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Lauros y palmas, de Amadeo Burdeos, sdb - Hispania Martyr

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LAUROS Y PALMAS<br />

CRÓNICA<br />

DE LA INSPECTORÍA SALESIANA TARRACONENSE<br />

DURANTE<br />

LA REVOLUCIÓN ROJA<br />

SEGUNDA EDICIÓN<br />

LIBRERÍA SALESIANA<br />

BARCELONA (8)


LICENCIAS DE LA CONGREGACIÓN<br />

IMPRÍMASB<br />

£1 Inspector <strong>de</strong> la Provincia Tarraconense<br />

TOMAS BARAUT<br />

Barcelona-Sarria, 15 <strong>de</strong> Junio <strong>de</strong> 1957<br />

LICENCIAS DEL OBISPADO<br />

NlHIL OBSTAT<br />

£1 Censor,<br />

FELÍPE ALCÁNTARA, S. D. B.<br />

Barcelona, 3 <strong>de</strong> Julio <strong>de</strong> 1957<br />

Por mandato <strong>de</strong> su £xcia. Rdma.<br />

ALEJANDRO PECH, Pbro.<br />

Canciller-Secretario<br />

IMPRÍMASB<br />

t GREGORIO<br />

Arzobispo-Obispo <strong>de</strong> Barcelona<br />

ES PROPIEDAD<br />

LIBRERÍA SALESIANA, Barcelona, 1958<br />

BSCUELAS PROFESIONALES SALESIANAS • SECCIÓN DB ARTES GRÁFICAS • BARCELONA-SARRIA • 1958


GRATITUD<br />

Entonces dirá el Rey a los que estarán a su<br />

<strong>de</strong>recha:<br />

—Venid, benditos <strong>de</strong> mi Padre, poseed el<br />

reino que os está preparado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se hizo<br />

el Mundo; porque tuve hambre y me disteis <strong>de</strong><br />

comer; tuve sed y me disteis <strong>de</strong> beber; era peregrino<br />

y me hospedasteis; estaba <strong>de</strong>snudo y me<br />

vestísteis; enfermo y me visitasteis; estaba en la<br />

cárcel y me consolasteis.<br />

Entonces respon<strong>de</strong>rán los justos, diciendo:<br />

—Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te<br />

dimos <strong>de</strong> comer; o sediento y te dimos <strong>de</strong> beber?<br />

¿Y cuándo te vimos peregrino y te hospedamos,<br />

o <strong>de</strong>snudo y te vestimos? ¿O cuándo te vimos<br />

enfermo o en la cárcel y te fuimos a visitar?<br />

Y respondiendo el Rey, les dirá:<br />

—En verdad, os digo, que siempre que lo<br />

hicisteis a uno <strong>de</strong> estos mis hermanos pequeñitos,<br />

a Mí lo hicisteis. (Mt. XXV, 34-40.)<br />

A todos cuantos en los tiempos <strong>de</strong> persecución habéis sido para<br />

nosotros padres y hermanos...<br />

A los que os quitabais el pan <strong>de</strong> la boca para alimentarnos...<br />

A los que generosamente os sacrificasteis por vestirnos...<br />

A los que a diario exponíais vuestra tranquilidad, vuestra hacienda<br />

y vuestra vida para ofrecernos asilo en vuestro hogar...<br />

A los que nos visitabais y consolabais cuando estábamos en las<br />

cárceles y en los hospitales...<br />

... la gratitud eterna <strong>de</strong> los supervivientes,<br />

la intercesión po<strong>de</strong>rosa <strong>de</strong> nuestros Mártires,<br />

la bendición <strong>de</strong> María Auxiliadora,<br />

la recompensa <strong>de</strong> Di&s.


Conforme al <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> Urbano VIH,<br />

protestamos cjue cuando damos a nues­<br />

tros hermanos el calificativo <strong>de</strong> már­<br />

tires u otros semejantes, es, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego,<br />

sin ánimo <strong>de</strong> prevenir el juicio supremo<br />

<strong>de</strong> la Iglesia, la cual, sin embargo,<br />

tolera cjue, «lau<strong>de</strong>mus viros gloriosos et<br />

párenles nostros», <strong>de</strong>seando verlos glo­<br />

rificados a mayor gloria <strong>de</strong> Dios.


PROLOGO DE LA PRIMERA EDICIÓN<br />

En las Escuelas Profesionales Salesia'nas <strong>de</strong> Barcelona-Sarria hay hoy vacación. Los alumnos<br />

han salido a presenciar el <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> las fuerzas nacionales por el Paseo <strong>de</strong> Gracia.<br />

Es el primero <strong>de</strong> Abril. En Barcelona y en Madrid y en todas las ciuda<strong>de</strong>s, pueblos y<br />

villas <strong>de</strong> España se repetirá el acto patriótico. Hace once 'años tenía el <strong>de</strong>sfile un hondo<br />

sentido <strong>de</strong> homenaje nacional a los soldados gloriosos que nos lograron la victoria. El polvo <strong>de</strong><br />

cien batallas iba aúíL pegado a sus carnes recias y enjutas, curtidas por el sol y la fatiga.<br />

Y el pueblo, asomado a las calles, con lágrimas en los ojos, con vítores en las gargantas,<br />

con luto y orfandad en los hogares, con el escalofrío <strong>de</strong> la tragedia en sus rostros, aplaudía<br />

frenéticamente.<br />

Repetía la frase bellísima y triunfal <strong>de</strong> Rubén Darío:<br />

"Ya viene el corfé/o tíe los paladines..."<br />

Yo no asistí este año al <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> la Victoria. Des<strong>de</strong> mi mesa <strong>de</strong> trabajo, presencié otro<br />

<strong>de</strong>sfile. Terminaba <strong>de</strong> leer LAUROS Y PALMAS. Había también en mis ojos lágrimas y en mi<br />

cuerpo todo un escalofrío <strong>de</strong> tragedia, un sabor <strong>de</strong> martirio que aún perdura...<br />

Estoy verda<strong>de</strong>ramente emocionado. Y me siento llevaldo a corregir con el Magistral <strong>de</strong><br />

Salamanca, Castro Albarrán, la frase <strong>de</strong>l gran poeta nicaragüense por aquella otra, título<br />

<strong>de</strong> su libro maravilloso, "Éste es el cortejo."<br />

Sí, amados Hermanos, lector bueno <strong>de</strong> LAUROS Y PALMAS, aquí os presento también, con<br />

Castro Albarrán, los "héroes y mártires <strong>de</strong> nuestra Cruzada".<br />

Éste sí que es verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> Victoria. Nos lo confirma el apóstol y evangelista:<br />

"fiara es, en verdad, la victoria que vence al mundo: nuestra fe." (San Juan, V, 4.)<br />

Ellos rubricaron con su sangre una vida <strong>de</strong> cristianos, una fe <strong>de</strong> religiosos y sacerdotes<br />

ejemplares.<br />

Nuestro libro no €s otra cosa que el "Acta notarial <strong>de</strong> su Victoria".<br />

El querido y llorado don Julián Massana, mártir y héroe también, al prologar en 1942 el<br />

folleto "Mártires Salesianos", nos recomendaba:<br />

"Recordad siempre con cariño a los mártires salesianos."<br />

Y en la semblanza bellísima que se hacía <strong>de</strong>l primero <strong>de</strong> ellos, el Muy Rvdo. señor don<br />

José Calasanz, se <strong>de</strong>cía también:<br />

"No es nuestro objeto tejer una biogr'afía completa <strong>de</strong> nuestros mártires. El trabajo exce<strong>de</strong><br />

a nuestras fuerzas. Ojalá alguno <strong>de</strong> los muchos que pue<strong>de</strong>n hacerlo se anime a proporcionar<br />

a sus Hermanos el "Líber <strong>Martyr</strong>um" <strong>de</strong> la Inspectoría."<br />

El Hermano escritor que nos ofrenda el "Liber <strong>Martyr</strong>um" se llama don Ama<strong>de</strong>o Bur<strong>de</strong>us.<br />

Su pluitía, ágil y bien cortada, nos ha trazado la semblanza <strong>de</strong> nuestros "claros varones"; nos<br />

ha escrito su historia, clara, enternecedora.<br />

Ni el autor ni el contenido <strong>de</strong>l libro nos son <strong>de</strong>sconocidos.<br />

7


Para el autor, nuestra gratitud. Para la obra, <strong>de</strong> la cual muchos habéis sido actores y<br />

protagonistas, el ruego <strong>de</strong> que se'a en verdad, como se dice en el Prólogo, antes citado:<br />

"Lección diaria en el martirio lento <strong>de</strong> nuestra vida."<br />

La obra ha salido, es cierto, con notorio retraso y <strong>de</strong> ello os suplico nos perdonéis. Fueron<br />

muchas y justificadas las causas que lo motivaron.<br />

Alguno podría, tal vez, objetar que, 'a la distancia <strong>de</strong> once años, ya no es oportuna la<br />

publicación.<br />

Me atrevo a discrepar, particularmente, <strong>de</strong> esta opinión.<br />

Entiendo que siempre es conveniente dar realce y dimensión a hechos que, al valor intrínseco<br />

<strong>de</strong> la verdad histórica, unen la eficacia 'aleccionadora <strong>de</strong> un ejemplo.<br />

No <strong>de</strong> otra suerte obra la Iglesia, nuestra Madre, cuando, en su altísima función <strong>de</strong> Maestra<br />

y Educadora, nos hace leer, todos los días, 'a los sacerdotes y religiosos, el "Martirologio".<br />

Y, antes <strong>de</strong> implorar sobre nosotros la intercesión po<strong>de</strong>rosísima <strong>de</strong> la Virgen Santa María<br />

y <strong>de</strong> los Santos, nos amonesta, grave y maternal, diciéndonos:<br />

"Preciosa a ios ojos <strong>de</strong> Dios es la muerte <strong>de</strong> sus sanios."<br />

Al dar a luz nuestro "Liber <strong>Martyr</strong>um" hemos perseguido, como fácilmente podéis adivinar,<br />

otros objetivos nobilísimos.<br />

Al acto <strong>de</strong> justicia realizado con nuestros gloriosos Hermanos que dieron su vida por Dios<br />

y por España, enten<strong>de</strong>mos, a<strong>de</strong>más, unir el acto <strong>de</strong> gratitud profundísima y sentida haci'a<br />

aquellos Bienhechores y Antiguos Alumnos que, en los momentos <strong>de</strong> la prueba y <strong>de</strong> la persecución,<br />

nos abrieron <strong>de</strong> par en par sus hogares; y más que sus hogares, sus brazos y su<br />

corazón, para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r unas vidas que hoy se prodigan generosamente en un lento martirio,<br />

en el quehacer diario <strong>de</strong> la enseñanza y <strong>de</strong>l ministerio sacerdotal.<br />

También realizamos un acto <strong>de</strong> servicio y <strong>de</strong> obediencia al secundar el <strong>de</strong>seo, tantas veces<br />

reiter'ado, <strong>de</strong> nuestros Superiores Mayores, <strong>de</strong> que se recojan y publiquen las vidas ejemplares<br />

<strong>de</strong> nuestros Hermanos, con el fin <strong>de</strong> formar con ellas los Anales <strong>de</strong> la Congregación.<br />

A las razones apuntadas hemos <strong>de</strong> añadir otra valiosísima, <strong>de</strong> actualidad y <strong>de</strong> 'apremio.<br />

Conocida es <strong>de</strong> todos la nobilísima iniciativa <strong>de</strong>l Excmo. y Rvdmol. señor Arzobispo <strong>de</strong><br />

Valladolid.<br />

En el Santuario Nacional <strong>de</strong> la Gran Promesa se ha levantado el Altar <strong>de</strong> Jesucristo,<br />

Rey <strong>de</strong> los Mártires. El santo arzobispo <strong>de</strong>sea que en las urnas <strong>de</strong>l altar se <strong>de</strong>positen, en<br />

artísticos Álbumes, los "nombres gloriosísimos <strong>de</strong> nuestros Prelados, Sacerdotes, Religiosos y<br />

Seminaristas muertos por Dios y por España en la pasada Cruzada."<br />

A l'a iniciativa han respondido unánimemente las Diócesis y los Institutos Religiosos. Nosotros<br />

no po<strong>de</strong>mos faltar a la cita. Y allí irá también nuestra obra, ricamente encua<strong>de</strong>rnada,<br />

para que sea una "lámpara más, encendida y llameante, <strong>de</strong>l Santuario Nacional".<br />

Por otra parte, nuestro venerado Rector Mayor, siempre atento y vigilante, siempre ingenioso<br />

y previsor, ha encargado al cronista oficial <strong>de</strong> la Congregación, al eminente historiador<br />

y humanista don Eugenio Ceria, una obra nueva. Le ha dicho que ofrezca a la Congregación<br />

unos "Medallones" <strong>de</strong> salesianos ilustres que se'an cátedra abierta y elocuente <strong>de</strong>l genuino<br />

espíritu salesiano.<br />

Y el bueno <strong>de</strong> Don Ceria, con la docilidad y el cariño que le distinguen, ha puesto manos<br />

a la obra y ya está lista para la estampa un'a larga teoría <strong>de</strong> "varones ilustres" <strong>de</strong> nuestra<br />

amada Congregación; nombres aureolados <strong>de</strong> prestigio y <strong>de</strong> santidad, figuras colos'ales que<br />

escribieron, con Don Bosco, la leyenda dorada <strong>de</strong> los primeros tiempos <strong>de</strong>l Oratorio...<br />

Entiendo que esta iniciativa hará un bien inmenso, sobre todo a las nuevas promociones<br />

<strong>de</strong> aspirantes que llenan hasta el completo nuestras c'asas <strong>de</strong> formación.<br />

"Otros hijos numerosos emularán las glorias <strong>de</strong> tus padres." (Ps. 44, 17.)<br />

Contribuya, humil<strong>de</strong>mente, nuestro "Liber <strong>Martyr</strong>um" a este santo empeño, aleccionador<br />

<strong>de</strong> las juventu<strong>de</strong>s salesianas, y sea también cátedra abierta y lección perenne y luminosa para<br />

los que, todos los dias, tenemos a nuestros gloriosos Hermanos Mártires en la mente, en el<br />

corazón, en los labios, y sobre todo, en las obras y en la conducta.<br />

Barcelona, 1 <strong>de</strong> Abril <strong>de</strong> 1950. Año Santo y Día <strong>de</strong> la Victoria.<br />

FLORENCIO SÁNCHEZ<br />

Inspector<br />

8


PROLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN<br />

Los conocí a todos.<br />

Los traté.<br />

Viví con algunos <strong>de</strong> ellos largo tiempo y en verda<strong>de</strong>ra intimidad.<br />

Los tuve a todos por búlenos salesianos; y a algunos <strong>de</strong> ellos por santos en todo el alto<br />

y verda<strong>de</strong>ro valor <strong>de</strong> la palabra.<br />

Sellaron la fe con la rúbrica <strong>de</strong> la sangre.<br />

Ninguna mente sana pondrá jamás en duda <strong>de</strong> que fueron muertos por_ el odio que tenían<br />

sus verdugos a Cristo.<br />

El crimen social y político que venían cometiendo fue el consagrar la vida, toda la vida<br />

a los hijos <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong>l trabajo; en la enseñanza popular, profesional o media.<br />

Vivieron alejados, por la exigencia <strong>de</strong> un trabajo abrumador y por la propia profesión<br />

salesiana, hasta <strong>de</strong> conversaciones partidistas.<br />

Por la gracia <strong>de</strong> Dios en las almas, y con ella por la paz y la justicia social pasaron años<br />

y años en la oscuridad <strong>de</strong>l trabajo; sin jamás bajar a la arena en la que se reñían las batallas<br />

<strong>de</strong> intereses terrenos.<br />

No pensaron en sí, sino en los otros.<br />

Fueron almas puras enamoradas <strong>de</strong> la Eucaristía y <strong>de</strong> María Auxiliadora, <strong>de</strong>l Vicario <strong>de</strong><br />

Cristo y <strong>de</strong> los pobres.<br />

Vivieron en la alegría <strong>de</strong> hermanos, unidos estrechamente entre si y con los Superiores.<br />

Dios los halló dignos y los hizo héroes <strong>de</strong> la fe, ornados con la púrpura <strong>de</strong>l martirio.<br />

¡<strong>Lauros</strong> y <strong>palmas</strong>!<br />

Vencieron.<br />

Triunfan coronados en la Gloria; y son ellos los muertos que mandan.<br />

La floración, copiosa y escogida, como nunca, <strong>de</strong> vocaciones salesianas, la creación <strong>de</strong><br />

otras Inspectorías, la siembra <strong>de</strong> pujantes fundaciones, el número jamás soñado <strong>de</strong> alumnos<br />

* eutasTasfas, el gran cariño y adhesión a la Congregación Salesiana por parte <strong>de</strong> los Antiguos,<br />

el mayor vigor religioso y social <strong>de</strong> su Fe<strong>de</strong>ración, el más <strong>de</strong>cidido y más certero salesianismo<br />

<strong>de</strong> mis hermanos, los ejemplares salesianos que peregrinan por el valle <strong>de</strong> lágrimas, son<br />

lluvia <strong>de</strong> bendición que nuestros mártires hacen <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la manos <strong>de</strong> la misericordia<br />

<strong>de</strong> Dios.<br />

¡<strong>Lauros</strong> y .<strong>palmas</strong>!<br />

Un día, así lo esperamos <strong>de</strong> la bondad <strong>de</strong> Dios, el Vicario <strong>de</strong> Jesucristo en la Tierlra<br />

pondrá sello <strong>de</strong> infalibilidad a la persuasión que los salesianos tenemos, <strong>de</strong>clarando el martirio<br />

<strong>de</strong> nuestros hermanos.<br />

En tanto, que esas gotas <strong>de</strong> sangre nos alienten, 'a los Salesianos en la heroicidad diaria<br />

<strong>de</strong> nuestra profesión, a los alumnos <strong>de</strong> ayer y <strong>de</strong> hoy en la fiel correspon<strong>de</strong>ncia a las enseñanzas<br />

recibidas; a los Cooperadores, en la difusión hogareña y social <strong>de</strong> su espíritu, en fcl ser<br />

la mano larga <strong>de</strong> la Congregación Salesiana, su <strong>de</strong>fensa, su apoyo, su consuelo.<br />

Valencia, 26 <strong>de</strong> Septiembre <strong>de</strong> 1957.<br />

9<br />

MARCELINO, Arzobispo <strong>de</strong> Valencia


En vísperas <strong>de</strong>l Alzamiento<br />

Aún recientes las heridas que en nuestra Inspectoría <strong>de</strong>jaran las tristes jornadas<br />

<strong>de</strong> Mayo <strong>de</strong> 1931, una nueva prueba infinitamente más dolorota vino a<br />

interrumpir nuestras tareas, a <strong>de</strong>struir nuestros Colegios y a arrebatarnos violentamente<br />

los mejores Hermanos.<br />

Como consecuencia <strong>de</strong> los luctuosos sucesos <strong>de</strong> Mayo, quedaron arruinadas<br />

por el incendio o el saqueo las Casas <strong>de</strong> la región alicantina, sin que los calamitosos<br />

tiempos transcurridos bajo el signo <strong>de</strong> la República permitieran su resurgimiento.<br />

Tan sólo la Casa <strong>de</strong> Alcoy, pasados los primeros días <strong>de</strong> zozobra, pudo,<br />

sin graves obstáculos, reanudar su misión educadora.<br />

No así la <strong>de</strong> Villena, que hubo <strong>de</strong> arrastrar un período <strong>de</strong> <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia, especialmente<br />

a raíz <strong>de</strong> las elecciones <strong>de</strong> Febrero <strong>de</strong> 1936, en que ya comenzó el<br />

calvario <strong>de</strong> los salesianos resi<strong>de</strong>ntes en aquella ciudad.<br />

Las Escuelas <strong>de</strong> Alicante, completamente <strong>de</strong>struidas por el incendio y el<br />

saqueo subsiguiente, empezaban a levantarse, gracias a la infatigable actividad<br />

<strong>de</strong> aquel eximio y santo sacerdote que se llamó don Silverio Maquiera y <strong>de</strong>l<br />

hermano coadjutor don Pablo Jiménez, los cuales, contra viento y marea y<br />

ayudados por un grupo <strong>de</strong> celosos ex alumnos, habían conseguido habilitar para<br />

clases y capilla alguno <strong>de</strong> los locales menos perjudicados.<br />

El Seminario <strong>de</strong> Campello quedó tan <strong>de</strong>strozado a consecuencia <strong>de</strong>l incendio,<br />

que era por completo inhabitable. Se tuvo, pues, que abandonar; y para<br />

aten<strong>de</strong>r a la formación <strong>de</strong> los Aspirantes se volvió a habilitar la vieja casa <strong>de</strong><br />

San Vicente <strong>de</strong>is Horts, cerca <strong>de</strong> Barcelona, cerrada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muchos años.<br />

El magnífico Colegio <strong>de</strong> Valencia no sufrió ningún daño en aquella ocasión;<br />

por lo que, al comenzar el curso escolar <strong>de</strong> 1931-32, pudo reanudar su floreciente<br />

actividad, con mayor afluencia <strong>de</strong> alumnos. Aún más: el nuevo Director,<br />

don Antonio Martín, reformó el antiguo caserón <strong>de</strong>l Externado, convirtiéndolo<br />

en uno <strong>de</strong> los Grupos Escolares mejor dotados <strong>de</strong> la capital levantina. En él<br />

recibían educación e instrucción gratuita más <strong>de</strong> quinientos niños <strong>de</strong> la barriada<br />

<strong>de</strong> Sagúnto y <strong>de</strong> los puebleeitos cercanos.<br />

Por lo que respecta a las Casas <strong>de</strong> la región catalana, no sufrieron ningún<br />

13


perjuicio, ni en aquellos días <strong>de</strong> «expansión popular» ni en los sucesos <strong>de</strong>l 6 <strong>de</strong><br />

Octubre <strong>de</strong> 1934; por lo que no interrumpieron en ningún momento su labor<br />

educadora.<br />

Lo mismo pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse <strong>de</strong> las Casas <strong>de</strong> Ciuda<strong>de</strong>la, Huesca y Pamplona,<br />

adon<strong>de</strong> no llegó por entonces la ola revolucionaria.<br />

Así las cosas, se llegó a Julio <strong>de</strong> 1936.<br />

FALSAS IMPUTACIONES<br />

Dos fueron, principalmente, las acusaciones sobre las que los elementos revolucionarios<br />

basaban la legitimidad <strong>de</strong> sus ataques contra las Ór<strong>de</strong>nes y Congregaciones<br />

religiosas.<br />

Las acusaban, en primer lugar, <strong>de</strong> que hacían política, convirtiendo los conventos<br />

en focos <strong>de</strong> conspiración, en cuyo seno se fraguaba la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> la<br />

República.<br />

Los que conocen a los Salesianos, saben perfectamente que nuestra política,<br />

en expresión <strong>de</strong> San Juan Bosco, «es la política <strong>de</strong>l Padre Nuestro», esto es:<br />

exten<strong>de</strong>r el reino <strong>de</strong> Dios mediante la cristiana educación <strong>de</strong> la juventud, a la<br />

que se imparte no sólo el pan espiritual <strong>de</strong> la Religión y <strong>de</strong> la Cultura, sino<br />

también el pan nuestro <strong>de</strong> cada día, el pan material que satisface sus necesida<strong>de</strong>s<br />

corporales.<br />

Por otra parte, nos hallábamos tan ajenos a lo que sucedía <strong>de</strong> puertas<br />

afuera, que el Movimiento nos sorprendió a todos <strong>de</strong> improviso.<br />

Los hermanos <strong>de</strong> la región levantina se hallaban congregados en la Casa<br />

<strong>de</strong> Valencia haciendo los Ejercicios Espirituales. Los presidía el Muy Reverendo<br />

señor Inspector don José Calasanz.<br />

Las casas <strong>de</strong> la región catalana fueron sorprendidas <strong>de</strong> la misma manera:<br />

los Salesianos <strong>de</strong> Mataró habían realizado, la semana anterior a los sucesos, su<br />

tradicional paseo veraniego, recorriendo en autocar los monumentos religiosos<br />

y arqueológicos <strong>de</strong> Vich, Solsona, Ripoll y San Juan <strong>de</strong> las Aba<strong>de</strong>sas.<br />

En Sarria se preparaba la clausura <strong>de</strong>l curso con el reparto <strong>de</strong> premios, que<br />

<strong>de</strong>bía verificarse, precisamente, el 19 <strong>de</strong> Julio.<br />

Las Casas <strong>de</strong> formación <strong>de</strong> San Vicente <strong>de</strong>is Horts y el Tibidabo habían<br />

terminado sus exámenes aquella misma semana y el sábado, 18, se hallaban<br />

reunidas en la cumbre <strong>de</strong>l Tibidabo para rendir tributo <strong>de</strong> afecto al señor Director,<br />

don Ernesto Miglietti, que aquel día celebraba su cumpleaños.<br />

Los Novicios y Estudiantes <strong>de</strong> Filosofía, <strong>de</strong> Gerona, se preparaban a recibir<br />

a los nuevos postulantes, a quienes esperaban el domingo, 19, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l<br />

Tibidabo.<br />

Todas las casas, pues, <strong>de</strong>sarrollaban su vida normal y se hallaban completamente<br />

<strong>de</strong>sprevenidas ante la inminencia <strong>de</strong> los sucesos.<br />

* * *<br />

Otra <strong>de</strong> las acusaciones que se hacían correr entre las masas obreras era la<br />

referente a los arsenales dé armas que se guardaban en los conventos.<br />

El que haya entrado en alguna casa salesiana, habrá podido observar que<br />

no hay en ella clausura ni misterio alguno. Todo está a la vista. Los niños, los<br />

14


Antiguos Alumnos, se meten por todas partes, Y nadie, jamás, ha podido observar<br />

la menor señal <strong>de</strong> tales armas. Ni las teníamos ni había motivo para tenerlas.<br />

Nuestras armas han sido siempre la caridad y el sacrificio. Con ellas<br />

hemos conquistado en todo tiempo y lugar las almas para Cristo, que es la<br />

única misión que la Provi<strong>de</strong>ncia nos ha confiado.<br />

Para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rnos contábamos —con harta candi<strong>de</strong>z por cierto, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> la experiencia <strong>de</strong> 1931— con la protección <strong>de</strong> las Autorida<strong>de</strong>s; y sobre todo<br />

cpn nuestra actuación constante en pro <strong>de</strong> la juventud obrera a la que, especialmente,<br />

prodigamos nuestros <strong>de</strong>svelos.<br />

La leyenda <strong>de</strong> las armas <strong>de</strong> los conventos ha sido forjada, <strong>de</strong> consuno, por<br />

la malicia y el miedo. Vaya un botón <strong>de</strong> muestra.<br />

Era la noche <strong>de</strong>l 11 <strong>de</strong> Mayo <strong>de</strong> 1931. Una inmensa muchedumbre ro<strong>de</strong>aba<br />

el edificio <strong>de</strong> nuestras Escuelas <strong>de</strong> Alicante, don<strong>de</strong> recibían educación gratuita<br />

unos ochocientos niños <strong>de</strong> las más humil<strong>de</strong>s clases sociales.<br />

El miedo, azuzado por propagandas maliciosas, había hecho creer a las<br />

turbas engañadas, que en el Colegio se guardaba un verda<strong>de</strong>ro arsenal <strong>de</strong><br />

armas y que su conquista había <strong>de</strong> resultar una verda<strong>de</strong>ra epopeya.<br />

Después que hubieron prendido fuego al salón-teatro y a la iglesia, echaron<br />

abajo, con una enorme viga a.manera <strong>de</strong> ariete, la puerta principal e irrumpieron<br />

en el edificio. En el primer rellano <strong>de</strong> la escalera esperaban a las turbas<br />

amotinadas los religiosos, armados... con el Santo Viático, que aquel santo<br />

— y luego mártir^- don Recaredo <strong>de</strong> los Ríos, les había administrado entre el<br />

crepitar <strong>de</strong> las llamas y el ensor<strong>de</strong>cedor griterío <strong>de</strong> la turba enfurecida.<br />

Subían los primeros asaltantes arrimados a la pared, con el fusil echado a<br />

la cara, gritando y amenazando, para ahuyentar su miedo, que no se les pasó<br />

hasta que vieron a todos los Salesianos formando grupo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los niños,<br />

con los brazos cruzados sobre el pecho o las manos enlazadas con el santo<br />

Rosario.<br />

Tan sólo entonces, aquellos valientes se arrojaron como fieras sobre los<br />

in<strong>de</strong>fensos religiosos, haciéndolos objeto <strong>de</strong> las más innobles befas y <strong>de</strong> los tratos<br />

más crueles.<br />

Al día siguiente un diario local jaleaba la valentía <strong>de</strong> aquellos héroes «que,<br />

a pecho <strong>de</strong>scubierto, habían asaltado y conquistado el Convento-Fortaleza <strong>de</strong><br />

los Salesianos» «Diario <strong>de</strong> Alicante», 12 <strong>de</strong> Mayo <strong>de</strong> 1931).<br />

¿De dón<strong>de</strong> procedía la siniestra fama <strong>de</strong> «fortaleza» con que los atemorizaba<br />

nuestro colegio? Sencillamente: teníamos un cañoncito <strong>de</strong> juguete, <strong>de</strong><br />

los llamados <strong>de</strong> fuegos japoneses. Los días festivos, para solaz <strong>de</strong> los centenares<br />

<strong>de</strong> niños que acudían al Oratorio, se solía atracar con caramelos y se<br />

disparaba aquel formidable «Bertha», que <strong>de</strong>rramaba una lluvia <strong>de</strong> dulces y<br />

confites sobre la alegre turba infantil.<br />

En hechos semejantes o en fundamentos aún más ridículos se basaba, en<br />

muchos casos, la leyenda <strong>de</strong>l armamento <strong>de</strong> los conventos.<br />

Lo que en realidad se buscaba era un pretexto cualquiera para disfrazar la<br />

calumnia, y cohonestar <strong>de</strong>spués la <strong>de</strong>strucción y ruina <strong>de</strong> aquellos edificios,<br />

seguida, no pocas veces, <strong>de</strong>l martirio <strong>de</strong> sus inocentes moradores.<br />

Así fueron <strong>de</strong>struidas nuestras casas.<br />

Pero la Divina Provi<strong>de</strong>ncia, que todo lo gobierna con miras a sus altos<br />

fines, ha hecho que, pasado el vendaval revolucionario, volvieran a resurgir <strong>de</strong><br />

sus ruinas. No sólo: apenas disipado el humo <strong>de</strong> la tragedia, se han erigido<br />

nuevos colegios y nuevas escuelas, en don<strong>de</strong>, con renovado entusiasmo, los<br />

15


hijos <strong>de</strong> San Juan Bosco continúan <strong>de</strong>sempeñando su alta misión educadora.<br />

Ya durante la Cruzada, y en la zona Nacional, se abrieron los nuevos Colegios<br />

<strong>de</strong> Deusto, Azcoitia y Huesca (San Lorenzo).<br />

Y terminada la guerra, volvieron a actuar los antiguos, con penas y sacrificios,<br />

sí, pero con un florecimiento extraordinario.<br />

Y pese a las circunstancias económicas tan angustiosas <strong>de</strong> la post-guerra<br />

y a la escasez <strong>de</strong> personal motivada por el crecido martirologio <strong>de</strong> nuestra Inspectoría,<br />

se erigieron nuevas casas en Barcelona (Horta), Zaragoza, Valencia<br />

(Ruzafa) y Burriana, mientras están en curso <strong>de</strong> apertura otras varias (1).<br />

Es la bendición <strong>de</strong> Dios. Es la protección <strong>de</strong> nuestros Mártires.<br />

(1) Al publicar esta segunda edición nos cabe la satisfacción <strong>de</strong> completar el elenco <strong>de</strong><br />

las huevas fundaciones con las siguientes: Arbós (Noviciado), Barcelona-Horta (Teologado<br />

<strong>de</strong> Martí-Codolar), Barcelona (Parroquia San Juan Bosco), Monzón, Huesca (Resi<strong>de</strong>ncia),<br />

Pamplona (Huarte), Ripoll, La Álmunia <strong>de</strong> Doña Godina, Cabezo <strong>de</strong> Torres, Andorra <strong>de</strong> Teruel,<br />

Badalona, Reus...<br />

16


VALENCIA<br />

EN PLENOS EJERCICIOS<br />

Des<strong>de</strong> la memorable noche <strong>de</strong>l 11 <strong>de</strong> Julio, en que un grupo <strong>de</strong> falangistas<br />

asaltaron el Estudio <strong>de</strong> «Radio Valencia» para proclamar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su micrófono<br />

el comienzo <strong>de</strong>l Alzamiento, flotaba en el ambiente <strong>de</strong> la capital levantina un<br />

vago temor, acompañado <strong>de</strong> una especie <strong>de</strong> colapso general, precursor <strong>de</strong> graves<br />

acontecimientos.<br />

. A pesar <strong>de</strong> todo, con esa tranquila indiferencia que nace <strong>de</strong> la confianza en<br />

Dios y en las <strong>de</strong>cisiones <strong>de</strong> los Superiores, al llegar la fecha <strong>de</strong> los Ejercicios<br />

Espirituales se reunieron en el Colegio <strong>de</strong> Valencia cerca <strong>de</strong> cuarenta Salesianos<br />

proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> las casas <strong>de</strong> Alcoy, Villena y Alicante, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> los<br />

resi<strong>de</strong>ntes en el colegio citado.<br />

Los Ejercicios comenzaron el día 16, festividad <strong>de</strong> la Virgen <strong>de</strong>l Carmen.<br />

Predicaba las Meditaciones don Ricardo Nácher y las Instrucciones el Director<br />

<strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Alicante, Rvdo. don Silverio Maquiera. Los presidía el señor<br />

Inspector, el llorado Padre Calasanz. Con su autorización y consejo algunos<br />

Salesianos seguían por la radio la marcha <strong>de</strong> los acontecimientos; pero el buen<br />

Padre, tanto por convicción como por tranquilizar a los <strong>de</strong>más, procuraba quitar<br />

importancia a las noticias alarmantes, animando a los Salesianos a hacer<br />

santamente los Ejercicios, sin preocuparse por lo que pudiera ocurrir.<br />

A pesar <strong>de</strong> ello, no se podía disipar <strong>de</strong>l todo la negra nube <strong>de</strong> presentimientos<br />

y temores que flotaba en el ambiente.<br />

El domingo, día 19, ante las noticias recibidas <strong>de</strong>l Alzamiento en Marruecos,<br />

el Frente Popular se lanzó a la calle, asaltó las armerías y se adueñó <strong>de</strong> la<br />

población. Empezó el cacheo y la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> los sospechosos, y para inaugurar<br />

<strong>de</strong>bidamente su dominio, las turbas rojas prendieron fuego a la magnífica<br />

iglesia <strong>de</strong> los Santos Juanes, joyel artístico <strong>de</strong> incomparable belleza.<br />

La actitud expectante e in<strong>de</strong>cisa <strong>de</strong> la guarnición no permitió a las turbas<br />

entregarse <strong>de</strong> lleno a sus fechorías, contentándose aquel día con <strong>de</strong>sahogar su<br />

ira contra el grandioso edificio <strong>de</strong> los Dominicos y el Colegio <strong>de</strong> Santo Tomás<br />

<strong>de</strong> Villanueva, que fueron impunemente saqueados.<br />

Al atar<strong>de</strong>cer, las noticias que se reciben proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> Madrid y Barce-<br />

2.— <strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

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lona llenan <strong>de</strong> entusiasmo a las turbas, que proclaman su júbilo en ruidosas manifestaciones<br />

callejeras.<br />

El señor Inspector, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las oraciones <strong>de</strong> la noche, recomienda a todos<br />

tranquilidad y pru<strong>de</strong>ncia, pero sobre todo confianza en Dios. Mientras la comunidad<br />

se retira a <strong>de</strong>scansar, algunos hermanos, junto al aparato <strong>de</strong> radio,<br />

logran captar las inflamadas arengas <strong>de</strong>l General Queipo <strong>de</strong> Llano, que les proporcionan<br />

una inyección <strong>de</strong> optimismo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las <strong>de</strong>soladoras noticias <strong>de</strong> la<br />

jornada. Otros recorren la casa, vigilando la calle a través <strong>de</strong> las persianas,<br />

o montan guardia en los patios. El Padre Calasanz, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> la terraza,<br />

contempla, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> algunos Salesianos, las llamaradas que aún brotan gigantescas<br />

<strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> los Santos Juanes.<br />

Amanece el día 20, y a pesar <strong>de</strong> la mala noche transcurrida y <strong>de</strong> la intranquilidad<br />

que domina a todos, se prosiguen con regularidad los Ejercicios. Don<br />

Ricardo Nácher, a quien han venido a buscar sus familiares alarmados, se ha<br />

refugiado en casa <strong>de</strong> su madre, y don Recaredo <strong>de</strong> los Ríos, que le sustituye<br />

en la predicación <strong>de</strong> las meditaciones, aborda el tema <strong>de</strong> la Muerte: «Para los<br />

que mueren en el Señor, no se les arrebata la vida, sino que se cambia por otra<br />

mejor.» Tal es su tema. ¿Presentimientos?<br />

Mientras tanto, en la capital se ha <strong>de</strong>clarado la huelga general revolucionaria.<br />

Tal vez por este motivo las turbas se abstienen por aquel día <strong>de</strong> proseguir<br />

sus saqueos e incendios; pero continúan dueñas <strong>de</strong> la calle. La llegada,<br />

a primeras horas <strong>de</strong> la mañana, <strong>de</strong> Martínez Barrios, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Madrid,<br />

<strong>de</strong>sorganiza los preparativos <strong>de</strong> las fuerzas armadas, y Valencia se pier<strong>de</strong> para<br />

el Movimiento.<br />

Llegada la noche, <strong>de</strong> nuevo insiste el señor Inspector en la necesidad idq<br />

conservar la calma. Recomienda que todos se retiren a <strong>de</strong>scansar, pues ya quedará<br />

montada una ronda <strong>de</strong> vigilancia para que vele el sueño <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más.<br />

En caso <strong>de</strong> peligro, se avisará inmediatamente a todos.<br />

COMIENZA EL ASEDIO<br />

Casi todos se acuestan, mientras otros intensifican la vigilancia. Poco <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> medianoche, el grupo que junto a la radio captaba las noticias <strong>de</strong><br />

España, cree conveniente que salgan algunos, vestidos <strong>de</strong> paisano, a dar una<br />

vuelta y enterarse, <strong>de</strong> vista, <strong>de</strong> la situación <strong>de</strong> la ciudad. El Director <strong>de</strong> la casa,<br />

don Antonio Martín, y don Juan Imbert se disponen a salir; mas en el momento<br />

<strong>de</strong> asomarse al exterior, les llama la atención la repentina llegada <strong>de</strong><br />

dos coches que, frenando rápidamente se <strong>de</strong>tienen, el uno frente a la portería<br />

y el otro junto al Centro <strong>de</strong> la Derecha Regional Valenciana, situado enfrente.<br />

Los presuntos exploradores vuelven a encerrarse en seguida en el colegio.<br />

Refiere don Basilio Bustillo, Prefecto <strong>de</strong> la casa:<br />

«Cansado por dos noches pasadas en vela, me encerré, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las oraciones,<br />

en mi habitación, para <strong>de</strong>scansar un poco. A eso <strong>de</strong> medianoche me<br />

<strong>de</strong>spiertan unos golpes dados a mi puerta y oigo la voz <strong>de</strong> don Jaime Buch,<br />

que me dice!:<br />

—Unos hombres llaman a la puerta <strong>de</strong> la calle y quieren entrar.<br />

Salto inmediatamente <strong>de</strong> la cama y acompañado <strong>de</strong>l buen hermano, entro<br />

en la Biblioteca, y encaramándome sobre el alféizar <strong>de</strong> la ventana, distingo<br />

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ante la puerta <strong>de</strong>l colegio un coche ligero y en <strong>de</strong>rredor un grupo <strong>de</strong> gente<br />

joven. Apenas me ven, me dicen con imperio:<br />

—Abran en seguida.<br />

— ¿Qué quieren?<br />

—Somos agentes <strong>de</strong> la Autoridad.<br />

Yo veía brillar en sus manos las pistolas.<br />

•—Está bien. Esperen un momento mientras vamos a buscar la llave.<br />

—Que se que<strong>de</strong> uno en la ventana.<br />

—Ya me quedo yo. Éste irá a buscar la llave.<br />

Y mientras en voz baja <strong>de</strong>cía a don Jaime que no abriera, sino que al<br />

contrario, fuera a <strong>de</strong>spertar a todo el mundo, advertí una peligrosa maniobra<br />

en aquellos individuos. Rápido como el rayo, me <strong>de</strong>jé caer <strong>de</strong>l alféizar, mientras<br />

sonaba una nutrida <strong>de</strong>scarga.<br />

Rápidamente volví a mi cuarto y me apresuré a vestirme <strong>de</strong> paisano. Poco<br />

<strong>de</strong>spués me reunía con los <strong>de</strong>más Salesianos que ya estaban agrupados en el<br />

corredor <strong>de</strong> las clases y escalera principal.<br />

Era la una <strong>de</strong> la noche. Los Salesianos, en torno <strong>de</strong>l señor Inspector, no<br />

sabían qué partido tomar. Prevaleció la resolución <strong>de</strong> no abrir sino a la fuerza<br />

pública, previa garantía <strong>de</strong> seguridad personal para todos los Salesianos. En<br />

la calle reinaba profundo silencio, interrumpido tan sólo por algún disparo<br />

suelto o algún grito lejano. Estaban tomadas todas las esquinas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

se acechaba cualquier movimiento en el colegio. Cuando divisaban por algún<br />

resquicio el menor rayo <strong>de</strong> luz, disparaban en el acto. No se atrevían a penetrar<br />

en el edificio <strong>de</strong> noche. Seguramente temían caer en alguna trampa,<br />

y aguardaban impacientes las primeras luces <strong>de</strong>l día para <strong>de</strong>cidirse al asalto.<br />

Y mientras tanto.^ los in<strong>de</strong>fensos religiosos, angustiados, presintiendo a<br />

cada instante la muerte, en <strong>de</strong>vota y ferviente oración, se preparaban a cumplir<br />

los <strong>de</strong>signios <strong>de</strong> la Provi<strong>de</strong>ncia.»<br />

LLAMADA DE AUXILIO<br />

Don Basilio bajó al teléfono. Era el único recurso. Tal vez las autorida<strong>de</strong>s<br />

enviaran fuerza armada para que hiciera retirarse a los forajidos. He aquí<br />

cómo refiere el fracaso <strong>de</strong> sus proyectos.<br />

«En dos saltos me planté en el teléfono. ¡Cuántos números que no tenían<br />

quien respondiera!...<br />

Puse el número <strong>de</strong>l Cuartel <strong>de</strong> la Guardia Civil <strong>de</strong>l distrito. Sonaba sin<br />

cesar; siempre ocupado. Por fin me dan comunicación.<br />

>—¿Cuartel <strong>de</strong> la Guardia Civil <strong>de</strong> Arrancapins?<br />

—Sí, señor.<br />

—Aquí, los Salesianos.<br />

—No po<strong>de</strong>mos aten<strong>de</strong>rle.<br />

Y cortan la comunicación. De nuevo a buscar otro asi<strong>de</strong>ro.<br />

—¿La Policía?<br />

—Diga. 4-<br />

—Aquí, los Salesianos... "~<br />

—Muy bien. Avisaré.<br />

Por fin un amigo <strong>de</strong>l Cuerpo <strong>de</strong> Seguridad me aseguró que salía ya la<br />

fuerza en nuestro socorro.<br />

20


En efecto; a poco se oyó el acompasado trotar <strong>de</strong> los caballos sobre los adoquines<br />

<strong>de</strong>l pavimento; pero ni los gritos que lanzamos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el piso bajo ni las<br />

llamadas hechas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la terraza por unos clérigos, llamándolos en nuestro<br />

socorro, lograron <strong>de</strong>tenerlos; siguieron impasibles su ronda y acabaron por<br />

alejarse.<br />

Volví al teléfono. Era ya la tercera o cuarta vez que llamaba al Gobierno<br />

Civil. Por fin no colgaron el aparato.<br />

•—Sí; aquí, Gobierno Civil.<br />

—Ya les he dicho varias veces que aquí nos encontramos más <strong>de</strong> cuarenta<br />

personas <strong>de</strong> bien, cercadas por un grupo <strong>de</strong> pistoleros.<br />

— Pues, ¿qué pasa?<br />

•—Que unos jóvenes nos cercan y quieren que les abramos las puertas <strong>de</strong>l<br />

colegio; pero mientras tanto, disparan contra nosotros.<br />

•—Son representantes <strong>de</strong> la autoridad y están ahí para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rlos.<br />

—Yo no he visto <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r a nadie disparándole tiros...<br />

•—¿Pero se dispara contra uste<strong>de</strong>s?<br />

—No lo sé; pero varios proyectiles han atravesado nuestras ventanas.<br />

Y colgaron. De nuevo volví a llamar;<br />

'—Oiga, ¿puedo hablar con el señor Gobernador?<br />

—Espere... Diga.<br />

—¿El señor Gobernador?<br />

—Diga.<br />

Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> exponer <strong>de</strong> nuevo nuestra crítica situación y <strong>de</strong> escuchar las<br />

mismas frases, no pu<strong>de</strong> contener mi coraje y le llamé, en castellano, lo que por<br />

su cobar<strong>de</strong> actuación merecía. No <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> hacerle mucha mella.<br />

¿A dón<strong>de</strong> acudir?<br />

Entre llamada y llamada, siempre a oscuras, corría al piso superior. Allí<br />

estaba el Padre Calasanz, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más hermanos, resignados y abatidos.<br />

Los menos animosos rechazaban toda palabra <strong>de</strong> alivio y los más inquietos<br />

me acosaban a preguntas.<br />

Miré a la calle a través <strong>de</strong> las persianas. Debí <strong>de</strong> hacer algún ruido o movimiento<br />

sospechoso, porque al instante oí:<br />

.—A ese que se asoma a la ventana. ¡Fuego!<br />

Se oyó una <strong>de</strong>scarga. Las balas pasaron rozando a don Recaredo y al señor<br />

don Martín Goicoechea, que rezaban tranquilamente el Rosario paseando a lo<br />

largo <strong>de</strong>l corredor.<br />

—Llame a algún amigo —me insinuó el señor Inspector.<br />

Y llamé al Comandante Díaz, <strong>de</strong> la Guardia Civil, el cual había tenido a<br />

sus hijos en nuestro colegio. No dormía en casa. Su señora logró ponerme<br />

en comunicación con él; todo en vano. No tenía mando. No podía hacer nada,<br />

pero insistiría cerca <strong>de</strong>l jefe.<br />

Más tar<strong>de</strong> supe que el <strong>de</strong>stacamento <strong>de</strong> la Guardia Civil que llegó al colegio<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l asalto, fue enviado gracias a su interés y esfuerzo.»<br />

LA COMUNIÓN<br />

Avanzaba la noche. Y ante el temor <strong>de</strong> una posible profanación, don Recaredo<br />

<strong>de</strong> los Ríos, acompañado por otro sacerdote, fue a la parroquia para salvar<br />

la Sagrada Eucaristía. A poco volvió trayendo los Vasos Sagrados. Allí<br />

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mismo, unos <strong>de</strong> pie, otros <strong>de</strong> rodillas, previa la absolución general, fueron recibiendo<br />

las Sagradas Formas, con el fervor que es <strong>de</strong> suponer ante la consi<strong>de</strong>ración<br />

<strong>de</strong> la muerte próxima, oyendo el intermitente crepitar <strong>de</strong> las armas<br />

<strong>de</strong> fuego y presintiendo el próximo asalto <strong>de</strong> las turbas enfurecidas. ¿Sería<br />

tal vez la última Comunión? Para algunos lo fue.<br />

Con el Santo Viático en el corazón, se levantaron un tanto los ánimos. Las<br />

tinieblas <strong>de</strong> la noche amparan e incitan al crimen. Pero con la luz <strong>de</strong>l día las<br />

fieras suelen escon<strong>de</strong>rse en sus cubiles.<br />

Así entre continuos sobresaltos fueron transcurriendo los eternos minutos<br />

<strong>de</strong> aquella noche inolvidable. Unos rezaban el Santo Rosario; otros hacían<br />

comentarios en voz baja, como si temieran que sus palabras pudiesen llegar<br />

a oídos <strong>de</strong> los asaltantes. Otros permanecían sentados en los peldaños <strong>de</strong> la<br />

escalera o paseaban nerviosos en el reducido espacio <strong>de</strong> los <strong>de</strong>scansillos.<br />

A medida que se acercaba el día, la muchedumbre iba engrosando <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong>l edificio, produciendo ese rumor característico y amenazador <strong>de</strong>l mar encrespado.<br />

De vez en cuando sobresalía alguna blasfemia, algún grito suelto...<br />

A eso <strong>de</strong> las cuatro <strong>de</strong> la mañana, cuando empieza a amanecer, se intensifican<br />

los gritos <strong>de</strong> la calle. Ha llegado la hora. Exigen que se abran las<br />

puertas. Son varios centenares los que unen sus voces en un griterío infernal,<br />

entre amenazas y blasfemias.<br />

INVASIÓN DEL EXTERNADO<br />

Viendo que no se les hace caso, atacan las puertas <strong>de</strong> la iglesia y <strong>de</strong>l<br />

Externado. Gracias a unas vigas manejadas hábilmente por unos cuantos<br />

hombres, ce<strong>de</strong>n las viejas puertas y la muchedumbre se <strong>de</strong>sparrama por el<br />

templo e inva<strong>de</strong>n el externado, en don<strong>de</strong> don Antonio Martín había levantado,<br />

a fuerza <strong>de</strong> sacrificios, unas Escuelas mo<strong>de</strong>lo, alegres, higiénicas, en don<strong>de</strong><br />

centenares <strong>de</strong> niños pobres, hijos tal vez <strong>de</strong> aquellos que las <strong>de</strong>struían, recibían<br />

educación e instrucción gratuitas.<br />

Horrible fue el saqueo <strong>de</strong> la iglesia, en don<strong>de</strong> <strong>de</strong>struyeron y quemaron<br />

cuanto se les antojaba. Así <strong>de</strong>sapareció la bellísima imagen <strong>de</strong> María Auxiliadora,<br />

que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su artístico camarín había enjugado tantas lágrimas y aliviado<br />

tantas penas. Era la imagen más hermosa salida <strong>de</strong> los Talleres-Escuela <strong>de</strong><br />

Sarria, una verda<strong>de</strong>ra joya artística. Igual suerte corrieron las <strong>de</strong>más imágenes:<br />

el titular, San Antonio Abad, Santa María <strong>de</strong> la Cabeza...<br />

En poco tiempo todo quedó <strong>de</strong>struido, reducido a un humeante montón <strong>de</strong><br />

escombros.<br />

Lo que no podían consumir las llamas lo <strong>de</strong>strozaban a hachazos, a martillazos,<br />

a golpes. Los chiquillos se apo<strong>de</strong>raron <strong>de</strong> las campanillas y correteaban<br />

por los claustros haciéndolas sonar. Unos mozalbetes, revestidos con los<br />

ornamentos sagrados, parodiaban las ceremonias <strong>de</strong>l culto entre risotadas y<br />

blasfemias.<br />

Cada vez se iban acercando más hacia el lugar en don<strong>de</strong> se hallaban los<br />

salesianos, presa <strong>de</strong>l pánico y esperando el martirio. En vista <strong>de</strong> esto y <strong>de</strong> que<br />

ya era inútil resistirse, pues con ello no harían sino acumular más odio en<br />

los asaltantes, el señor Inspector mandó abrir la puerta principal, y el hermano<br />

coadjutor señor López, se a<strong>de</strong>lantó solo.<br />

23


SE ABREN LAS PUERTAS<br />

Apenas le vieron aparecer <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la calle, todos le encañonaron con sus<br />

armas; pero él, levantando las manos, dice que va a abrir la cancela <strong>de</strong> hierro<br />

y que no hace falta tanto lujo <strong>de</strong> armas, ya que allí <strong>de</strong>ntro no encontrarían<br />

más que un grupo <strong>de</strong> religiosos in<strong>de</strong>fensos.<br />

Abierta la cancela, entraron todos en tropel. Los salesianos, ro<strong>de</strong>ando al<br />

señor Inspector, ocupaban el rellano <strong>de</strong> la escalera principal, bajo la estatua<br />

<strong>de</strong>l Sagrado Corazón <strong>de</strong> Jesús. Al ver aparecer a la turba, un grito unánime<br />

sahó <strong>de</strong> todos los pechos: «¡Viva María Auxiliadora!»<br />

El primer movimiento <strong>de</strong> los milicianos, al oir este grito y percibir aquel<br />

numeroso grupo <strong>de</strong> hombres, fue <strong>de</strong> retroce<strong>de</strong>r; pero repuestos <strong>de</strong> su repentino<br />

pánico, al ver que nadie se movía y que no tenían <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sí sino a un<br />

grupo <strong>de</strong> in<strong>de</strong>fensos religiosos que los esperaban tranquilos y resignados, se<br />

envalentonaron y esgrimieron sus armas.<br />

—Sed humanos —les suplicó don Silverio.<br />

—Manos arriba —replicaron amenazadores.<br />

Durante unos minutos quedaron in<strong>de</strong>cisos, sin saber qué partido tomar.<br />

Seguían apuntando con sus armas al grupo. El más leve movimiento por parte<br />

<strong>de</strong> los religiosos, hubiera podido provocar una hecatombe. Los salesianos rezaban<br />

fervorosamente; sus verdugos los contemplaban sin saber qué partido<br />

tomar. Fue una pausa angustiosa que duró breves instantes; pero que a todos<br />

parecieron siglos<br />

Finalmente, el que parecía jefe, a juzgar por su armamento, pistola ametralladora,<br />

se acerca un poco más y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> repetir la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> no bajar las<br />

manos si no querían que les saltasen la tapa <strong>de</strong> los sesos, comienza el cacheo.<br />

Se le juntan otros; a poco todos querían registrar a los frailes. Hubieron <strong>de</strong><br />

sufrir esta humillación hasta tres y cuatro veces...<br />

¡Pobre don Florencio, cuando se empeñaron en que levantara el brazo que<br />

le faltaba!..^<br />

Terminada esta operación, los religiosos fueron conducidos al <strong>de</strong>spacho<br />

<strong>de</strong>l señor Inspector, en don<strong>de</strong> quedaron encerrados bajo la custodia <strong>de</strong> los fusiles<br />

<strong>de</strong> los milicianos, que los encañonaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta y la ventana <strong>de</strong><br />

la terraza.<br />

Mientras tanto, una muchedumbre heterogénea, que había entrado con los<br />

milicianos, se había unido a los primeros asaltantes <strong>de</strong>l Externado y todos<br />

juntos dieron comienzo al pillaje y a la <strong>de</strong>vastación. Se oía un estrépito ensor<strong>de</strong>cedor<br />

<strong>de</strong> vidrios rotos, <strong>de</strong> muebles <strong>de</strong>strozados, puertas hundidas y algún<br />

que otro disparo producido por el nerviosismo <strong>de</strong> los milicianos. Se percibían<br />

rápidas carreras por los dormitorios y por las clases y «el pueblo» se apo<strong>de</strong>raba<br />

<strong>de</strong> todo cuanto encontraba a mano. Unos salían con una máquina <strong>de</strong> escribir;<br />

otros con sillones; otros con los trajes encontrados en la ropería. No faltaba<br />

quien ostentaba en un pañuelo un buen montón <strong>de</strong> cal<strong>de</strong>rilla y monedas <strong>de</strong><br />

plata encontradas en el <strong>de</strong>spachó <strong>de</strong>l Prefecto.<br />

Era inútil que los jefes, ora apelando a las amenazas, ora con buenas palabras,<br />

intentasen contener el pillaje. Nadie les hacía caso y ante sus mismas<br />

barbas se llevaban cuanto les venía en gana.<br />

2*


¿NO TIENES PADRE, HIJO MÍO?<br />

Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber encerrado a los salesianos en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l señor<br />

Inspector, entró un individuo preguntando por el Director don Antonio Martín.<br />

Se lo llevaron a su <strong>de</strong>spacho. Los salesianos quedaron consternados, ¿Qué le<br />

iban a hacer? Pasados unos minutos se oyó un disparo <strong>de</strong> pistola. Todos se<br />

miraron consternados; la primera víctima...<br />

Pero afortunadamente, aún no había llegado su hora. Lo sucedido lo refirió<br />

él mismo al ser <strong>de</strong>vuelto, poco <strong>de</strong>spués, pálido y <strong>de</strong>sencajado, junto a sus<br />

hermanos.<br />

Una vez en su <strong>de</strong>spacho, el jefe <strong>de</strong> los milicianos le conminó a que hiciera<br />

entrega <strong>de</strong> las armas que tenía escondidas en el colegio.<br />

Ante la afirmación resuelta y enérgica <strong>de</strong> don Antonio <strong>de</strong> que en la casa<br />

no había ninguna clase <strong>de</strong> armas, se le echaron a reir en la cara y apuntándole<br />

con sus pistolas, le quisieron obligar a revelar el secreto <strong>de</strong>l escondite. Don<br />

Antonio pa<strong>de</strong>cía <strong>de</strong>l corazón y cualquier emoción violenta le hacía temblar y<br />

le provocaba trastornos orgánicos. Pue<strong>de</strong>, pues, figurarse el estado <strong>de</strong>l ejemplar<br />

sacerdote ante aquellas violentas amenazas y a la vista <strong>de</strong> las armas <strong>de</strong><br />

fuego apoyadas en su pecho.<br />

Un mozalbete, que se distinguía entre todos por su <strong>de</strong>svergüenza y bravuconería,<br />

dijo:<br />

—A éste ya le haré hablar yo. Dejadme.<br />

Le cubrió la cabeza y el rostro con un pañuelo, le hizo colocar cara a la<br />

pared y luego, poniéndole el cañón <strong>de</strong> la pistola <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l sobaco, disparó.<br />

Fácil es imaginar la impresión que este brutal atentado produciriría en el<br />

ánimo <strong>de</strong>l mártir, <strong>de</strong>bilitado ya por tantas y tan violentas impresiones. Tan sólo<br />

tuvo fuerzas para volverse y dirigiéndose a su verdugo le dijo con voz débil:<br />

•—¿No tienes padre, hijo mío?<br />

Y cayó <strong>de</strong>svanecido.<br />

UNA VÍCTIMA<br />

Mientras tanto, la chusma seguía entregada al saqueo. En su afán <strong>de</strong> encontrar<br />

quién sabe qué tesoros ocultos, llegaron hasta el pozo que hay al pie<br />

<strong>de</strong>l monumento a Don Bosco, situado en el patio. ¡Cuál no sería su sorpresa<br />

al encontrar allí <strong>de</strong>ntro un hombre escondido!<br />

Era don Juan Imbert, que en la <strong>de</strong>sorientación <strong>de</strong> los primeros momentos<br />

creyó encontrar su salvación en aquel escondite. Encañonándole con las pistolas<br />

le obligaron a subir; y una vez fuera <strong>de</strong>l pozo, se arrojaron sobre él, le<br />

golpearon brutalmente con las culatas <strong>de</strong> sus armas y a empellones le llevaron<br />

hasta la sacristía.<br />

Des<strong>de</strong> las ventanas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l señor Inspector, en don<strong>de</strong> estaban recluidos,<br />

los salesianos pudieron presenciar todo lo sucedido y dieron voces diciendo<br />

que era un salesiano y pidiendo que lo llevaran con ellos; pero los que<br />

le capturaron o no oyeron o no hicieron caso <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>cían y creyendo<br />

que habían hecho una presa importante se lo llevaron para obligarle a <strong>de</strong>clarar,<br />

el supuesto escondrijo <strong>de</strong> las armas.<br />

Una vez en la sacristía, le sometieron a un interrogatorio brutal, golpeándole<br />

<strong>de</strong>spiadadamente cada vez que insistía en su negativa <strong>de</strong> <strong>de</strong>clarar el pa-<br />

26


a<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> unas armas que sólo existían en su fantasía. Poco a poco, a fuerza<br />

<strong>de</strong> golpes, quedó don Juan completamente molido y acar<strong>de</strong>nalado, hasta que<br />

uno <strong>de</strong> sus verdugos, más impaciente, viendo que no sacaban nada en limpio,<br />

exclamó:<br />

•—Ya veréis cómo ahora <strong>de</strong>clarará.<br />

Y enarbolando el fusil por el cañón, <strong>de</strong>scargó un fiero golpe en la cabeza<br />

<strong>de</strong>l pobre religioso. Afortunadamente no dio el golpe <strong>de</strong> lleno, sino <strong>de</strong> refilón,<br />

abriéndole una extensa herida superficial <strong>de</strong> la que empezó a manar sangre en<br />

abundancia. No contento con ello, intentaba secundar el golpe para completar<br />

su hazaña, cuando un estri<strong>de</strong>nte silbido le <strong>de</strong>tuvo. Era una sección <strong>de</strong> guardias<br />

<strong>de</strong> Asalto, que acababa <strong>de</strong> llegar. A su presencia, la mayor parte <strong>de</strong> los milicianos,<br />

echaron a correr <strong>de</strong>spavoridos, quedando sólo el que había dado el<br />

golpe. Cuando llegaron los guardias, acuciados por los salesianos, el miliciano<br />

les explicó a su modo lo sucedido; pero uno <strong>de</strong> los guardias, impresionado a<br />

la vista <strong>de</strong> tanta sangre y ante el aspecto <strong>de</strong> don Juan, que por su parte procuraba<br />

extremar la nota patética, exclamó:<br />

•—Que lo lleven a la Casa <strong>de</strong> Socorro primero; y luego, si se lo merece,<br />

que lo maten.<br />

Y fue conducido al centro benéfico. Allí uno <strong>de</strong> los practicantes le reconoció,<br />

pero como le creía maestro a sueldo en el Colegio, lo manifestó así a los<br />

milicianos, con lo que, provisionalmente, se libró <strong>de</strong> sus manos.<br />

Practicada la cura <strong>de</strong> urgencia, vendada completamente la cabeza, lo que<br />

le daba el aspecto <strong>de</strong> un herido gravísimo, fue conducido al Gobierno Civil,<br />

en don<strong>de</strong> se encontró con don Basilio; <strong>de</strong> allí le trasladaron al Hospital, permaneciendo<br />

cerca <strong>de</strong> un mes en este establecimiento, hasta que curado <strong>de</strong> sus<br />

heridas, fue trasladado a la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo.<br />

ESPERANZA DE ALIVIO<br />

La llegada <strong>de</strong> los guardias <strong>de</strong> Asalto constituyó un verda<strong>de</strong>ro alivio para<br />

los Salesianos. Creían tener la garantía <strong>de</strong> que no les iba a suce<strong>de</strong>r nada malo.<br />

Respiraron tranquilos al verse libres <strong>de</strong> las manos irresponsables <strong>de</strong> los milicianos<br />

y esperaban que la fuerza pública los trataría con justicia y los pondría<br />

en libertad.<br />

Lo primero que hicieron los guardias fue cachear <strong>de</strong> nuevo a todos los Salesianos.<br />

Luego les permitieron salir a la terraza, don<strong>de</strong> les hicieron poner en<br />

fila junto a la pared para tomarles la filiación. Terminado este trámite, les comunicaron<br />

que quedaban <strong>de</strong>tenidos a disposición <strong>de</strong>l Gobernador. Finalmente<br />

invitaron al Director a que fuera, acompañado por una pareja <strong>de</strong> guardias, a<br />

Gobernación a fin <strong>de</strong> hacer una <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> los hechos; pero como don Antonio<br />

Martín, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la brutal escena referida más arriba no se encontraba<br />

en disposición <strong>de</strong> hacerlo, se ofreció a sustituirle don Basilio Bustillo, el cual,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> sus hermanos, salió, custodiado por dos guardias;<br />

y montando en un coche se dirigieron al palacio <strong>de</strong>l Gobierno Civil.<br />

He aquí cómo refiere don Basilio su odisea:<br />

27


EN EL GOBIERNO CIVIL<br />

«Atravesando corredores y pasillos <strong>de</strong>siertos sin encontrar más que dos o<br />

tres mujeres que hacían la limpieza, me introdujeron en una habitación don<strong>de</strong><br />

había tres señores qué fumaban y <strong>de</strong>scansaban arrellanados en cómodas butacas.<br />

El más importante, al parecer, era uno que iba en pijama y a quien yo<br />

tomé por el Gobernador.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>sea? —me preguntó.<br />

Exaltado como estaba, le expliqué cuanto acababa <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>mos y formulé<br />

la protesta más enérgica sobre el comportamiento que con nosotros habían tenido<br />

en Gobernación a pesar <strong>de</strong> mis insistentes llamadas telefónicas.<br />

Estuvieron atentos a mi narración y no encontrando palabras con que justificarse,<br />

el jefe, alzando los hombros, me dijo:<br />

—Bien; que le tomen <strong>de</strong>claración y luego le recibirá mi hermano.<br />

¡Su hermano! Luego no era él don Braulio Solsona, Gobernador <strong>de</strong> Valencia.<br />

Me llevaron a otra sala. Dos mesas <strong>de</strong> <strong>de</strong>spacho, algunas sillas, un perchero,<br />

un armario. Una puerta <strong>de</strong> entrada al corredor, otra <strong>de</strong> acceso a la oficina <strong>de</strong>l<br />

Secretario <strong>de</strong> Policía y un balcón que daba al patio interior <strong>de</strong>l edificio. Una<br />

criada que barría. Me senté.<br />

Me puse a reflexionar. ¡Cuántos sucesos en tan breve tiempo! Vi mi imagen<br />

reflejada en los cristales <strong>de</strong> una ventana. Despeinado, soñoliento; me asomaba<br />

él cuello <strong>de</strong> dos camisas... Di un vistazo a mi indumentaria: llevaba los<br />

calcetines al revés y se me veía el talón sobre el empeine <strong>de</strong>l pie.<br />

Luego pensé en mis hermanos. ¿Qué sería <strong>de</strong> ellos?<br />

Iban compareciendo algunos empleados. Me tomaron <strong>de</strong>claración. Yo no<br />

quería sentarme. Me negué a firmar el atestado. Aguardaba a ser recibido por<br />

el Gobernador. Empezaron a llegar los primeros <strong>de</strong>tenidos.<br />

¡Cuál no sería mi sorpresa cuando vi aparecer, trasudando sangre a través<br />

<strong>de</strong>l vendaje que cubría por completo su cabeza, y en mangas <strong>de</strong> camisa, a don<br />

Juan Imbert!<br />

Quise protestar inmediatamente por aquella <strong>de</strong>tención injustificada; pero el<br />

cabo <strong>de</strong> seguridad que le había traído y que me conocía, me hizo señas <strong>de</strong> que<br />

callara, pues era la mejor medida.<br />

Me senté al lado <strong>de</strong> don Juan y pudimos cambiar algunas frases. Le aconsejé<br />

que se <strong>de</strong>smayase y así tal vez le conducirían al hospital. Me pareció que<br />

no aceptaba mi sugerencia; pero al cabo dé un rato le veo caer al suelo cuan<br />

largo era, en medio <strong>de</strong> convulsiones espasmódicas. Casi me asustó a mí mismo.<br />

Le trajeron un vaso dé leche e hicieron cuanto estaba a su alcancé para<br />

que «se llevasen en un coche al hospital a aquel estudiante, que era huésped<br />

<strong>de</strong> los Salesianos».<br />

—Muy bien, muchacho —le dije al oído una <strong>de</strong> las veces que abría los<br />

ojos—. Muy bien; eres un artista*<br />

Poco <strong>de</strong>spués se lo llevaron en una ambulancia.<br />

Mientras tanto llovían allí los <strong>de</strong>teñidos; y como no me interesaba mezclarme<br />

con ellos, me separé cuanto pu<strong>de</strong> y me puse a charlar con los policías,<br />

que me parecían, y eran, <strong>de</strong> los nuestros.<br />

Sólo fui requerido una vez en toda la mañana.<br />

—¿Conoce usted este cáliz? •—me dijeron.<br />

28


Lo miré y leí en su base: «Iglesia <strong>de</strong> San Antonio Abad.»<br />

—Bien claro está —respondí.—. Es <strong>de</strong> nuestra iglesia.<br />

—¿Sabe usted si les han quitado algún otro?<br />

—Lo ignoro.<br />

—-Yo —dijo un joven— sólo he encontrado éste.<br />

—¿Conoce usted a este joven?<br />

— No, señor.<br />

—Pues soy Antiguo Alumno.<br />

—¿Usted?<br />

—Sí, señor.<br />

— Pue<strong>de</strong> ser. No me extrañaría.<br />

—'Y he estado esta mañana cuando hemos tomado el convento...<br />

Me acompañaron <strong>de</strong>spués a una sala en don<strong>de</strong> habían acumulado un gran<br />

<strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> cosas sagradas, producto <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spojo <strong>de</strong> los templos.<br />

Des<strong>de</strong> aquel momento ya no dije a nadie que era un <strong>de</strong>tenido más: me paseaba<br />

por la sala fijando mi vista en los numerosos <strong>de</strong>tenidos <strong>de</strong> todas las clases<br />

sociales que iban <strong>de</strong>sfilando; a poco salían en dirección a la cárcel. Serví<br />

<strong>de</strong> intérprete a un señor francés a quien habían <strong>de</strong>tenido unos incontrolados<br />

y que me preguntaba si nos habíamos vuelto locos los españoles. Poco <strong>de</strong>spués<br />

apareció un sacerdote y, pisándole los talones, un gitano, su <strong>de</strong>lator, a quien<br />

habían <strong>de</strong>tenido por ladrón.<br />

A todo esto yo insistía en ser recibido por el Gobernador; pero nadie me<br />

hacía caso. •„<br />

¡Pobres Salesianos míos, que estaréis .aguardando impacientes mi vuelta<br />

para salir a la calle! u.<br />

Me sacó <strong>de</strong> mis reflexiones la llegada <strong>de</strong> un guardia <strong>de</strong> Asalto, que dijo al<br />

jefe <strong>de</strong> aquel negociado:<br />

—Aquí están las llaves <strong>de</strong>l convento <strong>de</strong> los Salesianos.<br />

—¿Y ellos? —le pregunté.<br />

—Han sido conducidos a la cárcel.<br />

Un rayo no me hubiera producido más impresión. A la cárcel. Pero, ¿qué<br />

mal han hecho? ¿Quién lo ha mandado? Pero, ¡si yo todavía no he visto al<br />

Gobernador! Y, ¿por qué no me llevan a mí también?<br />

Entablé conversación con un policía. Me informó <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> la cárcel<br />

<strong>de</strong>jándome tranquilo sobre la seguridad <strong>de</strong> mis hermanos. Añadió que les<br />

habíamos estado tiroteando toda la noche...<br />

— ¡Ah! —le dije—•. Entonces ya comprendo el <strong>de</strong>lito que han cometido...<br />

Era lo mismo que me habían preguntado durante mi <strong>de</strong>claración y que yo<br />

negué con tanta firmeza. De nada me había valido, porque tal calumnia constaba<br />

en el atestado que luego me leyeron. Por eso me negué a firmarlo. Pero<br />

por lo visto, a pesar <strong>de</strong> mi negación, le dieron curso. Ésa era la causa <strong>de</strong> nues^<br />

tra con<strong>de</strong>na...<br />

Y era también la voz corriente, según oí a muchos aquel mismo día:<br />

—Nuestro trabajo nos ha costado tomar los Salesianos...<br />

—Vaya tíos <strong>de</strong>fendiéndose...<br />

— Dicen que los Salesianos se han <strong>de</strong>fendido a tiros y que por eso los han<br />

matado a todos...<br />

—En los Salesianos había unos subterráneos llenos <strong>de</strong> armas y municiones,<br />

oiría en la casa en don<strong>de</strong> había <strong>de</strong> dormir aquella noche-..<br />

La voz calumniosa se había difundido como un reguero <strong>de</strong> pólvora.<br />

30


Triste y abatido me senté junto al balcón.<br />

El patio <strong>de</strong>l Gobierno Civil era un infierno. Coches, camiones, motos, entrar<br />

y salir <strong>de</strong> gente, uniformes <strong>de</strong> todas clases, <strong>de</strong>scamisados, brazales rojos,- bandas<br />

rojas, fajines rojos, almas rojas...<br />

Ór<strong>de</strong>nes, gritos, motores en marcha... Rostros <strong>de</strong> criminales que sonreían,<br />

caras soñolientas, ebrias <strong>de</strong> triunfo...<br />

A eso <strong>de</strong>l mediodía entró un camión cargado <strong>de</strong> baúles. Los milicianos que<br />

lo custodiaban manifestaban a gritos que allí llevaban los tesoros <strong>de</strong> la Catedral<br />

y <strong>de</strong>l Arzobispo.<br />

«Todo lo <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> haber asaltado y <strong>de</strong>struido», pensé.<br />

Un forajido se colocaba una mitra en la cabeza entre ovaciones y sarcasmos.<br />

Yo no podía más, y volví al interior <strong>de</strong> las oficinas a cansarme <strong>de</strong> ver y<br />

oir miserias.<br />

Tras insistentes preguntas logré ganarme la confianza <strong>de</strong> dos religiosos<br />

mercedarios, <strong>de</strong>tenidos por segunda vez. Ya habían sido llevados allí el día<br />

anterior. Volvieron por la noche a su convento y <strong>de</strong> nuevo fueron <strong>de</strong>tenidos.<br />

Por cierto, que según me refirieron, su cazador les fue contando por el camino<br />

el valor y temeridad <strong>de</strong> los Salesianos que se habían <strong>de</strong>fendido con energía y<br />

causado no sé cuántas bajas a los asaltantes... Ya lo pagarían caro...<br />

Un Antiguo Alumno vino en busca <strong>de</strong> los Salesianos a quienes creía <strong>de</strong>tenidos<br />

en Gobernación. Al verme a mí solo, quiso manifestarme su gratitud y<br />

me trajo comida para mí y para mis dos nuevos hermanos... Comimos en la<br />

oficina <strong>de</strong>l Secretario <strong>de</strong> Policía; lugar distinguido y a propósito para oir cosas<br />

sabrosas... ¡Cuántas podría contar!<br />

Pero lo más interesante que aprendí fue que podía salir <strong>de</strong> aquel encierro.<br />

Trajeron <strong>de</strong>tenido a un señor, título <strong>de</strong> nobleza, acusado <strong>de</strong> tener armas.<br />

Unas panoplias, recuerdos familiares. Vi que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> hablar en voz baja<br />

con el jefe, se <strong>de</strong>spidió muy cortésmente <strong>de</strong> él y se fue... a la calle...<br />

Entonces expuse mi plan a los dos mercedarios, y sin esperar su asentimiento,<br />

me acerqué también al jefe y le hablé bajito, retirándome luego sin<br />

aguardar contestación. ¿Qué le dije?<br />

—Muy bien, conque... los marqueses a la calle; y los pobres frailes, a la<br />

cárcel.<br />

La inyección surtió efecto. Aquel hombre, que no se daba punto <strong>de</strong> reposo,<br />

encontró el momento oportuno para acercarse a nosotros y <strong>de</strong>cirnos que, disimuladamente,<br />

quitándonos la chaqueta, podíamos salir y escon<strong>de</strong>rnos bien<br />

para que no nos volvieran a <strong>de</strong>tener.<br />

Salieron al instante los dos mercedarios. Yo me <strong>de</strong>tuve un poco esperando<br />

volverlos a ver maniatados <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> breves minutos; pero como no volvieran,<br />

me acerqué al jefe y le dije:<br />

— Gracias en nombre mío y <strong>de</strong> mis compañeros. Que María Auxiliadora y<br />

Don Bosco se lo paguen.<br />

—¿Es usted Salesiano?<br />

—-Sí, señor.<br />

—Yo soy Cooperador y amigo <strong>de</strong>l Padre Con<strong>de</strong>. An<strong>de</strong>, vaya y guár<strong>de</strong>se.<br />

— Adiós y gracias.<br />

Con la americana <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l brazo, serio y <strong>de</strong>cidido, atravesé la oficina, el<br />

corredor, la escalera, el zaguán, y, sin volver la vista atrás, llegué al puente<br />

<strong>de</strong> San José. Estaba en salvo. I • ,'' i<br />

Casi corría, y me parecía que no a<strong>de</strong>lantaba. |<br />

31


Sentía vértigo. No veía a nadie, Me parecía que todos me miraban.<br />

La alameda, unos campos, y heme junto al campo <strong>de</strong>l Mestalla. Calle <strong>de</strong>l<br />

G. P. Unos paisanos me reciben: sorpresa, alegría <strong>de</strong> verme en salvo, preocupación<br />

<strong>de</strong> verme en su propia casa...<br />

'—No os apuréis —les dije—; sólo dormir. Mañana Dios dirá.<br />

Cenamos. Pero... ¿dormir?... ¡qué pesadillas!...<br />

A las siete <strong>de</strong> la mañana siguiente me <strong>de</strong>spedí:<br />

—Si no vuelvo a comer, no me esperéis.<br />

¿A dón<strong>de</strong> iba?»<br />

Hasta aquí don Basilio Bustillo.<br />

BAJO LA CUSTODIA DE LOS GUARDIAS<br />

Mientras tanto en el Colegio, los Salesianos habían quedado bajo la protección<br />

y vigilancia <strong>de</strong> los guardias. Éstos se mostraron comprensivos y pesarosos<br />

por lo sucedido. Entablaron conversación, y poco a poco fue <strong>de</strong>spejándose<br />

la enorme tensión nerviosa a que los pobres religiosos se habían visto<br />

sometidos durante largas horas.<br />

Don Jaime Buch pidió autorización para obsequiar a los guardias y bajó a<br />

la <strong>de</strong>spensa, que afortunadamente no había sido aún saqueada, volviendo<br />

a poco con unas botellas <strong>de</strong> vino dulce y galletas, que constituyeron un refrigerio<br />

para todos, y sobre todo rompieron el hielo, generalizándose la conversación<br />

y renaciendo en todos los pechos la esperanza.<br />

Los guardias manifestaron su convicción <strong>de</strong> que los Salesianos no habían<br />

<strong>de</strong> temer nada; pues ellos garantizaban su seguridad. Tan sólo esperaban que<br />

se levantase el Gobernador, quien había <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir, en último término, la<br />

suerte <strong>de</strong> los religiosos. Probablemente, más para su seguridad que por otra<br />

cosa, los llevarían unos días a la cárcel, en don<strong>de</strong> estarían más seguros. Por<br />

tanto harían bien en prepararse, yendo a buscar un poco <strong>de</strong> ropa y lo que creyeran<br />

más indispensable.<br />

Con esta autorización y, acompañados <strong>de</strong> los mismos guardias, la mayor<br />

parte fueron a preparar su maleta, encontrándose con la <strong>de</strong>sagradable sorpresa<br />

<strong>de</strong> que lo mejor <strong>de</strong>l equipo había <strong>de</strong>saparecido, quedando tan sólo la ropa<br />

usada y <strong>de</strong>teriorada.<br />

Finalmente, a eso <strong>de</strong> las nueve, suena el teléfono. De Gobernación anuncian<br />

el envío <strong>de</strong> unos coches celulares para conducir a los <strong>de</strong>tenidos a la Cárcel<br />

Mo<strong>de</strong>lo. Todos respiraron aliviados. Esta noticia, en medio <strong>de</strong> todo, era<br />

la garantía <strong>de</strong> la seguridad personal. ¿En dón<strong>de</strong> podían estar más seguros<br />

contra la ira <strong>de</strong> las turbas que tras los sólidos muros <strong>de</strong> la cárcel?<br />

EN LA CÁRCEL MODELO<br />

' Poco <strong>de</strong>spués llegaron los coches y los Salesianos fueron invitados a subir.<br />

Dos filas <strong>de</strong> guardias custodiaban la escalera y el vestíbulo. Pasando por en<br />

medio <strong>de</strong> ellos, llegaron los religiosos a la calle. Al aparecer en ella se oyeron<br />

algunos gritos y palabrotas; inevitables expansiones <strong>de</strong> la canalla; pero la mayoría<br />

<strong>de</strong> los espectadores, vecinos <strong>de</strong>l barrio que conocían y apreciaban su obra,<br />

callaba como avergonzada <strong>de</strong> la infamia que se estaba cometiendo.<br />

32


No faltaban personas amigas que hacían furtivos saludos. Algunos lloraban.<br />

Una vez acomodados todos en los coches, se inició la marcha.<br />

Al principio los vehículos apenas podían avanzar. Grupos <strong>de</strong> milicianos,<br />

arpías y chiquillos obstruían el paso vociferando, levantando amenazadores el<br />

puño y profiriendo blasfemias. Se les escapaba la presa. Querían hacer un escarmiento<br />

por haber disparado contra el pueblo... Había corrido la voz <strong>de</strong> que<br />

los frailes habían resistido durante cuatro horas el asalto <strong>de</strong> las milicias, <strong>de</strong>jando<br />

el suelo sembrado <strong>de</strong> cadáveres. El pueblo quería vengar sus muertos...<br />

Por fin, tras penosos esfuerzos, la caravana se puso en marcha y en pocos<br />

minutos llegó a la cárcel <strong>de</strong> Mislata, cuyas gran<strong>de</strong>s puertas se abrieron <strong>de</strong> par<br />

en par para recibir a los nuevos criminales.<br />

Después <strong>de</strong> tomarles la filiación y redactar las fichas individuales, fueron<br />

trasladados a «Aglomeración» y tras unas horas <strong>de</strong> espera, se los condujo a<br />

sus celdas respectivas, en don<strong>de</strong> quedaron incomunicados.<br />

La incomunicación fue tan absoluta que se extendió incluso a la comida;<br />

pues en todo aquel día no les dieron ni un bocado <strong>de</strong> pan.<br />

La soledad en una celda carcelaria es angustiosa, sobre todo el primer día,<br />

cuando la falta <strong>de</strong> costumbre aún no ha aclimatado al recluso a esas horas<br />

monótonas y lentas en las que el pensamiento y el corazón fluctúan entre la<br />

<strong>de</strong>sesperación y una extraña voluptuosidad en el propio sufrimiento.<br />

Llegó la noche, no menos lenta y pesada, agravada por el insomnio, ya que<br />

era imposible <strong>de</strong>scansar ni pegar los ojos sobre aquellos asquerosos y durísimos<br />

petates infestados <strong>de</strong> inmundos insectos.<br />

VIDA CARCELARIA<br />

Al fin alborea el nuevo día.<br />

A las ocho pasan por las celdas repartiendo el café. Poco <strong>de</strong>spués, toque <strong>de</strong><br />

diana. A continuación se abren las puertas <strong>de</strong> las celdas, permitiendo a los<br />

reclusos asomarse al corredor, pero sin salir a él.<br />

No sabe uno si alegrarse o llorar, al ver, convertido en un anónimo recluso<br />

al Padre Calasanz, que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el umbral <strong>de</strong> su puerta sonríe a todos dándoles<br />

con su ejemplo una inyección <strong>de</strong> optimismo. En otra celda aparece don<br />

Antonio Martín, <strong>de</strong>mudado y tembloroso aún, bajo los efectos <strong>de</strong> sus sufrimientos<br />

y su enfermedad. Más allá se ve a don Recaredo <strong>de</strong> los Ríos, sonriente<br />

y tranquilo, como veterano que es, y conocedor <strong>de</strong> las cárceles que ya<br />

visitara con ocasión <strong>de</strong> los sucesos <strong>de</strong> Mayo <strong>de</strong> 1931, cuando, acusado <strong>de</strong> haber<br />

disparado contra un niño, fue recluido, con otros Salesianos, en la cárcel <strong>de</strong><br />

Alicante.<br />

Todos se saludan mutuamente, y el constatar que se hallan juntos, no <strong>de</strong>ja<br />

<strong>de</strong> proporcionarles cierto consuelo.<br />

Poco <strong>de</strong>spués se oye la voz <strong>de</strong>: «al patio» y abandonando las celdas, se<br />

vuelcan en el patio, ro<strong>de</strong>ando al Padre Calasanz, que para todos tiene una palabra<br />

<strong>de</strong> consuelo y <strong>de</strong> aliento. Los anima a ponerse bajo la protección <strong>de</strong><br />

Don Bosco, y viendo que algunos permanecen tristes y abatidos, se esfuerza<br />

en, distraerlos contando chistes y bromeando acerca <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> reclusos.<br />

Así, cuando el cornetín toca a formar, él es el primero en acudir a las filas, y<br />

a los que llegan tar<strong>de</strong> o siguen hablando, les dice fingiendo enfado:<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está la formalidad? Si os vieran vuestros alumnos..-<br />

34


Con todo, algunos ratos se le veía, bien a pesar suyo, preocupado. No podía<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> pensar en la situación en que se encontrarían las <strong>de</strong>más Casas <strong>de</strong><br />

la Inspectoría. Y manifestaba sus inquietu<strong>de</strong>s:<br />

—¿Qué será <strong>de</strong> Sarria, <strong>de</strong> San José, <strong>de</strong>l Tibidabo...?<br />

Una tar<strong>de</strong> salió al patio más contento que <strong>de</strong> costumbre y antes <strong>de</strong> que<br />

le preguntasen nada, se anticipó a <strong>de</strong>cir:<br />

—Acabo <strong>de</strong> escribir, por mediación <strong>de</strong>l cónsul italiano, a los Superiores <strong>de</strong><br />

Turín, dándoles cuenta <strong>de</strong> nuestra situación. Me parece que con ello me he<br />

quitado un peso <strong>de</strong> encima. Ahora sea lo que Dios quiera.<br />

Don Antonio Martín y don Julián Rodríguez pidieron ser trasladados a la<br />

enfermería, en don<strong>de</strong> podrían aten<strong>de</strong>r mejor a su salud quebrantada.<br />

SIEMPRE RELIGIOSOS SALESIANOS<br />

Los <strong>de</strong>más, una vez acostumbrados a la vida <strong>de</strong> la cárcel, arreglaron su<br />

horario <strong>de</strong> manera que pudieran hacer en común las prácticas <strong>de</strong> piedad e incluso<br />

los sacerdotes rezaban su Breviario y atendían con solicitud a los que<br />

acudían a ellos para confesarse.<br />

Como casi todos los reclusos eran personas <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n y <strong>de</strong> sentimientos religiosos<br />

arraigados •—por eso habían sido encarcelados—, era hermoso el contemplar,<br />

al caer <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, a toda la población carcelaria, dividida en grupos,<br />

rezando el santo rosario y oyendo a continuación las palabras <strong>de</strong> aliento que<br />

les dirigían algunos sacerdotes.<br />

Más que cárcel, parecía un Retiro para Ejercicios Espirituales.<br />

Por las mañanas, algunos sacerdotes, que habían tenido la previsión <strong>de</strong><br />

llevar consigo el Misalito, leían en voz alta la Misa <strong>de</strong>l día, que los <strong>de</strong>más<br />

oían con fervor y recogimiento.<br />

Incomunicados con el exterior, cuando entraba un nuevo recluso era en<br />

seguida asediado por todos para que les comunicase las últimas noticias <strong>de</strong> la<br />

España Nacional, y como éstas eran siempre optimistas, nadie dudaba <strong>de</strong> que<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> muy poco, acabaría por triunfar Franco, <strong>de</strong>volviéndoles a ellos la<br />

libertad y a España la dignidad y la paz.<br />

Otras noticias, empero, les abatían, como la <strong>de</strong>l incendio y saqueo <strong>de</strong>l templo<br />

<strong>de</strong> la Virgen <strong>de</strong> los Desamparados, y <strong>de</strong> otras iglesias <strong>de</strong> Valencia.<br />

Alguien trajo la noticia <strong>de</strong> que nuestro Colegio había sido transformado<br />

en Cuartel <strong>de</strong> Milicias antifascistas, en don<strong>de</strong> se organizaban las famosas columnas<br />

que subían a la conquista <strong>de</strong> Teruel, tantas veces anunciadas por la<br />

prensa roja, como <strong>de</strong>smentida por los hechos.<br />

ASALTO A LA CÁRCEL<br />

Pasaron ocho días. Ya se iban acostumbrando los reclusos a la vida retirada<br />

y monótona <strong>de</strong> la cárcel, cuando el 27 por la noche corrió una noticia<br />

escalofriante: Las turbas quieren asaltar la cárcel para asesinar a todos los<br />

presos.<br />

En medio <strong>de</strong> la congoja los presos fueron «chapados». Des<strong>de</strong> sus celdas<br />

podían oir el intenso tiroteo que se cruzaba entre la chusma asaltante y los<br />

soldados que guarnecían la cárcel. Hasta la madrugada no amainó el tiroteo,<br />

35


que en algunos momentos era intensísimo. Pero al fin, a eso <strong>de</strong> las cuatro <strong>de</strong><br />

la mañana, los asaltantes fueron <strong>de</strong>finitivamente rechazados y renació la calma.<br />

Los comentarios <strong>de</strong>l día giraron, como era natural, sobre los sucesos <strong>de</strong> la<br />

noche anterior, sin po<strong>de</strong>r sacar nada en claro acerca <strong>de</strong> los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> la refriega.<br />

LA SALIDA. - DESPEDIDAS<br />

Por eso llegó al colmo la sorpresa <strong>de</strong> los Salesianos cuando, a medianoche<br />

<strong>de</strong>l 28, mientras estaban entregados a lo mejor <strong>de</strong>l sueño, fueron invitados a<br />

salir <strong>de</strong> sus celdas; llevados al Centro, el oficial <strong>de</strong> guardia les comunicó que<br />

quedaban en libertad.<br />

Todos se miraron extrañados y recelosos. Recordaban el tiroteo <strong>de</strong> la noche<br />

anterior y nadie dudaba <strong>de</strong> que la tal libertad no era más que un pretexto para<br />

que, al salir, los asesinasen a mansalva en medio <strong>de</strong> la carretera. Por eso,<br />

unánimemente, se negaron a salir a aquellas horas. Eran las doce <strong>de</strong> la noche.<br />

A<strong>de</strong>más, carecían <strong>de</strong> documentación y <strong>de</strong>sconocían aquellos parajes y no sabían<br />

a dón<strong>de</strong> acudir, una vez en la calle. Sucios y mal vestidos, con barba <strong>de</strong><br />

ocho días... no podían pedir asilo en ninguna parte.<br />

A pesar <strong>de</strong> tan justas razones, el oficial <strong>de</strong> guardia se mantuvo irreductible.<br />

Él tenía que cumplir las ór<strong>de</strong>nes recibidas. Le suplicaron que aguardase a darles<br />

la libertad hasta que llegase el nuevo día; pero todo fue inútil.<br />

Por fortuna, la guardia exterior <strong>de</strong> la cárcel era aún militar. El señor Inspector<br />

y don Recaredo hablaron con el oficial que la mandaba, el cual les permitió<br />

permanecer en el patio <strong>de</strong> ingreso, hasta que fuera <strong>de</strong> día.<br />

Se acomodaron, pues, en un estrecho cuchitril, unos <strong>de</strong> pie, otros sentados<br />

sobre sus maletas o en el duro suelo, esperando el amanecer <strong>de</strong> aquel infausto<br />

29 <strong>de</strong> Julio.<br />

Mientras tanto el señor Inspector volvió a insistir en que todos buscasen<br />

un refugio seguro al salir <strong>de</strong> la cárcel, en casa <strong>de</strong> bienhechores y amigos. Y los<br />

que por ser forasteros no conocían a nadie en Valencia recibieron <strong>de</strong> don Jaime<br />

Buch una dirección <strong>de</strong>terminada, en don<strong>de</strong> serían acogidos por buenos y fieles<br />

cooperadores.<br />

A eso <strong>de</strong> las ocho se abrieron las oficinas <strong>de</strong> la Administración y se les<br />

<strong>de</strong>volvió el dinero y objetos <strong>de</strong> que hubieron <strong>de</strong> <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse al ingresar en<br />

la cárcel el día 21. Todos iban provistos <strong>de</strong> cierta cantidad con que hacer frente<br />

a las primeras necesida<strong>de</strong>s.<br />

Terminada esta operación, comenzó la salida, disponiéndose cada uno a<br />

buscar el refugio elegido. Para no llamar la atención, salían en pequeños grupos,<br />

o por parejas, <strong>de</strong>spidiéndose antes <strong>de</strong>l señor Inspector, que les daba las<br />

últimas recomendaciones y les infundía ánimos.<br />

Como uno <strong>de</strong> los Salesianos, al <strong>de</strong>spedirse, le manifestara sus temores para<br />

el porvenir, el futuro mártir, le contestó diciendo:<br />

—Hijo mío, <strong>de</strong>bemos confiar más en la Divina Provi<strong>de</strong>ncia. De todos modos,<br />

yo creo que estoy en gracia <strong>de</strong> Dios,<br />

De todos los que partían, ninguno, ciertamente, podía sospechar que aquel<br />

adiós era el último que les daba el buen Padre, que aquel mismo día había <strong>de</strong><br />

coronar con el martirio una vida santa y ejemplar, <strong>de</strong>dicada por entero a la<br />

caridad y a la virtud.<br />

36


BARCELONA-SARRIA<br />

Las Escuelas Profesionales <strong>de</strong> Artes y Oficios <strong>de</strong> Sarria, fundadas en vida<br />

<strong>de</strong> San Juan Bosco, en el año 1884, gracias a la generosidad <strong>de</strong> la Sierva <strong>de</strong><br />

Dios Dorotea <strong>de</strong> Chopitea y visitadas por nuestro Santo Fundador en el 1886,<br />

son harto conocidas en España para que nos <strong>de</strong>tengamos en hacer su presentación<br />

o en tejer su merecido elogio.<br />

Hablen por mí los infinitos trabajos salidos <strong>de</strong> las acreditadas Escuelastalleres<br />

<strong>de</strong> Arte y Decorado, que se encuentran esparcidos por numerosas ciuda<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> España y América; hablen las prensas <strong>de</strong> la Escuela <strong>de</strong> Artes Gráficas,<br />

<strong>de</strong> las que han salido millares <strong>de</strong> libros que por doquier han difundido la<br />

cultura cristiana; hablen, sobre todo, las generaciones <strong>de</strong> jóvenes en ellas educados,<br />

y que han podido labrarse una situación <strong>de</strong>sahogada en el mundo<br />

gracias a las enseñanzas allí recibidas, y que son hoy día honrados jefes <strong>de</strong><br />

familias cristianas y excelentes ciudadanos.<br />

Al estallar el Movimiento, la Casa <strong>de</strong> Sarria albergaba cerca <strong>de</strong> quinientos<br />

jovencitos, entre Estudiantes y Artesanos, repartidos éstos en las escuelas talleres<br />

<strong>de</strong> Mecánica, Cerrajería y Forja Artística, Escultura, Doradores, Carpintería<br />

y Ebanistería, Talla Artística, Artes <strong>de</strong>l Libro, Sastrería y Zapatería.<br />

FINAL DE CURSO<br />

La semana que precedió al Glorioso Alzamiento, transcurrió tranquila, como<br />

<strong>de</strong> ordinario. Tan sólo se notaba una mayor actividad, motivada por los exámenes<br />

finales, que terminaron el viernes.<br />

El sábado, según tradicional costumbre, los alumnos que concluían su aprendizaje<br />

se sentaron a la mesa con sus Superiores, en alegre ágape <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida.<br />

Una nube <strong>de</strong> ansiedad se reflejaba en el rostro siempre sereno <strong>de</strong>l señor<br />

Director, don Francisco Bandrés. Los rumores que circulaban con insistencia<br />

acerca <strong>de</strong> los sucesos <strong>de</strong> Marruecos, no podían menos <strong>de</strong> preocuparle, por las<br />

consecuencias que pudieran acarrear a sus alumnos. Por eso repitió varias<br />

veces en el transcurso <strong>de</strong> la comida:<br />

—Que los niños puedan marchar tranquilamente a sus casas. Después, sea<br />

lo que Dios quiera.<br />

A media tar<strong>de</strong> se realizó, sin solemnidad, el reparto <strong>de</strong> premios.<br />

37


A continuación, reunidos todos en la iglesia, el señor Director, procurando<br />

ahogar la emoción y los tristes presentimientos que embargaban su alma, en<br />

conmovedoras frases dio a los jóvenes el adiós <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida y los recuerdos<br />

para pasar santamente las vacaciones. Luego se impartió la bendición con el<br />

Santísimo.<br />

La mayoría <strong>de</strong> los Salesianos, atareados con los preparativos <strong>de</strong> fin <strong>de</strong><br />

curso, y los niños, preocupados tan sólo por el arreglo <strong>de</strong> sus baúles y maletas,<br />

no prestaban atención a los rumores que insistentemente circulaban. De vez<br />

en cuando se presentaban en la portería amigos, Cooperadores, Antiguos Alumnos,<br />

incluso personas <strong>de</strong>sconocidas, que en voz baja y a<strong>de</strong>manes misteriosos,<br />

advertían <strong>de</strong> la proximidad <strong>de</strong> la catástrofe, e insistían en que se tomasen las<br />

medidas <strong>de</strong> seguridad pertinentes.<br />

LOS PRIMEROS CHISPAZOS<br />

En efecto, la capital catalana presentaba un aspecto <strong>de</strong>sacostumbrado. Reinaba<br />

una calma aparente. La gente <strong>de</strong> la calle se miraba sorprendida y cuchicheaba<br />

en voz baja. Daba la impresión <strong>de</strong> que todos andaban <strong>de</strong> puntillas y<br />

en silenció, como en la alcoba en don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>bate en la agonía un enfermo...<br />

En cambio, la actividad era intensísima en los cuarteles, en los centros obreros<br />

y en las esferas gubernativas.<br />

Al amanecer <strong>de</strong>l domingo las tropas salieron <strong>de</strong> sus cuarteles para tomar<br />

posiciones, pero las organizaciones sindicales, enteradas <strong>de</strong> cuanto se fraguaba,<br />

preparadas <strong>de</strong> antemano, y excelentemente armadas, se echaron a la calle y<br />

comenzó la tragedia.<br />

No entra en nuestro propósito reseñar la lucha feroz que ensangrentó las<br />

calles <strong>de</strong> Barcelona, ni los incendios, saqueos y asesinatos que la coronaron.<br />

Alejado Sarria <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong> la Capitalino es <strong>de</strong> extrañar que durante las<br />

primeras horas <strong>de</strong> la refriega no se oyera nada anormal, pues los primeros<br />

combates se realizaron en la Plaza <strong>de</strong> Cataluña, <strong>de</strong> la Universidad y en Atarazanas;<br />

pero a medida que avanzaba la mañana y se generalizaba el tiroteo,<br />

extendiéndose hacia la periferia, empezaron a oirse los primeros tiros, coincidiendo<br />

con la hora dé levantarse los niños.<br />

Los Salesianos procuraron, con todo, no alarmarlos, mostrándose indiferentes,<br />

y se siguió el horario normal.<br />

Bajaron todos a la iglesia, en don<strong>de</strong> se dijo, como <strong>de</strong> ordinario, la Santa<br />

Misa, durante la cuál los alumnos se acercaron a recibir la Sagrada Eucaristía.<br />

Era lá Comunión <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida. La Virgen <strong>de</strong>s<strong>de</strong> "su camarín les daba el postrer<br />

adiós.<br />

Al ir al <strong>de</strong>sayuno se <strong>de</strong>jaron oir los primeros cañonazos, y fue entonces<br />

cuando empezó a cundir la alarma entre los jóvenes. A aumentarla contribuyeron<br />

las familias <strong>de</strong> algunos alumnos <strong>de</strong> Barcelona, que venían a buscar a<br />

sus hijos y contaban horrores <strong>de</strong> la ferocidad y lo sangriento <strong>de</strong> la lucha.<br />

Los alumnos <strong>de</strong> los pueblos, que constituían la inmensa mayoría, esperan<br />

én vano la llegada <strong>de</strong> sus familiares. Las comunicaciones están cortadas. Se<br />

ha <strong>de</strong>clarado la huelga general revolucionaria y es sumamente peligroso transitar<br />

por los caminos y las calles en aquéllas horas <strong>de</strong> confusión y <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n.<br />

Con el corazón, oprimido por la angustia y la incertidumbre, transcurren<br />

lentas las horas <strong>de</strong> aquel día interminable.<br />

38


Al mediodía, alguien, que ha subido a la azotea, baja con la noticia <strong>de</strong> que<br />

empiezan a ar<strong>de</strong>r los conventos.<br />

Se procura que los niños no se enteren <strong>de</strong> la gravedad <strong>de</strong> la situación; y<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la Bendición, van al teatro, don<strong>de</strong> una película humorística ahuyenta<br />

por breves horas la tristeza y el pesimismo, disponiendo los ánimos al reposo<br />

nocturno.<br />

POR LA NOCHE<br />

Des<strong>de</strong> que al caer la tar<strong>de</strong> se rindió el general Go<strong>de</strong>d, la horda se vio<br />

triunfante y dueña <strong>de</strong> Barcelona. Con la victoria se intensificaron el incendio,<br />

el saqueo, el atropello y la venganza. Nadie se hallaba seguro. Toda ley, todo<br />

freno habían <strong>de</strong>saparecido, y eran sustituidos por el capricho, el odio, la sed<br />

<strong>de</strong> sangre. El carnet sindical era patente <strong>de</strong> corso con que se cometían, justificaban<br />

y quedaban en la impunidad los mayores crímenes. No es, pues, <strong>de</strong> extrañar<br />

que durante toda aquella noche iluminaran la victoria marxista las hogueras<br />

<strong>de</strong> los incendios.<br />

Es cierto que unos grupos <strong>de</strong> valientes seguían resistiendo heroicamente en<br />

Atarazanas, en la Telefónica y en otros reductos; pero su heroísmo, si no estéril,<br />

no podía influir ya en la marcha <strong>de</strong> los sucesos.<br />

La noche <strong>de</strong>l domingo, en nuestro colegio, transcurrió tranquila para los<br />

alumnos; pero con la agitación y nerviosismo que es <strong>de</strong> suponer en los Salesianos.<br />

El señor Director, junto con algunos hermanos, acordaron mantenerse<br />

en vela, junto al aparato <strong>de</strong> radio, para estar al corriente <strong>de</strong> lo que pudiera<br />

acontecer. Mientras tanto, un grupo <strong>de</strong> coadjutores rondaban la casa, vigilando<br />

los alre<strong>de</strong>dores.<br />

Disparos, muy alejados a veces, a veces muy próximos, contribuyeron a<br />

mantener los nervios en tensión.<br />

Los autos, lanzados a toda velocidad por el Paseo <strong>de</strong> Don Bosco, interrumpen<br />

<strong>de</strong> vez en cuando, con estri<strong>de</strong>ntes y lúgubres bocinazos, el silencio <strong>de</strong> la<br />

noche, llenando <strong>de</strong> terror y sobresalto todos los corazones.<br />

Des<strong>de</strong> las azoteas <strong>de</strong> la casa se divisan numerosos incendios <strong>de</strong> iglesias y<br />

conventos, que parecen agigantar su trágica silueta en medio <strong>de</strong> la oscuridad.<br />

En el transcurso <strong>de</strong> aquella noche interminable se esperaba a cada momento<br />

la llegada <strong>de</strong> las turbas incendiarias, y se pensaba, con estremecimientos <strong>de</strong><br />

horror, en la triste situación en que iban a quedar los alumnos albergados<br />

en el colegio.<br />

INQUIETUD<br />

Amaneció el lunes. Los sacerdotes, aprovechando la relativa calma <strong>de</strong> las<br />

primeras horas <strong>de</strong>l día, celebraron la Santa Misa. Algunos acudieron a sus<br />

capellanías respectivas, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> celebrar, consumieron las Sagradas Formas<br />

y pusieron sobre aviso a las religiosas, a fin <strong>de</strong> que procuraran salvarse.<br />

Terminada en el colegio la Misa <strong>de</strong> Comunidad, se sacaron <strong>de</strong> la iglesia<br />

los bancos, confesonarios y <strong>de</strong>más muebles que pudieran dar pábulo al incendio,<br />

en el caso, más que probable, <strong>de</strong> que vinieran las turbas.<br />

A media mañana llegaron algunos Salesianos proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> las Escuelas<br />

40


<strong>de</strong> San José, que se vieron obligados a abandonar su casa el día anterior, y que<br />

habían pasado la noche en el domicilio <strong>de</strong> personas amigas.<br />

De la Casa <strong>de</strong>l Tibidabo no se sabía nada. Los teléfonos estaban intervenidos,<br />

y no había bajado nadie a traer noticias. Des<strong>de</strong> las terrazas se veía la<br />

cumbre <strong>de</strong>l monte, y al menos, en el exterior, no ofrecía novedad.<br />

En la portería reinaba una agitación extraordinaria. La afluencia <strong>de</strong> comisiones<br />

y visitas <strong>de</strong> milicianos era continua. Unos penetraban en el colegio so<br />

pretexto <strong>de</strong> telefonear, otros para curiosear y algunos para asustar a los niños<br />

y gran<strong>de</strong>s con sus armas y con frecuentes cacheos.<br />

Para recibir a estas comisiones había un grupito <strong>de</strong> Salesianos coadjutores,<br />

que se ofrecían a acompañar a las poco gratas visitas, y con buenas palabras<br />

y ofrecimientos evitar cometieran <strong>de</strong>smanes.<br />

En vista <strong>de</strong> la situación, y previendo que <strong>de</strong> un momento a otro podían los<br />

Salesianos ser arrojados a la calle, el señor Director, don Francisco Bandrés,<br />

dispuso que se distribuyeran a cada hermano cuatrocientas pesetas y se les<br />

diera la dirección <strong>de</strong>l domicilio <strong>de</strong> algunos cooperadores y antiguos alumnos<br />

que se ofrecieron generosamente a albergarlos.<br />

A media mañana, y aconsejados por el doctor Corachán, a quien se había<br />

consultado, se instalaron unas camas en el vasto locutorio, convirtiéndolo en<br />

hospital <strong>de</strong> urgencia. El peritísimo enfermero, Rvdo. don José Batalla, se puso<br />

al frente <strong>de</strong>l mismo, y ayudado por algunos Salesianos que voluntariamente<br />

se le ofrecieron, se dio <strong>de</strong> lleno a la humanitaria tarea <strong>de</strong> curar a los heridos<br />

que, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> los campos <strong>de</strong> combate, le eran traídos.<br />

En la puerta <strong>de</strong>l colegio se fijó un gran cartel, que en gruesos caracteres<br />

<strong>de</strong>cía: «Hospital <strong>de</strong> sangre. Aquí se albergan trescientos niños.»<br />

Con ello se intentaba <strong>de</strong>tener y <strong>de</strong>sarmar la furia <strong>de</strong> los posibles asaltantes.<br />

INCAUTACIÓN DEL COLEGIO<br />

El martes aún se celebró la Santa Misa en la capilla interna. La última fue<br />

celebrada por don Sergio Cid. Algunos sacerdotes, que habían salido a celebrar<br />

fuera, <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> hacerlo, pues las religiosas ya habían abandonado sus conventos.<br />

Aprovechando las primeras horas <strong>de</strong> tranquilidad, algunas familias <strong>de</strong> colegiales,<br />

resi<strong>de</strong>ntes en Barcelona, acudían al colegio para retirar a sus hijos. Las<br />

<strong>de</strong>spedidas eran muy tristes.<br />

Los Salesianos, <strong>de</strong>sorientados, iban continuamente <strong>de</strong> los patios a la portería,<br />

inquiriendo noticias y procurando animar a los jóvenes, que les acosaban<br />

a preguntas, con noticias tranquilizadoras.<br />

Seguían las visitas <strong>de</strong> los milicianos. A media mañana <strong>de</strong>sfilaba por el<br />

Paseo Don Bosco un grupo <strong>de</strong> sesenta milicianos armados; subían por la calle<br />

en dos filas, haciendo guardia a un camión sobre el que iba montada una<br />

ametralladora.<br />

Al pasar por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> María Auxiliadora, uno <strong>de</strong> los milicianos<br />

sale <strong>de</strong> la fila, y dirigiéndose al jefe, le dice:<br />

—«Eso es una misa y hay que quemarla.»<br />

El jefe, que en aquel momento estaba hablando con dos hermanos coadjutores,<br />

le mandó con cajas <strong>de</strong>stempladas y terminó su conversación con los religiosos,<br />

diciéndoles:<br />

41


—Al primer tiro que salga <strong>de</strong> ahí, ar<strong>de</strong>rá la casa con todos sus habitantes.<br />

A eso <strong>de</strong>l mediodía se presentan en casa los primates <strong>de</strong>l partido <strong>de</strong> la<br />

Esquerra Republicana <strong>de</strong> Sarria: Escofet, Bachs y Liado, acompañados <strong>de</strong> algunos<br />

correligionarios. Preguntan por el Superior, pero como don Julián Massana<br />

los conocía personalmente, se ofrece a ir en su lugar.<br />

Los hace pasar al <strong>de</strong>spacho, en don<strong>de</strong> le notifican que, cumpliendo las ór<strong>de</strong>nes<br />

<strong>de</strong>l Gobierno <strong>de</strong> la Generalidad, vienen a incautarse <strong>de</strong>l colegio, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

aquel momento queda bajo su directa responsabilidad.<br />

Los Salesianos pue<strong>de</strong>n seguir su vida ordinaria, al cuidado <strong>de</strong> los niños?<br />

pues ellos les garantizan que no les pasará nada <strong>de</strong>sagradable. Pero que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

aquel momento, procuren no acercarse a la portería, ya que ellos se encargarían<br />

<strong>de</strong> recibir personalmente a los milicianos que intentasen extralimitarse.<br />

Don Julián Massana, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> darse por enterado, invitó a aquellos señores<br />

a visitar el hospital <strong>de</strong> urgencia instalado en el locutorio, lo que hicieron;<br />

quedaron sumamente complacidos. Y Escofet, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> reiterar sus advertencias,<br />

se marchó, <strong>de</strong>jando encargados <strong>de</strong>l edificio a los mencionados Bachs<br />

y Liado, a quienes don Julián mandó servir la comida en el mismo <strong>de</strong>spacho.<br />

Mientras tanto, la Comunidad estaba reunida en el comedor. El señor<br />

Director, al dar la advertencia <strong>de</strong> que nadie se acercase por la portería, procuró<br />

infundir en los hermanos un poco <strong>de</strong> confianza.<br />

Pero mientras hablaba <strong>de</strong> confianza, los Salesianos podían ver, a través <strong>de</strong><br />

las ventanas <strong>de</strong>l comedor, cómo el incendio se iba cebando en los conventos<br />

próximos a nuestro colegio.<br />

IRRUPCIÓN DE LA F. A. I.<br />

A eso <strong>de</strong> las cinco se <strong>de</strong>tienen ante el colegio dos camiones ocupados por<br />

una turba <strong>de</strong> milicianos y mujerzuelas, armados todos hasta los dientes, ja<strong>de</strong>antes<br />

y sudorosos, y como extenuados por el intenso trabajo realizado aquella<br />

mañana.<br />

En avalancha penetraron en la portería, esgrimiendo sus armas, pero les sale<br />

al encuentro Liado, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> un grupito <strong>de</strong> sus compañeros, y les manifiesta<br />

que el edificio estaba ya incautado por la Generalidad para ser <strong>de</strong>stinado<br />

a fines culturales, y a este fin les enseña el <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> incautación.<br />

Con todo, los milicianos, queriendo <strong>de</strong>mostrar <strong>de</strong> alguna manera que ellos<br />

hacen lo que les da la gana y que no se someten a extrañas imposiciones, <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>n<br />

registrar el colegio, y sin más, un buen grupo <strong>de</strong> ellos, armados <strong>de</strong> toda<br />

suerte <strong>de</strong> armas, inva<strong>de</strong>n el patio <strong>de</strong> los Artesanos.<br />

Estaban en aquel momento tomando la merienda nuestros jóvenes, y al<br />

ver aparecer aquellos tipos patibularios, <strong>de</strong> ojos inflamados por la fiebre <strong>de</strong>l<br />

saqueo y rostros ennegrecidos por el humo <strong>de</strong> los incendios, instintivamente<br />

se agruparon en torno <strong>de</strong> sus superiores, como en busca <strong>de</strong> protección.<br />

En el patio, <strong>de</strong> ordinario tan rumoroso, se produjo un profundo silencio.<br />

Por primera medida <strong>de</strong> previsión, los milicianos or<strong>de</strong>naron a los Superiores<br />

que cruzasen las manos a la espalda. Todos presentían que algo grave iba a<br />

ocurrir.<br />

Rompió la expectación el coadjutor señor Mestre, el cual, tranquilamente<br />

y haciendo gala <strong>de</strong> un gran dominio <strong>de</strong> sí mismo, se acercó a los milicianos, y<br />

en tono conciliador, les dijo:<br />

•42


—Antes <strong>de</strong> quemar este edificio, sería mejor que lo visitaseis <strong>de</strong>tenidamente;<br />

pues estoy convencido <strong>de</strong> que cuando lo conozcáis no lo <strong>de</strong>struiréis.<br />

Los milicianos se miraron unos a otros, in<strong>de</strong>cisos. Acercándoseles entonces<br />

el señor Director, don Francisco Bandrés, apoyó la invitación hecha por el señor<br />

Mestre. Al fin accedieron a visitar la casa.<br />

A medida que van recorriendo los distintos talleres y <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias, el señor<br />

Mestre les va explicando cómo el edificio es una institución benemérita y ejemplar,<br />

pues se <strong>de</strong>dica exclusivamente a educar a los hijos <strong>de</strong>l pueblo, enseñándoles<br />

a la perfección un arte u oficio con el que se puedan ganar honradamente<br />

la vida el día <strong>de</strong> mañana.<br />

Y les habla por este tenor mientras recorren los diversos talleres, consiguiendo,<br />

por fin, ablandar algún tanto aquellos duros corazones.<br />

Al atravesar la huerta, dicen que han venido porque les aseguraron que<br />

en el colegio se escon<strong>de</strong>n armas. Y a la vista <strong>de</strong>l tupido maizal, <strong>de</strong>stinado a<br />

forraje <strong>de</strong> las vacas, se meten <strong>de</strong>ntro, intentando vanamente encontrarlas.<br />

Otra cuadrilla ha saltado al huerto vecino, pues les dijeron que por la tapia<br />

trasera <strong>de</strong>l colegio se habían arrojado bultos sospechosos. En efecto, se encontraron<br />

las cajas <strong>de</strong> herramientas que algunos alumnos mecánicos o carpinteros<br />

habían creído sustraer <strong>de</strong> aquella forma al <strong>de</strong>spojo <strong>de</strong> los milicianos.<br />

Sigue la visita y se llega al teatro. Suben al escenario y al salón <strong>de</strong> guardarropa.<br />

Excitación y alegría: en un armario han visto un letrero que dice:<br />

«Armas mo<strong>de</strong>rnas». Y ante la expectación <strong>de</strong> todos, se abre el misterioso armario,<br />

saliendo a relucir gumías, puñales, espadas... <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.<br />

Alguno <strong>de</strong> los milicianos, furioso por el inesperado <strong>de</strong>sengaño, preten<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sahogar su ira y encañona su pistola ametralladora contra el patio, repleto<br />

<strong>de</strong> jóvenes; por fortuna sus compañeros logran <strong>de</strong>sarmarle y tranquilizarle<br />

un poco.<br />

Al atravesar el patio, ya <strong>de</strong> vuelta, uno <strong>de</strong> los milicianos reclamó a los muchachos<br />

silencio, y los arengó, diciéndoles que afortunadamente ellos estaban<br />

allí para librarles <strong>de</strong>l yugo clerical; que eran ya <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>s para estar<br />

en un colegio, y así siguió <strong>de</strong>sbarrando por un buen rato, terminando con un<br />

«Viva la República» y un «Viva la Revolución», que los niños corearon con<br />

más temor que entusiasmo.<br />

Pasaron luego a la sección <strong>de</strong> Estudiantes. Éstos se hallaban reunidos en el<br />

salón <strong>de</strong> estudio, pues los Superiores habían creído más conveniente tenerlos<br />

allí recogidos, en previsión <strong>de</strong> posibles <strong>de</strong>safueros <strong>de</strong> la turba.<br />

Al verlos penetrar en el vasto salón, empuñando toda clase <strong>de</strong> armas, los<br />

niños, especialmente los más pequeños, rompieron a llorar. Los milicianos, en<br />

vista <strong>de</strong> ello, tuvieron vergüenza <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sairado papel que representaban, y<br />

se retiraron, no sin que alguno quisiera tranquilizar a los niños con palabras<br />

que querían ser afectuosas,^pero que sonaban a falso.<br />

INCIDENTES<br />

Mientras tanto, otro grupo, cansado <strong>de</strong> esperar en la portería, entró a su<br />

vez en el patio <strong>de</strong> los Artesanos. Al ver a tantos jóvenes, se <strong>de</strong>sorientaron<br />

y no sabían si eran alumnos o «frailes»; para salir <strong>de</strong> dudas, se lo preguntaron<br />

a ellos, mientras los encañonaban con sus pistolas:<br />

—¿Tú eres alumno o profesor?<br />

44


Así iban apartando a los Salesianos, y siempre amenazándolos con sus<br />

armas, los condujeron a la portería. Los niños estaban pálidos <strong>de</strong> miedo. Unos<br />

sollozaban en silencio. Otros, los mayores, crispaban los puños, reprimiendo<br />

a duras penas su ira.<br />

Un grupo <strong>de</strong> mayores, al ver cómo se llevaban al salesiano que con ellos<br />

estaba, dijeron a los milicianos:<br />

—Déjelo con nosotros, que es muy bueno y nos quiere mucho.<br />

Esta espontánea confesión sacó <strong>de</strong> quicio al miliciano que, dando un furioso<br />

empellón al salesiano, le mandó que le precediera, diciendo:<br />

—Todos <strong>de</strong>cís lo mismo. ¡Que os quieren mucho!... Y soltó una blasfemia.<br />

LA EXPULSIÓN<br />

En la portería, entretanto, se había llegado a un acuerdo entre los incendiarios<br />

y los <strong>de</strong> la Esquerra. El colegio continuaría en pie... por entonces, pero los<br />

frailes <strong>de</strong>bían abandonarlo al instante.<br />

Requeridos por el señor Liado y por Bachs, habían llegado entretanto unos<br />

Guardias <strong>de</strong> Asalto, cuya presencia contribuyó a que los milicianos <strong>de</strong>sistieran<br />

<strong>de</strong> sus feroces <strong>de</strong>signios. Se retiraron, pero quedando en las inmediaciones <strong>de</strong> la<br />

portería, para ver si se cumplía el pacto.<br />

Los agentes <strong>de</strong> la Generalidad mandaron entonces que todos los Salesianos<br />

se reuniesen en la portería. Una vez allí, Bachs les leyó el <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> incautación,<br />

y al terminar, or<strong>de</strong>nó que inmediatamente abandonaran el colegio. En<br />

cuanto a los criados y oficiales <strong>de</strong> taller, podían quedarse y seguir trabajando<br />

en sus respectivos oficios. Para ello les darían un salvoconducto a fin <strong>de</strong> que<br />

pudieran entrar y salir libremente <strong>de</strong> la casa.<br />

El señor Director pidió que al menos <strong>de</strong>jasen sacar la ropa y objetos <strong>de</strong><br />

uso personal; y no sin dificulta<strong>de</strong>s, se obtuvo que, acompañados los religiosos<br />

por los guardias, pudiesen ir a sus habitaciones o dormitorios, en don<strong>de</strong>, dada<br />

la premura <strong>de</strong>l tiempo, recogieron tan sólo Jo más indispensable por el momento.<br />

Por otra parte, nadie se atrevía a salir a la calle con paquetes o maletas,<br />

por no llamar la atención en aquellas horas críticas. En vista <strong>de</strong> ello, Bachs les<br />

autorizó para que volvieran otro día, y con más calma, podrían llevarse lo<br />

que quedaba.<br />

A medida que iban saliendo, los milicianos apostados en la portería los cacheaban<br />

a todos <strong>de</strong>tenidamente. Imposible expresar la congoja, el dolor y la<br />

consternación que producía en los Salesianos el tener que abandonar su querido<br />

colegio, sobre todo <strong>de</strong>jando en él a más <strong>de</strong> trescientos inocentes cor<strong>de</strong>ros, presa<br />

<strong>de</strong> los lobos rapaces. Lo que menos sentían era el verse repentinamente, y ya<br />

anochecido, en medio <strong>de</strong> la calle. Eran los niños, aquellas almas que el Señor<br />

les confiara, lo que más les preocupaba. ¿Qué sería <strong>de</strong> ellos bajo la custodia <strong>de</strong><br />

aquellos forajidos?<br />

ABNEGACIÓN SALESIANA<br />

Por fortuna no quedaron abandonados <strong>de</strong>l todo.<br />

Un grupo <strong>de</strong> Salesianos, con peligro <strong>de</strong> su vida, y conscientes <strong>de</strong> lo que<br />

ello significaba, se quedaron con los niños. Todos hubieran querido hacer lo<br />

45


mismo; pero aparte que a unos no se les ocurrió siquiera esta posibilidad<br />

y a otros los obligaron a salir a la fuerza, hubiera sido imposible; mientras<br />

que un pequeño grupo apenas llamaría la atención.<br />

El hermano coadjutor, don José Enseñat, que ya se encontraba con un pie<br />

en la calle, tuvo <strong>de</strong> pronto una corazonada y preguntó a los milicianos que lo<br />

cacheaban:<br />

—¿Y ya no podremos ver más a los niños?<br />

—Sí, hombre; la casa estará abierta a todas horas. Ven cuando quieras,<br />

Y añadió entre dientes;<br />

—Si no te fusilamos antes»<br />

—Pero, ¿qué haréis con los niños? —insistió el buen salesiano.<br />

—No te apures. Los niños serán bien tratados y alimentados.<br />

Aún titubeaba. Las lágrimas empañaban sus ojos. Se acerca otro miliciano.<br />

—¿Qué haces aquí? —le dice—. ¡Afuera!<br />

—Déjame ir a buscar la americana, que me la he <strong>de</strong>jado olvidada en el<br />

patio,<br />

—Bueno; pero vuelve en seguida.<br />

Penetró en el patio. Los artesanos permanecían allí, como petrificados<br />

por el estupor.<br />

Los jóvenes no se movían ni se atrevían a hablar siquiera- Aquella soledad<br />

extraña les causaba miedo.<br />

—¿A dón<strong>de</strong> se los habrán llevado? —se preguntaban entre sí. Y todos presentían<br />

la respuesta sin que nadie se atreviese a formularla.<br />

Por eso, cuando vieron aparecer al señor Enseñat, se arrojaron sobre él, y<br />

llorando, le dijeron:<br />

—No nos <strong>de</strong>je usted. ¿Qué será <strong>de</strong> nosotros entre esta gente?<br />

Unos lo abrazaban. Otros lo tenían cogido por la mano, por el brazo.<br />

—¿Y qué queréis que haga? —les dijo conmovido—. Nos han obligado a<br />

salir. Nos han <strong>de</strong>spachado a todos.<br />

Pero en aquel momento tuvo una inspiración: «¿Y si pidiera autorización<br />

para quedarme? Total, ¿qué pue<strong>de</strong> pasar?, ¿qué me fusilen? Pues bien; ¿qué<br />

cosa mejor que morir por asistir a los niños?»<br />

Mientras discurre <strong>de</strong> este modo, viene el miliciano que le diera el permiso<br />

y le insta nuevamente a ir a la portería.<br />

Trabajo le costó al señor Enseñat <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> los brazos <strong>de</strong> los jóvenes,<br />

que no querían separarse <strong>de</strong> él. Por fin, haciéndoles una dulce violencia,<br />

se alejó <strong>de</strong> ellos. El miliciano le seguía, apuntándole con su pistola. Le condujo<br />

a la portería, y señalándole la puerta, le dijo:<br />

— ¡Ea, fuera <strong>de</strong> una vez!<br />

Pero el señor Enseñat, viendo allí cerca a Liado, se le aproxima y le dice:<br />

—Uste<strong>de</strong>s no conocen la casa ni tienen costumbre <strong>de</strong> gobernar a los niños.<br />

Seguramente encontrarán muchas dificulta<strong>de</strong>s. Por otra parte, se hallan todos<br />

intranquilos por lo sucedido y costará mucho trabajo calmarlos. A<strong>de</strong>más, yo<br />

no soy cura, sino empleado en las oficinas <strong>de</strong> Contabilidad. Si os parece bien,<br />

me quedaré unos días con los niños, y como ya me conocen, esto los calmará<br />

y les <strong>de</strong>volverá la tranquilidad.<br />

—¿Es cierto que no eres cura?<br />

—Pues preguntadlo a los niños.<br />

—¿Y estás dispuesto a ser leal con nosotros?<br />

-Sí.<br />

46


—Pues <strong>de</strong> este modo, pue<strong>de</strong>s quedarte.<br />

Y diciendo esto, toma un bloc que había sobre la mesa y escribe este volante:<br />

«El camarada José Enseñat Daura, oficinista, queda adscrito al servicio<br />

<strong>de</strong> la casa, Antonio Liado,»<br />

Con aquel papel en la mano, el señor Enseñat se consi<strong>de</strong>raba plenamente<br />

feliz. Ya no quedarían abandonados los niños,<br />

Al salir <strong>de</strong> la portería se encontró <strong>de</strong> manos a boca con don Tomás Baraut,<br />

consejero <strong>de</strong> Estudiantes, quien al verle, le preguntó:<br />

—^¿Qué piensas hacer? ¿No te marchas?<br />

— No; me quedo. Ya he obtenido el permiso <strong>de</strong> Liado,<br />

—Pues yo también lo he conseguido,<br />

Y le cuenta:<br />

—Cuando nos llamaron para expulsarnos, yo me asomé a la portería, y al<br />

ver cómo iban saliendo uno tras otro los Salesianos y les iban cacheando escrupulosamente,<br />

caí en la cuenta <strong>de</strong> que ya no había nada que hacer, y me fui a<br />

buscar un poco <strong>de</strong> ropa para salir yo a mi vez, Al atravesar el patio <strong>de</strong> los<br />

Estudiantes, éstos se hallaban reunidos en pequeños grupos, unos llorando,<br />

otros tristes y meditabundos. No quedaba con ellos ningún salesiano. Apenas<br />

me vieron aparecer en el patio, corrieron todos a mi encuentro y me preguntaron<br />

lo que ocurría,<br />

—Os vais a quedar solos —les dije—. Han dado or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que salgan todos<br />

los Superiores,<br />

—¿Y usted también nos va a <strong>de</strong>jar? —pregunta llorando uno <strong>de</strong> los más<br />

pequeñitos.<br />

Aquellas lágrimas, el dolor y la congoja que veía retratados en los semblantes<br />

<strong>de</strong> los niños me hicieron tomar una resolución,<br />

—'No —les dije—. No os abandonaré. Yo me quedaré con vosotros. Esperad<br />

un poco,<br />

Y en vez <strong>de</strong> ir a preparar mi maleta, volví a la portería, me presenté a<br />

Bachs y le dije:<br />

—Yo soy Maestro Nacional, con mi título correspondiente. Como quiera<br />

que los niños no los conocen a uste<strong>de</strong>s y se encuentran tan asustados por todo<br />

lo sucedido, si usted me lo permite yo me quedaré con ellos hasta que sus<br />

familias vengan a buscarlos. Será cuestión <strong>de</strong> pocos días, y mientras tanto uste<strong>de</strong>s<br />

pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>dicarse a otra cosa y se quitan la preocupación <strong>de</strong> cuidar a<br />

los niños,<br />

—¿De modo que usted quiere quedarse aquí por amor a los niños y sólo<br />

por aten<strong>de</strong>rlos?<br />

—Sí, señor.<br />

—Pues conforme. Por mí, no hay inconveniente,<br />

Y me extendió el documento siguiente: «El Maestro Tomás Baraut queda<br />

al servicio <strong>de</strong> la casa,»<br />

—De modo que ya ves. Somos dos. Tú atien<strong>de</strong> a los Artesanos. Yo me<br />

quedaré con los Estudiantes. Pero muchísima pru<strong>de</strong>ncia.<br />

Imposible <strong>de</strong>scribir el consuelo y el entusiasmo <strong>de</strong> los alumnos al saber que<br />

se quedaban con ellos algunos <strong>de</strong> sus Superiores,<br />

El señor Enseñat, cuando entró en el patio <strong>de</strong> los Artesanos y les manifestó<br />

que había obtenido permiso para quedarse con ellos, fue objeto <strong>de</strong> una<br />

manifestación <strong>de</strong> cariño y entusiasmo, y sin po<strong>de</strong>r contenerse, exclamaron:<br />

'—¡Viva el señor Enseñat!<br />

47


Este grito, contestado por todos, atrajo la atención <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> milicianos<br />

que vagaba por allí, y se acercaron.<br />

—¿Qué pasa? —preguntaron—. ¿A quién vitoreáis?<br />

Y tal vez la cosa hubiera terminado mal, a no haberse hallado presente por<br />

casualidad una señora amiga <strong>de</strong> la casa, la cual se dirigió a los milicianos:<br />

—Nada; es un antiguo empleado. Por lo visto los niños se alegran <strong>de</strong><br />

tener con ellos una cara conocida.<br />

No pasó <strong>de</strong> ahí la cosa, y el señor Enseñat recomendó a los jóvenes que<br />

continuasen paseando tranquilamente hasta la hora <strong>de</strong> cenar,<br />

UN JOVEN VALIENTE<br />

A poco apareció en el patio el señor Bachs, el cual, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> agrupar a<br />

los muchachos, reclamó silencio y les dirigió la palabra.<br />

Les dijo que no habían <strong>de</strong> tener miedo. En a<strong>de</strong>lante estarían bajo la inmediata<br />

<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los obreros, los cuales los harían educar e instruir mejor<br />

que los frailes, que sólo les enseñaban a rezar. Ellos pondrían las escuelas<br />

a la altura <strong>de</strong>bida, sin escatimar para ello gastos ni sacrificios, y <strong>de</strong> allí saldrían<br />

obreros conscientes y amantes <strong>de</strong> la causa <strong>de</strong>l pueblo. A continuación<br />

soltó una frase <strong>de</strong> mal gusto dirigida contra los Salesianos, pero uno <strong>de</strong> los<br />

mayores, no pudiendo sufrir en silencio aquel insulto público a sus queridos<br />

Superiores, exclamó:<br />

—Uste<strong>de</strong>s podrán instalar maquinaria mo<strong>de</strong>rna y otros gran<strong>de</strong>s a<strong>de</strong>lantos,<br />

pero nunca podrán mejorar la enseñanza que nos daban los Salesianos, y mucho<br />

menos serán capaces <strong>de</strong> educarnos y tratarnos con el afecto con que ellos<br />

nos trataban.<br />

Siguió un silencio sombrío a estas palabras. Los jóvenes quedaron asustados<br />

ante la audacia <strong>de</strong> su compañero. Aunque 'todos sentían lo mismo, nadie se<br />

atrevía a manifestarlo con tanta valentía.<br />

Por su parte, el orador, que ya creía ganada la simpatía y confianza <strong>de</strong><br />

los muchachos con sus frases <strong>de</strong> cajón, quedó cortado, sin saber qué hacer ni<br />

qué <strong>de</strong>cir.<br />

Pero reponiéndose al cabo, se <strong>de</strong>sató en palabras <strong>de</strong> amenaza contra-el<br />

impru<strong>de</strong>nte joven, amenazándole con expulsarlo, con fusilarlo, incluso; pero<br />

el señor Enseñat, para aplacarle, le dijo que aquel joven era <strong>de</strong> un temperamento<br />

fogoso, inexperto, y que no había meditado sus palabras.<br />

Barbotando amenazas; y blasfemias, se retiró Bachs furioso y afrentado,<br />

mientras el señor Enseñat le hizo compren<strong>de</strong>r al muchacho que sus palabras,<br />

aunque muy dignas y reveladoras <strong>de</strong> su buen corazón, no habían sido oportunas<br />

en aquellos momentos, y habían estado a punto <strong>de</strong> provocar serios disgustos.<br />

Por consiguiente, para evitar seguras represalias <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> Bachs,<br />

lo mejor que podía hacer era marcharse cuanto antes a su casa.<br />

Así lo hizo el buen muchacho, y acertó en seguir el buen consejo, pues a<br />

poco unos milicianos hicieron correr la voz entre los jóvenes <strong>de</strong> que había sido<br />

fusilado. Por fortuna esto no era más que una bravata para infundir temor<br />

y respeto, pues dicho joven salió tranquilamente <strong>de</strong>l colegio, fue a su casa y<br />

hoy día vive agra<strong>de</strong>cido a sus antiguos Superiores.<br />

48


EL REVERSO DE LA MEDALLA<br />

Des<strong>de</strong> la salida <strong>de</strong> los Salesianos, comenzó el saqueo metódico <strong>de</strong>l colegio.<br />

Grupos <strong>de</strong> Guardias <strong>de</strong> Asalto por una parte, milicianas y milicianos por otra...<br />

Todos entraban por don<strong>de</strong> querían, violentando las puertas que hallaban cerradas,<br />

o <strong>de</strong>strozándolas a culatazos cuando se resistían a abrirse.<br />

Uno <strong>de</strong> estos grupos <strong>de</strong> saqueadores iba dirigido por un alumno, F. ¡S.,<br />

que había sido expulsado <strong>de</strong>l colegio el año anterior por su mala conducta.<br />

Al atravesar el patio <strong>de</strong> los Artesanos para dirigirse a la casa <strong>de</strong> Don<br />

Bosco, se encontró <strong>de</strong> pronto con el señor Enseñat, quien le dijo:<br />

—¿Cómo? ¿Tú por aquí? ¿Qué vienes a hacer?<br />

El <strong>de</strong>sgraciado se quedó pálido, sin saber qué contestar. Un color se le<br />

iba y otro se le venía, pues había reconocido a su antiguo Superior y a muchos<br />

<strong>de</strong> sus compañeros.<br />

—Es que como saben que he estado en el colegio, me han obligado a venir<br />

para que les enseñe la casa.<br />

-—Para esto ya estamos nosotros —le dijo el señor Enseñat. Y añadió—:<br />

¡Qué mal te cuadra el triste papel que <strong>de</strong>sempeñas!<br />

Y poniéndole la mano en el hombro, añadió:<br />

—Por favor, no te mezcles con esa gente y vete a tu casa.<br />

SOBRESALTOS<br />

Mientras tanto se había hecho completamente <strong>de</strong> noche. A la hora acostumbrada,<br />

las ocho, sonó el timbre avisando para la cena.<br />

Las nuevas autorida<strong>de</strong>s habían dispuesto que vinieran unas muchachas a<br />

servir la comida a los niños y aten<strong>de</strong>rlos; pero don Tomás logró convencer<br />

a Bachs <strong>de</strong> que los Salesianos que habían quedado se bastaban para ello, y<br />

que no hacía falta incomodar a aquellas señoritas. Cualquiera pue<strong>de</strong> imaginarse<br />

el apetito con que cenarían los niños aquella noche, que cerraba un día tan<br />

lleno <strong>de</strong> emociones. Por si algo faltaba para aumentárselo, mediada la cena<br />

irrumpió en los comedores una cuadrilla <strong>de</strong> milicianos, gritando la consabida<br />

frase:<br />

—'Manos arriba todo el mundo.<br />

Por las puertas y ventanas aparecían los cañones <strong>de</strong> las armas mortíferas<br />

apuntando a los muchachos.<br />

Momentos antes <strong>de</strong> empezar la cena, don Tomás y el señor Enseñat, puestos<br />

<strong>de</strong> acuerdo, habían hablado a los niños, haciéndoles ver que en a<strong>de</strong>lante<br />

ya no podrían practicar en común sus prácticas <strong>de</strong> piedad, pero que podían<br />

mantenerse, en lo posible, fieles a ellas, rezando en particular sus oraciones<br />

antes <strong>de</strong> acostarse y al levantarse, mientras hacían la limpieza.<br />

Temían, pues, haber sido espiados mientras daban este aviso, y que ahora<br />

iban a pagar caro su celo.<br />

Con todo, el señor Enseñat no perdió su sangre fría, y a<strong>de</strong>lantándose hacia<br />

los milicianos, les dijo:<br />

—Empezad por bajar las armas. Aquí no hay más que niños. Nosotros<br />

somos los responsables <strong>de</strong> ellos, encargados por Bachs. Si queréis algo, enten<strong>de</strong>os<br />

con él.<br />

Ellos se excusaron diciendo que buscaban a los frailes que habían quedado.<br />

4.— <strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

49


Y sin más, siguieron su infructuosa búsqueda.<br />

Pasado este inci<strong>de</strong>nte, y cuando ya la cena tocaba a su fin, hubo una grata<br />

sorpresa. Sin saber cómo, aparecieron <strong>de</strong> pronto el señor Cuevas y el clérigo<br />

don Ignacio Lucas, los cuales, enterados <strong>de</strong> que también don Tomás y el señor<br />

Enseñat se habían quedado con los alumnos, pidieron autorización para quedarse,<br />

y la consiguieron. De modo que ya eran cuatro los Salesianos que se<br />

quedaban al cuidado <strong>de</strong> los niños. La Provi<strong>de</strong>ncia velaba por ellos.<br />

Terminada la cena, salieron todos al patio a tomar un poco <strong>de</strong> aire,<br />

SOBRE LA PISTA DE LAS ARMAS<br />

De pronto aparecieron dos Guardias <strong>de</strong> Asalto, acompañados por un joven<br />

artesano, y llamando a los Salesianos, les preguntaron:<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está el Director? ¡Pronto! ¡Necesitamos verlo! ¡Hemos encontrado<br />

armas! Tiene que presentarse en seguida.<br />

El señor Enseñat contestó:<br />

—Ya sabéis que han sido expulsados todos los Salesianos, A estas horas<br />

quién sabe dón<strong>de</strong> habrán ido a parar. Pero si quieren algo, tal vez yo les pueda<br />

servir, pues llevo muchos años en la casa.<br />

— ¡Ah!, ¿sí? Pues mira, hemos encontrado esto*<br />

Y así diciendo, mostraron una cajita que contenía unos ocho o diez balines<br />

<strong>de</strong> pistola, muy pequeños.<br />

—Esto —les dijo el señor Enseñat— seguramente lo habéis encontrado en<br />

tal sitio,<br />

—Sí, es verdad. Luego, ¿tú lo sabías?<br />

—Sí; ya hace lo menos tres o cuatro años que vi esta cajita en el lugar en<br />

que la habéis encontrado. Es <strong>de</strong> cuando el Somatén. En aquellos tiempos algunos<br />

jefes <strong>de</strong> taller pertenecían al Somatén y tenían licencia para uso <strong>de</strong> armas;<br />

pero ya hace años que éstas fueron recogidas por la Generalidad, y estos balines<br />

quedarían olvidados. El Director, ni siquiera sospechaba su existencia,<br />

porqué vino a esta casa mucho <strong>de</strong>spués.<br />

—Pero aquí hay armas, no lo podéis negar. Cuando hay proyectiles, es<br />

señal <strong>de</strong> que las armas no andan lejos.<br />

— Pues no hay ni una. Ya os he dicho que fueron recogidas hace tiempo<br />

por la Generalidad.<br />

— Nada, nada, o cantas don<strong>de</strong> están las armas o te fusilamos en el acto.<br />

— Pero, ¿cómo queréis que os diga que aquí no hay armas?<br />

— Conque no, ¿eh? Bien, ponte cara a la pared.<br />

Este diálogo tenía lugar frente al jardín <strong>de</strong> Domingo Savio... Los niños,<br />

que habían ido formando círculo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los interlocutores, permanecían<br />

mudos <strong>de</strong> terror, temiendo ver <strong>de</strong> un momento a otro fusilar a su amado Superior.<br />

Éste fue conducido junto a la pared.<br />

—Por última vez, ¿quieres confesar dón<strong>de</strong> están escondidas las armas?<br />

— No lo sé, puesto que aquí no hay arma alguna.<br />

Esta entereza y seguridad convenció a medias a los guardias. Empezaron<br />

a disputar entre sí acaloradamente. Los <strong>de</strong>más Salesianos y los niños asistían<br />

con el alma pendiente <strong>de</strong> un hilo a esta violenta escena.<br />

Por fin se convencieron <strong>de</strong> que el señor Enseñat <strong>de</strong>cía la verdad y le <strong>de</strong>jaron<br />

en paz.<br />

50


Todos respiraron tranquilos, viéndose libres <strong>de</strong> tan horrible pesadilla, y<br />

procuraban consolar al buen hermano, que como es <strong>de</strong> suponer, había quedado<br />

profundamente afectado.<br />

Llegada la hora <strong>de</strong> retirarse a <strong>de</strong>scansar, los niños, acompañados <strong>de</strong> sus<br />

Superiores, fueron a sus respectivos dormitorios. Durante el día habían ido saliendo<br />

algunos, pero aún quedaban unos doscientos.<br />

Nerviosos y asustados por las últimas escenas, los muchachos no podían<br />

conciliar el sueño. Los Salesianos paseaban por los dormitorios para infundirles<br />

un poco <strong>de</strong> tranquilidad y confianza.<br />

Aun así a cada momento los llamaban para preguntarles si había terminado<br />

ya la Revolución, o cuándo podrían volver a sus casas, o bien si faltaba mucho<br />

para levantarse...<br />

; ?:; OTROS SALESIANOS<br />

Siendo la Casa <strong>de</strong> Sarria tan gran<strong>de</strong>, que bien pue<strong>de</strong> llamarse un verda<strong>de</strong>ro<br />

pueblo, no es <strong>de</strong> extrañar que los cuatro Salesianos arriba mencionados creyesen<br />

ser los únicos que se habían quedado. Pero lo cierto es que había otros<br />

varios, aunque no al cuidado <strong>de</strong> los niños, sino entregados a diferentes activida<strong>de</strong>s.<br />

Don José Batalla, sacerdote, y el señor Rabasa habían quedado en la sala<br />

convertida en hospital <strong>de</strong> urgencia, y tenían no poca, faena asistiendo a los<br />

heridos. Por esto fueron respetados. Ellos, por su parte, procuraban no meterse<br />

en nada, sino ceñirse a su cometido. Estuvieron prestando sus servicios<br />

hasta el día 31, en que fueron expulsados, y pocos días <strong>de</strong>spués encontraron<br />

la muerte, como veremos en su lugar.<br />

El señor Giarola, que tenía a su cuidado la ropería, se quedó también;<br />

procuraba aten<strong>de</strong>r a los alumnos que se iban marchando, pero a los dos días<br />

no pudiendo consentir el <strong>de</strong>spojo que las milicianas hacían en la ropería, y<br />

temiendo per<strong>de</strong>r la paciencia, se marchó.<br />

El señor Ribo, encargado <strong>de</strong> la huerta y <strong>de</strong> la vaquería, pudo aguantar<br />

hasta el día 29, pero viendo que le miraban con malos ojos, y que superma,nencia<br />

era <strong>de</strong>l todo inútil, también abandonó el colegio.<br />

Lo mismo hicieron poco <strong>de</strong>spués el señor Agut y el señor Rabell que creían<br />

ser respetados; pero ante el temor <strong>de</strong> posibles atropellos, acabaron por marcharse,<br />

no sin que al anciano señor Rabell le <strong>de</strong>spojaran <strong>de</strong>l dinero que llevaba,<br />

y ante sus razonables protestas le encaminaron a un asilo, en don<strong>de</strong> permaneció<br />

hasta que se le pudo sacar pasaporte para el extranjero.<br />

LAS TRIBULACIONES DEL PORTERO<br />

En la portería quedó don Juan Baraut. Creyendo que su presencia podría<br />

evitar algunos abusos, y a<strong>de</strong>más, confiado en que mientras estuviese en casa<br />

su sobrino don Tomás, no había <strong>de</strong> pasarle nada, <strong>de</strong>cidió quedarse también.<br />

Su papel en la portería era muy <strong>de</strong>sairado, porque nadie le hacía caso. Le<br />

utilizaban como guía para conducir por la casa a los extraños. Apenas salidos<br />

los Salesianos, el jefe <strong>de</strong> la Esquerra le pidió le condujese al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l<br />

Director, y como encontrasen la puerta cerrada, la abrieron a culatazos.<br />

Luego, en la prefectura, empezaron a revolver los papeles, facturas y recibos.<br />

52


—¿Qué es esto? —le preguntaron.<br />

—Son los recibos pendientes <strong>de</strong> cobro.<br />

—Pues bien —dijo un policía—• Los llevaremos a la Generalidad para<br />

pasar luego a cobrarlos.<br />

Habiendo encontrado un cajoncito en el que se guardaba moneda extranjera,<br />

preguntaron:<br />

—¿Y esta moneda falsa?<br />

—Son —contestó don Juan—, las monedas que en el transcurso <strong>de</strong>l año<br />

se van acumulando, y se retiran <strong>de</strong> la circulación por ser extranjeras.<br />

El pobre don Juan no paraba un instante. Todos acudían a él para pedirle<br />

las llaves <strong>de</strong> los cuartos, <strong>de</strong> los armarios, <strong>de</strong> los cajones <strong>de</strong> las mesas. Y como<br />

él no tenía nada <strong>de</strong> esto, había <strong>de</strong> aguantar los efectos <strong>de</strong>l mal humor <strong>de</strong> aquellos<br />

<strong>de</strong>salmados que le amenazaban <strong>de</strong> continuo con sus pistolas.<br />

—Tú lo sabes, pero no lo quieres <strong>de</strong>cir, pero ya te llegará...<br />

Mientras andaban registrando la prefectura apareció un clérico que había<br />

llegado <strong>de</strong> Italia pocos días antes, y no conociendo a nadie en Barcelona, venía<br />

a pedirle al portero le indicara la dirección <strong>de</strong> alguna persona conocida. Sacó<br />

don Juan un papel en el que tenía anotadas algunas direcciones <strong>de</strong> familias<br />

que habían ofrecido sus casas para caso <strong>de</strong> necesidad y con toda sencillez se<br />

lo entregó para que tomara nota <strong>de</strong> algunas <strong>de</strong> ellas; pero un policía, que no lo<br />

perdía <strong>de</strong> vista, le arrebató violentamente el papel, le echó una ojeada, y guardándolo<br />

en el bolsillo, exclamó dirigiéndose al compañero:<br />

-—Este individuo no <strong>de</strong>be permanecer aquí ni un momento más.<br />

Al oir estas palabras, el señor Baraut se fue a su cuartito <strong>de</strong>f la portería<br />

y comenzó a preparar su maleta. Cuando hubo acabado se disponía a marcharse,<br />

pero le salió al encuentro otro policía, que con voz autoritaria le or<strong>de</strong>nó<br />

le enseñase la iglesia.<br />

—No puedo —respon<strong>de</strong>—; me acaban <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedir.<br />

—Te he dicho que me acompañes al punto —le grita el otro enfurecido.<br />

Tuvo que obe<strong>de</strong>cerle. La iglesia estaba a oscuras y completamente vacía,<br />

pues se habían sacado todos los bancos.<br />

—Encien<strong>de</strong> todas las luces, pero vete con cuidado, pues al primer movimiento<br />

sospechoso, te asamos.<br />

Cerca <strong>de</strong> una hora estuvieron registrando minuciosamente la iglesia, la<br />

sacristía y <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias adyacentes, hasta que cansados, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> forzar<br />

los cepillos, volvieron a la portería.<br />

Una vez allí le hicieron traer una balanza para pesar la cal<strong>de</strong>rilla J Como<br />

les dijera que la balanza se encontraba en la cocina, le obligaron a guiarlos allá.<br />

Al pasar por el comedor <strong>de</strong> los Salesianos, que estaba preparado para la<br />

cena <strong>de</strong>s<strong>de</strong> media tar<strong>de</strong>, le preguntaron:<br />

—¿Para quién está <strong>de</strong>stinado este comedor?<br />

—Es para el personal <strong>de</strong> la casa, pero como se han marchado todos, podréis<br />

utilizarlo vosotros.<br />

Llegados <strong>de</strong> nuevo a la portería, le autorizaron para ir a cenar, y luego a<br />

dormir, pues dado lo avanzado <strong>de</strong> la hora, no <strong>de</strong>bía salir hasta el día siguiente.<br />

A eso <strong>de</strong> las ocho <strong>de</strong> la mañana, uno <strong>de</strong> los guardias le llama y le exige<br />

que los guíe a la torre <strong>de</strong> la iglesia. Llegados al campanario, uno <strong>de</strong> los milicianos<br />

propuso a los <strong>de</strong>más que <strong>de</strong>jaran abandonado al «fraile» allí arriba,<br />

y luego disparasen varios tiros para hacer creer a la gente que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí se<br />

disparaba contra el pueblo.<br />

53


Por fortuna no cuajó esta diabólica i<strong>de</strong>a, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> bajar <strong>de</strong> la torre<br />

procedieron a un nuevo registro <strong>de</strong> la iglesia, para ver si encontraban el «arsenal»<br />

<strong>de</strong> armas que <strong>de</strong>bía haber por allí escondido.<br />

Poco más tar<strong>de</strong>, como ya conocían el camino <strong>de</strong> la torre, algunos milicianos<br />

se entretuvieron en colocar, apoyados en las almenas, unos maniquíes vestidos<br />

con los trajes <strong>de</strong> soldado <strong>de</strong> la guardarropía <strong>de</strong>l teatro, y que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos daban<br />

la impresión <strong>de</strong> hombres muertos, caídos <strong>de</strong> bruces sobre el parapeto.<br />

Al bajar los niños al patio, lo primero que observan son los monigotes <strong>de</strong>l<br />

campanario, que a ellos les parecen hombres fusilados, y este espectáculo les<br />

llena <strong>de</strong> natural terror, hasta que Bachs, enterado <strong>de</strong> la estúpida broma, manda<br />

retirar aquellos trapos,<br />

Don Juan Baraut pudo salir aquel mismo día y refugiarse en una casa <strong>de</strong><br />

Sarria, aunque aún hubo <strong>de</strong> sufrir algunos sobresaltos y amenazas <strong>de</strong> parte<br />

<strong>de</strong> los milicianos.<br />

LA VIDA DEL COLEGIO<br />

Los niños habían quedado provi<strong>de</strong>ncialmente en manos <strong>de</strong> los Salesianos.<br />

Los <strong>de</strong> la Esquerra se valían <strong>de</strong> éstos mientras les pudieran ser útiles, y se<br />

veían con ello aligerados <strong>de</strong> un grave peso y <strong>de</strong> muchos quebra<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> cabeza.<br />

El miércoles, el señor Bachs or<strong>de</strong>nó a don Tomás que le hiciera una lista<br />

<strong>de</strong> los niños que quedaban en casa.<br />

Muchos habían ido saliendo el día anterior. Las salidas fueron intensificándose<br />

'durante el resto <strong>de</strong> la semana, a medida que se normalizaban los<br />

transportes ferroviarios. Pero los que tenían sus familiares en provincias lejanas<br />

o en la zona Nacional, tuvieron que permanecer con los rojos durante algún<br />

tiempo. Los mismos Salesianos se encargaron <strong>de</strong> buscar para estos últimos un<br />

asilo en casa <strong>de</strong> personas caritativas que se prestaban a ello, en vista <strong>de</strong>l peligro<br />

que corrían dichos jóvenes si permanecían en manos <strong>de</strong> los rojos. Por <strong>de</strong>sgracia<br />

no pudo obtenerse para todos esta solución, y algunos <strong>de</strong> aquellos pobres<br />

jóvenes, al tener que marchar los últimos Salesianos, quedaron en un ambiente<br />

tan <strong>de</strong>smoralizador que acabaron por pervertirse.<br />

Bachs or<strong>de</strong>nó que los jóvenes que quedaban siguieran el horario normal,<br />

mas suprimiendo en absoluto cuanto se refiriese a la piedad y a enseñanza<br />

<strong>de</strong>l Catecismo. Pero los muchachos, espontáneamente, rezaban sus oraciones <strong>de</strong><br />

la mañana y <strong>de</strong> la noche con verda<strong>de</strong>ro fervor, proporcionando con ello no poca<br />

alegría a sus abnegados Superiores, que podían constatar llenos <strong>de</strong> consuelo,<br />

el fruto <strong>de</strong> sus enseñanzas.<br />

Para facilitar la asistencia, los alumnos que quedaban fueron reunidos en<br />

la sección <strong>de</strong> Estudiantes, tanto para dormir como para comer.<br />

Las familias que venían a buscar a sus hijos, cuando éstos les enteraban<br />

<strong>de</strong> que un grupo <strong>de</strong> Salesianos, <strong>de</strong>safiando todos los peligros, se habían quedado<br />

con ellos para asistirlos y consolarlos, no salían <strong>de</strong> su asombro, y gratísimamente<br />

sorprendidos y edificados, les manifestaban su admiración y sus<br />

temores:<br />

—Pero, ¿no temen uste<strong>de</strong>s que estos forajidos los maten?<br />

—No pensamos en esto. Sólo sabemos que estamos cumpliendo nuestro<br />

<strong>de</strong>ber, en estos momentos en que más necesaria es nuestra presencia entre los<br />

niños.<br />

54


LA OBRA DESTRUCTORA<br />

Entre milicianos y milicianas se habían instalado en la casa alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong><br />

sesenta individuos. Pasaban el día en continua francachela, especialmente en<br />

el comedor, que era el lugar <strong>de</strong> reunión <strong>de</strong> los vagos <strong>de</strong>l contorno y en don<strong>de</strong><br />

a todas horas y gratuitamente tenían la mesa puesta.<br />

A su disposición, y sin limitación alguna, tenían las reservas <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spensa,<br />

<strong>de</strong> la bo<strong>de</strong>ga, vaquería y gallinero.<br />

Cuando se cansaban <strong>de</strong> comer y <strong>de</strong> beber, se <strong>de</strong>dicaban a la tarea <strong>de</strong> «purificar»<br />

la casa <strong>de</strong> todo cuanto oliese a religión.<br />

Empezaron con la <strong>de</strong>strucción sistemática <strong>de</strong> los cuadros religiosos y <strong>de</strong> las<br />

imágenes sagradas. Lo <strong>de</strong>strozaban primero a machetazos, luego pasaban los<br />

<strong>de</strong>spojos al patio, en don<strong>de</strong> ardía <strong>de</strong> continuo una hoguera alimentada con<br />

los cuadros, estatuas, confesionarios y vía crucis...<br />

Los Salesianos tenían que contener sus lágrimas al ver como era pasto <strong>de</strong><br />

las llamas el magnífico cuadro <strong>de</strong> María Auxiliadora, obra <strong>de</strong> Montserrat, tan<br />

popular en toda la España Salesiana. El mismo <strong>de</strong>stino sufrieron los magníficos<br />

cuadros «La multiplicación <strong>de</strong> los panes» y «La Sagrada Familia», obra<br />

<strong>de</strong>l artista salesiano señor Gutiérrez, y que <strong>de</strong>coraban el comedor y el vestíbulo<br />

<strong>de</strong>l teatro respectivamente.<br />

Deseando librar <strong>de</strong> la profanación estas y otras obras religiosas y artísticas,<br />

don Tomás le hizo ver a Bachs que lo más conveniente era retirarlas para conservarlas<br />

en algún museo. Él prometió hacerlo, pero ya fuera por temor o por<br />

<strong>de</strong>sidia, no lo llevó a cabo, y poco a poco fueron <strong>de</strong>sapareciendo todas estas<br />

obras <strong>de</strong> arte, víctimas <strong>de</strong>l furor iconoclasta <strong>de</strong> los milicianos.<br />

El magnífico altar mayor, joya gótica <strong>de</strong> incomparable belleza; los dos<br />

altares laterales, las estaciones <strong>de</strong>l artístico vía crucis, todo iba convirtiéndose<br />

en astillas bajo el hacha sacrilega, para ser luego pasto <strong>de</strong> las llamas en mitad<br />

<strong>de</strong>l patio, a la vista <strong>de</strong> los niños horrorizados y <strong>de</strong> los Salesianos, que consternados,<br />

contemplaban cómo <strong>de</strong>saparecían entre las llamas aquellos retablos<br />

y aquellas benditas imágenes, ante las que se postraron durante tantos años<br />

generaciones <strong>de</strong> jóvenes,..<br />

Los restos mortales <strong>de</strong> la Sierva <strong>de</strong> Dios, Doña Dorotea <strong>de</strong> Chopitea, fundadora<br />

<strong>de</strong> las Escuelas, que se conservaban en una urna <strong>de</strong> mármol, fueron<br />

igualmente profanados, esparcidos por el suelo, y envueltos en basura, arrojados<br />

a un muladar. Por fortuna un antiguo alumno logró localizarlos, y disimuladamente,<br />

tiempo <strong>de</strong>spués, los llevó a un lugar seguro.<br />

Por indicación <strong>de</strong> Liado, los cuatro Salesianos procedieron a sacar <strong>de</strong>l almacén<br />

<strong>de</strong> venta las imágenes que aún no estaban ben<strong>de</strong>cidas, y les prendieron<br />

fuego, a fin <strong>de</strong> que al venir los <strong>de</strong> la F. A. I. no tomasen aquello como pretexto<br />

para mayores excesos.<br />

En la sección <strong>de</strong> los estudiantes, los mismos Salesianos, a fin <strong>de</strong> impedir<br />

profanaciones y sacrilegios, se a<strong>de</strong>lantaron a los rojos; y <strong>de</strong>scolgando los cua^<br />

dros religiosos y crucifijos que presidían las salas, los arrojaron a las llamas,<br />

no sin antes <strong>de</strong>positar en ellos un beso henchido <strong>de</strong> amor...<br />

56


FESTIVIDAD DE SANTIAGO<br />

La aparente tolerancia <strong>de</strong>l señor Bachs animó en este día a don Tomás y<br />

al señor Enseñat a pedirle que permitiera a don José Batalla celebrar la Santa<br />

Misa, pues los niños habían manifestado <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> oiría en razón <strong>de</strong> la festividad.<br />

Negación rotunda. Como el señor Enseñat insistiera, le replicó Bachs<br />

que no se le ocurriera volver a hablarle otra vez <strong>de</strong> semejante locura, pues <strong>de</strong><br />

lo contrario le mandaría fusilar.<br />

Pero los niños, al verse <strong>de</strong>fraudados en sus esperanzas, no por eso <strong>de</strong>jaron<br />

<strong>de</strong> celebrar la festividad <strong>de</strong> Santiago con una mayor <strong>de</strong>voción en el rezo <strong>de</strong><br />

sus oraciones. Estaba prohibido terminantemente hacerlas en común, pero no<br />

hubo ningún niño que <strong>de</strong>jara <strong>de</strong> hacerlas en particular con edificante piedad.<br />

Escribe don Tomás Baraut:<br />

«Otro fenómeno me llamó la atención aquellos días: la docilidad con que<br />

cumplían mis menores indicaciones. Habiendo sido por tres años Consejero Escolástico<br />

y estando encargado <strong>de</strong> la disciplina general, por lo que en algunas<br />

ocasiones me había visto obligado a aplicar algún severo correctivo, parece<br />

extraño que no hubiera entre los colegiales alguno que, resentido, aprovechara<br />

aquella coyuntura, si no para <strong>de</strong>latarme, al menos para eludir la obediencia.<br />

Sin embargo, jamás me obe<strong>de</strong>cieron tan puntualmente como aquellos días. Yo<br />

estaba plenamente seguro <strong>de</strong> ellos y ellos a su vez convencidos <strong>de</strong> que siempre<br />

había buscado su bien y lo seguía procurando. De ahí que tanto a mí como a<br />

los otros Salesianos, no nos dieran ningún motivo <strong>de</strong> queja y sí muchos <strong>de</strong><br />

consuelo. Éstos no son triunfos personales, son triunfos <strong>de</strong>l sistema educativo<br />

<strong>de</strong> Don Bosco, que llega hasta el fondo <strong>de</strong>l corazón y establece indisoluble<br />

comunidad <strong>de</strong> intereses y sentimientos entre el educando y su educador.»<br />

INCIDENTE PELIGROSO<br />

Domingo, 26. Se va intensificando la salida <strong>de</strong> los colegiales. No se les<br />

permite llevarse los colchones ni la ropa <strong>de</strong> la cama. Han <strong>de</strong> quedar para los<br />

inquilinos que se esperan. Muchos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>portistas venidos para la Olimpíada<br />

popular, se han instalado en el Colegio, sección <strong>de</strong> Artesanos, y su número<br />

aumenta con la venida <strong>de</strong> otros nuevos huéspe<strong>de</strong>s.<br />

Por la tar<strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> milicianos y guardias <strong>de</strong> asalto quieren organizar<br />

un partido <strong>de</strong> fútbol con nuestros jóvenes artesanos. Algunos <strong>de</strong> aquellos estaban<br />

en estado <strong>de</strong> embriaguez... Era algo repulsivo y grotesco. Nuestros jóvenes<br />

jugaban con aprensión y sin entusiasmo.<br />

Durante el partido tuvo lugar un inci<strong>de</strong>nte digno <strong>de</strong> mención y que pudo<br />

acarrear consecuencias-<br />

Estaba el señor Enseñat presenciando el partido, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong><br />

colegiales, cuando se acercó un hermano <strong>de</strong> Bachs, y dio comienzo a una conversación<br />

en extremo grosera, salpicada <strong>de</strong> insultos contra los frailes. El señor<br />

Enseñat, sin po<strong>de</strong>r aguantarse más, le interrumpió diciéndole:<br />

—Oiga, cuando se habla a niños y a jóvenes, hay que tener mucho cuidado<br />

con lo que se dice, para no perturbar sus cabezas con tonterías y neceda<strong>de</strong>s.<br />

Y más si lo que se les dice es tan sólo un cúmulo <strong>de</strong> mentiras que no se pue<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong>mostrar.<br />

—jBah! —respondió sonriendo—. Nada más sencillo que <strong>de</strong>mostrar todo lo<br />

57


que he dicho <strong>de</strong> los curas y frailes. Y si no, vamos a ver, ¿qué han hecho los<br />

Salesianos?<br />

—Eso —le dijo don José Enseñat—, ¿qué es lo que han hecho?<br />

—Pues sencillamente —respondió Bachs—• Han robado todo cuanto tenían<br />

los chicos y luego han escapado cobar<strong>de</strong>mente para evitar la justicia <strong>de</strong>l pueblo.<br />

—Falso —le dijo el señor Enseñat.<br />

—Verdad, la pura verdad.<br />

—Mentira y nada más que mentira; como es falso todo cuanto acabas <strong>de</strong><br />

contar <strong>de</strong> los curas y frailes. No sabéis sino inventar falseda<strong>de</strong>s. Has <strong>de</strong> saber<br />

que yo soy salesiano, y aquí estoy hace diez años. Estos chicos me conocen<br />

muy bien. Que digan ellos si eso que has dicho tú <strong>de</strong> los Salesianos es verdad<br />

o mentira.<br />

Confuso ante este apostrofe, no supo sino respon<strong>de</strong>r:<br />

—¿Conque tú eres salesiano? Pues ya me las pagarás.<br />

A todo esto se había ido sumando gente al grupo, y se acercó también don<br />

Tomás Baraut, que en apoyo <strong>de</strong> lo manifestado por el señor Enseñat, dijo a<br />

su vez:<br />

—Y yo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> salesiano, soy sacerdote. Títulos ambos que hacen mi<br />

posición muy arriesgada, como pue<strong>de</strong>s compren<strong>de</strong>r, y la estoy arrostrando<br />

para aten<strong>de</strong>r a estos niños, mientras muchos <strong>de</strong> los vuestros no piensan más<br />

que en juergas y comilonas.<br />

Confuso y avergonzado, Bachs se retiró sin replicar. Por fortuna no pensó<br />

en <strong>de</strong>latar a los Salesianos ni en tomar represalias.<br />

SE RECUPERA UNA PRECIOSA RELIQUIA<br />

El lunes, día 27, se presentó a don Tomás otro hermano <strong>de</strong> Bachs, persona<br />

seria y al parecer <strong>de</strong> buenos sentimientos, y entregándole un pequeño envoltorio,<br />

le dijo:<br />

—Ahí tiene esta camisa <strong>de</strong> Don Bosco. Para nosotros estos objetos no tienen<br />

ningún valor. Quizá a usted le interesen.<br />

—Y tanto como me interesa —le respondió don Tomás—. Se lo agra<strong>de</strong>zco<br />

en el alma. Y si encuentra más objetos <strong>de</strong> éstos, no <strong>de</strong>je <strong>de</strong> entregármelos.<br />

