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Los facultativos costarricenses (en sus diferentes áreas y especialidades) comenzaron a imitar a sus colegas extranjeros; así procedieron a distanciar el conocimiento médico de todos los sectores sociales, incluyendo el de la élite. Para ello sustituyeron las antiguas medicaciones y prácticas; establecieron un complejo sistema de escritura y su propia jerga; fomentaron la difusión de las nuevas etiologías y explicaciones sobre el desarrollo de las enfermedades y las epidemias; aplicaron nuevas drogas en nuevas presentaciones y con confusas pociologías y crearon un delicado régimen de jerarquías y divisiones profesionales que todos debían acatar. Todo ello les sirvió a los médicos costarricenses para excluir a los más diversos grupos sociales de la práctica curativa (en especial a los que ellos consideraban como peligrosos o contrarios a la moderna sapiencia médica y a la estabilidad social), así como difundir sus propias representaciones de enfermedad y salud. Las consecuencias más paradigmáticas de lo anterior las sufrieron las mujeres. A muchas no sólo se les negó el derecho a ejercer como médicas, sino que también fueron perseguidas por desarrollar prácticas asociadas a la salud tan comunes como la prescripción de recetas tradicionales, el amamantamiento y el comadronalismo, entre muchas otras. Tal y como se pudo observar en el capítulo anterior. Siguiendo esta vía de análisis podría observarse como en el caso costarricense el impacto de la monopolización médica no sólo se hizo sentir en los nuevos conceptos de enfermedad, el desarrollo de nuevas prácticas médicas o la acreditación de una moderna autoridad moral y científica, sino que también encontró eco en las clases dominantes y los intelectuales encargados de configurar las diversas instituciones sociales. Contrario a lo asumido comúnmente, la adopción y la difusión de la terapéutica pasaron por complicadas tramas sociales. En efecto, la realidad del país se enmarcaba en un medio de relativa pobreza material, una tradición médica colonial (semejante a la de León o Guatemala) esto produjo que por espacio de dos siglos en Costa Rica dominara la medicina herbolaria y doméstica, a lo que se sumaba una élite colonial bastante tosca (comparada con sus semejantes centroamericanas) que no había asimilado los avances terapéuticos que se vislumbraban en el istmo. En este contexto, es importante observar que los médicos fueron conquistando prestigio social e introduciéndose poco a poco en el imaginario social de la élite. Conforme la comunidad médica iba ganando influencia en el proyecto liberal, su papel de etiquetadores o empresarios morales se consolidó. Esta colectividad con su peculiar visión del mundo dictaminó que sectores sociales debían ser vigilados y sancionados. Particularmente interesantes, fueron las polémicas para esterilizar a los sujetos Ascertained”: British Ophtamology in First Hall of the Nineteenth Century. En: Social History of Medicine. Vol. 9. No. 3. 1996, pp. 313-332; Medina, Rosa María. Scientific Rhetoric in the 381

considerados por ellos como ineptos y sus pretensiones por supervisar a las mujeres consideradas como “disolutas” o prostituidas. ( 241 ) Entre 1870 y 1940, la comunidad médica costarricense procuró determinar los tipos de desviación social y sus diversos grados y se preocupó por adjudicar a las normas, conductas y tradiciones populares un carácter desviado. De este modo, en 1875, los médicos comenzaron a determinar quién era mujer buena o deshonesta según los exámenes ginecólogos sumamente rudimentarios. Así por ejemplo, la Ley de Higiene de ese año obligó por primera vez a esos facultativos a realizar visitas sanitarias a las casas de las meretrices o mujeres que ellos consideraron como tales. Las féminas sospechosas quedaron obligadas a concurrir cada 15 días al denominado “Médico del Pueblo” o al de Higiene. Igualmente, por esa ley, se le exigió a los galenos entregar boletas de sanidad a todas las mesalinas saludables para que continuaran trabajando sin contaminar a sus clientes y denunciar a las enfermas para luego ser confinadas en las cárceles y los hospitales mientras se curaban del mal venéreo. Finalmente, se inauguró la tolerancia de la putería, con esto el Estado se convirtió indirectamente en el mayor alcahuete y mediador del lenocinio que tuvo Consolidation of Therapeutic Monopoly. Medicial Discourses of Spanish Radiotherapist 1895-1936. En: Social History of Medicine. Vol. 10. No. 2. 1997, pp. 221-241. 241 El Estado aconsejado por diversos médicos pretendió adjudicarse el derecho de reglamentar la reproducción sexual de sus ciudadanos. Los certificados prenupciales insinuados por el doctor Céspedes, a principios del siglo XX, fueron asumidos entre 1926 y 1939 por varios facultativos. Entre los más conspicuos defensores del control eugenésico estaban los higienistas Odio de Granda, Joaquín Zeledón, Antonio Peña, Ricardo Jiménez Núnez, José Amador y Humberto Zamora, entre otros. Ellos pretendían con los certificados prematrimoniales descubrir los casos de sífilis en toda la población e iniciar los tratamientos antes de que principiara la enfermedad (y con ella la ruina nacional), al mismo tiempo que se creaban hábitos higiénicos y morales en la población que evitarían al final y al cabo el temido desorden social (Véase Revista Médica. No. 64. Agosto. 1939, pp. 642-648. Otras referencias se pueden hallar en Revista Médica. No. 49. Mayo. 1938, pp. 187-202 y Revista Médica. No. 51. Julio. 1938, pp. 250- 253. La castración de esos sujetos se comentaba desde principios del siglo XX y continuó hasta 1949 (cuando terminamos este estudio). Uno de los defensores de tan enérgica medida fue el Doctor Gonzalo Valenzuela. Entre los diversos argumentos que expuso destaca uno en el que señalaba que: “...los hijos del criminal nato ó refractario, su prole en general, como lo prueban las estadísticas, son desde todos los puntos de vista carentes en absoluto de principios sanos y de tendencias provechosas, son plasmodios criminales expuestos al contacto más mínimo, á efectuar y á conservar la forma del criminal real ... que podemos decir de los dementes, epilépticos ó idiotas, ¿qué puede ser el fruto sexual de uno de estos infelices, por entero desprovistos de inteligencia, iniciativa y fuerzas materiales?...” Cfr. Gaceta Médica. No.2. Noviembre. 1909, p.27. La castración no fue aplicada, aunque para evitar los males que degenerarían a la raza se procuró adecuar el certificado prenupcial. Para una descripción detallada de esta medida véase: Amador, José. Algo más sobre el Certificado Prenupcial. En: Revista Médica. No.51. Julio. 1938, pp. 250-253. 382

