br />
en término de Lorca a varios y fulminantemente las gentes<br />
del alcaide se apoderaron de unos prisioneros de<br />
Orihuela, lo cual da ocasión a nuevas intervenciones del<br />
Cabildo y más cartas y gestiones (5).<br />
Con abrumadora monotonía se repiten estos actos,<br />
últimas consecuencias de una concepción de la sociedad,<br />
ya periclitada. Ni los individuos libres quieren someterse<br />
a la tiranía de los nobles, ni éstos, entre sí, se consienten<br />
menoscabos de la autoridad que ejercían en sus dominios.<br />
Por consiguiente, la fuerza ha de dirimir las continuas<br />
querellas que el deseo de imponerse y la resistencia frente<br />
al mismo originan, complicándose con innúmeros pleitos<br />
de jurisdicción, donde, a la postre, son los pacíficos moradores<br />
de villas y lugares, o sus enseres y ganados, quienes<br />
sufren. Han de servir de rehenes canjeables cuando<br />
se apacigüen, transitoriamente, las batallas, «...hombres<br />
de caballo de Vélez Blanco en Campo Coy robaron a<br />
vecinos de esta villa un caballo ensillado y enfrenado y<br />
un .asno y una capa nueva y una lanza o vara estrecha<br />
V siete libras de seda y ciertos maravedís. Por esta razón<br />
me moví a ir a Vélez Blanco y traje parte del ganado<br />
que fué tomado a Diego Mellado y otro cierto ganado<br />
con dos moros. Lo cual es puesto en secuestración para<br />
hasta ver la deliberación de los hechos», escribe Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong> el 22 de septiembre de 1445 (6).<br />
No permite que ninguno de sus parciales permanezca<br />
en manos de su contrario, ya que «si Pedro <strong>Fajardo</strong>
— 66 —<br />
mi primo estuviese en mi poder yo lo daría por un escudero<br />
mío», expresión que significa el aprecio con que<br />
trataba a todos sus seguidores.<br />
• La prisión de Diego Mellado por los secuaces del<br />
Adelantado le mueve a escribir al Concejo de Murcia<br />
hasta cuatro cartas, desde agosto a octubre de 1445. En<br />
la primera (26 de agosto) (7) se lamenta de su cautiverio,<br />
«que os certifico que por venganza suya [del^Adelantado<br />
y su madre) está bien aparejado de se extender el fuego<br />
más adelante donde está», y anuncia su propósito de<br />
cometer toda clase de desmanes hasta conseguir libertarlo.<br />
En 22 de septiembre (8) ofrece un canje de prisioneros:<br />
«...yo tengo por Diego MfUado, a Rivadelíosa y<br />
a Ramón Ponce y a Balazote que son sobrinos de Pedro<br />
Iñíguez y a cinco moros de Vélez Blanco, que son' todos<br />
ocho. Yo los soltaré por el dicho Diego Mellado que<br />
según la verdad es grande de los que me siguen es razón<br />
que por Diego Mellado se den ocho y por Tudela<br />
y por Abrahán el judío y Martín Gómez que .tienen en<br />
Vélez y Librilla yo daré al Casero de Alhama y a su hija<br />
de esta villa, y hija de Gil Pérez y dos hijos de esta -villa<br />
y á Calatayud y a Pedro de Santo Domingo y éstos son<br />
siete por tres míos».<br />
Por último, a 6 de octubre (9), ya no es Alonso <strong>Fajardo</strong>,<br />
sino el municipio de Lorca quien ruega al de<br />
Murcia la libertad de Diego Mellado, y por fin de muy<br />
diversos razonamientos, acaba su carta así: «...en cargo<br />
de vuestras almas vaya el mal y daño que nuestra tierra<br />
tiene de acá por vuestra causa, que no os' lo podemos<br />
escribir por menudo como os diría el mensajero vuestro,<br />
ca Alonso <strong>Fajardo</strong> nos da tantas razones y tan justas de<br />
los quebrantamientos que si son hechos, que no podemos<br />
huir de ellos, porque se habrán de hacer hechos muy<br />
dañosos a todas partes». . •<br />
Aún, el 10 del mismo mes (10), Alonso <strong>Fajardo</strong> insiste,<br />
unidas la acción y la palabra: «...yo he sacado de
los suyos de Albox treinta cautivos y he enviado pors^^^~2_<br />
Pedro de Santo Domingo y Juan de Calatayud los cuales ^^^'^<br />
le enviaré, paréceme que por satisfacer vuestra fé deva<br />
ser contento, por Diego Mellado...».<br />
Como se ve. <strong>Fajardo</strong>, que tan elevada idea tiene de<br />
los suyos, procura, por todos los medios imaginables, y<br />
aun a costa de difíciles, empresas, su rescate, incluso superando<br />
extraordinariamente la proporción de los rehenes,<br />
que cambia primero ocho y más tarde treinta y dos<br />
por sólo Diego Mellado,' rehenes que ha de procurarse,<br />
conio los prisioneros de Albox, en una escaramuza. Nos<br />
hemos detenido en la exposición del episodio para poner<br />
de relieve la tenaz protección que Alonso. <strong>Fajardo</strong> dispensaba<br />
en todo momento a sus parciales, de los cuales<br />
no todos sabrían guardarle la -lealtad debida en los<br />
momentos difíciles.<br />
<strong>Fajardo</strong> va a Orihuela y secuestra unos cautivos (11);<br />
los de Mosén Diego arrasan el lugar de Fortuna, según<br />
las quejas que la esposa de Ferrand Sánchez Manuel articula<br />
en el Concejo de Murcia él 7 de agosto de 1445 (12),<br />
y, pocos días después, el regidor Sancho González de<br />
Arróniz denuncia los daiios y robos que hacen los partidarios<br />
del alcaide lorquino (13).<br />
Seguía- Alonso <strong>Fajardo</strong>, como todos los de su familia,<br />
excepto la rama del Adelantado —ya queda . insinuado—,<br />
el partido de los Infantes de Aragón, según<br />
confiesa al escribir: «...yo era del Rey de Navarra» (14),<br />
con quien estuvo cuando en 1443 rondaba él Reino de<br />
Murcia (15).<br />
Al venir a éste su hermano el Maestre de Santiago,<br />
después de la frustrada batalla de Pampliega, perseguido<br />
por el príncipe don Enrique, el Condestable y don Juan<br />
Pacheco, supo que éstos se encontraban en Hellín y,<br />
según Zurita (16), reunió toda su gente, unos quince mil<br />
de a caballo y de a pie, de Lorca, Valencia, Orihuela y<br />
Val de Ricote,. y cercó por espacio de veinte días la
— 68 —<br />
ciudad de Murcia, cuya rendición creía fácil por el pacto<br />
existente con Sancho González de Arróniz, comprometido<br />
a abrirle una de las puertas.<br />
Resistió' en la ciudad el corregidor, Alonso Diez de<br />
Montalvo, con sus vecinos y gentes armadas del Adelantado;<br />
durante el sitio, entré el Príncipe y los cercados<br />
hubo intentos de comunicación mediante el recíproco<br />
envío de mensajeros. Uno de ellos debió ser Fernando<br />
Ortiz, a quien apresaron las gentes de Diego <strong>Fajardo</strong> y<br />
lo entregaron al -alcaide lorquiho, en cuyo campamento<br />
fué muy mal. tratado; pero logró escapar. Doña . María<br />
de Quesada comunica al Concejo (17) que dicho Fernando<br />
Ortiz había podido averiguar un acuerdo de los de<br />
<strong>Fajardo</strong> para apresar a todos los mensajeros del Príncipe<br />
o del Rey, conducirlos a Almería y entregarlos a<br />
los moros, quienes los internarían en Berbería, de donde<br />
no se supiera más de ellos.<br />
Levantaron el cerco de Murcia los del Infante, advertidos<br />
de la proximidad del Príncipe con un gran<br />
ejército, que aumentaba cada día (18), y se encaminaron<br />
a Lorca, donde los acogió Alonso 5'ajardo, haciendo<br />
entrega de las llaves de la fortaleza al Maestre. <strong>El</strong> día 20<br />
de octubre el Príncipe y don Juan Pacheco inician el<br />
asedio de Lorca y piden al Concejo de Murcia el envío<br />
de vituallas para sus tropas (19); el día 22 se unen a<br />
los sitiadores gentes de armas de la última con el pendón<br />
de la ciudad (20); al real llegaba trigo, cebada y vino<br />
que remitían desde Murcia, Cieza y Ricote.<br />
Pero «por el tiempo ser de ynvierno y por la tierra<br />
no poder sofrir gente gruesa» (21), decidió el Príncipe<br />
tornar a Murcia, y confió la empresa a Juan Carrillo,<br />
Adelantado de Cazórla, v a su hermano, Payo de Ribera.<br />
o Habíale rogado el Concejo que no dejase por capitán<br />
a Rodrigo Iv|anrique, sospechoso de parcialidad a favor<br />
del Infante. También procuró el Cabildo la cooperación<br />
del Adelantado, por medio de un pacto en el que éste
— 69 —<br />
se obliga a defender Murcia de los ataques del Infante,<br />
Mosén Diego y Alonso <strong>Fajardo</strong> (22).<br />
Ido el Príncipe, consiguen fácilmente, los de Lorca,<br />
que lo habían obligado a levantar el sitio, dispersar el<br />
resto de su ejército, que se retiró a Hellín, donde fiíé<br />
a requerirlo para que se incorporase a Murcia el regidor<br />
Juan de Resalte, porque se temía un nuevo ataque de<br />
los del Infante, que había exigido la devolución del botín<br />
apresado durante el cerco anterior, por carta que presentó<br />
el 4 de diciembre su escudero Fernando de Jerez (23).<br />
La Reina de Aragón envió al Obispo de Lérida al<br />
Infante, con una.carta dirigida a apaciguar los debates.<br />
Logró el prelado su objeto y pudo entregar al Concejo<br />
murciano otra del Infante, firmada además por Alonso<br />
y Diego <strong>Fajardo</strong>, García de Heredia, Comendador de<br />
Rrcóte y Antón de Hojeda, dando tregua entre el Ade-'<br />
lantado v lugares de él.y las ciudades del Infante y sus<br />
partidarios, Lorca, Aledo, Caravaca, Moratalla, Cehegín,<br />
Abanilla, lugares del Val de Ricote, Lorquí, Ceutí, Alcalá,<br />
Puebla de Don Gonzalo <strong>Fajardo</strong> y Pliego, lugar<br />
de la encomienda de Aledo, con la reserva de anular<br />
dicha concordia, pasados diez días de haberlo comunicado<br />
al gobernador de Orihuela (24).<br />
Juntaron de nuevo su gente Alonso y Diego <strong>Fajardo</strong><br />
con propósitos de asaltar Murcia: el Municipio lo comunicó<br />
al Monarca e hizo poner vigías en el Puerto de<br />
la Cadena (25).<br />
Los regidores temían la venida del infante don Enrique;<br />
tanto es así, que aún escribirían una vez más a<br />
Juan II denunciando su presencia en Valencia, con ánimos<br />
de venir contra Murcia, el 5 de junio, casi al mes<br />
de la batalla de Olmedo, donde aquél fué herido con<br />
tan mala fortuna, que de resultas perdió la vida (26). Su<br />
óbito fué conocido del Cabildo de Murcia, que en su<br />
carta a Lorca de 21 del mismo mes ya lo menciona como<br />
fallecido.
— 70 —<br />
Las parcialidades y diferencias entre Juan II y los<br />
Infantes no acabaron con la muerte de don Enrique, a<br />
pesar de que sus dos hermanos ocupaban sendos tronos,<br />
y el Rey de NavaiTa se mueve contra Murcia (27), por<br />
lo que el Soberano de Castilla adopta diferentes medidas<br />
de previsión y envía sus capitanes (28).<br />
. Entre los años 1447 y 1449, según Zurita (29), Salazar<br />
y Castro (30) y otros se recrudecieron en el Reino<br />
de Murcia los bandos y parcialidades. <strong>El</strong> Adelantado y<br />
su gente defendían la del Condestable cohonestada con<br />
el servicio del Rey, mienü-as que la ciudad de Murcia,<br />
Lorca y otras, con la ayuda de Alonso y Diego <strong>Fajardo</strong><br />
y otros caballeros, a los que posteriormente se unirían<br />
el caudillo árabe Alabez y el alcaide Omir con sus<br />
moros, tomó la de los Reyes de Aragón y Navarra, representados<br />
por Rodrigo Manrique, que había comenzado<br />
a apoderarse de diferentes, fortalezas del Reino de<br />
Murcia v del Maestrazgo de Santiago.<br />
Reunió el navarro un fuerte ejército para entrar en<br />
Murcia, del que parte lo hizo, con Alonso <strong>Fajardo</strong> y<br />
Rodrigo Manrique, llamados por la ciudad, según manifestaciones<br />
del regidor Sancho González de Arróniz (31),<br />
de las que se deduce que lo fueron ante la amenaza del<br />
Adelantado y los suyos, acampados en Molina. .<br />
<strong>El</strong> 26 de abril, se firmó una concordia que ponía<br />
término por veinte días a estas disensiones, sobreseídas<br />
.finalmente, tanto por el desistimiento de Rodrigo Manrique,<br />
que se conformó con el condado de Paredes,.<br />
cuanto por la boda del Adelantado Pedro <strong>Fajardo</strong> con<br />
su hija. .<br />
Según Zurita, en este tiempo se enajenó la ciudad<br />
de Cartagena del Adelantamiento. Su alcaide, Juan de<br />
Castro, acudió a tratar con Alonso <strong>Fajardo</strong> (32), quien<br />
para resolver de acuerdo con Murcia, que había tenido<br />
noticias de la llegada de Juan de Castro y se había prevenido<br />
(33), envió un mensajero, al que no dio oídos
— 71 —<br />
la ciudad, por haber confirmado la posesión de Cartagena<br />
en la persona de. Pedro <strong>Fajardo</strong> (34). Sin duda se<br />
la rescataron, pues Juan II agradece su toma a Murcia<br />
en una carta posterior (35).<br />
En la contestación del Cabildo de Murcia a Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong> se consigna textualmente: «otrosí al otro capítulo<br />
que dice que Rodrigo Manrique sea en breve en esta<br />
tierra y que se trata ciertos casamientos y líos, decimos<br />
a esto que nos parece que este no es camino de bien vivir<br />
ni pacificar la tierra, lo cual cumpliría y cumple al servicio<br />
de Dios y del Rey nuestro señor y a bien de ambas<br />
dos partes que estuviese pacificada "y sosegada; pero pues<br />
vosotros sois dicientes y entendidos, hacer cerca de esto<br />
lo que entendiereis que os cumpliere». <strong>El</strong> alcaide de<br />
Lorca había aludido a la boda entre el Adelantado y la<br />
hija de Rodrigo Manrique, medio por el que iban a acabarse<br />
las banderías políticas en el Reino de Murcia.
— 72 —<br />
IV<br />
L A N Z A EN RISTRE<br />
<strong>El</strong> 18 de marzo de 1445 permitió Juan II a Murcia<br />
asentar treguas con Alonso <strong>Fajardo</strong>, siempre que éste<br />
no lo combatiera, porque había tenido que retirar de<br />
aquel Reino a sus capitanes para que le auxiliaran en<br />
la lucha que libraba con los Infantes de Aragón (I).<br />
,Las escaramuzas habituales entre el Adelantado y<br />
el Alcaide de Lorca sobresaltan la paz pública, hasta que<br />
en agosto, el segundo manda pregonar una tregua y<br />
acepta el envío de plenipotenciarios para concordarse con<br />
su enemigo (2), documento que presentaron firmado al<br />
Concejo da Murcia los regidores Pedro Caries, «el Mozo»,<br />
y Juan Pérez de Valladólid.<br />
Muy pocos días después. <strong>Fajardo</strong> se queja de que<br />
Pedro Iñíguez, Alcaide de Vélez, había puesto preso a<br />
Diego Mellado, episodio eludido en el capítulo precedente<br />
(3).<br />
Por una acusación de malversación de fondos contra<br />
el Corregidor (4), acerca de la cual el Municipio escribió<br />
al Monarca para informarlo con exactitud, se inician las<br />
luchas entre Murcia v el Adelantado.<br />
Terció en ellas el Deán, Diego de Comontes, elevado<br />
a la sede prelaticia de Cartagena a comienzos del<br />
año 1446, con la oposición del Concejo, que lo recusaba<br />
por ser amigo de Pedro <strong>Fajardo</strong> (5), negándose a admitirlo<br />
en Murcia, capital de la Diócesis, las diferentes<br />
veces que intentó posesionarse (6).<br />
Desde Molina, donde se establecieron, doña María<br />
de Quesada y sus partidarios inferían notables daños a<br />
los transeúntes (7), por lo que, al acabar el año, los de<br />
Murcia se dirigieron contra ellos, aunque sin éxito, a<br />
pesar de la ayuda que les prestó Lorca (8).