Por <strong>de</strong>sgracia, ya habían sido saqueadas las habitaciones llamadas dt<br />

Don Bosco, perdiéndose tantísimos recuerdos como allí se conservaban <strong>de</strong> la<br />

visita a Sarria <strong>de</strong> nuestro Fundador.<br />

Don Tomás se apresuró a enviar, por mediación <strong>de</strong>l señor Ribo, la preciada<br />

reliquia a casa <strong>de</strong> doña Carmen Fuster, que vivía muy cerca, en la calle <strong>de</strong> María<br />

Auxiliadora y que ya tenía en su casa refugiado al reverendo don Máximo<br />

Palao, con encargo <strong>de</strong> que la conservasen con todo cuidado. Y allí estuvo hasta<br />

que pasada la guerra se pudo recuperar.<br />

A LA CAZA DEL FRAILE<br />

En la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l día 28, mientras don Tomás Baraut estaba en el patio<br />

hablando con un grupo <strong>de</strong> milicianos, aparecieron por la puerta que daba acceso<br />

al patio dos forajidos, armados <strong>de</strong> fusil, que al mismo tiempo que apuntaban<br />

hacia el grupo, gritaban a gran<strong>de</strong>s voces:<br />

58


—Echaos todos al suelo, que vamos a disparar,,. Acaba <strong>de</strong> entrar a escondidas<br />

un fraile y hemos <strong>de</strong> cazarle,,. No <strong>de</strong>be <strong>de</strong> andar muy lejos.<br />

Se referían a un salesiano que se había acercado aquella tar<strong>de</strong> al colegio,<br />

para ver si era posible, aprovechando el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, salvar algunas cosas, Al<br />

ver abierto el portalón penetró por él mientras salía un camión. Alguno <strong>de</strong> los<br />

ocupantes <strong>de</strong> éste <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> reconocerle, por cuanto a poco se daba la alarma,<br />

que motivó la persecución.<br />

Poco <strong>de</strong>spués era <strong>de</strong>scubierto, y acorralado hasta la Casa <strong>de</strong> Don Bosco,<br />

en don<strong>de</strong> le <strong>de</strong>tuvieron.<br />

Mientras tanto don Tomás se preguntaba quién sería el salesiano perseguido,<br />

Acercósele una miliciana, gritando:<br />

—Dime, ¿esos frailes criminales, que burlando la vigilancia se introducen<br />

en la casa, no merecen la muerte?<br />

A lo que contestó don Tomás:<br />

—Si a ti te echaron <strong>de</strong> tu casa como los han echado a ellos, y encontrándote<br />

sin lo necesario para vivir, buscaras un momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>scuido para recuperar<br />

algo <strong>de</strong> lo tuyo, ¿te parece que merecerías por ello pena <strong>de</strong> muerte?<br />

Sin respon<strong>de</strong>rle palabra se alejó la miliciana,,.<br />

Poco <strong>de</strong>spués aparecía Liado, Al ver a don Tomás le dijo:<br />

— No dirás que no he sido generoso,<br />

—Pues, ¿qué ha pasado?<br />

—Pues sencillamente, A aquel fraile, que burlando nuestra vigilancia ha<br />

entrado en casa, <strong>de</strong>bía haberle mandado fusilar; pero me he contentado con<br />

darle un par <strong>de</strong> bofetones y he or<strong>de</strong>nado que le <strong>de</strong>jen en libertad,,,<br />

LA DISPERSIÓN<br />

A últimos <strong>de</strong> mes apenas llegaban a treinta los niños que quedaban en el<br />

colegio. Un buen grupo <strong>de</strong> ellos tenía su familia en la zona Nacional y por<br />

consiguiente era imposible pensar ^en enviarlos a sus casas. Los cuatro Salesianos<br />

viendo que arreciaban los peligros y que ya no podían hacer más <strong>de</strong><br />

lo que habían hecho, <strong>de</strong>terminaron a su vez marcharse <strong>de</strong>l Colegio y para ello<br />

<strong>de</strong>cidieron llevarse consigo a cuantos niños pudieran. Don Tomás se llevaría<br />

a los <strong>de</strong> la comarca <strong>de</strong> Sort y <strong>de</strong> Tremp; el señor Enseñat a los <strong>de</strong> Tárrega y<br />

Lérida; el clérigo don Ignacio Lucas a los <strong>de</strong> las provincias <strong>de</strong> Tarragona,<br />

Castellón y Valencia, y finalmente el señor Cuevas haría las gestiones pertinentes<br />

a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r evacuar a los que procedían <strong>de</strong> la zona Nacional,<br />

Previa inteligencia con los jefes <strong>de</strong> los milicianos que mandaban en el<br />

Colegio, en la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l día 30 <strong>de</strong> Julio partieron para sus respectivos <strong>de</strong>stinos<br />

don Tomás Baraut, el señor Enseñat y el clérigo don Ignacio Lucas, llevándose<br />

cada uno un grupito <strong>de</strong> niños.<br />

El señor Cuevas empezó sus gestiones a fin <strong>de</strong> conseguir el salvoconducto<br />

para los muchachos <strong>de</strong> la zona Nacional; pero no pudo conseguir sino repulsas<br />

y amenazas. En vista <strong>de</strong> ello empezó a buscar por Barcelona familias que quisieran<br />

encargarse <strong>de</strong> aquellos pobres niños abandonados. Pudo colocar algunos;<br />

pero otros, hasta cerca <strong>de</strong> media docena, hubieron <strong>de</strong> permanecer en el colegio;<br />

pues finalmente el señor Cuevas, amenazado <strong>de</strong> muerte repetidas veces, hubo<br />

<strong>de</strong> escapar milagrosamente por las tapias <strong>de</strong> la huerta, y se refugió en Lérida,<br />

para don<strong>de</strong> salió el 9 <strong>de</strong> Agosto.<br />

59


EL COLEGIO DURANTE EL TIEMPO ROJO<br />

En un principio el vastísimo colegio fue <strong>de</strong>dicado a refugio <strong>de</strong> los numerosos<br />

forasteros que la Olimpíada Popular había traído a Barcelona. A éstos<br />

se agregaron a primeros <strong>de</strong> Agosto los mallorquines, que, al quedar la isla en<br />

po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Franco, no pudieron regresar a ella, y venidos a pasar unos días a<br />

la Península, no sabían cuando terminaría su <strong>de</strong>stierro-<br />

Más tar<strong>de</strong> se refugiaron los fugitivos vascos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la caída <strong>de</strong> Irún.<br />

Finalmente, parte <strong>de</strong>l edificio se convirtió en cuartel <strong>de</strong> Guardias <strong>de</strong> Asalto,<br />

mientras otra era cuartel <strong>de</strong> Recuperación, para los que venían <strong>de</strong>l frente.<br />

Los talleres tuvieron una vida precaria. Los oficiales fueron invitados a<br />

proseguir en sus puestos, si bien los obligaron a sindicarse. La carpintería fue<br />

trasladada, a primeros <strong>de</strong> 1937, a otros lugares, pues el local lo querían transformar<br />

en fábrica <strong>de</strong> material <strong>de</strong> guerra, para lo cual hicieron costosas reformas.<br />

Se amplió luego con otro edificio <strong>de</strong> nueva planta, levantado en el solar<br />

que antes fue huerta y patio <strong>de</strong> los artesanos.<br />

Escuelas-talleres <strong>de</strong>l vestido, calzado y <strong>de</strong>corado no volvieron a funcionar.<br />

En cambio permaneció la Escuela <strong>de</strong> Imprenta, que trabajaba para los rojos,<br />

en la confección <strong>de</strong> un diario, y la Escuela <strong>de</strong> Mecánica, puesta al servicio <strong>de</strong> la<br />

fabricación <strong>de</strong> material bélico.<br />

LA VOLADURA<br />

Así transcurrieron los tres años <strong>de</strong> guerra. Cuando las tropas nacionales<br />

en su marcha victoriosa se acercaron a Barcelona, los rojos fueron <strong>de</strong>smontando<br />

las máquinas principales; pero ante la rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l avance, que no les daba<br />

tiempo a otra cosa, <strong>de</strong>cidieron volar con dinamita toda la fábrica <strong>de</strong> material<br />

<strong>de</strong> guerra.<br />

Para ello colocaron, convenientemente dispuestas, más <strong>de</strong> cien cargas <strong>de</strong><br />

dinamita <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l pavimento <strong>de</strong> los talleres, y el mismo día <strong>de</strong> la entrada<br />

<strong>de</strong> los Nacionales en Barcelona, cuando las tropas victoriosas llenaban con<br />

sus cánticos triunfales las avenidas <strong>de</strong> la ciudad, se oyó por los alre<strong>de</strong>dores<br />

<strong>de</strong> Sarria una horrible <strong>de</strong>tonación...<br />

Era la obra <strong>de</strong> los rojos: gran parte <strong>de</strong> las Escuelas Profesionales volaba<br />

por los aires.<br />

Don Bosco no quiso que sus hijos utilizasen aquellos edificios ni aquellas<br />

máquinas que habían servido para fabricar artefactos homicidas. Los hijos <strong>de</strong><br />

Don Bosco volverían a comenzar, como sesenta años antes, su trabajo paciente<br />

y abnegado, partiendo <strong>de</strong> la más absoluta pobreza.<br />

Ésta es la que merece las bendiciones <strong>de</strong> Dios y nos hace acreedores a la<br />

generosidad <strong>de</strong> nuestros bienhechores.<br />

En efecto, pasados tres años <strong>de</strong> la catástrofe, sobre el mismo lugar en<br />

que se levantaba antes la fábrica <strong>de</strong> armamento se inauguró otro vasto edificio,<br />

en cuyas naves se oye, mezclado con el dulce canto <strong>de</strong>l trabajo, y el<br />

murmullo <strong>de</strong> la oración, el duro golpear <strong>de</strong> los martillos, el sordo rugido <strong>de</strong><br />

las máquinas; en don<strong>de</strong>, bajo la amorosa mirada <strong>de</strong> Don Bosco, varios centenares<br />

<strong>de</strong> jovencitos se adiestran para ganarse honradamente el pan, mediante<br />

su aprendizaje en los diferentes artes y oficios.<br />

¡Gloria a Don Bosco!<br />

60


BARCELONA-TIBIDABO<br />

El día 18 <strong>de</strong> Julio <strong>de</strong> 1936 se celebraba en la casa <strong>de</strong>l Tibidabo el cumpleaños<br />

<strong>de</strong> su Director, Reverendo don Ernesto Miglietti. Con tan fausto motivo<br />

se organizó una fiesta extraordinaria en la que tomaron parte también los Salesianos<br />

y aspirantes <strong>de</strong> San Vicente <strong>de</strong>is Horts.<br />

Los jovencitos <strong>de</strong> esta Casa habían pasado, en su mayoría, su primer<br />

curso <strong>de</strong> latín en el Tibidabo, y nutrían vivo afecto por su antiguo Superior.<br />

Por otra parte, los alumnos <strong>de</strong> cuarto curso, que al día siguiente <strong>de</strong>bían marchar<br />

a Gerona para comenzar su Noviciado, querían pedir al Sagrado Corazón<br />

<strong>de</strong> Jesús su bendición divina para comenzar y terminar santamente aquel año,<br />

<strong>de</strong>cisivo para su vida futura.<br />

Los Directores <strong>de</strong> las casas próximas: Sarria, Mataró, Barcelona y el <strong>de</strong><br />

Alcoy, subieron también al Templo para asociarse a la solemnidad <strong>de</strong> la fiesta.<br />

Ésta transcurrió felizmente. Entregados los jóvenes a la alegría, nada parecía<br />

empanar la dulce tranquilidad <strong>de</strong> aquellas horas felices.<br />

Mas los Superiores, enterados por la prensa <strong>de</strong>l Alzamiento <strong>de</strong> nuestro<br />

ejército en Marruecos, y en previsión <strong>de</strong> que, agravándose la situación sobrevinieran<br />

complicaciones, <strong>de</strong>cidieron abreviar los festejos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, para volver<br />

a sus casas respectivas.<br />

Así, pues, terminados los actos religiosos, se fueron <strong>de</strong>spidiendo todos. Los<br />

Salesianos <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> San Vicente emprendieron la bajada <strong>de</strong>l monte, acompañando<br />

a los aspirantes que habían <strong>de</strong> cursar los tres primeros años <strong>de</strong> latín,<br />

quedándose en el Templo los futuros Novicios y algunos aspirantes <strong>de</strong> primer<br />

curso.<br />

CUNDE LA ALARMA<br />

Al levantarse la comunidad el domingo por la mañana, quedaron todos sorprendidos<br />

por el intenso tiroteo entablado en los barrios extremos <strong>de</strong> Barcelona.<br />

Como los tiempos que corrían eran muy pródigos en algaradas y <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes,<br />

no se dio mucha importancia al suceso, y se siguió el horario acostumbrado,<br />

celebrándose todas las Misas, y saliendo los niños, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l Oficio, a pasear<br />

61


por los próximos pinares. Ni el lejano retumbar <strong>de</strong> los cañones, ni el rápido<br />

vuelo <strong>de</strong> unos aviones por la parte <strong>de</strong> Atarazanas, les inquietaba.<br />

De vuelta a casa para comer, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el elevado observatorio que es la cum-<br />

bre <strong>de</strong>l monte, se divisaban ya los primeros incendios, Al verlos, se dieron<br />

cuenta <strong>de</strong> que la cosa era más seria <strong>de</strong> lo que creían y ante el temor <strong>de</strong> un po-<br />

sible asalto al Templo por los incendiarios, se empezó a sacar <strong>de</strong> la Cripta<br />

todo lo que pudiera proporcionar combustible a las llamas,<br />

Durante la comida, apenas se probó bocado. De vez en cuando salía uno<br />

a la explanada para contemplar la ciudad. Cada vez eran más numerosos los<br />

incendios y más intenso el tiroteo. Se veía ar<strong>de</strong>r el Santuario <strong>de</strong> la Bonanova,<br />

el colegio <strong>de</strong> los Padres Escolapios <strong>de</strong> San Antón, el <strong>de</strong> Jesús María y otros<br />

varios que era difícil i<strong>de</strong>ntificar.<br />

Pasaron unas horas <strong>de</strong> angustiosa zozobra, hasta que a eso <strong>de</strong> las tres <strong>de</strong><br />

la tar<strong>de</strong> hizo su aparición en la explanada <strong>de</strong>l Templo un camión rebosante<br />

<strong>de</strong> mozalbetes provistos <strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> armas. Los capitaneaba un hombre <strong>de</strong><br />

cierta edad. En el preciso momento que ellos llegaban, salía <strong>de</strong>l Hotel Coll<br />

el señor ! Director, que había ido a enterarse <strong>de</strong> las últimas noticias dadas<br />

por la radio.<br />

Don Ernesto iba aún vestido con sotana. Pue<strong>de</strong>, pues, imaginarse la impresión<br />

que, entre aquella gentuza exaltada por los sucesos <strong>de</strong>l día y ebria <strong>de</strong><br />

pólvora y <strong>de</strong> sangre, produciría la vista <strong>de</strong> un sacerdote. Se le quedaron mi-<br />

rando, mientras don Ernesto creía llegada su última hora; pero sacando fuerzas<br />

<strong>de</strong> flaqueza, y encomendándose al Sagrado Corazón <strong>de</strong> Jesús, como la cosa<br />

más natural <strong>de</strong>l mundo, les dijo a los <strong>de</strong>l camión:<br />

—Aquí en el hotel podrán uste<strong>de</strong>s encontrar <strong>de</strong> comer.<br />

Los <strong>de</strong>l camión le apuntaban con sus fusiles, mientras don Ernesto oía a<br />

algunos amigos que estaban en la terraza <strong>de</strong>l hotel:<br />

—Pobre don Ernesto; se la carga...<br />

Pero Dios no permitió un crimen. Los recién llegados, <strong>de</strong>jando que don<br />

Ernesto se escabullera tranquilamente hacia el Colegio, bajaron <strong>de</strong>l camión y<br />

se dirigieron al hotel, pues se ve que les apretaba el apetito.<br />

Satisfecha su necesidad, volvieron a Barcelona sin intentar ninguna fecho-<br />

ría. Por aquel día ya no hubo más molestias,<br />

Al atar<strong>de</strong>cer subieron a nuestra casa algunos religiosos <strong>de</strong> la Bonanova<br />

porque su Colegio había sido asaltado por las turbas. Se les atendió fraternal-<br />

mente y se les procuró cena y habitación para pasar la noche.<br />

SUCESIÓN DE VISITAS<br />

Al día siguiente, lunes, se siguió en el Colegio el horario acostumbrado,<br />

celebrándose en el Templo los cultos ordinarios y haciendo los niños sus habituales<br />

prácticas <strong>de</strong> piedad.<br />

Después <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno, en vista <strong>de</strong> que los incendios <strong>de</strong> templos y conven-<br />

tos aumentaban sin cesar, y ante los rumores <strong>de</strong> que no iba a quedar en pie<br />

una sola iglesia, <strong>de</strong>terminaron los Superiores <strong>de</strong>salojar completamente la Cripta<br />

a fin <strong>de</strong> que los incendiarios no encontrasen nada que quemar. Todo fue tras-<br />

ladado a los sótanos. Tan sólo quedaron las imágenes sagradas, difíciles <strong>de</strong><br />

remover <strong>de</strong> sus pe<strong>de</strong>stales, y los dos confesonarios, que por su tamaño no pu-<br />

dieron sacarse <strong>de</strong> la Cripta.<br />

62


Igualmente se procedió a sacar <strong>de</strong> las habitaciones <strong>de</strong> la Casa todos los<br />

muebles que no eran absolutamente necesarios, a fin <strong>de</strong> sustraer todo pábulo<br />

al voraz elemento,<br />

Al mediodía, reunidos en la terraza <strong>de</strong>l Templo contemplaban el tristísimo<br />

espectáculo que ofrecía Barcelona, envuelta en el humo <strong>de</strong> innumerables incendios;<br />

y el señor Director para levantar un poco los abatidos espíritus, invitó<br />

a todos a arrodillarse ante la colosal estatua <strong>de</strong> bronce <strong>de</strong>l Sagrado Corazón<br />

que se alzaba majestuosa en actitud <strong>de</strong> ben<strong>de</strong>cir a la ciudad en llamas, y pedirle<br />

su especial protección para que cesara tanto <strong>de</strong>sastre.<br />

Aún estaban arrodillados, cuando se oyó el ruido <strong>de</strong> un motor que penosamente<br />

subía por la carretera. Con el auxilio <strong>de</strong> unos prismáticos se pudo ver<br />

que era un camión cargado <strong>de</strong> milicianos armados,<br />

—Ea —dijo el señor Director—, ya suben a quemar el Templo, Bajemos<br />

a recibirlos lo mejor que podamos y sea lo que Dios quiera.<br />

Acongojados y trémulos <strong>de</strong> emoción, bajaron todos al patio, esperando <strong>de</strong><br />

un momento a otro la irrupción <strong>de</strong> los incendiarios.<br />

Transcurrieron algunos minutos, lentos como siglos; el camión se había<br />

<strong>de</strong>tenido frente al Templo, Por fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un cuarto <strong>de</strong> hora, se puso <strong>de</strong><br />

nuevo en marcha el motor y el camión volvió a Barcelona sin haber intentado<br />

nada contra el Templo,<br />

—Deo gracias —exclamaron todos, con un suspiro <strong>de</strong> alivio.<br />

BAJO LA PROTECCIÓN DE LA REPÚBLICA<br />

A las cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> llegó a toda velocidad una camioneta cargada <strong>de</strong><br />

guardias <strong>de</strong> Asalto y <strong>de</strong> algunos paisanos.<br />

Se encontraba casualmente el señor Director en la plaza. El auto parecía<br />

dirigirse hacia él, por lo que hizo un rápido movimiento para apartarse. El que<br />

mandaba y que conocía a don Ernesto, le reprendió ásperamente, diciéndole<br />

que ellos no venían para incendiar ni hacer mal, sino que por el contrario venían<br />

para evitar los <strong>de</strong>smanes <strong>de</strong> los incontrolados, A este fin le recomendó que<br />

pusiera en lo alto <strong>de</strong>l Templo la ban<strong>de</strong>ra republicana, con lo cual se evitaría<br />

que quemasen el edificio,<br />

Al punto se procedió a obe<strong>de</strong>cer la or<strong>de</strong>n, y el señor Director, acompañado<br />

<strong>de</strong> algunos obreros y vecinos, subió a lo alto <strong>de</strong>l Templo en construcción, e<br />

izó la ban<strong>de</strong>ra, Al bajar, el jefe, tomando a don Ernesto por el brazo, lo presentó<br />

a sus compañeros, que estaban merendando en los veladores <strong>de</strong>l Hotel<br />

Coll y exclamó:<br />

—Camaradas, aquí os presento al Rector <strong>de</strong> la iglesia, que acaba <strong>de</strong> izar<br />

la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la República,<br />

Y todos le saludaron levantando el puño.<br />

Después <strong>de</strong> darle las mayores segurida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> que el Templo no sería incendiado,<br />

volvieron a subir al auto y <strong>de</strong>saparecieron velozmente en dirección a<br />

San Cugat <strong>de</strong>l Valles.<br />

Durante toda la tar<strong>de</strong> se sucedieron las visitas <strong>de</strong> coches y camiones; pero<br />

ya fuera por la ban<strong>de</strong>ra, ya también por los buenos oficios <strong>de</strong> los amigos <strong>de</strong> la<br />

Colonia, se pudo capear el temporal, <strong>de</strong> modo, que por aquel día tanto el Templo<br />

como la Casa quedaron intactos.<br />

64


MÁS VISITAS<br />

Mas la existencia <strong>de</strong>l Templo en la cumbre <strong>de</strong>l monte que domina Barcelona,<br />

Templo que es visible <strong>de</strong>s<strong>de</strong> toda la ciudad, y que en sentir <strong>de</strong> los rojos<br />

constituía una provocación, no podía compaginarse con la furia persecutoria<br />

que se había <strong>de</strong>sbordado el 18 <strong>de</strong> Julio/<br />

En efecto, el martes, a eso <strong>de</strong> las nueve <strong>de</strong> la mañana, <strong>de</strong>semboca en la<br />

plaza un camión cargado <strong>de</strong> milicianos. Bajan y se dirigen resueltamente hacia<br />

la portería <strong>de</strong>l Colegio, que estaba siempre abierta; y al encontrar en ella a un<br />

grupo <strong>de</strong> Salesianos, les preguntan <strong>de</strong> malos modos quién habita en la casa.<br />

El señor Director les contesta que tan sólo viven en ella el encargado <strong>de</strong><br />

h Obra, los criados y algunos niños.<br />

Al oir que había cierto número <strong>de</strong> niños, quisieron llevárselos para <strong>de</strong>jarlos<br />

en algún sitio seguro; pero el Director se opuso a su intento manifestando que<br />

los niños tenían sus familiares que vendrían a buscarlos <strong>de</strong> un momento a otro,<br />

y que, por consiguiente, sería mejor <strong>de</strong>jarlos don<strong>de</strong> estaban.<br />

Los milicianos no se dieron por vencidos, pero aplazaron su resolución<br />

hasta consultar con el Ayuntamiento, según dijeron. Manifestaron que su intención<br />

era procurar que a los niños no les faltase nada; pero <strong>de</strong> nuevo el señor<br />

Director los tranquilizó a este respecto, diciendo que entonces había en casa<br />

suficientes provisiones para varios días. Y para <strong>de</strong>mostrarles que verda<strong>de</strong>ramente<br />

tenía la <strong>de</strong>spensa provista, los invitó a almorzar en el colegio.<br />

Ellos le contestaron que ya habían almorzado y que tan sólo irían al próximo<br />

bar <strong>de</strong> la plaza a tomar unas tazas <strong>de</strong> café.<br />

BUSCANDO LAS ARMAS<br />

Con esto se marcharon; pero aún no había pasado un cuarto <strong>de</strong> hora, y<br />

mientras se hallaban tomando su café en la explanada, llegaron otros dos camiones<br />

cargados <strong>de</strong> hombres armados.<br />

Apenas echaron pie a tierra se apresuraron a montar una ametralladora,<br />

dirigida contra la puerta <strong>de</strong> la Cripta.<br />

Uno <strong>de</strong> los empleados <strong>de</strong> la S. A. «El Tibidabo» se les acercó para <strong>de</strong>cirles<br />

que no hacían falta tantos aspavientos, pues la puerta <strong>de</strong> la casa estaba<br />

abierta. Entonces, todos junto en tropel, penetraron en la portería profiriendo<br />

gritos amenazadores.<br />

A pocos pasos se encontraron con el señor Director.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> están las armas? ^-le preguntaron.<br />

—¿Qué armas?<br />

—Aquellas con que acabáis <strong>de</strong> disparar.<br />

—Aquí no se ha disparado, porque jamás hemos tenido armas.<br />

Mientras algunos insisten en la <strong>de</strong> las armas, otros se <strong>de</strong>sparraman por<br />

la casa, buscando a pretendidos emboscados, con el fusil pronto a disparar. El<br />

señor Director no cesa <strong>de</strong> repetir que allí no hay armas, puesto que tan sólo<br />

se <strong>de</strong>dican a la educación <strong>de</strong> los niños pobres.<br />

Al oir que había niños, quisieron verlos; mas el señor Director intentó convencerlos<br />

<strong>de</strong> que no era conveniente que subieran todos, así <strong>de</strong> golpe y armados,<br />

sino que bastaba que subieran en su compañía dos o tres, para no asustar<br />

a los niños. Creyendo que se les tendía un lazo no quisieron ce<strong>de</strong>r, y todos<br />

5.— <strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

65


juntos y bien armados y ro<strong>de</strong>ando al señor Director, subieron al salón <strong>de</strong><br />

estudio.<br />

Los niños, prevenidos <strong>de</strong> antemano por el Director y otros Superiores, se<br />

mostraron dueños <strong>de</strong> sí mismos* Uno <strong>de</strong> los milicianos les dirigió la palabra.<br />

Después <strong>de</strong> preguntar a los aspirantes si los trataban bien, si estaban contentos<br />

y a qué se <strong>de</strong>dicaban, preguntas a las que los muchachos respondieron admirablemente,<br />

el que llevaba la.voz cantante, tomó pie <strong>de</strong> una alusión hecha por<br />

don Luis Cid acerca <strong>de</strong> la pobreza <strong>de</strong> aquellos niños, para espetarles un discurso<br />

sobre los bienes que les iba a reportar el nuevo régimen, ya que en a<strong>de</strong>lante<br />

no habría pobres ni ricos ni se vería la irritante <strong>de</strong>sigualdad <strong>de</strong> los que<br />

viven en magníficos palacios y los que moran en inmundas cabanas. Y por<br />

este tenor prosiguió un buen rato ensartando disparates y mentiras, hasta el<br />

punto que don Ernesto le hizo observar en voz baja que aquél no era el modo<br />

más a<strong>de</strong>cuado <strong>de</strong> hablar a los niños.<br />

—Usted se calla —le replicó violentamente.<br />

Mientras tanto otro grupo <strong>de</strong> milicianos registraba los pupitres y los libros<br />

<strong>de</strong> los niños.<br />

Satisfechos en este punto, pretendieron algunos subir a las obras <strong>de</strong>l Templo<br />

en construcción, alegando que allí <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> estar escondidos los curas que<br />

habían disparado contra el pueblo.<br />

El señor Director tuvo que acompañarlos y guiarlos por aquellos elevados<br />

y peligrosos andamiajes; y cuando llegaron a lo alto, no encontrando lo que<br />

buscaban, dijo uno <strong>de</strong> los milicianos:<br />

—Los curas que dispararon <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí han <strong>de</strong>bido <strong>de</strong> escaparse; pero no importa.<br />

No <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> andar muy lejos y los cazaremos. Instalaremos aquí una<br />

ametralladora y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este lugar podremos aniquilar a todo el que se oponga.<br />

No poco trabajo costó a sus propios compañeros hacerle compren<strong>de</strong>r que<br />

ni había armas ni era posible que se hubiese disparado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allá arriba.<br />

De nuevo en la portería, encontraron al jefe <strong>de</strong> la patrulla anterior el cual<br />

se opuso a todo intento <strong>de</strong> violencia contra la casa, redactando un letrero que<br />

mandó fijar en la puerta <strong>de</strong> la Cripta, y que <strong>de</strong>cía:<br />

«El Comité Revolucionario ha requisado este lugar y no habiendo hallado<br />

armas y en atención a los niños que aquí viven, manda que sea respetado por<br />

todos los compañeros*»<br />

Le puso el sello <strong>de</strong>l Comité, y a continuación se marcharon todos.<br />

Ya parecía llegada la hora <strong>de</strong> la tranquilidad, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanta agitación;<br />

y soñaban todos con un poco <strong>de</strong> reposo y calma, amparados por aquellos documentos,<br />

que les parecían una garantía contra toda posible violencia; pero la<br />

ilusión duró bien poco.<br />

Aún no había transcurrido media hora, cuando aparece otro auto lleno <strong>de</strong><br />

milicianos. Con ellos venían dos milicianas, vestidas <strong>de</strong> hombre y armadas<br />

con sendos pistolones.<br />

Sin <strong>de</strong>cir palabra penetran por la Cripta, dan unas vueltas por la casa, y<br />

al salir, <strong>de</strong> un manotazo, arrancan el papel que constituía la salvaguarda <strong>de</strong><br />

sus moradores.<br />

66


LA DISPERSIÓN Y EL SAQUEO<br />

Era la una <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, iban a sentarse a la mesa. Nadie se había enterado<br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong>l cartel; pero algunos vecinos no tardaron en avisar <strong>de</strong> lo<br />

sucedido, y ante este gesto brutal, que <strong>de</strong>mostraba bien a las claras que no<br />

había que confiar en promesas ni garantías <strong>de</strong> seguridad, los Superiores <strong>de</strong>terminaron<br />

abandonar cuanto antes el edificio, a fin <strong>de</strong> evitar el ser sorprendidos,<br />

en caso <strong>de</strong> que volvieran los milicianos.<br />

Los sacerdotes, que, por el momento, eran los que corrían mayor peligro,<br />

se apresuraron a salir en el acto y a refugiarse, provisionalmente, en casa <strong>de</strong><br />

personas amigas <strong>de</strong> las cercanías.<br />

Los niños, a quienes era <strong>de</strong> esperar que los milicianos respetarían, fueron<br />

al comedor a reparar las fuerzas, acompañados <strong>de</strong> un clérigo. Terminada la<br />

comida bajaron al bosque, como <strong>de</strong> costumbre, a hacer el recreo. De modo<br />

que a eso <strong>de</strong> las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> ya no quedaba nadie en casa.<br />

A esa hora precisamente subía en un camión una turba <strong>de</strong> incendiarios.<br />

Para no espantar la caza, <strong>de</strong>jaron el coche en el Hotel Florida y se acercaron<br />

a pie hasta el Colegio. Al darse cuenta <strong>de</strong> que la jaula estaba vacía, su furor<br />

no conoció límites, y entre blasfemias y palabrotas, exclamaron con rabia:<br />

—Se nos han escapado.<br />

No pudiendo <strong>de</strong>sfogarse con las personas, se ensañaron con cuanto hallaban<br />

al paso. Empezó entonces un saqueo vandálico, <strong>de</strong>strozando cuanto hallaban<br />

a mano y arrojando por las ventanas muebles, libros, papeles y ropas.<br />

A medida que transcurría el tiempo, iban engrosando los grupos aue subían<br />

y al llegar a la cumbre, todos se <strong>de</strong>dicaban con fruición al saqueo y a la orgía.<br />

Por fin a eso <strong>de</strong> las seis <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, empezaron a pren<strong>de</strong>r fuego a los objetos<br />

que habían arrojado por las ventanas.<br />

Los Salesianos, escondidos en el bosque, podían ver todo lo que sucedía<br />

y oir el tiroteo con que se <strong>de</strong>sahogaban en una sacrilega parodia <strong>de</strong> fusilamiento<br />

a la estatua <strong>de</strong> bronce <strong>de</strong>l Sagrado Corazón.<br />

Penetraron luego en la Cripta y en la sacristía, comenzaron las profanaciones.<br />

Con hachas y martillos, con barras <strong>de</strong> hierro o con las culatas <strong>de</strong> sus<br />

fusiles empezaron a <strong>de</strong>strozar los altares <strong>de</strong> mármol, los relieves y calados,<br />

hasta <strong>de</strong>jarlo todo hecho una ruina. Por carecer <strong>de</strong> escaleras no pudieron <strong>de</strong>rribar<br />

por entonces las estatuas <strong>de</strong> los altares, fuertemente empotradas en su<br />

pe<strong>de</strong>stal. Arrojaron por el suelo las vestiduras sagradas, y revistiéndose con<br />

ellas parodiaban con horribles obscenida<strong>de</strong>s y blasfemias el culto sagrado, y<br />

así vestidos, incitaban a sus compañeros al saqueo, dando permiso a todos<br />

para llevarse cuanto quisieran.<br />

Afortunadamente se habían consumido con anterioridad las Formas sagradas.<br />

EL INCENDIO<br />

Luego, cuando ya se cansaron <strong>de</strong> este juego sacrilego, amontonaron en el<br />

interior <strong>de</strong> la Cripta todos los <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong>l saqueo, les prendieron fuego y continuaron<br />

en la explanada las trágicas mascaradas entre risas y blasfemias.<br />

Mientras tanto se había hecho <strong>de</strong> noche, y los niños que habían pasado<br />

la tar<strong>de</strong> escondidos en el bosque fueron repartidos entre diversas casas <strong>de</strong> ve-<br />

*7


aneantes, en espera <strong>de</strong> que pudieran regresar a sus hogares o buscar un asilo<br />

seguro»<br />

Los Salesianos, por su parte, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>positar en buenas manos a sus<br />

niños, se procuraron a sí mismos un refugio provisional» Cuando las turbas<br />

hubieron abandonado la cumbre <strong>de</strong>l monte para volver a Barcelona, algunos<br />

Salesianos se aproximaron al templo»,,<br />

i Qué espectáculo tan triste y emotivo! El colegio estaba convertido en un<br />

muladar. Por todas partes se veían escombros, libros a medio quemar, montones<br />

<strong>de</strong> papeles y fotografías, cristales rotos y restos carbonizados <strong>de</strong> los muebles.<br />

La sacristía continuaba ardiendo lo mismo que la sala <strong>de</strong> exposición y venta<br />

<strong>de</strong> objetos piadosos. Un humo <strong>de</strong>nso invadía toda la casa siendo imposible<br />

penetrar en muchas habitaciones, AJ salir encontraron un grupo <strong>de</strong> amigos, que<br />

comentaban tristemente lo sucedido mientras allá abajo en dirección a Barcelona<br />

se veían irguiéndose como fantásticos dragones <strong>de</strong> fuego, enormes llamaradas<br />

que salían <strong>de</strong> los numerosos conventos e iglesias saqueadas por las<br />

turbas.<br />

El sol <strong>de</strong>l 22 <strong>de</strong> Julio alumbró todavía los residuos <strong>de</strong> la hoguera <strong>de</strong>l Templo<br />

y los <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong>l saqueo.<br />

Bien pronto volvieron a subir las turbas a fin <strong>de</strong> proseguir su impía tarea.<br />

Objeto primario <strong>de</strong> su odio lo constituía ahora la gigantesca estatua <strong>de</strong> bronce<br />

que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la azotea <strong>de</strong> la Cripta extendía sobre la ciudad enloquecida sus<br />

brazos protectores en actitud <strong>de</strong> ben<strong>de</strong>cir.,.<br />

Querían <strong>de</strong>rribarla; pero fueron inútiles todos sus esfuerzos. Aquella inmensa<br />

mole <strong>de</strong> bronce que pesaba doce toneladas, se resistía a caer, aunque<br />

empleaban para ello gruesos cables <strong>de</strong> acero tirados por po<strong>de</strong>rosos tractores.<br />

Intentaron entonces volarla con dinamita; mas a ello se opusieron los vecinos<br />

por juzgar muy peligroso el intento. Finalmente, <strong>de</strong>terminaron <strong>de</strong>smontarla por<br />

piezas y <strong>de</strong> este modo consiguieron al fin su intento el día 25, llevándose las<br />

diversas partes para fundirlas y convertirlas en cañones,<br />

LA HUIDA<br />

Los Salesianos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber puesto en seguridad a sus niños, buscaron<br />

también un refugio entre las caritativas familias que componían la colonia<br />

veraniega,<br />

Don Mayorino Olivazzo había salido el domingo, como <strong>de</strong> costumbre, a<br />

celebrar misa en el Hospital <strong>de</strong> Nueva Belén, sucursal <strong>de</strong>l <strong>de</strong> Santa Cruz y<br />

San Pablo, El señor Director le pasó aviso <strong>de</strong> que no se moviera <strong>de</strong> allí, pues<br />

aquél era el mejor refugio, hasta que Dios dispusiera otra cosa.<br />

El Director, don Ernesto, era buscado afanosamente por los forajidos.<br />

Afortunadamente pudo escapar a tiempo y anduvo toda la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l martes<br />

errante por los bosques <strong>de</strong> Vallvidrera y el Tibidabo, Llegada la noche se<br />

refugió, juntamente con don Antonio Mateo, en casa <strong>de</strong> unos amigos, en las<br />

proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Vallvidrera, Al día siguiente muy <strong>de</strong> mañana fue a buscar<br />

a don Mayorino a Nue-va Belén, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ponerle al corriente <strong>de</strong> todo lo<br />

sucedido, celebró la Santa Misa y se dispuso a volver al Templo, para observar<br />

personalmente la situación en que se encontraba la casa y el personal.<br />

Aunque procuraba acercarse con toda cautela, fue reconocido por la hija<br />

<strong>de</strong> la lavan<strong>de</strong>ra, la cual, compa<strong>de</strong>cida, le dijo que huyera cuanto antes<br />

68


y se alejara <strong>de</strong> aquellos parajes, pues le estaban buscando para matarle.<br />

Dirigióse a casa <strong>de</strong> un amigo en don<strong>de</strong> encontró al señor Soler, el cual le<br />

refirió lo sucedido la tar<strong>de</strong> anterior, con el saqueo e incendio <strong>de</strong> la casa, y ya<br />

entonces, sin esperanzas <strong>de</strong> salvar nada, y convencido <strong>de</strong> que los niños estaban<br />

todos a salvo telefoneó al consulado italiano dando cuenta <strong>de</strong> su situación. Le<br />

contestaron que sin pérdida <strong>de</strong> tiempo bajase a la Casa <strong>de</strong> los Italianos don<strong>de</strong><br />

estaría seguro hasta que pudiera ser repatriado a Italia. Avisó también a don<br />

Mayorino que bajase cuanto antes a dicho lugar y <strong>de</strong>spués, acompañado <strong>de</strong><br />

don Antonio Mateo y <strong>de</strong> don José Castell, a eso <strong>de</strong> las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>cidieron<br />

bajar los tres juntos a refugiarse en la Casa <strong>de</strong> los Italianos.<br />

Bajaban por el sen<strong>de</strong>ro que bor<strong>de</strong>a el funicular <strong>de</strong> Vallvidrera. Don José<br />

Castell propuso que fueran separados para no llamar la atención y así lo<br />

hicieron. Unos cien metros antes <strong>de</strong> llegar al pie <strong>de</strong>l funicular, don Ernesto<br />

observó que allí junto a la carretera había un camión <strong>de</strong> milicianos, entre los<br />

cuales pudo reconocer a uno que le odiaba profundamente. Se sintió perdido.<br />

Volver atrás no era pru<strong>de</strong>nte porque hubiera sido <strong>de</strong>latarse. Por fortuna llevaba<br />

en la mano una revista y fingiéndose muy entretenido en la lectura, se<br />

ocultó el rostro con ella y pasó inadvertido por cerca <strong>de</strong> ellos.<br />

Ya parecía respirar libremente, cuando aparecieron varios camiones, proce<strong>de</strong>ntes<br />

<strong>de</strong> Vallvidrera adon<strong>de</strong> habían ido a quemar la iglesia. Uno <strong>de</strong> aquellos<br />

camiones frenó <strong>de</strong> repente junto a don Ernesto. Ya se creía perdido temiendo<br />

haber sido reconocido, pero se contentaron con hacerle levantar el puño<br />

en señal <strong>de</strong> saludo.<br />

Cerca <strong>de</strong> Sarria se le aproximó don Antonio Mateo, y anduvieron un rato<br />

juntos; mas al llegar a la calle Anglí, por no querer pasar ante el convento <strong>de</strong><br />

las Puellas que estaba ardiendo, volvieron atrás. Este acto fue observado por<br />

algunos <strong>de</strong> los curiosos que contemplaban el incendio, los cuales, mirándolos<br />

con atención, exclamaron:<br />

—Ésos <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> ser frailes.<br />

Por fortuna no pasaron <strong>de</strong> ahí, y los dos salesianos se pudieron escabullir<br />

sin más contratiempos hasta llegar a la Casa <strong>de</strong> los Italianos. Poco <strong>de</strong>spués<br />

aparecía don José Castell, que les había ido siguiendo a cierta distancia. Aquella<br />

noche la pasaron albergados en este local.<br />

LOS NIÑOS<br />

El día 23, miércoles, los Salesianos que habían quedado en la colonia, <strong>de</strong>cidieron,<br />

<strong>de</strong> acuerdo con don Luis Cid, sacar a los niños <strong>de</strong> aquellos lugares<br />

peligrosos y buscarles acomodo entre diversas familias <strong>de</strong> bienhechores <strong>de</strong><br />

Barcelona. A este fin los hermanos don Pablo y don Luis Baraut y el malogrado<br />

don José Casellas, bajaron <strong>de</strong>l monte para buscar en la ciudad algún sitio<br />

en don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r albergar a los niños mientras sus familias no viniesen a hacerse<br />

cargo <strong>de</strong> ellos; pero sus trabajos resultaron estériles. Tuvieron, pues, que permanecer<br />

en casa <strong>de</strong> los veraneantes que les habían dado refugio el primer día;<br />

pero como las provisiones comenzaban a escasear, incluso para dichos veraneantes,<br />

se agudizaba el problema <strong>de</strong> día en día.<br />

A últimos <strong>de</strong> semana, el Ayuntamiento envió un camión para que recogiera<br />

a los niños y los trasladara a nuestro Colegio <strong>de</strong> Sarria, en don<strong>de</strong> quedaban<br />

aún bastantes alumnos, a fin <strong>de</strong> que allí fueran atendidos.<br />

70


Subió el camión, pero habiendo encontrado en las proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Tibidabo<br />

cuatro cadáveres abandonados en la carretera, cargaron con ellos y dieron<br />

la vuelta sin intentar llevarse a los niños <strong>de</strong> quienes ya no se volvieron a<br />

acordar.<br />

Mientras tanto, aquellos parajes se iban convirtiendo en un verda<strong>de</strong>ro infierno.<br />

Los <strong>de</strong>spoblados <strong>de</strong> Vallvidrera, La Rabassada y aun el mismo Tibidabo,<br />

eran los puntos preferidos por los rojos para saciar su sed <strong>de</strong> sangre y satisfacer<br />

sus brutales venganzas.<br />

Todos los días aparecen por aquellos alre<strong>de</strong>dores numerosos cadáveres,<br />

horriblemente mutilados y profanados las más <strong>de</strong> las veces.<br />

Por la noche se oían con frecuencia nutridas <strong>de</strong>scargas y gritos <strong>de</strong>sgarradores<br />

que llenaban <strong>de</strong> angustia a los que vivían por aquellos lugares, impidiéndoles<br />

conciliar el sueño.<br />

El lunes, día 27, fueron bajados por don José Caselles los últimos niños<br />

que quedaban en la Colonia, y al día siguiente, cumplida su misión, don Luis<br />

Cid y el hermano coadjutor señor Soler abandonaban <strong>de</strong>finitivamente el Tibidabo.<br />

Don Luis Cid encontró generosa hospitalidad en casa <strong>de</strong> unos señores<br />

amigos y el señor Soler pudo marchar tranquilamente a su pueblo a reunirse<br />

con sus familiares.<br />

EL COLEGIO Y EL TEMPLO<br />

Pasada la efervescencia <strong>de</strong> los primeros días, y cuando las turbas se cansaron<br />

<strong>de</strong> saquear y <strong>de</strong> incendiar, un comité <strong>de</strong> vecinos se encargó <strong>de</strong> cerrar la<br />

Cripta y la Casa.<br />

Más tar<strong>de</strong> el Gobierno <strong>de</strong>stinó el edificio a almacén y <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> municiones:<br />

En el Templo instalaron reflectores y cañones <strong>de</strong> la D. E. C. A. convirtiéndolo<br />

en un verda<strong>de</strong>ro fortín adon<strong>de</strong> no <strong>de</strong>jaban aproximarse a nadie.<br />

La aviación nacional, en sus múltiples bombar<strong>de</strong>os contra Barcelona, jamás<br />

atacó el Tibidabo. ¿Qué hubiera sido <strong>de</strong>l Templo si un proyectil, cayendo en<br />

medio <strong>de</strong>l enorme polvorín, hubiera hecho explosión?<br />

Al entrar los nacionales, los rojos sorprendidos por lo rápido <strong>de</strong>l avance,<br />

no tuvieron tiempo <strong>de</strong> volarlo.<br />

Durante varios días estuvo a merced <strong>de</strong> la curiosidad <strong>de</strong> la gente, que, a<br />

millares subía para visitar el Tibidabo y para contemplar el espectáculo <strong>de</strong> la<br />

ciudad rescatada.<br />

Muchos <strong>de</strong> los visitantes, inconscientes, fumaban y arrojaban sus colillas<br />

encendidas en cualquier parte, al pasear por las galerías y corredores sin darse<br />

cuenta <strong>de</strong> que estaban sobre un volcán.<br />

Pero el Sagrado Corazón <strong>de</strong> Jesús velaba por todo y no permitió ninguna<br />

<strong>de</strong>sgracia, hasta que poco <strong>de</strong>spués, recuperado el Templo por los Salesianos,<br />

volvió a convertirse en laboriosa colmena en don<strong>de</strong> liban su dulce miel las<br />

Abejas Místicas <strong>de</strong>l Sagrado Corazón <strong>de</strong> Jesús-<br />

72


BARCELONA-ROCAFORT<br />

ESCUELAS DE SAN JOSÉ<br />

Estas acreditadas Escuelas gratuitas habían alcanzado el año 1936 un alto<br />

grado <strong>de</strong> florecimiento; y merced a la competencia y celo <strong>de</strong> los abnegados<br />

Salesianos que allí trabajaban, se habían convertido en uno <strong>de</strong> los más hermosos<br />

grupos escolares <strong>de</strong> Barcelona, en don<strong>de</strong> se impartía la instrucción y<br />

educación cristiana a más <strong>de</strong> quinientos niños <strong>de</strong> aquella barriada.<br />

Contaba, a<strong>de</strong>más, con los centros post-escolares <strong>de</strong> Antiguos Alumnos y<br />

<strong>de</strong> Domingo Savio, frecuentados por centenares <strong>de</strong> adictos y entusiastas ex<br />

alumnos, que hacían <strong>de</strong> su antiguo Colegio una prolongación <strong>de</strong> su hogar.<br />

Los domingos acudían también otros muchos niños que recibían instrucción<br />

religiosa; ya que en las escuelas públicas <strong>de</strong> don<strong>de</strong> procedían, se había prohibido<br />

terminantemente la enseñanza <strong>de</strong>l Catecismo, En el Oratorio Festivo,<br />

pues, encontraban estos niños, junto con las distracciones a<strong>de</strong>cuadas para pasar<br />

alegremente el día <strong>de</strong>l Señor, la oportunidad <strong>de</strong> adquirir una sólida educación<br />

cristiana.<br />

Contaba el Colegio con una espaciosa iglesia, erigida en sustitución <strong>de</strong> la<br />

primitiva, que había sido incendiada por las turbas anarquistas en la Semana<br />

Trágica, <strong>de</strong> 1909', En ella se celebraban con verda<strong>de</strong>ro esplendor e intensa<br />

piedad, las funciones <strong>de</strong>l culto, especialmente los domingos en que se veía<br />

materialmente atestada <strong>de</strong> fieles en todas las funciones religiosas,<br />

LA SALIDA<br />

Días antes <strong>de</strong>l Alzamiento eran frecuentes las advertencias <strong>de</strong> los amigos,<br />

bienhechores y ex alumnos, para poner en guardia a la comunidad a fin; <strong>de</strong><br />

que estuviesen alerta y no se <strong>de</strong>jasen sorpren<strong>de</strong>r por los acontecimientos que<br />

todos presentían, y que estallaron, finalmente, en la madrugada <strong>de</strong>l 15 <strong>de</strong> Julio.<br />

A pesar <strong>de</strong>l intenso tiroteo, a las cinco y media se abrieron, como era<br />

costumbre los domingos, las puertas <strong>de</strong> la iglesia y <strong>de</strong> la verja <strong>de</strong> hierro que<br />

74


daban a la calle <strong>de</strong> Sepúlveda, a fin <strong>de</strong> que los fieles pudiesen acudir a la Misa<br />

primera que se celebraba a las seis,<br />

Al darse cuenta <strong>de</strong> ello, un Antiguo Alumno, vecino <strong>de</strong>l Colegio, avisó<br />

que no era pru<strong>de</strong>nte tener abiertas las puertas <strong>de</strong> la iglesia en aquellas circunstancias;<br />

por lo que se procedió a cerrarlas; y al hacerlo con el portón principal<br />

<strong>de</strong> la iglesia, ya empezaron a rebotar contra él algunas balas perdidas.<br />

Se <strong>de</strong>jó abierta la puerta <strong>de</strong>l Colegio para que por ella pudiesen entrar a<br />

oir Misa los escasos fieles que se animaban a cumplir sus <strong>de</strong>beres religiosos<br />

a pesar <strong>de</strong>l tiroteo cada vez más intenso y peligroso.<br />

Naturalmente, los niños no acudieron; pues sus familias los retuvieron en<br />

casa para evitar <strong>de</strong>sgracias; pero fueron numerosos los Antiguos Alumnos<br />

y padres <strong>de</strong> familia que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> oir las primeras Misas, se ofrecieron para<br />

vigilar el Colegio y <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rlo, en caso necesario.<br />

Celebrada la última Misa, los Salesianos se reunieron en el comedor, mientras<br />

un grupo <strong>de</strong> amigos montaban guardia por los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong>l Colegio<br />

y en la portería. Triste fue aquel último ágape familiar, a causa <strong>de</strong>l sobresalto<br />

que en todos producía el incesante tiroteo y las sordas explosiones que se<br />

oían cada vez más cercanas.<br />

Hacia el final <strong>de</strong> la comida, vinieron a avisar que ya ardía el cercano<br />

Colegio <strong>de</strong> San Antón, <strong>de</strong> los Padres Escolapios; y suponiendo que no tardarían<br />

mucho en hacer lo mismo con el nuestro, <strong>de</strong>cidieron los Salesianos abandonarlo<br />

antes <strong>de</strong> que fuera <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. Fue cada cual a su aposento para<br />

vestir, el traje <strong>de</strong> paisano y recoger lo más indispensable; y reunidos luego en<br />

el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l señor Director, don Daniel Con<strong>de</strong>, éste, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> repartir<br />

alguna cantidad a cada salesiano para hacer frente a las primeras necesida<strong>de</strong>s,<br />

encargó que cada uno escogiera el refugio que creyera más conveniente, procurando,<br />

en lo posible, mantener comunicación a fin <strong>de</strong> saber unos <strong>de</strong> otros.<br />

Quedaron los últimos el señor Director y el encargado <strong>de</strong> la iglesia, don<br />

Esteban Aguilón, quienes fueron a retirar las sagradas Formas, que, convenientemente<br />

guardadas en dos corporales, se llevó don Daniel al domicilio que<br />

había escogido como resi<strong>de</strong>ncia provisional.<br />

Evacuada la Casa por los Salesianos, quedaron en ella, a petición propia,<br />

el fiel portero, señor Matías y el antiguo alumno don José Gota, hermano <strong>de</strong>l<br />

salesiano don Antonio, los cuales tenían la intención <strong>de</strong> vigilarla, conservarla<br />

y <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla, en lo posible.<br />

EL INCENDIO<br />

Pasaron lentas las horas <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, sin que disminuyesen en lo más mínimo<br />

el tiroteo y la lucha callejera; antes bien, se fueron intensificando hasta<br />

que a eso <strong>de</strong> las cinco <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, con la rendición <strong>de</strong> Go<strong>de</strong>d, se <strong>de</strong>smoronó<br />

toda resistencia organizada, y la capital quedó completamente en manos? <strong>de</strong><br />

las turbas y <strong>de</strong> las milicias sindicales. Dueños <strong>de</strong> la calle, con abundantes armas<br />

y municiones, sin que nadie impidiese sus <strong>de</strong>smanes, se <strong>de</strong>dicó el populacho<br />

impunemente a su nefasta labor <strong>de</strong> <strong>de</strong>struir todo cuanto oliese a religión. Comenzaron<br />

con matemática precisión a ar<strong>de</strong>r las iglesias y conventos, previo<br />

el robo, el saqueo y la rapiña <strong>de</strong> todo cuanto se ofrecía a su avi<strong>de</strong>z.<br />

A eso <strong>de</strong> las diez <strong>de</strong> la noche tocó el turno a nuestras Escuelas. Empezaron<br />

a formarse al principio algunos grupos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la fachada. Eran, o parecían,<br />

75


simples curiosos, que cuchicheaban en voz baja. Poco a poco iban engrosando<br />

aquellos grupitos hasta que se convirtieron en multitud. Comenzó a levantarse<br />

y a cundir el griterío, y, finalmente, animándose unos a otros, se arrojaron en<br />

tromba sobre las puertas que permanecían abiertas, y arrollando a los que estaban<br />

<strong>de</strong> guardia, se <strong>de</strong>sparramaron por el interior, iniciando el saqueo.<br />

El piso inferior, constituido por las clases y el Centro <strong>de</strong> los Ex Alumnos,<br />

fue lo primero que saquearon. Luego se extendieron por el teatro y el bar,<br />

que <strong>de</strong>svalijaron por completo. A continuación subieron al primer piso, don<strong>de</strong><br />

estaba la cocina y los comedores, que también saquearon a conciencia, en<br />

medio <strong>de</strong> gritos y blasfemias. Finalmente subieron al segundo piso, resi<strong>de</strong>ncia<br />

<strong>de</strong> los Salesianos, cuyas habitaciones forzaron apo<strong>de</strong>rándose a continuación <strong>de</strong><br />

cuanto encontraron en ellas, arrojando por las ventanas a la calle cuanto no<br />

podían llevarse consigo.<br />

Mientras tanto otros grupos se dirigieron a la iglesia, que bien pronto empezó<br />

a ar<strong>de</strong>r por los cuatro costados, no sin haber sido antes profanadas las<br />

imágenes sagradas y los objetos y ornamentos <strong>de</strong>l culto.<br />

Luego llevaron la tea incendiaria al teatro y Centro <strong>de</strong> ex alumnos, que<br />

empezó a ar<strong>de</strong>r con violencia.<br />

A través <strong>de</strong> la <strong>de</strong>nsa humareda y a la in<strong>de</strong>cisa claridad <strong>de</strong> las llamas se *<br />

veía salir a la gente cargada con máquinas <strong>de</strong> escribir, con objetos <strong>de</strong> cocina,<br />

colchones, ropa <strong>de</strong> cama y todo cuanto creían útil y aprovechable. El suelo,<br />

tanto en el patio como en la calle, estaba cubierto <strong>de</strong> sábanas rotas, sotanas<br />

<strong>de</strong>strozadas, libros <strong>de</strong> los niños, papeles, pupitres hechos astillas, bancos,, sillas<br />

y toda clase <strong>de</strong> comestibles sacados <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spensa.<br />

Del nuestro, pasaron las turbas al Colegio <strong>de</strong> las Hijas <strong>de</strong> María Auxiliadora,<br />

situado frente a nuestra iglesia en la calle <strong>de</strong> Sepúlveda, en don<strong>de</strong> co*<br />

metieron los mismos excesos. También aquí profanaron la capilla, que acabaron<br />

por incendiar, así como el teatro y <strong>de</strong>más <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> la casa.<br />

¡Qué triste era el espectáculo que ofrecían, en medio <strong>de</strong> la calle, las imágenes<br />

sagradas chamuscadas y <strong>de</strong>strozadas a hachazos, mezcladas con los<br />

restos <strong>de</strong> la magnífica Exposición <strong>de</strong> Labores que quince días antes habían<br />

celebrado las Hijas <strong>de</strong> María Auxiliadora con motivo <strong>de</strong> terminar el curso<br />

académico!<br />

Ya <strong>de</strong> madrugada, cansadas las turbas <strong>de</strong> la ímproba labor <strong>de</strong> un día tan<br />

agitado, y ahitas <strong>de</strong> saqueo y botín, se fueron retirando poco a poco, <strong>de</strong>jando<br />

que las llamas continuasen la obra <strong>de</strong>structora, hasta que, faltas <strong>de</strong> combustible,<br />

acabaron por extinguirse solas...<br />

LOS SALESIANOS<br />

Al salir <strong>de</strong> su amado Colegio, en don<strong>de</strong> <strong>de</strong>jaban tantos recuerdos y tantos<br />

sudores, los Salesianos se acogieron al hogar <strong>de</strong> familias generosas que se ofrecieron<br />

a hospedarlos.<br />

El Reverendo señor Director, don Daniel Con<strong>de</strong>, llevando consigo las sagradas<br />

Formas, se retiró al domicilio <strong>de</strong> la benemérita Cooperadora señora<br />

Vínolas, muy próximo al Colegio. De allí seguía con interés y congoja las vicisitu<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> sus amadas Escuelas, cuya completa <strong>de</strong>strucción le afectó, como<br />

es natural, profundamente. Procuraba estar en contacto con los <strong>de</strong>más Salesianos,<br />

a quienes proveía <strong>de</strong> Formas consagradas para confortar con ellas a<br />

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las piadosas familias que los albergaban y para que ellos mismos encontrasen<br />

en la Eucaristía la fortaleza necesaria en aquellos días <strong>de</strong> tribulación y peligro»<br />

Afortunadamente pudo conseguir un pasaporte para Italia, adon<strong>de</strong> se trasladó<br />

apenas se lo permitieron las circunstancias* Pasada una corta temporada<br />

en Turín, los Superiores le enviaron a España, a regir la Casa <strong>de</strong> Vigo, en la<br />

Inspectoría Céltica»<br />

Los Reverendos don Gabriel Martín y don Digno Outeiriño también pudieron<br />

conseguir, a fuerza <strong>de</strong> insistencia, trabajos y peligros, sendos (pasaportes<br />

para trasladarse a Italia, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> pudieron reintegrarse a la España<br />

Nacional, para prestar su valiosa cooperación hasta el final <strong>de</strong> la guerra»<br />

Don Esteban Aguilón encontró refugio en el domicilio <strong>de</strong> los señores Lucena;<br />

pero a medida que pasaban los días se hacía su estancia muy difícil por<br />

la proximidad a nuestras Escuelas» La gente le conocía, y la impru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong><br />

algún niño o la malicia <strong>de</strong> algún <strong>de</strong>saprensivo, le exponían a serios percances;<br />

por eso, apenas se enteró <strong>de</strong> que en la Casa <strong>de</strong> Mataró se vivía con relativa<br />

seguridad, pidió y obtuvo autorización para trasladarse a ella, y en este asilo<br />

pasó tranquilamente algunos meses hasta que la incursión <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong><br />

la F. A» I. acabó con aquella paz relativa para llevarse a los Salesianos a la<br />

checa <strong>de</strong> San Elias»<br />

El mismo camino llevó don Francisco Serrats, que también logró trasladarse<br />

a Mataró, sufriendo las mismas peripecias»<br />

Don Ángel Bergamini, celoso sacerdote italiano, que durante más <strong>de</strong> cuarenta<br />

años <strong>de</strong>rrochó energías y salud trabajando en nuestra Patria por los<br />

niños pobres, con verda<strong>de</strong>ro celo <strong>de</strong> apóstol, se hallaba a¡ la sazón, anciano<br />

y achacoso; y salvó la vida casi por milagro, pues, inconsciente o sencillo,<br />

andaba por la calle, en aquellos días <strong>de</strong> furibunda fobia religiosa, con un gran<br />

rosario, que rezaba <strong>de</strong>votamente, hasta que el buen ex alumno don José Gota,<br />

que lo encontró en esta guisa, se lo llevó a su casa e hizo luego todo lo posible<br />

para conseguirle un pasaporte <strong>de</strong>l consulado italiano, con el que se trasladó<br />

a su patria sin mayores percances»<br />

De los reverendos don José y don Jaime Bonet, primos hermanos, hablamos<br />

extensamente en la tercera parte <strong>de</strong> esta obra, en don<strong>de</strong> referimos los pormenores<br />

<strong>de</strong> sus últimos días y las circunstancias <strong>de</strong> su glorioso martirio.<br />

El reverendo don Eugenio Badajoz también se vio en peligro durante los<br />

primeros meses <strong>de</strong> revolución; pero cuando don Mo<strong>de</strong>sto Bellido logró pasar<br />

a Francia, le envió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí la cantidad suficiente para pagarse un guía que<br />

le condujo, a través <strong>de</strong> las montañas, hasta Francia, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> alcanzó la<br />

zona <strong>de</strong> Franco, <strong>de</strong>dicándose <strong>de</strong> lleno a su labor salesiana.<br />

El hermano coadjutor don Lisardo Herrero, tuvo que arrostrar graves peligros<br />

durante los primeros días <strong>de</strong> revolución, pues como encargado <strong>de</strong>l Centro<br />

Domingo Savio, era muy conocido» Queriendo trasladarse a Salamanca, su<br />

tierra, aceptó el ofrecimiento <strong>de</strong> un paisano suyo, tratante en ganado, y con<br />

él se fue a Madrid; pero no logró llegar hasta Salamanca» Y en la capital <strong>de</strong><br />

España tuvo que pasar todo el tiempo <strong>de</strong> la guerra, <strong>de</strong>dicándose, para vivir,<br />

a los más humil<strong>de</strong>s menesteres, como limpiabotas»<br />

El reverendo don Filiberto Peris se acogió a la hospitalidad <strong>de</strong>l benemérito<br />

ex alumno y excelente cooperador salesiano, don Esteban Fonfría, estando<br />

en grave peligro <strong>de</strong> caer en manos <strong>de</strong> las patrullas.<br />

En efecto, un vecino <strong>de</strong> la casa, comunista, sabiendo que el señor Fonfría<br />

tiene un hijo salesiano, le <strong>de</strong>nunció al Comité y a los pocos días <strong>de</strong>l Movimiento<br />

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se presentaron un par <strong>de</strong> policías a hacer un registro» Para no infundir sospechas,<br />

iniciaron el registro en el piso inferior; pero el señor Fonfría, que se<br />

dio cuenta en seguida <strong>de</strong>l objeto <strong>de</strong> su visita, salió al <strong>de</strong>scansillo con don Filiberto<br />

y al aparecer los policías, los invitó a registrar su domicilio; pero ellos,<br />

mal informados, por fortuna, le dijeron que no era la primera puerta, sino la<br />

segunda, la que les interesaba» En efecto, mientras un policía penetraba en<br />

este piso y comenzaba a revolverlo todo para encontrar al fraile escondido,<br />

don Filiberto y el señor Fonfría platicaban tranquilamente con el otro, que<br />

había quedado <strong>de</strong> guardia en el <strong>de</strong>scansillo»<br />

Terminó la infructuosa búsqueda, y los policías, pese a la insistencia <strong>de</strong>l<br />

señor Fonfría, se negaron a hacer un registro en su casa, confesando que habían<br />

sido mal informados» Se <strong>de</strong>spidieron amablemente y se fueron chasqueados,<br />

gracias al provi<strong>de</strong>ncial error <strong>de</strong>l <strong>de</strong>nunciante, que les dio equivocada la<br />

indicación <strong>de</strong> la puerta»<br />

Pero don Filiberto, temiendo que volvieran mejor informados otra vez,<br />

<strong>de</strong>terminó refugiarse en su pueblo, próximo a Valencia, en don<strong>de</strong> esperaba<br />

pasar inadvertido con sus hermanos; y allí estuvo, en compañía <strong>de</strong>l hermano<br />

coadjutor señor Martín, hasta que se trasladó a Gerona, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> pudo<br />

pasar la frontera, como referimos en otra parte»<br />

VICISITUDES DEL COLEGIO<br />

Los días que siguieron al <strong>de</strong>l incendio, el Colegio fue una verda<strong>de</strong>ra Babel»<br />

Allí acudían las gentes a buscar cuanto se les antojaba, ingeniándose para encontrar,<br />

entre las cenizas y escombros, nuevo botín» Luego convirtieron los<br />

escasos cuartos habitables en almacén <strong>de</strong> las mercancías robadas en otras<br />

partes; allí comían, dormían y pasaban el día cuantos querían, sin que nadie<br />

les pidiese cuenta <strong>de</strong> nada.<br />

Finalmente, pasados los primeros meses, las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Generalidad,<br />

en su afán por la cultura <strong>de</strong>l pueblo, a la que habían contribuido tan eficazmente<br />

incendiando centenares <strong>de</strong> escuelas gratuitas, <strong>de</strong>terminaron habilitar los<br />

restos <strong>de</strong> nuestro Colegio para construir un grupo escolar» A este fin iniciaron<br />

algunas obras, pero tuvieron que <strong>de</strong>sistir <strong>de</strong> su empeño ante la carencia <strong>de</strong><br />

maestros y la falta <strong>de</strong> asistencia <strong>de</strong> los alumnos, asustados por los frecuentes<br />

bombar<strong>de</strong>os, especialmente cuando una <strong>de</strong> las bombas alcanzó el edificio, <strong>de</strong>jándolo<br />

en condiciones ruinosas»<br />

En cuanto a la iglesia, <strong>de</strong> la que sólo habían quedado en pie las cuatro<br />

pare<strong>de</strong>s maestras, acabaron por <strong>de</strong>molerla por completo, arrancando incluso el<br />

pavimento, con la intención <strong>de</strong> convertir su amplio solar en un campo <strong>de</strong> <strong>de</strong>portes<br />

y <strong>de</strong> instalar una piscina para los hijos <strong>de</strong>l pueblo»»» Pero también esta intención<br />

quedó sólo en proyecto, pues ni siquiera se llegaron a iniciar las<br />

obras.<br />

Cuando en tiempo rojo pasábamos por aquellos alre<strong>de</strong>dores y veíamos<br />

aquella <strong>de</strong>solación y ruina, no podíamos reprimir un suspiro <strong>de</strong> pesar»<br />

[Tantos trabajos, tantas fatigas para levantar un edificio como aquel, y<br />

verlo reducido, en pocas horas, a un montón <strong>de</strong> escombros, por obra y gracia<br />

<strong>de</strong> una muchedumbre ciega e irresponsable!».»<br />

Mas no importa; los Salesianos, que supieron levantar <strong>de</strong> sus cenizas el<br />

Colegio incendiado en 1909, sabrían también, con la ayuda <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> los<br />

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uenísimos Cooperadores, volverlo a construir más gran<strong>de</strong> y más hermoso<br />

que antes.,*<br />

En efecto, hoy, a los diez años <strong>de</strong> terminada la guerra <strong>de</strong> liberación, se<br />

ha reanudado, con renovado entusiasmo, la labor educadora <strong>de</strong> los hijos <strong>de</strong><br />

Don Bosco. Funcionan <strong>de</strong> nuevo las florecientes Escuelas diurnas y nocturnas;<br />

el culto se celebra en una magnífica capilla provisional, mientras se levantan<br />

los muros <strong>de</strong> una iglesia monumental Se ha estrenado el nuevo teatro, más r<br />

espacioso que el anterior, y se está iniciando, sobre las ruinas <strong>de</strong>l edificio incendiado,<br />

una obra <strong>de</strong> gran transcen<strong>de</strong>ncia: el Hogar <strong>de</strong>l Antiguo Alumno,<br />

que aspira no tan sólo a ser el mejor organizado <strong>de</strong> España, sino también una<br />

verda<strong>de</strong>ra Resi<strong>de</strong>ncia Universitaria, para los ex alumnos <strong>de</strong> nuestros florecientes<br />

colegios <strong>de</strong> segunda enseñanza que cursan su carrera en la Universidad<br />

<strong>de</strong> Barcelona,<br />

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SAN VICENTE DELS HORTS<br />

Esta Casa, situada a unos quince kilómetros <strong>de</strong> Barcelona, fue fundada<br />

en 1895.<br />

Hasta esa fecha la Casa <strong>de</strong> Sarria había cobijado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sus muros<br />

el pequeño grupo <strong>de</strong> novicios españoles que se alistaban bajo la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong><br />

Don Bosco; pero las activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la casa iban adquiriendo <strong>de</strong> día en día<br />

mayor <strong>de</strong>sarrollo y al par se incrementaba el número <strong>de</strong> vocaciones. Para<br />

aten<strong>de</strong>r a la formación <strong>de</strong>l personal erigióse canónicamente el Noviciado <strong>de</strong><br />

San Vicente <strong>de</strong>is Horts, cuya vida duró hasta la división <strong>de</strong> la España Salesiana<br />

en tres inspectorías: la Céltica <strong>de</strong> Santiago el Mayor, la Bética <strong>de</strong> María<br />

Auxiliadora y la Tarraconense <strong>de</strong> Nuestra Señora <strong>de</strong> la Merced.<br />

Dejó <strong>de</strong> ser casa regular en Octubre <strong>de</strong> 1903, hasta que en 1931, se trasladaron<br />

a ella los aspirantes <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Campello, incendiada a raíz <strong>de</strong> la<br />

proclamación <strong>de</strong> la República.<br />

EL SORDO<br />

Durante todo este tiempo quedó al cuidado <strong>de</strong> la finca el virtuoso y ejemplar<br />

don Alejandro Planas, varón <strong>de</strong> recias virtu<strong>de</strong>s y sólida piedad, que si<br />

<strong>de</strong>bido a su total sor<strong>de</strong>ra no pudo profesar en la Congregación, sin embargo<br />

mantenía un espíritu y un tenor <strong>de</strong> vida netamente salesianos y como tal era<br />

consi<strong>de</strong>rado y apreciado por los Superiores y <strong>de</strong>más religiosos que lo conocían.<br />

Con infinita paciencia y trabajo asiduo, conservó y custodió la Casa, manteniendo<br />

vivo el recuerdo <strong>de</strong> Don Bosco en la población merced al floreciente<br />

Oratorio Festivo por él fundado y sostenido durante largos años.<br />

Su caridad, afabilidad y pru<strong>de</strong>ncia le hicieron popular y todos le veneraban<br />

como santo y le amaban y respetaban como bienhechor <strong>de</strong> los pobres y<br />

<strong>de</strong>svalidos.<br />

Su alegría fue, por consiguiente, inmensa, cuando en el año 1931, al ser<br />

quemada y <strong>de</strong>struida la casa <strong>de</strong> Campello los Superiores <strong>de</strong>cidieron habilitar<br />

<strong>de</strong> nuevo la <strong>de</strong> San Vicente como Casa <strong>de</strong> Formación para los aspirantes.<br />

Les hizo, pues, entrega <strong>de</strong> la casa, embellecida ahora con hermosas estatuas<br />

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e imágenes religiosas, ejecutadas por él durante tantos años, y que le dieron<br />

justa fama <strong>de</strong> hábil escultor. Cuando el tren pasaba junto a la tapia <strong>de</strong>l Colegio,<br />

los viajeros podían contemplar llenos <strong>de</strong> curiosa admiración, el magnífico<br />

grupo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scendimiento que coronaba la cripta, en cuyo interior se guardaba<br />

otro no menos valioso que representaba el Santo Entierro.<br />

Resonaron <strong>de</strong> nuevo en aquellas estancias las alegres risas <strong>de</strong> los niños; la<br />

humil<strong>de</strong> capilla volvió a llenarse con los ecos <strong>de</strong> las <strong>de</strong>votas plegarias y los<br />

acordados cánticos piadosos, y los salones <strong>de</strong> estudio volvieron a cobijar a<br />

un escogido grupo <strong>de</strong> jovencitos que se preparaban con entusiasmo al Sacerdocio<br />

Salesiano.<br />

FINAL DE CURSO<br />

El viernes, 17 <strong>de</strong> Julio, para celebrar el final <strong>de</strong> curso, se organizó una<br />

expedición al Tibidabo, en don<strong>de</strong> al día siguiente celebraba su fiesta el Director<br />

<strong>de</strong> aquella resi<strong>de</strong>ncia, don Ernesto Miglietti.<br />

Nuestros jóvenes cantores dieron una hermosa muestra <strong>de</strong>l sincero afecto<br />

que sentían por su antiguo Director, interpretando con exquisito gusto una<br />

misa en canto polifónico, y ejecutando, a<strong>de</strong>más, alegres y escogidas composiciones<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la comida.<br />

Al atar<strong>de</strong>cer emprendieron, a pie, la vuelta a su Casa, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse<br />

<strong>de</strong> sus compañeros que, terminados los cursos <strong>de</strong> latín, <strong>de</strong>bían partir el<br />

día siguiente para Gerona a fin <strong>de</strong> comenzar su Noviciado.<br />

El vacío que éstos <strong>de</strong>jaban, lo llenaron los que, habiendo aprobado el primer<br />

curso en la Casa <strong>de</strong>l Tibidabo, <strong>de</strong>bían completar los restantes en San<br />

Vicente.<br />

El domingo, 19 <strong>de</strong> Julio, transcurrió tranquilo, con el horario acostumbrado.<br />

Cierto que en dirección a Barcelona se oía, muy amortiguado, el retumbar<br />

<strong>de</strong> los cañones... Pero, ¿qué tenían ellos que ver con las disputas <strong>de</strong> los<br />

hombres?<br />

PRIMERAS ALARMAS<br />

El reverendo don Félix Solanes, confesor <strong>de</strong> la Casa, que había bajado<br />

el día anterior a Sarria para disponer el viaje <strong>de</strong> los Novicios a Gerona, se<br />

encontró el domingo con la revolución dueña <strong>de</strong> las calles y caminos y no<br />

pudo salir <strong>de</strong> allí en todo el día; pero el lunes por la tar<strong>de</strong>, viendo cómo en<br />

Sarria no había ya seguridad porque Barcelona era una hoguera <strong>de</strong> conventos,<br />

<strong>de</strong>cidió volver a San Vicente, creyendo que la tormenta no habría llegado<br />

hasta aquel tranquilo pueblecito.<br />

Así se lo propuso a don Julián Massana, Secretario Inspectorial, el cual,<br />

aleccionado por la experiencia <strong>de</strong> la Semana Trágica <strong>de</strong>l 1909, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

hacer ver a don Félix lo comprometido <strong>de</strong>l paso que se proponía dar, le encargó<br />

dispusieran allí alojamiento, para el caso probable <strong>de</strong> que los Salesianos<br />

<strong>de</strong> la capital tuvieran que abandonar sus colegios.<br />

Con esta i<strong>de</strong>a emprendió don Félix a pie el camino, mientras ya las turbas<br />

saqueaban la iglesia parroquial <strong>de</strong> Sarria. Por las carreteras no se atrevía a<br />

transitar nadie, a excepción <strong>de</strong> las patrullas <strong>de</strong> milicianos.<br />

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Después <strong>de</strong> un viaje acci<strong>de</strong>ntado, en el que se vio expuesto varias veces<br />

a ser <strong>de</strong>tenido por los milicianos que vigilaban los caminos, los cuales unas<br />

veces le acusaban <strong>de</strong> tener facha <strong>de</strong> cura y otras le invitaban a que subiera<br />

a su propio coche, por fin a eso <strong>de</strong> las cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, llegó a San Vicente.<br />

Como ignoraba lo que hubiera podido acontecer durante su ausencia, penetró<br />

en la finca por la tapia. ¡Inútil precaución!<br />

En casa se hacía la vida ordinaria, sin que nadie se preocupara <strong>de</strong> lo que<br />

pasaba <strong>de</strong> puertas afuera.<br />

Así es que cuando comenzó a referir las noticias que traía <strong>de</strong> Barcelona,<br />

la peligrosa situación en que se hallaban los hermanos <strong>de</strong> Sarria, la expulsión<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong> San José y el encargo hecho por don Julián <strong>de</strong> que tuviesen preparado<br />

alojamiento para el caso probable <strong>de</strong> que tuviesen que ir a refugiarse allí<br />

los Salesianos <strong>de</strong> la capital, estas inesperadas y alarmantes noticias sembraron<br />

la confusión y el temor en todos los ánimos.<br />

LA REVOLUCIÓN EN SAN VICENTE<br />

Al mismo tiempo, el pueblo, hasta entonces tranquilo, comenzaba a agitarse.<br />

La rendición <strong>de</strong> Go<strong>de</strong>d produjo efectos instantáneos. Por fortuna las autorida<strong>de</strong>s<br />

locales pudieron imponerse durante los dos primeros días; pero los<br />

elementos exaltados, que nunca faltan aun en pueblos tan cristianos como el<br />

<strong>de</strong> San Vicente, animados por el triunfo popular en Barcelona y excitados<br />

por elementos venidos <strong>de</strong> la capital, quisieron <strong>de</strong>mostrar que eran los amos<br />

<strong>de</strong>l pueblo. • i<br />

Comenzaron su actuación con el obligado prólogo <strong>de</strong> toda revolución marxista.<br />

Asaltaron la iglesia parroquial, sacaron <strong>de</strong> ella todas las imágenes, retablos,<br />

bancos y objetos <strong>de</strong> culto, y llevándolo a las proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Llogregat,<br />

hicieron con todo una inmensa hoguera.<br />

Luego expulsaron <strong>de</strong> su convento a unas pobres monjas e instalaron en él<br />

su flamante Comité.<br />

Al tener noticia <strong>de</strong> todos estos sucesos, los Salesianos que aún vestían la<br />

sotana, se apresuraron a ponerse el traje <strong>de</strong> paisano, ante la natural extrañeza<br />

dé los niños, que no podían presenciar sin cierto sobresalto estos cambios.<br />

No tardó mucho en anunciarse la visita <strong>de</strong>l Comité. Venía acompañado<br />

<strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> milicianos armados que le daba escolta.<br />

Les salió al encuentro el Sordo, a quien todos ellos conocían. Después <strong>de</strong><br />

saludarlos con aquella su amabilidad característica, les preguntó qué se les<br />

ofrecía; al respon<strong>de</strong>rle que <strong>de</strong>seaban hablar con el Director, los condujo al<br />

locutorio. ' ! '<br />

Contra todas las previsiones y temores, aquellos hombres que componían<br />

el Comité se portaron correctamente, asegurando al señor Director que no<br />

había <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r al colegio nada <strong>de</strong>sagradable, siempre que se sometieran<br />

todos dócilmente a las nuevas autorida<strong>de</strong>s. Los niños quedaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel<br />

momento bajo la tutela <strong>de</strong>l Comité, el cual se encargaba <strong>de</strong> proveerles <strong>de</strong> todo<br />

lo necesario, tanto en lo referente a la alimentación como al vestido y <strong>de</strong>más<br />

contingencias que se pudieran presentar. Finalmente or<strong>de</strong>naron que nadie abandonara<br />

el colegio sin previo aviso al Comité. Luego se retiraron.<br />

A pesar <strong>de</strong> estas segurida<strong>de</strong>s no <strong>de</strong>sapareció la intranquilidad y el temor.<br />

Aquella misma noche <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el colegio se podía ver cómo ardía la casa <strong>de</strong>l<br />

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párroco, y aunque se dijo que los autores <strong>de</strong> la hazaña eran unos mozalbetes<br />

irresponsables, <strong>de</strong>sautorizados por el Comité, con todo, la lenidad en castigarlos<br />

hizo compren<strong>de</strong>r a los Salesianos que también ellos, a pesar <strong>de</strong> las segurida<strong>de</strong>s<br />

dadas, estaban a merced <strong>de</strong> los incontrolados.<br />

Pero, ¿qué se podía hacer? Para salir <strong>de</strong>l pueblo hacía falta autorización<br />

<strong>de</strong>l Comité. Por otra parte no había que <strong>de</strong>jar abandonados a los niños; y en<br />

último término, ¿a dón<strong>de</strong> huir si la revolución se paseaba triunfalmente por<br />

todos los ámbitos <strong>de</strong> Cataluña?<br />

Transcurrieron unos días en aparente calma. En casa se hacía el horario<br />

regular. Por la mañana se cumplían los <strong>de</strong>beres religiosos, y luego los niños<br />

se entretenían hasta la hora <strong>de</strong> comer en la limpieza, en juegos y lecturas<br />

amenas.<br />

De cuando en cuando se presentaba <strong>de</strong> improviso algún miembro <strong>de</strong>l Comité<br />

escoltado por un par <strong>de</strong> milicianos armados; pedía algunos objetos o daba<br />

alguna or<strong>de</strong>n y se marchaba sin causar mayores molestias.<br />

No se salía <strong>de</strong> casa para nada. Con ello creían pasar inadvertidos, evitando<br />

toda ocasión <strong>de</strong> llamar la atención <strong>de</strong> la gente.<br />

En el pueblo no había nadie que quisiera mal a los Salesianos; pero...<br />

INQUIETUDES<br />

El día 24 llegó a San Vicente, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Barcelona, una patrulla <strong>de</strong><br />

pistoleros, los cuales al enterarse <strong>de</strong> que en el pueblo aún quedaba una comunidad<br />

religiosa, echaron en cara al Comité local su cobardía, y llenos <strong>de</strong> ira<br />

<strong>de</strong>cidieron obrar por su cuenta.<br />

En primer lugar mandaron comparecer al Director <strong>de</strong>l colegio.<br />

El reverendo don Juan Alberto se apresuró a cumplimentar la or<strong>de</strong>n y<br />

acompañado por don Juan Bautista Piles, se presentó ante los forasteros.<br />

Su seriedad, su perfecto dominio <strong>de</strong> sí mismo y el prestigio que emanaba<br />

<strong>de</strong> su persona, pareció <strong>de</strong>sconcertar un poco a los milicianos que cambiaron<br />

repentinamente <strong>de</strong> modales. A<strong>de</strong>más, su condición <strong>de</strong> extranjero, no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong><br />

imponerles respeto.<br />

Le saludaron cortésmente, estrechándole la mano- El jefe inició la conversación<br />

en francés, pero don Juan Alberto le dijo que podían hablar en castellano.<br />

Preguntáronle por las armas, por la gente que había en casa y por lo que<br />

supiera <strong>de</strong>l párroco.<br />

Don Juan Alberto los tranquilizó, diciéndoles que en casa no había una<br />

sola arma; y que se acataba la autoridad constituida, sin otra preocupación<br />

que la <strong>de</strong> educar y mantener a los cuarenta jovencitos, allí albergados, hijos<br />

<strong>de</strong> familias humil<strong>de</strong>s y proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> diversas regiones españolas.<br />

Satisfechos por estas respuestas, el jefe le <strong>de</strong>spidió, anunciándole que en<br />

breve, irían al colegio a hacer una visita.<br />

Apenas volvieron a casa, y en vista <strong>de</strong> la inminencia <strong>de</strong> la llegada <strong>de</strong> los<br />

milicianos, un sacerdote se apresuró a ir a la capilla para poner a salvo los vasos<br />

sagrados y evitar la profanación <strong>de</strong> la Santísima Eucaristía.<br />

86


LA INSPECCIÓN<br />

A poco llegaron los visitantes. Eran ocho. El jefe <strong>de</strong> la patrulla, joven,<br />

como <strong>de</strong> unos veinticinco años, iba vestido con mono <strong>de</strong> mecánico y armado<br />

<strong>de</strong> revólver. Parecía algo educado y poseía cierta cultura superficial, adquirida<br />

en la lectura <strong>de</strong> periódicos y <strong>de</strong> cuatro obras avanzadas. En cambio, sus acompañantes,<br />

armados con fusiles, tocada su cabeza con casco militar y vestidos<br />

con prendas <strong>de</strong> uniformes cogidos en los cuarteles, presentaban un aspecto<br />

repugnante e innoble, y unos rostros patibularios en los que se reflejaban las<br />

más bajas pasiones.<br />

Después <strong>de</strong> los primeros saludos, el jefe preguntó al Director:<br />

—De modo que uste<strong>de</strong>s se <strong>de</strong>dican...<br />

—A la educación <strong>de</strong> los niños pobres, hijos <strong>de</strong> obreros —respondió el Director.<br />

—¿Y qué les enseñan?<br />

—Les damos una cultura general: Castellano, Francés, lenguas clásicas,<br />

Matemáticas, Geografía e Historia, Religión, Dibujo...<br />

—¿Y todos estos niños comen y duermen aquí?<br />

•—Sí, señor.<br />

—¿Pero gratuitamente?<br />

—Gratuitamente todos.<br />

—¿Y <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> sacan uste<strong>de</strong>s los medios para mantenerlos?<br />

—Aun cuando, <strong>de</strong>sgraciadamente, no todos los ricos saben compa<strong>de</strong>cerse<br />

<strong>de</strong>l pobre, no faltan, por fortuna, los que son verda<strong>de</strong>ramente generosos, y<br />

gracias a las limosnas <strong>de</strong> estas buenas personas po<strong>de</strong>mos aten<strong>de</strong>r a estos niños<br />

aquí, y a muchos más en otros colegios. Nuestra única política consiste<br />

en esto: en educar, instruir y alimentar a los niños pobres que llaman a nuestras<br />

puertas. Y esta obra no sólo la tenemos en España, sino en otras naciones.<br />

En Méjico, por ejemplo, a pesar <strong>de</strong> la violenta campaña que se realiza contra<br />

los religiosos, los Salesianos han tenido abiertas algunas <strong>de</strong> sus casas hasta<br />

comenzado este mismo año.<br />

—¿Cómo? ¿En Méjico, dice usted?<br />

•—'Sí, señor, en Méjico.<br />

—Bien, bien... ¿Y dón<strong>de</strong> están ahora los niños?<br />

—Acaban <strong>de</strong> cenar y se están acostando.<br />

—Vamos a verlos.<br />

Los acompañaron al dormitorio <strong>de</strong>l primer piso. Había unos veinte muchachos<br />

dé los mayores que se disponían a acostarse. Algunos ya estaban en cama.<br />

Al ver aparecer aquellas fachas, con las armas al brazo, quedaron todos como<br />

petrificados.<br />

•—No te asustes •—dijo el jefe al que tenía más próximo—. No te vamos<br />

a hacer nada. ¿Cómo te llamas? ¿Tienes padres? ¿De dón<strong>de</strong> eres? ¿Quieres ir a<br />

tu casa? ¿Estás contento aquí? ¿Te tratan bien tus Superiores?<br />

Y <strong>de</strong> este modo fue preguntando a varios muchachos <strong>de</strong>l dormitorio. Éstos<br />

al principio estaban atemorizados; pero una vez repuestos, contestaban con<br />

soltura y acierto, manifestando su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> permanecer en el colegio y <strong>de</strong>mostrando<br />

su amor y gratitud hacia sus Superiores.<br />

Al acabar <strong>de</strong> recorrer el dormitorio, dijo el jefe:<br />

—¿No hay ya más niños?<br />

—Sí, señor; arriba hay otro dormitorio.<br />

87


•—Vamos allá.<br />

Y se repitió la escena. Los niños respondían con unánime entusiasmo que<br />

estaban contentos y que querían seguir sus estudios con sus amados Superiores.<br />

De modo que los milicianos, que venían dispuestos a todo, incluso a cerrar<br />

el colegio y llevarse a los Salesianos quién sabe dón<strong>de</strong>, en vista <strong>de</strong> la unánime<br />

adhesión que les mostraban los niños, dijeron, por boca <strong>de</strong>l jefe:<br />

—Bien; por ahora pue<strong>de</strong>n seguir uste<strong>de</strong>s atendiendo a estos niños. Enséñenles<br />

todo lo que quieran, pero ni una palabra <strong>de</strong> Religión. Si les hace falta<br />

algo para comer y vestir, avisen al Comité que se lo proporcionará al instante.<br />

Y uste<strong>de</strong>s aténganse en todo a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s, puesto que<br />

cuanto más sumisos se muestren a ellas, tanto mayor será su seguridad. Y ahora<br />

vamos a ver la iglesia.<br />

Se dirigieron a la capilla; se encendieron todas las luces y cuando vieron<br />

la <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z y pobreza <strong>de</strong> aquel humil<strong>de</strong> recinto, quedaron admirados y como<br />

contrariados. Allí no había botín <strong>de</strong> ninguna clase; un altarcito <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra<br />

pintada, unos cuadros <strong>de</strong>l vía crucis, una docena <strong>de</strong> bancos mal cepillados y<br />

unas cuantas sillas.<br />

Los milicianos no salían <strong>de</strong> su asombro; <strong>de</strong> modo que poco a poco fue<br />

<strong>de</strong>sapareciendo aquel aire <strong>de</strong> recelo y prevención con que llegaron, hasta trocarse<br />

en una especie <strong>de</strong> muda simpatía. No poco <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> contribuir a ello la<br />

pobreza extrema que se veía por la casa.<br />

—Retiren las cruces y los cuadros —dijo el jefe—. Guár<strong>de</strong>nlos en alguna<br />

habitación junto con todos los objetos <strong>de</strong> culto. Si viniese alguna otra inspección<br />

no oculten nada; en cuanto al altar hay que <strong>de</strong>smontarlo para que no se<br />

pueda <strong>de</strong>cir misa.<br />

Luego dieron una vuelta por los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> la casa, en don<strong>de</strong> había<br />

apostados algunos milicianos armados, y se <strong>de</strong>spidieron.<br />

Una vez libres <strong>de</strong> la pesadilla, los Salesianos dieron gracias a María<br />

Auxiliadora por su protección y se entregaron al <strong>de</strong>scanso.<br />

Al día siguiente, muy <strong>de</strong> mañana, el alguacil <strong>de</strong>l Ayuntamiento empezó a<br />

llamar con insistencia a la puerta.<br />

¿Qué querrán a estas horas? Nada bueno, por cierto, ya que por aquellos<br />

días, cualquier llamada extraña, era anuncio <strong>de</strong> alguna mala nueva. Por fortuna<br />

el tal alguacil era buena persona y amigo <strong>de</strong> la casa, y venía <strong>de</strong> parte <strong>de</strong>l<br />

alcal<strong>de</strong> para fijar en la puerta <strong>de</strong>l edificio dos carteles: uno <strong>de</strong> ellos, por el que<br />

el edificio quedaba incautado por la Generalidad; el otro mandando, por or<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong>, que se respetara el inmueble.<br />

El bueno <strong>de</strong>l alguacil, antes <strong>de</strong> fijar los carteles, quiso dar aviso a los <strong>de</strong><br />

la casa.<br />

UN GRAVE DISGUSTO<br />

Otra atención hubo que agra<strong>de</strong>cer al Comité. Ya hemos hablado <strong>de</strong> las<br />

estatuas que adornaban los patios <strong>de</strong> la casa. En ellas tenía puestos el Sordo<br />

su <strong>de</strong>voción <strong>de</strong> cristiano y su orgullo <strong>de</strong> artista. Pues bien; los ferroviarios que<br />

en cada viaje veían por encima <strong>de</strong> la tapia aquellas imágenes religiosas acabaron<br />

por tomarlas como una provocación, y amenazaron con ir a volarlas con<br />

dinamita. Y en vista <strong>de</strong> ello, el Comité mandó un aviso para que los mismos<br />

Salesianos las <strong>de</strong>smontasen y evitaran así inútiles complicaciones y disgustos.<br />

88


En efecto, fueron llamados los albañiles y quedaron <strong>de</strong>smontadas las principales<br />

figuras. Las estatuas fueron encerradas por el Sordo en la cripta <strong>de</strong>l<br />

Santo Entierro, en don<strong>de</strong> creía po<strong>de</strong>rlas conservar ya que allí no llamaban la<br />

atención.<br />

Mientras tanto se iba normalizando algo la situación y al reanudarse las<br />

comunicaciones, los niños cuyas familias vivían en la zona roja, fueron saliendo<br />

poco a poco. Sus familiares se los llevaban extrañados <strong>de</strong> que no les hubiera<br />

sucedido nada. Todos marchaban pesarosos, y con firme propósito <strong>de</strong> volver,<br />

apenas pasaran las circunstancias <strong>de</strong>sfavorables.<br />

Las primeras familias que acudieron fueron, naturalmente, las <strong>de</strong> Barcelona.<br />

Habían pasado días angustiosos pensando en sus hijos, y lloraban <strong>de</strong> alegría<br />

al verlos sanos y salvos. Contaban y no acababan, <strong>de</strong> profanaciones, saqueos,<br />

asesinatos y <strong>de</strong>l terror que imperaba en la capital <strong>de</strong> Cataluña.<br />

El señor Director fue requerido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros días por el Cónsul <strong>de</strong><br />

Italia, para que embarcase con dirección a su patria, pero no quiso hacerlo<br />

hasta cerciorarse <strong>de</strong> que los niños confiados a sus cuidados quedaban en seguridad.<br />

Permaneció, pues, con ellos hasta que tan sólo quedaron unos pocos<br />

y éstos <strong>de</strong> la España Nacional, por lo que era imposible <strong>de</strong>volverlos a sus<br />

casas.<br />

LA DISPERSIÓN<br />

A primeros <strong>de</strong> Agosto corrió por el pueblo la voz <strong>de</strong> que habían sido asesinados<br />

el párroco y su vicario, a pesar <strong>de</strong> las garantías <strong>de</strong>l Comité. Se <strong>de</strong>cía<br />

que habiendo tenido conocimiento <strong>de</strong> que se les buscaba para matarlos, se<br />

presentaron espontáneamente ante el Comité; pero poco les pudo éste ayudar,<br />

ya que un grupo <strong>de</strong> la F. A. I. los tomó por su cuenta y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ultrajarlos<br />

vilmente, los asesinaron en un bosque, en el término <strong>de</strong> Ordas, el día 26 <strong>de</strong><br />

Julio.<br />

Con este prece<strong>de</strong>nte, cada día era más expuesta la permanencia en el colegio<br />

<strong>de</strong>l Director y <strong>de</strong> los dos sacerdotes que quedaban en casa, por lo que<br />

aquél se <strong>de</strong>cidió al fin a partir para Turín, llevándose consigo a los dos sacerdotes;<br />

pero no pudo conseguir pasaporte nada más que para él, ya que el<br />

cónsul se negaba a facilitar documentación y pasaje a los que no fueran italianos.<br />

Y así, el día 6 <strong>de</strong> Agosto, <strong>de</strong>jando confiados los ocho niños que quedaban<br />

en casa a la custodia <strong>de</strong> los otros Salesianos, pudo embarcar, alejándose <strong>de</strong>l<br />

infierno rojo, y una vez llegado a Turín dio a los Superiores las referencias<br />

exactas acerca <strong>de</strong> la situación en que quedaba su casa.<br />

AMBIENTE DE PIEDAD<br />

A pesar <strong>de</strong> que los milicianos habían prohibido todo acto <strong>de</strong> culto, no por<br />

eso se obe<strong>de</strong>ció esta or<strong>de</strong>n, organizándose <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros días una intensa<br />

vida espiritual. Al efecto, en una <strong>de</strong> las habitaciones <strong>de</strong> la casa se improvisó<br />

un altar, en don<strong>de</strong>, a primeras horas <strong>de</strong> la madrugada, mientras los niños dormían<br />

asistidos por un salesiano, que al mismo tiempo vigilaba los accesos a<br />

la casa, don Félix Solanes celebraba la Santa Misa, y los hermanos podían<br />

recibir la Sagrada Comunión.<br />

89


No. tardaron algunos jóvenes en enterarse y hubo que hacerles también<br />

partícipes <strong>de</strong> este espiritual consuelo, si bien reduciéndolo a los más juiciosos.<br />

Cualquier impru<strong>de</strong>ncia podría ser fatal para todos.<br />

Terminado el Santo Sacrificio, se retiraban todos los objetos sagrados escondiéndolos<br />

en diversos lugares, y reservando tan sólo algunas Formas Consagradas,<br />

para un caso <strong>de</strong> necesidad.<br />

Los <strong>de</strong>más niños que no estaban en el secreto, rezaban privadamente, al<br />

levantarse, sus oraciones ordinarias, con la tercera parte <strong>de</strong>l Santo Rosario.<br />

Mientras tanto, un sacerdote oía sus confesiones. A eso <strong>de</strong> las once, reunidos<br />

<strong>de</strong> nuevo en el estudio, se rezaba en voz muy baja la tercera parte <strong>de</strong>l Rosario<br />

y la Novena perpetua a San Juan Bosco, para alcanzar su protección. Mediada<br />

la tar<strong>de</strong> se recitaba otra parte <strong>de</strong>l Rosario, y finalmente, por la noche, antes<br />

<strong>de</strong> entregarse al <strong>de</strong>scanso se rezaban las oraciones <strong>de</strong> la noche, terminadas las<br />

cuales, el señor Director, y cuando él marchó, otro sacerdote, o el mismo Sordo,<br />

cuando no quedó ninguno, daban las Buenas Noches, animándolos a la piedad<br />

y a la conformidad con la voluntad <strong>de</strong> Dios.<br />

Y así transcurrieron los días, en una tranquilidad relativa, ya que el continuo<br />

temor a un registro o a cualquier otro percance, pesaba, como espada <strong>de</strong><br />

Damocles, sobre las cabezas <strong>de</strong> todos.<br />

El día 7 <strong>de</strong> Agosto era Primer Viernes <strong>de</strong> mes. Queriendo los Salesianos<br />

animar a los niños, que se hallaban algo <strong>de</strong>caídos por la partida <strong>de</strong>l señor Director,<br />

<strong>de</strong>terminaron celebrar la Santa Misa, a la que podrían asistir todos<br />

y recibir la Sagrada Comunión. Este acto los llenó <strong>de</strong> gran consuelo y les infundió<br />

nuevos alientos.<br />

Mientras tanto el Comité había publicado un bando por el que conminaba<br />

bajo gravísimas penas a que se <strong>de</strong>struyesen toda clase <strong>de</strong> imágenes y emblemas<br />

religiosos, anunciando un registro domiciliario para comprobar si se habían<br />

ejecutado sus ór<strong>de</strong>nes.<br />

Durante los primeros días <strong>de</strong>l Movimiento se habían sacado <strong>de</strong>l colegio<br />

muchos objetos <strong>de</strong>l culto, ornamentos, vasos sagrados y algunas otras cosas<br />

<strong>de</strong> valor, <strong>de</strong>positándolos en casa <strong>de</strong> personas amigas; pero ante el bando draconiano<br />

<strong>de</strong>l Comité, todos se apresuraron a <strong>de</strong>volver dichos objetos para evitar<br />

responsabilida<strong>de</strong>s. En vista <strong>de</strong> ello, se fueron <strong>de</strong>positando en un pequeño subterráneo,<br />

por no atreverse nadie a <strong>de</strong>struir aquellos objetos sagrados.<br />

El día 10, festividad <strong>de</strong> San Lorenzo, se celebró la Santa Misa por última<br />

vez, terminada la cual, se escondieron los ornamentos sagrados para evitar una<br />

posible profanación y el consiguiente castigo <strong>de</strong> los milicianos.<br />

IMPOSICIONES DE LA F. A. I.<br />

Cada vez la vida se hacía más difícil. El Comité local era tachado <strong>de</strong> pusilánime<br />

por los <strong>de</strong>l vecino pueblo <strong>de</strong> Molins <strong>de</strong> Rey quienes <strong>de</strong>cían que no era<br />

verda<strong>de</strong>ra revolución aquella en que no corría sangre; alegaban en su <strong>de</strong>scargo<br />

los <strong>de</strong> San Vicens que en su pueblo no había problemas, pues los <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechas<br />

se portaban correctamente y se prestaban a los trabajos forzosos a que eran<br />

sometidos; en vista <strong>de</strong> lo cual, se les había encargado incluso <strong>de</strong> la vigilancia<br />

nocturna. Con todo, se impuso la violencia y los extremistas lograron se formara<br />

un Comité a su gusto.<br />

La noche en que comenzó su mandato aparecieron asesinados tres <strong>de</strong> los<br />

90


católicos que hacían guardia nocturna. En vista <strong>de</strong> ello, y previendo que no<br />

respetarían a los sacerdotes cuando asesinaban a los simples fieles, don Félix<br />

Solanes <strong>de</strong>cidió huir <strong>de</strong>l pueblo, en don<strong>de</strong> era harto conocido, y se fue a Barcelona,<br />

refugiándose temporalmente en casa <strong>de</strong> unos parientes.<br />

Quedaron, pues, en casa ocho muchachos y cuatro Salesianos; éstos eran:<br />

el clérigo don Manuel Serrano y los coadjutores señores Ángel Sánchez, Salvador<br />

García y Elíseo García. No quisieron abandonar la casa, porque no podían<br />

<strong>de</strong>jar solos a los niños; y al mismo tiempo porque abrigaban la esperanza<br />

<strong>de</strong> salvarla, mientras permaneciesen en ella.<br />

El Sordo era el alma <strong>de</strong> todos, con su trabajo infatigable y su constante<br />

buen humor. Era el verda<strong>de</strong>ro Director <strong>de</strong> la reducida comunidad; pero se<br />

notaba <strong>de</strong>masiado la ausencia <strong>de</strong> los sacerdotes, especialmente por el vacio que<br />

<strong>de</strong>jaba la ausencia <strong>de</strong> Jesús Sacramentado.<br />

A remediar esta necesidad acudió don F. José Pintado, Prefecto <strong>de</strong> Mataró,<br />

quien advertido por don Félix Solanes <strong>de</strong> la situación <strong>de</strong> aquel grupito <strong>de</strong><br />

Salesianos y niños, fue a llevarles el consuelo <strong>de</strong> su visita y la ayuda económica<br />

que les hacía falta; pero sobre todo, los auxilios espirituales. Todos pudieron<br />

reconciliarse y recibir la Sagrada Comunión. Les <strong>de</strong>jó también algunas Partículas<br />

Consagradas, para que tuvieran el consuelo <strong>de</strong> comulgar en días sucesivos.<br />

El Sordo era quien repartía la Sagrada Comunión. ¿Quién lo podía hacer<br />

mejor que él? Con el mayor respeto y veneración distribuía las sagradas Formas<br />

y luego comulgaba a su vez. El futuro mártir se preparaba a su heroico<br />

sacrificio con el Pan <strong>de</strong> los Fuertes.<br />

NUEVOS DISTURBIOS<br />

Las visitas e inspecciones <strong>de</strong>l nuevo Comité menu<strong>de</strong>aban. A medida que<br />

en la población escaseaban los víveres, se procuraba suprimir las bocas inútiles.<br />

Un día se presentó en casa uno <strong>de</strong>l Comité para hacer <strong>de</strong> nuevo el censo <strong>de</strong>l<br />

personal, tomando los datos <strong>de</strong> cada uno.<br />

—Tú, ¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> eres?<br />

—De Huesca.<br />

-—Huesca, Huesca... Fascistas. Ya os darán p'al pelo, si no os rendís pronto.<br />

-¿Y tú?<br />

•—Yo <strong>de</strong> Palencia.<br />

-—Yo <strong>de</strong> Álava.<br />

—Yo <strong>de</strong> Navarra.<br />

A cada uno <strong>de</strong> estos nombres el miliciano torcía el gesto. No le chocaban<br />

estas provincias. Y continuaba:<br />

-—¿En dón<strong>de</strong> os gustaría estar más, en la zona facciosa o en la zona leal?<br />

—Nos gustaría estar con nuestros padres —contestaban los muchachos.<br />

Un día el Sordo, hombre ecuánime y <strong>de</strong> gran dominio sobre sí mismo,<br />

perdió, como vulgarmente se dice, los estribos. Ya hemos indicado como fueron<br />

<strong>de</strong>smontadas las estatuas <strong>de</strong>l jardín y encerradas en la gruta <strong>de</strong>l Santo Entierro.<br />

Unos milicianos entrometidos <strong>de</strong>scubrieron el <strong>de</strong>pósito, y al ver aquellas<br />

imágenes religiosas, empezaron a arrojar contra ellas gruesas piedras, hasta<br />

romperles las cabezas y las manos a algunas <strong>de</strong> ellas. El Sordo lloraba <strong>de</strong> ira<br />

y <strong>de</strong> impotencia; pero al fin se sobrepuso su sentimiento religioso y artístico y<br />

91


dirigiéndose a los milicianos, con duras palabras les afeó su conducta, <strong>de</strong> tal<br />

manera, que acabaron por pedirle dispensa.<br />

Jamás ocultaba sus sentimientos religiosos, ni aun en los momentos más<br />

terribles <strong>de</strong> la matanza. Llevaba pendiente <strong>de</strong>l'cuello un gran crucifijo, que se<br />

veía a través <strong>de</strong> su camisa entreabierta. Muchas veces le dijeron los Salesianos<br />

que se lo quitase o al menos lo ocultase un poco mejor; pero él contestaba que<br />

por nada <strong>de</strong>l mundo se lo quitaría <strong>de</strong>l pecho. Un día, en que iba acompañando<br />

a un miliciano, éste, fijándose en el crucifijo, le dijo:<br />

—¿Por qué no te quitas eso que llevas colgado?<br />

El buen Sordo sonrió tranquilamente y contestó con su calma característica:<br />

—¿Y por qué me lo he <strong>de</strong> quitar? ¿Hago con ello algún mal a nadie?<br />

LA EXPULSIÓN<br />

A primeros <strong>de</strong> Noviembre fue a visitar el colegio una comisión <strong>de</strong> maestros<br />

para ver si reunía las condiciones necesarias para instalar en él un grupo escolar.<br />

Quedaron satisfechos y pocos días <strong>de</strong>spués, un domingo, fue a trabajar<br />

a la finca un numeroso grupo <strong>de</strong> hombres <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechas <strong>de</strong>l pueblo. Precisamente<br />

el Comité escogía este día festivo para herir más sus sentimientos religiosos.<br />

En poco tiempo quedó acondicionada la casa para albergar un grupo escolar.<br />

La torre fue también arreglada para recibir otro grupo <strong>de</strong> niñas.<br />

Estas obras daban a enten<strong>de</strong>r bien a las claras que los actuales ocupantes<br />

iban a ser puestos <strong>de</strong> patitas en la calle. En efecto, el día 10 <strong>de</strong> Noviembre<br />

el Comité les or<strong>de</strong>nó preparasen sus maletas y se presentasen al día siguiente<br />

en la Casa <strong>de</strong>l Pueblo para ser trasladados a otro sitio.<br />

—¿A dón<strong>de</strong> nos llevarán? ¿Qué harán <strong>de</strong> nosotros? —se preguntaban<br />

angustiados.<br />

Aquella noche, y la mañana siguiente, todo fue intranquilidad y movimiento.<br />

Acabado el <strong>de</strong>sayuno, el Sordo, como buen padre <strong>de</strong> familia, antes <strong>de</strong> que la<br />

reducida grey se dispersase, dio a todos sus últimos consejos, y luego, profundamente<br />

emocionado, el adiós, que <strong>de</strong>bía ser el último. Él se quedaba a guarv<br />

dar la casa, como había hecho por espacio <strong>de</strong> treinta años.<br />

Ante el temor que todos manifestaban por su suerte, <strong>de</strong>cía sonriente:<br />

—A mí no me harán nada. Todos me conocen. Id tranquilos. Cuidaos vosotros<br />

y no os preocupéis <strong>de</strong> mí.<br />

Recogió las medallas y objetos piadosos que le iban confiando al partir y<br />

les iba diciendo:<br />

—Yo os lo guardaré todo. Vosotros sed pru<strong>de</strong>ntes; pero no <strong>de</strong>jéis <strong>de</strong> rezar<br />

vuestras oraciones y <strong>de</strong> conservaros buenos don<strong>de</strong>quiera que os lleven.<br />

A eso <strong>de</strong> las nueve se encaminaron a la Casa <strong>de</strong>l Pueblo. Todos iban inquietos<br />

ante la incertidumbre <strong>de</strong> lo que les esperaba; pero procuraban animarse<br />

unos a otros para ahuyentar el miedo. En la antesala los hicieron esperar más<br />

<strong>de</strong> una hora y al fin los hicieron bajar. A la puerta los esperaban tres autos. En<br />

el primero subieron los cuatro Salesianos. Los niños fueron distribuidos entre<br />

los otros coches. A poco <strong>de</strong> haber salido, los coches en que iban los niños se<br />

<strong>de</strong>tuvieron, mientras el otro seguía su veloz carrera. Este inci<strong>de</strong>nte sobresaltó<br />

a los jóvenes, que creyeron que llevaban a matar a sus Superiores.<br />

No fue así, por fortuna. Los llevaron al cuartel <strong>de</strong> Pedralbes, en don<strong>de</strong> les<br />

instaron a que se enrolasen como voluntarios en las Milicias Rojas que allí se<br />

92


organizaban; pero pasados tres días, y en vista <strong>de</strong> que no aceptaban la invitación,<br />

les preguntaron qué era lo que pensaban hacer, y al respon<strong>de</strong>r que<br />

irían a sus casas, los <strong>de</strong>jaron marchar.<br />

EN SARRIA<br />

Los aspirantes fueron conducidos al Colegio Salesiano <strong>de</strong> Sarria, en don<strong>de</strong><br />

quedaron alojados, junto con una multitud <strong>de</strong> familias <strong>de</strong> refugiados que convertían<br />

el colegio en una Babel <strong>de</strong> confusión in<strong>de</strong>scriptible. Algunos <strong>de</strong> aquellos<br />

muchachos, hoy salesianos, refieren así sus impresiones <strong>de</strong> aquellos días:<br />

«—A poco <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>jado nuestras maletas en el sitio que nos fue asignado,<br />

bajamos al patio, en don<strong>de</strong> nos hallamos, valga la frase, como gallina<br />

en corral ajeno. A poco se nos acercó un miliciano, que al vernos <strong>de</strong>sorientados<br />

y confusos, nos preguntó:<br />

—¿Quiénes sois vosotros?<br />

—Somos unos refugiados que acabamos <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong> San Vicente.<br />

—Ya; vosotros sois los que estudiabais para curas, ¿no es verdad?<br />

Quedamos completamente <strong>de</strong>sconcertados. No supimos qué respon<strong>de</strong>r.<br />

—No os apuréis —prosiguió—. Vosotros no tenéis ninguna culpa. A vosotros<br />

os engañaron, como me querían engañar a mí cuando estaba en el colegio.<br />

Yo también fui alumno <strong>de</strong> esta casa y también me enseñaron sus teorías; pero<br />

ya veis como en mí no cuajaron sus patrañas. Vosotros, lo que <strong>de</strong>béis hacer<br />

es olvidar cuanto antes aquellas lecciones. Ya veis como todos los curas han<br />

<strong>de</strong>saparecido... Y (añadió con sarcasmo) me parece que tardarán en volver.<br />

Nosotros permanecíamos callados, sin saber qué contestar a tanta <strong>de</strong>svergüenza;<br />

pero él continuó:<br />

—¿Vosotros conocíais a don Julián Massana y a don Ramón Cambó?<br />

Respondimos que los habíamos visto algunas veces.<br />

—¿Y no sabéis dón<strong>de</strong> se encuentran?<br />

Ante nuestra respuesta negativa, continuó exaltándose:<br />

—A ésos, a ésos quisiera yo echar mano. Pero los pájaros se han escapado.<br />

De buena se han librado. Ésos sí que han tenido suerte; en cambio a ese infeliz<br />

<strong>de</strong> don Sergio, apenas empezada la revolución, le encontramos por la calle con<br />

la sotana en la maleta y claro, tuvimos que «darle el pasaporte».<br />

En esto vinieron a llamarle e interrumpiendo su conversación, se <strong>de</strong>spidió<br />

<strong>de</strong> nosotros diciendo:<br />

—Salud. Y a olvidar las patrañas <strong>de</strong> los curas, ¿eh?<br />

Esta conversación dará la tónica <strong>de</strong>l ambiente en don<strong>de</strong> habíamos caído.<br />

Y ¡qué ambiente! Ocupaban entonces el colegio gentes <strong>de</strong> todas clases; y especialmente<br />

una multitud abigarrada <strong>de</strong> refugiados proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> Extremadura,<br />

<strong>de</strong> Madrid... Otros eran atletas que vinieron a las Olimpíadas Populares.<br />

Todos respiraban un odio profundo a la religión y a la autoridad, viviendo<br />

en plena anarquía y en completa mescolanza, soldados, niños, hombres, mujeres<br />

y ancianos. Entre esta gentuza se encontraban algunos <strong>de</strong> los alumnos<br />

<strong>de</strong>l colegio, que por tener sus familias en la zona Nacional habían quedado<br />

abandonados, al ser expulsados los últimos Salesianos <strong>de</strong> Sarria. Los infelices<br />

se habían hecho ya al ambiente y estaban completamente pervertidos.<br />

El mayor <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n reinaba en aquel refugio. Cada cual iba a comer cuando<br />

le daba la gana, y muchos repetían, aprovechando los dos turnos. En el come-<br />

94


dor se sentaban a las mesas, mezclados, hombres, mujeres, niños y ancianos.<br />

Unos cantaban, otros jugaban, quién leía el periódico; el <strong>de</strong> más allá fumaba<br />

o procuraba echar una siestecita tumbado sobre un banco o echado <strong>de</strong> bruces<br />

sobre la mesa. Terminada la comida cada cual era libre <strong>de</strong> ir a don<strong>de</strong> quería.<br />

Nosotros aprovechábamos esa libertad para huir por algunas horas <strong>de</strong> aquel<br />

infierno y nos íbamos a Barcelona a ver a los amigos, y no volvíamos al colegio<br />

hasta la hora <strong>de</strong> cenar.<br />

Terminada la cena, la gente se entretenía por el patio. En una inmensa<br />

fogata, alimentada por los bancos <strong>de</strong> la iglesia, se fundían los comulgatorios,<br />

para aprovechar el plomo. Un grupo se entretenía haciendo ejercicios militares;<br />

otros cantaban himnos comunistas; otros canciones in<strong>de</strong>centes, armando un<br />

griterío infernal. Nosotros, siempre juntos, aprovechábamos la confusión para<br />

retirarnos a un rincón, en don<strong>de</strong> rezábamos nuestras oraciones y cuando estábamos<br />

cansados, nos retirábamos a dormir.<br />

El dormitorio presentaba un aspecto peculiar: los jóvenes alumnos <strong>de</strong>l<br />

colegio, en cuyo <strong>de</strong>partamento nos hallábamos, se habían procurado pequeños<br />

aparatos <strong>de</strong> galena, y escuchaban las emisiones <strong>de</strong> Barcelona hasta altas horas<br />

<strong>de</strong> la noche. Otros canturreaban y saltaban en sus camas. ¡Qué estado moral<br />

el <strong>de</strong> aquellos muchachos, pocos meses antes ángeles <strong>de</strong> piedad y <strong>de</strong> pureza!<br />

Parece mentira que en tan breve espacio <strong>de</strong> tiempo hicieran un cambio tan<br />

radical. La blasfemia, la palabra soez, la rebeldía, no se les caía <strong>de</strong> la boca.<br />

Cuando llegamos nosotros, nuestra compostura y recato les daba en rostro y<br />

empezaron a insultarnos llamándonos «frailes» y haciéndonos constante objeto<br />

<strong>de</strong> sus burlas e improperios.<br />

Había un maestro encargado <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n; pero por más que tocaba el pito<br />

intimando silencio, nadie le hacía caso y no cesaba el barullo infernal, sino<br />

cuando les vencía el sueño. Aún había que esperar, para po<strong>de</strong>r dormir, la rumorosa<br />

llegada <strong>de</strong> los que volvían a altas horas <strong>de</strong> la madrugada <strong>de</strong>l cine o<br />

<strong>de</strong>l teatro. Durante la noche nos <strong>de</strong>spertaba a cada momento el lloriqueo <strong>de</strong><br />

las criaturas que dormían con su madre en el dormitorio contiguo.<br />

Cada cual se levantaba cuando le parecía, a proseguir una vida <strong>de</strong> libertinaje<br />

y holganza.<br />

Pue<strong>de</strong> figurarse cuál sería nuestro horror ante este género <strong>de</strong> vida, al cual<br />

<strong>de</strong>bíamos someternos, con inminente peligro <strong>de</strong> convertirnos también nosotros<br />

en mozalbetes <strong>de</strong>svergonzados y viciosos como aquellos otros. Para evitarlo<br />

procurábamos armarnos con la oración, siendo más fieles que nunca a nuestras<br />

prácticas <strong>de</strong> piedad y procurando evitar, en lo posible, la familiaridad con<br />

aquella gente.<br />

A veces nos asaltaban pensamientos <strong>de</strong>salentadores: ¿Hasta cuándo habíamos<br />

<strong>de</strong> soportar aquella vida?<br />

Pensábamos en escapar; pero, ¿a dón<strong>de</strong> acudir si en Barcelona no teníamos<br />

familiares ni nadie que pudiera recogernos?<br />

MARÍA AUXILIADORA VELA POR SUS HIJOS<br />

La Virgen Santísima vino en nuestra ayuda. Vagando un día por las calles<br />

<strong>de</strong> la ciudad, nos encontramos casualmente con el señor Salvador, a quien<br />

referimos lo trágico <strong>de</strong> nuestra situación. Le faltó tiempo al buen salesiano<br />

para ir a Mataró e interesar a los Superiores <strong>de</strong> aquella casa por nuestra suerte.<br />

95


Pocos días <strong>de</strong>spués se presenta el señor Elíseo García en el Colegio <strong>de</strong> Sarria<br />

y nos dijo:<br />

^-¿Queréis marcharos <strong>de</strong> aquí?<br />

~-[Y tanto que queremos!<br />

—Pues bien; hoy me llevaré a dos <strong>de</strong> vosotros. No tenemos alojamiento<br />

para todos; pero os prometo volver mañana por los que que<strong>de</strong>n.<br />

Echamos suertes y dos <strong>de</strong> nosotros se fueron con él, sin que nadie les dijera<br />

una palabra. Así estaba la vigilancia.<br />

Al día siguiente vino el hermano <strong>de</strong>l señor Salvador que nos llevó a los<br />

restantes, viéndonos gracias a Dios y a la caridad <strong>de</strong> la buenísima madre <strong>de</strong>l<br />

señor Salvador, libres <strong>de</strong> la horrible pesadilla que había durado una semana,<br />

pero que a nosotros se nos antojó un siglo.<br />

Pocos días <strong>de</strong>spués, acompañados <strong>de</strong>l señor Salvador, tomamos el tren para<br />

Mataró, adon<strong>de</strong> llegamos felizmente, siendo recibidos con todo cariño por los<br />

religiosos que habitaban aquella Casa, que provi<strong>de</strong>ncialmente cobijaba a catorce<br />

Salesianos, ante la mirada benévola <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> aquella ciudad.<br />

El señor Director, don Mo<strong>de</strong>sto Bellido, se apresuró a buscarnos alojamiento<br />

en casa <strong>de</strong> algunos beneméritos Cooperadores, que se portaron con<br />

nosotros durante todo el tiempo <strong>de</strong> la guerra como verda<strong>de</strong>ros padres.»<br />

%


MATARO<br />

El Colegio <strong>de</strong> San Antonio <strong>de</strong> Padua contaba, al estallar el Movimiento<br />

Nacional, más <strong>de</strong> treinta años <strong>de</strong> vida próspera y floreciente y aumentaba cada<br />

año su prestigio y el número <strong>de</strong> alumnos por la sólida formación intelectual<br />

y moral que en él recibían. En el distrito universitario <strong>de</strong> Barcelona gozaba<br />

este colegio <strong>de</strong> merecida reputación por los brillantes resultados que obtenía<br />

en los exámenes oficiales y por la concienzuda preparación con que ingresaban<br />

sus bachilleres en las aulas universitarias.<br />

En Julio <strong>de</strong> 1936, por hallarse en plenas vacaciones estivales, tan sólo albergaba<br />

el colegio a los profesores y pocos criados.<br />

Estos últimos, influidos por el ambiente <strong>de</strong> indisciplina general existente<br />

entre las clases trabajadoras, y apoyados por el Comité local, habían exigido<br />

últimamente ciertas mejoras económicas y <strong>de</strong>terminadas reformas en el<br />

horario <strong>de</strong> trabajo, <strong>de</strong> todo punto incompatibles con la disciplina y regularidad<br />

necesarias en todo centro bien organizado. El asunto, erizado <strong>de</strong> peligrosas<br />

aristas a causa <strong>de</strong> las circunstancias sociales y políticas <strong>de</strong> los tiempos que<br />

corrían, tuvo al fin una solución pacífica y los criados, terminado el curso escolar<br />

y con él su contrato <strong>de</strong> trabajo, se marcharon casi todos, a excepción <strong>de</strong><br />

unos pocos, que, más fieles o sensatos, no habían tomado parte en aquellas exigencias.<br />

La Provi<strong>de</strong>ncia nos evitó con ello un peligro no leve, pues <strong>de</strong> haber permanecido<br />

en casa, tal vez hubieran dado lugar a represalias u otros inci<strong>de</strong>ntes<br />

<strong>de</strong>sagradables.<br />

EL MOVIMIENTO EN MATARÓ<br />

El domingo, 19 <strong>de</strong> Julio, como <strong>de</strong> costumbre, varios sacerdotes salieron<br />

a celebrar el Santo Sacrificio en las diversas capellanías veraniegas que tenían a<br />

su cargo en Mataró, Argentona y Orrius; y a pesar <strong>de</strong> que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> media mañana<br />

ya se oía distintamente el intenso cañoneo <strong>de</strong> Barcelona, todos cumplieron<br />

su misión sin obstáculo alguno.<br />

En la ciudad <strong>de</strong> Mataró reinaba la calma más absoluta. Por la mañana,<br />

7.~<strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

97


un oficial <strong>de</strong>l 7. a Ligero, al frente <strong>de</strong> un piquete, había procedido a <strong>de</strong>clarar<br />

el estado <strong>de</strong> guerra y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarmar a los guardias municipales, los<br />

militares tomaron posesión <strong>de</strong>l Ayuntamiento y ocuparon militarmente las vías<br />

<strong>de</strong> acceso a la ciudad.<br />

Por las carreteras apenas circulaban vehículos. Parecía haberse <strong>de</strong>tenido<br />

el pulso <strong>de</strong> la población. Tan sólo entre el elemento obrero se notaba cierta<br />

inquietud que apenas trascendía al exterior en miradas interrogativas o en<br />

breves frases <strong>de</strong> comentario.<br />

En el colegio se pasaban las horas junto a la radio. Todos estaban en la<br />

creencia <strong>de</strong> que pasaría algo semejante al 6 <strong>de</strong> Octubre <strong>de</strong> 1934 y que al fin<br />

la tropa acabaría por adueñarse <strong>de</strong> la capital e imponer el or<strong>de</strong>n, como ya lo<br />

habían impuesto, sin ninguna dificultad en los <strong>de</strong>más centros militares <strong>de</strong> la<br />

IV Región.<br />

LA RENDICIÓN DE GODED<br />

Pero al atar<strong>de</strong>cer, lo que todos creían falsas bravatas <strong>de</strong>l locutor <strong>de</strong> Radio<br />

Barcelona, tuvo triste confirmación cuando se puso al micrófono el mismo<br />

General Go<strong>de</strong>d <strong>de</strong>clarándose vencido. Era el triunfo <strong>de</strong> la anti-España, <strong>de</strong>l<br />

Comunismo y <strong>de</strong>l Anarquismo con todas sus consecuencias.<br />

lina gran <strong>de</strong>presión <strong>de</strong> ánimo se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> los Salesianos. El próximo<br />

porvenir se presentaba pavoroso; pero a pesar <strong>de</strong> ello, nadie abandonó el<br />

colegio aquella noche; se montó una guardia <strong>de</strong> vigilancia junto a la radio y<br />

otra para que recorriese las <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> la casa y la huerta, a fin <strong>de</strong> evitar<br />

posibles sorpresas y avisar en caso necesario. Algunos fueron a la ciudad y<br />

regresaron manifestando que reinaba la calma más absoluta.<br />

; Pero era una calma aparente. Des<strong>de</strong> la rendición <strong>de</strong> Go<strong>de</strong>d la guarnición<br />

<strong>de</strong> Mataró estaba también virtualmente rendida. Por la noche fuerzas <strong>de</strong> carabineros<br />

penetraron en el cuartel; <strong>de</strong>tuvieron a la oficialidad y autorizaron<br />

a los soldados para que, <strong>de</strong> acuerdo con las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Madrid, abandonaran<br />

el cuartel y marcharan a sus casas.<br />

Entretanto, en el Ayuntamiento se había constituido un Comité, integrado<br />

por representaciones sindicales y obreras; uno <strong>de</strong> los primeros acuerdos fue el<br />

<strong>de</strong> incendiar los cuatro conventos <strong>de</strong> clausura que había en Mataró: Capuchinas,<br />

Benedictinas, Teresianas y Clarisas <strong>de</strong> la Provi<strong>de</strong>ncia.<br />

LOS INCENDIOS<br />

Por eso, cuando al amanecer, tras una noche intranquila y agitada subieron<br />

los Salesianos a la «roca blanca» pudieron observar, con el pánico que es <strong>de</strong><br />

suponer, las cuatro gran<strong>de</strong>s humaredas que estaban reduciendo a escombros<br />

aquellos asilos <strong>de</strong> la inocencia y <strong>de</strong> la virtud.<br />

Al colegio aún no se había acercado nadie. Los <strong>de</strong> los Hermanos Maristas<br />

y Padres Escolapios tampoco ofrecían novedad- Esto los tranquilizó por el momento,<br />

mas no. por ello <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> tomar las precauciones <strong>de</strong>l caso, ya que<br />

los incendiarios se podían presentar <strong>de</strong> un momento a otro.<br />

Algunos sacerdotes que ya se disponían a celebrar la Santa Misa, fueron<br />

advertidos por el señor Director, don Mo<strong>de</strong>stó Bellido, <strong>de</strong> que se abstuvieran<br />

98


<strong>de</strong> hacerlo, ya que podían ser sorprendidos en medio <strong>de</strong>l Santo Sacrificio. Se<br />

consumieron las sagradas Formas para evitar posibles profanaciones y se entregó<br />

a cada salesiano una cantidad en metálico para hacer frente a las primeras<br />

necesida<strong>de</strong>s, en el caso probable <strong>de</strong> que tuvieran que abandonar el colegio<br />

precipitadamente.<br />

El resto <strong>de</strong> la mañana transcurrió entre sobresaltos y agitación; se procuró<br />

poner a buen recaudo lo más importante: los vasos sagrados fueron llevados<br />

a casa <strong>de</strong> unos amigos, así como los ornamentos más preciosos, las máquinas<br />

<strong>de</strong> escribir y los microscopios. Los libros más valiosos <strong>de</strong> la biblioteca fueron<br />

igualmente <strong>de</strong>positados en casa <strong>de</strong> buenos vecinos. Al mediodía, la mayor parte<br />

<strong>de</strong> la labor salvadora estaba realizada.<br />

Mientras tanto, en la ciudad, las turbas, entregadas a sus instintos y excitadas<br />

por unos <strong>de</strong>salmados, habían iniciado el saqueo <strong>de</strong> los templos. Fueron<br />

<strong>de</strong>vastadas las hermosas iglesias parroquiales <strong>de</strong> Santa María y San José,<br />

a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Santa Ana, <strong>de</strong> los Padres Escolapios.<br />

A la gran tranquilidad <strong>de</strong>l domingo había sucedido un frenesí <strong>de</strong>sbordado.<br />

En la ciudad todo eran gritos, carreras, blasfemias y amenazas. Por las calles<br />

sólo se veían <strong>de</strong>scamisados, mujerzuelas y mozalbetes, que las recorrían gritando,<br />

cantando, puño en alto, y obligando a los escasos transeúntes a contestarles<br />

<strong>de</strong> la misma manera.<br />

De los diversos pueblos <strong>de</strong> la costa, especialmente <strong>de</strong> Badalona, acudían<br />

camiones cargados <strong>de</strong> milicianos y milicianas, armados todos <strong>de</strong>l modo más<br />

pintoresco: pistolas, fusiles, cuchillos, hachas, garrotes.•• Atravesaban a marcha<br />

lenta las calles <strong>de</strong> la ciudad cantando la Internacional y vitoreando a la F. A. I.<br />

y a la C. N. T., mientras <strong>de</strong>sahogaban su odio dando mueras al «fascismo<br />

criminal».<br />

Así, entre disparos, carreras y manifestaciones populares, transcurrió la<br />

tar<strong>de</strong>, sin que nadie se hubiera dignado parar atención en nuestro colegio, <strong>de</strong>bido<br />

a su provi<strong>de</strong>ncial aislamiento. Con todo, aquella noche, a excepción <strong>de</strong>l<br />

señor Director y <strong>de</strong>l señor Prefecto, los Salesianos fueron todos a dormir a<br />

las casas <strong>de</strong> amigos y bienhechores que les habían ofrecido hospitalidad.<br />

A la mañana <strong>de</strong>l martes todos volvieron al colegio, en don<strong>de</strong> no había ocurrido<br />

novedad alguna. ¿Se habrían olvidado <strong>de</strong> él? No era <strong>de</strong> creer, pues el<br />

edificio, magnífico y bien dotado, bien valía la pena <strong>de</strong> un concienzudo saqueo.<br />

El señor Más, cocinero, preparó el <strong>de</strong>sayuno que se tomó en la antesala<br />

<strong>de</strong>l señor Director, mientras se seguían con interés las noticias <strong>de</strong> Radio Barcelona.<br />

Según ella, el Movimiento había sido sofocado en toda España y sólo<br />

quedaban pequeños focos que no tardarían en ser reducidos. Por <strong>de</strong>sgracia<br />

el aparato, poco potente, no captaba las radios nacionales: tan sólo Sevilla<br />

alimentaba, con la voz <strong>de</strong>l General Queipo <strong>de</strong> Llano, el fuego sagrado <strong>de</strong> la<br />

esperanza.<br />

A eso <strong>de</strong> las once se radió la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> incautación inmediata <strong>de</strong> todos los<br />

edificios religiosos. Era un hecho: <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco, los Salesianos se verían<br />

abandonados en medio <strong>de</strong> la calle.<br />

Atribulados por esta noticia, apenas se hicieron los honores a la excelente<br />

comida que el señor Más había preparado aprovechando los mejores bocados<br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>spensa.<br />

100


LA INCAUTACIÓN<br />

Tocaba a su término la comida, cuando un prolongado toque <strong>de</strong> timbre<br />

sobresaltó a todos. Llamaban al señor Director.<br />

Bajó, acompañado <strong>de</strong>l señor Prefecto, y encontraron en la portería a unos<br />

individuos que se <strong>de</strong>cían mandados por el Comité para incautarse <strong>de</strong>l colegio.<br />

Antes <strong>de</strong> entrar habían tomado precauciones. Temiendo quizá encarnizada resistencia<br />

habían apostado en lugares estratégicos grupos <strong>de</strong> milicianos armados,<br />

que con sus fusiles cubrían puertas y ventanas.<br />

Los comisionados, al principio, no se atrevían a entrar, temerosos <strong>de</strong> una<br />

emboscada; y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la carretera, a gran<strong>de</strong>s voces, empezaron por advertir que<br />

no se les hiciera resistencia. No poco trabajo le costó a don Mo<strong>de</strong>sto el convencerlos<br />

<strong>de</strong> que nada habían <strong>de</strong> temer y <strong>de</strong> que entrasen confiados en casa,<br />

en don<strong>de</strong> se podrían enten<strong>de</strong>r más fácilmente. Al-fin, tranquilizados un tanto,<br />

penetraron en la portería, exponiendo al señor Director el objeto <strong>de</strong> su misión;<br />

<strong>de</strong>bían recorrer el edificio, hacer el inventario <strong>de</strong> todo lo existente y finalmente,<br />

incautarse <strong>de</strong>l colegio en nombre <strong>de</strong>l Ayuntamiento.<br />

Poco a poco se fueron tranquilizando, sobre todo al ver que, lejos <strong>de</strong> ponerles<br />

dificulta<strong>de</strong>s, el mismo señor Director se ofrecía a guiarlos. Pero antes<br />

les preguntó si ya habían comido y al contestarle negativamente, los invitó a<br />

hacerlo en el colegio.<br />

Al principio se resistieron; pero acabaron por aceptar. Algunos, más temerosos,<br />

no quisieron entrar ni comer.<br />

Los <strong>de</strong>más fueron conducidos al comedor, en don<strong>de</strong> el señor Más les sirvió<br />

una suculenta comida en la que <strong>de</strong>rrochó lo mejor <strong>de</strong> las reservas almacenadas<br />

en la <strong>de</strong>spensa y en la bo<strong>de</strong>ga. Para terminar, abundancia <strong>de</strong> café, puros,<br />

champaña y licores.<br />

Tras una comida semejante, quedaron totalmente <strong>de</strong>sarmados y mansos<br />

cual cor<strong>de</strong>ros, dispuestos a consi<strong>de</strong>rar a «los frailes» como amigos. Al principio<br />

comían con el fusil entre las piernas. Luego, lo colgaron en el respaldo <strong>de</strong><br />

las sillas; finalmente, como aún les molestase para comer, acabaron por abandonarlos<br />

en un rincón.<br />

Cuando quedaron satisfechos, se acordaron <strong>de</strong> «los compañeros» que habían<br />

quedado fuera y que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> estar algo intranquilos ante la prolongada permanencia<br />

<strong>de</strong> los comisionados en el colegio. Don Alfonso Nácher se ofreció aún<br />

a llamarlos y cuando salió a la portería para invitarlos a entrar, nadie le respondió;<br />

permanecían emboscados, al acecho y apuntando con el fusil. Hubo<br />

<strong>de</strong> ir uno <strong>de</strong> la comisión en persona a asegurarles que no había nada que temer.<br />

Entonces fueron saliendo pequeños grupos <strong>de</strong> la cuneta, <strong>de</strong> las tapias <strong>de</strong>l jardín,<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los árboles, y con las mayores precauciones, con el <strong>de</strong>do en el<br />

gatillo, se fueron aproximando. Algunos no tardaron en serenarse; otros permanecieron<br />

toda la tar<strong>de</strong> recelosos y ni siquiera se atrevieron a entrar a tomar<br />

un bocado, a pesar <strong>de</strong>l hambre que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> sentir.<br />

LA INSPECCIÓN<br />

Terminada la comida, que duró varias horas, pensaron en que ya era tiempo<br />

<strong>de</strong> cumplir su misión. Al cruzar uno <strong>de</strong> los patios interiores vieron un grupo <strong>de</strong><br />

Salesianos, <strong>de</strong> paisano, que hablaban, comentando los sucesos.<br />

101


—Son los profesores <strong>de</strong>l colegio —se apresuró a explicar el señor Director,<br />

—Bien —respondió el jefe—• No pasen cuidado. Nosotros nos encargaremos<br />

<strong>de</strong> conducirlos a don<strong>de</strong> tengan sus familias.<br />

La euforia producida por el buen yantar y las copiosas libaciones, se <strong>de</strong>s-*<br />

bordaba en frases amables,<br />

—Si todos fueran como uste<strong>de</strong>s —<strong>de</strong>cían—, no pasaría «esto».<br />

Hicieron venir un camión y varios coches y subieron a ellos los Salesianos<br />

que tenían familiares en Barcelona, Algunos subieron con <strong>de</strong>sconfianza, pero<br />

afortunadamente todos llegaron sin inci<strong>de</strong>ntes al término <strong>de</strong> su viaje, sin ser<br />

molestados por el camino pese a los numerosos controles establecidos a cada<br />

paso. Llegados a Barcelona, quedaron en libertad para ir a don<strong>de</strong> quisieran.<br />

Entretanto, en el colegio dio comienzo la inspección para proce<strong>de</strong>r al inventario.<br />

Penetraron primero en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l señor Director, Todo lo miraban<br />

y curioseaban repetidamente, hasta el fondo <strong>de</strong> los sillones y los cuadros<br />

colgados <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s. De vez en cuando golpeaban éstas para ver si sonaba<br />

ahueco,,.<br />

Luego pasaron a otras <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias. Como en algunas faltasen las llaves<br />

forzaron las puertas a culatazos. Pusieron especial interés por los trajes <strong>de</strong>l<br />

teatro y en el armonio, cuyo bastidor rasgaron, creyendo se ocultaba allí<br />

algún misterio.<br />

En el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l Catequista se guardaban algunos misales y libros <strong>de</strong><br />

piedad <strong>de</strong> los niños,<br />

—¿A qué tantos libros <strong>de</strong> misa? —preguntaron,<br />

—Es que en este cuarto se aposentaba el Padre espiritual <strong>de</strong>l colegio —respondió<br />

don Alfonso—, Y como él está ausente, lo ocupaba yo estos días. Por<br />

eso tengo aquí algunas cosas <strong>de</strong> mi propiedad que <strong>de</strong>searía recoger,<br />

—Sí, sí, pue<strong>de</strong> recogerlas.<br />

De esta manera pudo don Alfonso salvar algunos objetos valiosos antes<br />

que sellaran el <strong>de</strong>spacho.<br />

Pasaron luego al <strong>de</strong>l Consejero: en primer plano <strong>de</strong>stacaba un gran grupo<br />

fotográfico <strong>de</strong> los alumnos, con sus superiores vestidos <strong>de</strong> sotana. Entre éstos,<br />

naturalmente, los que acompañaban a los visitantes,<br />

—Éstos —se apresuró a <strong>de</strong>cir don Alfonso—, son «los frailes» que daban<br />

clase aquí antes <strong>de</strong> la República,<br />

—Fue una suerte que no se fijasen, pues seguramente los habrían reconocido,<br />

A medida que iban recorriendo las diversas <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias, se iba enfriando<br />

su celo, y a lo último no hacían más que echar una mirada distraída <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />

puerta <strong>de</strong> las habitaciones,<br />

INCIDENTES<br />

No faltó el <strong>de</strong>talle cómico.<br />

Hay en el fondo <strong>de</strong> la cocina una cueva que se prolonga unos veinte metros<br />

por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l patio y en ella se suelen guardar los artículos que necesitan<br />

conservarse frescos. A su mitad esta galería se divi<strong>de</strong> en dos brazos semicirculares,<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> una gruesa columna <strong>de</strong> granito, para luego <strong>de</strong> unirse, seguir<br />

la dirección primitiva.<br />

Esta galería les llamó la atención y excitó sus sospechas. El lugar, como<br />

102


escondite, era i<strong>de</strong>al. Quizá se guardara en él algo interesante. Tal vez las<br />

armas tan ansiosamente buscadas.<br />

El Prefecto les explicó el objeto <strong>de</strong> aquella cueva y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>r<br />

la luz eléctrica, los invitó a seguirlo; el señor Director, cansado <strong>de</strong> caminar,<br />

dijo con naturalidad:<br />

—Yo no entro.<br />

Esto los escamó, y los que ya habían entrado, volvieron atrás rápidamente.<br />

Encañonándole con el fusil le dijeron:<br />

—Tú el primero, camarada.<br />

Naturalmente entró, y los milicianos le seguían muertos <strong>de</strong> miedo. Temían<br />

que allí <strong>de</strong>ntro, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la gruesa columna, les aguardase una <strong>de</strong>sagradable<br />

sorpresa. Por fin llegaron al fondo <strong>de</strong> la cueva. Sus ojos brillaron <strong>de</strong> alegría:<br />

allí estaba el cuerpo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lito: un enorme baúl, cerrado con llave, y cuya presencia<br />

ignoraban incluso los dos superiores. Por eso no habían hecho mención<br />

<strong>de</strong> él.<br />

—Aquí <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> estar las armas. Abridlo en seguida —exclamaron.<br />

Afortunadamente llegó en aquellos momentos el Catequista que explicó:<br />

—Este baúl es <strong>de</strong>l portero, que lo ha <strong>de</strong>positado aquí por creerlo más seguro,<br />

hasta que se le ofrezca ocasión <strong>de</strong> trasladarlo a su casa.<br />

—¿Y qué hay aquí <strong>de</strong>ntro?<br />

—Supongo que la ropa con los efectos personales <strong>de</strong>l sefor Sala.<br />

— jAh! ¿Conque supone, eh? Pues a abrirlo en seguida.<br />

Rompieron la tapa con unos golpes <strong>de</strong> fusil y comenzó el registro. Trajes,<br />

ropa interior, camisas, calcetines... todo nuevo, sin estrenar. A medida que<br />

sacaban las prendas las iban arrojando por el suelo hasta formar un gran<br />

montón.<br />

—¿Para qué quería tanta ropa este hombre?<br />

—¿Qué sé yo? —respondió el Catequista—. Es un hombre <strong>de</strong> edad, soltero<br />

y tiene el gusto <strong>de</strong> coleccionar ropa, como otros tienen otras manías.<br />

Cuando hubieron sacado la última pieza <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong>l baúl, se miraron<br />

<strong>de</strong>sconcertados, mientras con el revés <strong>de</strong> la mano se enjugaban el sudor que<br />

bañaba su rostro.<br />

—Trabajo perdido —exclamaron.<br />

Luego subieron al dormitorio <strong>de</strong> los Santos Ángeles, en don<strong>de</strong> hasta aquel<br />

día habían dormido los Salesianos. La marcha precipitada <strong>de</strong> éstos, no les<br />

permitió <strong>de</strong>tenerse en arreglarlo: así que, sobre las camas se veían las sotanas<br />

y <strong>de</strong>más prendas eclesiásticas. Pero los milicianos estaban tan fatigados que<br />

no prestaron atención a ello.<br />

Al bajar <strong>de</strong>l dormitorio pasaron ante el motor que sirve para llenar los <strong>de</strong>pósitos<br />

<strong>de</strong> agua.<br />

Uno <strong>de</strong> los milicianos dijo:<br />

—Aquí, en este pozo, he trabajado yo hace años. Se baja al fondo por una<br />

escala <strong>de</strong> hierro empotrada en la pared.<br />

Era ya casi <strong>de</strong> noche, y el lugar algo oscuro. Así, no pudieron darse cuenta<br />

<strong>de</strong> cómo los Salesianos cambiaban <strong>de</strong> color; precisamente aquel día habían<br />

arrojado al fondo <strong>de</strong>l pozo unas escopetas enmohecidas e inútiles, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

hacía muchísimos años estaban en el <strong>de</strong>sván <strong>de</strong> los trastos viejos; pero que<br />

hubieran sido suficientes para justificar por parte <strong>de</strong> los milicianos cualquier<br />

acto <strong>de</strong> violencia.<br />

Por fin llegaron a la portería. Lo habían recorrido todo; pero provi<strong>de</strong>ncial-<br />

104


mente, pasaron <strong>de</strong> largo por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la capilla. Con ello se evitó su <strong>de</strong>strucción<br />

y se dio tiempo a que se salvaran muchas cosas importantes.<br />

—Ahora, camaradas, cenar, que bien os lo habéis ganado —les dijo el<br />

Director.<br />

—Muy bien pensado —respondieron—. Que nos preparen un bocado.<br />

Comieron con excelente apetito y luego se levantó acta <strong>de</strong> la entrega <strong>de</strong>l<br />

colegio, <strong>de</strong>l cual quedaron como dueños los milicianos. El Prefecto se retiró<br />

a «la torre», edificada recientemente en los terrenos <strong>de</strong> la huerta, y que, aislada<br />

<strong>de</strong>l edificio, no parecía estar incluida en la incautación. Se habilitaron en ella<br />

algunas habitaciones, se improvisó una cocina, y durante algunos días, vivieron<br />

en ella los Salesianos que quedaban y algunos <strong>de</strong> los criados.<br />

Los milicianos bajaron unos colchones a la portería, y mientras unos hacían<br />

guardia junto a la puerta, los otros se acostaron vestidos.<br />

SANTA AUDACIA<br />

A la mañana siguiente, don Mo<strong>de</strong>sto comenzó sus gestiones cerca <strong>de</strong>l<br />

Comité local, para que permitieran quedarse al cuidado <strong>de</strong>l edificio, por lo menos<br />

al Director y al Administrador <strong>de</strong>l colegio, a fin, <strong>de</strong>cía, <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r a los<br />

milicianos, recibir las visitas <strong>de</strong> los padres <strong>de</strong> los alumnos que pudieran presentarse<br />

a reclamar la ropa <strong>de</strong> sus hijos, y mantener la casa limpia y or<strong>de</strong>nada.<br />

Afortunadamente sus gestiones alcanzaron el éxito apetecido; es más, consiguieron<br />

que bajaran también el cocinero, el ropero y los criados a fin <strong>de</strong> a tendar<br />

a la limpieza <strong>de</strong> la casa y a los animales <strong>de</strong> la granja.<br />

Esta situación se prolongó hasta fines <strong>de</strong> mes.<br />

El Director dormía en su <strong>de</strong>spacho; pero siempre con la puerta abierta y<br />

vigilado por dos milicianos. De noche, pues, estaba tratado como un,prisionero.<br />

Los <strong>de</strong>más Salesianos se habían instalado en «la torre». Una <strong>de</strong> las habitaciones<br />

<strong>de</strong> la misma se convirtió en capilla, en don<strong>de</strong> muy <strong>de</strong> mañana celebraba<br />

el Santo Sacrificio el señor Director, luego el señor Prefecto y poco a<br />

poco, los sacerdotes refugiados en Mataró y que subían, dando ro<strong>de</strong>os para<br />

no ser observados.<br />

Los milicianos eran tratados a cuerpo <strong>de</strong> rey. Esto les hizo <strong>de</strong>poner la<br />

primera <strong>de</strong>sconfianza, hasta el punto <strong>de</strong> que apenas penetraban en el interior<br />

<strong>de</strong>l edificio, lo que permitió a los Salesianos ir sacando poco a poco aquellas<br />

cosas, como cuadros, emblemas religiosos, ropa <strong>de</strong> cama, etc., que podían ser<br />

útiles a los Salesianos dispersos o peligrosas para los que quedaban.<br />

De esta manera, naturalmente, y sin violencia, el colegio volvió a quedar<br />

prácticamente, en manos <strong>de</strong> los verda<strong>de</strong>ros dueños, limitándose los efectos <strong>de</strong><br />

la incautación a la presencia <strong>de</strong> un grupito <strong>de</strong> milicianos en la portería, que,<br />

andando el tiempo, fueron reducidos a una pareja <strong>de</strong> «Guardias Nacionales»,<br />

Afortunadamente la ciudad <strong>de</strong> Mataró fue una <strong>de</strong> las localida<strong>de</strong>s en don<strong>de</strong><br />

el virus marxista se manifestó con menos violencia; por eso no llegaron al<br />

extremo <strong>de</strong> persecución y matanza que hubo que lamentar en otras partes y<br />

el ambiente no era tan peligroso. Tanto las autorida<strong>de</strong>s como los Comités,<br />

tenían sentido <strong>de</strong> su responsabilidad y no permitieron los sangrientos <strong>de</strong>smanes<br />

que se llevaron a cabo en los pueblos próximos, <strong>de</strong> mucho menos importancia<br />

social y económica que Mataró. Los asesinatos, si bien lamentabilísimos, por la<br />

categoría <strong>de</strong> las víctimas, fueron escasos y se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que exigidos por<br />

105


los milicianos, que antes <strong>de</strong> partir para el frente <strong>de</strong> Zaragoza, querían ver satisfechas<br />

alguna <strong>de</strong> sus ruines venganzas*<br />

Así fue sacrificado, víctima propiciatoria, el santo Arcipreste <strong>de</strong> Santa<br />

María, reverendo don José Samsó, inmolado por el odio y sectarismo <strong>de</strong> unos<br />

<strong>de</strong>salmados.<br />

Los <strong>de</strong>más sacerdotes y religiosos, salvo alguna lamentable excepción, apenas<br />

fueron molestados» Los Salesianos fueron autorizados, caso más bien<br />

único que raro, a permanecer en su antiguo colegio. Tal vez no fuera extraño<br />

a esta <strong>de</strong>cisión el magnífico trato que guardias y milicianos recibían en él,<br />

hasta tal punto que todos se disputaban el servicio <strong>de</strong> hacer guardia en nuestra<br />

casa.<br />

UNA COMUNIDAD REGULAR EN ZONA ROJA<br />

Tal era la seguridad que disfrutaban los Salesianos, que poco a poco, los<br />

que dormían en la torre, bajaron a instalarse en el colegio; una <strong>de</strong> las celdas<br />

<strong>de</strong> la enfermería se convirtió en capilla, en don<strong>de</strong> diariamente se celebraba la<br />

Santa Misa y se guardaba el Santísimo con las <strong>de</strong>bidas precauciones. Asimismo<br />

se celebraban en común las <strong>de</strong>más prácticas <strong>de</strong> piedad.<br />

Los únicos autorizados por el Comité para residir en el Colegio eran: el<br />

Director y el Prefecto; el cocinero señor Más, el ropero señor Larumbe y el enfermero<br />

señor Garrués.<br />

Los dos confesores, don Juan Toldrá y don Mariano Beltrán, habían salido<br />

el día <strong>de</strong> la incautación y en un coche, puesto a su disposición por los milicianos,<br />

habían ido a refugiarse en Cal<strong>de</strong>tas, don<strong>de</strong> residía un hermano <strong>de</strong> don Mariano<br />

Beltrán. Don Ponciano Blasco había encontrado generosa hospitalidad en casa<br />

<strong>de</strong>l profesor <strong>de</strong> violín, el malogrado señor Castells. Don Luis Ribera, igualmente,<br />

en casa <strong>de</strong> los beneméritos Cooperadores señores Nonell, y don Francisco<br />

Aparicio en casa <strong>de</strong>l señor Cardoner, nuestro maestro <strong>de</strong> obras.<br />

Naturalmente, los Salesianos que residían en Mataró, seguían en contacto<br />

diario; y una vez fueron cambiados los milicianos <strong>de</strong> guardia por la pareja <strong>de</strong><br />

guardias nacionales, se cobró confianza, y ora uno, ora otro, todos acabaron<br />

por acogerse <strong>de</strong> nuevo entre los muros queridos <strong>de</strong> su colegio.<br />

Proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Barcelona, <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> San José, llegó un buen día don<br />

Francisco Serrats, que, por ser muy conocido por aquella barriada, se encontraba<br />

en continuo peligro; al enterarse <strong>de</strong> la situación <strong>de</strong> los nuestros en Mataró,<br />

pidió y obtuvo autorización para sumarse a la pequeña comunidad. Lo<br />

mismo hizo, poco <strong>de</strong>spués, el reverendo don Esteban Aguilón, proce<strong>de</strong>nte también<br />

<strong>de</strong> San José. A poco se presentaba el clérigo estudiante <strong>de</strong> teología don<br />

Jerónimo Hernán<strong>de</strong>z.<br />

Cuando los Salesianos <strong>de</strong> San Vicente <strong>de</strong>is Horts fueron expulsados, vinieron<br />

también don Félix Solanes y don Juan Bautista Piles.<br />

Iba, pues, engrosando paulatinamente el número <strong>de</strong> los Salesianos, con<br />

gran consuelo <strong>de</strong> todos. La vida religiosa era regular, cumpliéndose escrupulosamente<br />

todas las prácticas <strong>de</strong> piedad reglamentarias; el resto <strong>de</strong>l día lo pasaban<br />

entregados al estudio o al cultivo <strong>de</strong>l jardín, o bien a las ocupaciones<br />

favoritas <strong>de</strong> cada uno.<br />

Por fortuna, el colegio guardaba algunas reservas <strong>de</strong> comestibles; por otra<br />

parte, la huerta y la granja, bien administradas, proveían, si no con abundan-<br />

106


cia, al menos lo necesario al sustento <strong>de</strong> todos. Así es que la vida se <strong>de</strong>slizaba<br />

tranquila y sin graves preocupaciones. Era el colegio un verda<strong>de</strong>ro oasis en<br />

medio <strong>de</strong>l violento torbellino <strong>de</strong> la revolución, que diariamente iba segando<br />

vidas <strong>de</strong> sacerdotes y religiosos, o encarcelando sospechosos.<br />

Algunos <strong>de</strong> los Salesianos <strong>de</strong>sperdigados por Barcelona acudían <strong>de</strong> vez<br />

en cuando a Mataró, a practicar sus <strong>de</strong>vociones, especialmente la Confesión,<br />

o a pedir alguna ayuda económica, que jamás era regateada, a pesar <strong>de</strong> las<br />

dificulta<strong>de</strong>s y estrecheces en que se <strong>de</strong>batía la casa. Otros venían, sencillamente,<br />

a pasar un día <strong>de</strong> alegre convivencia con los hermanos, para saturarse<br />

<strong>de</strong> salesianismo, con que hacer frente a los peligros y peripecias que les proporcionaba<br />

la vida en Barcelona.<br />

Se procuraba, a<strong>de</strong>más, con la exquisita pru<strong>de</strong>ncia que las circunstancias<br />

exigían, ejercitar el apostolado sacerdotal en la ciudad, especialmente entre<br />

las familias <strong>de</strong> bienhechores y amigos.<br />

Ningún extraño penetraba en el colegio. La pareja <strong>de</strong> guardias se mostraba<br />

completamente ajena a lo que sucedía <strong>de</strong> puertas a<strong>de</strong>ntro. El Comité local<br />

estaba en la creencia <strong>de</strong> que sólo vivían en el colegio las cinco personas autorizadas<br />

por ellos, cuando en realidad, la comunidad ascendía a quince Salesianos.<br />

En los raros casos <strong>de</strong> visitas sospechosas o registros, a una señal convenida,<br />

<strong>de</strong>saparecían, como por encanto, «los no autorizados».<br />

AYUDA FRATERNA<br />

Esta relativa tranquilidad no hacía olvidar a los afortunados moradores<br />

<strong>de</strong> Mataró que había otros hermanos más <strong>de</strong>sgraciados; y en peligro, a los<br />

cuales se <strong>de</strong>bía proporcionar la ayuda necesaria.<br />

El día 13 <strong>de</strong> Agosto, don José Pintado hizo un viaje a Gerona para visitar<br />

a los Salesianos <strong>de</strong> aquella ciudad. Algunos vivían en casas particulares; otros,<br />

refugiados en el Asilo <strong>de</strong> los Ancianos; y unos cuantos habían quedado en la<br />

granja, como empleados, al servicio <strong>de</strong>l Comité <strong>de</strong> incautación, con el propósito<br />

<strong>de</strong> vigilarla y conservarla. Quedaron todos muy consolados con la inesperada<br />

visita y con la pequeña limosna que pudo proporcionárseles. Des<strong>de</strong> aquel día<br />

las relaciones entre ambos grupos <strong>de</strong> Salesianos fueron frecuentes.<br />

A últimos <strong>de</strong> Noviembre, los pocos aspirantes que hasta entonces habían<br />

permanecido en la Casa <strong>de</strong> San Vicente <strong>de</strong>is Horts, al cuidado <strong>de</strong> algunos<br />

coadjutores, se vieron obligados a <strong>de</strong>salojarla, y fueron trasladados a Sarria,<br />

en don<strong>de</strong> pasaron una semana horrible, en un ambiente <strong>de</strong>smoralizador. Al enterarse<br />

don Mo<strong>de</strong>sto <strong>de</strong> su situación, los hizo venir a Mataró en don<strong>de</strong> les<br />

proporcionó albergue entre algunas familias <strong>de</strong> la localidad, que, junto con<br />

el pan material, les proporcionaron el calor <strong>de</strong> un hogar cristiano. Para que<br />

dichos aspirantes no perdieran el tiempo, se <strong>de</strong>terminó que continuaran sus<br />

estudios <strong>de</strong> Humanida<strong>de</strong>s, y a este fin acudían al colegio todos los días para<br />

recibir lecciones y al mismo tiempo po<strong>de</strong>r practicar sus ejercicios <strong>de</strong> cristiana<br />

piedad.<br />

107


ADQUISICIÓN DE UNA RADIO<br />

El aislamiento en que se encuentra el colegio, era una gran ventaja, en<br />

cuanto no atraía la atención <strong>de</strong> nadie; pero por otra parte, mantenía a los Salesianos<br />

por completo ajenos a la marcha <strong>de</strong>l Movimiento Nacional y a la<br />

unión espiritual <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra España; por lo cual se adquirió un buen aparato<br />

<strong>de</strong> radio, pues el que había, sobre ser poco potente, estaba al servicio <strong>de</strong><br />

los guardias y no salía <strong>de</strong> la Administración.<br />

Des<strong>de</strong> aquel día, un lazo invisible mantenía unido aquel grupo <strong>de</strong> religiosos<br />

con la España Nacional y se podían oir noticias fi<strong>de</strong>dignas <strong>de</strong> la marcha <strong>de</strong><br />

la Cruzada, que servían para consolar y alentar a todos; <strong>de</strong> cuando en cuando<br />

les era dado saborear las dulces palabras <strong>de</strong>l Papa, siempre llenas <strong>de</strong> piedad<br />

y unción, o las <strong>de</strong>l Generalísimo, que infundían alientos y esperanzas. Un gran<br />

mapa <strong>de</strong> España y algunos regionales facilitaban la comprensión <strong>de</strong> los partes<br />

<strong>de</strong> guerra, que eran seguidos diariamente con creciente interés.<br />

No <strong>de</strong>jaban, sin embargo, <strong>de</strong> pasarse sustos y sobresaltos.<br />

LA EMISORA CLANDESTINA<br />

Un día, a mediados <strong>de</strong> Diciembre, y sin que nadie se hubiese dado cuenta,<br />

apareció la casa acordonada por los milicianos. El temor sobrecogió a todos.<br />

¿Qué ocurría? Des<strong>de</strong> las ventanas se los vio dirigirse a la «torre», en don<strong>de</strong><br />

permanecieron mucho rato registrando todas sus <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias. En el <strong>de</strong>sván,<br />

lleno <strong>de</strong> polvo y medio <strong>de</strong>struido se encontraba un aparato <strong>de</strong> radio adquirido<br />

el año 1922, <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>lo antiquísimo, y que había quedado arrinconado allí<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía mucho tiempo. Esto fue lo que les intrigó y quisieron saber qué<br />

servicio prestaba aquel armatoste; y al convencerse <strong>de</strong> que no servía para<br />

nada, lo <strong>de</strong>jaron.<br />

Habían recibido la <strong>de</strong>nuncia <strong>de</strong> que en la «torre» había instalada una<br />

emisora <strong>de</strong> radio clan<strong>de</strong>stina, y habían querido sorpren<strong>de</strong>r a «los frailes» con<br />

las manos en la masa. Por fortuna no fue difícil convencerlos <strong>de</strong> lo absurdo<br />

<strong>de</strong> tal <strong>de</strong>nuncia, y se les pasó el recelo. Con esto y unas copitas, se les acabó <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>svanecer toda sospecha y volvió el colegio a su ordinaria tranquilidad.<br />

DESPOJO DE LA CAPILLA<br />

Ya hemos referido cómo la capilla había sido olvidada, afortunadamente<br />

en la primera inspección que se llevó a cabo. Hasta mucho tiempo <strong>de</strong>spués<br />

permaneció cerrada, sin que nadie pusiera los pies en ella.<br />

A primeros <strong>de</strong> Septiembre salió un bando por el que se or<strong>de</strong>naba la recogida<br />

<strong>de</strong> metales útiles, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> las iglesias. Para cumplimentar esta<br />

or<strong>de</strong>n se personaron en el colegio algunos empleados <strong>de</strong>l Municipio y procedieron<br />

a <strong>de</strong>scolgar las magníficas arañas <strong>de</strong> bronce que adornaban el Altar<br />

Mayor, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> incautarse <strong>de</strong> los can<strong>de</strong>labros <strong>de</strong>l mismo metal que sostenían<br />

las lámparas <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s laterales.<br />

Aunque este <strong>de</strong>spojo no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> apesadumbrar a los Salesianos, con todo,<br />

aún había motivos para consolarse; quedaban las imágenes <strong>de</strong> María Auxiliadora<br />

y Don Bosco, así como las <strong>de</strong> los altares laterales.<br />

108


Poco <strong>de</strong>spués se verificó la indigna y cruel farsa <strong>de</strong> que resultaron víctimas<br />

los Hermanos Maristas. Habían recibido éstos la formal promesa <strong>de</strong> que,<br />

mediante el pago <strong>de</strong> cierta suma, podrían salir <strong>de</strong> España para refugiarse en<br />

el extranjero. Llegado el día señalado para embarcar, al ir a poner el pie en el<br />

buque que los esperaba, fueron capturados. Más <strong>de</strong> un centenar fueron asesinados<br />

y los restantes, conducidos a la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo y a otros establecimientos<br />

penitenciarios.<br />

Como el Colegio <strong>de</strong> Vall<strong>de</strong>mía, en Mataró, es uno <strong>de</strong> los más importantes<br />

que los Hermanos Maristas poseen en España, se habían reunido en él, mientras<br />

esperaban su salida para Francia, gran número <strong>de</strong> Hermanos, los cuales<br />

fueron víctimas <strong>de</strong>l indigno engaño, A consecuencia <strong>de</strong> este episodio se vino<br />

a <strong>de</strong>scubrir que en Mataró había religiosos escondidos y tolerados.<br />

Temeroso el Comité local <strong>de</strong> que viniese una inspección <strong>de</strong> Barcelona que<br />

le castigase por su tolerancia, <strong>de</strong>cidió curarse en salud; y a este efecto, a los<br />

pocos días se presentaron en nuestro colegio el alcal<strong>de</strong> y algunos concejales,<br />

diciendo que era necesario sacar y <strong>de</strong>struir todas las imágenes que había en<br />

la capilla. En honor a la verdad, hemos <strong>de</strong> manifestar que llevaron a cabo su<br />

cometido con toda su mejor voluntad, y a pesar <strong>de</strong>l aumento <strong>de</strong> trabajo que<br />

ello les suponía, bajaron con cuidado la pesada imagen <strong>de</strong> talla <strong>de</strong> María<br />

Auxiliadora, en vez <strong>de</strong> arrojarla al suelo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su camarín, con lo que la hubieran<br />

<strong>de</strong>strozado junto con gran parte <strong>de</strong>l magnífico retablo. Lo propio hicieron<br />

con las <strong>de</strong>más imágenes sagradas.<br />

Con la pena que es <strong>de</strong> suponer vieron los Salesianosí cómo cargaban en<br />

un camión las venaradas imágenes, que <strong>de</strong>saparecieron sin que se haya podido<br />

averiguar cuál fue su ulterior <strong>de</strong>stino.<br />

Practicóse luego un registro en la sacristía, cuyos armarios, cerrados, conservaban<br />

aún las custodias y otros vasos sagrados; pero no mostraron interés<br />

porque se abrieran, y pudo luego salvarse el tesoro, Gracias a Dios la cosa<br />

no pasó <strong>de</strong> ahí, A continuación <strong>de</strong> su trabajo, se les sirvió una espléndida comida,<br />

quedando muy satisfechos y manifestando repetidamente el inmejorable<br />

concepto en que el Comité local tenía a los Salesianos y sus amigables disposiciones<br />

personales para con ellos,<br />

OTROS INCIDENTES<br />

Con motivo <strong>de</strong> las correrías <strong>de</strong>l «Canarias» frente a las costas catalanas,<br />

tuvo lugar más <strong>de</strong> un inci<strong>de</strong>nte cómico,»<br />

Los guardias nacionales que vigilaban la casa, utilizaban, para entretener<br />

sus ocios, el anteojo astronómico que se conservaba en nuestro Museo, Montado<br />

sobre un trípo<strong>de</strong>, encañonaban con él la superficie <strong>de</strong>l mar para curiosear<br />

los barcos que pasaban o bien lo dirigían hacia las casitas <strong>de</strong> campo <strong>de</strong> la<br />

llanura.<br />

La gente, al pasar frente al colegio, observaba con cierto recelo aquel extraño<br />

aparato que confundieron con una ametralladora. Corrió la especie, que,<br />

como todos los bulos, fue agrandándose exageradamente hasta hacer creer que<br />

en el colegio había montado un servicio <strong>de</strong> ametralladoras. Las autorida<strong>de</strong>s,<br />

alarmadas, enviaron cierta noche, a horas intempestivas, unos cuantos milicianos,<br />

armados hasta los dientes, para sorpren<strong>de</strong>r el botín. Con fuertes golpes<br />

llaman a la puerta. Acu<strong>de</strong>n los guardias, se <strong>de</strong>svanece el equívoco y la comisión<br />