^ 73 —<br />
Continuando estas pajcialidades,. de Cartagena protestan<br />
porque los ofendían la guarnición del castillo,<br />
afecta al Adelantado; protesta que, por su parte, hacen<br />
también de sus términos los de Librilla, Alhama, Molina<br />
y Alguazas. La marea contra Pedro Fajai-do se extiende<br />
y crece, deparando a Alonso la coyuntura propicia para<br />
alzarse con el mando del Reino de Murcia.<br />
Lá ciudad expulsa a los parciales de doña María (9)<br />
y pide a Alonso <strong>Fajardo</strong> cuarenta de sus caballeros para<br />
defenderla (10).<br />
Sucesivamente acuden en los primeros meses del<br />
año 1448 Alonso <strong>Fajardo</strong>, Garci Manrique, su yerno, Gómez<br />
<strong>Fajardo</strong>, su hijo, su primo Diego <strong>Fajardo</strong>, Alonso<br />
Enríquez, Sancho González de Arróniz y Gabriel Manrique,<br />
esperándose la llegada de refuerzos, que enviaría<br />
el Rey de Navarra, por las fronteras de Aragón y parte<br />
de Orihuela, al mando del gobernador de Játiva, Jaime<br />
de Malfent (11). Uniéronseles los adalides moros, Adilvar,<br />
Abenazarrache y el Alcaide Monfárrez (12), a quienes el<br />
Concejo regaló con largueza; dándoles cien gallinas, cien<br />
perdices, veinte cahices de cebada y cinco.de trigo.<br />
Con doña María de Quesada estaban, en Molina,<br />
además del Adelantado, su hijo, el mariscal Diego Fernández<br />
de Córdoba, el Obispo, Diego Comentes," Fernando<br />
de Castjo, señor de Castroverde y Alonso de Zayas.<br />
Acaso el equilibrio de las fuerzas impidió que se<br />
trabara una batalla importante para decidir la situación,<br />
limitándose unos y otros a reducidas aunque sangrientas<br />
escaramuzas, .que debieron acabar en virtud de la tregua<br />
estipulada en el mes de abril con la intervención de<br />
Rodrigo Manrique, anteriormente expuesta; pero que no<br />
terminaron hasta el día 29 de diciembre, en que se otorgó<br />
un instrumento público de paz entre doña María de<br />
Quesada v sus parciales con la ciudad de Murcia, merced<br />
a la mediación del propio Alonso <strong>Fajardo</strong>, según una<br />
carta de doña María, en' la que llama a éste «amigo mío
— 74 —<br />
al cual yo tuve en. lugar de Hijo», y pide que se olvide<br />
lo pasado (13).<br />
No estaba ajeno el Reino de Murcia a las luchas que<br />
en la corte sostenían a la sazón el Rey y su hijo, quien,<br />
según una advertencia de <strong>Fajardo</strong> al Concejo, intentaba<br />
coaligarse con el Rey de Granada en consecución de sus<br />
propósitos de rebeldía; y para evitar los estragos que<br />
dicha alianza pudiera ocasionar en Murcia, propuso el<br />
envío de un mensajero para que pactase con el Monarca<br />
granadino, lo que pareció bien al Municipio, designándose<br />
para esta misión al regidor Alfonso de Lorca (1.4).<br />
La diligencia mostrada por. <strong>Fajardo</strong> para conjurar<br />
la amenaza de los moros unidos al Príncipe don Enrique<br />
contra Castilla, dio ocasión a Juan 11 para hacerle merced<br />
del nombramiento de capitán de Murcia y encargarle<br />
la guarda de esta ciudad, cuy© Alcázar, fortificaciones y<br />
arsenales le fueron entregados (15). Confirió el Monarca<br />
a <strong>Fajardo</strong> un perdón general para todos los habitantes<br />
de aquella que comprendía los delitos cometidos durante<br />
los últimos veinte años (16). Alonso <strong>Fajardo</strong>, ocupado<br />
en otros asuntos, no pudo, permanecer mucho tiempo en<br />
esta encomienda, traspasándola, previo poder del Monarca,<br />
a los regidores Pedro Calvillo y Sancho Dávalos (17).<br />
Claro es que la proximidad de una invasión musulmana<br />
en Castilla para apoyar las. pretensiones del Príncipe<br />
decidió a Juan II, que no podía fiar mucho del .<br />
Adelantado por su convivencia con aquél, a poner en<br />
manos del Alcaide de Lorca la seguridad de Murcia.<br />
Más tarde, el Monarca encargaría conjuntamente a Alonso<br />
y Pedro <strong>Fajardo</strong> y al Obispo Comontes igual negocio<br />
(18), tutela enojosa que los dos primeros se negaron<br />
a aceptar del Rey, aunque la recibieron del Concejo, que,<br />
de su.propio foero, los hizo responsables de la libertad<br />
de Murcia.<br />
Habían hecho las paces, entre tanto, Murcia y Molina,<br />
confií-mándose solemnemente por ambos primos la
- 75 -|\<br />
V<br />
concordia, que juraron el 13 de junio de 1450, haciendo<br />
pleito homenaje de cumplirla en manos de Mosén Mendo<br />
de Quesada (19).<br />
Los méritos contraídos por <strong>Fajardo</strong> movieron al municipio<br />
de Murcia a solicitar del Monarca su nombramiento<br />
de regidor, no obstante estar completo el número<br />
de los misijios (20), a lo que accedió Juan II por su<br />
carta de 12 de^ julio (21), nombrándolo con carácter extraordinario,<br />
por «los grandes servicios que de pocos días<br />
acá» le tenían hechos. Tomó posesión del cargo Pedro<br />
de Aviles, en nombre de Alonso <strong>Fajardo</strong>, prestando por<br />
él los juramentos acostumbrados (22). Le concedió también<br />
Juan II las villas de Xiquena y Tirieza (23).<br />
Iniciase ahora una época de amistad entre Alonso<br />
y Pedro <strong>Fajardo</strong>, a quienes en diferentes ocasiones se<br />
ve juntos por distintos lugares del Reino, Socovo.s, Lorca<br />
y Marquesado de Villena. Los obsequiaba el Concejo,<br />
enviándoles provisiones; por cierto que el despensero de<br />
Alonso se negó a restituir los cueros del vino (24).<br />
No sería larga,, sin embargo, la concordia. Ya en<br />
enero de 1451 el Municipio de Murcia tiene que escribir<br />
al Alcaide de Lorca para que, se conforme con el Adelantado<br />
ante la amenaza de la morisma (25).<br />
En mayo comunica el Concejo al Rey ciertas cartasque<br />
había hecho poner en los cantones Alonso <strong>Fajardo</strong>,<br />
cíe quien temía un intento de asalto, en el que le acompañarían<br />
Sancho González de Arróniz y sus herriíanos,<br />
hijos y sobrinos (26). ' ' '<br />
Reúnese en octubre el municipio en la iglesia de<br />
Santa Catalina, escuchando un informe del corregidor<br />
Diego García de Villalobos, que había comprobado que<br />
en Cotillas se reunían gentes de Pedro Calvillo capitaneadas<br />
por Sancho González y que Alfonso Téllez, gobernador<br />
del Marquesado, se uniría a ellos con sus.huestes;<br />
contando también los confabulados con el auxilio<br />
de Alonso <strong>Fajardo</strong> y sus fuerzas de Lorca. Apercibióse
— 76 —<br />
a la gente de Murcia para que acudieran con sus caballos<br />
y armas al rebato de la campana de Santa Catalina, y envióse<br />
a Pedro Calvillo una embajada para intimarle a<br />
derramar su gente; no dio oídos aquél a los mensajeros,<br />
por lo cual el Concejo acordó escribirle, rogándole a él<br />
y a Alonso <strong>Fajardo</strong> no se confederasen con Sancho González<br />
ni los de su parte (27).<br />
La amenaza de <strong>Fajardo</strong> se cierne una vez más sobre<br />
Murcia, la cual escribe al Monarca y a Alfonso Téllez<br />
pa.rticipándole sus temores (28), y no confiando mucho<br />
en su protección, se dirige de nuevo al Alcaide de Loixa<br />
pidiéndole que desista de sus intentos (29).<br />
Respondió Alfonso Téllez negándose a venir a Murcia;<br />
pero incitaba al Corregidor a acudir a las eras de<br />
Alcantarilla para entrevistarse. No autorizó el Concejo<br />
este desplazamiento ni lo permitieron las circunstancias,<br />
ya que la carta de Téllez llegó a su destino después de<br />
la fecha señalada para la conversación. <strong>El</strong> Municipio dijo<br />
a Alonso Téllez que podía entrar en la ciudad, desarmado,<br />
por ser primo del marqués de V'illena, y si venía<br />
en son de paz le tributarían cuantos honores merecía,<br />
superiores incluso a los propios de su rango; pero que<br />
el Corregidor y los regidores no salían para evitarse fuerzas<br />
o engaños (30).<br />
No se fiaba el Corregidor de Téllez ni de <strong>Fajardo</strong>,<br />
que le acompañaba, los cuales, por su parte, apresaron<br />
diferentes vecinos del término'^ reclamados por los de<br />
Murcia en varias ocasiones, y retiráronse, por fin, a Albudeite,<br />
donde, en el domicilio provisional del gobernador<br />
del Marquesado fueron recibidos los emisarios del<br />
Concejo, quienes les exigieron la libertad de los referidos<br />
prisioneros, la devolución de Librilla al Adelantado y la<br />
de un botín o presa importante que habían conquistado<br />
en las anteriores escaramuzas al Comendador de Lorquí,<br />
de la Orden de Santiago, Ginés González (31).<br />
Respondió Alonso <strong>Fajardo</strong> a tales requerimientos
— 11 —<br />
otorgando de grado cuarenta días de tregua, a condición<br />
de que el Adelantado, su madre v el Obispo Comontes<br />
correspondieran en igual forma con Carayaca; se negó<br />
a restituir Librilla sin mandamiento del Monarca y puso<br />
diversos inconvenientes a la devolución de prisioneros,<br />
nacidos tanto de las dudas de su verdadera vecindad v,<br />
por tanto, de quién tenía jurisdicción sobre ellos, cuanto<br />
de su ignorancia de los hechos; pero advertía a la ciudad<br />
su incompetencia para mezclarse en tales sucesos,, ya que<br />
él, por fuero castrense, obraba según le parecía y no<br />
tenía que rendir cuentas a nadie. Dijo por'último que<br />
a Lorquí sólo fué uno de los suyos, mas debía valer por<br />
muchos, ya que lo que allí sustrajo —sesenta cahíces de<br />
trigo, treinta de cebada, veinte de habas, cuatro de panizo,<br />
doscientos quintales de higos y pasas, cincuenta<br />
pares de espuertas, cien esteras de esparto, una romana<br />
y seis cahíces de arroz, entre otras cosas—parece que<br />
sólo un hombre mal podría haberlo llevado.<br />
Insiste el Concejo en sus proposiciones, y aventura<br />
la idea de que el Adelantado, enojado por el despojo de<br />
Librilla, no quiera otorgar la tregua acordada (32). Reuniéronse<br />
al fin el Corregidor, el Adelantado y otros regidores<br />
para tratar este nuevo pacto (33); pero poco después<br />
Juan "II nombraba para aquel cargo a Diego de Ribera<br />
(a pesar de los deseos riíanifestados por el Concejo<br />
de que Villalobos no fuese sustituido) para averiguar los<br />
tumultos y procurar sosegarlos, como p'or Otra parte había<br />
ordenado a <strong>Fajardo</strong>, a quien también escribió (34)..<br />
<strong>El</strong> 15 de diciembre se personan en Murcia dos plenipotenciarios<br />
de <strong>Fajardo</strong> para obtener un acuerdo de<br />
todos los caballeros del Reino en previsión de'un próximo<br />
ataque de los moros, que hasta ahora han aparecido<br />
en paz con Murcia. Sin embargo, en el período a que<br />
nos venimos refiriendo, hubo escaramuzas y batallas de<br />
más o menos consecuencias.<br />
<strong>El</strong> 27 de noviembre de 1445 escribía doña María
— 78 —<br />
de Quesada al Concejo dándole cuenta del cerco puesto<br />
a Vélez Blanco por los moros y solicitando su auxilio '<br />
para recuperarlo, ya que aún permanecían en la fortaleza<br />
algunos,escuderos, con víveres y armas (35). Todos<br />
los que pudieron de la ciudad, al mando de Mosén Diego<br />
<strong>Fajardo</strong>, salieron en socorro del lugar atacado,- aunque<br />
regresaron desde Librilla, donde les llegó la noticia de<br />
la rendición del castillo. Ya anteriormente hubo de<br />
acudir Alonso <strong>Fajardo</strong> a sofocar otro intento de rebelión<br />
en el mismo pueblo, lo que consiguió con solas sus<br />
fuerzas, ya" que Mui'cia no pudo ayudarle mucho (36).<br />
Desde Caravaca, García Manrique, a su vez, hubo<br />
de perseguir a los moros que habían salteado en aquel<br />
término a unos vecinos de Murcia, recogiéndoles el botín<br />
y reintegrándolo a sus primitivos dueños en prueba de<br />
benevolencia (37). '<br />
No impidió la conquista de Vélez que ulteriormente<br />
se aliaran los moros con el Adelantado, cuando desde<br />
Molina, donde aquéllos llegaron el 8 de agosto de 1447,<br />
combatía contra Murcia (38).<br />
Este mismo año, aprovechando las discordias que<br />
dividían el Reino de Murcia, tomaron los de Granada<br />
ambos Vélez, Benamaurel, Benzalema y Arenasfi.o<br />
Ya en 1451, Alabez, caudillo de Vera, se quejó a<br />
<strong>Fajardo</strong> de los saqueos y prisiones que en su territorio<br />
llevaban a cabo las gentes del Adelantado, rogándole interpusiera<br />
su influencia para evitar la repetición de tales<br />
acometidas, que, de seguir, acarrearían un rompimiento<br />
de guerra (39).<br />
Cruzáronse con este motivo diversas cartas entre<br />
Lorca, Murcia y <strong>Fajardo</strong> (40), donde se va dibujando la<br />
inconstancia de los castellanos en guardar las treguas<br />
concertadas con sus enemigos, origen de las amenazas<br />
de éstos, cosa que siempre quiso evitar Alonso <strong>Fajardo</strong>,<br />
procurando prudentemente el cumplimiento de los pactos<br />
; y de otra el progresivo ensoberbecimiento de los
— 19 —<br />
moros, quienes dirigieron a los cristianos su última demanda,<br />
dándoles un corto plazo para responder y decidirse<br />
por la paz o por la guerra.<br />
<strong>Fajardo</strong>, entonces, convencido de que sólo las armas<br />
hablarían en el porvenir, se aplicó a coordinar todas las<br />
fuerzas del Reino de Murcia para oponerlas a la morisma,<br />
como más detalladamente se comenta en el capítulo<br />
que sigue, dedicado a exponer la gestación, desarrollo<br />
y triunfo final de los Alporchones, de que todos<br />
estos sucesos, amenazas y gestiones constituyen el prólogo.
— 80 —<br />
V •<br />
C A U D I L L A J E<br />
Allá en Granada la rica<br />
Instrumentos oí tocar,<br />
En la calle de Gómeles<br />
A la puerta de Abidbar,<br />
<strong>El</strong> cual es moro valiente<br />
Y muy fuerte capitán... (1)<br />
...y que, a la sazón, se disponía a saltear la campiña<br />
del fronterizo reino de Murcia, por, orden del Monarca<br />
granadino, Abenhozman.<br />
Apesadumbrada la morisma por las constantes pérdidas<br />
que le infligían los cristianos en sus frecuentes entradas<br />
de guerra, y juzgando favorable la coyuntura para<br />
tomarse el desquite, debido a las querellas de los castellanos,<br />
que hacía presumir que sólo iban a oponerle menguada<br />
resistencia, determinó coi'rer el sureste del Reino<br />
de Murcia, infiltrándose entre Lorca y el litoral, y avanzar<br />
en dirección al Mar Menor y término de Orihuela,<br />
con objeto de capturar provechoso botín y apoderarse<br />
de los castillos fronterizos.<br />
Confió la empresa Abenhozman a Abidbar,. soberbio<br />
capitán del linaje de los Gómeles, que se dispuso con<br />
entusiasmo a la campaña" ayudado por un nutrido contingente<br />
de caballeros moros, en especial de Málaga y<br />
de Ronda (2).<br />
Los Mazas, Abencerrajes, Zegríes, Gómeles y Alabcces<br />
se sumaron a la empresa, dirigidos por los alcaides<br />
de Guadix, Almería, Baza, Vera, Vélez Blanco, Vélez<br />
Rubio, CúUar, Huesear, Orce, Purchena, Xiquena, Tirieza,<br />
Caniles (3) y Castilleja (4).<br />
Concentrados el ejército en Vera, tuvieron una conferencia<br />
sus adalides para. planear la campaña. Eran mil
"HISTORIA<br />
doscientos de a caballo y seiscientos peones, &)inión seguida<br />
por Cánovas Cobeño (5), Hennosino ^),l£alazar<br />
y Castro (7), Cáscales —que lo refiere a las Capitulares<br />
del Concejo de Murcia (8)—y Alonso <strong>Fajardo</strong> f^, vencedor<br />
de la batalla: aunque otros creen que sg jimtaron<br />
mil quinientos de a pie y seiscientos caballera, opinión .<br />
que sustentaban Bleda (10), Mariana (11), la ^^amica de<br />
Juan II)> (12), Garihay (13), Moróte (14) y. Pérez de<br />
Hita (15). No tiene gran importancia la diferente proporción<br />
de caballeros y peonaje; más parece lógico que predominasen<br />
los primeros para una correría como la proyectada,<br />
y el testimonio de <strong>Fajardo</strong> debe tenerse como<br />
de mayor autoridad. Lo cierto es que, denu-o de lo general<br />
en la guerra contra moros de' aquella época, se<br />
trataba de un ejército considerable.<br />
Arengó Abidbar a la grey musulmana y ..entraron<br />
a Murcia por los campos de Pulpí, pasaron por el Puerto<br />
de los Peines, se corrieron a la marina en busca de Cartagena,<br />
arrasando los términos de Corvera y <strong>El</strong> Escobar,<br />
Campo-Nules y el Rincón de San Ginés, para alargarse<br />
hasta Pinatar, entre Orihuela y Murcia, punto más lejano<br />
que alcanzaron.<br />
Según de común se cree, comenzó la expedición el<br />
12 de marzo de 1452. Sospecha, no sin r^zón, .Cánovas<br />
Cobeño (16) que tamaña escaramuza y botín tan importante<br />
mal se pudieron hacer en tres o cinco días, desde<br />
el 12 ó 14 de marzo al 17, en que se dio la batalla.<br />
Como ésta tuvo lugar cuando regresaban los invasores<br />
de sus correrías, más lógico parece suponer que la<br />
fecha del 12 ó 14 sé refiera a la aparición de los moros<br />
en término de Lorca, de vuelta de su cabalgada.<br />
Los moros, orgullosos, habían decidido pasar por<br />
Lorca a banderas desplegadas y saquear su término, y<br />
se presentaron en la Rambla de la Viznaga.<br />
Anunciada la presencia del enemigo por las atalayas<br />
lorquinas, salió el ejército cristiano en busca de la mo-
~ 82 —<br />
risma, encontrándose en el lugar de los Alporchones, casi<br />
en la falda de las colinas llamadas Rincón de las Aguaderas.<br />
Cuando tuvieron gran presa<br />
' Hacia Vera vuelto se han,<br />
Y en llegando al Puntarrón<br />
Consejo tomado han<br />
Si pasarían por Lorca'<br />
O se irían por la mar.<br />
Alabes, como es valiente,<br />
Por Lorca quiere pasar... (17)<br />
Los ejércitos se han avistado.<br />
¿Qué pendones son aquellos<br />
Que están en el olivar?<br />
Lorca y Murcia son, señor,<br />
Lorca y Murcia' son no más<br />
Y el Comendador de Ale do,<br />
De valor muy singular... (18).<br />
A legua y media de Lorca se trabaron los contendientes,<br />
al pretender impedir la infantería mora que los<br />
cristianos atravesaran la Rambla de la Viznaga. Enardecidos<br />
éstos, no se detuvieron ante ningún obstáculo y<br />
herían y mataban a muchos moros.<br />
<strong>El</strong> ejército cristiano se dividía en cuatro cuerpos,<br />
mandados, respectivamente, por Alonso <strong>Fajardo</strong>, Garci<br />
Manrique, su yerno; Diego de Ribera, Corregidor de<br />
Murcia, v Alonso de Lissón, Comendador de Aledo.<br />
Lo formaban las gentes de Lorca y las que Garci<br />
Manrique había podido reclutar, con más de quinientos<br />
peones, setenta de a caballo y veinte jinetes suyos que
— 83 —<br />
había sacado de Murcia el Corregidor Diego de Ribera<br />
para responder a las apremiantes peticiones de Fajar^<br />
do (19), y quince peones y siete caballeros que trajo<br />
Alonso de Lissón. En suma, doscientos ochenta caballeros<br />
y un millar de peones.<br />
Las fuerzas enemigas, que conducían medio centenar<br />
de cautivos cristianos y unas cuarenta mil cabezas<br />
de ganado (20), estaban dirigidas por Abidbar, en unión<br />
de Almoradí, alcaide de Guadix; Malique-Alabez, de<br />
Alriiería: Aberihaziz, de Baza; Alabez-Malique, de Vera,<br />
y los demás sobredichos.<br />
Rehicieronse los moros hasta tres veces, sin duda<br />
animado^ por sus anteriores triunfos, con lo que la batalla<br />
tuvo su punto de indecisión. Comprendieron los caudillos<br />
cristianos que era preciso combatir a los adalides<br />
moros y^se lanzaron contra ellos. Diego de Lissón dio<br />
muerte a Abenhaziz, de Baza.<br />
Malique-Alabez, valeroso e indomable, reagrupaba<br />
su caballería y cargaba sobre los cristianos para' anular<br />
la ventaja conseguida por éstos al cruzar la Rambla. Los<br />
lorquinos, los Paredes, Moraras, Quiñoneros, etc., no retrocedían,<br />
sin embargo. Lanzóse Alonso <strong>Fajardo</strong> sobre<br />
Malique-Alabez, que lo esperaba sereno, y embotó en su<br />
coraza la lanza, a lo que le respondió el moro amagándole<br />
con su alfange; pero el Alcaide lorquino lo asió<br />
con la mano izquierda y lo derribó de la cabalgadura,<br />
entregándolo, preso a los suyos. '<br />
La Ijatalla se había decidido. La morisma, privada<br />
del aliento de este feroz adalid, retrocedió en desorden<br />
para ampararse en el Puntarrón y salir hacia Granada por<br />
la Sierra de las Aguaderas, no sin que los cristianos los<br />
persiguiesen hasta las Fuentes de Pulpí.<br />
Tornaron a Granada sólo trescientos de los que salieron,<br />
convertida en amarga derrota la que se prometía<br />
lisonjera victoria, y «murieron ochocientos caballeros<br />
moros y entre ellos nueve caudillos y fueron presos cua-
— 84 —<br />
trecientos moros, de que la casa de Granada se destruyó»<br />
(21). Los alcaides de Baza, Vera, Vélez Blanco, Vélez<br />
Rubio, Almería, Orce, Huesear, Ciillar y Alabez, fueron<br />
muertos. <strong>El</strong> Rey de Granada haría pagar con la última<br />
pena a Abidbar su malaventura en la empresa para que<br />
«ya que no había sabido morir como bueno en la lid,<br />
muriera como un cobarde en la prisión» (22).<br />
Los cristianos tuvieron cuarenta muertos y doscientos<br />
heridos. Parte de los cautivos que llevaban los moros<br />
fueron alanceados por éstos al ver su pérdida y mataron<br />
taríibién el ganado.<br />
Malique-alabez, conducido a Lorca, dio pruebas de<br />
soberbia al negarse a entrar en la ciudad como no fuese<br />
por la puerta prinjcipal, lo que exasperó a los soldados<br />
que le llevaban prisionero y le dieron muerte en las<br />
afueras de ella.<br />
Con una rotunda victoria de las armas cristianas,<br />
que alejaría por mucho tiempo la amenaza de la morisma<br />
del Reino de Murcia, terminó la batalla de los Alporchones,<br />
si importante, no tanto como para enjuiciarla<br />
como
. _ 85 —<br />
Alporchones: «peleasteis con la casa de Granada y la<br />
vencisteis y desbaratasteis», dice la concesión.<br />
A principios de marzo debieron pasar los granadinos<br />
a las tierras de Murcia, según parece deducirse de una<br />
carta fechada a. 3 de dicho mes (25), por la que Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong> avisa al Concejo de Murcia que, según otra que<br />
él había recibido y acompañaba, «los enemigos de la £e<br />
serán presto en esta tierra», y los exhorta para que pongan<br />
«guardas..., para que viendo las señales según están<br />
ordenadas deis orden como todos seamos juntos y placerá<br />
al Señor Dios que vosotros y nosotros ganemos honra<br />
con ello. Otrosí
— 86 -^ •<br />
de Murcia: «bien sabéis, señores, que en estos días pasados,<br />
por vosotros nos fué siempre dicho y dado á entender<br />
que nos hiciéramos guerra a los moros, enemigos<br />
de la santa fe católica, y que vos ayudaríais a la hacer,<br />
porque era gran servicio de Dios, y del Rey nuestro»<br />
Señor," y gran pro y honra de toda esta tierra... Y después,<br />
por servicio del Rey nuestro señor, acatando alguYios<br />
debates que entre los caballeros del Reino de .Murcia<br />
eran, y los cuales cesarían haciéndose la dicha guerra,<br />
y seríamos todos una cosa para contra los enemigos de<br />
la fe...^ Y por vosotros, señores, es prometido y- jurado<br />
de nos dar, para ayuda de la dicha guerra, y estar de<br />
continuo en esta ciudad, treinta de a caballo; vos el dicho<br />
Concejo, diez; y el señor Adelantado, otros diez; y el<br />
señor Obispo, otros diez, los cuales hasta aquí no han<br />
venido y porque nosotros esperamos que los moros vengan<br />
en breve sobre esta ciudad a hacer un gran daño<br />
en ella, para lo cual están juntos... haciéndolo haréis lo<br />
que debéis; de otra guisa^ protestamos que, si algún<br />
deservicio al Rey, nuestro señor, por esta causa viniera...<br />
que Su Alteza se torne contra vosotros» (27).<br />
<strong>El</strong> tratado a que alude la carta de Lorca es la concordia<br />
firmada en esta ciudad, del 15 al 21 de diciembre<br />
del año anteiñor (1451), entre el Concejo murciano, el<br />
Adelantado y el Obispo, por una parte, y Alonso <strong>Fajardo</strong><br />
y el Municipio lorqiiino, por otra; en virtud de<br />
cuyas estipulaciones se coniprometían todos a cesar en<br />
sus querellas y unirse en la lucha contra los moros.<br />
Se concluyeron dichos tratos a instancia de Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong>, que los provocó, enviando a Murcia el 15 de<br />
diciembre a Pedro de Villanueva y Fernando de Gamarra,<br />
plenipotenciarios suyos, con una carta en que requería<br />
a los murcianos que «fueran todos juntos para<br />
luchar contra los enemigos.de la fe y del Rey».<br />
Firmada y jurada la concordia, se envió el 21 de'<br />
diciembre al Rey para su conocimiento y aprobación.
— 87 —<br />
porque «se teme que los moros de Granada quieren entrar<br />
en este Reino» (28).<br />
Como se ve, Alonso <strong>Fajardo</strong> había preparado una<br />
coalición de todas las fuerzas cristianas de Murcia, deponiendo<br />
sus habituales rencillas con el Adelantado para<br />
conseguirlo, a fin de oponer a Abidbar un ejército proporcionado<br />
al que éste había reunido. -<br />
Si se repasan las Capitulares murcianas del año 1451<br />
se observa que, casi desde el comienzo del mismo, <strong>Fajardo</strong><br />
pide, reitera e insiste sobre- esta concordia (29).<br />
Todos estos documentos prueban que <strong>Fajardo</strong> permanecía<br />
al tanto de lo que urdían contra Murcia los<br />
enemigos de la fe y manifiestan su habilidad y perspicacia<br />
militares, ya que se esforzó en conseguir la unión<br />
de todos los partidos cjue disputaban en el Reino p^ra<br />
enfrentarse con los moros, y hemos visto que éstos'confiaban<br />
en tales desaveniencias para vencer con más facilidad.<br />
Quien tan minuciosamente previno el peligro hasta<br />
el último momento mal puede pensarse que interviniese<br />
en la batalla por simple casualidad, como Falencia<br />
quiere (30).<br />
Aún pidió Alonso <strong>Fajardo</strong> el auxilio prometido por<br />
última vez, inminente ya la batalla, al Corregidor Diego<br />
de Ribera, que, con el pendón de la ciudad de Murcia,<br />
se fué a Lorca, seguido de. cuánta gente pudo reunir,<br />
quinientos infantes, setenta de a caballo y veinte jinetes<br />
propios, según Cáscales (31).<br />
No está claro que el Adelantado cumpliese la promesa<br />
de unirse a los demás en esta sazón, como insinúa<br />
Cánovas Coheño, v parece que la ayuda de Murcia se<br />
debió a la espontánea recluta que, bajo la amenaza del<br />
peligro próximo, hizo Diego de Ribera, lo que. se significaría,<br />
además, al acudir con el pendón de la ciudad,<br />
representación de ésta. Por el contrario, el Concejo de<br />
Lorca, en su epístola aludida, consigna: «Abemos sabido
— s e <br />
que el Alcaide de Cartagena no da lugar que vecinos<br />
de Lorca ni de la ciudad de Cartagena ni de otras partes<br />
entren por mar a hacer guerra a los moros... y os pedimos<br />
que (el Adelantado) escriba al dicho alcaide y al<br />
concejo de la dicha ciudad para que hagan la dicha<br />
guerra y den lugar a cualesquiera persona que las quisieran<br />
hacer en sus fustas ó como mejor pudieren...»;<br />
lo que puede interpretarse como que Cartagena, de la<br />
parcialidad del Adelantado, observaba con los moros<br />
que le saqueaban la marina una neutralidad benévola,<br />
llegando incluso a impedir que los de aquellos términos<br />
combatiesen a los invasores.<br />
Fué, pues, <strong>Fajardo</strong>, a quien los tratos con los moros<br />
que le imputa Palencia no impidieron, por lo visto, causarles<br />
tal carnicería, el único promotor y el más arrojado<br />
jefe de las batallas cristianas, sin que tuviera que<br />
recurrir a falsedad alguna para atribuirse victoria en tan<br />
buena lid ganada.<br />
Dos consecuencias tuvo la batalla de los Alporchones:<br />
despejar la amenaza de la morisma sobre el Reino<br />
de Murcia y, sobre todo, por la conducta nebulosa del<br />
Adelantado, robustecer el prestigio de Alonso <strong>Fajardo</strong><br />
V popularizarlo con la aureola de gran capitán.
VI<br />
PODER DE LA V I C T O R I A ,<br />
— 90 —<br />
Diego de Ribera mandó a Pedro Ferrete, en nombre<br />
del Concejo, a Caravaca para tratar con Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong> de la devolución de Archena a la Orden de<br />
San Juan y de la de Librilla al Adelantado (2). Como<br />
es lógico, dado el temperamento de aquél, se negó a<br />
restituirlas.<br />
Durante todo el verano prosiguen las negociaciones.<br />
<strong>Fajardo</strong> no se limita a mantener su negativa, sino que<br />
conquista también Calasparra, como puede deducirse<br />
de las protestas ulteriores por los daños que, desde su<br />
castillo, hacía Pedro de Áyala, de la parcialidad de<br />
aquél (3).<br />
Se produce una situación compleja, de carácter ya<br />
político, donde juegan múltiples factores, todos ellos con<br />
triunfos a .su favor. Alonso <strong>Fajardo</strong>, exaltada su ambición,<br />
que recorre el Reino de Murcia para arrebatar al<br />
Adelantado sus Estados. <strong>El</strong> Concejo, cuyas relaciones<br />
con éste habían sufrido ya varios crisis y aún las padecerían<br />
mayores. Y Pedro <strong>Fajardo</strong>, en posesión de la máxima<br />
autoridad: el Adelantamiento.<br />
<strong>Fajardo</strong> se apuntaba la victoria de los Alporchones.<br />
<strong>El</strong> Concejo no iba a indisponerse con su próximo aliado<br />
y acaso permanecería quejoso de la conducta del Adelantado,<br />
que en aquella ocasión no estuvo a la altura de<br />
las circunstancias. Y el Adelantado, que no dejaría de<br />
querer hacer valer su autoridad y hasta tomarse el desquite,<br />
lo que se le venía a la mano con sólo poner de<br />
relieve el despojo de que Alonso <strong>Fajardo</strong> lo iba haciendo<br />
objeto. Todas estas disputas locales no trascienden a la<br />
esfera del Reino, ya que Juan II no puede ocuparse de<br />
Murcia, agobiado por las turbulencias de la Corte en<br />
estos años de la caída de don Alvaro de Luna.<br />
Sólo aglutinará tantos elementos dispares la idea del<br />
peligro común, capaz de hacer cesar, dé nuevo transitoriamente<br />
sus disputas. <strong>El</strong> día 27 de septiembre de 1452<br />
se habla de una cabalgada de moros sobre Lorca, para
— 91 —<br />
enterarse de la cual el Municipio murciano enyía allá<br />
al regidor Caries (4). <strong>El</strong> 24 de octubre vuelven a correr<br />
rumores de que el Rey Chico de Granada quiere guerrear<br />
contra Lorca, y los de Murcia hacen poner atalayas en<br />
Carrascoy y en la Torre del Alcázar (5).<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong> escribe al Concejo en 23 de enero<br />
de 1453 (6) pidiendo trigo y otros suministros, por su<br />
•precio, para abastecer los castillos fronterizos. <strong>El</strong> Cabildo<br />
accede de muy buen grado, excediendo la petición, porque<br />
«se hacía placer a Alonso <strong>Fajardo</strong>».<br />
Ha tomado cuerpo la nueva amenaza de los moros<br />
vecinos. <strong>Fajardo</strong>, con la misma presteza que la vez<br />
anterior, inicia sus aprestos bélicos. <strong>El</strong> Adelantado se<br />
dispone a colaborar con él en la defensa de Murcia y,<br />
resignado en apariencia a la pérdida de Librilla, reanuda<br />
sus afectuosas relaciones, por lo cual la ciudad ordena<br />
quitar las guardas., que había para evitar los disturbios<br />
que las querellas de ambos primos pudieran ocasionar .(7).<br />
Para tomar la dirección de los hechos de armas<br />
relatados, Alonso <strong>Fajardo</strong> se ausentó de Lorca, poco después<br />
de vencer a los moros.<br />
Quedaron en esta ciudad centenares de prisioneros,<br />
mal avenidos, sin duda, con las miserias del cautiverio.<br />
Habitaban, libres, en ella con sus familiares, numerosos<br />
moros que recibía <strong>Fajardo</strong> de los reinos fronterizos para<br />
darles allí refugio y amparo contra las persecuciones de<br />
que eran objeto en su tierra, asaz dividida de parcialidades,<br />
y que le .servían de cornbatientes auxiliares en<br />
sus escaramuzas con los demás caballeros cristianos; a<br />
unos y otros hay que agregar los cautivos llevados a<br />
Lorca por <strong>Fajardo</strong> como botín de anteriores entradas<br />
de guerra. Debía, pues, ser crecido el número de moros<br />
que se albergaban eh la ciudad.<br />
La cabalgada de los moros de septiembre del año<br />
1452 podía tener por objeto rescatar algunos de los prisioneros<br />
que,quedaron en Lorca o establecer contacto
— 92 —<br />
con los moros que allí vivían y suministrarles armas o<br />
concertar el momento más apropiado para una sublevación<br />
de la ciudad, que se juzgaría fácil mientras <strong>Fajardo</strong><br />
permanecía ausente.<br />
Escribe Cánovas Cobeño que la importancia que<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong> da a esta toma de Lorca en. su carta<br />
a Enrique IV y el subido botín que consigna mal podían<br />
resultar de unos cautivos, lo que le hace suponer que'<br />
éstos habían sido reforzados para lograr sus intentos.<br />
Acertada suposición, que concuerda con los hechos expuestos.<br />
Los historiadores lorquinos P. Moróte (8) y Cánovas<br />
Cobeño (9) concuerdan en atribuir a una rebelión de<br />
Lorca su toma por el alcaide, referida en la carta a Enrique<br />
IV. <strong>El</strong> último, basándose en la existencia de una<br />
carta real de 23 de abril de 1454, donde se confií'man<br />
los privilegios de Lorca, y la de 17 de marzo del 1452,<br />
de la batalla de los Alporchones, sitúa el levantamiento<br />
de los moros entre 1452 y 1453.<br />
Para determinar con la más aproximada exactitud<br />
su época deben tenerse en cuenta los hechos siguientes,<br />
cronológicamente inmediatos a todos los que van ya relatados.<br />
<strong>El</strong> 25 de mayo de 1453, Alonso <strong>Fajardo</strong> escribe al<br />
Concejo de Murcia: «...como "los moros y yo somos en<br />
todo de rompimiento de guerra, que medio ninguno no<br />
hay salvo poner las nianos en la guerra y hago os lo<br />
saber, señores, porque seáis apercibidos, y os pongáis<br />
en punto de guerra, y pongáis en recaudo vuestros ganados<br />
y bestias de los campos, y mandar poner vuestras<br />
guardias...» (10).<br />
<strong>El</strong> día 8 de junio el Concej
_ 93 —<br />
por estar ocupados a la sazón en las faenas agrícolas,<br />
y <strong>Fajardo</strong> los había solicitado ante el peligro próximo<br />
de guerrear contra los moros (11).<br />
<strong>El</strong> 14 de julio regresa de Lorca a Murcia Alfonso<br />
Caries, que, Como la vez anterior, se había trasladado a<br />
la primera para informarse de la cabalgada de los moros,<br />
la cual se da en las Capitulares como cosa ya sucedida (12).<br />
Todos estos hechos y los treinta días que estuvieron<br />
los hombres del Adelantado con la gente de <strong>Fajardo</strong> (13).<br />
permiten sin dudar situar la rebelión de Lorca eijtre el<br />
8 de junio y el 14 de julio de "1453.<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong> esperaba el ataque de los moros en<br />
forma distinta a como se desarrolló, por lo cual es verosímil<br />
pensar que saliera de Lorca después de escrita<br />
su carta del 25 de mayo, que aparece datada en ella,<br />
para procurarse refuerzos, en especial de los reclutados<br />
por Gárci Manrique, su yerno, quien habitualmente residía<br />
en Caravaca.<br />
Y, merced a esta ausencia, se produjeron los sucesos,<br />
no como una entrada de la morisma de Granada, sino<br />
como un levantamiento de los moros que habitaban<br />
la ciudad.<br />
Gran pesar recibiría el alcaide lorquino al conocer<br />
la noticia, que venía a ensombrecer el triunfo de los<br />
Alporchones del modo más humillante para él, ya que<br />
era la ciudad donde ejercía su mando la que se rebelaba<br />
y corría el riesgo de pasar a manos enemigas.<br />
Dado su temperamento, puede suponerse con qué<br />
ciega furia acudiría al combate y cómo le parecerían<br />
pocas todas las gentes que pudiera juntar para decidirlo<br />
a su favor, alentado, además, por el hecho de que la<br />
fortaleza de Lorca resistía, lo que le daba un punto de<br />
apoyo en el interior contra los insurrectos.<br />
Penetraron los cristianos por la Puerta de la Alsequoia<br />
V se corrieron a lo largo de la muralla, estableciendo<br />
contacto con la guarnición del castillo que luchaba
— 94 —<br />
desde él. La pelea fué feroz; los sublevados sabían que,<br />
de perderla, tendrían que pagar con la vida su traición.<br />
<strong>Fajardo</strong> atacaba animado de un terrible espíritu de<br />
venganza, no sólo por lo que la alevosía de los prisioneros<br />
pudiera indignarle, sino por la interpretación que<br />
al movimiento pudieran darle sus enemigos, una de<br />
cuyas acusaciones predilectas era la protección que dispensaba<br />
a los moros, tan mal pagada por ellos en dichos<br />
momentos. Sólo, doscientos sobrevivieron a la hazaña,<br />
conforme dice en su tantas veces mencionada carta al<br />
rey don Enrique, y tomó un considerable botín, que<br />
prueba la importancia de la acción y lo- extenso y profundo<br />
de los preparativos y ayudas de los moros para<br />
provocarla.<br />
La ocasión favorecía a <strong>Fajardo</strong>. Podía éste tener<br />
en adelante Lorca ganada con las armas. Acaso sólo ensombreciese<br />
este éxito la ayuda que los caballeros del<br />
Adelantado le habían prestado, pues en esta ocasión, al<br />
contrario de lo que sucedió en los Alporchones, fu'é su<br />
primo y no Diego de Ribera, como erróneamente indica<br />
Cánovas Coheño, quien lo socorrió, según se desprende<br />
de los acuerdos del Concejo de Murcia del día 8 de junio,<br />
anteriormente expuestos.<br />
<strong>Fajardo</strong> quiso superarse, tanto para satisfacción completa<br />
de la deuda que los moros habían contraído, cobrándosela<br />
mediante un castigo ejemplar, cuanto para<br />
poner de manifiesto que con solas sus huestes podía no<br />
ya reconquistar Loixa, sino entrar en la morisma y tomarles<br />
una fortaleza. -<br />
«Deseando—dice el P. Moróte (14)^para la mayor<br />
prueba de su lealtad hazer una acción que, aunque aumentase<br />
la enbidia de sus émulos, desterrase hasta la<br />
menor sospecha de su fidqlidad al mayor servicio de su<br />
Rey», lanzó a su gente contra Mojácar.<br />
Situada en las faldas de la Sierra Cabrera, amurallada<br />
poderosamente y con un fuerte castillo en lo alto,
— 95 —<br />
esta villa parecía casi inaccesible, porque sólo subiendo<br />
por-duros y empinados riscos se puede entrar en ella,<br />
y con el menor esfuerzo puede ser defendida.<br />
Sólo con los suyos, pues a pesar de lo grande del<br />
negocio nadie quiso ayudarle, «requerí, primero que fuese,<br />
a Murcia, Almería y otros lugares que me ayudasen,<br />
y no quisieron; requerí a vuestra señoría me mandase<br />
dar doscientos de a cavallo, y no se me dieron», fué a<br />
hacer lo que pudiera en aquel hecho.<br />
Por el camino de Pulpí se dirigió a Mojácar, saqueando<br />
de paso los pueblos que encontraba sin que le<br />
opusieran resistencia, por el terror que provocaba su<br />
fama, acrecentada después de la reciente y sangrienta<br />
venganza de Lorca.<br />
Frente a la inexpugnable fortaleza, descabalgaron'<br />
los atacantes y con el mayor sigilo subieron a pie—único<br />
modo de hacerlo—hasta ella. Descubiertos por sus defensores,<br />
que utilizaban toda clase de armas, asaltaron<br />
los cristianos la muralla con garfios y escalas y clavando<br />
entre sus piedras estacas de hierro para facilitar la subida.<br />
Coronadas las almenas, comenzó una nueva parte<br />
más cruel de la lucha; los moros resistían con bravura,<br />
y se ti'ansformó la batalla en una serie de pequeñas y<br />
sangrientas escaramuzas, calle a calle y casa a casa. <strong>Fajardo</strong><br />
animaba a los suyos; los moros que no perecieron<br />
fueron conducidos a Lorca, en unión de las mujeres y<br />
los niños y con el botín consiguiente. Es la única vez<br />
que se sabe que fuese asaltado Mojácar; los Reyes Católicos<br />
lo tomaron pacíficamente al entregárseles Vera.<br />
La dureza de este episodio hubo de ser extremada.<br />
<strong>Fajardo</strong> lo recuerda con orgullo y con precisión y brevedad<br />
admirable lo relata y da un detalle que permite<br />
colegir lo que fué. «Yo gané señor a Moxácar donde se<br />
hicieron tan grandes hechos de armas que las calles corrían<br />
sangrer) (15).<br />
Después de los Alporchones, Lorca y Mojácar, ¿ha-
— 96 —<br />
bría freno capaz de contener a Alonso <strong>Fajardo</strong>, ávido de<br />
poder y de gloria, y a sus parciales, tentados del mismo<br />
espíritu, animados por un caudillo al que seguían con<br />
mayor fidelidad después de tantos éxitos y dotados del<br />
brío que la victoria da a todo ejército?<br />
<strong>El</strong> ba podido ser un rebelde; pero se justifica ante<br />
sí por tales hechos de armas. ¿No le había nombrado<br />
regidor Juan II como, garantía frente a los moros? Confundiendo<br />
la realidad con su interpretación personal,<br />
según el sentido de superhombría de la época, y por estimar,<br />
acaso, que había dejado bien probada su adhesión<br />
al Rey de Castilla, va a lanzarse a una serie de' aventuras<br />
bélicas cuyo final no es más que extender sus<br />
Estados a costa del Adelantado, de la Orden de Sao-,<br />
tiago y de cualquier otro poder que exista en el Reino<br />
de Adurcia.<br />
Con la manera de pensar contemporánea, entre la<br />
justificación y la venganza no había más que un paso.<br />
Los hechos de <strong>Fajardo</strong> habían evidenciado su valor y su<br />
lealtad, o él así lo creía; la justicia tenía que castigar<br />
a sus acusadores. <strong>Fajardo</strong> decidió tomársela por su mano<br />
y pronto empezó a vengarse.