109


enviada para investigar la veracidad <strong>de</strong>l suceso termina entreteniéndose en<br />

observar con la pretendida «ametralladora» las montañas <strong>de</strong> la Luna.<br />

Otro bulo que también rodaba a expensas <strong>de</strong> los Salesianos: Se <strong>de</strong>cía que<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la «torre» <strong>de</strong>l pinar se hacían señales luminosas a los «barcos piratas».<br />

(Así llamaban a la Escuadra Nacional». A fin <strong>de</strong> comprobar la <strong>de</strong>nuncia, estuvieron<br />

espiando, durante muchas noches consecutivas, la citada «torre», hasta<br />

que se dieron cuenta <strong>de</strong> lo absurdo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>nuncia, ya que ni <strong>de</strong> día ni <strong>de</strong><br />

noche, se utilizaba para nada la casita <strong>de</strong>l pinar.<br />

Se iba aproximando el invierno y la carestía <strong>de</strong> la vida se acentuaba <strong>de</strong><br />

día en día. La Provi<strong>de</strong>ncia, empero, no abandonó a aquellos religiosos. Se procuraba<br />

intensificar el cultivo <strong>de</strong> la huerta, se redobló la granja, tan alegremente<br />

saqueada durante los primeros días <strong>de</strong>l Alzamiento; se vendía en la plaza la<br />

fruta y verdura sobrante...<br />

Por otra parte, los proveedores habituales <strong>de</strong>l colegio seguían prestando<br />

sus servicios a domicilio y a precio <strong>de</strong> tasa; <strong>de</strong> modo que, gracias a ellos, no<br />

hubo que pasar gran<strong>de</strong>s estrecheces. El mismo Comité local llegó, incluso, a<br />

ofrecer los comestibles necesarios, consi<strong>de</strong>rando a los Salesianos incluidos en<br />

la Asistencial social.<br />

SOLEMNIDADES RELIGIOSAS<br />

Mientras tanto, los Salesianos habían acabado por llevar una vida <strong>de</strong>l todo<br />

normal. Tan sólo interrumpía la forzada monotonía <strong>de</strong> la misma, la celebración<br />

<strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s solemnida<strong>de</strong>s religiosas: La Inmaculada, Navidad, San Francisco<br />

<strong>de</strong> Sales...<br />

En estas ocasiones, con la presencia <strong>de</strong> algunos Salesianos forasteros que<br />

acudían a sumarse a la fiesta, se solemnizaba ésta <strong>de</strong> alguna manera especial,<br />

tanto en las funciones religiosas, como en la mesa, en don<strong>de</strong>, a pesar <strong>de</strong> la<br />

estrechez <strong>de</strong> los tiempos, se hacía lo posible para obsequiar a los forasteros<br />

(en ocasiones llegaron a juntarse treinta Salesianos), con algún extraordinario.<br />

Luego se pasaban unas horas entretenidas con la recitación <strong>de</strong> versos, monólogos,<br />

cantos y hasta alguna que otra representación teatral.<br />

SALIDAS AL EXTRANJERO<br />

La relativa tranquilidad <strong>de</strong>l presente, no impedía que se fueran tomando las<br />

más elementales precauciones <strong>de</strong> seguridad personal, a fin <strong>de</strong> evitar posibles<br />

y tardíos <strong>de</strong>sengaños, ya que la libertad y la misma vida estaban siempre pendientes<br />

<strong>de</strong> una <strong>de</strong>nuncia, <strong>de</strong> una malquerencia, un capricho o una simple casualidad.<br />

Por este motivo y ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros días <strong>de</strong> otoño se pensó en agenciar<br />

los pasaportes y preparar la salida al extranjero, <strong>de</strong> aquellos Salesianos que<br />

se hallaban en disposición para ello. Las gestiones realizadas resultaron, empero,<br />

ineficaces.<br />

A comienzos <strong>de</strong>l 1937 salió una disposición oficial por la que se permitía<br />

la expatriación <strong>de</strong> los individuos no comprendidos en la edad militar o inútiles<br />

para el servicio en filas, siempre que fueran reclamados por sus familiares o por<br />

110


personas que les asegurasen una ocupación en el extranjero, mediante una<br />

carta <strong>de</strong> trabajo.<br />

Inmediatamente se iniciaron las gestiones para sacar <strong>de</strong> la zona roja y pasarlos<br />

a la nacional a los Salesianos enfermos o ancianos. En el Ayuntamiento<br />

<strong>de</strong> Mataró se dieron todas las facilida<strong>de</strong>s; pero en Barcelona, la cosa ya variaba<br />

<strong>de</strong> aspecto. Los consulados, los comités, los sindicatos.•• todos iban a porfía en<br />

poner trabas a los presuntos expatriados y sólo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> incontables trabajos<br />

y fatigas se logró arreglar los pasaportes <strong>de</strong> don Juan Toldrá, don<br />

Luis Rivera y los hermanos coadjutores señores Más y Larumbe, pertenecientes<br />

a la Casa <strong>de</strong> Mataró. Más tar<strong>de</strong> consiguieron sacar su pasaporte el reverendo<br />

don Fabián Iñigo, don Félix Solanes y el coadjutor señor Garrués.<br />

A fines <strong>de</strong> Marzo habían logrado salir <strong>de</strong>l infierno rojo todos estos Salesianos,<br />

que encontraron fraternal hospitalidad, primero entre los hermanos <strong>de</strong><br />

Marsella y luego entre los <strong>de</strong> otras casas <strong>de</strong> Francia e Italia. Algunos lograron<br />

pasar directamente a la zona nacional, reanudando en las casas <strong>de</strong> la Inspectoría<br />

Céltica su labor docente, o entregándose a los trabajos que les eran <strong>de</strong>signados<br />

por sus Superiores.<br />

VISITA A LOS HERMANOS DE VALENCIA<br />

Mientras Mataró constituía un tranquilo remanso en el agitado mar rojo,<br />

los hermanos <strong>de</strong> las otras casas sufrían <strong>de</strong> lleno los efectos <strong>de</strong> la persecución<br />

y <strong>de</strong>l abandono. Este pensamiento constituía una <strong>de</strong> las más constantes y agobiadoras<br />

preocupaciones <strong>de</strong> don Mo<strong>de</strong>sto Bellido.<br />

Nada o muy poco sabía <strong>de</strong> los hermanos <strong>de</strong> la región valenciana, a excepción<br />

<strong>de</strong> las primeras noticias recibidas a raíz <strong>de</strong> la Revolución y que confirmaron<br />

el martirio <strong>de</strong>l Padre Calasanz y el encarcelamiento <strong>de</strong> otros muchos Salesianos.<br />

Por este motivo se planeó el viaje <strong>de</strong> don José Pintado a la capital levantina<br />

a fin <strong>de</strong> ponerse en comunicación con aquellos hermanos y llevarles los<br />

auxilios materiales y morales compatibles con las circunstancias.<br />

La Provi<strong>de</strong>ncia guió sus pasos; pudo visitar a numerosos hermanos, a unos<br />

en sus escondites, a otros en las casas don<strong>de</strong> estaban hospedados y a los<br />

<strong>de</strong>más que gozaban <strong>de</strong> relativa libertad y habían podido <strong>de</strong>dicarse al sagrado<br />

ministerio o a la enseñanza en domicilios particulares.<br />

Mas aun por aquellas fechas se ignoraba en absoluto la suerte corrida por<br />

nuestros mártires. Tan sólo se sabía <strong>de</strong> cierto el asesinato <strong>de</strong>l Padre Calasanz<br />

y <strong>de</strong> don Juan Martorell. A los otros se los suponía escondidos en algún seguro<br />

refugio, cuya única garantía era el secreto. Por eso don José Pintado no<br />

insistió en averiguar su para<strong>de</strong>ro, creyéndolos bien atendidos. Y sí que lo estaban:<br />

en el Paraíso.<br />

CLASES REGULARES<br />

Hemos hecho referencia más arriba a los aspirantes refugiados en Mataró<br />

y que acudían diariamente al colegio a continuar sus estudios <strong>de</strong> Humanida<strong>de</strong>s.<br />

El Gobierno <strong>de</strong> la Generalidad, a quien todo se le iba en hermosos proyectos,<br />

viendo que, con la <strong>de</strong>strucción o clausura <strong>de</strong> los colegios religiosos habían<br />

quedado sin escuela millares <strong>de</strong> niños, quiso sustituir aquellos centros <strong>de</strong> En-<br />

112


señanza por otros <strong>de</strong> nueva creación; y a este fin comenzó por incautarse <strong>de</strong><br />

los edificios; mas no pudo pasar <strong>de</strong> ahí, porque carecía <strong>de</strong> lo esencial: maestros.<br />

Muchos <strong>de</strong> ellos se hallaban en edad militar y prestaban servicio en los<br />

frentes, con lo cual se agravaba más la situación escolar. De modo que los bellos<br />

proyectos quedaron en letra muerta.<br />

Nuestro edificio, al ser incautado, se transformó en un grupo escolar, <strong>de</strong>nominado<br />

«Escuelas Joaquín Costa», según rezaba el enorme letrero colocado en<br />

la fachada. El Ayuntamiento anunció que para Octubre se abrirían las escuelas,<br />

a las que serían admitidos los niños y niñas <strong>de</strong> la localidad.<br />

En efecto, fueron a matricularse algunos niños... y ahí terminó todo, ya que<br />

unas veces con la excusa <strong>de</strong> la <strong>de</strong>puración <strong>de</strong>l personal docente, otras con el<br />

anuncio <strong>de</strong> unas inspecciones que jamás tuvieron efecto, lo cierto es que no<br />

se llegaron a inaugurar las clases.<br />

Pero la ocasión era propicia para po<strong>de</strong>r, sin tapujos, dar clase normal a<br />

los aspirantes mencionados, a los que poco a poco, fueron sumándose algunos<br />

otros muchachos, antiguos alumnos <strong>de</strong>l colegio; pocos, es cierto, ya que apenas<br />

llegaban a quince; pero los suficientes para justificar la presencia en el colegio<br />

<strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> Salesianos.<br />

Entretanto, la escasez <strong>de</strong> profesorado era tal, que el Gobierno <strong>de</strong> la Generalidad<br />

se vio en la precisión <strong>de</strong> publicar un <strong>de</strong>creto dando toda clase <strong>de</strong><br />

facilida<strong>de</strong>s para <strong>de</strong>dicarse a la enseñanza a cualquiera que <strong>de</strong>mostrase un mínimo<br />

<strong>de</strong> cultura: unos cursos <strong>de</strong> Bachillerato o <strong>de</strong> Magisterio bastaban para<br />

regir una escuela.<br />

Algunos Salesianos se aprovecharon <strong>de</strong> estas facilida<strong>de</strong>s, y valiéndose <strong>de</strong><br />

su título <strong>de</strong> maestro o <strong>de</strong> bachiller, solicitaron plazas para escuelas en diversos<br />

lugares <strong>de</strong> Cataluña, con lo que encontraron una manera <strong>de</strong>corosa y segura<br />

<strong>de</strong> vivir, al mismo tiempo que <strong>de</strong>scongestionaban un tanto la Casa <strong>de</strong> Mataró,<br />

cuyas condiciones económicas no eran, por cierto, muy boyantes.<br />

Mas resultaba que los «no avalados» no podían aspirar más que a escuelas<br />

<strong>de</strong> pueblecitós insignificantes, en don<strong>de</strong> habían <strong>de</strong> llevar una vida miserable,<br />

expuestos a las sospechas o sujetos a los caprichos <strong>de</strong> los comités locales. Por<br />

eso fueron pocos los que se <strong>de</strong>dicaron a esta clase <strong>de</strong> magisterio. Don Juan Imbert<br />

obtuvo plaza en el pueblo <strong>de</strong> Parets y el señor Tarinas en el <strong>de</strong> Arbucias.<br />

El Ayuntamiento <strong>de</strong> Mataró tenía el proyecto <strong>de</strong> instalar en nuestro colegio<br />

una Colonia infantil <strong>de</strong> niños evacuados <strong>de</strong> Madrid, cuya dirección<br />

pensaba confiar a los Salesianos. A últimos <strong>de</strong> Diciembre, en efecto, la Comisión<br />

<strong>de</strong> Cultura fue a inspeccionar el colegio y quedó satisfecha <strong>de</strong> las excelentes<br />

condiciones que poseía. A los pocos días empezaron a llegar colchones,<br />

ropa y otros enseres, con lo que ya parecía inminente la instalación <strong>de</strong> la<br />

Colonia, mediante la cual los Salesianos podrían verse libres <strong>de</strong> aquella especie<br />

<strong>de</strong> clan<strong>de</strong>stinidad en que se veían forzados a vivir. Pero... no fue verdad tanta<br />

belleza. Todo quedó en el aire, sin que se supieran las causas.<br />

Se continuó, pues, la vida ordinaria. El edificio permanecía intacto. Nada<br />

faltaba en cuanto a material escolar, ropas, camas, etc., se refiere. Los Salesianos<br />

recibían todos los días el periódico local rojo Llibertat; y lo más curioso<br />

es que en la faja seguía la antigua dirección: RR. PP. Salesians.<br />

114


PRIMERAS ALARMAS<br />

Transcurrieron sin novedad los primeros meses <strong>de</strong> 1937. El 13 <strong>de</strong> Marzo<br />

fue al colegio don Ama<strong>de</strong>o Bur<strong>de</strong>us, con la triste noticia <strong>de</strong> la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong><br />

don Ponciano Blasco, sorprendido por una patrulla <strong>de</strong> vigilancia roja mientras<br />

estaba dando clase en el domicilio <strong>de</strong> unos alumnos.<br />

Des<strong>de</strong> primeros <strong>de</strong> año, don Ponciano <strong>de</strong>jó el colegio para trasladarse a<br />

Barcelona y se había establecido junto con don Ama<strong>de</strong>o en una pensión <strong>de</strong><br />

absoluta confianza; y ambos se <strong>de</strong>dicaban a dar clase, aprovechando sus respectivos<br />

títulos <strong>de</strong> Licenciados en Ciencias y en Letras, a varios muchachos<br />

que habían sido alumnos <strong>de</strong>l colegio el año anterior.<br />

Todo marchaba a las mil maravillas, cuando sobrevino la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> don<br />

Ponciano, el cual fue conducido a la Jefatura <strong>de</strong> Policía y <strong>de</strong> allí a la Cárcel<br />

Mo<strong>de</strong>lo, en don<strong>de</strong> estuvo sólo quince días, por estar perfectamente documentado<br />

y no probársele ninguna <strong>de</strong> las acusaciones que se le hicieron.<br />

Detenido don Ponciano, temeroso don Ama<strong>de</strong>o <strong>de</strong> que hicieran un registro<br />

en la fonda, en la que ambos compartían la misma habitación, <strong>de</strong>cidió<br />

ausentarse por unos días a fin <strong>de</strong> no verse comprometido por las consecuencias<br />

<strong>de</strong> un posible y peligroso interrogatorio, A este fin pidió hospitalidad en Matará,<br />

siendo acogido con verda<strong>de</strong>ro afecto.<br />

A los pocos días era <strong>de</strong>tenido, en la fonda don<strong>de</strong> se hospedaba, don Fe<strong>de</strong>rico<br />

Abadía, que ingresó también en la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo,<br />

Esta racha <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenciones estimuló en algunos el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> salir cuanto<br />

antes <strong>de</strong> la España roja, procurándose por todos los medios el ansiado pasaporte,<br />

LA CAPTURA<br />

Algunos hermanos, que por hallarse comprendidos en la edad militar no<br />

podían aspirar a conseguir el pasaporte, <strong>de</strong>cidieron pasar la frontera por su<br />

cuenta y riesgo.<br />

Así, una buena mañana <strong>de</strong> primeros <strong>de</strong> Abril, el estudiante don Jerónimo<br />

Hernán<strong>de</strong>z salió <strong>de</strong> Mataró con intención <strong>de</strong> llegar a Sort, en don<strong>de</strong> ya estaba<br />

apalabrado con un antiguo alumno <strong>de</strong> aquella localidad, el cual se había comprometido<br />

a acompañarle en el paso <strong>de</strong> la frontera.<br />

Las cosas no le sucedieron como había previsto y tras un viaje muy acci<strong>de</strong>ntado,<br />

por haberse extraviado en la montaña, fue <strong>de</strong>tenido por la policía<br />

roja y sometido a violento interrogatorio. Quiso la fatalidad que le encontraran<br />

encima un librito <strong>de</strong> memorias en el cual el buen clérigo tenía anotadas sus impresiones<br />

particulares, junto con algunas direcciones y nombres, todo lo cual<br />

facilitó a la policía el hilo por el que sacó el ovillo. Apaleado brutalmente,<br />

viose obligado a confesar su personalidad y a <strong>de</strong>clarar la situación en que se<br />

encontraban los Salesianos <strong>de</strong> Mataró.<br />

El efecto <strong>de</strong> estas <strong>de</strong>claraciones no se hizo esperar, A los pocos días un<br />

grupo <strong>de</strong> la F. A. I. penetraba <strong>de</strong> noche en el colegio, en don<strong>de</strong> <strong>de</strong>tuvo a<br />

todos los Salesianos, trasladándolos luego en varios coches a la cárcel <strong>de</strong><br />

San Elias.<br />

115


EL COLEGIO<br />

Apresados los Salesianos, el colegio fue <strong>de</strong>stinado en un principio a refugio<br />

<strong>de</strong> familias <strong>de</strong>splazadas; por fortuna no estuvo mucho tiempo en sus manos<br />

y así las huellas <strong>de</strong> su paso no llegaron a producir graves <strong>de</strong>strozos.<br />

Más tar<strong>de</strong> fue <strong>de</strong>stinado a Hospital Militar <strong>de</strong> las Brigadas Internacionales,<br />

que lo ocuparon hasta el fin <strong>de</strong> la guerra, sin hacer en él mejora alguna, pero<br />

también sin que lo estropearan mucho. Se limitaron a <strong>de</strong>rribar algunos tabiques,<br />

levantar otros, instalar las <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias necesarias para su nuevo empleo y<br />

adaptar algunos locales a las necesida<strong>de</strong>s más perentorias.<br />

Gracias a ello se conservó casi íntegro hasta que, al conquistar Cataluña<br />

las tropas nacionales, éstas lo utilizaron como hospital <strong>de</strong> sangre para sus heridos,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su entrada en Mataré, el 27 <strong>de</strong> Enero <strong>de</strong> 1939. hasta mediados <strong>de</strong><br />

año, en que <strong>de</strong>finitivamente fue <strong>de</strong>vuelto a sus dueños.<br />

En Octubre <strong>de</strong>l Año <strong>de</strong> la Victoria, se reanudó la labor docente: volvieron<br />

los antiguos profesores y sus vastas <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias se vieron otra vez animadas<br />

por la presencia <strong>de</strong> trescientos jovencitos que emprendieron <strong>de</strong> nuevo sus estudios<br />

bajo la mirada paternal <strong>de</strong> San Juan Bosco y la sonrisa <strong>de</strong> María<br />

Auxiliadora.<br />

116


GERONA<br />

La Granja Agrícola <strong>de</strong> Gerona, fundada en el año 1892 por los here<strong>de</strong>ros<br />

<strong>de</strong>l Marqués <strong>de</strong> la Cuadra, es una <strong>de</strong> las instituciones más antiguas <strong>de</strong> la<br />

España Salesiana.<br />

Des<strong>de</strong> sus comienzos tuvo un floreciente <strong>de</strong>sarrollo, iniciándose en ella,<br />

por vez primera en España, los métodos <strong>de</strong> cultivo Solarianos, con lo que<br />

se convirtió en interesante Centro <strong>de</strong> Experimentación Agrícola.<br />

Pero el río Ter, que lame la finca, y en sus periódicas inundaciones la amenaza,<br />

fue llevándose poco a poco gran<strong>de</strong>s extensiones <strong>de</strong> terreno y convirtiendo<br />

los fértiles campos <strong>de</strong> expimentación y cultivo en yermos pedregales.<br />

Por esta causa la importancia <strong>de</strong> la granja fue <strong>de</strong>cayendo; y en los últimos<br />

años se había transformado en Colegio <strong>de</strong> Primera Enseñanza, en el que recibía<br />

instrucción un centenar <strong>de</strong> niños proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> los suburbios <strong>de</strong> Puente<br />

Mayor y Sarria <strong>de</strong> Ter.<br />

Finalmente, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía algunos años, albergaba también el Noviciado y el<br />

Estudiantado Filosófico <strong>de</strong> la Inspectoría.<br />

PRIMERAS ALARMAS<br />

El sábado. 18 <strong>de</strong> Julio, transcurrió tranquilo, pues alejada la casa <strong>de</strong> la<br />

ciudad, y <strong>de</strong>dicado el personal por entero a sus estudios y formación religiosa,<br />

apenas se mantenía contacto con el exterior; por esta causa no se tenían noticias<br />

<strong>de</strong>l ambiente que reinaba en el resto <strong>de</strong> España.<br />

En la mañana <strong>de</strong>l domingo, al volver don Vicente Ballester <strong>de</strong> celebrar Misa<br />

en la capellanía que tenía a su cargo en la capital, comunicó la noticia <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>claración <strong>de</strong>l estado <strong>de</strong> guerra. A pesar <strong>de</strong> ello, reinaba la más completa<br />

calma, y, por consiguiente, la vida transcurrió todo aquel día como <strong>de</strong> ordinario.<br />

Por la tar<strong>de</strong> los estudiantes <strong>de</strong> Filosofía representaron una función teatral,<br />

a la que asistió numeroso público externo, sin que se notara nada <strong>de</strong><br />

particular.<br />

A la hora <strong>de</strong> la cena empezaron a circular rumores alarmantes acerca <strong>de</strong><br />

117


la sublevación militar, <strong>de</strong> su fracaso en Barcelona y <strong>de</strong> las posibles consecuencias<br />

que se podían <strong>de</strong>rivar <strong>de</strong>l triunfo <strong>de</strong> la Revolución.<br />

Con todo, no se creyó tan grave la situación, y la mayoría se retiró a <strong>de</strong>scansar,<br />

como <strong>de</strong> ordinario. Tan sólo, como medida <strong>de</strong> precaución, algunos<br />

clérigos se repartieron la guardia <strong>de</strong> la noche, para dar la señal <strong>de</strong> alarma si<br />

algo anormal sucediera.<br />

Oyeron durante la noche disparos aislados y algunas ráfagas <strong>de</strong> ametralladora,<br />

que cesaron a la madrugada.<br />

LAS TURBAS VICTORIOSAS<br />

Al romper el día, la guarnición <strong>de</strong> Gerona, al comprobar la rendición <strong>de</strong><br />

Go<strong>de</strong>d en Barcelona, y el consiguiente fracaso <strong>de</strong>l Movimiento en Cataluña,<br />

se retiró a sus cuarteles, quedando las organizaciones <strong>de</strong>l frente popular dueñas<br />

absolutas <strong>de</strong> la situación. Como primera provi<strong>de</strong>ncia, asaltaron los cuarteles,<br />

<strong>de</strong>jando en libertad a los soldados y <strong>de</strong>sarmando a la oficialidad. Las turbas<br />

pudieron armarse con el botín <strong>de</strong>l saqueo, y, ya seguras <strong>de</strong> su impunidad, se<br />

<strong>de</strong>dicaron a satisfacer sus bajos instintos quemando varios edificios religiosos<br />

y saqueando todos los templos. Aquí, como en todas partes, las hogueras <strong>de</strong><br />

los templos señalaban el alborear <strong>de</strong>l comunismo.<br />

En el colegio el horario comenzó el lunes con la Meditación y la Santa<br />

Misa. Al ir a <strong>de</strong>sayunar, circularon los primeros rumores acerca <strong>de</strong>l triunfo <strong>de</strong><br />

la Revolución; y algunos, que subieron a la terraza, pudieron divisar el humo<br />

<strong>de</strong> los incendios.<br />

Llegaron a poco algunos amigos <strong>de</strong> Gerona, que refirieron <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> las<br />

barbarida<strong>de</strong>s cometidas por las turbas, exhortando a todos a que se vistieran<br />

<strong>de</strong> paisano, lo que hicieron al instante. Luego se procedió a salvar el Santísimo<br />

repartiendo entre todos las sagradas Formas, acto que. en medio <strong>de</strong> su sencillez,<br />

emocionó a todos profundamente. A continuación el señor Director,<br />

don Eugenio Magni, distribuyó a cada uno <strong>de</strong>terminada cantidad <strong>de</strong> dinero<br />

para hacer frente a las primeras necesida<strong>de</strong>s, y luego <strong>de</strong>jó en libertad a cada<br />

cual <strong>de</strong> obrar conforme le pareciera, ya permaneciendo en el colegio, ya buscando<br />

refugio entre amigos y bienhechores <strong>de</strong> Gerona.<br />

Algunos clérigos prepararon un cesto con provisiones <strong>de</strong> boca y fueron a<br />

escon<strong>de</strong>rse en el monte, creyendo que pasaría pronto la tormenta; otros no<br />

sabiendo a dón<strong>de</strong> dirigirse, se quedaron en casa y aprovecharon aquellas primeras<br />

horas <strong>de</strong> calma para poner en salvo los vasos sagrados y otros objetos<br />

<strong>de</strong> valor, así como algunos muebles y libros.<br />

En Gerona todo era <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n y <strong>de</strong>sorientación. Las turbas no sabían qué<br />

hacer con un triunfo que se les había venido a las manos sin esperarlo. Una<br />

vez quemadas las iglesias y satisfechos sus instintos vandálicos, se reunieron<br />

en la Dehesa para tomar acuerdos, y entre otras cosas discutieron si la Granja<br />

Salesiana había <strong>de</strong> ser quemada o no. Hubo diversidad <strong>de</strong> pareceres; por fortuna<br />

prevaleció el criterio <strong>de</strong> los que alegaban que. siendo el colegio un instituto<br />

<strong>de</strong> educación para niños pobres, había que respetarlo.<br />

Aquel día transcurrió, pues, relativamente tranquilo.<br />

118


LOS INTRUSOS<br />

Al día siguiente, 21, empezaron a volver los que se habían retirado al monte,<br />

pues al refugiarse en la Ermita <strong>de</strong> los Ángeles, se encontraron con que muchos<br />

otros habían tenido la misma ocurrencia, por lo que se congregaron en aquel<br />

reducido e incómodo asilo una multitud heterogénea <strong>de</strong> seminaristas, falangistas,<br />

requetés, sacerdotes y otros muchos que se creían en peligro. Aunque<br />

el lunes transcurrió sin novedad, el martes, <strong>de</strong>spués qr e nuestros clérigos abandonaron<br />

aquel refugio, fue incendiado por un tropel <strong>de</strong> forajidos que subieron<br />

ex profeso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Gerona, provistos <strong>de</strong> varios bidones <strong>de</strong> gasolina.<br />

En medio <strong>de</strong> la tristeza y sobresalto <strong>de</strong>l momento, la vuelta al hogar <strong>de</strong><br />

aquellos «hijos pródigos», que referían y exageraban graciosamente sus aventuras,<br />

dio tema para distracción y alivio <strong>de</strong> todos los Salesianos.<br />

En este día empezaron a introducirse <strong>de</strong> rondón por la casa, sin pedir<br />

permiso, como verda<strong>de</strong>ros dueños, algunos individuos que, ya solos, o bien en<br />

grupitos, se paseaban, curioseaban y se marchaban sin <strong>de</strong>cir nada.<br />

El miércoles, apenas <strong>de</strong>spuntó el día, alguien observó que en la portería<br />

<strong>de</strong>l colegio se había fijado un cartel que <strong>de</strong>cía: «Incautat per la Generalitat».<br />

Al manifestárselo al Director, éste se mostró contento, pues creía que con<br />

aquella salvaguardia el colegio se vería libre <strong>de</strong> intromisiones y peligros. Lo<br />

malo era que, junto con el cartel, habían puesto guardias a la puerta <strong>de</strong>l colegio,<br />

que no <strong>de</strong>jaban entrar ni salir a nadie. Habiendo intentado el Catequista salir<br />

por la puerta <strong>de</strong> la vaquería, fue <strong>de</strong>tenido, y gracias a la oportuna intervención<br />

<strong>de</strong>l Director se le permitió volver a entrar en el colegio.<br />

EL PRIMER REGISTRO<br />

A media mañana llegó un grupo <strong>de</strong> obreros, capitaneados por un albañil<br />

llamado Llaverní. Éste dio or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que nadie saliera <strong>de</strong>l colegio so pena <strong>de</strong><br />

la vida y que al punto se reuniesen todos los Salesianos en el pórtico. Así se<br />

hizo. Se fue avisando a los que. atemorizados, se habían escondido. Una gran<br />

ansiedad se reflejaba en el rostro <strong>de</strong> todos. ¿Qué iban a hacer con ellos?<br />

¿Habría llegado su última hora? ¿Se contentarían con <strong>de</strong>struir el colegio?<br />

Pronto salieron <strong>de</strong> dudas.<br />

Llaverní fue preguntando a cada uno su ocupación y oficio, y repitiendo la<br />

or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que nadie saliese <strong>de</strong> casa bajo ningún pretexto, si no quería ser fusilado<br />

en el acto, se dirigió, al frente <strong>de</strong> una patrulla, y guiado por el Director,<br />

el Prefcto y un clérigo, a recorrer las diversas <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> la casa, con<br />

el pretexto <strong>de</strong> buscar las armas que, según <strong>de</strong>cía, se hallaban escondidas.<br />

Como no encontraron absolutamente nada, <strong>de</strong>sistieron <strong>de</strong> la búsqueda, cansados<br />

y <strong>de</strong>silusionados; y, a petición <strong>de</strong>l Director, redactaron un certificado<br />

en que hacían constar cómo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> diligentes investigaciones, en el colegio<br />

no habían hallado armas <strong>de</strong> ninguna clase.<br />

Con esto se fueron, <strong>de</strong>jando en paz a la comunidad.<br />

119


NUEVOS REGISTROS<br />

Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la comida, llegó otra patrulla, mandada por diferente organización<br />

sindical, para practicar un nuevo y minucioso registro»<br />

Se les mostró el certificado <strong>de</strong> la anterior, pero no hicieron caso <strong>de</strong> él y<br />

quisieron constatar personalmente que en casa no se guardaban armas ni nada<br />

peligroso.<br />

El Prefecto, don José Martí, se ofreció a acompañarlos y les fue enseñando<br />

las distintas <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> la casa, sin que encontraran nada digno <strong>de</strong> atención.<br />

Pero como quien quiere hacer el mal siempre encuentra pretexto para<br />

ello, vieron el cielo abierto cuando, al recorrer un <strong>de</strong>sván, encontraron un baúl<br />

lleno <strong>de</strong> trajes <strong>de</strong>l teatro, entre los cuales, como es natural, hasta algunos <strong>de</strong><br />

militar. Este hallazgo los llenó <strong>de</strong> alegría. Por fin habían encontrado algo; eran<br />

más afortunados que sus pre<strong>de</strong>cesores. En vano les quería hacer ver el señor<br />

Prefecto que en el guardarropa <strong>de</strong> un teatro hay toda clase <strong>de</strong> trajes, <strong>de</strong> toda<br />

condición y época. A ellos nadie les quitaba <strong>de</strong> la cabeza que aquellos uniformes,<br />

rotos y apolillados, estaban <strong>de</strong>stinados para disfrazarse y atacar al pueblo.<br />

Los afianzó en esta creencia el hallazgo <strong>de</strong> unos espadines y mosquetones viejos<br />

e inútiles que servían igualmente para el teatro. Pero su júbilo llegó al colmo<br />

al <strong>de</strong>scubrir, entre los trapos <strong>de</strong> <strong>de</strong>secho, unas tiras <strong>de</strong> percal rojo y amarillo<br />

que se utilizaban para cubrir las mesas o adornar los salones cuando al fin<br />

<strong>de</strong> curso se hacía la Exposición Escolar.<br />

En una <strong>de</strong> las clases encontraron en el pupitre <strong>de</strong> un niño un viejo carnet<br />

<strong>de</strong> la C. N. T., que el muchacho usaba como carterita y que tal vez perteneciera<br />

a alguno <strong>de</strong> sus familiares; pero los linces inquisidores dijeron que era<br />

para <strong>de</strong>spistar y para introducirse arteramente en las filas sindicales con fines<br />

traidores.<br />

ES DETENIDO EL PREFECTO<br />

Ante estas pruebas, tan contun<strong>de</strong>ntes y abrumadoras, notificaron a don<br />

José Martí que quedaba <strong>de</strong>tenido y que sin pérdida <strong>de</strong> tiempo <strong>de</strong>bía acompañarlos<br />

ante el Comité <strong>de</strong> Gerona para dar explicaciones acerca <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>lito.<br />

¡Si tendrían prisa en obligarle a hacer esta <strong>de</strong>claración, que hasta pasado<br />

un año no fue llamado a comparecer ante el tribunal!...<br />

En fin; ellos quedaron satisfechos por el extraordinario hallazgo y la importante<br />

captura; y conscientes <strong>de</strong> su inmensa responsabilidad, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una <strong>de</strong><br />

las ventanas que miran a la carretera empezaron a dar voces, a las cuales se<br />

<strong>de</strong>tuvo un camión repleto <strong>de</strong> milicianos, que casualmente pasaba por allí.<br />

—¿Qué pasa?<br />

—Que aquí hay un nido fascista. Hemos encontrado armas y uniformes militares<br />

y otros objetos <strong>de</strong>lictivos. Esto está plagado <strong>de</strong> fascistas. Necesitamos<br />

fuerzas urgentemente.<br />

Descendieron <strong>de</strong>l camión los milicianos, y con estos refuerzos se continuó<br />

el registro por toda la finca, hasta que, cansados y hambrientos, se marcharon<br />

todos, llevándose <strong>de</strong>tenido al anciano sacerdote don José Martí, el cual se<br />

<strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> sus hermanos con las lágrimas en los ojos, al verse arrancado <strong>de</strong><br />

120


aquella manera inicua y violenta <strong>de</strong> su amada Casa <strong>de</strong> Gerona, en don<strong>de</strong> durante<br />

tantísimos años había <strong>de</strong>splegado su celo y actividad.<br />

El señor Director seguía, a pru<strong>de</strong>nte distancia, al grupo <strong>de</strong> milicianos para<br />

enterarse <strong>de</strong>l lugar adon<strong>de</strong> conducían al <strong>de</strong>tenido.<br />

... Y VAN TRES<br />

No terminó con esto la racha <strong>de</strong> registros. No habían transcurrido muchas<br />

horas cuando se presentó otro grupo <strong>de</strong> milicianos con el mismo fin. Empezaron<br />

or<strong>de</strong>nando que bajasen inmediatamente al patio todos los <strong>de</strong> casa; pasado un<br />

tiempo pru<strong>de</strong>ncial, fusilarían en el acto, sin contemplaciones, a todo el que<br />

encontrasen en ella.<br />

Se tocó la campana. Algunos clérigos recorrieron todas las habitaciones<br />

para evitar que algún <strong>de</strong>scuidado incurriese en la ira <strong>de</strong> los milicianos. Una<br />

vez todos reunidos, les mandaron colocarse cara a la pared mientras varios milicianos<br />

los encañonaban con sus fusiles. Fueron interrogando uno por uno a<br />

todos los Salesianos sobre mil cosas impertinentes, y al final pidieron las llaves<br />

para proce<strong>de</strong>r a un registro.<br />

Dirigidos por don Antonio Querol recorrieron las clases, la cocina, enfermería,<br />

dormitorios y <strong>de</strong>más <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias, sin encontrar absolutamente nada<br />

que les satisficiese. Cuatro horas duró este infrustuoso registro.<br />

Antes <strong>de</strong> marcharse, y mientras se reunía en la portería la guardia que<br />

habían colocado estratégicamente alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la casa, manifestaron con aspereza<br />

que si bien era cierto que no habían encontrado nada <strong>de</strong>lictivo, con todo<br />

no cantasen victoria, pues les constaba que los Salesianos eran todos unos<br />

fascistas.<br />

Finalmente advirtieron que nadie se atreviese a abandonar el colegio, pues<br />

la guardia tenía or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> disparar contra quien tal intentase; y por último se<br />

marcharon.<br />

A todo esto ya había anochecido, y llegada la hora <strong>de</strong> cenar, la comunidad<br />

se dirigió al comedor, adon<strong>de</strong> llegó poco <strong>de</strong>spués el señor Director, diciendo que<br />

había seguido los pasos a don José Martí, a quien habían encerrado en la cárcel<br />

<strong>de</strong> Gerona, sin que, por el momento, pudiese hacer nada por él.<br />

Después <strong>de</strong> un día tan agitado, se retiraron todos a <strong>de</strong>scansar. La noche<br />

se hizo eterna, <strong>de</strong>svelados casi todos por las emociones <strong>de</strong>l día y por el continuo<br />

tránsito <strong>de</strong> los autos y camiones por la carretera; daban la sensación <strong>de</strong><br />

que iban a <strong>de</strong>tenerse <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l colegio para comenzar <strong>de</strong> nuevo los registros<br />

y las molestias.<br />

LA INCAUTACIÓN<br />

Amaneció, por fin. el día 23, jueves. Como <strong>de</strong> ordinario, se celebró la Santa<br />

Misa sin ser molestados por nadie; pero cuando la comunidad se hallaba tomando<br />

el <strong>de</strong>sayuno, se presentaron una docena <strong>de</strong> milicianos, mandados por el<br />

albañil Llaverní, el cual venía a incautarse <strong>de</strong>l edificio para <strong>de</strong>stinarlo a los<br />

fines que la Generalidad tuviera por conveniente.<br />

Como primera provi<strong>de</strong>ncia, el tal Llaverní mandó reunir a todos los Salesianos<br />

en el patio, mientras él, acompañado por el señor Director, hacía una visita<br />

<strong>de</strong> inspección a toda la casa.<br />

121


Terminada la visita, fue preguntando a cada uno por sus activida<strong>de</strong>s repectivas.<br />

Los coadjutores dijeron que eran empleados <strong>de</strong> la granja y los novicios<br />

y filósofos manifestaron que eran estudiantes;<br />

A éstos se les dieron facilida<strong>de</strong>s para marchar a sus casas, proveyéndolos<br />

<strong>de</strong>l correspondiente salvoconducto, A los coadjutores se les autorizó a permanecer<br />

al cuidado <strong>de</strong> la granja, en calidad <strong>de</strong> asalariados.<br />

Como por aquellas fechas aún no se había restablecido la normalidad ferroviaria,<br />

casi todos los clérigos permanecieron en el colegio, excepto algunos<br />

que, por tener familia o conocidos en Gerona, prefirieron marcharse cuanto<br />

antes.<br />

Al enterarse Llaverñí <strong>de</strong> que el Director era italiano, le obligó a salir <strong>de</strong><br />

España lo antes posible.<br />

Todos los hermanos presenciaron emocionados los preparativos <strong>de</strong> la marcha,<br />

y llegado el momento <strong>de</strong>l adiós, no pudieron contener las lágrimas haciendo<br />

votos por su pronto retorno. Él, por su parte, como buen Padre, no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong><br />

recomendar hasta el último momento pru<strong>de</strong>ncia, mucha pru<strong>de</strong>ncia. Des<strong>de</strong> el<br />

consulado italiano, en don<strong>de</strong> se refugió provisionalmente, envió un coche para<br />

recoger sus maletas y la «Enciclopedia Espasa», que <strong>de</strong> esta manera intentó<br />

sustraer a la requisa <strong>de</strong> los milicianos.<br />

Mientras tanto los nuevos dueños, junto con los otros milicianos que montaban<br />

la guardia, quedaron los amos <strong>de</strong> todo, pasando los Salesianos a la condición<br />

<strong>de</strong> asalariados y sirvientes.<br />

Llegada la hora <strong>de</strong> la comida, algunos clérigos hubieron <strong>de</strong> servirles a la<br />

mesa, mientras el personal y algunos niños que quedaban comían aparte.<br />

Después <strong>de</strong> comer, los milicianos procedieron a instalarse confortablemente.<br />

Querían convertir la iglesia en dormitorio; pero amigablemente con esa especie<br />

<strong>de</strong> amistad nacida <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una comida abundante, bien servida y mejor<br />

regada, se los convenció <strong>de</strong> que era mejor buscar otra <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia para instalar<br />

el dormitorio, ya que la capilla no reunía condiciones. Se contentaron con<br />

cerrarla y sellarla.<br />

Los Salesianos que quedaron en el colegio, aparte algunos niños que sólo<br />

esperaban la reanudación <strong>de</strong>l servicio ferroviario para volver a sus casas, fueron,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aprobada su permanencia por el Comité, los siguientes: Sacerdotes:<br />

don Antonio Querol y don Vicente Molina; clérigos: don José Mir y<br />

don Juan Roig, en calidad <strong>de</strong> maestros, Y los coadjutores: señor Obiols, encargado<br />

<strong>de</strong> la huerta; el señor Fi<strong>de</strong>l Badosa, encargado <strong>de</strong> la granja; el señor<br />

Pueyo, al frente <strong>de</strong> la cocina; el señor Barceló, en la vaquería; y los señores<br />

Maximino y Ferrán, que se relevaban en la portería. El señor Juan Ragull<br />

permaneció en su puesto <strong>de</strong> enfermero.<br />

Los <strong>de</strong>más clérigos quedaban en calidad <strong>de</strong> estudiantes hasta que pudieran<br />

marchar a sus casas; la mayor parte lo hicieron al día siguiente, en que se<br />

reanudaron los servicios ferroviarios; poco a poco fueron marchando los restantes<br />

y los niños, hasta que a fines <strong>de</strong> mes, no quedaban en la casa más que<br />

los arriba citados, expresamente autorizados por el Comité,<br />

122


FESTIVIDAD DE SANTIAGO<br />

Como dijimos antes, el estómago agra<strong>de</strong>cido <strong>de</strong> los milicianos no era insensible<br />

al buen trato que se les daba; por esta causa se mostraron con<strong>de</strong>scendientes<br />

con la petición que se les hizo <strong>de</strong> que autorizasen la celebración <strong>de</strong> la<br />

Santa Misa en la festividad <strong>de</strong> Santiago Apóstol<br />

En este día, a las siete y media, y a puertas cerradas, pero con todas las<br />

luces encendidas y con la mayor solemnidad posible, don Antonio Querol celebró<br />

la Santa Misa en el Santuario, que aún se conservaba intacto» Todos<br />

comulgaron con gran fervor, pidiendo al glorioso Patrón <strong>de</strong> España por el<br />

triunfo <strong>de</strong> la Buena Causa.<br />

El cocinero, a su vez, procuró <strong>de</strong>mostrar a los milicianos su gratitud, obsequiándolos<br />

con una comida extraordinaria.<br />

Por la tar<strong>de</strong> llegaron a la granja un grupo <strong>de</strong> treinta jovencitos: eran aspirantes<br />

Carmelitas que, expulsados <strong>de</strong> su colegio, fueron traídos a nuestra casa<br />

hasta que vinieran sus familiares a hacerse cargo <strong>de</strong> ellos. Don Antonio Querol,<br />

en su calidad <strong>de</strong> Superior <strong>de</strong> la pequeña comunidad, les hizo un cariñoso recibimiento,<br />

y al intentar darles la bienvenida, la emoción le impidió hablar,<br />

pudiendo sólo mezclar sus lágrimas con las <strong>de</strong> aquellos pobres jovencitos.<br />

Para levantar un poco los ánimos abatidos y tristes, los clérigos improvisaron<br />

en honor <strong>de</strong> los huéspe<strong>de</strong>s una función teatral.<br />

El día siguiente, domingo, don Vicente Molina celebró la Santa Misa en<br />

un cuartito <strong>de</strong>l noviciado; fue la última, ya que en a<strong>de</strong>lante se suprimió, ante<br />

el temor <strong>de</strong> que los milicianos se enterasen y cometiesen algún <strong>de</strong>smán.<br />

Poco a poco, en días sucesivos, se fueron marchando los jóvenes aspirantes<br />

carmelitas, cuyas familias venían a buscarlos; también procuraban salir los<br />

Salesianos jóvenes que aún quedaban en la granja, hasta que la pequeña comunidad<br />

quedó reducida a una docena <strong>de</strong> personas, que, a pesar <strong>de</strong> conocer<br />

el peligro que continuamente los amenazaba, quisieron permanecer en su puesto<br />

animados por el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> salvar lo más posible y custodiar la casa.<br />

LA ISLA DE JAUJA<br />

Des<strong>de</strong> el mismo día en que los milicianos tomaron posesión <strong>de</strong> la casa, empezaron<br />

a llegar camiones cargados <strong>de</strong> ropa, mantas, colchones, aves <strong>de</strong> corral,<br />

sacos <strong>de</strong> harina y toda suerte <strong>de</strong> comestibles, que se iban almacenando en las<br />

habitaciones vacías con el fin <strong>de</strong> alimentar y aten<strong>de</strong>r a los futuros inquilinos<br />

que se esperaban, ya que la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l Comité era convertir el edificio en hospital.<br />

Los nuevos dueños se hacían servir como príncipes, saliendo a banquete<br />

por día. pues parecía no tener fin la enorme cantidad <strong>de</strong> embutidos, gallinas,<br />

vinos y <strong>de</strong>más comestibles que iban llegando. Al olor <strong>de</strong> tan buena mesa, acudían<br />

diariamente <strong>de</strong> Gerona compadres y amigotes, que a tan poca costa<br />

satisfacían su voracidad. Si hacía falta alguna cosa, no había más que redactar<br />

un vale, y al punto cualquiera <strong>de</strong> los comercios <strong>de</strong> Gerona tenía que entregarlo<br />

gratuitamente.<br />

No es, pues, <strong>de</strong> extrañar, que esta vida tan regalada <strong>de</strong>spertase la envidia<br />

<strong>de</strong> los miembros <strong>de</strong> otros comités menos afortunados, que <strong>de</strong> vez en cuando<br />

eran invitados a aquellas verda<strong>de</strong>ras bodas <strong>de</strong> Camacho. Consecuencia <strong>de</strong> ello<br />

124


fueron, al principio, palabras acusadoras, luego* discusiones y finalmente violentas<br />

reyertas que varias veces estuvieron a punto <strong>de</strong> terminar en sangre.<br />

A pesar <strong>de</strong> las casi cordiales relaciones existentes entre los salesianos y los<br />

milicianos, no por eso <strong>de</strong>saparecía la <strong>de</strong>sconfianza <strong>de</strong> éstos, que se traducía<br />

en frecuentes registros, empeñados, como estaban, en dar con el escondrijo <strong>de</strong> las<br />

armas que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber escondidas en el colegio. Cierto día, en uno <strong>de</strong> estos<br />

registros, encontraron un extraño aparato; no sabían para qué podía servir<br />

aquello y el más instruido <strong>de</strong> todos llegó a la conclusión <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser un<br />

aparato <strong>de</strong> hacer señales, con el cual se emitían y recibían mensajes misteriosos.<br />

Para mejor cerciorarse, consultaron a otros amigos <strong>de</strong> la ciudad, sin que<br />

nadie pudiese poner en claro a qué fin podía <strong>de</strong>stinarse el extraño artefacto.<br />

Por fin uno <strong>de</strong> los clérigos que aún quedaban en la casa les sacó <strong>de</strong> dudas<br />

diciéndoles que aquello era un microscopio y que, si le permitían, lo haría<br />

funcionar <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ellos. No se atrevieron a hacer la prueba, y temerosos <strong>de</strong><br />

alguna añagaza, envolvieron el aparato con muchas precauciones y lo llevaron<br />

al cuartel para que se hicieran cargo <strong>de</strong> él.<br />

LA ULTIMA MISA<br />

A pesar <strong>de</strong> las circunstancias tan poco propicias, los Salesianos se industriaban<br />

para reunirse algunos ratos; y aunque habían <strong>de</strong>cidido privarse por<br />

pru<strong>de</strong>ncia, <strong>de</strong>l consuelo <strong>de</strong> la Santa Misa, y la Sagrada Comunión, con todo,<br />

procuraban mantener encendido el fuego sagrado <strong>de</strong> la piedad, rezando en<br />

común las oraciones <strong>de</strong> la mañana y <strong>de</strong> la noche.<br />

El día 15 <strong>de</strong> Agosto, festividad <strong>de</strong> la Asunción <strong>de</strong> la Virgen María, quisieron<br />

solemnizarla <strong>de</strong> alguna manera. A este fin, reunidos en un lugar apartado<br />

y poco sospechoso, <strong>de</strong>stinado a almacén <strong>de</strong> trastos viejos, don Vicente Molina<br />

celebró el Santo Sacrificio. Fue emocionante en extremo, sobre todo, la comunión,<br />

recibida entre temores y sobresaltos, pero con un fervor extraordinario,<br />

que en todos <strong>de</strong>jó la más grata y profunda impresión.<br />

Este mismo día los Salesianos hubieron <strong>de</strong> sufrir angustias mortales.<br />

Entre los milicianos que habían fijado su resi<strong>de</strong>ncia en el colegio, había<br />

un grupito que se <strong>de</strong>dicaba a la «honrosa» tarea <strong>de</strong> «los paseítos»-<br />

Muchas veces, cuando volvían <strong>de</strong> cumplir su infame misión, no se recataban<br />

<strong>de</strong> manifestar a gran<strong>de</strong>s voces el resultado <strong>de</strong> sus hazañas:<br />

—Hoy hemos paseado a dos... o tres fascistas.<br />

Pues bien; el día <strong>de</strong> la Virgen, y sin más explicaciones, invitaron a don<br />

Antonio Querol a subir al «coche <strong>de</strong> la muerte» con el pretexto <strong>de</strong> que los<br />

acompañara a «la Boscosa», finca propiedad <strong>de</strong>l colegio, situada no muy lejos<br />

<strong>de</strong>l mismo, pues querían conocer aquello.<br />

En el coche esperaban ya dos milicianos armados.<br />

Los Salesianos, que habían visto los preparativos y asistido a la extraña<br />

invitación, temieron lo peor, y creyeron que los milicianos, sabiendo que don<br />

Antonio era sacerdote, querían, como a tantos otros, darle «el paseíto»; por<br />

eso le vieron partir con lágrimas en los ojos y rogando a Dios por el futuro<br />

mártir.<br />

Mas por fortuna, esta vez, les engañaron sus presentimientos. Después <strong>de</strong><br />

tres horas <strong>de</strong> ausencia, que a ellos les parecieron siglos, le vieron regresar<br />

sano y salvo a casa.<br />

12í>


LOS REFUGIADOS<br />

A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> Comedor Popular, se convirtió el colegio en asilo <strong>de</strong> refugiados,<br />

albergando primero a los proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> Aragón, Venían extenuados y<br />

enfermos, a consecuencia <strong>de</strong> las largas caminatas que hubieron <strong>de</strong> soportar; y<br />

el buen enfermero, señor Ragull, tuvo unos días <strong>de</strong> enorme trabajo para aten<strong>de</strong>rlos<br />

y curarles las llagas <strong>de</strong> los pies. Por suerte estuvieron poco tiempo,<br />

siendo trasladados a otros lugares.<br />

Después <strong>de</strong> marcharse los aragoneses, llegaron unos mozalbetes madrileños,<br />

cínicos y <strong>de</strong>svergonzados, que se creían los amos, usando un lenguaje<br />

soez y amenazador, hasta tal punto que los mismos milicianos los temían y se<br />

apresuraron a sacarlos <strong>de</strong> allí.<br />

Quedaron algunas mujeres enfermas, y como el señor Ragull se negase<br />

a aten<strong>de</strong>rlas, pretextando que él sólo entendía en curar a los niños, Llaverní le<br />

expulsó <strong>de</strong>l colegio, y tuvo que buscar trabajo y asilo en otra parte. Por fortuna<br />

su antiguo oficio <strong>de</strong> pintor le permitió ganarse el necesario sustento, si<br />

bien el trabajo a que se veía sometido era duro y peligroso.<br />

Empezó a llenarse <strong>de</strong>spués el colegio <strong>de</strong> evacuados <strong>de</strong> distintas proce<strong>de</strong>ncias<br />

y con ellos aumentó el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n y la anarquía. Se creían con <strong>de</strong>recho a<br />

todo, pretextando que ellos habían abandonado todo lo que poseían por amor<br />

a la Causa; y esto los autorizaba a no respetar nada ni a nadie. Fueron éstos<br />

los que <strong>de</strong>rribaron los altares, hasta entonces intactos, y los que quemaron las<br />

imágenes sagradas. Profanaron la iglesia arrancando y arrojando por el suelo<br />

los manteles y ornamentos sagrados. Sacaron al patio las imágenes y objetos<br />

<strong>de</strong> culto y con furia diabólica, armados <strong>de</strong> garrotes, hachas y barras <strong>de</strong> hierro,<br />

<strong>de</strong>strozaron y mutilaron las estatuas <strong>de</strong> María Auxiliadora y los <strong>de</strong>más santos,<br />

Luego les prendieron fuego, bailando a su alre<strong>de</strong>dor. Finalmente arrojaron<br />

los restos al canal.<br />

Ellos fueron también los que saquearon las clases, arrojando por las ventanas,<br />

al patio, los libros <strong>de</strong> los niños y el material escolar, amén <strong>de</strong> la biblioteca<br />

dk la casa, con lo que hicieron una hoguera en medio <strong>de</strong>l patio.<br />

Por fin las mismas autorida<strong>de</strong>s, a la vista <strong>de</strong> tanta barbarie, se apresuraron,<br />

aunque ya era tar<strong>de</strong>, a alejar aquella chusma, repartiéndola por diversos pueblos<br />

<strong>de</strong> la provincia.<br />

Caso curioso ese <strong>de</strong> los refugiados. En todas partes se los temía como a<br />

la peste. Llamar a uno refugiado, era el peor <strong>de</strong> los insultos, el más <strong>de</strong>nigrante.<br />

Trataban a la gente con grosera altanería, cuando no con insultos.<br />

Se burlaban <strong>de</strong> los mismos que los acogían en sus casas, motejándolos <strong>de</strong><br />

catalanes y fascistas, aunque fueran más rojos que ellos. La casa don<strong>de</strong> se<br />

alojaban acababa por convertirse, generalmente, en una verda<strong>de</strong>ra pocilga, por<br />

la suciedad y miseria. Con los muebles encendían el fuego, <strong>de</strong>strozando sin<br />

miramiento alguno armarios, mesas, puertas y ventanas. Carentes <strong>de</strong>l más elemental<br />

<strong>de</strong>coro, vivían en repugnante promiscuidad hombres, mujeres y niños<br />

y hasta los animales domésticos, que se veían alojados en las habitaciones<br />

libres <strong>de</strong> la casa, o en el cuarto <strong>de</strong> baño, <strong>de</strong>l que no sabían hacer uso los nuevos<br />

inquilinos.<br />

No es, pues, <strong>de</strong> estrañar, que los mismos rojos los consi<strong>de</strong>rasen como una<br />

verda<strong>de</strong>ra plaga y les pagasen con el mismo odio y el mayor <strong>de</strong>sprecio.<br />

127


HOSPITAL DE EVACUADOS<br />

Una vez libre el colegio <strong>de</strong> refugiados, fue <strong>de</strong>stinado a hospital. Para ello<br />

era necesario hacer algunas reformas e instalaciones sanitarias a<strong>de</strong>cuadas.<br />

Para trabajar en estas obras echaban mano <strong>de</strong> los presos políticos, entre<br />

los cuales había muchos sacerdotes. Por un refinamiento <strong>de</strong> sectarismo, estos<br />

pobres sacerdotes, muchos <strong>de</strong> ellos ancianos, eran obligados a trabajar los<br />

domingos especialmente, en la <strong>de</strong>molición <strong>de</strong> los templos.<br />

En nuestra granja los obligaron a cavar los cimientos <strong>de</strong> las nuevas construcciones,<br />

abrir pozos y zanjas; y como estas obras tenían lugar a comienzos<br />

<strong>de</strong> invierno, no es para <strong>de</strong>scrito el sufrimiento <strong>de</strong> aquellos sacerdotes, metidos<br />

todo el día en el agua casi helada y obligados a un trabajo agotador, superior<br />

a sus fuerzas.<br />

Iban todos uniformados con un mono gris y su paciencia y resignación, su<br />

conducta ejemplar, acabaron por conquistar las simpatías <strong>de</strong> sus mismos guardianes,<br />

los cuales se disputaban este servicio <strong>de</strong> vigilancia por el poco trabajo<br />

que les daba y a<strong>de</strong>más, porque a la hora <strong>de</strong> la comida se los trataba con mucha<br />

esplendi<strong>de</strong>z.<br />

Las mismas mujeres que estaban al servicio <strong>de</strong>l hospital, compa<strong>de</strong>cían y<br />

hacían lo posible por ayudar a estos ancianos sacerdotes; pero sobre todo, los<br />

Salesianos que aún quedaban en casa se valían <strong>de</strong> mil ingeniosos procedimientos<br />

para hacerles más lleva<strong>de</strong>ro su calvario. El señor Fi<strong>de</strong>l Badosa, que, como<br />

encargado <strong>de</strong> la granja gozaba <strong>de</strong> mayor libertad y más prerrogativas, muchas<br />

veces los llamaba para confiarles trabajos más lleva<strong>de</strong>ros como guiar el carro,<br />

o bien, so pretexto <strong>de</strong> encargarles alguna comisión, les porporcionaba ocasión<br />

<strong>de</strong> entrevistarse con sus familiares, que los esperaban en un lugar <strong>de</strong>terminado<br />

<strong>de</strong> antemano.<br />

Los Salesianos, cuando querían confesarse, se entendían con alguno <strong>de</strong><br />

ellos, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la comida <strong>de</strong>l mediodía, en que gozaban <strong>de</strong> unos minutos<br />

<strong>de</strong> asueto, paseando por las alamedas y fingiendo animada charla, recibían la<br />

absolución sacramental.<br />

Con todo no se veían por completo libres <strong>de</strong> las burlas y dicterios <strong>de</strong> algunos<br />

refugiados sin corazón, que, enterados <strong>de</strong> su condición sacerdotal, los<br />

hacían objeto <strong>de</strong> insultos y malos tratos, echándoles en cara que tenían bien<br />

merecido aquel trato, y que aún era poco, pues <strong>de</strong>berían ser fusilados por fascistas<br />

y enemigos <strong>de</strong>l pueblo.<br />

DON FIDEL BADOSA<br />

Mientras tanto iba pasando el tiempo y muchas cosas se iban arreglando<br />

por sí solas. Poco a poco los <strong>de</strong>l Comité acabaron por <strong>de</strong>sechar sus prevenciones<br />

contra los Salesianos, llegando a ser éstos los que les inspiraban mayor<br />

confianza.<br />

El joven Ferrán, que con el señor Maximino hacía <strong>de</strong> portero, supo ganarse,<br />

por su carácter servicial y alegre, las simpatías <strong>de</strong> todos y la confianza <strong>de</strong><br />

los jefes, hasta tal punto que le encargaron <strong>de</strong>l pago <strong>de</strong> los jornales a los trabajadores<br />

empleados en la casa. Todas las semanas iba a la Comisaría <strong>de</strong> la<br />

Generalidad <strong>de</strong> don<strong>de</strong> retiraba las quince mil pesetas a que ascendían los mencionados<br />

jornales que él se encargaba <strong>de</strong> distribuir.<br />

128


Don Fi<strong>de</strong>l Badosa, por su parte, era consi<strong>de</strong>rado por todos como el responsable<br />

<strong>de</strong> la finca. Su trabajo asiduo y constante, que contrastaba con la<br />

negligencia y apatía <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más empleados, daba que hablar no pocas veces<br />

a éstos. Unos <strong>de</strong>cían que era el dueño <strong>de</strong> la granja y que por eso trabajaba<br />

con tanto esmero. Otros le tenían por confi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Generalidad; pero todos<br />

coincidían en afirmar que no era como los <strong>de</strong>más <strong>de</strong>l Comité: vividores, holgazanes<br />

y ladrones. Así se ganó el aprecio <strong>de</strong> todos, que le respetaban y querían.<br />

A él acudían en <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> favores o para solventar sus diferencias o disputas;<br />

y él, con suma pru<strong>de</strong>ncia, procuraba quedar bien con todos, sin mostrar<br />

preferencias con nadie.<br />

Les llamaba la atención el ver que era el único que jamás blasfemaba o<br />

profería palabras incorrectas, ni se metía en discusiones políticas. No faltó<br />

quien le echara en cara el que trabajase con tanto interés, especialmente hacia<br />

el final <strong>de</strong> la guerra; pero él respondía que obraba así para po<strong>de</strong>r dar <strong>de</strong> comer<br />

a los que se morían <strong>de</strong> hambre. Otros insinuaban que trabajaba con tanto afán<br />

para que cuando viniesen «los otros» lo encontrasen todo bien y en marcha.<br />

Por esto tenía que extremar su pru<strong>de</strong>ncia, pues era continuamente espiado,<br />

hasta tal punto, que hubo quien, observando que los domingos solía <strong>de</strong>jar el<br />

<strong>de</strong>sayuno, le dijo que seguramente iba a misa.<br />

—Pero, ¿cómo quieres que vaya a misa, si ya no hay curas? —le replicó.<br />

Los mismos equilibrios tenían que hacer los <strong>de</strong>más Salesianos. El señor<br />

Maximino Aragón, a quien en los ratos libres le encargaron la custodia <strong>de</strong><br />

una manada <strong>de</strong> patos, aprovechaba la forzada soledad para sacar su librito<br />

<strong>de</strong> «Prácticas <strong>de</strong> Piedad» y cumplir sus obligaciones <strong>de</strong> religioso.<br />

CONSUELOS ESPIRITUALES<br />

En Mayo <strong>de</strong> 1937, con ocasión <strong>de</strong> su paso por Gerona, don Mo<strong>de</strong>sto<br />

Bellido tuvo ocasión <strong>de</strong> reunir a todos los Salesianos, y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> confesarlos,<br />

les <strong>de</strong>jó en <strong>de</strong>pósito la Sagrada Eucaristía, que el señor Ferrán custodiaba<br />

celosamente en un escondrijo <strong>de</strong> la portería y luego repartía a los <strong>de</strong>más hermanos.<br />

En el invierno, el lugar <strong>de</strong> reunión, solía ser la vaquería, en don<strong>de</strong> rezaban<br />

en común las oraciones; y estos momentos <strong>de</strong> unión, les alentaban a sobrellevar<br />

con paciencia las molestias <strong>de</strong> una vida tan trabajosa.<br />

Des<strong>de</strong> los comienzos <strong>de</strong> la guerra algunos Salesianos habían buscado refugio<br />

en Gerona; pero a medida que pasaba el tiempo su número fue acrecentándose<br />

por la llegada <strong>de</strong> otros Salesianos proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> Barcelona, Valencia,<br />

Mataró, etc. Y unos a causa <strong>de</strong>l servicio militar, otros porque así lo aconsejaban<br />

las circunstancias, tuvieron que buscar acomodo en pensiones o en casas<br />

particulares; pues bien; todos estos Salesianos eran solícitamente atendidos,<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> lo posible, por sus Hermanos, los cuales, aprovechándose <strong>de</strong> la confianza<br />

que inspiraban y <strong>de</strong> los cargos <strong>de</strong> responsabilidad que <strong>de</strong>sempeñaban,<br />

ya en la granja, ya en la <strong>de</strong>spensa o en la vaquería, podían disponer <strong>de</strong> cierta<br />

cantidad <strong>de</strong> comestibles, con los que generosamente satisfacían las necesida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> los que por cualquier causa no podían ganarse el necesario sustento o bien<br />

les era dificultoso el conseguirlo ante lal creciente carestía <strong>de</strong> la vida por la<br />

ocultación <strong>de</strong> los artículos <strong>de</strong> primera necesidad.<br />

Y no paraba en esto su generosidad, sino que incluso preparaban paquetes<br />

9.—<strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

129


<strong>de</strong> comestibles para los Hermanos <strong>de</strong> Barcelona y otros lugares; con lo que<br />

la estancia <strong>de</strong> aquel grupito <strong>de</strong> Salesianos en, la granja fue un provi<strong>de</strong>ncial<br />

apoyo para muchos necesitados.<br />

EL ASILO DE LAS HERMANITAS DE LOS POBRES<br />

No quedaría completa esta relación si no <strong>de</strong>dicáramos unas líneas siquiera<br />

al Asilo <strong>de</strong> las Hermanitas <strong>de</strong> los Pobres, que fue un verda<strong>de</strong>ro refugio salvador<br />

para varios Salesianos <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> Gerona.<br />

Las beneméritas Hermanitas que lo dirigían, prodigaban <strong>de</strong> tal manera su<br />

abengación y su caridad, que al venir la racha revolucionria, y pese al afán<br />

anticristiano que presidía todas sus manifestaciones, fueron respetadas. Es más,<br />

al no po<strong>de</strong>r encontrar a ningún precio personas que voluntariamente quisiesen<br />

encargarse <strong>de</strong>l cuidado y servicio <strong>de</strong> los ancianos <strong>de</strong>samparados, las propias<br />

autorida<strong>de</strong>s marxistas, rogaron a las Hermanitas que se quedaran en su puesto<br />

para <strong>de</strong>sempeñar su misión, con la sola limitación <strong>de</strong> que vistieran <strong>de</strong> seglar<br />

e hicieran <strong>de</strong>saparecer <strong>de</strong> las salas todo emblema religioso y <strong>de</strong>l horario general<br />

las prácticas <strong>de</strong> piedad.<br />

A pesar <strong>de</strong> lo duras que tales condiciones resultaban para las piadosas<br />

Hermanitas, con todo no dudaron ni un momento en seguir ejercitando su<br />

apostolado <strong>de</strong> caridad para con los ancianitos abandonados. Procuraban suplir<br />

<strong>de</strong> la mejor manera posible, valiéndose <strong>de</strong> santas industrias, la vida <strong>de</strong> piedad<br />

externa, con otra piedad más íntima y ferviente y continuaron su apostolado<br />

entre las personas confiadas a sus cuidados con grandísimo celo y ejemplar<br />

pru<strong>de</strong>ncia.<br />

Ya hemos referido cómo, al ser expulsado <strong>de</strong>l colegio don Antonio Querol,<br />

pidió entrar en el Hospital <strong>de</strong> Gerona para operarse <strong>de</strong> una antigua dolencia.<br />

Los médicos <strong>de</strong>l benéfico establecimiento, buenos cristianos, le acogieron generosamente<br />

y valiéndose <strong>de</strong> variados pretextos, iban aplazando la operación<br />

para ganar tiempo; pero al fin, en vista <strong>de</strong> las sospechas y amenazas encubiertas<br />

o <strong>de</strong>claradas <strong>de</strong> los otros enfermos, en su mayoría rojos, hubo que proce<strong>de</strong>r<br />

a la operación. Llevada a feliz término, la convalecencia fue larga, pues por la<br />

rotura <strong>de</strong> los puntos <strong>de</strong> la herida, ésta no acababa <strong>de</strong> cicatrizarse por completo.<br />

Imposible <strong>de</strong>scribir los insultos, las burlas y amenazas que hubo <strong>de</strong> soportar<br />

don Antonio durante este tiempo, <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> sus compañeros <strong>de</strong> sala,<br />

que se habían enterado <strong>de</strong> su condición <strong>de</strong> sacerdote. Por eso, apenas pudo<br />

levantarse, pidió autorización para abandonar el hospital y fue conducido al<br />

Asilo <strong>de</strong> los Ancianos, dirigido por las Hermanitas <strong>de</strong> los Pobres.<br />

Poco <strong>de</strong>spués, eran sacados <strong>de</strong> las cárceles los sacerdotes sexagenarios y<br />

trasladados también al Asilo. Eran en total unos cincuenta; y como el ambiente<br />

que allí reinaba, gracias a las Hermanitas, era tranquilo y acogedor, se pasaba<br />

la vida bastante bien, tanto en lo material como en lo espiritual.<br />

DON JOSÉ MARTI<br />

A este mismo asilo vino a parar, a mediados <strong>de</strong> Noviembre <strong>de</strong> 1936, don<br />

José Martí, Prefecto <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> Gerona, cuya <strong>de</strong>tención ya hemos referido<br />

anteriormente, como consecuencia <strong>de</strong>l famoso registro.<br />

130


Merece la pena referir aquí, aunque sucintamente, su odisea.<br />

Conducido a la Comisaría, fue trasladado, con otros <strong>de</strong>tenidos, a la cárcel<br />

aquella misma noche. Tuvo que pasarla en el santo suelo, sin po<strong>de</strong>r pegar los<br />

Ojos, tanto por la incomodidad, como por la emoción que le producía el verse<br />

á su edad, arrancado <strong>de</strong> manera tan brutal como injusta <strong>de</strong> su amada granja,<br />

<strong>de</strong> la que por tantos años había sido celoso administrador y en la que tenía<br />

puesto todo su cariño.<br />

En días sucesivos se fue arreglando la cuestión <strong>de</strong> la cama y la alimentación,<br />

que le servían <strong>de</strong> una fonda próxima.<br />

Durante los cuatro meses que permaneció en la cárcel estuvo completamente<br />

aislado <strong>de</strong> los hermanos, que, a pesar <strong>de</strong> intentarlo repetidas, veces, jamás lograron<br />

ponerse en comunicación con él. Por suerte un antiguo alumno logró<br />

visitarle y aún entregarle algunos objetos piadosos y cierta cantidad <strong>de</strong> dinero<br />

que don Eugenio Magni le encargó hiciera llegar a sus manos. Gracias a este<br />

socorro pecuniario pudo aten<strong>de</strong>r a sus más perentorias necesida<strong>de</strong>s durante<br />

su reclusión.<br />

El tiempo transcurrido en su encierro fue para don José un verda<strong>de</strong>ro infierno,<br />

no tanto por los sufrimientos físicos, sino sobre todo, por el continuo<br />

tormento moral.<br />

Des<strong>de</strong> mediados <strong>de</strong> Agosto empezaron a sacar algunos presos a altas horas<br />

<strong>de</strong> la noche para darles «el paseíto». Y el temor y la angustia <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>l número<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>signados para la noche siguiente, constituía para los reclusos<br />

un tormento moral superior a toda pon<strong>de</strong>ración.<br />

La ira <strong>de</strong> los rojos llegó a su paroxismo la noche <strong>de</strong>l pretendido <strong>de</strong>sembarco<br />

<strong>de</strong> los Nacionales en Rosas. No supieron <strong>de</strong>sahogar su saña <strong>de</strong> otro<br />

modo que <strong>de</strong>scargándola cruelmente sobre los presos in<strong>de</strong>fensos. Dieciséis<br />

fueron los que en aquella noche trágica fueron arrancados <strong>de</strong> sus celdas y<br />

fusilados en el cementerio <strong>de</strong> Gerona.<br />

La vida <strong>de</strong> los supervivientes se parecía mucho a la <strong>de</strong> los con<strong>de</strong>nados en<br />

capilla, con todos sus terrores y sobresaltos.<br />

Una mañana se presentó a las puertas <strong>de</strong> la cárcel la esposa <strong>de</strong>l que fue<br />

alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Gerona durante la Dictadura, señor Bartrina, y al enterarse <strong>de</strong> que<br />

su esposo ya no se hallaba en la cárcel, adivinando lo sucedido, no pudo dominar<br />

sus nervios y gritando como una loca repetía:<br />

— ¡Salid <strong>de</strong> aquí, que os matarán a todos!...<br />

Estas palabras <strong>de</strong>sesperadas, acompañadas <strong>de</strong> un llanto histérico hicieron<br />

tal impresión en los presos, que todos quedaron pálidos, con los cabellos erizados<br />

<strong>de</strong> espanto, sin atreverse a proferir ni una sola palabra. Enterado el<br />

Director <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> lo que sucedía, salió a tranquilizar a los presos, asegurándoles<br />

que había obtenido <strong>de</strong>l Comité <strong>de</strong> guerra la seguridad <strong>de</strong> que en<br />

a<strong>de</strong>lante ya no sacarían a nadie <strong>de</strong> la cárcel, sin ser antes juzgado por an<br />

tribunal responsable.<br />

A mediados <strong>de</strong> Noviembre los sacerdotes sexagenarios encerrados en el<br />

Seminario convertido en cárcel, fueron trasladados al Asilo <strong>de</strong> las Hermanitas<br />

<strong>de</strong> los Pobres, según hemos referido. Enterado <strong>de</strong> ello don José Martí, empezó<br />

a hacer gestiones para obtener el mismo privilegio, ya que también pasaba <strong>de</strong><br />

los sesenta años; y tras vencer no pocas dificulta<strong>de</strong>s, consiguió lo que solicitaba.<br />

El día 28 <strong>de</strong> ese mes, pudo, al fin, abandonar la cárcel y pasar al asilo en<br />

calidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenido. Era como salir <strong>de</strong>l infierno y entrar en el Paraíso.<br />

Allí encontró, a<strong>de</strong>más, a don Antonio Querol, recién salido <strong>de</strong>l hospital, y<br />

132


la Superiora, que le conocía y apreciaba, tuvo la gentileza <strong>de</strong> colocarlos juntos<br />

en el refectorio, a fin <strong>de</strong> que la compañía les sirviera <strong>de</strong> mutuo consuelo.<br />

Des<strong>de</strong> aquel día cambió por completo la vida: podían rezar, recibir las visitas<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>más Salesianos <strong>de</strong> Gerona y <strong>de</strong> los amigos y bienhechores y no<br />

carecían <strong>de</strong> nada.<br />

Poco <strong>de</strong>spués se acogieron al mismo hospitalario asilo dos Hermanos Coadjutores<br />

proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> Barcelona: el señor Juanola y el señor Armendáriz, y<br />

se pudo organizar así una pequeña comunidad, con gran consuelo para todos.<br />

Al mismo tiempo ayudaban, en la medida <strong>de</strong> sus fuerzas, a las buenas Hermanitas,<br />

las cuales quedaron altamente edificadas <strong>de</strong> su espíritu <strong>de</strong> piedad y<br />

trabajo.<br />

PIEDAD INGENIOSA<br />

A medida que pasaba el tiempo y se iba dominando la situación, se pensó<br />

en celebrar la Santa Misa, acogiéndose a las generosas concesiones <strong>de</strong>l Sumo<br />

Pontífice; y a últimos <strong>de</strong> 1937 se comenzó a celebrar el Santo Sacrificio; al<br />

principio se verificaba a primeras horas <strong>de</strong> la mañana, en un sótano y tan sólo<br />

lo hacían contados sacerdotes. El altar era una mesa ordinaria, el cáliz una<br />

copa <strong>de</strong> cristal, y los ornamentos, el traje ordinario.<br />

Poco a poco se animaron a celebrar también los otros sacerdotes y al fin todos<br />

podían satisfacer su <strong>de</strong>voción, pero siempre con el mayor secreto y sin que<br />

se enterasen los <strong>de</strong>más asilados, a fin <strong>de</strong> evitar impru<strong>de</strong>ncias y compromisos.<br />

Antes <strong>de</strong> las siete, hora <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno, ya habían celebrado todos, <strong>de</strong> modo<br />

que jamás llamaron la atención.<br />

Así se <strong>de</strong>slizaba tranquila y apacible la vida en aquel provi<strong>de</strong>ncial asilo,<br />

cuando en Septiembre <strong>de</strong> 1937 fue llamado a prestar <strong>de</strong>claración don José<br />

Martí ante el juez que instruía su causa.<br />

Se sacaron a relucir las ban<strong>de</strong>ras, las espadas y trajes <strong>de</strong> teatro que constituían<br />

el cuerpo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lito; y ante la inconsistencia <strong>de</strong> la acusación, fue sentenciado<br />

a un año y un día <strong>de</strong> reclusión. Como había transcurrido ya un año y<br />

un mes, <strong>de</strong>bía ser puesto inmediatamente en libertad. Pero por un error <strong>de</strong><br />

copia en la fecha, aún <strong>de</strong>bía permanecer en la cárcel once días. Finí»-—ente<br />

se pudo aclarar el caso y aquel mismo día don José Martí, recobraba por completo<br />

la libertad.<br />

Pero, ¿dón<strong>de</strong> encontrar mejor albergue que el santo asilo en don<strong>de</strong> pasó<br />

tan felices los últimos meses? Permaneció, pues, allí, si bien en a<strong>de</strong>lante ya<br />

pudo gozar <strong>de</strong>l privilegio <strong>de</strong> salir cuando le pareciera conveniente; con lo cual,<br />

pudo visitar libremente a los amigos y conocidos y ejercer el Santo Ministerio<br />

fuera <strong>de</strong>l asilo.<br />

Don Antonio Querol, habiendo encontrado acomodo en casa <strong>de</strong> los señores<br />

Marfá, <strong>de</strong> Argentona, abandonó el asilo; los <strong>de</strong>más permanecieron en él hasta<br />

los últimos días <strong>de</strong>l dominio rojo, ayudados por las ofertas <strong>de</strong> los Cooperadores<br />

y los frecuentes auxilios en especie que recibían <strong>de</strong> la Granja.<br />

133


OTRAS COMUNIDADES<br />

A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> los grupitos <strong>de</strong> Salesianos <strong>de</strong> que ya hemos hecho mención,<br />

se fueron formando otros, a medida que se constataba la relativa seguridad que<br />

ofrecía Gerona, y a causa <strong>de</strong> ser el punto <strong>de</strong> partida más apropiado para preparar<br />

la evasión al extranjero»<br />

A primeros <strong>de</strong> Agosto llegó, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Sarria, el Hermano coadjutor<br />

don Anastasio Martín, que, puesto <strong>de</strong> acuerdo con algunos Salesianos que estaban<br />

dispersos por haber sido expulsados <strong>de</strong> la granja, empezó a buscar trabajo<br />

en su oficio <strong>de</strong> encua<strong>de</strong>rnador. Mientras tanto, estaba en una fonda sujeto<br />

a frecuentes molestias y registros, <strong>de</strong> los que salió siempre bien gracias<br />

a su serenidad y aplomo. Por las tar<strong>de</strong>s, acompañado, ya <strong>de</strong>l señor Tarinas,<br />

ya <strong>de</strong> don Eugenio Yáñez, salían a pasear por el campo y hacían sus prácticas<br />

piadosas en plena naturaleza. En ocasiones, paseando por el bosque, cantaban<br />

las Vísperas <strong>de</strong> la Virgen, para <strong>de</strong>sahogar, en alguna manera, los afectos<br />

<strong>de</strong> su corazón, que se veían forzados a disimular entre gente extraña.<br />

Habiendo al fin encontrado trabajo para realizar en su propio domicilio,<br />

pensó en instalarse con más in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, y a este fin se juntaron el señor<br />

Yáñez y él, alquilando un pisito en la calle <strong>de</strong>l Progreso, cedido por unas<br />

señoras parientes <strong>de</strong>l Director <strong>de</strong> Ciuda<strong>de</strong>la, don Pedro Iglesias. Allí estaban<br />

seguros y en inmejorable compañía, ya que era una familia muy piadosa y<br />

salesiana. Bien pronto, gracias a las gestiones <strong>de</strong> la señorita Conchita, sobrina<br />

<strong>de</strong> don Pedro, pudieron tener en casa el Santísimo Sacramento y comulgar con<br />

frecuencia.<br />

En Febrero <strong>de</strong> 1937 fue a Gerona el estudiante <strong>de</strong> Teología don Esteban<br />

Casáis, el cual, gracias a las recomendaciones <strong>de</strong> don Luis Cid, pudo encontrar<br />

un buen empleo en Inten<strong>de</strong>ncia Militar, pues iban a llamar su quinta, y se<br />

presentó antes <strong>de</strong> tiempo para po<strong>de</strong>r optar a un empleo que le alejara <strong>de</strong> los<br />

frentes <strong>de</strong> combate.<br />

También se instaló con los otros dos salesianos mencionados, con lo que<br />

la pequeña comunidad pudo organizar cierta vida regular, ceñida a lo más<br />

indispensable, dadas las circunstancias. Durante el día cada cual iba a su<br />

trabajo, reuniéndose tan sólo en las horas <strong>de</strong> las comidas. Durante las horas<br />

nocturnas, podían <strong>de</strong>dicarse tranquilamente a las prácticas <strong>de</strong> piedad.<br />

Mientras tanto estos buenos hermanos aprovechaban su situación para<br />

favorecer a otros Salesianos necesitados, a quienes proporcionaban colocación<br />

en Gerona, o bien ayudaban con frecuentes donativos.<br />

A medida que pasaba el tiempo, multiplicaron sus activida<strong>de</strong>s, extendiéndolas<br />

a otros campos <strong>de</strong> acción, especialmente a facilitar el paso por la frontera<br />

a los Salesianos que lo <strong>de</strong>seaban, para lo cual les proporcionaban dinero y<br />

guías seguros.<br />

Así hicieron con don Mo<strong>de</strong>sto Bellido, quien, al ser libertado <strong>de</strong> su prisión,<br />

estuvo varios días en Gerona, haciendo <strong>de</strong> capellán <strong>de</strong> la pequeña comunidad<br />

mientras se preparaba lo necesario para su marcha a Francia. Más tar<strong>de</strong><br />

hicieron lo propio con don Francisco Aparicio, quien permaneció en su compañía<br />

hasta que le llegó la oportunidad <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> España. Le sustituyó don<br />

Luis Xancó, el cual se quedó <strong>de</strong>finitivamente <strong>de</strong> capellán <strong>de</strong> la pequeña comunidad<br />

hasta el término <strong>de</strong> la guerra.<br />

134


EL SEÑOR MESTRE<br />

Ya hemos tenido ocasión <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> la actuación en Sarria <strong>de</strong> este benemérito<br />

y ejemplar coadjutor salesiano, durante los primeros días <strong>de</strong>l Movimiento.<br />

Al ser expulsado <strong>de</strong>l Colegio <strong>de</strong> Sarria, se encontró en la portería con<br />

el anciano sacerdote don Fabián Iñigo, que, inválido por su avanzada edad y<br />

su absoluta sor<strong>de</strong>ra, se hallaba completamente <strong>de</strong>sorientado y expuesto a caer<br />

en manos <strong>de</strong> los asesinos que pululaban por la ciudad. El señor Mestre le<br />

acompañó a casa <strong>de</strong> un antiguo alumno, que le había ofrecido su domicilio, en<br />

don<strong>de</strong> le <strong>de</strong>jó, al cuidado <strong>de</strong> aquella excelente familia, hasta que, unos meses<br />

más tar<strong>de</strong>, pudo conseguir un pasaporte y pasar a la España Nacional, en<br />

don<strong>de</strong> terminó santamente sus días.<br />

El señor Mestre, por no ser excesivamente gravoso a la familia <strong>de</strong> dicho<br />

ex alumno, renunció a hospedarse en su casa, a pesar <strong>de</strong> las vivas instancias<br />

que para ello le hicieron, y fue probando diversas fondas y domicilios particulares<br />

hasta que encontró albergue seguro en casa <strong>de</strong> otro ex alumno, don<br />

Emilio Sa, en don<strong>de</strong> permaneció escondido, en la más absoluta incomunicación,<br />

por abundar en aquel barrio los elementos rojos.<br />

Tuvo que pasar meses y meses en <strong>de</strong>sesperante inactividad, hasta que, enterado<br />

por su huésped <strong>de</strong> que los rojos habían <strong>de</strong>struido todos los mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong> la<br />

Escuela <strong>de</strong> Decoración, <strong>de</strong> Sarria, <strong>de</strong>terminó entregarse <strong>de</strong> lleno a la tarea <strong>de</strong><br />

reconstruirlos, con lo cual, al mismo tiempo que hacía una cpsa útilísima para<br />

el día <strong>de</strong> mañana, podía combatir el tedio que constituía su peor tormento.<br />

Así las cosas, recayó en una antigua afección en la garganta, y se imponía<br />

llamar al médico, lo cual en aquellas circunstancias equivalía a <strong>de</strong>latarse y a<br />

comprometer, tal vez gravemente, a la generosa familia que le daba albergue.<br />

Afortunadamente, se acordó <strong>de</strong>l excelente y bondadoso doctor Forcada, gran<br />

amigo <strong>de</strong> los Salesianos y mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> ex alumno, el cual se prestó generosamente<br />

a aten<strong>de</strong>rle hasta que le <strong>de</strong>volvió por completo la salud perdida.<br />

La incomunicación continuaba siendo absoluta. Para evitar indiscreciones<br />

se hizo correr la voz <strong>de</strong> que había logrado salir <strong>de</strong> España. Con todo, algunos<br />

Salesianos y ex alumnos acudían a preguntar por él, y tenía que oir, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

su escondite, cómo se les <strong>de</strong>cía que había marchado al extranjero, cuando<br />

sentía en su corazón un impulso irresistible <strong>de</strong> salir y abrazar a los buenos<br />

hermanos y amigos que tanto se interesaban por él.<br />

En Mayo <strong>de</strong> 1937, tras el fracasado complot comunista, <strong>de</strong>saparecieron las<br />

patrullas incontroladas y se pudo respirar más tranquilamente. El señor Mestre,<br />

no pudiendo ya aguantar por más tiempo aquella vida <strong>de</strong> riguroso encierro,<br />

creyó llegada la ocasión oportuna <strong>de</strong> salir al aire libre y procurarse medios<br />

<strong>de</strong> vida para no seguir siendo una carga a la mo<strong>de</strong>sta familia que tan <strong>de</strong><br />

corazón le había ofrecido su hogar.<br />

Después <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cerles <strong>de</strong>bidamente la hospitalidad prestada, a mediados<br />

<strong>de</strong> Junio salió para Gerona, con el propósito <strong>de</strong> pasar la frontera.<br />

DIFICULTADES<br />

Una vez en Gerona, y compulsadas las enormes dificulta<strong>de</strong>s que se oponían<br />

a su empresa, entre las cuales no era la menor su imposibilidad física <strong>de</strong> hacer<br />

la penosa caminata a través <strong>de</strong> los montes, exponiéndose a in<strong>de</strong>cibles penali-<br />

135


da<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>cidió, ya que él no podía conseguirlo, ayudar a otros Salesianos que<br />

<strong>de</strong>seaban librarse <strong>de</strong>l infierno rojo.<br />

A este fin, puesto <strong>de</strong> acuerdo con otro grupito <strong>de</strong> Salesianos y con don<br />

Mo<strong>de</strong>sto Bellido, empezó a <strong>de</strong>sarrollar sus activida<strong>de</strong>s en este sentido.<br />

Para obrar con más <strong>de</strong>sahogo, se procuró una documentación falsa, a nombre<br />

<strong>de</strong> Pedro Crespo, que fue en a<strong>de</strong>lante su nombre <strong>de</strong> batalla, por el cual<br />

era conocido en Gerona.<br />

En el mes <strong>de</strong> Septiembre, aprovechando una tregua en sus activida<strong>de</strong>s,<br />

<strong>de</strong>cidió hacer un viaje a Valencia a fin <strong>de</strong> ayudar a los hermanos escondidos<br />

en aquella ciudad y que, según noticias recientemente recibidas, se encontraban<br />

en circunstancias <strong>de</strong>plorables. Provisto <strong>de</strong> varias documentaciones, adquiridas<br />

gracias a amista<strong>de</strong>s e influencias <strong>de</strong> personas <strong>de</strong> la situación, hizo el viaje<br />

a la Ciudad <strong>de</strong>l Turia. Se entrevistó con los Salesianos escondidos, los animó<br />

con su palabra y su ejemplo, los proveyó <strong>de</strong> documentos y los invitó a trasía-<br />

darse a Gerona, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> podrían pasar la frontera o al menos quedarse en<br />

aquella ciudad, en don<strong>de</strong> la vida era más fácil y menos angustiosa.<br />

En el viaje <strong>de</strong> vuelta le acompañó don Basilio Bustillo, Prefecto <strong>de</strong> Valen-<br />

cia, instalándose ambos en el mismo piso.<br />

A poco cayó enfermo el señor Mestre, siendo visitado durante su enfermedad<br />

por la doctora Bruguera, la cual, por vivir en la misma casa que los<br />

hermanos <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong>l Progreso, fue invitada por éstos a visitarle y aten-<br />

<strong>de</strong>rle. Durante e,sta enfermedad se presentaron un día en el piso dos policías,<br />

exigiendo los equipos <strong>de</strong> cama necesarios para los hospitales, cosa que solían<br />

hacer con frecuencia. La patrona se negó, alegando que tenía dos huéspe<strong>de</strong>s<br />

y necesitaba para ellos los colchones y ropas <strong>de</strong> cama que se le pedían. Los<br />

policías quisieron averiguar qué clase <strong>de</strong> huéspe<strong>de</strong>s eran los que tenía y al<br />

ver al señor Mestre enfermo en el lecho, le <strong>de</strong>jaron en paz; luego preguntaron<br />

por el otro huésped. Respondió la señora que en aquel momento se encontraba<br />

ausente <strong>de</strong>dicado a sus faenas. Los policías <strong>de</strong>jaron el recado <strong>de</strong> que apenas<br />

volviera, se presentara en Jefatura lo más pronto posible.<br />

Cuando regresó don Basilio y se enteró <strong>de</strong> lo que querían los policías,<br />

lejos <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r su intimación, se apresuró a abandonar aquella casa y se<br />

instaló en el domicilio <strong>de</strong> la doctora Bruguera, que ya anteriormente se lo<br />

había brindado, en caso <strong>de</strong> necesidad. Allí permaneció hasta el fin <strong>de</strong> la guerra.<br />

El señor Mestre, una vez repuesto <strong>de</strong> su dolencia, se trasladó <strong>de</strong> piso y se<br />

fue a vivir con el señor Marcos, cocinero <strong>de</strong> Valencia, en un pisito realquilado<br />

en casa <strong>de</strong> las señoras Vilagran, reanudando su actividad en favor <strong>de</strong> los que<br />

<strong>de</strong>seaban pasar la frontera. También tuvo que abandonar a poco este refugio<br />

porque le seguía la policía, escondiéndose durante algún] tiempo en el Asilo<br />

<strong>de</strong> las Hermanitas <strong>de</strong> los Pobres.<br />

Al salir <strong>de</strong> allí, y junto con el señor Ragull, se hospedó en casa <strong>de</strong> la señora<br />

Pujan, a don<strong>de</strong> se les fue a reunir don Julio Junyer, que les sirvió <strong>de</strong><br />

capellán.<br />

Con ésta eran cuatro las comunida<strong>de</strong>s salesianas en Gerona.<br />

136


LA LIBERACIÓN<br />

Interrumpimos aquí las activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l señor Mestre y sus ayudantes, para<br />

reanudarlas en la sección <strong>de</strong>stinada a narrar su trágico <strong>de</strong>senlace.<br />

A primeros <strong>de</strong> Marzo <strong>de</strong> 1939, cuando las tropas nacionales avanzaban<br />

hacia Gerona, como esta ciudad ofreciera resistencia al paso victorioso <strong>de</strong><br />

las fuerzas <strong>de</strong> Franco, hubo <strong>de</strong> ser bombar<strong>de</strong>ada por la aviación nacional.<br />

Algunas bombas cayeron en el Asilo, situado junto a la carretera general y a<br />

la salida <strong>de</strong> Gerona. Una <strong>de</strong> ellas hizo explosión en una sala <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento<br />

<strong>de</strong> hombres, ocasionando al <strong>de</strong>rrumbarse los techos, la muerte <strong>de</strong> una Hermanita<br />

y dos ancianos asilados.<br />

Como el edificio, en la parte <strong>de</strong>stinada a los hombres, quedara en malas<br />

condiciones, hubo <strong>de</strong> ser evacuado, y los tres Salesianos se vieron obligados<br />

a abandonarlo.<br />

¿A dón<strong>de</strong> acudir en aquellas circunstancias? Afortunadamente estaba cerca<br />

la granja, y el administrador <strong>de</strong> la misma era conocido <strong>de</strong> don José Martí. Por<br />

este motivo, y porque veía próxima la entrada <strong>de</strong> los nacionales, permitió a<br />

los Salesianos establecerse en ella.<br />

Pocos días <strong>de</strong>spués, las tropas <strong>de</strong> Franco conquistaban Gerona, y mientras<br />

eran aclamadas con júbilo por el pueblo libertado, los Salesianos todos, agrupados<br />

<strong>de</strong> nuevo bajo el techo <strong>de</strong> su amado colegio, daban gracias a Dios por<br />

su liberación y elevaban una ferviente plegaria por el Caudillo libertador <strong>de</strong><br />

España.<br />

137


A L C O Y<br />

El día 16 <strong>de</strong> Julio salió para Valencia, en don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía hacer los Ejercicios<br />

Espirituales, casi todo el personal <strong>de</strong> la casa: los sacerdotes don Feliciano<br />

Unzu, don Juan Corbella, don Rafael Luna y don José Jiménez. El señor Director,<br />

don Antonio Recasens, los acompañó hasta Valencia y al día siguiente<br />

prosiguió su viaje a Barcelona, en don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía predicar una tanda <strong>de</strong> Ejercicios<br />

a las Hijas <strong>de</strong> María Auxiliadora, <strong>de</strong> Sarria.<br />

En el Colegio <strong>de</strong> Alcoy quedaron solamente los reverendos don José Otín<br />

y don Alvaro Sanjuán, con el clérigo don Cayetano Tarruell. Al día siguiente<br />

se les incorporó, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Valencia, el reverendo don Vicente Asensi,<br />

que iba para aten<strong>de</strong>r al culto <strong>de</strong> la iglesia durante los días <strong>de</strong> ausencia <strong>de</strong> los<br />

otros sacerdotes.<br />

Los días 18 y 19 transcurrieron tranquilos, si bien alarmaban un tanto las<br />

noticias <strong>de</strong>l Alzamiento y sus posibles repercusiones. Las fuerzas que componían<br />

la guarnición <strong>de</strong> la ciudad, permanecían acuarteladas y nadie sabía el<br />

partido que iban a tomar.<br />

Pero en la madrugada <strong>de</strong>l lunes, al saberse en Alcoy el fracaso <strong>de</strong>l Movimiento<br />

en Madrid, Barcelona y Valencia, la plebe se echó, a la calle y se<br />

adueñó <strong>de</strong> la ciudad. Fue asaltado el cuartel, licenciados los soldados y las<br />

armas pasaron a manos <strong>de</strong> la muchedumbre que dio comienzo a los dsmanes.<br />

En vista <strong>de</strong> ello, don Alvaro Sanjuán, cuyos padres vivían en el cercano<br />

pueblo <strong>de</strong> Cocentaina, fue a reunirse con ellos.<br />

REGISTROS<br />

Poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su partida se presentó en el colegio un grupo <strong>de</strong> milicianos<br />

con el objeto <strong>de</strong> practicar un registro, pues <strong>de</strong>cían que se guardaba en casa<br />

gran cantidad <strong>de</strong> armas y se escondían en ella, a<strong>de</strong>más, muchos elementos<br />

facciosos. Como no encontraron nada <strong>de</strong> lo que buscaban, amenazaron a los<br />

salesianos y criados con severos castigos, y se marcharon.<br />

El miércoles volvieron varias patrullas, una <strong>de</strong> ellas capitaneada por una<br />

miliciana. Repitieron el registro, con más minuciosidad, y terminado que hubie-<br />

138


on, obligaron a los salesianos a abandonar el edificio <strong>de</strong> su querido colegio.<br />

Los criados se retiraron a sus domicilios y los tres salesianos fueron conducidos<br />

al Hotel España, se<strong>de</strong> <strong>de</strong>l Comité, sin permitirles sacar nada, ni siquiera<br />

una muda limpia.<br />

Era su intención obligarlos a hacer el recorrido a pie, por el medio <strong>de</strong> la<br />

ciudad, con el objeto <strong>de</strong> que la multitud los insultara y escarneciera; pero al<br />

fin, el buen sentido <strong>de</strong> uno <strong>de</strong>l Comité se impuso y consiguió que viniera un<br />

coche en el cual fueron trasladados, bajo la custodia <strong>de</strong> algunos milicianos, al<br />

hotel mencionado.<br />

Por cierto que uno <strong>de</strong> los milicianos era padre <strong>de</strong> un alumno <strong>de</strong> nuestras<br />

escuelas. El pobre hombre, al verse en aquel trance, exclamaba pesaroso:<br />

~-Algún día nos arrepentiremos <strong>de</strong> lo que hacemos hoy.<br />

En el Hotel España, les tomaron la filiación; <strong>de</strong>spués los trasladaron al<br />

Ayuntamiento, en don<strong>de</strong> el alcal<strong>de</strong>, cerciorado <strong>de</strong> que en el colegio no se había<br />

encontrado nada <strong>de</strong>lictivo, or<strong>de</strong>nó se les extendiera un salvoconducto y marchasen<br />

don<strong>de</strong> mejor les pareciera.<br />

A todo esto ya había cerrado la noche y no queriendo ponerse en viaje a<br />

horas tan intempestivas, <strong>de</strong>cidieron hospedarse en el Hotel Continental, cuyo<br />

dueño, gran amigo <strong>de</strong> los Salesianos, los recibió con cariño y los atendió con<br />

esmero.<br />

CAMINO DE VALENCIA<br />

Al día siguiente tomaron el tren para Valencia, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> era natural don<br />

Vicente Asensi, quien ofreció hospitalidad a don José Otín; el clérigo Tarruell<br />

dijo que pensaba buscar refugio en casa <strong>de</strong> un antiguo alumno suyo <strong>de</strong> Mataró.<br />

En las estaciones <strong>de</strong>l trayecto el tren era frecuentemente asaltado por grupos<br />

<strong>de</strong> milicianos que subían para <strong>de</strong>scubrir posibles enemigos <strong>de</strong>l régimen.<br />

Una <strong>de</strong> estas patrullas fijó su atención en don José Otín, a quien confundieron<br />

con el coronel <strong>de</strong>l regimiento <strong>de</strong> Alcoy, con quien tenía cierto parecido,<br />

y esta circunstancia estuvo a punto <strong>de</strong> serle fatal, pues ya empezaban a insultarle<br />

y a golpearle; pero afortunadamente se <strong>de</strong>shizo el equívoco, por haber<br />

sido <strong>de</strong>tenido el auténtico coronel, que viajaba disfrazado en el mismo tren.<br />

Llegados a Valencia, sin otro percance, los dos sacerdotes se refugiaron<br />

en casa <strong>de</strong> don Vicente, mientras don Cayetano encontraba franca y generosa<br />

hospitalidad en el domicilio <strong>de</strong>l señor García, director <strong>de</strong>l Banco Vitalicio,<br />

situado en la Plaza Emilio Castelar, en don<strong>de</strong> estuvo hasta que pudo trasladarse<br />

a Barcelona <strong>de</strong> don<strong>de</strong> a poco logró salir con su madre para las hospitalarias<br />

tierras americanas.<br />

EL COLEGIO<br />

Apenas expulsados los Salesianos <strong>de</strong> su colegio, éste fue convertido en<br />

cuartel <strong>de</strong> las Milicias Populares. Lo primero que hicieron los nuevos ocupantes,<br />

como muestra <strong>de</strong> su incultura, fue una hoguera con todos los libros <strong>de</strong> la<br />

biblioteca, para iluminar «aquel antro <strong>de</strong> oscurantismo».<br />

Al mismo tiempo las turbas asaltaban las <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias, llevándose cuanto<br />

pudieron; y lo que era imposible trasladar a sus casas, lo <strong>de</strong>struyeron o quemaron.<br />

El edificio <strong>de</strong>l templo en construcción fue utilizado como almacén.<br />

139


Pronto se convencieron las milicias <strong>de</strong> que el colegio no reunía condiciones<br />

para cuartel, y lo abandonaron. Se instalaron entonces las llamadas «Escuelas<br />

<strong>de</strong>l Pueblo», ya que siendo nuestro colegio el mejor edificio escolar <strong>de</strong> la ciudad,<br />

creyeron oportuno que continuase <strong>de</strong>stinado a esta finalidad/<br />

El piso superior, resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la comunidad, fue transformado por completo:<br />

<strong>de</strong>rribaron los tabiques divisorios y construyeron dos gran<strong>de</strong>s salones,<br />

<strong>de</strong>stinados uno a pista <strong>de</strong> baile y el otro a casino y sala <strong>de</strong> recreo, aprovechando<br />

para ello los billares y <strong>de</strong>más muebles <strong>de</strong>l Círculo «Domingo Savio».<br />

La F. II. E. se hizo dueña <strong>de</strong> la casa, así como <strong>de</strong>l teatro anejo, en don<strong>de</strong><br />

dio algunas representaciones; pero amortiguado pronto el afán cultural, empezó<br />

a reinar la <strong>de</strong>sidia y el abandono, <strong>de</strong> modo que poco a poco fueron <strong>de</strong>sapareciendo,<br />

sin saber cómo, las <strong>de</strong>coraciones, el vestuario, los muebles y hasta la<br />

instalación eléctrica.<br />

LA LIBERACIÓN<br />

El día 29 <strong>de</strong> Marzo <strong>de</strong> 1939, al ser liberada Valencia, los rojos <strong>de</strong> Alcoy<br />

se vieron perdidos y <strong>de</strong>saparecieron o cambiaron <strong>de</strong> color, pudiendo levantar<br />

cabeza los antes perseguidos.<br />

El 3 <strong>de</strong> Abril entraron en la ciudad las tropas nacionales y nuestro colegio<br />

fue utilizado, provisionalmente, como cuartel <strong>de</strong>l C. T. V. italiano.<br />

Inmediatamente se presentó en él el clérigo don Luis Jornet, quien, escapado<br />

<strong>de</strong> Gerona, en don<strong>de</strong> cursaba los estudios <strong>de</strong> Filosofía, había podido<br />

acogerse al seno <strong>de</strong> su familia, resi<strong>de</strong>nte en Alcoy, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros días<br />

<strong>de</strong>l Movimiento.<br />

Pocos días más tar<strong>de</strong> llegó el reverendo don Feliciano Unzu, que tantos<br />

sudores, fatigas y sacrificios ha prodigado en aquellas escuelas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los tiempos<br />

<strong>de</strong> su fundación, y logró ser reconocido como legítimo propietario <strong>de</strong>l edificio;<br />

si bien provisionalmente, lo siguieron ocupando las tropas italianas.<br />

Al retirarse éstas <strong>de</strong>finitivamente, se volvieron a reorganizar las escuelas<br />

que al presente funcionan con más vitalidad que nunca.<br />

140


ALICANTE<br />

Las Casas <strong>de</strong> Alicante y Campello, incendiadas y <strong>de</strong>struidas a raíz <strong>de</strong> la<br />

proclamación <strong>de</strong> la República, no habían podido rehacerse aún; la <strong>de</strong> Campello<br />

estaba por completo abandonada. Las circunstancias no permitían reconstruirla<br />

y los aspirantes fueron trasladados a San Vicente <strong>de</strong>l Horts, en Barcelona.<br />

En Alicante se iniciaba lentamente la reconstrucción <strong>de</strong>l edificio; y a este<br />

fin el reverendo don Silverio Maquiera, <strong>de</strong> feliz memoria, y el Hermano coadjutor<br />

don Pablo Jiménez trabajaban con tesón por reparar, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> lo posible,<br />

los daños causados por el incendio y poner la casa en condiciones <strong>de</strong><br />

reanudar las clases, en las que antes <strong>de</strong> la tragedia <strong>de</strong>l 11 <strong>de</strong> Mayo recibían<br />

instrucción gratuita más <strong>de</strong> ochocientos niños.<br />

Se había reorganizado la Asociación <strong>de</strong> Antiguos Alumnos, que entusiastas<br />

y generosos, ayudaban a los Salesianos en la medida <strong>de</strong> sus fuerzas.<br />

Como el colegio no podía utilizarse para vivienda, los dos salesianos habían<br />

alquilado un pisito en la calle Segura, en don<strong>de</strong> habían establecido su resi<strong>de</strong>ncia.<br />

Al iniciarse el Alzamiento, don Silverio se encontraba en Valencia, predicando<br />

los Ejercicios. En Alicante quedó el señor Jiménez, el cual, apenas se<br />

enteró <strong>de</strong> los sucesos <strong>de</strong> Marruecos, se apresuró a poner a salvo los ornamentos<br />

sagrados y los objetos <strong>de</strong> más valor. Des<strong>de</strong> algún tiempo atrás dormía en<br />

el colegio en don<strong>de</strong> se había arreglado una pequeña habitación, pero el 24 <strong>de</strong><br />

Julio los amigos le aconsejaron que se marchase, pues no era pru<strong>de</strong>nte su permanencia<br />

allí, solo y sin <strong>de</strong>fensa alguna.<br />

El día 25 las turbas forzaron las puertas <strong>de</strong>l maltrecho colegio, saquearon<br />

y <strong>de</strong>strozaron lo poco que se había ido reconstruyendo a fuerza <strong>de</strong> tantas fatigas<br />

y se ensañaron sacrilegamente con las imágenes sagradas <strong>de</strong> la capilla.<br />

Los guardias que custodiaban el edificio <strong>de</strong> la Diputación Provincial, frontero<br />

al colegio, <strong>de</strong>jaban hacer y aún se aprovecharon <strong>de</strong>l saqueo para apo<strong>de</strong>rarse<br />

<strong>de</strong> los bancos y sillas <strong>de</strong> la iglesia, que pusieron luego a su servicio.<br />

142


DETENCIÓN DEL SEÑOR JIMÉNEZ<br />

El señor Jiménez, durante aquellos días, procuraba no moverse <strong>de</strong> su pisito,<br />

a fin <strong>de</strong> na llamar la atención; tan sólo, muy <strong>de</strong> mañana, salía para oír la<br />

Santa Misa y recibir los Santos Sacramentos, en algún sitio seguro. El resto<br />

<strong>de</strong>l día lo pasaba encerrado en el piso, en don<strong>de</strong> él mismo se preparaba la<br />

comida y adon<strong>de</strong> iban a hacerle un rato <strong>de</strong> compañía, por la tar<strong>de</strong>, algunos<br />

antiguos alumnos.<br />

Así transcurría el tiempo, hasta que el día 19 <strong>de</strong> Agosto, al salir <strong>de</strong> casa<br />

fue reconocido por un miliciano, quien le <strong>de</strong>tuvo y le condujo al Comité, en<br />

don<strong>de</strong> acusado <strong>de</strong> ser fraile, fue con<strong>de</strong>nado a muerte.<br />

Y aquí comienza para el buen religioso un verda<strong>de</strong>ro vía crucis. Le hicieron<br />

subir a un coche y le condujeron hacia una <strong>de</strong> las colinas que ro<strong>de</strong>an la ciudad.<br />

Llegados junto a una venta, le hicieron bajar y, encerrándole en una habitación,<br />

fue sometido a un prolijo interrogatorio a fin <strong>de</strong> que <strong>de</strong>clarase el<br />

para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> algunos sacerdotes <strong>de</strong> Alicante, a quienes tenían interés por<br />

<strong>de</strong>scubrir. Luego le preguntaron acerca <strong>de</strong> las armas que, según ellos, había<br />

escondidas en el colegio.<br />

Como no respondiese a ninguna <strong>de</strong> estas preguntas, le condujeron a unas<br />

canteras próximas, en don<strong>de</strong>, para amedrentarle, le sometieron a un simulacro<br />

<strong>de</strong> fusilamiento.<br />

A continuación le trasladaron <strong>de</strong> nuevo a Alicante, y llegados al piso <strong>de</strong><br />

la calle Segura, hicieron, durante tres largas horas, un minucioso registro sin<br />

encontrar nada <strong>de</strong>lictivo, a no ser que tomaran por tal unas imágenes <strong>de</strong> María<br />

Auxiliadora y San Juan Bosco, que <strong>de</strong>sgarraron con ira, entre inmundas blasfemias.<br />

Finalmente, cansados y <strong>de</strong>cepcionados, volvieron con su víctima al Comité,<br />

y <strong>de</strong> allí a la Diputación, en don<strong>de</strong>, esperaban arrancar autorización para<br />

fusilarle.<br />

Por lo visto no obtuvieron este permiso, y entonces cambiando <strong>de</strong> parecer,<br />

subieron <strong>de</strong> nuevo al coche y se dirigieron a Gampello. Una vez en el <strong>de</strong>struido<br />

colegio preguntaron a algunos obreros y vecinos si conocían al <strong>de</strong>tenido y<br />

todos dieron <strong>de</strong> él las. mejores referencias.<br />

A pesar <strong>de</strong> todo, persistían en su intento <strong>de</strong> que había <strong>de</strong> <strong>de</strong>clarar el para<strong>de</strong>ro<br />

<strong>de</strong> las armas y <strong>de</strong> los sacerdotes; y para obligarle a ello, simularon un<br />

nuevo fusilamiento.<br />

Pero esta vez el señor Jiménez, más tranquilo, <strong>de</strong>spués dé encomendarse<br />

a San Juan Bosco y a María Auxiliadora, les dijo en tono <strong>de</strong> burla:<br />

—Buscad ahí, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> estos escombros. Tal vez estén escondidas <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el año 1931...<br />

Finalmente, viendo que nada conseguían, entre <strong>de</strong>nuestos y blasfemias,<br />

lo llevaron <strong>de</strong> nuevo a Alicante. Durante el trayecto, le hicieron bajar para<br />

proce<strong>de</strong>r a un tercer simulacro <strong>de</strong> fusilamiento, pero el señor Pablo, cansado<br />

y agotados sus nervios por el trágico juego, les dijo encarándose con ellos:<br />

—Ea, acabad <strong>de</strong> una vez. Si habéis <strong>de</strong> matarme, cuanto antes mejor.<br />

—No —le replicaron—. Te llevaremos a la cárcel. Ya habrá tiempo para<br />

todo.<br />

En efecto, a las once <strong>de</strong> la noche fue conducido al Reformatorio, en don<strong>de</strong><br />

le <strong>de</strong>jaron encerrado, sin que nadie se molestase en tomarle <strong>de</strong>claración.<br />

Como ningún amigo sabía su para<strong>de</strong>ro, pasó dos meses en la más completa<br />

144


indigencia y miseria, sin alimentos sin ropa <strong>de</strong> recambio, <strong>de</strong> modo que tenía<br />

que ir lavándose él mismo, pieza por pieza las prendas <strong>de</strong> su maltrecho equipo.<br />

Ni siquiera le habían provisto <strong>de</strong> plato y cuchara para comer el mísero rancho<br />

carcelario; <strong>de</strong> modo que <strong>de</strong>bían prestárselos sus compañeros <strong>de</strong> encierro cuando<br />

terminaban su comida.<br />

UN RAYO DE LUZ<br />

Por fin, a mediados <strong>de</strong> Octubre, cuando ya empezaba a hacerse sentir el<br />

frío, quiso la Provi<strong>de</strong>ncia que unos antiguos alumnos pudiesen localizarle y<br />

se apresuraron a proveerle <strong>de</strong> ropa y <strong>de</strong> comida. Con todo, algún or<strong>de</strong>nanza<br />

sin escrúpulos interceptaba las cestas que le enviaban, <strong>de</strong> modo que no llegaba<br />

hada a su po<strong>de</strong>r, hasta que <strong>de</strong>scubierto el ladrón, pudo aliviar su miseria con<br />

la caridad <strong>de</strong> aquellos buenos jóvenes.<br />

A últimos <strong>de</strong> Noviembre, con ocasión <strong>de</strong>l asesinato <strong>de</strong> José Antonio, la<br />

Escuadra Nacional bombar<strong>de</strong>ó, en represalias, la ciudad <strong>de</strong> Alicante, y a consecuencia<br />

<strong>de</strong> este bombar<strong>de</strong>o llegó hasta el paroxismo la ira y el odio <strong>de</strong> los<br />

marxistas, siendo los presos <strong>de</strong> ¡a cárcel los que sufrieron las consecuencias.<br />

Las «sacas» en masa fueron frecuentes y los pobres reclusos vivían con el<br />

alma en un hilo temerosos <strong>de</strong> ser llamados ante el piquete en el momento<br />

menos pensado-<br />

Por esta causa, todos los que podían encontrar un medio para salir <strong>de</strong> la<br />

cárcel, ya sea apresurando sus juicios, o sobornando a los jueces, no <strong>de</strong>jaban<br />

<strong>de</strong> hacerlo; don Pablo pensó en escribir al Cónsul <strong>de</strong> la República Argentina,<br />

don Eduardo Barrera, quien inmediatamente <strong>de</strong>splegó toda su actividad para<br />

salvarle.<br />

Precisamente por aquellos mismos días el reverendo Padre Serié, Consejero<br />

<strong>de</strong>l Capítulo Superior <strong>de</strong> la Congregación Salesiana, había sido enviado<br />

por los Superiores a España, a bordo <strong>de</strong>l vapor argentino «Tucumán» con el<br />

fin <strong>de</strong> salvar a todos los Salesianos que le fuera posible. Una impru<strong>de</strong>ncia,<br />

producto <strong>de</strong>l entusiasmo <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los radiotelegrafistas <strong>de</strong>l barco, ex alumno<br />

<strong>de</strong>l Padre Serié, hizo que fuera <strong>de</strong>scubierta su personalidad, por lo que no<br />

pudo <strong>de</strong>sembarcar como era su <strong>de</strong>seo; pero tuvo ocasión <strong>de</strong> entrevistarse con<br />

el cónsul argentino, quien le comunicó la situación <strong>de</strong>l señor Jiménez.<br />

El Padre Serié se interesó por éste, como por otros muchos Salesianos, y<br />

a consecuencia <strong>de</strong> esta entrevista, el 13 <strong>de</strong> Enero pudo salir don Pablo <strong>de</strong> la<br />

cárcel. Inmediatamente se personó en el Consulado Argentino, en don<strong>de</strong> fue<br />

atendido con todo esmero. El mismo don Eduardo llevó a cabo personalmente<br />

todas las gestiones necesarias a fin <strong>de</strong> facilitarle la salida <strong>de</strong> la España roja<br />

y gracias a ellas, pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>sembarcaba en Marsella, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

se trasladó a la España Nacional.<br />

146


VILLENA<br />

Esta casa comenzó su prolongado calvario a raíz <strong>de</strong> las elecciones <strong>de</strong> Febrero<br />

<strong>de</strong> 1936, en que el Frente Popular usurpó el po<strong>de</strong>r. Ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces<br />

se hizo irregular la vida <strong>de</strong>l colegio, hasta llegar a hacerse completamente imposible.<br />

La euforia <strong>de</strong> los <strong>de</strong>l Frente Popular los hizo creerse los amos, y con continuas<br />

amenazas <strong>de</strong> violencias e incendios tenían atemorizados a aquellos buenos<br />

Hermanos, que se vieron obligados a cerrar las escuelas ante un ucase que<br />

les prohibía el ejercicio <strong>de</strong> la enseñanza.<br />

Los niños, atemorizados, ni siquiera se atrevían a acercarse al colegio: sus<br />

familias participaban, en general, <strong>de</strong>l mismo temor; tan sólo un reducido grupo<br />

<strong>de</strong> mayorcitos, afrontando el riesgo, recibían un poco <strong>de</strong> clase por la mañana<br />

y por la tar<strong>de</strong>.<br />

En algunos casos, las amenazas <strong>de</strong>l incendio fueron tan violentas, que el<br />

personal, por precaución, se veía obligado a abandonar el colegio al anochecer<br />

para pasar tranquilos la noche en casa <strong>de</strong> algunos amigos y bienhechores. Únicamente<br />

quedaba entonces, para custodiarlo, el Hermano coadjutor don Francisco<br />

Pujolar, a fin <strong>de</strong> que los rojos no se apropiasen <strong>de</strong>l edificio so pretexto<br />

<strong>de</strong> que los Salesianos lo habían abandonado.<br />

De esta forma; se fue capeando el temporal hasta el día <strong>de</strong>l Alzamiento.<br />

En tal fecha, por hallarse casi todo el personal <strong>de</strong> la casa haciendo Ejercicios<br />

Espirituales en Valencia, tan sólo quedaban en ella el Director, don Jesús<br />

Almazán, el sacerdote don José González y el ya citado señor Pujolar.<br />

LA REVOLUCIÓN TRIUNFANTE<br />

En la madrugada <strong>de</strong>l 20 <strong>de</strong> Julio, estalló la revolución en Villena. Los tres<br />

salesianos pudieron presenciar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las ventanas <strong>de</strong>l colegio la efervescencia<br />

reinante con motivo <strong>de</strong> la partida <strong>de</strong> la guardia civil que aquella mañana marchaba<br />

a Almansa para sofocar la rebelión fascista. Con tal motivo, las aclamaciones<br />

y vítores a la Benemérita, eran ensor<strong>de</strong>cedores.<br />

Celebrada la Santa Misa, a puertas cerradas, y consumidas las sagradas<br />

formas, el Director salió a hablar con el Cura Párroco. No le fue posible ya<br />

— 148 *-


egresar; tuvo que refugiarse en casa <strong>de</strong> unos amigos, quedando los otros dos<br />

salesianos <strong>de</strong> guardia, juntamente con el portero.<br />

A eso <strong>de</strong> las once <strong>de</strong> la mañana empezó a propagarse por toda la ciudad<br />

un nutrido tiroteo, por lo que los Salesianos <strong>de</strong>cidieron abandonar el colegio.<br />

Como la puerta estaba vigilada por un grupo <strong>de</strong> milicianos, <strong>de</strong>cidieron salir<br />

escalando la tapia <strong>de</strong>l patio. Inició la aventura el portero, pero fue inmediatamente<br />

<strong>de</strong>tenido por los milicianos; en vista <strong>de</strong> lo cual don José María y el<br />

señor Pujolar, se abstuvieron <strong>de</strong> imitarle y permanecieron encerrados en el<br />

edificio, que fue inmediatamente cercado por los milicianos armados, los cuales<br />

tenían encañonados con sus fusiles puertas y ventanas. Con todo, no se atrevían<br />

a entrar, pues estaban en la creencia <strong>de</strong> que el colegio era poco menos<br />

que una fortaleza <strong>de</strong>fendida por numerosos fascistas po<strong>de</strong>rosamente armados.<br />

Se prolongó esta situación hasta media tar<strong>de</strong>, en que, para comprobar si~<br />

había <strong>de</strong>saparecido el peligro, los dos pobres religiosos se asomaron a la terraza;<br />

pero su aparición fue saludada con una granizada <strong>de</strong> balas, por lo que<br />

<strong>de</strong>cidieron extremar la pru<strong>de</strong>ncia y al mismo tiempo estudiar un plan <strong>de</strong><br />

evasión.<br />

LA HUIDA<br />

Para ello era necesario ampararse con las sombras <strong>de</strong> la noche. Mientras<br />

tanto fueron preparando los objetos que preferentemente querían salvar: una<br />

máquina <strong>de</strong> escribr, el aparato <strong>de</strong> radio, y alguna otra cosilla. Aún tuvieron<br />

humor para dar una ojeada a los conejos y gallinas que guardaban en unas<br />

jaulas y echarles un poco <strong>de</strong> comida. A continuación pensaron en tomar también<br />

ellos un bocado antes <strong>de</strong> empren<strong>de</strong>r su aventura, ya que durante el día<br />

apenas habían comido.<br />

Luego bajaron a la capilla a <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> María Auxiliadora y pedirle su<br />

ayuda, suplicando también a San Juan Bosco <strong>de</strong>fendiera el colegio y la vida<br />

<strong>de</strong> sus hijos. Aquella oración emocionada y fervorosa los tranquilizó llenándolos<br />

<strong>de</strong> confianza en que no les suce<strong>de</strong>ría nada <strong>de</strong>sagradable.<br />

Esperaron a que cerrase la noche y <strong>de</strong>sapareciera la luna a fin <strong>de</strong> que la<br />

oscuridad fuera completa. Por fortuna las bombillas <strong>de</strong>l alumbrado habían<br />

sido rotas por los milicianos, a fin <strong>de</strong> no ser <strong>de</strong>scubiertos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el edificio durante<br />

su vigilancia, con lo que hicieron un inapreciable favor a los mismos a<br />

quienes perseguían.<br />

Llegado el momento oportuno, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> encomendarse fervorosamente a<br />

María Auxiliadora, apoyaron una larga escalera contra una <strong>de</strong> las tapias <strong>de</strong>l<br />

patio, que daba a una bo<strong>de</strong>ga. Subió primero don Francisco, quien valiéndose<br />

<strong>de</strong> una cuerda iba recogiendo los objetos que don José le entregaba y <strong>de</strong>positándolos<br />

en el tejado. A continuación subió don José, y valiéndose <strong>de</strong> la misma<br />

cuerda, izaron la escala a fin <strong>de</strong> no <strong>de</strong>jar rastro <strong>de</strong> su partida. A continuación<br />

emprendieron una marcha peligrosa por los tejados <strong>de</strong> las casas vecinas, con<br />

infinitas precauciones, a fin <strong>de</strong> no <strong>de</strong>latar su presencia. Llevaban consigo los<br />

objetos salvados, lo cual les obligó a hacer repetidos viajes, en el último <strong>de</strong><br />

los cuales se llevaron la escalera, terminando la arriesgada empresa sin que,<br />

afortunadamente, les ocurriera, ningún percance.<br />

El lugar que habían elegido como refugio provisional, era el domicilio <strong>de</strong>l<br />

insigne Cooperador don José Hernán<strong>de</strong>z, quien generosamente se ofreció a<br />

150


ayudarles en todo cuanto estuviera <strong>de</strong> su parte. Pue<strong>de</strong>n figurarse los lectores<br />

el suspiro <strong>de</strong> alivio que saldría <strong>de</strong> los pechos <strong>de</strong> nuestros hermanos al verse,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dos horas <strong>de</strong> peligroso ajetreo, cobijados en lugar seguro y atendidos<br />

con tanto afecto por esta benemérita familia.<br />

EL ASALTO AL COLEGIO<br />

Mientras tanto, los milicianos continuaban vigilando la jaula vacía. De<br />

cuando en cuando llamaban a la puerta para que les abriesen, y al no recibir<br />

respuesta <strong>de</strong>sahogaban su rabia <strong>de</strong>scargando fuertes golpes con las culatas<br />

<strong>de</strong> sus fusiles.<br />

Así pasaron la noche, sin osar acercarse <strong>de</strong>masiado a la casa; pero apenas<br />

se hizo <strong>de</strong> día perdieron el miedo. Se fueron agrupando las patrullas hasta reunirse<br />

más <strong>de</strong> trescientos hombres y cuando ya se creyeron bastante fuertes<br />

volvieron a llamar a gran<strong>de</strong>s gritos, repitiendo los golpes contra la<br />

puerta.<br />

Como nadie les respondía, obligaron al portero, <strong>de</strong>tenido la tar<strong>de</strong> anterior,<br />

a que penetrase <strong>de</strong> nuevo en casa, saltando la tapia y les abriese la puerta.<br />

Así lo hizo el buen hombre, asegurándoles que no había nadie en casa. Con<br />

todo no las tenían todas consigo cuando iniciaron la marcha hacia el interior;<br />

pero al fin, convencidos <strong>de</strong> que los temidos fascistas no aparecían por ninguna<br />

parte, se envalentonaron y penetraron en tropel, <strong>de</strong>sparramándose por las <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias<br />

<strong>de</strong>l colegio y <strong>de</strong>sahogando su furia contenida contra los muebles<br />

y contra todo lo que encontraban. La capilla fue el objeto preferente <strong>de</strong> su<br />

furor. Se cebaron especialmente en los altares e imágenes sagradas que <strong>de</strong>strozaron<br />

a placer, sacando luego los restos mutilados a la calle, en don<strong>de</strong> les<br />

prendieron fuego.<br />

Los dos Salesianos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su provi<strong>de</strong>ncial refugio podían oír el ensor<strong>de</strong>cedor<br />

tumulto y ver la humareda <strong>de</strong>l incendio.<br />

Por fortuna no <strong>de</strong>strozaron el resto <strong>de</strong>l edificio, contentándose con el consabido<br />

pillaje y la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> cuanto hallaban a mano.<br />

Más tar<strong>de</strong> pensaron en sacar el mejor provecho posible <strong>de</strong>l edificio y lo<br />

<strong>de</strong>stinaron a Escuelas Populares. A fin <strong>de</strong> aumentar el número <strong>de</strong> aulas transformaron<br />

las habitaciones <strong>de</strong> los Salesianos en tres espaciosas clases. El teatro<br />

fue; arrasado, y a través <strong>de</strong>l solar, trazaron una calle nueva que dividió la<br />

finca en dos partes. La iglesia fue <strong>de</strong>stinada a cuartel <strong>de</strong> los milicianos y más<br />

tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> las Brigadas Internacionales. Allí se formaban y equipaban las columnas<br />

que luego iban al frente <strong>de</strong> combate.<br />

REGISTROS Y SOBRESALTOS<br />

Mientras tanto, los días transcurrían monótonos y lentos para nuestros<br />

dos hermanos, obligados a permanecer ocultos; en casa <strong>de</strong> sus bienhechores.<br />

A causa <strong>de</strong> las emociones pasadas, don José cayó enfermo <strong>de</strong> cuidado, teniendo<br />

que guardar cama.<br />

Hacía varios días que se encontraba en esta situación, cuando en la tar<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>l 7 <strong>de</strong> Agosto, mientras por una provi<strong>de</strong>ncial coinci<strong>de</strong>ncia se hallaba levantado<br />

para que le hicieran la cama, irrumpieron violentamente en casa cinco<br />

151


milicianos armados para practicar un registro. El enfermo se escondió en la<br />

<strong>de</strong>spensa encomendándose a María Auxiliadora. El señor Pujolar no encontró<br />

otro escondite mejor que el fondo <strong>de</strong> un pozo.<br />

La señora <strong>de</strong> la casa, consternada, fue a comunicar a don José que no<br />

veía la manera <strong>de</strong> escapar a la búsqueda <strong>de</strong> los milicianos, pero éste tuvo una<br />

súbita inspiración:<br />

—Procure usted —le dijo—, guiar a los milicianos <strong>de</strong> manera que no registren<br />

sino las habitaciones <strong>de</strong> un mismo lado a fin <strong>de</strong> que yo pueda escon<strong>de</strong>rme<br />

en una <strong>de</strong> las ya registradas.<br />

Así se hizo, y por fortuna los milicianos no se dieron cuenta <strong>de</strong> su presencia<br />

y se marcharon con las manos vacías. Con todo, para <strong>de</strong>jar señales <strong>de</strong> su<br />

presencia, impusieron al dueño <strong>de</strong> la casa una fuerte multa con el pretexto <strong>de</strong><br />

que habían encontrado algunos objetos piadosos y un cajón con libros <strong>de</strong>l<br />

colegio.<br />

NUEVAS ALARMAS<br />

Pasó el mes <strong>de</strong> Agosto sin novedad digna <strong>de</strong> mención; pero a primeros <strong>de</strong><br />

Septiembre anunciaron un nuevo registro. Debían sospechar que en casa había<br />

alguien escondido y comprendiendo don José que no era pru<strong>de</strong>nte te.Ltar a<br />

Dios y que si una vez pudo eludir el peligro quizá no podría evitarlo la segunda,<br />

<strong>de</strong>terminó salir <strong>de</strong> aquella casa y refugiarse en una masía situada en<br />

pleno campo, y propiedad <strong>de</strong> don Rafael Hernán<strong>de</strong>z, cuñado <strong>de</strong>l actual huésped.<br />

Y una noche oscura <strong>de</strong> Septiembre, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse emocionado <strong>de</strong><br />

tan buena y generosa familia y <strong>de</strong> don Francisco Pujolar, emprendió la marcha<br />

a campo traviesa, llegando, a medianoche, al lugar <strong>de</strong>stinado, sin novedad<br />

alguna. ¡I ;><br />

En esta finca, alejada unos tres kilómetros <strong>de</strong> la ciudad, permaneció escondido<br />

cuatro meses, hasta que a principios <strong>de</strong> Enero <strong>de</strong> 1937, pudo procurarse<br />

un salvoconducto para Barcelona, adon<strong>de</strong> llegó felizmente, hospedándose en<br />

casa <strong>de</strong> su hermano.<br />

UN REFUGIO SEGURO<br />

En cuanto a don Francisco Pujolar permaneció en el mismo sitio hasta<br />

el 18 <strong>de</strong> Octubre <strong>de</strong> 1937.<br />

Durante este tiempo se vio sometida la casa a no pocos registros; y cuando<br />

esto sucedía, el buen coadjutor <strong>de</strong>bía correr a escon<strong>de</strong>rse en su refugio: refugio<br />

incómodo, pero seguro. Era un pozo <strong>de</strong> dieciocho metros <strong>de</strong> profundidad, en<br />

don<strong>de</strong> se metía a la primera voz <strong>de</strong> alarma. Se procuraba tapar el brocal con<br />

una ma<strong>de</strong>ra sobre la cual se colocaba un cubo lleno <strong>de</strong> agua y con la cuerda<br />

arrollada a su lado. Ocasiones hubo en que se vio obligado a permanecer oculto<br />

en aquel lugar durante horas enteras, casi al nivel <strong>de</strong>l agua, apoyándose<br />

tan sólo con los pies y la espalda a las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l pozo en una posición tan<br />

peligrosa como incómoda.<br />

El resto <strong>de</strong>l tiempo que permaneció en dicha casa, lo <strong>de</strong>dicaba a dar clase<br />

a los cuatro niños, hijos <strong>de</strong> sus huéspe<strong>de</strong>s, a cuidar los animales domésticos,<br />

y a otras faenas menudas, que al mismo tiempo que le distraían, le ayudaban<br />

a correspon<strong>de</strong>r como mejor podía, a las bonda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> sus bienhechores.<br />

152


«LA PALABRA»<br />

También ocupaba su actividad la redacción <strong>de</strong> un periodiquito en el que<br />

iba recogiendo las noticias dadas por la emisora nacional. La parte sustancial<br />

<strong>de</strong>l mismo la constituían los partes <strong>de</strong> guerra rojos y nacionales, que se podían<br />

cotejar fácilmente; las frases <strong>de</strong> Radio Verdad, y un resumen <strong>de</strong> las charlas<br />

<strong>de</strong>l General Queipo <strong>de</strong> Llano. En ocasiones se editaba algún número extraordinario,<br />

coincidiendo con las principales festivida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l año: Navidad, Semana<br />

Santa, San Juan Bosco, María Auxiliadora...<br />

En la sección religiosa se insertaban novenas o artículos en que se preparaba<br />

el ánimo <strong>de</strong> los lectores a las principales solemnida<strong>de</strong>s religiosas; y durante<br />

los meses <strong>de</strong> Mayo y Junio, las flores cotidianas en honor <strong>de</strong> María<br />

Auxiliadora y <strong>de</strong>l Sagrado Corazón.<br />

La parte gráfica, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> numerosos dibujos a pluma, la constituían recortes<br />

<strong>de</strong> grabados, imágenes y fotografías.<br />

Este periódico, escrito en la soledad <strong>de</strong> su escondite, se titulaba «La Palabra»,<br />

y tenía numerosos lectores. Los hijos <strong>de</strong> sus huéspe<strong>de</strong>s lo pasaban,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> leerlo la familia, a otros parientes, a sacerdotes y religiosos que se<br />

hallaban escondidos e incomunicados. También lo leía don José mientras estuvo<br />

en la masía. Hasta llegó a penetrar en la cárcel <strong>de</strong> Alicante. Después <strong>de</strong><br />

tan largo recorrido, siempre volvía a su proce<strong>de</strong>ncia.<br />

Los números ya leídos, los escondía en un hueco <strong>de</strong> la pared, que tapiaba<br />

luego cuidadosamente, a fin <strong>de</strong> evitar el que fueran <strong>de</strong>scubiertos en alguno<br />

<strong>de</strong> los frecuentes registros.<br />

No hay que <strong>de</strong>cir como era recibido dicho periodiquito por las personas<br />

<strong>de</strong> or<strong>de</strong>n, que lo esperaban con verda<strong>de</strong>ra impaciencia, para reanimar su espíritu<br />

abatido. Todos ponían singular empeño en que no cayera en manos sospechosas;<br />

pero sin que nadie se lo haya podido explicar, a principios <strong>de</strong> Octubre<br />

<strong>de</strong> 1937, llegó al frente rojo una <strong>de</strong>nuncia en que se aseguaraba que don<br />

Francisco Pujolar estaba oculto en Villena y poseía una emisora <strong>de</strong> radio.<br />

Tuvo que salir inmediatamente <strong>de</strong> casa y escon<strong>de</strong>rse en una masía a dieciocho<br />

kilómetros <strong>de</strong> Villena. Allí aún tuvo humor para confeccionar el último<br />

número <strong>de</strong> su periodiquito y pocos días <strong>de</strong>spués, el 3 <strong>de</strong> Noviembre, provisto<br />

<strong>de</strong> documentación a<strong>de</strong>cuada, pudo abandonar aquellos peligrosos parajes y se<br />

dirigió a Olot, en la provincia <strong>de</strong> Gerona, en don<strong>de</strong> tenía sus familiares.<br />

Se ha logrado conservar hasta hoy toda la colección <strong>de</strong> dicho periódico,<br />

excepto unos pocos números que don José González se vio obligado a, <strong>de</strong>struir<br />

cuando le avisaron <strong>de</strong> la inminencia <strong>de</strong> un registro, a fin <strong>de</strong> evitar compromisos<br />

y complicaciones.<br />

Por la misma razón, la se<strong>de</strong> <strong>de</strong> la redacción figuraba en el vecino pueblo<br />

<strong>de</strong> Benejama, para <strong>de</strong>spistar las posibles pesquisas, alejándolas <strong>de</strong> Villena.<br />

LA LIBERACIÓN<br />

A últimos <strong>de</strong> Marzo <strong>de</strong> 1939, fue liberada Villena por las tropas nacionales.<br />

Apenas tuvieron noticia <strong>de</strong> ello acudieron al colegio don Francisco Pujolar<br />

y don José Carrasco, que comenzaron su labor <strong>de</strong> recuperación <strong>de</strong> gran parte<br />

<strong>de</strong>l material escolar, que fue hallado casi intacto. Pero como el edificio estaba<br />

ocupado provisionalmente por las fuerzas libertadoras, los Salesianos tuvieron<br />

153


que abandonar Villena hasta que, cambiadas las circunstancias, pudieran reanudarse<br />

en él las activida<strong>de</strong>s educativas y docentes.<br />

A primeros <strong>de</strong> Junio <strong>de</strong> 1939, fue a Villena don José González, con objeto<br />

<strong>de</strong> enterarse <strong>de</strong> la situación y <strong>de</strong> retirar algunos objetos <strong>de</strong> uso personal que<br />

había <strong>de</strong>jado.<br />

Aún se encontraba el colegio ocupado por un piquete <strong>de</strong> soldados, que<br />

custodiaban en él un Parque Sanitario muy valioso, abandonado allí por los<br />

rojos.<br />

El edificio se hallaba intacto. La capilla, <strong>de</strong>smantelada, pero limpia, ya que<br />

la hoguera la hicieron en el exterior. Las imágenes <strong>de</strong> María Auxiliadora y <strong>de</strong><br />

San José, que se encontraban en casa <strong>de</strong> una piadosa cooperadora, fueron<br />

trasladadas a su lugar. La única novedad que habían <strong>de</strong>jado los rojos, fue un<br />

edificio levantado al fondo <strong>de</strong>l patio con el material <strong>de</strong>l teatro <strong>de</strong>rribado y que<br />

ellos <strong>de</strong>stinaban a almacén y a comedor <strong>de</strong> la tropa.<br />

Como las circunstancias eran muy adversas para reanudar las activida<strong>de</strong>s<br />

salesianas y se <strong>de</strong>moraba <strong>de</strong>masiado la reapertura <strong>de</strong>l colegio, una comisión <strong>de</strong><br />

celosos cooperadores se trasladó a Barcelona a fin <strong>de</strong> suplicar al señor Inspector<br />

que volvieran los Salesianos a hacerse cargo <strong>de</strong>l colegio. Acogida benévolamente<br />

su petición, el llorado don Julián Massana envió a don José González<br />

para que iniciase los primeros pasos y preparase el terreno. Comenzó por<br />

tomar posesión <strong>de</strong> la iglesia, en la cual se restableció el culto y se comenzaron<br />

las clases <strong>de</strong> Catecismo para niños.<br />

Poco más tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>salojado por completo el edificio por los militares y<br />

entregado el colegio a los Salesianos, se pudieron reanudar las activida<strong>de</strong>s<br />

docentes, con gran alegría <strong>de</strong> los buenos villeneses.<br />

154


CIUDADELA<br />

Aunque, como en todas partes, se notaba el 18 <strong>de</strong> Julio cierta efervescencia<br />

y nerviosismo a causa <strong>de</strong> las malas noticias que circulaban sobre el glorioso Alzamiento<br />

Nacional, en la isla, especialmente en Ciuda<strong>de</strong>la, el día transcurrió<br />

tranquilo en apariencia; tanto es asi que al dia siguiente, domingo, en que<br />

tenía que clausurarse el curso escolar con el reparto <strong>de</strong> premios, se pudo llevar<br />

a cabo el programa establecido, si bien no pudieron asistir al acto las autorida<strong>de</strong>s<br />

civiles, como habían prometido.<br />

La alarma comenzó a cundir el lunes, día 20. Los soldados <strong>de</strong> la Compañía<br />

<strong>de</strong> Ametralladoras, <strong>de</strong> guarnición en Ciuda<strong>de</strong>la, influidos por los dirigentes<br />

obreros, encerraron a sus oficiales haciendo causa común con los marxistas<br />

y levantando barricadas frente al cuartel para rechazar a las tropas <strong>de</strong> Mahón,<br />

que, según noticias, acudían para restablecer la disciplina.<br />

Pero al anochecer llegó la noticia <strong>de</strong> que también en Mahón había sido<br />

<strong>de</strong>sarmada y <strong>de</strong>tenida la oficialidad, quedando las clases al frente <strong>de</strong> los soldados,<br />

y todos al servicio <strong>de</strong>l Frente Popular para aplastar el Movimiento<br />

Nacional.<br />

De este modo, sin lucha alguna, quedó la isla <strong>de</strong> Menorca en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la<br />

anti-España durante todo el tiempo <strong>de</strong> la guerra.<br />

ALARMA NOCTURNA<br />

En el colegio el día transcurrió sin novedad. Por la noche, mientras los<br />

Salesianos estaban entregados al sueño, fueron <strong>de</strong>spertados por fuertes y repetidos<br />

golpes que resonaban en la portería. Era un grupo <strong>de</strong> milicianos, capitaneados<br />

por un oficial <strong>de</strong> Policía, el cual insistió en ver inmediatamente<br />

al señor Director.<br />

Don Pedro Iglesias se apresuró a bajar a su <strong>de</strong>spacho, y el policía le comunicó<br />

que tenía or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>r inmediatamente a la clausura <strong>de</strong>l Centro<br />

<strong>de</strong> los Antiguos Alumnos. Hecho esto, estuvieron <strong>de</strong>liberando un buen rato<br />

acerca <strong>de</strong> si <strong>de</strong>bían <strong>de</strong>tener al señor Director o al Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> los Antiguos<br />

Alumnos. Para salir <strong>de</strong> dudas, uno <strong>de</strong> los milicianos fue a consultar con los<br />

155


jefes, mientras los <strong>de</strong>más continuaban hablando con el señor Director en su<br />

<strong>de</strong>spacho» Cuando el emisario estuvo <strong>de</strong> vuelta, dijo que a quien había que<br />

<strong>de</strong>tener era al Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Asociación.<br />

Con esto se marcharon, <strong>de</strong>jando tranquila a la Comunidad por aquella<br />

noche.<br />

Al día siguiente el señor Director se apresuró a enviar un atento B. L. M. al<br />

Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Comisión gestora, pidiéndole la libertad <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

los Antiguos Alumnos, don José Anglada, ya que la Asociación jamás se<br />

había metido en política, y era, por consiguiente, ajeno a todo partidismo y<br />

ten<strong>de</strong>ncia.<br />

No se recibió contestación.<br />

SE LLEVAN A DON GUSTAVO MÁS<br />

Por la noche, y a la misma hora intempestiva <strong>de</strong> la anterior, se repitió la<br />

visita <strong>de</strong> los milicianos y carabineros. Los Salesianos se levantaron llenos <strong>de</strong><br />

sobresalto y se apresuraron a bajar a la portería. El jefe manifestó que sólo<br />

venían en busca <strong>de</strong> don Gustavo Más.<br />

El buen sacerdote, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía treinta años trabajaba en el colegio, y<br />

que con tanto amor y abnegación había <strong>de</strong>dicado toda su existencia a la educación<br />

<strong>de</strong> la juventud ciuda<strong>de</strong>lana, se ofreció, tranquilo y sereno, a ir en pos<br />

<strong>de</strong> los esbirros que tan villanamente pagaban su heroico apostolado. Le daban<br />

escolta un grupo <strong>de</strong> unos cincuenta milicianos armados con fusil, entre los<br />

cuales no faltaban algunos soldados.<br />

Como quiera que la cárcel estaba ya abarrotada <strong>de</strong> presos, le condujeron<br />

al palacio <strong>de</strong> don Lorenzo Salort, transformado en prisión provisional. Don<br />

Gustavo fue <strong>de</strong> los primeros en llegar; pero poco a poco, la nueva cárcel se<br />

fue llenando con la llegada <strong>de</strong> otros compañeros <strong>de</strong> infortunio, especialmente<br />

sacerdotes, nobles y propietarios: lo más granado <strong>de</strong> la ciudad. Era una verda<strong>de</strong>ra<br />

selección.<br />

Apenas se hizo <strong>de</strong> día, el señor Director se puso en comunicación telefónica<br />

con don Gustavo, el cual le contestó animoso, asegurándole que estaba bien<br />

y que no le faltaba nada. Recomendó que procurasen permanecer tranquilos<br />

en el colegio y evitasen toda clase <strong>de</strong> visitas para no llamar la atención-<br />

Por la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> este mismo día se hizo un nuevo registro, dirigido por<br />

un sargento que iba al frente <strong>de</strong> un pelotón <strong>de</strong> soldados. Manifestó que iba<br />

a hacerse cargo <strong>de</strong>l arsenal <strong>de</strong> armas que se guardaba en el colegio. Como es<br />

natural, a pesar <strong>de</strong> la búsqueda más minuciosa, no se encontró nada. Mientras<br />

los soldados registraban las distintas <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias, el sargento conversaba<br />

con don Pedro, interesándose por la Obra Salesiana y lamentando que se tratase<br />

a los Salesianos <strong>de</strong> aquella manera tan inconsi<strong>de</strong>rada en pago <strong>de</strong>l bien<br />

inmenso que durante tantos años habían proporcionado a la juventud obrera.<br />

También se mostró indignado por la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> don Gustavo, <strong>de</strong>tención<br />

que calificaba <strong>de</strong> injusta y arbitraria.<br />

Terminado el registro, se retiró <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse muy afectuosamente.<br />

Por la noche, y mientras se hallaban todos sentados a la mesa para cenar,<br />

recibieron una gratísima e inesperada sorpresa con la aparición <strong>de</strong> don Gustavo.<br />

No daban crédito a sus ojos. Le abrazaron cariñosamente entre lágrimas <strong>de</strong><br />

alegría. Don Gustavo les explicó cómo le había sobrevenido un ataque ner-<br />

156


vioso y llamado a asistirle un médico, antiguo alumno, don Laureano López;<br />

éste supo exagerar <strong>de</strong> tal modo la gravedad <strong>de</strong>l acci<strong>de</strong>nte, que los rojos, compa<strong>de</strong>cidos<br />

y asustados, le <strong>de</strong>jaron en libertad,<br />

LA DETENCIÓN<br />

El día siguiente, 24, aún se pudo celebrar la Santa Misa en el Santuario,<br />

asistiendo a los diversos actos <strong>de</strong> culto en honor <strong>de</strong> María Auxiliadora una<br />

gran cantidad <strong>de</strong> fieles, los cuales recibieron <strong>de</strong>votamente los Santos Sacramentos,<br />

Por la tar<strong>de</strong>, mientras se estaba pensando en la mejor manera <strong>de</strong> celebrar<br />

los acostumbrados actos religiosos, se personó en el colegio un grupo <strong>de</strong><br />

milicianos, dirigidos por el secretario <strong>de</strong>l Ayuntamiento con la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> cerrar<br />

y sellar el Santuario, el salón-teatro y las clases, <strong>de</strong>jando tan sólo a la Comunidad<br />

el uso <strong>de</strong> sus habitaciones particulares y la cocina. Permitieron sacar<br />

el Santísimo Sacramento y las limosnas que había en los diversos cepillos <strong>de</strong> la<br />

iglesia, Al marcharse dijeron que a partir <strong>de</strong> aquel momento quedaba terminantemente<br />

prohibido el recibir visita alguna, ni siquiera <strong>de</strong> los alumnos <strong>de</strong>l<br />

colegio,<br />

A todo esto, los Salesianos aún vestían su sotana y continuaron con ella<br />

hasta el día 27; pero este día, durante la comida <strong>de</strong>l mediodía, se presentaron<br />

en el colegio unos cuantos milicianos, con el objeto <strong>de</strong> comprobar, según <strong>de</strong>cían,<br />

si aún estaban intactos los sellos puestos días antes.<br />

Esta inesperada visita no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> alarmar a todos, tanto más cuanto se<br />

comentaba por toda la ciudad la expulsión <strong>de</strong> sus conventos <strong>de</strong> las distintas<br />

comunida<strong>de</strong>s religiosas, realizadas aquel mismo día.<br />

Por otra parte, había empezado a <strong>de</strong>rramarse la sangre <strong>de</strong> sacerdotes. El<br />

día 25, en el cercano pueblo <strong>de</strong> Ferrerías había sido asesinado el novel sacerdote<br />

don Juan Huguet, Había celebrado su primera Misa pocos días antes<br />

y fue la primera víctima <strong>de</strong> la isla, inmolada en aras <strong>de</strong>l odio anticristiano, por<br />

el sargento Marqués, <strong>de</strong> infausta memoria.<br />

Por todos estos motivos, los Salesianos <strong>de</strong>terminaron vestir <strong>de</strong> paisano y<br />

procurarse cada cual un lugar en don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r refugiarse en caso necesario<br />

a fin <strong>de</strong> no ser asesinados o <strong>de</strong>tenidos por sorpresa.<br />

Mientras ponían en práctica esta acertada resolución, se presentó en la<br />

portería un grupo <strong>de</strong> milicianos, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> reunir a todos los religiosos,<br />

les comunicaron la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> <strong>de</strong>tención.<br />

Conducidos al palacio <strong>de</strong> don Lorenzo Salort, que como hemos dicho había<br />

sido habilitado para cárcel, se encontraron en compañía <strong>de</strong> muchos amigos,<br />

sacerdotes y seglares, con quienes compartieron las amarguras e incertidumbres<br />

<strong>de</strong>l cautiverio.<br />

Una vez abandonado el colegio por los Salesianos, fue inmediatamente<br />

asaltado por el populacho, que lo saqueó por completo hasta no <strong>de</strong>jar más que<br />

las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>snudas. Cuando ya no había nada que robar se <strong>de</strong>stinó el edificio<br />

a cuartel <strong>de</strong> una Compañía ciclista; más tar<strong>de</strong>, el patio y el salón <strong>de</strong>l Círculo<br />

«Domingo Savio» fueron utilizados como mercado <strong>de</strong> verduras.<br />

Mucho <strong>de</strong>spués ya en el año 1938, se pensó en sacar partido <strong>de</strong>l edificio y<br />

volvió a convertirse en centro <strong>de</strong> enseñanza, gracias a lo cual, terminada la<br />

guerra, pudo recuperarse gran parte <strong>de</strong>l material escolar.<br />

Mientras tanto los Salesianos seguían su vida <strong>de</strong> presos, monótona y triste,<br />

158


aunque endulzada un tanto por la grata compañía <strong>de</strong> tantos y tan buenos amigos<br />

como compartían su infortunio.<br />

El día 6 <strong>de</strong> Agosto, don Gustavo, <strong>de</strong>licado <strong>de</strong> salud, cayó enfermo <strong>de</strong> cuidado<br />

y llamado a asistirle el ya mencionado antiguo alumno, don Laureano<br />

López, éste consiguió que fuera trasladado al hospital, en don<strong>de</strong> fue muy bien<br />

atendido por las religiosas <strong>de</strong> la Consolación, que seguían en su puesto, si bien<br />

vestidas <strong>de</strong> seglar.<br />

Todos los días, sin falta, el señor Director se ponía en comunicación telefónica<br />

con el enfermo, gracias a la amabilidad <strong>de</strong>l encargado <strong>de</strong> la cárcel<br />

Los primeros días, mientras duró el escaso dinero que conservaba el señor<br />

Director, los Salesianos encargaban su comida en una fonda próxima; pero<br />

al terminarse sus menguados recursos, los compañeros <strong>de</strong> cautiverio, gente<br />

pudiente en su mayoría, tenían a gran honra el partir su pan con los Hijos<br />

<strong>de</strong> Don Bosco.<br />

LAS SACAS<br />

Ya se iban acostumbrando todos a la monotonía <strong>de</strong> aquella vida triste, pero<br />

sin riesgos, cuando en la noche <strong>de</strong>l 13 al 14 les <strong>de</strong>spertó un inusitado rumor<br />

<strong>de</strong> gritos y carreras. Era que se llevaban a cinco <strong>de</strong> los presos, los cuales,<br />

aquella misma noche eran vilmente asesinados en la carretera <strong>de</strong> Ciuda<strong>de</strong>la a<br />

Mahón. Entre ellos estaba el Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> los A. A., don José Anglada.<br />

La penosísima impresión que este sangriento suceso produjo en los presos<br />

no es para <strong>de</strong>scrita. Des<strong>de</strong> aquel día se ensombreció su existencia y, aunque<br />

dispuestos todos a morir por Dios y por España, con todo, el recuerdo <strong>de</strong> aquellos<br />

buenos amigos tan trágicamente <strong>de</strong>saparecidos, llenaba todos los corazones<br />

<strong>de</strong> temor y <strong>de</strong> zozobra.<br />

El día 16 salió <strong>de</strong> la cárcel el clérigo Juan Gallardo. Habiendo sido llamada<br />

su quinta solicitó incorporarse a filas en Barcelona, con lo que se libraba <strong>de</strong><br />

la cárcel y aprovechaba una excelente oportunidad para trasladarse junto a<br />

sus familiares. Antes <strong>de</strong> partir prometió al señor Director que haría personalmente<br />

los diversos encargos que éste le había encomendado para los salesianos<br />

<strong>de</strong> Barcelona, pues todavía ignoraba la triste situación en que habían quedado<br />

nuestras Casas <strong>de</strong> la Península.<br />

Por estos mismos días recibió don Pedro una carta <strong>de</strong> don José Calasanz,<br />

fechada en Valencia, días antes <strong>de</strong>l Movimiento, en que el buen Padre le daba<br />

cuenta <strong>de</strong> la situación alarmante en que se hallaba España y le manifestaba sus<br />

temores <strong>de</strong> que habrían <strong>de</strong> suspen<strong>de</strong>rse los Ejercicios.<br />

¡Cuan lejos estaban todos <strong>de</strong> sospechar, al recibir esta carta, que el buen<br />

Padre se hallaba ya en el Cielo, aureolado con la corona <strong>de</strong> los mártires!...<br />

EN EL «ATLANTE»<br />

El día 25 <strong>de</strong> Agosto, consi<strong>de</strong>rando las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Ciuda<strong>de</strong>la que el palacio<br />

Salort no reunía suficientes garantías <strong>de</strong> seguridad, trasladaron los presos<br />

al Cuartel Militar, en don<strong>de</strong> siguieron el mismo régimen <strong>de</strong> vida hasta el día<br />

14 <strong>de</strong> Octubre en que casi todos los presos <strong>de</strong> Ciuda<strong>de</strong>la fueron conducidos<br />

a Mahón y encerrados en el vapor «Atlante», <strong>de</strong> trágica recordación.<br />

159


Antes <strong>de</strong> partir, y a través <strong>de</strong> las rejas <strong>de</strong> la prisión, pudieron los salesianos<br />

ver con profunda pena, cómo quitaban las campanas <strong>de</strong>l Santuario <strong>de</strong> María<br />

Auxiliadora y cómo un miliciano, subiendo a lo alto <strong>de</strong> la torre, intentaba en<br />

vano <strong>de</strong>rribar la estatua <strong>de</strong> piedra que coronaba la fachada <strong>de</strong>l templo. Des<strong>de</strong><br />

aquella altura María Auxiliadora parecía ben<strong>de</strong>cir a la ciudad y a la isla. Por<br />

más esfuerzos que hizo el miliciano, y aunque le ayudaron otros compañeros,<br />

no pudieron <strong>de</strong>rribar <strong>de</strong> su pe<strong>de</strong>stal la enorme estatua. Tan sólo consiguieron<br />

romperle el cetro que empuñaba en su mano <strong>de</strong>recha; mas no el niño que sostiene<br />

con su izquierda, como para <strong>de</strong>mostrarles que si alguna vez quiere abdicar<br />

su título <strong>de</strong> Reina, jamás, empero, abandona su condición <strong>de</strong> Madre.<br />

ASISTENCIA PROVIDENCIAL<br />

Trasladados a Mahón, y encerrados en el sollado <strong>de</strong>l «Atlante», la Provi<strong>de</strong>ncia<br />

siguió velando por los salesianos. A primeros <strong>de</strong> Octubre llegó a Ciuda<strong>de</strong>la,<br />

proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Barcelona, la señorita Basilisa Gutiérrez, hermana <strong>de</strong>l clérigo<br />

don José, la cual, disfrazada <strong>de</strong> enfermera miliciana, vino a la isla para<br />

trabajar por la libertad <strong>de</strong> su hermano y llevárselo al seno <strong>de</strong> la familia. No<br />

pudo conseguir su intento, y entonces con abnegación ejemplar, <strong>de</strong>cidió quedarse<br />

en la isla para aten<strong>de</strong>r a su hermano encarcelado y ayudar al mismo<br />

tiempo a los salesianos, para quienes fue verda<strong>de</strong>ramente un ángel protector.<br />

Al ser trasladados los presos a Mahón, también ella los siguió a esta<br />

ciudad y juntamente con otras señoritas, Juanita y Margarita Casanovas,<br />

atendieron con solicitud y cariño a los Salesianos durante todo el tiempo <strong>de</strong><br />

su cautiverio. Ellas les procuraban la comida, les arreglaban la ropa y los<br />

atendían, en suma, con una solicitud verda<strong>de</strong>ramente maternal, que jamás podrá<br />

agra<strong>de</strong>cerse bastante. Todos los días sin falta, acudían al muelle para<br />

enterarse <strong>de</strong> la situación y las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> sus presos e infundirles con su<br />

presencia un poco <strong>de</strong> ánimo. Ellas eran las intermediarias entre los Salesianos<br />

y los muchos amigos y bienhechores dé Ciuda<strong>de</strong>la, que, interesados por la<br />

suerte <strong>de</strong> los Salesianos, se valían <strong>de</strong> tan abnegadas señoritas para proporcionarles<br />

todo lo necesario.<br />

LOS ASESINATOS EN MASA<br />

A todo se acostumbra el hombre, hasta a las situaciones más anómalas<br />

y extrañas, como estar prisionero en una cárcel flotante. De modo que se procuraba<br />

sacar el mejor partido posible <strong>de</strong> la triste situación en que se encontraban,<br />

alejando <strong>de</strong> la imaginación todo lo que pudiera entristecer o abatir el espíritu.<br />

Pero la noche <strong>de</strong>l 18 <strong>de</strong> Noviembre un brutal ramalazo los volvió a la<br />

realidad. Aquella noche quedará grabada para siempre en la memoria <strong>de</strong> todos<br />

los isleños, pero especialmente <strong>de</strong> los supervivientes <strong>de</strong>l «Atlante». Era la<br />

noche en que Madrid se encontraba amenazado por las tropas españolas, que<br />

habían llegado a sus arrabales. El peligro inminente excitó hasta el paroxismo<br />

la ira <strong>de</strong> la fiera roja... que se arrojó cobar<strong>de</strong>mente sobre los in<strong>de</strong>fensos prisioneros<br />

que guardaba en sus infinitas cárceles...<br />

En Mahón, cerca <strong>de</strong> un centenar <strong>de</strong> víctimas inocentes, entre ellos treinta<br />

y siete sacerdotes, fueron sacados <strong>de</strong>l «Atlante» y fusilados sin piedad, ni<br />

160


formación alguna <strong>de</strong> causa. La noche <strong>de</strong>l 18 fueron inmolados setenta y tres y<br />

a la noche siguiente le siguieron por el mismo camino <strong>de</strong>l martirio otros veintidós,<br />

como sacrificio expiatorio a los manes <strong>de</strong> Durruti, caído aquellos días en<br />

el frente <strong>de</strong> Madrid.<br />

María Auxiliadora extendió su manto protector sobre sus hijos y ningún<br />

Salesiano fue llamado a formar parte <strong>de</strong>l fatal cortejo.<br />

Estos asesinatos en masa <strong>de</strong>spertaron la ira y la indignación <strong>de</strong> toda la<br />

isla, hasta tal punto que atemorizados los dirigentes <strong>de</strong>l Frente Popular, dieron<br />

marcha atrás y empezaron a libertar a bastantes cautivos.<br />

LA LIBERTAD<br />

El 23 <strong>de</strong> Noviembre, los presos <strong>de</strong>l «Atlante» fueron trasladados a la<br />

cárcel <strong>de</strong> Mahón. Los Salesianos permanecieron en esta cárcel hasta que el<br />

día primero <strong>de</strong> Enero <strong>de</strong> 1937 se los <strong>de</strong>jó en libertad.<br />

Mientras tanto don Gustavo seguía en el Hospital <strong>de</strong> Ciuda<strong>de</strong>la, en calidad<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>tenido. El médico, señor López, ya citado, hacía prodigios para retenerlo<br />

en la sala, agravando siempre su pronóstico y fingiendo nuevas enfermeda<strong>de</strong>s<br />

a fin <strong>de</strong> sustraerlo a la suerte <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más sacerdotes presos en<br />

Mahón.<br />

Gracias a las constantes y abnegadas gestiones <strong>de</strong> este excelente antiguo<br />

alumno, don Gustavo no sólo permaneció tranquilo, sino que pudo <strong>de</strong>splegar<br />

su celo sacerdotal en la medida <strong>de</strong> lo posible, aprovechando la relativa libertad<br />

<strong>de</strong> que gozaba en el hospital. Podía comulgar todos los días, y <strong>de</strong> vez en cuando<br />

gozaba <strong>de</strong>l consuelo <strong>de</strong> celebrar la Santa Misa, a fin <strong>de</strong> consagrar nuevas<br />

formas con que aten<strong>de</strong>r a la <strong>de</strong>voción <strong>de</strong> numerosos y buenos católicos <strong>de</strong> la<br />

ciudad. A no pocas familias les proporcionaba un número razonable <strong>de</strong> Hostias<br />

consagradas para que pudiesen satisfacer su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> comulgar con frecuencia.<br />

En el mes <strong>de</strong> Octubre ingresó en el mismo hospital, también en calidad <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>tenido gubernativo, el excelentísimo señor Obispo <strong>de</strong> la diócesis menorquina,<br />

doctor don Juan Torres y Ribas, a quien sus guardianes mantenían en<br />

la más absoluta incomunicación.<br />

El anciano prelado, ciego y sordo, con la carga <strong>de</strong> sus noventa y un años,<br />

merecía, ciertamente, un trato más humano.<br />

Don Gustavo se arregló <strong>de</strong> modo que pudo verle dos o tres veces y ponerle<br />

al corriente <strong>de</strong> lo que sucedía. La circunstancia <strong>de</strong> hallarse en Mahón el Muy<br />

Ilustre Vicario General, motivó que el señor Obispo diera a don Gustavo<br />

extraordinarios y amplios po<strong>de</strong>res para que provisionalmente le supliese en el<br />

gobierno <strong>de</strong> la diócesis. Don Gustavo, por su parte, le proporcionaba el consuelo<br />

<strong>de</strong> recibir diariamente la Sagrada Comunión, valiéndose para ello <strong>de</strong><br />

sus sobrinas, que le asistían con gran afecto y abnegación.<br />

Al ser libertados el día primero <strong>de</strong> Enero los Salesianos encarcelados en<br />

Mahón, el señor López comenzó a hacer activas gestiones a fin <strong>de</strong> que gozara<br />

<strong>de</strong>l mismo beneficio don Gustavo. Cuando ya parecía todo resuelto y a punto<br />

<strong>de</strong> salir en libertad, el día 14 <strong>de</strong> Enero, con gran sorpresa <strong>de</strong> todos y el consiguiente<br />

disgusto <strong>de</strong>l médico, en vez <strong>de</strong> salir a la calle, fue trasladado a la<br />

cárcel.<br />

162


DON GUSTAVO EN PELIGRO<br />

El señor López pudo enterarse <strong>de</strong> que la causa <strong>de</strong> este intempestivo traslado<br />

era el intento <strong>de</strong> asesinar a don Gustavo. Inmediatamente se puso en<br />

comunicación con el policía don Juan León, Antiguo Alumno, a quien rogó que<br />

montara una guardia en los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> la cárcel, a fin <strong>de</strong> evitar cualquier<br />

acto <strong>de</strong> violencia contra don Gustavo. Mientras tanto se dirigió a visitar al<br />

Delegado gubernativo <strong>de</strong> la isla a quien dio cuenta <strong>de</strong> lo que sucedía, solicitando<br />

la inmediata libertad <strong>de</strong>l preso. Afortunadamente fue atendido y don<br />

Gustavo pudo abandonar la cárcel para instalarse en una casa particular.<br />

Pero al día siguiente, 17, se presentó en dicha casa un guardia civil, que<br />

le comunicó <strong>de</strong> parte <strong>de</strong>l Delegado, la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que aquella misma tar<strong>de</strong> se<br />

trasladase a Mahón para <strong>de</strong>clarar; pero su marcha <strong>de</strong>bía hacerse con las siguientes<br />

condiciones: marchar solo y a la hora exacta que se le indicaría.<br />

Estas condiciones resultaban <strong>de</strong>masiado sospechosas, lo mismo que la or<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong>l Delegado que el día anterior había or<strong>de</strong>nado su libertad; por este motivo<br />

don Gustavo se apresuró a poner al corriente <strong>de</strong> todo al señor López, quien<br />

inmediatamente se puso al habla por teléfono con el Delegado, exponiéndole<br />

que dado el mal estado <strong>de</strong> salud <strong>de</strong> don Gustavo, éste no podía hacer en manera<br />

alguna el penoso viaje a pie hasta Mahón, y menos aún sin una persona<br />

que le pudiera aten<strong>de</strong>r.<br />

El Delegado, sorprendido, manifestó que él no había dado ninguna or<strong>de</strong>n<br />

al respecto, sino que por el contrario, había or<strong>de</strong>nado que el Padre Salesiano<br />

fuera puesto inmediatamente en libertad con el encargo <strong>de</strong> que en a<strong>de</strong>lante<br />

nadie le volviera a molestar en lo más mínimo.<br />

Por indicación <strong>de</strong>l señor López, el mismo Delegado transmitió a la Guardia<br />

Civil <strong>de</strong> Ciuda<strong>de</strong>la esta misma or<strong>de</strong>n. En efecto, poco <strong>de</strong>spués se presentaba<br />

un guardia en la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> don Gustavo con la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que suspendiera<br />

el viaje a Mahón.<br />

Indagando <strong>de</strong>spués el señor López la causa <strong>de</strong> aquella extraña <strong>de</strong>terminación,<br />

vino a averiguar que todo era una emboscada preparada por el alcal<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> Ciuda<strong>de</strong>la para asesinar a don Gustavo cuando por la noche, in<strong>de</strong>fenso y<br />

solo, se aventurara por la carretera.<br />

VIDA DE APOSTOLADO<br />

Puestos en libertad todos los Salesianos, comenzó para ellos una nueva<br />

vida algo más tranquila y regular. Todos encontraron familias caritativas y<br />

generosas que les abrieron las puertas <strong>de</strong> sus casas y <strong>de</strong> su corazón.<br />

Don Vicente Peris y don José Armelles encontraron cristiana hospitalidad<br />

en el seno <strong>de</strong> la familia Camps y Febrer.<br />

Don José Gutiérrez y su abnegada hermana se vieron acogidos con verda<strong>de</strong>ro<br />

cariño por el señor don Juan Cursach y su digna esposa doña María Mercadal,<br />

que durante los dos años que se prolongó la guerra los trataron como<br />

a verda<strong>de</strong>ros hijos.<br />

Don Sebastián Monclús y don Mariano Aísa también encontraron un hogar<br />

acogedor en las familias Mercadal, Cristóbal Marqués y Janet.<br />

En estas condiciones, aislados en los predios que los albergaban, procuraban<br />

los Salesianos ser lo menos gravosos posible a sus bienhechores, traba-<br />

163


jando en el campo, ya para ayudar con su trabajo a tan generosas familias,<br />

ya también para no <strong>de</strong>spertar sospechas en los que los vieran sin hacer nada.<br />