VII<br />
CASTIGO Y VENGANZA<br />
^91 -^<br />
<strong>Fajardo</strong> y sus secuaces inauguran un período de<br />
violencia para consolidar su poderío y extender la zona<br />
d* su dominio.<br />
Primera víctima el Comendador de Ricote, a quien<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong> prendió en Caravaca. <strong>El</strong> 15 de noviembre<br />
de'1453 el Concejo de Murcia apodera a Juan de Torres<br />
para que se haga cargo del prisionero (1). <strong>El</strong> 18, el Cabildo<br />
acuerda comunicar al Rey el. cautiverio de aquél<br />
y quejarse de los desmanes que Pedro de Ayala comete<br />
en Calasparra, así como de la muerte de dos escuderos<br />
del Adelantado y diferentes robos llevados a Ciabo desde<br />
Abanilla y Albudeite, sometidas a Alonso <strong>Fajardo</strong>; recuerda<br />
el Concejo al Rey los servicios que le ha prestado<br />
y lo requiere para que castigue a los «que habiendo recibido<br />
grandes mercedes del Rey se atreven a hacerlo,<br />
de nuevo», alusión directa contra el Alcaide de Lorca, a<br />
quien el Monarca otorgara con anterioridad y de modo<br />
excepcional el título de Regidor de Murcia (2).<br />
<strong>El</strong> 1 de diciembre regresa de Caravaca Juan de<br />
Torres, sin haber podido conseguir que Alonso <strong>Fajardo</strong><br />
le hiciera entrega de su cautivo; por lo cual, el Concejo<br />
dispone que Alonso de Pineda se traslade a la Corte y<br />
dé cuenta al Rey de los sucesos (3). Ya estaba en ella<br />
el Adelantado, sin duda con igual objeto.<br />
Por estos mismos días, Juan de Ayala se apodera de<br />
la villa de Alhama, noticia que el Cabildo murciano conoce<br />
antes del 7 de diciembre, fecha en que envía a Juan<br />
Moratón y Pedro Ferrete a entrevistarse con Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong>, para que devuelva dicha villa y la de Muía, que<br />
ha tomado con pocas jornadas de diferencia (4).<br />
Dos días después, el Coijcejo, acatando una orden
— 98 —<br />
del Rey por la que éste reclamaba la presencia del Corregidor<br />
en la Corte, a fin de que le informase de la<br />
situación, dispone que lo acompañen los Regidores Diego<br />
de Riq.uelme y Juan de Torres y eí Jurado Alfonso Núñez<br />
de Lorca, para suplicar al Monarca que remedie los disturbios<br />
e invitarle a que venga a Murcia a poner paz (5).<br />
Atravesaba Castilla una situación confusa y lamentable.<br />
Preso y después ajusticiado don Alvaro de Luna;<br />
pesaroso, enfermo y vacilante el Rey; revuelta la Corte;<br />
indecisos los grandes, que iban ya tomando posiciones con<br />
vistas al nuevo reinado..., es natural que los acontecimientos<br />
de Murcia- careciesen de interés.<br />
Corto lo tuvieron los Regidores murcianos para apresurar<br />
sus preparativos de marcha. Hasta mayo de 1454<br />
no se dispone el Corregidor a emprender su viaje, y para<br />
efectuarlo con cierta seguridad, por el mal estado de los<br />
caminos, exige una escolta de cien caballeros y quinientos<br />
peones, verdadero ejército cuya desproporción con<br />
el motivo de su recluta demuestra el poder de <strong>Fajardo</strong><br />
y el miedo que imponía (6). Sin embargo, sólo treinta<br />
y cinco jinetes y treinta peones lo acompañan cuando,<br />
por fin, sale de Murcia el 2 de junio (7).<br />
<strong>El</strong> 13 de mayo, el Adelantado comparece ante el<br />
Concejo y le notifica la depredación de que había sido<br />
objeto en su villa de Muía, reclamando ayuda para reconquistarla.<br />
<strong>El</strong> Concejo ordenó tocar la campana de<br />
Santa Catalina y pregonó que toda «la gente para armas<br />
tomar fuera con Pedro <strong>Fajardo</strong> para socorrer a Muía<br />
bajo pena de muerte y pérdida de bienes». Algunos regidores<br />
se trasladaron a la Puerta de Molina para recoger<br />
dicha gente y conducirla hasta donde se encontraba el<br />
Adelantado (8).<br />
Pero el 17 de mayo reaparecen Pedro Ferrete y Juan<br />
Moratón, que debían haber salido el 7 de diciembre del<br />
año anterior hacia Caravaca para tratar con Alonso <strong>Fajardo</strong><br />
sobre la devolución de Alhama y Muía. No ini-
__ 99 —<br />
ciaron su viaje hasta el 7 de mayo (9). Son portadores<br />
de una carta de creencia de aquél (10) firmada en «la<br />
Villa de Muía vuelta a la Corona Real».<br />
Las respuestas de Alonso <strong>Fajardo</strong> a las inculpaciones<br />
del municipio de Murcia que de viva voz dieron dichos<br />
mensajeros, son a este tenor: Sobre la toma de Alhama<br />
se inhibía por cuanto la había realizada Juan de Ayala,<br />
allí presente, el cual no quería restituirla ni quiso responder<br />
a los requerimientos que se le hicieron, verdadera<br />
pirueta dialéctica, pues, en último término, el tal Juan<br />
de Ayala era de los suyos y no se encontraba ausente,<br />
aunque sí propicio a facilitar la continuación del hecho<br />
con su silencio, que era un modo de negarse políticamente!<br />
^Se negó también a devolver Muía, aunque protestó<br />
que no la había tomado para sí, sino para devolverla a<br />
la Corona Real, ya que era • tan del Rey como los términos<br />
de Murcia y de Lorca y que estaba comprometido<br />
con el Concejo de Muía y viceversa a, no dejar que volviese<br />
al ¿\delantado y dispuesto a perder cuanto tuviese<br />
y aun su persona para impedirlo. En una carta posterior<br />
(18 de noviembre de 1454) Alonso <strong>Fajardo</strong> aclara: «...esta<br />
Villa es del Rey nuestro Señor y no del Adelantado ni<br />
los vecinos que en ella viven' son sus vasallos sino del<br />
Rey y el Rey nuestro señor la tomó para su Corona Real,<br />
que el Adelantado no tiene título de merced para la<br />
tener por suya salvo una alvala del Rey, y aquel ganado<br />
cautelosa y engañosamente,.haciendo venir al Rey nuestro<br />
señor en quebrantamiento de los privilegios de ella, y<br />
por esto no lo pudo hacer, ni ha fuerza aquel alvala, que<br />
otro ningún título no se ha podido hallar en los registros»<br />
(]1). De su respuesta y de esta carta parece deducirse<br />
que Muía, celosa de su independencia, que juzgaba<br />
menoscabada por un privilegio dado contra sus fueros a<br />
favor del Adelantado, se había rebelado contra éste y<br />
había llamado a <strong>Fajardo</strong> para que, con sus huestes, la
— loo ^<br />
defendiese de él, concertándose el Municipio y el Alcaide<br />
lorquino con dicho objeto, caballeresca postura de<br />
«desfazedor de entuertos» que venía muy al propósito<br />
de <strong>Fajardo</strong> en esta época de sus andanzas, aunque, en<br />
definitiva, los resultados fuesen incorporar Muía a sus<br />
propios Estados, sino de jure, al menos de facto.<br />
Por último, .a los requerimientos que le hacían para<br />
que tornase a sus legítimos dueños diferentes objetos,<br />
caballerías, personas y dineros que él o su gente habían<br />
robado y apresado, contesta manifestando que lo hará<br />
a condición de que le devuelvan antes lo que sus contrarios<br />
le habían quitado, según una larga enumeración que<br />
adjunta. • '<br />
Y, a la tregua pedida por el Concejo, se confoi-ma<br />
con ella, salvando que le es indiferente que compr,enda<br />
sólo a los labradores y personas no. combatientes o a la<br />
gente de arrnas.<br />
Ya de su jwopia cosecha los dos mensajeros exponen,<br />
alarmados, que entre las gentes de <strong>Fajardo</strong> circulaba<br />
el rumor de que se disponía a caer sobre Murcia, para<br />
lo que estaba ultimando sus preparativos, lo cual manifestaban<br />
al Concejo para que se previniese y adoptara las<br />
contramedidás oportunas. /<br />
<strong>El</strong> Corregidor acude 'a Pedro <strong>Fajardo</strong> con el traslado<br />
de las respuestas de su primo, a lo cual éste replica<br />
qué accede a la tregua para que puclieran los labradores<br />
recoger sus cosechas y que el daño sólo se haga de escudero<br />
a escudero y de gente de pie a gente de pie entre<br />
las suyas y las de Alonso <strong>Fajardo</strong>, y que se maravilla<br />
de que éste pida restitución, cuando tales robos tiene<br />
hechos. <strong>El</strong> Concejo, teineroso quizás de que dentro de<br />
la ciudad haya gente que pueda facilitar a Alonso <strong>Fajardo</strong><br />
la entrada en ella, ordena que si alguno hace tratos<br />
con él y éstos son en perjuicio de la misma, sea condenado<br />
a pena de muerte (12).<br />
<strong>El</strong> instrumento de seguridad, tan laboriosamente
, —. 101 —<br />
gestado, se firma el 27 de junio por el Adelantado, que<br />
la otorga para evitar que, por las contiendas y debates<br />
existentes entre él y su primo, se perjudicasen los labradores,<br />
mercaderes y gentes de paz que habitaban en el<br />
Reino de Murcia y se despoblase éste con merma de los<br />
intereses del Rey y cornprende «los vecinos y moradores<br />
de la ciudad de Lorca y de vuestras villas y lugares y de<br />
todas las otras villas y lugares que están so vuestra mano<br />
y de los otros de vuestra opinión», reconociendo por la<br />
táctica el dominio que <strong>Fajardo</strong> ejercía sobre todos ellos.<br />
Hace juramento y pleito homenaje, repetido hasta tres<br />
veces, en manos del caballero Diego de Pea; pero exceptúa<br />
del seguro a Alonso <strong>Fajardo</strong> y a sus parciales, que<br />
en la carta se nombran hasta sesenta y seis, detalle que<br />
hace curioso el documento, pues nos facilita saber quiénes<br />
eran algunos de los de la parcialidad de Alonso <strong>Fajardo</strong><br />
(13).<br />
Ratifica el convenio el Concejo de Lorca, a 1 de julio,<br />
por sí y a nombre del Alcaide de aquella fortaleza ante<br />
Pedro Ferrete, que envió el Concejo de Murcia y estuvo<br />
presente en la entrevista con Alonso <strong>Fajardo</strong> (14).<br />
Podía el Corregidor, que hubo de tener empeño' en<br />
conjurar el peligro de guerra contra <strong>Fajardo</strong> que él mismo<br />
había provocado al convocar tocando a rebato la campana<br />
de Santa Catalina para complacer las demandas del<br />
Adelantado a todas las gentes de armas tomar de la<br />
ciudad,, tenerlo por dilatado en cierto modo y encaminarse<br />
hacia la Corte con su escolta, no tan nutrida como<br />
la pidiera, aunque i muy bastante para la relativa seguridad<br />
que hfibía entonces.<br />
No poco debió preocuparle saber que <strong>Fajardo</strong> se<br />
aprestaba a caer sobre Murcia, según las confidencias de<br />
"Moratón y Ferrete, lo que si se confirmaba, constituiría<br />
grave y enojosa complicación.<br />
La lucha continúa, aunque apartados de ella labradores<br />
y mercaderes. Se ve que es una tregua impuesta
— 102 —<br />
por circunstancias ajenas al proceso que la determina y<br />
estipulada muy a pesar de sus firmantes (Alonso <strong>Fajardo</strong><br />
se limitó a aceptarla verbalmente ante el Concejo lorquino,<br />
como hemos visto). En efecto, si el móvil fundamental<br />
del pacto era preservar las cosechas y las gentes<br />
armadas podían proseguir sus escaramuzas, mal se defendería<br />
la tierra, ya que en algún sitio tenían que pelear.<br />
Los bienes terrenales fueron, acaso, pretexto para que los<br />
contendientes pudieran disminuir honrosamente la violencia<br />
de sus combates.<br />
Durante la elaboración del pacto, período en que<br />
parece natural que existiera suspensión de hostilidades,<br />
ya tuvo que reconvenir el Concejo murciano a Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong> y demandarle que restituyese á Catalina Pérez<br />
y a los sobrinos del racionero Alonso- Rodríguez, que<br />
venían con ella, lo que Valcárcel, Talón y otros de sus<br />
parciales les habían arrebatado en el lugar del Mingranillo,<br />
junto al Puerto de la Mala Mujer. No deja de ser<br />
curiosa la relación de lo que robaron, porque da cabal<br />
idea de cómo andaban las cosas. Catalina Pérez traía<br />
desde Burgos en un ataúd el cadáver de su esposo y, en<br />
el equipaje, cuatro pares de zapatos, varias cintas pinta-,<br />
das, pendientes y. otras preseas; los sobrinos del racionero,<br />
sin duda estudiantes, pocos objetos de valor llevarían.<br />
Los salteadores se lo quitaron todo, incluso el.bonete<br />
y la beca de los escolares y hasta los huesos del muerto (15).<br />
<strong>El</strong> Concejo, pese a sus reiterados deseos de calma,<br />
acaba por emplear contra <strong>Fajardo</strong> los mismos procedimientos<br />
que éste usaba, y el día 2 de julio decide apo-.<br />
derarse de unas vacas de los vecinos de Lorca, a responder<br />
de las cabezas que «los hombres malos» de Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong> se habían llevado al castillo de Xiquena (16).<br />
No obstante, el Cabildo continúa escribiéndole a <strong>Fajardo</strong><br />
para reprocharle sus asaltos y saqueos.<br />
Y prudentemente se ocupa de preservar la ciudad,<br />
para lo cual todos los regidores se turnaron durante el
— 103 —<br />
mes de agosto haciendo guardias en previsión del ataque<br />
de <strong>Fajardo</strong> (17).<br />
<strong>Fajardo</strong> ha encaminado sus huestes hacia otros lugares.<br />
Y García Talón, el que robó los restos mortales del<br />
marido de Catalina Pérez, se apodera de Cieza, si hemos<br />
.de creer a <strong>Fajardo</strong> (carta del 18 de novierrrbre) (18), no<br />
por la fuerza de las armas, sino por la voluntad de sus<br />
moradores, o al menos de los que la guarnecían para el.<br />
Adelantado: «A lo que decís que por se,r de mi parte<br />
García Talón quebrantó "la tregua en tomar Cieza, bien<br />
sabéis que hombres del. Adelantado se alzaron con ella<br />
y se 1»)dieron y por esto no se quebrantó». La resolución<br />
y poco escrúpulo que en toda esta epístola manifiesta<br />
<strong>Fajardo</strong>, y cjue había comenzado a usar durante las negociaciones<br />
preliminares de la tregua concertada con el<br />
Adelantado, indican ya, de modo claro, su decidida determinación,<br />
de lograr por todos los medios apoderarse<br />
del Reino de Murcia: esta carta merece un. extenso comentario;<br />
a la acusación de haber asesinado a Antón de<br />
la Torre, responde: «...lo de Antón de la Torre se hizo<br />
con mucha razón, que quien viene a tratar muerte a<br />
otro, se la den y por e'sto no se quebrantó» {la tregua).<br />
Por último, la ciudad le debía haber comunicado sus<br />
temores de cjue se preparase para asaltarla, y <strong>Fajardo</strong> replica:<br />
«...yo no he gana de ir a ella ni quiero hacerlo<br />
sin mandado del Rey nuestro señor, aunque no le enojaría<br />
si lo hiciese, que bien sabéis que cuando era yo en<br />
los debates pasados del Rey de Navarra eché a mis enemigos<br />
de esa ciudad dos veces por la fuerza y la entré<br />
y" nunca hallé quien me la defendiese, pues ahora que<br />
soy del Rey menos trabajo habría, de lo hacer, si yo no<br />
hubiere gana de no enojar al Rey».<br />
Librilla, que había tomado y luego devuelto, por lo<br />
que de esta misma carta se desprende, la intentó recuperar,<br />
aunque sin lograrlo, y se disculpa candorosamente:<br />
«De lo que decís que fueron hombres míos a probar- a
— 104 —<br />
Librilla yo no lo sé, ni lo mandé, ni lo haría, que yo he<br />
gana por el bien de la tierra de guardar la tregua y por<br />
servicio del Rey nuestro señor, así como lo hago».<br />
<strong>Fajardo</strong>- se muestra disciplente y agresivo en el paroxismo<br />
de sus ainbiciones; exige, desprecia y amenaza.<br />
O se considela muy seguro o presiente, la tempestad que<br />
pronto descargará sobre él e intenta desviarla a fuerza<br />
de arrogancias.<br />
Habían regresado, en los últimos días de agosto, los<br />
Regidores que marcharon a la Corte para informar al<br />
Rey de los desórdenes que turbaban la paz pública de<br />
Murcia, alguno de los cuales estuvo 120 días ausente (19).<br />
De suponer es que no les prestara el Monarca. toda la<br />
atención que ellos esperaban; los tiempos eran testigo<br />
de una sucesión de calamidades innumerables. Porfiaron<br />
e insistieron sin duda. Casi sobre sus pasos, se presenta<br />
en Lorca Gutierre de Fuensalida para investigar los acontecimientos<br />
y procurar algún sosiego.<br />
. Juan II, en nombre del cual venía, había fallecido.<br />
Era necesario esperar los decretos del nuevo Rey. <strong>El</strong> Comendador<br />
Fuensalida, exhorta y requiere a <strong>Fajardo</strong> para<br />
que deponga su actitud, emplazándolo para delante del<br />
Rey,, si no lo hace. <strong>El</strong> Alcaide de Lorca pregona una<br />
tregua de cuarenta días, que los de Murcia rompen, apresando<br />
a Juan y Diego Mellado v conduciéndolos a Librilla<br />
(20 y 21). ' .<br />
Al advenimiento de Enrique IV surgen en. Murcia<br />
diversas y lamentables querellas entre el Adelantado y<br />
el Concejo, según Cáscales (22), que se prolongan hasta<br />
diciembre de 1455, en que el Rey nombra a Alonso de<br />
Lissón para dirimirlas. Durante esta época. <strong>Fajardo</strong> debió<br />
aprovecharse de la situación para satisfacer sus ambiciones.<br />
Enrique IV envió el 30 de septiembre (23). de dicho<br />
año a Alfonso de Zayas y Alfonso González del Espinar<br />
para que conocieran y apaciguasen los escándalos entre
^j i65'—•<br />
el Adelantado y el Corregidor; y les ordena póri'gcHÍ paz<br />
con Alonso <strong>Fajardo</strong>, si bien puede deducirse de^ la reclacción<br />
de su carta que éste se limitaba a terciar ¿n las<br />
luchas. Alude el Rey a Diego de la Cueva, s\i Alcaide<br />
de Cartagena, cargo que le había conferido, en 25 dé<br />
mayo (24), porque dicha ciudad había pasado'de^ipoder<br />
del Adelantado al de la Corona Real, y más tarde el Rey<br />
se la daría al Duque de Alburquerque.<br />
Los debates entre Pedro <strong>Fajardo</strong> y la ciudad de<br />
Murcia permiten suponer que aquél intentara recuperar<br />
Cartagena y, acaso, el cerco puesto lo hiciera levantar con<br />
los de su parcialidad Alonso <strong>Fajardo</strong>, quien no dejaría<br />
de buscar ocasión para congraciarse con el nuevo Monarca<br />
y disminuir, de paso, el poderío de su primo; apurando<br />
al exégesis de su reiteradamente aludido memorial<br />
a Enrique IV, como de común hacen los historiógrafos<br />
y ha servido para situar el episodio de la rebelión de<br />
Lorca y la toma de' Mojácar, a este hecho parece referirse<br />
cuando escribe: "...yo descerqué el Castillo de Cartagena<br />
que vos tenían en toda perdición». Nótese que<br />
es el último hecho que expone en dicho documento, cuya<br />
precisión cronológica es manifiesta, y que el vos que al<br />
referirlo utiliza parece dar a entender que se trataba ya<br />
de una empresa que de modo directo pertenecía al Rey<br />
don Enrique y que <strong>Fajardo</strong> había emprendido por servirlo.<br />
Cánovas Coheño indica que Alonso <strong>Fajardo</strong> se<br />
inclinó a la parte de Diego de Ribera (25).<br />
Hasta finales de diciembre de 1456, <strong>Fajardo</strong> y sus<br />
, parciales repiten, con abrumadora monotonía, robos, saqueos,<br />
talas y asaltos, cada uno de los cuales es origen<br />
de su, correspondiente reclamación, y las multiplicaciones<br />
temporales de los mismos motiva que la ciudad haya de<br />
poner de nuevo guardianes para prevenirlos (26).<br />
<strong>El</strong> día 4 fué pregonada, en Murcia una tregua de<br />
veinticuatro días, que suspende, una vez más, las habituales<br />
banderías entre Alonso y Pedro <strong>Fajardo</strong> (27).
— 106 —<br />
VIII<br />
REBEL-DIA HEROICA<br />
«...doy autoridad y facultad y poder cumplido al<br />
dicho Adelantado Pedro <strong>Fajardo</strong> para que por su persona<br />
y con aquellas gentes de caballo y de pie que él<br />
entendiere que cumple, vaya contra el dicho Alonso <strong>Fajardo</strong>,<br />
y contra sus parciales y adherentes y de su opinión<br />
y les prenda en sus cuerpos y les hagan guerra cruel y<br />
todo el mal y daño que pudieren en sus personas y en<br />
todos sus bienes y cosas...». <strong>El</strong> párrafo anterior corresponde<br />
a la carta de poder que Enrique IV otorgó el 9<br />
de febrero de 1457 a favor del Adelantado para ir contra<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong> (1). La estrella de =éste comenzaba a declinar.<br />
Cuando el día 18 reclama al Concejo de Murcia la<br />
devolución de trescientos caballos que el Adelantado se<br />
había llevado de Lorca y Caravaca, violando la tregua<br />
existente (2), Pedro <strong>Fajardo</strong> responde que lo había hecho<br />
porque Alonso no era buen servidor del Rey, cerraba<br />
las puertas de Lorca y acogía moros dentro de ella, llevaba<br />
cometidos otros muchos saqueos y se negó a firmar<br />
la tregua, que, por consecuencia, no podía invocar; pero,<br />
a pesar de todo, está dispuesto a restituir si Alonso <strong>Fajardo</strong><br />
entrega uno de sus hijos y otro de Gómez Suárez<br />
de Figueroa a Alonso de Lissón y Sancho Dávalos, en<br />
calidad de rehenes (3).<br />
Propone el Alcaide de Lorca el nombramiento de<br />
dos procuradores por cada parte, que diriman los pleitos,<br />
actitud conciliadora que contrasta con la altanería del<br />
Adelantado, antes tan . circunspecto. Confía en el favor<br />
real. <strong>El</strong> considerable número de caballos robados y la<br />
petición de rehenes indican que se dispone a pelear- y<br />
procura cautelosamente obtener ventaja antes de entrar<br />
abiertamente en la lucha. , ,
— 107 —<br />
La amplitud del poder del Rey y la decisión de<br />
aniquilar a <strong>Fajardo</strong> que refleja, son extrañas. Responde<br />
al propósito de someter a la nobleza levantisca que<br />
Enrique IV formara al subir al trono, escarmentado por<br />
el ejemplo del reinado anterior, donde había conspirado<br />
tantas veces. Es natural que en Murcia eligiese a su<br />
Adelantado para conseguirlo. No obstante, las escasas,<br />
garantías de fidelidad que éste podía merecerle —ya que<br />
en 1454 tuvo el Rey que perdonarle haberse levantado<br />
contra él, deslealtad que luego repetiría— permiten suponer<br />
que fué escogido no por su autoridad, sino por su<br />
mortal enemiga contra Alonso <strong>Fajardo</strong>.<br />
Se contradice el Rey, que lo había llamado «mi<br />
Alcaide de la ciudad de Lorca» en su carta de 30 de<br />
septiembre de 1454, cuarido las disensiones entre el<br />
Adelantado y el Corregidor, al acusarlo ahora de tenerla<br />
alzada y rebelado contra su Corona Real.<br />
Parece este documento fruto de la presión de los<br />
cortesanos más que .ponderada medida de justicia pata<br />
castigar al soberbio Alonso <strong>Fajardo</strong>. Quizás fué su inspirador<br />
el favorito del Rey, don Juan Pacheco, Marqués<br />
de Villena, a quien aquél había arrebatado varios dominios,<br />
Xiquena entre ellos (4), y que aprovecharía la privanza<br />
para vengarse, favorecido, sin duda, por el recuerdo<br />
rencoroso que Enrique IV guardaría de <strong>Fajardo</strong>,<br />
ante cuya fortaleza se hubo de retirar cuando intentó<br />
poner sitio a Lorca, donde había amparado al Infante<br />
don Enrique, a quien el entonces Príncipe perseguía por<br />
el Reino de Murcia.,<br />
Andaban en tratos' el Marqués y el Adelantado, tan<br />
íntimos, que cuando el primero hizo proclamar Rey al<br />
Príncipe don Alfonso, lo acató el segundo y arrastró al<br />
Reino de Murcia contra su legítimo Soberano, el mismo<br />
a quien adeudaba haberse podido deshacer de su poderoso<br />
primo y enemigo. En 1463 don Juan Pacheco regala<br />
a Pedro Fajai-do la mitad de una merced, importantísima
— 108 —<br />
económicamente, que había recibido del Monarca, lo que<br />
muy bien pudo ser una forma de pagarle la restitución<br />
de sus Estados después del vencimiento total de <strong>Fajardo</strong><br />
y los suyos (5).<br />
Los preparativos de guerra se iniciaron por ambas<br />
partes con tal amplitud y premura, que muestran su<br />
convicción de que la futura lucha va a ser decisiva. Procuran<br />
retrasarla al principio, con fintas y escaramuzas,<br />
para completar sus pertrechos.<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong> hace romper el azud- de la acequia<br />
de Aljufía, una de las dos principales que riegan la<br />
huerta de Murcia, por lo que el Concejo acuerda levantar<br />
un torrejón para.su defensa ante el temor de que vinieran<br />
a quebrantarla (6).<br />
No renuncia el Cabildo a su tradicional espíritii<br />
pacifista. Intenta obtener un nuevo sobreseimiento por<br />
medio de Antón Abellán y Alfonso de Villanova, a quienes<br />
envía a Lorca (7).<br />
Escribe, luego, a <strong>Fajardo</strong>, a su yerno Garci Manrique<br />
y al municipio lorquino, y les pide que repriman la<br />
audacia de los moros que recorrían sus términos, favorecidos<br />
por el primero, que los dejaba almacenar el fruto<br />
de sus saqueos en Caravaca y Calasparra, prueba palmaria<br />
de la benevolencia que les dispensaba, actitud que<br />
están dispuestos a denunciar al Rey. Entretanto, pone<br />
centinelas en Carrascoy para que anuncien la venida de<br />
los moros, que temía quisieran entrar en Murcia (8).<br />
Sucesivamente va adoptando la ciudad una serie de<br />
medidas de policía en previsión de la guerra. Prohibe<br />
penetrar en ella a los vecinos de Lorca, Muía, Alhama,<br />
Bailía de Caravaca y Albudeite y expulsa a los que residían<br />
en la misma, procedentes de dichos lugares, -bajo<br />
pena de muerte. Sé intercepta el vino- y provisiones que<br />
pudieran salir con destino a los mismos y requiere a la<br />
villa de Alcaraz para que lo haga igual, ya que estos<br />
abastecimientos van a parar a los moros (9).
— 109 —<br />
Por disposición real, quedan confiscados los bienes<br />
de Alonso <strong>Fajardo</strong> para indemnizar a los despojados<br />
por éste (10). <strong>El</strong> Monarca desdtuye a Antón Saorín, que<br />
estaba con <strong>Fajardo</strong>, de su cargo de Regidor y nombra<br />
para sustituirlo a Sancho,Torrano (11). Más tarde ordena<br />
que de los maravedís, de los emolumentos, del primero<br />
se paguen a Juan de Soto los daños que le había hecho<br />
la gente de <strong>Fajardo</strong> (12).<br />
Sin embargo, comenzadas ya las hostilidades, a finales<br />
de agosto' aún van a Muía y Caravara para negociar<br />
una tregua de veinte días con <strong>Fajardo</strong> dos mensajeros<br />
del municipio murciano, Alfonso de Guevara y Juan de<br />
Flores (13), la gestión de los cuales resultó estéril. Es<br />
posible que sólo pretendieran ganar algún tiempo para<br />
esperar la llegada de nuevos refuerzos. No obstante, el<br />
Concejo, que había satisfecho los daños de Juan de Soto'<br />
con el sueldo de Saorín, seguía pagándole el suyo a<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong>, ^también Regidor, en la persona de Micer<br />
Bertolin Catano, a quien lo había transferido (14).<br />
<strong>El</strong> día 23 de abril exhibió Pedro <strong>Fajardo</strong> el poder<br />
de guerra otorgado por Enrique IV y pidió ayuda al<br />
Concejo para combatir a Alonso (15). Se montaron guardias<br />
en la ciudad y sus alrededores —Sangonera, Alcantarilla<br />
y Puerto de la Cadena—; se alertó a los moradores,<br />
advirtiéndoles que los de a caballo debían acudir<br />
cuando tocase la campana de Santa Catalina y, con diversas<br />
penas, se señalaron las obligaciones de todos (16).<br />
<strong>El</strong> Corregidor "dispuso que los caminantes cruzasen por<br />
el Puerto de San Pedro, porque en el de la Cadena asaltaban<br />
a los. viajeros los almogávares granadinos.<br />
Para la guerra, Enrique IV envió a su capitán Martín<br />
de Sosa, hijo del Corregidor Diego López Portocarrero,<br />
con cien hombres de armas y sueldo para otros cien que<br />
había reunido el Adelantado (17). No debieron satisfacer<br />
sus condiciones al Concejo, que también desconfiaba de<br />
las del Adelantado, cuando poco tiempo después de
— lio ~<br />
llegar pide de nuevo al Soberano que envíe un «gran<br />
capitán» (18).<br />
En agosto envió el Rey a su Capitán, el caballero<br />
cordobés Gonzalo Carrillo, con doscientos de a caballo<br />
y más hombres de armas, debidamente apoderado en<br />
su nombre (19).<br />
Poco después escribía de nuevo el Monarca, justificando<br />
la guerra contra Alonso <strong>Fajardo</strong> y ordenando<br />
al Municipio de Murcia que se adhiriese al Adelantado<br />
y lo ayudase en todo, porque obraba por su mandato (20).<br />
Mas las alternativas de la batalla habían demostrado<br />
a éste y sus gentes que eran todavía inferiores a Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong>, por lo que, por tercera vez, hubo de enviar el<br />
Rey refuerzos en la persona de un nuevo capitán, Mangárrez,<br />
con ciento cincuenta lanzas.<br />
Por su parte, Alonso <strong>Fajardo</strong>, entregó dos de sus<br />
hijos y varios vecinos de Lorca en calidad de rehenes<br />
al Rey de Granada, a cambio de los guerreros que éste<br />
puso a su disposición para, ayudarle. Noticia que, al ser<br />
conocida en Murcia, determinó al Concejo a pedir a don<br />
Pedro Girón, Virrey de Andalucía, el envío de hombres;<br />
a escribir a Albacete con igual demanda y, por dos veces,<br />
al Rey en términos aprerñiantes (21).<br />
<strong>Fajardo</strong>, hombre expeditivo, no vacila en buscar el<br />
apoyó de sus enemigos en otro.s tiempos, al sentirse depuesto<br />
del favor real y cruelmente acosado; la admiración<br />
de sus condiciones militares, que nadie mejor que<br />
sus enemigos podía conocer, origen de lá mutua ayuda<br />
que todos los caballeros se tributaban y el aprecio y<br />
consideración con que' era tratado por los moros, a quienes<br />
tradicionalmente dispensaba una amistad estrecha,<br />
facilitaron sus gestiones.<br />
En buena ética, el Rey, que con tanto escándalo y<br />
reiteración reprocha a <strong>Fajardo</strong> su alianza con los moros,<br />
no podía hacerlo muy airadamente; él también, andando<br />
el tiempo, pactó una tregua por cinco meses con el Rey
— 111 —<br />
de Granada jjara asegurar las fronteras del Reino de<br />
Murcia y podei; dejar en libertad a sus tropas de emplearse<br />
exclusivamente contra Fajai-do.<br />
Con ello se produjo una situación paradójica, no extraña<br />
dentro de la confusión entonces dominante; mientras<br />
moros y cristianos permanecían seguros, en sus respectivas<br />
demarcaciones, sin entrar en las contrarias, los<br />
primeros estaban en guerra contra el Rey,, dentro de sus<br />
dominios, de parte de uno de sus rebeldes subditos.<br />
Juntas las gentes del Adelantado y del Corregidor<br />
en crecido número, iniciaron la ofensiva contra Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong>, talando y quemando los lugares que por él estaban,<br />
rescatando prisioneros y haciéndolos de sus parciales.<br />
\ -<br />
<strong>El</strong> día de San Juan asaltaron Albudeite, prendiendo<br />
fuego a sus edificaciones y saqueándola. Los moradores<br />
se refugiaron en el castillo, y como el armamento de los<br />
asaltantes era insuficiente para combatir a los que se<br />
defendían desde allí, suspendieron las hostilidades y se<br />
retiraron.<br />
Esta escaramuza hizo comprender al Adelantado v<br />
a Martín de Sosa, hijo del Corregidor, su inferioridad<br />
y los decidió a mantenerse en espera de refuerzos.<br />
<strong>El</strong> día de Santiago están por Pliego. Con la mayor<br />
premura les avisa el Corregidor —que tuvo que pedir<br />
prestado a un vecino de la ciudad (espléndidamente recompensado,<br />
por cierto) su caballo para el mensajero (22)—que<br />
trescientos caballeros moros iban sobre ellos para<br />
acuchillarlos." Tratóse indudablemente de alguna celada<br />
que les tendieron los parciales de Alonso <strong>Fajardo</strong>, y. que<br />
por el elevado número de jinetes no pudo pasar desapercibida;<br />
alguien los vería y dio aviso a Murcia.<br />
Al comenzar septiembre, el Adelantado y los suyos,<br />
vistos los daños que la gente de <strong>Fajardo</strong> hacía desde las<br />
fortalezas y lugares que les estaban sometidos, deciden<br />
poner sitio a Cieza, donde estuvieron combatiendo varios
— 112 — .<br />
días, hasta que fué herido el Alcaide, con lo cual él y los<br />
de su compañía se dieron a partido. La fortaleza fué<br />
desmantelada. Debió suceder este episodio del 10 al 15<br />
del referido mes, pues el 13 no celebra sesión el Concejo<br />
debido a la ausencia del Corregidor, que se halla en el<br />
cerco de Cieza (23).<br />
Después de caer ésta, se encaminaron las tropas<br />
reales a Alhama y Muía, donde tropezaron con la tenaz<br />
resistencia que los de <strong>Fajardo</strong>, considerablemente reforzados<br />
con los moros que le cedió el Rey de Granada,<br />
oponían. Se determinaron por aguardar la venida de<br />
más fuerzas.<br />
Tras un breve período de descanso, forman ya contra<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong>, el Adelantado, Diego López Portocarrero,<br />
Corregidor, y su hijo, Martín de Sosa; Gonzalo<br />
Carrillo y su sobrino, Diego de Aguayo; Pedro Vélez<br />
de Guevara; Pedro Calvillo, señor de Cotillas, y Mangárrez;<br />
en suma, ocho capitanes con sus huestes respectivas.<br />
Celebraron concejo y acordaron ir a correr los<br />
campos de Lorca. Avistados por los lorquinos, les salieron<br />
presurosos y trabaron violento combate, del que resultaron<br />
vencidos y se retiraron a la ciudad. Los del<br />
Adelantado hicieron un buen botín y les prendieron muchos<br />
hombres, a quienes libertó Gonzalo Carrillo, bajo<br />
juramento de que no ofenderían más al Rey, con objeto<br />
de atraérselos.<br />
Pidió de nuevo <strong>Fajardo</strong> ayuda al Rey de Granada,<br />
que le envió quinientos jinetes y mil quinientos hombres<br />
de a pie, bajo el mando de ün caballero de Daeza, llamado<br />
Abdalla Ambrar (24), al que se unieron los hijos de <strong>Fajardo</strong>,<br />
Garci Manrique, su yerno; Juan de Ayala, señor<br />
de Albudeite ,y más de doscientos cuarenta caballeros<br />
de la parcialidad del Alcaide lorquino, los nombres de<br />
los cuales constan en la carta de perdón del Rey de 24 de<br />
septiembre de 1458 (25). ' •<br />
Extraordinariamente aumentados los dos ejércitos,
-115 -\<br />
entra la lucha en una nueva fase. A primeros de octubre<br />
recibe el Corregidor una confidencia informándole de que<br />
los de <strong>Fajardo</strong>, auxiliados por los adalides moros de<br />
Baza, Guadix, los dos Vélez, Almería, Huesear, Purchena<br />
y Albox —casi los mismos que, un lustro antes, vencieron<br />
en los Alporchones, la ciudad y <strong>Fajardo</strong> unidos—, venían<br />
sobre Murcia, quemando, matando y destruyendo.<br />
Los capitanes del Rey decidieron cortarles él paso<br />
y salir a su encuentro en Molina, por donde se acusaba<br />
su presencia; mas no dando mucho crédito al avance<br />
de lá morisma, que tantas veces se había anunciado sin<br />
fundamento, sólo sacaron trescientos caballeros y otros<br />
tantos peones.<br />
Avistado el enemigo, se resolvieron a combatir, no<br />
sin que antes les .diese la absolución general'un clérigo<br />
que los acompañaba. En las filas del Adelantado cundía<br />
el malestar por la manifiesta inferioridad en que estaban,<br />
y todos lamentaban no haber sacado más gente de<br />
Murcia.<br />
Se adelantó Vélez de Guevara para tantear las fuerzas<br />
del adversario, compiíestas por quinientos caballeros<br />
V un millar de peones moros.<br />
Los del Rey llevaban sus" batallas muy bien ordenadas<br />
y juntas. A vanguardia el Adelantado, el Corregidor<br />
y Martín de .Sosa; a retaguardia Pedro Vélez de<br />
Guevara .Gonzalo Carrillo y Pedro Calvillo.<br />
Al toniar contacto, los moros, que habían salido de<br />
sus posiciones, hicieron un movimiento de retirada; persiguiéronlos<br />
los del Rey, paso a paso, juntando más sus<br />
batallas, por si la fuga iniciada era una estratagema. Se<br />
repusieron con ferocidad los atacados; pero enviaron los<br />
del Rey setenta jinetes contra ellos que les hicieron<br />
gran carnicería, poniéndolos, por fin, en fuga. Huyeron<br />
a rienda suelta, perseguidos cuatro leguas hasta Albudeite,<br />
donde se refugiaron.<br />
De regreso a su real, las tropas del Adelantado con-
— 114 —<br />
taron más de cien muertos sobre el campo entre moros<br />
y cristianos y aun de los heridos se averiguó que murieron<br />
muchos más; parte de los huidos fueron apresados<br />
por el Comendador de Aledo, Alonso de Lissón.<br />
<strong>El</strong> Cabildo acordó celebrar el triunfo con una' función<br />
anual en honor de San Francisco de Asís, por ser<br />
el día 4, su fiesta, el que se ganó la batalla y comunicarlo-í&l<br />