Mas a medida que pasaban los meses, la prolongación <strong>de</strong> la guerra exigía<br />

la llamada <strong>de</strong> nuevas quintas; por lo que, a excepción <strong>de</strong> don Pedro y don<br />

Gustavo, todos los <strong>de</strong>más Salesianos, que estaban en edad militar, tuvieron<br />

que optar entre escon<strong>de</strong>rse en don<strong>de</strong> no pudieran ser hallados, cosa muy difícil,<br />

dada la pequeña extensión <strong>de</strong> la isla y el fino olfato <strong>de</strong> los sabuesos rojos, o<br />

bien presentarse a las autorida<strong>de</strong>s.<br />

En esta incertidumbre, acabó por <strong>de</strong>cidirles la relación <strong>de</strong> un campesino<br />

que vivía en un predio próximo, el cual los favorecía en lo posible, a pesar <strong>de</strong><br />

aparecer ante los milicianos como uno <strong>de</strong> ellos.<br />

Estando cierto día en Ciuda<strong>de</strong>la, uno <strong>de</strong> sus camaradas, a quien casualmente<br />

encontró por la calle, le dijo que al día siguiente, por los alre<strong>de</strong>dores<br />

<strong>de</strong> su predio, en don<strong>de</strong> estaban escondidos los Salesianos, presenciaría la<br />

matanza <strong>de</strong> estos frailes, pues así lo habían <strong>de</strong>terminado las autorida<strong>de</strong>s rojas.<br />

Al buen campesino le faltó tiempo para volver corriendo al campo y notificar<br />

a los religiosos la criminal <strong>de</strong>cisión tomada contra ellos.<br />

Gracias a este aviso provi<strong>de</strong>ncial, pudieron escon<strong>de</strong>rse en las grutas <strong>de</strong> los<br />

barrancos, en don<strong>de</strong> pasaron unos días angustiosos, siempre en espera <strong>de</strong> un<br />

registro a fondo, que <strong>de</strong>scubriera su para<strong>de</strong>ro.<br />

Pero como esta situación angustiosa no podía prolongarse más, un buen<br />

día don Vicente Peris y don José Gutiérrez <strong>de</strong>terminaron presentarse a las<br />

autorida<strong>de</strong>s militares; y a fin <strong>de</strong> no ser castigados como <strong>de</strong>sertores, hubieron<br />

<strong>de</strong> añadir a su edad una docena <strong>de</strong> años. Incorporados al ejército rojo, permanecieron<br />

en él hasta el final <strong>de</strong> la guerra, <strong>de</strong>stinados al Cuerpo <strong>de</strong> Sanidad<br />

Militar.<br />

Don Sebastián Monclús y don Mariano Aísa tuvieron que trabajar algún<br />

tiempo en las obras <strong>de</strong> fortificación y <strong>de</strong>fensa.<br />

NUEVAS ANGUSTIAS<br />

Si los más jóvenes pudieron capear el temporal <strong>de</strong> esta manera enojosa,<br />

pero relativamente segura, en cambio don Pedro y don Gustavo, por ser más<br />

conocidos y encontrarse escondidos en la ciudad, tuvieron que sufrir nuevas<br />

persecuciones.<br />

Don Gustavo, al salir <strong>de</strong> la cárcel, se refugió en casa <strong>de</strong> don Antonio Femenías,<br />

y, procurando no ser observado por nadie, pasaba la vida recluido<br />

rigurosamente, sin otro consuelo que el que le ofrecía la Santa Misa, que<br />

podía celebrar diariamente.<br />

A primeros <strong>de</strong> Mayo <strong>de</strong> 1937 se produjo en Barcelona la rebelión <strong>de</strong> la<br />

F. A. I. contra el Gobierno Rojo <strong>de</strong> Valencia y a consecuencia <strong>de</strong> estas luchas<br />

se recru<strong>de</strong>ció la persecución contra las personas <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n. El día 4 <strong>de</strong> Mayo<br />

fue <strong>de</strong>tenido don Gustavo y llevado a la cárcel; <strong>de</strong> allí al cuartel y finalmente<br />

trasladado a Mahón, en don<strong>de</strong> fue encerrado en el buque-prisión «Atlante»<br />

con otros veintitrés presos. Allí pasaron setenta y dos horas sin probar bocado<br />

y hacinados como bestias sin luz ni ventilación en el fondo <strong>de</strong>l sollado. Don<br />

Gustavo cayó <strong>de</strong> nuevo gravemente enfermo y tuvieron que sacarle <strong>de</strong>l barco<br />

y trasladarle al hospital, en don<strong>de</strong> los cuidados <strong>de</strong> las religiosas, que también<br />

aquí habían sido toleradas, le ayudaron en gran manera a reponerse.<br />

164


El 14 <strong>de</strong> Julio fueron puestos en libertad todos los presos, y por consiguiente,<br />

también don Gustavo, el cual <strong>de</strong>terminó quedarse en Mahón, don<strong>de</strong>,<br />

por ser menos conocido, no corría tantos peligros como en Ciuda<strong>de</strong>la. Catorce<br />

meses estuvo refugiado en casa <strong>de</strong> los señores Alies, dando clase <strong>de</strong> Bachillerato<br />

a, la hija <strong>de</strong> sus bienhechores y ejerciendo el santo Ministerio con las<br />

precauciones necesarias para no comprometerse ni comprometer a sus protectores.<br />

De vez en cuando recibía la visita <strong>de</strong> don José Armelles o <strong>de</strong> don Pedro,<br />

que eran los únicos que conocían su para<strong>de</strong>ro.<br />

Pero no había paz ni tranquilidad en aquellos aciagos días <strong>de</strong> persecución.<br />

En efecto, mediado Octubre <strong>de</strong> 1937, hubo otra <strong>de</strong> aquellas injustificadas<br />

razzias contra las personas <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n, y don Gustavo fue buscado en todas partes.<br />

Se quiso obligar a los médicos y a las religiosas <strong>de</strong>l hospital a que <strong>de</strong>latasen<br />

su escondite, cosa que no hicieron, entre otros motivos, por ignorarlo en<br />

absoluto; mas no faltó alguien que le <strong>de</strong>nunciase, por lo que un día se presentó<br />

en casa <strong>de</strong> los señores Alies un grupo <strong>de</strong> guardias <strong>de</strong> asalto para registrarla<br />

minuciosamente. La señora <strong>de</strong> la casa no perdió la serenidad y halló<br />

manera <strong>de</strong> escon<strong>de</strong>r a don Gustavo en un <strong>de</strong>sván. Luego manifestó a los<br />

guardias que la persona que buscaban había estado en su casa, pero que ya<br />

hacía tiempo se había marchado. Los guardias procedieron a un minucioso<br />

registro, pero, afortunadamente, no se les ocurrió curiosear por el <strong>de</strong>sván, y <strong>de</strong><br />

esta menera, don Gustavo pudo escapar por aquella vez.<br />

Con esto comenzó para toda la familia una época <strong>de</strong> angustias y sobresaltos.<br />

Cada vez que alguien llamaba a la puerta, don Gustavo tenía que ir<br />

corriendo a refugiarse en su escondrijo, lo cual proporcionaba a todos continuos<br />

sustos. Para colmo <strong>de</strong> males, en Septiembre <strong>de</strong> 1938 comenzaron los bombar<strong>de</strong>os<br />

<strong>de</strong> la aviación nacional. Al sonar las sirenas todo el mundo corría a los<br />

refugios menos el pobre don Gustavo, que tenía que soportar el mal rato escondido<br />

en su <strong>de</strong>sván, a fin <strong>de</strong> no comprometer a sus bienhechores.<br />

Por todos estos motivos, y <strong>de</strong> acuerdo con don Pedro, <strong>de</strong>terminó buscar<br />

refugio en el campo, en don<strong>de</strong> no había peligro <strong>de</strong> bombar<strong>de</strong>os; pero antes,<br />

el día 24 <strong>de</strong> Septiembre, tuvo el consuelo <strong>de</strong> celebrar en aquella casa sus bodas<br />

<strong>de</strong> plata sacerdotales. Don Pedro Iglesias, que había acudido el día anterior<br />

con intención <strong>de</strong> acompañarle en este fausto acontecimiento, no pudo hacerlo<br />

a causa <strong>de</strong> un intenso bombar<strong>de</strong>o.<br />

La noche <strong>de</strong>l mismo día <strong>de</strong> sus bodas <strong>de</strong> plata se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> la excelente<br />

familia Alies, y se refugió en una casa <strong>de</strong> campo próxima a otra en don<strong>de</strong><br />

estaba hospedado don José Armelles. Aún tuvo que abandonar este predio<br />

para evitar indiscreciones; pero en todas partes su celo sacerdotal sabía convertir<br />

las casas <strong>de</strong> campo en pequeños santuarios en los que se hacía una vida<br />

ejemplarmente sacerdotal.<br />

DON PEDRO IGLESIAS<br />

Al salir <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> Mahón pasó unos días en casa <strong>de</strong> un buen amigo<br />

hasta que. acompañado <strong>de</strong> don Mariano Aísa. fue a refugiarse en un predio<br />

conocido por Torre Petxina. Junto a éste había otros dos predios muy próximos<br />

entre sí. Se quedaron, pues, ambos Salesianos en distinto domicilio, para<br />

po<strong>de</strong>r aten<strong>de</strong>r espiritualmente a todas las familias y ser menos gravosos<br />

para una sola.<br />

165


Allí permanecieron algún tiempo, hasta que, teniendo que volver a CiucU'<br />

déla la familia que le albergaba, don Pedro los acompañó y se mantuvo oculto<br />

en la ciudad. Pero a causa <strong>de</strong> los sucesos <strong>de</strong> Mayo, también en Ciuda<strong>de</strong>la hizo<br />

la policía una redada <strong>de</strong> personas <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n; y el día 12, don Pedro fue <strong>de</strong><br />

nuevo <strong>de</strong>tenido, a pesar <strong>de</strong> la autorización escrita <strong>de</strong>l Delegado Gubernativo<br />

por la que se le permitía fijar tranquilamente su resi<strong>de</strong>ncia en cualquier lugar<br />

<strong>de</strong> la isla.<br />

Conducido a la cárcel, no tuvo otro consuelo que la compañía <strong>de</strong> muchos<br />

Antiguos Alumnos y Cooperadores, entre los cuales las horas transcurrían<br />

menos penosas, a pesar <strong>de</strong> la inmundicia y suciedad que por todas partes los<br />

ro<strong>de</strong>aba.<br />

Se acercaba el 24 <strong>de</strong> Mayo, y; naturalmente, el pensamiento <strong>de</strong> todos volaba<br />

a María Auxiliadora, recordando las solemnísimas fiestas con que se la<br />

honraba en años anteriores.<br />

'—¿Y habremos <strong>de</strong> pasar aquí <strong>de</strong>ntro la fiesta <strong>de</strong> María Auxiliadora? ^exclamaban<br />

aquellos fervorosos ex alumnos.<br />

—Al menos —apuntó uno—, podremos obsequiarla con una buena confesión.<br />

—Algo más creo que podremos hacer —les dijo don Pedro.<br />

Y en efecto, la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l 23 al recibir una visita, don Pedro le suplicó que<br />

fuera a casa <strong>de</strong>l sacerdote don Antonio Taberner con el encargo <strong>de</strong> pedirle<br />

«reliquias <strong>de</strong> San Tarsicio»<<br />

Y al anochecer, ya tenía don Pedro en su po<strong>de</strong>r suficientes Formas consagradas,<br />

con lo que aquellos fervientes católicos pudieron, el día <strong>de</strong> María<br />

Auxiliadora, satisfacer su <strong>de</strong>voción, confesando y comulgando con in<strong>de</strong>cible<br />

consuelo <strong>de</strong> su alma.<br />

Y la Santísima Virgen premió el amor <strong>de</strong> sus fieles <strong>de</strong>votos haciendo que<br />

el mismo día salieran todos en libertad.<br />

Don Pedro permaneció aún en la cárcel; pero pocos días <strong>de</strong>spués fue trasladado<br />

a Mahón, por haber llegado a las autorida<strong>de</strong>s una <strong>de</strong>nuncia contra él<br />

como <strong>de</strong>safecto al régimen. Gracias a los buenos oficios <strong>de</strong> algunos amigos<br />

<strong>de</strong>l Juzgado, fue <strong>de</strong>clarado inocente <strong>de</strong> tal <strong>de</strong>nuncia; pero a fin <strong>de</strong> <strong>de</strong>spistar<br />

a los que le espiaban y tenían interés en perjudicarle, le aconsejaron sus amigos<br />

que permaneciese por unos días más en la cárcel; pues ellos le sacarían <strong>de</strong> allí<br />

cuando ya no hubiese peligro alguno.<br />

El día 29 fueron a <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> don Pedro, a la cárcel, unos señores<br />

que volvían a Cuba y por medio <strong>de</strong> ellos pudo enviar a los Superiores <strong>de</strong><br />

Turín noticias <strong>de</strong>talladas acerca <strong>de</strong> la situación en que se encontraban los Salesianos<br />

<strong>de</strong> la isla.<br />

Por la mañana <strong>de</strong>l mismo día los amigos citados, cumpliendo su palabra,<br />

sacaron a don Pedro <strong>de</strong> la cárcel y por consejo <strong>de</strong> los mismos se quedó en<br />

Mahón, en casa <strong>de</strong>l insigne cooperador salesiano señor Casanovas.<br />

Fue ésta una <strong>de</strong>terminación muy acertada, pues en Ciuda<strong>de</strong>la había alguien<br />

muy interesado en eliminar tanto a don Pedro como a don Gustavo. De este<br />

último ya hemos referido más arriba las peripecias que hubo que soportar a<br />

causa <strong>de</strong>l interés <strong>de</strong>l jefecillo rojo en darle el «paseíto».<br />

El mismo individuo, apenas se enteró <strong>de</strong> que don Pedro estaba en libertad,<br />

<strong>de</strong>terminó acudir más arriba, prescindiendo <strong>de</strong>l Delegado Gubernativo. Y a ese<br />

fin cursó una <strong>de</strong>nuncia en regla al Gobierno Rojo <strong>de</strong> Valencia, acusando a<br />

don Pedro <strong>de</strong> <strong>de</strong>safecto al régimen y presentándolo como elemento muy peli-<br />

166


groso. Consecuencia <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>nuncia fue una nueva or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> <strong>de</strong>tención a<br />

fin <strong>de</strong> que fuera juzgado con todo rigor. Esta or<strong>de</strong>n iba dirigida al Juzgado <strong>de</strong><br />

Mahón; pero el secretario <strong>de</strong>l mismo la escamoteó, y terminada la guerra, la<br />

presentó a don Pedro, el cual pudo comprobar cuan cerca había estado <strong>de</strong><br />

la muerte, <strong>de</strong>biendo su salvación a este acto generoso <strong>de</strong> dicho secretario, el<br />

cual, al triunfar los Nacionales, encontró la recompensa <strong>de</strong> su noble conducta.<br />

Un mes estuvo don Pedro en Mahón, gozando <strong>de</strong> la hospitalidad <strong>de</strong>l señor<br />

Casanovas, hasta que a primeros <strong>de</strong> Julio pasó a vivir a un predio próximo al<br />

pueblo <strong>de</strong> Ferrerías, en don<strong>de</strong> transcurrió los últimos tiempos <strong>de</strong> la guerra<br />

tranquilo y sin inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>sagradables.<br />

En este predio celebraba diariamente y administraba los Santos Sacramentos;<br />

llegado el mes <strong>de</strong> Mayo <strong>de</strong> 1938, organizó el mes <strong>de</strong> María Auxiliadora<br />

con toda la solemnidad posible, incluso con el canto <strong>de</strong> letrillas. Avemarias<br />

y <strong>de</strong>más prácticas acostumbradas. Era tanto el fervor <strong>de</strong> aquellos buenos cristianos<br />

que en el espacio <strong>de</strong> año y medio que permaneció entre ellos, tuvo el<br />

consuelo <strong>de</strong> distribuirles más <strong>de</strong> quinientas comuniones-<br />

LA LIBERACIÓN<br />

Las noticias que difundía la radio a fines <strong>de</strong> 1938 eran cada vez más lisonjeras:<br />

los soldados <strong>de</strong> Franco iban rescatando el sagrado suelo <strong>de</strong> la Patria<br />

con sus ininterrumpidas victorias. Todos presentían próximo el final <strong>de</strong>l cautiverio<br />

rojo a medida que los marxistas se batían en retirada en todos los frentes<br />

<strong>de</strong> Cataluña.<br />

El 8 <strong>de</strong> Febrero <strong>de</strong> 1939 fue el día señalado por los patriotas menorquines<br />

para <strong>de</strong>rribar la tiranía roja. Ciuda<strong>de</strong>la dio el grito <strong>de</strong> libertad y se lanzó a<br />

la reconquista <strong>de</strong> la isla con un valor sin igual. En pocas horas lograron dominar<br />

la situación, hasta que, con la ayuda <strong>de</strong> la Aviación Nacional y algunas<br />

tropas <strong>de</strong> <strong>de</strong>sembarco, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> Mallorca, fue recuperada toda la isla<br />

para la nueva España. El día 9 ya no quedaba ningún foco <strong>de</strong> resistencia.<br />

Todo el archipiélago Balear se cobijaba bajo la sombra protectora <strong>de</strong> la ban<strong>de</strong>ra<br />

rojo-gualda.<br />

Los perseguidos, los proscritos, los prisioneros, pudieron, por fin, gozar <strong>de</strong><br />

plena libertad y los católicos quisieron <strong>de</strong>mostrar sus arraigados sentimientos<br />

religiosos, con una manifestación grandiosa <strong>de</strong> su fe cristiana.<br />

Los Salesianos, resi<strong>de</strong>ntes en los predios próximos a Ferrerías, organizaron<br />

una solemnísima Misa <strong>de</strong> campaña, a la que asistió el pueblo en masa.<br />

Por la tar<strong>de</strong> llegó a dicho lugar una comisión <strong>de</strong> Antiguos Alumnos <strong>de</strong><br />

Ciuda<strong>de</strong>la para invitar a los Salesianos a celebrar el día siguiente un Oficio<br />

solemne en el Santuario <strong>de</strong> María Auxiliadora; pero como don Pedro se había<br />

comprometido a celebrar en el predio don<strong>de</strong> había estado oculto, se <strong>de</strong>cidió<br />

que fuera a Ciuda<strong>de</strong>la don Gustavo, a fin <strong>de</strong> preparar el Santuario y adornarlo<br />

convenientemente para celebrar el domingo, día 12, la gran función en acción<br />

<strong>de</strong> gracias por la liberación.<br />

El Santuario se hallaba completamente abarrotado <strong>de</strong> trastos viejos y <strong>de</strong>sechos<br />

<strong>de</strong> todas clases, por lo que los Antiguos Alumnos tuvieron no poco trabajo<br />

para <strong>de</strong>jarlo libre <strong>de</strong> estorbos y adornarlo convenientemente. La tar<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>l 11 se procedió a montar un altar provisional, sobre el cual se colocó una<br />

imagen <strong>de</strong> María Auxiliadora, cedida por una familia <strong>de</strong>vota. Los ornamentos.<br />

167


custodiados por los bienhechores, fueron <strong>de</strong>vueltos todos, sin faltar nada; <strong>de</strong><br />

modo que el día 12, domingo <strong>de</strong> Sexagésima, se pudo reanudar el culto con la<br />

mayor solemnidad posible.<br />

La víspera <strong>de</strong> la fiesta llegaron don Pedro y don Sebastián Monclús. con<br />

lo que se pudieron celebrar tres Misas y aten<strong>de</strong>r a las numerosísimas confesiones.<br />

La fiesta resultó solemnísima, asistiendo a ella un enorme gentío, por<br />

ser el Santuario <strong>de</strong> María Auxiliadora el primer templo <strong>de</strong> la isla que se abría<br />

al culto.<br />

Pocos días <strong>de</strong>spués fueron llegando los <strong>de</strong>más Salesianos e inmediatamente<br />

reanudaron su trabajo en favor <strong>de</strong> la juventud, abriendo las clases, que fueron<br />

inauguradas el día 23 <strong>de</strong> Febrero.<br />

Mientras tanto se trabajaba por acondicionar la casa, ya que los rojos la<br />

habían <strong>de</strong>jado por completo <strong>de</strong>smantelada. Los Salesianos tuvieron que aceptar<br />

por varios días la hospitalidad <strong>de</strong> los bienhechores hasta que el día 4 <strong>de</strong> Abril,<br />

arregladas <strong>de</strong>l mejor modo posible las habitaciones, se instalaron <strong>de</strong> nuevo en<br />

el colegio, reanudando la vida <strong>de</strong> comunidad <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tres años <strong>de</strong> persecuciones<br />

y zozobras; años que si bien fueron penosos, contribuyeron a que<br />

arraigara más hondamente en su espíritu el amor a María Auxiliadora, a la<br />

Congregación Salesiana y a la sublime misión <strong>de</strong> educadores <strong>de</strong> la juventud.<br />

168


SEGUNDA PARTE<br />

LOS CONFESORES


Panorama<br />

Antes <strong>de</strong> dar comienzo a la relación <strong>de</strong> las penalida<strong>de</strong>s y subimientos <strong>de</strong><br />

que fueron víctimas nuestros hermanos durante los tres años <strong>de</strong>l dominio rojo,<br />

nos parece oportuno <strong>de</strong>scribir en breves líneas el ambiente que se respiraba en<br />

las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> alguna importancia, sobre todo en Barcelona y Valencia.<br />

En los primeros días <strong>de</strong> la Revolución los religiosos hubieron <strong>de</strong> abandonar<br />

sus moradas para sustraerse a los peligros a que su permanencia en ellas los<br />

exponía. No pocas veces se a<strong>de</strong>lantaban a ello los esbirros rojos, irrumpiendo<br />

violentamente en aquellos asilos <strong>de</strong> paz y trabajo y obligando a sus moradores<br />

a huir rápidamente para no caer en sus manos. En ocasiones eran cazados como<br />

fieras por claustros y corredores o asesinados en sus propias habitaciones o al<br />

pie <strong>de</strong>l altar, a don<strong>de</strong> acudían instintivamente al ver llegada su última hora,<br />

queriendo morir junto al Sagrario.<br />

Muchos <strong>de</strong> los religiosos, al abandonar el convento, se encontraban <strong>de</strong><br />

pronto en medio <strong>de</strong> la calle, sin amigos ni conocidos, y sin medios <strong>de</strong> subsistencia.<br />

¡Triste situación la <strong>de</strong> estos hombres, bienhechores <strong>de</strong> sus semejantes,<br />

muchos <strong>de</strong> ellos distinguidos por su saber y su virtud, al verse arrancados repentinamente<br />

<strong>de</strong> los sagrados asilos en don<strong>de</strong> durante tantos años habían trabajado<br />

con la pluma, la palabra o la entrega total <strong>de</strong> sus energías en pro <strong>de</strong><br />

los pobres, los enfermos y los humil<strong>de</strong>s!<br />

¿Qué hacer en tales circunstancias?<br />

La calle les era francamente hostil. La llenaban grupos <strong>de</strong> milicianos <strong>de</strong><br />

ambos sexos, armados hasta los dientes, ebrios <strong>de</strong> vino, <strong>de</strong> lujuria y <strong>de</strong> sangre,<br />

enar<strong>de</strong>cidos por su primera y cruenta victoria, que recorrían las avenidas <strong>de</strong> la<br />

ciudad en formaciones tumultuosas, cantando himnos revolucionarios o canciones<br />

obscenas.<br />

Los transeúntes tampoco inspiraban confianza. De la noche a la mañana<br />

había <strong>de</strong>saparecido toda <strong>de</strong>cencia y buen gusto en el vestir y sólo se veían<br />

mujeres harapientas, marimachos vestidas <strong>de</strong> milicianas, hombres en mangas <strong>de</strong><br />

camisa o en camiseta <strong>de</strong> sport, sucios, con el pelo revuelto y la barba <strong>de</strong>scuidada;<br />

pues aun los señores querían disimular su posición social y nivelarse<br />

con los obreros, ya que eran insultados o tomados por sospechosos los que<br />

vestían con <strong>de</strong>cencia. Hasta en el hablar habían <strong>de</strong> imitar el lenguaje grosero<br />

y blasfemo <strong>de</strong> las tabernas y garitos.<br />

171


Las casas permanecían hoscas y cerradas, en un hermetismo hostil que <strong>de</strong>lataba<br />

el egoísmo <strong>de</strong> unos y la pusilanimidad <strong>de</strong> los otros. Los porteros, con<br />

rarísimas excepciones, interrogaban, inquisidores, a los extraños que entraban,<br />

queriendo acreditarse <strong>de</strong> revolucionarios a fuerza <strong>de</strong> <strong>de</strong>laciones y <strong>de</strong>nuncias.<br />

Su vigilancia no <strong>de</strong>smayaba ni aun en las horas nocturnas y acudían a mil<br />

innobles expedientes para averiguar la condición <strong>de</strong> los huéspe<strong>de</strong>s recién admitidos.<br />

Las [ondas, las pensiones y los hoteles exigían la documentación a sus<br />

huéspe<strong>de</strong>s para evitarse disgustos cuando las patrullas, en sus [recuentes registros,<br />

encontraban algún indocumentado. Y era indocumentado todo aquel<br />

que no iba provisto <strong>de</strong> un carnet sindical. Las cédulas eran papel mojado.<br />

Los trenes y autobuses <strong>de</strong> línea no funcionaron durante los primeros días,<br />

y cuando reanudaron el servicio, exigían a los viajeros el salvoconducto, que<br />

no se expedía sino a los documentados o avalados por algún comité revolucionario.<br />

Y aun durante el trayecto se repetía hasta el aburrimiento la intervención<br />

<strong>de</strong> las patrullas, que exigían, pistola en mano, la documentación a los viajeros.<br />

En tales circunstancias [ácil es imaginarse la situación <strong>de</strong>l pobre religioso<br />

que al ser expulsado <strong>de</strong> su hogar se veía repentinamente trasladado a este<br />

ambiente extraño, agresivo y rabiosamente hostil; pues estaba convencido <strong>de</strong><br />

que él era la víctima preferida por la fiera roja.<br />

Las casas le cerraban sus puertas; los trenes le rechazaban; la calle le<br />

<strong>de</strong>lataba.<br />

¿Qué hacer? ¿A dón<strong>de</strong> acudir? La soledad <strong>de</strong>l religioso, en medio <strong>de</strong>l bullicio<br />

callejero era tan gran<strong>de</strong> como la <strong>de</strong>l náufrago en pleno océano o la <strong>de</strong>l<br />

viajero perdido en el <strong>de</strong>sierto.<br />

Algunos tenían familiares en la capital. Acudían allí; pero habían <strong>de</strong> entrar<br />

en casa aprovechando un <strong>de</strong>scuido <strong>de</strong>l portero; y una vez <strong>de</strong>ntro, ya no habían<br />

<strong>de</strong> salir bajo ningún pretexto, ni hacer nada que pudiera <strong>de</strong>latar su presencia.<br />

Por consiguiente ni hablar en voz alta, ni asomarse a las ventanas; se agazapaban<br />

en el escondite más recóndito cuando acudía alguna visita... En suma, se<br />

hallaban sometidos a un encierro peor que la misma cárcel, porque el espíritu<br />

se encontraba siempre agobiado y en vilo ante el temor <strong>de</strong> un registro. ¡Qué<br />

sustos, qué angustias proporcionaba a toda la familia el timbrazo repentino, la<br />

llamada inesperada!...<br />

Otros tenían tal vez amigos y conocidos; pero, ¿cómo atreverse a acudir a<br />

ellos que se encontraban igualmente en peligro a causa <strong>de</strong> sus i<strong>de</strong>as religiosas<br />

o <strong>de</strong> su significación <strong>de</strong>rechista? Si le abrían espontáneamente sus puertas, se<br />

exponían al mismo peligro; y pedirles asilo era atraer sobre ellos y sobre sus<br />

inocentes hijos la persecución, el saqueo y tal vez la muerte.<br />

Los religiosos jóvenes aún podían, en cierta manera, disimular su estado<br />

y <strong>de</strong>spistar a los esbirros; pero los <strong>de</strong> más edad, aquellos en quienes largos<br />

años <strong>de</strong> sacerdocio o <strong>de</strong> vida religiosa habían impreso ese inconfundible sello<br />

<strong>de</strong> espiritualidad y recogimiento propio <strong>de</strong> su estado, eran en seguida tomados<br />

por sospechosos y no eran recibidos en ninguna parte. Y tuvieron que vivir<br />

en la calle... comían un pedazo <strong>de</strong> pan en medio <strong>de</strong>l arrojo y pasaban las noches<br />

tendidos en los bancos <strong>de</strong> los jardines públicos.<br />

Afortunadamente, este cuadro tan sombrío era con frecuencia iluminado<br />

por algunas pinceladas <strong>de</strong> luz. Abundaban, por dicha, los corazones generosos<br />

y <strong>de</strong>sprendidos, personas <strong>de</strong> sentimientos profundamente cristianos, que, conscientes<br />

<strong>de</strong>l peligro a que se exponían, cerraban a él sus ojos y abrían <strong>de</strong> par<br />

172


en par sus puertas a los pobres sacerdotes y religiosos, proporcionándoles cristiana<br />

hospitalidad y compartiendo con ellos el peligro, el pan y el techo. Algunos<br />

fueron mártires <strong>de</strong> su propia caridad* Otros soportaron con entereza fuertes<br />

multas, cárceles, persecuciones, registros y amenazas.<br />

A estas familias generosas, que en tiempo <strong>de</strong> persecución y peligro supieron<br />

sobreponerse al natural temor y egoísmo para cumplir hasta con exceso sus<br />

<strong>de</strong>beres <strong>de</strong> caridad para con los humil<strong>de</strong>s hijos <strong>de</strong> Don Bosco, nuestra más<br />

sincera gratitud, la gratitud <strong>de</strong> toda la Congregación Salesiana, las bendiciones<br />

<strong>de</strong> nuestros Mártires; pero sobre todo las bendiciones <strong>de</strong> Aquél que prometió<br />

el reino <strong>de</strong> los Cielos al que diera un vaso <strong>de</strong> agua al <strong>de</strong>svalido por amor<br />

<strong>de</strong> Dios.<br />

173


LOS ENCARCELADOS<br />

LAS CÁRCELES DE BARCELONA<br />

EL COLEGIO DE MATARó<br />

La ciudad <strong>de</strong> Mataró, pese a su importancia fabril y al gran número <strong>de</strong><br />

obreros que trabajan en sus numerosas fábricas, constituyó una honrosa excepción<br />

en el ambiente general <strong>de</strong> crueldad y persecución que reinaba en la España<br />

roja.<br />

Si exceptuamos algunas víctimas, ya <strong>de</strong> antemano señaladas por elementos<br />

extremistas, que nunca faltan, la tónica general <strong>de</strong> la ciudad la constituyó la<br />

mo<strong>de</strong>ración y el tradicional seny (sensatez) <strong>de</strong>l verda<strong>de</strong>ro pueblo catalán.<br />

Así se explica cómo a ciencia y paciencia <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s rojas subsistiera<br />

en nuestro colegio una comunidad bastante numerosa, que, como ya indicamos<br />

en la primera parte, <strong>de</strong>sarrollaba casi normalmente su vida religiosa,<br />

sin otras limitaciones que las <strong>de</strong> celebrar ocultamente los divinos misterios y<br />

vestir <strong>de</strong> seglar, procurando, al mismo tiempo, no <strong>de</strong>jarse ver mucho por la<br />

ciudad.<br />

EL INCIDENTE FATAL<br />

Quién sabe hasta cuándo hubiera durado aquella vida relativamente tranquila,<br />

<strong>de</strong> no mediar el percance acaecido al clérigo don Jerónimo Hernán<strong>de</strong>z.<br />

Dotado <strong>de</strong> un carácter empren<strong>de</strong>dor, no se podía avenir a aquella vida, a su<br />

parecer ociosa y estéril, mientras pensaba en la necesidad que había <strong>de</strong> religiosos<br />

y <strong>de</strong> hombres jóvenes en la España Nacional. Por otra parte, quería satisfacer<br />

sus naturales aspiraciones a continuar sus estudios eclesiásticos a fin <strong>de</strong><br />

llegar cuanto antes a la suspirada meta <strong>de</strong>l sacerdocio, tan próxima en la zona<br />

nacional y tan lejana y problemática si permanecía en la roja.<br />

A este fin se puso <strong>de</strong> acuerdo con un antiguo alumno, natural <strong>de</strong> un pueblecito<br />

<strong>de</strong> la frontera, Sort, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tomar todas las medidas que parecieron<br />

pertinentes, provisto <strong>de</strong> lo necesario para el largo y peligroso viaje, emprendió<br />

la aventura.<br />

Pasar la frontera en aquellas circunstancias era sumamente difícil. Los que<br />

175


han tenido que verse en trance semejante pue<strong>de</strong>n encarecer <strong>de</strong>bidamente las<br />

dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> todo género que había que superar para conseguirlo. A una<br />

enorme resistencia física hay que añadir un conocimiento perfecto <strong>de</strong>l terreno,<br />

<strong>de</strong> los atajos, <strong>de</strong> los puestos <strong>de</strong> carabineros y no per<strong>de</strong>r la moral a pesar <strong>de</strong><br />

las fatigas, los tropiezos y los contratiempos.<br />

Por no referir <strong>de</strong>talladamente las dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l buen clérigo, tan sólo<br />

diremos que la naturaleza le venció. Desorientado, rendido <strong>de</strong> fatiga, muerto<br />

<strong>de</strong> hambre y <strong>de</strong> frío, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> estar a unos pasos <strong>de</strong> la frontera salvadora,<br />

viendo allá a lo lejos la carretera, se dirigió a ella, con el único fin <strong>de</strong> buscar<br />

un término a sus sufrimientos, que ya no podía soportar. Sentado en la cuneta<br />

le sorprendió una patrulla <strong>de</strong> vigilancia que le condujo a Puigcerdá, en don<strong>de</strong>,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> interrogarle, le registraron, encontrándole una libreta en la que<br />

tenía la costumbre <strong>de</strong> anotar diariamente sus impresiones.<br />

LA LIBRETA DELATORA<br />

Conservaba dicha libreta, para, una vez pasada la frontera, po<strong>de</strong>r reconstruir,<br />

a base <strong>de</strong> aquellos apuntes, la historia <strong>de</strong> los primeros meses <strong>de</strong> la revolución,<br />

con el fin <strong>de</strong> dar a los hermanos <strong>de</strong> la España nacional todos los <strong>de</strong>talles<br />

posibles acerca <strong>de</strong> la situación en que quedaban los <strong>de</strong> la otra zona.<br />

Naturalmente, en aquel librito había una infinidad <strong>de</strong> notas por las que<br />

se enteraron los milicianos <strong>de</strong> la F. A. I. <strong>de</strong> que en Matáró existía aún, a<br />

aquellas alturas, un foco <strong>de</strong> reacción, cuando ya creían haber acabado con<br />

todos. Y no sólo esto: se <strong>de</strong>cía tranquilamente Misa todos los días, y se<br />

hacían todas las prácticas <strong>de</strong> piedad propias <strong>de</strong> las comunida<strong>de</strong>s religiosas.<br />

Con este precioso testimonio en su po<strong>de</strong>r, comunicaron el caso a la F. A. I.<br />

<strong>de</strong> Barcelona, y precisamente al grupo <strong>de</strong> San Elias, célebre checa que tan<br />

trágica celebridad había alcanzado en los primeros meses <strong>de</strong> la revolución.<br />

Poco tiempo antes habían sido sacados todos los presos <strong>de</strong> aquella cárcel,<br />

que a la sazón se hallaba vacía, albergando tan sólo un retén <strong>de</strong> milicianos<br />

rojos que se trataban a cuerpo <strong>de</strong> rey so pretexto <strong>de</strong> imaginarios servicios.<br />

LA DETENCIÓN<br />

Para mejor apreciar todo el dramatismo <strong>de</strong> esta relación, <strong>de</strong>jaremos la pluma<br />

a uno <strong>de</strong> los protagonistas:<br />

«Era la noche <strong>de</strong>l 21 <strong>de</strong> Abril <strong>de</strong> 1937. En el Colegio <strong>de</strong> Mataró la comunidad<br />

estaba terminando su parca cena. De pronto nos alarmaron unos timbrazos<br />

largos, insólitos. Bajó a la portería el señor Prefecto, don José Pintado;<br />

poco <strong>de</strong>spués vino el portero requiriendo la presencia <strong>de</strong>l señor Director, don<br />

Mo<strong>de</strong>sto Bellido.<br />

Pasaba el tiempo y nuestra inquietud iba en aumento. Presentimos que<br />

ocurría algo grave. Salimos <strong>de</strong>l comedor y encontramos, en uno <strong>de</strong> los patios<br />

interiores, al señor Director acompañado, custodiado, mejor dicho, por dos mi<br />

licianos armados con pistolas ametralladoras. Al vernos aparecer, empuñaron<br />

las armas; pero don Mo<strong>de</strong>sto los tranquilizó or<strong>de</strong>nándonos a todos bajar a la<br />

portería y no alarmarnos, pues se trataba tan sólo, nos dijo, <strong>de</strong> ir al Ayuntamiento<br />

a prestar <strong>de</strong>claración.<br />

176


Como la experiencia había enseñado lo que querían <strong>de</strong>cir estas palabras,<br />

algunos fuimos a nuestras habitaciones para recoger lo más indispensable:<br />

otros, con gesto <strong>de</strong> resignación, no se molestaron en ir a buscar nada, presintiendo<br />

que todo iba a serles superfluo.<br />

Para evitar la profanación <strong>de</strong>l Santísimo Sacramento que conservábamos<br />

en un cuartito <strong>de</strong> la enfermería, un sacerdote subió a sumir las sagradas Formas,<br />

mientras otros procedían a escon<strong>de</strong>r los ornamentos sagrados y objetos<br />

religiosos que utilizábamos para uso cotidiano.<br />

Alguien intentó aprovechar la oscuridad <strong>de</strong> la noche y el conocimiento <strong>de</strong><br />

la casa para escon<strong>de</strong>rse o escabullirse; pero fue persuadido <strong>de</strong> que sería contraproducente,<br />

si, como era problable, habían puesto centinelas en las cercanías<br />

<strong>de</strong>l colegio.<br />

Al fin bajamos todos a la portería. Ya se encontraban allí los criados. El<br />

cocinero, señor Soler, se mezcló entre ellos, pensando pasar inadvertido, y<br />

una vez libre, po<strong>de</strong>r aten<strong>de</strong>r a los <strong>de</strong>más; pero los milicianos, llevando aparte<br />

a los criados, procedieron a su interrogatorio. A poco, el señor Soler salía y<br />

venía a reunirse con nosotros. Uno <strong>de</strong> los criados le había <strong>de</strong>latado como religioso.<br />

AL AYUNTAMIENTO<br />

Una vez reunidos todos, nos hicieron subir a dos autos y nos trasladaron<br />

al Ayuntamiento, en don<strong>de</strong> nos <strong>de</strong>jaron encerrados con guardias <strong>de</strong> vista en<br />

un <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> la planta baja, mientras los milicianos subían al salón <strong>de</strong>l<br />

Alcal<strong>de</strong> en don<strong>de</strong> empezaron a discutir acerca <strong>de</strong> nuestra suerte con el Comité<br />

local. No sé lo que sucedió en aquel conciliábulo. Seguramente los patrulleros<br />

echarían en cara a los <strong>de</strong>l pueblo su carencia <strong>de</strong> espíritu revolucionario, ya que<br />

habían permitido hasta entonces nuestra presencia en el colegio, en vez <strong>de</strong><br />

darnos «el paseíto» como habían hecho ellos con cuantos religiosos habían<br />

caído en sus manos. Los <strong>de</strong>l pueblo, temerosos <strong>de</strong> la F. A. I., entonces en todo<br />

su apogeo, se acobardaron y les <strong>de</strong>jaron las manos libres, con lo que quedó<br />

<strong>de</strong>cretada nuestra suerte. Pasábamos al po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la F. A. I.<br />

Terminada la conferencia, los forasteros se hicieron servir allí mismo una<br />

opípara cena, traída <strong>de</strong> la fonda. Cuando hubieron terminado, cerca <strong>de</strong> la<br />

medianoche, el jefe, un tal Gutiérrez, analfabeto, vino a nuestro calabozo, y<br />

sacando <strong>de</strong>l bolsillo una hoja <strong>de</strong> papel, nos fue tomando la filiación.<br />

Como apenas sabía escribir, no ponía más que disparates. A don Mo<strong>de</strong>sto<br />

le cambió el apellido por Belludo; al señor Prefecto le transformó en Pitando;<br />

naturalmente, los aludidos le <strong>de</strong>cían que se había equivocado, y él, <strong>de</strong> mal<br />

humor, entre palabrotas y blasfemias, corregía su obra. De nuevo se atascó<br />

su lápiz cuando llegó el nombre <strong>de</strong>l clérigo Nemesio Delgado. No había manera<br />

<strong>de</strong> hacerle escribir bien aquel nombre: Demesio, E<strong>de</strong>mesio, Enemesio... Hasta<br />

que por fin don Mariano Beltrán le pidió el lápiz y se puso a escribir nuestros<br />

nombres. Éramos catorce: Sacerdotes: Don Mo<strong>de</strong>sto Bellido, Director; don<br />

José Pintado, Prefecto; don Francisco Serrats, don Mariano Beltrán, don Esteban<br />

Aguilón, don Ama<strong>de</strong>o Bur<strong>de</strong>us, don Francisco Aparicio y don Juan<br />

Piles. Clérigos: Don Juan Júlvez, don Joaquín Azor, don Nemesio Delgado y<br />

don Antonio Almajano. Coadjutores: Don José Soler y don Juan Miret.<br />

Terminada la lista nos hicieron salir y <strong>de</strong> nuevo ocupamos los dos coches.<br />

178


La intención <strong>de</strong> los patrulleros había sido, según sus métodos, asesinarnos<br />

en plena carretera; pero el Comité local no se avino a <strong>de</strong>jarnos <strong>de</strong>l todo en<br />

sus manos, por lo que exigió que nos acompañara uno <strong>de</strong> ellos hasta la cárcel<br />

<strong>de</strong> San Elias, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> volvería con el recibo <strong>de</strong> nuestra entrega. Este inci<strong>de</strong>nte<br />

nos pasó por entonces inadvertido y sólo más tar<strong>de</strong> tuvimos conocimiento<br />

<strong>de</strong> él; por eso, al empren<strong>de</strong>r la marcha a aquellas horas <strong>de</strong> la madrugada,<br />

al atravesar los oscuros <strong>de</strong>scampados entre los pueblos <strong>de</strong> la costa, todos<br />

presentíamos un fin trágico. Los sacerdotes nos dimos mutuamente la absolución<br />

y se la dimos también a los <strong>de</strong>más hermanos. Todos íbamos rezando el Acto<br />

<strong>de</strong> Contrición, pues teníamos la seguridad <strong>de</strong> que en cualquier punto <strong>de</strong> la<br />

carretera nos harían <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los coches, y allí, junto a la cuneta, nos<br />

acribillarían a balazos... Y al día siguiente las ambulancias vendrían a recoger<br />

nuestros cadáveres ensangrentados. La historia <strong>de</strong> siempre.<br />

Nuestros presentimientos no se realizaron. Atravesando los pueblecitos <strong>de</strong><br />

la costa, sumidos en el silencio y en la oscuridad, llegamos por fin a Barcelona.<br />

Se nos ensanchó el corazón. Tal vez nos llevaran a la Jefatura <strong>de</strong> Policía o<br />

a la cárcel. En ambos casos, estábamos salvados, por el momento.<br />

Al llegar a la calle Balmes, cuando creíamos tomar la dirección <strong>de</strong> la Mo<strong>de</strong>lo,<br />

observamos, con angustia, que los coches tomaban rumbo al Tibidabo...<br />

Otra vez se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> nosotros el temor...<br />

—A la Rabassada... —<strong>de</strong>cían algunos.<br />

Pero al llegar a la Plaza Molina, se oyó otra voz esperanzadora:<br />

'—No; nos llevan a San Elias.<br />

Y, en efecto; a poco doblaron hacia la izquierda y momentos <strong>de</strong>spués los<br />

coches se <strong>de</strong>tenían frente a un caserón cuya fachada nos fue imposible distinguir<br />

dado lo oscuro <strong>de</strong> la noche.<br />

Llamaron violentamente a la puerta. Después <strong>de</strong> larga espera se abrió el<br />

portalón y obligándonos a caminar en fila india, nos metieron <strong>de</strong>ntro.<br />

LA BANDERA DE LA F. A. I.<br />

Nos condujeron a un vasto salón <strong>de</strong> la planta baja, completamente <strong>de</strong>samueblado.<br />

Cual rebaño <strong>de</strong> ovejas ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> feroces lobos, nos agrupamos<br />

todos instintivamente, mirándonos unos a otros sin proferir palabra. Todos<br />

teníamos el mismo pensamiento: ¿Qué iban a hacer con nosotros? En un rincón<br />

<strong>de</strong> la sala había una gran ban<strong>de</strong>ra rojinegra. Uno <strong>de</strong> los milicianos, viendo<br />

que la contemplábamos con curiosidad, la <strong>de</strong>splegó sonriendo siniestramente,<br />

seguro <strong>de</strong> la impresión que habría <strong>de</strong> producirnos. En efecto: en medio <strong>de</strong>l<br />

trapo, y bordada en blanco, <strong>de</strong>stacaba una enorme calavera cruzada por dos<br />

puñales. La hizo on<strong>de</strong>ar provocativamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nuestros ojos rego<strong>de</strong>ándose<br />

con la repulsión que su vista nos producía.<br />

Tras larga espera bajó el responsable, con un humor <strong>de</strong> perros, por haber<br />

sido <strong>de</strong>spertado en lo mejor <strong>de</strong> su sueño y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comprobar nuestra<br />

filiación, nos mandó encerrar en dos celdas mientras él se quedaba conversando<br />

con el <strong>de</strong>legado <strong>de</strong> Mataró que nos había acompañado hasta allí.<br />

Atravesando el patio <strong>de</strong>l claustro subimos a los corredores <strong>de</strong>l primer piso.<br />

Nos dividieron en dos grupos y nos encerraron en dos celdas no contiguas.<br />

Rechinaron los cerrojos y nos encontramos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una celda completamente<br />

a oscuras. La ventana, situada frente a la puerta, daba al patio interior; pero<br />

179


el relente <strong>de</strong> la madrugada nos obligó a cerrarla. Uno <strong>de</strong> nosotros encendió<br />

unas cerillas que casualmente llevaba en el bolsillo y a su débil claridad pudimos<br />

examinar nuestro encierro: estábamos en una celdita <strong>de</strong>smantelada. Su<br />

superficie era <strong>de</strong> unos doce metros cuadrados.<br />

PRIMERA NOCHE DE ENCIERRO<br />

Algunos se sentaron en el suelo. Otros quedamos arrimados a la pared, en<br />

pie. Los que habían tomado la precaución <strong>de</strong> traerse el abrigo, pudieron exten<strong>de</strong>rlo<br />

en el suelo y, recostados sobre él, dormitar un poco. Nos ro<strong>de</strong>aba el más<br />

profundo silencio y la oscuridad más <strong>de</strong>nsa. Nadie se atrevía a hablar. Todos<br />

rezaban el Santo Rosario o las oraciones <strong>de</strong> la noche.<br />

De este modo fueron pasando lentas las horas hasta que llegó la mañana,<br />

y con ella la luz y un poco <strong>de</strong> optimismo. Abrimos la ventana y penetró en<br />

la celda una ráfaga <strong>de</strong> aire puro y fresco. A la claridad <strong>de</strong>l día pudimos hacernos<br />

cargo <strong>de</strong> la situación <strong>de</strong> nuestra cárcel.<br />

Había servido <strong>de</strong> convento hasta el 18 <strong>de</strong> Julio a una comunidad <strong>de</strong> monjas<br />

Carmelitas, que fueron expulsadas. La F. A. I. se incautó <strong>de</strong>l edificio para<br />

convertirlo en cárcel. Triste fama gozaba en toda Barcelona la checa <strong>de</strong> San<br />

Elias. De allí no salía nadie con vida, según se <strong>de</strong>cía. A nuestra llegada ya no<br />

había ningún preso. Nosotros inauguramos la segunda etapa. Nuestra ventana<br />

daba a una terraza que ro<strong>de</strong>aba el claustro. En medio <strong>de</strong>l patio se abría un<br />

pozo que ahora estaba cegado. En la planta baja estaban las distintas <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncias:<br />

economato, cocinas, comedores, etc. La parte opuesta era la antigua<br />

capilla, convertida ahora en almacén <strong>de</strong> trastos viejos. Las habitaciones o<br />

celdas <strong>de</strong>l primer piso, que fueron resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> las monjitas, habían sido transformadas<br />

en celdas carcelarias.<br />

Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las siete <strong>de</strong> la mañana vinieron a <strong>de</strong>spertarnos. No hacía<br />

falta, pues no habíamos pegado el ojo en toda la noche. Nos permitieron salir<br />

unos minutos por razones higiénicas y aprovechamos la ocasión para hume<strong>de</strong>cer<br />

un pañuelo con el agua <strong>de</strong> un botijo a fin <strong>de</strong> lavarnos la cara.<br />

CONFORT E HIGIENE<br />

Mientras tanto echamos un vistazo a las celdas contiguas que estaban <strong>de</strong>socupadas.<br />

En una <strong>de</strong> ellas había un poco <strong>de</strong> lana, restos <strong>de</strong> un viejo colchón<br />

y nos apresuramos a trasladarla a nuestra celda. Alguno encontró unos sacos<br />

vacíos, otro un poco <strong>de</strong> paja, unos trapos, pedazos <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Todo lo aprovechamos<br />

para improvisar unas yacijas a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>scansar mejor que<br />

sobre el duro suelo.<br />

Pudimos hablar breves minutos con los hermanos <strong>de</strong> la otra celda. Estaban<br />

todos muy abatidos- Dio la casualidad que se habían reunido en ella los más<br />

pesimistas y los <strong>de</strong> más edad, que no hacían más que aumentar sus penas al<br />

comunicarse sus temores. En cambio, en nuestra celda, pusimos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio<br />

al mal tiempo buena cara, procurando alegrar un poco la tristeza <strong>de</strong>l<br />

encierro y distraer, con sencillos e inocentes juegos, las largas horas <strong>de</strong> forzosa<br />

soledad.<br />

Una vez limpios, tras la somera ablución matutina, volvieron a encerrarnos<br />

180


en las celdas y entonces nos <strong>de</strong>dicamos a cumplir nuestras prácticas <strong>de</strong> piedad,<br />

rezando en común las oraciones y el Santo Rosario, en voz baja, para no llamar<br />

la atención <strong>de</strong> nuestros guardianes. Esta oración nos <strong>de</strong>volvió los ánimos<br />

y, confiados en la protección <strong>de</strong> María Auxiliadora, nos encomendamos fervorosamente<br />

a Ella, esperando que el día 24, que estaba próximo, sería el <strong>de</strong><br />

nuestra liberación.<br />

ENTRETENIMIENTOS<br />

Como el peor enemigo era el <strong>de</strong>saliento y la modorra, procuramos, una vez<br />

cumplidas nuestras prácticas <strong>de</strong> piedad, entretenernos <strong>de</strong> alguna manera, ya<br />

contando chistes, proponiendo adivinanzas o escribiendo en verso, en las pare<strong>de</strong>s,<br />

la historia <strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>tención. Otros improvisaron algunos juegos, sencillos.<br />

Con un trozo <strong>de</strong> azulejo fabricaron unos dados; mas pronto les aburrió<br />

el juego. Se intentó el tres en raya con el mismo resultado; pero al fin, sobre<br />

una tabla se dibujó un parchessi y este juego nos entretuvo el resto <strong>de</strong> la<br />

mañana. De vez en cuando pasaba algún miliciano por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nuestra ventana<br />

mirándonos con curiosidad. Otro, armado <strong>de</strong> fusil y pistola al cinto, hacía<br />

la guardia, paseando por la terraza ante nuestra ventana, con aire <strong>de</strong> perdonavidas.<br />

Ya a<strong>de</strong>lantada la mañana, uno, que al parecer sentía el cosquilleo <strong>de</strong>l hambre,<br />

le preguntó cuándo traerían el <strong>de</strong>sayuno. El miliciano le contestó:<br />

—Ya lo habéis tomado.<br />

—No, señor '—respondió—. No nos han traído nada todavía.<br />

—Pues ése será vuestro <strong>de</strong>sayuno todas las mañanas —respondió riendo<br />

el miliciano.<br />

A eso <strong>de</strong> las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> nos llevaron al comedor, en don<strong>de</strong> nos sirvieron<br />

una parca y frugalísima comida, que no satisfizo el apetito <strong>de</strong> nadie; pero<br />

no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> constituir un consuelo por cuanto nos volvimos a' reunir todos y<br />

pudimos cambiar impresiones con los <strong>de</strong> la otra celda, elevando un tanto su<br />

espíritu <strong>de</strong>caído.<br />

Terminada la comida, fuimos conducidos, entre fusiles, a nuestras celdas,<br />

en don<strong>de</strong> transcurrió la tar<strong>de</strong> charlando y comentando las probabilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

salir con vida <strong>de</strong> aquella aventura.<br />

Como en las celdas no había luz eléctrica, al oscurecer, nos llevaron <strong>de</strong><br />

nuevo al comedor. De vuelta a la celda rezamos las oraciones <strong>de</strong> la noche y<br />

el Santo Rosario y nos dispusimos a dormir.<br />

Para ello esparcimos por el suelo los montoncitos <strong>de</strong> paja y <strong>de</strong> lana recogidos<br />

por la mañana; los cubrimos con los sacos y trapos encontrados en las<br />

celdas vacías y, rendidos como estábamos por la prolongada vigilia, pudimos<br />

conciliar el sueño, pese a la dureza <strong>de</strong> nuestra yacija.<br />

COMPARECEMOS ANTE EL TRIBUNAL<br />

Ésta fue nuestra vida durante los tres primeros días <strong>de</strong> nuestra estancia<br />

•en San Elias. Vimos llegar el día 24, en que comenzaba el mes <strong>de</strong> María Auxiliadora,<br />

con cierta esperanza. Y en efecto, aquel mismo día se constituyó el<br />

.tribunal que había <strong>de</strong> juzgarnos. Era el final <strong>de</strong> la pesadilla. Más valía salir<br />

182


<strong>de</strong> la incertidumbre <strong>de</strong> una vez, aunque fuera para nuestra con<strong>de</strong>na, que vivir<br />

siempre con la espada <strong>de</strong> Damocles suspendida sobre nuestra cabeza.<br />

Formaban el tribunal: el llamado Gutiérrez, jefe <strong>de</strong> la patrulla que vino a<br />

<strong>de</strong>tenernos a Mataré. Era un obrero semi analfabeto, bajo <strong>de</strong> estatura, pero<br />

recio <strong>de</strong> complexión y <strong>de</strong> mirada dominadora y provocativa. No sé qué título<br />

ostentaría para ocupar la presi<strong>de</strong>ncia, como no fuera su historial anarquista<br />

y su prestigio como pistolero.<br />

El segundo miembro <strong>de</strong>l tribunal era un jovencito a quien apodamos «el<br />

Fiscalillo», mozalbete casi imberbe <strong>de</strong> unos dieciocho años, en cuyo rostro se<br />

reflejaba el estigma <strong>de</strong>l vicio y <strong>de</strong>l impudor. Había sido aspirante, según él<br />

mismo <strong>de</strong>cía, <strong>de</strong> una or<strong>de</strong>n religiosa, por lo que conocía al <strong>de</strong>dillo sus costumbres.<br />

El tercer miembro <strong>de</strong>l tribunal que actuaba como secretario, era, según<br />

<strong>de</strong>cían, un profesor <strong>de</strong> caligrafía <strong>de</strong> la Escuela <strong>de</strong> Comercio.<br />

Sentados ante una mesa, tenían sobre la misma, y a mano, sus pistolas;<br />

mientras otro miliciano en la puerta <strong>de</strong> la sala hacía guardia con un fusil.<br />

Parecía que todo su interés se cifraba en que <strong>de</strong>clarásemos nuestra condición<br />

<strong>de</strong> religiosos; pero nosotros nos habíamos puesto <strong>de</strong> acuerdo en <strong>de</strong>clarar<br />

tan sólo nuestra profesión <strong>de</strong> maestros, para lo cual teníamos todos nuestro<br />

respectivo carnet sindical y la documentación en regla.<br />

El primero en ser llamado a <strong>de</strong>clarar fue don Mariano Beltrán, el cual, <strong>de</strong><br />

acuerdo con lo convenido, al ser interrogado acerca <strong>de</strong> su profesión, <strong>de</strong>claró<br />

que era Maestro Nacional.<br />

Entonces le pusieron <strong>de</strong>lante una copia mecanografiada <strong>de</strong> la libreta <strong>de</strong><br />

don Jerónimo, diciendo:<br />

—¿Conoce usted a don Jerónimo Hernán<strong>de</strong>z?<br />

^—Creo conocerlo .—respondió evasivo, sorprendido por la inesperada pregunta.<br />

—'¿Le conoce o no le conoce? Vamos a ver. Jerónimo Hernán<strong>de</strong>z es cura.<br />

—'Pues yo les aseguro a uste<strong>de</strong>s que no lo es. Y por eso repito que creo<br />

conocerlo.<br />

Como no pudieran sacarle nada más en concreto, le llevaron a una celda,<br />

incomunicado, para registrarle más tar<strong>de</strong>, ya <strong>de</strong> noche, a la luz <strong>de</strong> un quinqué.<br />

Luego fue llamado don Mo<strong>de</strong>sto Bellido, a quien hicieron las mismas preguntas;<br />

pero al darse cuenta <strong>de</strong> que tenían en su po<strong>de</strong>r la célebre libreta, vio<br />

que era inútil y tal vez contraproducente obstinarse en la negativa, por lo que<br />

confesó la verdad. También le llevaron incomunicado a otra celda; pero al<br />

pasar frente a nuestra ventana, pudo, en breves palabras, darnos cuenta <strong>de</strong>l<br />

resultado <strong>de</strong> su interrogatorio, diciéndonos:<br />

—Lo saben todo. Es inútil negar. Han <strong>de</strong>tenido a Jerónimo.<br />

Esta noticia nos <strong>de</strong>jó aplanados. Con ella <strong>de</strong>sapareció toda esperanza.<br />

Fueron llamados los <strong>de</strong>más. Algunos insistían en negar; pero entonces los<br />

jueces, ya cansados, acudían a los medios persuasivos <strong>de</strong> aplicar la pistola a<br />

las sienes, para obligar a <strong>de</strong>clarar conforme a sus <strong>de</strong>seos.<br />

Terminado el interrogatorio, fuimos conducidos todos a celdas separadas,<br />

en don<strong>de</strong> permanecimos incomunicados.<br />

Con ello cambió totalmente nuestra situación. Antes nos quedaba el consuelo<br />

<strong>de</strong> la compañía, que mitigaba nuestros negros presentimientos haciéndonos<br />

más lleva<strong>de</strong>ro el cautiverio; pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que nos incomunicaron<br />

y quedamos sin saber unos <strong>de</strong> otros, empezamos a sentir en toda su<br />

183


dureza la vida carcelaria. Ya no volvimos a bajar al comedor; nos sirvieron la<br />

cena en nuestras propias celdas, ya entrada la noche. Hubimos <strong>de</strong> comer a<br />

oscuras un plato <strong>de</strong> lentejas, sin pan ni agua.<br />

Las celdas estaban completamente <strong>de</strong>smanteladas. Para dormir habíamos<br />

<strong>de</strong> hacerlo sobre el frío y duro suelo o si uno lo prefería, podía sentarse sobre<br />

una especie <strong>de</strong> pupitre adosado a la pared, con una tapa muy inclinada, <strong>de</strong><br />

manera que apenas se podía conservar el equilibrio. Alguno arrancó los postigos<br />

<strong>de</strong> la ventana y los utilizó a modo <strong>de</strong> colchón para al menos preservarse<br />

<strong>de</strong>l frío y <strong>de</strong> la humedad <strong>de</strong>l suelo. Con el calor <strong>de</strong>l cuerpo se reblan<strong>de</strong>ció el<br />

barniz y al día siguiente le costó trabajo <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong>l lecho.<br />

Así aislados pasamos varios días. Aprovechando las breves salidas que nos<br />

concedían por razones higiénicas, pudimos vernos algunas veces y enterarnos<br />

<strong>de</strong> la situación aproximada <strong>de</strong> nuestros compañeros. Cuando los guardianes se<br />

alejaban un poco podíamos charlar, <strong>de</strong> ventana a ventana o a través <strong>de</strong> los<br />

tabiques. Otras veces, si el centinela era complaciente, le dábamos algún recado<br />

para los compañeros e incluso podíamos escribirnos algunas frases.<br />

En el cacheo a que fuimos sometidos durante el juicio, nos habían <strong>de</strong>spojado<br />

<strong>de</strong> cuanto llevábamos encima: reloj, cartera, cortaplumas, etc.. incluso<br />

los lápices; pero siempre hay algún bolsillo que pasa inadvertido; y gracias<br />

a esto, se pudieron conservar algunas cosas útiles: uno consiguió escon<strong>de</strong>r<br />

en la planta <strong>de</strong> los calcetines dos billetes <strong>de</strong> veinticinco pesetas; otro consiguió<br />

salvar su dinero introduciéndolo entre la doble correa <strong>de</strong> su cinturón.<br />

NUESTRO AMIGO FEDERICO<br />

Entre los milicianos que veíamos a menudo por los corredores, nos llamó<br />

bien pronto la atención un hombre ya <strong>de</strong> edad y <strong>de</strong> aspecto bondadoso. No<br />

hacía cara <strong>de</strong> patrullero y nos miraba con aire <strong>de</strong> compasión y respeto, al<br />

revés <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, que nos trataban con dureza y nos llenaban <strong>de</strong> insultos.<br />

Pronto trabamos amistosas relaciones con dicho sujeto. Se llamaba Fe<strong>de</strong>rico<br />

y era antiguo manda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l convento, a quien los milicianos habían permitido<br />

quedarse en el edificio y seguían empleando para hacer los recados.<br />

Una vez nos ganamos su confianza, le preguntamos si podía hacernos algún<br />

pequeño servicio, como traernos algún suplemento <strong>de</strong> comida, pagándolo nosotros.<br />

Como no pusiera inconveniente, le entregamos algunas pesetas y al día<br />

siguiente nos trajo una mo<strong>de</strong>sta provisión <strong>de</strong> cacahuetes, que le encargamos<br />

repartiera entre todos los presos. Otras veces nos proporcionaba naranjas,<br />

pastas y otras cosillas, con las que suplíamos, en parte, la <strong>de</strong>ficiencia <strong>de</strong>l rancho,<br />

que se reducía a un cazo <strong>de</strong> lentejas para comer y otro para cenar. Por fortuna<br />

se encontraban entre las lentejas tantas piedras que nos obligaron a comer<br />

<strong>de</strong>spacio para no rompernos los dientes. De esta manera nos hacíamos la ilusión<br />

<strong>de</strong> que era más abundante la comida.<br />

LLEGADA DE NUEVOS COMPAÑEROS<br />

Una noche <strong>de</strong>spertamos todos sobresaltados- Al filo <strong>de</strong> las doce oímos un<br />

<strong>de</strong>susado rumor <strong>de</strong> voces y pasos apresurados, estrépito <strong>de</strong> puertas y tintineo<br />

<strong>de</strong> llaves. ¿Qué sucedía? Nuestro primer pensamiento fue que sacaban a alguno<br />

184


<strong>de</strong> nuestros compañeros para darle el paseíto. Empezaba ya la tragedia. No<br />

tenía nada <strong>de</strong> extraño, ya que nada podíamos esperar <strong>de</strong> aquella chusma que<br />

tanto odiaba a la religión y a sus ministros. Precisamente, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las celdas<br />

que daban a la huerta <strong>de</strong>l convento, y en un ángulo <strong>de</strong> la misma, se veían unos<br />

cuantos cerdos que hozaban entre la basura. Era voz corriente en Barcelona<br />

que aquellos animales habían sido cebados más <strong>de</strong> una vez con carne humana...<br />

Pasamos, pues, una noche <strong>de</strong> angustia, temiendo a cada instante que se<br />

abriera nuestra celda para iniciar el último paseo...<br />

Afortunadamente no fue así. Lo sucedido fue lo siguiente:<br />

Unos cuantos muchachos, la mayoría estudiantes <strong>de</strong> Bachillerato, se reunían<br />

clan<strong>de</strong>stinamente para comunicar sus entusiasmos falangistas y preparar<br />

«algo» que su inexperiencia les hacía creer <strong>de</strong>cisivo para el <strong>de</strong>rrocamiento<br />

<strong>de</strong>l régimen. Aquellas reuniones fueron observadas por la policía roja,<br />

y para <strong>de</strong>scubrir su objeto, uno <strong>de</strong> los policías se fingió amigo <strong>de</strong> los jóvenes<br />

y animado por sus mismos i<strong>de</strong>ales. Así se introdujo entre ellos, se ganó su<br />

confianza y por fin, cuando consi<strong>de</strong>ró madura la cosa, los invitó a una reunión<br />

general que iba a celebrarse en una torre <strong>de</strong> Sarria.<br />

Aquel día dio aviso a la checa <strong>de</strong> San Elias, y por la noche, en plena reunión<br />

los inexpertos muchachos, fueron capturados y conducidos a San Elias.<br />

El padre <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> aquellos jóvenes, que se olió algo <strong>de</strong> lo sucedido, acudió<br />

allí a preguntar por su hijo; pero él también quedó <strong>de</strong>tenido compartiendo<br />

la prisión. Era ésta una norma corriente en aquella cárcel, a fin <strong>de</strong> alejar<br />

curiosida<strong>de</strong>s inoportunas. Así la gente los <strong>de</strong>jaba en libertad <strong>de</strong> hacer con los<br />

presos lo que les venía en gana. San Elias era el país <strong>de</strong> irás y no volverás.<br />

Nosotros mismos, a pesar <strong>de</strong> habernos acompañado un representante <strong>de</strong>l Comité<br />

<strong>de</strong> Mataró, no pudimos ser localizados hasta haber salido <strong>de</strong> aquella<br />

prisión.<br />

CAMBIO DE RÉGIMEN<br />

La llegada <strong>de</strong> los nuevos huéspe<strong>de</strong>s cambió algo nuestra situación. Por la<br />

escasez <strong>de</strong> celdas disponibles nos volvieron a juntar <strong>de</strong> nuevo, pero esta vez<br />

en una sola celda, a los catorce Salesianos; por lo cual, si bien apenas nos<br />

podíamos mover en aquel estrecho recinto, gozábamos, en cambio, <strong>de</strong>l consuelo<br />

<strong>de</strong> estar reunidos.<br />

Procuramos allegar en nuestra celda, aprovechando las escasas salidas que<br />

nos eran permitidas, cuanto pudiera sernos útil para sentarnos o <strong>de</strong>scansar<br />

durante la noche, improvisando asientos y bancos con los postigos <strong>de</strong> las<br />

ventanas; para prepararnos el lecho, hicimos acopio <strong>de</strong> cuantos trapos, lana<br />

y paja pudimos encontrar. De día lo arrinconábamos todo en un ángulo, y al<br />

llegar la noche lo extendíamos por el suelo para evitar la humedad y estar algo<br />

más cómodos. Para dormir habíamos <strong>de</strong> repartirnos equitativamente hasta el<br />

último palmo <strong>de</strong> terreno. Nos poníamos siete a cada parte <strong>de</strong> la celda, con<br />

los pies hacia el centro. Como forzosamente habían <strong>de</strong> cruzarse las piernas <strong>de</strong><br />

los <strong>de</strong> una fila con los <strong>de</strong> la otra, procurábamos movernos lo menos posible,<br />

pues cada movimiento, por leve que fuera, se traducía en molestias para los<br />

vecinos.<br />

Al <strong>de</strong>spertarnos, a eso <strong>de</strong> las siete, pedíamos autorización para hacer la<br />

higiene personal, mediante el agua <strong>de</strong> un botijo, que un compañero echaba<br />

sobre la cabeza. Cuando se terminaba el agua se procedía a llenar <strong>de</strong> nuevo<br />

185


el botijo. Otros aprovechaban estos minutos para lavarse con más comodidad<br />

en una pila <strong>de</strong> agua corrriente que había junto al W. C; y al fin todos adoptamos<br />

este sistema que nos permitía un pequeño paseo y un rato <strong>de</strong> charla<br />

por los corredores. En una <strong>de</strong> estas excursiones matutinas, tuvimos la suerte<br />

<strong>de</strong> encontrar entre un montón <strong>de</strong> basura, un libro <strong>de</strong>sencua<strong>de</strong>rnado y sucio,<br />

que resultó ser nada menos que «El libro <strong>de</strong> la Oración Meditación» <strong>de</strong>l<br />

Padre Granada. Ni que <strong>de</strong>cir tiene que lo guardamos como oro en paño, y,<br />

repartido en cua<strong>de</strong>rnillos, nos sirvió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces para hacer regularmente<br />

nuestra meditación y la lectura espiritual, que ya no <strong>de</strong>jamos ningún día.<br />

Hecha la limpieza personal, procedíamos al aseo <strong>de</strong> la celda. Amontonando<br />

la paja y la lana, convertíamos el colchón nocturno en una especie <strong>de</strong> sofá, con<br />

lo que aumentaba la comodidad y teníamos más espacio libre. Barríamos cuidadosamente<br />

el suelo, y una vez todo limpio, procedíamos a rezar nuestras oraciones,<br />

hacíamos la comunión espiritual, la meditación y <strong>de</strong>más prácticas piadosas.<br />

Terminados nuestros <strong>de</strong>beres religiosos, cada uno podía distraerse en<br />

lo que mejor le pareciera.<br />

Afortunadamente, Fe<strong>de</strong>rico se mostraba cada día más amable y atento; <strong>de</strong><br />

modo, que, gracias al poco dinero que habíamos logrado escon<strong>de</strong>r, nos traía<br />

algo <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayuno, como chocolate, cacahuetes, naranjas, chufas, etc., con<br />

lo que suplíamos, en parte, las <strong>de</strong>ficiencias <strong>de</strong> la comida. También nos traía<br />

la prensa diaria, con lo que nuestro aislamiento <strong>de</strong>l mundo se hacía más lleva<strong>de</strong>ro.<br />

Así seguíamos con interés la campaña <strong>de</strong>l Norte; y como la práctica ya<br />

nos había enseñado a leer entre líneas en los periódicos rojos, podíamos estar<br />

al corriente <strong>de</strong> la verdad. Pero jamás quisimos creer en el hundimiento <strong>de</strong>l acorazado<br />

«España», consi<strong>de</strong>rándolo como una <strong>de</strong> las constantes mentiras <strong>de</strong> la<br />

prensa roja.<br />

Des<strong>de</strong> nuestra celda podíamos contemplar Montjuich y el panorama <strong>de</strong> la<br />

ciudad. Frente a nuestra prisión se alzaba el grandioso Grupo escolar Blanquerna,<br />

que con su incesante movimiento <strong>de</strong> niños, nos traía tristes nostalgias<br />

<strong>de</strong> tiempos felices.<br />

No nos permitían salir <strong>de</strong> la celda sino para satisfacer las necesida<strong>de</strong>s imprescindibles,<br />

y eso <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> aporrear violentamente la puerta durante largo<br />

rato, y siempre acompañados <strong>de</strong> un centinela armado. Si éste era algo comunicativo<br />

trabábamos conversación con él. Casi siempre tocaban el tema anarquista.<br />

Ignorantes, pero fanáticos, se expresaban con gran facilidad <strong>de</strong> palabra,<br />

a base <strong>de</strong> frases y latiguillos <strong>de</strong> mitin. Así, en tono enfático nos echaban en<br />

cara nuestra condición <strong>de</strong> educadores, diciendo que éramos unos esclavos <strong>de</strong>l<br />

capital y <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r. Y que la educación que dábamos a los niños, a base <strong>de</strong><br />

religión no hacía sino embrutecer al obrero, pues le enseñábamos la obediencia,<br />

la sumisión, el respeto y la resignación, cuando lo que <strong>de</strong>bíamos inculcarles<br />

era precisamente todo lo contrario: la <strong>de</strong>sobediencia, la anarquía y la lucha<br />

<strong>de</strong> clases.<br />

Antes <strong>de</strong> comer, para lo cual no había hora fija, pues unas veces nos llamaban<br />

a las once y otras a las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> (anarquía hasta en esto) solíamos<br />

hacer un rato <strong>de</strong> lectura espiritual, <strong>de</strong>leitándonos con las hermosas lecciones<br />

<strong>de</strong>l Padre Granada.<br />

Al atar<strong>de</strong>cer rezábamos <strong>de</strong> nuevo el Santo Rosario, y <strong>de</strong>spués las oraciones<br />

<strong>de</strong> la noche, a las que añadíamos algunas preces por nuestros hermanos y Su-,<br />

periores y por el triunfo <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra España.<br />

186


LA REVOLUCIÓN DE MAYO<br />

Así transcurrían monótonos y lentos los días. Nuestros carceleros no nos<br />

querían <strong>de</strong>cir lo que pensaban hacer <strong>de</strong> nosotros. Frases sueltas, reticencias<br />

que nada bueno aseguraban: eso era todo. Algunos <strong>de</strong> nuestros guardianes<br />

hacían gala <strong>de</strong> sentimientos humanitarios; otros, por el contrario, nos hacían<br />

constantemente objeto <strong>de</strong> burlas y amenazas.<br />

El día 3 <strong>de</strong> Mayo, por la tar<strong>de</strong>, nos sorprendió el observar que habían<br />

reforzado la guardia y que los centinelas se habían armado con pistolas ametralladoras<br />

y llevaban pendientes <strong>de</strong>l cinturón varias bombas <strong>de</strong> mano. Su aspecto<br />

era hosco y reservado. Nos miraban con odio y parecía traslucirse ¿n<br />

sus miradas y actitu<strong>de</strong>s el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> acabar <strong>de</strong> una vez con nosotros. No nos<br />

permitieron salir <strong>de</strong> la celda como los <strong>de</strong>más días, mientras hacíamos la limpieza.<br />

Nosotros los mirábamos extrañados, y alguno que se aventuró a pre~¡<br />

guntarles si pasaba algo anormal, recibió como respuesta una velada amenaza.<br />

Por la noche empezó el jaleo. En las inmediaciones <strong>de</strong>l edificio sé oyeron<br />

algunos tiros aislados; pero don<strong>de</strong> más intenso parecía el fragor <strong>de</strong>l combate<br />

era allá lejos, en dirección a la barriada <strong>de</strong> Sans. Se oía el crepitar <strong>de</strong> las<br />

ametralladoras y la sorda explosión <strong>de</strong> las bombas <strong>de</strong> mano. ¿Qué sucedía?<br />

¿Alguna intentona <strong>de</strong> los patriotas? En este caso, ya nos podíamos dar por<br />

perdidos, pues no <strong>de</strong>jarían dé tomar represalias en nosotros.<br />

Este pensamiento nos traía a todos profundamente preocupados y volvimos<br />

a sentir <strong>de</strong> nuevo las amarguras, <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong>l 21 <strong>de</strong> Abril, esperando a cada<br />

momento la aparición <strong>de</strong> nuestros verdugos para asesinarnos.<br />

Durante la mañana siguiente fue aumentando el tiroteo. Mientras sonaban<br />

las <strong>de</strong>scargas nuestra oración era más fervorosa que <strong>de</strong> costumbre. Fe<strong>de</strong>rico<br />

no pudo salir a hacer sus ordinarias compras. Cuando <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mucho llamar<br />

acudía algún miliciano a abrirnos la puerta para salir un instante, le preguntábamos<br />

ansiosos qué sucedía, y la respuesta era siempre la misma:<br />

—Estamos ganando. Somos dueños <strong>de</strong> la calle. Acabamos <strong>de</strong> asaltar el<br />

cuartel <strong>de</strong> Sans.<br />

—Pero, ¿contra quién lucháis?<br />

No nos lo quiso <strong>de</strong>cir. Lo supimos algo más tar<strong>de</strong>: Querían imponerse al<br />

Gobierno <strong>de</strong> Valencia, obligándole a obrar a su dictado; pero aquella vez el<br />

Gobierno se impuso, y <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> dar al mundo civilizado cierta sensación <strong>de</strong><br />

po<strong>de</strong>r y <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n acabando con los <strong>de</strong>smanes anarquistas, les había dado una<br />

sangrienta lección.<br />

Pero en a<strong>de</strong>lante sería el mismo Gobierno republicano quien oficialmente<br />

implantaría el terror con la creación <strong>de</strong> numerosas checas, famosas por el refinamiento<br />

<strong>de</strong> su crueldad y sus métodos asiáticos.<br />

Nosotros provi<strong>de</strong>ncialmente, nos salvamos <strong>de</strong> la muerte. De haber triunfado<br />

la F. A. L podíamos darnos por perdidos; pero habiendo sido vencida,<br />

la policía <strong>de</strong>l Gobierno comenzó a hacerse cargo <strong>de</strong> las prisiones clan<strong>de</strong>stinas,<br />

conduciendo sus víctimas a la Jefatura <strong>de</strong> Policía, en don<strong>de</strong> <strong>de</strong>terminaban su<br />

ulterior <strong>de</strong>stino. Nosotros, ignorantes <strong>de</strong> lo sucedido y <strong>de</strong> lo que el porvenir<br />

nos reservaba, nos pusimos en manos <strong>de</strong> Dios.<br />

188


SE DULCIFICA EL TRATO<br />

Después <strong>de</strong> los sucesos <strong>de</strong> Mayo, poco a poco se fue suavizando el trato<br />

que recibíamos. Desaparecieron casi por completo las armas <strong>de</strong> manos <strong>de</strong> nuestros<br />

guardianes y se hicieron más humanos, con<strong>de</strong>scendiendo a pasar largos<br />

ratos <strong>de</strong> charla con nosotros.<br />

Los jóvenes falangistas <strong>de</strong>tenidos habían obtenido permiso para salir unas<br />

horas <strong>de</strong> su encierro y pasear por los corredores. Nosotros pedimos lo mismo<br />

y nos fue concedido. Pronto fraternizamos con ellos y las horas <strong>de</strong> recreo las<br />

pasábamos conversando animadamente con nuestros compañeros <strong>de</strong> cárcel.<br />

Aprovechábamos también esta relativa libertad para escudriñar en las celdas<br />

<strong>de</strong>shabitadas, algunas <strong>de</strong> las cuales son dignas <strong>de</strong> mención por lo artístico <strong>de</strong><br />

su <strong>de</strong>corado.<br />

Es verda<strong>de</strong>ramente admirable lo que se pue<strong>de</strong> hacer con un trozo <strong>de</strong> lápiz<br />

en manos <strong>de</strong> un artista. La mayoría <strong>de</strong> las celdas estaban más o menos <strong>de</strong>coradas<br />

por los presos que nos precedieron. Algunos interrumpieron su tarea<br />

para no concluirla ya más...<br />

En la celda contigua a la nuestra estuvo encerrado un joven artista, llamado<br />

Gelabert, el cual, sin otro instrumento que un trozo <strong>de</strong> lápiz, había <strong>de</strong>corado<br />

las cuatro pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la misma con bellísimas reproducciones <strong>de</strong> cuadros famosos.<br />

Sobre todo llamaba la atención «La venta <strong>de</strong> esclavas» que ocupaba<br />

uno <strong>de</strong> los lienzos mayores <strong>de</strong> la pared. La expresión <strong>de</strong> los rostros, el sombreado<br />

<strong>de</strong> las figuras, la proporción <strong>de</strong> las mismas, la exactitud <strong>de</strong>l <strong>de</strong>talle,<br />

todo revelaba una mano experta y un alma <strong>de</strong> artista.<br />

En otra celda encontramos, con gran sorpresa por nuestra parte, las iniciales<br />

<strong>de</strong>l lema salesiano: D. M. A. C. T. bajo el escudo <strong>de</strong> la Congregación.<br />

¿Quién habría podido escribir aquellas cinco letras? Misterio. Alguno insinuó<br />

que tal vez el señor Ramos...<br />

NUESTRA CELDA<br />

Curiosa por <strong>de</strong>más era también la <strong>de</strong>coración <strong>de</strong> nuestra celda. Había pertenecido,<br />

según nos dijo uno <strong>de</strong> los guardias, a un joven médico que entretenía<br />

sus ocios en <strong>de</strong>corar su habitación y en procurarse, aunque no fuera más que<br />

en pintura, el necesario confort.<br />

A la puerta, por su parte exterior, había dibujado el botón <strong>de</strong>l timbre bajo<br />

el letrero «Médico» y la advertencia: «No entrar sin ser llamados».<br />

Una vez <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la celda se veía, junto a la puerta, el teléfono, con su<br />

correspondiente listín y unos cuantos números «<strong>de</strong> uso frecuente» garrapateados<br />

alre<strong>de</strong>dor.<br />

Junto a la mesa había dibujada una estantería con libros <strong>de</strong> consulta, correspondientes<br />

a la profesión <strong>de</strong>l ocupante y otros <strong>de</strong> simple distracción.<br />

Sobre la misma había un aparato <strong>de</strong> radio, que el doctor hacía funcionar <strong>de</strong><br />

sobremesa, reproduciendo las charlas <strong>de</strong>l locutor <strong>de</strong> Radio Barcelona, el noticiario<br />

y trozos <strong>de</strong> música escogida. Esta sesión hacía las <strong>de</strong>licias <strong>de</strong> los compañeros<br />

<strong>de</strong> cautiverio y <strong>de</strong> los mismos milicianos que se agolpaban junto a su<br />

puerta para no per<strong>de</strong>r sílaba.<br />

Junto a la ventana opuesta a la puerta, estaba el «tocador», en el que no<br />

faltaba <strong>de</strong>talle alguno: Un gran espejo ovalado, con marco estilo isabelino;<br />

lavabo, cepillos, <strong>de</strong>ntífricos, útiles <strong>de</strong> afeitar, frascos <strong>de</strong> colonia, etc.<br />

189


LA REVOLUCIÓN DE MAYO<br />

Así transcurrían monótonos y lentos los días. Nuestros carceleros no nos<br />

querían <strong>de</strong>cir lo que pensaban hacer <strong>de</strong> nosotros. Frases sueltas, reticencias<br />

que nada bueno aseguraban: eso era todo. Algunos <strong>de</strong> nuestros guardianes<br />

hacían gala <strong>de</strong> sentimientos humanitarios; otros, por el contrario, nos hacían<br />

constantemente objeto <strong>de</strong> burlas y amenazas.<br />

El día 3 <strong>de</strong> Mayo, por la tar<strong>de</strong>, nos sorprendió el observar que habían<br />

reforzado la guardia y que los centinelas se habían armado con pistolas ametralladoras<br />

y llevaban pendientes <strong>de</strong>l cinturón varias bombas <strong>de</strong> mano. Su aspecto<br />

era hosco y reservado. Nos miraban con odio y parecía traslucirse en<br />

sus miradas y actitu<strong>de</strong>s el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> acabar <strong>de</strong> una vez con nosotros. No nos<br />

permitieron salir <strong>de</strong> la celda como los <strong>de</strong>más días, mientras hacíamos la limpieza.<br />

Nosotros los mirábamos extrañados, y alguno que se aventuró a pre-guntarles<br />

si pasaba algo anormal, recibió como respuesta una velada amenaza.<br />

Por la noche empezó el jaleo. En las inmediaciones <strong>de</strong>l edificio sé oyeron<br />

algunos tiros aislados; pero don<strong>de</strong> más intenso parecía el fragor <strong>de</strong>l combate<br />

era allá lejos, en dirección a la barriada <strong>de</strong> Sans. Se oía el crepitar <strong>de</strong> las<br />

ametralladoras y la sorda explosión <strong>de</strong> las bombas <strong>de</strong> mano. ¿Qué sucedía?<br />

¿Alguna intentona <strong>de</strong> los patriotas? En este caso, ya nos podíamos dar por<br />

perdidos, pues no <strong>de</strong>jarían dé tomar represalias en nosotros.<br />

Este pensamiento nos traía a todos profundamente preocupados y volvimos<br />

a sentir <strong>de</strong> nuevo las amarguras, <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong>l 21 <strong>de</strong> Abril, esperando a cada<br />

momento la aparición <strong>de</strong> nuestros verdugos para asesinarnos.<br />

Durante la mañana siguiente fue aumentando el tiroteo. Mientras sonaban<br />

las <strong>de</strong>scargas nuestra oración era más fervorosa que <strong>de</strong> costumbre. Fe<strong>de</strong>rico<br />

no pudo salir a hacer sus ordinarias compras. Cuando <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mucho llamar<br />

acudía algún miliciano a abrirnos la puerta para salir un instante, le preguntábamos<br />

ansiosos qué sucedía, y la respuesta era siempre la misma:<br />

— Estamos ganando. Somos dueños <strong>de</strong> la calle. Acabamos <strong>de</strong> asaltar el<br />

cuartel <strong>de</strong> Sans.<br />

—Pero, ¿contra quién lucháis?<br />

No nos lo quiso <strong>de</strong>cir. Lo supimos algo más tar<strong>de</strong>: Querían imponerse al<br />

Gobierno <strong>de</strong> Valencia, obligándole a obrar a su dictado; pero aquella vez el<br />

Gobierno se impuso, y <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> dar al mundo civilizado cierta sensación <strong>de</strong><br />

po<strong>de</strong>r y <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n acabando con los <strong>de</strong>smanes anarquistas, les había dado una<br />

sangrienta lección.<br />

Pero en a<strong>de</strong>lante sería el mismo Gobierno republicano quien oficialmente<br />

implantaría el terror con la creación <strong>de</strong> numerosas checas, famosas por el refinamiento<br />

<strong>de</strong> su crueldad y sus métodos asiáticos.<br />

Nosotros provi<strong>de</strong>ncialmente, nos salvamos <strong>de</strong> la muerte. De haber triunfado<br />

la F. A. I. podíamos darnos por perdidos; pero habiendo sido vencida,<br />

la policía <strong>de</strong>l Gobierno comenzó a hacerse cargo <strong>de</strong> las prisiones clan<strong>de</strong>stinas,<br />

conduciendo sus víctimas a la Jefatura <strong>de</strong> Policía, en don<strong>de</strong> <strong>de</strong>terminaban su<br />

ulterior <strong>de</strong>stino. Nosotros, ignorantes <strong>de</strong> lo sucedido y <strong>de</strong> lo que el porvenir<br />

nos reservaba, nos pusimos en manos <strong>de</strong> Dios.<br />

188


SE DULCIFICA EL TRATO<br />

Después <strong>de</strong> los sucesos <strong>de</strong> Mayo, poco a poco se fue suavizando el trato<br />

que recibíamos* Desaparecieron casi por completo las armas <strong>de</strong> manos <strong>de</strong> nuestros<br />

guardianes y se hicieron más humanos, con<strong>de</strong>scendiendo a pasar largos<br />

ratos <strong>de</strong> charla con nosotros.<br />

Los jóvenes falangistas <strong>de</strong>tenidos habían obtenido permiso para salir unas<br />

horas <strong>de</strong> su encierro y pasear por los corredores. Nosotros pedimos lo mismo<br />

y nos fue concedido. Pronto fraternizamos con ellos y las horas <strong>de</strong> recreo las<br />

pasábamos conversando animadamente con nuestros compañeros <strong>de</strong> cárcel.<br />

Aprovechábamos también esta relativa libertad para escudriñar en las celdas<br />

<strong>de</strong>shabitadas, algunas <strong>de</strong> las cuales son dignas <strong>de</strong> mención por lo artístico <strong>de</strong><br />

su <strong>de</strong>corado.<br />

Es verda<strong>de</strong>ramente admirable lo que se pue<strong>de</strong> hacer con un trozo <strong>de</strong> lápiz<br />

en manos <strong>de</strong> un artista. La mayoría <strong>de</strong> las celdas estaban más o menos <strong>de</strong>coradas<br />

por los presos que nos precedieron. Algunos interrumpieron su tarea<br />

para no concluirla ya más...<br />

En la celda contigua a la nuestra estuvo encerrado un joven artista, llamado<br />

Gelabert, el cual, sin otro instrumento que un trozo <strong>de</strong> lápiz, había <strong>de</strong>corado<br />

las cuatro pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la misma con bellísimas reproducciones <strong>de</strong> cuadros famosos.<br />

Sobre todo llamaba la atención «La venta <strong>de</strong> esclavas» que ocupaba<br />

uno <strong>de</strong> los lienzos mayores <strong>de</strong> la pared. La expresión <strong>de</strong> los rostros, el sombreado<br />

<strong>de</strong> las figuras, la proporción <strong>de</strong> las mismas, la exactitud <strong>de</strong>l <strong>de</strong>talle,<br />

todo revelaba una mano experta y un alma <strong>de</strong> artista.<br />

En otra celda encontramos, con gran sorpresa por nuestra parte, las iniciales<br />

<strong>de</strong>l lema salesiano: D. M. A. C. T. bajo el escudo <strong>de</strong> la Congregación.<br />

¿Quién habría podido escribir aquellas cinco letras? Misterio. Alguno insinuó<br />

que tal vez el señor Ramos...<br />

NUESTRA CELDA<br />

Curiosa por <strong>de</strong>más era también la <strong>de</strong>coración <strong>de</strong> nuestra celda. Había pertenecido,<br />

según nos dijo uno <strong>de</strong> los guardias, a un joven médico que entretenía<br />

sus ocios en <strong>de</strong>corar su habitación y en procurarse, aunque no fuera más que<br />

en pintura, el necesario confort.<br />

A la puerta, por su parte exterior, había dibujado el botón <strong>de</strong>l timbre bajo<br />

el letrero «Médico» y la advertencia: «No entrar sin ser llamados».<br />

Una vez <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la celda se veía, junto a la puerta, el teléfono, con su<br />

correspondiente listín y unos cuantos números «<strong>de</strong> uso frecuente» garrapateados<br />

alre<strong>de</strong>dor.<br />

Junto a la mesa había dibujada una estantería con libros <strong>de</strong> consulta, correspondientes<br />

a la profesión <strong>de</strong>l ocupante y otros <strong>de</strong> simple distracción.<br />

Sobre la misma había un aparato <strong>de</strong> radio, que el doctor hacía funcionar <strong>de</strong><br />

sobremesa, reproduciendo las charlas <strong>de</strong>l locutor <strong>de</strong> Radio Barcelona, el noticiario<br />

y trozos <strong>de</strong> música escogida. Esta sesión hacía las <strong>de</strong>licias <strong>de</strong> los compañeros<br />

<strong>de</strong> cautiverio y <strong>de</strong> los mismos milicianos que se agolpaban junto a su<br />

puerta para no per<strong>de</strong>r sílaba.<br />

Junto a la ventana opuesta a la puerta, estaba el «tocador», en el que no<br />

faltaba <strong>de</strong>talle alguno: Un gran espejo ovalado, con marco estilo isabelino;<br />

lavabo, cepillos, <strong>de</strong>ntífricos, útiles <strong>de</strong> afeitar, frascos <strong>de</strong> colonia, etc.<br />

189


En la otra pared, frontera a la mesa, había dibujada una cama, con su correspondiente<br />

dosel sostenido por airosas columnas salomónicas; junto al lecho<br />

la mesita <strong>de</strong> noche, con su lamparita, botella <strong>de</strong> agua y <strong>de</strong>más accesorios indispensables...<br />

A un hogar tan completo, sólo le faltaba, a nuestro parecer, una cosa: la<br />

<strong>de</strong>spensa. Y lo completamos dibujando un armario, con sus correspondientes<br />

estantes repletos <strong>de</strong> todo bien <strong>de</strong> Dios: jamones, embutidos, quesos, fruta,<br />

cestillas <strong>de</strong> huevos, botes <strong>de</strong> mermelada... Cuando nos apretaba el hambre no<br />

faltaba quien hiciera un viajecito a la <strong>de</strong>spensa... para consolarse, aunque no<br />

fuera más que con la vista <strong>de</strong> aquellos manjares.<br />

Con esto engañábamos al hambre. Porque en San Elias la empezamos a<br />

conocer. Era verda<strong>de</strong>ramente triste consi<strong>de</strong>rar el afán con que pedíamos al<br />

repartidor que nos sirviera un poco más <strong>de</strong>l cazo reglamentario; y cómo sistemáticamente<br />

nos era negado, aunque sobrara comida y tuvieran que arrojarla<br />

a los cerdos.<br />

Poco a poco fuimos poniendo en práctica algunos trucos, que nos ayudaban<br />

un poco- Los primeros <strong>de</strong> la fila <strong>de</strong>voraban rápidamente su ración y volvían a<br />

hacer cola <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber limpiado concienzudamente su plato para aparentar<br />

que aún no habían recibido su ración. Más tar<strong>de</strong>, habiendo escamoteado<br />

algunos platos, ya no era necesario apresurarse y nos repartíamos entre todos<br />

el suplemento así conseguido.<br />

Triste es tener que <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r a estos <strong>de</strong>talles; pero ellos nos darán la<br />

medida <strong>de</strong> la necesidad que pasamos en aquel encierro.<br />

Añádase a lo dicho que ya llevábamos cerca <strong>de</strong> tres semanas encerrados<br />

y en todo este tiempo ni pudimos afeitarnos ni cambiarnos <strong>de</strong> ropa, presentando<br />

todos un aspecto repugnante, que sólo la costumbre <strong>de</strong> vernos <strong>de</strong> tal<br />

manera hacía tolerable.<br />

SALIDA DE SAN ELIAS<br />

Por fin, a mediados <strong>de</strong> Mayo, la policía oficial entró en San Elias y obligó<br />

a los milicianos <strong>de</strong> la F. A. I. a entregar su presa, procediendo luego a clausurar<br />

el siniestro edificio. En dos gran<strong>de</strong>s coches fuimos trasladados a la Jefatura<br />

<strong>de</strong> Policía, no sin habernos advertido ante los milicianos que nos escoltaban,<br />

que al primer intento <strong>de</strong> escabullimos, dispararían sus armas.<br />

Llegamos a Jefatura a las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. En San Elias no nos habían dado<br />

<strong>de</strong> comer porque creían que saldríamos antes; y en Jefatura tampoco, porque<br />

llegamos pasada la hora <strong>de</strong>l rancho. Paciencia. Creíamos que se nos pondría<br />

inmediatamente en libertad y entonces podríamos satisfacer nuestro apetito.<br />

Pero nos angañamos. A pesar <strong>de</strong> lo injusto y arbitrario <strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>tención,<br />

en Jefatura, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ficharnos, nos mandaron a los calabozos subterráneos.<br />

EN LOS CALABOZOS DE JEFATURA<br />

Varias han sido las cárceles que he recorrido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la implantación <strong>de</strong> la<br />

República; pero ninguna tan hedionda y repugnante como los calabozos <strong>de</strong><br />

la Jefatura <strong>de</strong> Policía, en Barcelona. San Elias, a su lado, era un sanatorio.<br />

En primer lugar, no había luz natural. Unos altos ventanucos enrejados<br />

<strong>de</strong>jaban pasar unos tenues rayos <strong>de</strong> luz, tamizados ya por las altas edificaciones<br />

190


colindantes, que permitía tan sólo hacerse cargo <strong>de</strong> la inmundicia que invadía<br />

los calabozos» Éstos* en número <strong>de</strong> doce, se abrían a un estrecho corredor, a<br />

cuyo fondo, los retretes, sin ventilación alguna, infundían sus fétidas emanaciones,<br />

sin que pudieran atenuarlas los cubos <strong>de</strong> zotal que a este fin se prodigaban<br />

por todo el recinto y que no servían sino para producir en las vías<br />

respiratorias una sensación <strong>de</strong> aguda picazón, y en los ojos un constante lagrimeo»<br />

Cada celda tenía su correspondiente verja <strong>de</strong> hierro que se cerraba<br />

con fuertes candados.<br />

Aquellos calabozos, <strong>de</strong>stinados, en tiempo normal, a contener por unas<br />

horas a los rateros y <strong>de</strong>lincuentes vulgares, se hallaban entonces atestados <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>tenidos. Entre todos sumarían más <strong>de</strong> trescientos; pues, aún recientes los<br />

últimos sucesos <strong>de</strong> la F. A. L, había allí no pocos <strong>de</strong> sus militantes que habían<br />

sido sorprendidos por la Guardia Civil o la Policía con las armas en la mano,<br />

o con bombas y explosivos.<br />

Entre aquella gentuza, que daba la tónica al ambiente con su grosería y<br />

sus blasfemias, fuimos a caer nosotros. Nuestra aparición causó cierta expectación.<br />

Todos intentaban clasificarnos. No les costó mucho trabajo, pues nuestro<br />

porte, la vergüenza que se reflejaba en nuestro semblante al vernos en tal<br />

lugar y compañía, y más que nada nuestro aire tímido y retraído, nos <strong>de</strong>lató<br />

al instante. Y empezaron las cuchufletas, los insultos, las bromas intencionadas<br />

y las blasfemias e in<strong>de</strong>cencias, que nos veíamos obligados a soportar cabizbajos<br />

y en silencio.<br />

Como todas las celdas estaban ya rebosantes <strong>de</strong> presos y a<strong>de</strong>más el pasillo<br />

estaba igualmente abarrotado, no pudimos colocarnos todos juntos, lo que<br />

hubiera sido para nosotros un consuelo, sino que nos repartieron por diversas<br />

celdas.<br />

Por fortuna no todos eran gente in<strong>de</strong>seable. Había entre los <strong>de</strong>tenidos<br />

personas <strong>de</strong> <strong>de</strong>recha/y <strong>de</strong> buenos sentimientos, que al darse cuenta <strong>de</strong> nuestra<br />

personalidad, se nos ofrecieron para todo, se apresuraron a hacernos lugar<br />

y a darnos algo <strong>de</strong> comida. En uno <strong>de</strong> aquellos calabozos pudimos acomodarnos<br />

cinco o seis; éramos el grupito más numeroso. Los compañeros eran, en<br />

general, buena gente, que nos admitió en su compañía con agrado.<br />

Pero bien pronto, a través <strong>de</strong> los barrotes <strong>de</strong> hierro <strong>de</strong> la puerta se agolparon<br />

unos cuantos <strong>de</strong>svergonzados que empezaron a insultarnos parodiando<br />

algunos actos religiosos entre risas y blasfemias. Como todas las celdas tenían<br />

su mote distintivo, sacado casi siempre <strong>de</strong> los más infames tugurios <strong>de</strong>l barrio<br />

chino, bautizaron a la nuestra con el <strong>de</strong> «Casa <strong>de</strong> los Curas», letrero que escribieron<br />

en la pared junto a la puerta.<br />

Fue transcurriendo lenta y penosa aquella tar<strong>de</strong>. Al llegar la noche nos<br />

trajeron la cena, tan módica como en San Elias, pero peor preparada, a base<br />

<strong>de</strong> especies picantes y que, a <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> los veteranos, se componían <strong>de</strong> los restos<br />

<strong>de</strong> algunas fondas próximas, con lo cual, excusado es <strong>de</strong>cir el sabor <strong>de</strong><br />

aquella bazofia.<br />

Despachada la frugalísima cena, nos dispusimos a dormir. Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la<br />

celda había tres bancos <strong>de</strong> cemento, en los que cabían, apretadas, hasta doce<br />

personas sentadas. En esos duros asientos <strong>de</strong>bíamos <strong>de</strong>scansar, pero tan sólo<br />

durante cuatro horas, pues hubo necesidad <strong>de</strong> establecer tres turnos para que<br />

pudiesen también hacerlo los que aguardaban en el pasillo. Algunos se echaban,<br />

sencillamente, en el suelo, expuestos a los pisotones <strong>de</strong> los transeúntes,<br />

pero tenían la ventaja <strong>de</strong> que nadie les disputaba la cama.<br />

191


LA VIDA EN LOS CALABOZOS<br />

A la mañana siguiente nos dieron el mismo <strong>de</strong>sayuno que en San Elias, es<br />

<strong>de</strong>cir, nada. Como allí era imposible hacer en común las prácticas <strong>de</strong> piedad,<br />

las hacía cada cual en particular, aprovechando la oscuridad y la relativa calma<br />

en que quedábamos sumidos cuando los <strong>de</strong>más salían a <strong>de</strong>sentumecerse un poco.<br />

Con la luz <strong>de</strong>l nuevo día volvieron a reanudarse los insultos y las procacida<strong>de</strong>s,<br />

que soportábamos con paciencia y en silencio, hasta que el mansísimo<br />

don Mo<strong>de</strong>sto, no pudiendo aguantar más, dirigiéndose a uno <strong>de</strong> los que más<br />

se distinguían por su <strong>de</strong>svergüenza, le dijo entre enérgico y conciliador:<br />

—Aquí no hay curas ni anarquistas. Todos somos unos pobres <strong>de</strong>tenidos<br />

que nos hemos <strong>de</strong> respetar y ayudar mutuamente.<br />

Estas palabras hicieron su efecto entre aquella gente primitiva, que se<br />

rin<strong>de</strong> ante la serenidad y el valor en cualquiera <strong>de</strong> sus formas. Des<strong>de</strong> aquel<br />

punto <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> molestarnos. Es más; llegada la hora <strong>de</strong>l rancho, como quiera<br />

que a los <strong>de</strong> la F. A. I. sus camaradas <strong>de</strong> la calle les traían en cestos bien<br />

provistos una comida abundante y suculenta, nos vinieron a ofrecer algunas<br />

cosas insistiendo en que aceptáramos, ya que todos éramos camaradas.<br />

Durante aquel día y los siguientes, fueron saliendo muchos <strong>de</strong> aquellos<br />

anarquistas. No eran culpables <strong>de</strong> otro <strong>de</strong>lito que el <strong>de</strong> haberse alzado contra<br />

la fuerza pública en la calle y haber sido cogidos in fraganti con sus armas<br />

cargadas y abundantes bombas <strong>de</strong> mano; mas esto no tenía importancia. Se<br />

impusieron los sindicatos y salieron con todos los honores; mientras que nosotros,<br />

<strong>de</strong>tenidos arbitrariamente en nuestra propia casa, por individuos que<br />

operaban al margen <strong>de</strong> la ley, no merecíamos siquiera ser llamados a <strong>de</strong>clarar.<br />

A medida que transcurrían los días, quedábamos más anchos y cómodos.<br />

Don Francisco Aparicio, cuya familia vivía allí cerca, pudo hacer llegar a casa<br />

<strong>de</strong> su hermano un aviso; vinieron a visitarle, le trajeron comida y algunas mantas<br />

que repartió entre todos y ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, al llegar la noche, se extendían<br />

en el suelo <strong>de</strong>l calabozo las mantas y podíamos dormir echados sobre<br />

ellas y algo abrigados.<br />

EL MEDIO AMBIENTE<br />

Iban pasando lentamente los días; ya había transcurrido más <strong>de</strong> un mes<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>tención y en todo ese tiempo no habíamos podido afeitarnos<br />

ni cambiarnos <strong>de</strong> ropa. Constituyó para nosotros una novedad no exenta <strong>de</strong><br />

envidia el ver cómo don Francisco Aparicio pudo vestirse <strong>de</strong> limpio con la<br />

ropa que le había traído su hermano.<br />

Nos consolaba el pensar que con nosotros compartían el calabozo personas<br />

dignísimas que ya llevaban allí dos o tres meses. Al principio nos parecía imposible<br />

que pudieran aguantar tanto tiempo en aquel ambiente mefítico y<br />

malsano. Es cierto que muchos <strong>de</strong> ellos, con sus barbas crecidas y la pali<strong>de</strong>z<br />

cadavérica <strong>de</strong> su rostro, parecían fantasmas, pero a todo acaba por acostumbrarse<br />

el hombre, y nosotros acabamos por adquirir también la pátina <strong>de</strong>l calabozo.<br />

Entre nuestros compañeros había comerciantes, abogados, campesinos y<br />

empleados, cuya compañía era agradable y que nos ayudaban en cuanto podían.<br />

Había también algunos extranjeros, pertenecientes al partido anarquista:<br />

192


franceses, rusos, polacos, alemanes e italianos, con los que trabamos conversación.<br />

Especialmente se nos hizo amigo un ingeniero italiano, llamado César<br />

Bottino, que había venido a España a luchar por sus i<strong>de</strong>ales anarquistas. Había<br />

recorrido los principales países europeos propagando sus i<strong>de</strong>ales y sufriendo un<br />

sinfín <strong>de</strong> <strong>de</strong>stierros y cárceles. Nos manifestaba que en España no se entendía<br />

la doctrina anarquista, confundiéndola con la incultura, el saqueo y el asesinato.<br />

LIBERTADES<br />

Interrumpía la monotonía <strong>de</strong> la jornada carcelaria la voz <strong>de</strong>l guardia que,<br />

<strong>de</strong> cuando en cuendo, gritaba: ¡Atención! A esta voz acudíamos todos a su<br />

lado y leía la lista que llevaba en la mano. Si el papel era blanco, los <strong>de</strong>tenidos<br />

que iba nombrando quedaban en libertad. Si era azul, eran trasladados a la<br />

Cárcel Mo<strong>de</strong>lo.<br />

El día 18 <strong>de</strong> Mayo fuimos, por fin, llamados a prestar <strong>de</strong>claración. Ratificamos<br />

todo lo ya manifestado al entrar en Jefatura, acerca <strong>de</strong> nuestra personalidad.<br />

Quedamos gratamente impresionados y creímos que pronto nos pondrían<br />

en libertad. En efecto, al anochecer <strong>de</strong> aquel mismo día entró el guardia,<br />

y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> llamada <strong>de</strong> atención, sacó un papel blanco y comenzó a leer<br />

el nombre <strong>de</strong> los nuestros. Todos estábamos radiantes <strong>de</strong> alegría. Ya íbamos<br />

recogiendo nuestras cosas para no <strong>de</strong>morar ni un instante la salida, cuando <strong>de</strong><br />

pronto se interrumpe la lista: Tan sólo habían nombrado a ocho.<br />

¿Y los otros? ¿Es que no somos todos unos? ¿A qué esta diferencia? Por <strong>de</strong><br />

pronto creíamos que se habrían olvidado otra lista; pero no; en la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />

libertad tan sólo constaban los siguientes: Don Mo<strong>de</strong>sto Bellido, don Francisco<br />

Serrats, don Esteban Aguilón, don Juan Bautista Piles, el señor Miret,<br />

el señor Soler y los clérigos Azor y Almajano.<br />

Los abrazamos con envidia, pero esperando que a más tardar el día siguiente<br />

se <strong>de</strong>sharía el equívoco y nos darían la libertad a los restantes.<br />

Y aquella noche, aunque más cómodos y abrigados, dormimos peor.<br />

Al día siguiente, a media mañana, ya recibimos la visita <strong>de</strong> algunos <strong>de</strong> los<br />

libertados que nos trajeron ropa y alimentos, prometiéndonos que saldríamos<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco. El mismo día algunos volvieron a Mataró; pero parece que la<br />

visita no fue <strong>de</strong>l agrado <strong>de</strong>l Comité local, que a duras penas les permitió penetrar<br />

en el colegio para sacar sus objetos <strong>de</strong> uso personal, conminándolos a<br />

que se alejasen cuanto antes <strong>de</strong> la ciudad.<br />

Enteradas por don Mo<strong>de</strong>sto algunas buenas familias <strong>de</strong> Mataró <strong>de</strong> nuestra<br />

situación, se apresuraron a enviarnos socorros, especialmente la benemérita<br />

señora viuda <strong>de</strong> Nonell, que con abnegación material nos proveyó <strong>de</strong> ropa<br />

limpia y prendas <strong>de</strong> abrigo, prometiéndonos que no nos habría <strong>de</strong> faltar en<br />

a<strong>de</strong>lante su ayuda, como así sucedió.<br />

Transcurrieron así unos días, en espera <strong>de</strong> la ansiada rectificación; pero<br />

a pesar <strong>de</strong> nuestras <strong>de</strong>claraciones, no fuimos atendidos.<br />

13.—<strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

193


A LA CÁRCEL MODELO<br />

Finalmente, la noche <strong>de</strong>l 22 <strong>de</strong> Mayo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar, cuando nos disponíamos<br />

a conciliar el sueño, se oye el grito <strong>de</strong> «Atención». El guardia tenía<br />

en sus manos una lista azul con nuestros nombres. Nos miramos unos a otros<br />

con aire <strong>de</strong> tristeza, que <strong>de</strong>sapareció pronto, porque al fin y al cabo siempre era<br />

preferible pasar a la cárcel que permanecer en aquellos inmundos calabozos.<br />

Nos dimos prisa en recoger nuestros bártulos y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirnos <strong>de</strong> los<br />

amigos, previas las formalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> rigor, nos vimos en la calle. Allí nos esperaba<br />

una camioneta con guardias <strong>de</strong> Asalto. Querían esposarnos, pero les<br />

suplicamos que nos ahorrasen esa vergüenza, asegurándoles <strong>de</strong> que no teníamos<br />

intenciones <strong>de</strong> escapar. Al saber nuestra condición <strong>de</strong> religiosos, y tomándonos<br />

por seres inofensivos, nos <strong>de</strong>jaron con las manos libres. Acomodados,<br />

pues, en los bancos <strong>de</strong> la camioneta, emprendió el vehículo una marcha<br />

veloz a través <strong>de</strong> las calles <strong>de</strong>siertas <strong>de</strong> la ciudad, hasta <strong>de</strong>jarnos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

breves minutos, en las puertas <strong>de</strong> la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo.<br />

Nos condujeron a las oficinas en don<strong>de</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tomarnos la filiación,<br />

pasamos a formar parte <strong>de</strong> la población carcelaria.<br />

Guiados por un oficial <strong>de</strong> prisiones fuimos atravesando patios y corredores<br />

hasta un <strong>de</strong>sván en don<strong>de</strong> había varios petates recién confeccionados. Nos<br />

mandaron cargar a cada uno con el suyo y <strong>de</strong> este modo atravesamos otros<br />

patios y corredores hasta llegar al «Centro». Allí nos cachearon minuciosamente<br />

y nos invitaron a <strong>de</strong>positar en la Caja el dinero que nos quedaba y los<br />

objetos que habíamos salvado <strong>de</strong> San Elias. A cambio <strong>de</strong>l dinero nos dieron<br />

unos vales que circulan en el Establecimiento. Después <strong>de</strong> proveernos <strong>de</strong> un<br />

plato <strong>de</strong> aluminio y una cuchara, nos trasladamos a una sala llamada «Aglomeración».<br />

A poco <strong>de</strong> entrar en este <strong>de</strong>partamento frío e inhóspito, vino a vernos el<br />

Director <strong>de</strong> la cárcel, que pareció interesarse por nuestras andanzas, mostrándose<br />

amable y comprensivo.<br />

Eran ya las primeras horas <strong>de</strong> la madrugada, cuando tendidos en los jergones<br />

pudimos <strong>de</strong>scansar durante unas horas. ¡Qué satisfacción al notar <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> nuestras espaldas no ya el duro y frío suelo, sino el cálido y acogedor crujido<br />

<strong>de</strong> la paja! Dormimos como principes.<br />

PRIMERAS VISITAS<br />

La luz in<strong>de</strong>cisa <strong>de</strong>l amanecer, que entraba por la puerta enrejada que daba<br />

a uno <strong>de</strong> los patios, nos <strong>de</strong>spertó antes <strong>de</strong> salir el Sol. Nos pudimos lavar en<br />

un grifo <strong>de</strong> agua corriente que había en un rincón y comentamos con satisfacción<br />

la excelente noche pasada en el mullido petate que afortunadamente nos<br />

había tocado en suerte. No era uno <strong>de</strong> esos petates sucios, hediondos y convertidos<br />

a fuerza <strong>de</strong>l uso en una plancha <strong>de</strong> paja prensada llena <strong>de</strong> insectos;<br />

sino que era un jergón recién hecho, con paja fresca, <strong>de</strong> tres palmos <strong>de</strong> espesor<br />

y que parecía cilindrico por la enorme cantidad <strong>de</strong> paja que contenía. En esto<br />

fuimos afortunados. No así en los platos que nos repartieron, que estaban<br />

sucios, abollados y llevaban adherida la mugre <strong>de</strong> varios años <strong>de</strong> servicio.<br />

Abrióse la puerta y aparecieron dos reclusos portadores <strong>de</strong> un cubo lleno<br />

<strong>de</strong> café, o 1 algo que se parecía. Nos brindaron con aquel líquido, pero como<br />

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no teníamos en don<strong>de</strong> echarlo sino en los platos sucios, nadie quiso probarlo,<br />

por lo que nos quedamos sin <strong>de</strong>sayuno. Por suerte al café le acompañaba un<br />

chusco <strong>de</strong> pan, lujo <strong>de</strong>l que carecíamos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía más <strong>de</strong> un mes, y que<br />

<strong>de</strong>voramos con mucho apetito.<br />

Aún estábamos saboreándolo, cuando se abrió <strong>de</strong> nuevo la puerta y apareció<br />

el señor Enseñat, que casualmente aquel día estaba encargado <strong>de</strong> bal<strong>de</strong>ar<br />

el piso. ¡Qué alegría la nuestra al ver una cara amiga! Nos abrazamos con<br />

alegría y luego, abandonando el bal<strong>de</strong> y el estropajo, se apresuró a salir en<br />

busca <strong>de</strong>l Padre Viñas, para que viniese a darnos la bienvenida.<br />

Efectivamente, poco <strong>de</strong>spués, y a través <strong>de</strong> la puerta enrejada que comunicaba<br />

con el patio <strong>de</strong> la segunda galería, vimos aparecer al Padre Viñas,<br />

sonriente, con el rostro simpático encuadrado en una barbita entrecana, que le<br />

daba el aspecto <strong>de</strong> un respetable «doctor».<br />

Después <strong>de</strong> saludarnos cariñosamente, nos entregó un paquetito <strong>de</strong> comida,<br />

preparada ex profeso para nosotros, apenas se enteró <strong>de</strong> nuestra llegada<br />

a la cárcel. Era el primer pan <strong>de</strong> la hospitalidad, que <strong>de</strong>mostraba la verda<strong>de</strong>ra<br />

hermandad que reinaba entre los Salesianos allí recluidos. Después <strong>de</strong> un rato<br />

<strong>de</strong> charla se marchó para gestionar nuestro ingreso en la galería sexta.<br />

En esto había llegado ya la hora <strong>de</strong>l recreo para los presos y éstos, como<br />

<strong>de</strong> costumbre, se agolparon frente a nuestra reja contemplándonos con curiosidad,<br />

como se contempla a los animales <strong>de</strong>l parque. Porque en la Mo<strong>de</strong>lo hay<br />

la costumbre <strong>de</strong> girar todos los días una visita a «Aglomeración» para darse<br />

cuenta <strong>de</strong> los recién ingresados. Y entonces, según el color político <strong>de</strong> los<br />

mismos sus amigos se apresuran a gestionar su traslado a sus galerías respectivas.<br />

Si el preso pertenece a la F. A. I., es reclamado por los <strong>de</strong> la primera.<br />

Si pertenece a la Falange o al Requeté, pasa a la quinta; los religiosos y personas<br />

graves, suelen hospedarse en la sexta. Los militares ocupan, por <strong>de</strong>recho<br />

propio, la tercera.<br />

Cada galería tiene entre los presos su nombre distintivo. La primera, feudo<br />

<strong>de</strong> la F. A. I., se llama «Charcutería», por el aspecto <strong>de</strong> taberna que suele<br />

ofrecer. La segunda es la «Lactancia», pues en ella estaban los «enchufados»,<br />

niños mimados que habían conseguido algún cargo o empleo con sus consiguientes<br />

privilegios. La tercera se llamaba «El infierno», por estar ocupada<br />

preferentemente por los con<strong>de</strong>nados en sentencia firme. La cuarta, que es la<br />

galería más capaz, admitía toda clase <strong>de</strong> individuos y por eso se llamaba<br />

«Internacional». La quinta era el «Refugio» en don<strong>de</strong> coincidían los jóvenes,<br />

siempre <strong>de</strong> buen humor y con ganas <strong>de</strong> broma. Finalmente, la sexta era llamada<br />

«El Monasterio» por ser resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> religiosos y sacerdotes, en su mayoría.<br />

A ésta fuimos trasladados, poco <strong>de</strong>spués, cargados con nuestro petate. Allí<br />

fuimos recibidos en triunfo por los hermanos que nos habían precedido y por<br />

los que <strong>de</strong> otras galerías habían venido a saludarnos. Encontramos una porción<br />

<strong>de</strong> amigos y conocidos, cooperadores o antiguos alumnos, amén <strong>de</strong> muchos<br />

sacerdotes y religiosos, que se apresuraron a ofrecerse para todo, con una generosidad<br />

y caridad verda<strong>de</strong>ramente cristianas, que nos emocionaron profundamente.<br />

La primera impresión no podía ser más excelente: parecía encontrarse uno<br />

en su propia casa, viendo tantos y tan buenos amigos, que se habían anticipado<br />

a prepararnos una cordial acogida en las celdas que nos habían <strong>de</strong>stinado.<br />

Los Salesianos <strong>de</strong>tenidos entonces en la Mo<strong>de</strong>lo alcanzábamos la respetable<br />

suma <strong>de</strong> quince. Formábamos, pues, una verda<strong>de</strong>ra comunidad. A algunos<br />

195


no los habíamos visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo <strong>de</strong> la Revolución. Fue, pues, para<br />

todos un gran consuelo el volvernos a ver. En nuestra galería se encontraban<br />

los sacerdotes don Fe<strong>de</strong>rico Abadía y don José González; los hermanos coadjutores<br />

don Juan Baraut y don Salvador García y el clérigo don Gregorio<br />

Ayerra.<br />

Los <strong>de</strong>más Salesianos estaban repartidos en las otras galerías. El Padre<br />

Viñas, que había conseguido un empleo como escribiente, estaba en la «Lactancia».<br />

Gracias a este empleo, gozaba <strong>de</strong> relativa libertad y podía trasladarse<br />

a las otras galerías a fin <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r personalmente a todos los Salesianos en<br />

sus necesida<strong>de</strong>s materiales o espirituales.<br />

En la galería cuarta se encontraba el señor Enseñat, quien ya había trabado<br />

valiosas amista<strong>de</strong>s y aprovechaba el tiempo estudiando latín, para seguir<br />

más tar<strong>de</strong> la carrera sacerdotal.<br />

En la enfermería se hallaba don Luis Cid, <strong>de</strong>tenido no hacía mucho; a causa<br />

<strong>de</strong> su precaria salud había conseguido ser trasladado allí, en don<strong>de</strong> el excelente<br />

antiguo alumno <strong>de</strong> Sarria, don J. E. López, le atendía con filial solicitud.<br />

Naturalmente, los primeros días procuramos satisfacer nuestra natural curiosidad<br />

y la <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más hermanos, narrándonos recíprocamente nuestras<br />

aventuras hasta el momento <strong>de</strong> entrar en la cárcel.<br />

DON JOSÉ M. GONZÁLEZ Y EL SEÑOR SALVADOR<br />

La <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> estos dos salesianos fue consecuencia <strong>de</strong> la nuestra.<br />

Acostumbraban, como otros varios, ir a Mataró <strong>de</strong> cuando en cuando para<br />

satisfacer sus <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> recibir los Santos Sacramentos y entretenerse al mismo<br />

tiempo unas horas con los hermanos, cambiando impresiones y recibiendo<br />

alientos y consuelos y en alguna ocasión ayuda material.<br />

Durante el registro que sucedió a nuestra <strong>de</strong>tención, fueron encontradas<br />

algunas fotografías en las que aparecían varios salesianos, vestidos <strong>de</strong> sotana.<br />

La policía <strong>de</strong> Mataró se incautó <strong>de</strong> ellas y esperó al acecho la llegada <strong>de</strong> sus<br />

víctimas.<br />

En efecto, dos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>tención, don José M. González,<br />

ignorante <strong>de</strong> lo sucedido, fue a visitarnos. Penetró, como <strong>de</strong> costumbre, por la<br />

huerta, para no llamar la atención, y en vez <strong>de</strong> encontrarse con sus hermanos<br />

los Salesianos, le salieron al encuentro unos policías que reconocieron en él<br />

a uno <strong>de</strong> los religiosos retratados <strong>de</strong> sotana. No le valió para justificarse<br />

mostrar su carnet <strong>de</strong> trabajo, en que constaba era maestro en Moneada; y<br />

trasladado a la cárcel <strong>de</strong> Mataró, a los pocos días fue conducido a Barcelona,<br />

don<strong>de</strong> ingresó en la Mo<strong>de</strong>lo, no sin antes trabar conocimiento con los calabozos<br />

<strong>de</strong> Jefatura.<br />

Don Salvador García, al ser expulsado <strong>de</strong> San Vicente <strong>de</strong>is Horts, en don<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sempeñaba las funciones <strong>de</strong> cocinero, buscó colocación, que pudo encontrar,<br />

al fin, trabajando en su oficio en el restaurante «Casa Juan», en don<strong>de</strong> era<br />

apreciado por su seriedad y competencia. Los días <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso los aprovechaba<br />

para hacer alguna visita a sus hermanos <strong>de</strong> Mataró y cumplir, al mismo<br />

tiempo; sus <strong>de</strong>beres religiosos. Pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>tención y a<br />

consecuencia <strong>de</strong> unas fotos, en las que aparecía con otros varios Salesianos,<br />

fue reconocido al dirigirse al colegio, le <strong>de</strong>tuvieron y le llevaron también a la<br />

Cárcel Mo<strong>de</strong>lo.<br />

196


DON FEDERICO ABADÍA<br />

Fue <strong>de</strong>tenido, junto con su hermano Zacarías, a poco <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> Sarria.<br />

Después <strong>de</strong> pasar unos días en Jefatura, encontró distintos albergues mientras<br />

se procuraba documentación sindical, afiliándose a la F. E. T. E. (Fe<strong>de</strong>ración<br />

Española <strong>de</strong> Trabajadores <strong>de</strong> la Enseñanza.) Vivía en una pensión <strong>de</strong> la calle<br />

Balmes cuando en los primeros días <strong>de</strong> Marzo <strong>de</strong> 1937 fue <strong>de</strong>tenido y tras<br />

prestar <strong>de</strong>claración, ingresó en la Mo<strong>de</strong>lo.<br />

DON GREGORIO AYERRA Y DON JUAN BARAUT<br />

La <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> estos dos salesianos revistió caracteres más dramáticos.<br />

El señor Baraut fue expulsado <strong>de</strong> Sarria a últimos <strong>de</strong> Julio, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> permanecer<br />

varios días en su puesto <strong>de</strong> portero. Refugiado durante algunos días<br />

en casa <strong>de</strong> unos amigos <strong>de</strong> Sarria, se alarmó al enterarse <strong>de</strong> los primeros asesinatos<br />

<strong>de</strong> Salesianos, por lo que <strong>de</strong>cidió marchar inmediatamente a su pueblo,<br />

en la provincia <strong>de</strong> Lérida.<br />

Habiéndose encontrado casualmente con el clérigo don Gregorio Ayerra,<br />

el cual no sabía a dón<strong>de</strong> ir ni qué hacer, le invitó a ir con él; dirigiéronse<br />

ambos a la estación <strong>de</strong>l Norte. Detenidos en la Plaza <strong>de</strong> Cataluña, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> registrar sus maletas, fueron llevados a Jefatura. El Inspector <strong>de</strong> servicio,<br />

que conocía a don Juan, le dijo que, por no haberles encontrado nada <strong>de</strong>lictivo,<br />

los pondría en libertad; pero que no les convenía salir entonces, ya que<br />

los <strong>de</strong> la F. A. I. rondaban por los alre<strong>de</strong>dores esperando la salida <strong>de</strong> los<br />

que libertaba la policía para tomarlos por su cuenta.<br />

Se avinieron a ello ambos religiosos y aquella noche durmieron en los calabozos.<br />

A las ocho <strong>de</strong>l siguiente día salieron, dirigiéndose a casa <strong>de</strong> unos<br />

familiares <strong>de</strong>l señor Baraut. Se proveyeron <strong>de</strong>l correspondiente salvoconducto<br />

y acompañados por un sobrino <strong>de</strong> don Juan fueron a la estación, en don<strong>de</strong><br />

tomaron el tren para Calaf. Una vez aquí, buscaron un coche para que los<br />

llevara a Pons, en don<strong>de</strong> residían sus familiares; mas el chófer, en vez <strong>de</strong> conducirlos<br />

al sitio indicado los llevó ante el Comité local, sospechando que se trataba<br />

<strong>de</strong> dos religiosos. Y allí estuvieron a punto <strong>de</strong> terminar su viaje y su vida.<br />

Los <strong>de</strong>l Comité se dividieron en pareceres: algunos querían asesinarlos al<br />

instante; pero se impusieron, afortunadamente, los más mo<strong>de</strong>rados, que, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> registrarles hasta los calcetines, los encerraron en un calabozo don<strong>de</strong><br />

pasaron la noche.<br />

Don Juan preguntó a uno <strong>de</strong> los guardianes que le pareció más buena persona<br />

por qué no les <strong>de</strong>jaban seguir su viaje hasta Pons, ya que tenían el salvoconducto<br />

en regla, a lo que contestó:<br />

— Es mejor que se que<strong>de</strong>n aquí, porque si van a Pons los llevarán seguidamente<br />

a Lérida; y <strong>de</strong> Lérida no vuelve nadie...<br />

A la mañana siguiente los condujeron, con fuerte escolta, hasta Igualada,<br />

en don<strong>de</strong> fueron sometidos a prolijos interrogatorios y minuciosos registros,<br />

hasta que, habiéndoles encontrado algunos objetos religiosos, quisieron saber<br />

si realmente eran frailes. Para ello llamaron aparte al sobrino <strong>de</strong> don Juan, que<br />

los acompañaba, y poniéndole la pistola en el pecho, le obligaron a <strong>de</strong>clarar<br />

la verda<strong>de</strong>ra personalidad <strong>de</strong> sus acompañantes.<br />

197


Ya satisfechos, les robaron todo el dinero que llevaban encima y los llevaron<br />

a la cárcel <strong>de</strong>l pueblo, en don<strong>de</strong> ya se encontraban cinco Capuchinos<br />

y cinco monjes <strong>de</strong> Montserrat.<br />

El día siguiente, 2 <strong>de</strong> Agosto, se presentaron en la cárcel unos individuos<br />

<strong>de</strong> mala catadura para proce<strong>de</strong>r a uno <strong>de</strong> los actos más inicuos que se pue<strong>de</strong>n<br />

imaginar.<br />

LA PROPAGANDA ROJA<br />

Venían provistos <strong>de</strong> una máquina filmadora y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> abrir las puertas<br />

<strong>de</strong> la cárcel, apuntando a los <strong>de</strong>tenidos con sus armas, les dijeron:<br />

—Salgan todos.<br />

Creyendo llegada su última hora, obe<strong>de</strong>cieron encomendándose a Dios.<br />

—Toma esta pistola —le dijeron a un anciano capuchino.<br />

Y como el pobre se resistiese, ya que en su vida sé había visto con un arma<br />

en la mano, le amenazaron diciéndole:<br />

—Tómala, si no te levantaré la tapa <strong>de</strong> los sesos. Y ahora vas a hacer lo<br />

que yo te diga. Sube corriendo esta escalera hasta el terrado. Los <strong>de</strong>más, que<br />

le sigan corriendo también.<br />

No hubo más remedio que obe<strong>de</strong>cer la inicua or<strong>de</strong>n, y mientras se prepresentaba<br />

la trágica farsa, el tomavistas iba impresionando su película, que <strong>de</strong>spués<br />

sería representada en el extranjero como documento irrecusable <strong>de</strong> que<br />

los frailes eran unos asesinos y unos facinerosos, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su convento disparaban<br />

a mansalva contra el pueblo in<strong>de</strong>fenso.<br />

Una vez en el terrado, el director <strong>de</strong> la farsa dijo al anciano.<br />

—Ahora da la pistola a tú compañero y bajad todos corriendo en pos <strong>de</strong> él.<br />

Mas como el improvisado pistolero, un monje benedictino, bajara la escalera<br />

con la cabeza inclinada, los brazos caídos y <strong>de</strong> mala gana, le dijo el director:<br />

-—Levanta la cabeza, y a ver cómo caminas con aire guerrero.<br />

Terminada la tragicomedia, fueron conducidos <strong>de</strong> nuevo al calabozo.<br />

Hacia la medianoche los hicieron levantar para tomarles la filiación. Mandaron<br />

luego que no se acostaran, pues iban a salir <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> breves minutos.<br />

En efecto, a poco se oyó el motor <strong>de</strong> un coche que se <strong>de</strong>tuvo a la puerta <strong>de</strong> la<br />

cárcel. Subieron todos, excepto un capuchino que se encontraba enfermo, a<br />

quien más tar<strong>de</strong> asesinaron, y el sobrino <strong>de</strong> don Juan, a cuyo padre dieron<br />

aviso <strong>de</strong> que viniera a recogerlo.<br />

En la calle los milicianos, armados <strong>de</strong> fusiles, los tenían encañonados, mientras<br />

iban subiendo al camión. Subieron con ellos media docena <strong>de</strong> milicianos<br />

en medio <strong>de</strong> un silencio trágico, y a poco el coche emprendió la marcha hacia<br />

el Ayuntamiento, en don<strong>de</strong> se les incorporó otro grupito <strong>de</strong> milicianos.<br />

—Ya tenemos a nuestros verdugos —se <strong>de</strong>cían en voz baja los religiosos.<br />

Y convencidos <strong>de</strong> que se acercaba su última hora, se dieron mutuamente<br />

la absolución y se dispusieron a morir santamente.<br />

El coche tomó el camino <strong>de</strong>l cementerio, lo cual acabó <strong>de</strong> confirmarlos en<br />

sus tristes pronósticos; mas llegados allí, pasó <strong>de</strong> largo sin <strong>de</strong>tenerse y <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> algunas horas <strong>de</strong> camino, llegaron a Barcelona, dirigiéndose a la Jefatura <strong>de</strong><br />

Policía en don<strong>de</strong> fueron encerrados. Allí permanecieron ocho días hasta que,<br />

finalmente, fueron trasladados a la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo.<br />

En los sombríos calabozos <strong>de</strong> Jefatura se encontraron con el gran patricio<br />

198


y célebre comediógrafo don Pedro Muñoz Seca, con quien convivieron durante<br />

unos días, hasta que lo trasladaron a la cárcel <strong>de</strong> Madrid, don<strong>de</strong> más<br />

tar<strong>de</strong> fue asesinado. En las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su calabozo quedaban escritas a lápiz<br />

algunas muestras <strong>de</strong> su festivo ingenio, inspiradas en su trágica situación, que<br />

él sabía expresar en <strong>de</strong>liciosos versos.<br />

EL SEÑOR ENSEÑAT<br />

Se encontraba en la Mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el 8 <strong>de</strong> Enero. Al salir <strong>de</strong> Sarria, en los<br />

primeros días <strong>de</strong> Agosto, fue directamente a su casa <strong>de</strong> Artesa <strong>de</strong> Segre, en<br />

don<strong>de</strong> permaneció protegido por un pariente que era miembro <strong>de</strong>l Comité local;<br />

pero al presentarse en su casa el día 12 el señor Cuevas, los amenazaron con<br />

graves castigos si no se separaban. Prefirieron, con todo, permanecer juntos y<br />

a este fin marcharon a una casa <strong>de</strong> campo, propiedad <strong>de</strong> unos parientes <strong>de</strong>l<br />

señor Enseñat; pero ante el peligro <strong>de</strong> los continuos registros que los milicianos<br />

hacían por aquellas masías, en las que fusilaban sin compasión a los albergados<br />

y a los que los protegían, el señor Cuevas <strong>de</strong>cidió marchar a Lérida, mientras<br />

el señor Enseñat volvía a su casa, en don<strong>de</strong> permaneció hasta el 21 <strong>de</strong> Diciembre,<br />

fecha en que fueron a <strong>de</strong>tenerle. La escena fue tan brutal y violenta que<br />

su pobre madre quedó privada <strong>de</strong> la razón y el padre, ya anciano, no tardó en<br />

bajar al sepulcro.<br />

Conducido el señor Enseñat a la cárcel <strong>de</strong>l pueblo, fue sometido a interminables<br />

interrogatorios, cuya finalidad era averiguar el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> otros Salesianos.<br />

A este fin le hicieron objeto <strong>de</strong> las más terribles amenazas y las promesas<br />

más seductoras; pero permaneciendo inconmovible en su <strong>de</strong>cisión, le<br />

sacaron pocos días <strong>de</strong>spués juntamente con otros <strong>de</strong>tenidos y en un coche los<br />

condujeron por la carretera <strong>de</strong> Tárrega. Durante el trayecto estuvieron varias<br />

veces a punto <strong>de</strong> ser fusilados, originándose con este motivo agrias y frecuentes<br />

disputas entre los milicianos que los conducían. Unos querían liquidarlos<br />

en la carretera y acabar <strong>de</strong> una vez con tanta molestia; otros, por el contrario,<br />

querían llevarlos vivos a su <strong>de</strong>stino. Estas disputas, hechas en voz alta y entre<br />

horribles blasfemias, llenaban <strong>de</strong> pavor a los pobres presos, que veían a cada<br />

instante renovarse sus angustias o revivir sus esperanzas.<br />

Finalmente llegaron a Barcelona, siendo conducidos a Jefatura, en don<strong>de</strong><br />

permanecieron varios días hasta que ingresaron en la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo.<br />

LA VIDA EN LA CÁRCEL MODELO<br />

El día 22 <strong>de</strong> Mayo ingresamos en la Mo<strong>de</strong>lo. Para nosotros fue un verda<strong>de</strong>ro<br />

alivio, no tan sólo por haber salido inmunes <strong>de</strong> la checa <strong>de</strong> San Elias<br />

y <strong>de</strong> los repugnantes calabozos <strong>de</strong> Jefatura, sino también porque en aquellas<br />

fechas era la cárcel el lugar más seguro y el único sitio en don<strong>de</strong> se encontraba<br />

uno a cubierto <strong>de</strong> sobresaltos. Estando en libertad siempre nos atormentaba<br />

la pesadilla <strong>de</strong> un registro, <strong>de</strong> una <strong>de</strong>lación, <strong>de</strong> la actuación <strong>de</strong> las patrullas<br />

controladas o incontroladas; pero una vez en la cárcel ya no había que temer<br />

nada <strong>de</strong> esto y se podía respirar tranquilo. Es cierto que el porvenir no se<br />

veía muy claro; pero ya había pasado lo más virulento <strong>de</strong> la <strong>de</strong>magogia y el<br />

Gobierno Republicano se esforzaba por dar apariencias <strong>de</strong> normalidad a la<br />

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vida ciudadana, a fin <strong>de</strong> restablecer su autoridad en el interior y su prestigio<br />

<strong>de</strong> fronteras afuera.<br />

Es cierto que había que sujetarse a un horario riguroso; que nos daban un<br />

rancho <strong>de</strong>testable; que había que dormir invadidos por repugnantes insectos;<br />

que teníamos que soportar el carácter y las veleida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ciertos oficiales y la<br />

poco grata compañía <strong>de</strong> algunos «chorizos» in<strong>de</strong>seables; pero estas pequeñas<br />

contrarieda<strong>de</strong>s, al fin y al cabo, podían remediarse con evitar el trato <strong>de</strong><br />

aquella gente, con proce<strong>de</strong>r a una extremada limpieza <strong>de</strong> la propia celda hasta<br />

exterminar los parásitos y con un suplemento <strong>de</strong> rancho que nos proporcionaban<br />

algunos amigos, ex alumnos y otras personas caritativas, que se esforzaban<br />

por traernos lo que podían en aquellos días en que ellos mismos sufrían<br />

tantas escaseces.<br />

Aparte un par <strong>de</strong> horas, al mediodía, que pasábamos en las celdas, aunque<br />

con la puerta abierta y con libertad para pasear por la galería, el resto <strong>de</strong>l día,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> las ocho <strong>de</strong> la mañana hasta las siete <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, lo podíamos pasar<br />

en el patio o en la biblioteca, y a veces, con un poco <strong>de</strong> habilidad y <strong>de</strong>cisión,<br />

podíamos ir a las otras galerías a visitar a los amigos o recibir en la nuestra<br />

sus visitas.<br />

Al principio no nos atrevíamos a movernos; pero una vez «aclimatados»<br />

no había audacia que <strong>de</strong>jásemos <strong>de</strong> intentar. Si queríamos ir, por ejemplo, al<br />

<strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> los «Políticos» en don<strong>de</strong> teníamos algunos amigos incomunicados,<br />

bastaba proveerse <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> sábanas y con ellas <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l brazo,<br />

pedir al «Centro» que nos abriese la cancela, pues llevábamos un recado<br />

urgente <strong>de</strong>l oficial <strong>de</strong> la galería. Otras veces bastaba empuñar una escoba<br />

y un cubo y ya nadie le preguntaba a uno a dón<strong>de</strong> iba, creyendo que estaba<br />

en acto <strong>de</strong> servicio- Una vez se había hecho familiar una cara a los oficiales<br />

<strong>de</strong>l «Centro», ya se tenía carta blanca para vagar por todas las galerías.<br />

Esta facilidad se aprovechaba no tan sólo para visitar a los amigos, sino<br />

también para ejercer con libertad el santo ministerio, llevando la Sagrada Eucaristía<br />

a quienes la habían solicitado y prestándose a confesar a los que lo<br />

<strong>de</strong>seaban.<br />

INTENSA VIDA DE PIEDAD<br />

La vida <strong>de</strong> piedad era intensa. Podíamos hacer con libertad y tranquilidad<br />

las prácticas piadosas ordinarias. A poco <strong>de</strong> llegar a la cárcel, copiamos en<br />

un cua<strong>de</strong>rnillo la Misa votiva <strong>de</strong> la Virgen y la <strong>de</strong> Difuntos, y a partir <strong>de</strong><br />

entonces celebrábamos casi diariamente en nuestra celda. Jesús bajaba gustoso<br />

a compartir nuestra cárcel, en el humil<strong>de</strong> altar <strong>de</strong> una mesita formada por una<br />

tabla carcomida y grasienta, cubierta con un periódico y un pañuelo limpio.<br />

Un par <strong>de</strong> bujías compradas en el Economato <strong>de</strong> la cárcel y pegadas a la mesa<br />

alumbraban los divinos misterios; y como cáliz utilizábamos un vasito ordinario<br />

o una copa <strong>de</strong> cristal.<br />

Un par <strong>de</strong> horas antes <strong>de</strong>l «recuento» matutino nos levantábamos, y <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> obturar con un papelito la mirilla <strong>de</strong> la puerta, el sacerdote, revestido<br />

por todo ornamento con un raído gabán o un guardapolvo, celebraba la Santa<br />

Misa, mientras sus compañeros, reclinados sobre sus petates, rezaban las oraciones,<br />

y, llegado el momento, recibían la Sagrada Comunión.<br />

200


Terminado el Santo Sacrificio, se rezaban las oraciones <strong>de</strong> la mañana y se<br />

hacía la Meditación valiéndonos <strong>de</strong> un libro piadoso que había quedado<br />

olvidado en la biblioteca <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l expurgo marxista <strong>de</strong> que<br />

fue objeto.<br />

A las ocho, cuando pasaban a repartir el café, ya lo teníamos todo listo<br />

y poco <strong>de</strong>spués estábamos dispuestos al recuento sin que nadie pudiera sospechar<br />

en lo más mínimo nuestras activida<strong>de</strong>s piadosas.<br />

A veces, algunos amigos <strong>de</strong> plena confianza nos pedían los <strong>de</strong>jásemos asistir<br />

a la Santa Misa y entonces nos poníamos <strong>de</strong> acuerdo con el or<strong>de</strong>nanza <strong>de</strong><br />

la galería, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mes <strong>de</strong> Junio era uno <strong>de</strong> los nuestros, y éste se encargaba<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar abiertas las celdas para que, sin llamar la atención <strong>de</strong>l oficial,<br />

pudiesen dichos amigos trasladarse a la nuestra y satisfacer su piedad.<br />

Por la tar<strong>de</strong>, a eso <strong>de</strong> las seis, nos retirábamos <strong>de</strong> nuevo a la celda a rezar<br />

en común el Santo Rosario, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la cena, pasado el recuento nocturno<br />

y «chapados» por fuera, rezábamos las oraciones <strong>de</strong> la noche antes <strong>de</strong> acostarnos.<br />

PIADOSAS INDUSTRIAS<br />

Éstas eran la prácticas ordinarias. Al principio, cuando aún no podíamos<br />

celebrar en la celda, el Padre Viñas se encargaba, en su diaria visita, <strong>de</strong> distribuirnos<br />

un papelito en el que se guardaban cierto número <strong>de</strong> fragmentos <strong>de</strong><br />

Hostias consagradas, y, que guardábamos durante el día reverentemente en el<br />

bolsillo <strong>de</strong> alguna prenda <strong>de</strong> vestir, y que se convertía en humil<strong>de</strong> sagrario.<br />

¿Cómo nos llegaba el vino y los formas para consagrar? También para esto<br />

nos habíamos <strong>de</strong> ingeniar <strong>de</strong> mil maneras. Unas veces lo pasaban or<strong>de</strong>nanzas<br />

<strong>de</strong> confianza, que, encargados <strong>de</strong> recibir los paquetes, nos los traían directamente<br />

<strong>de</strong> las personas que venían a visitarnos; otras los recibíamos por mediación<br />

<strong>de</strong> algunos reclusos que gozaban <strong>de</strong>l privilegio <strong>de</strong> salir al patio exterior<br />

<strong>de</strong> la cárcel, encargados <strong>de</strong> cualquier trabajo; finalmente en otras ocasiones<br />

había que valerse <strong>de</strong> algunas tretas: las formas venían entre los pliegues <strong>de</strong><br />

los periódicos que servían <strong>de</strong> fondo a la cesta <strong>de</strong> la comida. En cuanto al vino<br />

lo ponían en un termo, cuidando <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar libre el gollete, que se rellenaba<br />

con aceite, que. al flotar, daba la impresión, aun al oficial más suspicaz, <strong>de</strong> que<br />

todo el termo contenía aceite.<br />

PRÁCTICAS EXTRAORDINARIAS<br />

A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> las prácticas <strong>de</strong> piedad ordinarias ya citadas, tuvimos otras<br />

extraordinarias, entre las que merece citarse la tanda <strong>de</strong> Ejercicios Espirituales<br />

que hicimos todos los Salesianos por espacio <strong>de</strong> tres días completos. El<br />

Padre Viñas, que era el Superior <strong>de</strong> nuestra comunidad, llevado <strong>de</strong> su celo,<br />

nos propuso hacer estos Ejercicios, i<strong>de</strong>a que nos entusiasmó a todos y que<br />

llevamos a la práctica con el mayor consuelo y un gran bien para nuestras<br />

almas.<br />

Para no llamar <strong>de</strong>masiado la atención, sólo nos reuníamos dos veces al<br />

día en una <strong>de</strong> nuestras celdas <strong>de</strong>l segundo piso, el menos frecuentado por curiosos,<br />

y aprovechando las horas en que había menos movimiento <strong>de</strong> personal<br />

201


por encontrarse casi todos en el patio. Las instrucciones las predicaba el Padre<br />

Viñas y las meditaciones don Mariano Beltrán, Excusado es <strong>de</strong>cir que estos<br />

tres días fueron <strong>de</strong> intensa vida interior y recogimiento, procurando todos poner<br />

el mayor fervor en las prácticas ordinarias <strong>de</strong> piedad y en la observancia <strong>de</strong>l<br />

silencio.<br />

El último día se verificó la función <strong>de</strong> clausura, con la renovación <strong>de</strong> los<br />

santos Votos, el sermón <strong>de</strong> recuerdos y la Bendición con el Santísimo, añadiendo<br />

una fervorosa oración <strong>de</strong> ofrecimiento <strong>de</strong> nuestra vida y nuestra libertad<br />

por la salvación <strong>de</strong> España y el triunfo <strong>de</strong> la Iglesia,<br />

El Padre Viñas, que estaba en todo, procuró que dicho día tuviéramos<br />

algo extraordinario en la comida fraterna que hicimos todos en común, y gracias<br />

a la generosidad <strong>de</strong> algunas familias amigas, se celebró también en la<br />

mesa el final <strong>de</strong> los Ejercicios, con brindis, versos, música y <strong>de</strong>más manifestaciones<br />

<strong>de</strong> alegría que suelen acompañar la clausura <strong>de</strong> los Ejercicios,<br />

LA FIESTA DEL CORPUS<br />

Es digna <strong>de</strong> mencionar la procesión eucarística que se hizo en el patio<br />

<strong>de</strong> nuestra galería la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l Corpus Christi,<br />

Se pasó con tiempo aviso a todos los «iniciados» que componían la casi<br />

totalidad <strong>de</strong> la galería; pues si exceptuamos a media docena <strong>de</strong> «chorizos» y<br />

«chivatos», como eran llamados los <strong>de</strong>lincuentes comunes que había entre nosotros,<br />

los <strong>de</strong>más eran, en su mayoría, religiosos, sacerdotes y personas profundamente<br />

católicas. El sacerdote bajaría a una hora <strong>de</strong>terminada con el<br />

Santísimo Sacramento, guardado en una cajita <strong>de</strong> metal, en funciones <strong>de</strong> custodia,<br />

y una vez en el patio, se organizaría la procesión <strong>de</strong>l mejor modo posible,<br />

A eso <strong>de</strong> las cinco, el Padre Superior <strong>de</strong> los Cartujos <strong>de</strong> Montealegre,<br />

mártir <strong>de</strong> Cristo, pues le habían fusilado, aunque milagrosamente pudo salvar<br />

la vida, bajó al patio. Se hizo la señal convenida y entonces nos colocamos<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l sacerdote en pequeños grupos <strong>de</strong> tres o cuatro personas y seguidos<br />

paseando lentamente, mientras rezábamos las oraciones apropiadas al acto.<br />

Todo se llevó a cabo con tanta naturalidad, que a cualquier espectador le<br />

hubiera parecido asistir a una recreación normal. Tal sólo la seriedad y recogimiento<br />

que se observaba en el ambiente, hubiera podido dar algo que sospechar.<br />

¿Pero no es eso lo normal en un «Monasterio»?<br />

Y Jesús se paseó triunfante por el recinto <strong>de</strong>l patio, acompañado <strong>de</strong> nuestras<br />

preces y <strong>de</strong> las súplicas que le dirigíamos por el término <strong>de</strong> la guerra y<br />

por el triunfo dé la verda<strong>de</strong>ra España,<br />

Transcurrido un cuarto <strong>de</strong> hora, el sacerdote volvió a su celda, en don<strong>de</strong><br />

se dio la solemne Bendición con el Santísimo, y los <strong>de</strong>más se quedaron en el<br />

patio, reanudando sus recreaciones. Ni el oficial <strong>de</strong> guardia, que tendido en<br />

una perezosa dormitaba o leía una revista, ni los «extraños» notaron nada<br />

anormal. Por la tar<strong>de</strong>, en varias <strong>de</strong> las celdas, se clausuró la jornada eucarística<br />

con una solemne «Hora Santa», canto <strong>de</strong> motetes eucarísticos. Tantum<br />

Ergo y la Bendición con Su Divina Majestad,<br />

Todos nos sentíamos conmovidos. No pocos lloraban <strong>de</strong> emoción. Los rojos<br />

habían <strong>de</strong>struido nuestros templos, profanado nuestros altares; y nosotros<br />

convertíamos sencillas cajitas <strong>de</strong> pastillas en gloriosos tabernáculos, las mesas<br />

<strong>de</strong>svencijadas en altares y las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> una cárcel en templo <strong>de</strong> Dios,<br />

202


LA FESTIVIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN<br />

También se celebró con <strong>de</strong>voción y entusiasmo la fiesta <strong>de</strong>l Sagrado Corazón.<br />

Aquel día, como solíamos hacer en las principales fiestas y solemnida<strong>de</strong>s,<br />

todos nos pusimos los mejores trajes. Y habiendo encargado con anterioridad<br />

a los visitantes que nos trajesen abundancia <strong>de</strong> flores, casi todos aparecieron<br />

en el patio con una flor encarnada en la solapa, manifestación externa <strong>de</strong> nuestra<br />

<strong>de</strong>voción al Corazón <strong>de</strong> Jesús. Y lo mismo sucedió en las otras galerías,<br />

a excepción <strong>de</strong> la primera, feudo <strong>de</strong> la F. A. I.<br />

EL REVERSO<br />

No se vaya a creer, por lo referido anteriormente, que la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo<br />

era un lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>licias. Se pasaban penas, privaciones y sinsabores,<br />

amén <strong>de</strong> incontables humillaciones. El encierro forzoso, la prolongación <strong>de</strong> la<br />

guerra, las mil molestias anejas a la vida carcelaria se hacían sentir con frecuencia<br />

en toda su dureza; pero se sobrellevaban con alegría porque el espíritu<br />

se encontraba alentado por la conversación y el trato con personas cultas y<br />

piadosas y sobre todo por la constante compañía <strong>de</strong> Jesús que nos hacía lleva<strong>de</strong>ras<br />

todas las contrarieda<strong>de</strong>s, las penas, los olvidos y miserias, al compararlas<br />

con las que Él tuvo que soportar por nosotros.<br />

Por otra parte nosotros ingresamos en la cárcel en la que se podía llamar<br />

«edad <strong>de</strong> oro». Con la revolución <strong>de</strong> Mayo, la F. A. I. había recibido un duro<br />

golpe, cuyas consecuencias repercutieron favorablemente en el régimen <strong>de</strong>l<br />

establecimiento; pero los Salesianos que ingresaron en ella al principio <strong>de</strong> la<br />

Revolución tuvieron que soportar los peores tiempos y se vieron expuestos a<br />

los mayores peligros.<br />

Los primeros Salesianos que ingresaron en la cárcel fueron don Juan<br />

Baraut y don Gregorio Ayerra. Era a principios <strong>de</strong> Agosto <strong>de</strong>l 1936, cuando<br />

estaban en toda su virulencia la persecución y el crimen, y los asesinos eran<br />

dueños <strong>de</strong> las calles, <strong>de</strong> las casas y <strong>de</strong> las cárceles. Nada ni nadie se oponía<br />

a su vesania. La vida humana tenía menos valor que la <strong>de</strong> un perro y nadie se<br />

encontraba seguro.<br />

Una <strong>de</strong> las primeras provi<strong>de</strong>ncias que tomaron los triunfadores <strong>de</strong>l 18 <strong>de</strong><br />

Julio fue dar libertad a todos los presos comunes, los cuales, antes <strong>de</strong> salir<br />

<strong>de</strong> las cárceles, prendieron fuego a todo lo que podía ar<strong>de</strong>r y <strong>de</strong>struyeron lo<br />

que las llamas respetaron. De modo que al ingresar en la Mo<strong>de</strong>lo las personas<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>recha, que esperaban la hora <strong>de</strong>l «paseíto», encontraron las celdas completamente<br />

<strong>de</strong>smanteladas y ennegrecidas por el humo <strong>de</strong>l incendio. Para<br />

comer les proveyeron <strong>de</strong> unos platos abollados y sucios que llevaban adherida<br />

una gruesa y ya seca costra <strong>de</strong> inmundicia. Después <strong>de</strong> cada comida, para<br />

limpiarlos (en las celdas no había agua corriente, por haber sido <strong>de</strong>strozadas<br />

las cañerías), ponían a disposición <strong>de</strong> toda la galería un cubo <strong>de</strong> agua...<br />

204


SOBRESALTOS<br />

Y lo peor no era esto,,.<br />

El día 27 <strong>de</strong> Agosto, unos milicianos penetraron en el edificio armados <strong>de</strong><br />

fusiles y ametralladoras,<br />

Al grito <strong>de</strong> «todos a la pared», arrinconaron a los presos, un centenar, en<br />

un ángulo <strong>de</strong>l patio <strong>de</strong> la galería sexta. Reinaba un silencio imponente, comparable<br />

tan sólo al silencio <strong>de</strong>l camposanto.<br />

Los forajidos montaron en medio <strong>de</strong>l patio tres ametralladoras, mientras<br />

se <strong>de</strong>sahogaban con blasfemias horrorosas, chistes <strong>de</strong> la peor calidad, amasados<br />

con carcajadas <strong>de</strong> infierno.<br />

Mientras tanto otros procedían al interrogatorio <strong>de</strong> los presos. Iban recorriendo<br />

las filas y <strong>de</strong> pronto se <strong>de</strong>tenían ante un <strong>de</strong>sgraciado. Le hacían salir<br />

<strong>de</strong> la fila y le <strong>de</strong>cían:<br />

—Tú, el 19 <strong>de</strong> Julio, en la Plaza <strong>de</strong> Cataluña, disparabas contra nosotros,<br />

—En tal día —contestaba temblando el aludido-—, estaba yo en tal pueblo,<br />

pues soy el párroco <strong>de</strong>l mismo.<br />

—Mientes, canalla. ¿Cómo te llamas?<br />

Y <strong>de</strong> este modo iban tomando los nombres <strong>de</strong> los que bien les parecía.<br />

Al cabo <strong>de</strong> media hora cesó la pesadilla y se marcharon todos, llevándose<br />

consigo a unos cuantos infelices a quienes luego fusilaron vilmente.<br />

Aquella noche nadie probó el rancho. Sobró toda la cena. Los <strong>de</strong> edad<br />

más avanzada eran los que más pa<strong>de</strong>cían. Deseaban terminar <strong>de</strong> una vez<br />

para sustraerse a escenas semejantes. Los reclusos que entendían algo <strong>de</strong><br />

medicina hubieron <strong>de</strong> prestar aquella noche sus servicios a algunos <strong>de</strong> sus<br />

compañeros que parecían haber perdido el uso <strong>de</strong> la razón.<br />

Los sustos <strong>de</strong> este género eran frecuentes en los primeros tiempos. El di"<br />

rector <strong>de</strong> la cárcel no podía o no quería impedir estos <strong>de</strong>smanes.<br />

Otras veces entraba una patrulla, que invitaba a los presos a alistarse como<br />

voluntarios en las milicias rojas para ir al frente. Naturalmente, sólo se alistaban<br />

algunos <strong>de</strong>lincuentes vulgares, que <strong>de</strong> esta suerte se veían libres <strong>de</strong> la<br />

cárcel, y a la primera ocasión <strong>de</strong>sertaban para continuar sus fechorías.<br />

EL ASALTO A LA CÁRCEL<br />

El mayor peligro lo corrieron a primeros <strong>de</strong> Mayo <strong>de</strong> 1937, con ocasión<br />

<strong>de</strong> la mencionada revuelta <strong>de</strong> la F. A, I. Tenían los anarquistas <strong>de</strong>cidido empeño<br />

en asaltar la cárcel para asesinar a los elementos <strong>de</strong> <strong>de</strong>recha en ella<br />

encerrados, como ya se había verificado en las cárceles <strong>de</strong> Madrid, Murcia<br />

y <strong>de</strong> otras capitales.<br />

Para ello se valieron <strong>de</strong> oficiales cómplices suyos, especialmente uno llamado<br />

Sánchez (a) «El Puñales», el cual les informó <strong>de</strong>talladamente <strong>de</strong> las<br />

celdas en las que estaban encerrados los sacerdotes, religiosos o afiliados a<br />

partidos <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n. Luego, por el mismo conducto introdujeron a su <strong>de</strong>bido<br />

tiempo entre los elementos <strong>de</strong> la F, A, I, encerrados, que habían <strong>de</strong> actuar<br />

<strong>de</strong> acuerdo con sus amigos <strong>de</strong> fuera.<br />

Finalmente, el día 5 <strong>de</strong> Mayo, en lo más recio <strong>de</strong> la lucha callejera, se<br />

presentó ante la cárcel un grupo <strong>de</strong> milicianos <strong>de</strong> la F. A. I. intimando al jefe<br />

205


<strong>de</strong> la fuerza que guarnecía la cárcel, que les hiciera entrega <strong>de</strong>l edificio para<br />

hacerse ellos cargo <strong>de</strong>l mismo*<br />

Afortunadamente, el oficial que mandaba la tropa era un militar digno y<br />

consciente <strong>de</strong> su <strong>de</strong>ber, el cual no sólo no se allanó a las pretensiones <strong>de</strong> la<br />

chusma, sino que les dijo que, <strong>de</strong> volver por allí, los recibiría a tiros.<br />

En efecto, tomó las pertinentes medidas <strong>de</strong> seguridad, fortificando los torreones<br />

y garitas y dando ór<strong>de</strong>nes severísimas a sus hombres. Y así, cuando<br />

se presentaron los anarquistas pretendiendo apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> la cárcel, fueron<br />

recibidos con una <strong>de</strong>scarga cerrada, que los obligó a levantar el sitio y a huir<br />

más que <strong>de</strong> prisa.<br />

Los presos, que estaban enterados <strong>de</strong> las maquinaciones <strong>de</strong> los rojos, y que<br />

veían su vida pendiente <strong>de</strong> un hilo, oían, chapados en sus celdas, el furioso<br />

tiroteo, temiendo, a cada instante, la irrupción <strong>de</strong> las hordas y su trágico fin.<br />

Por eso sufrieron el ayuno forzoso <strong>de</strong> aquellos tres días <strong>de</strong> incomunicación,<br />

en los que no pudo ser abastecida la cárcel, como un mal menor, en comparación<br />

<strong>de</strong>l que hubiera representado el triunfo <strong>de</strong> la F, A, I,<br />

A consecuencia <strong>de</strong> estos sucesos fueron encerrados en la misma cárcel<br />

muchos elementos extremistas, convirtiéndose la galería primera en una sucursal<br />

<strong>de</strong>l infierno.<br />

Aun encerrados en la cárcel, se consi<strong>de</strong>raban los dueños y señores. Se<br />

creían con el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> insultar a todo el mundo, <strong>de</strong> provocar a los presos <strong>de</strong><br />

las otras galerías, <strong>de</strong> exigir trato preferente; y por el más fútil pretexto, armaban<br />

escándalos mayúsculos, que repercutían en la calle, adon<strong>de</strong> daban las tapias<br />

<strong>de</strong> su patio. Allí se congregaban sus familiares, sus compañeras y correligionarios,<br />

los cuales por encima <strong>de</strong> la tapia les arrojaban incluso armas <strong>de</strong> fuego.<br />

Todos los presos sabían que los <strong>de</strong> la F, A, I, estaban bien pertrechados y el<br />

día menos pensado podían hacer una <strong>de</strong> las suyas. Por este motivo los comités<br />

<strong>de</strong> las otras galerías pidieron al director <strong>de</strong> la cárcel que <strong>de</strong> noche les quitara<br />

la chapa, y les permitiera tener <strong>de</strong> vigilancia alguno <strong>de</strong> los mismos presos <strong>de</strong> la<br />

galería, para que velasen por la seguridad <strong>de</strong> sus compañeros.<br />

¡ARRIBA ESPAÑA!<br />

Una noche, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l rancho, empezaron los <strong>de</strong> la F, A. I, a cantar sus<br />

himnos. Lo solían hacer con frecuencia; mas en aquella ocasión lo hacían tan<br />

sólo por molestar a los <strong>de</strong>más a causa <strong>de</strong> no sé qué inci<strong>de</strong>nte ocurrido. Y acompañaban<br />

el canto <strong>de</strong> «La Internacional» y «Las Barricadas» con vivas a Rusia<br />

y al comunismo.<br />

Los jóvenes falangistas y requetés, encerrados en la galería quinta, perdieron<br />

la paciencia y exacerbados ante la provocación contestaron cantando<br />

a su vez «Cara al Sol» y la Marcha Real, Pronto se les sumaron los presos<br />

<strong>de</strong> las otras galerías y los gritos <strong>de</strong> los anarquistas eran acallados por los <strong>de</strong><br />

«Franco, Franco, Franco; Arriba España»,,.<br />

Se produjo un escándalo inenarrable. Parecía que la cárcel se venía abajo.<br />

Todos los presos estaban asomados a las rejas que cierran las galerías, como<br />

si quisieran forzarlas para llegar a las manos. En vano los oficiales, empuñando<br />

sus pistolas, intentaban imponer el or<strong>de</strong>n, A cada momento se reanudaba el<br />

griterío, que no se calmó sino cuando agotados físicamente, fueron retirándose<br />

cada uno a su celda.<br />

206


Como consecuencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n fuimos castigados a un día <strong>de</strong> chapa.<br />

Más tar<strong>de</strong> nos enteramos <strong>de</strong> que a un grupo <strong>de</strong> falangistas los habían encerrado<br />

en los sótanos <strong>de</strong> castigo y pasados unos días los trasladaron a la cárcel <strong>de</strong><br />

Saba<strong>de</strong>lL Y los promotores <strong>de</strong>l motín, los comunistas y <strong>de</strong> la F. A, I:, quedaron<br />

tan tranquilos sin la más leve sanción,<br />

ENTRETENIMIENTOS<br />

Aparte estos disturbios e inci<strong>de</strong>ntes, nuestra vida carcelaria transcurría<br />

tranquila. Cada cual aprovechaba el tiempo <strong>de</strong> acuerdo con sus inclinaciones<br />

y su carácter. Una vez cumplidas las prácticas <strong>de</strong> piedad, podía uno buscar<br />

la conversación <strong>de</strong> los amigos visitándolos en su celda. Otros mataban el tiempo<br />

fabricando anillos o rosarios con huesos <strong>de</strong> frutas; y con estos regalillos<br />

correspondíamos a las atenciones <strong>de</strong> las familias que se preocupaban <strong>de</strong> nosotros.<br />

Algunos aprovechaban las largas horas libres para dar o recibir lecciones<br />

<strong>de</strong> lenguas mo<strong>de</strong>rnas. Otros eran asiduos concurrentes a la bibloteca <strong>de</strong> la<br />

cárcel, que si no era muy atractiva, ya que sólo habían quedado libros <strong>de</strong> escaso<br />

valor formativo o literarios, servía al menos para darse un paseo por<br />

aquellos corredores y hojear revistas o algún libro interesante olvidado en el<br />

expurgo marxista.<br />

Al atar<strong>de</strong>cer, cuando empezaba a refrescar, salíamos al patio, don<strong>de</strong> unos<br />

paseaban, otros se <strong>de</strong>dicaban al <strong>de</strong>porte <strong>de</strong> la pelota en el que sobresalía nuestro<br />

hermano el coadjutor don Salvador García, que adquirió merecida fama <strong>de</strong><br />

invencible pelotari. Finalmente, los más tranquilos pasaban las horas muertas<br />

ante un tablero <strong>de</strong> damas o ajedrez.<br />

NUESTROS BIENHECHORES<br />

Hora es ya <strong>de</strong> <strong>de</strong>dicar unas líneas <strong>de</strong> fervorosa gratitud y merecida alabanza<br />

a las buenas familias que, a costa <strong>de</strong> sacrificios sin cuento, procuraban hacernos<br />

más lleva<strong>de</strong>ra nuestra forzosa reclusión.<br />

La Congregación Salesiana y los que en aquellos tiempos sufrimos la persecución,<br />

conservaremos siempre grabados en la memoria y en el corazón los<br />

nombres <strong>de</strong> las familias Borri, Hernando, López, Vínolas, Graells, Moretó,<br />

Matavera, Muniátegui y otras muchas que se encargaban <strong>de</strong> que no nos faltase<br />

nunca el pan y el consuelo <strong>de</strong> la amistad.<br />

Al principio no se notaba mucho la carestía <strong>de</strong> comestibles; pero a mediados<br />

<strong>de</strong> 1937 empezó a sentirse rápidamente la falta <strong>de</strong> muchas cosas. A pesar<br />

<strong>de</strong> ello, quitándoselo no pocas veces <strong>de</strong> la boca, no¡ nos <strong>de</strong>jaron faltar<br />

nunca lo necesario. Ellos nos proveyeron <strong>de</strong> comestibles, <strong>de</strong> ropa y ajuar; se<br />

encargaban <strong>de</strong> su limpieza y arreglo pese a la escasez <strong>de</strong> jabón. Generalmente<br />

cada familia se encargaba <strong>de</strong> un salesiano y <strong>de</strong> esta manera todos estábamos<br />

atendidos admirablemente.<br />

El mayor sacrificio, sin embargo, no era el que les ocasionaba la adquisición<br />

<strong>de</strong> la comida, con ser enorme, sino que lo constituían las largas horas <strong>de</strong><br />

espera que habían <strong>de</strong> soportar en el patio <strong>de</strong> la cárcel, en colas interminables,<br />

ya para entregarnos el cesto <strong>de</strong> la comida, ya para procurarse el permiso <strong>de</strong><br />

visitarnos. Habían <strong>de</strong> permanecer allí, a la intemperie, con sol o con lluvia,<br />

208


con frío o calor y perdían toda la mañana, para conseguir tan sólo cinco minutos<br />

<strong>de</strong> «comunicación».<br />

Estos breves instantes compensaban, es cierto, los sinsabores <strong>de</strong> la espera.<br />

¡Cómo reconfortaba el corazón la visita <strong>de</strong> las buenas personas que venían a<br />

compartir nuestro encierro! Para nosotros, los reclusos, estos breves minutos<br />

eran los más ansiados <strong>de</strong> la semana. ¡Cuántas bendiciones a través <strong>de</strong> aquellas<br />

rejas, cuántas palabras <strong>de</strong> aliento, cuántas lágrimas!...<br />

Allí recibíamos los verda<strong>de</strong>ros partes <strong>de</strong> la guerra, con los continuos triunfos<br />

<strong>de</strong> las armas nacionales, que nos llenaban <strong>de</strong> esperanza... Allí recibíamos<br />

las noticias <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más hermanos, cuando no eran ellos mismos, personalmente<br />

quienes se aventuraban a venir a saludarnos... Allí se enteraban ellos<br />

maravillados <strong>de</strong> la intensa vida espiritual que hacíamos en la cárcel...<br />

¡Qué cortos se nos hacían aquellos minutos! Pese a la infernal algarabía<br />

que producían las cincuenta o más personas que hablaban al mismo tiempo,<br />

y que tenían que hacerlo a gritos para hacerse oir, cuando terminaba la comunicación<br />

volvíamos a nuestras celdas roncos <strong>de</strong> tanto gritar, pero satisfechos<br />

y felices.<br />

MÁS COMPAÑEROS<br />

Pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> nuestro ingreso en la cárcel vino a hacernos compañía<br />

don Esteban Aguilón, a quien <strong>de</strong>tuvieron en una casa particular. Le preparamos<br />

alojamiento en la cuarta galería y fue un excelente compañero <strong>de</strong><br />

vida carcelaria, especialmente cuando pudo trasladarse a nuestra galería, al<br />

empezar las liberta<strong>de</strong>s.<br />

No mucho <strong>de</strong>spués llegó también don Jerónimo Hernán<strong>de</strong>z, que nos contó<br />

la terrible odisea que tuvo que recorrer <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su <strong>de</strong>tención en la frontera,<br />

pasando por checas y toda suerte <strong>de</strong> malos tratos hasta que fingiéndose loco,<br />

pudó ser trasladado a un sanatorio y por fin vino a la cárcel, en don<strong>de</strong> le recibimos<br />

con todo cariño, prodigándole nuestras atenciones.<br />

FRATERNIDAD CRISTIANA<br />

Una <strong>de</strong> las notas características <strong>de</strong> la cárcel era el espíritu <strong>de</strong> caridad que<br />

reinaba entre los reclusos. Como había presos que carecían <strong>de</strong> familiares o si<br />

los tenían no podían ayudarles, era conmovedor ver con cuánta generosidad<br />

los hacían todos partícipes <strong>de</strong> su parca comida y se esforzaban otros en buscarles,<br />

entre sus relaciones, alguna familia que quisiera encargarse <strong>de</strong> su arreglo<br />

y manutención. En nuestra galería podíamos <strong>de</strong>cir que nadie pasaba necesidad.<br />

Los mismos «chorizos» recibían abundantes propinas por sus leves<br />

servicios y eran tratados con afabilidad y cortesía.<br />

Si alguno caía enfermo, era visitado y consolado por los <strong>de</strong>más. Si la cosa<br />

era <strong>de</strong> cuidado, se gestionaba su ingreso en la enfermería, en don<strong>de</strong> era visitado<br />

por los amigos, que le llevaban los mejores bocados y golosinas que<br />

nos traían.<br />

Este espíritu <strong>de</strong> fraternidad y camara<strong>de</strong>ría se ponía <strong>de</strong> manifiesto especialmente<br />

cuando concedían la libertad a algún compañero. Antes <strong>de</strong> salir recibía<br />

los abrazos y el parabién <strong>de</strong> los que quedaban, que le hacían sus encargos,<br />

consi<strong>de</strong>rados sagrados, y se cumplían siempre. ¡Cuántas veces el que partía<br />

H.—<strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

209


se iba con lágrimas en los ojos! Dejaba tan fuertes amista<strong>de</strong>s y tan sólidos<br />

afectos entre aquellas pare<strong>de</strong>s..*<br />

Uno <strong>de</strong> los primeros cuidados <strong>de</strong>l liberado era, si podía, ir a visitar a sus<br />

compañeros <strong>de</strong> ayer...<br />

Si el que salía pertenecía al elemento joven, sus compañeros le solían <strong>de</strong>spedir<br />

con una pequeña velada en que se cantaba «El Himno <strong>de</strong> la Mo<strong>de</strong>lo»,<br />

«Añoranzas», «Por fin, compañero», etc., cantos y versos que ponían una nota<br />

<strong>de</strong> alegría en el acto <strong>de</strong> la separación.<br />

LAS LIBERTADES<br />

A mediados <strong>de</strong> Julio vino a la cárcel una comisión <strong>de</strong> jueces que tomaron,<br />

por fin, <strong>de</strong>claración a los <strong>de</strong>tenidos gubernativos. Ya con anterioridad<br />

habíamos cursado todos multitud <strong>de</strong> instancias al Jefe <strong>de</strong> Policía; pero no eran<br />

atendidas, <strong>de</strong> modo que ya nadie confiaba en las gestiones que se pudieran<br />

hacer para conseguir la libertad. Por eso esta venida <strong>de</strong> los jueces, fue recibida<br />

con excepticismo; mas al cabo <strong>de</strong> una semana, vimos, con natural alegría,<br />

que en la lista <strong>de</strong> los libertados, aparecía el nombre <strong>de</strong> un salesiano: don<br />

F. Aparicio. Le abrazamos, le felicitamos y nos <strong>de</strong>spedimos <strong>de</strong> él. Al día<br />

siguiente vino a visitarnos.<br />

A partir <strong>de</strong> entonces, aunque espaciadas, continuaron las liberta<strong>de</strong>s, hasta<br />

que a fines <strong>de</strong> Noviembre ya no quedaba en la cárcel ningún salesiano. Más<br />

tar<strong>de</strong> fueron encarcelados otros, como don Juan Mir, a causa <strong>de</strong> una <strong>de</strong>nuncia<br />

en la pensión don<strong>de</strong> se alojaba; pero salió pronto.<br />

EL ÚLTIMO DETENIDO<br />

Con la ejecución <strong>de</strong>l llorado don Julio Junyer tan sólo quedó en la cárcel<br />

un salesiano: el clérigo don Nemesio Delgado, el cual, impresionado por el<br />

trágico fin <strong>de</strong> su compañero y <strong>de</strong>bilitado por más <strong>de</strong> un año <strong>de</strong> prisión, acabó<br />

por enfermar gravemente sufriendo varios accesos <strong>de</strong> hemoptisis, por lo cual<br />

solicitó y obtuvo ser trasladado, para reponerse, al Hospital <strong>de</strong> San Pablo, en<br />

don<strong>de</strong> continuamos visitándole y asistiéndole en sus necesida<strong>de</strong>s.<br />

Al recuperar sus fuerzas fue trasladado <strong>de</strong> nuevo a la cárcel Mo<strong>de</strong>lo, en<br />

don<strong>de</strong> pasó los últimos meses <strong>de</strong>l año 1938. Al acercase a Barcelona las tropas<br />

nacionales, tras la victoriosa campaña <strong>de</strong> Cataluña, los presos que no<br />

habían sido <strong>de</strong>stinados antes a trabajar en Obras y Fortificaciones fueron sacados<br />

<strong>de</strong> la cárcel por los sicarios <strong>de</strong>l SIM y trasladados, en número <strong>de</strong> 1.200,<br />

con dirección a la frontera francesa.<br />

Lo que los pobres presos hubieron <strong>de</strong> sufrir en este éxodo no es para <strong>de</strong>scrito.<br />

Mal abrigados, peor alimentados, sujetos a marchas agotadoras a pie,<br />

tenían que soportar aún los malos tratos <strong>de</strong> sus guardianes y ver cómo iban<br />

quedando junto a la cuenta <strong>de</strong> la carretera, aquellos <strong>de</strong> sus compañeros, que,<br />

más débiles, caían agotados por el hambre, el cansancio o la enfermedad. Para<br />

estos infelices no había compasión. Un tiro disparado a quemarropa por los<br />

guardias ponía fin a sus torturas y a su existencia.<br />

De esta suerte, a marchas forzadas, ya que los Nacionales venían pisándoles<br />

los talones, llegaron a la frontera en don<strong>de</strong> se reunieron unos cuatro mil<br />

presos, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> diversas cárceles rojas.<br />

210


LA VESANIA ROJA<br />

He aquí cómo refiere don Nemesio Delgado las vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los últimos<br />

días <strong>de</strong> cautiverio:<br />

«Al acercarnos a la frontera, en el Santuario <strong>de</strong> Santa María <strong>de</strong>l Collell,<br />

fueron sacrificados cerca <strong>de</strong> quinientos presos <strong>de</strong> los más significados, entre<br />

ellos el limo, señor Obispo <strong>de</strong> Teruel, doctor Polanco.<br />

En Oix, hicieron una llamada a los proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> la Mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> Barcelona,<br />

a fin <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>r a unos trabajos. Se presentó un centenar: se los llevaron y<br />

ya no supimos nada <strong>de</strong> ellos.<br />

Nuestra triste y diezmada caravana era rebasada en su lenta y penosa marcha<br />

por los fugitivos <strong>de</strong> las columnas <strong>de</strong>rrotadas <strong>de</strong> Líster y <strong>de</strong> los llamados<br />

Hijos <strong>de</strong> Negrín, o sea, los carabineros. Estas fuerzas <strong>de</strong>smoralizadas por la<br />

<strong>de</strong>rrota y exasperadas a la vista <strong>de</strong> los presos, querían exterminarnos a todos.<br />

A este fin habían organizado una matanza colectiva, emplazando convenientemente<br />

sus ametralladoras; pero la intervención <strong>de</strong> la Policía <strong>de</strong> la Generalidad<br />

impidió la hecatombe.<br />

Por la noche, al aire libre, en pleno invierno y en pleno Pirineo, caían unas<br />

heladas formidables. La escarcha, al amanecer, presentaba dos <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> espesor.<br />

Teníamos que sacudir las mantas como si hubiese nevado. El hambre aún<br />

hacía más sensible el frío. A semejanza <strong>de</strong> los animales comíamos las hierbas,<br />

las hojas y mondaduras <strong>de</strong> los nabos que comían nuestros guardianes.<br />

El día 7 <strong>de</strong> Enero emprendimos el paso <strong>de</strong> los Pirineos. Nuestros guardias<br />

habían ido escabullándose poco a poco y los pocos que quedaban ya no querían<br />

saber nada <strong>de</strong> nosotros. Nos organizamos, pues, en caravanas in<strong>de</strong>pendientes<br />

para pasar la frontera. La mía la formábamos unos cincuenta hombres.<br />

Los soldados <strong>de</strong> Inten<strong>de</strong>ncia pasaban ante nosotros con sus carros y camiones<br />

cargados <strong>de</strong> víveres, zapatos, ropa y tabaco. No querían darnos ni un<br />

pedazo <strong>de</strong> pan. Afortunadamente, uno <strong>de</strong> los mulos se negaba a caminar y fue<br />

forzoso aliviarle <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> su peso, arrojando al suelo uno <strong>de</strong> los sacos <strong>de</strong><br />

que iba cargado; era pan. Nos arrojamos sobre el saco como fieras hambrientas<br />

y nos repartimos entre todos, tocándonos a medio chusco por cabeza. Fue<br />

provi<strong>de</strong>ncial este refrigerio, pues ya llevábamos dos días sin probar más que<br />

hierbas y nos hubiera sido imposible el paso <strong>de</strong>l Pirineo sin este alimento inesperado.<br />

Dos días tardamos en atravesar los montes.<br />

EN FRANCIA<br />

El día 8 <strong>de</strong> Febrero, a las once <strong>de</strong> la mañana, llegamos a la línea fronteriza.<br />

Vimos el cielo abierto. Creíamos que había terminado ya nuestro cautiverio;<br />

pero nos llevamos el más cruel <strong>de</strong>sengaño. La Francia <strong>de</strong>l Frente Popular no<br />

era la Francia tradicionalmente hospitalaria y generosa, sino una Francia hosca,<br />

insensible y hostil, que nos trató con inusitada dureza.<br />

El día <strong>de</strong> nuestra llegada no nos dieron ni un pedazo <strong>de</strong> pan y hubimos <strong>de</strong><br />

pasar la noche tendidos en la cuenta <strong>de</strong> la carretera. Al día sigiente nos<br />

dieron por todo alimento un trozo <strong>de</strong> pan y media sardina, obligándonos a<br />

recorrer cuarenta kilómetros a pie, hasta llegar a Amelie-le Bains, completamente<br />

agotados por el hambre y el cansancio. Nos encerraron en el castillo,<br />

tratándonos como prisioneros. El Gobierno Francés nos daba para todo el<br />

211


día un cazo <strong>de</strong> arroz hervido, sin sal, y un pedazo <strong>de</strong> pan» Yo creo que <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> tantas fatigas y pa<strong>de</strong>cimientos, <strong>de</strong>bilitados como estábamos y <strong>de</strong>pauperados<br />

por los largos ayunos y agotadoras caminatas, hubiéramos perecido a no ser<br />

por la provi<strong>de</strong>ncial intervención <strong>de</strong> la Cruz Roja, que mejoró bastante nuestra<br />

alimentación proveyéndonos en abundancia <strong>de</strong> pan, leche con<strong>de</strong>nsada y chocolate.<br />

Pero como <strong>de</strong>bíamos tomarlo todo en frío, nos produjo una colitis horrorosa;<br />

sólo en seis días, <strong>de</strong> los setecientos cincuenta presos, cayeron enfermos<br />

<strong>de</strong> cuidado cuatrocientos quince, con ten<strong>de</strong>ncia a aumentar la cifra,<br />

LA LIBERTAD<br />

El Gobierno Francés nos retuvo en rehenes hasta que Franco se allanó a<br />

canjearnos por otros doscientos prisioneros <strong>de</strong> los últimamente <strong>de</strong>tenidos en<br />

Barcelona entre los primates rojo-separatistas. El día 17 por la mañana salió<br />

la primera expedición <strong>de</strong> repatriados. Yo pu<strong>de</strong> sumarme a ella. A las doce<br />

atravesábamos el Perthus y pisábamos tierra española. A pesar <strong>de</strong> nuestra<br />

<strong>de</strong>bilidad, enronquecíamos cantando los himnos nacionales y aclamando al<br />

Ejército libertador.<br />

Al pasar por Gerona la Comandancia <strong>de</strong> la Plaza nos dispuso una abundante<br />

comida y continuamos nuestro viaje hasta Barcelona, adon<strong>de</strong> llegamos<br />

a la una <strong>de</strong> la madrugada.<br />

Después <strong>de</strong> veintidós meses <strong>de</strong> cautiverio, cuando me vi en medio <strong>de</strong> la<br />

calle, no daba crédito a mis sentidos: estaba libre. Libre en la España liberada.<br />

Dios sea loado.»<br />

DON AGRIPINO MÉNDEZ<br />

Los últimos meses <strong>de</strong> cárcel los había compartido don Nemesio Delgado<br />

con el Hermano coadjutor don Agripino Mén<strong>de</strong>z, que permaneció en ella<br />

hasta la liberación <strong>de</strong> Barcelona.<br />

Después <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> Sarria, en don<strong>de</strong> trabajaba en su taller <strong>de</strong> Escultura<br />

y Decoración, se instaló en casa <strong>de</strong>l ex alumno y paisano suyo don Avelino<br />

Siota, que era Guardia <strong>de</strong> Seguridad. A pesar <strong>de</strong> su mo<strong>de</strong>sta posición económica,<br />

el buen ex alumno hospedó gratuitamente en su casa a su antiguo<br />

maestro, ayudándole en todo cuanto estaba a su alcance, pero sobre todo<br />

proporcionándole el calor <strong>de</strong> su hogar, en don<strong>de</strong> era tratado como un miembro<br />

más <strong>de</strong> la familia.<br />

Don Agripino, para no ser gravoso, se ganaba la vida trabajando, ora en<br />

las obras <strong>de</strong> un refugio próximo, en don<strong>de</strong> le daban un exiguo jornal, ora<br />

arreglando relojes, con cuya industria completaba el escaso peculio que bastaba<br />

a cubrir sus gastos personales.<br />

El 15 <strong>de</strong> Mayo <strong>de</strong> 1938 fueron a hacer un registro en casa <strong>de</strong>l señor<br />

Siota. Tal vez <strong>de</strong>spertara sospechas el señor Agripino por su vida recogida;<br />

tal vez alguien le espiaba los domingos, cuando iba a oir la Santa Misa al<br />

piso <strong>de</strong> unos amigos; lo cierto es que la policía irrumpió en el piso <strong>de</strong>l señor<br />

Siota y empezó a registrar los efectos personales <strong>de</strong>l señor Agripino. Se apo<strong>de</strong>raron<br />

<strong>de</strong> sus papeles, entre los que había un calendario <strong>de</strong> bolsillo, con el<br />

212


santoral cosa vitanda en aquellos tiempos <strong>de</strong> rabioso laicismo. A<strong>de</strong>más les<br />

llamó la atención una libretita en don<strong>de</strong> tenía anotadas las pequeñas cantida<strong>de</strong>s<br />

recibidas <strong>de</strong> las diversas personas que le pagaban sus servicios <strong>de</strong> relojero.<br />

Tenía también apuntada la lista <strong>de</strong> las series <strong>de</strong> billetes <strong>de</strong> Banco que los Nacionales<br />

habían <strong>de</strong>clarado legítimos.<br />

Durante este registro, el señor Siota hizo todo lo posible para excusar y<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r a su huésped, presentándolo como un hombre que no se metía en<br />

nada y que llevaba una vida ejemplar <strong>de</strong> trabajo y honra<strong>de</strong>z.<br />

Por entonces se marcharon los policías con las manos vacías; pero dos<br />

días <strong>de</strong>spués, el 17, volvieron y se llevaron <strong>de</strong>tenidos al señor Agripino y al<br />

mismo señor Siota, al cual, a pesar <strong>de</strong> su condición <strong>de</strong> Guardia <strong>de</strong> Seguridad,<br />

lo encerraron en las prisiones militares, en don<strong>de</strong> hubo <strong>de</strong> sufrir duro cautiverio<br />

hasta el día <strong>de</strong> la liberación <strong>de</strong> Barcelona, Alto ejemplo <strong>de</strong> generosidad<br />

y <strong>de</strong> sacrificio que Don Bosco premiará como merece y que los Salesianos jamás<br />

podrán olvidar,<br />

Al señor Agripino le condujeron a la Comisaría 8, § , en don<strong>de</strong> le sometieron<br />

a <strong>de</strong>tenido interrogatorio.<br />

Como se negara a contestar a las preguntas capciosas que le hacían, le<br />

encerraron en los calabozos, previniéndole que al día siguiente <strong>de</strong>bería contestar<br />

la verdad a las siguientes preguntas:<br />

l, 5 ¿Quiénes eran las personas que asistían a Misa con usted?<br />

2. a ¿Quién le había proporcionado el calendario católico?<br />

3. § ¿Quién le facilitó la lista <strong>de</strong> las series <strong>de</strong> billetes <strong>de</strong> Franco?<br />

4, § ¿Qué personas le proporcionaban el dinero que tenía?<br />

Al día siguiente, según lo prometido, le llamaron a <strong>de</strong>clarar, pero él continuó<br />

firme en su negativa <strong>de</strong> nombrar alguna persona a quien pudiera comprometer.<br />

Creyendo que conseguirían amedrantarle, le amenazaron mostrándole<br />

varios instrumentos <strong>de</strong> tortura; pero supo mantenerse firme, Y aunque por<br />

la tar<strong>de</strong> le sometieron a otro interrogatorio, sin embargo, no soltó prenda.<br />

En vista <strong>de</strong> ello lo condujeron a Jefatura <strong>de</strong> Policía, hasta que el 22 <strong>de</strong><br />

Mayo fue trasladado a la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo,<br />

El ambiente <strong>de</strong> la cárcel ya ha sido <strong>de</strong>scrito en páginas anteriores; <strong>de</strong> modo<br />

que no es necesario insistir sobre la vida intensa <strong>de</strong> piedad que en ella se<br />

hacía, ni sobre el compañerismo y caridad cristiana que reinaba entre los reclusos,<br />

ni <strong>de</strong>más cosas ya mencionadas.<br />

Aunque no estaba en la misma galería, podía verse con frecuencia con el<br />

clérigo don Nemesio Delgado,<br />

Las horas libres las pasaba construyendo anillos y sortijas <strong>de</strong> galalita, cuya<br />

venta le proporcionaba el dinero necesario para sus necesida<strong>de</strong>s secundarias,<br />

ya que el Padre Viñas se había preocupado por proporcionarle una familia,<br />

las señoras Ragull, que se encargaron generosamente <strong>de</strong> su manutención y<br />

arreglo.<br />

Así transcurrieron los meses <strong>de</strong> aquel año, hasta que llegó la liberación<br />

<strong>de</strong> Barcelona.<br />

Pocos días antes <strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong> las tropas nacionales, <strong>de</strong>terminaron las<br />

autorida<strong>de</strong>s rojas sacar a los presos para trasladarlos a Francia como rehenes.<br />

Algunos no pusieron dificultad en evitarlo, y ya hemos visto la triste odisea<br />

referida por don Nemesio Delgado y los constantes peligros a que se vieron<br />

expuestos, tanto durante su camino como durante su estancia en la «hospitalaria<br />

Francia <strong>de</strong>l Frente Popular».<br />

213


Otros presos, empero, recelando las inteciones <strong>de</strong> aquel traslado, se negaron<br />

en redondo a abandonar la cárcel en aquellas circunstancias,<br />

—«Yo me encontraba —refiere don Agripino— con mi petate a cuestas, en<br />

la calle, dispuesto a marchar, cuando empezó a notarse gran movimiento entre<br />

nuestros guardianes. Finalmente nos dieron contraor<strong>de</strong>n y volvimos a las celdas.<br />

Era que muchos reclusos se habían negado a salir, ya que viendo próxima<br />

la liberación <strong>de</strong> Barcelona, temían como represalia <strong>de</strong> los rojos, alguna hecatombe<br />

<strong>de</strong> los patriotas.<br />

En efecto, los comités <strong>de</strong> las distintas galerías <strong>de</strong>cidieron permanecer en<br />

constante vigilancia a fin <strong>de</strong> evitar cualquier <strong>de</strong>smán. Transcurrieron algunos<br />

días <strong>de</strong> inquietud y zozobra; pero finalmente, el día 26 <strong>de</strong> Enero, las tropas<br />

libertadoras <strong>de</strong>l General Franco entraron triunfantes en Barcelona,<br />

El personal <strong>de</strong> la cárcel había abandonado sus puestos con anticipación<br />

o se había puesto al lado <strong>de</strong> los presos, facilitando su salida.<br />

Así, el día 26, coincidiendo con la entrada <strong>de</strong> las tropas nacionales, y poco<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno, los comités organizaron or<strong>de</strong>nadamente la evacuación<br />

<strong>de</strong> la cárcel, y todos los presos, en fila, y precedidos <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s ban<strong>de</strong>ras españolas,<br />

cantando jubilosos himnos patrióticos, abandonamos la cárcel para<br />

reintegrarnos a la vida normal,»<br />

214


LAS CÁRCELES DE VALENCIA<br />

Ya hemos referido anteriormente las circunstancias en que fueron <strong>de</strong>tenidos<br />

y encerrados en la cárcel todos los Salesianos resi<strong>de</strong>ntes en nuestro Colegio<br />

<strong>de</strong> Valencia al estallar el Movimiento.<br />

Al ser libertados el día 29 <strong>de</strong> Julio, unos no tardaron mucho en volver <strong>de</strong><br />

nuevo a la cárcel para ofrecer, a primeros <strong>de</strong> Diciembre, su vida, en holocausto<br />

a Cristo Rey.<br />

La mayor parte, empero, pudieron encontrar un asilo seguro hasta que las<br />

circunstancias les permitieron <strong>de</strong>senvolverse con cierta libertad, <strong>de</strong>dicándose<br />

a su ministerio sacerdotal, a la enseñanza privada u a otros trabajos.<br />

Finalmente, otros tuvieron que pasar los tres años <strong>de</strong>l dominio rojo entre<br />

duras alternativas <strong>de</strong> libertad y encierro. Creemos <strong>de</strong> interés para nuestros<br />

lectores una breve reseña <strong>de</strong> sus principales peripecias.<br />

EL RELOJERO<br />

Don Teófilo Rebollo había marchado a América en 1929 por cuestión <strong>de</strong>l<br />

servicio militar, cursando mientras tanto sus estudios teológicos en Chile, hasta<br />

que, or<strong>de</strong>nado sacerdote, volvió a España en Junio <strong>de</strong> 1936. Después <strong>de</strong> pasar<br />

una temporada con la familia, se dirigió a Valencia para ponerse a las ór<strong>de</strong>nes<br />

<strong>de</strong>l señor Inspector, que se encontraba en la capital levantina presidiendo<br />

los Ejercicios Espirituales.<br />

Allí le sorprendió el glorioso Alzamiento y, con los <strong>de</strong>más Salesianos, fue<br />

conducido a la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo. Al salir <strong>de</strong> ella el día 29 fue a refugiarse en<br />

el domicilio <strong>de</strong> don Francisco Ballester, hermano <strong>de</strong>l salesiano don Vicente,<br />

y ejemplar ex alumno salesiano, el cual le ofreció <strong>de</strong> corazón generosa hospitalidad.<br />

Al día siguiente, don Francisco, que, como empleado <strong>de</strong>l Ayuntamiento,<br />

había visto en las oficinas municipales la lista <strong>de</strong> las víctimas <strong>de</strong>l día anterior,<br />

le comunicó la triste noticia <strong>de</strong>l asesinato <strong>de</strong>l Padre Calasanz.<br />

Entre angustias y zozobras transcurrieron algunas semanas; pero al comenzar<br />

los registros domiciliarios por aquel barrio, don Teófilo no se creyó<br />

216


seguro y a fin <strong>de</strong> no comprometer a la generosa familia que lo albergaba, <strong>de</strong>terminó<br />

trasladarse a una casa <strong>de</strong> huéspe<strong>de</strong>s; pero como en ninguna parte<br />

querían admitir a un indocumentado, tuvo que ingeniarse, y a este fin con<br />

gran maestría cambió la palabra religioso, que constaba en su pasaporte, por<br />

la <strong>de</strong> relojero, con lo que ya no le pusieron reparos en admitirle en una pensión»<br />

El día 3 <strong>de</strong> Septiembre, mientras estaba en la estación <strong>de</strong>l ferrocarril <strong>de</strong><br />

Valencia fue <strong>de</strong>tenido por sospechoso: luego lo condujeron a las Torres <strong>de</strong><br />

Cuarte, convertidas en cárcel, y le encerraron en una reducida estancia en<br />

don<strong>de</strong> se aglomeraban hasta cincuenta <strong>de</strong>tenidos. Entre ellos se encontraba el<br />

ex diputado tradicionalista y eximio cooperador salesiano don Manuel Simó, el<br />

cual había sido <strong>de</strong>tenido poco antes juntamente con sus hijos y su cuñado.<br />

Al darse a conocer como sacerdote salesiano, aquellos cristianos y ejemplares<br />

caballeros, le ofrecieron su ayuda incondicional.<br />

Entre los <strong>de</strong>tenidos había muchos religiosos y sacerdotes, por lo que no<br />

es <strong>de</strong> extrañar que la vida religiosa fuera muy intensa entre aquel grupo <strong>de</strong><br />

presos, en su mayoría fervientes católicos, que sabían <strong>de</strong> antemano la suerte<br />

que les estaba reservada. Eran los tiempos <strong>de</strong>l mayor frenesí homicida. Los<br />

asesinatos estaban a la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l día. Con aterradora frecuencia salían <strong>de</strong><br />

las cárceles nutridas expediciones <strong>de</strong> presos, que concluían su viaje en las<br />

tapias <strong>de</strong>l cementerio.<br />

A últimos <strong>de</strong> Septiembre sacaron <strong>de</strong> las Torres <strong>de</strong> Cuarte a don Manuel<br />

Simó y a sus familiares, junto con otros veinte <strong>de</strong>tenidos, entre ellos diez<br />

sacerdotes, que fueron fusilados en el Pica<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Paterna.<br />

También don Teófilo estaba inscrito en la lista fatal: pues a pesar <strong>de</strong> que<br />

todos le llamaban por sobrenombre «El Relojero» o también «el Chileno», no<br />

faltaba quien sospechase su verda<strong>de</strong>ra condición <strong>de</strong> sacerdote; pero la oportuna<br />

interveción <strong>de</strong> un guardia, <strong>de</strong> quien había logrado ganarse la confianza,<br />

hizo que su nombre fuera borrado <strong>de</strong> la lista fatal.<br />

DON FERNANDO IGLESIAS<br />

El día 10 <strong>de</strong> Octubre, con la natural sorpresa, vio don Teófilo aparecer en<br />

su misma prisión a don Fernando Iglesias, estudiante <strong>de</strong>l tercer curso <strong>de</strong> Teología<br />

y que acababa <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>tenido. Se abrazoron cariñosamente ambos hermanos<br />

y don Fernando le contó su historia.<br />

Al salir <strong>de</strong> la Mo<strong>de</strong>lo había sido acogido con toda caridad por la familia<br />

<strong>de</strong> don Ramón Piles, hermano <strong>de</strong>l salesiano don Juan Bautista, y en su cristiano<br />

hogar permaneció dos meses, guardando las precauciones necesarias para<br />

no <strong>de</strong>jarse ver ni oir <strong>de</strong> nadie, ya que en el mismo edificio abundaban los elementos<br />

rojos. Mas el día 10 <strong>de</strong> Octubre vino una patrulla a practicar un registro<br />

y, a pesar <strong>de</strong> tener la documentación en regla, don Fernando fue <strong>de</strong>tenido.<br />

Los señores Piles y en especial su hija Isabel se apresuraron a hacer las<br />

gestiones pertinentes a fin <strong>de</strong> localizarlo, y habiendo, al fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> numerosas<br />

pesquisas, <strong>de</strong>scubierto su para<strong>de</strong>ro, tomaron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel día a su cuidado<br />

la manutención y asistencia <strong>de</strong> los dos salesianos, con el heroísmo y la generosidad<br />

<strong>de</strong> que tan gallardas muestras han dado las mujeres españolas durante<br />

el período rojo.<br />

Estas atenciones y cuidados contribuían no poco a dulcificar la estancia<br />

en aquella incómoda cárcel y los compensaba <strong>de</strong> las angustias a que se veían<br />

217


sometidos, proce<strong>de</strong>ntes unas veces <strong>de</strong> los guardianes, que siempre estaban con<br />

la amenaza en la boca, y otras <strong>de</strong> los bombar<strong>de</strong>os a que fueron sometidas las<br />

Torres <strong>de</strong> Cuarte, como otras cárceles <strong>de</strong> Valencia, por los obuses <strong>de</strong>l acorazado<br />

rojo Jaime I, a mediados <strong>de</strong> Noviembre, en represalias por el rápido avance<br />

<strong>de</strong> los nacionales sobre Madrid.<br />

Por medio <strong>de</strong> la señorita Piles se pusieron en comunicación con otros salesianos,<br />

especialmente con don Juan Sastre y don José M.- Baquero, los cuales<br />

a pesar <strong>de</strong>l peligro a que se exponían, iban a visitarlos con frecuencia, alentándolos<br />

con las noticias <strong>de</strong> otros salesianos y proporcionándoles los recursos<br />

económicos <strong>de</strong> que podían disponer.<br />

ANTE LOS JUECES<br />

Transcurrieron varios meses en esta situación. El día 17 <strong>de</strong> Febrero <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> 1937 fue llamado don Teófilo a comparecer ante los jueces. Sin que mediara<br />

contra él acusación alguna, ni se le probase ningún cargo, y tan sólo por su<br />

calidad <strong>de</strong> religioso salesiano, fue con<strong>de</strong>nado por el tribunal a un año <strong>de</strong> cárcel<br />

y a mil quinientas pesetas <strong>de</strong> multa. El llamado abogado <strong>de</strong>fensor, que actuaba<br />

por pura fórmula, <strong>de</strong>sempeñó con tal apatía e incompetencia su cometido, que<br />

ni siquiera supo sacar partido <strong>de</strong>l hecho <strong>de</strong> que don Teófilo acababa <strong>de</strong> llegar<br />

<strong>de</strong> Chile <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> siete años <strong>de</strong> ausencia <strong>de</strong> la patria. Todo era inútil. Tratándose<br />

<strong>de</strong> un religioso, no había escapatoria posible. Su <strong>de</strong>fensa se redujo<br />

a <strong>de</strong>cir:<br />

«Que vistas las acusaciones y consi<strong>de</strong>rando el carácter sacerdotal <strong>de</strong>l inculpado<br />

y las excepcionales circunstancias por las que atravesaba el pueblo,<br />

no podía apoyarse en ningún argumento sólido para pedir la absolución <strong>de</strong>l<br />

inculpado; pero los preceptos constitucionales, <strong>de</strong> jure, no consi<strong>de</strong>raban como<br />

<strong>de</strong>lictivo el carácter religioso <strong>de</strong> su patrocinado, por lo cual suplicaba a la<br />

dignísima mesa le aplicara todas las atenuantes... y en consecuencia concediera<br />

la libertad, o en otro caso, le aplicase los correctivos más humanitarios<br />

al respecto.»<br />

Así terminó la farsa <strong>de</strong>l juicio, siendo con<strong>de</strong>nado a la pena antes indicada.<br />

Pocos días <strong>de</strong>spués, el 22 <strong>de</strong> Febrero, los presos <strong>de</strong> Cuarte fueron trasladados<br />

al Penal <strong>de</strong> San Miguel <strong>de</strong> los Reyes y el 24 era citado a comparecer<br />

ante un Tribunal Popular don Fernando Iglesias.<br />

La vergonzosa actuación <strong>de</strong>l famoso <strong>de</strong>fensor <strong>de</strong> oficio en el caso <strong>de</strong> don<br />

Teófilo, uno <strong>de</strong> los abogados <strong>de</strong> más fama <strong>de</strong> Valencia, eliminaba toda posibilidad<br />

<strong>de</strong> éxito y toda esperanza <strong>de</strong> salvación; por otra parte, era <strong>de</strong>l dominio<br />

público, que, por cuestiones personales, el fiscal con<strong>de</strong>naba in<strong>de</strong>fectiblemente<br />

a cuantos aquel abogado <strong>de</strong>fendía.<br />

Perplejo se hallaba don Fernando, por no saber a quién acudir, cuando la<br />

Provi<strong>de</strong>ncia le proporcionó un excelente <strong>de</strong>fensor en la persona <strong>de</strong> su compañero<br />

el clérigo don José María Baquero, el cual refiere así su actuación en<br />

el caso presente:<br />

«En vista <strong>de</strong>l poco éxito obtenido por «el mejor abogado <strong>de</strong> Valencia» en<br />

la causa <strong>de</strong> don Teófilo y <strong>de</strong>l modo con que los Tribunales Populares administraban<br />

la justicia, consulté con uno <strong>de</strong> los empleados <strong>de</strong> la audiencia lo<br />

que se podía hacer en el caso <strong>de</strong> don Fernando.<br />

Me aconsejó que probase fortuna presentándome yo mismo como <strong>de</strong>fensor<br />

218


<strong>de</strong>¡ mi compañero, en calidad <strong>de</strong> «hombre bueno», según términos jurídicos-<br />

Dicho y hecho. Después <strong>de</strong> medir el alcance <strong>de</strong>l peligro y mi responsabilidad<br />

ante la Congregación, encomendé el asunto a María Auxiliadora y a mi<br />

especial protector San José y me lancé con toda el alma al <strong>de</strong>sempeño <strong>de</strong> mi<br />

cometido.<br />

Empecé por prepararme un extracto <strong>de</strong>l expediente <strong>de</strong> don Fernando, cosa<br />

nada fácil; me preparé lo mejor que pu<strong>de</strong>, y, encomendándome a Dios, fuimos<br />

al juicio.<br />

En primer lugar busqué los testigos <strong>de</strong> <strong>de</strong>scargo. El más valioso e importante<br />

y que merece todos los elogios por su valentía y buena voluntad, fue el<br />

anciano padre <strong>de</strong> don Juan Piles, en cuya casa había sido <strong>de</strong>tenido el inculpado.<br />

Por <strong>de</strong>sgracia, al preguntar el fiscal a don Fernando sobre su actuación<br />

política, contestó que en las últimas elecciones, había votado la candidatura <strong>de</strong><br />

las <strong>de</strong>rechas. Nunca lo hubiese dicho. Procuré <strong>de</strong>svirtuar esta <strong>de</strong>claración; pero<br />

el mal ya estaba hecho.<br />

No me sirvió <strong>de</strong> nada el presentarme como un humil<strong>de</strong> obrero, que por<br />

haber conocido a don Fernando en Barcelona durante el servicio militar, y<br />

habiendo trabado con él íntima amistad, al enterarme por los periódicos que<br />

iba a ser sometido a juicio, me había atrevido, sin otro título que mi condición<br />

<strong>de</strong> obrero amante <strong>de</strong> la justicia, a reivindicar la reputación <strong>de</strong> mi amigo, al<br />

cual yo siempre había conocido ejemplar en su conducta y ajeno por completo<br />

a toda actuación política. Que <strong>de</strong>sconocía la particularidad <strong>de</strong> que hubiese<br />

votado a las <strong>de</strong>rechas; pero que así y todo, en esto no veía nada <strong>de</strong>lictivo;<br />

pues <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>lito» media España <strong>de</strong>bería estar sentada en el banquillo. A<strong>de</strong>más<br />

el hecho <strong>de</strong> ser secreto el voto indica que las leyes garantizan la libertad <strong>de</strong>l<br />

votante, el cual, legalmente, pue<strong>de</strong> votar a quien mejor le plazca.<br />

Seguí perorando un buen rato, procurando halagar a la Mesa con cuatro<br />

frases <strong>de</strong> relumbrón y terminé apelando al alto sentido <strong>de</strong> justicia que informaba<br />

siempre todas las <strong>de</strong>cisiones <strong>de</strong> la dignísima Mesa y al espíritu liberal<br />

<strong>de</strong> la República.<br />

A pesar <strong>de</strong> la atención con que la Sala seguía mi discurso y <strong>de</strong> las muestras<br />

<strong>de</strong> aprobación que percibía por doquier, no conseguí la libertad <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>fendido.<br />

Sólo pu<strong>de</strong> conseguir que los diez años y las diez mil pesetas <strong>de</strong> multa<br />

que pedía el fiscal, fueran reducidos a un año y mil pesetas.<br />

No sé cómo <strong>de</strong>sempeñé mi papel <strong>de</strong> obrero. Lo cierto es que, al felicitarme<br />

el fiscal y el Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Mesa, así como el Jurado, todos se mostraron<br />

asombrados y me preguntaron si yo había cursado estudios superiores. Les<br />

dije que sólo había leído muchas novelas policíacas, que me habían <strong>de</strong>spertado<br />

la afición por las causas criminales... y quedamos tan amigos.<br />

Pero el hecho fue que don Fernando fue a la cárcel y yo no tardé mucho<br />

en seguirle.»<br />

EN SAN MIGUEL DE LOS REYES<br />

Un mes permanecieron nuestros hermanos en esta prisión, que se les hacía<br />

más penosa a causa <strong>de</strong>l lamentable estado <strong>de</strong> suciedad y miseria que reinaba<br />

en el penal. Se carecía hasta <strong>de</strong> letrinas, y la comida sobre ser pésim, era a<br />

todas luces insuficiente para sostener la vida <strong>de</strong> un hombre normal.<br />

Pero la Provi<strong>de</strong>ncia seguía velando por ellos. En la cocina prestaba sus<br />

220


i<br />

servicios un antiguo compañero <strong>de</strong> estudios, el cual hacía todo lo que estaba<br />

<strong>de</strong> su parte para mejorarles el rancho. A<strong>de</strong>más, se encargaba <strong>de</strong> proveer a los<br />

sacerdotes allí encerrados, <strong>de</strong> vino y formas para la celebración <strong>de</strong> la Santa<br />

Misa, con lo cual se dulcificaban no poco las asperezas <strong>de</strong>l encierro y las incomodida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> la vida carcelaria.<br />

Por otra parte, la abnegada señorita Isabel Piles acudía dos veces por semana<br />

a llevarles algún suplemento <strong>de</strong> comida y a encargarse <strong>de</strong> su ropa.<br />

A LA CÁRCEL MODELO<br />

El 22 <strong>de</strong> Marzo, nuevo traslado. Ahora a la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo, ya que el<br />

penal había que <strong>de</strong>jarlo libre para los italianos que habían caído prisioneros<br />

en el <strong>de</strong>sastre <strong>de</strong> Guadalajara.<br />

El traslado se hizo <strong>de</strong> noche. Los presos iban atados <strong>de</strong> dos en dos por las<br />

muñecas con fuertes cor<strong>de</strong>les que se incrustaban en la carne, produciéndoles<br />

vivísimos dolores y que por muchos días <strong>de</strong>jaron profundamente grabadas sus<br />

sangrientas señales.<br />

La primera sorpresa, y muy <strong>de</strong>sagradable, por cierto, que nuestros hermanos<br />

experimentaron al entrar en la cárcel, fue la <strong>de</strong> encontrarse con don José<br />

María Baquero, que había sido <strong>de</strong>tenido unos días antes.<br />

DON ¡OSÉ M. BAQUERO<br />

Compañero <strong>de</strong> estudios <strong>de</strong> don Fernando Iglesias, había terminado el segudo<br />

curso <strong>de</strong> Teología en Carabanchel Alto. Al estallar el Movimiento se<br />

encontraba pasando las vacaciones en la Casa <strong>de</strong> Mataré. De allí pudo trasladarse<br />

a Barcelona en compañía <strong>de</strong> otro compañero <strong>de</strong> estudios, don Javier<br />

Rubio, siendo generosamente hospedados por el señor Rueda, el cual, por tener<br />

su domicilio casi frente a nuestras Escuelas <strong>de</strong> San José, sabía que la presencia<br />

<strong>de</strong> dos salesianos en su casa, no podía pasar inadvertida; mas a pesar <strong>de</strong> ello,<br />

jamás mostró temor ni recelo alguno, estando dispuesto a salir cuando fuera<br />

necesario, en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> sus huéspe<strong>de</strong>s.<br />

Permanecieron en Barcelona varios días hasta que, reanudadas las comunicaciones<br />

ferroviarias, pudieron trasladarse a Valencia, en don<strong>de</strong> residía la<br />

familia <strong>de</strong> don José M. & Baquero.<br />

Fijaron su resi<strong>de</strong>ncia en el domicilio <strong>de</strong> una hermana <strong>de</strong> éste, la cual, así<br />

como su esposo, fue verda<strong>de</strong>ro ángel protector <strong>de</strong> los dos Salesianos, que<br />

encontraron un albergue seguro en aquellos días, en que, a causa <strong>de</strong>l asalto<br />

a los cuarteles y la consiguiente efervescencia popular, era tan peligroso el<br />

encontrarse uno en medio <strong>de</strong> la calle y sin documentación alguna.<br />

Pasados los primeros días, y para no hacerse gravosos a la familia, <strong>de</strong>cidieron<br />

ponerse a trabajar. Esto les procuraría una carta <strong>de</strong> trabajo y con ella<br />

la documentación necesaria para vivir con relativa seguridad, ya que ni uno<br />

ni otro estaban dispuestos a soportar la inactividad <strong>de</strong> un encierro riguroso.<br />

Don José M. a Baquero. ayudado económicamente por su hermana, <strong>de</strong>cidió<br />

concurrir a la subasta <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los puestos <strong>de</strong>l Mercado Central <strong>de</strong> Valencia,<br />

consiguiéndolo provi<strong>de</strong>ncialmente. Des<strong>de</strong> entonces y con la ayuda pecu-<br />

221


niaria <strong>de</strong> sus hermanos, empezó a trabajar en el negocio <strong>de</strong> los comestibles,<br />

con tal éxito que pronto pudo <strong>de</strong>senvolverse con cierta holgura económica,<br />

amortizando los gastos <strong>de</strong> instalación y montaje <strong>de</strong>l puesto,<br />

Don Javier Rubio, que por carecer <strong>de</strong> documentación a<strong>de</strong>cuada no podía<br />

ni se atrevía a comprometerse <strong>de</strong>masiado, se hallaba in<strong>de</strong>ciso respecto al rumbo<br />

que <strong>de</strong>bía tomar. Después <strong>de</strong> maduras consi<strong>de</strong>raciones, aceptó la documentación<br />

que le ofreció el hermano <strong>de</strong> don José M. § Baquero, <strong>de</strong> nacionalidad<br />

argentina y valiéndose <strong>de</strong> ella hizo lo posible para huir <strong>de</strong> la España roja, cosa<br />

que consiguió el 29 <strong>de</strong> Septiembre, saliendo por Puigcerdá <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> se trasladó<br />

a la España Nacional incorporándose a las activida<strong>de</strong>s salesianas.<br />

Entretanto a don José M.- Baquero los negocios le iban viento en popa,<br />

Al llegar las Navida<strong>de</strong>s pudo hacer un valioso obsequio a los niños asilados en<br />

la Casa <strong>de</strong> la Misericordia consistente en cincuenta kilos <strong>de</strong> turrón, a fin <strong>de</strong><br />

que endulzasen un poco la conmemoración <strong>de</strong> la venida al mundo <strong>de</strong>l Niño<br />

Dios.<br />

Por este tiempo una feliz casualidad le puso en relación con el reverendo<br />

don Juan Sastre, que <strong>de</strong>sempeñaba con celo y eficacia su ministerio sacerdotal,<br />

a pesar <strong>de</strong> los peligros a que se exponía. Don José M. § Baquero pudo <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

aquel día hacer todas las prácticas <strong>de</strong> piedad, que hasta aquel entonces se<br />

habían tenido que reducir a sus diarias oraciones, meditación y lectura espiritual.<br />

A<strong>de</strong>más, se ofreció a ayudar a don Juan en la distribución <strong>de</strong> la Sagrada<br />

Comunión a personas escondidas o a las familias fervorosas que la solicitaban.<br />

A este fin, bajo su aspecto <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>dor ambulante, con su bicicleta o triciclo<br />

y con la cesta <strong>de</strong> su mercancía a hombros, subía a los diversos pisos ya <strong>de</strong><br />

antemano avisados, en don<strong>de</strong> era recibido como enviado <strong>de</strong>l Señor. Una vez<br />

en casa, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la adoración al Santísimo Sacramento, procedía a repartir<br />

a los fieles la Sagrada Comunión.<br />

VIAJE A MATARó<br />

A primeros <strong>de</strong> Febrero, mientras se disponía a tomar el tren para Castellón<br />

encontró en la estación terminal <strong>de</strong> Valencia a don José Pintado. Prefecto <strong>de</strong>l<br />

Colegio <strong>de</strong> Mataró. el cual había ido a Valencia para enterarse <strong>de</strong> la situación<br />

<strong>de</strong> aquellos hermanos, <strong>de</strong> quienes se carecía en absoluto <strong>de</strong> noticias.<br />

Al enterarse don José M. § Baquero <strong>de</strong> que en Mataró existía una verda<strong>de</strong>ra<br />

comunidad compuesta <strong>de</strong> catorce Salesianos, <strong>de</strong>cidió ir a ponerse inmediatamente<br />

bajo las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> don Mo<strong>de</strong>sto, que era el Superior; pero éste le<br />

encargó que permaneciera en Valencia para aten<strong>de</strong>r a los hermanos encarcelados<br />

y a los escondidos que pudieran necesitar su ayuda, y a este fin le proveyó<br />

<strong>de</strong>l dinero necesario.<br />

De vuelta a Valencia y sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r a su negocio, como el mejor<br />

medio <strong>de</strong> pasar inadvertido, puso todo su empeño en ayudar a los hermanos,<br />

a quienes visitaba con frecuencia, dándoles noticias <strong>de</strong> los Salesianos <strong>de</strong> Barcelona,<br />

haciendo <strong>de</strong> enlace <strong>de</strong> unos con otros y proveyendo a los necesitados<br />

<strong>de</strong> los medios económicos indispensables.<br />

222


LA DETENCIÓN<br />

La excesiva frecuencia <strong>de</strong> sus visitas a los escondidos en el Barrio Don<br />

Bosco hicieron nacer sospechas acerca <strong>de</strong> sus activida<strong>de</strong>s, según lo confesaron<br />

más tar<strong>de</strong> los policías; pero sobre todo fue la valiente <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> su compañero<br />

don Fernando lo que precipitó los sucesos.<br />

En efecto, pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l proceso, el día 3 <strong>de</strong> Marzo, mientras<br />

estaban todos sentados a la mesa, en el domicilio <strong>de</strong> su hermana, se presentaron<br />

seis policías, que procedieron a la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> don José y <strong>de</strong> su hermano<br />

Antonio, que había llegado, <strong>de</strong>sgraciadamente, durante el registro, y no había<br />

podido contener su indignación ante la grosería con que los policías trataban<br />

a su hermana. Conducidos ambos a la Jefatura <strong>de</strong> Policía, les tomaron <strong>de</strong>claración<br />

y acto seguido, a la una <strong>de</strong> la noche, fueron trasladados a la Cárcel<br />

Mo<strong>de</strong>lo.<br />

Afortunadamente, si en lo material había no pocas <strong>de</strong>ficiencias en aquel centro<br />

penitenciario, eran compensadas con la grata compañía <strong>de</strong> los elementos<br />

más dignos <strong>de</strong> la ciudad, que habían sido <strong>de</strong>tenidos precisamente por su <strong>de</strong>stacada<br />

religiosidad, honra<strong>de</strong>z y patriotismo.<br />

A los quince días <strong>de</strong> estancia en la cárcel fue liberado Antonio Baquero,<br />

gracias a su condición <strong>de</strong> extranjero; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mismo día <strong>de</strong> su salida, se preocupó<br />

por que a su hermano no le faltara nada <strong>de</strong> lo necesario y le visitaba<br />

con regularidad.<br />

Casualmente, la libertad <strong>de</strong> Antonio coincidió con la <strong>de</strong> otro preso, compañero<br />

<strong>de</strong> celda <strong>de</strong>l Superior <strong>de</strong> los Jesuítas, Padre Iñesta, el cual invitó a<br />

don José M. s Baquero a pasar a ella para hacerle compañía, invitación que<br />

aceptó gustosísimo y agra<strong>de</strong>cido; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel día pudo oír diariamente la Santa<br />

Misa celebrada por dicho Padre y recibir la Sagrada Comunión, amén <strong>de</strong><br />

participar activamente en todas las funciones religiosas que tenían por centro<br />

la celda <strong>de</strong>l ejemplar jesuíta.<br />

EL MES DE MARÍA AUXILIADORA<br />

La intensa vida espiritual que se hacía en la cárcel, alentaba a todos. Por<br />

las mañanas, a eso <strong>de</strong> las cinco, el or<strong>de</strong>nanza solía <strong>de</strong>jar abiertas algunas celdas,<br />

a fin <strong>de</strong> que los que <strong>de</strong>searan pudieran asistir a las diversas misas que se<br />

celebraban. Las había a distintas horas y así, cada cual podía escoger la que<br />

le resultaba más conveniente u oportuna.<br />

Al aproximarse el mes <strong>de</strong> Mayo, nuestros hermanos quisieron celebrarlo<br />

al estilo salesiano. La Provi<strong>de</strong>ncia hizo que entre los libros que habían quedado<br />

en la biblioteca, encontraran una colección encua<strong>de</strong>rnada <strong>de</strong> antiguos Boletines<br />

Salesianos. El hallazgo los llenó <strong>de</strong> alegría, pues les ayudaba en su propósito.<br />

De esta manera, reunidos en una celda, y acompañados <strong>de</strong> un nutrido grupo<br />

<strong>de</strong> antiguos alumnos, cooperadores y amigos, se organizó el mes <strong>de</strong> Mayo, en<br />

el que no faltaba ninguna <strong>de</strong> las prácticas tradicionales en nuestras casas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el canto <strong>de</strong> las letrillas, la lectura piadosa sobre las virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> María y<br />

ejemplos sacados <strong>de</strong> los Boletines, hasta los motetes eucarísticos y la Bendición<br />

con el Santísimo. Fue un verda<strong>de</strong>ro triunfo <strong>de</strong> María Auxiliadora.<br />

2.24


EL PROCESO<br />

El día 28 <strong>de</strong> Abril tuvo lugar en la Audiencia la vista <strong>de</strong> la Causa contra<br />

don José M. s Baquero. Allí le esperaban sus familiares, muchos amigos y<br />

conocidos y numeroso público, que llenaba el amplio local.<br />

Había encargado su <strong>de</strong>fensa al célebre abogado, Decano <strong>de</strong>l colegio, don<br />

Leopoldo Pelecha; pero éste, que había aceptado en un principio, al llegar el<br />

día <strong>de</strong> la vista, se volvió atrás, pues consi<strong>de</strong>raba peligroso para él <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r a<br />

un reo <strong>de</strong> significación fascista. Es más, le <strong>de</strong>claró sin ambages, que la causa<br />

estaba perdida <strong>de</strong> antemano; en vista <strong>de</strong> lo cual el propio Baquero <strong>de</strong>cididió<br />

abogar en su <strong>de</strong>fensa.<br />

Oigamos su propia relación:<br />

«Después <strong>de</strong> encomendarme fervorosamente a María Auxiliadora y a Don<br />

Bosco, sintiendo toda la responsabilidad que sobre mí pesaba en aquellos momentos<br />

por mi condición <strong>de</strong> salesiano y las consecuencias <strong>de</strong> mis palabras ante<br />

los Superiores y la Congregación, recuerdo que martilleaban insistentemente<br />

en mi cerebro aquellas palabras <strong>de</strong> la Escritura: «Os harán comparecer ante<br />

sus asambleas... y seréis llevados ante sus gobernadores por mi causa... y cuando<br />

os interrogaren no penséis cómo o qué habéis <strong>de</strong> hablar; porque en aquella<br />

hora os será dado lo que hayáis <strong>de</strong> hablar. Porque no sois vosotros los que<br />

habláis, sino el espíritu <strong>de</strong> vuestro Padre que habla en vosotros. (Mat. X, 16-23-)<br />

Penetré en la sala en medio <strong>de</strong>l mayor silencio. Pasé al banquillo <strong>de</strong> los<br />

acusados, vigilado por dos milicianos armados con fusil y bayoneta calada.<br />

El presi<strong>de</strong>nte y los jurados, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ocupar su sitial, se dispusieron a<br />

escuchar la lectura <strong>de</strong>l sumario, hecha por el fiscal.<br />

Cuando fui llamado a <strong>de</strong>clarar me sentí dueño <strong>de</strong> mí mismo y con voz tranquila<br />

y reposada, contesté a todas sus preguntas.<br />

Dije que era salesiano, y que eran ciertas muchas <strong>de</strong> las cosas que se me<br />

imputaban y que me honraba <strong>de</strong> ello. Que no había tenido jamás i<strong>de</strong>as políticas,<br />

pues mi condición <strong>de</strong> salesiano me prohibe inmiscuirme en asuntos <strong>de</strong><br />

esta índole.<br />

Me preguntaron si era sacerdote, a lo que contesté que por <strong>de</strong>sgracia todavía<br />

no lo era, pero que tenía la firme esperanza <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r llegar a serlo algún<br />

día, pues ése era mi i<strong>de</strong>al y mi más alta aspiración.<br />

Luego me interrogaron acerca <strong>de</strong> mi vida <strong>de</strong> maestro, <strong>de</strong> mi actuación en<br />

las Escuelas Profesionales <strong>de</strong> Sarria y la organización <strong>de</strong> las mismas. Les di<br />

completa satisfacción a estas preguntas. La cosa se ponía a tono y pu<strong>de</strong> hacer<br />

un relato interesante <strong>de</strong> nuestra vida salesiana. Me escucharon con atención<br />

y respeto.<br />

Me interrogaron acerca <strong>de</strong> la Congregación, <strong>de</strong> su origen, <strong>de</strong> Don Bosco<br />

y <strong>de</strong> los medios con que contaba para el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> sus activida<strong>de</strong>s y a este<br />

respecto hice un ardoroso panegírico <strong>de</strong> la Obra Salesiana. Creo firmemente<br />

que era el Espíritu Santo quien me inspiraba, pues nunca me creí capaz <strong>de</strong><br />

hablar con tal facilidad <strong>de</strong> palabra y tanta abundancia y claridad <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as.<br />

Les hablé <strong>de</strong> Don Bosco, <strong>de</strong> su niñez, <strong>de</strong> su pobreza, <strong>de</strong> su amor hacia los<br />

humil<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> su aventura con los presos <strong>de</strong> «la Generala», <strong>de</strong> cómo los ministros<br />

masones <strong>de</strong> la Nueva Italia fueron precisamente los que le inspiraron la<br />

fundación <strong>de</strong> la Congregación Salesiana en sus lincamientos mo<strong>de</strong>rnos, adaptados<br />

a las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los tiempos; <strong>de</strong> cómo Cavour y Ratazzi fueron sus<br />

primeros cooperadores y amigos. Hablé <strong>de</strong> los prodigios obrados por el Santo<br />

15.— Laucos y Palmas.<br />

225


y <strong>de</strong> la constante y milagrosa ayuda <strong>de</strong> Dios en sus necesida<strong>de</strong>s pecuniarias<br />

e hice hincapié especial sobre el carácter benéfico <strong>de</strong> nuestra Congregación,<br />

que busca con preferencia a los niños pobres y abandonados para hacerlos<br />

obreros dignos y honrados. Les aseguré que los ministros <strong>de</strong> la República y<br />

<strong>de</strong> la Generalidad habían contribuido en más <strong>de</strong> una ocasión al fomento <strong>de</strong><br />

nuestra Obra...<br />

Por último me preguntaron si ya que no tenía i<strong>de</strong>as políticas, al menos<br />

en las circunstancias presentes consi<strong>de</strong>raba aun la i<strong>de</strong>a religiosa superior y<br />

preferente a la i<strong>de</strong>a política. Les contesté que así como Dios está por encima<br />

<strong>de</strong> todas las cosas, así también, la i<strong>de</strong>a religiosa, que tiene por objeto a Dios,<br />

<strong>de</strong>be ser consi<strong>de</strong>rada por encima <strong>de</strong> toda i<strong>de</strong>a política.<br />

Me preguntaron luego acerca <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as políticas <strong>de</strong> mis Superiores, <strong>de</strong>l<br />

Provincial, <strong>de</strong> los Directores, y les dije que no sabía que tuvieran i<strong>de</strong>as ni<br />

actuación política <strong>de</strong> ninguna clase, pues eran muy buenos religiosos y cumplidores<br />

<strong>de</strong> la Regla, y ésta nos prohibe toda política, siendo nuestra política<br />

únicamente la <strong>de</strong>l Padre Nuestro, como <strong>de</strong>cía Don Bosco, y el hacer todo el<br />

bien posible a la juventud.<br />

En cuanto a mis Superiores actuales personalmente me creía en la obligación<br />

<strong>de</strong> hacer constar públicamente que habían sido para mí verda<strong>de</strong>ros padres<br />

lo mismo que para mi hermanito, pues cuando quedamos huérfanos nos recogieron<br />

y trataron con cariño verda<strong>de</strong>ramente paternal. Mi hermano había sido<br />

educado gratuitamente, como interno en el Colegio Salesiano <strong>de</strong> Valencia durante<br />

cinco años; y por lo que a mí se refería, todo cuanto soy y valgo lo <strong>de</strong>bo<br />

a mis Superiores, a los cuales honro, respeto y <strong>de</strong>fiendo con todo entusiasmo.<br />

Creo, añadí, que los dignísimos miembros <strong>de</strong> la Mesa harían lo mismo con un<br />

bienhechor.<br />

A estas palabras todos asintieron, haciendo señales <strong>de</strong> aprobación con la<br />

cabeza. Estaban profundamente emocionados.<br />

El fiscal intervino entonces preguntándome si sabía lo <strong>de</strong> los sesenta millones<br />

encontrados en el Palacio <strong>de</strong>l Arzobispo y cómo calificaba yo el hecho <strong>de</strong><br />

que estando muriéndose <strong>de</strong> hambre tantos pobres, el Arzobispo y los curas<br />

empleasen ese dinero en francachelas y orgías.<br />

Le contesté que <strong>de</strong>sconocía el caso; pero que eran numerosísimas las necesida<strong>de</strong>s<br />

económicas <strong>de</strong> una archidiócesis como la <strong>de</strong> Valencia y que el<br />

Arzobispo era el custodio <strong>de</strong> los bienes <strong>de</strong> muchísimas comunida<strong>de</strong>s religiosas.<br />

En cuanto a su alusión a las pretendidas francachelas y orgías, con todo el<br />

respeto, me permitía ponerlo en tela <strong>de</strong> juicio.<br />

Por último me preguntaron si yo estaba dispuesto a ser comunista.<br />

Les contesté que precisamente los religiosos constituían una verda<strong>de</strong>ra sociedad<br />

comunista, pues nadie tiene nada en particular y todo es común. Por<br />

otra parte, si el comunismo me permitiera el ejercicio <strong>de</strong> mi i<strong>de</strong>al, mientras me<br />

permitiera reunir a los niños pobres para enseñarles a ser buenos, a respetar<br />

a sus padres, a no robar, a ser honrados y, finalmente, a salvar sus almas, no<br />

me importaría nada ser comunista.<br />

Se cerró la sesión con la pregunta <strong>de</strong> si me ratificaba en todo lo que había<br />

dicho y mantenido. Les respondí que sí y que con ello me honraba y me consi<strong>de</strong>raba<br />

útil a la verda<strong>de</strong>ra causa <strong>de</strong>l Pueblo.<br />

Más <strong>de</strong> una hora estuve perorando sin <strong>de</strong>sfallecer y con un entusiasmo<br />

mantenido. Pu<strong>de</strong> observar que las simpatías <strong>de</strong>l público estaban a mi favor.<br />

Al suspen<strong>de</strong>r la sesión para <strong>de</strong>liberar, pu<strong>de</strong> constatar que la Mesa se hallaba<br />

226


muy contrariada, llegándome a preguntar, en aquellos momentos en que nos<br />

hallábamos solos en la sala si había dicho lo que verda<strong>de</strong>ramente sentía y si<br />

era en realidad amigo <strong>de</strong>l Pueblo. Me confesaron que ya había sido juzgado <strong>de</strong><br />

antemano y que ya estaba firmada mi sentencia, que resultaba gravísima; pero<br />

que en vista <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong>l proceso, volverían a ver mi Causa la semana<br />

siguiente, asegurándome que entonces darían una sentencia favorable.<br />

Reanudada la sesión, el fiscal, con el asentimiento <strong>de</strong> la Mesa, propuso<br />

que en vista <strong>de</strong> todo lo antece<strong>de</strong>nte, y para dar lugar a dictar una sentencia<br />

a<strong>de</strong>cuada, se suspendiera la vista hasta el próximo día 5 <strong>de</strong> Mayo.<br />

En esta ocasión, lo más interesante fue la actuación <strong>de</strong>l propio presi<strong>de</strong>nte,<br />

el cual hizo un elogio <strong>de</strong> la entereza, buen corazón y arraigadas i<strong>de</strong>as religiosas<br />

<strong>de</strong>l inculpado, para terminar diciendo que los preceptos constitucionales<br />

<strong>de</strong> la República amparaban con amplio espíritu liberal todo cuanto era noble<br />

y elevado, por lo cual suplicaba al ministerio fiscal que no los obligara ni a él<br />

ni a los jurados que le honraban con su asistencia y que se lo habían suplicado,<br />

a tener que usar leyes circunstanciales, que al fin y al cabo iban contra el<br />

bien <strong>de</strong>l Pueblo. Y así se dignase retirar su acusación.<br />

Contestó el fiscal accediendo <strong>de</strong> buen grado a lo solicitado, sintiéndose<br />

muy honrado en po<strong>de</strong>r ejercitar un acto <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ra justicia.<br />

Después <strong>de</strong> los apretones <strong>de</strong> mano y <strong>de</strong> las efusivas felicitaciones <strong>de</strong> la<br />

Mesa, <strong>de</strong> los abogados y <strong>de</strong> los mismos guardias que me escoltaban, se firmó<br />

la sentencia <strong>de</strong> libertad absoluta, con toda clase <strong>de</strong> pronunciamientos favorables.<br />

Al abandonar la sala oí <strong>de</strong>cir a uno <strong>de</strong> los jurados:<br />

— ¡Ah, caramba! Si todos fueran así como los Salesianos...»<br />

Vuelto a la cárcel para recoger sus bártulos, se <strong>de</strong>spidió con profunda emoción<br />

<strong>de</strong> los hermanos que allí quedaban, prometiéndoles interesarse por ellos<br />

como así lo hizo al recobrar la libertad.<br />

Pero como a pesar <strong>de</strong> todo, no se hallaba a cubierto <strong>de</strong> una nueva <strong>de</strong>tención<br />

que seguramente no tendría el feliz epílogo <strong>de</strong> la primera, empezó a preocuparse<br />

por salir <strong>de</strong> la España roja, y con la ayuda <strong>de</strong> los salesianos <strong>de</strong> Gerona,<br />

especialmente <strong>de</strong>l señor Mestre y don José Mir, pudieron don José María<br />

Baquero y su hermano Antonio pasar la frontera, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mil peripecias<br />

lograron burlar la vigilancia <strong>de</strong> los carabineros y llegar a tierra francesa el<br />

10 <strong>de</strong> Noviembre <strong>de</strong> 1937, incorporándose luego a la España Nacional.<br />

LA PRISIÓN DE SANTA CLARA<br />

A primeros <strong>de</strong> Julio se inauguró en Valencia la llamada «Prisión nueva<br />

<strong>de</strong> Santa Clara», a la que fueron trasladados unos trescientos presos proce<strong>de</strong>ntes<br />

<strong>de</strong> la Mo<strong>de</strong>lo, entre ellos don Teófilo y don Fernando.<br />

Los primeros tiempos fueron <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s trabajos e infinitas incomodida<strong>de</strong>s,<br />

pues careciéndose <strong>de</strong> lo más indispensable, había que improvisarlo todo. Estaban<br />

todos hacinados en la iglesia <strong>de</strong>l convento, sin que pudiesen salir <strong>de</strong> ella<br />

para nada, a excepción <strong>de</strong> los or<strong>de</strong>nanzas que <strong>de</strong>sempeñaban algún pequeño<br />

servicio; pero poco a poco se fueron consiguiendo algunas comodida<strong>de</strong>s hasta<br />

el punto <strong>de</strong> ser aquélla la cárcel en que mejor trato recibían los presos, tanto<br />

en lo referente al régimen <strong>de</strong> vida, como a la alimentación. Las prácticas <strong>de</strong><br />

piedad se podían cumplir con cierta libertad, e incluso se celebraba la Santa<br />

227


Misa; pues <strong>de</strong> los trescientos reclusos apenas había media docena que no fueran<br />

<strong>de</strong> confianza y éstos formaban rancho aparte. Los <strong>de</strong>más eran todos fervientes<br />

católicos. Después <strong>de</strong> cenar se rezaba públicamente el Santo Rosario,<br />

con las celdas abiertas. Éstas no se cerraban nunca, <strong>de</strong> modo que los presos<br />

tenían mayor libertad <strong>de</strong> movimiento que en la Mo<strong>de</strong>lo. Las horas libres se<br />

<strong>de</strong>dicaban a trabajos propios <strong>de</strong> reclusos, como eran la confección <strong>de</strong> bolsos<br />

<strong>de</strong> punto, cinturones, etc.<br />

EN LIBERTAD<br />

El día 4 <strong>de</strong> Septiembre se cumplía el año <strong>de</strong> con<strong>de</strong>na <strong>de</strong> don Teófilo Rebollo<br />

y por tanto había <strong>de</strong> salir en libertad. Le esperaba don J. M.- Baquero, el<br />

cual se había preocupado <strong>de</strong> antemano en procurarle alojamiento seguro en<br />

casa <strong>de</strong> la familia Balanza, que había manifestado <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> tener en su casa<br />

un sacerdote a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r recibir los consuelos religiosos que su ferviente<br />

espíritu cristiano anhelaba.<br />

Un mes más tar<strong>de</strong>, el 5 <strong>de</strong> Octubre, salía también en libertad, cumplida<br />

su con<strong>de</strong>na, don Fernando Iglesias, a quien don Juan Sastre le tenía preparado<br />

un asilo seguro en casa <strong>de</strong> las señoritas <strong>de</strong> Mulet, que le recibieron como a un<br />

hijo. Estas ejemplares señoritas, ya <strong>de</strong> cierta edad, vivían en compañía <strong>de</strong> un<br />

sobrino llamado Luis y tuvieron para don Fernando <strong>de</strong>svelos y cuidados maternales.<br />

De rancio abolengo tradicionalista, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong> la Revolución<br />

tuvieron que sufrir vejámenes <strong>de</strong> los rojos, los cuales encarcelaron a su<br />

hermano, abogado <strong>de</strong> profesión, que pasó en las cárceles republicanas todo el<br />

tiempo <strong>de</strong> la guerra.<br />

La primera preocupación <strong>de</strong> don Fernando fue proveerse <strong>de</strong> documentación,<br />

y poco <strong>de</strong>spués encontró trabajo como profesor en una aca<strong>de</strong>mia. Una grave<br />

afección <strong>de</strong> bronconeumonía le obligó a guardar cama, permaneciendo varios<br />

días entre la vida y la muerte, hasta que, superada felizmente la crisis, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> dos meses, recuperó la salud, pero perdió el empleo.<br />

En consecuencia, hubo <strong>de</strong> buscarse clases particulares, hasta que en Octubre<br />

<strong>de</strong> 1938, a consecuencia <strong>de</strong> un registro, cayó en las garras <strong>de</strong>l fatídico<br />

S. I. M. Conducido a la checa <strong>de</strong> Santa Úrsula, estuvo por espacio <strong>de</strong> diecisiete<br />

días completamente incomunicado, a pesar <strong>de</strong> que las señoritas Mulet fueron<br />

allí a preguntar por él; pero los guardias negaron constantemente que se hallara<br />

en aquel lugar. Viendo don Fernando que su <strong>de</strong>tención se prolongaba, comenzó<br />

una fervorosa novena a María Auxiliadora y el último día <strong>de</strong> la misma<br />

fue llamado a <strong>de</strong>clarar. La impresión que <strong>de</strong>jó fue favorable, por lo que comenzó<br />

otra novena para acabar <strong>de</strong> conseguir, la libertad. A los dos días le<br />

ponían en la calle. Era el 11 <strong>de</strong> Noviembre.<br />

Vuelto a la casa <strong>de</strong> sus bienhechoras, les dio con su presencia la mayor<br />

alegría que podían esperar; pero la Provi<strong>de</strong>ncia había dispuesto que no terminaran<br />

las zozobras. En efecto, el día 31 <strong>de</strong> Enero <strong>de</strong> 1939 fue a casa un policía<br />

para obligar a las dueñas <strong>de</strong> la misma a admitir ciertos evacuados. Como en<br />

aquel cristiano hogar se guardaba siempre el Santísimo Sacramento, las señoritas<br />

Mulet, ante la alternativa <strong>de</strong> comprometerse admitiendo a los nuevos<br />

inquilinos o tener que privarse <strong>de</strong> la compañía <strong>de</strong> Jesús Sacramentado, hacían<br />

lo posible por convencer al policía <strong>de</strong> que no había sitio en casa para más<br />

personas; pero insistiendo el agente en su <strong>de</strong>manda, llegó a portarse <strong>de</strong> una<br />

228


manera poco correcta con las señoritas, por lo que don Fernando, que estaba<br />

casualmente en casa y había oído toda la conversación, salió resueltamente en<br />

<strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> sus bienhechoras, afeando al policía su indigno proce<strong>de</strong>r. Entonces<br />

éste la emprendió con don Fernando, pidiéndole la documentación; y como<br />

entrara en sospechas, se lo llevó <strong>de</strong>tenido a la Jefatura, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> pasó a las<br />

prisiones militares <strong>de</strong> las Torres <strong>de</strong> Cuarte.<br />

Los amigos empezaron a trabajar activamente por conseguir su libertad.<br />

Eran las postrimerías <strong>de</strong> la guerra, y los rojos, viéndose perdidos, se mostraban<br />

a veces con<strong>de</strong>scendientes para ganarse el favor <strong>de</strong> los que suponían próximos<br />

vencedores. Mientras se tramitaba su libertad, un buen día, repentinamente<br />

fue sacado <strong>de</strong> aquella cárcel y conducido a la que se había instalado en el<br />

antiguo convento Mercedario <strong>de</strong>l Puig.<br />

Aquí pasó cinco días, que, a causa <strong>de</strong>l hambre, el frío y las incomodida<strong>de</strong>s,<br />

fueron días <strong>de</strong> horribles sufrimientos. Finalmente llegó la ansiada or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />

libertad, pero por una lamentable confusión, en vez <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarle salir, le trasladaron<br />

a la prisión <strong>de</strong> Monteolivete, en don<strong>de</strong> estuvo hasta el 18 <strong>de</strong> Marzo,<br />

víspera <strong>de</strong> San José, en que recobró finalmente la libertad.<br />

Diez días más tar<strong>de</strong> Valencia abría sus puertas al ejército libertador y<br />

poco <strong>de</strong>spués resonaba por última vez el clarín guerrero para anunciar a todo<br />

el mundo el triunfo <strong>de</strong> la España inmortal.<br />

ODISEA DE DON TEÓFILO REBOLLO<br />

Feliz se consi<strong>de</strong>raba ya don Teófilo en su nuevo domicilio, <strong>de</strong>sempeñando<br />

el cargo <strong>de</strong> capellán <strong>de</strong> la familia Balanza, cuando el 5 <strong>de</strong> Noviembre, al mes<br />

justo <strong>de</strong> su libertad, fue aquella casa objeto <strong>de</strong> un registro.<br />

La policía tuvo soplo <strong>de</strong> que en aquel inmueble estaba escondido el hijo<br />

<strong>de</strong>l general Martín Moreno, lo cual era cierto; pero afortunadamente dicho<br />

joven había logrado salir días antes en dirección a Inglaterra, por la intervención<br />

afortunada <strong>de</strong> un subdito <strong>de</strong> aquella nacionalidad.<br />

Habiendo practicado un minucioso registro y viéndose <strong>de</strong>fraudados en sus<br />

pesquisas, se llevaron a la cárcel a la dueña <strong>de</strong> la casa, a sus dos hijas y a<br />

don Teófilo. Eran las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Estuvieron tomando <strong>de</strong>claración a los<br />

<strong>de</strong>tenidos hasta la una <strong>de</strong> la noche. Se daban a todos los diablos, porque<br />

no podían conseguir <strong>de</strong> don Teófilo ninguna <strong>de</strong>claración comprometedora. Detenido<br />

durante ocho días y completamente incomunicado en la checa <strong>de</strong> Santa<br />

Úrsula, finalmente, el día 12 <strong>de</strong> Octubre fue conducido a la prisión <strong>de</strong> Segorbe.<br />

Aquí consiguió ser nombrado or<strong>de</strong>nanza <strong>de</strong> la primera Galería, y con la relativa<br />

libertad que le daba su cargo, pudo procurarse el consuelo <strong>de</strong> celebrar la Santa<br />

Misa todos los domingos y fiestas, en su reducida celda, acompañado <strong>de</strong> un<br />

pequeño grupo <strong>de</strong> amigos <strong>de</strong> toda confianza. Es más: aprovechando la simpatía<br />

que supo conquistarse entre los guardias y la confianza que le dispensaba<br />

el teniente, podía incluso ejercitar el sagrado ministerio, no tan sólo en la<br />

sección <strong>de</strong> hombres, sino también en la <strong>de</strong> mujeres, en don<strong>de</strong> la señora Balanzó<br />

y sus hijas, allí encerradas, le ayudaban en su tarea.<br />

229


NUEVO TRASLADO<br />

El día 1 <strong>de</strong> Febrero <strong>de</strong> 1938 tuvo que someterse a un nuevo traslado. La<br />

República no quería zánganos. Nadie había <strong>de</strong> comer la sopa boba... Por<br />

este motivo un grupo integrado por unos cuatrocientos presos fue trasladado<br />

a Pozuelo <strong>de</strong>l Rey—Pozuelo <strong>de</strong> la República entonces— e incorporado a un<br />

batallón <strong>de</strong> trabajadores <strong>de</strong>stinado a la construcción <strong>de</strong> un ferrocarril.<br />

Allí, en lugar <strong>de</strong>scampado, en pleno invierno, expuestos al frío intenso y a<br />

la intemperie, con un rancho <strong>de</strong>testable y escaso, sujetos a un trabajo agotador,<br />

bajo la vigilancia inhumana <strong>de</strong>l tristemente célebre «teniente Garrido»,<br />

la vida <strong>de</strong> los presos era un infierno. Bien pronto empezaron a caer enfermos<br />

algunos <strong>de</strong> los más débiles, los cuales, sin asistencia facultativa <strong>de</strong> ninguna<br />

clase, iban muriendo uno tras otro, bajo la tortura <strong>de</strong> un frío glacial, que helaba<br />

hasta la tinta <strong>de</strong> las estilográficas.<br />

A pesar <strong>de</strong> las adversas circunstancias, también aquí triunfó el celo sacerdotal<br />

<strong>de</strong> nuestro buen hermano, coadyuvado por otro celoso sacerdote <strong>de</strong> las<br />

Escuelas Pías. Aprovechando las primeras horas <strong>de</strong> la madrugada, cuando<br />

el sueño reparador <strong>de</strong> los presos y la escasa vigilancia <strong>de</strong> los guardianes le<br />

proporcionaba una relativa libertad, celebraba la Santa Misa, pero no íntegra,<br />

sino reducida a las partes esenciales, con el fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r consagrar algunas<br />

formas con que llevar, con la Sagrada Comunión, un poco <strong>de</strong> fuerza y <strong>de</strong><br />

consuelo a sus compañeros, abatidos por el dolor y la fatiga. Entre los compañeros<br />

<strong>de</strong> infortunio no faltaban algunos Antiguos Alumnos, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong><br />

Alcoy, <strong>de</strong> Villena y <strong>de</strong> Alicante, con quienes hablaba <strong>de</strong> Don Bosco, <strong>de</strong> los<br />

Superiores y <strong>de</strong> María Auxiliadora.<br />

SIGUE EL CALVARIO<br />

De Pozuelo fueron trasladados a Ambite, continuando su trabajo; pero<br />

a poco tuvieron el consuelo <strong>de</strong> ver trasladado a otro lugar a su tirano el teniente<br />

Garrido, que era quien les amargaba la vida con sus cruelda<strong>de</strong>s y exigencias.<br />

Los milicianos fueron sustituidos por una sección <strong>de</strong> Guardias Civiles,<br />

que en su mayoría trataban afablemente a los presos. Muchos <strong>de</strong> ellos eran<br />

fieles a los antiguos i<strong>de</strong>ales y los restantes, viendo aproximarse! el fin <strong>de</strong> la<br />

guerra, también se manifestaban, aunque ocultamente, partidarios <strong>de</strong> Franco.<br />

Pasadas las Navida<strong>de</strong>s, fueron conducidos los presos a las proximida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> Belmonte, en la provincia <strong>de</strong> Cuenca, para construir una carretera. Mientras<br />

tanto las noticias <strong>de</strong> la guerra eran cada vez más optimistas. El frente<br />

rojo se <strong>de</strong>rrumbaba en todas partes. Cada día iba creciendo el optimismo <strong>de</strong><br />

los presos mientras disminuía el rendimiento <strong>de</strong> su trabajo. Los mismos guardias<br />

hacían la vista gorda y los <strong>de</strong>jaban en paz. Este relativo <strong>de</strong>scanso sirvió<br />

para reponer un tanto las fuerzas perdidas y recuperar la salud, quebrantada<br />

por los trabajos pasados.<br />

SAN JOSÉ Y LA LIBERTAD<br />

El día 19 <strong>de</strong> Marzo, en vista <strong>de</strong> que la República estaba agonizando, <strong>de</strong>cidieron<br />

celebrar con toda la solemnidad posible la fiesta <strong>de</strong>l glorioso Patriarca.<br />

Para ello se organizó una solemne comunión entre los íntimos, a la que siguió<br />

230


un suculento banquete, gracias a la generosidad <strong>de</strong> los buenos católicos <strong>de</strong> los<br />

pueblos vecinos.<br />

Algo extraño sucedía en el campamento. Los jefes iban <strong>de</strong>sapareciendo<br />

uno tras otro. Luego hacían lo propio los guardias. A media tar<strong>de</strong> llegó <strong>de</strong><br />

Madrid la noticia <strong>de</strong> que los presos iban a quedar libres. Abrazos, vivas, gritos<br />

<strong>de</strong> entusiasmo.<br />

Y recordando que era la festividad <strong>de</strong> San José, como quiera que muchos<br />

<strong>de</strong> los presos eran valencianos, <strong>de</strong>terminaron celebrar su libertad con una falla<br />

monumental.<br />

No se sabe cómo (<strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego no fue intencionadamente), se pegó fuego<br />

a un barracón, dormitorio <strong>de</strong> los presos. El viento propagó las llamas hasta<br />

la casamata <strong>de</strong> los guardias, que no podían hacer nada por sofocarlo. Para<br />

aumentar el jaleo, empieza <strong>de</strong> pronto una traca formidable: eran las municiones<br />

allí almacenadas, que el calor hacía estallar.<br />

La fiesta <strong>de</strong> San José resultó completa.<br />

El día 20 llegaron las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> libertad. El 21. comenzó el éxodo <strong>de</strong> los<br />

prisioneros.<br />

Una semana más tar<strong>de</strong> fue liberada Valencia y a los pocos días se difundía<br />

por todos los ámbitos <strong>de</strong> España el último parte <strong>de</strong> guerra <strong>de</strong>l Cuartel General<br />

<strong>de</strong> Franco: «La guerra ha terminado.»<br />

231


EN LA PRISIÓN FLOTANTE DEL «URUGUAY»<br />

LOS HERMANOS PÉREZ<br />

Al ser expulsado <strong>de</strong>l Colegio <strong>de</strong> Sarria, el Rvdo. don Guillermo Pérez<br />

Rodrigo y el coadjutor don José Pérez Rodrigo fueron a refugiarse en casa <strong>de</strong><br />

su hermana que vivía en la barriada <strong>de</strong> Sans. Esta barriada, eminentemente<br />

obrera, y por consiguiente, trabajada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía muchos años por las propagandas<br />

disolventes, fue una <strong>de</strong> las primeras en echarse a la calle el 18 <strong>de</strong><br />

Julio, iniciando los actos <strong>de</strong> violencia, saqueos e incendios.<br />

Las organizaciones sindicales habían montado un excelente servicio <strong>de</strong> espionaje<br />

que les permitía conocer y controlar a todas las personas resi<strong>de</strong>ntes en<br />

su <strong>de</strong>marcación. No es, pues, <strong>de</strong> extrañar que a los pocos minutos <strong>de</strong> encontrarse<br />

ambos salesianos en casa <strong>de</strong> su hermana, se presentase en el piso un<br />

grupo <strong>de</strong> milicianos armados, exigiéndoles la documentación. Mientras la examinaban,<br />

hicieron salir a ambos al balcón, vigilados por otros milicianos que,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la calle, los encañonaban con sus fusiles»<br />

Habiendo resultado infructuoso el examen <strong>de</strong> los documentos, así como<br />

el registro verificado a continuación, se marcharon malhumorados, advirtiendo<br />

antes a los dos religiosos que no abandonasen el piso bajo ningún pretexto.<br />

Transcurridos unos minutos y arrepentidos tal vez <strong>de</strong> su magnanimidad,<br />

volvieron <strong>de</strong> nuevo para conducirlos a la presencia <strong>de</strong>l Comité. Durante largo<br />

rato discutieron acaloradamente acerca <strong>de</strong> si <strong>de</strong>bían llevarlos al <strong>de</strong> Sans o al<br />

<strong>de</strong> la Torrasa. Afortunadamente prevaleció el primer parecer; pues <strong>de</strong> ir a la<br />

Torrasa, era segura su muerte inmediata, ya que este Comité sólo dictaba sentencias<br />

<strong>de</strong> muerte.<br />

Los miembros <strong>de</strong>l Comité examinaron <strong>de</strong>tenidamente la documentación <strong>de</strong><br />

don José y varias fotos, que guardaba en la cartera, en todas las cuales aparecía<br />

vestido <strong>de</strong> paisano, en excursiones y paseos; por lo cual, convencidos <strong>de</strong><br />

la falsedad <strong>de</strong> la <strong>de</strong>nuncia que les acusaba <strong>de</strong> curas, fueron puestos en libertad.<br />

No faltaban, entre el público, voces airadas que pedían la muerte <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>tenidos, pero la oportuna, llegada <strong>de</strong> otra redada <strong>de</strong> infelices, distrajo la<br />

atención <strong>de</strong>l público, que, al olfatear la nueva presa, <strong>de</strong>jó en paz a los dos<br />

salesianos, que volvieron a casa <strong>de</strong> su hermana.<br />

A la madrugada siguiente, a eso <strong>de</strong> las cuatro, se <strong>de</strong>spertaron sobresalta-<br />

232


dos; una pareja <strong>de</strong> milicianos venía a buscarlos. Los tranquilizaron asegurándoles<br />

que no les iba a pasar nada. Tan sólo los conducían al cuartel <strong>de</strong> la<br />

Guardia Civil a prestar <strong>de</strong>claración. Como garantía <strong>de</strong> sus buenas intenciones,<br />

permitieron que los acompañase su cuñado.<br />

Durante el trayecto, se pudieron dar cuenta <strong>de</strong> que, al encontrar algún<br />

grupo <strong>de</strong> vigilancia, los que los conducían les hacían señas <strong>de</strong> que dieran gusto<br />

al <strong>de</strong>do; por lo cual procuraron ir siempre en medio <strong>de</strong> los guardianes, con lo<br />

que se frustró su <strong>de</strong>signio, pues <strong>de</strong> disparar contra los <strong>de</strong>tenidos, podían ser<br />

ellos mismos las víctimas. Al llegar al cuartel, les mandaron <strong>de</strong>tenerse ante la<br />

puerta, pero adivinando sus intenciones, se apresuraron a entrar.<br />

Del cuartel <strong>de</strong> la Guardia Civil fueron conducidos a la Jefatura <strong>de</strong> Policía,<br />

en cuyos sótanos ingresaron en calidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenidos gubernativos. Allí encontraron<br />

a los hermanos don Fe<strong>de</strong>rico y don Zacarías Abadía, que fueron puestos<br />

en libertad el día 26, mientras los hermanos Pérez fueron trasladados el<br />

día siguiente, 27, a la prisión flotante <strong>de</strong>l «Uruguay», <strong>de</strong> tan infausto recuerdo.<br />

EN «EL URUGUAY»<br />

La primera impresión, al llegar al barco, fue <strong>de</strong> alivio. Tan inmundas eran<br />

las celdas <strong>de</strong> Jefatura, que cualquier cambio siempre contribuía a mejorar la<br />

situación. Por otra parte, la vigilancia estaba a cargo <strong>de</strong> la Guardia Civil; lo<br />

que constituía una garantía <strong>de</strong> seguridad y buen trato. Encerrados en el sollado<br />

número 3 durmieron aquella noche sobre un montón <strong>de</strong> colchonetas.<br />

Al día siguiente, a la luz <strong>de</strong>l sol, pudieron trabar conocimiento con sus<br />

compañeros <strong>de</strong> infortunio. Eran todos gentes <strong>de</strong> <strong>de</strong>recha, falangistas y militares.<br />

No faltaba una escogida representación <strong>de</strong> sacerdotes y religiosos.<br />

La característica <strong>de</strong> la prisión flotante era una intensa vida espiritual. Todos<br />

los presos se suponían con<strong>de</strong>nados a muerte, y por consiguiente, querían prepararse<br />

seriamente al gran paso. Rezábanse diariamente y en común las tres partes<br />

<strong>de</strong>l santo Rosario, a distintas horas. Los sacerdotes dirigían la palabra a sus<br />

compañeros <strong>de</strong> cautiverio, exhortándolos a la esperanza y a la confianza en<br />

Dios. Entre los presos reinaba la mayor caridad y armonía. El sollado parecía<br />

un trasunto <strong>de</strong> las primitivas catacumbas cristianas.<br />

En un principio, mientras la vigilancia estuvo a cargo <strong>de</strong> la Guardia Civil,<br />

los presos podían, con entera libertad, dar expansión pública a sus sentimientos<br />

religiosos; pero al ser sustituidos los guardias por los mismos marineros,<br />

afiliados a los partidos extremistas, todo cambió <strong>de</strong> aspecto. La ferviente piedad<br />

<strong>de</strong> los presos fue consi<strong>de</strong>rada como provocación inaudita; y ora con amenazas,<br />

ora con burlas y blasfemias, los obligaron a cesar en sus manifestaciones externas<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>voción. A pesar <strong>de</strong> ello, continuaron todos, en particular, fieles a<br />

ellas, con lo que aumentó, si cabe, el fervor.<br />

ACTIVIDAD SACERDOTAL<br />

Refiere don Guillermo Pérez:<br />

«A los pocos días <strong>de</strong> mi estancia en el barco, empecé a ejercer el Santo Ministerio,<br />

confesando y consolando a los que viéndose en inminente peligro <strong>de</strong><br />

muerte, querían presentarse tranquilos ante el tribunal <strong>de</strong> Dios. ¡Cuan santas<br />

233


y profundas emociones! ¡Qué gran<strong>de</strong> alegría y consuelo se experimentaba al<br />

sentirse uno instrumento <strong>de</strong> Dios para <strong>de</strong>volver la gracia a aquellas almas,<br />

en momentos tan angustiosos!<br />

Al principio tan sólo podíamos ejercitar el ministerio <strong>de</strong> la Confesión; como<br />

los juicios eran frecuentes y casi siempre terminaban con la sentencia <strong>de</strong> muerte,<br />

todos los presos, antes <strong>de</strong> salir, querían recibir la absolución* Poco a poco<br />

nos fuimos especializando en el arte <strong>de</strong> ayudar a bien morir el que esto refiere<br />

y otros religiosos, don Justo Cervera, perteneciente al Instituto <strong>de</strong> las Escuelas<br />

Cristianas, y cuyo celo y caridad constituyen el mejor tributo que un religioso<br />

pue<strong>de</strong> rendir al Instituto a que pertenece y que tan sólidamente supo educarle,<br />

LA SAGRADA EUCARISTÍA<br />

Si bien nuestra actividad sacerdotal encontraba pábulo en el Sacramento <strong>de</strong><br />

la Confesión, con todo no nos sentíamos plenamente satisfechos. Faltaba algo,<br />

que todos anhelábamos en la misma medida. Nos preguntábamos con frecuencia:<br />

¿No sería posible también recibir la Sagrada Comunión, el Pan <strong>de</strong> los<br />

Fuertes?<br />

Al principio nos contentábamos con la comunión espiritual; pero a medida<br />

que pasaban los días eran más vivas las ansias <strong>de</strong> recibir al Señor sacramentalmente.<br />

Nuestra vida nos recordaba las catacumbas. ¿Seríamos menos afortunados<br />

que los primitivos cristianos?<br />

Jesús quiso darnos ese consuelo precisamente el día en que la Iglesia celebra<br />

su Divina Realeza. ¿Cómo se realizó el prodigio?<br />

Por el mal funcionamiento <strong>de</strong> mi estómago tenía autorización para trasladarme<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el tercer sollado <strong>de</strong> popa hasta la enfermería, instalada a proa.<br />

Gracias a este paseo, que realizaba diariamente, pu<strong>de</strong> relacionarme con algunos<br />

militares <strong>de</strong>tenidos, y especialmente con el capellán castrense Padre Vives,<br />

el cual me comunicó que había conseguido celebrar la Santa Misa y consagrar<br />

algunas formas. Vi el cielo abierto y bien pronto quedamos entendidos. La<br />

víspera <strong>de</strong> Cristo Rey el buen sacerdote volvería a celebrar y me proporcionaría<br />

un número suficiente <strong>de</strong> Formas Consagradas a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r dar la Comunión<br />

a mis compañeros <strong>de</strong> encierro.<br />

Preparé durante el día a algunos <strong>de</strong> los más íntimos, anunciándoles la dicha<br />

que nos esperaba y, al anochecer, fui a buscar el Santísimo. Lo traje en una<br />

pobrísima cajita <strong>de</strong> pastillas para la tos, forrada con un pañito blanco, y guardada<br />

en un bolsillo <strong>de</strong> mi americana.<br />

LA ADORACIÓN NOCTURNA<br />

Al llegar al sollado establecimos, entre los más íntimos, un turno <strong>de</strong> adoración,<br />

y fueron elegidos un grupo <strong>de</strong> veintiocho presos para tener el consuelo<br />

<strong>de</strong> comulgar al día siguiente, festividad <strong>de</strong> Cristo Rey.<br />

¡Qué abrazos, qué alegría en todos los semblantes! Es imposible expresar<br />

la felicidad <strong>de</strong> aquellos excelentes jóvenes y ejemplares caballeros cristianos.<br />

«Pero, ¿dice usted?... ¿Es posible?... ¿Y cuándo?... ¡Jesús aquí con nosotros!...»<br />

Pasamos toda aquella noche en intensa y <strong>de</strong>vota adoración. ¿Cómo pensar<br />

en dormir teniendo entre nosotros al ansiado Huésped divino? Todos los que<br />

234


habían <strong>de</strong> comulgar quisieron reconciliarse antes y la noche transcurrió en esta<br />

penosa, pero consoladora tarea. Así nos preparamos al gran acto <strong>de</strong> la Sagrada<br />

Comunión.<br />

A las dos <strong>de</strong> la madrugada los Requetés que hacen guardia van avisando<br />

a todos los «conjurados» <strong>de</strong> que ya ha llegado el momento. Se incorporan en el<br />

mayor silencio, dirigiendo su vista hacia el lugar en que Jesús está escondido<br />

en el más humil<strong>de</strong> copón. ¿Mas qué importa? Para el Señor <strong>de</strong> Cielos y Tierra,<br />

tan barro es el oro como el latón... Lo que Él ansia es buscar su verda<strong>de</strong>ro<br />

sagrario en el corazón <strong>de</strong> los hombres. Y este sagrario sí que estaba preparado,<br />

alhajado, dispuesto a recibirlo...<br />

En aquella sucia y hedionda bo<strong>de</strong>ga, en que dormían hacinados hasta ciento<br />

sesenta hombres, había un grupo, compuesto <strong>de</strong> veintinueve, invitados a celebrar<br />

el celestial banquete. Me asistía el ejemplar hermano antes citado, y juntos<br />

rezamos las oraciones litúrgicas.<br />

LA COMUNIÓN EN EL BARCO<br />

Luego me coloqué sobre los hombros la manta <strong>de</strong> mi petate; <strong>de</strong> alguna manera<br />

había <strong>de</strong> exteriorizar la reverencia hacia el Augusto Sacramento. Y<br />

arrodillados, recitamos en voz baja el «Confíteor».<br />

—'Indulgéntiam... Ecce Agnus Dei... Dómine, non sum dignus.<br />

Los sollozos entrecortaban mis palabras. Todos los ojos <strong>de</strong>rramaban lágrimas<br />

<strong>de</strong> alegría y consuelo.<br />

Voy luego pasando por los petates y dando la Comunión a los amigos.<br />

Éstos se incorporan al acercarme a ellos, reciben al Divino Huésped y, reclinados<br />

<strong>de</strong>" nuevo sobre su mugrienta yacija, cierran sus ojos y se abstraen en<br />

íntimo coloquio con su Dios y su Amigo.<br />

Los <strong>de</strong>más siguen durmiendo tranquilamente. Alguno sueña en voz alta-<br />

Acabada la distribución, comulgo yo y todo vuelve al silencio.<br />

Amanece... Los ojos hablan, sin necesidad <strong>de</strong> palabras. Miradas radiantes<br />

expresan la alegría sobrenatural que inunda los corazones. La lobreguez <strong>de</strong>l<br />

sollado adquiere una extraña claridad. En aquella inmunda sentina parecen<br />

flotar efluvios <strong>de</strong>l Paraíso.<br />

La misma dicha nos cupo en la festividad <strong>de</strong> los Fieles Difuntos. El recuerdo<br />

<strong>de</strong> tantos compañeros sacrificados por la vesania roja, hume<strong>de</strong>ció nuestros<br />

ojos esta vez <strong>de</strong> tristeza...<br />

EN MONTJUICH<br />

El día 9 <strong>de</strong> Noviembre nos dimos cuenta <strong>de</strong> que íbamos a ser trasladados<br />

a Montjuich. ¿Para qué? Todos nos hacíamos esta pregunta y todos teníamos<br />

en el corazón la misma respuesta: Para lo peor, para ser fusilados.<br />

Ante la inminencia <strong>de</strong>l peligro, todos, postrados <strong>de</strong> rodillas en el sollado<br />

que nos servía <strong>de</strong> cárcel, pidieron la absolución general. Era imposible darla<br />

a cada uno en particular, dada la premura <strong>de</strong>l tiempo.<br />

Llegado el momento <strong>de</strong> abandonar el barco y empren<strong>de</strong>r la subida a nuestro<br />

calvario, quisimos imitar a Jesús, y mientras subíamos la montaña, íbamos recitando<br />

las estaciones <strong>de</strong>l vía crucis. El convencimiento <strong>de</strong> nuestra próxima<br />

235


muerte nos enfervorizaba. Unas pocas palabras bastaban para recordar el misterio<br />

<strong>de</strong> cada estación...<br />

Por fortuna —o por <strong>de</strong>sgracia— no se realizaron nuestros presentimientos.<br />

Y digo por <strong>de</strong>sgracia, porque algunos, confiados en alcanzar el Paraíso tras<br />

breve pa<strong>de</strong>cer, veían con pena y con cierta <strong>de</strong>silusión el que se aplazara el<br />

momento <strong>de</strong> recibir la palma...<br />

Apenas instalados en la nueva cárcel, nuestra principal preocupación fue<br />

reanudar e incrementar la intensa vida espiritual que últimamente llevábamos<br />

en el barco, y sobre todo, buscar el modo <strong>de</strong> celebrar la Santa Misa para tener<br />

el consuelo <strong>de</strong> conservar siempre a Jesús en nuestra compañía, especialmente<br />

para que sirviera <strong>de</strong> Viático a los que iban a morir.<br />

EL CUMPLIMIENTO DEL PRECEPTO PASCUAL<br />

Acercándose las fiestas <strong>de</strong> Pascua, el Vicario <strong>de</strong> Santa Coloma pudo celebrar<br />

y consagrar un gran número <strong>de</strong> formas. Se pasó aviso <strong>de</strong> esta oportunidad<br />

a los amigos, y todos, como un solo hombre, <strong>de</strong>cidieron cumplir el precepto<br />

pascual.<br />

No poco trabajo nos costó confesar a más <strong>de</strong> ciento ochenta hombres. Unos<br />

lo hacían paseando; otros, sentados, mientras simulaban una conversación o un<br />

juego, ya que entre nosotros se hallaban mezclados más <strong>de</strong> ochocientos reclusos<br />

<strong>de</strong> todas las i<strong>de</strong>ologías; finalmente, algunos aprovechaban el silencio y la<br />

oscuridad <strong>de</strong> la noche.<br />

Pero a cambio <strong>de</strong> tanto trabajo, ¡qué consuelo tan gran<strong>de</strong> nos proporcionaba<br />

ver el espíritu cristiano que a todos animaba! ¡Y qué edificante el <strong>de</strong>seo<br />

<strong>de</strong>l martirio <strong>de</strong> aquellos que, alejados largo tiempo <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> las prácticas<br />

cristianas, tenían la felicidad <strong>de</strong> reconciliarse con Él en tan trágicas circunstancias!<br />

Más tar<strong>de</strong> nos separaron <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento general y nos trasladaron a la<br />

sección <strong>de</strong> Ametralladoras, en don<strong>de</strong> estuvimos bajo la vigilancia, no ya <strong>de</strong><br />

los milicianos <strong>de</strong> la F. A. I., sino <strong>de</strong> soldados, que nos <strong>de</strong>jaban en relativa<br />

libertad. Con ello pudimos dar una mayor expansión a nuestros sentimientos<br />

religiosos.<br />

Con entera libertad podíamos hacer el vía crucis, las novenas y el rezo<br />

cotidiano <strong>de</strong>l santo Rosario en común. Nos <strong>de</strong>dicamos, incluso, a fabricar escapularios<br />

<strong>de</strong> la Virgen <strong>de</strong>l Carmen, y los imponíamos en tiernas fiestas rebosantes<br />

<strong>de</strong> emoción.<br />

El pensamiento <strong>de</strong> la muerte era el que mantenía vivo este espíritu <strong>de</strong> fe<br />

y <strong>de</strong> intensa piedad. Con harta frecuencia eran llamados a juicio compañeros<br />

<strong>de</strong> cautiverio. En la mayoría <strong>de</strong> los casos, la sentencia era <strong>de</strong> muerte. Nuestro<br />

adiós, al darnos el abrazo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida, eran estas palabras:<br />

—Hasta pronto, en el Cielo...<br />

Y los que quedábamos, envidiábamos, con frecuencia, la suerte <strong>de</strong> los que<br />

partían...<br />

236


EN LA CÁRCEL DE MATARó<br />

A mediados <strong>de</strong> Abril <strong>de</strong> 1937 fuimos trasladados algunos presos a la cárcel<br />

<strong>de</strong> Mataró, Al principio, a causa <strong>de</strong> lo reducido <strong>de</strong>l edificio y <strong>de</strong> la estrecha vigilancia<br />

que se ejercía, nos parecía que iba a ser imposible continuar con nuestras<br />

prácticas <strong>de</strong> piedad; mas bien pronto, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> estudiado el ambiente<br />

y las circunstancias, se pudo organizar la vida espiritual con mayor perfección.<br />

Nuestra primera preocupación fue buscarnos buena compañía. No era difícil,<br />

pues abundaban los elementos sinceramente católicos. Logré reunir en<br />

nuestra celda cinco amigos <strong>de</strong> toda confianza. Ellos querían que yo celebrase;<br />

mas los amigos <strong>de</strong> fuera <strong>de</strong> la cárcel al enterarse <strong>de</strong> este propósito, se hacían<br />

cruces <strong>de</strong> nuestra temeridad, instándonos a que no cometiéramos lo que calificaban<br />

<strong>de</strong> suma impru<strong>de</strong>ncia y gravísimo peligro. Se negaron a traernos hostias.<br />

Entonces intentamos hacerlas nosotros: pero no lo pudimos conseguir.<br />

Así pasó la fiesta <strong>de</strong> San Pedro sin el consuelo <strong>de</strong> la Santa Misa, Finalmente,<br />

vencido con nuestras instantes el miedo <strong>de</strong> los amigos, accedieron a proveernos<br />

<strong>de</strong> lo necesario,<br />

Al principio sólo celebraba los domingos; pero al transcurrir los días y las<br />

semanas sin que nos ocurriera ningún percance, me envalentoné y comencé a<br />

celebrar diariamente e incluso invité a nuestras funciones a algunos compañeros<br />

<strong>de</strong> otras celdas. Finalmente, algunos sacerdotes se animaron a celebrar<br />

también, y <strong>de</strong> esta manera, la cárcel vino a convertirse en una pequeña población<br />

con varias «parroquias» en las que se celebraba el Divino Sacrificio a<br />

todas horas <strong>de</strong> la mañana.<br />

CÓMO CONSEGUIMOS UNA ARA<br />

Lo curioso <strong>de</strong>l caso es que yo podía celebrar sobre una ara auténtica, recogida<br />

por una persona piadosa entre los escombros <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las iglesias <strong>de</strong><br />

la ciudad, y proce<strong>de</strong>nte, precisamente, <strong>de</strong> un altar construido en nuestras Escuelas<br />

Profesionales <strong>de</strong> Sarria. El sepulcro <strong>de</strong> las reliquias aún conservaba el<br />

sello <strong>de</strong>l Obispo consagrante, por lo que no había sido profanado.<br />

No contentos con eso, mi hermano José, que es carpintero, construyó un<br />

hermoso Sagrario y <strong>de</strong> esta manera conservábamos al Señor durante el día<br />

con el mayor <strong>de</strong>coro posible.<br />

Es cierto que a veces alguna impru<strong>de</strong>ncia, efecto <strong>de</strong> la excesiva confianza,<br />

nos obligaba por algunos días a camuflar nuestra capilla; sobre todo cuando<br />

venían los <strong>de</strong>l SIM a hacer un registro. Se habían propuesto acabar con todos<br />

los actos religiosos clan<strong>de</strong>stinos y les hicimos creer que sus amenazas habían<br />

surtido el efecto apetecido; pero a pesar <strong>de</strong> ello, en mi celda seguimos celebrando<br />

diariamente, teniendo a<strong>de</strong>más el consuelo <strong>de</strong> celebrar las tres Misas<br />

<strong>de</strong>l día <strong>de</strong> Difuntos y la Misa <strong>de</strong> medianoche el día <strong>de</strong> Navidad.<br />

LA COMUNIÓN GENERAL<br />

Finalmente, todos estos actos <strong>de</strong> piedad culminaron con la solemne Comunión<br />

celebrada en la sala que servía <strong>de</strong> taller <strong>de</strong> cartucheras.<br />

Era el día 27 <strong>de</strong> Enero <strong>de</strong> 1939, que había <strong>de</strong> ser el último que pasábamos<br />

237


en la cárcel. El día anterior había caído Barcelona en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> las tropas<br />

liberadoras. Nuestros hermanos estaban cerca,,. No podían tardar mucho. La<br />

víspera, por la tar<strong>de</strong>, pasamos aviso a todos los compañeros, <strong>de</strong> que al día<br />

siguiente celebraríamos la <strong>de</strong>spedida <strong>de</strong> la cárcel y el rescate <strong>de</strong> la ciudad por<br />

las tropas <strong>de</strong> Franco con la mayor solemnidad posible.<br />

En efecto, apenas se hizo <strong>de</strong> día, celebramos, uno tras otro, los cuatro<br />

sacerdotes que estábamos presos, y en todas las misas se dio amplia comodidad<br />

para confesar y comulgar, A excepción <strong>de</strong> una docena escasa <strong>de</strong> presos comunes,<br />

los <strong>de</strong>más, hasta el número <strong>de</strong> unos noventa, se acercaron, con edificante<br />

piedad, a los Santos Sacramentos,<br />

Los oficiales <strong>de</strong> la cárcel nos <strong>de</strong>jaban hacer,,, ¡Qué remedio!<br />

Sobre el altar improvisado colocamos el ara. Un crucifijo, obra <strong>de</strong> uno <strong>de</strong><br />

los presos, y una gran estampa <strong>de</strong> María Auxiliadora y otra <strong>de</strong> San Juan Bosco,<br />

Sirviendo <strong>de</strong> fondo, a manera <strong>de</strong> dosel, la manta <strong>de</strong> mi cama,<br />

¡Qué entusiasmo el <strong>de</strong> aquellos momentos! A lo lejos se oía, cada vez más<br />

cercano, el estampido <strong>de</strong>l cañón, cuyos ecos resonaban en nuestros corazones<br />

como salvas <strong>de</strong> victoria, Y Jesús, confi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> nuestras penas durante tres<br />

interminables años, lo era ahora <strong>de</strong> nuestras alegrías y presidía nuestro triunfo,<br />

EN LIBERTAD<br />

Terminadas las Misas, nos dividimos en grupos para salir <strong>de</strong> la cárcel,<br />

abandonanda ya por sus guardianes, que tan sólo pensaban en escapar, como<br />

los <strong>de</strong>más rojos, a la justicia <strong>de</strong> Franco,<br />

Luego, en formación militar y a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l teniente coronel Roldan,<br />

excelente y ejemplar compañero en las horas <strong>de</strong> infortunio, salimos <strong>de</strong> la cárcel,<br />

acompañados <strong>de</strong>l Jefe <strong>de</strong> Policía señor Gutiérrez y <strong>de</strong>l señor Serena, que junto<br />

con algunos oficiales <strong>de</strong> la cárcel, proveyeron <strong>de</strong> armas a los militares que nos<br />

acompañaban.<br />

Nos dirigimos al Turó <strong>de</strong> Sardanyola, en las proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> nuestro colegio,<br />

y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel magnífico observatorio que domina toda la llanura <strong>de</strong> la<br />

Maresma, presenciamos la huida <strong>de</strong> los rojos, las evoluciones <strong>de</strong> los aviones<br />

nacionales, la voladura <strong>de</strong>l puente sobre la riera y el bombar<strong>de</strong>o y voladura<br />

<strong>de</strong>l polvorín <strong>de</strong> Llavaneras, Como las tropas se habían <strong>de</strong>tenido en Vilasar y<br />

no avanzaban, se les envió un mensaje, notificándoles cómo la plaza <strong>de</strong> Mataró<br />

había sido ya evacuada por los rojos y poco <strong>de</strong>spués, recibida la contraseña,<br />

mientras los oficiales que habían servido <strong>de</strong> enlace hacían su entrada triunfal<br />

en la ciudad, montados en las primeras tanquetas, nosotros entrábamos por la<br />

carretera <strong>de</strong> Argentona, yendo a encontrarnos en el Ayuntamiento en don<strong>de</strong><br />

fue nombrado comandante <strong>de</strong> la plaza el teniente coronel don Jacobo Roldan,<br />

Aquella misma noche ya pu<strong>de</strong> dormir tranquilo en casa <strong>de</strong> doña Nieves<br />

Bru, viuda <strong>de</strong> Nonell, que fue nuestra provi<strong>de</strong>ncia en la cárcel; y antes <strong>de</strong><br />

acostarnos pudimos oir, por la radio, el parte <strong>de</strong> guerra que comunicaba la<br />

liberación <strong>de</strong> Mataró.<br />

Después <strong>de</strong> treinta meses y cinco días en las cárceles rojas, María Auxiliadora<br />

y San Juan Bosco nos <strong>de</strong>volvían la libertad.<br />

238


LOS ESCONDIDOS<br />

Si dura y penosa fue la vida carcelaria que hubieron <strong>de</strong> soportar por más<br />

o menos tiempo el cuarenta por ciento <strong>de</strong> los salesianos <strong>de</strong> la Inspectoría Tarraconense,<br />

no fue menos dura y penosa la situación <strong>de</strong> aquellos otros hermanos<br />

que, para sustraerse a la muerte hubieron <strong>de</strong> refugiarse y permanecer escondidos<br />

en el domicilio <strong>de</strong> sus familiares o <strong>de</strong> personas amigas.<br />

Todos los que vivimos en la zona roja durante los tristes años <strong>de</strong> la guerra,<br />

recordaremos siempre con un estremecimiento <strong>de</strong> horror el pánico que <strong>de</strong> nosotros<br />

y <strong>de</strong> las personas que nos hospedaban se apo<strong>de</strong>raba al oír una llamada<br />

intempestiva a la puerta <strong>de</strong> la casa. Podía ser —y en muchos casos lo érala<br />

inocente visita <strong>de</strong> un amigo o <strong>de</strong> un pariente; que venía a traernos un poco <strong>de</strong><br />

alivio o el consuelo <strong>de</strong> su compañía; pero también podía ser la incursión repentina<br />

<strong>de</strong> las patrullas <strong>de</strong> control que iban registrando los domicilios particulares<br />

para <strong>de</strong>scubrir y apresar a las inocentes víctimas que en ellos vivían ocultas.<br />

Y este temor, este sobresalto continuo era lo que hacía preferible mil veces<br />

la cárcel a la permanencia en un reducido piso, en don<strong>de</strong>, a más <strong>de</strong>l encierro<br />

forzoso, sufría el pobre refugiado mil torturas morales ante la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong><br />

las fatales consecuencias que podían <strong>de</strong>rivarse <strong>de</strong> su captura.<br />

Por eso no es <strong>de</strong> extrañar que muchos, al verse ya en la cárcel, protegidos<br />

por las sólidas rejas <strong>de</strong> su prisión, exclamaran con un suspiro <strong>de</strong> alivio: «¡Gracias<br />

a Dios!... Ya estamos seguros.»<br />

Es cierto que en las cárceles hubo épocas en que la vida se hallaba a merced<br />

<strong>de</strong>l capricho <strong>de</strong> unos <strong>de</strong>salmados; que en las trágicas «sacas» eran elegidos,<br />

con preferencia, como víctimas propiciatorias, inocentes religiosos; pero al<br />

menos en Levante, a partir <strong>de</strong> Mayo <strong>de</strong> 1937, las cárceles ofrecían una relativa<br />

seguridad. En cambio cesaban los temores <strong>de</strong>l inminente registro, <strong>de</strong>saparecía<br />

el pánico que oprimía el corazón al menor ruido proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la escalera; se<br />

<strong>de</strong>sconocía el nerviosismo producido por la repentina llamada <strong>de</strong>l timbre y<br />

se acababa <strong>de</strong> una vez con el continuo temor <strong>de</strong> que el portero o un vecino<br />

cualquiera sospechara nuestra condición o nuestra presencia en la casa y la<br />

<strong>de</strong>nunciara a las patrullas...<br />

No es nuestra intención <strong>de</strong>scribir la monótona existencia que llevaban los<br />

hermanos así encerrados o prisioneros en sus propios domicilios; existencia<br />

239


que, en general, se reducía a una intensa vida espiritual, a conversaciones en<br />

voz baja, a la lectura <strong>de</strong> buenos libros cuando se tenía la fortuna <strong>de</strong> encontrarlos...<br />

Era una vida gris y anodina, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l constante sufrimiento moral<br />

producido por el temor, agigantado por la imaginación ociosa y exaltada.<br />

Con todo, hubo salesianos cuya vida, por lo curioso <strong>de</strong> su escondite o por<br />

las penalida<strong>de</strong>s a que se vieron sometidos, ofrece <strong>de</strong>talles interesantes que no<br />

quisiéramos quedaran en el olvido.<br />

LOS REFUGIADOS EN CASA BUSO<br />

Al salir <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> Valencia, el 29 <strong>de</strong> Julio, cada salesiano procuró<br />

acudir al sitio que <strong>de</strong> antemano se le había asignado. Los que tenían cerca a<br />

sus familiares, se dirigieron a sus casas; los <strong>de</strong>más aceptaron la generosa hospitalidad<br />

ofrecida por algunos Cooperadores y Antiguos Alumnos.<br />

Una <strong>de</strong> las familias que, a pesar <strong>de</strong> su humil<strong>de</strong> condición, con más generosidad<br />

ofreció su hacienda y su corazón a los hijos <strong>de</strong> Don Bosco, fue la familia<br />

Buso. Labradores acomodados, poseen una casa <strong>de</strong> campo gran<strong>de</strong>, aislada en<br />

la huerta y próxima al camino <strong>de</strong> Barcelona, no lejos <strong>de</strong> nuestro colegio; esta<br />

casa fue, durante más <strong>de</strong> un año, seguro asilo contra las pesquisas y registros<br />

más minuciosos.<br />

Los primeros en acogerse a este refugio fueron los coadjutores don José<br />

Marcos y don Vicente López, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un principio lo compartieron con los<br />

señores José y Ramón Pablo, parientes <strong>de</strong> la familia.<br />

Durante los primeros días permanecieron escondidos en una habitación <strong>de</strong>l<br />

piso bajo; mas creyéndose en peligro, a causa <strong>de</strong> los frecuentes registros, fueron<br />

literalmente emparedados, provistos <strong>de</strong> víveres suficientes, en el <strong>de</strong>sván <strong>de</strong> una<br />

cuadra. A los pocos días, aquel encierro se les hizo insoportable; por lo<br />

que hubieron <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> él, y entonces fue cuando a José Pablo se le ocurrió<br />

probar si el <strong>de</strong>sván <strong>de</strong> la casa era más cómodo que el <strong>de</strong> la cuadra.<br />

Practicado un agujero en la chimenea <strong>de</strong>l piso, se comprobó que era mejor<br />

instalarse en aquel <strong>de</strong>sván que, aunque más bajo, era en cambio más vasto y<br />

parecía más seguro. Y aquí se trasladaron los cuatro hombres, tristes, abatidos<br />

y sin vislumbrar el final <strong>de</strong> aquel encierro. Cerca <strong>de</strong> siete meses pasaron allí<br />

en una soledad enloquecedora, sin nada que les distrajera o elevara un poco su<br />

espíritu abatido.<br />

A últimos <strong>de</strong> Febrero <strong>de</strong> 1937 vino a distraerlos y a consolarlos en su soledad<br />

la compañía <strong>de</strong> dos sacerdotes: el salesiano don Luis Xancó y el Reverendo<br />

don Pedro Navarro, sacerdote <strong>de</strong> la diócesis <strong>de</strong> Teruel, los cuales se<br />

habían visto obligados a abandonar su anterior refugio ante la inminencia <strong>de</strong><br />

un registro.<br />

DON LUIS XANCÓ<br />

He aquí cómo refiere sus peripecias esté salesiano:<br />

«Al salir <strong>de</strong> la cárcel me dirigí al domicilio <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> mis antiguos alumnos<br />

con quien me ligaban muy buenas relaciones- Me recibió con gran<strong>de</strong>s muestras<br />

<strong>de</strong> agrado; pero enterada la policía <strong>de</strong> que por aquellos alre<strong>de</strong>dores<br />

había escondidos varios sacerdotes salidos <strong>de</strong> la cárcel, empezó una batida<br />

240


minuciosa, por lo que tuve que salir precipitadamente <strong>de</strong> mi refugio para no<br />

comprometer a mis bienhechores.<br />

Durante aquel día anduve buscando inútilmente un nuevo asilo don<strong>de</strong> cobijarme.<br />

Por la tar<strong>de</strong> pu<strong>de</strong> comer y me fue ofrecido un lecho don<strong>de</strong> pasar la<br />

noche, en una casa <strong>de</strong> campo <strong>de</strong> Alboraya; pero con la condición <strong>de</strong> que<br />

buscara nuevo asilo al día siguiente. Volví a Valencia, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> llamar a<br />

la puerta <strong>de</strong> varios amigos sin resultado —todos tenían miedo— fui a parar<br />

a una pensión en don<strong>de</strong>, no sin gran<strong>de</strong>s dificulta<strong>de</strong>s, me admitieron como<br />

huésped.<br />

En días sucesivos continué la inútil búsqueda <strong>de</strong> un asilo <strong>de</strong>finitivo entre<br />

las diversas personas que conocía en Valencia, hasta que, finalmente, vino a<br />

buscarme a la pensión, con el fin <strong>de</strong> llevarme a su casa, situada en el barrio<br />

Don Bosco, el señor don Serafín García, padre <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> mis alumnos, al<br />

cual <strong>de</strong>bemos eterna gratitud los Salesianos <strong>de</strong> Valencia por su generosidad<br />

y por el inminente peligro en que se ponía a sí mismo, a su familia y hacienda,<br />

por favorecernos y protegernos en todas las circunstancias. Era el 3 <strong>de</strong> Agosto.<br />

Permanecí siete meses en casa <strong>de</strong> don Serafín García, ocupando una buhardilla<br />

en la que viví completamente solo durante todo este tiempo. No tenía<br />

siquiera un libro para entretenerme. Por las noches bajaba un ratito a conferenciar<br />

con un sacerdote que vivía con sus familiares en el piso superior y que<br />

también estaba escondido. Pasaba las horas <strong>de</strong>l día rezando continuamente.<br />

No salía <strong>de</strong> la casa para nada; ni siquiera me era permitido asomarme a la<br />

ventana, pues era interés <strong>de</strong> todos que ningún vecino sospechara siquiera mi<br />

presencia. Por supuesto, que tampoco tuve el consuelo <strong>de</strong> celebrar la Santa<br />

Misa ni <strong>de</strong> recibir la Sagrada Comunión. Podía, en cambio, confesarme cada<br />

ocho días.<br />

El día 7 <strong>de</strong> Febrero tuve el consuelo <strong>de</strong> recibir la grata visita <strong>de</strong> nuestro<br />

buen hermano don José Pintado, venido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Mataró con el fin <strong>de</strong> saber algo<br />

<strong>de</strong> nosotros y ofrecernos su ayuda. Aunque fue muy corta la visita, constituyó<br />

para mí la mayor alegría que podía imaginar.<br />

Pocos días <strong>de</strong>spués la policía tuvo confi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> que en aquella casa se<br />

escondían tres sacerdotes: el señor cura antes mencionado, un Padre Escolapio<br />

que vivía con su madre en el segundo piso y yo. Por fortuna entre los<br />

mismos agentes hubo uno que, dotado <strong>de</strong> sentimientos humanitarios, nos avisó<br />

con tiempo para po<strong>de</strong>r evitar la captura.<br />

Pero, ¿a dón<strong>de</strong> ir? La caridad inagotable <strong>de</strong> Ramón Buso fue nuestra salvación<br />

al ofrecernos asilo en su casa. Allí encontramos a los dos salesianos, don<br />

V. López y el señor Marcos, con dos familiares <strong>de</strong>l señor Buso. Nos repartimos<br />

entre los seis el incómodo, pero provi<strong>de</strong>ncial <strong>de</strong>sván.<br />

El día 9 <strong>de</strong> Marzo, aniversario <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Domingo Savio, aumentó<br />

la colonia con la llegada <strong>de</strong> don Basilio Bustillo, Prefecto <strong>de</strong>l Colegio <strong>de</strong> Valencia,<br />

y <strong>de</strong> don José Nácher, un tradicionalista perseguido implacablemente<br />

por su significación política.»<br />

DON BASILIO BUSTILLO<br />

Des<strong>de</strong> el día 7 <strong>de</strong> Agosto, en que se vio forzado a abandonar su postrer<br />

refugio en Valencia, don Basilio había sido recibido por José Buso, el cual<br />

puso a su disposición un vasto pajar próximo a su casa <strong>de</strong> campo. En él per-<br />

242


maneció cuatro meses, solo, casi a oscuras, con la única compañía <strong>de</strong> alguna<br />

culebra, centenares <strong>de</strong> ratas y otras alimañas, sufriendo el asfixiante calor<br />

<strong>de</strong>l verano que <strong>de</strong>jaba aquel pajar —cuyas pare<strong>de</strong>s eran simples tabiques <strong>de</strong><br />

ladrillo— cal<strong>de</strong>ado como un horno. No le cabía el alivio <strong>de</strong> hablar y <strong>de</strong>sahogarse<br />

con nadie, y ni se atrevía a toser, porque todo se oía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el exterior,<br />

pues junto al pajar había un sen<strong>de</strong>ro por don<strong>de</strong> transitaba infinidad <strong>de</strong> gente.<br />

Su único consuelo lo constituían las espaciadas visitas nocturnas <strong>de</strong> sus<br />

huéspe<strong>de</strong>s, don José y doña Amparo, que le llevaban alimentos para varios<br />

días, alimentos que <strong>de</strong>bía guardar casi constantemente en la mano, para que<br />

no se los arrebatasen las ratas y otros compañeros <strong>de</strong> guarida.<br />

Veíase forzado, a<strong>de</strong>más, a una inmovilidad casi absoluta, pues el local<br />

estaba abarrotado <strong>de</strong> paja <strong>de</strong> arroz y <strong>de</strong> los útiles empleados en la industria<br />

familiar <strong>de</strong> las flores.<br />

El 27 <strong>de</strong> Noviembre le llegó un compañero: el ya citado don José Nácher;<br />

pero esta compañía, sin aliviar gran cosa la soledad, sólo sirvió para aumentar<br />

el miedo y los peligros. Aquel lugar <strong>de</strong> horror, siempre oscuro, parecía seguro;<br />

pero era sumamente peligroso. Seguro por su soledad y aislamiento; peligroso<br />

porque esa misma soledad dificultaba o hacía sospechoso el aprovisionamiento<br />

<strong>de</strong> los encerrados, ya que siempre había por aquellos parajes algunas personas<br />

que podían sospechar <strong>de</strong> las periódicas visitas,..<br />

Transcurrieron otros cuatro meses eternos, aburridos, agotadores, hasta<br />

que al comenzar el mes <strong>de</strong> Marzo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un invierno angustioso por el<br />

frío, como lo había sido el verano por el calor, al acercarse la primavera era<br />

humanamente imposible permanecer en aquel encierro. Por ello, don Basilio<br />

comenzó una novena a Domingo Savio, pidiéndole «<strong>de</strong>mostrase la imposibilidad<br />

<strong>de</strong> permanecer en aquel encierro», Domingo Savio le escuchó. El 9 <strong>de</strong><br />

Marzo, en el momento en que terminaba la novena, el señor Buso fue a avisarles<br />

que era peligroso permanecer en el pajar, ya que todo el campo vecino<br />

estaba cercado por guardias <strong>de</strong> asalto en servicio <strong>de</strong> vigilancia,<br />

Al atar<strong>de</strong>cer se retiraron los guardias y entonces los dos prisioneros, acompañados<br />

<strong>de</strong>l guardián, salieron y fueron a refugiarse en el <strong>de</strong>sván <strong>de</strong> la otra<br />

casa, don<strong>de</strong> los esperaban otros seis compañeros <strong>de</strong> infortunio,<br />

Al día siguiente volvióse a montar la guardia <strong>de</strong>l campo, y se acercaron al<br />

pajar, rompieron el tragaluz tapiado <strong>de</strong> encima <strong>de</strong> la puerta y,.„ afortunadamente,<br />

los pájaros habían volado.,<br />

EL DESVÁN<br />

El célebre <strong>de</strong>sván <strong>de</strong> la casa Buso era un hueco formado por el cielo raso <strong>de</strong>l<br />

piso y la doble vertiente <strong>de</strong>l tejado <strong>de</strong> la casa. Su altura tan sólo permitía<br />

permanacer <strong>de</strong> pie en el ángulo <strong>de</strong> la vertiente; fuera <strong>de</strong> esa línea no había<br />

espacio más que para permanecer sentado o acostado sobre las vigas. Había<br />

que tener, a<strong>de</strong>más, sumo cuidado en no pisar el cañizo, pues en este caso quedaría<br />

<strong>de</strong>latada la presencia <strong>de</strong> los escondidos, ya por el ruido, ya por los<br />

<strong>de</strong>sconchados que las pisadas producirían inevitablemente en el yeso <strong>de</strong>l techo.<br />

Para entrar en este refugio había que subir por la estrecha chimenea, en<br />

la que se había practicado un agujero a la altura <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sván.<br />

La oscuridad en aquel recinto era casi absoluta, ya que apenas entraba una<br />

tenue claridad por un pequeño agujero practicado junto al tejado. La venti-<br />

244


lación era, asimismo, insuficiente. Un farolillo, alimentado con aceite, disipaba<br />

un tanto las tinieblas, permitiendo verse unos a otros durante las comidas o en<br />

los ratos que, para entretenerse, jugaban a las cartas.<br />

Más tar<strong>de</strong>, colocando unas tablas sobre las vigas, se obtuvo una mayor<br />

comodidad y ya se podía permanecer echado sin peligro <strong>de</strong> pisar el cielo raso.<br />

En aquel reducido espacio, sin más <strong>de</strong>fensa contra las inclemencias <strong>de</strong>l<br />

calor y <strong>de</strong>l frío que unas simples tejas, el verano resultaba asfixiante, en una<br />

atmósfera recalentada como un horno y por el aire corrompido por la exudación<br />

<strong>de</strong> tantas personas. Las tejas, al contacto <strong>de</strong> la mano, quemaban como si estuvieran<br />

en un horno y favorecidos por el calor, se reproducían una infinidad<br />

<strong>de</strong> insectos que no permitían un momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso. En invierno, por el<br />

contrario, se helaban materialmente <strong>de</strong> frío, que no podían combatir, ya que<br />

era imposible hacer ejercicios físicos <strong>de</strong> ninguna clase. Las horas se <strong>de</strong>slizaban<br />

monótonas, eternas, sin distinguir apenas el día <strong>de</strong> la noche.<br />

Durante el día se procuraba dormir todo el tiempo posible. Se rezaban las<br />

oraciones ordinarias y otras que sugerían la <strong>de</strong>voción y el estado en que se<br />

hallaban. El resto lo pasaban entretenidos en algún juego, que les hiciera<br />

olvidar por unos minutos su triste situación.<br />

Por la noche, si no había novedad, podían bajar al piso; pero esta bajada<br />

estaba llena <strong>de</strong> dificulta<strong>de</strong>s. Había que <strong>de</strong>scolgarse con una cuerda por el<br />

cañón <strong>de</strong> la chimenea; naturalmente, no todos estaban en disposición y con<br />

fuerzas para realizar tales acrobacias y hubo quien no bajó ni una sola vez,<br />

como el señor Marcos, que permaneció allí encerrado trece meses sin po<strong>de</strong>r<br />

estirar las piernas...<br />

Una vez en el piso, a puertas cerradas, y tomadas todas las precauciones<br />

necesarias, se cambiaban impresiones con los dueños <strong>de</strong> la casa; se oía la radio<br />

nacional, se recibía una inyección <strong>de</strong> aliento y <strong>de</strong> esperanza y pronto, pues los<br />

dueños <strong>de</strong> casa, como labradores, habían <strong>de</strong> madrugar, subían <strong>de</strong> nuevo al<br />

<strong>de</strong>sván por el mismo camino <strong>de</strong> la chimenea, llevándose, <strong>de</strong> paso, el tizne<br />

y el hollín <strong>de</strong> que estaba interiormente revestida.<br />

Por este mismo conducto se subía la comida o la ropa y se bajaba diariamente<br />

el cubo <strong>de</strong>... basura, que con sus fétidas emanaciones contribuía a hacer<br />

más irrespirable el ambiente durante el día...<br />

En caso <strong>de</strong> alarma o <strong>de</strong> registro, cosa harto frecuente, a una señal convenida,<br />

los reclusos quedaban en una inmovilidad absoluta, hasta que. pasado<br />

el peligro, <strong>de</strong>saparecía este estado <strong>de</strong> tensión. Cuando había algún bombar<strong>de</strong>o<br />

<strong>de</strong> aviación, había que aguantarlo allí arriba, hasta que terminase, encomendándose<br />

a la bondad <strong>de</strong> la Divina Provi<strong>de</strong>ncia.<br />

Con lo dicho, pue<strong>de</strong> hacerse cargo el lector <strong>de</strong> lo horrible <strong>de</strong> aquel encierro,<br />

comparado con el cual eran preferibles las cárceles y las mismas checas.<br />

«Hay cosas —escribe uno <strong>de</strong> los emparedados— que si uno no las hubiera<br />

visto con sus propios ojos, no las creería. Todos hubiéramos enfermado si el<br />

Señor no nos hubiera protegido con un continuo milagro. Quien no los haya<br />

experimentado personalmente, no pue<strong>de</strong> hacerse cargo <strong>de</strong> nuestros sufrimientos<br />

físicos y morales.»<br />

245


ien los visitaron don José Mir y don Esteban Casáis, en sus viajes a aquella<br />

ciudad,<br />

A mediados <strong>de</strong> Septiembre llegó a Valencia, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Gerona, el<br />

hermano coadjutor don Gaspar Mestre, enviado por los Superiores para remediar,<br />

en lo posible, la situación <strong>de</strong> los escondidos y trasladarlos a Gerona,<br />

en don<strong>de</strong> la vida prometía una mayor tranquilidad. El provi<strong>de</strong>ncial encuentro<br />

en la estación término con don José Baquero le facilitó la tarea <strong>de</strong> la búsqueda<br />

<strong>de</strong> los Salesianos, con quienes se puso en contacto.<br />

Venía provisto <strong>de</strong> documentación y salvoconducto para todos, documentos<br />

que él se había procurado a costa <strong>de</strong> mil peligros y trabajos.<br />

El primero en marchar a Gerona fue don Basilio Bustillo, que logró encontrar<br />

en esta ciudad una colocación aceptable hasta el término <strong>de</strong> la guerra.<br />

Más tar<strong>de</strong>, el 22 <strong>de</strong> Septiembre, salieron con el mismo <strong>de</strong>stino don Luis<br />

Xancó y el señor Marcos, El señor López no quiso moverse <strong>de</strong> aquel lugar,<br />

en don<strong>de</strong> permaneció hasta la liberación <strong>de</strong> Valencia, ¡Dos años y medio!,,.<br />

Los sufrimientos <strong>de</strong> tan largo encierro acabaron por trastornarle el juicio.<br />

El señor Marcos, a consecuencia <strong>de</strong> los trece meses <strong>de</strong> completa inactividad<br />

pasados en el <strong>de</strong>sván, ya que por su corpulencia le resultaba extremadamente<br />

penoso el bajar al piso durante la noche, cuando salió <strong>de</strong> su encierro apenas<br />

podía sostenerse en pie. Tenía las piernas muy hinchadas y sufría por ello<br />

intensos dolores al intentar el menor movimiento. Poco a poco, con un ejercicio<br />

mo<strong>de</strong>rado y una alimentación más nutritiva, se fue reponiendo un tanto, aunque<br />

al terminar la guerra aún se resentía <strong>de</strong> su larga y forzosa inmovilidad,<br />

GRATITUD<br />

Así pudieron salvar su vida este grupito <strong>de</strong> Salesianos, los cuales no cesarán<br />

jamás <strong>de</strong> rogar a María Auxiliadora y a San Juan Bosco que bendigan<br />

y recompensen cumplidamente a la benemérita familia Buso, especialmente a<br />

doña Aurora (q, e, p, d,), a sus hijos Ramón, Pepe, Salvador y Ángeles, que<br />

fueron, en realidad, mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong> abnegación y sacrificio, para con los hijos <strong>de</strong><br />

Don Bosco, La Congregación Salesiana guardará eternamente su nombre en el<br />

registro <strong>de</strong> sus más beneméritos Cooperadores,<br />

EN CASA ALBORS<br />

Otro <strong>de</strong> los Antiguos Alumnos que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo <strong>de</strong> la Revolución<br />

ofreció generosamente su persona y hacienda a los Salesianos fue don Elias<br />

Albors, Es la suya una gran casa <strong>de</strong> campo, situada cerca <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong><br />

Barcelona y a muy poca distancia <strong>de</strong>l Penal <strong>de</strong> San Miguel <strong>de</strong> los Reyes:<br />

Por esta causa se hallaba muy expuesta a la continua vigilancia <strong>de</strong> la Policía,<br />

sobre todo en tiempos <strong>de</strong> alguna agitación, en que era probable algún golpe<br />

<strong>de</strong> mano para libertar a los presos,<br />

A pesar <strong>de</strong>l constante peligro <strong>de</strong> los registros, no vaciló el buen ex alumno<br />

en albergar en su casa a cuantos Salesianos llamaron a su puerta.<br />

Los primeros en acogerse a su hospitalidad fueron los Rvdos, don Rafael<br />

Luna y don Juan Ortega, que se dirigieron allí apenas salieron <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong><br />

Mestalla, A primeros <strong>de</strong> Agosto se les juntó don Feliciano Unzu y pocos días<br />

248


LA FUENTE DE ENERGÍAS<br />

Allí, en aquella especie <strong>de</strong> cárcel, tuvieron que convivir ocho personas <strong>de</strong><br />

tan diverso carácter y condición, día tras día, durante meses interminables.<br />

No faltaban momentos <strong>de</strong> <strong>de</strong>saliento, sobre todo cuando al señor López,<br />

excitado por el largo y penoso encierro, le sobrevenían crisis nerviosas que<br />

<strong>de</strong>jaban en todos penosísima impresión.<br />

Por fortuna tenían el antídoto <strong>de</strong> la oración, que se practicaba regularmente<br />

como en comunidad; a<strong>de</strong>más, la frecuente confesión —único sacramento que<br />

durante muchos meses podían recibir— los fortalecía y animaba cuando el<br />

cansancio o la fatiga los abrumaban.<br />

Celebraban, a<strong>de</strong>más, las solemnida<strong>de</strong>s religiosas, las novenas y conmemoraciones<br />

litúrgicas, <strong>de</strong> la mejor manera posible: con extremada pobreza <strong>de</strong><br />

medios, sí; pero con gran riqueza <strong>de</strong> afectos y <strong>de</strong>voción.<br />

El consuelo <strong>de</strong> recibir la Sagrada Comunión no lo tuvieron hasta la fiesta<br />

<strong>de</strong> María Auxiliadora <strong>de</strong> 1937, en que los salesianos refugiados en casa Albors<br />

les enviaron una cajita con el Pan <strong>de</strong> los Fuertes.<br />

Animados con esto, pensaron en celebrar, a su vez, la Santa Misa, para<br />

tener a su disposición la Santísima Eucaristía. Mil dificulta<strong>de</strong>s se oponían a<br />

ello; pero la constancia y buena voluntad las superaron todas, y al fin consiguieron<br />

su intento. Para ello, en las primeras horas <strong>de</strong> la madrugada, cuando<br />

todo era quietud y silencio, se <strong>de</strong>slizaban por la chimenea, e improvisando lo<br />

más esencial, se procedía a la celebración <strong>de</strong>l Santo Sacrificio, en el comedor<br />

<strong>de</strong> la casa.<br />

— ¡Con emoción recuerdan todos aquella primera Misa, celebrada en la<br />

semioscuridad <strong>de</strong> un reducido aposento, por un sacerdote sucio, mal vestido,<br />

que utilizaba como altar una humil<strong>de</strong> mesita, por misal un cua<strong>de</strong>rnillo en don<strong>de</strong><br />

habían copiado la Misa Votiva <strong>de</strong> la Virgen; por cáliz un vaso común y por<br />

corporales un pañuelo <strong>de</strong> bolsillo!... Todos lloraban. El sacerdote tenía que<br />

interrumpir las oraciones por los sollozos que le ahogaban la voz; pero, ¡cuánta<br />

fe y qué piedad tan intensa la <strong>de</strong> aquella buenísima familia y la <strong>de</strong> sus protegidos,<br />

unidos todos en los mismos sentimientos <strong>de</strong> amor y <strong>de</strong> esperanza!...<br />

Terminado el piadoso acto y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un mo<strong>de</strong>sto refrigerio, en el que<br />

reinaba la mayor alegría, volvían a subir <strong>de</strong> nuevo a su escondite.<br />

LA SALIDA<br />

Durante varios meses, dadas las naturales precauciones y reservas adoptadas<br />

por los dueños <strong>de</strong> la casa, nadie supo el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> aquellos cuatro<br />

salesianos.<br />

A principios <strong>de</strong> Febrero <strong>de</strong> 1937, como ya hemos indicado, fue a Valencia<br />

el Prefecto <strong>de</strong> Mataró, don José Pintado, con el exclusivo fin <strong>de</strong> enterarse <strong>de</strong><br />

las condiciones en que se hallaban los Salesianos <strong>de</strong> aquella ciudad. Afligido<br />

por la <strong>de</strong>plorable situación en que se encontraban los refugiados en el <strong>de</strong>sván<br />

<strong>de</strong> la casa Buso, se ingenió para visitarlos y llevarles el consuelo <strong>de</strong> su presencia.<br />

A partir <strong>de</strong> esta primera visita, empezaron a estrecharse las relaciones<br />

entre los Salesianos <strong>de</strong> Valencia. Don Juan Sastre y don José M. a Baquero<br />

visitaban con frecuencia a los escondidos, llevándoles socorros y aliento. Tam-<br />

246


ien los visitaron don José Mir y don Esteban Casáis, en sus viajes a aquella<br />

ciudad.<br />

A mediados <strong>de</strong> Septiembre llegó a Valencia, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Gerona, el<br />

hermano coadjutor don Gaspar Mestre, enviado por los Superiores para remediar,<br />

en lo posible, la situación <strong>de</strong> los escondidos y trasladarlos a Gerona,<br />

en don<strong>de</strong> la vida prometía una mayor tranquilidad. El provi<strong>de</strong>ncial encuentro<br />

en la estación término con don José Baquero le facilitó la tarea <strong>de</strong> la búsqueda<br />

<strong>de</strong> los Salesianos, con quienes se puso en contacto.<br />

Venía provisto <strong>de</strong> documentación y salvoconducto para todos, documentos<br />

que él se había procurado a costa <strong>de</strong> mil peligros y trabajos.<br />

El primero en marchar a Gerona fue don Basilio Bustillo, que logró encontrar<br />

en esta ciudad una colocación aceptable hasta el término <strong>de</strong> la guerra.<br />

Más tar<strong>de</strong>, el 22 <strong>de</strong> Septiembre, salieron con el mismo <strong>de</strong>stino don Luis<br />

Xancó y el señor Marcos. El señor López no quiso moverse <strong>de</strong> aquel lugar,<br />

en don<strong>de</strong> permaneció hasta la liberación <strong>de</strong> Valencia. ¡Dos años y medio!...<br />

Los sufrimientos <strong>de</strong> tan largo encierro acabaron por trastornarle el juicio.<br />

El señor Marcos, a consecuencia <strong>de</strong> los trece meses <strong>de</strong> completa inactividad<br />

pasados en el <strong>de</strong>sván, ya que por su corpulencia le resultaba extremadamente<br />

penoso el bajar al piso durante la noche, cuando salió <strong>de</strong> su encierro apenas<br />

podía sostenerse en pie. Tenía las piernas muy hinchadas y sufría por ello<br />

intensos dolores al intentar el menor movimiento. Poco a poco, con un ejercicio<br />

mo<strong>de</strong>rado y una alimentación más nutritiva, se fue reponiendo un tanto, aunque<br />

al terminar la guerra aún se resentía <strong>de</strong> su larga y forzosa inmovilidad.<br />

GRATITUD<br />

Así pudieron salvar su vida este grupito <strong>de</strong> Salesianos, los cuales no cesarán<br />

jamás <strong>de</strong> rogar a María Auxiliadora y a San Juan Bosco que bendigan<br />

y recompensen cumplidamente a la benemérita familia Buso, especialmente a<br />

doña Aurora (q. e. p. d.), a sus hijos Ramón, Pepe, Salvador y Ángeles, que<br />

fueron, en realidad, mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong> abnegación y sacrificio, para con los hijos <strong>de</strong><br />

Don Bosco. La Congregación Salesiana guardará eternamente su nombre en el<br />

registro <strong>de</strong> sus más beneméritos Cooperadores.<br />

EN CASA ALBORS<br />

Otro <strong>de</strong> los Antiguos Alumnos que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo <strong>de</strong> la Revolución<br />

ofreció generosamente su persona y hacienda a los Salesianos fue don Elias<br />

Albors. Es la suya una gran casa <strong>de</strong> campo, situada cerca <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong><br />

Barcelona y a muy poca distancia <strong>de</strong>l Penal <strong>de</strong> San Miguel <strong>de</strong> los Reyes:<br />

Por esta causa se hallaba muy expuesta a la continua vigilancia <strong>de</strong> la Policía,<br />

sobre todo en tiempos <strong>de</strong> alguna agitación, en que era probable algún golpe<br />

<strong>de</strong> mano para libertar a los presos.<br />

A pesar <strong>de</strong>l constante peligro <strong>de</strong> los registros, no vaciló el buen ex alumno<br />

en albergar en su casa a cuantos Salesianos llamaron a su puerta.<br />

Los primeros en acogerse a su hospitalidad fueron los Rvdos. don Rafael<br />

Luna y don Juan Ortega, que se dirigieron allí apenas salieron <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong><br />

Mestalla. A primeros <strong>de</strong> Agosto se les juntó don Feliciano Unzu y pocos días<br />

248


<strong>de</strong>spués acudía al mismo asilo don Juan Corbella; proce<strong>de</strong>ntes ambos <strong>de</strong> Alcoy.<br />

Des<strong>de</strong> un principio organizaron su horario, adaptándolo, en lo posible, a<br />

la vida <strong>de</strong> Comunidad practicada en el colegio. Nadie les interrumpía durante<br />

la jornada; así es que repartían sus horas entre la oración, el estudio<br />

y el honesto esparcimiento mediante algún juego que entretuviera las largas<br />

horas <strong>de</strong> forzoso encierro.<br />

Ocupaban un vasto granero, sobre la planta baja <strong>de</strong> la casa, en don<strong>de</strong><br />

residía la familia. En aquel granero se acumulaban los sacos <strong>de</strong> las cosechas<br />

y los enseres <strong>de</strong> labranza. En los espacios huecos se habían procurado un<br />

lugar para <strong>de</strong>scansar, mediante unos colchones y sacos <strong>de</strong> paja, que <strong>de</strong> día<br />

ocultaban cuidadosamente. En aquel lugar, accesible sólo a los dueños <strong>de</strong> la<br />

casa, vivían con relativa holgura y comodidad. Para mayor seguridad, habían<br />

practicado en la ventana que da al camino <strong>de</strong> Barcelona un agujero, por el<br />

cual, el vigía, don Feliciano, acechaba el acceso a la casa, a fin <strong>de</strong> dar la señal<br />

<strong>de</strong> alarma en caso preciso. Cuando esto acaecía, bajaban a un corral, cuyo piso<br />

<strong>de</strong> tierra apisonada, era la bóveda <strong>de</strong> un subterráneo, al cual bajaban levantando<br />

una trampa, formada por cuatro baldosas, y que en tiempo normal estaba<br />

recubierta por el estiércol <strong>de</strong> las caballerías.<br />

Para bajar al subterráneo era preciso <strong>de</strong>slizarse a través <strong>de</strong> un estrecho<br />

túnel muy iclinado que conducía a una especie <strong>de</strong> catacumba, tan baja, que<br />

hubo que rebajar el piso para po<strong>de</strong>r mantenerse en pie. Como en ella se<br />

filtraba la humedad <strong>de</strong> la huerta, se hubo <strong>de</strong> cubrir el suelo con gran cantidad<br />

<strong>de</strong> serrín <strong>de</strong> corcho. De este subterráneo partían unas galerías ciegas o <strong>de</strong>rrumbadas<br />

que en otro tiempo, cuando la casa era molino, <strong>de</strong>jaban paso al<br />

agua. En este escondite i<strong>de</strong>al había siempre una buena provisión <strong>de</strong> galletas<br />

y conservas, amén <strong>de</strong> bujías y cerillas para; el caso en que se vieran obligados<br />

a utilizarlo durante un tiempo más prolongado que lo previsto.<br />

Don Juan Ortega, que se hallaba muy <strong>de</strong>licado <strong>de</strong> salud, y temía agravarse<br />

y tal vez morir en el escondite, había encargado a sus compañeros que le<br />

dieran sepultura en una <strong>de</strong> aquellas galerías, cavándose él mismo la fosa<br />

en que <strong>de</strong>bía ser enterrado.<br />

Afortunadamente no se realizaron tan fúnebres presagios, y a este subterráneo<br />

no tuvieron que bajar sino rarísimas veces y por breve tiempo.<br />

El resto <strong>de</strong> su vida lo pasaron en el granero, amplio y bien ventilado, en<br />

don<strong>de</strong> hacían su vida ordinaria. Podían gozar <strong>de</strong> vez en cuando <strong>de</strong> la conversación<br />

<strong>de</strong> los familiares <strong>de</strong>l señor Albors, quje subían algunos ratos a hacerles<br />

compañía y los ponían al corriente <strong>de</strong> lo que'pasaba en el mundo.<br />

Refiere un salesiano que fue a visitarlos a últimos <strong>de</strong> Febrero:<br />

«Me recibieron como bajado <strong>de</strong>l Cielo. ¡Pobrecitos!... ¡Qué <strong>de</strong>mostraciones<br />

<strong>de</strong> cariño!... Estaban bien; no les faltaba nada, excepto la libertad. Para mejor<br />

combatir el frío, a falta <strong>de</strong> abrigos, llevaban una especie <strong>de</strong> dalmática, formada<br />

con un saco al que habían practicado tres agujeros para sacar la cabeza y los<br />

brazos, y ceñido al cuerpo por una cuerda. Don Feliciano parecía un ermitaño<br />

<strong>de</strong> la Tebaida.<br />

La familia Albors les había cedido un aparato <strong>de</strong> radio, con el que podían<br />

escuchar la radio Nacional. Me enseñaron ciertas señales para el caso <strong>de</strong><br />

alarma y el escondite para utilizarlo si se presentaban a algún registro. No<br />

carecían <strong>de</strong> libros, pues el señor Albors puso a su disposición su nutrida<br />

biblioteca, en la que abundaban los libros <strong>de</strong> tema religioso —uno <strong>de</strong> sus antepasados<br />

había sido sacerdote—. Especialmente don Juan Corbella tenía escri-<br />

250


tos ya una infinidad <strong>de</strong> apuntes <strong>de</strong> Escritura, Dogma, Ascética, Sociología<br />

y Acción Católica.<br />

Me expusieron su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> que los proveyera <strong>de</strong> un misalito para po<strong>de</strong>r<br />

celebrar la santa Misa y prometí complacerlos, como lo hice poco <strong>de</strong>spués,<br />

en mi segunda visita.<br />

Me <strong>de</strong>spedí poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> «los cuatro Robinsones» —así se llamaban a<br />

sí mismos—, <strong>de</strong>jándoles una pequeña ayuda en metálico, y me marché altamente<br />

edificado <strong>de</strong> la piedad, buen espíritu y alegría con que soportaban el<br />

cautiverio.»<br />

LA SALIDA<br />

Con ocasión <strong>de</strong>l ya mencionado viaje a Valencia, don José Pintado acudió<br />

a visitar a este grupo <strong>de</strong> hermanos, llevándoles el consuelo <strong>de</strong> la Sagrada Comunión,<br />

<strong>de</strong> la que se veían privados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo <strong>de</strong> la Revolución. Poco<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esta visita, don Rafael Luna pudo salir y marchar a Barcelona,<br />

en don<strong>de</strong> residían sus familiares.<br />

Los que quedaron pudieron empezar a celebrar poco <strong>de</strong>spués el Santo Sacrificio<br />

<strong>de</strong> la Misa, gracias al misalito que les proporcionó don J. M. Baquero;<br />

y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces su situación mejoró notablemente, ya que la presencia constante<br />

<strong>de</strong> Jesús Sacramentado ponía un rayo <strong>de</strong> luz vivísima en la oscuridad <strong>de</strong><br />

su vida <strong>de</strong> reclusos-<br />

Más tar<strong>de</strong>, con ocasión <strong>de</strong> la visita <strong>de</strong>l señor Mestre, que los proveyó a<br />

todos <strong>de</strong> documentación, salió don Juan Corbella, que se dirigió a Barcelona,<br />

y luego a Mataró, en don<strong>de</strong> <strong>de</strong>splegó una actividad incansable y eficacísima<br />

como sacerdote entre las numerosas familias que acudían a pedirle ayuda<br />

espiritual.<br />

En Noviembre <strong>de</strong> 1939 salió don Juan Ortega, que prefirió permanecer en<br />

Valencia, en don<strong>de</strong> pasó los últimos meses <strong>de</strong> la contienda sin más peligros.<br />

Quedóse en el granero don Feliciano Unzu, para asistir, como sacerdote,<br />

a sus generosos protectores, con quienes permaneció hasta el fin <strong>de</strong> la guerra.<br />

En los últimos tiempos ya se gozaba <strong>de</strong> una mayor libertad; a<strong>de</strong>más, recibía<br />

la visita <strong>de</strong> varios Salesianos que le distraían y animaban con su compañía.<br />

LOS HERMANOS NÁCHER<br />

Al producirse el Alzamiento, <strong>de</strong> los tres hermanos que a la Congregación<br />

ha dado esta cristiana familia, el mayor, don Enrique, se hallaba en Pamplona.<br />

Don Ricardo predicaba los Ejercicios Espirituales a los hermanos <strong>de</strong> Valencia;<br />

mas por precaución iba a dormir a casa <strong>de</strong> su madre, en el barrio <strong>de</strong><br />

Ruzafa, y por esta causa se libró <strong>de</strong> ir a la cárcel cuando fueron <strong>de</strong>tenidos<br />

los <strong>de</strong>más Salesianos.<br />

Don Alfonso <strong>de</strong>sempeñaba el cargo <strong>de</strong> Catequista en el colegio <strong>de</strong> Mataró,<br />

y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la incautación <strong>de</strong>l colegio, al reanudarse el servicio ferroviario,<br />

se trasladó a Valencia, creyendo que allí no habría alcanzado tanta<br />

virulencia la persecución religiosa. Su llegada a la casa materna coincidió<br />

precisamente con el apogeo <strong>de</strong> los incendios y matanzas, por lo que hubo <strong>de</strong><br />

escon<strong>de</strong>rse, junto con su hermano don Ricardo, en su propio domicilio, sin dar<br />

señales <strong>de</strong> su estancia.<br />

251


No obstante, su presencia había sido observada por un vecino que, aunque<br />

rojo, era amigo <strong>de</strong> la familia y les aconsejó que en vez <strong>de</strong> permanecer ocultos,<br />

se <strong>de</strong>dicaran abiertamente a las faenas campestres, y <strong>de</strong> este modo, tal vez se<br />

ganaran la benevolencia y simpatía <strong>de</strong>l Comité. Así lo hicieron, y durante<br />

unas semanas, el trabajo <strong>de</strong>l campo curtió sus rostros y encalleció sus manos.<br />

Parecía que todo iba bien y que podían seguir tranquilamente este género <strong>de</strong><br />

vida, que si bien era duro para ellos, poco acostumbrados a tan penosas tareas,<br />

era, con todo, compensado por la relativa seguridad <strong>de</strong> que gozaban, en compañía<br />

<strong>de</strong> su madre y <strong>de</strong> todos sus hermanos.<br />

PRIMERAS ALARMAS<br />

Pero una noche, a eso <strong>de</strong> las once, vino un amigo, apodado «Sangonera»,<br />

a anunciarles que en el Casino el Comité había <strong>de</strong>cidido capturar a los dos<br />

sacerdotes. La consternación que se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> la familia no es para <strong>de</strong>scrita.<br />

Lágrimas, sollozos, abrazos <strong>de</strong>lirantes, como si ya los vieran en el «auto <strong>de</strong><br />

la muerte».<br />

Mas no había tiempo que per<strong>de</strong>r. Zafándose dulcemente <strong>de</strong> los brazos<br />

maternales, los dos hermanos se apresuraron a escon<strong>de</strong>rse entre los tupidos<br />

maizales que ro<strong>de</strong>an la casa, aislada, a su vez, por las profundas y amplias<br />

acequias <strong>de</strong> drenaje que tanto abundan en aquellos marjales.<br />

Afortunadamente no tuvo lugar el temido registro; mas la intranquilidad<br />

había hecho presa en todos y aumentaba con la espera. Durante muchos días<br />

tuvireon que estar escondidos entre los altos maizales, echados sobre la tierra,<br />

siempre húmeda, con un saco por lecho y expuestos a las picaduras <strong>de</strong> los<br />

infinitos mosquitos que pululan por aquellos lugares pantanosos. Tenían que<br />

atarse las bocamangas y los pantalones por el tobillo y envolverse bien las<br />

manos y la cara para no ser presa <strong>de</strong> los voraces insectos, que al menor <strong>de</strong>scuido<br />

<strong>de</strong>jaban la cara horriblemente hinchada.<br />

Y mientras uno dormía, o hacía lo posible por conseguirlo, si la asfixia o<br />

el calor sofocante se lo permitía, el otro vigilaba, luchando a manotazos con<br />

los mosquitos.<br />

Pero no era éste el peor <strong>de</strong> sus sufrimientos. A pocos metros <strong>de</strong> la casa<br />

se encuentra la carretera <strong>de</strong>l Saler, <strong>de</strong> trágica fama por ejecutarse en este sitio<br />

el epílogo <strong>de</strong> los criminales paseítos. Allí paraban los «autos fantasmas»,<br />

se <strong>de</strong>sembarazaban <strong>de</strong> su carga humana, y pocos momentos <strong>de</strong>spués el crepitar<br />

<strong>de</strong> las ametralladoras anunciaba una nueva carnicería.<br />

Éste era el mayor tormento. Tormento que se repetía tres, cuatro y hasta<br />

ocho veces durante la misma noche; y la horrible matanza se renovaba noche<br />

tras noche, sin excepción, durante tres larguísimos, eternos meses...<br />

Muchas veces la agonía <strong>de</strong> las víctimas se prolongaba en angustiosos, <strong>de</strong>sgarradores<br />

lamentos que erizaban los cabellos <strong>de</strong> espanto y <strong>de</strong>tenían la circulación<br />

en las venas, hasta que el seco estampido <strong>de</strong> un pistoletazo acababa<br />

con los sufrimientos y la vida <strong>de</strong> la pobre víctima.<br />

Naturalmente, la imaginación <strong>de</strong> los dos hermanos <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> representarse el<br />

momento, quizá no lejano, en que ellos también se verían ante el piquete criminal.<br />

—Yo gritaré: ¡Viva Cristo Rey! —<strong>de</strong>cía don Ricardo.<br />

—Yo, no —contestaba don Alfonso—. Yo no quiero que interpreten ese<br />

252


grito en un sentido político. Yo gritaré: ¡Viva Cristo Jesús! Así moriremos<br />

tan sólo por sacerdotes, y nada más.<br />

Así pasaban días y noches,.. Mientras había luz, recitaban el Oficio <strong>de</strong> la<br />

Santísima Virgen, valiéndose <strong>de</strong> un librito salvado milagrosamente. Después<br />

rezaban el Santo Rosario, repitiéndolo una y otra vez...<br />

Cuando transcurrido cierto tiempo se fue adormeciendo un tanto su temor,<br />

ya se atrevieron a refugiarse durante el día en casa, y pudieron <strong>de</strong>scansar y<br />

rehacerse <strong>de</strong> las tristes y angustiosas noches pasadas en vela.<br />

Un día, mientras vigilaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una <strong>de</strong> las ventanas que da a la carretera,<br />

vieron que se acercaba un grupo <strong>de</strong> milicianos armados con fusiles.<br />

—Ya están aquí... —exclamaron.<br />

En un abrir y cerrar <strong>de</strong> ojos bajaron y se escondieron entre los maizales.<br />

Los milicianos cercaron la casa, pusieron guardias en las puertas por don<strong>de</strong><br />

momentos antes habían escapado sus víctimas, que a través <strong>de</strong> las plantas<br />

podían verlo y oirlo todo.<br />

-—Que vengan en seguida todos los <strong>de</strong> la casa —exclamaron los facinerosos.<br />

Como los hombres se hallaban trabajando en el campo, fueron a llamarlos,<br />

y cuando los tuvieron <strong>de</strong>lante, <strong>de</strong>rigiéndose a Pascual, le dijeron:<br />

—Tú eres cura.<br />

—No ^—respondió—. Yo soy fotógrafo. Soy casado y tengo dos hijos.<br />

Preguntaron a un vecino si era verdad lo que <strong>de</strong>cía, y como confirmase<br />

la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> Pascual, no le importunaron más.<br />

Se había hecho correr la voz <strong>de</strong> que los dos sacerdotes habían salido para<br />

Barcelona, y ahora, casi asegurados <strong>de</strong> ello, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un minucioso registro<br />

<strong>de</strong> toda la casa, se lo creyeron y así se marcharon confiados.<br />

Quince días más tar<strong>de</strong> sufrieron otro registro. Era la hora <strong>de</strong> la comida<br />

y domingo. Estaba toda la familia reunida, pero también esta vez pudieron<br />

escapar a tiempo y burlar a sus perseguidores.<br />

TRIBUTO DE SANGRE<br />

Finalmente, el día 19 <strong>de</strong> Octubre <strong>de</strong> 1937, Dios escogió su víctima en<br />

aquella cristiana familia; pero no fue ninguno <strong>de</strong> los sacerdotes, sino su hermano<br />

Vicente, a quien con engaños y mentiras sacaron <strong>de</strong> casa para fusilarle<br />

dos días más tar<strong>de</strong>.<br />

El día 25 <strong>de</strong>l mismo mes, nuevo registro. Esta vez faltó muy poco para<br />

que los pillaran en casa; pues confiando en que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l alevoso crimen<br />

les darían unos días <strong>de</strong> tregua, no habían tomado las habituales precauciones.<br />

Con todo, a la voz <strong>de</strong> alarma, aún pudieron escabullirse por la puerta <strong>de</strong> la<br />

cuadra. Apenas la habían abandonado, cuando la ocuparon los milicianos. Fue<br />

cuestión <strong>de</strong> segundos.<br />

Este registro fue más <strong>de</strong>tenido. Registraron incluso el campo en los aire<strong>de</strong>dores<br />

<strong>de</strong> la casa, pasando a pocos pasos <strong>de</strong>l lugar en don<strong>de</strong> estaban escondidos<br />

los dos sacerdotes, pero provi<strong>de</strong>ncialmente no los vieron.<br />

No habiendo encontrado nada sospechoso, reunieron a la familia y dijeron:<br />

—Sabemos <strong>de</strong> fijo que aquí se escon<strong>de</strong>n dos curas.<br />

—Los había —contestaron—; ya han venido cuatro veces a buscarlos. Hace<br />

tiempo que marcharon a Barcelona.<br />

Con esta duda se retiraron los milicianos, pero no <strong>de</strong>l todo convencidos.<br />

254


DECISIÓN HEROICA<br />

Estos trastornos y la alarma continua en que vivían, tuvieron tristes consecuencias<br />

para la anciana madre, que iba poco a poco perdiendo las fuerzas<br />

y la salud. El recuerdo <strong>de</strong>l hijo asesinado y el sobresalto por los dos sacerdotes<br />

a quienes con tanto afán buscaban los asesinos, minaron gravemente su<br />

salud* Por este motivo los dos sacerdotes <strong>de</strong>cidieron acabar <strong>de</strong> una vez con<br />

las incertidumbres y las congojas; por lo que, al día siguiente <strong>de</strong>l último registro,<br />

se presentaron en la Comisaría <strong>de</strong> Policía <strong>de</strong> Valencia para <strong>de</strong>clarar su<br />

personalidad y sustraerse así a las arbitrarieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los milicianos, poniéndose<br />

bajo el control <strong>de</strong> los organismos oficiales, que siempre inspiraban más confianza.<br />

El comisario, viendo su entereza, se interesó por ellos y se ofreció a acompañarlos<br />

al Gobierno Civil, en don<strong>de</strong> confiaba en las gestiones <strong>de</strong> un inspector<br />

que le merecía confianza. Pero en su lugar les salió a recibir un sujeto mal<br />

encarado que dijo:<br />

—Vosotros aún seguiréis creyendo en Dios, en la Virgen y en los santos...<br />

Pues yo... (y aquí comenzó a vomitar por aquella boca toda suerte <strong>de</strong> blasfemias<br />

).<br />

—Señor —le dijo don Alfonso—. Nosotros somos Salesianos. Hemos <strong>de</strong>dicado<br />

nuestra vida entera a la educación <strong>de</strong> la juventud. Si usted quiere, podríamos<br />

dar clase a obreros.<br />

—¿Vosotros? ¡Ca, hombre, ca! Vosotros no sabéis enseñar. No conocéis<br />

los cantos revolucionarios. No hacéis más que inculcar en los niños la humildad,<br />

la obediencia, la resignación; y esto no sirve para nada. Con eso lo que<br />

hacéis es enca<strong>de</strong>nar el obrero al capitalista que os paga. Hay que enseñar al<br />

niño la libertad, la rebeldía contra toda autoridad...<br />

—Entonces —insinuó don Alfonso—, podríamos cultivar la tierra.<br />

—¿Tenéis tierras? Bien, eso sí; a trabajar, pues, pero <strong>de</strong> firme. Que no se<br />

os vea tratar con ningún cura ni monja. El día que me entere <strong>de</strong> que os habéis<br />

entrevistado con alguno <strong>de</strong> esa ralea, ese día habréis acabado. Ea, fuera, no<br />

os encierro siquiera.<br />

— ¡Salud!...<br />

Y así se resolvió la situación. Se proveyeron <strong>de</strong> documentación y <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

aquel día pudieron vivir tranquilos en el seno <strong>de</strong>l hogar hasta que les llegó<br />

la hora <strong>de</strong> incorporarse a las filas en el Ejército rojo.<br />

Todo parecía tranquilo; pero les faltaba algo para completar la relativa felicidad<br />