Rey, que contestó seguidamente felicitándolos<br />
por su triunfo: «... el desbarato ahora hecho a los moros<br />
y a los hijos de <strong>Fajardo</strong> fué muy singular «hecho y bien<br />
parecido».<br />
Esta victoria surte sus efectos. Quedan rotas todas<br />
las posibilidades de concordia. <strong>El</strong> Municipio anula, el<br />
día 15, la tregua concertada con el de Lorca a favor de<br />
arrieros y trajinantes, ya que era contra el servicio del<br />
Rey mantener pactos con los rebeldes.<br />
<strong>El</strong> Monarca continúa enviando refuerzos y sueldos<br />
para las tropas. <strong>El</strong> Concejo sigue confiscando los abastecimientos<br />
que eventüalmente pudieraii dirigirse a. los<br />
lugares que Alonso <strong>Fajardo</strong> dominaba.<br />
La guerra se extiende. Ya al,pasar por Alcaraz, en<br />
el mes de julio,* Gonzalo Carrillo, que venía desde Jaén<br />
con su gente para auxiliar al Adelantado, fué notificado<br />
de que, poco antes de su paso, gentes" de <strong>Fajardo</strong> habían<br />
entrado en la villa y cogido una gran presa del lugar<br />
de «Lagarra». Apresuró el paso Gonzalo Carrillo y alcanz;ó<br />
a los salteadores, cristianos y moros, arrebatándoles<br />
el botín después de una breve y sangrienta lucha,<br />
en el transcurso de la cual les hizo algunos muertos.<br />
Devolvió a los de Alcaraz sus despojos y les mostró el<br />
poder real de que venía investido, obligándoles a acudir<br />
a su llamamiento, a lo que accedieron muy de grado.<br />
Estos deciden, ahora, ir sobre Letur, lugar de la<br />
encomienda de Socovos, donde era comendador Gómez<br />
<strong>Fajardo</strong>, hijo de Alonso, que tenía en aquella villa una<br />
compañía de moros y cristianos que se dedicaba- a asal-
— 115 —<br />
tar a todo el que pasaba en tres leguas alrededor. Los<br />
de Alcaraz reclutaron- ciento cincuenta de a caballo y<br />
dos mil hombres a pie v se dirigieron a Letur, venciendo<br />
a sus defensores, no sin sangrientas y elevadas pérdidas<br />
por parte de ambos, previo requerimiento de entrega, al<br />
que los de dentro contestaron que la villa era de Gómez<br />
<strong>Fajardo</strong> y que, dando Dios vida al Rey de Granada y<br />
a Alonso <strong>Fajardo</strong>, no temían a ninguno de Alcaraz,<br />
enojosa respuesta que sublevó a los asaltantes, quienes<br />
sin más comenzaron la refriega.<br />
<strong>El</strong> alcaide de Letur, Hernando de Espinosa y ochó<br />
o diez acompañantes, se hicieron fuertes en el castillo,<br />
que los de Alcaraz se vieron imposibilitados de tomar,<br />
por lo que pactaron dejarles en libertad para que se fuesen<br />
seguros donde quisieran.<br />
Noticioso del descalabro, Gómez <strong>Fajardo</strong> exigió a<br />
los de Alcaraz la devolución de treinta y cinco prisioneros<br />
que habían hecho en Letur, a lo que éstos respondieron<br />
que les devolviese él los que se había llevado<br />
en otras ocasiones, si no ahorcarían a aquéllos. Mediaron<br />
tratos y cada cual restituyó los suyos al bando contrario.<br />
No abandonaron los de Alcaraz Letur sin destruirlo por<br />
el fuego, quema que hicieron asimismo en las cosechas'<br />
del término de Socovos, vista la imposibilidad de tomarlo<br />
como habían intentado.<br />
<strong>El</strong> partido de Alonso <strong>Fajardo</strong> se resquebraja; para<br />
que sea mayor su vacilación, la deslealtad comienza a<br />
mostrársele. Martín del Castillo, Alcaide de Alhama, ya<br />
porque estuviese harto de la vida de aventuras y generosamente<br />
y de buena fe quisiera'pasarse al bando del<br />
Rey en busca de paz, ya por el interés de conseguir, ventajas<br />
y honores, aunque protestó no desearlos, sin embargo<br />
de que los .aceptase cuando el Monarca le colmó<br />
de ellos, decidió traicionar a su jefe y entregar Alhama<br />
a Gonzalo Carrillo, a quien envió a decir que, previo un<br />
simulacro de cerco que le serviría de justificación, se la
— 116 —<br />
rendiría, pidiéndole que obrase rápidamente, pues esperaba<br />
en breve la visita de Alonso <strong>Fajardo</strong>.<br />
Carrillo, que vio la ocasión de procurarse fácilmente<br />
una nueva y lucida victoi^ia, 'consultó con el Adelantado<br />
y con los restantes capitanes, que se mostraron de acuerdo<br />
y pusieron, cerco a Alhama, requiriéndola para que se<br />
rindiese, lo que hizo a continuación, en cumplimiento<br />
de su compromiso reciente, el Alcaide.<br />
Marchó Martín del Castillo a la Corte, donde el Rey<br />
le otorgó muchas mercedes sin solicitarlas y le puso bajo<br />
su amparo. Posteriormente, el Monarca hubo de asegurarlo<br />
cuando, de regreso a Murcia, andaba huido, pues<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong> lo perseguía para castigar su deserción.
IX<br />
OCASO<br />
— 117 —<br />
La pérdida de Alhama debió servir a Alonso fajardo<br />
para comprender su verdadera situación : se le agotaban<br />
los medios, disminuía el número de sus parciales y la<br />
traición, primer indicio de la derrota, mordía sus filas.<br />
De nuevo recurre al Rey de Granada, v esta vez le envía<br />
a su esposa y a su bija, se ha dicbo.que en calidad de<br />
rehenes; es posible, que para ponerlas a salvo de las<br />
amenazas que se cernían sobre él.<br />
Los del" Rey montan una ofensiva de falsedades para<br />
desmoralizar a los contrarios; «afírmase que -trataba de<br />
dar al Rey de Granada la ciudad de Lorca para que la<br />
metiese en su comano y que le tenía vendidas todas las<br />
personas, hombres y mujeres y cuantos en la ciudad se<br />
hallasen, a cuatro doblas cada cabeza» (1); y Falencia<br />
agrega: «declarándose de su secta» (2).<br />
Más que un trasunto de la realidad, que no se conforma<br />
con el carácter de Alonso <strong>Fajardo</strong>, es presumible<br />
que tales imputaciones ^fuesen un . arma, notoriamente<br />
eficaz, para amotinar contra él a los que le rodeaban<br />
y servían. En ningún texto se confirma la pretendida<br />
abjuración de <strong>Fajardo</strong>, que él niega en su carta a Enrique<br />
IV; sólo Palencia se lo atribuye, pero sabido es el<br />
apasionamiento con'que está compuesta su ((Crónica».<br />
Juan López de Villanueva, hombre de confianza de<br />
<strong>Fajardo</strong>, que en tantas ocasiones le ha servido de mensajero<br />
y procurador, se puso en tratos con Gon'zalo Carrillo<br />
para rebelar Lorca v entregársela y prender o matar<br />
a <strong>Fajardo</strong>, el que, informado de la traición urdida, se<br />
intentó vengar. <strong>El</strong> pueblo lo impidió y quiso asesinarlo<br />
al grito de «¡Viva el Rey de Castilla, nuestro señor natural<br />
!».
— 118 — .<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong>, con Garci Manrique y otros ochenta<br />
caballeros, se acogió al castillo. Los lorquinos comu-»<br />
nicaron la nueva a los capitanes del Rey y les pidieron<br />
que acudiesen pronto para cercarlos.<br />
Hiciéronlo así; pusieron fuertes retenes en el arrabal<br />
para impedir las comunicaciones de la fortaleza y dio comienzo<br />
el sitio, duro y tenaz, con el mayor entusiasmó,<br />
hasta el punto de que los de Lorca' y Murcia sé juramentaron<br />
para no volver a sus casas sin haberlo concluido<br />
victoriosamente (3).<br />
Procuran los de dentro comunicarse con el Rey de<br />
Granada, enviándole diversos mensajeros, muchos de los<br />
cuales fueron cogidos y ahorcados por los contrarios;<br />
pero algunos consiguieron atravesar las líneas.<br />
A este llamamiento respondió el Monarca granadino<br />
reclutando un nuevo ejército para auxiliar a <strong>Fajardo</strong>, y<br />
como se difundió la noticia de que venía en su ayuda,<br />
los capitanes del Rey celebraron consejo para deliberar<br />
si abandonaban el arrabal o permanecían en sus puestos,<br />
donde continuaron por imposición del criterio dé Gonzalo<br />
Carrillo, que estimaba deshonroso levantar el campo,<br />
sobre todo porque, de aparecer la morisma, podían<br />
salirle al paso a la «Torre del Pjjzo», distante una legua.<br />
Urgía forzar el castillo ante la amenaza de los moros.<br />
Pidieron más refuerzos a Murcia, que los remitió,<br />
ordebando la salida de todos los caballeros que cobraban<br />
sueldo real, a quienes en adelante ningún posadero podría<br />
dar albergue, encuadrando tres centurias de peones y disponiendo<br />
la marcha de todos los vecinos a talar los campos<br />
de Albudeite (4).<br />
Acudieron asimismo, con sus huestes, Pedro de Silva,<br />
Corregidor de Alcaraz, y Juan de Haro, señor de Bustos<br />
y Rivilla, que estaba en Hellín.<br />
Tenía el último de ellos cierta amistad con Alonso<br />
Fajai'do, y en el consejo de guerra que celebraron todos<br />
los capitanes reunidos, propuso pactar con él, idea que no
— 119 —<br />
prosperó, porque .el Adelantado y los otros, que no perdonaban<br />
medio de apoderarse de-aquél, reanudaron las<br />
escaramuzas, reforzados con la gente que Murcia les envió<br />
una vez más. Puede calcularse el crecido número de<br />
tropas reales por el hecho de que el recaudador se quejase<br />
al Cabildo de qué todas las provisiones de carne y<br />
pescado se desviaban hacia Lorca sin entrar nada en<br />
Murcia (5). •<br />
Sabido es que Enrique IV, para que los que combatían<br />
a <strong>Fajardo</strong> pudieran dedicarse por entero, sin otras<br />
preocupaciones, a vencerlo, había concertado una tregua<br />
con el Rey de Granada. Lo empezó a combatir de nuevo<br />
y dio orden a sus capitanes del Reino de Murcia para<br />
que lo secundaran, con expresa desautorización de la<br />
concordia que particularmente tenían Murcia y Alonso<br />
í^jardo para no luchar contra la morisma sin preceder<br />
mutuo acuerdo (6).<br />
Lorca no capitulaba. <strong>Fajardo</strong> y los suyos parecían<br />
• invencibles. Los del Rey, incapaces de dominarles, a pesar<br />
del esfuerzo realizado y el gran concurso de hombres de<br />
armas reunido, temieron perder la partida al final y se<br />
avinieron a aceptar la mediación insinuada por Juan<br />
de Haro.<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong> entregaría el castillo y saldría libro<br />
para donde quisiera, a cambio del perdón del Rey y la<br />
concesión de ciertas villas que se comprometían a obtener<br />
para él Gonzalo Carrillo y los • suyos, quienes para garantía<br />
de este compromiso le entregaron como rehenes<br />
a un hijo de Juan de Haro y. otro de Martín de Sosa.<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong> y su hueste, escoltados por los del Rey,<br />
marcharon hacia Xiquena.<br />
<strong>El</strong> día 15 de agosto de 1458, la ciudad de Murcia<br />
despachó a Sancho Torrano para participar al Rey la<br />
noticia y suplicarle que no diese Lorca a-ningún magnate,<br />
para' que en el futuro pudiese haber paz, y que si
— 120 —<br />
pensaba otorgar a <strong>Fajardo</strong> algunos Estados, lo hiciese<br />
fuera del Reino de Murcia (7).<br />
Los vecinos de Caravaca, al saber la mala ventura<br />
de <strong>Fajardo</strong>, quisieron librarse de él y pidieron ayuda a<br />
Diego de Aguayo, sobrino de Gonzalo Carrillo, que acudió<br />
con cincuenta caballeros. <strong>El</strong> Alcaide, Pedro <strong>Fajardo</strong>,<br />
se encastilló en la fortaleza, que Diego de Aguayo, su<br />
gente y la del pueblo que se le unió, comenzaron a atacar<br />
y minar.<br />
Acertó a pasar por allí Juan de Haro, q.úe regresaba<br />
de Lorca, y como simpatizaba con <strong>Fajardo</strong>, disuadió a<br />
Diego de Aguayo de su propósito, no sin graves disputas,<br />
que terminaron porque éste se retiró para su tío con la<br />
representación de su agravio.<br />
Un temperamento tan inquieto como el de <strong>Fajardo</strong>,<br />
servido por una inteligencia tan clara y pronta a decidir,<br />
ño podía permanecer inactivo ni abstenerse de resolver<br />
de modo directo sus asuntos. La capacidad de reaccionar<br />
exaltadamente contra el peligro es una de las características<br />
fundamentales de su personalidad.<br />
Pasa de Xiquena a Caravaca, acuciado, acaso, por<br />
las noticias de su incipiente .rebelión, y «como los hechos<br />
míos cada día empeoran y la ira vuestra contra iní crece<br />
sin razón y justicia, me es forzoso decir claro a vuestra<br />
señoría el fin y determinación mía», dice en su famosa<br />
carta que, a pesar de las numerosas veces que ha sido<br />
publicada, nt) hemos querido dejar de incluir como<br />
apéndice (8).<br />
Cánovas Coheño (9), Pío Tejera (10), Cáscales (11),<br />
Raquero (12) y otros historiógrafos, le asignan diversas<br />
fechas y coinciden en afirmar que lá escribió desde Lorca.<br />
La carta está escrita en Caravaca el 20 de agosto de 1458.<br />
Ni éste podía estar en Lorca, cuya entrega hubo de<br />
ser forzosamente anterior al 15 de agosto, fecha en que<br />
el Concejo despachó a Sancho Torrano con la nueva de<br />
su capitulación al Rey, ni la data «En mis villas de la
111 V-<br />
Cruz» es dudosa. <strong>El</strong> año se deduce porque todos los<br />
documentos, cartas reales y sesiones del Concejo señalan<br />
exactamente el mes de agosto de este año como - el de<br />
la toma de Lorca; sirva de ejemplo, entre los muchos que<br />
se pueden aducir, la fecha 23 de septiembre de 1458 (13)<br />
de la carta de perdón que desde Ubeda otorgó Enrique IV<br />
a <strong>Fajardo</strong> y sus secuaces, con seguridad posterior a la<br />
que éste le había dirigido.<br />
Se conforma muy bien su contenido y el tipo legendario<br />
de su autor a la aureola poética de estar escrita<br />
durante lo más rudo de la batalla por Lorca, y remitida<br />
en secreto al Rey con Juan de Soto; pero no hemos podido<br />
averiguar el fundamento de esta noticia de Cáscales,<br />
seguido luego por Cánovas Cobeño. De todas foi-mas, el<br />
texto posee valores suficientes para ser notable sin necesidad<br />
de atributos ajenos a él.<br />
Conviene aclarar, también, que Alonso <strong>Fajardo</strong> no<br />
marchó a Aragón, como Cáscales y otros autores que lo<br />
sigtien creen, deduciéndolo precipitadamente de algún párrafo<br />
de esta carta.<br />
Obtuvo para los suyos un perdón del Rey, tan.amplio<br />
y rotundo como enérgica y terminante había sido la declaración<br />
de guerra. Ya el 23 de septiembre comunicaba<br />
Enrique IV a la ciudad, después dé felicitarla por el éxito<br />
obtenido, su propósito de dar a <strong>Fajardo</strong>, si enmendaba sus<br />
pasados yerros, Caravaca, Cehegín, Tobarra y Letur (14),<br />
y en otra carta ordenaba a Murcia, Alcantarilla, Alguazas,<br />
Lorquí y Ceutí que permitiesen el paso a sus vasallos<br />
Alonso <strong>Fajardo</strong> y Garci Manrique, para trasladar desde<br />
'Lorca y Muía algunos objetos de su propiedad, y que les<br />
proporcionasen gratuitamente acémilas y conductores de<br />
éstas. Dicha carta la trae Cáscales, aunque mutilada (15).<br />
Envió el Monarca a Murcia al Comendador Mayor<br />
de Montalván. Gonzalo Saavedra, para consolidar la situación<br />
obtenida merced al sometimiento de <strong>Fajardo</strong>.<br />
Toma el Comendador posesión de Lorca, Muía y Murcia<br />
w
— 1-22 — - .<br />
en nombre del Monarca, nombrando Alcaide de la primera<br />
a Juan Fernández Galindo,. Comendador de la<br />
Reina, por orden del Rey, y a Jorge de Raya, por sí; devuelve<br />
Muía al Adelantado y confía al Corregidor de<br />
Murcia, Diego López Portocarrero, su fortaleza y castillo<br />
para que los guarde, en nombre del Soberano. Adoptó<br />
estas decisiones el día 22 de octubre, fecha de su llegada,<br />
que Enrique IV había anunciado el 28 de septiembre (16),<br />
fecha también de la carta de poder que Gonzalo Saavedra<br />
traía (17).<br />
Tomó éste, además, otras medidas para impedir la<br />
repetición de ciertas parcialidades, y entre ellas prohibió<br />
a los regidores vivir con caballetos, obligándolos por juramento,<br />
que sólo se resistió a prestar Alfonso Dávalos,<br />
lugarteniente del Adelantado, con quien vivía (18), aun-,<br />
que al final claudicara (19)..<br />
<strong>El</strong> 24 de diciembre el Rey nombra Regidor a García<br />
Mejía, en sustitución de Alonso <strong>Fajardo</strong>, que le había<br />
cedido el puesto (20). Este rompe hasta sus menores lazos<br />
con la Corte, como escribe Lafuente: «...consiguió la<br />
devolución de sus estados que le disputaban sus émulos.<br />
Entonces cortó cornunicación con la Corte y sin reconocer<br />
Rey ni superior en aquella tierra mandaba como señor<br />
y juzgaba como arbitro» (21).<br />
Salvo la muerte de' dos moros del Gobernador de<br />
Orihuela, ejecutados por gente de la parcialidad de <strong>Fajardo</strong><br />
(22), pocas noticias hay en estos años de desafueros<br />
de éste. <strong>El</strong>lo hace pensar que, aparte la acusación de<br />
nueva alianza con los moros, por la qiie el Rey justifica<br />
su segunda orden de guerra, Alonso <strong>Fajardo</strong> se ocupó de<br />
perseguir y castigar a los desertores de la anterior campaña.<br />
En efecto, Martín del Castillo, su hijo y otros parientes,<br />
que entregaron Alhama a los del Rey, son perseguidos<br />
de muerte; Rodrigo de Jerez y un tal Guirao,<br />
con otros" habitantes de Caravaca y Cehegín, sin duda<br />
promotores o participantes en el alzamiento de la primera.
— 12^ .-<br />
también son perseguidos y el Rey los ha de amparar (23).<br />
En mayo-de 1459 se querellan entre sí <strong>Fajardo</strong> y<br />
Juan de Ayala, con grave amenaza de la paz pública,<br />
por lo que el Concejo de Murcia les envía a Juan de Soto<br />
para sosegarlos (24).<br />
Los enemigos de Alonso <strong>Fajardo</strong> no habían quedado<br />
satisfechos. Ni estaba aniquilado ni habían logrado expulsarlo<br />
del Reino de Murcia. Instan de nuevo al Rey<br />
que ahora no manda combatirlo v tomarle sus Estados,<br />
sino apresarlo y que lo enü-eguen a su justicia, por carta<br />
de 19 de diciembre de 1460 (25), que presentó al Concejo<br />
el Adelantado el día 3 de en,eh) siguiente (26), pidiendo<br />
que se cumpliera. , • '<br />
<strong>El</strong> nuevo documento es un extensísimo memorial<br />
que enumera todas las acusaciones anteriores, alude después<br />
a la- sumisión de <strong>Fajardo</strong> y el subsiguiente perdón<br />
del Monarca, y justifica la actual determinación por<br />
haberse aliado con los moros para reconquistar parte de'<br />
las ciudades de que fué desposeído. Enrique IV designa<br />
expresamente y de modo especial para dirigir la campaña<br />
al Adelantado, Pedro <strong>Fajardo</strong>; a Lope Mendoza, comandante<br />
general de Artillería; a don Juan Pacheco, marqués<br />
de Villena,. y a su hermano, el Maestre de Calatrava, don<br />
Pedro Girón, conjunción de nombres no meramente casual<br />
que confirma las consideraciones expuestas en otros<br />
lugares.<br />
<strong>El</strong> cerco de la Ciudad de la Cruz se presenta difícil,<br />
como lo fué el de Lorca; pero el Adelantado y Lope Mendoza<br />
están decididos, a expugnarla. Por dos veces invocan<br />
el temor de la venida de los moros, sin que sé confirme.<br />
Murcia envía, primero, todos los jinetes y cuatrocientos<br />
peones (27); después, cien de a pie y veinte caballeros<br />
—la mitad de los que le pidieron (28)-^. Más tarde, pregona<br />
la incorporación de todos los hombres de a caballo<br />
y peones movilizados, bajo diferentes penas (29), ordenando<br />
la detención de los remisos. Y otra vez, el 10 de
_ 124 —<br />
marzo, manda dirigirse a Caravaca y Cehegín cuantos<br />
hombres de armas hubiese en la ciudad (30), porque, a<br />
pesar de los requerimientos anteriores, no habían salido<br />
todos.<br />
Muy superior al de Lorca hubo de ser el ejército<br />
concentrado frente a Caravaca, pues el Soberano nombra<br />
intendente general del mismo (17 de marzo de 1461) (31)<br />
a su oidor Juan González, con poder para conducir a<br />
Caravaca todas las viandas y abastecimientos a precios<br />
razonables.<br />
En agosto proseguían los combates. Lope Mendoza<br />
pide trigo y cebada el 18 de este mes (32).<br />
Por último, al año casi de corhenzar el cerco, el 7 de<br />
diciembre de 1461, el Adelantado escribe al municipio,<br />
de Murcia: «...hoy jueves a las dos del mediodía se me<br />
entregó esta fortaleza... perdonar que por ahora no puedo<br />
otra cosa escribir salvo si a estas cosas de acá vos placen<br />
sed ciertos que se han de hacer...» (33).<br />
Situamos, con exactitud, la fecha de la toma de Caravaca,<br />
a pesar de no figurar el año en la carta del Adelantado,<br />
porque el último perdón del Rey a Gómez <strong>Fajardo</strong><br />
está fechado en enero de 1462 (34), aunque no lo<br />
presentase al Concejo hasta 28 de enero de 1464 Antón<br />
Saorín, el mismo Regidor que, cuando el cerco de Lorca,<br />
destituyó el Rey por ser parcial a <strong>Fajardo</strong> (35).<br />
Ya en 1463 se trata en el Concejo de los trajineros<br />
y caminantes qué van y vienen a Cartagena, Lorca y Caravaca<br />
(36). La paz se había restablecido.<br />
Pobre, desvalido y errante, sin más recuerdo de su<br />
pasado esplendor que la insolencia de sus palabras, pinta<br />
Patencia (37) a <strong>Fajardo</strong>, consumada su derrota.<br />
Soberbio escribió al Monarca después de perdida<br />
Lorca; pero rio errante : le quedaban Xiquena y Caravaca,<br />
desde donde lo combatió luego.- Si el cronista alude al<br />
período consecutivo a la toma de ésta, ignoramos de dónde<br />
sacó sus noticias.
— 125 —<br />
La última vez que le menciona es en una carta de 17<br />
de marzo de 1461. Después, nada.<br />
Nos inclinamos a creer que murió durante el prolongado<br />
cerco de Carayaca, que duró próximo a un año,<br />
ya.que ni en la epístola del. Adelantado notificando su<br />
triunfo lo menciona—y no hubiera dejado de pregonarlo<br />
si lo consiguió prender—ni en el perdón real se le alude,<br />
aunque éste le fué conferido a Gómez <strong>Fajardo</strong>, Comendador<br />
de Socovos, y el Alcaide de Caravacá era su hermano<br />
Pedro.<br />
¿Murió en ésta, enfermo o herido, y su gente, huérfana<br />
del aliento que le infundía y los mantuvo largos<br />
meses resistiendo, se entregó? ¿Pudo escapar y buscó<br />
refugio seguro en el Reino de Granada? ¿Fué ejecutado,<br />
asesinado tal vez, al entrar en Carayaca los parciales del<br />
Adelantado?<br />
No sabemos responder, hoy, a tales preguntas.<br />
De igual manera" que aparece en escena cuando lo<br />
armó caballero su suegro, Martín Fernández Piñeiro «el<br />
del brazo arremangado», frente a los batidos muros del<br />
castillo de Xiquena, desaparece de ella dentro de los. batidos<br />
muros de la fortaleza de Carayaca cuando se eclipsa<br />
el brillo deslumbrante de su buena estrella, en la consumación<br />
de su definitivo fracaso militar...<br />
Sus hijos, su yerno Garci Manrique, su mortal ene-<br />
,migo el Adelantado Pedro <strong>Fajardo</strong>, ocuparán en el Reinado,<br />
por tantas razones memorable, de los Reyes Católicos,<br />
puestos distinguidos, adecuados a la calidad de sus<br />
personas, templadas en las durísimas' luchas de estos veinte<br />
años de continuo desasosiego alrededor de la personalidad<br />
sobresaliente de Alonso <strong>Fajardo</strong>, «el <strong>Bravo</strong>», que<br />
otros llamaron «el Malo»...<br />
• ' < ^
— 126 —<br />
. X<br />
ESTALLIDO DE CORAJE<br />
Era el Alcides de Murcia,<br />
<strong>El</strong> <strong>Fajardo</strong>, a quien debiera<br />
Hacer estatuas la fama<br />
Coronando sus proezas (J).<br />
La visión actual de la figura de Alonso <strong>Fajardo</strong> se<br />
forma con retazos de Historia, donde cada cual Jia consignado<br />
sus Huellas en el episodio bélico o político o en<br />
la evolución de la ciudad, de que se ocupaba; conjunto<br />
parcelario sin unidad ni síntesis posible en orden al propio<br />
personaje, que permitiera conocerlo con íntegra plenitud.<br />
Los poetas, más veraces, le atribuyeron muchas hazañas<br />
en las que jamás intervino, siguiendo en esto la<br />
corriente del pueblo, que prefería concre.tár en un solo<br />
individuo la multitud de hechos heroicos, algunos excepcionales,<br />
atribuidos a todos los de su linaje (2).<br />
No de diferente, modo compuso Lope de Vega su<br />
comedia «Los <strong>Fajardo</strong>s» o «<strong>El</strong> primer <strong>Fajardo</strong>»—que ainbos<br />
títulos lleva—, donde a vueltas de inexactitudes históricas,<br />
buscadas de propósito, pues el conocimiento de<br />
la vida de Alonso <strong>Fajardo</strong> que revela la obra no permite<br />
atribuirla a ignorancia, y con algún episodio puramente<br />
fantástico, entremezcló hábilmente los hechos más salientes<br />
de aquél y algunos de sus parientes y contribuyó<br />
con el prestigio de su pluma a enaltecerlo (3).<br />
La estancia de Lope en Murcia, causa de algunas<br />
otras de sus obras, debió proporcionarle ocasión de conocer,<br />
al menos, su famosa carta a Enrique IV, y suponiendo,<br />
no sin fundamento, que el personaje sería a tenor<br />
de sus escritos, juicio confirmado por los recuerdos de la
— 127 —<br />
historia local, vino a formar en torno a Alonso <strong>Fajardo</strong><br />
una leyenda que desvanece su verdadera personalidad (4).<br />
Menéndez y Pelayo (5) ha restituido la verdad y<br />
opinado que aquel famoso romance del «juego de ajedrez»,<br />
escenificado por Lope con su proverbial maestría en dicha<br />
comedia, se compuso en honor de Alonso <strong>Fajardo</strong>,<br />
con cuyo carácter y profunda amistad con los moros<br />
se conforma mejor, y no en el del Adelantado, Pedro<br />
<strong>Fajardo</strong>, su primo, como Cáscales y Baquero creen.<br />
Los romances fronterizos hicieron de la persona del<br />
vencedor de los Alporchones objeto de sus épicas rirnas<br />
y la pusieron sobre el pavés de la poesía, donde triunfan<br />
los héroes cuando se incorporan definitivamente al alma<br />
misma del pueblo.<br />
Diversos escritores, seducidos por la genialidad con<br />
que acometía sus empresas, mezclando la audacia v la<br />
prudencia, cantaron algunas de las más impresionantes.<br />
No es extraño que cuantos influidos por el concepto humanístico<br />
del Renacimiento conocieron su carta al Rey<br />
se sintieran obligados a admirar la arrogancia y la entereza<br />
del autor.<br />
Así, de unas plumas a otras, dejando en todas parte<br />
de su verdad y componiéndose con lo que aquéllas le<br />
añadieron, ha llegado hasta nosotros la personalidad del<br />
Alcaide de Lorca,' desvanecida en un impreciso fondo<br />
de leyenda.<br />
Es difícil sustraerse a la tentación de estudiar la singularidad<br />
de su carácter y la energía y fidelidad de sus<br />
reacciones, que tanto influyeron en los acontecimientos<br />
locales de la época.<br />
A tal objeto, sirve grandemente la tantas veces aludida<br />
carta a Enrique IV, publicada muchas y comentada<br />
muv pocas, que es un precioso documento autobiográfico<br />
de rabiosa sinceridad (6).<br />
Carta, no concebida bajo los apremios del cerco de<br />
Lorca, según se ha afirmado, sino escrita con toda me-
— 128 —<br />
ditación y reposo tras los muros de la fortaleza de Carayaca,<br />
cuando el Rey juntaba, por segunda vez, los<br />
aprestos de guerra para exterminarlo.<br />
Las relaciones de Alonso <strong>Fajardo</strong> con los inoros del<br />
vecino Reino de Granada no fueron diferentes a las que<br />
por lo general se usaban en aquel tiempo, donde no existía<br />
la unidad de mando ni de opinión. <strong>El</strong> más importante<br />
cargó formulado contra él y la últiina y poderosa razón<br />
alegada por el Monarca para decretar su aniquilamiento<br />
se basan en los tratos desleales con los enemigos de la fe.<br />
De un modo fehaciente, sólo dos veces consta que<br />
combatieran aliados <strong>Fajardo</strong> y los moros; por desgracia<br />
para aquél, ambas contra Enrique IV. Una, cuando le<br />
defendió la ciudad de Murcia, que estaba por Juan II,<br />
de sus ataques siendo Príncipe; otra, durante la primera<br />
guerra, cuando en Molina los hijos de <strong>Fajardo</strong> y los moros<br />
se enfrentaron con el Adelantado, Gonzalo Carrillo<br />
y los restantes capitanes del Rey, unidos para exterminarlo.<br />
Lo demás, amenazas, rumores, confidencias, que nunca<br />
se confirinan, útiles para sobresaltar a los vecinos del<br />
Reino de Murcia y lanzarlos contra <strong>Fajardo</strong>. <strong>El</strong> vencedor<br />
de los Alporchones, de Lorca y Mojácar, tenía un prestigio<br />
casi legendario; la morisma era la pesadilla de los<br />
cristianos que lindaban con Granada. Ambos unidos constituían<br />
amenaza tan 'fuerte, que, por natural reacción,<br />
nadie dejaría de intentar oponérseles por cualquier medio.<br />
<strong>El</strong> propio Enrique IV asentó tre:guas con el Rey gra- ,<br />
nadino para libertar a sus ti'opas empeñadas en el cerco<br />
de Lorca de la preocupación de los moros y que pudieran<br />
combatir más ampliamente a <strong>Fajardo</strong>. <strong>El</strong> Adelantado.<br />
Pedro <strong>Fajardo</strong>, no dejó de mantener con ellos relaciones<br />
sospechosas, como lo prueba la conducta del Alcaide de<br />
la ciudad de Cartagena durante la cabalgada de los Alporchones<br />
y lo que se deduce de estos párrafos de una<br />
carta de Alonso: «<strong>El</strong> Adelantado envió un judío, al cual<br />
yo tengo, al Rey de Granada con algunas cosas de que
_ 1Í9 ^<br />
el Rey nuestro señor hará gran enojo. <strong>El</strong> trataba paz por<br />
su tierra, y por Murcia y por Cartagena y dejaba fuera<br />
a Lorca y a mi tierra y al marquesado. Esto era en quebrantamiento<br />
de la paz y juramento que esa ciudad y<br />
Lorca y todos nosotros hicimos que en lo que tocaba a<br />
moros todos seríamos en guerra o en paz».<br />
. Aquellos rudos castellanos, incansables batalladores,<br />
complacíanse con la amistad de los moros, no inferiores<br />
a ellos en valor, comprobado por sus mutuas escaramuzas;<br />
pero dotados de cierta fantasía, molicie de costumbres y<br />
encanto de pensamientos, que, por el contraste con la vida<br />
de los primeros, facilitaba ese cordial intercambio. Las<br />
parcialidades que dividían ambos Reinos dieron motivo,<br />
más de una vez, a que buscasen recíprocamente refugio<br />
en el otro los perseguidos; protección que se les otorgaba<br />
sin detrimento de sus creencias, tanto porque la consideración<br />
del arrojo personal de aquéllos ponía de relieve<br />
la-injusticia de los males.que sufrían, cuanto porque la<br />
intrepidez en la defensa de su fe imponía a los enemigos<br />
el respeto hacia la misma. Persistía, como residuo del<br />
concepto caballeresco de edades pretéritas, no disconforme<br />
con la realidad, el mutuo aprecio entre los caballeros,<br />
que se lo tributaban fundamentalmente en razón de sus<br />
cualidades y méritos castrenses, hecho caso omiso de otro<br />
género de diferencias.<br />
Todas estas circunstancias, más'acusadas en las zonas<br />
fronterizadas donde la proximidad de moros y cristianos<br />
era ocasión de más íntimos tratos, no pueden olvidarse<br />
al enjuiciar éstos.<br />
De esto a suponer que Alonso <strong>Fajardo</strong> pretendiese<br />
enajenar a favor del Rey de Granada parte de Murcia o<br />
renegar del cristianismo, hay una distancia considerable<br />
que, al presente, no nos permiten salvar las referencias<br />
históricas.<br />
En dos ocasiones de su carta niega <strong>Fajardo</strong> tales<br />
imputaciones. «Y no debéis señor aquejarme tanto pues
— 130 —<br />
sabéis que podría dar los castillos que tengo a los moros<br />
y ser vasallo del Rey de Granada y vivir en mi ley de<br />
cristiano .como otros hacen con él, aunque bien puedo<br />
defender estas fortalezas diez años...», escribe al comienzo.<br />
Más adelante profesa solemnerñente su lealtad al Monarca<br />
con frases que no admiten dudosas interpretaciones<br />
: «...que sois mi rey y mi señor y siempre llamándome<br />
vuestro me defenderé y vuestro nombre en mi boca y de<br />
los míos será loado».<br />
Cuánto le pesarán la ingratitud de sus contemporáneos,<br />
las intrigas de sus enemigos y el desamparo de su<br />
Soberano, «si tanto vuestra señoría de mi mal grado ha<br />
—escribe—mándeme comprar lo mío y de mis parientes<br />
y criados y poner en Aragón los dineros... e irnos hemos<br />
destos reinos que no consienten buenos en ellos». La arrogancia<br />
cidiana de estos párrafos prueba de modo claro<br />
que, si pensó alejarse de Castilla, fué para irse a otro reino<br />
cristiano; y aún ha. dado motivo para que muchos historiógrafos<br />
afirmen que, después de vencido en Lorca,<br />
pasó a tierras aragonesas, inexactitud rectificada en los<br />
capítulos precedentes.<br />
Lo positivo es su victoria de los Alporchones, conseguida<br />
después de aunar todas las fuerzas del Reino de<br />
Murcia, deponiendo sus habituales banderías con el Adelantado,<br />
en un tratado que gestionó con admirable constancia<br />
desde que un año antes había tenido confidencias,<br />
confirmadas por cierta carta de quejas del adalid moro<br />
Alabez, de lo que se preparaba. Y la liberación de Vélez,<br />
donde se alzaron los moros, a pesar de ser del Adelantado<br />
y estar entonces contra él. Y la reconquista de Lorca<br />
y la sangrienta aventura de Mojácar. Exaltadas acciones<br />
de guerra, en consonancia con el rápido y feroz modo de<br />
replicar . propio de su carácter,< similares en violencia a<br />
las habidas contra sus enemigos cristianos, es cierto; pero<br />
siempre superiores a éstas y tan rectamente dirigidas a
— 131 —<br />
V-<br />
combatir el poderío musulmán, que parecen poco susceptibles<br />
de otro género de interpretaciones.<br />
No se puede negar que, alguna vez, interpuso su<br />
valimiento para que no se. perjudicase a la morisma frontera;<br />
mas siempre fué en el transcurso de treguas concertadas<br />
por ambos beligerantes y <strong>Fajardo</strong> conservaba<br />
un culto celoso a su palabra, que es propio de un buen<br />
capitán abstenerse de combatir en la paz y hacerlo denodadamente<br />
en la batalla.<br />
Fiel a la tradición de los suyos, abrazó Alonso <strong>Fajardo</strong><br />
el partido de los Infantes de Aragón, uniéndose<br />
en 1443 con el Rey de Navarra y posteriormente con el<br />
Infante don. Enrique, a quien albergó en su fortaleza de<br />
Lorca, resistiendo victoriosamente el cerco del Príncipe,<br />
el Condestable y don Juan Pacheco. Mas cuando el primero<br />
de éstos, én otra ocasión, quiso conquistar Murcia,<br />
acudió a defenderla Alonso <strong>Fajardo</strong> y la retuvo para<br />