<strong>de</strong> aquella vida campesina.<br />

Y ese algo lo obtuvieron con la visita que en el mes <strong>de</strong> Febrero les hizo<br />

don José Pintado. Éste les comunicó la autorización pontificia para celebrar<br />

la Santa Misa en las condiciones que las circunstancias permitían.<br />

Des<strong>de</strong> aquel día cambió ya por completo el aspecto <strong>de</strong> su vida. Con Jesús<br />

en casa, con el consuelo <strong>de</strong> celebrar el Santo Sacrificio, las penas se endulzaron<br />

y la esperanza era cada día más viva.<br />

255


LOS SOLDADOS DE NEGR1N...<br />

Pasaron <strong>de</strong> este modo algunos meses, con relativa tranquilidad, cuando a<br />

mediados <strong>de</strong>l 1938 fueron llamadas sus quintas y se vieron obligados a incorporarse<br />

a filas. Afortunadamente no tuvieron que ir al frente, ya que por adolecer<br />

ambos <strong>de</strong> la vista fueron incorporados a servicios auxiliares. Extractamos<br />

<strong>de</strong> la relación <strong>de</strong> don Alfonso algunas anécdotas interesantes.<br />

PERO SIEMPRE SACERDOTES<br />

«... Los tres mil soldados <strong>de</strong> mi grupo habíamos sido <strong>de</strong>stinados a Ayelo <strong>de</strong><br />

Malferit. Hacíamos la caminata a pie, <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nadamente; los que teníamos<br />

buenas piernas procurábamos a<strong>de</strong>lantarnos, pues nos constaba que en el pueblo<br />

.—'<strong>de</strong> apenas dos mil ochocientos habitantes.— no había alojamiento para todos.<br />

Los rezagados se verían obligados a instalarse en algún pajar...<br />

Lo que más sentía en aquellas circunstancias era el tener que truncar mi<br />

vida sacerdotal, que hasta entonces había podido ejercitar en mi casa. Levanté<br />

los ojos al cielo y pedí a mi Ángel <strong>de</strong> la Guarda que encaminara mis pasos.<br />

A la entrada <strong>de</strong>l pueblo me salieron al encuentro unos niños curiosos. «Es<br />

Don Bosco quien me los envía, dije entre mí. Ellos me guiarán,»<br />

—¿Sabéis —les pregunté— una casa en don<strong>de</strong> pueda hospedarme?<br />

Cruzaron entre sí unas miradas, y uno <strong>de</strong> ellos me contestó:<br />

—Venga; en casa <strong>de</strong> don Luis Sancho estará bien.<br />

Le seguí y a poco se <strong>de</strong>tenía frente a la casa <strong>de</strong> mejor apariencia <strong>de</strong>l pueblo.<br />

Un anciano acudió a mi llamada. Le dije:<br />

—'Soy Maestro Nacional. Vengo <strong>de</strong>stinado a este pueblo y <strong>de</strong>searía albergue<br />

para los días <strong>de</strong> mi permanencia aquí.<br />

El anciano me miró sonriente. Él era bachiller en Artes y por consiguiente<br />

el hombre más culto <strong>de</strong>l pueblo. Seguramente esperaría que mi compañía había<br />

<strong>de</strong> serle agradable. Me ofreció su domicilio y a continuación pasamos un<br />

par <strong>de</strong> horas en grata y amena charla. Luego me hizo la presentación <strong>de</strong> sus<br />

familiares. Entre ellos había una monja exclaustrada. Yo pensé: «¿Será una<br />

vocación perdida o una religiosa obligada a abandonar su convento?»<br />

Bien pronto salí <strong>de</strong> dudas. Tanto ella como la esposa <strong>de</strong> don Luis eran dos<br />

almas escogidas. Fluyeron las confi<strong>de</strong>ncias y al saber que yo era sacerdote,<br />

lloraron <strong>de</strong> alegría.<br />

—'Por fin ^—exclamaban—• Dios ha escuchado nuestras súplicas y nos ha<br />

concedido la gracia <strong>de</strong> tener un sacerdote. Pero no le diga nada a don Luis.<br />

Don Luis era un republicano viejo. Pero <strong>de</strong> ninguna manera aprobaba la<br />

marcha <strong>de</strong> esta República <strong>de</strong> criminales. Logré ganarme su confianza y su corazón.<br />

Cuando, terminada la guerra, le revelé mi personalidad, quedó tan emocionado,<br />

que su fe empezó a revivir. No conocía la vida sacerdotal, sobre la<br />

que abrigaba muchos prejuicios. Dios le ha concedido la gracia <strong>de</strong> volver<br />

a la luz.<br />

Volviendo a mi relato, aquella buena familia me proporcionó todo lo necesario<br />

para celebrar la Santa Misa y así pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>sempeñar mis funciones sacerdotales<br />

con gran consuelo <strong>de</strong> mi corazón y provecho espiritual <strong>de</strong> numerosos<br />

fieles.<br />

256


BUSCANDO UN AMIGO<br />

Un día se me ocurrió que estando próxima la ciudad <strong>de</strong> Onteniente, podía<br />

intentar ponerme en comunicación con don Rafael Cerda, <strong>de</strong> quien carecíamos<br />

<strong>de</strong> noticias. Recordando que uno <strong>de</strong> sus familiares tiene una pastelería, me<br />

<strong>de</strong>diqué a recorrer las calles para ver si daba con ella; pero no la encontré.<br />

En mi segunda visita, una semana más tar<strong>de</strong>, me dieron razón <strong>de</strong> ella; pero<br />

estaba cerrada. En la tercera me <strong>de</strong>cidí a obtener al menos una indicación, y<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> golpear fuertemente la puerta, mi constancia se vio recompensada.<br />

Me hicieron penetrar por una puertecita lateral, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los primeros titubeos,<br />

me <strong>de</strong>claré:<br />

—Soy sacerdote salesiano, <strong>de</strong> Mataró, Y quisiera saber noticias <strong>de</strong> don<br />

Rafael,<br />

La extremada pru<strong>de</strong>ncia —que en aquellos tiempos era imprescindible— los<br />

obligó a manifestarme que no conocían a dicho sujeto, ni podían darme ninguna<br />

referencia acerca <strong>de</strong> él. Naturalmente, <strong>de</strong>sconfiaban <strong>de</strong> un soldado <strong>de</strong> Negrín,<br />

que bien podía ser un agente <strong>de</strong>l S, I, M,<br />

No me <strong>de</strong>salenté por ello. Recordé que tenía un hermano médico y <strong>de</strong>cidí<br />

investigar por este lado. Me presenté en su casa,<br />

—¿Está el doctor?<br />

—Visita <strong>de</strong> doce a dos —me dijo la portera,<br />

—No necesito sus servicios. Se trata <strong>de</strong> un asunto particular,<br />

—Pues entonces vaya al hospital,<br />

—Pero, ¿no hay nadie <strong>de</strong> la familia en casa, con quien pudiera hablar?<br />

—Está su hermana.<br />

—¿Podría verla?<br />

—Creo que sí, ¿A quién anuncio?<br />

—A un amigo <strong>de</strong>l doctor.<br />

Bajó doña Anita.<br />

—¿Es usted la hermana <strong>de</strong>l doctor Cerda?<br />

—Sí, señor, para servirle.<br />

—¿No tiene usted un hermano que se llama Rafael? Yo soy salesiano, <strong>de</strong><br />

Mataró. Mi nombre es Alfonso Nácher,<br />

Al oir pronunciar mi nombre, cambió ya el tono <strong>de</strong>l diálogo. Bajando la voz<br />

me dijo:<br />

—Vive, y está aquí. ¡Cuánto ha hablado <strong>de</strong> usted!.,.<br />

-¿Yno podría verle?<br />

—Imposible. No ha visto a nadie <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace dos años. Enrique (el médico)<br />

no quiere,<br />

—Pues entonces haga el favor <strong>de</strong> saludarle <strong>de</strong> mi parte. Ya volveré otro día,<br />

LA ENTREVISTA<br />

A la semana siguiente me presenté <strong>de</strong> nuevo en casa <strong>de</strong>l doctor. Pregunté<br />

directamente por su hermana, la cual me dijo que allí no podía ver a don<br />

Rafael, pues las doncellas no eran <strong>de</strong> absoluta confianza. Para ello <strong>de</strong>bía ir<br />

al Centro <strong>de</strong> las Juventu<strong>de</strong>s Socialistas, en don<strong>de</strong> daba clase <strong>de</strong> Francés.<br />

Me presenté en el local, calle <strong>de</strong> la F. A. I., en don<strong>de</strong> fui recibido por el<br />

Secretario.<br />

17.—'<strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

257


'—Soy —le dije— un soldado <strong>de</strong> guarnición en Ayelo, que quisiera perfeccionar<br />

mis conocimientos <strong>de</strong> francés, ¿No podría asistir a las clases una vez<br />

por semana?<br />

—Aquí sólo se dan clases a los camaradas <strong>de</strong> las Juventu<strong>de</strong>s.<br />

—Pero es un soldado —interrumpió otro camarada—• Bien po<strong>de</strong>mos hacer<br />

una excepción con él.<br />

—¿Y qué texto <strong>de</strong>bo procurarme?<br />

—Para eso entiéndase directamente con el profesor. Está en aquella sala.<br />

Espere a que termine la clase y podrá hablar con él.<br />

—¿Y los honorarios?<br />

—Eres soldado. Nada.<br />

—Gracias, camaradas.<br />

Poco <strong>de</strong>spués, sin po<strong>de</strong>r aguantar la impaciencia que me <strong>de</strong>voraba, entreabrí<br />

la puerta <strong>de</strong> la clase. Me vio... y nos entendimos con una rápida mirada.<br />

Aquel día la clase fue muy corta.<br />

Salieron los alumnos... ¡y qué abrazo más apretado nos dimos, una vez<br />

cerrada la puerta con llave! ¡Cuántas cosas que contarnos y cuántas lágrimas<br />

<strong>de</strong> consuelo <strong>de</strong>rramamos juntos!... Luego <strong>de</strong>dicamos un recuerdo a los hermanos<br />

mártires: Don José Calasanz, don Francisco Bandrés... Él no sabía nada.<br />

Des<strong>de</strong> aquella fecha, nos vimos todos los miércoles.»<br />

Hasta aquí don Alfonso Nácher.<br />

ÚNICO SUPERVIVIENTE<br />

Don Rafael Cerda, Consejero Escolástico <strong>de</strong> Mataró, había salido para<br />

Onteniente, don<strong>de</strong> resi<strong>de</strong> su familia, para someterse a la cura <strong>de</strong> aguas. El<br />

Movimiento le sorprendió en casa <strong>de</strong> su hermano don Enrique, médico, el cual<br />

vivía con su hermana Anita. Los primeros días <strong>de</strong> la Revolución transcurrieron<br />

con relativa tranquilidad, tanto, que pudo don Rafael celebrar la Santa Misa<br />

en la iglesia <strong>de</strong> San Miguel hasta el 27 <strong>de</strong> Julio. De los seis sacerdotes que en<br />

dicho día celebraron en aquella iglesia, el único superviviente es don Rafael.<br />

Los <strong>de</strong>más fueron todos asesinados poco <strong>de</strong>spués.<br />

Por <strong>de</strong>sgracia se <strong>de</strong>sató bien pronto la ferocidad roja, iniciándose en Onteniente<br />

los famosos «paseítos».<br />

Don Enrique Cerda, que como médico había hecho innumerables beneficios<br />

a toda clase <strong>de</strong> personas, era apreciado y respetado por todos; pero temía<br />

por su hermano, ya que a pesar <strong>de</strong> las segurida<strong>de</strong>s que repetidamente le daban,<br />

no podía confiar gran cosa en la palabra <strong>de</strong> aquellos asesinos. Una muestra<br />

<strong>de</strong> su ferocidad la da el asesinato perpetrado en la persona <strong>de</strong>l Arcipreste <strong>de</strong><br />

Santa María, a quien fueron a buscar al cercano pueblo <strong>de</strong> Bocairente; a pesar<br />

<strong>de</strong> hallarse en cama con cuarenta grados <strong>de</strong> fiebre, lo sacaron <strong>de</strong> ella envuelto<br />

en unas mantas, le llevaron a la carretera, en don<strong>de</strong> le dispararon un tiro.<br />

Como no muriera en el acto, le acabaron <strong>de</strong> matar pasándole el coche varias<br />

veces por encima, hasta <strong>de</strong>jar su cuerpo completamente <strong>de</strong>strozado.<br />

Con semejantes actos <strong>de</strong> ferocidad, nadie podía consi<strong>de</strong>rarse seguro; por<br />

eso toda la familia <strong>de</strong> don Rafael estaba en continuo sobresalto; a pesar <strong>de</strong> lo<br />

cual, don Enrique no quiso separarse <strong>de</strong> su hermano, ni permitir que saliera<br />

al extranjero, pues temía, y con fundamento, que una vez alejado <strong>de</strong> su protección<br />

lo matasen en la carretera.<br />

258


Varios fueron los capitostes rojos que se presentaron a don Enrique para<br />

asegurarle que mientras ellos vivieran no había <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>rle a su hermano<br />

nada <strong>de</strong>sagradable. El primero fue el propio presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Comité, que ya<br />

llevaba sobre su conciencia cincuenta sentencias <strong>de</strong> muerte. Otro fue un condiscípulo<br />

<strong>de</strong> primeras letras <strong>de</strong> don Rafael, el cual, encontrándose un día en la<br />

calle con don Enrique, le preguntó por «el jesuíta», y al enterarse <strong>de</strong> que<br />

lo tenía en casa, le dijo que iría a hacerle una visita.<br />

En efecto, se presentó en casa pocos días <strong>de</strong>spués, saludó a su antiguo condiscípulo<br />

y habló en plan <strong>de</strong> amigo un buen rato, entre frecuentes libaciones<br />

<strong>de</strong> coñac. Al <strong>de</strong>spedirse, le dijo a don Rafael:<br />

—Mira. Yo he matado a nueve curas; pero si alguien quiere matarte a tif<br />

antes habrá <strong>de</strong> pasar por encima <strong>de</strong> mi cadáver.<br />

Pese a todas estas segurida<strong>de</strong>s, don Rafael permaneció encerrado en casa<br />

<strong>de</strong> su hermano.<br />

Al principio tenía el consuelo <strong>de</strong> rezar el Breviario, ya que no podía celebrar<br />

la Santa Misa; pero al publicarse un bando que mandaba <strong>de</strong>struir todos<br />

los objetos religiosos que se guardaban en las casas, tuvo que <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong><br />

él, limitándose a satisfacer su piedad con la lectura <strong>de</strong> algunos libros que<br />

se pudieron sustraer al fuego, por no consi<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong>l todo comprometedores.<br />

Más tar<strong>de</strong>, calmada un tanto la furia persecutoria, se atrevió a celebrar la<br />

Santa Misa, siempre con las máximas precauciones, hasta tal punto que ni los<br />

mismos familiares estaban enterados <strong>de</strong> ello, ya que los únicos asistentes al acto<br />

eran su hermana Anita y una anciana sirvienta <strong>de</strong> toda confianza.<br />

Al principio sus ocupaciones se reducían a hacer cuerda <strong>de</strong> esparto, para<br />

que si viniera alguna visita o registro intempestivo, le encontraran ocupado en<br />

algo útil. Más tar<strong>de</strong>, aumentando la seguridad, daba algunas clases <strong>de</strong> francés<br />

a personas amigas que acudían a su domicilio.<br />

PROFESOR DEL P. 5. £/.<br />

Finalmente, en Abril <strong>de</strong> 1938, un miliciano le propuso que diera clase a los<br />

analfabetos en el local <strong>de</strong> las Juventu<strong>de</strong>s Socialistas Unificadas, con lo cual ya<br />

no daría lugar a habladurías su prolongada reclusión, que empezaba a comentarse.<br />

El mismo miliciano le proveyó <strong>de</strong> documentación y le presentó al presi<strong>de</strong>nte<br />

y al secretario <strong>de</strong>l Partido, los cuales le aceptaron como maestro <strong>de</strong><br />

Francés.<br />

Des<strong>de</strong> entonces daba sus clases a las horas señaladas, con gran contento<br />

<strong>de</strong> los alumnos, que progresaban rápidamente.<br />

Sin <strong>de</strong>jar sus clases en el local <strong>de</strong>l P. S. U., abrió en su propio domicilio<br />

una escuela particular, a la que acudían los hijos <strong>de</strong> personas amigas <strong>de</strong> la<br />

familia.<br />

A medida que pasaba el tiempo, los alumnos oficiales iban disminuyendo,<br />

pues tenían que aten<strong>de</strong>r a otras ocupaciones, hasta el punto que hubo <strong>de</strong> cerrarse<br />

la escuela. Entonces se <strong>de</strong>dicó por completo a las clases particulares.<br />

Entre sus numerosos alumnos había algunas niñas pertenecientes a las más<br />

respetables familias <strong>de</strong> la ciudad, cuyos padres pidieron a don Rafael que les<br />

diera clase especial <strong>de</strong> Religión y Moral cristiana, a lo que, como era natural,<br />

se prestó complacidísimo.<br />

259


EL SACERDOTE<br />

A este grupo, predilecto y reducido, les daba clase aparte, a las nueve<br />

<strong>de</strong> la mañana; y bien pronto se enfervorizaron tanto aquellas jovencitas, que<br />

solicitaron con insistencia <strong>de</strong> su profesor que les permitiera recibir los Santos<br />

Sacramentos <strong>de</strong> la Confesión y Comunión, Al principio se resistía, temiendo<br />

que no fueran capaces <strong>de</strong> guardar el secreto; pero tales muestras <strong>de</strong> piedad<br />

dieron y tantas garantías <strong>de</strong> formalidad, que acabó por con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r a su<br />

insistente <strong>de</strong>manda* Es más; les permitió asistir al Santo Sacrificio* Y así, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

mediados <strong>de</strong> Enero <strong>de</strong> 1939, la escuela se convirtió en una especie <strong>de</strong> catacumba,<br />

en don<strong>de</strong> aquellas almas generosas se robustecían en la piedad con la asistencia<br />

a los Divinos Misterios y la recepción diaria <strong>de</strong> la Santísima Eucaristía*<br />

El Santo Sacrificio se celebraba sobre uno <strong>de</strong> los armarios en que se guardaban<br />

los efectos escolares* Este armario, durante el día, se convertía en Sagrario,<br />

lo cual permitía a don Rafael pasar casi todo el día en compañía <strong>de</strong><br />

Jesús Sacramentado* Muchas veces, el tiempo <strong>de</strong> clase <strong>de</strong>stinado a aquel grupo<br />

escogido, se pasaba por entero <strong>de</strong>dicado a la oración, como sucedió en los días<br />

<strong>de</strong> Carnaval, en que se rezaba el Trisagio en <strong>de</strong>sagravio al Señor* También<br />

se practicaba el Ejercicio <strong>de</strong> la Buena Muerte y el Primer Viernes <strong>de</strong> mes.<br />

Antes <strong>de</strong> comenzar, y al terminar las clases, se hacía el acto <strong>de</strong> <strong>de</strong>sagravio al<br />

Señor y preces especiales por el feliz término <strong>de</strong> la guerra*<br />

Finalmente, el 29 <strong>de</strong> Marzo, terminada la Santa Misa, que fue la última que<br />

se dijo en la clase-catacumba, la Radio Nacional daba la noticia <strong>de</strong> la liberación<br />

<strong>de</strong> Onteniente, terminando con ello los treinta y dos meses <strong>de</strong> cautiverio<br />

rojo*<br />

DON FIDEL MARTÍN<br />

Otro caso notable <strong>de</strong> encierro forzoso fue el <strong>de</strong> este joven sacerdote, que<br />

al salir <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> Valencia y acompañado <strong>de</strong> don Pedro Mesonero, fue a<br />

refugiarse en Meliana, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> tuvieron que huir a poco <strong>de</strong> haber sido avisados<br />

<strong>de</strong> que iban a <strong>de</strong>tenerlos*<br />

De allí se trasladaron a Torrente, en don<strong>de</strong> don Pedro esperaba encontrar<br />

albergue en casa <strong>de</strong> unos alumnos suyos <strong>de</strong>l colegio; mas por hallarse muy<br />

comprometidas las familias adon<strong>de</strong> acudió, <strong>de</strong>cidió volver a Almácera, en<br />

don<strong>de</strong> poco <strong>de</strong>spués fue <strong>de</strong>tenido y asesinado, según veremos más a<strong>de</strong>lante*<br />

Don Fi<strong>de</strong>l, que no conocía a nadie en Torrente, pasó el primer día en casa<br />

<strong>de</strong>l estanquero señor Agustín; pero no pudo quedarse en este lugar, ya que el<br />

dueño <strong>de</strong> la casa estaba <strong>de</strong>tenido en su propio domicilio, a disposición <strong>de</strong>l<br />

Comité local. Por este motivo, al llegar la noche, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar y acompañado<br />

por el propio señor Agustín, a través <strong>de</strong> los tejados fue a refugiarse<br />

en otra casa cercana en don<strong>de</strong> sólo se comprometieron a darle cama por aquella<br />

noche, a condición <strong>de</strong> que al día siguiente se buscase otro refugio; ya que<br />

tenían al esposo y a un hijo sacerdote en la cárcel y por este motivo no era<br />

aquél el refugio más a<strong>de</strong>cuado para otro sacerdote.<br />

Afortunadamente, al día siguiente, domingo, día 9 <strong>de</strong> Agosto, una vecina,<br />

enterada <strong>de</strong> la triste y comprometida situación <strong>de</strong> don Fi<strong>de</strong>l, sin conocerle en<br />

absoluto y guiada tan sólo por la más exquisita y <strong>de</strong>sinteresada caridad, se lo<br />

llevó a su domicilio.<br />

«Era una casa —refiere don Fi<strong>de</strong>l— que, por las personas que la habitaban,<br />

260


por los inmejorables vecinos que la ro<strong>de</strong>aban, por su posición estratégica en<br />

caso <strong>de</strong> peligro, no la hubiera encontrado más a propósito ni aun buscada con<br />

un candil.<br />

Habitaban aquel nido, hecho con pajuelas <strong>de</strong> amor y cariño, un matrimonio<br />

joven que vivía <strong>de</strong>l jornal cotidiano y tres hijos. El esposo, llamado Olegario<br />

Silla, y la esposa, María Andréu, eran fervorosos cristianos y almas verda<strong>de</strong>ramente<br />

escogidas. El hijo mayor, Pascual, estuvo todo el tiempo <strong>de</strong> la<br />

guerra en casa <strong>de</strong> la abuela materna, pues dada su corta edad y lo fácil <strong>de</strong> una<br />

impru<strong>de</strong>ncia, hubiera podido <strong>de</strong>latarme involuntariamente y comprometer a sus<br />

mismos padres. Éstos, pues, se vieron forzados a separarse <strong>de</strong> él, contentándose<br />

con ir a verle con frecuencia. ¿Cabe más heroico <strong>de</strong>sinterés en unos<br />

padres amantísimos <strong>de</strong> sus hijos, que este sacrificio, en aras <strong>de</strong> la sagrada hospitalidad?<br />

El mediano, José, apenas contaba tres años y se le hizo creer que yo era<br />

un tío suyo, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Valencia: el tío Jaime, nombre con que todos me<br />

conocían y me llamaban. Pepito fue mi mejor amigo y mi más celoso guardián,<br />

dándose perfecta cuenta <strong>de</strong> mi situación sin que jamás, en los dos años y medio<br />

<strong>de</strong> convivencia, se le escapase la menor alusión a mi presencia en la casa<br />

cuando hablaba con los extraños.<br />

El benjamín, Jesús, tenía seis meses. Lo <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> tres años. Se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir<br />

que he sido su niñera. ¡Cuántas veces lo he arrullado en la cuna o paseado en<br />

brazos para hacerle dormir o para acallar su llanto!... Gracias a esto su madre<br />

podía ir contenta y tranquila a sus quehaceres en el mercado, porque <strong>de</strong>jaba<br />

a su Jesusito en buenas manos.<br />

Se habían tomado todas las precauciones para evitar una sorpresa. Cuando<br />

la dueña <strong>de</strong> la casa se veía obligada a volver acompañada <strong>de</strong> alguna persona<br />

extraña, se entretenía dando vueltas a la llave, como si encontrara dificultad<br />

en abrir, y con esto me daba la señal y la ocasión para escon<strong>de</strong>rme, <strong>de</strong>jando<br />

antes al niño en la cuna.<br />

Y así el primer año <strong>de</strong> la guerra, durante el cual mis excelentes huéspe<strong>de</strong>s<br />

me alimentaron, vistieron, albergaron y sobre todo me <strong>de</strong>mostraron un afecto<br />

verda<strong>de</strong>ramente fraternal, al que jamás podré correspon<strong>de</strong>r dignamente.<br />

En todo este año, por no comprometerlos, me abstuve <strong>de</strong> celebrar la Santa<br />

Misa. A<strong>de</strong>más, <strong>de</strong>sconocía en absoluto las normas Pontificias a este respecto.<br />

No tuve ninguna noticia <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más hermanos salesianos. Tan sólo me comunicaron<br />

el trágico fin <strong>de</strong> don Pedro, asesinado en el Vedat <strong>de</strong> Torrente.<br />

El primer salesiano que vino a verme fue don Vicente Asensi, que me dio<br />

noticias <strong>de</strong> muchos salesianos. Des<strong>de</strong> este día pu<strong>de</strong> ya celebrar diariamente<br />

la Santa Misa, con gran consuelo propio y <strong>de</strong> mis piadosos huéspe<strong>de</strong>s.<br />

Más tar<strong>de</strong> vino también a visitarme el señor Mestre y don José María<br />

Baquero, dándome inmejorables noticias acerca <strong>de</strong> la marcha <strong>de</strong> la guerra.<br />

Durante este tiempo me vi obligado dos veces a saltar por los tejados<br />

para sustraerme a las pesquisas <strong>de</strong> la policía, que venía en busca <strong>de</strong> mi patrón,<br />

el cual, por sus i<strong>de</strong>as tradicionalistas, hubo <strong>de</strong> sufrir varios meses <strong>de</strong> cárcel<br />

Y así, entre alegrías y tristezas, pero siempre tranquilo y resignado con la<br />

voluntad <strong>de</strong> Dios, envuelto siempre en un ambiente <strong>de</strong> sonrisas y caridad cristiana<br />

<strong>de</strong> aquella excelente familia, que se <strong>de</strong>svivía porque nada me faltara y<br />

expuso su vida por salvar la mía, familia a quien yo he levantado un monumento<br />

<strong>de</strong> eterna gratitud en mi corazón, nos sorprendió la grata noticia <strong>de</strong> la<br />

liberación <strong>de</strong> Valencia y <strong>de</strong>l triunfo <strong>de</strong> la buena Causa.»<br />

262


LOS EVADIDOS<br />

Al producirse el Movimiento, algunos salesianos que, afortunadamente estaban<br />

provistos <strong>de</strong> pasaporte, pudieron marchar al extranjero sin ninguna<br />

dificultad, aprovechando el <strong>de</strong>sconcierto que durante las primeras semanas reinaba<br />

en las oficinas públicas. Muchas veces bastaba para salir <strong>de</strong> España el<br />

salvoconducto ordinario con el visto bueno o el sello <strong>de</strong> cualquier Comité,<br />

Los primeros en salir fueron los subditos extranjeros, italianos en su mayoría,<br />

que no fueron molestados en absoluto, y que, en buques <strong>de</strong> su nacionalidad,<br />

llegaron tranquilamente a Genova,<br />

Los cónsules <strong>de</strong> algunas repúblicas americanas, y el <strong>de</strong> San Marino, concedían<br />

pasaporte a muchos sacerdotes perseguidos, y gracias a su protección,<br />

se salvaron varios salesianos. Muchos más se hubieran salvado <strong>de</strong> la muerte<br />

o <strong>de</strong> la cárcel si algún miembro <strong>de</strong>l cuerpo consular se hubiera mostrado más<br />

valeroso y menos escrupuloso en la observancia <strong>de</strong> unas formalida<strong>de</strong>s que los<br />

rojos atropellaban diariamente.<br />

Con todo, fueron cerca <strong>de</strong> cuarenta los salesianos que pudieron salir <strong>de</strong> la<br />

España roja legalmente, por así <strong>de</strong>cirlo, provistos <strong>de</strong> su correspondiente pasaporte,<br />

sin otro inconveniente que el que producía el visado <strong>de</strong>l mismo, visado<br />

que se iba haciendo más dificultoso a medida que pasaban los días.<br />

En efecto, a comienzos <strong>de</strong> Septiembre se reorganizó en el Gobierno Civil<br />

la Sección <strong>de</strong> Pasaportes, y juzgando las autorida<strong>de</strong>s rojas que la guerra iba<br />

a ser larga, restringieron cada vez más la concesión <strong>de</strong> tales documentos, especialmente<br />

entre los hombres aptos para el servicio militar.<br />

Por otra parte, las gestiones para obtener el pasaporte no estaban exentas<br />

<strong>de</strong> peligros. En primer lugar, ciertas personas, <strong>de</strong>l servicio <strong>de</strong> espionaje especial,<br />

se fingían agentes <strong>de</strong>l socorro blanco y engañaban con buenas palabras<br />

a no pocos incautos, prometiéndoles toda suerte <strong>de</strong> facilida<strong>de</strong>s. Una vez en posesión<br />

<strong>de</strong> nombres y domicilios <strong>de</strong> las personas interesadas en salir <strong>de</strong> España,<br />

éstas eran <strong>de</strong>tenidas en su propias casas o en el instante <strong>de</strong> embarcar.<br />

De esta manera fueron engañados muchos sacerdotes y religiosos, que pagaron<br />

con la vida su excesiva confianza. En la memoria <strong>de</strong> todos está el infame<br />

lazo preparado a los Hermanos Maristas, que, fiados en estos intermediarios,<br />

fueron <strong>de</strong>tenidos en el puerto. De ellos, cerca <strong>de</strong> un centenar fueron asesinados,<br />

263


y los restantes hubieron <strong>de</strong> pasar en la cárcel la mayor parte <strong>de</strong>l período rojo»<br />

Por este motivo, <strong>de</strong>sconfiando <strong>de</strong> facilida<strong>de</strong>s sospechosas y actuando con<br />

calma, pero sobre seguro, los Salesianos <strong>de</strong> Mataró, que tenían mayor libertad<br />

<strong>de</strong> acción, lograron adquirir los pasaportes para los hermanos enfermos o<br />

ancianos» Gracias a sus gestiones, pudieron pasar la frontera, a comienzos <strong>de</strong>l<br />

año 1937, los Rvdos» don Juan Toldrá y don Luis Rivera, junto con los hermanos<br />

coadjutores señor Más y señor Larumbe, Más tar<strong>de</strong> consiguieron salir<br />

también los Rvdos» don Fabián Iñigo, don Félix Solanes, don Antonio Recaséns<br />

y el hermano coadjutor señor Garrués.<br />

Se estaba trabajando en la obtención <strong>de</strong> otros pasaportes cuando la inesperada<br />

y súbita <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> los hemanos <strong>de</strong> Mataró dio al traste con todos<br />

los trabajos y esperanzas.<br />

DIFICULTADES DEL PASAPORTE<br />

La consecución <strong>de</strong> un pasaporte, especialmente para un sacerdote, era empresa<br />

<strong>de</strong> titanes» Había que pasar días y semanas <strong>de</strong> oficina en oficina, hacer<br />

mil visitas a los Comités, Sindicatos, Jefatura, Alcaldías <strong>de</strong> barrio, y, finalmente,<br />

obtener el visto bueno <strong>de</strong>l consulado francés»<br />

Y en todas partes dilaciones, negativas, rotundas al principio; mas luego,<br />

a fuerza <strong>de</strong> insistir, se lograba un poco <strong>de</strong> atención» Entonces comenzaban las<br />

ór<strong>de</strong>nes contradictorias y absurdas.<br />

Para que el lector pueda hacerse una i<strong>de</strong>a aproximada <strong>de</strong> lo que representaba<br />

la obtención <strong>de</strong> un pasaporte, transcribiremos las siguientes líneas <strong>de</strong> don<br />

Félix Solanes:<br />

«Después <strong>de</strong> invocar a María Auxiliadora y a Don Bosco, me presenté en<br />

la antigua Capitanía General para obtener permiso a fin, <strong>de</strong> que me reconociera<br />

el médico» Se negaron a conce<strong>de</strong>rme ningún documento si antes no llevaba<br />

la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong>l Jefe <strong>de</strong> Sanidad Militar» Fui a visitar a este señor;<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> larguísima espera, se negó a reconocerme mientras no hubiera sido<br />

llamada mi quinta»<br />

No me <strong>de</strong>sanimé ante su negativa; antes al contrario, con toda la amabilidad<br />

<strong>de</strong> que fui capaz, le fui exponiendo el <strong>de</strong>caimiento nervioso, el cansancio y el<br />

peligro constante en que me ponía mi enfermedad <strong>de</strong>l corazón, insistiendo en<br />

que no era humano el <strong>de</strong>jar morir <strong>de</strong> susto a un pobre hombre en cualquiera<br />

<strong>de</strong> aquellos bombar<strong>de</strong>os <strong>de</strong> los «facciosos». Por otra parte, añadí, soy completamente<br />

inútil para el servicio militar y aun para cualquier trabajo»<br />

Gracias a la protección <strong>de</strong> María Auxiliadora conseguí ablandarle y accedió<br />

a redactar el ansiado certificado; pero puso como condición que le presentara<br />

otro certificado, extendido por el Consejero <strong>de</strong> Defensa <strong>de</strong> Mataró, quien <strong>de</strong>bía<br />

examinar mi estado.<br />

Nueva e imprevista dificultad; pero volví a insistir en que, habida cuenta<br />

<strong>de</strong> lo que me perjudicaban tantos viajes, me dispensara <strong>de</strong> tal requisito, y al<br />

fin se <strong>de</strong>jó convencer.<br />

Entonces me dijo que presentara una solicitud pidiendo la revisión médica.<br />

La hice, y con ella me dio un volante para que me presentara en el Hospital <strong>de</strong><br />

San Pablo a fin <strong>de</strong> que me reconocieran. Fui, busqué al médico encargado<br />

<strong>de</strong> reconocer a los reclutas presuntos inútiles; pero se negó en redondo a revisarme<br />

antes <strong>de</strong> que fuera llamada mi quinta. También logré convencerle, gra-<br />

264


cias a Dios; y tras no pocas fatigas salí <strong>de</strong> allí con el certificado en que constaba<br />

mi enfermedad, y a<strong>de</strong>más, la conveniencia <strong>de</strong> mi salida al extranjero por<br />

causas <strong>de</strong> salud*<br />

Con el precioso documento me presenté en la Delegación <strong>de</strong> Seguridad<br />

Interior, en don<strong>de</strong> se negaron rotundamente a seguir los trámites si no presentaba<br />

una autorización <strong>de</strong> Capitanía GeneraL<br />

Heme <strong>de</strong> nuevo, pues, en Capitanía GeneraL Allí no dieron ningún valor<br />

al certificado médico. Exigían la firma <strong>de</strong>l Director <strong>de</strong> Sanidad* Volví, pues,<br />

por tercera vez a dichas oficinas; mas como era ya <strong>de</strong> noche, el Director se<br />

había marchado a su casa* Yo hice lo mismo y al día siguiente me presenté<br />

<strong>de</strong> nuevo» El Director se negó a firmar el certificado médico, alegando que ni<br />

él ni ellos estaban autorizados para permitir a nadie la salida al extranjero*<br />

Tras fervientes ruegos y consi<strong>de</strong>raciones, conseguí firmara en otro papel<br />

el resultado <strong>de</strong>l examen <strong>de</strong> mi enfermedad* Con ello volví a Capitanía, en<br />

don<strong>de</strong> me exigieron la firma <strong>de</strong>l Delegado <strong>de</strong> Seguridad Interior*<br />

Y éste era verda<strong>de</strong>ramente el hueso más duro, porque el tal <strong>de</strong>legado,<br />

hombre inculto, que apenas sabía firmar, era uno <strong>de</strong> los cabecillas revolucionarios,<br />

hombre sin entrañas, <strong>de</strong>scortés y terco en mantener sus negativas*<br />

Pero como no había otro remedio, hube <strong>de</strong> acudir a él* Me dijo que era<br />

imprescindible la autorización <strong>de</strong>l señor que acababa <strong>de</strong> remitirme a él* Fue<br />

inútil que yo le razonara que precisamente acababa <strong>de</strong> venir <strong>de</strong> allí* Tuve que<br />

volver a Capitanía; mas había marchado el individuo cuya firma necesitaba,<br />

y, rendido <strong>de</strong> tanto trabajo, <strong>de</strong>jé allí el certificado para que lo firmara al día<br />

siguiente, mientras yo volvía a Mataró, en don<strong>de</strong> mi larga ausencia había<br />

provocado serias alarmas,<br />

A los dos días volví a Capitanía, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> salí con el certificado, pero sin<br />

la firma. Con él me dirigí a la Delegación <strong>de</strong> Seguridad Interior, en don<strong>de</strong><br />

me aguardaba la misma negativa y la misma <strong>de</strong>scortesía; pero como no en<br />

vano dice el refrán que «pobre porfiado, saca mendrugo», yo porfié, insistí,<br />

supliqué, y al fin pu<strong>de</strong> obtener la firma y el sello para que se me concediera<br />

en la Delegación General <strong>de</strong> Seguridad el ansiado salvoconducto* Por fortuna<br />

aquí no encontré dificulta<strong>de</strong>s; es más, me atendieron gratuitamente, cosa que<br />

no hacían con nadie.<br />

Mas no con eso terminaron las gestiones* Aún tuve que volver otro día<br />

a ambas <strong>de</strong>legaciones y luego a otra para emigrados y finalmente al consulado<br />

francés* El señor cónsul se mostró sumamente amable y me facilitó al instante<br />

el pasaje gratuito en el primer barco francés que tocara en Barcelona, en dirección<br />

a Marsella*»<br />

Esta relación dará una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> lo difícil que resultaba la salida legal <strong>de</strong><br />

la España roja,<br />

SALIDAS CLANDESTINAS<br />

A la vista <strong>de</strong> tantas dificulta<strong>de</strong>s, no es <strong>de</strong> extrañar que muchos prefiriesen<br />

pagarse un guía y arrostrar los peligros que implicaba el atravesar la frontera,<br />

burlando la vigilancia <strong>de</strong> los carabineros y superando los obstáculos que ofre^<br />

cía la Naturaleza,<br />

El primero en pasar la frontera <strong>de</strong> este modo fue el Hermano coadjutor don<br />

Antonio Martín, el cual, aprovechando la circunstancia <strong>de</strong> tener un hermano<br />

265


El grupo que nos esperaba, junto con el guía, estaban ya impacientes por<br />

nuestra tardanza. Como ignoraban] la causa <strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>mora, temían que<br />

nos hubiera sucedido algún percance, Al pasar nuestro coche, sin <strong>de</strong>tenerse,<br />

no lo reconocieron ni hicieron, por consiguiente, la señal convenida. Detrás <strong>de</strong><br />

nosotros venía otro coche, y el guía al ver brillar a lo lejos los faros, creyó que<br />

era el auto esperado y le hizo señas para que se <strong>de</strong>tuviera; pero el vehículo<br />

prosiguió su marcha,<br />

¿No los habrá visto? Pero sí; a poco amortigua su marcha y se <strong>de</strong>tiene.<br />

Corren hacia él; pero en vez <strong>de</strong> los amigos, se encuentran con un grupo <strong>de</strong> policías,<br />

los cuales, extrañados <strong>de</strong> aquella maniobra, bajan rápidamente y encañonándolos<br />

con sus pistolas, les intiman la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> entregarse sin resistencia.<br />

Desconcertados por la sorpresa, no intentaron ni huir, Al ser interrogados,<br />

los policías vienen a saber que esperaban un coche en el que venían otros compañeros.<br />

Entonces los obligan a escon<strong>de</strong>rse entre unos matorrales y atravesando<br />

su auto en la carretera, esperan al acecho la llegada <strong>de</strong> las nuevas víctimas.<br />

No esperaron mucho, A lo lejos, avanzando lentamente, como queriendo reconocer<br />

el terreno se va aproximando un auto sospechoso.<br />

Éramos nosotros, que inconscientemente nos íbamos a entregar en manos<br />

<strong>de</strong> la policía.<br />

Nos <strong>de</strong>tuvieron y nos hicieron penetrar a todos en la casa. Yo oí a uno <strong>de</strong><br />

los policías:<br />

—Aquí hay uno que tiene la documentación en regla. Es ingeniero <strong>de</strong>l Ministerio<br />

<strong>de</strong> Defensa, ¿Pue<strong>de</strong> marchar?<br />

'—No —contestaron—. Hemos <strong>de</strong> aclarar todo este lío.<br />

Yo aproveché los instantes en que no se fijaban en mí para ir rompiendo<br />

los papeles que me podían comprometer.<br />

Procedieron a un minucioso registro <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> nosotros. Fueron examinando<br />

pieza por pieza todas nuestras prendas <strong>de</strong> vestir. Descosían incluso<br />

los forros <strong>de</strong> las americanas y nos levantaron las suelas <strong>de</strong> los zapatos. Nada<br />

escapó a su perspicacia.<br />

Terminado el registro y utilizando los dos coches que había en la carretera,<br />

nos condujeron a Figueras, encerrándonos, incomunicados, en la Comandancia<br />

Militar, entonces cuartel <strong>de</strong> carabineros.<br />

Los calabozos consistían en vastas salas <strong>de</strong>smanteladas en las que se hacía<br />

sentir un frío intensísimo. Tras la agitación y el nerviosismo <strong>de</strong> los sucesos<br />

tan rápidamente <strong>de</strong>sarrollados en tan breve plazo, no pudimos conciliar el<br />

sueño en toda la noche. Por otra parte, no había en toda la sala ni una silla, ni<br />

el mueble más insignificante para po<strong>de</strong>r reposar un momento los fatigados<br />

miembros,<br />

A eso <strong>de</strong> las once <strong>de</strong>l día siguiente, domingo, nos sacaron <strong>de</strong> aquel encierro<br />

y custodiados por policías, atravesamos a pie, por entre la muchedumbre, casi<br />

todo el pueblo hasta llegar a la Comisaría,<br />

Allí pasamos ocho días interminables, durante los cuales fuimos sometidos<br />

diariamente a interminables interrogatorios, careos y <strong>de</strong>claraciones.<br />

Ninguno quería <strong>de</strong>latar a los compañeros ni confesar la verdad; pero fue<br />

imposible evitar las contradicciones. Por otra parte, cuando se dieron cuenta<br />

<strong>de</strong> que no sacaban nada en limpio por las buenas, comenzaron a emplear la<br />

violencia. Conociendo que Daniel era el más comprometido, se cebaron en él<br />

<strong>de</strong> una manera brutal golpeándole con violencia y sometiéndole a tratos verda<strong>de</strong>ramente<br />

inhumanos.<br />

270


El guía, hombre enérgico y <strong>de</strong>cidido, aprovechó Una salida al water para<br />

escapar, saltando por la ventana y salvando a continuación la verja <strong>de</strong>l jardincillo<br />

que ro<strong>de</strong>a el edificio. Cuando se dieron cuenta <strong>de</strong> su huida, ya era tar<strong>de</strong><br />

para alcanzarle. Por más diligencias que hicieron, no pudieron dar con él.<br />

Este inci<strong>de</strong>nte acabó por exasperar a nuestros verdugos, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces<br />

ya sin miramiento alguno nos trataron con crueldad, golpeándonos brutalmente<br />

con las culatas <strong>de</strong> sus pistolas y con un vara <strong>de</strong> nervio <strong>de</strong> buey.<br />

COMPLICACIONES<br />

Mientras tanto don Julio Junyer y el señor Mestre esperaban en su pisito<br />

<strong>de</strong> Gerona alguna noticia tranquilizadora acerca <strong>de</strong> los expedicionarios. Era el<br />

lunes 15 <strong>de</strong> Enero. Aquel día tenían como invitado al coadjutor don José Armendáriz,<br />

el cual aprovechando la salida semanal <strong>de</strong>l Asilo <strong>de</strong> las Hermanitas,<br />

en don<strong>de</strong> estaba refugiado, había aceptado la invitación que le hicieron <strong>de</strong> compartir<br />

con ellos un mo<strong>de</strong>sto refrigerio.<br />

Acabada la comida, salieron a tomar el sol a la galería, mientras comentaban<br />

las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> éxito <strong>de</strong> las últimas expediciones. De pronto llaman<br />

a la puerta. Salió la criada, que volvió a poco anunciando que dos señores<br />

querían ver a don Julio.<br />

Apenas entraron, mostraron una or<strong>de</strong>n que traían para verificar un registro.<br />

La dueña <strong>de</strong> la casa se ofreció a acompañarlos. Don Julio los siguió. Al<br />

señor Mestre y al señor Armendáriz los <strong>de</strong>jaron encerrados en una habitación<br />

inmediata, con la criada (una monja <strong>de</strong> las Adoratrices) llamada Rosario.<br />

Aprovechando un momento en que don Julio se vio libre <strong>de</strong> los policías,<br />

comunicó al señor Mestre que la última expedición había fracasado y que todo<br />

estaba <strong>de</strong>scubierto. El señor Mestre aprovechó el aviso para <strong>de</strong>struir algunos<br />

documentos comprometedores.<br />

Terminada la pesquisa, los guardias hicieron comparecer a los otros salesianos<br />

para interrogarlos.<br />

El señor Armendáriz manifestó que estaba alojado en el Asilo <strong>de</strong> Ancianos<br />

y que había sido invitado a comer; pero que,<strong>de</strong>bía volver cuanto antes al Asilo.<br />

El señor Mestre presentó su documentación, a nombre <strong>de</strong> Pedro Crespo<br />

Mén<strong>de</strong>z, natural <strong>de</strong> Ávila; y <strong>de</strong>claró que era un refugiado que se ganaba la<br />

vida como <strong>de</strong>lineante <strong>de</strong> un arquitecto.<br />

Satisfechos los agentes por estas respuestas, los <strong>de</strong>jaron tranquilos, llevándose<br />

<strong>de</strong>tenido a don Julio.<br />

Apenas abandonaron la casa los policías, el señor Mestre, que era el más<br />

comprometido, no perdió un instante en poner tierra por medio, pues preveía,<br />

como así ocurrió, que habían <strong>de</strong> volver a buscarle.<br />

Los policías, llegados a la Jefatura, con su <strong>de</strong>tenido, dijeron no haber encontrado<br />

al tal Mestre, pero bien pronto les hicieron ver que precisamente el<br />

falso Crespo era la persona a quien buscaban y que se la habían pegado como<br />

a unos novatos. Furiosos los agentes por el engaño <strong>de</strong> que habían sido víctimas<br />

volvieron al piso, pero el pájaro ya había volado. Entonces se llevaron,<br />

como encubridoras, a las señoras <strong>de</strong> la casa: señora Vilagrán y señorita Rosario.<br />

Recordando que el tal Crespo trabajaba en casa <strong>de</strong>l arquitecto señor Massó,<br />

fueron al domicilio <strong>de</strong> éste- La señora, queriendo salvar al señor Mestre, incurrió<br />

en algunas contradicciones, por lo que también quedó <strong>de</strong>tenida.<br />

272


No pararon aquí los trabajos policíacos. Queriendo, a toda costa, seguir<br />

la pista <strong>de</strong>l falso Crespo removieron Roma con Santiago por encontrarle, pues<br />

<strong>de</strong>cían que <strong>de</strong> encontrarse en la zona roja habían <strong>de</strong> dar con él así se hundieran<br />

los cielos.<br />

Por este motivo se presentaron el día siguiente en el pisito <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong>l<br />

Progreso en don<strong>de</strong> vivían don Luis Xancó y don Anastasio Martín. El primero<br />

pudo zafarse <strong>de</strong>l peligro sin consecuencias; pero el señor Martín no estaba en<br />

casa; fueron a buscarle al taller en don<strong>de</strong> trabajaba, y como les constaba que<br />

conocía al señor Mestre, le <strong>de</strong>tuvieron en el acto.<br />

Como consecuencia <strong>de</strong> esta redada, don Julio, el señor Martín y las señoras<br />

Massot, Vilagrán y Rosario fueron conducidos a Figueras a fin <strong>de</strong> carearlos<br />

con los expedicionarios.<br />

Una vez en Figueras, interrogaron <strong>de</strong> nuevo a todos, los carearon e hicieron<br />

todo lo posible por encontrar el rastro <strong>de</strong>l señor Mestre; pero todo resultó<br />

inútil. En consecuencia, toda la responsabilidad <strong>de</strong> lo sucedido, en ausencia<br />

<strong>de</strong>l principal actor, cargó sobre el inocente don Julio Junyer, al que consi<strong>de</strong>raron<br />

el responsable moral por haber prestado los auxilios espirituales a los<br />

expedicionarios.<br />

También fueron <strong>de</strong>claradas responsables, por encubridoras, las señoritas<br />

Vilagrán, ya que en su casa era don<strong>de</strong> se fraguaban las expediciones.<br />

Y calificado el caso como <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> «espionaje y alta traición», fueron trasladados<br />

todos los <strong>de</strong>tenidos a Barcelona a disposición <strong>de</strong>l Tribunal que entendía<br />

en tales <strong>de</strong>litos, <strong>de</strong>jando en libertad al señor Martín y a la señora Massot,<br />

por no haber cargos contra ellos.<br />

El sangriento epílogo <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>sgraciada empresa lo relataremos en la<br />

tercera parte <strong>de</strong> esta obra. El reverendo don Julio Junyer y el ingeniero don<br />

Daniel Hernán<strong>de</strong>z fueron fusilados en los fosos <strong>de</strong> Montjuich el 26 <strong>de</strong> Abril<br />

<strong>de</strong> 1938; el clérigo don Nemesio Delgado se salvó <strong>de</strong> la muerte, por su serenidad<br />

en <strong>de</strong>struir la documentación y papeles que llevaba encima, por lo cual<br />

pudo <strong>de</strong>clarar que sólo contaba diecisiete años, circunstancia que le salvó <strong>de</strong><br />

la ejecución, si bien salió con<strong>de</strong>nado a quince años <strong>de</strong> presidio.<br />

18.— <strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

273


ESPÍRITU DE PIEDAD Y APOSTOLADO<br />

Si bien es cierto que las angustias, las persecuciones, los trabajos y la<br />

sangre <strong>de</strong>rramada durante el período rojo nos llenan <strong>de</strong> pena y <strong>de</strong> tristeza,<br />

por otra parte, el corazón se siente invadido <strong>de</strong> consuelo al constatar cómo a<br />

pesar <strong>de</strong> las dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los tiempos y <strong>de</strong>l odio a Cristo que reinaba por<br />

doquier, nuestros hermanos supieron mantener siempre y en todas partes un<br />

acendrado espíritu <strong>de</strong> piedad y <strong>de</strong>sarrollar un fructífero apostolado.<br />

En las páginas anteriores hemos tenido ocasión <strong>de</strong> poner <strong>de</strong> relieve, <strong>de</strong> continuo,<br />

esta consoladora realidad.<br />

Nos ha edificado la intensa piedad que dominaba en las cárceles rojas, en<br />

don<strong>de</strong> nuestros hermanos celebraban el Santo Sacrificio, recibían y administraban<br />

los Sacramentos, se mantenían, en lo posible, fieles a las prácticas piadosas<br />

reglamentarias y aun se atrevían a organizar aquellos conmovedores<br />

Meses <strong>de</strong> Mayo o tandas <strong>de</strong> Ejercicios Espirituales.<br />

Nos emociona profundamente la fe inquebrantable <strong>de</strong> nuestros Mártires,<br />

que <strong>de</strong>rramaban gustosos su sangre por Cristo. Las últimas palabras <strong>de</strong>l Padre<br />

Calasanz, en que manifestaba su creencia <strong>de</strong> estar en gracia <strong>de</strong> Dios, pocas<br />

horas antes <strong>de</strong> presentarse ante su divina presencia; las <strong>de</strong> don Sergio y <strong>de</strong>l<br />

señor Ramos, perdonando generosamente a sus mismos verdugos; la carta conmovedora<br />

<strong>de</strong> don Julio Junyer, escrita en capilla, en la cual no sólo los perdona,<br />

sino que ruega por ellos; el fervor apostólico <strong>de</strong> don Juan Martorell, en los<br />

últimos momentos <strong>de</strong> su vida; la caridad inagotable <strong>de</strong> don José Caselles, asesinado<br />

por no querer abandonar a los niños confiados a sus cuidados... todo<br />

esto es digno <strong>de</strong> admiración.<br />

Nos consta, a<strong>de</strong>más, el espíritu religioso que conservaban los que tenían<br />

que vivir escondidos en casas particulares o en casas <strong>de</strong> huéspe<strong>de</strong>s, en don<strong>de</strong><br />

se convertían en apóstoles con su palabra y ejemplos, y en don<strong>de</strong> permanecían<br />

fieles a sus santas costumbres religiosas.<br />

Sabemos <strong>de</strong> sacerdotes que, en la fonda, plagada <strong>de</strong> comunistas y anarquistas,<br />

celebraban diariamente la Santa Misa, a primeras horas <strong>de</strong> la mañana,<br />

sin otra asistencia que la invisible <strong>de</strong> los ángeles, y a puertas cerradas, poniendo<br />

una toalla ante la cerradura <strong>de</strong> la puerta para evitar la posible indiscreción<br />

<strong>de</strong> las criadas...<br />

274


Tenemos a la vista el relato <strong>de</strong> otro sacerdote que, en Valencia, y arrostrando<br />

mil peligros, se <strong>de</strong>dicaba a una intensa vida <strong>de</strong> apostolado, recibiendo<br />

más <strong>de</strong> cuatro mil confesiones y repartiendo un número proporcionalmente<br />

mayor <strong>de</strong> comuniones. De otro, que, llamado al frente <strong>de</strong> combate, supo acomodarse<br />

con otros dos religiosos, y, en plena trinchera, convertía su chabola<br />

en templo don<strong>de</strong> se oraba intensamente entre el crepitar <strong>de</strong> las ametralladoras<br />

y la explosión <strong>de</strong> los morteros, mientras <strong>de</strong> las chabolas vecinas salían blasfemias<br />

y cantos obscenos...<br />

Seguir practicando el bien... Mantenerse fieles al espíritu salesiano... Éstas<br />

eran las consignas tácitas <strong>de</strong> todos nuestros hermanos en los más diversos<br />

ambientes y en medio <strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> peligros.<br />

Nos haríamos interminables si pretendiéramos enumerar tan sólo las diversas<br />

y curiosas formas que tomaban la piedad y el apostolado salesiano en las<br />

casas particulares, en la calle, en las cárceles o en los frentes <strong>de</strong> combate.<br />

Permítasenos tan sólo ceñirnos a este último campo <strong>de</strong> actividad, el <strong>de</strong> la<br />

vida <strong>de</strong> cuartel o <strong>de</strong> trinchera, refiriendo algunos hechos que <strong>de</strong>muestran claramente<br />

cómo aun en lugares tan inverosímiles, se podía seguir manteniendo<br />

el espíritu religioso, gracias a la protección <strong>de</strong> nuestro Padre Don Bosco y <strong>de</strong><br />

nuestra Madre María Auxiliadora.<br />

De las numerosas relaciones que obran en nuestro po<strong>de</strong>r, entresacamos<br />

algunas, al azar.<br />

LA PROTECCIÓN DE MARÍA AUXILIADORA<br />

Refiere el entonces clérigo don Juan Ráfols:<br />

«Llamada mi quinta a principios <strong>de</strong> 1938, en Marzo <strong>de</strong>l mismo año me incorporé<br />

al Ejército rojo. Me <strong>de</strong>stinaron a primera línea. Allí me dieron un<br />

fusil. Nunca lo había tenido en mis manos y, como no sabía manejarlo, ios primeros<br />

días, al tocarlo por cualquier motivo, me producía calambres. Fui al<br />

frente sin saber manejar el arma, sin haber disparado un solo tiro y con muchísimas<br />

ganas <strong>de</strong> no hacerlo nunca, como así fue. Tan sólo disparé unos tiros<br />

al blanco; pero en línea <strong>de</strong> combate ni uno solo.<br />

En cierta ocasión, durante un alto que hicimos mientras íbamos <strong>de</strong>l frente<br />

a la retaguardia, para <strong>de</strong>scansar, palpé visiblemente la protección <strong>de</strong> María<br />

Auxiliadora, cuya invocación me salvó <strong>de</strong> una muerte segura. Cansado <strong>de</strong> la<br />

caminata, me había tumbado <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> un árbol y me quedé profundamente<br />

dormido. Me <strong>de</strong>spertaron los gritos <strong>de</strong>: «¡Aviación!, ¡aviación!», que proferían<br />

mis compañeros con voces llenas <strong>de</strong> espanto. Contagiado <strong>de</strong>l pánico general,<br />

quise levantarme para buscar un refugio más seguro en una acequia enjuta<br />

situada a unos veinte pasos <strong>de</strong>l lugar en que yo me hallaba; mas al intentar<br />

levantarme oí el silbido característico <strong>de</strong> la bomba <strong>de</strong> aviación. Me quedé tumbado<br />

como estaba; dirigí mi pensamiento y mi corazón a María Auxiliadora<br />

implorando su protección y cerré los ojos. A mi alre<strong>de</strong>dor estallaron tres bombas,<br />

dibujando los vértices <strong>de</strong> un triángulo equilátero <strong>de</strong> unos veinte metros <strong>de</strong><br />

lado, en cuyo centro me encontraba yo tendido. Quedé aturdido por la violencia<br />

<strong>de</strong> las explosiones. El humo <strong>de</strong> los gases me asfixiaba; los gritos <strong>de</strong> angustia<br />

<strong>de</strong> los heridos y moribundos me atronaban la cabeza. El suelo estaba cubierto<br />

<strong>de</strong> cadáveres horriblemente mutilados y <strong>de</strong> heridos que se <strong>de</strong>batían en<br />

trágicas convulsiones.<br />

275


Todo era consternación y pánico. Yo, pasado el primer momento <strong>de</strong> estupor,<br />

me levanté tranquilo y sereno y me puse a ayudar a los heridos.<br />

Gracias a María Auxiliadora me vi libre <strong>de</strong> todo mal, mientras que otros,<br />

mucho más alejados que yo <strong>de</strong> las bombas, resultaron víctimas <strong>de</strong> la metralla.<br />

En muchas ocasiones la mano maternal <strong>de</strong> María Auxiliadora parecía complacerse<br />

en apartar <strong>de</strong> mi lado los peligros, ya sea inspirándome a salir <strong>de</strong> un<br />

lugar en don<strong>de</strong> a poco caía un obús, ya haciéndome tropezar y caer <strong>de</strong> bruces<br />

en el preciso momento en que a ocho metros estallaba una granada, o bien<br />

librándome provi<strong>de</strong>ncialmente <strong>de</strong> los efectos <strong>de</strong> la explosión <strong>de</strong> un tren <strong>de</strong><br />

municiones por pocos segundos... ¡Gracias, pues, a tan buena Madre... 1 »<br />

LA PROTECCIÓN DE DON BOSCO<br />

Escribe el clérigo don Juan Ríu:<br />

«La protección <strong>de</strong>l Cielo me ha acompañado en todo momento. Antes <strong>de</strong><br />

salir <strong>de</strong> mi casa para ir al frente, coloqué en mi cartera dos medallas, <strong>de</strong> María<br />

Auxiliadora y <strong>de</strong>l Sagrado Corazón, junto con una reliquia <strong>de</strong> San Juan Bosco,<br />

en cuyo dorso había escrito en italiano estas palabras: «Liberami d'ogni pencólo<br />

nella guerra e nella pace.» Y mis santos protectores se dignaron escucharme,<br />

pues a pesar <strong>de</strong> los mil peligros a que estuve expuesto durante dos<br />

años, nunca sufrí el más mínimo percance.»<br />

Verda<strong>de</strong>ramente prodigioso es también lo que narra el clérigo don Juan<br />

Roig:<br />

«Sería ingrato si <strong>de</strong>jara pasar por alto a lo menos algunos <strong>de</strong> los muchos<br />

favores que María Auxiliadora y nuestro Padre San Juan Bosco me dispensaron<br />

durante el tiempo que permanecí en el frente. Los expongo para edificación<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>más y para mayor gloria <strong>de</strong> María Auxiliadora.<br />

Iba yo <strong>de</strong> permiso a visitar a mi «primo» (un hermano Marista). Subí a un<br />

camión, y al pasar por un puente <strong>de</strong> unos seis metros <strong>de</strong> altura, el chófer no<br />

pudo dominar el volante en un pronunciado viraje. Yo, al notar su falsa maniobra,<br />

<strong>de</strong>jé escapar <strong>de</strong> mis labios la invocación: «¡Virgen María, sálvame», al<br />

mismo tiempo que el camión se precipitaba al fondo <strong>de</strong>l barranco. Mi compañero<br />

fue lanzado fuera <strong>de</strong>l coche rompiéndose las costillas y muriendo poco<br />

<strong>de</strong>spués. El chófer y sus dos acompañantes resultaron heridos <strong>de</strong> suma gravedad<br />

y yo quedé en el camión, tal como iba, sin sufrir el más ligero rasguño.<br />

Con otra particularidad, que mis gafas se <strong>de</strong>sprendieron y fueron a parar <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong>l camión. El niño que las encontró me dijo:<br />

'—Mire usted. Estaban <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l camión, tenían una piedra encima y sin<br />

embargo no se han roto.<br />

En otra ocasión estábamos en el pueblo <strong>de</strong> Concud (Teruel). La artillería<br />

nacional cañoneaba intensamente aquellos lugares. Yo me refugié en una <strong>de</strong><br />

las muchas pare<strong>de</strong>s que allí había. Mientras duró el cañoneo, que parecía<br />

una verda<strong>de</strong>ra lluvia <strong>de</strong> obuses, mis labios no <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> murmurar jaculatorias<br />

a la Santísima Virgen y a Don Bosco. De pronto oí un ruido sordo, seguido<br />

<strong>de</strong>l retemblar <strong>de</strong> la pared... y <strong>de</strong>spués nada. Cuando cesó el bombar<strong>de</strong>o, todas<br />

las pare<strong>de</strong>s estaban <strong>de</strong>struidas, menos la mía; mas al lado opuesto <strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

yo me encontraba había incrustado en la pared un grueso proyectil que milagrosamente<br />

no hizo explosión. En caso contrario, pared y yo hubiéramos volado<br />

por los aires.»<br />

276


UNA VÍCTIMA DE LA GUERRA<br />

No <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser provi<strong>de</strong>ncial que, entre tantos salesianos <strong>de</strong> la Inspectoría<br />

Tarraconense como hubieron <strong>de</strong> incorporarse a filas en el Ejército rojo, al ser<br />

llamadas sus quintas, y a pesar <strong>de</strong> que muchos <strong>de</strong> ellos se vieron en numerosos<br />

e inminentes peligros, ni uno solo haya sido víctima <strong>de</strong> la metralla nacional.<br />

Acabamos <strong>de</strong> ver cómo María Auxiliadora parecía proteger <strong>de</strong> una manera<br />

especia] a aquellos <strong>de</strong> sus hijos que, forzados a enrolarse en las filas <strong>de</strong> los<br />

sin Dios, se veían, con repugnancia, frente a los soldados <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra<br />

España. Afortunadamente ninguno <strong>de</strong> ellos tuvo que disparar un tiro.<br />

La única víctima que el Señor escogió para Sí fue un joven clérigo, que<br />

iba a incorporarse al ejército, en el momento en que una bomba <strong>de</strong> aviación<br />

le abrió las puertas <strong>de</strong>l Paraíso.<br />

DON JOSÉ MARÍA BENACH Y ROSELL<br />

Era natural <strong>de</strong> un pueblecito <strong>de</strong> Tarragona, y al estallar el glorioso Alzamiento<br />

cursaba los estudios <strong>de</strong> Filosofía en la casa <strong>de</strong> Gerona, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> salió<br />

apenas se reanudaron las comunicaciones ferroviarias, para refugiarse en casa<br />

<strong>de</strong> sus padres, en Lloréns <strong>de</strong>l Panadés.<br />

Dedicado al principio a las faenas <strong>de</strong>l campo para ayudar a sus padres, no<br />

por eso <strong>de</strong>scuidaba sus estudios, ni menos sus prácticas piadosas, y las hacía<br />

con tanto fervor que en casa no consentían que nadie, fuera <strong>de</strong> José María,<br />

dirigiese las oraciones en común, por el fervor con que las recitaba y que sabía<br />

comunicar a los <strong>de</strong>más.<br />

Su trato afable y natural simpatía le granjearon bien pronto las amista<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> todos; <strong>de</strong> modo que a pesar <strong>de</strong> conocerle como a religioso, jamás fue molestado<br />

por los rojos <strong>de</strong>l pueblo.<br />

Deseoso <strong>de</strong> aprovechar el tiempo para cuando, terminada la guerra, volviese<br />

<strong>de</strong> nuevo al seno <strong>de</strong> la Congregación, emprendió los estudios <strong>de</strong> Bachillerato,<br />

con tanto éxito, que se ganó una beca en el Instituto <strong>de</strong> Tarragona,<br />

continuando en esta ciudad sus estudios con notable aprovechamiento; pero<br />

sobre todo siendo siempre ejemplo y mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> sus compañeros, que le respetaban<br />

y amaban. Era un verda<strong>de</strong>ro apóstol <strong>de</strong> la Eucaristía. En Tarragona visitaba<br />

asiduamente a otro compañero suyo, don José Mir, salesiano <strong>de</strong> Gerona,<br />

que prestaba el servicio militar en aquella ciudad, quien le proporcionaba la<br />

Sagrada Eucaristía en una mo<strong>de</strong>sta cajita, a fin <strong>de</strong> que pudiese comulgar durante<br />

la semana. Allí, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l Santísimo Sacramento, recitaban ambos<br />

las oraciones y satisfacían sus <strong>de</strong>votos anhelos. A continuación se entretenían<br />

en largas conversaciones en que explayaba el buen José María sus proyectos<br />

para cuando pudiera volver a la Congregación y alcanzar, sobre todo, la ansiada<br />

meta <strong>de</strong>l sacerdocio.<br />

Durante la cuaresma <strong>de</strong>l año 1938 procuró, preocupado siempre por el<br />

a<strong>de</strong>lanto <strong>de</strong> su alma, hacer los Ejercicios Espirituales, que un sacerdote <strong>de</strong><br />

Tarragona predicaba en un pisito, a un grupo <strong>de</strong> fervorosos católicos.<br />

El día 8 <strong>de</strong> Marzo <strong>de</strong>l mismo año, y poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber hecho los Ejercicios<br />

aludidos, fue a su casa a <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> sus padres, ya que en breve <strong>de</strong>bía<br />

incorporarse a filas por haber sido llamada su quinta.<br />

Aquel día, según luego confesó a don J. Mir, fue para él un día <strong>de</strong> Paraíso,<br />

277


Al llegar a un lugar completamente solitario, el chófer, simulando una avería,<br />

paró el coche y todos bajaron. Yo me quedé en mi puesto.<br />

Era ya noche cerrada. El chófer encien<strong>de</strong> una cerilla, levanta la capota <strong>de</strong>l<br />

motor y empieza a dar vueltas, mientras habla <strong>de</strong> bujías, <strong>de</strong> cilindros...<br />

—Baja —me dicen los otros—. ¿Qué haces ahí?<br />

'—¿Para qué voy a bajar? —repuse—•. Yo no entiendo <strong>de</strong> motores.<br />

.—Es igual. Baja.<br />

No tuve más remedio que obe<strong>de</strong>cer y bajé. En aquellos momentos sentía en<br />

mí los más opuestos sentimientos: miedo, valor, espanto, tranquilidad...<br />

Una vez en tierra, se dirige hacia mí uno <strong>de</strong> los asesinos y me dice:<br />

'—Manos arriba. Entrega las armas.<br />

-—Yo no llevo armas. Podéis registrarme.<br />

•—No nos engañes —añadió otro—, porque te mataremos.<br />

•—¿Y por qué tenéis que matarme a mí? ¿Qué mal os he hecho?<br />

•—Nos han dicho que eres un cura, fraile y fascista.<br />

—Pues os han engañado.<br />

.—Bueno; déjate <strong>de</strong> historias. ¿Qué es eso que ocultas ahí?<br />

—Es el reloj y la ca<strong>de</strong>na.<br />

Como no podían sacarlo, se lo entregué yo mismo.<br />

—A ver la documentación.<br />

Les presenté un montón <strong>de</strong> papeles: cédula, pase, salvoconducto,<br />

—Estos documentos no sirven para nada. Te mataremos lo mismo.<br />

—Pero fijaos bien —les dije con acento suplicante—. Son documentos<br />

auténticos.<br />

•—Estos documentos no tienen ningún valor. Han <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> los Sindicatos.<br />

Aquí pone: Ayuntamiento <strong>de</strong> Arenys <strong>de</strong> Mar. Y nosotros no queremos nada<br />

con los Ayuntamientos. Ahora saca el dinero que llevas encima. Y no nos<br />

engañes, porque te vamos a matar...<br />

Saqué unas treinta y ocho pesetas que llevaba y un puñado <strong>de</strong> cal<strong>de</strong>rilla.<br />

Comprendiendo que el interrogatorio había terminado y que había llegado ya<br />

el momento fatal, me vi frente a la muerte. En aquel momento pasaron rapidísimamente<br />

por mi mente las imágenes más impresionantes <strong>de</strong> mi vida: mi primera<br />

Comunión, mi Noviciado, mis Superiores y alumnos; los anhelos por mi<br />

primera Misa, que estaba tan cerca... Me acordé <strong>de</strong> mi madre, <strong>de</strong> Don Bosco,<br />

<strong>de</strong> María Auxiliadora...<br />

Y dando rápidamente media vuelta, me puse <strong>de</strong> cara al motor. Ellos hicieron<br />

lo mismo y se pusieron <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nuevo. Junté las manos, miré al cielo a<br />

don<strong>de</strong> esperaba ir <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> breves instantes; pero antes quise hacer una última<br />

tentativa para ablandarlos.<br />

—Es <strong>de</strong>cir —les dije—. Me queréis matar... Yo no es he hecho nada. Vosotros<br />

ni siquiera me conocéis. No sabéis quién soy. ¿Por qué no me lleváis<br />

a Gerona a que me juzgue un tribunal? ¿No tendréis compasión <strong>de</strong> un pobre<br />

inocente?<br />

No me contestaron. Yo, temiendo <strong>de</strong> un instante a otro la fatal <strong>de</strong>scarga,<br />

me sentí lleno <strong>de</strong> una audacia <strong>de</strong>sconocida, y encarándome con ellos les dije<br />

con vehemencia:<br />

—Vosotros no me mataréis, porque yo no soy vuestro. Yo soy <strong>de</strong> Jesús.<br />

Y así diciendo, salté al margen <strong>de</strong> la carretera y eché a correr por un campo<br />

<strong>de</strong> maíz.<br />

Ellos <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> quedar pasmados por unos momentos ante mi extraña<br />

282


actuación, momentos preciosos que me permitieron escon<strong>de</strong>rme entre los maizales<br />

antes <strong>de</strong> que pudiesen disparar sus armas. A<strong>de</strong>más, la noche estaba oscura,<br />

y cuando empezaron a disparar sobre mí, lo hacían a ciegas. Por mi parte, yo<br />

procuraba avanzar en zigzag, corriendo cuanto podía. De vez en cuando me<br />

palpaba para ver si me habían tocado... El instinto <strong>de</strong> salvación me guiaba,<br />

alejándome cada vez más, mientras inconscientemente, gritaba en voz alta:<br />

'—Jesús, salvadme...<br />

Yo oía espantado mi propia voz y seguía corriendo...<br />

Perdí la noción <strong>de</strong>l tiempo. Los disparos habían cesado. El silencio y la<br />

soledad me ro<strong>de</strong>aban. Por fin me <strong>de</strong>tuve a recobrar el aliento. Por allí cerca<br />

había una casa <strong>de</strong> campo. Me acerqué a ella, y sus moradores, compa<strong>de</strong>cidos<br />

<strong>de</strong> mi estado, me ofrecieron un plato <strong>de</strong> sopa y un vaso <strong>de</strong> vino sin preguntarme<br />

nada. Yo lo <strong>de</strong>voré todo, sentado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un carro.<br />

Les di las gracias y seguí corriendo. Mi obsesión era el alejarme lo más<br />

posible <strong>de</strong> aquellos parajes.<br />

Corriendo por la montaña, encontré otras casas. A mis voces, pidiendo hospitalidad,<br />

me contestaban:<br />

^—Afuera, afuera, fascista. Si vienen aquí nos matarán a todos.<br />

Me sentía cansado. Iba sangrando por las espinas que se clavaban en mi<br />

carne. El calzado se me había <strong>de</strong>strozado por completo y los píes sangrantes<br />

me dolían terriblemente. Por fin di con otra casa y llamé. Salieron a la ventana<br />

y les dije:<br />

—Tengan compasión <strong>de</strong> un pobre inocente. Me quieren matar.<br />

Des<strong>de</strong> la ventana me respondieron:<br />

—Con mucho gusto te ayudaríamos; pero no po<strong>de</strong>mos hacer nada por ti.<br />

A estas horas te estarán buscando, y si te encuentran en nuestra casa, nos<br />

matarán a todos.<br />

—Pues bien —contesté'—; que me maten a mí solo.<br />

Y me marché lleno <strong>de</strong> congoja.<br />

Pero un jovencito <strong>de</strong> aquella casa, como <strong>de</strong> unos dieciocho años, bajó y se<br />

me acercó; compa<strong>de</strong>cido <strong>de</strong> mi estado, quiso ayudarme en lo posible. Me<br />

abrazó, me besó en la frente y me dijo:<br />

—No te apures. Yo te acompañaré y te enseñaré el camino por don<strong>de</strong> podrás<br />

llegar a Santa Pau.<br />

Y me acompañó un buen trecho. Cuando me creyó capaz <strong>de</strong> seguir solo,<br />

se <strong>de</strong>spidió y volvió a su casa.<br />

Yo, temiendo siempre ser <strong>de</strong>scubierto si marchaba por caminos trillados,<br />

me interné <strong>de</strong> nuevo en el bosque. Allí encontré un gran tronco quemado y<br />

ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> maleza. Estaba hueco. Me metí allí <strong>de</strong>ntro y, cansado como estaba<br />

<strong>de</strong> tanto correr, rendido por tantas emociones, me acurruqué lo mejor posible en<br />

aquel provi<strong>de</strong>ncial escondite, mientras <strong>de</strong> lo más íntimo <strong>de</strong> mi ser daba gracias<br />

a Dios y a María Auxiliadora por haberme librado <strong>de</strong>l peligro. Pasé rezando<br />

todo el resto <strong>de</strong> la noche. Varias veces me sobresaltaron voces airadas <strong>de</strong> hombres<br />

que aporreaban las puertas <strong>de</strong> las casas <strong>de</strong> campo. La plácida tranquilidad<br />

<strong>de</strong> la noche traía hacia mí aquellos ecos que me helaban la sangre y<br />

encendían mi fervor. Más tar<strong>de</strong> supe que eran los <strong>de</strong>l coche, que seguían<br />

mi pista.<br />

283


CONTINUA LA TRAGEDIA<br />

Amaneció el día 28. Empezaba el Sol a dorar las cumbres <strong>de</strong> las montañas<br />

y sonaban las esquilas <strong>de</strong> las vacas que salían a pacer al prado. Yo recé el<br />

Ángelus y un Padrenuestro a San Juan Bosco, y abandonándome en brazos<br />

<strong>de</strong> la Provi<strong>de</strong>ncia, salí <strong>de</strong> mi escondrijo y eché a andar; pero tenía un pie tan<br />

lastimado, que hube <strong>de</strong> envolvérmelo con el pañuelo.<br />

Ya cerca <strong>de</strong>l mediodía, divisé a lo lejos una casa <strong>de</strong> campo, y me encaminé<br />

hacia ella, no sin encomendarme antes fervorosamente a María Auxiliadora.<br />

Llamé repetidamente a la puerta, pero no me contestó nadie. Creyendo que la<br />

casa estaría abandonada, empujé la puerta y entré. Lo primero que se ofreció<br />

a mi vista fue una hornacina con una imagen <strong>de</strong> la Virgen. Esto me inspiró<br />

confianza. En un rincón había una ancianita, que me miraba asustada. Le dije:<br />

•—¿No me podría dar, por caridad, un poco <strong>de</strong> agua?<br />

En esto aparecieron los hombres <strong>de</strong> casa, que hasta entonces habían permanecido<br />

escondidos, y me dijeron:<br />

—¿Quién eres tú?<br />

•—Vengo huyendo <strong>de</strong> unos milicianos que anoche quisieron matarme.<br />

Conmovidos por mi acento y por el mísero estado en que me encontraba,<br />

me hicieron sentar y me dijeron:<br />

—Quédate a comer, si quieres, con nosotros; pero vete pronto, porque si<br />

vinieran a hacer un registro y te encontraran aquí, nos matarían a todos.<br />

Comí arroz con bacalao. Satisfecha mi hambre y mi sed, les narré en breves<br />

y entrecortadas frases mi odisea. Conmovidos por mi <strong>de</strong>sventura, luchaban<br />

entre los encontrados sentimientos <strong>de</strong>l temor y la compasión. Por fin me <strong>de</strong>spedí<br />

<strong>de</strong> ellos, agra<strong>de</strong>ciéndoles su hospitalidad y las alpargatas que me regalaron<br />

en vista <strong>de</strong> mis pies <strong>de</strong>scalzos y ensangrentados.<br />

Eché a andar <strong>de</strong> nuevo y a media tar<strong>de</strong> me <strong>de</strong>tuve ante otra masía, en<br />

don<strong>de</strong> salió a recibirme una mujer con dos niños <strong>de</strong> corta edad. En pocas palabras<br />

le expuse mi situación y le conté mis aventuras. Yo llevaba un traje <strong>de</strong>cente,<br />

que no casaba bien con las alpargatas <strong>de</strong> payés que me habían dado;<br />

por lo que le rogué a aquella mujer que cambiara mi traje y camisa por otras<br />

prendas viejas y remendadas, para no llamar la atención. Accedió a ello, y<br />

entregándome un pantalón <strong>de</strong> pana y una camisa vieja, me dijo:<br />

—No entres en casa. Vete al corral y cambíate <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l carro.<br />

Así lo hice, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cerle el favor, reanudé mi camino. Mi intención<br />

era la <strong>de</strong> volver a Olot; pero cuando llegué a la carretera, me dijo uno que<br />

el coche <strong>de</strong> línea había pasado ya, por lo que <strong>de</strong>cidí volver al bosque. Se iba<br />

haciendo <strong>de</strong> noche, y temiendo pasarla a la intemperie, como la anterior, presa<br />

<strong>de</strong>l pánico, eché a correr sin dirección fija. Por fin, junto a una balsa, encontré<br />

a una mujer. Su sola presencia me tranquilizó.<br />

—Buena mujer -—le dije—. Déme un poco <strong>de</strong> agua.<br />

—¿De dón<strong>de</strong>?<br />

—De esta misma <strong>de</strong>l estanque. Tengo mucha sed.<br />

—¿Cómo? ¿Vas a beber <strong>de</strong> esta agua tan sucia?<br />

—¿Qué importa? No me hará daño. Ya me he salvado <strong>de</strong> la muerte. Me<br />

escapé.<br />

—¿Te quisieron matar? ¿Y por qué?<br />

—Por nada. Eran los milicianos.<br />

—Ven a casa y me lo contarás todo.<br />

284


CON LOS ENFERMOS<br />

Y si algún salesiano caía enfermo, ¡con qué solicitud se veía atendido por<br />

sus hermanos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los límites <strong>de</strong> lo posible!...<br />

El Señor quiso llevarse, en lo más florido <strong>de</strong> su prometedora juventud, a<br />

nuestro malogrado don Ponciano Blasco, ejemplar sacerdote y privilegiada<br />

inteligencia, <strong>de</strong> quien tanto fruto esperaba la Congregación,<br />

Víctima <strong>de</strong> una antigua y mal curada dolencia <strong>de</strong> pecho, la vio recru<strong>de</strong>cida<br />

y agravada en poco tiempo a causa <strong>de</strong> las privaciones alimenticias y sobre todo<br />

por los sobresaltos ocasionados por los constantes bombar<strong>de</strong>os <strong>de</strong> Barcelona<br />

en Marzo <strong>de</strong> 1938, Pues bien; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día en que el primer vómito <strong>de</strong> sangre<br />

nos hizo prever el fatal <strong>de</strong>senlace, hasta su muerte, acaecida dos meses <strong>de</strong>spués,<br />

jamás careció <strong>de</strong> lo indispensable ni le faltó la continua asistencia <strong>de</strong> sus<br />

hermanos.<br />

Se le practicó la transfusión <strong>de</strong> sangre, operación costosísima, pero que le<br />

hizo revivir y adquirir esperanzas— Se le proveyó siempre <strong>de</strong> los alimentos<br />

necesarios a su <strong>de</strong>licado estado. Durante la noche velaba a su cebecera un salesiano<br />

o una Hermana <strong>de</strong> la Caridad y durante el día otro salesiano le atendía,<br />

proporcionándole todo lo que el médico recetaba.<br />

Eran tiempos en que ni por su peso en oro se encontraba un bote <strong>de</strong> leche,<br />

o un pollo para caldo; tiempos en que las farmacias mejor surtidas <strong>de</strong> Barcelona<br />

carecían <strong>de</strong> medicinas e inyectables, agotados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía tiempo o<br />

reservados a los servicios sanitarios <strong>de</strong>l Ejército... Pues bien; a pesar <strong>de</strong> todo,<br />

a don Ponciano no le faltaron jamás ni las medicinas, ni las inyecciones, ni la<br />

leche fresca o con<strong>de</strong>nsada, ni su buen caldo <strong>de</strong> pollo. Todo esto exigía sacrificios<br />

sin cuento; pero se hacían con gusto con la esperanza <strong>de</strong> arrancarlo a<br />

las garras <strong>de</strong> la muerte o a lo menos para que en sus dolores y aflicciones tuviera<br />

el consuelo <strong>de</strong> que sus hermanos no le abandonaban.<br />

Llevado a que le reconociese uno <strong>de</strong> los mejores especialistas, éste or<strong>de</strong>nó<br />

su ingreso en una clínica, y se le buscó una <strong>de</strong> las mejores <strong>de</strong> Barcelona; más<br />

tar<strong>de</strong>, habiéndole aconsejado un cambio <strong>de</strong> aires y su traslado a un sitio<br />

más sano, se le trasladó a un pueblecito <strong>de</strong> los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> Barcelona, a<br />

una masía ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> frondosos pinares, en don<strong>de</strong> la familia Graells se ofreció<br />

a cuidarle amorosamente como si fuese su propio hijo. ¡Cuánta gratitud no<br />

<strong>de</strong>bemos los Salesianos a esta buena familia, especialmente a la abnegada señorita<br />

Rosario, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer día se constituyó en su inteligente y abnegada<br />

enfermera!<br />

Un salesiano, el bueno y sacrificado coadjutor don Ignacio Serra, aceptó<br />

gustoso el cuidado <strong>de</strong> velar al enfermo y, abandonando su familia, fue a asistir<br />

al hermano que necesitaba sus cuidados...<br />

De este modo, cuando Dios quiso llamar a Sí a este sacerdote, tuvo el consuelo<br />

<strong>de</strong> expirar en los brazos <strong>de</strong> un hermano en Religión.<br />

Y a pesar <strong>de</strong> los difíciles tiempos que corrían, se le hizo un entierro solemne,<br />

presidido por dos sacerdotes salesianos y una representación <strong>de</strong> Cooperadores<br />

y Antiguos Alumnos.<br />

288


CON LOS PRESOS<br />

¿Y qué <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> la caridad con los hermanos que estaban encerrados en la<br />

cárcel? Ante todo se les procuraba la asistencia <strong>de</strong> alguna familia cristiana que<br />

proveyera a su manutención y arreglo. Para ello no les faltaba nunca la ayuda<br />

pecuniaria. No se los olvidaba, procurando visitarlos con regularidad y relativa<br />

frecuencia. Se les buscaba un buen abogado para que activase su libertad<br />

y, llegado el caso, se llamaba, incluso, a las puertas <strong>de</strong> los Ministerios.<br />

Y si alguna omisión hubo a este respecto, fue hija <strong>de</strong> la ignorancia o <strong>de</strong><br />

las exigencias <strong>de</strong> los tiempos, ya que no siempre era fácil dar con el para<strong>de</strong>ro<br />

<strong>de</strong> algunos hermanos o no era pru<strong>de</strong>nte, en <strong>de</strong>terminadas épocas, acercarse a las<br />

cárceles.<br />

LOS SUPERIORES MAYORES<br />

A primeros <strong>de</strong> Agosto <strong>de</strong> 1936 comenzaron a llegar a Turín los salesianos<br />

<strong>de</strong> nacionalidad italiana resi<strong>de</strong>ntes en España, los cuales, evacuados por sus<br />

autorida<strong>de</strong>s consulares, no encontraron dificultad en salir <strong>de</strong>l territorio rojo.<br />

Algunos salesianos españoles, que tenían el pasaporte en regla, o por cualquier<br />

medio procuraron conseguírselo, también salieron y se refugiaron en Turín.<br />

Todos fueron acogidos por los Superiores con un afecto paternal que consolaba<br />

<strong>de</strong> los lazos que acababan <strong>de</strong> romper en la patria ausente. La mayoría<br />

pudo establecerse en el mismo Oratorio <strong>de</strong> Turín, en don<strong>de</strong> sus narraciones<br />

eran escuchadas ávidamente por todos los salesianos.<br />

También fueron numerosos los Cooperadores exilados que en los primeros<br />

momentos <strong>de</strong> <strong>de</strong>sorientación hallaron en los Superiores Mayores su nueva familia<br />

y en el Oratorio <strong>de</strong> Don Bosco su nuevo hogar. Otros sacerdotes, amigos,<br />

o simplemente conocidos, encontraron en el mismo Oratorio un amable asilo<br />

durante varios días, semanas y aun meses.<br />

Los señores Marqueses <strong>de</strong> Alós y Sagnier; los Rvdos. Padres Dalgé, párroco<br />

<strong>de</strong> Nuestra Señora <strong>de</strong> los Ángeles, <strong>de</strong> Barcelona; el Canónigo doctor<br />

Cardó, el doctor Roque, Director <strong>de</strong>l Instituto Maragall; el Rvdo. doctor Vidal,<br />

y tantos otros, recordarán, sin duda, con afecto, el tiempo transcurrido bajo<br />

el manto maternal <strong>de</strong> María Auxiliadora.<br />

El Rector Mayor, don Pedro Ricaldone, había dado or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que todos<br />

los españoles fugitivos, especialmente sacerdotes, fueran acogidos en nuestras<br />

casas y socorridos con la mayor solicitud.<br />

Todos los españoles resi<strong>de</strong>ntes en Turín, tanto salesianos como no salesianos,<br />

formaban una pequeña colonia, unida por el dolor común y las mismas<br />

ansias y aspiraciones. Su lugar <strong>de</strong> reunión era el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> la Redacción<br />

<strong>de</strong>l Boletín Salesiano español, en don<strong>de</strong> don Tomás Bordas y don Salvador<br />

Roses se encargaban <strong>de</strong> mantener encendido el entusiasmo por la Patria en<br />

llamas. Presidía el salón un magnífico cuadro <strong>de</strong>l Caudillo, obra <strong>de</strong>l citado<br />

Padre Roses, y adosado al muro había un <strong>de</strong>tallado mapa <strong>de</strong> España, que<br />

permitía seguir cómodamente el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la lucha en los diversos frentes<br />

<strong>de</strong> combate.<br />

Por su parte, don Gabriel Martín organizó, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros días, unos<br />

turnos <strong>de</strong> adoración perpetua en la Basílica <strong>de</strong> Mana Auxiliadora para implorar<br />

<strong>de</strong> la Virgen Santísima el feliz éxito <strong>de</strong> la Cruzada.<br />

19.—-<strong>Lauros</strong> u Palmas.<br />

289


El Arzobispo <strong>de</strong> Turín, Car<strong>de</strong>nal Fossati, organizó también una función <strong>de</strong><br />

rogativas en la Catedral, que se llenó <strong>de</strong> fieles. El sermón estuvo a cargo<br />

<strong>de</strong>l Rvdo. doctor Roque, quien, en correcto italiano, supo emocionar a su auditorio<br />

con la evocación <strong>de</strong> la católica España crucificada por la barbarie roja.<br />

GESTIONES DE LOS SUPERIORES<br />

Des<strong>de</strong> el comienzo <strong>de</strong> la Cruzada, el Rector Mayor no sólo se <strong>de</strong>svivió por<br />

aten<strong>de</strong>r personalmente a los fugitivos con todo el afecto <strong>de</strong> su gran corazón,<br />

sino que, a<strong>de</strong>más, quería estar informado, al minuto, <strong>de</strong> todas las noveda<strong>de</strong>s<br />

que ocurrieran, a cualquier hora <strong>de</strong>l día. La noticia <strong>de</strong> un nuevo asesinato o<br />

encarcelamiento <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> sus hijos en la España roja le llenaba <strong>de</strong> angustia,<br />

y <strong>de</strong> ahí nacía el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> hacer todo lo posible por salvarlos.<br />

Por este motivo empezó a hacer gestiones oficiales, encargando a nuestro<br />

Procurador en Roma se entrevistase con el Jefe <strong>de</strong>l Gobierno italiano. Envió<br />

igualmente a Roma al Rvdo. don Ramón Cambó, el cual se puso al habla con<br />

varios diplomáticos americanos y llevó a cabo numerosas gestiones a fin <strong>de</strong><br />

conseguir la liberación <strong>de</strong> nuestros <strong>de</strong>tenidos, o al menos la salida <strong>de</strong> la zona<br />

roja <strong>de</strong> cuantos pudieran hacerlo. Pero todo fracasó ante la anarquía dominante<br />

en la España roja, en don<strong>de</strong>, por aquellas fechas, sólo imperaba la voluntad<br />

omnímoda <strong>de</strong> los partidos <strong>de</strong>l Frente Popular, sin que el llamado Gobierno tuviese<br />

fuerza ni energía para oponerse a sus inauditos <strong>de</strong>smanes.<br />

En vista <strong>de</strong> esto, el Rector Mayor encargó a don Jorge Serié, Consejero<br />

<strong>de</strong>l Capítulo Superior y subdito argentino, fuese a Roma a entrevistarse con el<br />

embajador <strong>de</strong> su país, y luego a París y Berna, para tratar con la Cruz Roja<br />

Internacional acerca <strong>de</strong>l modo <strong>de</strong> hacer algo positivo en favor <strong>de</strong> los Salesianos.<br />

Tampoco estas gestiones dieron resultado.<br />

Entonces embarcó el Padre Serié en el vapor argentino «Tucumán» —entre<br />

cuya oficialidad había varios <strong>de</strong> sus antiguos alumnos que veneraban e idolatraban<br />

al buen sacerdote— y realizó un viaje hasta nuestros puertos <strong>de</strong><br />

Barcelona, Valencia y Alicante, intentando ponerse en comunicación con los<br />

Salesianos, a fin <strong>de</strong>, como fuere, embarcarlos y sacarlos <strong>de</strong> España; pero<br />

la intransigencia roja y tal vez la impru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> un telegrafista, hizo fracasar<br />

sus nobles tentativas. Con todo, durante este año <strong>de</strong> 1937 el Padre<br />

Serié estuvo por completo <strong>de</strong>dicado a su labor generosa y caritativa en pro<br />

<strong>de</strong> los Salesianos españoles.<br />

EL NUEVO INSPECTOR<br />

Al conocerse en Turín, oficialmente, por carta enviada por el cónsul italiano<br />

<strong>de</strong> Valencia, el asesinato <strong>de</strong>l señor Inspector, don José Calasanz, el Rector<br />

Mayor nombró Inspector <strong>de</strong> la Tarraconense al Rvdo. don Julián Massana,<br />

para que atendiera, en primer lugar, a todos los salesianos proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> la<br />

España roja refugiados en Italia y al mismo tiempo tomase a su cargo el <strong>de</strong>spacho<br />

<strong>de</strong> la numerosa correspon<strong>de</strong>ncia proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> todas las partes <strong>de</strong>l<br />

mundo inquiriendo noticias sobre los Salesianos y sus Obras <strong>de</strong> España.<br />

Al caer Irún en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los Nacionales y quedar, por consiguiente, abierta<br />

la frontera con la España Nacional, impacientes algunos salesianos por acudir<br />

290


a su Patria y ofrecerle el concurso <strong>de</strong> hijos bien nacidos, comenzaron a marchar<br />

hacia España.<br />

Apenas llegaron noticias <strong>de</strong> su feliz arribo, partió el señor Inspector, don<br />

Julián Massana, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una <strong>de</strong>vota función en la iglesia <strong>de</strong> María Auxiliadora;<br />

era el 24 <strong>de</strong> Septiembre, festividad <strong>de</strong> Nuestra Señora <strong>de</strong> la Merced,<br />

Patrona <strong>de</strong> la Inspectoría.<br />

En la frontera <strong>de</strong> Valcarlos encontróse con los Rvdos. don Faustino Díaz<br />

y don Juan Fargas, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> Londres, adon<strong>de</strong> habían ido a perfeccionarse<br />

en el inglés. Deseosos <strong>de</strong> prestar su concurso a la Patria en aquellas<br />

horas <strong>de</strong> lucha, abandonaron, apenas les fue posible, la capital inglesa, para<br />

reintegrarse a la Patria. Los tres juntos llegaron a Pamplona el 26 <strong>de</strong> Septiembre.<br />

Pocos días <strong>de</strong>spués llegaba el Rvdo. don Ramón Cambó, que asumió la<br />

dirección <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> Pamplona, por hallarse su Director, Padre Viñas,<br />

en la zona roja.<br />

LA CASA DE PAMPLONA<br />

Las Escuelas Profesionales <strong>de</strong> Artes y Oficios <strong>de</strong> Pamplona fueron convertidas<br />

en cuartel <strong>de</strong> Falange, pues los alumnos se hallaban ausentes por haber<br />

comenzado las vacaciones. Al llegar la fecha <strong>de</strong>l comienzo <strong>de</strong> curso, no se<br />

pudieron reanudar las tareas docentes; pero a principios <strong>de</strong> 1937 las Autorida<strong>de</strong>s,<br />

reconociendo la necesidad <strong>de</strong> que nuestros jóvenes reanudaran su<br />

formación profesional, evacuaron las escuelas, que comenzaron a funcionar con<br />

toda normalidad.<br />

Esta casa y la <strong>de</strong> Huesca fueron las únicas <strong>de</strong> la Inspectoría Tarraconense<br />

que se mantuvieron en la zona Nacional.<br />

LA CASA DE HUESCA<br />

Excepcional fue la situación <strong>de</strong> esta casa, como lo fue la <strong>de</strong> esta ciudad<br />

heroica, cercada durante largos meses por las fuerzas rojas llegadas <strong>de</strong> Cataluña.<br />

Como quiera que a pesar <strong>de</strong>l cerco siempre tuvo la ciudad comunicación,<br />

aunque precaria muchas veces, con Zaragoza, por medio <strong>de</strong> la carretera, los<br />

ataques <strong>de</strong> cañón, fusilería y aviación eran frecuentísimos, sobre todo contra<br />

la carretera, junto a la cual se levantan nuestras escuelas. Por este motivo algunos<br />

salesianos, <strong>de</strong>licados <strong>de</strong> salud, hubieron <strong>de</strong> ser evacuados a Pamplona, en<br />

don<strong>de</strong> permanecieron hasta el final <strong>de</strong> la guerra.<br />

Nuestro colegio, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros días, fue habilitado como Cuartel <strong>de</strong><br />

las fuerzas <strong>de</strong> artillería que guarnecían la ciudad; por esta causa era con frecuencia<br />

blanco directo <strong>de</strong> los obuses y <strong>de</strong> la aviación roja; a pesar <strong>de</strong> lo cual,<br />

durante varias semanas se siguió dando clase, con una audacia que lindaba con<br />

la temeridad.<br />

Alma <strong>de</strong> todo este movimiento y actividad era el Director, Rvdo. Estanislao<br />

Muzas, quien, por su valor, energía y entusiasmo supo conquistarse las simpatías<br />

<strong>de</strong> todos, mereciendo ser galardonado con la Medalla <strong>de</strong> la Ciudad.<br />

También merecen especial mención los ex alumnos <strong>de</strong> esta casa, que fueron<br />

los más heroicos adali<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l movimiento y <strong>de</strong> la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la ciudad cercada.<br />

291


UNIÓN PROVISIONAL DE LAS INSPECTORÍAS<br />

Cuando se supo en Turín que el Inspector <strong>de</strong> la Céltica, don Felipe Alcántara,<br />

se hallaba encarcelado, el Rector Mayor encargó a don Julián Massana<br />

que asumiese la dirección <strong>de</strong> aquella Inspectoría; por lo que, a medida que los<br />

salesianos liberados iban llegando a la España Nacional, eran <strong>de</strong>stinados a<br />

aten<strong>de</strong>r las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las casas, sin reparar en la Inspectoría a que pertenecían.<br />

AYUDA A LOS SALESIANOS DE LA ZONA ROJA<br />

La principal preocupación <strong>de</strong>l señor Inspector durante este período, la constituía<br />

la ayuda a los hermanos resi<strong>de</strong>ntes en la zona roja, muchos <strong>de</strong> los cuales<br />

habían sido asesinados; otros estaban encarcelados; no pocos sufrían toda suerte<br />

<strong>de</strong> privaciones a causa <strong>de</strong> la carestía reinante, sin contar los enfermos <strong>de</strong><br />

más o menos gravedad, que carecían <strong>de</strong> las medicinas necesarias para aliviar<br />

sus dolencias.<br />

A este fin or<strong>de</strong>nó que en todas las casas, en las oraciones <strong>de</strong> la mañana y<br />

<strong>de</strong> la noche, se hicieran especiales plegarias por todos ellos.<br />

A<strong>de</strong>más, se pensó en organizar los socorros compatibles con las circunstancias.<br />

En Marsella <strong>de</strong>jó encargado a don Vicente Ballester que permaneciese<br />

en aquella casa a fin <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r personalmente a todos los salesianos que lograran<br />

evadirse <strong>de</strong> la España marxista y los encaminara a la zona. Así lo hizo,<br />

no sólo con los Salesianos, sino también con los Cooperadores, Antiguos<br />

Alumnos o simplemente sacerdotes o religiosos que acudían a su generosidad,<br />

atendiéndolos en todo hasta <strong>de</strong>jarlos en la frontera <strong>de</strong> Irún.<br />

Por haber sido <strong>de</strong>stinado a Capellán <strong>de</strong>l señor Obispo <strong>de</strong> Pamplona, ocupó<br />

su lugar en Marsella el Rvdo. don Mo<strong>de</strong>sto Bellido, el cual había conseguido<br />

pasar la frontera <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber salido <strong>de</strong> la cárcel <strong>de</strong> Barcelona. Don Mo<strong>de</strong>sto<br />

procuró enviar dinero, por medio <strong>de</strong>l cónsul francés <strong>de</strong> Gerona, a fin <strong>de</strong><br />

que, pagando lo necesario para conseguir guías seguros, pudiesen evadirse<br />

<strong>de</strong> la España roja el mayor número posible <strong>de</strong> salesianos. Sus auxilios en<br />

metálico contribuyeron en no pequeña escala a aliviar la difícil situación económica<br />

<strong>de</strong> varios salesianos <strong>de</strong> Barcelona y Valencia.<br />

En Febrero <strong>de</strong> 1938, habiendo sido nombrado don Mo<strong>de</strong>sto Director <strong>de</strong><br />

las recién fundadas Escuelas Profesionales <strong>de</strong> Deusto, fue reemplazado por<br />

don Francisco González, el cual, al estallar el Movimiento, se encontraba<br />

perfeccionándose en el francés en una <strong>de</strong> nuestras casas <strong>de</strong>l país vecino.<br />

A medida que iba avanzando la guerra, empeoraba la situación alimenticia<br />

<strong>de</strong> la zona roja. La mala administración, la afluencia <strong>de</strong> refugiados proce<strong>de</strong>ntes<br />

<strong>de</strong> las provincias conquistadas por los Nacionales, las dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los<br />

transportes y mil otras causas hacían imposible la vida <strong>de</strong> los que no estaban<br />

incondicionalmente al lado <strong>de</strong>l Gobierno o no pertenecían a alguno <strong>de</strong> los numerosos<br />

Sindicatos rojos. Por eso varios salesianos, unos escondidos, otros<br />

en las cárceles o enfermos, pasaban grave necesidad.<br />

Se logró escribir a Marsella, exponiendo la situación <strong>de</strong> los hermanos más<br />

necesitados, usando un lenguaje ambiguo. Don Francisco comprendió la gravedad<br />

<strong>de</strong> la situación, y <strong>de</strong> acuerdo con don Julián Massana, puso todo su<br />

empeño y toda su actividad en remediarla.<br />

292


Comenzó por el envío, por vía aérea, <strong>de</strong> medicamentos e inyectables para<br />

don Luis Cid, a quien la enfermedad y la escasa alimentación tenían postrado<br />

gravemente en cama, Gracias a este auxilio provi<strong>de</strong>ncial, pudo reaccionar a<br />

tiempo y recuperar un poco las fuerzas perdidas.<br />

Continuaron luego los envíos periódicos <strong>de</strong> paquetes con alimentos o prendas<br />

<strong>de</strong> vestir y calzar para los más necesitados, envíos realizados por medio <strong>de</strong><br />

la Cruz Roja, y también .—<strong>de</strong> todo había que valerse en aquellas circunstancias-^<br />

<strong>de</strong>l Socorro Rojo Internacional. En los cinco meses en que aún se<br />

prolongó la guerra —en los que se agravaron extraordinariamente la escasez<br />

y el hambre—, don Francisco no conoció reposo, y afrontaba todas las dificulta<strong>de</strong>s<br />

que se le ofrecían para introducirse, disfrazado, en las Agencias <strong>de</strong>l Socorro<br />

Rojo a fin <strong>de</strong> que admitieran sus paquetes con <strong>de</strong>stino a los Salesianos.<br />

En suma, logró enviar más <strong>de</strong> cien paquetes conteniendo toda clase <strong>de</strong><br />

alimentos: arroz, azúcar, conservas, bacalao, harina, etc.; paquetes que eran<br />

repartidos por el Padre Viñas entre los salesianos enfermos, encarcelados o<br />

necesitados.<br />

Otros paquetes iban dirigidos a Valencia, Gerona o Madrid; pero preferentemente<br />

a Barcelona, don<strong>de</strong> había mayor número <strong>de</strong> salesianos. A fin <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spistar a la policía, los enviaba a distintos <strong>de</strong>stinatarios. Casi todos llegaron<br />

a su <strong>de</strong>stino.<br />

El enorme gasto que el envío <strong>de</strong> estas remesas representaba, era costeado<br />

por el señor Inspector y en parte por los donativos generosos <strong>de</strong> los señores<br />

Inspectores <strong>de</strong> Francia.<br />

Es <strong>de</strong> notar que muchas veces el coste <strong>de</strong>l envío sobrepasaba en mucho al<br />

<strong>de</strong>l contenido <strong>de</strong> los paquetes.<br />

Don Francisco no abandonó su puesto <strong>de</strong> Marsella hasta el 26 <strong>de</strong> Febrero,<br />

en que, liberada Cataluña y hallándose incomunicado con los restos <strong>de</strong> la zona<br />

roja, no pudo ya cumplir su cometido.<br />

«EL NOTICIARIO»<br />

Como eran tantísimas las cartas que el señor Inspector recibía constantemente<br />

<strong>de</strong> todas partes, pidiendo noticias <strong>de</strong> las cosas <strong>de</strong> España, tan lamentablemente<br />

<strong>de</strong>sfiguradas por la prensa extranjera, en Enero <strong>de</strong> 1937 se comenzó<br />

la publicación <strong>de</strong> un «Noticiario» en el que no sólo se daban las noticias fi<strong>de</strong>dignas<br />

<strong>de</strong> nuestras casas <strong>de</strong> la zona Nacional, sino también, y principalmente,<br />

cuantas noticias se iban recibiendo <strong>de</strong> los salesianos confinados en la zona roja.<br />

Este «Noticiario» se enviaba preferentemente a los salesianos españoles resi<strong>de</strong>ntes<br />

en el extranjero o a los hermanos <strong>de</strong>stacados en los frentes y en servicio<br />

militar activo, llevándoles a todos el aliento <strong>de</strong> la Congregación, que<br />

cual madre amorosa miraba cariñosamente por sus hijos, alentando a los unos<br />

y consolando a los otros.<br />

293


•I I


Muy Rvdo. don JOSÉ CALASANZ Y MARQUES<br />

Inspector<br />

Justo es que encabece el glorioso <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> nuestros Mártires el que era<br />

cabeza y Padre <strong>de</strong> los Salesianos <strong>de</strong> la Inspectoría.<br />

No es nuestro intento, ni sería éste el lugar apropiado, el dar a estas breves<br />

notas el carácter <strong>de</strong> biografía, aunque bien lo merece la <strong>de</strong>stacada personalidad<br />

<strong>de</strong> algunos <strong>de</strong> nuestros hermanos asesinados; pero al menos nos será permitido<br />

sintetizar en una breve frase el carácter <strong>de</strong> los mismos.<br />

Y al tratarse <strong>de</strong>l llorado Padre Calasanz, nos bastará una sola palabra:<br />

«corazón». El Padre Calasanz era un gran corazón. Díganlo, si no, todos los<br />

Salesianos que lo trataron, tanto en España como en los diversos países <strong>de</strong><br />

América adon<strong>de</strong> le <strong>de</strong>stinara la obediencia. Díganlo los cooperadores salesianos,<br />

para quienes guardaba una gratitud sin límites y unas atenciones tan<br />

<strong>de</strong>licadas; díganlo los antiguos alumnos, que eran su porción predilecta; díganlo,<br />

en fin, los alumnos todos <strong>de</strong> nuestras casas, que le idolatraban y <strong>de</strong>positaban<br />

en él ilimitada confianza.<br />

Corazón <strong>de</strong> padre, corazón <strong>de</strong> amigo, corazón <strong>de</strong> hermano. Esto era el<br />

Padre Calasanz.<br />

Hemos interrumpido la narración referente al Padre Calasanz en el momento<br />

en que, obtenida la libertad, iban saliendo <strong>de</strong> la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo los Salesianos<br />

<strong>de</strong> Valencia, en busca <strong>de</strong> un problemático refugio, tan difícil <strong>de</strong> conseguir<br />

en aquellos días, en que, el tener albergado en casa un religioso equivalía<br />

a exponerse a per<strong>de</strong>r la hacienda y la vida.<br />

Y, sin embargo, ¡cuántas familias cristianas y generosas arrostraban heroicamente<br />

este inminente peligro para sí y para sus hijos, y tendían la mano, y<br />

abrían su hogar y su corazón a los pobres y perseguidos hijos <strong>de</strong> Don Bosco!<br />

En el libro <strong>de</strong> la Congregación están escritos estos nombres con caracteres<br />

in<strong>de</strong>lebles <strong>de</strong> oro: el oro <strong>de</strong> la más profunda gratitud.<br />

El Padre Calasanz, como buen Padre y Pastor, se preocupó afanosamente<br />

en las horas que precedieron a la salida <strong>de</strong> la cárcel, por que todos los Salesianos<br />

tuviesen un refugio seguro; y en unión <strong>de</strong>l señor Director, don Antonio<br />

Martín, indicó a cada hermano el domicilio <strong>de</strong> algún amigo o cooperador <strong>de</strong><br />

nuestra Obra en Valencia. A medida que iban saliendo y al <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> él,<br />

les daba junto con su paternal bendición, atinados consejos.<br />

301


Con esto puso fin a la conversación y empezaron a tratar <strong>de</strong> conce<strong>de</strong>rnos<br />

el salvoconducto. La mayoría <strong>de</strong>l Comité, ganados por el Padre Calasanz, eran<br />

partidarios <strong>de</strong> que se nos concediera; tan sólo unos pocos se oponían. Después<br />

<strong>de</strong> largas discusiones acordaron concedérnoslo a fin <strong>de</strong> que pudiéramos continuar<br />

nuestro viaje.<br />

El principal adversario <strong>de</strong> la concesión <strong>de</strong>l salvoconducto era un jovenzuelo<br />

malcarado bizco, el cual apoyaba su negativa con este argumento:<br />

—Si fueran ellos los que mandaran, ya nos habrían aplicado la ley <strong>de</strong><br />

fugas.<br />

Y salió <strong>de</strong>spechado, yendo a juntarse con un grupo <strong>de</strong> compinches que le<br />

esperaban a la puerta.<br />

Mientras tanto nosotros, con nuestros flamantes salvoconductos, salimos<br />

dispuestos a reanudar nuestro viaje.<br />

El señor Inspector y don Recaredo, que habían <strong>de</strong> tomar el tren, se dirigieron<br />

a buen paso hacia la estación, pues faltaba poco para la hora <strong>de</strong> la partida.<br />

Nosotros nos quedamos algo rezagados.<br />

A poco nos alcanza; un grupo <strong>de</strong> milicianos, capitaneados por el sujeto<br />

bizco arriba mencionado, y nos <strong>de</strong>tienen. Otros aprietan el paso para alcanzar<br />

a don José Calasanz y a don Recaredo. Como el tren estaba ya a la vista y<br />

a punto <strong>de</strong> entrar en agujas, para no per<strong>de</strong>rlo, echaron a correr y entonces<br />

sus perseguidores a gran<strong>de</strong>s voces los obligaron a <strong>de</strong>tenerse, amenazándolos<br />

con sus fusiles. Cuando los alcanzaron, don Recaredo les enseñó el salvoconducto<br />

que acababan <strong>de</strong> conce<strong>de</strong>rles, y que los autorizaba a marchar libremente;<br />

pero ellos, prorrumpiendo en carcajadas, se apo<strong>de</strong>raron <strong>de</strong> los documentos y<br />

los hicieron pedazos.<br />

Luego, todos juntos, volvimos al pueblo. El local <strong>de</strong>l Comité estaba cerrado.<br />

A la puerta esperaba una camioneta. Nos obligaron a subir a ella diciendo que<br />

«nos iban a dar un paseíto».<br />

Subió primero don Agustín García, el cual dio la mano al Padre Calasanz,<br />

a quien ayudamos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> abajo don Recaredo y yo. El último en subir fue don<br />

Recaredo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ayudarme a subir a mí.<br />

Los milicianos también subieron, sentándose unos a horcajadas sobre la<br />

caja <strong>de</strong> la camioneta; otros encontraron sitio en el interior. Todos iban provistos<br />

<strong>de</strong> armas largas.<br />

Yo me senté en un neumático que había al fondo <strong>de</strong> la camioneta. El Padre<br />

Calasanz no quiso sentarse, y apoyando sus manos sobre mis hombros para<br />

no caer, prefirió ir <strong>de</strong> pie. Don Recaredo y don Agustín, dada la estrechez <strong>de</strong>l<br />

sitio, iban medio sentados, medio arrodillados.<br />

Se puso en marcha el camión camino <strong>de</strong> Valencia. Frente al señor Inspector<br />

iba el mozalbete procaz y blasfemo que no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> encañonarle con su<br />

fusil. En más <strong>de</strong> una ocasión hube <strong>de</strong> agacharme para evitar que el cañón <strong>de</strong>l<br />

arma, a causa <strong>de</strong> los continuos vaivenes <strong>de</strong>l vehículo me lastimara en la cabeza.<br />

Cada vez que esto ocurría yo le rogaba que apartara el arma o la dirigiera o<br />

otra parte porque podía dispararse.<br />

Él reía... con una risa que helaba el alma, y seguía igual, diciendo que no<br />

me preocupara.<br />

En todo el viaje no cambiamos una sola palabra entre nosotros. Todos<br />

íbamos embebidos en nuestros propios pensamientos. Si se cruzaban nuestras<br />

miradas, podíamos comprobar que nuestra mente estaba ocupada en lo mismo:<br />

la oración:<br />

304


LA TRAGEDIA<br />

Llegamos a Valencia. Al pasar frente al puente <strong>de</strong> San José sucedió lo<br />

irremediable. Sonó un disparo. Se oyó un ¡Dios mío! ahogado, y el Padre Calasanz,<br />

sin vida, cayó <strong>de</strong>splomado sobre mí. En un instante quedé cubierto con<br />

la sangre <strong>de</strong>l mártir, que a borbotones salía <strong>de</strong> la enorme herida que le había<br />

<strong>de</strong>shecho la cara.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo la camioneta. Los milicianos se arrojaron al suelo. Yo, también,<br />

sin saber lo que hacía. Don Recaredo intentó incorporar al señor Inspector y<br />

le dio la absolución. Le llamó. Inútil. Su bella alma había volado ya al Cielo.<br />

Su rostro quedó horriblemente <strong>de</strong>sfigurado- El disparo, hecho a boca <strong>de</strong> jarro, le<br />

<strong>de</strong>strozó la cabeza, <strong>de</strong>jando ennegrecidas sus facciones.<br />

Don Recaredo lloraba como un niño. En diez años que conviví con él jamás<br />

le vi llorar. Al abrazar el cadáver quedó él también empapado en sangre. El<br />

suelo <strong>de</strong> la camioneta era un charco resbaladizo... La sangre se filtraba por las<br />

rendijas y caía al suelo...<br />

Todo esto, que pareció que duraba un siglo, sucedió en breves instantes.<br />

Cuando pu<strong>de</strong> volver en mí <strong>de</strong>l espanto, vi a los milicianos que reían y bromeaban<br />

con el asesino.<br />

Como don Recaredo hiciera a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> apearse <strong>de</strong> la camioneta, gritaron<br />

que al primero que intentara bajar, le <strong>de</strong>jarían seco <strong>de</strong> un tiro. A mí me mandaron<br />

subir junto al chófer y reanudamos la marcha hasta un dispensario cercano.<br />

Llegados allí, entre don Recaredo y don Agustín bajaron el cadáver y<br />

lo tendieron en una mesa <strong>de</strong> operaciones. Permanecimos unos momentos rezando<br />

y llorando ante los restos <strong>de</strong>l amado Padre hasta que los milicianos nos<br />

sacaron <strong>de</strong> allí diciendo que teníamos que <strong>de</strong>clarar.<br />

Don Recaredo se negó a subir <strong>de</strong> nuevo a la camioneta, llena <strong>de</strong> sangre.<br />

Tuvieron que traer un coche. En él subimos, junto con un individuo que <strong>de</strong>cía<br />

ser el juez y nos encaminamos hacia el juzgado <strong>de</strong> guardia, en don<strong>de</strong> nos<br />

esperaban ya los <strong>de</strong> la camioneta.<br />

El primero en <strong>de</strong>clarar fue el asesino, que con inaudita impu<strong>de</strong>ncia afirmó<br />

que el muerto se había agarrado a su arma, provocando el disparo que le hirió<br />

<strong>de</strong> muerte. Esta <strong>de</strong>claración era una mentira infame, ya que el Padre Calasanz,<br />

jamás, en todo el trayecto <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> apoyarse sobre mis hombros son las dos<br />

manos. El tiro no fue casual, sino intencionado. Sabía el jovenzuelo aquel que<br />

el Padre Calasanz era sacerdote, por habérsele encontrado la sotana en la<br />

maleta, y éste fue, sin duda, el motivo que le impulsó a cometer el villano<br />

asesinato.»<br />

Hasta aquí la relación <strong>de</strong> don Florencio Celdrán.<br />

«Yo creo que estoy en gracia <strong>de</strong> Dios», había dicho el mártir aquella misma<br />

mañana al abandonar la cárcel.<br />

He ahí el secreto <strong>de</strong> la heroica paciencia, <strong>de</strong> la resignación, <strong>de</strong>l dominio<br />

<strong>de</strong> sí mismo y <strong>de</strong>l ansia <strong>de</strong> apostolado que fueron las notas características <strong>de</strong><br />

sus últimas horas.<br />

Estaba en gracia <strong>de</strong> Dios. Por eso la muerte fue para él una liberación y<br />

un premio: la corona <strong>de</strong>l martirio que Dios le <strong>de</strong>paraba como término <strong>de</strong> una<br />

vida santa y ejemplar inmolada en aras <strong>de</strong> la caridad y <strong>de</strong>l apostolado.<br />

20. —<strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

305


LOS MÁRTIRES DE LA CÁRCEL MODELO<br />

DE VALENCIA<br />

Terminada la <strong>de</strong>claración ante el juzgado, los compañeros <strong>de</strong>l Padre Calasanz<br />

fueron conducidos al Gobierno Civil,, para prestar nueva <strong>de</strong>claración.<br />

El mismo hermano coadjutor don Florencio Celdrán nos proporciona los <strong>de</strong>talles<br />

<strong>de</strong> la escena:<br />

«A poco <strong>de</strong> llegar allí, se presentó un individuo que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pasar la<br />

mirada por una lista que tenía en la mano, en tono grosero y hablando a gritos,<br />

me preguntó a mí, que estaba más cerca:<br />

—¿Y tú por qué has salido <strong>de</strong> la cárcel?<br />

•—Porque me dieron la libertad—contesté.<br />

—¿Y no sabes tú —insistió—, que hoy día, don<strong>de</strong> mejor se está es en<br />

la cárcel?<br />

—Yo no sé si allí es don<strong>de</strong> mejor se está. Sólo sé que llegó la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />

libertad y nos echaron a la calle.<br />

—Pues sí, señor. Allí es don<strong>de</strong> mejor se está; ya veis. Hoy día vas por la<br />

calle y si un miliciano te pega un tiro, no hay quien te lo quite.<br />

En este punto intervino don Recaredo, diciendo:<br />

—¿Pero es que no hay siquiera la elemental seguridad para que un ciudadano<br />

pacífico vaya por la calle?<br />

Al oir estas palabras aquel hombre montó en cólera y con voces <strong>de</strong>stempladas<br />

exclamó:<br />

—¿Pero es que vosotros sois ciudadanos?<br />

—Siempre lo hemos sido —replicó don Recaredo.<br />

—Pues ahora no lo sois... y ¡a callar!, que bastante tiempo habéis mandado<br />

vosotros. Sois los enemigos peores <strong>de</strong>l obrero, porque vosotros, los salesianos,<br />

jesuítas, dominicos y toda esta ralea <strong>de</strong> frailes y curas estáis en la otra parte<br />

luchando contra el pueblo. Así que lo mejor que podéis hacer es volver a la<br />

cárcel.<br />

—Pero si acabamos <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> allí esta mañana ,—insinué yo tímidamente.<br />

—¿Pero tú quieres la libertad? —me preguntó.<br />

—Con garantías <strong>de</strong> seguridad, sí —le contesté.<br />

—¿Y qué garantías son ésas?<br />

—Al menos un salvoconducto con el que pueda llegar hasta mi pueblo.<br />

307


—Pues eso no lo esperes. Ahora, si quieres marcharte, la puerta está<br />

abierta.<br />

Y era verdad, pero allí estaban los milicianos aguardando...<br />

Terminado este diálogo fuimos encerrados en los calabozos <strong>de</strong> Gobernación<br />

en don<strong>de</strong> pasamos el resto <strong>de</strong> aquel fatídico día. No nos quisieron dar<br />

ni siquiera un vaso <strong>de</strong> agua. A media noche nos hicieron salir. A la puerta nos<br />

esperaba un coche celular. Los milicianos habían <strong>de</strong>saparecido. Pocos minutos<br />

<strong>de</strong>spués entrábamos <strong>de</strong> nuevo en la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> habíamos salido<br />

aquella misma mañana.»<br />

Y aquí los <strong>de</strong>jaremos por ahora, mientras seguimos la odisea <strong>de</strong> los otros<br />

hermanos liberados también <strong>de</strong> la cárcel. Algunos consiguieron encontrar asilo<br />

en el seno <strong>de</strong> su propia familia; otros, en casa <strong>de</strong> algún bienhechor. Los más<br />

hubieron <strong>de</strong> sufrir penoso encierro en casas particulares, como se refiere en la<br />

segunda parte <strong>de</strong> esta crónica. Por este motivo nos limitaremos al presente a<br />

seguir las huellas <strong>de</strong> los que volvieron a la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo para sufrir el martirio<br />

unos meses más tar<strong>de</strong>.<br />

RVDO. DON ANTONIO M. MARTÍN HERNÁNDEZ<br />

Era Director <strong>de</strong>l Colegio <strong>de</strong> Valencia. De sus relevantes dotes pedagógicas<br />

dan testimonio cuantos Salesianos han sido formados en su escuela durante<br />

el tiempo en que fue Maestro <strong>de</strong> Novicios y Profesor <strong>de</strong> Estudiantado Filosófico.<br />

Su amor a los niños se traducía en obras admirables como las Escuelas<br />

<strong>de</strong> San José, en Barcelona, que <strong>de</strong>jó convertidas, durante sus años <strong>de</strong> Director,<br />

en verda<strong>de</strong>ras escuelas mo<strong>de</strong>lo. Y sobre todo las <strong>de</strong> Valencia, en don<strong>de</strong><br />

supo convertir un vetusto caserón en un grupo escolar <strong>de</strong> aulas alegres y soleadas,<br />

don<strong>de</strong> recibían instrucción gratuita centenares <strong>de</strong> niños pobres <strong>de</strong> la<br />

barriada <strong>de</strong> Sagunto.<br />

Todos estos trabajos los llevaba a cabo pensando tan sólo en la gloria <strong>de</strong><br />

Dios y en el bien <strong>de</strong> los niños, sin esperar otra recompensa aquí abajo. Ya<br />

hemos visto en la primera parte <strong>de</strong> esta crónica, el pago que recibieron tantas<br />

fatigas y <strong>de</strong>svelos; el asalto a su amado colegio y la prisión <strong>de</strong> todos los Salesianos<br />

allí reunidos.<br />

Juntamente con los <strong>de</strong>más hermanos fue recluido en la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong><br />

Valencia, en la mañana <strong>de</strong>l 22 <strong>de</strong> Julio. La primera jornada hubo <strong>de</strong> pasarla<br />

incomunicado y sin asistencia alguna; pero al día siguiente, dado el precario<br />

estado <strong>de</strong> su salud, agravado por los sucesos ya referidos, pidió y obtuvo ingresar<br />

en la enfermería <strong>de</strong> la cárcel, en don<strong>de</strong> permaneció hasta el día 29 en<br />

que todos los Salesianos fueron puestos en libertad.<br />

Al salir <strong>de</strong> la cárcel se dirigió a casa <strong>de</strong> una insigne bienhechora, doña<br />

Ricarda Alemany, la cual le atendió con todo el afecto y solicitud imaginables,<br />

procurando <strong>de</strong>volverle, junto con la salud perdida, la tranquilidad <strong>de</strong>l espíritu<br />

mediante la relativa seguridad <strong>de</strong> que nada malo había <strong>de</strong> pasarle mientras<br />

permaneciera bajo su techo.<br />

En aquel cristiano hogar veía don Antonio transcurrir tranquilamente los<br />

días, entregado por completo a sus <strong>de</strong>vociones y al rezo <strong>de</strong>l santo Breviario,<br />

que había conservado en su maletín, y edificando a todos con su piedad, su<br />

recogimiento y su conformidad con la voluntad <strong>de</strong> Dios.<br />

308


RVDO, DON JOSÉ JIMÉNEZ<br />

El día 2 <strong>de</strong> Agosto se presentó inopinadamente en casa <strong>de</strong> doña Ricarda<br />

el sacerdote don José Jiménez. Procedía <strong>de</strong>l Colegio <strong>de</strong> Alcoy, en don<strong>de</strong> durante<br />

varios años <strong>de</strong>splegó un celo verda<strong>de</strong>ramente salesiano. Piadoso, alegre<br />

y trabajador, era amado <strong>de</strong> todos los hermanos e idolatrado por los niños.<br />

Sus ansias <strong>de</strong> apostolado eran tales que se le oyó exclamar más <strong>de</strong> una vez:<br />

—Yo sólo por confesar a los niños me hubiera hecho salesiano.<br />

Habiéndose trasladado a Valencia con otros hermanos <strong>de</strong> Alcoy para<br />

hacer los Ejercicios Espirituales, hubo <strong>de</strong> sufrir juntamente con ellos las penalida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> la cárcel. Al salir <strong>de</strong> ella anduvo errante por-Valencia, pues contra<br />

sus esperanzas, encontraba cerradas todas las puertas. Todos manifestaban<br />

su buen <strong>de</strong>seo, pero el miedo a las represalias tomadas por los rojos contra los<br />

que hospedaban a algún sacerdote o religioso, les hacía obrar muchas veces<br />

contra los impulsos <strong>de</strong> su corazón.<br />

Por esta causa hubo <strong>de</strong> pasar algunas noches al raso, durmiendo en algún<br />

banco <strong>de</strong> los paseos públicos. En las fondas y pensiones adon<strong>de</strong> se presentó<br />

no querían admitirle tampoco por carecer <strong>de</strong> documentación, ya que la cédula,<br />

que <strong>de</strong>claraba su profesión <strong>de</strong> religioso, era más bien una con<strong>de</strong>na que una<br />

garantía. Finalmente, la dueña <strong>de</strong> una fonda, compa<strong>de</strong>cida, le proporcionó una<br />

habitación. Pidió un vaso <strong>de</strong> leche, se cerró por <strong>de</strong>ntro y <strong>de</strong>shecho por la fatiga,<br />

la emoción y la incertidumbre, rompió a llorar como un niño.<br />

Habiéndose enterado, casualmente, <strong>de</strong>l domicilio en que estaba refugiado<br />

don Antonio Martín, el día 2 <strong>de</strong> Agosto, como ya hemos dicho, se presentó en<br />

casa <strong>de</strong> doña Ricarda, <strong>de</strong>clarando su personalidad y solicitando una entrevista<br />

con don Antonio.<br />

Éste le acogió con todo cariño y le hizo relatar, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> toda la familia,<br />

sus tristes correrías, las cuales conmovieron tanto a la bondadosa dueña <strong>de</strong><br />

la casa, que <strong>de</strong>cidió hospedar también a don José, exclamando:<br />

—El mismo peligro corremos por tener un refugiado que por tener dos.<br />

Qué<strong>de</strong>se usted con nosotros.<br />

Des<strong>de</strong> aquel momento ambos religiosos se consolaban mutuamente y podían<br />

cumplir en comunidad sus prácticas piadosas y entregarse a santas conversaciones,<br />

que edificaban a los <strong>de</strong> casa, los cuales no saben hablar <strong>de</strong> ellos sino<br />

con lágrimas en los ojos.<br />

Así transcurrió una semana, durante la cual fueron recobrando las energías<br />

y el optimismo. La vida se <strong>de</strong>slizaba para ellos tranquila y sin preocupaciones,<br />

creyéndose ya seguros <strong>de</strong> cualquier sorpresa.<br />

Pero una noche, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l 10 <strong>de</strong> Agosto, se presentaron <strong>de</strong> improviso<br />

dos milicianos diciendo que iban a comprobar si en aquella casa había un aparato<br />

<strong>de</strong> radio. Como les contestaran que no, se marcharon sin más averiguaciones;<br />

pero esta visita no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> parecer a todos muy extraña, con lo que empezó<br />

a infiltrarse en los ánimos el temor a un posible registro, con todas sus <strong>de</strong>sagradables<br />

y trágicas consecuencias.<br />

Don Antonio manifestó que si le preguntaran quién era respon<strong>de</strong>ría que<br />

un maestro salesiano.<br />

310


EL REGISTRO<br />

El día 14 <strong>de</strong> Agosto, a eso <strong>de</strong>l mediodía, se <strong>de</strong>tuvo frente a la casa un<br />

auto <strong>de</strong>l que se apearon cinco milicianos armados, que subieron directamente<br />

al piso <strong>de</strong> doña Ricarda. ¿Sería la consecuencia <strong>de</strong> alguna <strong>de</strong>nuncia o tal vez<br />

la repetición <strong>de</strong> la visita anterior?<br />

Doña Ricarda salió a recibirlos preguntándoles el motivo <strong>de</strong> su visita.<br />

Ellos le respondieron que habían recibido una <strong>de</strong>nuncia <strong>de</strong> que en aquel piso<br />

se ocultaban armas y que por consiguiente se veían obligados a hacer un registro.<br />

Preguntaron a continuación por los habitantes <strong>de</strong> la casa, y doña Ricarda,<br />

<strong>de</strong> acuerdo con lo convenido, dijo que tenía como huéspe<strong>de</strong>s a dos maestros<br />

salesianos, los cuales sólo esperaban arreglar su documentación para marchar<br />

a sus respectivos domicilios.<br />

Los milicianos los hicieron comparecer ante ellos y les pidieron la documentación,<br />

<strong>de</strong> que carecían, según les había dicho doña Ricarda.<br />

Como consecuencia <strong>de</strong> ello, manifestaron su resolución <strong>de</strong> registrar minuciosamente<br />

todo el piso. Cuatro horas <strong>de</strong>dicaron a esta tarea, que, naturalmente,<br />

dio resultados negativos, por lo que, <strong>de</strong>spechados, al terminar, dirigiéndose<br />

a los dos religiosos, les dijo uno <strong>de</strong> ellos:<br />

'—Están uste<strong>de</strong>s muy bien tratados, ¿eh? Ya saben uste<strong>de</strong>s bien en dón<strong>de</strong><br />

se refugian. Y uste<strong>de</strong>s —dirigiéndose a doña Ricarda—, seguramente irán al<br />

Cielo por su caridad. En cambio nosotros, los malos, iremos al infierno, ¿no?<br />

Luego otro miliciano, dirigiéndose a don Antonio, dijo:<br />

•—Cuando uste<strong>de</strong>s mandaban, nos mataban a nosotros. Justo es que ahora<br />

que mandamos nosotros... los matemos a uste<strong>de</strong>s.<br />

—Yo —respondió don Antonio— no he hecho jamás mal a nadie. Al contrario.<br />

Uste<strong>de</strong>s conocen nuestro colegio y saben cuántos niños pobres reciben<br />

allí instrucción gratuita. Uste<strong>de</strong>s, seguramente, tienen un i<strong>de</strong>al...<br />

—Nosotros '—le interrumpió el miliciano— nos movemos porque nos han<br />

hecho mover...<br />

Don Antonio no respondió, terminando con esto la conversación.<br />

El jefe <strong>de</strong> la cuadrilla le dijo a doña Ricarda:<br />

—Usted no pase cuidado. Nos llevaremos a estos señores para arreglarles<br />

el pasaporte.<br />

Don Antonio, sin caer en el doble sentido <strong>de</strong> la frase, exclamó gozoso:<br />

— ¡Qué bien! No saben uste<strong>de</strong>s cuánto se lo agra<strong>de</strong>zco.<br />

Y con esto partieron, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> la generosa familia que con<br />

tan buena voluntad y abnegación les había ofrecido el calor <strong>de</strong> un hogar durante<br />

aquellos quince días.<br />

No se sabe a ciencia cierta a dón<strong>de</strong> fueron conducidos. Doña Ricarda cree<br />

que estuvieron encerrados algunos días en el Penal <strong>de</strong> San Miguel <strong>de</strong> los<br />

Reyes, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> a primeros <strong>de</strong> Septiembre fueron trasladados a Gobernación<br />

y <strong>de</strong> allí a la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo, en cuyo registro constan sus nombres y la fecha<br />

<strong>de</strong> ingreso: 3 <strong>de</strong> Septiembre <strong>de</strong> 1936.<br />

Allí se encontraban, como ya hemos dicho, don Recaredo <strong>de</strong> los Ríos,<br />

don Agustín García y don Florencio Celdrán, que acompañaban al Padre<br />

Calasanz en el momento <strong>de</strong> su muerte.<br />

Este mismo día recobraba la libertad don Florencio gracias a las gestiones<br />

<strong>de</strong>l Comité <strong>de</strong> su pueblo; pero no pudo enterarse <strong>de</strong>l ingreso <strong>de</strong> don Antonio<br />

y don José.<br />

311


EL RVDO. DON JULIÁN RODRÍGUEZ<br />

Al ingresar con los <strong>de</strong>más Salesianos en la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo, pidió y obtuvo,<br />

ser trasladado a la enfermería, a causa <strong>de</strong> una infección que pa<strong>de</strong>cía en un<br />

pie. Allí permaneció en compañía <strong>de</strong> don Antonio Martín los ocho días que<br />

duró su encierro.<br />

Al serle <strong>de</strong>vuelta la libertad, el día 29, tenía la seguridad <strong>de</strong> encontrar<br />

alojamiento en varios sitios, pues don Julián, por su buen carácter y por el<br />

afecto con que trataba a los niños, era idolatrado por ellos. Tal vez la misma<br />

abundancia <strong>de</strong> sitios para elegir le traía in<strong>de</strong>ciso.<br />

Con su maletín en la mano, la barba <strong>de</strong> ocho días y el vestido sucio con<br />

la mugre <strong>de</strong> la cárcel, se encontraba en medio <strong>de</strong> la Plaza Castelar sin saber<br />

qué partido tomar; le repugnaba presentarse con aquella facha en una casa<br />

<strong>de</strong>cente, en don<strong>de</strong> su presencia había <strong>de</strong> llamar forzosamente la atención, poniéndose<br />

en peligro a sí mismo y a las personas que le dieran albergue.<br />

Allí, sentado en uno <strong>de</strong> los bancos <strong>de</strong> la plaza, le encontraron algunos Salesianos,<br />

salidos como él <strong>de</strong> la cárcel; y al invitarle a ir con ellos, les replicó que<br />

ya tenía sitio adon<strong>de</strong> acogerse. Pero lo cierto es que no se <strong>de</strong>cidía.<br />

Finalmente, la necesidad y el temor <strong>de</strong> que le prendieran nuevamente por<br />

sospechoso, le impulsaron a subir al Banco Vitalicio, edificio que se encuentra<br />

en la misma Plaza Castelar y <strong>de</strong>l que era Director don Domingo García, padre<br />

<strong>de</strong> un antiguo alumno <strong>de</strong> Mataró a quien don Julián había dado clase años<br />

atrás.<br />

Esperó a que salieran todos los empleados para la comida <strong>de</strong>l mediodía,<br />

y cuando supuso que ya no había peligro <strong>de</strong> exponerse a encuentros peligrosos,<br />

subió a la vivienda <strong>de</strong>l señor García, que se halla en el mismo edificio.<br />

Fue recibido con gran cariño y exquisita caridad por aquella excelente<br />

familia, que al punto le proporcionó todo lo necesario para po<strong>de</strong>r presentarse<br />

dignamente. Era don Julián un hombre extremadamente pulcro y amante <strong>de</strong><br />

la limpieza, y por esto cuando se vio afeitado, vestido y bien lavado, pareció<br />

otro hombre, lleno <strong>de</strong> optimismo y alegría... Vino a aumentar ésta la noticia<br />

que le dieron aquellos señores <strong>de</strong> tener albergado en casa a don Cayetano<br />

Tarruell, que, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Alcoy, había buscado refugio bajo aquel mismo<br />

techo al ser expulsado <strong>de</strong> aquella casa. Tan seguro estaba <strong>de</strong> la jamás <strong>de</strong>smentida<br />

generosidad y <strong>de</strong>l sincero afecto <strong>de</strong> don Domingo y <strong>de</strong> su ¡dignísima<br />

familia.<br />

Varios días permaneció don Julián en este cristiano hogar, sin atreverse<br />

a salir a la calle, entregado a la oración y al recogimiento. Le llenaba <strong>de</strong> temor<br />

el saber que el Banco estaba intervenido por la C. N. T., la cual, igualmente,<br />

controlaba todo el edificio, por lo que no era raro ver por doquiera milicianos<br />

armados. Estas circunstancias y el hecho <strong>de</strong> haber ya otro salesiano en aquella<br />

casa, movieron a abandonar este refugio, a pesar <strong>de</strong> las calurosas instancias<br />

que para <strong>de</strong>sviarle <strong>de</strong> su propósito le hacían don Domingo y los <strong>de</strong>más miembros<br />

<strong>de</strong> la familia. Todos le aseguraban que no había nada que temer y que<br />

en último término estaban dispuestos a arrostrar cualquier peligro por los<br />

educadores <strong>de</strong> su hijo.<br />

Pero venció el sentido <strong>de</strong> la <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za y lo que él creía su <strong>de</strong>ber, y finalmente,<br />

se <strong>de</strong>spidió con lágrimas en los ojos <strong>de</strong> sus protectores para trasladarse<br />

a otra casa cercana, en la calle <strong>de</strong> San Vicente, en don<strong>de</strong> vivía otro alumno<br />

suyo, cuyo padre era antiguo alumno <strong>de</strong> nuestra Casa <strong>de</strong> Sarria.<br />

312


El señor Talens, tal era su apellido, le recibió con los brazos abiertos. Era<br />

propietario <strong>de</strong> un almacén <strong>de</strong> muebles, que ocupaba la parte baja <strong>de</strong>l edificio.<br />

La familia ocupaba el entresuelo y en él le ofrecieron un reducido cuartito, en<br />

don<strong>de</strong> don Julián pasaba las horas sin apenas salir más que para las comidas,<br />

empleando su tiempo en la oración y en la meditación y oyendo la radio en un<br />

pequeño aparato <strong>de</strong> poca potencia, que al no permitirle oír a la España nacional<br />

no hacía más que aumentar su pesimismo y su tristeza.<br />

Por si fuera poco, una triste noticia sembró la consternación en la familia.<br />

En casa <strong>de</strong> unos parientes <strong>de</strong>l señor Talens acababa <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>tenido un sacerdote<br />

que tenían refugiado, y al marchar los milicianos, amenazaron a la familia<br />

con graves represalias.<br />

Don Julián, pensando en las funestas consecuencias que a sus bienhechores<br />

acarrearía un registro semejante, <strong>de</strong>terminó abandonar aquella casa y a primeros<br />

<strong>de</strong> Septiembre se <strong>de</strong>spidió diciendo que iba a buscar asilo en casa <strong>de</strong><br />

un alumno que vivía en el barrio <strong>de</strong> la Zaidía.<br />

No <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> encontrar allí la acogida que esperaba, y al verse en la calle,<br />

solo, sin recursos, y reconociendo que su presencia sería fatal para sus propios<br />

bienhechores, don<strong>de</strong>quiera que se refugiase, se presentó en el Gobierno Civil,<br />

pidiendo lo llevasen a la cárcel, pues se encontraba sin pan y sin techo don<strong>de</strong><br />

cobijarse.<br />

En el registro <strong>de</strong> la cárcel consta su ingreso el día 9 <strong>de</strong> Septiembre <strong>de</strong> 1936,<br />

proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Gobierno Civil.<br />

CAMINOS DE LA PROVIDENCIA<br />

Se habían vuelto a juntar en el «Hotel Mislata» (así llamaban jocosamente<br />

a la cárcel) un grupo <strong>de</strong> siete salesianos. De ellos, dos salieron pronto <strong>de</strong>l encierro.<br />

Los otros cinco, escogidos por Dios, <strong>de</strong>bían prepararse, mediante las incomodida<strong>de</strong>s<br />

y las angustias <strong>de</strong> su cautiverio, a recibir en su día la gloriosa<br />

palma <strong>de</strong>l martirio.<br />

Don Florencio Celdrán, a poco <strong>de</strong> su reingreso en la cárcel, escribió a su<br />

hermana comuniándole la situación en que se hallaba. Como por sus relevantes<br />

cualida<strong>de</strong>s era apreciadísimo en el pueblo aun por los mismos elementos<br />

rojos, el Comité local inició las gestiones necesarias para lograr su libertad.<br />

A este fin se trasladaron a Valencia algunos' <strong>de</strong> los componentes <strong>de</strong>l Comité<br />

y tras laboriosas negociaciones lograron sacarlo <strong>de</strong> la cárcel y trasladarlo a<br />

su pueblo, en don<strong>de</strong> le <strong>de</strong>jaron en libertad.<br />

Inmediatamente se apresuró a escribir a don Recaredo y <strong>de</strong>más compañeros<br />

<strong>de</strong> infortunio anunciándoles su llegada al pueblo. Don Recaredo le contestó<br />

comunicándole que el mismo día <strong>de</strong> su salida <strong>de</strong> la cárcel habían ingresado<br />

en ella don Antonio Martín y don José Jiménez. Por tanto, en a<strong>de</strong>lante, al<br />

escribir, le indicaba dirigiera sus cartas al señor Director. ¡Rasgo ejemplar<br />

<strong>de</strong> respeto y <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za para con su Superior!<br />

A causa <strong>de</strong> los disgustos y emociones sufridos, don Florencio cayó gravemente<br />

enfermo hasta el punto <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>sahuciado por los médicos; pero María<br />

Auxiliadora quiso conservarle la salud para que hubiera al menos un testigo<br />

presencial <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l Padre Calasanz.<br />

Cuando, ya convaleciente, a mediados <strong>de</strong> Diciembre, escribió <strong>de</strong> nuevo a la<br />

cárcel, no obtuvo respuesta. Los <strong>de</strong>stinatarios estaban ya en el Cielo.<br />

314


Otro <strong>de</strong> los Salesianos que consiguieron la libertad fue don Juan Imbert<br />

Ya hemos referido cómo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su acci<strong>de</strong>ntada captura en el pozo <strong>de</strong>l<br />

patio, fue trasladado a Gobernación y <strong>de</strong> allí al hospital Aquí le atendió el<br />

doctor Trigo, el cual, al verle cubierto <strong>de</strong> sangre y magullado por los golpes<br />

recibidos, le sometió a minucioso reconocimiento; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comprobar que,<br />

afortunadamente, no había ninguna rotura, le <strong>de</strong>sinfectó cuidadosamente la<br />

herida <strong>de</strong> la cabeza y or<strong>de</strong>nó permaneciera en el benéfico establecimiento hasta<br />

su completa curación. El día 30 <strong>de</strong> Agosto, completamente restablecido, fue<br />

trasladado a la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo, en don<strong>de</strong> se encontró a los compañeros <strong>de</strong>l<br />

Padre Calasanz. Don Recaredo le refirió, conmovido, el trágico fin <strong>de</strong>l buen<br />

Padre.<br />

Don Juan Imbert escribió inmediatamente a sus familiares <strong>de</strong> Barcelona<br />

comunicándoles su situación. Las gestiones paternas, junto con la influencia <strong>de</strong><br />

uno <strong>de</strong> sus empleados, que provisto <strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> documentos y certificados<br />

se apresuró a ir a Valencia y remover todos los obstáculos que se oponían a su<br />

libertad, fueron coronadas por el éxito, y don Juan pudo abandonar la cárcel<br />

el día 4 <strong>de</strong> Octubre, fecha en que <strong>de</strong>bía ser fusilado.<br />

Inmediatamente se trasladó a Barcelona, y pocas semanas <strong>de</strong>spués, merced<br />

a un carnet <strong>de</strong> la C. N. T., obtuvo la plaza <strong>de</strong> maestro en el próximo pueblecito<br />

<strong>de</strong> Parets en don<strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrolló durante más <strong>de</strong>j dos años una magnífica<br />

labor educativa, hasta que, a fines <strong>de</strong> 1938, llamada su quinta, hubo <strong>de</strong> incorporarse<br />

a las filas como sanitario. Poco tiempo <strong>de</strong>spués, la ofensiva nacional<br />

en Cataluña, arrojaba los restos <strong>de</strong>l ejército rojo más allá <strong>de</strong> la frontera y<br />

don Juan Imbert pudo, sin dificulta<strong>de</strong>s, obtener su traslado a la España Nacional.<br />

Con la libertad <strong>de</strong> don Florencio y don Juan Imbert, quedaron en la Cárcel<br />

Mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> Valencia los cinco salesianos escogidos por la Divina Provi<strong>de</strong>ncia<br />

para sellar con su sangre generosa una vida santamente salesiana. Eran los<br />

siguientes: don Antonio Martín, Director; reverendo don Recaredo <strong>de</strong> los Ríos;<br />

reverendo don José Jiménez; reverendo don Julián Rodríguez y el hermano<br />

coadjutor don Agustín García.<br />

LA VIDA EN LA CÁRCEL<br />

Respecto a la vida que los cinco Mártires salesianos llevaban en la cárcel,<br />

todas las relaciones que obran en nuestro po<strong>de</strong>r coinci<strong>de</strong>n en atestiguar el<br />

espíritu <strong>de</strong> caridad y <strong>de</strong> apostolado que resplan<strong>de</strong>cía en todos ellos. Su actuación<br />

era ejemplar.<br />

En un principio sólo tenían el consuelo <strong>de</strong> recibir el sacramento <strong>de</strong> la<br />

Confesión y lo aprovechaban para ir purificando sus almas <strong>de</strong> los inevitables<br />

<strong>de</strong>fectos e imperfecciones en que caen aun las personas santas; en las breves<br />

horas <strong>de</strong>l paseo, se reunían en grupo a rezar el Santo Rosario y otras oraciones;<br />

don Recaredo, que había conservado su breviario, lo rezaba regularmente<br />

todos los días.<br />

Don Agustín García, según refiere don Florencio Celdrán, se mostraba<br />

siempre alegre y servicial. Bien pronto se conquistó la simpatía y la confianza<br />

<strong>de</strong> todos, especialmente <strong>de</strong>l elemento joven <strong>de</strong> la cárcel, confianza <strong>de</strong> que se<br />

aprovechaba para atraerlos a la frecuencia regular <strong>de</strong>l sacramento <strong>de</strong> la Penitencia.<br />

La comida que le traían <strong>de</strong> fuera, la repartía entre los presos más necesi-<br />

315


tados. Ilimitada era su confianza en María Auxiliadora, a la que hacía novena<br />

tras novena para alcanzar la libertad, pero siempre dispuesto a que se cumpliera<br />

la voluntad divina.<br />

De los reverendos don Julián Rodríguez y don José Jiménez no nos ha sido<br />

posible conseguir particulares referencias; llevaban una vida retirada entregados<br />

a la piedad y a la lectura <strong>de</strong> los escasos libros piadosos que aún se conservaban<br />

en aquellos primeros días en la biblioteca <strong>de</strong> la cárcel.<br />

En cambio, el dinamismo y la actividad <strong>de</strong> don Recaredo <strong>de</strong> los Ríos, su<br />

infatigable labor <strong>de</strong> apostolado entre los compañeros <strong>de</strong> cautiverio le hicieron<br />

uno <strong>de</strong> los personajes más populares <strong>de</strong> la Mo<strong>de</strong>lo.<br />

El reverendo Padre Antonio <strong>de</strong> León, S. J., el excelentísimo Marqués <strong>de</strong><br />

Torrefranca, el cura párroco <strong>de</strong> A<strong>de</strong>muz, que fueron sus compañeros más<br />

íntimos, nos hablan <strong>de</strong> don Recaredo en los términos más encomiásticos.<br />

Dice don Florencio Celdrán:<br />

«Parece que le estoy viendo todavía: en mangas <strong>de</strong> camisa (eran los meses<br />

<strong>de</strong> Julio y Agosto), siempre con su habitual sonrisa en los labios, daba ánimos<br />

y alientos a todos. Cuando en los ratos <strong>de</strong> paseo, yo, preocupado y triste<br />

le confiaba mis temores, me contestaba sonriendo:<br />

—Ánimo. La muerte no es más que cuestión <strong>de</strong> un instante. Un tiro... y al<br />

Cielo. Dichoso el Padre Calasanz que a estas horas está ya en el Paraíso. ¿Por<br />

qué no me matarían a mí en su lugar?<br />

Y frases por el estilo. Don Recaredo era un santo.<br />

Un día se me acercó radiante <strong>de</strong> alegría. Me dijo:<br />

—Esta noche he sido feliz. He pasado una noche <strong>de</strong>liciosa. He tenido al<br />

Señor conmigo y esta mañana lo he recibido en mi corazón.<br />

Esto sucedía a últimos <strong>de</strong> Agosto. En aquella época aún no se había logrado<br />

autorización para celebrar la Santa Misa privadamente, sin ornamentos ni<br />

vasos sagrados; por lo que era muy dificultoso, por no <strong>de</strong>cir imposible, procurarse<br />

la Sagrada Eucaristía. De ahí su extraordinaria alegría por haber podido<br />

recibir, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un mes <strong>de</strong> privación, a Jesús Sacramentado.<br />

No recataba sus ansias <strong>de</strong> morir por Cristo. Decía que estaba dispuesto a<br />

ir a la muerte como a un banquete. Estaba tan contento <strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cer por Jesús<br />

que, según me confesaba, se echaría a reir en la misma cara <strong>de</strong> sus verdugos<br />

si no temiera con ello hacerles blasfemar.»<br />

A este propósito no creemos fuera <strong>de</strong> lugar referir un episodio, acaecido<br />

en el año 1931, a raíz <strong>de</strong> la quema <strong>de</strong> conventos, tras la proclamación <strong>de</strong> la<br />

República.<br />

Cuando las turbas asaltaron las Escuelas Salesianas <strong>de</strong> Alicante, poniendo<br />

en fuga o <strong>de</strong>teniendo a los Salesianos, él, que no quiso abandonar la sotana,<br />

fue la víctima propiciatoria. Como Superior que era <strong>de</strong> la casa, contra él <strong>de</strong>sahogaban<br />

su furia con mayor encono los energúmenos que le habían apresado.<br />

Le insultaban, le amenazaban, le <strong>de</strong>strozaban la sotana arrancándosela a pedazos,<br />

le golpeaban y abofeteaban sin piedad. Y mientras la multitud, agrupada<br />

en <strong>de</strong>rredor suyo se dividía en pareceres, proponiendo unos que fuera <strong>de</strong>speñado<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el castillo <strong>de</strong> Santa Bárbara y otros que lo arrojasen al mar con<br />

una piedra al cuello, no faltando los que querían quemarle vivo en medio <strong>de</strong><br />

la plaza, él, tranquilo, sereno, sonreía sin cesar.<br />

Esta sonrisa en medio <strong>de</strong> su trágica situación, no era comprendida por sus<br />

verdugos, hasta el punto que uno <strong>de</strong> ellos, lleno <strong>de</strong> ira hubo <strong>de</strong> exclamar:<br />

— Mirad si es cínico, que aún se ríe...<br />

316


Ellos no comprendían el porqué <strong>de</strong> aquella sonrisa. Aquella sonrisa la<br />

ponían en sus labios el convencimiento <strong>de</strong> que sufría por Dios y la esperanza<br />

<strong>de</strong> que en breve habría <strong>de</strong> alcanzar la recompensa <strong>de</strong> sus tormentos.<br />

LAS BUENAS SAMARITANAS<br />

Durante los cinco largos meses que permanecieron nuestros Mártires en la<br />

cárcel, la Divina Provi<strong>de</strong>ncia dispuso que fueran caritativamente atendidos<br />

por personas piadosas y abnegadas, que, a vuelta <strong>de</strong> mil sacrificios y penalida<strong>de</strong>s,<br />

se encargaban <strong>de</strong> proporcionarles alimento y vestido.<br />

Las señoritas Cortés, hermanas <strong>de</strong> un antiguo alumno <strong>de</strong> nuestro colegio,<br />

que se encontraba preso en la Mo<strong>de</strong>lo, iban todos los días a llevarle la comida.<br />

Un día se enteraron <strong>de</strong> que habían ingresado en la cárcel los tres Salesianos,<br />

compañeros <strong>de</strong>l Padre Calasanz. A partir <strong>de</strong> entonces los tomaron bajo su<br />

protección y al mismo tiempo que atendían a su hermano, se cuidaban <strong>de</strong> los<br />

Salesianos encarcelados, ayudadas en su caritativa tarea por algunos bienhechores<br />

que les facilitaban medios económicos.<br />

Séanos permitido en este lugar ensalzar, cual merece, la cristiana y abnegada<br />

caridad <strong>de</strong> estas piadosas señoritas, las cuales en todo tiempo se mantuvieron<br />

constantes en su fatigosa empresa, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> llevar ni un solo día el<br />

alimento material a los hijos <strong>de</strong> Don Bosco encarcelados. Y esto en invierno<br />

y en verano, con frío, sol o lluvia; a pesar <strong>de</strong> la creciente escasez <strong>de</strong> alimentos<br />

y <strong>de</strong>l peligro que les podía acarrear su abnegación.<br />

Tenían que levantarse muy <strong>de</strong> madrugada para hacer el largo camino <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el barrio <strong>de</strong> Sagunto hasta Mislata; y una vez en la cárcel, <strong>de</strong>bían formar cola<br />

y esperar horas y horas hasta que les llegase el turno para entregar la cestita<br />

<strong>de</strong> comestibles o para po<strong>de</strong>r visitar por breves minutos a los presos. Y durante<br />

la prolongada espera habían <strong>de</strong> permanecer a la intemperie, sufriendo<br />

las inclemencias <strong>de</strong>l tiempo entre milicianos groseros y soeces o entre furiosas<br />

harpías, familiares <strong>de</strong> los presos comunes, que las insultaban y amenazaban<br />

constantemente «por fascistas».<br />

Un día aciago, sacaron a su hermano <strong>de</strong> la cárcel para asesinarle; mas al<br />

día siguiente ya estaban <strong>de</strong> nuevo las heroicas hermanas a las puertas <strong>de</strong> la cárcel<br />

llevando su cestita a los nuestros.<br />

Sólo Dios podrá premiarles <strong>de</strong>bidamente una caridad tan heroica. La Congregación<br />

Salesiana les quedará eternamente agra<strong>de</strong>cida.<br />

EL ASALTO DE LA «COLUMNA DE HIERRO»<br />

El ¡día 14 <strong>de</strong> Septiembre <strong>de</strong> 1936 hubo el asalto a la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo<br />

por la tristemente célebre «Columna <strong>de</strong> Hierro». Después <strong>de</strong> arrollar a la guardia<br />

exterior <strong>de</strong> la cárcel, irrumpieron en el interior <strong>de</strong> la misma; <strong>de</strong>strozaron<br />

e incendiaron el fichero —en don<strong>de</strong> seguramente se hallarían los datos personales<br />

<strong>de</strong> la mayor parte <strong>de</strong> los que constituían dicha columna—, y procedieron<br />

a liberar a todos los presos por <strong>de</strong>litos comunes a fin <strong>de</strong> engrosar con ellos<br />

sus diezmadas filas.<br />

Después, guiados por estos mismos presos comunes, pasaron a abrir las<br />

celdas <strong>de</strong> los presos gubernativos, preguntando a cada uno los motivos <strong>de</strong> su<br />

318


encierro y su i<strong>de</strong>ario político. La confusión que reinaba en la cárcel era espantosa.<br />

Los pobres presos creían llegada su última hora. No faltaban milicianas<br />

entre aquella chusma abigarrada. Eran tal vez las más provocadoras, pues no<br />

<strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> mostrar, llenas <strong>de</strong> orgullo, la pistola <strong>de</strong> que iban armadas y que<br />

esgrimían constantemente en actitud <strong>de</strong> disparar.<br />

Por fortuna se contentaron con imponer su fuerza sin cometer excesos.<br />

La salida <strong>de</strong> los presos comunes <strong>de</strong>spejó la atmósfera <strong>de</strong> la cárcel. Los que<br />

en ella quedaban eran, en su inmensa mayoría, personas <strong>de</strong>centes, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

aquel día cambió radicalmente el aspecto material y moral <strong>de</strong>l establecimiento,<br />

reinando mayor or<strong>de</strong>n y limpieza y <strong>de</strong>jándose <strong>de</strong> oir las blasfemias y palabrotas<br />

malsonantes que antes atronaban constantemente los patios y galerías.<br />

No fueron éstas las únicas ventajas: hasta entonces todos los empleos interiores<br />

estaban acaparados por los <strong>de</strong>lincuentes comunes; al marchar, ocuparon<br />

los cargos <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nanzas y escribientes personas <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n, muchas <strong>de</strong> ellas<br />

religiosos, con lo que mejoró notablemente el servicio y sobre todo la libertad<br />

<strong>de</strong> acción <strong>de</strong> los sacerdotes para el <strong>de</strong>sempeño <strong>de</strong>l sagrado ministerio.<br />

Por otra parte, al quedar vacías muchas celdas, los nuestros aprovecharon<br />

la oportunidad para reunirse en la misma galería y en el mismo piso. Don Recaredo<br />

obtuvo el cargo <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nanza <strong>de</strong> la enfermería, con lo que pudo <strong>de</strong>splegar<br />

su celo y actividad sacerdotales <strong>de</strong> una manera prodigiosa.<br />

El mes <strong>de</strong> Octubre transcurrió con relativa calma; pero al llegar Noviembre,<br />

a medida que las tropas Nacionales acentuaban su presión sobre la capital <strong>de</strong><br />

España, los rojos fueron perdiendo la cabeza y llegó al colmo su vesania.<br />

Fue la época en que se intensificaron <strong>de</strong> manera extraordinaria los asesinatos<br />

y los crímenes y se hicieron tristemente famosas las «sacas» <strong>de</strong> patriotas<br />

y religiosos.<br />

La vida, para los presos, se hacía cada vez más angustiosa. La amenaza<br />

<strong>de</strong> una muerte inminente pesaba <strong>de</strong> continuo sobre ellos.<br />

Las «sacas» solían hacerse durante las altas horas <strong>de</strong> la noche. De repente,<br />

y cuando más tranquilos estaban los reclusos entregados al sueño, se<br />

encendían <strong>de</strong> golpe todas las luces <strong>de</strong> las celdas. Se oían gritos, llamadas,<br />

carreras apresuradas, rechinar <strong>de</strong> cerrojos, batir <strong>de</strong> puertas... Después, silencio;<br />

un silencio <strong>de</strong> muerte. Volvía la oscuridad y los presos procuraban inútilmente<br />

conciliar el sueño, presa <strong>de</strong> horribles pesadillas-<br />

Al día siguiente, durante la hora <strong>de</strong>l paseo, se corría en voz baja la noticia:<br />

Esta noche se han llevado a Fulano, a Zutano...<br />

A veces para <strong>de</strong>jarlos en libertad. Otras, las más, para conducirlos al<br />

Pica<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Paterna, en don<strong>de</strong>, generalmente, se perpetraban los asesinatos.<br />

LOS ÚLTIMOS DÍAS<br />

La amable con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Rvdo. Padre don Miguel Porter, Cura Párroco<br />

<strong>de</strong> A<strong>de</strong>muz, nos ha proporcionado inestimables datos acerca <strong>de</strong> lá vida<br />

santa y ejemplar <strong>de</strong> nuestros mártires en los últimos meses <strong>de</strong> su estancia en<br />

la cárcel. Faltaría a mi <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> exacto cronista si omitiera una tan sólo <strong>de</strong> sus<br />

consoladoras palabras.<br />

«Los Padres Salesianos -—nos dice— estaban juntos en la celda. Don Récaredo,<br />

en las dos horas diarias que teníamos <strong>de</strong> paseo y durante las cuales<br />

podían los presos comunicarse entre sí, paseaba <strong>de</strong> prisita y confesaba a mú-<br />

320


enísimos, ora <strong>de</strong>ambulando, ora <strong>de</strong>teniéndose en algún rincón <strong>de</strong>l patio.<br />

Era alto, <strong>de</strong>lgado, gastaba gafas; sú mirada era penetrante y vivaracha.<br />

Consolaba a todos, y en todas partes inyectaba alegría y optimismo. A mediados<br />

<strong>de</strong> Noviembre, cuando los Nacionales llegaron a las puertas <strong>de</strong> Madrid, la<br />

inquietud y el sobresalto eran generales en la cárcel. Todos creíamos que<br />

la caída <strong>de</strong> la capital señalaría el término <strong>de</strong> la guerra, y con él la vuelta a<br />

nuestros hogares abandonados. .. ,<br />

Don Recaredo era <strong>de</strong> los más optimistas. Decía que don Mariano (Madrid)<br />

estaba grave, y que pronto moriría. Mientras hacíamos comentarios a esta noticia,<br />

le llamaron a <strong>de</strong>clarar. Como reguero <strong>de</strong> pólvora corrió la noticia por toda<br />

la cárcel: el Padre Recaredo se hallaba ante el Tribunal <strong>de</strong> la Injusticia.<br />

Pasó un buen rato y todos estábamos con el alma en un hilo. Por fin apareció<br />

<strong>de</strong> nuevo en el patio, con su sonrisa inalterable, esta vez más acentuada<br />

que <strong>de</strong> costumbre. Le ro<strong>de</strong>amos para que nos contara sus impresiones, y nos<br />

dijo que le habían preguntado a qué activida<strong>de</strong>s se <strong>de</strong>dicaba. Respondió que<br />

sus activida<strong>de</strong>s habían sido siempre las mismas: la instrucción y la educación<br />

<strong>de</strong> la juventud, según el espíritu <strong>de</strong> Don Bosco.<br />

Luego quisieron saber su opinión acerca <strong>de</strong> la rebelión militar y sobre<br />

todo cuál era su parecer acerca <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l Padre Calasanz, asesinado<br />

fríamente por un miliciano en el mismo coche en que era conducido a Valencia.<br />

Dio a todas estas preguntas las respuestas pertinentes y pidió la gracia<br />

-—según le había indicado su Superior el Padre Antonio Martín—, <strong>de</strong> que su<br />

<strong>de</strong>claración valiera para los <strong>de</strong>más salesianos, con lo que les ahorraría un trance<br />

enojoso y amargo.<br />

Le atendieron en esto, e incluso, uno <strong>de</strong>l tribunal añadió que <strong>de</strong> pequeño<br />

había estado en los Salesianos.<br />

El optimismo <strong>de</strong> don Recaredo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>claración, nos hizo creer<br />

a todos que pronto serían libertados los salesianos. Ellos mismos también lo<br />

creían así.»<br />

LA FIESTA DE LA INMACULADA<br />

Pasaban los días. Don Recaredo había trabado intima amistad con el Excelentísimo<br />

señor don José Ros, Marqués <strong>de</strong> Torrefranca, que se hallaba en una<br />

celda contigua. Se acercaba la festividad <strong>de</strong> la Inmaculada y los salesianos<br />

quisieron celebrarla con la mayor solemnidad posible, según es tradición en<br />

nuestras casas. Es <strong>de</strong> suponer que en tal día celebrarían la Santa Misa o recibirían<br />

al Señor, ya que por aquel entonces era conocida por todos los presos<br />

la autorización <strong>de</strong>l Sumo Pontífice para celebrar el Santo Sacrificio, cuando las<br />

circunstancias ló exigiesen, sin los requisitos litúrgicos ordinarios. Y don Recaredo,<br />

dada su actividad y su ferviente amor a la Eucaristía, no <strong>de</strong>jaría <strong>de</strong><br />

aprovecharse <strong>de</strong> tan sonsolador privilegio, que haría extensivo a sus hermanos,<br />

compañeros <strong>de</strong> celda.<br />

Para completar en el aspecto material la festividad <strong>de</strong>l día, había pedido<br />

a su hermano don Rigoberto que le enviase algún extraordinario a fin <strong>de</strong> compartirlo<br />

con los <strong>de</strong>más salesianos; y recibió la promesa <strong>de</strong> que aquel día le<br />

llegaría una comida más sabrosa y abundante, acompañada <strong>de</strong> una fuente<br />

<strong>de</strong> dulces.<br />

Don Recaredo se apresuró a invitar al señor Marqués al mo<strong>de</strong>sto banquete<br />

21.— <strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

321


que preparaba para solemnizar la festividad; pero llegada la hora, los oficiales<br />

<strong>de</strong> guardia no permitieron al señor Marqués salir <strong>de</strong> la celda.<br />

Más tar<strong>de</strong>, durante la hora <strong>de</strong>l paseo vespertino, hubo las explicaciones,<br />

lamentando todos la dureza <strong>de</strong> los carceleros.<br />

El señor Marqués que, como todos, creía en la inminente libertad <strong>de</strong> los<br />

salesianos, ofreció su propio domicilio a don Recaredo, para lo cual le daría<br />

una carta <strong>de</strong> presentación, a fin <strong>de</strong> que sus hijas le recibiesen como si fuera él<br />

mismo en persona.<br />

Hacía tiempo que el señor Marqués pasaba diariamente a don Recaredo<br />

uno <strong>de</strong> los termos con leche que sus hijas! le traían. Ahora bien; para tener<br />

una prueba evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> que don Recaredo se hallaba ya en libertad, en su<br />

propio domicilio, el señor Marqués le dijo que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día en que saliera<br />

en libertad, dijera a sus hijas que no le enviasen a la cárcel más que un termo.<br />

Con ello tendría una prueba evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> que los salesianos estaban libres.<br />

¡AL SACRIFICIO!<br />

Dejemos <strong>de</strong> nuevo la pluma al señor Cura <strong>de</strong> A<strong>de</strong>muz, que compartía su<br />

celda con don Antonio Martín, y fue testigo <strong>de</strong> sus últimas horas y recogió<br />

sus postreras palabras.<br />

«El día 8 <strong>de</strong> Diciembre celebramos la festividad <strong>de</strong> la Inmaculada con la<br />

pompa que es dable en la cárcel. Llegada la noche, como uno <strong>de</strong> los compañeros<br />

<strong>de</strong> celda se mostrara pesimista acerca <strong>de</strong>l porvenir, don Antonio Martín<br />

le reprendió dulcemente y manifestó que él sí que tenía motivos para preocuparse,<br />

puesto que los rojos le habrían confiscado muchas cartas <strong>de</strong> la Aristocracia<br />

española, que guardaba en su <strong>de</strong>spacho, ya que estaba encargado<br />

por los Superiores <strong>de</strong> reunir datos para la canonización <strong>de</strong>l Príncipe Czartoryski,<br />

religioso salesiano, emparentado con los Borbones españoles.<br />

Después <strong>de</strong> las oraciones ordinarias y la invocación especial a María<br />

Auxiliadora, nos acostamos.<br />

Serían las cuatro <strong>de</strong> la madrugada, cuando <strong>de</strong> repente se encendieron las<br />

luces <strong>de</strong> la celda —señal fatídica-- y se oyeron pasos precipitados por el corredor.<br />

Los pasos cesaron <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nuestra celda. Abrióse la puerta y un oficial<br />

preguntó si en la celda se hallaba el camarada Antonio Martín Hernán<strong>de</strong>z.<br />

Dio un grito <strong>de</strong>: «¡Presente!» y se incorporó.<br />

—Salga .—le dijeron—. Ha <strong>de</strong> prestar <strong>de</strong>claración.<br />

Cuando se retiraron los visitantes, don Antonio, elevando los ojos al cielo<br />

y juntando sus manos, exclamó con acento resignado:<br />

—'¡Ea, al sacrificio!<br />

Salió, y a los diez minutos volvió con or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> recoger su petate y juntarse<br />

con los <strong>de</strong>más salesianos, que también habían sido llamados.<br />

Procuramos animarle, diciéndole que salían en libertad; pero él, presintiendo<br />

su último fin, me pidió la absolución. Se la di y nos <strong>de</strong>spedimos, en comendándonos<br />

a la recíproca oración.<br />

Luego no supimos más. Unos afirmaban que vivían. Otros que habían sido<br />

sacrificados. Ésta fue la triste realidad. Beati mórtui qui in Dómino moriuntur.<br />

Más que rezar por ellos, pido que ruegen por mí.»<br />

Hasta aquí el Cura <strong>de</strong> A<strong>de</strong>muz.<br />

Si don Antonio Martín tenía la seguridad <strong>de</strong> que iba al sacrificio, don Re-<br />

322


caredo, eterno optimista, creía por el contrario que salían en libertad. Por eso,<br />

al pasar frente a la celda <strong>de</strong>l señor Marqués, dando en la puerta unos golpecitos<br />

con la mano, le dijo:<br />

*-


Rvdo. don JUAN MARTORELL<br />

Des<strong>de</strong> hacía varios años era Vicario <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> San Antonio Abad,<br />

aneja a nuestro colegio <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> Sagunto, en Valencia.<br />

Por su espíritu <strong>de</strong> sacrificio, por su celo, su caridad y sencillez era amado<br />

y venerado por sus feligreses; y, buen discípulo <strong>de</strong>l llorado Padre Ghione, ejercía<br />

un eficaz apostolado entre los pobres <strong>de</strong> aquella barriada, mediante el<br />

impulso extraordinario que dio a las Conferencias <strong>de</strong> San Vicente <strong>de</strong> Paúl.<br />

En su extensa <strong>de</strong>marcación parroquial fundó hasta cinco Catecismos y<br />

ñabilitó o construyó varios locales para capilla, a fin <strong>de</strong> dar facilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> oir<br />

la Santa Misa a los feligreses que vivían lejos <strong>de</strong> la Parroquia.<br />

Ni que <strong>de</strong>cir tiene que cuanto mayor era su celo por los pobres y por las<br />

almas alejadas <strong>de</strong> la Iglesia, tanto mayor era el odio que se concitaba <strong>de</strong> parte<br />

<strong>de</strong> los enemigos <strong>de</strong> Cristo.<br />

Conducido con los <strong>de</strong>más salesianos a la cárcel la mañana <strong>de</strong>l 22 <strong>de</strong> Julio,<br />

al salir <strong>de</strong> ella, marchó, junto con el hermano coadjutor don Martín Goicoechea,<br />

a Valencia. Llegados allí, el señor Martín siguió su camino hasta encontrar<br />

refugio seguro en el pueblecito <strong>de</strong> Bonrepós, en casa <strong>de</strong> los salesianos don Filiberto<br />

y don Vicente Peris. Allí permaneció oculto hasta que, cerca <strong>de</strong> un año<br />

<strong>de</strong>spués, se trasladó a Gerona.<br />

Don Juan Martorell estuvo escondido dos días en casa <strong>de</strong>l canónigo Penitenciario<br />

Rvdo. don Custodio Pinter; pero como no era la casa <strong>de</strong> un sacerdote<br />

tan <strong>de</strong>stacado el mejor escondite, fue a buscar alojamiento en casa <strong>de</strong>l<br />

Antiguo Alumno señor Ortiz, el cual ya había acogido en su domicilio a otro<br />

salesiano, el Rvdo. don Manuel Pérez; fue entonces acompañado <strong>de</strong>l mismo<br />

señor Ortiz al domicilio <strong>de</strong>l sacristán <strong>de</strong> la Parroquia <strong>de</strong> San Martín, don<br />

Francisco Coronado; pero como el sacristán también peligraba y temía que <strong>de</strong><br />

un momento a otro vinieran a hacerle un registro ---como así sucedió—, tuvo<br />

que buscar asilo en otra parte.<br />

Dos eran las soluciones que se ofrecían: o irse a su pueblo, Picasent,<br />

o bien refugiarse en Bonrepós, don<strong>de</strong> vivían unos hermanos. In<strong>de</strong>ciso sobre el<br />

partido que <strong>de</strong>bía seguir, lo consultó con el señor Ortiz y otros amigos, los<br />

cuales no se atrevían a aconsejarle en cosa que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>cidir personalmente.<br />

324


Por fin, y para salir <strong>de</strong> dudas, <strong>de</strong>cidió encomendarlo a la suerte, y habiendo<br />

salido Bonrepós, se encaminó hacia este pueblo con la intención <strong>de</strong> ocultarse en<br />

casa <strong>de</strong> sus hermanos.<br />

Al atravesar el Turia por el puente <strong>de</strong> la Trinidad, fue reconocido por uno<br />

<strong>de</strong> los milicianos que allí prestaban servicio, y a continuación le <strong>de</strong>tuvieron,<br />

trasladándole al mismo Colegio Salesiano, ya convertido en «Cuartel <strong>de</strong> Milicias<br />

Antifascistas».<br />

Allí le sometieron a crueles tormentos durante varios días, manteniéndole<br />

atado a un «sommier» sin alimentos; con un machete le cortaron las venas <strong>de</strong><br />

las muñecas para que se <strong>de</strong>sangrara. Luego, con el mismo instrumento, le<br />

hicieron varios cortes en el cuello y en el pescuezo; finalmente, le abrieron<br />

una extensa herida en el vientre. Cansados <strong>de</strong> atormentarle, le <strong>de</strong>sataron y le<br />

condujeron a una habitación convertida en calabozo, en don<strong>de</strong> ya había otros<br />

varios <strong>de</strong>tenidos, que esperaban su última hora.<br />

Uno <strong>de</strong> éstos, el capitán <strong>de</strong> Estado Mayor, don José Soto, nos escribe lo<br />

siguiente:<br />

«Pocos son los <strong>de</strong>talles que puedo darle respecto al Rvdo. Padre Martorell<br />

con quien, efectivamente, conviví unas horas en la checa establecida por los<br />

rojos en el colegio <strong>de</strong> su Or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> Sagunto, <strong>de</strong> esta capital.<br />

El día 9 <strong>de</strong> Agosto <strong>de</strong> 1.936 fui <strong>de</strong>tenido y conducido allí. Mi interrogatorio<br />

y preparativos <strong>de</strong>l mismo duraron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las 11 hasta las 12 horas <strong>de</strong> dicho día.<br />

Terminado, fui conducido a una habitación irregular existente en el pasillo <strong>de</strong> la<br />

planta principal. Este pasillo tenía ventanas sobre la calle y creo iba a dar<br />

a la parte <strong>de</strong>l pie <strong>de</strong> la iglesia. En la habitación se hallaban ya, <strong>de</strong>tenidas,<br />

otras seis personas; dos <strong>de</strong> ellas se me dieron a conocer: un muchacho <strong>de</strong><br />

Falange y un teniente <strong>de</strong> Inten<strong>de</strong>ncia, que me reconoció en el acto e intentó<br />

tranquilizarme. Según él, allí no los maltrataban; sólo pretendían conocer<br />

unos datos y luego los pondrían en libertad. «Anoche, agregó, fue echado a<br />

la calle el teniente Dolz, <strong>de</strong> Caballería.»<br />

Ignoraba quien esto <strong>de</strong>cía que aquella misma mañana había sido encontrado<br />

el cadáver <strong>de</strong> dicho oficial. Me abstuve muy mucho <strong>de</strong> comunicárselo<br />

y le <strong>de</strong>jé en su inocente creencia <strong>de</strong> que iba a recobrar la libertad.<br />

Mis nervios estaban <strong>de</strong>strozados por la larga tensión y por el martirio<br />

moral <strong>de</strong>l interrogatorio, que había sido interminable y que aún <strong>de</strong>bía continuar<br />

más tar<strong>de</strong>, ante el resultado negativo <strong>de</strong>l primero. Tenía la firme convicción<br />

<strong>de</strong> que iba a morir, y todos mis pensamientos iban dirigidos a Dios,<br />

pidiéndole fortaleza para seguir firme en mi negativa y perdón para mis culpas.<br />

Para serenarme un tanto, paseaba a gran<strong>de</strong>s pasos en la diagonal <strong>de</strong>l reducido<br />

cuarto. En uno <strong>de</strong> sus rincones, en mangas <strong>de</strong> camisa, encogido sobre un<br />

jergón, había un hombre, <strong>de</strong>sconocido para mí, como lo eran los otros. De<br />

pronto se incorporó, y <strong>de</strong>teniéndome en uno <strong>de</strong> mis paseos, me dijo:<br />

—¡Hijo mío!... Al principio me asusté, al verle entrar; pero ahora ya sé<br />

quién es usted. Yo soy un Padre salesiano <strong>de</strong> este mismo colegio. Estoy rezando<br />

el Rosario por su intención.<br />

—Muchas gracias, Padre—le repuse—. No olvido que no se mueve una<br />

hoja <strong>de</strong>l árbol sin que Dios lo quiera. Hágase su voluntad.<br />

—¡Cuánto me alegra oirle hablar así! —me dijo enternecido—. Mire... mire.<br />

Y al <strong>de</strong>cir esto me enseñaba sus muñecas ensangrentadas, su cuello lleno<br />

<strong>de</strong> heridas. Y mientras me indicaba el vientre, seguía:<br />

—Y aquí... y aquí... clavaron sus cuchillos hasta hacer correr la sangre.<br />

326


Yo pensaba: Un segundo más y estoy con Dios; pero no apretaron bastante...<br />

¡Y aquí estoy todavía... hasta que Él quiera.<br />

Besé su mano y me bendijo. No hablamos más. Nos vigilaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />

puerta.<br />

Una hora más tar<strong>de</strong> me volvían a llamar al interrogatorio y al careo con<br />

un <strong>de</strong>sgraciado que había acusado ya a otros muchos y me acusaba a mí también.<br />

A las dos <strong>de</strong> la madrugada me volvieron a la celda. Todos dormían. A<br />

la mañana siguiente pasaban ante nuestra puerta los <strong>de</strong> la otra celda con rumbo<br />

<strong>de</strong>sconocido; a la muerte, seguramente.<br />

Inmediatamente nos sacaron al <strong>de</strong> Falange, al <strong>de</strong> Inten<strong>de</strong>ncia y a mí y nos<br />

encerraron en la celda <strong>de</strong>salojada. Con la mirada solamente nos <strong>de</strong>spedimos<br />

<strong>de</strong> los que quedaban. Por la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> este día, 10 <strong>de</strong> Agosto, fueron sacados<br />

éstos, y seguramente inmolados durante la noche.»<br />

Hasta aquí el emocionante relato <strong>de</strong>l señor Soto.<br />

El secreto más impenetrable ro<strong>de</strong>a las circunstancias <strong>de</strong> la muerte y sepultura<br />

<strong>de</strong> don Juan Martorell. Con la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> las fichas <strong>de</strong> los mártires<br />

que fueron sacrificados durante los primeros meses <strong>de</strong>l dominio rojo se ha<br />

hecho imposible el <strong>de</strong>scubrimiento e i<strong>de</strong>ntificación <strong>de</strong> sus restos mortales.<br />

Mas el verídico relato <strong>de</strong>l señor Soto basta para darnos a conocer el maravilloso<br />

espíritu con que nuestro llorado don Juan soportó todas las torturas<br />

y el celo sacerdotal que aun en aquellos momentos <strong>de</strong> enormes sufrimientos<br />

físicos y morales ardía en su corazón salesiano por el bien <strong>de</strong> las almas.<br />

327


Don JAIME BUCH, Coadjutor<br />

Tampoco nos son conocidas las circunstancias que ro<strong>de</strong>aron el martirio <strong>de</strong><br />

este ejemplar hermano, infatigable en el trabajo, puntualísimo en sus prácticas<br />

<strong>de</strong> piedad, amante <strong>de</strong> la pobreza religiosa y apóstol <strong>de</strong> los niños pobres. El<br />

último salesiano que lo vio fue don Feliciano Unzu, que refiere lo siguiente:<br />

«Al salir <strong>de</strong> la cárcel, en pequeños grupos, unos pudieron pasar inadvertidos<br />

y ganaron un refugio más o menos seguro; otros, menos afortunados,<br />

apenas pusimos pie en la carretera, fuimos <strong>de</strong>tenidos <strong>de</strong> nuevo por los milicianos,<br />

que nos llevaron al Desgobierno CiviL Recuerdo que iba con nosotros<br />

don Jaime Buch. Una vez allí telefonearon a la cárcel para comprobar si,<br />

efectivamente, habíamos sido puestos en libertad, y convencidos <strong>de</strong> ello, nos<br />

<strong>de</strong>jaron salín<br />

Don Jaime y yo salimos juntos; y a pesar <strong>de</strong> las muchas relaciones y amista<strong>de</strong>s<br />

que don Jaime tenía en la ciudad, pasó todo el día 29 sin que pudiéramos<br />

conseguir un asilo don<strong>de</strong> pasar la noche. Aquel día comimos en casa <strong>de</strong><br />

don Vicente Asensi, en don<strong>de</strong> se hallaba refugiado don José Otín y otros<br />

varios religiosos y religiosas, por lo que no quisimos aumentar el ya grave<br />

peso y responsabilidad <strong>de</strong> tan buena familia.<br />

Después <strong>de</strong> comer, don Jaime fue a visitar a un Antiguo Alumno, don Mariano<br />

Verdú, oficial <strong>de</strong>l Ejército, y como tal, perseguido en aquellos días <strong>de</strong><br />

represalias y <strong>de</strong> odio, por su acendrado españolismo. Como no estaba en casa,<br />

su madre ofreció a don Jaime las llaves <strong>de</strong> otro piso que tenía libre, a fin <strong>de</strong><br />

que dispusiera <strong>de</strong> él como legítimo dueño; pero no se atrevió a utilizar este<br />

ofrecimiento, por juzgar muy expuesto el presentarse inopinadamente en un<br />

piso que no era suyo... Había que dar explicaciones a la portera, a los vecinos...<br />

y a la larga resultaría tal vez peligroso.<br />

Para cenar fuimos a la casa <strong>de</strong> los hermanos Pérez, en don<strong>de</strong> ya.se habían<br />

refugiado otros salesianos, y a fin <strong>de</strong> no serles <strong>de</strong>masiado gravosos con nuestra<br />

presencia, don Jaime acudió a un médico amigo suyo, el cual le ofreció las<br />

llaves <strong>de</strong> su clínica, en don<strong>de</strong> pasamos la noche tendidos en una camilla el uno<br />

y en un sillón el otro.<br />

A la mañana siguiente don Jaime salió muy temprano, según me dijo, a<br />

procurar el <strong>de</strong>sayuno para los dos y a hacer las gestiones pertinentes para<br />

328


proporcionarme un salvoconducto, ya que yo carecía <strong>de</strong> documentación. Le<br />

entregué mi cédula personal, en la que constaba mi condición <strong>de</strong> sacerdote,<br />

y ya no volví a verle más.»<br />

Hasta aquí don Feliciano.<br />

¿Qué sucedió?<br />

Don Jaime era muy conocido en Valencia, en don<strong>de</strong> había trabajado durante<br />

muchísimos años. No es <strong>de</strong> extrañar, pues, que fuera <strong>de</strong>nunciado por<br />

alguien como religioso salesiano. O tal vez, y es lo más probable, fue <strong>de</strong>tenido<br />

por una patrulla, y al encontrarle encima la cédula <strong>de</strong> don Feliciano, en que<br />

constaba su condición <strong>de</strong> sacerdote, fuera esta circunstancia su sentencia <strong>de</strong><br />

muerte.<br />

Lo cierto es, porque consta en los registros <strong>de</strong>l cementerio <strong>de</strong> Valencia,<br />

que fue asesinado en el Saler, en la madrugada <strong>de</strong>l 31 <strong>de</strong> Julio, a las veinticuatro<br />

horas <strong>de</strong> haberse separado <strong>de</strong> don Feliciano.<br />

Como quiera que llevaba encima la documentación <strong>de</strong> don Feliciano al ser<br />

enterrado en el Cementerio Municipal <strong>de</strong> Valencia, lo fue con el falso nombre<br />

<strong>de</strong> Feliciano Unzu Irisarri, y este error fue el que impidió que pudieran ser<br />

reconocidos y exhumados sus restos juntamente con los <strong>de</strong> los otros Mártires<br />

<strong>de</strong> Valencia, ya que al no encontrar en el registro el nombre <strong>de</strong> Jaime Buch,<br />

y no sospechar nadie que estuviese registrado su ingreso bajo otro nombre,<br />

no se hicieron ulteriores averiguaciones; pero al iniciarse los trabajos para la<br />

Beatificación, se emprendieron nuevas investigaciones, que diron lugar a <strong>de</strong>scubrir<br />

el error y, en consecuencia, a localizar los restos <strong>de</strong>l Mártir, que en su<br />

día serán exhumados para que reciban, si la Iglesia así lo dispone, el honor<br />

que merecen.<br />

330


Don PEDRO MESONERO, Clérigo trienal<br />

Otra <strong>de</strong> las víctimas <strong>de</strong> la furia roja en Valencia fue este buen clérigo, simpático,<br />

activo y piadoso. Al salir <strong>de</strong> la cárcel se prestó a acompañar al sacerdote<br />

don Fi<strong>de</strong>l Martín que, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Villena, <strong>de</strong>sconocía la ciudad<br />

<strong>de</strong> Valencia y no sabía dón<strong>de</strong> ir. Por <strong>de</strong> pronto se encaminaron hacia el pueblecito<br />

<strong>de</strong> Meliana, próximo a la capital, pues en tal pueblo vivía la familia <strong>de</strong><br />

uno <strong>de</strong> los alumnos, y esperaba encontrar en ella cristiana hospitalidad, como<br />

así sucedió.<br />

Ocho días estuvieron en casa <strong>de</strong> don Toribio Zamit, que tal era el nombre<br />

<strong>de</strong>l generoso huésped, tratados como <strong>de</strong> la familia y sin que les faltara absolutamente<br />

nada; pero don Pedro, cuya actividad excesiva no podía soportar<br />

tranquilamente la forzada reclusión, se <strong>de</strong>jaba ver más <strong>de</strong> la cuenta por los<br />

clientes <strong>de</strong> la casa —era una carnicería'— y por eso se empezó a difundir por el<br />

pueblo la voz <strong>de</strong> que don Toribio tenía escondidos dos frailes en su casa. Llegada<br />

la noticia a oídos <strong>de</strong>l Comité local, <strong>de</strong>cidió enviar a pren<strong>de</strong>rlos al «auto<br />

<strong>de</strong> la muerte»; pero afortunadamente el alcal<strong>de</strong>, a quien unía con el señor Toribio<br />

una vieja amistad, quiso evitarle este disgusto y las posibles consecuencias;<br />

y mientras difería por veinticuatro horas la captura <strong>de</strong> los dos salesianos, avisaba<br />

secretamente a su amigo <strong>de</strong>l plan que se preparaba, a fin <strong>de</strong> que los hiciera<br />

<strong>de</strong>saparecer cuanto antes.<br />

Gracias a esta advertencia, pudieron sustraerse al inminente peligro que<br />

los amenazaba y, saliendo <strong>de</strong>l pueblo antes <strong>de</strong>l amanecer, consiguieron mezclarse<br />

entre un grupo <strong>de</strong> obreros que iban al trabajo y llegaron sin novedad a<br />

Valencia.<br />

La fértil imaginación <strong>de</strong> don Pedro trazó al instante un nuevo plan: irían<br />

a refugiarse a Torrente, en don<strong>de</strong> estaba seguro <strong>de</strong> hallar hospitalidad en<br />

casa <strong>de</strong> alguno <strong>de</strong> los muchos alumnos suyos, resi<strong>de</strong>ntes en aquel pueblo.<br />

«Una vez en Valencia — refiere don Fi<strong>de</strong>l Martín'—, lo que más nos preocupaba<br />

eran las patrullas <strong>de</strong> control, por si nos exigían la documentación, ya<br />

que estábamos <strong>de</strong>sprovistos <strong>de</strong> ella. Atravesamos la capital, procurando adoptar<br />

el aire <strong>de</strong> la mayor naturalidad, pues en mangas <strong>de</strong> camisa, <strong>de</strong>spechugados y<br />

caminando <strong>de</strong>spreocupados, podíamos pasar muy bien por un par <strong>de</strong> obreros<br />

que iban a su trabajo. Adquirimos sendos periódicos, los más rabiosos <strong>de</strong> la<br />

331


situación, y preguntando a los mismos milicianos, tomamos el tranvía que había<br />

<strong>de</strong> conducirnos a Torrente.<br />

Llegado al pueblo, el tranvía se <strong>de</strong>tuvo en medio <strong>de</strong> la plaza, última parada,<br />

en don<strong>de</strong> subió un miliciano armado a revisar la documentación <strong>de</strong> los<br />

pasajeros. Pasamos momentos <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ra angustia. Por fortuna, parece que<br />

le tranquilizó nuestro aspecto, ya que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> echar un vistazo por el coche<br />

nos permitió bajar.<br />

Se trataba ahora <strong>de</strong> buscar los domicilios <strong>de</strong> las personas conocidas <strong>de</strong> don<br />

Pedro, el cual ignoraba la dirección exacta; así es que, para no llamar la atención,<br />

nos separamos, caminando a cierta distancia uno <strong>de</strong> otro. Yo le seguía<br />

mordisqueando un trozo <strong>de</strong> pan.<br />

Por fin preguntó a una mujer que le inspiró confianza por el domicilio <strong>de</strong>l<br />

estanquero Fernán<strong>de</strong>z, que había tenido tres hijos en nuestro colegio. La buena<br />

mujer le guió hasta el lugar indicado, en don<strong>de</strong> penetramos con la excusa<br />

<strong>de</strong> comprar tabaco.<br />

Don Pedro se dio a conocer y la señora le acogió solícita y amable, ofreciéndonos<br />

su casa, si bien nos advirtió que su esposo se hallaba <strong>de</strong>tenido en su<br />

propio domicilio, y que era inminente un registro para buscar las armas que se<br />

<strong>de</strong>cía tenía escondidas. En efecto, el registro se hizo unos días <strong>de</strong>spués.<br />

Para no comprometerlos más <strong>de</strong> lo que estaban, ni comprometernos a nosotros<br />

mismos metiéndonos en la ratonera, agra<strong>de</strong>cimos <strong>de</strong> corazón su ofrecimiento,<br />

pero lo rehusamos. Con todo, no pudimos negarnos a la amable invitación<br />

que nos hizo <strong>de</strong> comer, lo cual le daría tiempo para buscarnos un sitio<br />

seguro en don<strong>de</strong> refugiarnos.<br />

Salió, pues, la señora Milagros, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mucho rato, volvió diciéndonos<br />

que había hecho muchísimas gestiones, pero todas infructuosas, pues nadie<br />

estaba dispuesto a aceptar tan grave compromiso, que traía terribles consecuencias,<br />

tanto para los escondidos, como para sus bienhechores.<br />

Viendo don Pedro el feo cariz que iban tomando los acontecimientos, un<br />

poco nervioso, resolvió la cuestión diciendo:<br />

—Lo mejor será que nos marchemos a Almácera —pueblecito cerca <strong>de</strong> Meliana—.<br />

Allí conozco a una familia que vive en el campo, y tendremos un refugio<br />

seguro.<br />

Y aquí se echa <strong>de</strong> ver cuan cierto es aquello <strong>de</strong> que «el hombre se mueve<br />

y Dios le conduce según sus particulares fines»; porque yo, que hasta entonces<br />

siempre le había dicho: Don<strong>de</strong> tú vayas, iré yo; en aquellos momentos le contesté<br />

resueltamente:<br />

•—Pues yo no me muevo <strong>de</strong> aquí. Si no encuentro hoy un sitio don<strong>de</strong> albergarme,<br />

mañana me presentó al Comité a que me dé trabajo.<br />

Y así fue como nos separamos. Después <strong>de</strong> comer, él se fue a Almácera<br />

y yo me quedé en Torrente, esperando que la señora Milagros tuviera más<br />

suerte en las gestiones que realizara por la tar<strong>de</strong>.»<br />

Éstas tuvieron éxito y don Fi<strong>de</strong>l pudo encontrar un refugio i<strong>de</strong>al en el domicilio<br />

<strong>de</strong> don Olegario Silla y doña María Andréu, en don<strong>de</strong> estuvo escondido<br />

hasta el final <strong>de</strong>l Movimiento, sin salir para nada <strong>de</strong> aquella casa ni <strong>de</strong>jarse<br />

ver <strong>de</strong> nadie; mientras que don Pedro, queriendo evitar un peligro, iba,<br />

sin saberlo, en busca <strong>de</strong> la muerte.<br />

Volvió, pues, a Valencia y <strong>de</strong> allí se dirigió a Almácera, encontrando franca<br />

y generosa acogida en la masía <strong>de</strong> don Agustín Roig, don<strong>de</strong> permaneció escondido<br />

durante unos veinte días.<br />

332


En el mismo pueblo estaba refugiado el hermano coadjutor don Ángel Pons,<br />

que fue el último salesiano que le vio con vida y que narra así la entrevista:<br />

«Hacía unos ocho días que me hallaba en Almácera, cuando se presentó<br />

un señor familiar <strong>de</strong> mi patrón, el cual me dijo:<br />

—En mi casa tengo escondido un salesiano.<br />

Lleno <strong>de</strong> alegría por saber que tenía un hermano tan cerca, le pregunté<br />

cómo se llamaba el salesiano, y me contestó:<br />

-—En este momento no recuerdo su nombre; pero venga a casa y le verá.<br />

Aquella misma noche fui a verle. Llegamos a la masía. Había un grupo <strong>de</strong><br />

hombres y mujeres tomando el fresco en corro, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa; pero por<br />

más que me fijé en todos, no pu<strong>de</strong> reconocer al que yo buscaba.<br />

De pronto se levanta un joven, vestido a estilo valenciano: calzón <strong>de</strong> pana<br />

corto, chaleco <strong>de</strong> lo mismo con gran<strong>de</strong>s botones, medias blancas y la cabeza<br />

envuelta en un pañuelo <strong>de</strong> seda. Se echó a reir <strong>de</strong> mi poca penetración y corrió<br />

a mi encuentro. Entonces le reconocí: era don Pedro. Nos abrazamos y cambiamos<br />

impresiones. Estaba satisfecho por haberme <strong>de</strong>spistado con aquel disfraz.<br />

Con ello se creía ya seguro <strong>de</strong> que nadie le reconocería. Conservaba su<br />

habitual bun humor, pero presentía que iba a morir.<br />

.—Don Ángel —me dijo—, la cosa está muy seria. Me parece que no vamos<br />

a quedar ni uno.<br />

Le animé diciéndole que no fuera profeta <strong>de</strong> mal agüero; que Dios velaría<br />

por nosotros.<br />

Me manifestó que carecía <strong>de</strong> documentación, lo cual le obligaba a permanecer<br />

encerrado, ya que las patrullas recorrían también la huerta y era peligroso<br />

ir indocumentado. Afortunadamente yo tenía documentación doble, por<br />

lo cual le ofrecí una a mi nombre. Me lo agra<strong>de</strong>ció mucho y prometió que nos<br />

veríamos con frecuencia.<br />

Ojalá no se la hubiera dado, pues creo que fue la causa <strong>de</strong> su muerte. En<br />

efecto, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel día, fiado en el salvoconducto que yo le había dado, salía a<br />

pasear por la huerta, sin mostrar temor alguno.<br />

Pero un individuo <strong>de</strong> aquellos contornos, apodado «el Cónsul», empezó a<br />

fijar su atención en aquel señorito <strong>de</strong>sconocido, <strong>de</strong>scubriendo a poco que se<br />

hallaba hospedado en el domicilio <strong>de</strong>l señor Agustín, y con esta noticia se apresuró<br />

a <strong>de</strong>latarle al alcal<strong>de</strong>. Éste, que era amigo <strong>de</strong>l señor Agustín, le comunicó,<br />

pocos días <strong>de</strong>spués, que era necesario <strong>de</strong>spidiera cuanto antes al huésped que<br />

tenía en casa, si no quería verse envuelto en poco gratas complicaciones.<br />

Enterado don Pedro <strong>de</strong> las manifestaciones <strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong>, <strong>de</strong>cidió marcharse<br />

lo antes posible, dirigiéndose <strong>de</strong> nuevo a Valencia; pero en vez <strong>de</strong> buscar los<br />

atajos para evitar los controles, fiado en su flamante salvoconducto, se dirigió<br />

hacia el camino real, por don<strong>de</strong> pasa el tranvía que conduce a la capital.<br />

Quiso su mala suerte que al llegar a la carretera cayera en manos <strong>de</strong> un<br />

grupo <strong>de</strong> milicianos <strong>de</strong> Meliana, que ya le conocían, los cuales le llevaron a<br />

la se<strong>de</strong> <strong>de</strong>l Comité local. Había cambiado el alcal<strong>de</strong>, y el actual era <strong>de</strong> muy<br />

malos sentimientos; por eso, al enterarse <strong>de</strong> que don Pedro era salesiano, mandó<br />

encerrarle en el calabozo.<br />

Allí le tomaron <strong>de</strong>claración. No se sabe lo que sucedió <strong>de</strong>spués. Tal vez le<br />

preguntarían el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> su compañero y las torturas le obligarían a <strong>de</strong>clarar<br />

que se había refugiado en Torrente.<br />

Con este dato, aquella misma noche llevaron a don Pedro en un auto a<br />

Torrente, y una vez en el pueblo, se pusieron en comunicación con el Comité<br />

334


En el mismo pueblo estaba refugiado el hermano coadjutor don Ángel Pons,<br />

que fue el último salesiano que le vio con vida y que narra así la entrevista:<br />

«Hacía unos ocho días que me hallaba en Almácera, cuando se presentó<br />

un señor familiar <strong>de</strong> mi patrón, el cual me dijo:<br />

—En mi casa tengo escondido un salesiano.<br />

Lleno <strong>de</strong> alegría por saber que tenía un hermano tan cerca, le pregunté<br />

cómo se llamaba el salesiano, y me contestó:<br />

-—En este momento no recuerdo su nombre; pero venga a casa y le verá.<br />

Aquella misma noche fui a verle. Llegamos a la masía. Había un grupo <strong>de</strong><br />

hombres y mujeres tomando el fresco en corro, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa; pero por<br />

más que me fijé en todos, no pu<strong>de</strong> reconocer al que yo buscaba.<br />

De pronto se levanta un joven, vestido a estilo valenciano: calzón <strong>de</strong> pana<br />

corto, chaleco <strong>de</strong> lo mismo con gran<strong>de</strong>s botones, medias blancas y la cabeza<br />

envuelta en un pañuelo <strong>de</strong> seda. Se echó a reir <strong>de</strong> mi poca penetración y corrió<br />

a mi encuentro. Entonces le reconocí: era don Pedro. Nos abrazamos y cambiamos<br />

impresiones. Estaba satisfecho por haberme <strong>de</strong>spistado con aquel disfraz.<br />

Con ello se creía ya seguro <strong>de</strong> que nadie le reconocería. Conservaba su<br />

habitual bun humor, pero presentía que iba a morir.<br />

.—Don Ángel —me dijo—, la cosa está muy seria. Me parece que no vamos<br />

a quedar ni uno.<br />

Le animé diciéndole que no fuera profeta <strong>de</strong> mal agüero; que Dios velaría<br />

por nosotros.<br />

Me manifestó que carecía <strong>de</strong> documentación, lo cual le obligaba a permanecer<br />

encerrado, ya que las patrullas recorrían también la huerta y era peligroso<br />

ir indocumentado. Afortunadamente yo tenía documentación doble, por<br />

lo cual le ofrecí una a mi nombre. Me lo agra<strong>de</strong>ció mucho y prometió que nos<br />

veríamos con frecuencia.<br />

Ojalá no se la hubiera dado, pues creo que fue la causa <strong>de</strong> su muerte. En<br />

efecto, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel día, fiado en el salvoconducto que yo le había dado, salía a<br />

pasear por la huerta, sin mostrar temor alguno.<br />

Pero un individuo <strong>de</strong> aquellos contornos, apodado «el Cónsul», empezó a<br />

fijar su atención en aquel señorito <strong>de</strong>sconocido, <strong>de</strong>scubriendo a poco que se<br />

hallaba hospedado en el domicilio <strong>de</strong>l señor Agustín, y con esta noticia se apresuró<br />

a <strong>de</strong>latarle al alcal<strong>de</strong>. Éste, que era amigo <strong>de</strong>l señor Agustín, le comunicó,<br />

pocos días <strong>de</strong>spués, que era necesario <strong>de</strong>spidiera cuanto antes al huésped que<br />

tenía en casa, si no quería verse envuelto en poco gratas complicaciones.<br />

Enterado don Pedro <strong>de</strong> las manifestaciones <strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong>, <strong>de</strong>cidió marcharse<br />

lo antes posible, dirigiéndose <strong>de</strong> nuevo a Valencia; pero en vez <strong>de</strong> buscar los<br />

atajos para evitar los controles, fiado en su flamante salvoconducto, se dirigió<br />

hacia el camino real, por don<strong>de</strong> pasa el tranvía que conduce a la capital.<br />

Quiso su mala suerte que al llegar a la carretera cayera en manos <strong>de</strong> un<br />

grupo <strong>de</strong> milicianos <strong>de</strong> Meliana, que ya le conocían, los cuales le llevaron a<br />

la se<strong>de</strong> <strong>de</strong>l Comité local. Había cambiado el alcal<strong>de</strong>, y el actual era <strong>de</strong> muy<br />

malos sentimientos; por eso, al enterarse <strong>de</strong> que don Pedro era salesiano, mandó<br />

encerrarle en el calabozo.<br />

Allí le tomaron <strong>de</strong>claración. No se sabe lo que sucedió <strong>de</strong>spués. Tal vez le<br />

preguntarían el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> su compañero y las torturas le obligarían a <strong>de</strong>clarar<br />

que se había refugiado en Torrente.<br />

Con este dato, aquella misma noche llevaron a don Pedro en un auto a<br />

Torrente, y una vez en el pueblo, se pusieron en comunicación con el Comité<br />

334


local. Consecuencia <strong>de</strong> estos conciliábulos fue el ir preguntando a todos los<br />

niños <strong>de</strong>l pueblo que habían estado en nuestro colegio el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> don Fi<strong>de</strong>l;<br />

pero como, afortunadamente, no lo sabían, ni le conocían, los esbirros rojos no<br />

pudieron sacar nada en limpio.<br />

Entonces <strong>de</strong>sahogaron su furor contra el pobre don Pedro, y sacándole <strong>de</strong>l<br />

pueblo, le llevaron a un paraje <strong>de</strong> las cercanías, llamado «El Vedat», en don<strong>de</strong><br />

le asesinaron.<br />

El propio alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Meliana, al volver al día siguiente al pueblo y encontrarse<br />

casualmente con don Toribio, le dijo con retintín:<br />

—Ya pue<strong>de</strong>s estar tranquilo, que esos Padres no te molestarán más, porque<br />

los he matado yo en el Vedat <strong>de</strong> Torrente.<br />

Sucedía esto el 20 <strong>de</strong> agosto.<br />

En el libro registro <strong>de</strong>l cementerio <strong>de</strong> Torrente hay, durante este mes,<br />

la lista <strong>de</strong> unas cuarenta víctimas <strong>de</strong> la barbarie roja. Junto al nombre se<br />

indica la proce<strong>de</strong>ncia: El Vedat, y la causa <strong>de</strong> la muerte: shock traumático.<br />

Terminada la guerra <strong>de</strong> Liberación, todos estos cadáveres fueron i<strong>de</strong>ntificados<br />

por sus familiares y trasladados a los cementerios <strong>de</strong> sus localida<strong>de</strong>s<br />

respectivas. Así consta a continuación <strong>de</strong> la causa <strong>de</strong> su muerte.<br />

Tan sólo hay uno que no ha sido i<strong>de</strong>ntificado: y la fecha <strong>de</strong> su muerte<br />

correspon<strong>de</strong> con la <strong>de</strong> nuestro Mártir. Asesinado en el Vedat y muerto a<br />

consecuencia <strong>de</strong>l shock traumático-<br />

Con estos datos pudo localizarse su tumba; se le encargó al sepulturero<br />

que la respetase y no permitiese que nadie la tocase; pero <strong>de</strong>sgraciadamente,<br />

al fallecer el viejo sepulturero, su hijo, que le sucedió en el cargo, ignorante<br />

<strong>de</strong> la recomendación, ha removido la tumba para enterrar otros cadáveres<br />

y con ello hemos perdido la posibilidad <strong>de</strong> recobrar los sagrados restos <strong>de</strong><br />

nuestro querido don Pedro.<br />

335


Rvdo. don JOSÉ OTIN<br />

Sacrificio, bondad, simpatía; he aquí compendiado el carácter <strong>de</strong> este sacerdote,<br />

joven y trabajador, que abrigaba tan bellas ilusiones en su apostolado<br />

con los jóvenes, los cuales le idolatraban, porque poseía, cual ninguno, el secreto<br />

<strong>de</strong> ganarles el corazón para llevarlos a Cristo.<br />

De este ejemplar hermano, como <strong>de</strong> tantos otros, carecemos, por <strong>de</strong>sgracia,<br />

<strong>de</strong> noticias concretas acerca <strong>de</strong> sus últimos días.<br />

Proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Alcoy llegó a Valencia en compañía <strong>de</strong> don Vicente Asensi<br />

y don Cayetano Tarruell. Ya vimos cómo este último encontró asilo en casa<br />

<strong>de</strong> don Domingo García. En cuanto a don José Otín, que no conocía a nadie en<br />

Valencia, fue invitado por don Vicente Asensi a ir con él a su casa; pero<br />

como en ésta ya había varios sacerdotes y religiosas refugiados, se pensó, a<br />

los pocos días, en buscar para don José una pensión, adon<strong>de</strong> se trasladó y <strong>de</strong><br />

la cual apenas salía, pasando el tiempo recogido en su cuarto y entregado<br />

a la oración, que era su único consuelo.<br />

Andando el tiempo y familiarizado ya un poco con los <strong>de</strong> la fonda, a fin<br />

<strong>de</strong> no permanecer ocioso, se ofreció a la dueña <strong>de</strong> la pensión para realizar<br />

algún pequeño trabajo doméstico. Esta circunstancia, unida a su habitual reserva<br />

y al extraño retiro que voluntariamente se imponía, no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> llamar<br />

la atención <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más huéspe<strong>de</strong>s, que empezaron a sospechar acerca <strong>de</strong> la<br />

verda<strong>de</strong>ra personalidad <strong>de</strong> don José. Un hijo <strong>de</strong> la patrona, que pertenecía<br />

a la Comisaría <strong>de</strong>l Seminario fue, seguramente, el <strong>de</strong>lator. Lo cierto es que a<br />

fines <strong>de</strong> Noviembre se lo llevaron <strong>de</strong>tenido y no se volvió a saber nada más <strong>de</strong> él.<br />

Su hermano Lorenzo, resi<strong>de</strong>nte en Barcelona, acompañado <strong>de</strong> su cuñado<br />

perteneciente a la Guardia Civil, hicieron numerosas e infructuosas gestiones<br />

por todas las Comisarías <strong>de</strong> Valencia, a fin <strong>de</strong> averiguar su para<strong>de</strong>ro. No pudieron<br />

sacar nada en claro. Les dijeron que, habiéndole encontrado una cédula<br />

en que constaba domiciliado en Alcoy, lo habían llevado a esta ciudad; pero<br />

<strong>de</strong> aquí les comunicaron que tiempo atrás le habían extendido un salvoconducto<br />

para otro lugar, <strong>de</strong> modo que <strong>de</strong>sapareció por completo el rastro.<br />

En Alcoy hemos recogido la versión <strong>de</strong> que vino a esta ciudad y se alistó<br />

en una columna <strong>de</strong> voluntarios con el fin <strong>de</strong> pasarse a la zona Nacional; pero<br />

conocido por alguien, y <strong>de</strong>latado como sacerdote, fue asesinado.<br />

Como quiera que sea, Dios le habrá dado en el Cielo el premio a su sacrificio<br />

y a una vida <strong>de</strong> abnegación y <strong>de</strong> ejemplares virtu<strong>de</strong>s.<br />

336


Rvdo. don ALVARO SANJUAN<br />

Este joven y celoso sacerdote era natural <strong>de</strong> un pueblecito <strong>de</strong> Valencia;<br />

pero su familia residía en Cocentaina, villa próxima a Alcoy. En esta localidad<br />

le sorprendió el Movimiento Nacional.<br />

El lunes, 20 <strong>de</strong> Julio, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> estallar el Levantamiento, su cuñado<br />

fue a buscarle al colegio y le acompañó a Cocentaina, al domicilio <strong>de</strong> sus ancianos<br />

padres. Apenas llegado allí, se dio cuenta <strong>de</strong> la excitación que reinaba en<br />

el pueblo, <strong>de</strong> modo que <strong>de</strong>jó verse lo menos posible. En la misma casa, aunque<br />

en distinto piso, vivía el Cura <strong>de</strong>l pueblo, por lo cual, puestos ambos <strong>de</strong> acuerdo,<br />

los días 21 y 22, levantándose muy <strong>de</strong> mañana, penetraron en la iglesia y<br />

celebraron la Santa Misa sin que nadie se diera cuenta. Este último día las<br />

autorida<strong>de</strong>s locales cerraron y sellaron las puertas <strong>de</strong>l templo sin permitir que<br />

se sacara nada <strong>de</strong> él, ni siquiera las Sagradas Formas, que el Cura quería consumir<br />

para evitar posibles profanaciones.<br />

Don Alvaro no podía <strong>de</strong>scansar un momento pensando en que la Sagrada<br />

Eucaristía podía ser profanada por aquellas gentes, y <strong>de</strong> acuerdo con el Párroco,<br />

en lo más oscuro <strong>de</strong> la noche, penetró en la iglesia por una puertecita<br />

trasera y, apo<strong>de</strong>rándose <strong>de</strong>l sagrado copón, lo trasladó a su propio domicilio.<br />

Al salir, alguien le vio y comenzó a dar voces y proferir amenazas; por lo que<br />

estuvo temiendo algún registro, pero afortunadamente no pasó nada.<br />

El día primero <strong>de</strong> Agosto, habiendo fallecido un sobrino suyo, le hizo el<br />

entierro con el ceremonial <strong>de</strong> costumbre, excepto el ir revestido con las vestiduras<br />

sagradas.<br />

En aquella población parecía reinar absoluta tranquilidad, hasta tal punto,<br />

que fue perdiendo el miedo y empezó a salir <strong>de</strong> casa, vestido <strong>de</strong> paisano.<br />

En compañía <strong>de</strong>l señor Cura hacía sus prácticas ordinarias <strong>de</strong> piedad, recitaban<br />

juntos el breviario y tenían el consuelo <strong>de</strong> celebrar diariamente en casa<br />

y confesarse mutuamente.<br />

Así transcurrieron dos meses. Todo parecía, en el olvidado pueblecito. encarrilado<br />

ya por los cauces <strong>de</strong> una aceptable normalidad, cuando el día 20 <strong>de</strong><br />

Septiembre el Ayuntamiento publicó un bando por el cual se obligaba a todos<br />

los forasteros a presentarse a las autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l plazo <strong>de</strong> ocho días.<br />

Temiendo que esta or<strong>de</strong>n fuera un lazo, al principio intentó escon<strong>de</strong>rse y<br />

marchar <strong>de</strong>spués a su pueblo natal, Alcocer <strong>de</strong> Planes, en la provincia <strong>de</strong> Va-<br />

338


lencia. Por aquellos días estaba en Cocentaína una prima suya, vecina <strong>de</strong> aquel<br />

pueblo, la cual le propuso hacer el viaje en su compañía, y una vez en el pueblo,<br />

estaría completamente seguro, ya que allí se había impuesto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un<br />

comienzo la gente <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n, y no habían permitido <strong>de</strong>smanes ni a propios<br />

ni a extraños.<br />

Mas al fin don Alvaro rehusó esta solución, en parte para no comprometer<br />

a nadie y en parte también para evitar disgustos a sus ancianos padres, con los<br />

que tal vez tomaran represalias. Determinó, pues, presentarse a las autorida<strong>de</strong>s<br />

y ponerse en manos <strong>de</strong> la Provi<strong>de</strong>ncia.<br />

El día 26 <strong>de</strong> Septiembre —aún faltaban dos días para expirar el plazo—,<br />

mientras su madre había salido a hacer unas diligencias, se <strong>de</strong>tuvo frente a la<br />

casa un coche <strong>de</strong>l que <strong>de</strong>scendieron tres individuos los cuales, penetrando<br />

en casa, preguntaron por don Alvaro, y al presentarse éste le <strong>de</strong>tuvieron. No<br />

perdió la tranquilidad, y dominando la situación, pidió permiso para ir a buscar<br />

la americana, y al llegar a su habitación, <strong>de</strong>struyó algunas listas y papeles que<br />

podían perjudicarle.<br />

Mientras tanto, su madre había vuelto a casa, y al ver el auto a la puerta,<br />

intuyó la catástrofe. Una vecina oficiosa le comunicó que habían <strong>de</strong>tenido a su<br />

hijo y la anciana señora, terriblemente afectada por la noticia, cayó al suelo<br />

sin sentido.<br />

La subieron al piso entre varios vecinos, y no es para <strong>de</strong>scrita la escena<br />

que se <strong>de</strong>sarrolló entre el buen don Alvaro y su madre <strong>de</strong>svanecida. Cuando<br />

a fuerza <strong>de</strong> caricias consiguió volverla en sí, se abrazaron tiernamente. El<br />

espectáculo era tan conmovedor, que todos los presentes tenían lágrimas en los<br />

ojos. Uno -<strong>de</strong> los milicianos, para disimular su emoción, le dijo a don Alvaro:<br />

—Éste es vuestro amor a los padres. No servís más que para hacerlos<br />

sufrir.<br />

Mientras tanto el anciano padre, sentado en un rincón, sollozaba sin proferir<br />

palabra.<br />

Otro miliciano puso fin a esta penosa escena arrancando violentamente al<br />

hijo <strong>de</strong> los brazos <strong>de</strong> su madre. Antes <strong>de</strong> partir, don Alvaro se <strong>de</strong>sprendió <strong>de</strong><br />

los rosarios y <strong>de</strong> otros objetos que llevaba encima, <strong>de</strong>jándolos a su madre como<br />

recuerdo.<br />

Y mientras el auto arrancaba a toda velocidad hacia Alcoy, llevándose a<br />

una víctima inocente, en aquel hogar, antes tan feliz, ahora tan <strong>de</strong>sgraciado,<br />

quedaron otras dos víctimas no menos dignas <strong>de</strong> compasión: la anciana madre<br />

perdió la razón; el padre, a consecuencia <strong>de</strong> la emoción, quedó ciego.<br />

La zarpa <strong>de</strong> la bestia roja <strong>de</strong>jaba sus huellas por doquier.<br />

EN ALCOY<br />

Conducido a Alcoy, fue encerrado don Alvaro en el convento <strong>de</strong> las Esclavas,<br />

convertido en cárcel.<br />

El mismo día <strong>de</strong> su <strong>de</strong>tención su hermana, que vivía en Alcoy, había ido<br />

a Cocentaina para verle y abrazar a sus padres. Y se encontró con el triste<br />

espectáculo que ofrecían los dos ancianos inválidos y tan cruelmente heridos<br />

por la <strong>de</strong>sgracia acaecida.<br />

Consi<strong>de</strong>rando, con todo, más inminente el peligro que corría su hermano,<br />

<strong>de</strong>jó a sus atribulados padres al cuidado <strong>de</strong> otros parientes y ella se trasladó<br />

339


inmediatamente a Alcoy para localizarle y arrancarle, si era preciso, <strong>de</strong> las<br />

garras <strong>de</strong> los milicianos.<br />

Durante cinco días recorrió las cárceles, las comisarías, los centros obreros,<br />

pero en todas partes se obstinaban en ocultarle el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> don Alvaro.<br />

—¿Pues a dón<strong>de</strong> lo habéis llevado? —preguntaba dolorida—. Dejadme al<br />

menos que recoja su cadáver, si es que lo habéis matado.<br />

—Eso <strong>de</strong> los paseítos —le respondió uno <strong>de</strong>l Comité—, ya ha pasado <strong>de</strong><br />

moda. Nosotros no matamos a nadie.<br />

Finalmente, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cinco días <strong>de</strong> inútiles pesquisas, pudo dar con él.<br />

Inmediatamente se apresuró a prepararle un poco <strong>de</strong> comida y se la llevó a su<br />

cárcel, sin que le permitieran verle. Al <strong>de</strong>volver el cesto, don Alvaro <strong>de</strong>positó<br />

en él una notita en la cual suplicaba a su hermana que no se preocupara por él,<br />

sino que atendiera preferentemente a los ancianos padres, que quedaban en tan<br />

triste situación.<br />

Por su parte, su cuñado, que tenía amista<strong>de</strong>s en el seno <strong>de</strong>l Comité, fue a<br />

ver a uno <strong>de</strong> sus amigos para interce<strong>de</strong>r por el <strong>de</strong>tenido, asegurándole que don<br />

Alvaro era un hombre completamente inofensivo, que había pasado toda su<br />

vida entregado a la educación <strong>de</strong> la juventud obrera. Pero sin <strong>de</strong>jarle terminar,<br />

le replicó su interlocutor:<br />

•—Mira, es inútil. No matamos a tu cuñado, matamos a la sotana. Si fuera<br />

un simple paisano, con gusto haría lo posible por libertarle; pero tratándose<br />

<strong>de</strong> un cura, no puedo hacer nada, pues nuestro lema es: «Sotana que pillamos,<br />

sotana que matamos.»<br />

Así, con estas frases rudas, pero reveladoras, transparentaba el verda<strong>de</strong>ro<br />

motivo <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> don Alvaro. No eran cuestiones políticas ni divergencia<br />

<strong>de</strong> i<strong>de</strong>as: era únicamente el odio satánico al sacerdote, al Ministro <strong>de</strong> Dios.<br />

¿No es esta muerte un verda<strong>de</strong>ro martirio?<br />

El día 1 <strong>de</strong> Octubre pudieron verse los dos hermanos. Custodiado por dos<br />

<strong>de</strong> sus guardianes salió don Alvaro <strong>de</strong> su calabozo para entrevistarse con su<br />

hermana. Al verse se abrazaron estrechamente sin proferir palabra. Calmada<br />

la emoción, don Alvaro preguntó por sus padres, renovando la recomendación<br />

<strong>de</strong> que cuidara <strong>de</strong> ellos, pues él no necesitaba nada.<br />

Después que hubieron <strong>de</strong>sahogado un tanto los sentimientos <strong>de</strong> su corazón,<br />

recayó la conversación sobre el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> los salesianos, y la hermana le<br />

contó cómo habían sido expulsados <strong>de</strong>l colegio.<br />

Los dos milicianos que asistían a la entrevista se mazclaron entonces en la<br />

conversación, diciendo que sus hijos se educaban en los Salesianos.<br />

Don Alvaro les dijo:<br />

'—Tanto bien como hemos hecho a sus hijos, tanto como nosotros los queremos<br />

y... uste<strong>de</strong>s nos correspon<strong>de</strong>n <strong>de</strong> esta manera.<br />

Ellos volvieron el rostro hacia otra parte, sin acertar a respon<strong>de</strong>r a tan<br />

justo reproche.<br />

Al terminar la entrevista, pidió a su hermana unos libros para entretener<br />

los largos ocios <strong>de</strong> la cárcel; pues a los seis días <strong>de</strong> hallarse <strong>de</strong>tenido, aún<br />

no le habían dicho la causa <strong>de</strong> su encierro ni le habían tomado <strong>de</strong>claración.<br />

Al anochecer le llevó los libros pedidos juntamente con la cena. No le permitieron<br />

verle.<br />

Al día siguiente volvió con la cesta <strong>de</strong> la comida y preguntó por él. Los<br />

milicianos le respondieron que ya no necesitaba comida, pues le habían trasladado<br />

a Alicante.<br />

340


Mas ella, adivinando que mentían, les suplicó le dijeran la verdad. Todo<br />

fue inútil.<br />

Entonces, bañada en lágrimas, arrodillándose a sus pies, les suplicó que le<br />

dijeran en qué carretera le habían matado, para al menos recoger su cadáver;<br />

pero aquellos monstruos se mantuvieron irreductibles.<br />

Su esposo fue a entrevistarse con su amigo <strong>de</strong>l Comité, el cual le dijo<br />

claramente que todo era inútil. Alvaro no estaba en Alicante. Alvaro estaba<br />

muerto.<br />

Así era, por <strong>de</strong>sgracia. El día anterior, pocas horas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la visita <strong>de</strong><br />

su hermana, a quien aseguraron que podía marchar tranquila, pues nada malo<br />

había <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>rle a su hermano, fue éste sacado <strong>de</strong> la cárcel, y en compañía<br />

<strong>de</strong> otro joven, a quien arrancaron <strong>de</strong> su cama <strong>de</strong>l hospital, le metieron en un<br />

coche y <strong>de</strong>saparecieron velozmente.<br />

Al día siguiente, 2 <strong>de</strong> Octubre, sus cuerpos, acribillados a balazos, aparecieron<br />

en la cuneta <strong>de</strong> la carretera entre Fuente la Higuera y Yecla, en el<br />

término judicial <strong>de</strong> Villena.<br />

El juez <strong>de</strong> esta ciudad, avisado por un transeúnte que <strong>de</strong>scubrió el crimen,<br />

se personó en el lugar <strong>de</strong>l suceso y procedió al levantamiento <strong>de</strong> los cadáveres<br />

y luego a la autopsia <strong>de</strong> los mismos, mandando enterrarlos a continuación en el<br />

cementerio.<br />

Los familiares no se enteraron <strong>de</strong> nada. Fue una casualidad provi<strong>de</strong>ncial<br />

el que un amigo, al leer el Boletín Oficial <strong>de</strong> la Provincia, un mes más tar<strong>de</strong>,<br />

encontrara la relación <strong>de</strong>l suceso. Avisó en seguida al cuñado <strong>de</strong> don Alvaro,<br />

el cual se apresuró a trasladarse a Villena. En el juzgado pudo i<strong>de</strong>ntificar los<br />

vestidos <strong>de</strong>l mártir y luego, en el cementerio, localizar su sepultura.<br />

Al triunfar el Glorioso Alzamiento Nacional, fueron reconocidos los restos<br />

<strong>de</strong>l sacerdote mártir y trasladados con toda pompa al panteón que Cocentaina<br />

ha levantado a los que murieron por Dios y por la Patria.<br />

342


Rvdo. don FRANCISCO BANDRES<br />

Era Director <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> Sarria al producirse el Alzamiento; y tanto en<br />

este colegio como en el <strong>de</strong> Mataró, cuya dirección <strong>de</strong>sempeñó anteriormente,<br />

se distinguió siempre por su celo empren<strong>de</strong>dor, su seriedad amable y su elevado 4<br />

espíritu <strong>de</strong> comprensión y <strong>de</strong> justicia.<br />

El 18 <strong>de</strong> Julio, en la mesa, durante la comida íntima <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida a los<br />

alumnos que terminaban su aprendizaje, comentando los acontecimientos que<br />

se avecinaban, le oímos exclamar:<br />

— ¡Que nos <strong>de</strong>jen acabar el curso, y una vez los niños en sus casas, que<br />

sea lo que Dios quiera!<br />

Lo único que le preocupaba en aquellos momentos era la seguridad <strong>de</strong> los<br />

jovencitos confiados a sus cuidados.<br />

El domingo, 19, por la mañana, apenas pudo darse cuenta <strong>de</strong> la magnitud<br />

<strong>de</strong> la catástrofe, tomó las medidas necesarias para la salvaguardia <strong>de</strong> los alumnos<br />

y la seguridad <strong>de</strong> los salesianos, or<strong>de</strong>nando que a cada uno <strong>de</strong> éstos se le<br />

proveyese <strong>de</strong> cierta cantidad <strong>de</strong> dinero con que hacer frente a los primeros<br />

gastos y se preocupó, a<strong>de</strong>más, personalmente <strong>de</strong> que cada religioso tuviese<br />

un lugar seguro don<strong>de</strong> acogerse en el caso probable <strong>de</strong> tener que abandonar el<br />

colegio.<br />

Cuando en la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l martes la horda obligó a los salesianos a abandonar<br />

su casa, él, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> conseguir <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> la Esquerra el oportuno permiso<br />

para que los religiosos pudiesen llevarse sus efectos personales, se dirigió al<br />

domicilio <strong>de</strong> su hermana doña Pilar, en la calle Sepúlveda, don<strong>de</strong> fijó su resi<strong>de</strong>ncia,<br />

Al día siguiente se presentó en su casa don Celedonio Macías, Catequista<br />

<strong>de</strong> los Artesanos, y al manifestar a don Francisco que carecía <strong>de</strong> refugio seguro,<br />

fue amablemente invitado a quedarse en su compañía. De este modo,<br />

formando una pequeña comunidad, podrían cumplir, como lo hacían con edificante<br />

piedad, todas las prácticas piadosas reglamentarias: meditación, lectura<br />

espiritual, oraciones, etc.<br />

Con toda naturalidad y sin temor alguno, recibía las visitas <strong>de</strong> los salesianos<br />

y amigos que acudían a saludarle, a ofrecerse, a pedirle consejo e instrucciones.<br />

Todas las tar<strong>de</strong>s, al anochecer, solía encontrarse en <strong>de</strong>terminado lugar <strong>de</strong>l<br />

343


Paseo <strong>de</strong> Gracia con don Julián Massana, Secretario Inspectorial, y con don<br />

Ramón Cambó, Prefecto <strong>de</strong>l Colegio <strong>de</strong> Sarria. Allí cambiaban impresiones y<br />

tomaban las resoluciones <strong>de</strong>l caso.<br />

El día 28, al leer en la Prensa el asesinato <strong>de</strong> los primeros salesianos, le<br />

aconsejaron sus amigos que abandonase el domicilio <strong>de</strong> su hermana, ya que<br />

en aquellos alre<strong>de</strong>dores era <strong>de</strong>masiado conocido y podía exponerse a graves<br />

peligros. Así lo hizo, acogiéndose a la hospitalidad que le brindó el excelente<br />

Antiguo Alumno y Cooperador Salesiano señor Postigo, quien le acogió con el<br />

afecto que es tradicional en su casa para los Salesianos.<br />

Mientras tanto los rojos, que se habían adueñado <strong>de</strong>l Colegio <strong>de</strong> Sarria,<br />

una vez pasados los primeros días <strong>de</strong> <strong>de</strong>sorientación, al percatarse <strong>de</strong> que<br />

por ninguna parte aparecía el rico botín que esperaban, iniciaron sus pesquisas<br />

para dar con el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> los que —según ellos'— <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> guardar los<br />

caudales <strong>de</strong> las Escuelas: el Director, el Administrador (don Ramón Cambó)<br />

y el Secretario Inspectorial (don Julián Massana),<br />

Este último, que había fijado su resi<strong>de</strong>ncia en el domicilio <strong>de</strong> su hermana<br />

—calle Provenza—, recibió un día aviso telefónico <strong>de</strong> que entregase cuanto<br />

antes las llaves <strong>de</strong> la caja fuerte <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la Generalidad. ¿Cómo se habían<br />

enterado <strong>de</strong> su domicilio? Lo cierto era que lo sabían, y había que estar preparado.<br />

En efecto, poco <strong>de</strong>spués se presentó en su casa don Absalón Cuevas, que<br />

aún permanecía, como hemos visto, en Sarria, a quien entregó las llaves y el<br />

secreto <strong>de</strong> la combinación; pero por lo visto la entendieron mal y no pudieron<br />

abrir la caja.<br />

Don Julián, temeroso <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>tenido, no creyó oportuno pasar la noche<br />

en su domicilio, y no queriendo, por otra parte, comprometer a nadie, pasó<br />

las noches <strong>de</strong>l 31 <strong>de</strong> Julio y 1 <strong>de</strong> Agosto en uno <strong>de</strong> los bancos públicos <strong>de</strong> la<br />

Rambla <strong>de</strong> Cataluña. Este día logró el visado <strong>de</strong> su pasaporte, y <strong>de</strong>terminó<br />

partir cuanto antes para Francia y presentarse luego a los Superiores <strong>de</strong> Turín.<br />

Antes <strong>de</strong> salir fue a <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> don Francisco Bandrés, el cual le dijo<br />

que también él estaba sacando su pasaporte y que tendría mucho gusto en<br />

hacer el viaje en su compañía; pero don Julián le hizo compren<strong>de</strong>r que, para<br />

mayor seguridad, era preferible que saliera cada cual por su cuenta y ya se<br />

encontrarían una vez pasada la frontera.<br />

EL PASAPORTE<br />

El Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> los Antiguos Alumnos <strong>de</strong> Sarria, don José Manuel Pérez,<br />

estaba tramitando el pasaporte <strong>de</strong> don Francisco y el billete para Cerbére,<br />

que le preparaba la Agencia Marsans. Tan sólo faltaba un requisito: la firma<br />

<strong>de</strong>l Consejero señor España, la cual se esperaba conseguir con facilidad.<br />

El domingo, día 2 <strong>de</strong> Agosto, el señor Pérez fue a visitar a don Francisco<br />

y le comunicó sus buenas impresiones, pues esperaba que al día siguiente,<br />

a más tardar, conseguiría la firma. Debía, pues, encontrarse dispuesto para<br />

partir aquel mismo día en el expreso <strong>de</strong> Francia, que salía al anochecer.<br />

Doña Pilar, que asistía a la entrevista, dijo que precisamente el dueño <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>spacho don<strong>de</strong> ella trabajaba era conocidísimo <strong>de</strong>l señor España, por lo cual,<br />

si le daban a ella el pasaporte, creía conseguir, por mediación <strong>de</strong> su jefe, la<br />

firma solicitada con mayor rapi<strong>de</strong>z y facilidad.<br />

344


El lunes, día 3, don Francisco, queriendo pasar las últimas horas con su<br />

hermana, <strong>de</strong>spidióse <strong>de</strong>l señor Postigo. Éste le recomendó encarecidamente que,<br />

si por cualquier motivo, no podía salir aquel mismo día, volviese a dormir a<br />

su casa y que <strong>de</strong> ningún modo se quedase en la <strong>de</strong> su hermana, en don<strong>de</strong> podía<br />

correr graves peligros.<br />

A eso <strong>de</strong> las once <strong>de</strong> la mañana, se hallaba don Francisco haciendo los<br />

preparativos <strong>de</strong>l viaje. Le acompañaba don Celedonio Macías. Mientras se<br />

estaba afeitando, llamaron a la puerta. Inmediatamente ambos salesianos, según<br />

costumbre, se apresuraron a encerrarse en sus respectivas habitaciones.<br />

Una prima <strong>de</strong> don Francisco fue a abrir la puerta y a poco se oyó una voz:<br />

—¿Está don Paco?<br />

—No sé; veré .—respondió ella.<br />

Don Francisco or<strong>de</strong>nó que hiciese pasar al visitante. Era un miliciano, el<br />

cual, sin más preámbulos, le dijo:<br />

—Vengo a conducirle a la frontera. Abajo tengo el coche. Conque tome<br />

sus maletas y vamonos cuanto antes. Mis hijos y mi mujer han recibido muchos<br />

favores <strong>de</strong> su hermana, y ésta es la ocasión <strong>de</strong> mostrarles mi gratitud.<br />

—Se lo agra<strong>de</strong>zco en el alma —dijo don Francisco—; pero no quiero que<br />

se moleste ni se comprometa por mi causa.<br />

•—Si es que le falta dinero •—insistió el miliciano'—, no se preocupe, que yo<br />

le proporcionaré el que necesite.<br />

—No, gracias; no necesito nada. Precisamente en estos momentos están<br />

arreglándome el pasaporte, y pienso salir esta misma tar<strong>de</strong> en el expreso <strong>de</strong><br />

Francia. Por otra parte, sentiría que se comprometiese por mí. Dios se lo pague.<br />

A poco se marchaba el miliciano y don Francisco le dijo a don Celedonio<br />

que había acudido a comentar la visita:<br />

—¿Ha visto usted qué buenas personas?<br />

Desgraciadamente el jefe <strong>de</strong> doña Pilar no pudo entrevistarse aquella mañana<br />

con el señor España; por lo que doña Pilar <strong>de</strong>cidió volver por la tar<strong>de</strong>,<br />

acompañada <strong>de</strong>l señor Pérez, a obtener directamente, y a cualquier costa,<br />

la firma.<br />

En efecto, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comer salió a cumplir su misión, quedando en que<br />

don Francisco acudiría a la estación a la hora fijada, en don<strong>de</strong> le entregarían<br />

el pasaporte y podría tomar el tren.<br />

A eso <strong>de</strong> las seis <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> salió <strong>de</strong> casa y se dirigió a la estación <strong>de</strong><br />

Francia. Allí, mientras esperaba a su hermana con el pasaporte, se encontró<br />

con el Hermano coadjutor don Antonio Martín. Después <strong>de</strong> saludarse efusivamente,<br />

tras tantos días <strong>de</strong> separación, don Francisco le comunicó que salía<br />

para Francia con el propósito <strong>de</strong> llegar a Turín, ya que en Barcelona era muy<br />

perseguido.<br />

Mientras tanto, pasaba el tiempo, y llegó la hora <strong>de</strong> la salida <strong>de</strong>l tren sin<br />

que apareciese doña Pilar con el ansiado pasaporte. Finalmente, poco <strong>de</strong>spués 1<br />

<strong>de</strong> arrancar el convoy, apareció en el vestíbulo <strong>de</strong> la estación doña Pilar, aún<br />

ja<strong>de</strong>ante por la prisa, pero alegre por tener en sus manos el documento. ¡Cuál<br />

no sería su <strong>de</strong>silusión al darse cuenta <strong>de</strong> que había llegado <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>!<br />

Pero no había más remedio que resignarse. Y <strong>de</strong>cidieron que la marcha se<br />

efectuaría al día siguiente, en el expreso <strong>de</strong> la mañana. Total, cuestión <strong>de</strong> horas.<br />

Don Francisco fue a <strong>de</strong>jar las maletas en la consigna y volvió a casa <strong>de</strong> su<br />

hermana,<br />

A eso <strong>de</strong> las ocho <strong>de</strong> la noche el señor Pérez, acompañado <strong>de</strong> su esposa e<br />

346


hijos, fue a casa <strong>de</strong> doña Pilar a comprobar si había partido don Francisco,<br />

enterándose, con la consiguiente sorpresa, <strong>de</strong> que había perdido el tren. Le recomendó<br />

encarecidamente que no pasara la noche allí, sino que fuera a dormir<br />

a casa <strong>de</strong>l señor Postigo, La misma recomendación le hizo este señor por medio<br />

<strong>de</strong> su hija, a quien envió a enterarse <strong>de</strong> si había salido don Francisco, y en<br />

caso <strong>de</strong> que no hubiera podido salir, le hiciera volver a su casa para dormir,<br />

y que <strong>de</strong> ningún modo permaneciese en el domicilio <strong>de</strong> su hermana; pero don<br />

Francisco, que al verse con el pasaporte en la mano se creía ya seguro, quiso<br />

<strong>de</strong>dicar aquellas últimas horas <strong>de</strong> su estancia en España a su hermana y no<br />

se movió.<br />

Después <strong>de</strong> la cena subió al piso una familia argentina, amiga <strong>de</strong> don Francisco,<br />

que venía a <strong>de</strong>spedirse.<br />

La velada transcurría animada y agradable, Don Francisco se hallaba en<br />

la galería hablando con el señor argentino, mientras los dos hijos <strong>de</strong> éste se<br />

entretenían jugando al parchís con don Celedonio y doña Pilar,<br />

LA CAPTURA<br />

«Serían las diez y media —refiere don Celedonio—, cuando nos sobresaltó<br />

un prolongado toque <strong>de</strong> timbre. Salió a abrir la prima <strong>de</strong> don Francisco, y al<br />

ver a un miliciano abrió, confiada, la puerta, creyendo se trataría <strong>de</strong>l mismo<br />

que vino por la mañana, Pero <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él aparecieron otros dos, armados con<br />

sendos fusiles. El primero, que empuñaba una pistola, se dirigió hacia mí,<br />

preguntando:<br />

—¿Don Ramón Cambó?<br />

Yo me puse al instante <strong>de</strong> pie, levantando las manos. Antes <strong>de</strong> que pudiera<br />

respon<strong>de</strong>rle, uno <strong>de</strong> los milicianos que le acompañaba le dijo:<br />

—-Éste no es.<br />

Entonces el <strong>de</strong> la pistola encañonó a don Francisco, el cual, tranquilamente,<br />

le dijo:<br />

—Aquí no está ese señor por quien usted pregunta,<br />

—Pues aquí tiene que estar —insistió—. Esta carta —y nos la mostró—<br />

va dirigida a don Ramón Cambó y pone esta dirección. Luego, aquí tiene que<br />

estar, y si no, véngase usted con nosotros.<br />

Aclararon que durante un registro realizado en Sarria se habían encontrado<br />

armas y que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el colegio se había disparado contra el pueblo,<br />

Al oir estas acusaciones, don Francisco, con toda la vehemencia <strong>de</strong> su carácter<br />

resuelto, replicó que no era cierto que se hubiese disparado arma alguna<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el colegio, pues él, como Director <strong>de</strong>l mismo, tenía la absoluta seguridad<br />

<strong>de</strong> que no había armas en casa y que ningún salesiano se habría atrevido a<br />

hacer uso <strong>de</strong> ellas.<br />

En este punto <strong>de</strong> la discusión, intervino el señor argentino, saliendo fiador<br />

<strong>de</strong> la honorabilidad <strong>de</strong> don Francisco y rogando a los milicianos que no le<br />

molestasen»<br />

El jefe <strong>de</strong> los milicianos se encontraba ya casi convencido y dispuesto a<br />

retirarse; pero uno <strong>de</strong> sus compañeros terció entonces en la conversación, diciendo<br />

:<br />

—¿A qué tantas contemplaciones? Que venga con nosotros, y ya junto con<br />

los que están abajo, cantará.<br />

347


Y dirigiéndose al señor argentino, le preguntó:<br />

—¿Y usted quién es?<br />

—Yo soy subdito argentino, y éstos son mis hijos.<br />

Al <strong>de</strong>cir éstos me señalaba a mí entre ellos, con lo cual me salvó <strong>de</strong>l<br />

mal paso.<br />

Después se llevaron a don Francisco, prohibiéndonos terminantemente el<br />

salir a la calle ni mirar por el balcón. De modo que nos fue imposible presenciar<br />

la salida ni averiguar quiénes eran «los otros» que ya llevaban en el auto.<br />

Des<strong>de</strong> este momento ya no volvimos a saber nada más <strong>de</strong> él. Durante tres<br />

meses visitamos a diario el Hospital Clínico, don<strong>de</strong> eran conducidos los cadáveres<br />

<strong>de</strong> las personas asesinadas; examinábamos uno por uno todos ellos,<br />

pero no apareció el <strong>de</strong> don Francisco.»<br />

Hasta aquí don Celedonio Macías.<br />

Se continuaron haciendo gestiones para averiguar el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> don<br />

Francisco. Incluso se intentó la mediación <strong>de</strong> García Oliver. que era uno <strong>de</strong><br />

los principales jefes <strong>de</strong> la F. A. I., y que, lejanamente emparentado con don<br />

Francisco, le había mostrado en ocasiones cierta simpatía; pero al exponerle<br />

el asunto, dijo fríamente que <strong>de</strong>járamos <strong>de</strong> hacer pesquisas, pues a don Francisco<br />

no se le encontraría ni vivo ni muerto.<br />

Y así fue. ¿Qué había sucedido? Según las vagas referencias <strong>de</strong> un policía,<br />

se le condujo al colegio <strong>de</strong> Sarria, en don<strong>de</strong> le tuvieron encerrado unos días.<br />

Luego lo trasladaron a la checa instalada en los bajos <strong>de</strong>l Hotel Colón, en<br />

don<strong>de</strong> permaneció cerca <strong>de</strong> tres meses; y <strong>de</strong> allí <strong>de</strong>sapareció sin <strong>de</strong>jar rastro.<br />

El policía que facilitó estas noticias añadió que cierto día, <strong>de</strong> tres sacerdotes<br />

que había allí encerrados, sacaron a uno y lo llevaron al mar, en don<strong>de</strong> le<br />

ataron al cuello una gruesa piedra y lo arrojaron al agua.<br />

¿Se trataría <strong>de</strong> don Francisco?<br />

Dios Nuestro Señor, que quiso coronar su vida apostólica con la palma<br />

<strong>de</strong>l martirio, no ha querido que sepamos las circunstancias <strong>de</strong> su muerte ni el<br />

lugar <strong>de</strong> su sepultura...<br />

Nos queda el consuelo <strong>de</strong> tener en él un protector en el Cielo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong>,<br />

sin duda alguna, vela por su amada Casa <strong>de</strong> Sarria, que milagrosamente, en<br />

breves años, ha vuelto a adquirir, y aun superar, el prestigio <strong>de</strong> antaño; pero,<br />

sobre todo, el espíritu religioso, <strong>de</strong> caridad y <strong>de</strong> piedad que ha sido siempre<br />

la característica <strong>de</strong> la única Casa Salesiana <strong>de</strong> España santificada por la presencia<br />

corporal y milagrosa <strong>de</strong> nuestro Santo Padre Don Bosco.<br />

348


Rvdo. don SERGIO CID<br />

La vida <strong>de</strong> este ejemplar sacerdote se pue<strong>de</strong> compendiar en dos palabras:<br />

Pureza y sacrificio.<br />

Los que le hemos tratado <strong>de</strong> cerca no olvidaremos jamás sus ejemplos <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, escrupulosidad y heroísmo en lo que se refiere a la bella virtud.<br />

Sufría por cualquier in<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za. El «nec nominétur in vobis» lo cumplía hasta<br />

el escrúpulo y lo hacía cumplir en su presencia. ¡Y con qué rostro transfigurado<br />

solía hablar <strong>de</strong> la virtud angélica encendiendo en su amor a los corazones<br />

juveniles!<br />

La otra virtud que le distinguía era su espíritu <strong>de</strong> sacrificio. Sacrificio en<br />

el trabajo, incesante y agotador; sacrificio en la asistencia, que le hacía dominar<br />

siempre con su mirada vivaz e inquieta los ángulos <strong>de</strong>l patio, los estudios,<br />

los dormitorios... Sacrificio en el ministerio sacerdotal, especialmente en la predicación,<br />

a la que se prestaba prontamente para suplir a otros... Sacrificio, en<br />

suma, compendiado en una vida mortificada, pero siempre subyugado por una<br />

sonrisa inalterable, que hacía amable la piedad y el sacrificio.<br />

Las versiones que corren acerca <strong>de</strong> su muerte son contradictorias. Tan<br />

sólo coinci<strong>de</strong>n en afirmar que, habiendo sido sorprendido con un maletín, en<br />

don<strong>de</strong> guardaba su inseparable sotana, fue i<strong>de</strong>ntificado como sacerdote y <strong>de</strong>tenido.<br />

Preguntado acerca <strong>de</strong> su personalidad, él, con aquel énfasis que solía poner<br />

en sus palabras, salidas <strong>de</strong>l corazón, respondió:<br />

—Soy sacerdote salesiano.<br />

Esta paladina y valiente confesión fue su con<strong>de</strong>na. Cuando se hallaba<br />

frente al piquete <strong>de</strong> ejecución, se dirigió a sus verdugos y les dijo:<br />

—Que Dios os perdone, como yo <strong>de</strong> corazón os perdono.<br />

Y cayó acribillado a balazos.<br />

El día 30 <strong>de</strong> Julio, a las 17 horas, ingresaba su cadáver en el Hospital<br />

Clínico, con la siguiente ficha: «Presenta heridas <strong>de</strong> arma <strong>de</strong> fuego en la<br />

cabeza y en el abdomen. Hemorragia interna traumática.»<br />

No se ha podido encontrar el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> sus restos.<br />

El Rvdo. don Luis Cid refiere que tuvo noticias <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su hermano<br />

a últimos <strong>de</strong> Julio. Según ellas, fue <strong>de</strong>tenido en un tranvía, y <strong>de</strong>spués<br />

349


<strong>de</strong> <strong>de</strong>clarar su condición <strong>de</strong> sacerdote salesiano, fue conducido en un coche<br />

por la carretera <strong>de</strong> Sarria hasta las proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la estación <strong>de</strong>l funicular<br />

<strong>de</strong> Vallvidrera, en don<strong>de</strong> se verificó su martirio.<br />

Por otra parte, el Hermano coadjutor don Absalón Cuevas dice que uno<br />

<strong>de</strong> los primeros días <strong>de</strong> Agosto, mientras iba en el tranvía que <strong>de</strong> Sarria lleva<br />

a la Plaza <strong>de</strong> Cataluña, al llegar a las proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Hospital Clínico oyó<br />

una conversación en la que se hacía referencia a que unos días antes, en aquel<br />

mismo lugar, en la esquina <strong>de</strong>l Hospital con la callé Provenza, habían arrojado<br />

<strong>de</strong>l tranvía en marcha a un sacerdote bajito, con lentes, por rezar el Rosario<br />

que llevaba en el bolsillo. Una <strong>de</strong> las mujeres que tomaba parte en la conversación<br />

añadió que el tal sacerdote pertenecía a un colegio en don<strong>de</strong> se<br />

enseñaban oficios, y que ella le había visto algunas veces, acompañando a<br />

un grupo <strong>de</strong> niños en su paseo.<br />

——Yo pensé —aña<strong>de</strong> el señor Cuevas— que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> tratarse <strong>de</strong> don Sergio,<br />

pues a ningún otro se le podían aplicar los <strong>de</strong>talles referidos.<br />

El mismo señor Cuevas nos cuenta el siguiente episodio:<br />

«A últimos <strong>de</strong> Abril <strong>de</strong> 1937 me encontraba en el Hospital Militar <strong>de</strong> Lérida,<br />

en don<strong>de</strong>, pasados los primeros meses <strong>de</strong> <strong>de</strong>sorientación y <strong>de</strong> peligro,<br />

había conseguido una plaza como administrador.<br />

El or<strong>de</strong>nanza <strong>de</strong> mi oficina me anunció que una señora quería hablarme.<br />

Le dije que la hiciera pasar.<br />

A las primeras palabras me di cuenta <strong>de</strong> que dicha señora me conocía, por<br />

lo que me quedé confuso y cortado, pues ello equivalía tal vez a una probable<br />

<strong>de</strong>nuncia, con las trágicas consecuencias inevitables; pero dicha señora se<br />

apresuró a tranquilizarme diciendo:<br />

—No tema, que no le voy a <strong>de</strong>latar. Yo los conozco a uste<strong>de</strong>s, y los aprecio;<br />

sólo <strong>de</strong>seo ayudarles en lo posible. Si usted necesita alguna cosa, pue<strong>de</strong> contar<br />

conmigo; pero le recomiendo que extreme su pru<strong>de</strong>ncia, pues le ro<strong>de</strong>an muchos<br />

peligros.<br />

Y a continuación, mostrándome un crucifijo que llevaba oculto en el pecho,<br />

añadió:<br />

—Este crucifijo perteneció a un mártir salesiano. Se llamaba don Sergio<br />

y era <strong>de</strong>l Colegio <strong>de</strong> Sarria. Lo conservo como recuerdo <strong>de</strong> un milagro.<br />

Repuesto ya <strong>de</strong>l susto recibido, se lo pedí, pero <strong>de</strong> ninguna manera quiso<br />

<strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong>l crucifijo. Le rogué me diera algunos <strong>de</strong>talles más, pero fuimos<br />

interrumpidos en nuestra conversación por la llegada <strong>de</strong> otra persona, y ya<br />

no volví a ver más a aquella señora. Me quedó muy grabado este episodio,<br />

porque confirma la fama <strong>de</strong> santidad <strong>de</strong> que gozaba don Sergio.»<br />

350


Rvdo. don JOSÉ BATALLA<br />

Don JOSÉ RABASA, Coadjutor<br />

Cuando el día 21 <strong>de</strong> Julio expulsaron <strong>de</strong>l Colegio <strong>de</strong> Sarria a los Salesianos,<br />

algunos, <strong>de</strong>spreciando el peligro, se quedaron en él, ya para aten<strong>de</strong>r a los<br />

niños, ya para conservar o salvar <strong>de</strong> la <strong>de</strong>strucción cuanto les fuera posible.<br />

Entre estos últimos figuraban el Rvdo. don José Batalla y el Hermano coadjutor<br />

don José Rabasa.<br />

El primero ejercía el cargo <strong>de</strong> enfermero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muchísimos años; y el cariño<br />

y la competencia con que cuidaba a los enfermos le habían granjeado el<br />

amor y la gratitud <strong>de</strong> cuantos hubieron <strong>de</strong> someterse a su abnegación y experiencia<br />

para cuidar sus dolencias.<br />

El señor Rabasa, salesiano benemérito, que tanto había trabajado en las<br />

diversas casas <strong>de</strong> la Inspectoría durante más <strong>de</strong> cuarenta años, se distinguía<br />

por su piedad sólida y su ejemplar espíritu <strong>de</strong> humildad.<br />

Al salir los Salesianos <strong>de</strong> Sarria, los dos hermanos citados obtuvieron autorización<br />

<strong>de</strong>l Comité para quedarse al frente <strong>de</strong>l hospital <strong>de</strong> urgencia improvisado<br />

en el vasto locutorio <strong>de</strong>l colegio.<br />

Durante algún tiempo atendieron a los numerosos heridos proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong><br />

las calles <strong>de</strong> Barcelona en los primeros días <strong>de</strong> lucha.<br />

El día 31 <strong>de</strong> Julio, habiendo sido trasladados los heridos al hospital, y<br />

siendo inútil su presencia en el colegio, fueron <strong>de</strong>spedidos.<br />

Ya en la calie no sabían a dón<strong>de</strong> dirigirse. Ambos eran ancianos. El señor<br />

Rabasa contaba ya 74 años y estaba enfermo y achacoso; el Rvdo. don José<br />

Batalla tenía 64 años y también estaba muy <strong>de</strong>licado <strong>de</strong> salud.<br />

La primera noche tuvieron que pasarla al raso, tendidos en un banco <strong>de</strong>l<br />

Parque <strong>de</strong> la Ciuda<strong>de</strong>la.<br />

Al día siguiente, primero <strong>de</strong> Agosto, entraron en una tienda y compraron<br />

algo que comer, metiéndose en el primer figón que encontraron al paso, para<br />

<strong>de</strong>sayunar y <strong>de</strong>scansar un poco.<br />

Así transcurrieron dos días, procurando pasar inadvertidos con la esperanza<br />

<strong>de</strong> que se normalizara algo la situación a fin <strong>de</strong> tomar una <strong>de</strong>terminación<br />

<strong>de</strong>finitiva. Por fortuna, la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l día 2 se encontraron con una persona conocida:<br />

era el Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> los Antiguos Alumnos, don José Manuel Pérez.<br />

352


Al verle, don José Batalla corrió a su encuentro, exclamando:<br />

~- Usted es nuestra Provi<strong>de</strong>ncia.<br />

Y le refirió sus cuitas. Conmovido, el señor Pérez les prometió hacer lo<br />

posible por agenciarles un pasaporte con que salir <strong>de</strong> España y trasladarse a<br />

Turín. Por <strong>de</strong> pronto, como su casa estaba vigilada y no podía llevarlos a ella,<br />

les buscaría un asilo provisional para pasar la noche. Quedaron en que a las<br />

siete en punto <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> le esperasen en <strong>de</strong>terminado lugar <strong>de</strong> la Gran Vía.<br />

Allí le aguardaron los dos ancianos, y cuando llegó el señor Pérez, trayendo<br />

en una cestita la cena previamente preparada por su señora, comieron juntos;<br />

pero como el señor Rabasa estaba a régimen, entraron luego en un café próximo,<br />

en don<strong>de</strong> tomó un vaso <strong>de</strong> café con leche. Poco <strong>de</strong>spués acudió al café<br />

otro Antiguo Alumno, don Manuel Valles, el cual, avisado por el señor Pérez,<br />

venía a recogerlos para acompañarlos a su casa, en don<strong>de</strong> les había dispuesto<br />

albergue por aquella noche.<br />

A la mañana siguiente, al ir el señor Pérez a buscarlos, se enteró <strong>de</strong> que<br />

don José Batalla había salido muy <strong>de</strong> mañana hacia el Guinardó, en don<strong>de</strong><br />

vivían unos familiares suyos, con objeto <strong>de</strong> ver si podía localizarlos y pedirles<br />

ayuda.<br />

Al mediodía volvió muy contento, diciendo que había encontrado a sus<br />

parientes, los cuales le habían ofrecido su casa, en don<strong>de</strong> estaría bien atendido.<br />

Mientras tanto, el señor Pérez seguía trabajando en la cuestión <strong>de</strong> los pasaportes,<br />

llevando muy a<strong>de</strong>lantadas sus gestiones. El día 4, por la mañana,<br />

los acompañó a la Jefatura <strong>de</strong> Policía con objeto <strong>de</strong> firmar los documentos. Don<br />

José Batalla se encontraba tan nervioso, que hubo <strong>de</strong> esperar un buen rato<br />

para po<strong>de</strong>r estampar, su firma. Salidos <strong>de</strong> Jefatura, quedaron en encontrarse<br />

por la tar<strong>de</strong> en el lugar convenido, en don<strong>de</strong> el señor Pérez les haría entrega<br />

<strong>de</strong> los pasaportes y <strong>de</strong> los billetes <strong>de</strong> ferrocarril que les estaban preparando en<br />

la Agencia Marsáns.<br />

Don José Batalla indicó su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> volver al colegio para retirar su ropa<br />

y la <strong>de</strong>l señor Rabasa, pues no llevaban más que lo puesto; pero el señor<br />

Pérez los disuadió, diciéndoles que una vez en Turín les proveerían <strong>de</strong> lo necesario,<br />

y que volver a Sarria era meterse innecesariamente en la boca <strong>de</strong>l lobo.<br />

En cuanto a la comida <strong>de</strong>l viaje no habían <strong>de</strong> preocuparse, pues su señora les<br />

prepararía una abundante cesta con lo necesario.<br />

A la hora indicada el señor Pérez acudió al lugar <strong>de</strong> la cita, extrañándose<br />

<strong>de</strong> no verlos por aquellos alre<strong>de</strong>dores. A medida que pasaba el tiempo aumentaba<br />

su inquietud. Estuvo esperando hasta las diez <strong>de</strong> la noche, abandonando<br />

al fin aquel lugar, lleno <strong>de</strong> tristes presentimientos. En su po<strong>de</strong>r tenía los pasaportes<br />

y los billetes para el viaje; la salvación, en una palabra. |Y pensar que<br />

una impru<strong>de</strong>ncia podía haberles costado la vida!...<br />

Al día siguiente se apresuró a comprar el periódico para leer la lista <strong>de</strong><br />

los asesinados la noche anterior; pero no constaban sus nombres. Había un<br />

rayo <strong>de</strong> esperanza. ¿Qué les habría sucedido? Tal vez el señor Rabasa, <strong>de</strong>licado<br />

<strong>de</strong> salud, no se encontraría en condiciones <strong>de</strong> empren<strong>de</strong>r el viaje... Pero al<br />

hojear la prensa <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, su corazón le dio un vuelco: entre los ingresados<br />

el día anterior en el Hospital Clínico se encontraba, entre otros no i<strong>de</strong>ntificados,<br />

el cadáver <strong>de</strong> don José Batalla.<br />

¿Qué había sucedido?<br />

Seguramente, y contra el parecer <strong>de</strong>l señor Pérez, <strong>de</strong>terminaron ir al colegio<br />

a recoger sus efectos personales.<br />

354


Estuvieron en casa <strong>de</strong>l doctor Tortras, <strong>de</strong> Sarria, don<strong>de</strong> la cristianísima y<br />

muy caritativa señora doña Francisca Mitjana <strong>de</strong> Monclús (que en los primeros<br />

días <strong>de</strong> la revolución había acogido con entrañas <strong>de</strong> madre a su pariente el<br />

Hermano coadjutor salesiano don Juan Baraut y al clérigo don Gregorio Ayerra)<br />

les preparó un poco <strong>de</strong> alimento.<br />

A la vuelta <strong>de</strong> Sarria, y mientras se hallaban en el tranvía, llevando sus<br />

maletas, fue reconocido don José Batalla por alguno, y <strong>de</strong>latado a la patrulla<br />

que vigilaba el cruce <strong>de</strong> la Diagonal; subieron al vehículo algunos milicianos,<br />

pidiendo la documentación.<br />

—¿Eres cura? —le preguntaron a don José Batalla.<br />

—Sí, lo soy ^-respondió.<br />

Y sin más los obligaron a bajar <strong>de</strong>l tranvía. Aún no se había alejado éste<br />

mucho trecho, cuando se oyeron varias <strong>de</strong>tonaciones. El testigo presencial que<br />

nos aporta estos datos, supone que <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> matarlos allí cerca.<br />

Poco <strong>de</strong>spués, a las seis <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, los cadáveres <strong>de</strong> nuestros hermanos<br />

ingresaban en el Hospital Clínico.<br />

Don José Rabasa no llevaba documentación, por lo que sacaron una fotografía<br />

<strong>de</strong> su cadáver, a la cual acompañaban los siguientes datos personales:<br />

«Un hombre <strong>de</strong> unos sesenta años, viste pantalón negro y guardapolvo caqui.<br />

Un pañuelo con las iniciales D. Batalla. í<strong>de</strong>m en los calzoncillos. Ulceras varicosas<br />

en ambas piernas. Presenta heridas <strong>de</strong> armas <strong>de</strong> fuego en el tórax y<br />

cortantes en cuello y cabeza.»<br />

La ficha <strong>de</strong> don José Batalla dice: Hombre <strong>de</strong> unos sesenta años. Heridas<br />

<strong>de</strong> arma <strong>de</strong> fuego en tórax y cabeza. Contusas en maxilar inferior. Diagnóstico:<br />

Shock traumático.»<br />

Estas fichas nos revelan, en primer lugar, cómo el señor Rabasa usaba<br />

prendas <strong>de</strong> vestir <strong>de</strong> su compañero. Seguramente sería ésta la causa <strong>de</strong> su<br />

<strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ir a Sarria a proveerse <strong>de</strong> sus ropas propias.<br />

En segundo lugar nos revelan que ambos ancianos fueron atormentados<br />

antes <strong>de</strong> recibir la <strong>de</strong>scarga, por cuanto las heridas contusas e incisas <strong>de</strong>bieron<br />

<strong>de</strong> hacérselas antes <strong>de</strong> matarlos.<br />

Dios los <strong>de</strong>stinaba para Mártires suyos. Su sencillez, su bondad natural<br />

les hacía creer que se los respetaría por su edad avanzada; pero para aquellas<br />

fieras rojas no había ley ni freno: a sangre fría, sin otro motivo que el <strong>de</strong> pertenecer<br />

a una Congregación Religiosa, fueron inmolados ambos ancianos. En<br />

sus últimos momentos, al ser martirizados y golpeados por sus verdugos, Don<br />

Bosco los animaría con su bendición a soportar por breves instantes los tormentos<br />

que habían <strong>de</strong> merecerles la Gloria y la corona <strong>de</strong>l martirio.<br />

356


Don ANTONIO BERTRÁN, Coadjutor<br />

Es uno <strong>de</strong> los hermanos acerca <strong>de</strong> cuya <strong>de</strong>saparición nos han llegado menos<br />

noticias. La última vez que le vieron los salesianos fue el día 26 <strong>de</strong> Julio, en<br />

que se trasladó a San Vicente <strong>de</strong>is Horts para pasar el día entre los salesianos<br />

y alumnos que aún permanecían en aquella casa. De vuelta a Barcelona, parece<br />

que en el control <strong>de</strong> Molíns <strong>de</strong> Rey fue <strong>de</strong>tenido, y como llevaba cierta<br />

cantidad <strong>de</strong> dinero, cuya proce<strong>de</strong>ncia no podía justificar sin manifestar su<br />

condición <strong>de</strong> cocinero <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> Sarria, no faltarían pretextos a los rojos<br />

para apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> dicha cantidad y al mismo tiempo eliminar a un «enemigo<br />

<strong>de</strong>l pueblo».<br />

No se sabe cómo ni dón<strong>de</strong> fue ejecutado. Su nombre no aparece en las<br />

listas <strong>de</strong> los asesinados por aquellos días, lo que hace suponer que <strong>de</strong>jarían su<br />

cadáver abandonado en algún lugar solitario; uno <strong>de</strong> tantos como aparecían<br />

con frecuencia en plena <strong>de</strong>scomposición en los bosques y <strong>de</strong>spoblados próximos<br />

a Barcelona.<br />

358


Don GIL RODICIO, Coadjutor<br />

También el más impenetrable misterio ro<strong>de</strong>a la muerte <strong>de</strong> este ejemplar<br />

coadjutor salesiano, que ejercía en Sarria el oficio <strong>de</strong> pana<strong>de</strong>ro.<br />

El día 21 <strong>de</strong> Julio, al ser expulsado <strong>de</strong>l colegio, se refugió en la casa <strong>de</strong>l<br />

Antiguo Alumno don Alberto Llor, próximo al colegio. Allí pasaba las horas<br />

sin salir <strong>de</strong> casa, entregado a sus <strong>de</strong>vociones, que jamás <strong>de</strong>scuidó en aquellos<br />

días <strong>de</strong> agitación y <strong>de</strong> trastornos.<br />

Habiéndose enterado <strong>de</strong> que en casa <strong>de</strong>l señor Imbert se hallaba refugiado<br />

don Antonio Recaséns, Director <strong>de</strong> Alcoy, salía muy <strong>de</strong> mañana para oir la<br />

santa Misa que celebraba el citado sacerdote y tenía el consuelo <strong>de</strong> recibir<br />

al Señor. De vuelta a su escondite, pasaba el resto <strong>de</strong>l día entretenido en el<br />

rezo <strong>de</strong>l Santo Rosario y en la lectura <strong>de</strong> libros piadosos.<br />

El día 2 <strong>de</strong> Agosto fue el último que tuvo la dicha <strong>de</strong> comulgar. Habiéndose<br />

quedado, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la Misa, a <strong>de</strong>sayunar, refirió al señor Imbert y a don<br />

Antonio las noticias que había leído en la prensa, acerca <strong>de</strong>l asesinato <strong>de</strong> don<br />

José Castell y <strong>de</strong> don Sergio Cid, así como <strong>de</strong> algunos otros salesianos, aconsejándose<br />

recíprocamente mucha pru<strong>de</strong>ncia.<br />

Mas, por <strong>de</strong>sgracia, la pru<strong>de</strong>ncia que aconsejaba a otros no la usó consigo<br />

mismo, pues, tal vez sin pensar en las consecuencias, escribió una carta a<br />

su familia, resi<strong>de</strong>nte en Galicia, carta en la que refería su situación y enviaba<br />

su dirección a fin <strong>de</strong> que le contestasen.<br />

Como los correos estaban controlados por la F. A. I., aquella carta les dio<br />

una pista a los milicianos, los cuales, el día 4 <strong>de</strong> Agosto, se presentaron en<br />

casa, a eso <strong>de</strong> las diez <strong>de</strong> la noche, en ocasión en que se encontraba solo,<br />

por haber salido los dueños.<br />

El señor Rodicio abrió sin sospechar; pero al darse cuenta <strong>de</strong> la situación,<br />

dijo a los que venían a buscarle:<br />

—A mí podéis pren<strong>de</strong>rme y hacer lo que queráis; pero <strong>de</strong> aquí no toquéis<br />

nada ni hagáis mal a nadie, pues ellos no tienen nada que ver conmigo.<br />

Pero a pesar <strong>de</strong> ello, los milicianos no <strong>de</strong>saprovecharon la ocasión <strong>de</strong> saquear<br />

completamente el piso, llevándose cuanto encontraron <strong>de</strong> algún valor y<br />

<strong>de</strong>strozando lo <strong>de</strong>más; luego hicieron bajar al señor Rodicio, y metiéndolo en<br />

un coche, lo llevaron a un edificio <strong>de</strong> la Plaza <strong>de</strong> Palacio, sin que se haya<br />

vuelto a saber nada <strong>de</strong> él, a pesar <strong>de</strong> las pesquisas realizadas por el señor Llor<br />

y otros amigos.<br />

Ni su nombre ni su fotografía aparece en los registros <strong>de</strong>l Hospital. Tampoco<br />

fue i<strong>de</strong>ntificado su cadáver.<br />

360


Don FELIPE HERNÁNDEZ<br />

y don ZACARÍAS ABADÍA, Clérigos<br />

Don JAIME ORTIZ, Coadjutor<br />

Al ser expulsados <strong>de</strong> Sarria, el clérigo don Felipe Hernán<strong>de</strong>z y el Hermano<br />

coadjutor don Jaime Ortiz se dirigieron, acompañados por un joven alumno <strong>de</strong><br />

la Escuela <strong>de</strong> Mecánica, a una casa <strong>de</strong> la calle Diputación, don<strong>de</strong> estaba hospedado<br />

un hermano <strong>de</strong>l referido joven.<br />

La dueña, doña Aurelia Viñas, ofreció a ambos religiosos una habitación<br />

que tenía disponible, en la que se alojaron, manifestando su esperanza <strong>de</strong> que<br />

sería por pocos días.<br />

Al enterarse <strong>de</strong> que eran religiosos, llena <strong>de</strong> temor, les aconsejó insistentemente<br />

que se hiciesen ver lo menos posible, y que no salieran <strong>de</strong> casa, ya que<br />

la situación era muy peligrosa, sobre todo para los religiosos.<br />

Pero el carácter dinámico <strong>de</strong> ambos jóvenes salesianos no se amoldaba a<br />

la forzosa quietud en el interior <strong>de</strong> un pisito reducido, ni podían contener su<br />

natural <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> averiguar el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>más hermanos y compañeros.<br />

Salían, pues, con frecuencia, logrando ponerse pronto en contacto con otros<br />

salesianos con quienes se veían frecuentemente en lugares prefijados, para ayudarse<br />

y comunicarse las noticias más importantes.<br />

Jaime conservaba su pasaporte e intentó utilizarlo para salir <strong>de</strong> la España<br />

roja; pero el cónsul italiano, temeroso <strong>de</strong> enojosas complicaciones con las autorida<strong>de</strong>s,<br />

le negó el visado, que sólo concedía a los <strong>de</strong> nacionalidad italiana.<br />

Los ratos que forzosamente habían <strong>de</strong> permanecer en la pensión, los <strong>de</strong>dicaban<br />

a la oración y al cumplimiento <strong>de</strong> sus prácticas <strong>de</strong> piedad, especialmente<br />

el rezo <strong>de</strong>l santo rosario; a veces, para distraerse un rato y animar a sus<br />

compañeros, Jaime <strong>de</strong>senfundaba su clarinete, y poniéndole sordina, ejecutaba<br />

algunas piezas.<br />

Después <strong>de</strong> las comidas, <strong>de</strong>cía a doña Aurelia:<br />

—Vayase a <strong>de</strong>scansar, que le damos <strong>de</strong>masiado trabajo. Ya fregaremos<br />

nosotros los platos.<br />

—Vamos, ¡qué cosas tiene! —respondía la señora—•. A ver si voy a consentir<br />

que friegue usted.<br />

—Se lo ruego —insistía Jaime—. Es que no quiero acostumbrarme a dormir<br />

361


a estas horas, porque <strong>de</strong>spués, cuando tenga que dar clase a los niños, me vendría<br />

el sueño. Yo fregaré y don Felipe me ayudará a secar los platos.<br />

Con esta ingeniosa excusa disimulaba el verda<strong>de</strong>ro fin <strong>de</strong> no verse obligados<br />

a echar la siesta, severamente prohibida en nuestras Constituciones.<br />

Así transcurrieron los primeros días. A medida que pasaba el tiempo se<br />

iban dando cuenta <strong>de</strong> la gravedad <strong>de</strong> la situación, que al principio habían<br />

tomado casi como una divertida aventura. Mas las continuas matanzas, la<br />

abyección que reinaba por doquier, la inmundicia moral que por todas partes<br />

se <strong>de</strong>sbordaba, la caída <strong>de</strong> Madrid y <strong>de</strong> Valencia en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los rojos, todo<br />

contribuyó a abrirles los ojos acerca <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra gravedad <strong>de</strong> la situación.<br />

Intentaron entonces normalizar lo más posible su vida religiosa y a este<br />

fin se pusieron en contacto con varios sacerdotes salesianos, rogándoles fueran<br />

a instalarse a su pensión, para po<strong>de</strong>r oir diariamente la Santa Misa y comulgar;<br />

pero no lo pudieron conseguir.<br />

BUSCANDO A SU HERMANA<br />

Jaime tenía en Barcelona una hermana religiosa, Sor Merce<strong>de</strong>s, perteneciente<br />

al Instituto <strong>de</strong> las Siervas <strong>de</strong> María, cuyo convento, en la calle Enrique<br />

Granados, había sido también evacuado por las religiosas y saqueado a conciencia<br />

por las turbas.<br />

Intentó en repetidas ocasiones ponerse en contacto con su hermana, sin<br />

conseguirlo; finalmente, el día 24, víspera <strong>de</strong> su Santo, volvió <strong>de</strong> nuevo por las<br />

cercanías <strong>de</strong>l convento <strong>de</strong>cidido a hacer todo lo posible para localizar a su<br />

hermana. Los vecinos, sea por pru<strong>de</strong>ncia, sea por miedo, no le daban razón<br />

<strong>de</strong> las monjas. Entonces, <strong>de</strong>scorazonado, se apoyó sobre el pretil que bor<strong>de</strong>a el<br />

foso <strong>de</strong>l ferrocarril <strong>de</strong> la calle Aragón, y escondiendo el rostro entre las manos,<br />

se puso a orar fervorosamente, rezando un Padrenuestro a San Antonio<br />

para que le ayudase a <strong>de</strong>scubrir el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> su hermana. Terminada su<br />

plegaria se dirigió a la primera mujer que encontró y le preguntó si sabía algo<br />

<strong>de</strong> las monjas. La mujer lé indicó que preguntara a un lampista que vivía allí<br />

cerca, y Jaime, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> manifestarle que era hermano <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las religiosas,<br />

le suplicó le orientase para encontrarla. Aquel señor le dio la dirección<br />

<strong>de</strong>l capellán, que tenía refugiadas en su domicilio algunas <strong>de</strong> las monjas, y <strong>de</strong><br />

esta manera pudo localizar a su hermana.<br />

La entrevista <strong>de</strong> los dos hermanos fue todo lo cordial y emocionante que<br />

se pue<strong>de</strong> imaginar. Quedaron concertados para el día siguiente, festividad <strong>de</strong><br />

San Jaime, en que acudiría con su compañero, para oir la Santa Misa, celebrada<br />

por el capellán, confesar y comulgar.<br />

Desayunaron juntos, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> contarse mutuamente las peripecias pasadas,<br />

Sor Merce<strong>de</strong>s les aconsejó que no se hicieran ver tanto por la calle,<br />

pero Jaime le respondió que nadie los conocía y que, por tanto, no había peligro.<br />

•—No te fíes —insistió la dueña <strong>de</strong> la casa, tomando parte en la conversación—•.<br />

Ya ves cuántos religiosos son asesinados todos los días.<br />

—Si me matan —respondió Jaime—, tan sólo lo sentiré por el disgusto<br />

que ello podría ocasionar a mi madre; pero por mí, mejor, pues en el Cielo se<br />

está divinamente...<br />

Y mostrando su rosario, exclamaba:<br />

—Con esto no me ha <strong>de</strong> pasar nada malo.<br />

362


LA CAPTURA<br />

El día siguiente, domingo, fueron <strong>de</strong> nuevo los dos religiosos a casa <strong>de</strong>l<br />

capellán a oir la Santa Misa y comulgar. Al volver a la pensión manifestaron<br />

a doña Aurelia su satisfacción por haber podido cumplir sus <strong>de</strong>beres religiosos.<br />

Doña Aurelia se espantó y les aconsejó que se abstuvieran <strong>de</strong> semejantes<br />

impru<strong>de</strong>ncias en las circunstancias en que se encontraban.<br />

Don Felipe contestó:<br />

—Si he <strong>de</strong> morir, prefiero ver la muerte cara a cara y no ser sorprendido<br />

en la ratonera.<br />

El lunes, 26, volvieron <strong>de</strong> nuevo a oir la Santa Misa y a comulgar en casa<br />

<strong>de</strong>l capellán. Debía ser su última comunión, el Viático que les diera fortaleza<br />

para recibir heroicamente el glorioso martirio que el Señor les tenía preparado.<br />

Al atar<strong>de</strong>cer <strong>de</strong> ese mismo día, mientras ambos religiosos se encontraban<br />

en la pensión y doña Aurelia había salido a buscar la leche, se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> la casa una camioneta cargada <strong>de</strong> milicianos armados, los cuales<br />

<strong>de</strong>scendieron y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tomar posiciones, <strong>de</strong>stacaron un grupo que subió<br />

directamente al piso, no sin antes advertir a la portera que «no les espantara<br />

la caza», y que <strong>de</strong>jase entrar a todo el mundo, pero sin dar a enten<strong>de</strong>r que<br />

ellos estaban <strong>de</strong>ntro.<br />

Quedóse un miliciano <strong>de</strong> guardia en la escalera y los otros llamaron al<br />

piso.<br />

Cuando doña Aurelia, ignorante <strong>de</strong> todo volvió a su casa, se encontró con<br />

los milicianos que ya habían dado comienzo al registro. Habían <strong>de</strong>sfondado,<br />

con las culatas <strong>de</strong> sus/ fusiles, las maletas, y arrojando por el suelo su contenido,<br />

se hallaban examinando <strong>de</strong>tenidamente todas las cosas.<br />

Encarándose con doña Aurelia, le dijeron:<br />

— Usted escon<strong>de</strong> en su casa a dos fascistas peligrosos.<br />

Ella contestó que sólo tenía a dos jóvenes mecánicos forasteros y que no<br />

sabía nada <strong>de</strong> si eran fascistas o peligrosos.<br />

Mientras tanto continuaba la búsqueda <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lito: papeles, cartas,<br />

fotos, medallas, etc. Jaime conservaba varias cartas <strong>de</strong> sus compañeros<br />

y Superiores <strong>de</strong> Italia, y los milicianos las tomaron como prueba evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

su fascismo. En una <strong>de</strong> las fotos aparecía don Felipe <strong>de</strong> sotana...<br />

¿Qué más pruebas? Eran dos fascistas, y fascistas peligrosos.<br />

EN LA TRAMPA...<br />

En esto llaman a la puerta. Los milicianos or<strong>de</strong>nan a doña Aurelia que<br />

abra inmediatamente, y aparecen dos jóvenes pálidos y temblorosos... El salesiano<br />

don Zacarías Abadía y el joven alumno <strong>de</strong> Sarria Mariano Laborda.<br />

Mas antes <strong>de</strong> seguir nuestro relato es preciso retroce<strong>de</strong>r un poco para explicar<br />

su presencia en casa <strong>de</strong> doña Aurelia.<br />

Don Zacarías, junto con su hermano don Fe<strong>de</strong>rico, sacerdote, fue <strong>de</strong>tenido<br />

por unos guardias <strong>de</strong> Seguridad, a poco <strong>de</strong> abandonar el colegio, el día 21,<br />

y conducidos a los calabozos <strong>de</strong> la Jefatura <strong>de</strong> Policía.<br />

Afortunadamente encontraron allí un guardia, padre <strong>de</strong> un niño <strong>de</strong> nuestras<br />

escuelas, el cual, compa<strong>de</strong>cido, les ayudó todo lo posible para hacerles<br />

menos penosa su forzada estancia en aquel antro.<br />

364


Al dia siguiente, 22, vieron, con la natural sorpresa, cómo ingresaban en<br />

los calabozos los hermanos don Guillermo y don José Pérez, con quienes<br />

cambiaron rápidas impresiones, ya que no les fue permitido permanecer juntos<br />

en la misma celda.<br />

El 26 fueron puestos en libertad los hermanos Abadía, ya entrada la noche;<br />

pero no sabiendo a dón<strong>de</strong> dirigirse a hora tan intempestiva, el guardia antes<br />

mencionado les ofreció por el momento su propio domicilio, y al día siguiente,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cerle <strong>de</strong>bidamente su atención, se separaron ambos hermanos<br />

para buscar alojamiento por separado.<br />

Don Zacarías fue en busca <strong>de</strong> un alumno <strong>de</strong> Sarria, mecánico, llamado<br />

Mariano Laborda. el cual le dijo que conocía el domicilio en don<strong>de</strong> se hallaban<br />

refugiados don Felipe Hernán<strong>de</strong>z y don Jaime Ortiz. y Zacarías, contento<br />

con po<strong>de</strong>r convivir con sus amigos y compañeros, <strong>de</strong>cidió ir a visitarlos<br />

por si le convenía quedarse en su compañía.<br />

De este modo don Zacarías y Laborda. sin figurárselo ni remotamente,<br />

caían en las fauces <strong>de</strong>l lobo... llegando en el momento menos oportuno.<br />

Dejemos la relación <strong>de</strong> lo sucedido a Mariano Laborda, testigo <strong>de</strong> excepción<br />

<strong>de</strong> cuanto allí se <strong>de</strong>sarrolló.<br />

«Llegamos sin novedad a la casa número 71 <strong>de</strong> la calle Diputación, y sin<br />

sospechar en lo más mínimo, atravesamos el umbral. Mas en aquel mismo<br />

momento vimos dos milicianos armados <strong>de</strong> fusil, que hacían guardia.<br />

Yo intenté retroce<strong>de</strong>r, diciendo con fingida naturalidad:<br />

•—¿Sabes que no sé si es ésta la casa?<br />

Y salí para comprobar el número; pero viendo que a mi compañero no le<br />

<strong>de</strong>jaban salir, volví a entrar, diciendo que sí que era aquélla la casa...<br />

Pasamos indiferentes por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los milicianos, y en el segundo rellano<br />

encontramos otros dos, los cuales nos dijeron con sorna:<br />

—Subid, subid, que es más arriba.<br />

Nosotros, ya más preocupados, no podíamos adivinar el intenso drama que<br />

se estaba <strong>de</strong>sarrollando allá arriba.<br />

La puerta <strong>de</strong>l piso estaba cerrada. Llamamos y, ¡oh <strong>de</strong>sdichados!, fuimos<br />

a parar a la boca <strong>de</strong> la fiera.<br />

— ¡Arriba las manos! —fue el saludo que nos dirigieron los milicianos.<br />

Inmediatamente nos cachearon y a empellones nos metieron en el estrecho<br />

comedor.<br />

En aquel comedorcito en el que nos encontrábamos masticando la pesada<br />

atmósfera <strong>de</strong> siete víctimas inocentes •—incluyendo el personal <strong>de</strong> la casa—<br />

no se podía respirar. Cuando llegamos Zacarías y yo se encontraban registrando<br />

la maleta y la caja <strong>de</strong>l cornetín <strong>de</strong> don Jaime.<br />

Al inocente le encontraron unas estampas que dijo con toda serenidad las<br />

había recibido <strong>de</strong> Turín, <strong>de</strong> Don Ricaldone. con una carta en la que se le<br />

anunciaba el envío <strong>de</strong> una cajita <strong>de</strong> medallas <strong>de</strong> María Auxiliadora y Don<br />

Bosco, y que ellos, con saña cruel, replicaron referirse a armas y municiones<br />

y no a «estas tonterías».<br />

Después nos tomaron la <strong>de</strong>claración por separado a cada uno <strong>de</strong> nosotros<br />

y nuestras <strong>de</strong>claraciones coincidieron en todo. Los tres religiosos confesaron<br />

con noble arrogancia que eran salesianos.<br />

Ya estaba casi terminado el interrogatorio, cuando inesperadamente y proce<strong>de</strong>nte<br />

<strong>de</strong> una <strong>de</strong> las habitaciones interiores, apareció en mangas <strong>de</strong> camisa,<br />

todo turbado, un Padre <strong>de</strong> la Congregación <strong>de</strong> San Antonio María Claret.<br />

366


El pobre santo religioso salía nada menos que a impetrar clemencia para<br />

nosotros.<br />

Los «chacales», a juzgar por la escena que entonces se <strong>de</strong>sarrolló, no contaban<br />

con aquella nueva víctima que se les venía a las manos sin buscarla<br />

ni esperarla. Declaró primeramente que era maestro nacional, y, al efecto,<br />

presentó el correspondiente carnet sindical. Pero no fiándose <strong>de</strong> los papeles<br />

le obligaron a sacar un maletín y en él encontraron cartas y papeles que le<br />

<strong>de</strong>lataron, terminando él mismo por confesar que era religioso Hijo <strong>de</strong>l Inmaculado<br />

Corazón <strong>de</strong> María.<br />

Mientras estábamos sometidos a este interrogatorio, Zacarías puso en mis<br />

manos, ocultamente, un rosario- Al sentirlo, un escalofrío me estremeció, y<br />

apresuradamente lo arrojé a la carbonera <strong>de</strong> la cocina, junto a cuya puerta estábamos<br />

recostados los dos. Mal color <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> presentar mi cara, cuando, sin<br />

pedirlo, me encontré con un vaso <strong>de</strong> agua en la mano. Bebí la mitad, entregando<br />

el resto a Zacarías.<br />

Unos enormes pistolones nos rozaban las espaldas <strong>de</strong> cuando en cuando,<br />

pero preferentemente las armas apuntaban a las sienes y al corazón <strong>de</strong> don<br />

Jaime y <strong>de</strong>l Padre claretiano.<br />

El que hacía <strong>de</strong> jefe llevaba anchas y foscas barbas y los otros, al menos<br />

no se habían afeitado en ocho días. Nada podíamos hacer en aquella ocasión.<br />

AL MARTIRIO...<br />

Finalmente <strong>de</strong>cidieron los verdugos llevarnos a todos al Comité, a los cinco;<br />

una vez en la calle, ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> media docena <strong>de</strong> milicianos, subimos a una<br />

camioneta vieja, cubierta con un toldo. Tres milicianos se quedaron en la<br />

calle; otro subió junto al chófer y los otros dos iban <strong>de</strong> pie, en el sentido<br />

<strong>de</strong> la marcha; y con la espalda pegada a la puerta trasera <strong>de</strong> la caja. Sus<br />

fusiles no <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> apuntarnos un solo momento.<br />

A poco qle arrancar la camioneta, Zacarías <strong>de</strong>cidió salir en mi <strong>de</strong>fensa.<br />

Insistió en que yo no era religioso, sino un simple alumno <strong>de</strong>l colegio, y tras<br />

no pocos esfuerzos, logró convencerlos, por lo que me dijeron que podía bajar,<br />

lo que hice en plena marcha. No dije una sola palabra. Tan sólo crucé con los<br />

Mártires una intensa mirada, con los ojos empapados en lágrimas. Al caer<br />

<strong>de</strong> la camioneta me hice una fuerte contusión en la rodilla <strong>de</strong>recha.<br />

A las nueve y media <strong>de</strong> la noche llegaba a casa <strong>de</strong> mis tíos, que me esperaban<br />

impacientes y llorosos. Al aparecer en la puerta una gran bofetada me<br />

hizo tambalear, así como unas cuantas patadas <strong>de</strong> mi tío, <strong>de</strong>sesperado. Pasé<br />

toda la noche llorando, no por la paliza, que ni siquiera sentí, sino por la suerte<br />

<strong>de</strong> aquellos buenos salesianos a quienes había <strong>de</strong>jado camino <strong>de</strong>l martirio.»<br />

Hasta aquí la relación <strong>de</strong> don Mariano Laborda, testigo <strong>de</strong> excepcional<br />

interés.<br />

Ya no se volvió a saber nada <strong>de</strong> los Mártires. Las ejecuciones, en aquellos<br />

días, eran secretas; se llevaban a cabo al arbitrio <strong>de</strong> los mismos milicianos, que<br />

escogían el lugar y la hora que mejor les cuadraba. A unos se los llevaban a<br />

las afueras <strong>de</strong> Barcelona, para inmolarlos en alguna <strong>de</strong> las carreteras próximas<br />

a la ciudad, preferentemente la Rabassada, la <strong>de</strong>l Morrot o la <strong>de</strong> Esplugas.<br />

A otros los llevaban a alguna cantera abandonda o junto a las tapias <strong>de</strong> un<br />

cementerio. Otros, finalmente, eran sacrificados en los calabozos improvisados<br />

368


en las se<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los Comités, y a éstos, ordinariamente, los torturaban <strong>de</strong> diversos<br />

modos hasta quitarles la vida sin emplear las armas <strong>de</strong> fuego.<br />

Este último <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser el caso <strong>de</strong> nuestros Mártires, según se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> sus cadáveres en la ficha <strong>de</strong> ingreso en el <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong><br />

San Pablo, adon<strong>de</strong> fueron conducidos a las siete <strong>de</strong> la mañana <strong>de</strong>l día<br />

28 <strong>de</strong> Julio.<br />

He aquí la relación <strong>de</strong> las fichas:<br />

4026. (Don Jaime Ortiz.) Un hombre <strong>de</strong> unos treinta años, vestido negro,<br />

a rayas blancas, iniciales J. M. Contusión craneal con salida <strong>de</strong> la masa cerebral.<br />

4027. (Don Plácido Casáis.)<br />

4028. (Don Zacarías Abadía.) Un hombre <strong>de</strong> unos cuarenta y cinco años<br />

(no es <strong>de</strong> extrañar la falsa apreciación <strong>de</strong> la edad <strong>de</strong> las víctimas, ya que a<br />

consecuencia <strong>de</strong> sus heridas quedaron tan <strong>de</strong>sfigurados, que era fácil incurrir<br />

en este error), viste pantalón negro, lleva en la ropa la inscripción S. Zacarías.<br />

Presenta aplastamiento <strong>de</strong> la cabeza con la pérdida <strong>de</strong> la masa encefálica<br />

y erosiones en los brazos producidas al parecer por arrastramiento. Diagnóstico:<br />

Shock traumático.<br />

4029. (Don Felipe Hernán<strong>de</strong>z.) Un hombre <strong>de</strong> unos treinta y dos años, vestido<br />

completamente <strong>de</strong> negro, alpargatas blancas. Presenta diversas heridas<br />

en el occipital. Diagnóstico: Hemorragia interna traumática.<br />

La <strong>de</strong>scripción es harto elocuente: Los cadáveres presentan todos los cráneos<br />

<strong>de</strong>strozados con instrumentos contun<strong>de</strong>ntes y salida <strong>de</strong> la masa encefálica.<br />

Con don Jaime parece que se ensañaron con mayor ferocidad, ya que la foto<br />

<strong>de</strong> su cadáver presenta, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l aplastamiento craneal, una enorme herida<br />

incisa en el cuello y otra que le abre el pecho a la altura <strong>de</strong>l corazón.<br />

Cuando pasados algunos días, Sor Merce<strong>de</strong>s, que esperaba la prometida<br />

visita <strong>de</strong> Jaime, vio que éste no daba señales <strong>de</strong> vida, temiendo alguna <strong>de</strong>sgracia,<br />

fue a la pensión <strong>de</strong> doña Aurelia, la cual le relató todo lo ocurrido en<br />

su casa hasta el momento en que se llevaron <strong>de</strong>tenidos a los Mártires.<br />

Deseosa Sor Merce<strong>de</strong>s <strong>de</strong> noticias más concretas acerca <strong>de</strong>l para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong><br />

su hermano, insistió hasta que doña Aurelia le confesó que conocía a uno<br />

<strong>de</strong> aquellos milicianos, y, ante las reiteradas súplicas <strong>de</strong> la religiosa, fue a<br />

preguntarle por el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> los <strong>de</strong>tenidos.<br />

El miliciano explicó que Jaime, ante el Comité a don<strong>de</strong> fueron conducidos,<br />

confesó paladinamente su condición <strong>de</strong> religioso salesiano, y que su misión<br />

era la <strong>de</strong> educar a la juventud obrera, a la cual, por la módica pensión <strong>de</strong> dos<br />

pesetas diarias, el colegio proporcionaba alimentación, educación y una formación<br />

profesional que les permitía ganarse honradamente la vida. Que los milicianos<br />

habían consi<strong>de</strong>rado la obra muy buena... pero que no le preguntase<br />

más <strong>de</strong>talles, porque se estaba comprometiendo y podría suce<strong>de</strong>rle algo <strong>de</strong>sagradable.<br />

Y ya no quiso hablar más.<br />

Es suficiente. De todo lo expuesto resalta con evi<strong>de</strong>ncia que la causa <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>tención y muerte <strong>de</strong> estos tres valerosos jóvenes salesianos no fue otra que<br />

su condición <strong>de</strong> religiosos, y por consiguiente, bien po<strong>de</strong>mos consi<strong>de</strong>rarlos,<br />

humanamente hablando, y mientras esperamos la <strong>de</strong>cisión infalible <strong>de</strong> la Iglesia,<br />

como verda<strong>de</strong>ros Mártires <strong>de</strong> Cristo.<br />

24.—<strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

369


Don FÉLIX VIVET, estudiante <strong>de</strong> Teología<br />

Este excelente clérigo, dotado <strong>de</strong> preclara inteligencia y <strong>de</strong> sólidas virtu<strong>de</strong>s<br />

religiosas, había sido enviado por los Superiores a cursar sus estudios teológicos<br />

en la Universidad Gregoriana <strong>de</strong> Roma, en don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>stacó, tanto por<br />

su talento como por su mo<strong>de</strong>stia.<br />

Terminado el curso volvió a España para pasar el verano, llegando a Barcelona<br />

unos días antes <strong>de</strong>l Movimiento.<br />

Los Superiores le autorizaron a pasar unos días con sus padres, que vivían<br />

en la barriada barcelonesa <strong>de</strong> Collblanch, antes <strong>de</strong> trasladarse a la casa en<br />

que <strong>de</strong>bía residir durante el verano.<br />

Es la barriada <strong>de</strong> Collblanch, llamada vulgarmente La Torrasa, un populoso<br />

suburbio <strong>de</strong> Barcelona. Ha sido siempre foco <strong>de</strong> agitaciones sociales; las<br />

personas que, como la familia <strong>de</strong> nuestro clérigo, hacían gala <strong>de</strong> sus sentimientos<br />

religiosos, eran escasas y se convertían en blanco <strong>de</strong> las burlas y <strong>de</strong>l odio<br />

<strong>de</strong> sus vecinos.<br />

El hermano <strong>de</strong> Félix, Ramón Vivet, pertenecía a la Junta <strong>de</strong> Acción Católica<br />

y se había distinguido siempre por su valentía en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la Religión.<br />

Su padre, don Juan Vivet, era contratista <strong>de</strong> obras, y por tener que tratar con<br />

los obreros, en aquellos tiempos <strong>de</strong> indisciplina y <strong>de</strong> continuas revueltas sociales,<br />

era muy conocido, y, aunque generalmente apreciado, con todo no faltaban<br />

resentidos o inadaptados que le odiaban y aguardaban la ocasión <strong>de</strong> tomar<br />

represalias.<br />

No es <strong>de</strong> extrañar, pues, que al iniciarse el Movimiento, la familia Vivet, a<br />

fin <strong>de</strong> evitarse disgustos y persecuciones, abandonase esta resi<strong>de</strong>ncia y se<br />

trasladase al próximo pueblo <strong>de</strong> Esplugas, en don<strong>de</strong> tenía otra casa.<br />

Nuestro buen clérigo siguió a sus padres y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Esplugas iba con mucha<br />

frecuencia a Sarria, en don<strong>de</strong> se ponía en contacto con algunos sacerdotes salesianos,<br />

pudiendo así oir la Santa Misa y recibir los Santos Sacramentos con<br />

cierta regularidad.<br />

De vuelta a su casa, pasaba el resto <strong>de</strong>l día entregado a la lectura <strong>de</strong> buenos<br />

libros y a la oración, especialmente al rezo <strong>de</strong>l Santo Rosario. Algunas<br />

veces recibía la visita <strong>de</strong> algún compañero, con quien salía a enterarse <strong>de</strong> la<br />

situación <strong>de</strong> los hermanos escondidos en Barcelona. Así pasó todo un mes en<br />

relativa tranquilidad.<br />

370


El 22 <strong>de</strong> Agosto, mientras nuestro Félix se hallaba fuera <strong>de</strong> casa, se presentaron<br />

en ella los milicianos a hacer un registro, sin encontrar absolutamente<br />

nada que lo justificase, a no ser unos rosarios <strong>de</strong> Félix escondidos en su colchón;<br />

pero a pesar <strong>de</strong>l resultado negativo <strong>de</strong>l registro, se llevaron <strong>de</strong>tenidos<br />

al padre y al hermano, encargando a la madre que apenas volviese Félix le<br />

diese el encargo <strong>de</strong> presentarse en su antiguo domicilio <strong>de</strong> La Torrasa, en<br />

don<strong>de</strong> habían <strong>de</strong> llevarse a cabo ciertas diligencias. Para tranquilizarla, le dijeron<br />

que no se los llevaban presos, sino tan sólo para aclarar algunos extremos,<br />

y que no <strong>de</strong>bía pasar pena por ellos, ya que volverían pronto.<br />

AÍ llegar Félix a casa y enterarse <strong>de</strong> lo sucedido, quiso inmediatamente ir<br />

a reunirse con su padre y hermano, pues temía que <strong>de</strong> no hacerlo, tomarían<br />

con ellos crueles represalias y tal vez les quitasen la vida.<br />

Su madre se oponía, temiendo per<strong>de</strong>r también al hijo que le quedaba, y le<br />

suplicaba llorando que se escondiese en cualquier sitio, ya que a él no le conocían<br />

ni tenían motivos para quererle mal.<br />

Pero Félix, aun presintiendo que iba a la muerte, quiso cumplir lo que él<br />

creía su <strong>de</strong>ber; y <strong>de</strong>sprendiéndose con dulce violencia <strong>de</strong> los brazos maternos<br />

que querían <strong>de</strong>tenerle, se alejó exclamando:<br />

—Adiós, madre. Ya nos veremos en la Gloria.<br />

La pobre señora estuvo esperando durante todo el día y la noche la vuelta<br />

<strong>de</strong> sus seres queridos; pero al día siguiente, viendo que no volvían, <strong>de</strong>terminó<br />

ir en su busca. Cuando llegó a su casa <strong>de</strong> Collblanch los encontró presos en su<br />

propio domicilio.<br />

El Comité, que los había interrogado, manifestó que no había encontrado<br />

nada <strong>de</strong>lictivo, por lo que les concedió la autorización <strong>de</strong> marcharse; pero<br />

se quedaron con las llaves <strong>de</strong> la casa, diciendo que ya las <strong>de</strong>volverían al día<br />

siguiente.<br />

Creyendo que lo peor había pasado, tomaron el autobús para trasladarse<br />

a Esplugas; pero les llamó la atención el que subieran en el mismo tres individuos<br />

sospechosos, que no les quitaban la vista <strong>de</strong> encima. Llegados a Esplugas,<br />

se dirigieron a su casa. Los vecinos los recibieron con gran<strong>de</strong>s muestras<br />

<strong>de</strong> alegría, pues habían corrido voces <strong>de</strong> que los habían fusilado. Esta espontánea<br />

manifestación <strong>de</strong> afecto no pareció ser <strong>de</strong>l agrado <strong>de</strong> aquellos individuos<br />

sospechosos que, acercándose al grupo, hicieron <strong>de</strong>spejar la calle y los obligaron,<br />

<strong>de</strong> malos modos, a encerrarse en sus casas.<br />

Ellos, siguiendo a los Vivet, se metieron en casa y montaron guardia. Esta<br />

actitud indicó a nuestros amigos que no había pasado todo, y que tal vez faltaba<br />

lo peor. La señora Vivet procuró ganárselos convidándolos a beber. Aceptaron,<br />

pero no por eso abandonaron su guardia, hasta que, al llegar la noche,<br />

<strong>de</strong>saparecieron, no sin advertir que no saliera nadie <strong>de</strong> casa.<br />

El día 24 transcurrió tranquilo y sin sobresaltos.<br />

El 25, martes, a eso <strong>de</strong> las seis <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, se <strong>de</strong>tuvo frente a la casa un<br />

auto <strong>de</strong>l que <strong>de</strong>scendió un grupo <strong>de</strong> milicianos armados. Entre ellos estaban<br />

los tres tipos ya mencionados. Penetraron todos y llamando a los tres hombres<br />

les or<strong>de</strong>naron que los siguieran.<br />

La madre adivinó al punto que aquél era el auto <strong>de</strong> la muerte, y, loca <strong>de</strong><br />

dolor, se abrazó a aquellos seres queridos, que constituían toda su familia,<br />

su apoyo, su única felicidad en esta Tierra.<br />

—Llevadme a mí también —exclamaba—. Matadme con ellos. ¿Qué haré<br />

yo sola en el mundo?<br />

371


Así, abrazados los cuatro, formaban un grupo conmovedor; pero los milicianos<br />

no tenían corazón e insistían en que se abreviara la escena. Ramón<br />

les dijo:<br />

—Dejadla venir con nosotros.<br />

A lo que un miliciano le contestó:<br />

—A tu madre no le conviene la muerte por ahora.<br />

Y diciendo esto, la arrancaron <strong>de</strong> sus brazos; pero ella, cuando la separaban<br />

<strong>de</strong> uno, corría a abrazar a otro, hasta que la violencia brutal <strong>de</strong> los<br />

verdugos se sobrepuso y lograron hacer subir al coche a sus víctimas.<br />

El padre no profería palabra; diríase que el inmenso dolor le había paralizado<br />

los miembros y la lengua. Los hijos, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el coche, exclamaban:<br />

—Adiós, madre, hasta el Cielo, hasta el Cielo...<br />

Y arrancó el auto, llevándose a sus víctimas; la madre, enloquecida, corría<br />

<strong>de</strong>trás, intentando alcanzarlos, mientras gritaba:<br />

'—¡Matadme a mi también, asesinos!...<br />

Por fin sus fuerzas se agotaron y cayó al suelo <strong>de</strong>svanecida en medio <strong>de</strong> la<br />

carretera, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> la recogieron unos vecinos que la trasladaron en brazos<br />

a su casa, y a fuerza <strong>de</strong> cuidados, lograron hacerla volver en sí.<br />

Mientras tanto, el coche <strong>de</strong> la muerte seguía la carretera <strong>de</strong> Collblanch,<br />

y al llegar a cierto paraje <strong>de</strong> la misma, en las proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Pedralbes, obligaron<br />

a bajar <strong>de</strong>l coche al padre y a los dos hijos. Ya en tierra, se abrazaron<br />

los tres estrechamente, y así abrazados, recibieron la <strong>de</strong>scarga fatal.<br />

Sus cadáveres, abandonados en la cuneta, aún permanecían abrazados cuando<br />

horas más tar<strong>de</strong> los recogió una ambulancia para trasladarlos al Hospital<br />

Clínico, en don<strong>de</strong> ingresaron a las diez <strong>de</strong> la noche.<br />

La ficha <strong>de</strong> nuestro Félix dice así:<br />

3505. Un hombre, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Pedralbes, <strong>de</strong> unos treinta y cinco años,<br />

talla regular, bien constituido, pantalón marrón, jersey blanco. Presenta heridas<br />

<strong>de</strong> arma <strong>de</strong> fuego en cráneo y cara, con fractura <strong>de</strong>l maxilar inferior. Diagnóstico:<br />

Hemorragia cerebral traumática.<br />

Así terminó su vida, con glorioso martirio, este joven teólogo salesiano, <strong>de</strong><br />

cuyo espíritu <strong>de</strong> abnegación y sacrificio da testimonio la siguiente oración,<br />

escrita <strong>de</strong> su puño y letra al dorso <strong>de</strong> una <strong>de</strong> sus fotografías:<br />

«Del clamor <strong>de</strong> la ira encendida y <strong>de</strong> la humareda sacrilega <strong>de</strong> nuestros<br />

altares, somos también víctimas vuestros humil<strong>de</strong>s servidores. Gracias, Señor,<br />

no merecemos tanto. Os adoramos, servimos y alabamos.»<br />

EL CALVARIO DE UNA MADRE<br />

De esta gloriosa familia <strong>de</strong> mártires, no fue ciertamente la madre la que<br />

menos sufrió; pues si bien Dios le quiso conservar la existencia, fueron tales<br />

sus congojas y sufrimientos y tan atroz el calvario que hubo <strong>de</strong> soportar, que<br />

apenas se explica humanamente cómo una pobre anciana, <strong>de</strong>svalida y achacosa,<br />

tuviera fuerzas para resistirlo.<br />

Cuando pasada la guerra, fuimos a buscarla para que nos diera noticias<br />

<strong>de</strong> la tragedia, la encontramos tranquila, pero ausente <strong>de</strong> la realidad. Vivía<br />

en casa <strong>de</strong> una amiga caritativa, porque ella, que antes poseía varias casas,<br />

bienes <strong>de</strong> fortuna y vivía en una discreta medianía, lo había perdido todo, absolutamente<br />

todo, quedando en la más completa miseria.<br />

372


—¿Para qué quiero vivir? —nos <strong>de</strong>cía—. Tan sólo <strong>de</strong>seo ir a juntarme<br />

cuanto antes con mis seres queridos.<br />

Cuando nos hablaba <strong>de</strong> ellos, parecía revivir, sus ojos se animaban, su<br />

rostro resplan<strong>de</strong>cía y su memoria recordaba hasta los <strong>de</strong>talles más insignificantes.<br />

Al cambiar <strong>de</strong> conversación volvía a caer en su apatía y ensimismamiento.<br />

Hemos referido cómo unas vecinas la recogieron <strong>de</strong> la carretera y la llevaron<br />

a su casa. Cuando recobró el conocimiento no pensó más que en seguir las<br />

huellas <strong>de</strong> sus seres queridos y salió corriendo <strong>de</strong> su casa. Un Guardia Civil<br />

le indicó que fuera a la Generalidad, pues tal vez los hubieran trasladado allí.<br />

Estaba anocheciendo, pero no por eso se acobardó. Se dirigió al lugar indicado,<br />

pero allí le dijeron que no sabían nada. Se personó en la Jefatura <strong>de</strong><br />

Policía, recorrió las distintas Comisarías. Durante toda aquella noche anduvo<br />

errante, preguntando en todas partes por su esposo y sus hijos. En muchos<br />

sitios ni siquiera le hacían caso; en otros se burlaban <strong>de</strong> su dolor. Volvió a<br />

Collblanch, recorrió todos los Comités, preguntando por ellos; pero aquel dolor<br />

exacerbado <strong>de</strong> una madre y una esposa <strong>de</strong>sesperada no inspiraba a aquellas<br />

hienas sino burlas sangrientas o <strong>de</strong>spectivo silencio.<br />

Rendida <strong>de</strong> fatiga, a primeras horas <strong>de</strong> la mañana, llegó a Esplugas, y<br />

llorando, rogó a los <strong>de</strong>l Comité que le dijeran al menos el lugar en don<strong>de</strong> los<br />

habían asesinado, para recoger sus cadáveres.<br />

Se la echaron <strong>de</strong> encima diciendo que ya le pasarían aviso a su casa cuando<br />

supieran alguna noticia; pero queriendo evitarse la molestia <strong>de</strong> aquella mujer,<br />

cuyo dolor no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> ser para ellos un azote y un remordimiento, concibieron<br />

un plan inhumano. En efecto, uno <strong>de</strong>l Comité se presentó poco <strong>de</strong>spués<br />

en su casa y la invitó a subir a un coche para «ir a ver a sus hijos», según le<br />

dijo en son <strong>de</strong> burla.<br />

Y se la llevó a una torre enclavada en las cercanías <strong>de</strong>l pueblo, y que había<br />

sido transformada en hospital <strong>de</strong> sangre. Una vez llegados allí, la hizo bajar,<br />

entró con ella en el establecimiento, y dirigiéndose al encargado, que les salió<br />

a recibir, le dijo: «Hacedla trabajar.»<br />

Y la abandonó allí <strong>de</strong>ntro, mientras él se alejaba en el coche.<br />

La pobre mujer se quedó anonadada ante aquel cruel <strong>de</strong>sengaño. Luego<br />

empezó a recorrer el establecimiento. Tal vez estarían allí. Este pensamiento<br />

le prestó nuevas energías. Recorría las salas, sin que nadie se fijara en ella<br />

ni le dirigiera la palabra. Al fin, <strong>de</strong>sengañada y convencida <strong>de</strong> que se habían<br />

burlado <strong>de</strong> ella, se sentó en un banco. Ya no le quedaban lágrimas.<br />

A la tar<strong>de</strong> volvió el <strong>de</strong>l Comité, y al verla aún sentada en el banco, le<br />

dijo que no se encontraban por ninguna parte sus familiares.<br />

—Esté tranquila .—añadió'—. Ya aparecerán.<br />

'—¿Cómo queréis que esté tranquila, si me los habéis matado y encima me<br />

habéis engañado? Me los habéis matado por católicos.<br />

Aquel hombre, sin <strong>de</strong>cir nada, se retiró.<br />

Ella permaneció aún en su asiento, sin <strong>de</strong>cir una palabra y sin que nadie<br />

le prestara atención. Al llegar la noche, una enfermera la invitó a comer; pero<br />

aunque hacía dos días que no probaba bocado, no quiso tomar nada. Esperaba<br />

una oportunidad para escapar; pero cuando intentaba salir, el or<strong>de</strong>nanza se lo<br />

impedía. Pasó el resto <strong>de</strong> la noche sentada en aquel banco, sin pegar los ojos.<br />

Tiempo atrás, a consecuencia <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> una hija, fallecida a los dieciocho<br />

años, se sintió tan trastornada por el dolor, que perdió la razón y hubo<br />

<strong>de</strong> ser recluida en el Sanatorio <strong>de</strong> San Baudilio. Gracias a la ternura y abne-<br />

374


gación <strong>de</strong> las Hermanas, recobró pronto la salud; pero las recientes impresiones,<br />

tan violentas, iban minando <strong>de</strong> nuevo su cerebro y volvía a apo<strong>de</strong>rarse<br />

<strong>de</strong> ella la <strong>de</strong>mencia. Sólo el pensamiento <strong>de</strong> rescatar los cadáveres <strong>de</strong> sus<br />

hijos y <strong>de</strong> su esposo la sostenían milagrosamente, sin comer, sin dormir...<br />

Por fin pasó aquella noche interminable. Al llegar el día aprovechó un <strong>de</strong>scuido<br />

<strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nanza para escapar hacia su casa. Preguntó a los vecinos si<br />

tenían alguna noticia; pero todos esquivaban la respuesta. Algunos <strong>de</strong> ellos<br />

habían visto los cadáveres, pero no se atrevían a <strong>de</strong>círselo por temor a agravar<br />

el estado en que se encontraba aquella madre <strong>de</strong>sesperada.<br />

Alguien le insinuó que podía ir al Hospital Clínico, en don<strong>de</strong> se solían<br />

exponer los cadáveres <strong>de</strong> los asesinados, antes <strong>de</strong> darles sepultura. Y allí se<br />

dirigió sin pérdida <strong>de</strong> tiempo. Al verla en aquel estado <strong>de</strong> excitación, no la<br />

querían <strong>de</strong>jar pasar; pero tanto suplicó, que al fin logró conmover al or<strong>de</strong>nanza.<br />

En el momento en que iba a entrar, se <strong>de</strong>tuvo a la puerta un camión <strong>de</strong>l<br />

cual empezaron a <strong>de</strong>scargar cadáveres. Era la diaria cosecha que las patrullas<br />

abandonaban durante la noche en las cunetas <strong>de</strong> las carreteras y que iban a<br />

recoger por las mañanas las ambulancias, y a falta <strong>de</strong> ellas, los camiones.<br />

La pobre mujer se <strong>de</strong>tuvo para ver si entre aquellos cadáveres estaban los<br />

<strong>de</strong> sus hijos y esposo. Los veía <strong>de</strong>scargar —son sus palabras—como si fueran<br />

sacos <strong>de</strong> patatas. La sangre, aún fresca, corría por el suelo. El hedor era insoportable;<br />

pero más aún lo era la vista <strong>de</strong> aquellos cuerpos horriblemente <strong>de</strong>sfigurados<br />

por la vesania <strong>de</strong> sus verdugos y cubiertos <strong>de</strong> sangre.<br />

Los suyos no venían en aquella camioneta...<br />

Penetró resueltamente en el <strong>de</strong>pósito. Allí, hacinados sobre las mesas <strong>de</strong><br />

operaciones, en el suelo, en todas partes, en todas las posturas imaginables<br />

ve veían muchos cadáveres. Ella los iba examinando uno por uno, pero no encontraba<br />

los que buscaba.<br />

Por fin, en un rincón observó que había varios ataú<strong>de</strong>s <strong>de</strong> pino sin forrar.<br />

Suplicó a uno <strong>de</strong> los empleados que los abriera para ver si encerraban a los<br />

que ella buscaba. El empleado la complació a regañadientes y entonces, ante<br />

los ojos atónitos <strong>de</strong> aquella madre ¿olorosa, fueron apareciendo sucesivamente<br />

los queridos restos <strong>de</strong> su esposo y <strong>de</strong> sus dos hijos. Desfigurados, cubiertos<br />

<strong>de</strong> sangre, con los vestidos en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, semi<strong>de</strong>snudos...<br />

La inmensidad <strong>de</strong> su dolor la dotaba <strong>de</strong> una energía sobrehumana. No<br />

podía llorar. Parecía tranquila. Ni un grito, ni una exclamación. Se arrodilló,<br />

y primero con un pañuelo, luego con su manto, fue limpiando la sangre que<br />

cubría los rostros queridos, y <strong>de</strong>positando en ellos el último beso. Luego les<br />

arregló los vestidos.<br />

Era el 27 <strong>de</strong> Agosto; hacía dos días que estaban allí e iban a ser enterrados<br />

en la fosa común. Al enterarse <strong>de</strong> ello, suplicó que le permitieran hacer<br />

el entierro a sus expensas. Encargó tres ataú<strong>de</strong>s <strong>de</strong>centes; hizo venir tres coches<br />

<strong>de</strong> la funeraria y una vez arreglado todo, ella sola, a pie, fue siguiendo<br />

el fúnebre cortejo hasta el cementerio <strong>de</strong> Sans, en don<strong>de</strong> <strong>de</strong>positó los sagrados<br />

restos <strong>de</strong> sus Mártires en sendos nichos que había mandado reservar.<br />

Cumpliendo este último piadoso <strong>de</strong>ber, como si sus fuerzas físicas y mentales<br />

hubiesen llegado a su límite, cayó en un estado <strong>de</strong> inconsciencia y <strong>de</strong>bilidad<br />

tal, que la condujo a las puertas <strong>de</strong> la muerte. Gracias a la caridad<br />

<strong>de</strong> algunas personas compasivas, pudo encontrar asilo y ayuda durante el<br />

dominio rojo.<br />

375


Don JAVIER BORDAS, Clérigo<br />

Des<strong>de</strong> Roma, don<strong>de</strong> estaba cursando sus estudios <strong>de</strong> Filosofía en la Universidad<br />

Gregoriana, vino a España, junto con don Félix Vivet y otros varios<br />

clérigos y coadjutores, a pasar el verano. Llegaron a Barcelona el día 17 <strong>de</strong><br />

Julio, víspera <strong>de</strong>l Alzamiento, y se dirigieron a Sarria, en espera <strong>de</strong> que el<br />

señor Inspector les indicara el lugar <strong>de</strong> su resi<strong>de</strong>ncia durante el verano.<br />

Don Javier Bordas, al ser expulsados los Salesianos <strong>de</strong> Sarria, el día 21,<br />

se dirigió a casa <strong>de</strong> un gran amigo <strong>de</strong> su familia, don José Campón, el cual se<br />

apresuró a cursar un telegrama a sus padres, resi<strong>de</strong>ntes en el pueblecito costero<br />

<strong>de</strong> San Pol, anunciándoles que Javier había llegado y que se hallaba en<br />

su casa sin novedad.<br />

Este telegrama tranquilizador llegaba a manos <strong>de</strong> sus padres el día 23,<br />

siendo recibido con la natural alegría; y precisamente, mientras todos se regocijaban<br />

por la buena noticia, esperando tenerle pronto entre ellos, el buen Javier<br />

volaba al Cielo, acribillado por las balas homicidas.<br />

¿Cómo sucedió la tragedia?<br />

Acogido cariñosamente, como hemos dicho, por la familia Campón, que le<br />

consi<strong>de</strong>raba como un hijo, el mismo día 21 volvió a Sarria para retirar algunos<br />

objetos, que, con las prisas <strong>de</strong> la salida, se había <strong>de</strong>jado allí al ser expulsados<br />

los Salesianos. V<br />

El día 22, junto con el señor Campón, fue a Telégrafos, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí expidió<br />

el telegrama antes mencionado; por la tar<strong>de</strong> salieron <strong>de</strong> nuevo ambos a recorrer<br />

las calles <strong>de</strong> Barcelona, espectáculo que los llenó <strong>de</strong> angustia y pavor.<br />

El día 23, por la mañana, no se movió <strong>de</strong> casa. Por la tar<strong>de</strong>, habiendo salido<br />

el señor Campón a sus asuntos, Javier, a pesar <strong>de</strong> la advertencia que la<br />

señora le hizo <strong>de</strong> que era peligroso salir <strong>de</strong> casa, quiso, no obstante, ir a visitar<br />

la torre que sus padres tienen en la barriada <strong>de</strong> Horta, torre que había ofrecido<br />

como resi<strong>de</strong>ncia a algunos salesianos, creyendo que en aquel lugar apartado<br />

podrían estar seguros.<br />

¿Qué sucedió allí? Nadie ha podido dar razón <strong>de</strong> ello.<br />

He aquí lo que refiere el señor Campón;<br />

«En vista <strong>de</strong> que eran ya las diez <strong>de</strong> la noche y Javier aún no había regresado,<br />

salí en su busca. Los milicianos, que patrullaban por la calle Salmerón,<br />

me preguntaron a dón<strong>de</strong> iba, y al respon<strong>de</strong>rles que a la carretera <strong>de</strong> la Rabas-<br />

376


sada, me dijeron que era muy peligroso, aquel paraje para los que por allí<br />

transitaban.<br />

En efecto, era uno <strong>de</strong> los lugares preferidos para los trágicos «paseítos».<br />

Hube, pues, <strong>de</strong> volver atrás. Al día siguiente, 24, a las seis <strong>de</strong> la mañana, me<br />

encaminé <strong>de</strong> nuevo allí, y una vez llegado a la «Casa <strong>de</strong> Ma<strong>de</strong>ra» —nombre<br />

<strong>de</strong> la finca.—•, pregunté al colono si había visto a Javier. Me dijo que no. Más<br />

tar<strong>de</strong> se ha sabido que no sólo le vio, sino que incluso le había rechazado,<br />

impidiéndole la entrada en su casa, y que los hijos <strong>de</strong>l colono habían visto su<br />

cadáver en la cuneta <strong>de</strong> la carretera.<br />

Regresé a casa, y durante varios días me <strong>de</strong>diqué a recorrer los <strong>de</strong>pósitos<br />

<strong>de</strong> cadáveres <strong>de</strong> los distintos hospitales y cementerios; pero sin hallarlo en<br />

ninguna parte, hasta que, por fin, el día 29 apareció expuesta su fotografía<br />

en el Hospital Clínico.»<br />

Hasta aquí el señor Campón.<br />

La Vanguardia <strong>de</strong>l día 25 publicaba la siguiente gacetilla:<br />

«Ayer se dio cuenta al juzgado <strong>de</strong> guardia <strong>de</strong> que en Horta había sido<br />

encontrado muerto un joven <strong>de</strong> unos veinte años, a consecuencia <strong>de</strong> los sucesos<br />

<strong>de</strong>l domingo y que presentaba heridas por arma <strong>de</strong> fuego.» (Sigue la relación<br />

<strong>de</strong> otros hallazgos semejantes, y termina.) ;<br />

«Estos cadáveres fueron trasladados al <strong>de</strong>pósito judicial.»<br />

El periódico se equivoca al consi<strong>de</strong>rar a Javier como víctima <strong>de</strong> los sucesos<br />

<strong>de</strong>l «pasado domingo». No; había pasado ya casi una semana. La sangre <strong>de</strong><br />

Javier estaba aún fresca al ingresar su cadáver en el <strong>de</strong>pósito judicial. No fue<br />

víctima <strong>de</strong> los sucesos, sino <strong>de</strong> un asesinato cobar<strong>de</strong>, realizado tan sólo por su<br />

condición <strong>de</strong> religioso.<br />

Su ficha está redactada en los siguientes términos:<br />

3912. Ingresa el 24, a las doce. Un hombre <strong>de</strong> unos veinticinco años, pantalón<br />

oscuro, americana clara- Lleva lentes. Presenta heridas <strong>de</strong> arma <strong>de</strong> fuego<br />

en el tórax y cabeza. Diagnóstico: Hemorragia interna traumática.<br />

Así se daba cuenta en los periódicos <strong>de</strong> aquellos días, con un cinismo y una<br />

falta <strong>de</strong> <strong>de</strong>coro que asombra, <strong>de</strong> los infames asesinatos que durante varios<br />

meses llenaron <strong>de</strong> terror al mundo entero; asesinatos perpetrados a sangre<br />

fría, sin proceso alguno, sin más móvil, en este caso, que el odio a la Religión,<br />

pues Javier llevaba el pasaporte expedido en Italia en el cual constaba su condición<br />

<strong>de</strong> religioso salesiano.<br />

378


Don MIGUEL DOMINGO, estudiante <strong>de</strong> Teología<br />

Después <strong>de</strong> terminar su segundo curso <strong>de</strong> Teología, había sido <strong>de</strong>stinado<br />

este buen clérigo a la casa <strong>de</strong> Sarria para pasar en ella sus vacaciones. Al ser<br />

expulsado <strong>de</strong>l colegio se refugió en una casa particular, don<strong>de</strong> estuvo escondido<br />

algún tiempo; pero a medida que éste transcurría sin que amainara la<br />

furia persecutoria, temeroso <strong>de</strong> que en Barcelona le sucediera algún percance<br />

<strong>de</strong>sagradable, y creyendo que en su pueblo, <strong>de</strong> honrados y sencillos labradores,<br />

encontraría paz y seguridad, <strong>de</strong>cidió acogerse al seno <strong>de</strong> su familia, en el pueblecito<br />

<strong>de</strong> Caseras, provincia <strong>de</strong> Tarragona.<br />

El día 11 <strong>de</strong> Agosto se encontraba ya próximo a su pueblo; pero al pasar<br />

por Arenys <strong>de</strong> Liado, pueblo <strong>de</strong> su padre, fue <strong>de</strong>tenido por el Comité <strong>de</strong> aquella<br />

localidad. Después <strong>de</strong> breve interrogatorio, <strong>de</strong>scubierta su condición <strong>de</strong> religioso,<br />

le llevaron a Caseras, adon<strong>de</strong> llegó a las diez <strong>de</strong> la noche. Una casualidad<br />

provi<strong>de</strong>ncial hizo que pudiera cambiar unas palabras con su anciano padre,<br />

en las cuales se comunicaron el convencimiento <strong>de</strong> que ya no se habían<br />

<strong>de</strong> ver más en la Tierra.<br />

Trasladado al Ayuntamiento, le sometieron a un nuevo interrogatorio, terminado<br />

el cual, le volvieron a conducir a Arenys, en don<strong>de</strong> le encerraron en<br />

un calabozo, manteniéndole incomunicado hasta las nueve <strong>de</strong> la mañana siguiente.<br />

A esta hora un coche le llevó a Horta <strong>de</strong> San Juan, en don<strong>de</strong> le tuvieron<br />

encerrado hasta la tar<strong>de</strong>.<br />

Cuando ya empezaba a oscurecer, le sacaron <strong>de</strong> allí diciéndole que le iban<br />

a llevar a Barcelona; pero al llegar el coche a un lugar solitario, en las proximida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>l Prat <strong>de</strong> Compte, le hicieron <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l vehículo y le dispararon<br />

sus armas por la espalda, <strong>de</strong>jándole moribundo.<br />

Como aquel lugar es muy abrupto, al caer se precipitó por un <strong>de</strong>speña<strong>de</strong>ro,<br />

quedando suspendido <strong>de</strong> un arbusto, hacia la mitad <strong>de</strong>l abismo. Los asesinos<br />

le arrastraron hasta el fondo, y una vez allí, le remataron ferozmente y a continuación,<br />

para no <strong>de</strong>jar rastro <strong>de</strong>l crimen, juntaron un montón <strong>de</strong> leña, que<br />

rociaron con gasolina, y <strong>de</strong>positando encima el cadáver, le prendieron fuego.<br />

En vista <strong>de</strong> que no ardía como ellos esperaban, impacientes por acabar<br />

pronto, <strong>de</strong>shicieron su cuerpo a hachazos, amputándole la cabeza; luego enterraron<br />

superficialmente su cuerpo, cubriéndolo con gran<strong>de</strong>s piedras.<br />

Al ser libertados aquellos lugares, los padres <strong>de</strong> Domingo lograron rescatar<br />

el cadáver <strong>de</strong> su hijo mártir, que hoy está sepultado en un mo<strong>de</strong>sto panteón<br />

en el cementerio <strong>de</strong> Caseras.<br />

380


Rvdo. don JOSÉ CABELLES<br />

El día 11 <strong>de</strong> Junio cantaba su primera Misa en el Colegio Salesiano <strong>de</strong> Valencia,<br />

siendo apadrinado por el insigne cooperador <strong>de</strong> aquella casa don Enrique<br />

Vallbona, que le había costeado los estudios.<br />

Después la Obediencia le envió al Tibidabo, en don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía pasar las vacaciones<br />

estivales hasta que los Superiores le dieran el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong>finitivo. Aquí<br />

le sorprendió el Movimiento; y cuando los Salesianos hubieron <strong>de</strong> huir ante la<br />

inminente llegada <strong>de</strong> los incendiarios, él se encargó, junto con otros hermanos,<br />

<strong>de</strong> distribuir a los niños entre las diversas torres <strong>de</strong> veraneantes que con gusto<br />

se prestaron a recibirlos en sus casas.<br />

Los días 22 y 23 <strong>de</strong> Julio los pasó refugiado en una <strong>de</strong> las torres <strong>de</strong> la<br />

colonia veraniega, siempre en contacto con don Luis Cid, que hacía las veces<br />

<strong>de</strong> Superior, en ausencia <strong>de</strong>l señor Director, don Ernesto Miglietti, y con los<br />

niños, a los que visitaba con frecuencia.<br />

El día 24, junto con don Pablo Baraut, fue al Sanatorio <strong>de</strong> Nueva Belén,<br />

en don<strong>de</strong> estaba acogido don Mayorino Olivazzo, a fin <strong>de</strong> acompañarle al<br />

Consulado italiano, ya que aquel mismo día salía <strong>de</strong> Barcelona el «Principessa<br />

Maria», en el que <strong>de</strong>bían embarcar los salesianos <strong>de</strong> aquella nacionalidad.<br />

Iban en mangas <strong>de</strong> camisa, con la chaqueta al hombro, como dos obreros.<br />

El portero <strong>de</strong>l establecimiento, tomándolos por gente sospechosa, no quería<br />

franquearles la entrada, hasta que, i<strong>de</strong>ntificada su personalidad, el Superior los<br />

invitó a <strong>de</strong>sayunar, y poco <strong>de</strong>spués, acompañando a don Mayorino, bajaban<br />

al Consulado italiano, para ayudarle a arreglar su documentación.<br />

Por la tar<strong>de</strong> le acompañó al barco, en don<strong>de</strong> encontraron a los <strong>de</strong>más sale'<br />

sianos italianos que habían conseguido el pasaje. Don Ernesto Miglietti, al<br />

<strong>de</strong>spedirse, le entregó el dinero que le quedaba a fin <strong>de</strong> que con él pudiera<br />

aten<strong>de</strong>r a las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los hermanos.<br />

Después <strong>de</strong> la partida <strong>de</strong>l buque, don José Caselles aceptó la invitación<br />

que le había hecho don Pablo Baraut <strong>de</strong> ir a pasar la noche en su compañía,<br />

en casa <strong>de</strong> su tía doña Dolores Obiols, Maestra Nacional.<br />

Al día siguiente, festividad <strong>de</strong> Santiago, <strong>de</strong>cidieron volver al Tibidabo para<br />

ponerse <strong>de</strong> acuerdo con don Luis acerca <strong>de</strong> la evacuación <strong>de</strong> los niños que aún<br />

quedaban allí y cuya permanencia se iba haciendo cada vez más gravosa a las<br />

personas que los tenían alojados. Pasaron la noche en una <strong>de</strong> las torres.<br />

El domingo, día 26, apenas se hizo <strong>de</strong> día, se <strong>de</strong>spidieron <strong>de</strong> don Luis y<br />

fueron a Nueva Belén a celebrar la Santa Misa, la última que había <strong>de</strong> celebrar<br />

el malogrado don José, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayunar, bajaron a<br />

381


Sarria, en don<strong>de</strong> tuvieron ocasión <strong>de</strong> conversar breves instantes con los salesianos<br />

que habían quedado al frente <strong>de</strong> los niños. El resto <strong>de</strong>l día lo <strong>de</strong>dicaron<br />

a gestionar la adquisición <strong>de</strong> los salvoconductos para los niños <strong>de</strong>l Templo que<br />

<strong>de</strong>bían marchar a sus casas, pues se anunciaba ya la reanudación <strong>de</strong>l servicio<br />

ferroviario.<br />

Continuaron su tarea durante la mañana <strong>de</strong>l lunes, y por la tar<strong>de</strong>, don José<br />

subió <strong>de</strong> nuevo al Tibidabo. Don Luis le aconsejó que aprovechara la primera<br />

ocasión para marchar a su pueblo, con la familia, y <strong>de</strong> paso para Valencia<br />

llevara consigo tres niños <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Tarragona, para que les sacara<br />

el billete y los acompañara en el tren.<br />

Don José se resistía a marchar a su casa; le parecía, en cierto modo, <strong>de</strong>sertar<br />

<strong>de</strong> su puesto y manifestó a don Luis que estaba dispuesto a arrostrar<br />

cualquier peligro, ya que había ofrecido su vida en sacrificio al Sagrado Corazón<br />

<strong>de</strong> Jesús.<br />

Pero convencido <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bía acompañar a aquellos niños, obe<strong>de</strong>ció las<br />

indicaciones <strong>de</strong> su superior. Aprovechó aquella entrevista para confesarse <strong>de</strong>votamente<br />

y luego, acompañando a los tres niños, emprendió la vuelta a Barcelona.<br />

Eran las siete <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. El tren salía a las diez.<br />

Decidió pasar antes por la casa <strong>de</strong> la tía <strong>de</strong> los hermanos Baraut (cerca <strong>de</strong><br />

nuestro colegio <strong>de</strong> Rocafort) para dar cuenta a don Pablo <strong>de</strong> sus propósitos,<br />

a fin <strong>de</strong> que no le esperaran a cenar ni estuvieran impacientes por su ausencia.<br />

Como tan sólo esperaba estar en casa breves minutos, <strong>de</strong>jó a los niños en la<br />

portería.<br />

Pasaban casualmente por la calle unos milicianos, los cuales, al ver el aire<br />

azorado <strong>de</strong> aquellos muchachos, creyeron que allí se escondía algún misterio,<br />

y para <strong>de</strong>scubrirlo, se los llevaron consigo.<br />

Un sobrino <strong>de</strong> la dueña <strong>de</strong> la casa, que estaba asomado al balcón, y había<br />

presenciado cómo los milicianos se llevaban a los chicos, se lo comunicó a don<br />

José, el cual se apresuró a bajar, corriendo en pos <strong>de</strong> ellos para alcanzarlos.<br />

Mientras corría, vio que los milicianos <strong>de</strong>jaban en libertad a los dos más<br />

pequeños, y seguían a<strong>de</strong>lante con el mayor <strong>de</strong> los tres muchachos. Al encontrarse<br />

don José con los dos libertados, les encargó que se apresuraran a subir<br />

al Tibidabo y anunciaran a don Luis lo que había ocurrido, y él continuó en<br />

pos <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> milicianos que se alejaban, hasta que penetraron en uno <strong>de</strong> los<br />

Comités <strong>de</strong> barriada, seguramente, para interrogar al muchacho. Don José se<br />

mantuvo a la expectativa, esperando el <strong>de</strong>senlace para hacerse cargo <strong>de</strong>l niño.<br />

Su actitud <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar las sospechas <strong>de</strong> algún miliciano, y fue <strong>de</strong>tenido.<br />

Seguramente <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> someterle a tormentos, como lo confirma la ficha<br />

<strong>de</strong>l ingreso <strong>de</strong> su cadáver en el Clínico. Dice así:<br />

4011. Día 27 <strong>de</strong> Julio, a las 24 horas, ingresa el cadáver <strong>de</strong> José Caselles.<br />

Contusión craneal con pérdida <strong>de</strong> masa cerebral. Diagnóstico: Shock traumático.<br />