Juan II, es posible que más por enemiga contra el Adelantado,<br />
su primo, partidario del Príncipe, que por otras<br />
causas. De ello vino, pasadas la derrota de Olmedo y la<br />
muerte del Maestre de Santiago, reconciliarse con el Rey<br />
de Castilla, que incluso le nombró excepcionalmente regidor<br />
de la ciudad de Murcia, con otros honores y preeminencias.<br />
Si la corte de Juan II, influida por la sagacidad política<br />
de don Alvaro de Luna, tuvo con Alonso <strong>Fajardo</strong><br />
determinadas consideraciones, que no impidieron la intervención<br />
para apaciguar sus constantes querellas con<br />
el Adelantado, la de su hijo siempre le fué adversa: «Los<br />
hechos buenos son grandes servicios que yo hice al glorioso<br />
señor rey don Juan vuestro padre y a vuestra señoría<br />
en vida suya. Los malos después que sois Rey, en<br />
defensión mía y de mi honra, a quien soy más obligado<br />
que a nadie».<br />
No supo despojarse Enrique IV de sus resabios de<br />
conspirador al llegar a Rey de Castilla, y llevó al trono
— 132 — ,<br />
el espíritu de beligerancia y bandería y la inconstancia de<br />
las parcialidades que acabarían por hundirlo, antes empujado<br />
por sus privados que obedeciendo a su propio impulso,<br />
ya que la debilidad caracteriza su reinado. Alonso<br />
<strong>Fajardo</strong> siempre luchó con él en campo opuesto. Y el<br />
Monarca no podía olvidarlo. Como no olvidaba el Marqués<br />
de Villena—ya se ha apuntado—las .depredaciones<br />
de que le había hecho objeto. Como era oportuna la<br />
ocasión para que el Adelantado cobrase sus servicios _anteriores<br />
al Príncipe. ¿Qué extraño es que accediera el<br />
Soberano a las insinuaciones de uno y las súplicas del<br />
otro para disponer el aniquilamiento de <strong>Fajardo</strong>?<br />
<strong>Fajardo</strong> no puede comprender que el Rey quiera reducirlo<br />
a prisión:<br />
¿Justo es que mandase el Rey<br />
que me desciñáis la espada?<br />
¡Esta por quien duerme allá<br />
seguro en bordada cama,<br />
, en tanto que la recama<br />
<strong>Fajardo</strong> de sangre acá!<br />
Al fin lo entiende y considerando su situación, «y<br />
porque de ella no puedo huir mi corazón llora sangre y<br />
por la pena y trabajo que mi alma recibe me deseo la<br />
muerte», averigua o adivina el mal consejo que los de<br />
su Consejo dan al Monarca y se lo representa: «Si vuestra<br />
señoría por complacer a algunoá de sus reinos me ha<br />
hecho- males, no por eso quite su gran poder para me<br />
hacer bienes y mercedes», abriendo, así, al Rjsy las perspectivas<br />
del justo obrar, aunque es posible que lo haga<br />
con más astucia que sinceridad.<br />
Mas Alonso <strong>Fajardo</strong> había llegado a construirse una<br />
reputación de caudillaje intolerable y su poderío se ensanchaba<br />
cada vez más, con mengua de la autoridad del
— 133 —<br />
Rey, ya porque el hecho de debérselo a su brazo fomen-.<br />
tara su natural rebelde e independiente, ya porque siendo<br />
representante del Monarca su primo, el Adelantado, repercutiesen<br />
las querellas de ambos sobre aquello o procuran<br />
sus.émulos hacérselo ver al Rey así.<br />
Que dirán al Rey que emprendes<br />
Hacerte Rey u otra cosa<br />
Diferente y sospechosa<br />
De la verdad que pretendes.<br />
Acertó, sin embargo, a permanecerle fiel en el momento<br />
crítico, y no supo el Rey corresponder a la grandeza<br />
de su alma. No suplica ni exige. Conmemora sus<br />
hazañas y las de los suyos y encarece la ingratitud del<br />
Monarca. ¡Qué dramáticos acentos sabe hallar para reprochársela!<br />
((No para el poder de los reyes en mantener<br />
los Grandes, mas en perdonar y hacer de pequeños grandes.<br />
Dios no puede ser loado del muerto, del vivo sí, ni<br />
menos el condenado lo puede servir».<br />
Pero... Alonso <strong>Fajardo</strong>, que como una roca resistió<br />
en Lorca y se prepara a defender Caravaca, sabe heiúr<br />
con la inultiplicidad punzante de la ortiga: ((...si vos<br />
señor me negáis la cara por donde yo error haya de hacer,<br />
la destrucción del Rey Don Rodrigo venga sobre vos y<br />
sobre vuestros reinos y no la podáis remediar, como él<br />
hizo». <strong>El</strong> Rey no tuvo piedad con <strong>Fajardo</strong>; pero vio, andando<br />
el tiempo, el aniquilamiento de su propio reinado.<br />
Y a renglón seguido de la casi profética maldición, aquél,<br />
que no se arrepiente de ella—^la hubiese omitido—teme<br />
acaso haber rebasado el límite de lo conveniente y se disculpa<br />
con teatral mutación: ((Suplico a vuestra señoría<br />
no se enoje de mi escritura que el can con rabia a su señor<br />
muerde».<br />
<strong>El</strong>, <strong>Fajardo</strong>, el can rabioso y acorralado en Caravaca,<br />
podrá perderse y con él se desvanecerán sus hazañas;
— 134 —<br />
más es posible que el Rey que ahora lo persigue alguna<br />
vez lamente su falta, porque «soez cosa es un clavo y por<br />
el se pierde una herradura, y por una herradura un caballo,<br />
y por un caballo un caballero, y por un caballero<br />
una hueste, y por una hueste una ciudad y un reino...».<br />
Jamás quiso <strong>Fajardo</strong> desempeñar un papel secundario<br />
en la Historia. Si en ocasiones su figura parece borrosa<br />
es porque está preparando en silencio una nueva y más<br />
deslumbrante reaparición. Hasta la desgracia le parece<br />
buena como sirva para hacerlo sobresalir: .«Y esto, señor,<br />
lo he a buena voluntad, que más quiero ser muerto de<br />
león que corrido de raposo».<br />
Es un producto típico de su época, arrogante y caballeresco,<br />
y en la mayoría de sus actos puede advertirse<br />
un matiz de independencia y altiva ferocidad más propio<br />
de los paladines de la edad anterior, heredado a través<br />
de varias generaciones de combatientes y favorecido por<br />
el clima de continua inquietud bélica propio de un Reino<br />
fronterizo donde la sagacidad, el arrojo personal, la intuición<br />
en funciones de única estrategia posible, decidían<br />
escaramuzas, asaltos y aun batallas.<br />
Dotado de clara inteligencia y con una cultura considerable,<br />
como revela su carta, se mantuvo siempre en<br />
el terreno más porpicio para el logro de sus propósitos,<br />
lo que le hacía doblemente peligroso, ya que acertó a<br />
unir el valor y la prudencia.<br />
Poseía la intrepidez interna precisa para confesar sus<br />
obras y responder de ellas, con claridad rayana en petulancia,<br />
rasgo que responde también a la infiltración de los<br />
conceptos renacentistas de emergencia de los valores huinanos<br />
al primer plano de la vida.<br />
Su tenacidad raya en inverosímil. Veinte años de<br />
continuas luchas con su primo el Adelantado, para arrebatarle<br />
la primacía en el Reino de Murcia, sin desmayo,<br />
casi sin más treguas que las impuestas por la amenaza<br />
de los moros, descubren esta faceta de su carácter. Ni
después de la pérdida de la batalla dé Molina y la deserción<br />
de Alhama frena sus ambiciones. Contra ejércitos<br />
de incomparable superioridad resiste en Lorca y sólo la<br />
entrega cuando le conviene, a cambio de determinadas<br />
ventajas. Dedícase luego a castigar, con saña, a los desleales,<br />
único medio de mantener la disciplina entre sus<br />
huestes. Encastillado por último én Caravaca, tiene en<br />
jaque casi un año a los que lo cercan, en un episodio casi<br />
fabuloso, por la desproporción de los contendientes, y nada<br />
extraño en <strong>Fajardo</strong>, que había sabido forjar una aventura<br />
poco menos que increíble cuando tomó Mojácar. Es<br />
posible que, todavía al final de la campaña, alimentase el<br />
ambicioso proyecto de recobrar sus Estados—y de ello lo<br />
acusa Enrique IV al final—, aunque entonces debía ser<br />
mucha su edad y, naturalmente, más flacas sus energías.<br />
Contrariamente a la mayoría de los belicosos magnates<br />
contemporáneos, fué Alonso <strong>Fajardo</strong> fiel a los suyos<br />
y celoso de sii palabra. Al comienzo de este ensayo hemos<br />
expuesto detenidamente el episodio de la prisión de Diego<br />
Mellado, como ejeniplo de lo primero. Demuéstrase lo<br />
segundo comprobando que, cuantas veces es acusado de<br />
violar treguas y seguros, alega, sin que nadie lo desmienta,<br />
una anterior infracción de sus contrarios. Incluso la postrer<br />
concordia con el Adelantado—que no quería otorgar<br />
aunque la invocase más tarde—se negó, a firmarla, limitándose<br />
a asentir de palabra, es posible que con ánimo de<br />
no guardarla.<br />
Fué vanidoso, soberbio, altivo y rebelde. Vicios notables<br />
que unidos al prestigio de <strong>Fajardo</strong>, su pericia militar<br />
y la confusión política y social de la época, lo empujaron<br />
a cometer desafueros y errores lamentables, última<br />
causa de su exterminio, porque resultaba insufrible<br />
la arrogancia de un hombre que, sin más títulos legítimos<br />
que el esfuerzo de sus armas, pretendía ser dueño del<br />
Reino de Murcia.<br />
En perspectiva; sin embargo, Alonso <strong>Fajardo</strong> es para<br />
^V-.-
— 136 — , •<br />
siempre, sobre todo y un poco al margen de la. verdad<br />
histórica, el vencedor de los Alporchones, de Lorca y de<br />
Mojácar; el hombre que supo escribir una carta, rebosante<br />
de ínipetu, al Rey; carta que «vale por un libro»<br />
en sentir de Raquero; y por su elegante composición y la<br />
educación y suma de conocimientos y lecturas que revela,<br />
suficiente para incluir a su autor entre los literatos locales,<br />
aunque no se sepa de él que escribiese otra obra.<br />
En realidad, Alonso <strong>Fajardo</strong> fué, en el florecimiento<br />
de las nuevas ideas renacentistas, lo más que todos aspiraban<br />
a parecer entonces: un hombre.
CAPITULO T<br />
NOTAS<br />
(1) I.andsberg : La Edad Media y nosotros, pág. 256.<br />
(2) Viñas Mey-Carmelo ; De la Edad Mvdia a la Moderna, pág. 53, oRev.<br />
llispania m'im. 1.<br />
(3) Apéndice. Carta núiii. 34.<br />
(4) Apéndice Carla núni. 30.<br />
(5) Burkliardl : La ciilliira del fícnadmicnlo en ¡lalia, pág. 23.<br />
(6) Apéndice. Carta ni'nn. 17.<br />
. CAPITULO II<br />
(1) Lope de Vega: <strong>El</strong> ¡jrbncr <strong>Fajardo</strong>, acto 2." Op. Onin. Ed. It.' \cad.<br />
de ta Historia, tomo X, pág. 21.<br />
(2) Apéndice. Carla núni. 51.<br />
(3) Lope de Vega : Loe cii., pág. 26.<br />
(4) Apéndice. 'Carta núm. 10.<br />
(5) Apéndice. Carla núni. 17.<br />
(6) Apéndice. Carta núni. 11.<br />
(7) Vid. mieslra tesis doctoral al Kshídio sobre la crónica de Enrique JV,<br />
de Galindez de Carvajal, cap. 27.<br />
(8) Salazar-y Castro; líisloria de la casa de Silea, t, II, pág. 142.<br />
(9) Maciñeira ; Crónica de Orligueira, pág. 195.<br />
Barreiro: Galicia diiilomática, pág. 68.<br />
Verea Aguiar: Historia, de Galicia.<br />
Cáscales: Discursos hisláricns..., S." edic, p. XXIll.<br />
(10) García Caraffa : Diccionario heráldico y genealógico, t. XXXIII, página<br />
26.<br />
(11) Apéndice Carla ni'ini. 51.<br />
(12) Menéiidez y Pelayo : Prót. a <strong>El</strong> primer <strong>Fajardo</strong>, de Lope de. Vega,<br />
loe. cit., pág. VL<br />
CAPITULO 111<br />
(1) Apéndice. Carta nijm. 1.<br />
(2) Arcli. Mun. de Murcia. Actas Capilnlares. 27 de mayo de 1444.<br />
(3) Apéndice. Carla núm. 2.<br />
(4) Apéndice. Carta núm. 3.<br />
(5) Arch. Mun. de Murcia. A. C. 29 de agosto de 1444.
— 138 —<br />
(6) Apéndice. Cartn núrn. H.<br />
(7) Apéndice Carla niím. 10.<br />
(8) Apéndice. Carla ni'im. 11.<br />
(9) Apéndice. Carla ni'ini. 12.<br />
(10) Apéndice. Carla núin, 13.<br />
(11) Arcli. Miin. de Mure. A. C. 25 de .¡iilio de 1445.<br />
(12) Ídem id 7 de agosto de 1445.<br />
(13) ídem, id. 28 de agosto de 1445.<br />
(14) Apéndice. Carla niiin. 34.<br />
(15) Arch. Miin..de Mure. Carta de Juan II en Burgos, 1.5. de oclubre<br />
de 1443. Carlas a la Ciudad, núm. 39.<br />
(10) Zurita : Anales de Aroyón, t. III, fot. 294 rclo. \<br />
(17) Arcli. Mun. de Mure. Carla do dofia María de Quesada en Molina,<br />
29 de noviembre de 1444, Carlas a la Ciudad, núm. 101.<br />
(18) Vid. tesis doctoral... Carta núm. 1.<br />
(19) I
— 139 --<br />
(15) ídem id. 17 de abril de 1450.<br />
(16) Tdem id. 7 de junio de 1450.<br />
(17) Ídem id. 12 de mayo de 1450.<br />
(18) Ídem id. 7 de. julio do 1450.<br />
(19) ídem id. 13 de junio de 1450.<br />
(20) Ídem id. 2 de junio de 1450.<br />
(21) Apéndice. Cürhi ni'mi. 18.<br />
(22) Arcli. Miin. de Mure. A. C. 5 de noviembre de 1450.<br />
{2'^) <strong>El</strong>iocrolense: Oríí/encs y rniisu del dicho popular «Mato ni fíey y<br />
VÍ:I(', a Miircia^K «l.a Verdad», 27 de junio de 1943.<br />
(24) Arcb. Mun. do Mure. A. C. Noviembre de 1450.<br />
(25) Ídem id. 12 de enero de 1451.<br />
(26) Ídem id. 1 de mayo de 1451.<br />
(27) ídem id.. 3 de octubre de 1451.<br />
(28) Ídem id. 9 de oclnbrc de 1451.<br />
(29) Ídem id. 14 de octubre de 1451.<br />
(30) ídem id. 17 de octubre de 1451.<br />
(31) Ídem id. 19 de oclubre de 1451.<br />
(32) Ídem id. id.<br />
(33) ídem id. 23 de octubre de 1451.<br />
(34) Apéndice. Carta núm. 23.<br />
(35) Apéndice. Carla ni'im. 14.<br />
(36) Arch. Mun. de Mure. A. C. 22 do agosto de 1444.<br />
(37) Apéndice. Carla núm. 10.<br />
(38) Arcb. Mun. de'Mure. A. C. 8 de agoslo de 1447.<br />
(39) Apéndice. Carta núm. 19.<br />
(40) Apéndice. Carla núm. 20.<br />
CAPITULO V<br />
(1) Wolf y Hofma.n : Piiiiiancrn y flor de fíomances. Berlín. A. Asher<br />
y Cía., 1856, núm. 83.<br />
(2) Lafuente: Hisloria de Granada, I. 111, pág. 278.<br />
(3) Cáscales; Discursos luslóricos, 3." ed., piíg. 251.<br />
(4) Pérez de Hita : Gucr/-(is civiles dr Granada, pág. 5.<br />
(5) Cánovas Cobeño : Historia, de la ciudad de Larca, píig. 308.<br />
(6) Herraosino. Manuscrito, cap. IX. Colección Vargas Ponce, lomo IX.<br />
R. Acad. de la Hisloria.<br />
(7) Salazar y. Castro: Historia de la casa de Lara, i. II, pág. 646.<br />
(8) Cáscales., boc. cil., págs. 251 y siguieides.<br />
(9) Apéndice Carla núm. 51.<br />
(10) P. Bleda : Crónica de los moros de K.spiiñn (1618), |)ág. 561.<br />
(11) Mariana: Hisloria General de España, t. 11, cap. 11, pág. 18.<br />
(12) Crónica de Juan II (1452), cap. 1, pág. 676.<br />
(13) Curibay: Compendio l\istorial..., cap. V, pág. 506.<br />
(14) P. Moróte: Antigüedades y blasones de f,orra, pág. 356.<br />
(15) Pérez de Hita. Loe. cil., pág. 7.<br />
(16) Cánovas Cxibeño. Loe. cil., pág. 309.<br />
(17) Pérez de Hita. Loe. cil., pág. 14.<br />
(18) Ídem id., pág. 15.<br />
(19) Apéndice. Carta núm. 26.<br />
(20) Mariana. Loe. cit., pág. id.<br />
(21) Apéndice. Carla núm. 51.
140<br />
(22) Conde; Hisloria de la dominación de los árabes en España, t. III,<br />
página 200.<br />
(23) Alciizar y Caravaca : Discurso hisiórico-reUífioso predicado en la S. I. C.<br />
el día de Snn Patricio, Patrón rf/^ Murcia (1876), pág. 17.<br />
(24) P. Moróte. Loe. cit., píg. 363.<br />
(25) Apéndice. Carla núm. 25.<br />
(26) Apóndice. Carla púm. 26.<br />
(27) Apéndice. Carla núm. 27.<br />
(28) Arcli. Mun. de Mure. A. C. 21 de dicienil>ro de 1451.<br />
(29) ídem id. 1451.<br />
(30) l'alencia : Décadas..., I. 1; pAg. 511.<br />
(31) Cáscales. í^oc. cit., págs. Í
(21) Apéndice. Carla lunn. 33.<br />
(22) Cáscales. Loe. cil., págs. 254-55.<br />
(23) Vid.- Tesis docloral... Carla m'mi. 8.'<br />
(24) ídem id. Carla iii'im. 7.<br />
(25) Cinovas Cobeño. Loe. eil., pájj;. 322.<br />
(26) Areh. .Muii. de Muro. A. C' 4 do diciembre de 145(3.<br />
(27) ídem id<br />
CAPITULO VIH ^<br />
(1) Apéndice. Carla ni'im. 37.<br />
(2) Arch. Miin. de iMiirc. A. C. 18 de febrero de 1457.<br />
(3) ídem id. 19 de febrero de 1457.<br />
(4) <strong>El</strong>iocrotensc. Loe. cil.<br />
(5) Vid. Tesis doctoral ..<br />
(6) Arcli. Mun. de Muro. A. C. 10 de marzo de 1457.<br />
(7) ídem id. 12 de marzo de 1457.<br />
(8) Ídem id. 8 de abril de 1457.<br />
(
142<br />
(14) Arcli. Miin. rlc Mure. A, C. 23 de sepliembie de 1458.<br />
(15) Cáscales. Loe. cil., pág, 258.<br />
(16) Vid. Tesis docloraí... Ca'rla iii'im. 17. '<br />
(17) Apóndico. Garfa ni'iin. 44.<br />
(18) Arcli. Muii. de Mure. A. C. 22 de oclidire de 1458.<br />
(19) ídem id. 2ü de octuljre de 1458.<br />
(20) Apéndice. Carla núni. 45.<br />
(21) l.afuenle. Loe. cil., pág. 327.<br />
(22) Arch. Mun. de Mure. A. C. 2 de agoslo de 1460.<br />
(23) ídem id. 7 de octuljre de 1460. Carla uúni. 51.<br />
(24) ídem id. 27 de miiyo de 1459.<br />
(25) Apéndice. Carla nj'im. 47.<br />
(26; Arcli. Mun. de Mure. A. C. 3 de enero de 1461.<br />
(27) ídem id. id.<br />
(28) ídem id. 24 de enero de 1461.<br />
(29) ídem id. 17 de febrero de 1461.<br />
(30) ídem id. 10 de marzo de 1461.<br />
(31) Apéndice. Carla núm. 48.<br />
(:i2) A. C. 18 de agoslo de 1461.<br />
(33) Apéndice. Carla núm. 49.<br />
(34) Apéndice. Carla núm. 50.<br />
(35) Arch. Mun. do Mure. A. C. 28 de enero de 1464.<br />
(36) ídem id. 18 de ocluljru'do 1463.<br />
(37) Palencia. I.oc. cil., pílg. 512.<br />
CAPITULO X<br />
(1) llodriguez de Arellano : AbfíiziilciiKi (romances moriscos), 2.'' cdic,<br />
página 231.<br />
(2) La Cierva : Lopí: de Vc¡iti y Miirqui. «líl Tiempo», 8 de seplicmhre<br />
de 1935.<br />
(3) Loe. cil. en el cap. II.<br />
• (4) ídem id.<br />
(5) iMenéudez y Pelayo. Loe. cil., ídem id. .<br />
(6) Apéndice. Carla núm. 51.<br />
w