Des<strong>de</strong> el momento <strong>de</strong> su captura —alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las ocho <strong>de</strong> la noche—<br />

hasta el <strong>de</strong> su entrada en el Clínico, apenas transcurrieron cuatro horas. Como<br />

no presenta herida alguna por arma <strong>de</strong> fuego y sí sólo contusiones craneales,<br />

es evi<strong>de</strong>nte que le sometieron a tormento, golpeándole sin piedad para que <strong>de</strong>clarara<br />

tal vez el refugio <strong>de</strong> otros salesianos.<br />

Como el Buen Pastor, dio su vida por sus ovejitas. El Señor se lo habrá<br />

tenido en cuenta, y tras los tormentos <strong>de</strong> la checa, le habrá preparado un trono<br />

resplan<strong>de</strong>ciente en el Cielo.<br />

382


Rvdo. don JOSÉ CASTELL<br />

Ferviente <strong>de</strong>voto <strong>de</strong>l Sagrado Corazón <strong>de</strong> Jesús, a cuya mayor gloria <strong>de</strong>dicaba<br />

sus excepcionales dotes <strong>de</strong> orador y una pluma bien templada, residía<br />

este santo sacerdote en el Tibidabo, entregado <strong>de</strong> lleno a su labor <strong>de</strong> propaganda<br />

y a la formación <strong>de</strong> los aspirantes que en aquellas alturas entonan<br />

las alabanzas al Corazón Divino, pidiéndole por la paz <strong>de</strong>l mundo.<br />

El día 22 <strong>de</strong> Julio, junto con don Antonio Mateo y el señor Director, don<br />

Ernesto Miglietti, abandonaba el Templo para refugiarse en el Consulado italiano;<br />

pero aquí no encontró las facilida<strong>de</strong>s que esperaba y que sólo se concedían<br />

a los subditos <strong>de</strong> aquella nacionalidad; por lo que don José tuvo que<br />

buscar hospedaje en una familia particular, cerca <strong>de</strong> nuestro colegio <strong>de</strong> Rocafort.<br />

Su vida no ofrece nada <strong>de</strong> particular durante estos primeros días. Algunos<br />

salesianos le encontraron, paseando por la calle Cortes; pero para no llamar<br />

la atención, se contentaban con saludarle disimuladamente.<br />

El día 28, martes, siguiente al <strong>de</strong> la captura <strong>de</strong> don José Caselles, fue en<br />

compañía <strong>de</strong> don Antonio Mateo a visitar a los hermanos Baraut. Sólo encontraron<br />

a don Pablo, pues don Luis había marchado aquella mañana a su pueblo.<br />

Salieron juntos a hacer unas diligencias, y durante el camino don Pablo refirió<br />

a sus compañeros lo sucedido a don José Caselles, <strong>de</strong> quien no tenían ninguna<br />

noticia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que había salido <strong>de</strong> su casa la noche anterior.<br />

Don José Castell manifestó que se encontraba más seguro en Barcelona,<br />

en don<strong>de</strong> nadie le conocía, que en Ciuda<strong>de</strong>la, su pueblo natal, y que por consiguiente,<br />

no pensaba en mudarse <strong>de</strong> lugar.<br />

Por la noche <strong>de</strong> aquel mismo día estaba don Pablo a punto <strong>de</strong> sentarse<br />

a la mesa para cenar, cuando llamaron furiosamente a la puerta <strong>de</strong>l piso. Todos<br />

se sobresaltaron. ¿Quién podía ser a aquellas horas?<br />

Al abrir la criada, penetraron en la estancia dos milicianos, pistola en mano.<br />

Su rostro amenazador reflejaba instintos sanguinarios. Después <strong>de</strong> dirigir una<br />

rápida mirada por la habitación, uno <strong>de</strong> ellos, encarándose con don Pablo, le<br />

preguntó:<br />

—¿Es usted Pablo Baraut?<br />

•—Para servirle —respondió, procurando dar a sus palabras el tono más<br />

natural.<br />

384


—'¿Tiene usted documentación?<br />

—Sí, señor. ¿Desea verla?<br />

Y diciendo esto sacó su cartilla militar y su cédula <strong>de</strong> estudiante, extendida<br />

en Madrid. Después <strong>de</strong> darle un rápido vistazo, prosiguió el miliciano:<br />

—¿Y qué hacía usted en el Tibidabo?<br />

Y al <strong>de</strong>cir esto sacó y mostró a don Pablo una lista completa <strong>de</strong> todo el<br />

personal <strong>de</strong> la casa. ¿Cómo se hizo con ella? Debieron <strong>de</strong> arrancársela, a fuerza<br />

<strong>de</strong> amenazas, al muchacho capturado la noche anterior.<br />

Don Pablo, al verse incluido en la lista, <strong>de</strong>claró que habiendo terminado<br />

sus estudios en Madrid, había vuelto a Barcelona, y aunque vivía con su tía en<br />

aquella casa, con todo solía ir a pasear algunas tar<strong>de</strong>s al Tibidabo.<br />

Intervino entonces en la conversación la, tía <strong>de</strong> don Pablo, la cual supo<br />

alegar razones tan convincentes en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> su sobrino, que, al parecer, los<br />

milicianos quedaron convencidos; tanto es así, que el que llevaba la voz cantante<br />

y que pertenecía a la C. N. T., dijo a su compañero:<br />

—Éste hace cara <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir la verdad. Trae al otro, que haremos el careo.<br />

El otro miliciano, perteneciente a la F. A. I., salió refunfuñando.<br />

¿El otro? ¿Quién será el otro?, se preguntaban con la mirada) los <strong>de</strong> la<br />

casa. Y pensaban en don José Caselles...<br />

Mientras tanto, el miliciano <strong>de</strong> la C. N. T., que parecía más humano que<br />

su compañero y su jefe, mostró unos documentos por los que se les autorizaba<br />

a registrar los domicilios <strong>de</strong> las personas sospechosas. Luego añadió, dirigiéndose<br />

a don Pablo:<br />

—Si sale usted <strong>de</strong> aquí, ya no volverá más. Ayer pillamos a uno que marchaba<br />

a Valencia (don José Caselles). No sabía nada <strong>de</strong> nada. Pero ya no lo<br />

volverán a ver.<br />

Se confirma con esto que don José Caselles había permanecido mudo durante<br />

el interrogatorio a que fue sometido, sin <strong>de</strong>latar a ninguno <strong>de</strong> sus hermanos.<br />

El muchacho no tuvo la misma fortaleza.<br />

A poco se oyeron pasos y al abrirse la puerta, apareció, entre dos milicianos,<br />

don José Castell, a quien pocas horas antes había visto don Pablo libre<br />

y seguro. ¿Cómo le prendieron? No se ha podido averiguar.<br />

Estaba muy <strong>de</strong>mudado, pero procuraba aparecer tranquilo y sereno. Seguramente<br />

presentía su trágico fin y su alma se preparaba al gran paso.<br />

Don Pablo Baraut refiere la escena que siguió con estas palabras:<br />

«Yo procuré disimular el primer movimiento <strong>de</strong> estupor. Él hizo lo propio.<br />

—¿Le conoces? ¿Le has visto en el Tibidabo? —me preguntaron.<br />

Yo estaba in<strong>de</strong>ciso. Les había confesado que había pasado allí unos días<br />

<strong>de</strong> vacaciones. Don José Castell figuraba en la lista que yo había visto. No<br />

cabía negación; por otra parte, ignoraba en absoluto lo que él hubiera podido<br />

<strong>de</strong>clarar. Así es que me limité a contestar evasivamente.<br />

—Sí —les dije—. He estado en el Tibidabo; pero pocos días; mas son tantas<br />

las personas que por allí se ven, que no podría precisar ahora si le he visto.<br />

—¿Y tú, le has visto? —preguntaron a don José.<br />

—Yo —replicó el mártir con <strong>de</strong>cisión—, ya os he dicho que sólo respon<strong>de</strong>ré<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los jueces responsables. Llevadme allá,<br />

Ésta era la respuesta más a<strong>de</strong>cuada para irritarlos, puesto que equivalía a<br />

<strong>de</strong>sconocer su autoridad; por lo que el miliciana <strong>de</strong> la C. N. T. se levantó<br />

amenazador, y dando un fuerte puñetazo en la mesa, exclamó:<br />

—Aquí no hay más autoridad que la mía. Ya está usted <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sus<br />

386


jueces. Lo que yo <strong>de</strong>termine se ejecutará sin- remisión. Aquí mando yo.<br />

Esta escena violenta impresionó sobremanera a los presentes, que ya estaban<br />

excitados por lo anterior. La sirvienta, no pudiendo contenerse por más<br />

tiempo, exhaló un grito agudo y cayó al suelo <strong>de</strong>smayada. Los niños lloraban<br />

<strong>de</strong>sconsolados.<br />

Mientras aquellas fieras, un tanto amansadas, acudían a levantar <strong>de</strong>l suelo<br />

a la muchacha, don José, aprovechando un instante en que no era espiado, se<br />

me acercó y me dijo en voz baja:<br />

—La absolución.<br />

Nos la dimos mutuamente, y nos separamos en el preciso momento en que<br />

volvían los milicianos.<br />

•—Éste —dijo el <strong>de</strong> la C. N. T„ señalando a don José—, al auto.<br />

Y se lo llevaron. A poco volvió el <strong>de</strong> la F. A. I., y dirigiéndose a mí, preguntó:<br />

—¿Y con éste, qué hacemos?<br />

—Éste —replicó el <strong>de</strong> la C. N. T.— se queda aquí.<br />

—¿Y por qué?<br />

—Porque me da la gana.<br />

—¿Y quién eres tú?...<br />

—Más que tú, ¡y a callar!<br />

—Pues si éste se queda, soltaremos también al otro.<br />

.—Haced lo que os dé la gana. Y ahora, abajo todo el mundo. Y usted<br />

—dirigiéndose a mí—•, esté tranquilo, que no le pasará nada. Yo le protejo.<br />

Y diciendo esto se marchó.»<br />

Hasta aquí don Pablo Baraut.<br />

¿Qué fue <strong>de</strong> don José Castell? Como <strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong> los Mártires, carecemos<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>talles acerca <strong>de</strong> sus últimos momentos. Debieron <strong>de</strong> fusilarle aquella<br />

misma noche, puesto que su cadáver ingresó en el Clínico a las cinco <strong>de</strong> la<br />

mañana <strong>de</strong>l día siguiente, 29 <strong>de</strong> Julio. Su ficha nos da los <strong>de</strong>talles siguientes:<br />

4054. José Castell Camps. Un hombre ingresado el día 29, a las cinco horas.<br />

Presenta heridas <strong>de</strong> arma <strong>de</strong> fuego en la cabeza. Diagnóstico: Hemorragia<br />

cerebral traumática.<br />

387


Don ÁNGEL RAMOS, Coadjutor<br />

Al salir <strong>de</strong>l colegio <strong>de</strong> Sarria se hospedó, juntamente con un sobrino suyo<br />

alumno <strong>de</strong> la Escuela <strong>de</strong> Decoración, en una pensión <strong>de</strong> la calle Aribau, en<br />

don<strong>de</strong> permaneció hasta finales <strong>de</strong> Agosto.<br />

A primeros <strong>de</strong> Septiembre, viendo, en las repetidas visitas que hacía a<br />

San Vicente <strong>de</strong>is Horts, que en aquella casa vivían tranquilamente y sin ser<br />

molestados, un grupito <strong>de</strong> jóvenes aspirantes, asistidos por varios salesianos,<br />

llevó a su sobrino a vivir con ellos y él se trasladó a una pensión muy mo<strong>de</strong>sta<br />

en un barrio en don<strong>de</strong> menos podía llamar la atención. Allí se <strong>de</strong>dicaba a<br />

trabajar por los salesianos dispersos, <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Sarria. Para ello se entrevistaba<br />

regularmente con el señor Postigo, a quien don Francisco Bandrés<br />

había entregado, poco antes <strong>de</strong> su captura, cierta cantidad <strong>de</strong> dinero con el<br />

fin <strong>de</strong> ir socorriendo a los hermanos que lo necesitaran.<br />

El señor Ramos era el intermediario y para ello se ponía en contacto con<br />

los salesianos enterándose <strong>de</strong> sus necesida<strong>de</strong>s y socorriéndolos con largueza.<br />

Por lo que a sí propio se refiere, vivía con extremada economía, no gastando ni<br />

un céntimo más <strong>de</strong> lo que le era absolutamente indispensable.<br />

La pensión en que estaba hospedado era muy humil<strong>de</strong>: la compartía con<br />

unos guardias <strong>de</strong> Asalto, milicianos y empleados; a pesar <strong>de</strong> la compañía,<br />

aparentemente peligrosa, él, comportándose siempre con su característica corrección<br />

y amabilidad, supo ganarse las simpatías <strong>de</strong> todos, sin familiarizarse<br />

con nadie, y sin que llegasen a sospechar nunca su verda<strong>de</strong>ra personalidad.<br />

Los dueños <strong>de</strong> la fonda le apreciaban mucho. Muchas veces, en sus discusiones<br />

o disi<strong>de</strong>ncias, y también en sus dificulta<strong>de</strong>s, le tomaban como arbitro y consejero,<br />

recibiendo <strong>de</strong> él los más atinados consejos. Por este motivo era objeto <strong>de</strong><br />

ün trato especial, y al observar que no le gustaba la compañía muchas veces<br />

incorrecta y aun grosera <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más huéspe<strong>de</strong>s, los fondistas le hicieron servir<br />

la comida en su propia habitación, con lo que le evitaban un mal rato y el<br />

tener que oir constantemente conversaciones <strong>de</strong>sagradables.<br />

Con mucha frecuencia, especialmente los jueves y domingos, era invitado<br />

a comer con la familia <strong>de</strong>l señor Postigo, con quien le unía estrecha amistad.<br />

Allí podía <strong>de</strong>sahogarse el buen hermano, manifestando sus gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>seos <strong>de</strong><br />

volver a la vida <strong>de</strong> comunidad.<br />

Procuraba cumplir escrupulosamente todos sus <strong>de</strong>beres religiosos; y en las<br />

388


obligadas horas <strong>de</strong> reclusión en su humil<strong>de</strong> cuartito <strong>de</strong> la fonda, se entregaba<br />

a la oración, a las prácticas <strong>de</strong> piedad y a la lectura <strong>de</strong> libros serios.<br />

Así transcurrieron unas semanas. El domingo, 11 <strong>de</strong> Octubre, le encontró<br />

un salesiano en la Rambla <strong>de</strong> las Flores; y, emparejando con él, estuvo hablando<br />

largo rato acerca <strong>de</strong> su vida en la pensión y <strong>de</strong>l alivio y solaz que para él representaba<br />

el po<strong>de</strong>r zafarse <strong>de</strong> cuando en cuando <strong>de</strong> aquel ambiente para pasar<br />

el día en compañía <strong>de</strong> la familia Postigo. Precisamente aquel día estaba invitado.<br />

Fue aquél el último salesiano que le vio vivo. Aquel mismo día era <strong>de</strong>tenido.<br />

Las circunstancias las refiere <strong>de</strong>talladamente el mismo señor Postigo en<br />

los siguientes términos:<br />

«Si mal no recuerdo, el segundo domingo <strong>de</strong> Octubre fue el último que<br />

pasó en casa. Aceptando nuestra invitación, vino a comer con nosotros; y<br />

<strong>de</strong> sobremesa estuvimos hablando durante largo rato <strong>de</strong> las mil cuestiones referentes<br />

a los Salesianos, sus necesida<strong>de</strong>s, las circunstancias en que algunos se<br />

encontraban y sobre la situación en que había quedado el magnífico Colegio<br />

<strong>de</strong> Sarria. En toda aquella larga conversación, que se prolongó hasta las siete<br />

<strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>mostró, en cada una <strong>de</strong> sus palabras, lo arraigado <strong>de</strong> sus sentimientos<br />

<strong>de</strong> religioso y <strong>de</strong> salesiano. Dolíase, sobre todo, <strong>de</strong>l alejamiento<br />

forzado <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> comunidad, <strong>de</strong> la que él —me dijo— procuraba observar<br />

todas y cada una <strong>de</strong> las prácticas; pues diariamente hacía su meditación y<br />

rezaba las oraciones reglamentarias; procuraba confesar y comulgar con frecuencia<br />

y siempre que las circunstancias se lo permitían.<br />

Al <strong>de</strong>spedirse le recomendé, como siempre, que se guardase mucho, y <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> prometerme otra visita para el próximo jueves, se marchó.»<br />

Hasta aquí el señor Postigo.<br />

Fue provi<strong>de</strong>ncial esta visita; pues gracias a ella pudo <strong>de</strong>morar por unas<br />

horas el amargo, pero glorioso fin que la Provi<strong>de</strong>ncia le tenía asignado.<br />

En efecto; aquella misma mañana, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> la pensión,<br />

se <strong>de</strong>tuvieron ante ella dos autos, <strong>de</strong> los que <strong>de</strong>scendieron varios milicianos<br />

guiados por un mozalbete, alumno <strong>de</strong> nuestro Colegio <strong>de</strong> Sarria, pero que<br />

había sido expulsado <strong>de</strong>l mismo por su mala conducta. Este pequeño Judas,<br />

habiendo encontrado una tar<strong>de</strong> casualmente al señor Ramos por la calle, le<br />

siguió hasta la pensión, y una vez enterado <strong>de</strong> su resi<strong>de</strong>ncia, lo <strong>de</strong>lató a los<br />

milicianos <strong>de</strong> la F. A. I.<br />

El día 11 <strong>de</strong> Octubre fueron a buscarle a la fonda; pero al enterarse <strong>de</strong><br />

que había salido y que no sabían cuándo volvería, montaron guardia en la<br />

escalera, y penetrando en la pensión, hicieron un minucioso registro en su cuarto,<br />

encontrando tan sólo algunos libros piadosos y su humil<strong>de</strong> equipaje. Seguros<br />

<strong>de</strong> que no tardaría en volver, se quedaron esperándole, obligando, bajo severas<br />

amenazas a la dueña <strong>de</strong> la pensión, a que, cuando llegara el que buscaban, le<br />

anunciase en voz alta diciendo: «Aquí está el señor Ramos.» Pero \a buena<br />

mujer se negó a prestarse a tan baja complicidad.<br />

Por fin, a eso <strong>de</strong> las ocho y media <strong>de</strong> la noche, se retiró el señor Ramos<br />

a su pensión. Entró en ella tranquilamente, sin observar nada anormal. Al<br />

llegar al piso, llamó, como <strong>de</strong> costumbre, abriéndole la dueña, la cual, al verle,<br />

no pudo reprimir un grito <strong>de</strong> espanto:<br />

— ¡Oh, don Ángel!...<br />

Inmediatamente los milicianos le <strong>de</strong>tuvieron, y el <strong>de</strong>lator, acercándose, dijo:<br />

—Sí, éste es don Ángel Ramos. Es un fraile <strong>de</strong> Sarria. Le conozco bien.<br />

390


El señor Ramos le reconoció a su vez y le dijo con dulzura:<br />

—¿Y qué mal te he hecho yo para que me <strong>de</strong>nuncies?<br />

.—Usted ninguno .—respondió—; pero otros <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> Sarria, sí; y<br />

usted lo va a pagar por todos.<br />

Se refería, como hemos dicho anteriormente, a su expulsión <strong>de</strong>l colegio.<br />

Don Ángel se vio perdido; pero aún en aquellos momentos <strong>de</strong> angustia su<br />

corazón generoso se sobrepuso a todo otro sentimiento, y dirigiéndose al mozalbete,<br />

le dijo:<br />

—Hijo, que Dios te perdone el mal que me haces, como te perdono yo.<br />

Los milicianos, a pesar <strong>de</strong> los ruegos y protestas <strong>de</strong> los dueños <strong>de</strong> la fonda,<br />

y aun <strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong> los huéspe<strong>de</strong>s, se lo llevaron en uno <strong>de</strong> los coches. Ya<br />

no se supo nada más. Fueron inútiles todas las pesquisas. Ni siquiera nos fue<br />

dado comprobar la fecha <strong>de</strong> su muerte, porque no apareció su cadáver en ninguno<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>pósitos <strong>de</strong> Barcelona.<br />

Cuando días <strong>de</strong>spués, el señor Postigo, extrañado porque no había acudido<br />

a la cita <strong>de</strong>l jueves, fue a buscarle a la fonda, la dueña le refirió todo lo sucedido,<br />

añadiendo que no había <strong>de</strong> él rastro alguno. Ni siquiera le fue posible<br />

recoger un objeto cualquiera <strong>de</strong> su pertenencia, como preciado recuerdo <strong>de</strong>l<br />

mártir; porque los milicianos-verdugos se lo habían llevado todo, sin <strong>de</strong>jar<br />

absolutamente nada.<br />

391


Rvdo. don JOSÉ BONET<br />

Este apóstol <strong>de</strong> las vocaciones salesianas, que durante tantos años había<br />

trabajado, ya en el Tibidabo, ya en la Casa <strong>de</strong> San José para el sostenimiento<br />

<strong>de</strong> las casas <strong>de</strong> formación, residía en la <strong>de</strong> Rocafort <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía más <strong>de</strong> seis<br />

años. Incansable, recorría las calles <strong>de</strong> Barcelona visitando a los Cooperadores<br />

y procurando adquirir otros nuevos, lo que no le era difícil dado su extraordinario<br />

don <strong>de</strong> gentes y su trato agradable, sencillo y humil<strong>de</strong>.<br />

El día 19 <strong>de</strong> Julio, domingo, se dijeron en el colegio todas las misas, como<br />

<strong>de</strong> costumbre; pero con la puerta <strong>de</strong> la iglesia cerrada, ya que el intenso tiroteo<br />

que se oía por aquella barriada aconsejaba no llamar la atención. Los fieles<br />

entraban por la puerta <strong>de</strong>l patio y procuraban marcharse lo más pronto posible.<br />

Tan sólo los amigos más íntimos y un grupito <strong>de</strong> Antiguos Alumnos se quedaron<br />

haciendo compañía a los Salesianos y ofreciéndose para todo lo que<br />

fuera necesario.<br />

A eso <strong>de</strong> las cuatro <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, y en vista <strong>de</strong> que empezaban a ar<strong>de</strong>r los<br />

edificios religiosos <strong>de</strong> las cercanías, los Salesianos <strong>de</strong>cidieron abandonar el colegio<br />

y retirarse a casas particulares, en don<strong>de</strong> les habían ofrecido hospitalidad.<br />

Don José Bonet se refugió en casa <strong>de</strong> una insigne cooperadora, doña Trinidad<br />

Puigcernau, viuda <strong>de</strong> Simó, que vivía con su hija Amparo en la misma<br />

calle <strong>de</strong> Rocafort. El día anterior había tenido don José la previsión <strong>de</strong> trasladar<br />

a dicha casa sus efectos personales.<br />

Allí permaneció todo el domingo, sin atreverse a salir, dadas las inquietantes<br />

noticias que corrían acerca <strong>de</strong>l saqueo <strong>de</strong> que era objeto el colegio. Una<br />

vez saqueado por las turbas, éstas le prendieron fuego en la mañana <strong>de</strong>l lunes.<br />

Don José, que no quería <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> celebrar la Santa Misa, rogó a doña<br />

Trinidad que fuera al cercano convento <strong>de</strong> las Hermanitas <strong>de</strong> los Pobres a<br />

pedir autorización para celebrar la Santa Misa al día siguiente. Así lo hizo,<br />

teniendo este consuelo por última vez.<br />

El miércoles tuvo la corazonada <strong>de</strong> ir a visitar la Casa <strong>de</strong> Sarria, y acompañado<br />

<strong>de</strong> un Antiguo Alumno, pudo enterarse <strong>de</strong> la ocupación <strong>de</strong>l colegio por<br />

los rojos y la consiguiente dispersión <strong>de</strong> los Salesianos. La impresión que esta<br />

visita le produjo, no pudo ser más <strong>de</strong>primente. Pasó unos días muy abatido;<br />

pero al fin reaccionó, abandonándose por entero a la voluntad <strong>de</strong> Dios, que<br />

todo lo dispone para su mayor gloria.<br />

392


Durante este tiempo, no pudiendo celebrar la Santa Misa, suplía, en lo<br />

posible, rezándola en su misalito, en presencia <strong>de</strong> las señoras <strong>de</strong> la casa. El<br />

resto <strong>de</strong>l día lo pasaba entregado a sus prácticas <strong>de</strong> piedad, que jamás <strong>de</strong>scuidó,<br />

especialmente el rezo <strong>de</strong>l breviario, y al arreglo <strong>de</strong> sus ficheros y notas<br />

<strong>de</strong> trabajo.<br />

Uno <strong>de</strong> aquellos días se presentó en casa una señorita, Antigua Alumna<br />

<strong>de</strong> las Salesianas <strong>de</strong> la calle Sepúlveda, la cual se ofreció a sacarle el pasaporte<br />

para Italia, como había hecho con otros salesianos. Don José se resistió a<br />

aceptar este ofrecimiento, creyendo, engañado por su optimismo, que la Revolución<br />

sería cosa <strong>de</strong> pocos días.<br />

Esto no obstante, comprendiendo que su presencia en aquella casa podía<br />

comprometer a la excelente familia que le albergaba, <strong>de</strong>cidió escribir a una<br />

hermana suya, que vivía en un pueblecito <strong>de</strong> la provincia <strong>de</strong> Lérida, pidiéndole<br />

hospitalidad; pero a vuelta <strong>de</strong> correo recibió la respuesta <strong>de</strong> que en aquel<br />

pueblo las cosas se presentaban muy mal para los sacerdotes y que sería fácilmente<br />

notada su presencia, mientras que en Barcelona podría pasar inadvertido.<br />

Don José, <strong>de</strong>silusionado, aunque reconociendo la razón que asistía a su<br />

hermana, leyó esta carta a la señora y a su hija, las cuales le dijeron que no<br />

había <strong>de</strong> preocuparse por ello, ya que podía consi<strong>de</strong>rarse en su propia casa y<br />

a ellas como su verda<strong>de</strong>ra familia.<br />

Este ofrecimiento generoso consoló mucho a don José.<br />

LA DETENCIÓN<br />

El día 13 <strong>de</strong> Agosto, a eso <strong>de</strong>l mediodía, mientras don José estaba entregado<br />

a sus ocupaciones, llamaron a la puerta, presentándose un grupo <strong>de</strong><br />

milicianos que iban a hacer uno <strong>de</strong> sus acostumbrados registros.<br />

—¿Quién vive en esta casa? —preguntó el jefe a doña Trinidad, que había<br />

acudido a abrir.<br />

—Pues estoy yo con mi hija y un pariente.<br />

—¿Y dón<strong>de</strong> está ese pariente?<br />

—José —dijo la señora—, sal, que preguntan por ti.<br />

Don José se presentó, saludando a los milicianos.<br />

—¿Quién es usted? —le preguntaron.<br />

—Soy un Padre salesiano <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> Rocafort. Como uste<strong>de</strong>s me han<br />

quemado mi casa, he tenido que venir a refugiarme aquí.<br />

Y mientras <strong>de</strong>cía esto, les mostró su cédula personal, en la que constaba su<br />

profesión <strong>de</strong> sacerdote. No otra cosa buscaban aquellos <strong>de</strong>salmados. Ya tenían<br />

con quien cebarse.<br />

Inmediatamente le sometieron a un cacheo tan minucioso como irreverente,<br />

y <strong>de</strong>sabrochándole la camisa, le encontraron sobre el pecho un crucifijo, que<br />

le arrancaron violentamente, mientras uno <strong>de</strong> los milicianos exclamaba:<br />

—Esto nos servirá <strong>de</strong> metralla.<br />

Mientras tanto, Amparito, que estaba fuera <strong>de</strong> casa, llegó al piso, en don<strong>de</strong><br />

la <strong>de</strong>tuvo un miliciano.<br />

—¿A dón<strong>de</strong> va usted?<br />

—Voy a mi casa.<br />

—¿Y quién es usted?<br />

394


—Soy la hija <strong>de</strong> la dueña.<br />

'—Pues vaya usted con cuidado, porque acabamos <strong>de</strong> pillar a un cura.<br />

La joven entró, encontrando toda la casa revuelta, pues los milicianos, en<br />

su registro inconsi<strong>de</strong>rado, lo rompían y <strong>de</strong>strozaban todo.<br />

Don José la miró dulcemente, y, como consi<strong>de</strong>rándose culpable <strong>de</strong> aquel<br />

<strong>de</strong>sastre, le dijo compungido: «Ya ves, ya ves...»<br />

En esto uno <strong>de</strong> los milicianos iba a romper una <strong>de</strong> sus libretas <strong>de</strong> apuntes,<br />

en que tenía anotados los datos más salientes <strong>de</strong> su vida, y le dijo:<br />

—Por favor, no rompa usted esto. Le suplico que me lo <strong>de</strong>je para enviárselo,<br />

como recuerdo, a mi hermana.<br />

Se lo <strong>de</strong>jaron y él lo entregó a doña Trinidad.<br />

Después los milicianos encerraron a don José y a Amparo en una habitación,<br />

mientras proseguían su registro.<br />

Don José estaba pálido, abatido y no hacía más que invocar a María<br />

Auxiliadora. Presentía que su fin estaba próximo y se preparaba para la muerte.<br />

Entretanto, los milicianos tomaban <strong>de</strong>claración a doña Trinidad, la cual<br />

se mostró tan valerosa como pru<strong>de</strong>nte.<br />

A continuación interrogaron a don José, preguntándole por sus activida<strong>de</strong>s.<br />

—Yo .—respondió-— me <strong>de</strong>dico a pedir limosna a los ricos para mantener<br />

a los niños pobres.<br />

Ni esta noble y hermosa respuesta los conmovió. Le <strong>de</strong>jaron y continuaron<br />

el saqueo. Se llevaron todas las joyas y objetos <strong>de</strong> valor que encontraron en<br />

casa, y una vez satisfecha su ansia <strong>de</strong> botín, <strong>de</strong>terminaron saciar también su<br />

sed <strong>de</strong> sangre, por lo que dijeron:<br />

—Este señor ha <strong>de</strong> venir con nosotros.<br />

—Pero ya son las cinco <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> —dijo doña Trinidad—. Aún no hemos<br />

comido. Déjenle comer al menos, que el pobre está <strong>de</strong>smayado.<br />

Ellos no hicieron caso. La señora insistió:<br />

—Pero al menos díganme a dón<strong>de</strong> lo llevan.<br />

—No se preocupe —le dijeron—. Dentro <strong>de</strong> media hora estará <strong>de</strong> vuelta.<br />

Y si no, ya le diremos dón<strong>de</strong> se encuentra.<br />

Y así diciendo, empezaron a salir. Entonces doña Trinidad y su hija se<br />

arrodillaron, y besándole la mano, le pidieron su bendición. Don José las bendijo,<br />

y <strong>de</strong>spidiéndose, elevó los ojos al cielo, diciendo:<br />

—Adiós, ya está todo listo.<br />

En la esquina <strong>de</strong> la calle esperaba un auto, en don<strong>de</strong> subieron todos, partiendo<br />

velozmente. Luego ya no se supo nada más. Al día siguiente apareció<br />

el cadáver <strong>de</strong> don José en el Clínico, y en el registro <strong>de</strong> ingreso existe la<br />

ficha siguiente:<br />

4269. Día 14 <strong>de</strong> Agosto, a las cinco <strong>de</strong> la mañana, ingresa José Bonet<br />

Nadal, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Morrot. Presenta heridas contusas en la cabeza; <strong>de</strong>strozo<br />

<strong>de</strong> la misma- Heridas <strong>de</strong> arma <strong>de</strong> fuego en tórax y abdomen. Diagnóstico:<br />

Shock traumático.<br />

¿Qué sucedió? A juzgar por las heridas que presenta, <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> conducirle<br />

a alguna <strong>de</strong> las numerosas checas existentes en cada distrito y allí le someterían<br />

a tormento, causándole las heridas <strong>de</strong> la cabeza. Luego le condujeron al<br />

Morrot, lugar apartado en las proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l puerto, y allí le fusilaron,<br />

<strong>de</strong>jando su cadáver abandonado para que al día siguiente lo recogieran las<br />

ambulancias que diariamente recorrían los lugares elegidos con predilección<br />

por los milicianos para llevar a cabo sus monstruosas matanzas.<br />

395


Rvdo. don JAIME BONET<br />

Al abandonar el Colegio <strong>de</strong> San José, en don<strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía muchos años<br />

prestaba su valiosa aportación dirigiendo una <strong>de</strong> las clases <strong>de</strong> aquellas Escuelas<br />

Gratuitas, fue a refugiarse en casa <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> los Antiguos Alumnos,<br />

don Ángel Ricote, el cual le acogió con todo el afecto y <strong>de</strong>sinterés.<br />

El lunes, día 20, junto con dicho señor salió a dar un vistazo a su querido<br />

colegio, envuelto ya en llamas. Ardía igualmente el edificio <strong>de</strong> las Hijas <strong>de</strong><br />

María Auxiliadora, que se encuentra frontero a nuestra iglesia.<br />

El día siguiente, martes, volvió a salir solo y se dirigió al colegio, en don<strong>de</strong>,<br />

aprovechando el barullo y el <strong>de</strong>sconcierto reinante, producido por la multitud<br />

que entraba y salía llevándose todo cuanto se les antojaba, pudo llegar hasta<br />

su habitación, en don<strong>de</strong> aún habían quedado, esparcidas por el suelo y pisoteadas,<br />

algunas prendas <strong>de</strong> vestir, que recogió cuidadosamente, volviendo a<br />

salir sin ser molestado por nadie.<br />

El miércoles, mientras estaba a la puerta <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l señor Ricote, pasó<br />

por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ellos su primo don José Bonet, acompañado <strong>de</strong>l cooperador<br />

salesiano don José Garralón. Penetraron todos en casa y estuvieron charlando<br />

largo rato, cambiando impresiones acerca <strong>de</strong> la situación. Don Jaime quedó<br />

muy afectado al conocer muchos <strong>de</strong>talles que <strong>de</strong>sconocía, y convencido <strong>de</strong> que<br />

su situación era muy peligrosa, envió un recado a su Director, don Daniel<br />

Con<strong>de</strong>, refugiado en la misma calle, pidiéndole instrucciones acerca <strong>de</strong> lo que<br />

había <strong>de</strong> hacer. Don Daniel le contestó que obrase por su cuenta, ateniéndose<br />

a las circunstancias <strong>de</strong>l momento.<br />

Iban pasando los días, y como en aquel barrio abundaban los alumnos <strong>de</strong><br />

las Escuelas, que le conocían, pronto fue comentada su presencia, y la portera<br />

le avisó <strong>de</strong> que no era pru<strong>de</strong>nte permaneciese por más tiempo en aquella casa,<br />

pues muchos elementos rojos sabían que era sacerdote y podía suce<strong>de</strong>rle algo<br />

<strong>de</strong>sagradable.<br />

A consecuencia <strong>de</strong> esta advertencia empezó a hacer gestiones para trasladarse<br />

a casa <strong>de</strong> un pariente que vivía en la calle Gamper, y finalmente, el<br />

día 27, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse, agra<strong>de</strong>cido, <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong>l señor Ricote, fue<br />

a vivir con dicho pariente.<br />

Como don Jaime no había salido sino con la ropa puesta, el señor Ricote<br />

le hubo <strong>de</strong> prestar la suya para po<strong>de</strong>r cambiarse. A fines <strong>de</strong> mes fue dicho<br />

396


señor a visitarle y <strong>de</strong> paso a llevarle la ropa limpia. Con este motivo estuvieron<br />

hablando largo rato. Don Jaime le expuso al señor Ricote su <strong>de</strong>seo <strong>de</strong><br />

trasladarse a su pueblo, creyendo que allí estaría más seguro que en Barcelona,<br />

pues en un pueblecito <strong>de</strong> la montaña no era fácil hubiesen llegado las cosas<br />

al extremo en que se veían en la capital.<br />

Una vez conseguida la documentación necesaria para viajar sin ser molestado<br />

en los controles, marchó para su pueblo. Pero en la estación <strong>de</strong>l Norte<br />

fue <strong>de</strong>tenido como sospechoso y conducido a la Jefatura <strong>de</strong> Policía. En este<br />

centro todavía prestaban servicio muchos oficiales y policías honrados, que al<br />

ver cómo eran tan arbitrariamente <strong>de</strong>tenidos los religiosos, monjas y sacerdotes,<br />

hacían todo lo posible por salvarlos.<br />

A este fin, cuando los <strong>de</strong> la patrulla que habían traído al preso se marchaban,<br />

se apresuraban a poner en libertad a los <strong>de</strong>tenidos. Don Jaime Bonet<br />

encontró entre los policías a un buen Cooperador Salesiano, el cual le puso<br />

inmediatamente en la calle, recomendándole que usara <strong>de</strong> toda pru<strong>de</strong>ncia<br />

para no caer <strong>de</strong> nuevo en manos <strong>de</strong> la patrulla, pues entonces ya no lo traerían<br />

a Jefatura, sino que le asesinarían sin contemplaciones.<br />

Habiendo fracasado en su intento <strong>de</strong> partir para el pueblo, don Jaime hubo<br />

<strong>de</strong> volver a casa <strong>de</strong> su pariente; pero bien pronto se comenzó a correr la voz<br />

por el barrio <strong>de</strong> que había por allí un cura escondido, y ante el peligro <strong>de</strong> que le<br />

<strong>de</strong>tuvieran, intentó <strong>de</strong> nuevo salir <strong>de</strong> Barcelona, con éxito esta vez, pues consiguió<br />

llegar hasta Montmagastrell, su pueblo natal.<br />

Contra lo que esperaba, también en aquellas apartadas regiones se había<br />

infiltrado el virus rojo y eran cruelmente perseguidos los sacerdotes; por lo<br />

que tuvo que escon<strong>de</strong>rse inmediatamente; pero creyéndose poco seguro, se trasladó<br />

<strong>de</strong> noche a un silo o <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> alfalfa seca, en las afueras <strong>de</strong>l pueblo,<br />

don<strong>de</strong> creía estar más seguro. Allí la soledad, el intenso calor, los millares <strong>de</strong><br />

insectos que le torturaban y sobre todo la angustia y el temor <strong>de</strong> tener que<br />

pasar mucho tiempo <strong>de</strong> aquella guisa, le hicieron concebir el pensamiento <strong>de</strong><br />

volverse a Barcelona/en don<strong>de</strong> creía po<strong>de</strong>r vivir en mejores condiciones. A este<br />

fin sus familiares le procuraron un salvoconducto, firmado por el Comité <strong>de</strong>l<br />

pueblo, y se dirigió a Tárrega, para tomar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí el tren <strong>de</strong> Barcelona.<br />

Ya se hallaba en la taquilla para sacar el billete, cuando fue <strong>de</strong>tenido como<br />

sospechoso por una patrulla, la cual, al ver que venía <strong>de</strong> Montmagastrell, le<br />

condujo <strong>de</strong> nuevo a su pueblo. Después <strong>de</strong> un <strong>de</strong>tenido interrogatorio, en el que<br />

los <strong>de</strong>l pueblo le <strong>de</strong>fendieron, los <strong>de</strong> Tárrega fingieron quedar satisfechos, y le<br />

dijeron que a la mañana siguiente se presentara al Comité <strong>de</strong> dicha localidad,<br />

en don<strong>de</strong> le proveerían <strong>de</strong>l oportuno salvoconducto, a fin <strong>de</strong> que pudiera proseguir<br />

su viaje a Barcelona.<br />

Contento don Jaime por lo bien que parecían salirle las cosas, al día siguiente,<br />

muy confiado, se presentó al Comité <strong>de</strong> Tárrega; pero como todo había<br />

sido un lazo hábilmente preparado, le <strong>de</strong>tuvieron, y al día siguiente, 16 <strong>de</strong><br />

Agosto, le condujeron a las afueras <strong>de</strong>l pueblo, en don<strong>de</strong> le asesinaron.<br />

Su cadáver no ha podido ser encontrado. Los milicianos solían enterrarlos<br />

superficialmente, por lo que en ocasiones los perros los <strong>de</strong>senterraban y aparecían<br />

por el pueblo con algún miembro en la boca. Horrorizada la gente exigió<br />

que terminara aquello. Y a partir <strong>de</strong> entonces quemaban los cadáveres con gasolina<br />

antes <strong>de</strong> enterrarlos.<br />

398


Don ELÍSEO GARCÍA, Coadjutor<br />

Don ALEJANDRO PLANAS, familiar<br />

La Casa <strong>de</strong> San Vicente <strong>de</strong>is Horts, preservada milagrosamente en los primeros<br />

días <strong>de</strong>l incendio y <strong>de</strong>l saqueo, tuvo al fin que pagar también su tributo<br />

<strong>de</strong> sangre a la fiera roja, cuando los Comités <strong>de</strong> los pueblos próximos se impusieron<br />

al mo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> San Vicente, para exigirle más dureza, tal vez con el<br />

fin <strong>de</strong> que la sangre los hiciera solidarios y <strong>de</strong> esta manera no se <strong>de</strong>tuvieran<br />

en el camino <strong>de</strong>l crimen.<br />

Ya hemos referido cómo a principios <strong>de</strong> Noviembre <strong>de</strong> 1936 el Comité local<br />

<strong>de</strong>terminó utilizar nuestro colegio como Grupo Escolar, y en consecuencia, dieron<br />

la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que lo abandonaran los Salesianos y niños que hasta entonces<br />

lo habían habitado.<br />

El día 11 se marcharon los siete niños que aún quedaban y fueron conducidos<br />

a Sarria, según queda referido en la primera parte.<br />

Los salesianos que los cuidaban también tuvieron que salir, y aunque los<br />

quisieron obligar a alistarse como «voluntarios» en el ejército rojo, al fin consiguieron<br />

escabullirse.<br />

En la Casa <strong>de</strong> San Vicente quedó únicamente el señor Planas, que durante<br />

cuarenta años había vivido entre aquellos muros, que no podía abandonar sin<br />

<strong>de</strong>jar en ellos parte <strong>de</strong> sí mismo. Como era querido y respetado por todo el<br />

pueblo, pues casi todos le <strong>de</strong>bían numerosos favores, tenía la seguridad <strong>de</strong> que<br />

nada le había <strong>de</strong> pasar, y así lo esperábamos todos; pero para el Comité su<br />

permanencia en la casa era un estorbo, y buscaba ocasión <strong>de</strong> eliminarlo.<br />

Y ésta parece que se presentó con la visita que el día 19 <strong>de</strong> Noviembre<br />

le hizo el Hermano coadjutor don Elíseo García, que fue a San Vicente para<br />

enterarse <strong>de</strong> cómo iban allí las cosas.<br />

Esta inocente visita fue el pretexto <strong>de</strong> que se valieron aquellos <strong>de</strong>salmados<br />

para librarse <strong>de</strong> ellos. Al efecto, dieron a esta entrevista una importancia y<br />

un fin que no tenía y los acusaron <strong>de</strong> conspiradores peligrosos para la seguridad<br />

pública. Sin más, los <strong>de</strong>tuvieron a ambos y los entregaron a una <strong>de</strong> las<br />

patrullas que se <strong>de</strong>dicaba a la infame tarea <strong>de</strong> los «paseítos».<br />

Aquel mismo día los llevaron en un coche hacia las costas <strong>de</strong> Garraf y<br />

no se volvió a saber nada más <strong>de</strong> ellos.<br />

400


Rvdo. don JULIO JUNYER PADERN<br />

Es una mañana radiante <strong>de</strong> primavera. La aurora ha disipado las tinieblas<br />

<strong>de</strong> la noche, preparando la llegada <strong>de</strong>l Astro Rey que, lentamente, va asomándose<br />

por entre las azuladas aguas <strong>de</strong>l mar. Las avecillas saludan su aparición<br />

con sus más armoniosos trinos, mientras las florecillas silvestres <strong>de</strong>spliegan<br />

la gama <strong>de</strong> sus colores y embalsaman el aire con sus perfumes...<br />

La colina <strong>de</strong> Montjuich parece <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> su velo <strong>de</strong> neblina para<br />

recibir las caricias <strong>de</strong>l nuevo día.<br />

Todo respira vida y alegría en aquella risueña mañana <strong>de</strong> primavera...<br />

Pero allí mismo, en uno <strong>de</strong> los glacis <strong>de</strong>l castillo, frente a un pelotón <strong>de</strong> soldados,<br />

que buscan con sus fusiles el camino más directo al corazón, se yerguen<br />

tres seres que no verán el término <strong>de</strong> aquel día.<br />

Son dos hombres y una mujer. De ellos, uno tiene aspecto <strong>de</strong> militar. El<br />

otro manifiesta en su compostura mo<strong>de</strong>sta, en su resignación con que levanta<br />

su mirada al cielo, en la postura <strong>de</strong> sus manos, cruzadas sobre el pecho, que es<br />

un Ministro <strong>de</strong> Dios.<br />

La mujer, junto al militar, le abraza convulsa. Son esposos. El sacerdote<br />

acaba <strong>de</strong> ben<strong>de</strong>cir su unión; es su postrer acto <strong>de</strong> apostolado.<br />

El oficial que manda el piquete levanta su sable. Los dos esposos le escupen<br />

en el rostro su <strong>de</strong>sprecio y su odio.<br />

El sacerdote, calla y reza.<br />

Suena la <strong>de</strong>scarga y los tres cuerpos caen acribillados, retorciéndose entre<br />

las últimas convulsiones, mientras <strong>de</strong> sus pechos brotan borbotones <strong>de</strong> sangre<br />

cálida.<br />

El oficial se aproxima, y junto a las sienes <strong>de</strong> los caídos, dispara el tiro<br />

<strong>de</strong> gracia.<br />

Y mientras los soldados, terminada su misión —que en este caso es un<br />

crimen y un sacrilegio— se alejan lentamente, los tres cadáveres quedan tendidos<br />

sobre el césped, cara al Sol, que en aquel momento se apresura a levantarse<br />

<strong>de</strong> su lecho <strong>de</strong> espumas para besar la frente <strong>de</strong> aquellos héroes que<br />

acaban <strong>de</strong> ofrecer generosamente su vida por Dios y por España.<br />

Era el 26 <strong>de</strong> Abril <strong>de</strong> 1938. La Congregación Salesiana celebraba la festividad<br />

<strong>de</strong> su santo Fundador. Y éste recogía en sus brazos a uno <strong>de</strong> sus hijos<br />

más ejemplares y virtuosos, para trasladarle a la Gloria.<br />

26.—<strong>Lauros</strong> y Palmas.<br />

401


Se llamaba don Julio Junyer Pa<strong>de</strong>rn. Tenía cuarenta y cuatro años.<br />

Su muerte pone digno broche <strong>de</strong> oro a la gloriosa corona <strong>de</strong> nuestros Mártires.<br />

LA DETENCIÓN<br />

Quien conociera a don Julio, con su carácter más bien tímido y retraído,<br />

casi miedoso, no podría explicarse la extraordinaria actividad que <strong>de</strong>splegaba<br />

en Gerona, en los últimos tiempos. Guiado tan sólo por su espíritu <strong>de</strong> caridad,<br />

jamás se negaba a ejercer el santo ministerio, aun con peligro <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>scubierto<br />

y a sabiendas <strong>de</strong> las consecuencias que <strong>de</strong> este <strong>de</strong>scubrimiento se <strong>de</strong>rivaban.<br />

Don<strong>de</strong> había una necesidad, allí acudía don Julio, sea a confesar, bien<br />

a llevar la Sagrada Comunión, o a prestar su obra <strong>de</strong> sacerdote, como consejero,<br />

como guía, o como amigo.<br />

Se ganaba la vida dando clases particulares a niños <strong>de</strong> familias tachadas<br />

públicamente <strong>de</strong> fascistas, y esto sin temor alguno. Había tomado a su cargc<br />

el auxiliar espiritualmente a varias comunida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> religiosas dispersas, a algunas<br />

<strong>de</strong> las cuales daba también clases particulares; <strong>de</strong> Álgebra, a fin <strong>de</strong> que<br />

pudieran ganarse el sustento.<br />

Ayudaba al señor Mestre en sus gestiones en favor <strong>de</strong> quienes <strong>de</strong>seaban<br />

pasar la frontera para dirigirse a la.España Nacional; y en la última expedición,<br />

él fue quien administró los auxilios espirituales a los que marchaban,<br />

antes <strong>de</strong> empren<strong>de</strong>r el viaje.<br />

Con el fin <strong>de</strong> ayudarle en sus primeros pasos por la España <strong>de</strong> Franco,<br />

entregó una carta <strong>de</strong> recomendación para el limo, señor Obispo <strong>de</strong> Pamplona<br />

a uno <strong>de</strong> los expedicionarios, el ingeniero alicantino don Daniel Hernán<strong>de</strong>z,<br />

siendo esta carta la que motivó la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> don Julio, su proceso y al fin<br />

su glorioso martirio.<br />

Conducido don Julio a Barcelona junto con los expedicionarios <strong>de</strong>tenidos<br />

en la frontera, fueron todos puestos a disposición <strong>de</strong>l tribunal que entendía en<br />

<strong>de</strong>litos <strong>de</strong> «espionaje y alta traición» y que actuaba en el Palacio <strong>de</strong> Justicia.<br />

Apenas, se enteraron los Salesianos <strong>de</strong> Barcelona <strong>de</strong> la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> don<br />

Julio, don Nemesio Delgado y sus compañeros, se apresuraron a visitarlos, con<br />

las <strong>de</strong>bidas cautelas; y se procuró que no les faltase la necesaria asistencia. A<br />

este fin se ofrecieron generosamente la señora doña Teresa Viñolas, que ya<br />

había cuidado anteriormente al clérigo don Nemesio Delgado durante su estancia<br />

en la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo, y la benemérita familia Borri, que igualmente había<br />

<strong>de</strong>mostrado su afecto por los Salesianos cuando estuvieron anteriormente en<br />

la cárcel.<br />

Esta abnegada y caritativa familia se encargó ahora <strong>de</strong>l cuidado <strong>de</strong> don<br />

Julio y <strong>de</strong>l ingeniero señor Hernán<strong>de</strong>z, que, por tener la familia en Alicante,<br />

carecía en Barcelona <strong>de</strong> parientes y conocidos.<br />

EL PROCESO Y LA SENTENCIA<br />

Habían ido <strong>de</strong>sapareciendo poco a poco las patrullas <strong>de</strong> control. Ahora,<br />

paira dar ante las naciones civilizadas la impresión <strong>de</strong> que se obraba <strong>de</strong> acuerdo<br />

con las leyes, ya funcionaban los tribunales; pero el espíritu que animaba a<br />

402


éstos era el mismo que dirigía las matanzas llevadas a cabo por los milicianos<br />

más o menos controlados.<br />

A primeros <strong>de</strong> Marzo se inició el proceso contra los <strong>de</strong>tenidos. Al abogado<br />

<strong>de</strong>fensor no le permitieron ni siquiera <strong>de</strong>splegar los labios para <strong>de</strong>mostrar la<br />

inconsistencia <strong>de</strong> las acusaciones formuladas contra don Julio. Éste proclamaba<br />

su inocencia y pedía se probase claramente su culpabilidad, ya que no había<br />

intervenido en absoluto en la preparación <strong>de</strong> la fracasada expedición, limitándose<br />

tan sólo a prestar auxilios espirituales a los expedicionarios.<br />

Pero precisamente por esto, por su condición <strong>de</strong> sacerdote, atraía especialmente<br />

sobre sí el odio <strong>de</strong> sus jueces.<br />

A últimos <strong>de</strong> Marzo se dictó la sentencia: por ella eran con<strong>de</strong>nados a<br />

muerte don Julio Junyer, el ingeniero don Daniel Hernán<strong>de</strong>z y el joven José<br />

Vitlloch, mientras el clérigo don Nemesio Delgado, gracias a que su documentación<br />

<strong>de</strong>claraba tener diecisiete años, era con<strong>de</strong>nado tan sólo a quince años<br />

<strong>de</strong> prisión correccional.<br />

EN LA CÁRCEL<br />

Durante los tres meses que don Julio estuvo en la Mo<strong>de</strong>lo, refiere su compañero<br />

<strong>de</strong> celda don Nemesio Delgado, fue siempre el sacerdote ejemplar y<br />

piadoso que sabía hacerse querer y respetar <strong>de</strong> todos. Su vida era una continua<br />

preparación para la muerte, a cuyo pensamiento se había acostumbrado. No<br />

la temía, antes bien, la veía llegar resignado y sereno.<br />

Cuando íbamos algunos salesianós a visitarle a la cárcel y le animábamos<br />

con la esperanza <strong>de</strong>l indulto, ya que se trabajaba activamente en ello, repetía<br />

invariablemente:<br />

-—No temo la muerte. Pero que conste, que si muero es tan sólo por ser<br />

sacerdote y no por haber cometido ningún <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> espionaje que se me<br />

atribuye.<br />

Ésta era su preocupación: que no se confundiera su muerte con la <strong>de</strong> un<br />

patriota más; él quería que su muerte presentara ante los ojos <strong>de</strong> sus hermanos<br />

el verda<strong>de</strong>ro aspecto: muerte por Dios, recibida tan sólo por ser ministro <strong>de</strong><br />

Dios y en odio al Sacerdocio. Sólo así aceptaba <strong>de</strong> buena gana el sacrificio que<br />

el Señor le exigía.<br />

Por parte <strong>de</strong> los Salesianós se hizo todo lo posible a fin <strong>de</strong> arrancar <strong>de</strong> las<br />

garras <strong>de</strong> dicho tribunal a nuestros queridos hermanos; pero fue en vano. Una<br />

vez pronunciada la sentencia no había más recurso que implorar el indulto,<br />

y a este fin trabajó incansablemente el entonces Superior <strong>de</strong> los Salesianós <strong>de</strong><br />

Barcelona, Rvdo. don Guillermo Viñas. Le ayudaron en su humanitaria labor<br />

varios cooperadores salesianós, especialmente don Erasmo Imbert, que le acompañó<br />

siempre en sus fatigosas y a menudo peligrosas gestiones.<br />

Dejemos al Padre Viñas la relación <strong>de</strong> sus activida<strong>de</strong>s a este respecto.<br />

RECOMENDACIONES PROVIDENCIALES<br />

«En aquellos tiempos, no recuerdo por qué conducto, llegaron a mis manos<br />

dos tarjetas <strong>de</strong> recomendación: una para el señor Irujo, ex ministro <strong>de</strong> Justicia <strong>de</strong><br />

la República, y otra para el Gobernador General rojo <strong>de</strong> Aragón. Mi i<strong>de</strong>a<br />

404


era la <strong>de</strong> servirme <strong>de</strong> aquellas altas recomendaciones para conseguir la liberación<br />

<strong>de</strong> los salesianos que aún entonces estaban <strong>de</strong>tenidos en la cárcel o se<br />

hallaban en campos <strong>de</strong> concentración, con<strong>de</strong>nados a trabajos forzados.<br />

Una mañana, a últimos <strong>de</strong> Marzo, leyendo la prensa roja, veo con gran<br />

emoción que entre los con<strong>de</strong>nados a muerte por el Tribunal <strong>de</strong> Espionaje y<br />

Alta Traición, figuraba nuestro querido don Julio Junyer, juntamente con el<br />

ingeniero don Daniel Hernán<strong>de</strong>z y otros varios compañeros <strong>de</strong> la fracasada<br />

expedición.<br />

Inmediatamente puse el asunto en manos <strong>de</strong> María Auxiliadora, haciendo<br />

rezar, a este fin, a los salesianos que encontraba y a las buenas personas que<br />

nos favorecían. En compañía <strong>de</strong>l señor Borri fui a ver al abogado <strong>de</strong>fensor,<br />

el cual dijo que si no se conseguía la mediación <strong>de</strong> alguna alta personalidad<br />

roja que intercediera en favor <strong>de</strong> los con<strong>de</strong>nados, no había salvación posible.<br />

Entonces, recordando las tarjetas <strong>de</strong> recomendación que provi<strong>de</strong>ncialmente<br />

habían llegado a mis manos días antes, le dije:<br />

—¿Y si yo mismo me presentara a Irujo y le expusiera el caso, implorando<br />

su influencia?<br />

—Si consiguiera la mediación <strong>de</strong> Irujo .—contestó—, es casi seguro que<br />

obtendría el indulto.<br />

Con esta esperanza me dispuse a visitar al ex ministro.<br />

Pero juzgando pru<strong>de</strong>nte tomar antes todas las precauciones que dictaban las<br />

circunstancias en que nos hallábamos, busqué una persona que hiciera <strong>de</strong> intermediario<br />

entre nosotros e Irujo, y que, al mismo tiempo que poseyera nuestra<br />

absoluta confianza, gozara también <strong>de</strong> la amistad <strong>de</strong>l ex ministro. Dicha persona<br />

preguntóle si tendría inconveniente en recibir al Superior <strong>de</strong> los Salesianos,<br />

que quería hablarle con urgencia <strong>de</strong> un asunto <strong>de</strong> la mayor importancia.<br />

Contestó fijando la hora <strong>de</strong> la entrevista para el mediodía siguiente.<br />

A la hora fijada me recibía en su <strong>de</strong>spacho. Me acompañaba el Presi<strong>de</strong>nte<br />

<strong>de</strong> los Cooperadores, don Erasmo Imbert.<br />

—'Traigo —le dije al ex ministro— una tarjeta <strong>de</strong> presentación, que por<br />

ser <strong>de</strong> la familia y <strong>de</strong> la otra zona, me ha parecido pru<strong>de</strong>nte entregársela en sus<br />

propias manos.<br />

La abre y exclama con sorpresa y alegría:<br />

— ¡Es <strong>de</strong> mi hija! Dígame, Padre, en qué puedo servirle.<br />

Se le veía animado <strong>de</strong> las mejores disposiciones.<br />

—Se trata —le dije'— <strong>de</strong> arrancar <strong>de</strong> las garras <strong>de</strong> la muerte a un Padre<br />

Salesiano, con<strong>de</strong>nado a muerte por el Tribunal <strong>de</strong> Espionaje.<br />

Y le expliqué <strong>de</strong>talladamente el caso. Al mismo tiempo le supliqué extendiera<br />

el mismo favor a los <strong>de</strong>más compañeros <strong>de</strong> infortunio. A continuación le<br />

entregué la solicitud <strong>de</strong> indulto para los con<strong>de</strong>nados, en nombre <strong>de</strong> la Congregación<br />

Salesiana, <strong>de</strong>dicada a la enseñanza <strong>de</strong>l obrero, y en nombre también<br />

<strong>de</strong> centenares <strong>de</strong> niños instruidos y educados por el virtuoso y sabio sacerdote<br />

con<strong>de</strong>nado.<br />

Recibió aquel escrito, reflejando en su semblante la mejor voluntad <strong>de</strong><br />

aten<strong>de</strong>rme. Se notaba claramente la contrariedad que le causaban las continuas<br />

con<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> sacerdotes. Aquello era una gota más; quizá la que hiciera rebosar<br />

el vaso.<br />

Había dimitido su cargo hacía poco; pero me dijo que el nuevo ministro,<br />

hechura suya, era como él mismo. Por consiguiente, actuaría con rapi<strong>de</strong>z, e<br />

incluso se impondría, en caso necesario.<br />

405


Inmediatamente se puso en acción: llamadas urgentes <strong>de</strong> teléfono, aviso a<br />

los secretarios, mecanógrafas, ór<strong>de</strong>nes terminantes a unos y a otros. Lo importante<br />

era impedir a toda costa que se llevase a cabo la inmediata ejecución<br />

<strong>de</strong> la sentencia. Había que ganar tiempo; y si conseguíamos que se diera largas<br />

al asunto, estaban virtualmente salvados.<br />

—Tengo mucho interés en ello —repetía al final <strong>de</strong> cada conferencia o <strong>de</strong><br />

cada llamada telefónica.<br />

Salimos <strong>de</strong> la entrevista con Irujo muy optimistas. Cada día hojeábamos<br />

la prensa <strong>de</strong> la mañana y <strong>de</strong> la noche para ver si había sido concedido el suspirado<br />

indulto, pero temerosos a la vez <strong>de</strong> que nos sorprendiera la noticia <strong>de</strong><br />

la ejecución.<br />

JUGARRETA INDIGNA<br />

Por aquellos días, el 5 <strong>de</strong> Abril, hubo una <strong>de</strong> aquellas crisis fulminantes<br />

tan pródigas en el Gobierno rojo, y vino González Peña, el vedugo <strong>de</strong><br />

Asturias. Todos temblamos por los con<strong>de</strong>nados. Hicimos llegar nuestros temores<br />

al mismo Irujo. Éste trató <strong>de</strong> confirmarnos en las anteriores esperanzas y<br />

siguió trabajando el asunto con interés. Pudimos leer, incluso, una carta <strong>de</strong><br />

Peña a Irujo en la que prometía «hacer todo lo humanamente posible por contentarle».<br />

El día 26 <strong>de</strong> Abril fuimos a visitar <strong>de</strong> nuevo al abogado, el cual nos dijo,<br />

rebosando satisfacción:<br />

—En el Consejo <strong>de</strong> Ministros <strong>de</strong> hoy se tratará <strong>de</strong>l indulto <strong>de</strong> don Julio<br />

y sus compañeros. No tengo duda alguna <strong>de</strong> que será aprobado.<br />

Esta esperanza nos alentó durante todo el día. Los periódicos <strong>de</strong> la noche<br />

no traían referencia <strong>de</strong>l Consejo por no haber alcanzado la información.<br />

Al día siguiente, al tener en nuestras manos el periódico, buscamos con<br />

avi<strong>de</strong>z la información; nada interesante. De pronto llama nuestra atención la<br />

acostumbrada gacetilla. En caracteres <strong>de</strong>stacados se leía: «Cumplimiento <strong>de</strong><br />

la Justicia Republicana. Ayer, en Montjuich, fueron fusilados cuatro fascistas<br />

por <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> espionaje.» Y luego, con caracteres ordinarios, seguía:<br />

«Ayer por la mañana, en el glacis <strong>de</strong>l castillo <strong>de</strong> Montjuich, fue cumplida<br />

la sentencia <strong>de</strong> muerte dictada por el Tribunal <strong>de</strong> Alta Traición y Espionaje,<br />

en la causa seguida contra los fascistas Julio Junyer Pa<strong>de</strong>rn, Rene Maurice<br />

Van Mollendorf y María Mira Cal<strong>de</strong>rón, con<strong>de</strong>nados últimamente por <strong>de</strong>lito<br />

<strong>de</strong> espionaje. (Treball, día 27 <strong>de</strong> Abril <strong>de</strong> 1938.)»<br />

No hay que <strong>de</strong>cir la consternación que nos produjo esta noticia. De la manera<br />

más artera y cruel los verdugos rojos se habían apresurado a ejecutar<br />

por la mañana a su presa, para colocar al Ministerio ante los hechos consumados,<br />

temerosos <strong>de</strong> que por la tar<strong>de</strong> se les concediera el indulto.»<br />

Hasta aquí la relación <strong>de</strong>l Padre Viñas.<br />

EN CAPILLA<br />

El clérigo don Nemesio Delgado, compañero <strong>de</strong> aventuras <strong>de</strong> don Julio, y<br />

que compartía su celda en la cárcel, nos ha <strong>de</strong>jado interesantísimos <strong>de</strong>talles<br />

acerca <strong>de</strong> las últimas horas <strong>de</strong> nuestro querido don Julio. Dice así:<br />

406


ximidad <strong>de</strong> la muerte. Don Julio toma parte en la conversación, asintiendo a<br />

nuestras sentencias. A ratos parece abstraído. Únicamente se anima cuando<br />

el comentario gira acerca <strong>de</strong>l martirio. La muerte recibida por ser sacerdote y<br />

por odio a la Religión es un verda<strong>de</strong>ro martirio. Este pensamiento le consuela.<br />

Lo mismo cuando insistimos en la resignación a la voluntad <strong>de</strong> Dios. Él sabe<br />

por qué ha dispuesto las cosas <strong>de</strong> esta manera. A nosotros no nos queda sino<br />

repetir las palabras <strong>de</strong> Jesús en el Huerto <strong>de</strong> los Olivos: «Si no pue<strong>de</strong> pasar<br />

<strong>de</strong> Mí este cáliz sin que lo apure, hágase tu santa voluntad.»<br />

Interrumpe nuestra conversación el silbido <strong>de</strong> las sirenas. Alarma aérea.<br />

El jefe nos obliga a bajar a la galería. Sólo queda con don Julio el Padre<br />

Estrada. Estos momentos los aprovecha para reconciliarse, con el fervor que<br />

es <strong>de</strong> suponer en un alma tan piadosa como la suya y en trance tan solemne<br />

como aquél. A continuación recibe la Santa Comunión, que le administra el<br />

mismo sacerdote. Luego se abstrae en íntimo coloquio con Jesús. El Pan <strong>de</strong> los<br />

Fuertes le <strong>de</strong>vuelve la energía y le proporciona la resignación y la fuerza para<br />

sufrir lo que Dios disponga.<br />

Después <strong>de</strong> una hora, pasada la alarma, volvimos a hacer compañía a don<br />

Julio. Esta vez llevamos a prevención unas velas para no tener que bajar <strong>de</strong><br />

nuevo a la galería en caso <strong>de</strong> alarma.<br />

Don Julio presentaba un aspecto tranquilo y sereno. Su carácter era más<br />

bien retraído que vivaz; pero sus palabras reflejaban la tranquilidad <strong>de</strong> su<br />

espíritu y el pleno dominio <strong>de</strong> todos sus nervios.<br />

GRATITUD Y RECUERDO<br />

En cierto momento la conversación recayó sobre los generosos bienhechores<br />

que tan solícitamente le habían atendido durante su estancia en la cárcel. Se<br />

acordaba <strong>de</strong> todos, uno por uno, y me encargaba que cuando me fuera posible<br />

les comunicara que en sus últimos momentos se acordaba y pedía por ellos.<br />

Quiso <strong>de</strong>spedirse por carta <strong>de</strong> sus familiares y principales bienhechores. El<br />

primer pliego lo dirigió a su primo Francisco, encargándole ocultara la fatal<br />

noticia a sus amados padres todo el tiempo que le fuera posible. La segunda<br />

carta iba dirigida a la familia Borri, que con tanto cariño le había atendido<br />

en la cárcel. Junto a la fecha escribió: (Festividad <strong>de</strong> San Juan Bosco.)<br />

Comentamos por unos momentos la coinci<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> ir al Paraíso precisamente<br />

el mismo día que la Congregación Salesiana celebraba la fiesta <strong>de</strong> su<br />

Santo Fundador y consi<strong>de</strong>ramos esta circunstancia como una <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong> la<br />

Divina Provi<strong>de</strong>ncia. De aquí pasamos a hablar <strong>de</strong> los Superiores Mayores, <strong>de</strong><br />

los hermanos ausentes, <strong>de</strong> la Congregación Salesiana. mostrándose orgulloso<br />

<strong>de</strong> pertenecer a ella. Terminó diciendo que ofrecía gustoso su vida por el término<br />

<strong>de</strong> la guerra y por el triunfo <strong>de</strong> nuestra Santa Religión.<br />

A primeras horas <strong>de</strong> la mañana se oyeron <strong>de</strong> nuevo las sirenas <strong>de</strong> alarma.<br />

Aleccionados por la experiencia anterior no quisimos volver a la galería. Encendimos<br />

una vela y permanecimos todos juntos. Los guardias redoblaron sü<br />

vigilancia. ¡Precaución inútill /Quién pensaba en escapar?<br />

Nos pusimos a rezar el Santo Rosario. Lo recitábamos <strong>de</strong>spacio, como saboreándolo.<br />

Era el último...<br />

Al acabar la primera parte oímos voces en la celda vecina. Acababa <strong>de</strong><br />

ingresar en capilla un militar extranjero, asistido por el Padre Sola, <strong>de</strong> los<br />

408


Paúles. Según nos manifestó dicho Padre en una <strong>de</strong> las visitas que vino a<br />

hacer a don Julio, dicho militar era católico, mostraba buenas disposiciones<br />

para la muerte; pero <strong>de</strong> ninguna manera quería oir hablar <strong>de</strong> perdonar a sus<br />

verdugos. Su mujer estaba en la cárcel <strong>de</strong> mujeres y había sido igualmente<br />

con<strong>de</strong>nada a muerte, <strong>de</strong>biendo ser fusilados juntos aquel mismo día. Como no<br />

estaban casados por la Iglesia, solicitó que permitieran venir a su mujer a fin<br />

<strong>de</strong> que un sacerdote los casara según el rito católico. No se lo permitieron.<br />

Pero don Julio, según me enteré <strong>de</strong>spués, pudo unirlos con el sagrado vínculo<br />

en los fosos <strong>de</strong> Montjuich, poco antes <strong>de</strong> que se ejecutara la sentencia.<br />

LA DESPEDIDA<br />

La última parte <strong>de</strong>l Santo Rosario la rezamos a las cinco <strong>de</strong> la mañana.<br />

Nos dio luego objetos que llevaba encima: el reloj, con el encargo <strong>de</strong> hacerlo<br />

llegar a su primo- Unos guantes <strong>de</strong> lana, un lápiz y alguna otra cosita...<br />

A cada instante mirábamos el reloj. Era una verda<strong>de</strong>ra meditación sobre<br />

el tiempo. Cada minuto, cada segundo, veíamos que verda<strong>de</strong>ramente era un<br />

paso para la eternidad. Al final ya no hablábamos. Hablaban, por nosotros,<br />

nuestros ojos. ¿Para qué las palabras, si el pensamiento <strong>de</strong> todos era el mismo?<br />

A las seis y media empieza el movimiento: gentes que vienen apresuradas;<br />

ór<strong>de</strong>nes dadas con voz tajante. Nos mandan que nos retiremos...<br />

Un último abrazo, apretado. Un beso largo, en el que se mezclaron nuestras<br />

lágrimas... y luego don Julio marcha en pos <strong>de</strong> sus carceleros, con paso reposado,<br />

mientras nosotros le vemos partir, clavados en el suelo, llorando como<br />

sólo se llora en aquellos trances, y rogando por él.»<br />

EL ENTIERRO<br />

El día 27, por la mañana, cuando la prensa publicó la fatal noticia, la señora<br />

Borri, acompañada <strong>de</strong> su hija Ángeles y <strong>de</strong>l primo <strong>de</strong> don Julio, Francisco, se<br />

apresuraron a trasladarse al Cementerio para reclamar el cadáver <strong>de</strong>l mártir.<br />

Estaba en el <strong>de</strong>pósito, en una caja <strong>de</strong> pino sin pintar. Su rostro reflejaba<br />

la serenidad <strong>de</strong>l justo. La <strong>de</strong>scarga la había recibido en el pecho; junto a las<br />

sienes se advertía el fogonazo y el orificio <strong>de</strong>l tiro <strong>de</strong> gracia.<br />

Uno <strong>de</strong> los empleados <strong>de</strong>l cementerio, que había presenciado la ejecución,<br />

les refirió los últimos instantes <strong>de</strong>l santo sacerdote, <strong>de</strong> la forma arriba <strong>de</strong>scrita:<br />

mientras el militar y su mujer morían escupiendo a sus verdugos insultos e improperios,<br />

don Julio, con las manos cruzadas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l pecho, y con los ojos<br />

y el corazón elevados al cielo, oraba <strong>de</strong>votamente.<br />

Francisco y la señora Borri pidieron permiso para recoger algunas cosas<br />

que sirvieran <strong>de</strong> recuerdo, pero no les fue permitido. Habían encargado un<br />

ataúd <strong>de</strong>cente, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> trasladar a él el cadáver <strong>de</strong> don Julio, le dieron<br />

sepultura en un nicho que previamente habían adquirido.<br />

Esperamos que bien pronto sean trasladados estos sagrados restos con la<br />

solemnidad que el caso requiere, a un digno panteón, ya que <strong>de</strong> tan pocos salesianos<br />

martirizados nos ha sido dado conservar los <strong>de</strong>spojos mortales.. Sean<br />

los suyos el símbolo <strong>de</strong> todos nuestros mártires y su tumba nos sirva <strong>de</strong> ardiente<br />

foco en don<strong>de</strong> se avive y acreciente nuestro <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> vivir y <strong>de</strong> morir<br />

como vivieron y murieron nuestros mártires: Por Dios y por España.<br />

409


LAS HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA<br />

Nos parecería incompleta la Crónica <strong>de</strong> nuestras Casas si no la termináramos<br />

con una breve relación <strong>de</strong> lo acaecido a las beneméritas religiosas Hijas<br />

<strong>de</strong> María Auxiliadora, hermanas nuestras por ser hijas <strong>de</strong>l mismo Santo Fundador<br />

y hermanas también por el espíritu que las anima en su ardua labor<br />

educadora.<br />

También ellas se vieron perseguidas; también vieron sus asilos <strong>de</strong>struidos<br />

o incendiados, y también ellas —bochorno causa el <strong>de</strong>cirlo—' rindieron su tributo<br />

<strong>de</strong> sangre a la bestia roja.<br />

Si el nefando régimen que ensangrentó y arruinó nuestra Patria no hubiera<br />

cometido otros innumerables y abominables <strong>de</strong>litos, bastaría éste, el <strong>de</strong> asesinar<br />

cobar<strong>de</strong>, fría y sádicamente a in<strong>de</strong>fensas y beneméritas religiosas, para <strong>de</strong>shonrarle<br />

perpetuamente ante la faz <strong>de</strong> los pueblos que se precian <strong>de</strong> cultos y<br />

civilizados.<br />

¿Qué <strong>de</strong>lito habían cometido las pobres mujeres, víctimas <strong>de</strong> la barbarie<br />

roja, como no fuera el haber pasado su vida y sacrificado su juventud y su<br />

porvenir a la educación e instrucción <strong>de</strong> las niñas, especialmente las más pobres<br />

y <strong>de</strong>svalidas?<br />

Permítasenos, pues, referir, aunque no sea más que brevemente, las vicisitu<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> las beneméritas Hijas <strong>de</strong> María Auxiliadora en la España roja.<br />

LOS COLEGIOS<br />

Al estallar en Julio <strong>de</strong> 1936 el Glorioso Movimiento Nacional, las Hijas <strong>de</strong><br />

María Auxiliadora tenían en España veinte casas, que formaban una sola Inspectoría.<br />

Había cinco en la provincia <strong>de</strong> Barcelona; tres, en la <strong>de</strong> Valencia; dos,<br />

en Madrid; dos, en Salamanca; una, en Alicante; y siete, en Andalucía. Estas<br />

últimas y las dos <strong>de</strong> Salamanca, pasados los primeros días <strong>de</strong> confusión, pudieron<br />

reanudar normalmente sus activida<strong>de</strong>s, por haber quedado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la<br />

zona Nacional.<br />

En cambio las que quedaron en la zona roja fueron todas saqueadas, pro-<br />

413


fañadas sus capillas e incendiadas las <strong>de</strong> Barcelona, Madrid y Valencia, si<br />

bien no quedaron <strong>de</strong>l todo <strong>de</strong>struidas.<br />

Durante los dos años y medio <strong>de</strong> guerra, algunas <strong>de</strong> estas casas, que<br />

reunían inmejorables condiciones para asilos u hospitales, fueron habilitadas<br />

para estos fines; gracias a ello pudieron ser recuperadas en buen estado; algunas<br />

mejoradas, incluso, en su aspecto material. Tal sucedió, en efecto, con las<br />

casas <strong>de</strong> Alella y Llisá, que habían servido <strong>de</strong> internado para niños, y las <strong>de</strong><br />

Barcelona, Madrid, Sueca y Torrente, que fueron convertidas en escuelas.<br />

La Casa <strong>de</strong> Alicante sirvió para cárcel <strong>de</strong> mujeres y en la <strong>de</strong> Sarria se<br />

instaló la Resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Asilo <strong>de</strong> nuestra Señora <strong>de</strong>l Puerto, <strong>de</strong>pendiente<br />

<strong>de</strong>l Ayuntamiento <strong>de</strong> Barcelona.<br />

LAS HERMANAS<br />

Durante la guerra permanecieron en la zona roja más <strong>de</strong> cincuenta Religiosas<br />

Salesianas, dispersas. Algunas pudieron refugiarse en casa <strong>de</strong> sus parientes;<br />

otras pasaron el temporal sirviendo en casas particulares; dos fueron<br />

<strong>de</strong>tenidas en Valencia, al intentar trasladarse a Torrente y hubieron <strong>de</strong> permanecer<br />

seis meses en la cárcel.<br />

Las religiosas <strong>de</strong> Madrid lograron acogerse al seguro <strong>de</strong> una Embajada,<br />

<strong>de</strong> don<strong>de</strong> pudieron salir y embarcarse para Italia.<br />

De esta comunidad había dos Hermanas que se encontraban en Santan<strong>de</strong>r,<br />

al frente <strong>de</strong> una colonia veraniega escolar <strong>de</strong> niñas. Trasladadas a Barcelona<br />

a la caída <strong>de</strong>l Norte en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los Nacionales, continuaron al frente <strong>de</strong> la<br />

colonia, pasando por personas seglares, y hasta el fin <strong>de</strong> la guerra permanecieron<br />

en su puesto, respetadas por los dirigentes y queridas <strong>de</strong> las niñas. Gracias<br />

a la arriesgada misión <strong>de</strong> estas beneméritas hermanas, cumplida con extraordinaria<br />

abnegación y maravilloso tacto, se pudo ayudar a no pocas <strong>de</strong> las hermanas<br />

dispersas y necesitadas. Como la colonia era abastecida abundantemente,<br />

aun en tiempos <strong>de</strong> escasez, las buenas hermanas se servían <strong>de</strong> las circunstancias<br />

provi<strong>de</strong>nciales en que se encontraban para socorrer la precaria situación<br />

<strong>de</strong> otras religiosas necesitadas o enfermas. No sólo; cuando se enteraron <strong>de</strong><br />

que en la cárcel <strong>de</strong> Barcelona estaban encerrados varios salesianos, no <strong>de</strong>jaron<br />

<strong>de</strong> enviarles diariamente una cesta con abundantes provisiones a fin <strong>de</strong> mitigar,<br />

en lo posible, la carencia <strong>de</strong> alimentos que pa<strong>de</strong>cían. La misma caridad<br />

tuvieron para con los salesianos que se encontraban enfermos o necesitados.<br />

LA CASA INSPECTORIAL<br />

El día 17 <strong>de</strong> Julio habían llegado al Colegio <strong>de</strong> Santa Dorotea (Sarria)<br />

las hermanas <strong>de</strong> la región levantina a fin <strong>de</strong> dar comienzo a los Ejercicios Espirituales,<br />

cuya primera tanda suele comenzar en esos días. Con este motivo<br />

se habían reunido en la casa unas setenta hermanas, a las que hay que agregar<br />

un grupo <strong>de</strong> doce novicias y unas treinta niñas.<br />

A la hora <strong>de</strong> costumbre dieron comienzo los Ejercicios, predicados por el<br />

Rvdo. don Antonio Recaséns (instrucciones) y el llorado mártir don Sergio<br />

Cid (meditaciones).<br />

El día 18 transcurre tranquilo para las Hermanas, que atien<strong>de</strong>n fervorosa-<br />

414


mente a sus <strong>de</strong>beres espirituales; si bien las Superioras, avisadas por algunos<br />

amigos, se preocupan por sacar ya <strong>de</strong> su casa aquellas cosas cuya conservación<br />

interesaba <strong>de</strong> manera particular.<br />

El domingo, día 19, aumentan las llamadas telefónicas <strong>de</strong> muchas ex alumñas,<br />

que dan noticias cada vez más alarmantes <strong>de</strong> los sucesos que se <strong>de</strong>sarrollan<br />

en España, especialmente en Barcelona, aconsejando con insistencia la inmediata<br />

evacuación <strong>de</strong>l edificio. En vista <strong>de</strong> lo apurado <strong>de</strong> la situación, la Reverenda<br />

Madre Inspectora reúne su Consejo para tomar las medidas oportunas,<br />

<strong>de</strong>terminando que las Hermanas se vistan <strong>de</strong> seglar y se hallen dispuestas a<br />

salir inmediatamente en caso necesario.<br />

Después <strong>de</strong> la comida se dan las ór<strong>de</strong>nes a la Comunidad y las religiosas,<br />

con la emoción que es <strong>de</strong> suponer, abandonan sus hábitos y esperan resignadas<br />

lo que la Divina Provi<strong>de</strong>ncia quiera disponer.<br />

A las tres y media, como <strong>de</strong> costumbre, se dirigen a la capilla para el rezo<br />

<strong>de</strong> las Vísperas e Instrucción. Todas, las Hermanas y las Novicias, se reúnen<br />

ante el Sagrario, don<strong>de</strong> el sacerdote les dirige unas palabras llenas <strong>de</strong> unción,<br />

y las exhorta a prepararse a recibir la Sagrada Comunión, a fin <strong>de</strong> sustraer<br />

las Sagradas Formas a posibles profanaciones y para que les sirviera <strong>de</strong> aliento<br />

y fortaleza en tan críticas circunstancias.<br />

Los ánimos se excitan, las voces tiemblan, los ojos se llenan <strong>de</strong> lágrimas.<br />

Son las cuatro y media. Se van acercando al altar; cada Hermana recibe un<br />

montoncito <strong>de</strong> Formas y se dirige a su sitio, a pedir al Huésped divino luz<br />

y aliento para el oscuro porvenir que las amenaza.<br />

Terminada la conmovedora ceremonia salen <strong>de</strong> la capilla, y cada una se<br />

apresura a recoger lo más indispensable y acu<strong>de</strong> a la portería, en don<strong>de</strong><br />

las Superioras les van <strong>de</strong>signando las compañeras y el lugar en don<strong>de</strong> han <strong>de</strong><br />

buscar refugio provisional.<br />

Las primeras en salir son las que tienen familiares en Barcelona. Luego<br />

salen las <strong>de</strong>más. Las Novicias, con un buen número <strong>de</strong> Hermanas, se acogen<br />

al domicilio <strong>de</strong>l señor Jarh, subdito alemán, el cual, a pesar <strong>de</strong> ser protestante,<br />

se ha apresurado, <strong>de</strong> acuerdo con su señora, a poner a nuestra disposición<br />

su magnífica finca, situada junto a nuestro colegio.<br />

Las últimas en salir son las Rvdas. Madres Inspectora y Directora, quedando<br />

vacía la casa poco antes <strong>de</strong> las ocho. Las niñas han sido recibidas en<br />

casa <strong>de</strong> los señores Marqueses <strong>de</strong> San Román <strong>de</strong> Ayala.<br />

INCAUTACIÓN DEL COLEGIO<br />

El martes, 21, la Generalidad se incauta <strong>de</strong>l colegio. La Rvda. Madre Directora,<br />

sor Felisa Armendáriz, solicita <strong>de</strong> las milicias que lo ocupan permiso<br />

para sacar algunas cosas <strong>de</strong> uso personal <strong>de</strong> las religiosas, a lo que acce<strong>de</strong>n<br />

sin dificultad, pero siempre vigiladas por dos milicianos, que no las <strong>de</strong>jan solas<br />

un solo instante. Por fortuna, el día anterior se habían podido sacar muchos<br />

objetos, por la puerta <strong>de</strong>l gallinero, trasladándolos a la contigua finca <strong>de</strong>l señor<br />

Jarh. Dicho señor, que ante el cariz <strong>de</strong> los acontecimientos ha creído oportuno<br />

partir para su tierra, ha autorizado a las religiosas para que sigan Ocupando<br />

su finca, en la que tan sólo ha quedado un viejo criado encargado <strong>de</strong> la custodia<br />

<strong>de</strong>l edificio.<br />

416


PRIMERAS SALIDAS<br />

El día 24 <strong>de</strong> Julio pue<strong>de</strong>n embarcar para Genova, a bordo <strong>de</strong>l «Principessa<br />

María», la Rvda. Madre Inspectora, Sor Margarita Gay, y otras seis Hermanas<br />

italianas. La generosidad <strong>de</strong>l cónsul italiano no daba para más...<br />

Las siete religiosas pudieron hacer el viaje en compañía <strong>de</strong> otros Padres<br />

salesianos italianos que también habían obtenido autorización para embarcar<br />

en dicho buque. Llegaron todos sin novedad a Genova, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> pudieron<br />

proseguir su viaje hasta Turín.<br />

Las <strong>de</strong>más Hermanas continuaron escondidas y dispersas, pasando <strong>de</strong> una<br />

casa particular a otra, según lo requerían las circunstancias <strong>de</strong> las familias,<br />

amenazadas siempre <strong>de</strong> registros y <strong>de</strong>tenciones, si se llegaba a sospechar que<br />

albergaban a religiosas o sacerdotes.<br />

Esta situación angustiosa se prolongó hasta el día 3 <strong>de</strong> Agosto, en que se<br />

recibió un telegrama, enviado por las Superioras Mayores <strong>de</strong> Turín, las cuales,<br />

advertidas por las Hermanas que acababan <strong>de</strong> llegar, y temerosas <strong>de</strong> los peligros<br />

que pudiesen correr las Hermanas en la zona roja, se apresuraron a or<strong>de</strong>nar<br />

que todas las que pudiesen saliesen cuanto antes <strong>de</strong> España para refugiarse<br />

en Italia.<br />

Este telegrama iba dirigido a Sor Carmen Xammar, Ecónoma Inspectorial,<br />

que recién operada, se encontraba aún en la clínica <strong>de</strong>l doctor Corachán, situada<br />

al lado mismo <strong>de</strong>l colegio. Por este motivo no pudo ser incluida entre<br />

las expedicionarias.<br />

Avisadas rápidamente todas las Hermanas dispersas <strong>de</strong> la provincia, se<br />

organizó la salida, procediéndose a hacer la lista <strong>de</strong> las que <strong>de</strong>bían salir. Como<br />

algunas habían ya marchado a reunirse con sus familiares, en las provincias<br />

<strong>de</strong> Valencia y Alicante, no pudieron formar parte <strong>de</strong> la expedición.<br />

LA EXPEDICIÓN<br />

Reunidas en Barcelona las Hijas <strong>de</strong> María Auxiliadora, se procedió a redactar<br />

la lista completa que <strong>de</strong>bía presentarse al Gobierno <strong>de</strong> la Generalidad,<br />

requisito indispensable para obtener la autorización. La integraban cincuenta<br />

y cinco Hermanas y diez novicias.<br />

El éxito <strong>de</strong> las gestiones para conseguir la pronta realización <strong>de</strong>l viaje se<br />

encomendó a la intercesión <strong>de</strong> la entonces Venerable Sor María Mazzarello,<br />

y el feliz resultado <strong>de</strong> las mismas comprobó que no se había invocado en vano<br />

su po<strong>de</strong>rosa mediación.<br />

Los instrumentos <strong>de</strong> que se valió para ello fueron el benemérito don Rafael<br />

Pascual Serra, nieto <strong>de</strong> la Sierva <strong>de</strong> Dios Doña Dorotea <strong>de</strong> Chopitea, y su<br />

hija Josefina, quienes, en unión <strong>de</strong> un joven mejicano, amigo <strong>de</strong> la familia,<br />

dieron todos los pasos necesarios y consiguieron las firmas <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s<br />

para po<strong>de</strong>r embarcarse toda la expedición en el «Principessa Giovanna», que<br />

zarpó <strong>de</strong> Barcelona el 7 <strong>de</strong> Agosto, rumbo a Genova.<br />

El joven mejicano antes citado se había afiliado a las milicias, con el único<br />

fin <strong>de</strong> salvar a cuantas religiosas pudiese, llegando, con su acertada y sorpren<strong>de</strong>nte<br />

<strong>de</strong>senvoltura, a contituirse en jefe <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las patrullas. Fue él quien<br />

se encargó <strong>de</strong> recoger, personalmente, en dos camiones, conducidos y escoltados<br />

por milicianos, a todas las religiosas salesianas; y lo mismo hizo con otro<br />

418


centenar <strong>de</strong> religiosas <strong>de</strong> distintas Ór<strong>de</strong>nes, que <strong>de</strong>bían embarcarse en el<br />

mismo buque.<br />

La noche <strong>de</strong>l 6 <strong>de</strong> Agosto la pasaron todas las salesianas en la finca <strong>de</strong>l<br />

señor Jarh, llenas <strong>de</strong> temor y angustia, presintiendo que aquélla iba a ser la<br />

noche <strong>de</strong>cisiva... No podían creer en la felicidad <strong>de</strong> embarcar sin contratiempos<br />

al día siguiente. Ninguna <strong>de</strong> ellas pudo conciliar el sueño, agitadas por los<br />

temores que les infundían las sangrientas escenas que habían presenciado o<br />

que habían oído referir durante aquellos trágicos días.<br />

Pero la Provi<strong>de</strong>ncia velaba por ellas. A las cinco <strong>de</strong> la mañana <strong>de</strong>l día 7<br />

empezaba el transporte <strong>de</strong> las religiosas al puerto; y antes <strong>de</strong> las ocho estaban<br />

todas reunidas en una vasta sala <strong>de</strong> espera <strong>de</strong> la Estación Marítima, en don<strong>de</strong><br />

permanecieron, sin ser molestadas por nadie, hasta las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Se les<br />

había encomendado muy encarecidamente que no llevasen consigo ningún<br />

objeto religioso, a fin <strong>de</strong> evitar contratiempos y disgustos cuando se les hiciese<br />

el registro antes <strong>de</strong> embarcar. Todos los <strong>de</strong>más pasajeros fueron minuciosamente<br />

registrados; pero las religiosas salesianas no fueron molestadas en lo<br />

más mínimo y pudieron penetrar en el barco sin ser sometidas a tan humillante<br />

requisito.<br />

LLEGADA A TURÍN<br />

Después <strong>de</strong> una travesía feliz llegaron a Genova, prosiguiendo en tren<br />

hasta Turín, adon<strong>de</strong> llegaron el 10 <strong>de</strong> Agosto, siendo acogidas maternalmente<br />

por las Superioras Mayores y por toda la Comunidad.<br />

Acabada la comida, tuvieron la gratísima dicha <strong>de</strong> recibir la visita <strong>de</strong>l<br />

Rector Mayor <strong>de</strong> los Salesianos, Rvdmo. don Pedro Ricaldone, y <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más<br />

Superiores <strong>de</strong>l Capítulo, que se hallaban entonces en Turín. Don Pedro, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> congratularse con ellas, les dirigió cordiales palabras <strong>de</strong> bienvenida<br />

y consuelo.<br />

Entre otras cosas les dijo que no sabía si sus expresiones <strong>de</strong>bían ser <strong>de</strong><br />

congratulación o <strong>de</strong> sentimiento. Hablando el lenguaje <strong>de</strong> la fe, convenían<br />

mejor las primeras, según el ejemplo <strong>de</strong> los Apóstoles y <strong>de</strong> los primeros cristianos,<br />

que se alegraban al ser ultrajados y perseguidos por Jesucristo; pero<br />

hablando según la naturaleza, no podía menos <strong>de</strong> participar en su dolor por<br />

cuanto estaba sucediendo en su amadísima España y por el fruto <strong>de</strong> tanto<br />

trabajo y sacrificio dispersado por el enemigo.<br />

Las exhortó, sin embargo, a la confianza, ante el pensamiento <strong>de</strong> que aquella<br />

borrasca espantosa sería para España una purificación que, como todas las<br />

re<strong>de</strong>nciones, no podía efectuarse sin <strong>de</strong>rramamiento <strong>de</strong> sangre.<br />

Y con voz velada por la emoción recordó el buen Padre a alguno <strong>de</strong> sus<br />

amadísimos hijos que por aquellos días ya habían ilustrado y seguían ilustrando<br />

con la gloria <strong>de</strong>l martirio a la Sociedad Salesiana.<br />

El Señor y la Santísima Virgen preparaban días <strong>de</strong> triunfo y <strong>de</strong> encendida<br />

fe a la noble Nación Española, que tantas págins gloriosas había escrito<br />

en la Historia <strong>de</strong>l mundo y <strong>de</strong> la Iglesia. Por eso tenía la plena confianza <strong>de</strong><br />

que las casas <strong>de</strong>struidas se volverían a edificar más hermosas que antes; los<br />

millares <strong>de</strong> jóvenes y niñas ahuyentados por el vendaval revolucionario, volverían<br />

a agruparse en torno a los Salesianos y a las Hijas <strong>de</strong> María Auxiliadora,<br />

y con los sufrimientos presentes, recibiría una mayor fecundidad el trabajo<br />

futuro.<br />

419


Terminó tan alentadoras palabras expresando su seguridad <strong>de</strong> que volvería<br />

a saludarlas <strong>de</strong> nuevo" áFr egresar a España, revestidas otra vez con su<br />

hábito religioso, alegres por reanudar con nuevo fervor y entusiasmo el trabajo<br />

abandonado. Y entretanto, las confortó con la bendición <strong>de</strong> María Auxiliadora,<br />

recibida a la sombra misma <strong>de</strong> su bendito Santuario.<br />

LAS DOS VÍCTIMAS<br />

Como hemos referido anteriormente, la Rvda. Ecónoma Inspectorial se<br />

encontraba convaleciente aún en la clínica <strong>de</strong>l doctor Corachán, por cuyo motivo<br />

no podía formar parte <strong>de</strong> la expedición. A<strong>de</strong>más, no podía <strong>de</strong>jársela abandonada,<br />

y la Rvda. Superiora,, Sor Felisa Armendáriz, se hallaba perpleja,<br />

pues le parecía muy duro pedir a dos <strong>de</strong> las Hermanas que con tanta ilusión<br />

esperaban su pronto embarque, el sacrificio <strong>de</strong> permanecer aún, y quién sabe<br />

cuánto tiempo, en el infierno rojo.<br />

Pero allanaron todas las dificulta<strong>de</strong>s dos <strong>de</strong> las propias religiosas que,<br />

espontáneamente y con un espíritu <strong>de</strong> caridad heroica, se ofrecieron a quedarse<br />

para cumplir, junto a la enferma, con ese <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> amor fraterno. Ignoraban<br />

que Dios iba a premiar el generoso acto que realizaban con la inmarcesible<br />

corona <strong>de</strong>l martirio.<br />

Estas heroicas Hermanas se llamaban Sor Carmen Moreno y Sor Amparo<br />

Carbonell.<br />

La enferma se restableció rápidamente, y el día 12 <strong>de</strong> Agosto pudo abandonar<br />

la clínica, trasladándose con las futuras mártires al domicilio <strong>de</strong>l señor<br />

Jarh, en espera <strong>de</strong> que se ofreciese otra ocasión favorable para trasladarse las<br />

tres a Italia y reunirse con las <strong>de</strong>más Hermanas.<br />

Mas a medida que transcurría el tiempo, se iban haciendo cada vez más<br />

dificultosos los trámites para salir <strong>de</strong> España; y pese a sus esfuerzos y a la<br />

colaboración <strong>de</strong> numerosos amigos, no pudieron conseguir el ansiado pasaporte,<br />

viendo transcurrir los días entre continuos sobresaltos.<br />

Pero Dios, que es amoroso Padre y no abandona a los suyos cuando en<br />

Él <strong>de</strong>positan su confianza, les proporcionó, poco antes <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>tenidas, un<br />

gran consuelo, permitiendo que pudieran fortalecerse, a semejanza <strong>de</strong> los antiguos<br />

mártires, con el Pan <strong>de</strong> los Fuertes, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber purificado sus<br />

almas con el baño saludable <strong>de</strong> la Confesión.<br />

Era el día 29 <strong>de</strong> Agosto. Por intervención <strong>de</strong> una Antigua Alumna <strong>de</strong>l<br />

Colegio <strong>de</strong> Sepúlveda, presentóse a la puerta <strong>de</strong> la casa en don<strong>de</strong> se hallaban<br />

las tres religiosas un anciano sacerdote jesuíta, disfrazado <strong>de</strong> campesino, en<br />

mangas <strong>de</strong> camisa y con un cesto <strong>de</strong> tomates en el brazo, ofreciendo su mercancía.<br />

Era la señal convenida para enten<strong>de</strong>r que era un sacerdote que les<br />

traía la Sagrada Comunión.<br />

Entrando en casa, reunió a las Hermanas y les hizo una breve, pero fervorosa<br />

exhortación sobre el amor <strong>de</strong> Jesucristo hacia sus criaturas y cómo <strong>de</strong>ben<br />

éstas correspon<strong>de</strong>rle con generosidad, aceptando las mayores penalida<strong>de</strong>s, incluso<br />

la muerte, si Él se la pedía en sacrificio.<br />

Un ángel bajado <strong>de</strong>l Cielo no hubiera sido más oportuno. Después <strong>de</strong><br />

haberlas enfervorizado con palabras <strong>de</strong> santa unción, oyólas en confesión,<br />

y la Sangre <strong>de</strong> Jesús, por medio <strong>de</strong> aquel improvisado campesino, cayó copiosa<br />

sobre aquellas almas <strong>de</strong>stinadas a la gloria <strong>de</strong>l martirio.<br />

420


Antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse les confió el tesoro que llevaba: dos Formas consagradas,<br />

únicas que le quedaban <strong>de</strong> las mil que había distribuido aquella misma<br />

semana. Las instruyó acerca <strong>de</strong> la manera cómo habían <strong>de</strong> consumirlas y se<br />

<strong>de</strong>spidió, prometiendo volver a los quince días.<br />

Divididas en partículas las Santas Hostias, pudieron comulgar las tres<br />

religiosas los días 30 y 31 <strong>de</strong> Agosto.<br />

LA DETENCIÓN<br />

En la noche <strong>de</strong>l día primero <strong>de</strong> Septiembre una patrulla <strong>de</strong> milicianos, enterados<br />

<strong>de</strong> que en aquella casa residían unas monjas, encontraron ancho campo<br />

a sus sanguinarios instintos, yendo a cebar su odio antirreligioso en aquellas<br />

humil<strong>de</strong>s e in<strong>de</strong>fensas mujeres. ¿Qué mal les habían hecho aquellas inocentes<br />

religiosas? Toda su vida la habían empleado en la educación e instrucción <strong>de</strong><br />

las hijas <strong>de</strong>l pueblo; ni cabe la excusa <strong>de</strong> que se metieran en política; era simplemente<br />

el odio contra la Religión el que les impulsaba a tan infames atentados.<br />

Pue<strong>de</strong>n, pues, ambas religiosas aspirar, en puridad, al dictado <strong>de</strong> Mártires.<br />

Después <strong>de</strong> registrar durante dos horas minuciosamente toda la casa, se<br />

las llevaron <strong>de</strong>tenidas a dos Comités distintos: el uno situado en la Bonanova<br />

y el otro en la Vía Layetana.<br />

Ignoramos lo que sucedió a las dos mártires cuando cayeron en manos <strong>de</strong><br />

sus verdugos. Tan sólo la anciana religiosa, Sor Carmen Xammar, que pudo<br />

salvarse <strong>de</strong> la tragedia, nos <strong>de</strong>jó, al llegar a Turín el 12 <strong>de</strong> Septiembre, un<br />

relato <strong>de</strong>l interrogatorio a que fue sometida.<br />

Presentada <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l tribunal popular, le preguntaron:<br />

—¿Profesa usted una Religión que llaman Católica?<br />

—Sí, señor; Católica, Apostólica y Romana.<br />

—¿Es usted-religiosa?<br />

—Sí, señor.<br />

—¿Adoratriz?<br />

—'No, señor. Salesiana.<br />

•—¿Conoce usted los mandamientos <strong>de</strong> la Ley <strong>de</strong> Dios?<br />

—Perfectamente.<br />

—Uno <strong>de</strong> ellos dice: No mentirás. Luego, ¿dirá usted la verdad <strong>de</strong> todo?<br />

—Sí, señor.<br />

Y a este preámbulo siguió una serie <strong>de</strong> preguntas relacionadas con su<br />

empleo, cargos <strong>de</strong>sempeñados, resi<strong>de</strong>ncias en don<strong>de</strong> había <strong>de</strong>splegado sus activida<strong>de</strong>s<br />

y otras preguntas más o menos impertinentes a las que ella supo<br />

contestar con <strong>de</strong>senvoltura y hasta con el natural gracejo que le era propio,<br />

con lo que tal vez se ganara su simpatía y les convenciera <strong>de</strong> que no constituía<br />

ningún peligro para la paz <strong>de</strong>l pueblo.<br />

Puesta en libertad, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dos días <strong>de</strong> <strong>de</strong>tención, los milicianos la<br />

entregaron a su propia familia. A pesar <strong>de</strong> su reciente enfermedad y <strong>de</strong> las<br />

emociones subsiguientes a su <strong>de</strong>tención, la animosa y ejemplar religiosa reanu~<br />

dó inmediatamente sus gestiones para salir <strong>de</strong> España. A este fin inscribió su<br />

nombre y el <strong>de</strong> sus dos compañeras —cuya suerte ignoraba aún— en una<br />

expedición compuesta <strong>de</strong> más <strong>de</strong> un millar <strong>de</strong> religiosas <strong>de</strong> distintas comunida<strong>de</strong>s,<br />

que salió <strong>de</strong> Barcelona el 10 <strong>de</strong> Septiembre, rumbo a Italia.<br />

Esta expedición fue la última y tal vez la más peligrosa, pues los milicia-<br />

423


nos, pesarosos <strong>de</strong> que se les escapasen tantas víctimas, se negaban a <strong>de</strong>jarlas<br />

salir, amenazando incluso con hundir el barco; mas afortunadamente éste pudo<br />

zarpar el día antedicho y nuestra buena Hermana llegaba a Turín el día<br />

12 <strong>de</strong> Septiembre.<br />

Allí, recibida cariñosamente y agasajada por las Hermanas, encontró el<br />

reposo que su alma necesitaba; pero su cuerpo, minado por la reciente enfermedad<br />

y las trágicas escenas vividas, fue consumiéndose lentamente hasta rendir<br />

el alma a Dios el día <strong>de</strong> Todos los Santos.<br />

EL MARTIRIO<br />

Las otras dos Hermanas, según refirió Sor Carmen Xammar, previeron<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> un principio las malas intenciones <strong>de</strong> sus verdugos, por lo que no cesaron<br />

<strong>de</strong> rezar y <strong>de</strong> prepararse a la muerte, aun en medio <strong>de</strong>l horror que, naturalmente,<br />

les producía.<br />

Dios, que sabe compren<strong>de</strong>r nuestras flaquezas y acudir en auxilio <strong>de</strong> los<br />

que le invocan, les daría la conformidad y resignación necesarias para recibir<br />

el golpe mortal que había <strong>de</strong> abrirles las puertas <strong>de</strong>l Paraíso.<br />

La madrugada <strong>de</strong>l 6 <strong>de</strong> Septiembre fueron sacadas <strong>de</strong> su calabozo y conducidas<br />

al Hipódromo, y recibieron, por medio <strong>de</strong> unos disparos a quemarropa,<br />

la doble y gloriosa corona <strong>de</strong> la virginidad y <strong>de</strong>l martirio.<br />

El mismo día, a la una <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, sus cadáveres ingresaban en el Hospital<br />

Clínico, en don<strong>de</strong> constan las fichas <strong>de</strong> ingreso, redactadas en esta forma:<br />

4676. Una mujer. Proce<strong>de</strong> <strong>de</strong>l Hipódromo. Talla alta, <strong>de</strong> unos cincuenta<br />

y cinco años, gruesa, vestida <strong>de</strong> negro. Ropas marcadas: S(or) Moreno C(armen).<br />

Presenta una herida por arma <strong>de</strong> fuego con orificio <strong>de</strong> entrada en la<br />

región temporal izquierda y salida por el temporal <strong>de</strong>recho. Diagnóstico: Hemorragia<br />

cerebral traumática.<br />

4677. Una mujer, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Hipódromo. De unos cuarenta años. Talla<br />

regular. Gruesa. Viste traje claro. Presenta una herida por arma <strong>de</strong> fuego en<br />

la región supraciliar izquierda y otra en el cuello. Diagnóstico: Hemorragia<br />

cerebral traumática.<br />

La trágica concisión <strong>de</strong> estos partes nos dará una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> los últimos momentos<br />

<strong>de</strong> estas dos religiosas, oscuras víctimas entre tantas como fueron inmoladas<br />

por los rojos. Oscuras, digo, a los ojos <strong>de</strong> los hombres, pero no a los<br />

<strong>de</strong> Dios, que aceptó, complacido, su sacrificio y lo premió generoso.<br />

Toda su vida religiosa fue una preparación remota para la muerte. Observancia,<br />

trabajo, sacrificio. He aquí el camino por el que llegaron a su glorioso<br />

<strong>de</strong>stino.<br />

Sor Carmen Moreno fue muchos años Directora, y <strong>de</strong>ja tras sí un recuerdo<br />

imborrable <strong>de</strong> bondad afectuosa y expansiva, que le granjeó el cariño <strong>de</strong> las<br />

Hermanas y el afecto <strong>de</strong> las niñas.<br />

Sor Amparo Carbonell, piadosa y trabajadora, será recordada especialmente<br />

por su espíritu <strong>de</strong> sacrificio <strong>de</strong>rrochado día tras día en el <strong>de</strong>sempeño <strong>de</strong> sus<br />

humil<strong>de</strong>s ocupaciones.<br />

Ambas religiosas inician el Martirologio <strong>de</strong> las Hijas <strong>de</strong> María Auxiliadora.<br />

Que su recuerdo sea guía y acicate para todas sus hermanas <strong>de</strong> Religión, a<br />

fin <strong>de</strong> que, imitando sus virtu<strong>de</strong>s, especialmente la heroica caridad que las<br />

llevó al martirio, las imiten también, si no en el sacrificio cruento, sí en el<br />

incruento <strong>de</strong> la mortificación cotidiana.<br />

424


GLORIFICACIÓN DE NUESTROS MÁRTIRES<br />

La mayor parte <strong>de</strong> nuestros Mártires fueron asesinados alevosamente en<br />

la clan<strong>de</strong>stinidad, sin que se pudieran recuperar sus sagrados <strong>de</strong>spojos. Eran<br />

esas víctimas anónimas que todos los días aparecían en las cunetas <strong>de</strong> las carreteras<br />

o en las proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los lugares escogidos por los facinerosos<br />

rojos para cometer impunemente sus crímenes.<br />

Por este motivo no nos ha sido dable recuperar sus restos. Y por consiguiente,<br />

no les hemos podido rendir aquellos honores que son <strong>de</strong>bidos a los<br />

que dan la vida por los grandiosos i<strong>de</strong>ales <strong>de</strong> la Fe y <strong>de</strong> la Patria.<br />

Una consoladora excepción han constituido las víctimas <strong>de</strong> Valencia, que,<br />

afortunadamente, pudieron ser localizadas gracias a los Registros <strong>de</strong>l cementerio,<br />

y una vez terminada la victoriosa guerra <strong>de</strong> Liberación, pudieron exhumarse<br />

para rendirles el merecido tributo <strong>de</strong> veneración.<br />

Las gestiones <strong>de</strong> don Vicente Ballester, encargado por el llorado don Julián<br />

Massana <strong>de</strong> esta tarea, dieron por resultado la i<strong>de</strong>ntificación <strong>de</strong> cinco <strong>de</strong> nuestros<br />

hermanos, los que fueron asesinados el día <strong>de</strong> la Inmaculada <strong>de</strong> 1936<br />

en el Pica<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Paterna, a poco <strong>de</strong> ser sacados <strong>de</strong> la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo. Se<br />

pudo también i<strong>de</strong>ntificar el cadáver <strong>de</strong>l Padre Calasanz.<br />

Una vez asegurados <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> los restos, los Superiores <strong>de</strong>cidieron<br />

glorificar <strong>de</strong>bidamente a estos héroes <strong>de</strong> la Fe. mediante una manifestación<br />

pública, a la que concurrieron todas las ramas <strong>de</strong> la gran Familia Salesiana<br />

<strong>de</strong> Valencia, adhiriéndose también las Autorida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la capital y una infinidad<br />

<strong>de</strong> simpatizantes y el barrio <strong>de</strong> Sagunto en masa.<br />

De Turín vinieron, en representación <strong>de</strong>l Rvdmo. Rector Mayor, los miembros<br />

<strong>de</strong>l Capítulo Superior Rvdmos. don Pedro Berruti y don Renato Ziggiotti,<br />

que juntamente con el Excmo. e limo. Señor Obispo <strong>de</strong> Pamplona, doctor<br />

Olaechea, presidieron el acto.<br />

He aquí cómo relata la grandiosa manifestación la prensa local:<br />

EL CORTEJO<br />

Atar<strong>de</strong>cer <strong>de</strong>l día 6. En la explanada que se forma entre las góticas torres<br />

<strong>de</strong> Serranos y el puente <strong>de</strong>l mismo nombre sobre el Turia, se congrega un<br />

gran gentío.<br />

425


La guerra <strong>de</strong> liberación <strong>de</strong> España terminó hace un año. Seis <strong>de</strong> los once<br />

mártires Salesianos <strong>de</strong> Valencia han podido ser hallados, y la multitud espera<br />

la llegada <strong>de</strong> los restos gloriosos para rendirles homenaje. Expectación y tristeza<br />

en los rostros <strong>de</strong> los concurrentes; la mayoría <strong>de</strong> ellos se han formado<br />

en las Escuelas Salesianas y conocieron a los que esperan. Para dar mayor<br />

realce al acto, han llegado los tres Provinciales <strong>de</strong> España y los Directores <strong>de</strong><br />

las Casas <strong>de</strong> la Provincia Tarraconense. Todo es poco. El Consejo Superior<br />

<strong>de</strong> la Congregación ha <strong>de</strong> estar también representado, y acaban <strong>de</strong> llegar a<br />

Valencia el Prefecto General don Pedro Berruti y el Consejero Escolástico,<br />

don Renato Ziggiotti, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la estación vienen directamente a Serranos<br />

para presidir la ceremonia. Llegan los féretros, que son tomados a hombros<br />

por los Antiguos Alumnos valencianos; con ellos se disputan tal honor grupos<br />

<strong>de</strong> ex alumnos catalanes y alicantinos venidos ex profeso.<br />

Se organiza el cortejo fúnebre. Al frente, el signo <strong>de</strong>l Crucificado; los niños<br />

<strong>de</strong> las Escuelas Salesianas; coronas. Salen los féretros con filas <strong>de</strong> ex alumnos<br />

a ambos lados, impacientes por relevar a los que a hombros llevan la preciosa<br />

carga. Detrás la Presi<strong>de</strong>ncia, formada por las jerarquías <strong>de</strong> la Congregación<br />

Salesiana, Centro <strong>de</strong> Don Bosco con su ban<strong>de</strong>ra al frente, masa <strong>de</strong> ex alumnos<br />

y muchedumbre <strong>de</strong> la barriada y <strong>de</strong> Valencia toda.<br />

Hora crepuscular. La circulación urbana paralizada. El cortejo cruza el río<br />

y se interna en la larga calle <strong>de</strong> Sagunto. Espectáculo in<strong>de</strong>scriptible. Millares<br />

<strong>de</strong> colgaduras blancas con crespones en todas las casas. Enorme multitud<br />

forma línea compacta a ambos lados <strong>de</strong> la calle y hasta el Colegio Salesiano.<br />

Al paso <strong>de</strong> los féretros, súplicas fervientes. No son raras las lágrimas silenciosas.<br />

La angostura <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> Sagunto contribuye a dar al <strong>de</strong>sfile tonos <strong>de</strong><br />

estampa medieval. Gravedad en los rostros, unción religiosa, emoción en las<br />

almas. Silencio absoluto, impresionante, en los labios, en los corazones. Sólo<br />

lo turba el plañi<strong>de</strong>ro tañido <strong>de</strong> las campanas <strong>de</strong> las torres <strong>de</strong> Santa Mónica<br />

y <strong>de</strong> San Antonio Abad. Se presiente sobre la multitud la mirada, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo<br />

alto, <strong>de</strong> los Mártires, mientras sus cuerpos avanzan ya casi en penumbra.<br />

Por fin llega el cortejo a la iglesia <strong>de</strong> San Antonio. Allí aguarda, en la<br />

puerta, el Obispo Salesiano, don Marcelino Olaechea. Ha <strong>de</strong>jado su Se<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> Pamplona para tributar el postumo homenaje a sus Hermanos.<br />

En la capilla ardiente, crucero <strong>de</strong> la iglesia, frente a la imagen <strong>de</strong> María<br />

Auxiliadora, son colocados los féretros. El señor Obispo entona un responso.<br />

El Padre Provincial <strong>de</strong> la Tarraconense pronuncia breves palabras, pues la<br />

emoción no le permite más. Los Antiguos Alumnos organizan los turnos <strong>de</strong><br />

la vela hasta las diez <strong>de</strong> la mañana siguiente. Nadie quiere negar este último<br />

tributo y los turnos resultan nutridos. Noche <strong>de</strong> meditación y <strong>de</strong> <strong>de</strong>sagravio.<br />

Y entramos en el día 7 <strong>de</strong> Abril. Valencia está saturada ese día <strong>de</strong> ambiente<br />

salesiano. El señor Director <strong>de</strong> esta Casa pronunció la noche anterior, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

Radio Valencia, una vibrante alocución dirigida al pueblo valenciano, recordando<br />

la labor realizada por los Salesianos, e invitándole a los actos <strong>de</strong>l entierro<br />

y <strong>de</strong> la colocación <strong>de</strong> la primera piedra <strong>de</strong>l nuevo colegio que se va a levantar<br />

en la populosa barriada <strong>de</strong> Ruzafa.<br />

Valencia respon<strong>de</strong>. La iglesia <strong>de</strong> San Antonio sólo pue<strong>de</strong> dar cabida a una<br />

mínima parte <strong>de</strong> los que acu<strong>de</strong>n a ella; los <strong>de</strong>más se quedan en la calle, conformándose<br />

con asistir al entierro; entre ellos muchos Antiguos Alumnos que,<br />

por <strong>de</strong>ferencia, han cedido sus puestos a invitados y cooperadores.<br />

426


En sitio <strong>de</strong> honor, las Autorida<strong>de</strong>s eclesiásticas, militares y civiles y representación<br />

<strong>de</strong> ór<strong>de</strong>nes religiosas. Dan guardia <strong>de</strong> honor a los restos <strong>de</strong> los<br />

Mártires, Antiguos Alumnos pertenecientes a las milicias.<br />

Celebra la Santa Misa el Rvdmo. Prefecto General <strong>de</strong> la Congregación,<br />

Terminada, ocupa la sagrada cátedra el Rvdmo, señor Obispo <strong>de</strong> Pamplona,<br />

¿Oración fúnebre? ¡Canto <strong>de</strong> dolor y <strong>de</strong> gloria! De dolor, por los Hermanos<br />

perdidos; <strong>de</strong> gloria, por los Mártires triunfantes. Glosa su bondad, su abnegación,<br />

sus virtu<strong>de</strong>s todas. Pí<strong>de</strong>les que bendigan a los Salesianos, a Valencia, a<br />

España, Hace <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r sobre los oyentes la palabra sagrada, cálida, fraterna;<br />

penetra en sus corazones, que no pue<strong>de</strong>n reprimir su emoción, y fluyen las<br />

lágrimas, Y aún pue<strong>de</strong> el señor Obispo oficiar en el solemne responso a gran<br />

orquesta que sigue a la oración fúnebre.<br />

Se organiza la comitiva, conducidos los féretros a hombros <strong>de</strong> los ex alumnos.<br />

La calle, imponente. En contraste con la tar<strong>de</strong> anterior, la nota es <strong>de</strong><br />

brillante colorido, Sol esplendoroso; primavera levantina, ; Renacimiento!<br />

También colgaduras enlutadas en todos los balcones. Abre marcha la<br />

Guardia Municipal montada, <strong>de</strong> gran gala, <strong>de</strong>licada atención <strong>de</strong>l Excmo, señor<br />

Alcal<strong>de</strong>, que ofreció también la Banda Municipal y que no pudo asistir por<br />

aten<strong>de</strong>r a un acto oficial. Gastadores <strong>de</strong> OO, JJ-, con banda <strong>de</strong> tambores y<br />

cornetas, Gran<strong>de</strong>s coronas <strong>de</strong> flor natural, llevadas por ex alumnos. Los féretros,<br />

y <strong>de</strong>trás, en la Presi<strong>de</strong>ncia, las Autorida<strong>de</strong>s, familiares <strong>de</strong> los Mártires y<br />

personalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>stacadas. Banda <strong>de</strong> música.<br />

Sigue la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l Centro <strong>de</strong> San Juan Bosco, acompañada por gran número<br />

<strong>de</strong> Antiguos Alumnos; luego, la veterana banda <strong>de</strong> cornetas y tambores<br />

<strong>de</strong> Tabernes —muchos ex alumnos en ella— y las milicias.<br />

Pasan los restos <strong>de</strong> los Mártires frente a la puerta principal <strong>de</strong>l Colegio,<br />

Momento evocador. La mente recuerda otra escena, <strong>de</strong> una madrugada <strong>de</strong><br />

Julio, La salida, en medio <strong>de</strong> turbas envenenadas, camino <strong>de</strong>l calvario, <strong>de</strong> los<br />

que entonces triunfaron y hoy pasan ante una multitud dolorida que, con lágrimas,<br />

pi<strong>de</strong> su bendición, ¡Día <strong>de</strong> reparación y <strong>de</strong> glorificación!<br />

Desfila el cortejo gravemente; la banda <strong>de</strong> música interpreta marchas fúnebres<br />

y suenan las notas vibrantes <strong>de</strong> las cornetas y el redoble <strong>de</strong> los tambores.<br />

Estamos a la entrada <strong>de</strong>l «Barrio Obrero DON Bosco», centenar <strong>de</strong><br />

casas construidas a la sombra y amparo <strong>de</strong>l colegio.<br />

Los que lo <strong>de</strong>sconocen quedan admirados ante esa variedad <strong>de</strong> la acción<br />

salesiana y pon<strong>de</strong>ran la belleza <strong>de</strong> las viviendas construidas para Antiguos<br />

Alumnos, La petición <strong>de</strong> éstos <strong>de</strong> que <strong>de</strong>sfile por las calles <strong>de</strong>l barrio el cortejo,<br />

ha sido atendida por el señor Director; quieren rendir homenaje, con sus familias,<br />

con sus casas, a los que ayudaron a levantarlas, y quieren también recibir<br />

su bendición. Para honrarlos, han matizado <strong>de</strong> flores las calles y enlutado<br />

los balcones.<br />

Despedida <strong>de</strong>l duelo ante las Autorida<strong>de</strong>s, a la salida <strong>de</strong>l Barrio; pero la<br />

mayoría <strong>de</strong> los asistentes siguen tras los féretros y a pie los tres kilómetros<br />

que distan <strong>de</strong>l cementerio <strong>de</strong> Benimaclet.<br />

Aquí, el panteón que se acaba <strong>de</strong> construir para honrar dignamente a los<br />

mártires. Bella edificación, <strong>de</strong> traza románica. La multitud inva<strong>de</strong> el cementerio.<br />

Llega el cortejo y se canta un último responso ante los <strong>de</strong>spojos mortales <strong>de</strong><br />

los Mártires, ante los que irán a rezar alumnos, ex alumnos y futuras generaciones.<br />

El Clero <strong>de</strong> Benimaclet recibe en el cementerio a los que triunfaron<br />

para siempre. Así finaliza la mañana <strong>de</strong> un día imborrable.<br />

428


Oración fúnebre<br />

pronunciada por el Excelentísimo y Reverendísimo<br />

señor don Marcelino Olaechea<br />

salesiano, Obispo <strong>de</strong> Pamplona<br />

en elogio <strong>de</strong> los Mártires Salesianos <strong>de</strong> Valencia<br />

con motivo<br />

<strong>de</strong>l solemne traslado <strong>de</strong> sus restos<br />

-5<br />

«Mors justórum bonis est in adjutórium, malis in testimónium; ut in<strong>de</strong> réprobi<br />

sine excusatione péceant. un<strong>de</strong> electi exémplum cápiunt ut vivant.»<br />

(Sanct. Greg. in Sanct. Matthasum, cap. 10.) La muerte <strong>de</strong> los justos es auxilio<br />

para los buenos y acusación para los malos; <strong>de</strong> suerte que perezcan sin excusa<br />

los reprobos por aquello mismo que sirve a los escogidos <strong>de</strong> ejemplo <strong>de</strong> vida.<br />

Ilustrísimo Vicario General: Reverendísimos Superiores; venerables hermanos<br />

en el sacerdocio y en la Congregación Salesiana; Excmos. señores y autorida<strong>de</strong>s,<br />

que dais con vuestra presencia tanto realce a este acto, que parece<br />

fúnebre y es. en el fondo, una apoteosis; hermanos todos en Jesucristo, Rey<br />

<strong>de</strong> los Mártires.<br />

Se <strong>de</strong>spoblaba Navarra. Dejaban cantando los mozos los pueblecitos <strong>de</strong><br />

paz y amor y marchaban a pecho <strong>de</strong>scubierto, cara a la muerte, al grito<br />

<strong>de</strong>: «¡Viva Cristo Rey!»; se encendía la sangre juvenil en las venas <strong>de</strong> los<br />

hombres maduros y <strong>de</strong> los viejos, recobrando la agilidad <strong>de</strong> otrora los miembros<br />

caducos, brotaban boinas rojas en todos los lugares con la profusión <strong>de</strong><br />

las amapolas en los rubios trigales <strong>de</strong> la meseta, negaban las madres el alimento<br />

al hijo rezagado en salir con el padre y los hermanos a campaña, se abandonaban<br />

las mieses en el campo, porque mieses ya las daria Dios otro año, y<br />

España no había más que una, y se podía per<strong>de</strong>r en aquella hora; hormigueaban<br />

las carreteras <strong>de</strong>l Norte con mesnadas <strong>de</strong> voluntarios que se dirigían a la<br />

guerra alentados con la absolución sacerdotal <strong>de</strong> sus culpas y el Pan <strong>de</strong> los<br />

Fuertes. Junto a nosotros se llenaban los templos, se purificaban las almas,<br />

se acrecía el amor a Jesucristo, se redoblaban asperezas y oraciones en los<br />

claustros y se recorrían nuestras calles silenciosas por austeras procesiones<br />

<strong>de</strong> penitencia; se amaba a Dios y se tenía al sacerdote por lo que el sacerdote<br />

es: Ministro <strong>de</strong>l Señor y dispensador <strong>de</strong> los divinos misterios.<br />

La guerra, que yo vi, era guerra en <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong>l altar y <strong>de</strong>l hogar, era una<br />

<strong>de</strong> las más limpias cruzadas <strong>de</strong> la Historia. Mejor que yo, la visteis vos. Exce-<br />

430


lentísimo señor General, hijo predilecto <strong>de</strong> Navarra y espejo <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ros<br />

caballeros cristianos.<br />

Azotaban por otra parte el éter nubes <strong>de</strong> mentiras lanzadas a granel por<br />

todas las radios <strong>de</strong> la Patria, por todas las radios <strong>de</strong>l mundo; pero zigzagueaban<br />

en esas nubes rayos <strong>de</strong> luz que nos <strong>de</strong>scubrían la más espantosa verdad.<br />

En la zona roja se <strong>de</strong>struían los templos <strong>de</strong> Dios; los incendios <strong>de</strong>l 31 no eran<br />

más que las primeras antorchas <strong>de</strong> la procesión más gigantesca y sacrilega que<br />

hayan visto los siglos; se ultrajaban las vírgenes <strong>de</strong>l Señor; jalonaban las<br />

carreteras montones <strong>de</strong> cadáveres <strong>de</strong> los mejores hijos <strong>de</strong> la Iglesia y <strong>de</strong> la<br />

Patria; se daba caza al sacerdote y al religioso como a las alimañas <strong>de</strong>l bosque.<br />

Era la guerra a Dios,<br />

La Iglesia quedó sorprendida. Ella no había preparado el Movimiento; ella<br />

estaba al margen <strong>de</strong> su estallido cercano. Es verdad que se mascaba el aire<br />

<strong>de</strong> guerra, es verdad que el ambiente nacional era irrespirable, es verdad que la<br />

amenaza y el ultraje saltaba al hogar <strong>de</strong> las personas <strong>de</strong> bien y que se presentaba<br />

retadora en cada calle; pero la Iglesia seguía tranquila en su largo viacrucis,<br />

iluminando las almas, siempre dispuesta a apurar hasta las heces el<br />

cáliz <strong>de</strong> amargura que le ofrecía en su agonía espantosa el ángel <strong>de</strong> España.<br />

Me sorprendieron los primeros días <strong>de</strong>l Alzamiento Nacional convaleciente<br />

<strong>de</strong> una seria enfermedad. El cariño <strong>de</strong> los que me ro<strong>de</strong>aban procuró ahorrarme<br />

toda impresión <strong>de</strong> dolor y <strong>de</strong> tristeza; pero un día advertí una marcada señal<br />

<strong>de</strong> inteligencia en mis hermanos e inquirí con viveza la causa. Me respondieron<br />

dos sollozos. «Los rojos han asesinado en Valencia a don José Calasanz.»<br />

Callé, recogí mi espíritu, recé breve oración, elevé los ojos al cielo y<br />

dije: «Feliz <strong>de</strong> él.»<br />

La guerra se hizo larga, y su largura acució nuestras ansias por saber la<br />

suerte <strong>de</strong> los otros hermanos.<br />

¡Valencia, tierra <strong>de</strong> fertilidad, <strong>de</strong> belleza, <strong>de</strong> pasión, <strong>de</strong> piedad, <strong>de</strong> Eucaristía;<br />

tierra <strong>de</strong> santos, <strong>de</strong> misioneros y <strong>de</strong>l Mártir Vicente; nunca se podrán repetir<br />

<strong>de</strong> ti con más razón las palabras <strong>de</strong>l romancero: «Valencia, Valencia,<br />

muchos quebrantos vinieron sobre ti.» Pero sobre todos tus quebrantos flota,<br />

como una estrella en el mar <strong>de</strong>l firmamento, la corona inmarcesible y refulgente<br />

<strong>de</strong> tus mártires.<br />

Dios ha querido escribir con la sangre <strong>de</strong> una pléya<strong>de</strong> <strong>de</strong> tus mejores hijos<br />

el otro Peristephanon tan gran<strong>de</strong> y glorioso como el que escribieron Pru<strong>de</strong>ncio<br />

y Fortunato. Dios ha querido miniar con un trazo purpúreo una <strong>de</strong> las páginas<br />

más bellas <strong>de</strong> la Historia <strong>de</strong> la Iglesia.<br />

A muchas jornadas <strong>de</strong> lejanía te contemplábamos subir ja<strong>de</strong>ante la montaña<br />

<strong>de</strong> tu dolor, y vibrábamos con tus penas y tus glorias.<br />

Vibraba sobre todo tu santo Arzobispo, a quien si no dio el Señor el martirio<br />

instantáneo <strong>de</strong> la sangre, le dio el largo martirio <strong>de</strong>l espíritu: en la angustia<br />

torturadora <strong>de</strong> todos los rumores, en las lágrimas <strong>de</strong> todas las tristezas, no<br />

teniendo la suerte <strong>de</strong> morir con sus hijos ni <strong>de</strong> po<strong>de</strong>rlos consolar con su presencia,<br />

elevando <strong>de</strong> continuo los brazos a Dios, como otro Moisés, para que Él<br />

sostuviera el valor <strong>de</strong> los que luchaban en la arena y abreviara los días tremendos<br />

<strong>de</strong> la prueba.<br />

El Señor ha dispuesto conce<strong>de</strong>rle una vigorosa ancianidad para que le<br />

ro<strong>de</strong>en con mayor cariño los hijos y hermanos <strong>de</strong> los Mártires y se le ofrezcan<br />

<strong>de</strong>cididos a ser, no sólo buenos cristianos, sino verda<strong>de</strong>ros apóstoles, que a<br />

tanto nos obliga la nobleza <strong>de</strong> los muertos.<br />

431


Entre los Mártires <strong>de</strong> Valencia, los Salesianos.<br />

¿Qué voz <strong>de</strong> piedad esparció el rumor, tantas veces llegado a nuestros<br />

oídos, que los Salesianos <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> Sagunto, aunque dispersos y ocultos,<br />

vivían seguros, esperando el ansiado abrazo fraterno que un día les íbamos<br />

a dar?<br />

Cuando las tropas <strong>de</strong> España entraban en el Jardín <strong>de</strong> Valencia se <strong>de</strong>scubrió<br />

la trágica verdad» Después <strong>de</strong>l sufrimiento en la cárcel marxista, el 9 <strong>de</strong><br />

Diciembre <strong>de</strong>l 36, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Pica<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Paterna, ascendían al Cielo, agitando<br />

sus <strong>palmas</strong> <strong>de</strong> victoria, los salesianos Mártires <strong>de</strong>l barrio <strong>de</strong> Sagunto,<br />

Hermanos, no os quiero hablar <strong>de</strong> los verdugos.<br />

Hermanos, no os quiero hablar <strong>de</strong>l tormento <strong>de</strong>l cuerpo.<br />

Hermanos, os he <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> las virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los Mártires; pero en esta<br />

parte, que <strong>de</strong>be ser el nudo <strong>de</strong> mi sermón, seré breve, esperando en el silencio<br />

y la oración, la voz <strong>de</strong> la Iglesia que los ha llamado ya a todos juntos Mártires<br />

en el alto sentido <strong>de</strong> la palabra y que irá llamando uno a uno con ese<br />

nombre en tiempo no lejano.<br />

No os quiero hablar <strong>de</strong> los verdugos. No os quiero <strong>de</strong>cir su <strong>de</strong>gradación<br />

moral, <strong>de</strong>l sello <strong>de</strong> servidumbre a los vicios impreso en la carne corrompida <strong>de</strong><br />

su lujuria y <strong>de</strong> su pillaje, <strong>de</strong> su crueldad sádica, <strong>de</strong> su ironía, mejor, <strong>de</strong>l sarcasmo<br />

y blasfemia <strong>de</strong> sus labios, ni la felonía e inepcia con que <strong>de</strong>fendieron,<br />

ante los bizarros soldados <strong>de</strong> España, los falsos i<strong>de</strong>ales que <strong>de</strong>cían profesar,<br />

ni <strong>de</strong> su estupi<strong>de</strong>z y cobardía ante la muerte. Unos han pagado ya su <strong>de</strong>uda<br />

a la justicia <strong>de</strong> los hombres y han caído tal vez <strong>de</strong>snudos y temblando en las<br />

manos <strong>de</strong> Dios vivo; otros recorren la tierra con el peso <strong>de</strong> sus crímenes y el<br />

fruto <strong>de</strong> sus robos,<br />

jA cuántos comerá el remordimiento como a ese infeliz <strong>de</strong> San Miguel <strong>de</strong><br />

los Reyes que gritaba no hace muchos días: «Basta; no me recordéis más crímenes,<br />

Matadme; pero yo no era así; la culpa la tiene mi madre, a quien maldigo,»!<br />

Que la sangre <strong>de</strong> los Mártires caiga sobre el alma <strong>de</strong> todos los verdugos.<br />

No quiero hablaros <strong>de</strong>l tormento <strong>de</strong>l cuerpo; <strong>de</strong> la <strong>de</strong>scarga cerrada que lo<br />

abate a tierra, <strong>de</strong> la bala que perfora la cabeza, <strong>de</strong> la mueca terrible <strong>de</strong> la agonía,<br />

<strong>de</strong> la fosa lejana, <strong>de</strong>l montón <strong>de</strong> arcillas y <strong>de</strong> carnes, porque todo eso nada<br />

cuenta para un cristiano, y menos para el escogido por Dios para dar su vida<br />

en testimonio <strong>de</strong> la fe.<br />

«Quid est mors?», dice con energía San Agustín, «Mors est <strong>de</strong>relíctio cór~<br />

poris, <strong>de</strong>positio sárcinae gravis. Qui vult disolví et esse cum Christo non pa~<br />

tiénter móritur, sed patiénter vivit et <strong>de</strong>lectabíliter móritur.»<br />

Eso es la muerte: el abandono <strong>de</strong>l cuerpo, el librarse <strong>de</strong> una carga pesada.<br />

Quien ansia <strong>de</strong>shacerse y dar un abrazo a Cristo vive con dolor y muere con<br />

alegría. La muerte es el romperse el saco miserable que nos envuelve, para<br />

enfrentarnos con la alegría que nos espera.<br />

Os quiero hablar con brevedad <strong>de</strong> las virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los Mártires, Ellos son<br />

como lirios que florecen en la presencia <strong>de</strong> Dios y cuyo perfume <strong>de</strong> virtud y<br />

valentía se percibe en el Cielo y en el cielo <strong>de</strong> las almas.<br />

El perfume <strong>de</strong> tus virtu<strong>de</strong>s y heroísmo, protomártir y capitán <strong>de</strong> los Salesianos<br />

muertos en Valencia, don José Calasanz, se percibe en el Cielo y en<br />

el cielo <strong>de</strong> las almas salesianas. Tú recibiste <strong>de</strong> niño en tu cabecita rizada la<br />

unción <strong>de</strong> las manos <strong>de</strong>l Padre. Todos tenemos presente ante los ojos aquel<br />

retrato <strong>de</strong> los primeros tiempos, en que apareces huerfanito, con tu traje y corbatita<br />

negra con el cuellecito planchado, y aquella mirada sagacísima y <strong>de</strong><br />

432


local. Consecuencia <strong>de</strong> estos conciliábulos fue el ir preguntando a todos los<br />

niños <strong>de</strong>l pueblo que habían estado en nuestro colegio el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> don Fi<strong>de</strong>l;<br />

pero como, afortunadamente, no lo sabían, ni le conocían, los esbirros rojos no<br />

pudieron sacar nada en limpio.<br />

Entonces <strong>de</strong>sahogaron su furor contra el pobre don Pedro, y sacándole <strong>de</strong>l<br />

pueblo, le llevaron a un paraje <strong>de</strong> las cercanías, llamado «El Vedat», en don<strong>de</strong><br />

le asesinaron.<br />

El propio alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Meliana, al volver al día siguiente al pueblo y encontrarse<br />

casualmente con don Toribio, le dijo con retintín:<br />

—Ya pue<strong>de</strong>s estar tranquilo, que esos Padres no te molestarán más, porque<br />

los he matado yo en el Vedat <strong>de</strong> Torrente.<br />

Sucedía esto el 20 <strong>de</strong> agosto.<br />

En el libro registro <strong>de</strong>l cementerio <strong>de</strong> Torrente hay, durante este mes,<br />

la lista <strong>de</strong> unas cuarenta víctimas <strong>de</strong> la barbarie roja. Junto al nombre se<br />

indica la proce<strong>de</strong>ncia: El Vedat, y la causa <strong>de</strong> la muerte: shock traumático.<br />

Terminada la guerra <strong>de</strong> Liberación, todos estos cadáveres fueron i<strong>de</strong>ntificados<br />

por sus familiares y trasladados a los cementerios <strong>de</strong> sus localida<strong>de</strong>s<br />

respectivas. Así consta a continuación <strong>de</strong> la causa <strong>de</strong> su muerte.<br />

Tan sólo hay uno que no ha sido i<strong>de</strong>ntificado: y la fecha <strong>de</strong> su muerte<br />

correspon<strong>de</strong> con la <strong>de</strong> nuestro Mártir. Asesinado en el Vedat y muerto a<br />

consecuencia <strong>de</strong>l shock traumático-<br />

Con estos datos pudo localizarse su tumba; se le encargó al sepulturero<br />

que la respetase y no permitiese que nadie la tocase; pero <strong>de</strong>sgraciadamente,<br />

al fallecer el viejo sepulturero, su hijo, que le sucedió en el cargo, ignorante<br />

<strong>de</strong> la recomendación, ha removido la tumba para enterrar otros cadáveres<br />

y con ello hemos perdido la posibilidad <strong>de</strong> recobrar los sagrados restos <strong>de</strong><br />

nuestro querido don Pedro.<br />

335


Rvdo. don JOSÉ OTIN<br />

Sacrificio, bondad, simpatía; he aquí compendiado el carácter <strong>de</strong> este sacerdote,<br />

joven y trabajador, que abrigaba tan bellas ilusiones en su apostolado<br />

con los jóvenes, los cuales le idolatraban, porque poseía, cual ninguno, el secreto<br />

<strong>de</strong> ganarles el corazón para llevarlos a Cristo.<br />

De este ejemplar hermano, como <strong>de</strong> tantos otros, carecemos, por <strong>de</strong>sgracia,<br />

<strong>de</strong> noticias concretas acerca <strong>de</strong> sus últimos días.<br />

Proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Alcoy llegó a Valencia en compañía <strong>de</strong> don Vicente Asensi<br />

y don Cayetano Tarruell. Ya vimos cómo este último encontró asilo en casa<br />

<strong>de</strong> don Domingo García. En cuanto a don José Otín, que no conocía a nadie en<br />

Valencia, fue invitado por don Vicente Asensi a ir con él a su casa; pero<br />

como en ésta ya había varios sacerdotes y religiosas refugiados, se pensó, a<br />

los pocos días, en buscar para don José una pensión, adon<strong>de</strong> se trasladó y <strong>de</strong><br />

la cual apenas salía, pasando el tiempo recogido en su cuarto y entregado<br />

a la oración, que era su único consuelo.<br />

Andando el tiempo y familiarizado ya un poco con los <strong>de</strong> la fonda, a fin<br />

<strong>de</strong> no permanecer ocioso, se ofreció a la dueña <strong>de</strong> la pensión para realizar<br />

algún pequeño trabajo doméstico. Esta circunstancia, unida a su habitual reserva<br />

y al extraño retiro que voluntariamente se imponía, no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> llamar<br />

la atención <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más huéspe<strong>de</strong>s, que empezaron a sospechar acerca <strong>de</strong> la<br />

verda<strong>de</strong>ra personalidad <strong>de</strong> don José. Un hijo <strong>de</strong> la patrona, que pertenecía<br />

a la Comisaría <strong>de</strong>l Seminario fue, seguramente, el <strong>de</strong>lator. Lo cierto es que a<br />

fines <strong>de</strong> Noviembre se lo llevaron <strong>de</strong>tenido y no se volvió a saber nada más <strong>de</strong> él.<br />

Su hermano Lorenzo, resi<strong>de</strong>nte en Barcelona, acompañado <strong>de</strong> su cuñado<br />

perteneciente a la Guardia Civil, hicieron numerosas e infructuosas gestiones<br />

por todas las Comisarías <strong>de</strong> Valencia, a fin <strong>de</strong> averiguar su para<strong>de</strong>ro. No pudieron<br />

sacar nada en claro. Les dijeron que, habiéndole encontrado una cédula<br />

en que constaba domiciliado en Alcoy, lo habían llevado a esta ciudad; pero<br />

<strong>de</strong> aquí les comunicaron que tiempo atrás le habían extendido un salvoconducto<br />

para otro lugar, <strong>de</strong> modo que <strong>de</strong>sapareció por completo el rastro.<br />

En Alcoy hemos recogido la versión <strong>de</strong> que vino a esta ciudad y se alistó<br />

en una columna <strong>de</strong> voluntarios con el fin <strong>de</strong> pasarse a la zona Nacional; pero<br />

conocido por alguien, y <strong>de</strong>latado como sacerdote, fue asesinado.<br />

Como quiera que sea, Dios le habrá dado en el Cielo el premio a su sacrificio<br />

y a una vida <strong>de</strong> abnegación y <strong>de</strong> ejemplares virtu<strong>de</strong>s.<br />

336


Después <strong>de</strong> fijar! la fecha para iniciar los interrogatorios <strong>de</strong> los testigos,<br />

el Excelentísimo y Reverendísimo señor Arzobispo, dirigió a los presentes una<br />

sentida plática; una <strong>de</strong> esas alocuciones tan suyas, tan magistrales, en que<br />

pone todo su corazón y <strong>de</strong>spliega todas las dotes <strong>de</strong> su preclara inteligencia.<br />

Glosando el Himno <strong>de</strong>l Oficio <strong>de</strong> los Mártires, hizo una oportuna alusión<br />

al premio que los Mártires reciben en el Cielo por su generosidad en entregar<br />

la vida por la fe; pero <strong>de</strong>stacó que también en la Tierra hay un premio para<br />

estos heroicos atletas <strong>de</strong> Cristo, y este premio consiste, precisamente, en la<br />

exaltación al honor <strong>de</strong> los altares <strong>de</strong> que son objeto por parte <strong>de</strong> la Iglesia<br />

y en la veneración con que los honra el pueblo cristiano, por ver en ello un<br />

ejemplo digno <strong>de</strong> imitación.<br />

Mas en este caso concreto, por tratarse <strong>de</strong> Mártires Salesianos, hermanos<br />

suyos en religión, a quienes tuvo la dicha <strong>de</strong> tratar íntimamente en vida, el<br />

señor Arzobispo se siente doblemente satisfecho, por caberle el honor <strong>de</strong> ser él<br />

en persona quien inicie este justo homenaje a aquellos varones, cuya vida<br />

ejemplar le es tan conocida, y especialmente al que encabeza la lista gloriosa,<br />

al Reverendísimo Padre Calasanz, que fue su sucesor en el cargo <strong>de</strong> Provincial<br />

<strong>de</strong> la Inspectoría Tarraconense. Era justo que el que figuraba a la cabeza<br />

<strong>de</strong> la Inspectoría, figurase también, como protomártir, a la cabeza <strong>de</strong> los gloriosos<br />

soldados <strong>de</strong> Cristo.<br />

A continuación exhortó a los Salesianos a que cultivasen con <strong>de</strong>voción el<br />

recuerdo <strong>de</strong> sus Mártires, cuyo ejemplo ha <strong>de</strong> animarlos a ser cada día más<br />

dignos <strong>de</strong> su gran vocación salesiana.<br />

Y no sólo los Salesianos: todos los fieles en general han <strong>de</strong> tener en los<br />

Mártires un motivo <strong>de</strong> estímulo y <strong>de</strong> aliento para seguirlos en su vida heroica<br />

<strong>de</strong> cristianos ejemplares, valientes y <strong>de</strong>cididos.<br />

Terminó su breve, pero emotiva plática agra<strong>de</strong>ciendo la presencia <strong>de</strong> los<br />

Reverendos Padres Castaño y Bianchini, venidos ex profeso <strong>de</strong> Roma para<br />

asistir a este acto, y al Excelentísimo y Reverendísimo Monseñor Lisson, que<br />

ha querido aceptar gustoso el cargo <strong>de</strong> Juez Delegado en el Proceso. Da asimismo<br />

las gracias al celosísimo señor Obispo Auxiliar Monseñor Jacinto Argaya.<br />

A continuación agra<strong>de</strong>ció asimismo la cooperación que prestan a la Causa<br />

todos los miembros <strong>de</strong>l Tribunal, y concluyó poniendo <strong>de</strong> manifiesto que la<br />

sangre <strong>de</strong> los Mártires es fecunda semilla <strong>de</strong> gran prosperidad para la Iglesia,<br />

como lo prueba el hecho evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la multiplicación asombrosa <strong>de</strong> las<br />

vocaciones sacerdotales, <strong>de</strong> las que tanto bien se promete la Iglesia.<br />

El Tribunal inició sus sesiones pocos días <strong>de</strong>spués, sesiones que se prolongaron<br />

a lo largo <strong>de</strong>l año 1954 y 1955, recogiendo las <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong><br />

más <strong>de</strong> setenta testigos, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> todas las provincias <strong>de</strong> la Inspectoría.<br />

A continuación <strong>de</strong>l Proceso Informativo se <strong>de</strong>sarrolló el llamado Procesículo<br />

<strong>de</strong> las Diligencias, o sea, la recogida <strong>de</strong> los escritos <strong>de</strong> los Siervos<br />

<strong>de</strong> Dios, que han <strong>de</strong> ser transmitidos a Roma para su estudio por la S. C. <strong>de</strong><br />

Ritos.<br />

Finalmente, se llevó a cabo el Proceso «<strong>de</strong> non cultu», para <strong>de</strong>mostrar que<br />

no se ha tributado culto público a los Siervos <strong>de</strong> Dios.<br />

El día 10 <strong>de</strong> Octubre <strong>de</strong> 1955, en el mismo local y con el mismo esplendor<br />

que la apertura, se llevó a cabo la clausura <strong>de</strong>l Proceso, cuya copia auténtica,<br />

<strong>de</strong>bidamente sellada y acondicionada, fue llevada a Roma y presentada a la.<br />

Sagrada Congregación <strong>de</strong> Ritos por el Muy Reverendo Postulador General,<br />

don Julio Bianchini el día 10 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong>l mismo año.<br />

438


lencia. Por aquellos días estaba en Cocentaina una prima suya, vecina <strong>de</strong> aquel<br />

pueblo, la cual le propuso hacer el viaje en su compañía, y una vez en el pueblo,<br />

estaría completamente seguro, ya que allí se había impuesto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un<br />

comienzo la gente <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n, y no habían permitido <strong>de</strong>smanes ni a propios<br />

ni a extraños.<br />

Mas al fin don Alvaro rehusó esta solución, en parte para no comprometer<br />

a nadie y en parte también para evitar disgustos a sus ancianos padres, con los<br />

que tal vez tomaran represalias. Determinó, pues, presentarse a las autorida<strong>de</strong>s<br />

y ponerse en manos <strong>de</strong> la Provi<strong>de</strong>ncia.<br />

El día 26 <strong>de</strong> Septiembre —aún faltaban dos días para expirar el plazo—,<br />

mientras su madre había salido a hacer unas diligencias, se <strong>de</strong>tuvo frente a la<br />

casa un coche <strong>de</strong>l que <strong>de</strong>scendieron tres individuos los cuales, penetrando<br />

en casa, preguntaron por don Alvaro, y al presentarse éste le <strong>de</strong>tuvieron. No<br />

perdió la tranquilidad, y dominando la situación, pidió permiso para ir a buscar<br />

la americana, y al llegar a su habitación, <strong>de</strong>struyó algunas listas y papeles que<br />

podían perjudicarle.<br />

Mientras tanto, su madre había vuelto a casa, y al ver el auto a la puerta,<br />

intuyó la catástrofe. Una vecina oficiosa le comunicó que habían <strong>de</strong>tenido a su<br />

hijo y la anciana señora, terriblemente afectada por la noticia, cayó al suelo<br />

sin sentido.<br />

La subieron al piso entre varios vecinos, y no es para <strong>de</strong>scrita la escena<br />

que se <strong>de</strong>sarrolló entre el buen don Alvaro y su madre <strong>de</strong>svanecida. Cuando<br />

a fuerza <strong>de</strong> caricias consiguió volverla en sí, se abrazaron tiernamente. El<br />

espectáculo era tan conmovedor, que todos los presentes tenían lágrimas en los<br />

ojos. Uno -<strong>de</strong> los milicianos, para disimular su emoción, le dijo a don Alvaro:<br />

—Éste es vuestro amor a los padres. No servís más que para hacerlos<br />

sufrir.<br />

Mientras tanto el anciano padre, sentado en un rincón, sollozaba sin proferir<br />

palabra.<br />

Otro miliciano puso fin a esta penosa escena arrancando violentamente al<br />

hijo <strong>de</strong> los brazos <strong>de</strong> su madre. Antes <strong>de</strong> partir, don Alvaro se <strong>de</strong>sprendió <strong>de</strong><br />

los rosarios y <strong>de</strong> otros objetos que llevaba encima, <strong>de</strong>jándolos a su madre como<br />

recuerdo.<br />

Y mientras el auto arrancaba a toda velocidad hacia Alcoy, llevándose a<br />

una víctima inocente, en aquel hogar, antes tan feliz, ahora tan <strong>de</strong>sgraciado,<br />

quedaron otras dos víctimas no menos dignas <strong>de</strong> compasión: la anciana madre<br />

perdió la razón; el padre, a consecuencia <strong>de</strong> la emoción, quedó ciego.<br />

La zarpa <strong>de</strong> la bestia roja <strong>de</strong>jaba sus huellas por doquier.<br />

EN ALCOY<br />

Conducido a Alcoy, fue encerrado don Alvaro en el convento <strong>de</strong> las Esclavas,<br />

convertido en cárcel.<br />

El mismo día <strong>de</strong> su <strong>de</strong>tención su hermana, que vivía en Alcoy, había ido<br />

a Cocentaina para verle y abrazar a sus padres. Y se encontró con el triste<br />

espectáculo que ofrecían los dos ancianos inválidos y tan cruelmente heridos<br />

por la <strong>de</strong>sgracia acaecida.<br />

Consi<strong>de</strong>rando, con todo, más inminente el peligro que corría su hermano,<br />

<strong>de</strong>jó a sus atribulados padres al cuidado <strong>de</strong> otros parientes y ella se trasladó<br />

339


inmediatamente a Alcoy para localizarle y arrancarle, si era preciso, <strong>de</strong> las<br />

garras <strong>de</strong> los milicianos.<br />

Durante cinco días recorrió las cárceles, las comisarías, los centros obreros,<br />

pero en todas partes se obstinaban en ocultarle el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> don Alvaro.<br />

—¿Pues a dón<strong>de</strong> lo habéis llevado? —preguntaba dolorida—. Dejadme al<br />

menos que recoja su cadáver, si es que lo habéis matado.<br />

'—Eso <strong>de</strong> los paseítos —le respondió uno <strong>de</strong>l Comité—, ya ha pasado <strong>de</strong><br />

moda. Nosotros no matamos a nadie.<br />

Finalmente, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cinco días <strong>de</strong> inútiles pesquisas, pudo dar con él.<br />

Inmediatamente se apresuró a prepararle un poco <strong>de</strong> comida y se la llevó a su<br />

cárcel, sin que le permitieran verle. Al <strong>de</strong>volver el cesto, don Alvaro <strong>de</strong>positó<br />

en él una notita en la cual suplicaba a su hermana que no se preocupara por él,<br />

sino que atendiera preferentemente a los ancianos padres, que quedaban en tan<br />

triste situación.<br />

Por su parte, su cuñado, que tenía amista<strong>de</strong>s en el seno <strong>de</strong>l Comité, fue a<br />

ver a uno <strong>de</strong> sus amigos para interce<strong>de</strong>r por el <strong>de</strong>tenido, asegurándole que don<br />

Alvaro era un hombre completamente inofensivo, que había pasado toda su<br />

vida entregado a la educación <strong>de</strong> la juventud obrera. Pero sin <strong>de</strong>jarle terminar,<br />

le replicó su interlocutor:<br />

—Mira, es inútil. No matamos a tu cuñado, matamos a la sotana. Si fuera<br />

un simple paisano, con gusto haría lo posible por libertarle; pero tratándose<br />

<strong>de</strong> un cura, no puedo hacer nada, pues nuestro lema es: «Sotana que pillamos,<br />

sotana que matamos.»<br />

Así, con estas frases rudas, pero reveladoras, transparentaba el verda<strong>de</strong>ro<br />

motivo <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> don Alvaro. No eran cuestiones políticas ni divergencia<br />

<strong>de</strong> i<strong>de</strong>as: era únicamente el odio satánico al sacerdote, al Ministro <strong>de</strong> Dios.<br />

¿No es esta muerte un verda<strong>de</strong>ro martirio?<br />

El día 1 <strong>de</strong> Octubre pudieron verse los dos hermanos. Custodiado por dos<br />

<strong>de</strong> sus guardianes salió don Alvaro <strong>de</strong> su calabozo para entrevistarse con su<br />

hermana. Al verse se abrazaron estrechamente sin proferir palabra. Calmada<br />

la emoción, don Alvaro preguntó por sus padres, renovando la recomendación<br />

<strong>de</strong> que cuidara <strong>de</strong> ellos, pues él no necesitaba nada.<br />

Después que hubieron <strong>de</strong>sahogado un tanto los sentimientos <strong>de</strong> su corazón,<br />

recayó la conversación sobre el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> los salesianos, y la hermana le<br />

contó cómo habían sido expulsados <strong>de</strong>l colegio.<br />

Los dos milicianos que asistían a la entrevista se mazclaron entonces en la<br />

conversación, diciendo que sus hijos se educaban en los Salesianos.<br />

Don Alvaro les dijo:<br />

—Tanto bien como hemos hecho a sus hijos, tanto como nosotros los queremos<br />

y... uste<strong>de</strong>s nos correspon<strong>de</strong>n <strong>de</strong> esta manera.<br />

Ellos volvieron el rostro hacia otra parte, sin acertar a respon<strong>de</strong>r a tan<br />

justo reproche.<br />

Al terminar la entrevista, pidió a su hermana unos libros para entretener<br />

los largos ocios <strong>de</strong> la cárcel; pues a los seis días <strong>de</strong> hallarse <strong>de</strong>tenido, aún<br />

no le habían dicho la causa <strong>de</strong> su encierro ni le habían tomado <strong>de</strong>claración.<br />

Al anochecer le llevó los libros pedidos juntamente con la cena. No le permitieron<br />

verle.<br />

Al día siguiente volvió con la cesta <strong>de</strong> la comida y preguntó por él. Los<br />

milicianos le respondieron que ya no necesitaba comida, pues le habían trasladado<br />

a Alicante.<br />

340


Interce<strong>de</strong>d vosotros, santos sacerdotes don Julián Rodríguez, don José Otín,<br />

don José Giménez, don Alvaro Sanjuán, estudiante Pedro Mesonero, flor que<br />

te abrías con tanto vigor al trabajo largo en el campo salesiano, y vosotros,<br />

sencillos trabajadores y hermanos don Jaime Buch, el benemérito, don Agustín<br />

García, el <strong>de</strong> la alegría inalterable, que aun <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muerto parece que<br />

sonríes a tus verdugos. Los restos <strong>de</strong> la que fue vuestra postrera envoltura<br />

terrena los guarda Dios o los tenemos en estos relicarios; pero vosotros, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el Cielo, nos miráis y sonreís. Interce<strong>de</strong>d por los Salesianos, por Valencia, por<br />

España y por la Iglesia.<br />

Por nuestra parte, hermanos que me escucháis, empapémonos, como dice el<br />

poeta Pru<strong>de</strong>ncio, en la divina eficacia <strong>de</strong> la sangre vertida y <strong>de</strong> los miembros<br />

<strong>de</strong>strozados, que ésta es la poesía que levanta, templa, purifica el alma y la<br />

dispone al sacrificio. «Disponerse al sacrificio», ésa es la consigna que salta<br />

<strong>de</strong> esas cajas, mejor, es la consigna que nos viene <strong>de</strong>l Cielo, lanzada por el<br />

alma gloriosa <strong>de</strong> nuestros Mártires.<br />

Vivid siempre dispuestos al sacrificio, hermanos míos salesianos; al sacrificio<br />

<strong>de</strong> vuestra profesión, sacrificio escondido que no ven los ojos <strong>de</strong> los hombres;<br />

pero que cuenta Dios; al servicio <strong>de</strong> la formación <strong>de</strong> las almas <strong>de</strong> los<br />

obreros y <strong>de</strong> los pobres; al sacrificio que no encontrará, tal vez, en la Tierra,<br />

la flor <strong>de</strong> la gratitud; que, tal vez, choque un día con la bala <strong>de</strong> un asesino;<br />

pero ahí está vuestro <strong>de</strong>ber y vuestra gloria.<br />

Disponeos al sacrificio, valencianos.<br />

El águila real <strong>de</strong> la victoria bate sus alas gigantescas y maternales sobre el<br />

lago <strong>de</strong> sangre formado por nuestros Mártires y nuestros héroes. Que ella<br />

que<strong>de</strong> siempre con nosotros, y sea el emblema <strong>de</strong> la altura <strong>de</strong> nuestros pensamientos,<br />

<strong>de</strong> la honra<strong>de</strong>z <strong>de</strong> nuestra vida; por encima <strong>de</strong> cobardías y bastardías,<br />

marchando todos en abrazo <strong>de</strong> hermanos por el ancho surco que nos ha<br />

trazado la guerra; puestos los ojos con sinceridad en el porvenir religioso<br />

y moral <strong>de</strong> la Patria que es, al fin, el verda<strong>de</strong>ro porvenir <strong>de</strong> su gran<strong>de</strong>za, bebiendo,<br />

en las ásperas jornadas <strong>de</strong>l camino, <strong>de</strong>l pozo <strong>de</strong> la tradición en que<br />

bebieron nuestros mayores, que ése es el venero inagotable <strong>de</strong> las aguas que a<br />

nosotros nos van, <strong>de</strong> las aguas más puras <strong>de</strong> la Tierra.<br />

Termino, hermanos, con unas palabras <strong>de</strong>l Crisóstomo y <strong>de</strong>l poeta Pru<strong>de</strong>ncio:<br />

«¿Qué atleta se muestra valiente sin pelea? ¿Qué soldado abate al<br />

enemigo sin batalla? ¿Qué general se laurea sin guerra? Tú, cristiano, tienes<br />

en tus manos las armas mejores y las flechas más po<strong>de</strong>rosas para vencer a tu<br />

enemigo.» «La vida es un campo <strong>de</strong> pelea, un certamen y una corona <strong>de</strong> atletas.<br />

El granizo <strong>de</strong> la persecución es la semilla <strong>de</strong> mártires (y los mártires semilla<br />

<strong>de</strong> cristianos). Los nombres que se escriben en la Tierra con sangre, los escribe<br />

Cristo en el Cielo con letras <strong>de</strong> oro; y esos nombres serán leídos por los ángeles<br />

en el día tremendo en que vengan todas las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Tierra a ofrecer<br />

a Dios, como prenda <strong>de</strong> alianza, en canastillas <strong>de</strong> oro, los huesos y las cenizas<br />

<strong>de</strong> los mártires.» Hermanos, si no se ven nuestros huesos nimbados con la<br />

luz <strong>de</strong>l martirio, que los reconozca Cristo en aquel día por el cumplimiento<br />

austero <strong>de</strong> nuestro propio <strong>de</strong>ber, como pertenecientes a la familia <strong>de</strong> los mártires,<br />

para darnos con ellos una gloria inmortal. Así sea.<br />

435


PÁGINA<br />

En la prisión <strong>de</strong>l Uruguay 232<br />

Los escondidos 239<br />

Los evadidos , 263<br />

Espíritu <strong>de</strong> piedad y apostolado 274<br />

Caridad fraterna 286<br />

TERCERA PARTE<br />

LOS MÁRTIRES<br />

Sangre fecunda . . 297<br />

Muy Rvdo. don José Calasanz y Marqués • 301<br />

Los Mártires <strong>de</strong> la Cárcel Mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> Valencia 307<br />

Rvdo- don Juan Martorell 324<br />

Don Jaime Buch, coadjutor 328<br />

Don Pedro Mesonero, clérigo trienal 331<br />

Rvdo. don José Otín 336<br />

Rvdo. don Alvaro Sanjuán . 338<br />

Rvdo. don Francisco B'andrés 343<br />

Rvdo. don Sergio Cid 349<br />

Rvdo. don José Batalla y don José Rabassa, coadjutor 352<br />

Don Antonio Bertrán, coadjutor 358<br />

Don Gil Rodicio, coadjutor 360<br />

Don Felipe Hernán<strong>de</strong>z, don Zacarías Abadía y don Jaime Ortiz 361<br />

Don Félix Vivet, estudiante <strong>de</strong> Teología 370<br />

Don Javier Bordas, clérigo 376<br />

Don Miguel Domingo, estudiante <strong>de</strong> Teología 380<br />

Rvdo. don José Caselles 381<br />

Rvdo. don José Castell 384<br />

Don Ángel Ramos, coadjutor 388<br />

Rvdo. don José Bonet 392<br />

Rvdo. don Jaime Bonet 396<br />

Don Elíseo García y don Alejandro Planas 400<br />

Rvdo- don Julio Junyer 401<br />

APÉNDICE<br />

Las Hijas <strong>de</strong> María Auxiliadora 413<br />

Glorificación <strong>de</strong> nuestros Mártires 425<br />

Oración fúnebre » 430<br />

Hacia los alfares 436<br />

Relación oficial <strong>de</strong> los salesianos asesinados durante el dominio rojo 441<br />

446


La guerra <strong>de</strong> liberación <strong>de</strong> España terminó hace un año. Seis <strong>de</strong> los once<br />

mártires Salesianos <strong>de</strong> Valencia han podido ser hallados, y la multitud espera<br />

la llegada <strong>de</strong> los restos gloriosos para rendirles homenaje. Expectación y tristeza<br />

en los rostros <strong>de</strong> los concurrentes; la mayoría <strong>de</strong> ellos se han formado<br />

en las Escuelas Salesianas y conocieron a los que esperan. Para dar mayor<br />

realce al acto, han llegado los tres Provinciales <strong>de</strong> España y los Directores <strong>de</strong><br />

las Casas <strong>de</strong> la Provincia Tarraconense. Todo es poco. El Consejo Superior<br />

<strong>de</strong> la Congregación ha <strong>de</strong> estar también representado, y acaban <strong>de</strong> llegar a<br />

Valencia el Prefecto General don Pedro Berruti y el Consejero Escolástico,<br />

don Renato Ziggiotti, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la estación vienen directamente a Serranos<br />

para presidir la ceremonia. Llegan los féretros, que son tomados a hombros<br />

por los Antiguos Alumnos valencianos; con ellos se disputan tal honor grupos<br />

<strong>de</strong> ex alumnos catalanes y alicantinos venidos ex profeso.<br />

Se organiza el cortejo fúnebre. Al frente, el signo <strong>de</strong>l Crucificado; los niños<br />

<strong>de</strong> las Escuelas Salesianas; coronas. Salen los féretros con filas <strong>de</strong> ex alumnos<br />

a ambos lados, impacientes por relevar a los que a hombros llevan la preciosa<br />

carga. Detrás la Presi<strong>de</strong>ncia, formada por las jerarquías <strong>de</strong> la Congregación<br />

Salesiana, Centro <strong>de</strong> Don Bosco con su ban<strong>de</strong>ra al frente, masa <strong>de</strong> ex alumnos<br />

y muchedumbre <strong>de</strong> la barriada y <strong>de</strong> Valencia toda.<br />

Hora crepuscular. La circulación urbana paralizada. El cortejo cruza el río<br />

y se interna en la larga calle <strong>de</strong> Sagunto. Espectáculo in<strong>de</strong>scriptible. Millares<br />

<strong>de</strong> colgaduras blancas con crespones en todas las casas. Enorme multitud<br />

forma línea compacta a ambos lados <strong>de</strong> la calle y hasta el Colegio Salesiano.<br />

Al paso <strong>de</strong> los féretros, súplicas fervientes. No son raras las lágrimas silenciosas.<br />

La angostura <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> Sagunto contribuye a dar al <strong>de</strong>sfile tonos <strong>de</strong><br />

estampa medieval. Gravedad en los rostros, unción religiosa, emoción en las<br />

almas. Silencio absoluto, impresionante, en los labios, en los corazones. Sólo<br />

lo turba el plañi<strong>de</strong>ro tañido <strong>de</strong> las campanas <strong>de</strong> las torres <strong>de</strong> Santa Mónica<br />

y <strong>de</strong> San Antpnio Abad. Se presiente sobre la multitud la mirada, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo<br />

alto, <strong>de</strong> los Mártires, mientras sus cuerpos avanzan ya casi en penumbra.<br />

Por fin llega el cortejo a la iglesia <strong>de</strong> San Antonio. Allí aguarda, en la<br />

puerta, el Obispo Salesiano, don Marcelino Olaechea. Ha <strong>de</strong>jado su Se<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> Pamplona para tributar el postumo homenaje a sus Hermanos.<br />

En la capilla ardiente, crucero <strong>de</strong> la iglesia, frente a la imagen <strong>de</strong> María<br />

Auxiliadora, son colocados los féretros. El señor Obispo entona un responso.<br />

El Padre Provincial <strong>de</strong> la Tarraconense pronuncia breves palabras, pues la<br />

emoción no le permite más. Los Antiguos Alumnos organizan los turnos <strong>de</strong><br />

la vela hasta las diez <strong>de</strong> la mañana siguiente. Nadie quiere negar este último<br />

tributo y los turnos resultan nutridos. Noche <strong>de</strong> meditación y <strong>de</strong> <strong>de</strong>sagravio.<br />

Y entramos en el día 7 <strong>de</strong> Abril. Valencia está saturada ese día <strong>de</strong> ambiente<br />

salesiano. El señor Director <strong>de</strong> esta Casa pronunció la noche anterior, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

Radio Valencia, una vibrante alocución dirigida al pueblo valenciano, recordando<br />

la labor realizada por los Salesianos, e invitándole a los actos <strong>de</strong>l entierro<br />

y <strong>de</strong> la colocación <strong>de</strong> la primera piedra <strong>de</strong>l nuevo colegio que se va a levantar<br />

en la populosa barriada <strong>de</strong> Ruzafa.<br />

Valencia respon<strong>de</strong>. La iglesia <strong>de</strong> San Antonio sólo pue<strong>de</strong> dar cabida a una<br />

mínima parte <strong>de</strong> los que acu<strong>de</strong>n a ella; los <strong>de</strong>más se quedan en la calle, conformándose<br />

con asistir al entierro; entre ellos muchos Antiguos Alumnos que,<br />

por <strong>de</strong>ferencia, han cedido sus puestos a invitados y cooperadores.<br />

426

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