consi<strong>de</strong>rados por ellos como ineptos y sus pretensiones por supervisar a las mujeres<br />

consi<strong>de</strong>radas como “disolutas” o prostituidas. ( 241 )<br />

Entre 1870 y 1940, la comunidad médica costarricense procuró <strong>de</strong>terminar los tipos<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>sviación social y sus diversos grados y se preocupó por adjudicar a las normas,<br />

conductas y tradiciones populares un carácter <strong>de</strong>sviado. De este modo, en 1875, los<br />

médicos comenzaron a <strong>de</strong>terminar quién era mujer buena o <strong>de</strong>shonesta según los exámenes<br />

ginecólogos sumamente rudimentarios. Así por ejemplo, la Ley <strong>de</strong> Higiene <strong>de</strong> ese año<br />

obligó por primera vez a esos facultativos a realizar visitas sanitarias a las casas <strong>de</strong> las<br />

meretrices o mujeres que ellos consi<strong>de</strong>raron como tales. Las féminas sospechosas quedaron<br />

obligadas a concurrir cada 15 días al <strong>de</strong>nominado “Médico <strong>de</strong>l Pueblo” o al <strong>de</strong> Higiene.<br />

Igualmente, por esa ley, se le exigió a los galenos entregar boletas <strong>de</strong> sanidad a todas<br />

las mesalinas saludables para que continuaran trabajando sin contaminar a sus clientes y<br />

<strong>de</strong>nunciar a las enfermas para luego ser confinadas en las cárceles y los hospitales mientras<br />

se curaban <strong>de</strong>l mal venéreo. Finalmente, se inauguró la tolerancia <strong>de</strong> la putería, con esto el<br />

Estado se convirtió indirectamente en el mayor alcahuete y mediador <strong>de</strong>l lenocinio que tuvo<br />

Consolidation of Therapeutic Monopoly. Medicial Discourses of Spanish Radiotherapist 1895-1936. En:<br />

Social History of Medicine. Vol. 10. No. 2. 1997, pp. 221-241.<br />

241 El Estado aconsejado por diversos médicos pretendió adjudicarse el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> reglamentar la<br />

reproducción sexual <strong>de</strong> sus ciudadanos. Los certificados prenupciales insinuados por el doctor Céspe<strong>de</strong>s, a<br />

principios <strong>de</strong>l siglo XX, fueron asumidos entre 1926 y 1939 por varios facultativos. Entre los más<br />

conspicuos <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong>l control eugenésico estaban los higienistas Odio <strong>de</strong> Granda, Joaquín Zeledón,<br />

Antonio Peña, Ricardo Jiménez Núnez, José Amador y Humberto Zamora, entre otros. Ellos pretendían con<br />

los certificados prematrimoniales <strong>de</strong>scubrir los casos <strong>de</strong> sífilis en toda la población e iniciar los<br />

tratamientos antes <strong>de</strong> que principiara la enfermedad (y con ella la ruina nacional), al mismo tiempo que se<br />

creaban hábitos higiénicos y morales en la población que evitarían al final y al cabo el temido <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n<br />

social (Véase Revista Médica. No. 64. Agosto. 1939, pp. 642-648. Otras referencias se pue<strong>de</strong>n hallar<br />

en Revista Médica. No. 49. Mayo. 1938, pp. 187-202 y Revista Médica. No. 51. Julio. 1938, pp. 250-<br />

253.<br />

La castración <strong>de</strong> esos sujetos se comentaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> principios <strong>de</strong>l siglo XX y continuó hasta 1949 (cuando<br />

terminamos este estudio). Uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> tan enérgica medida fue el Doctor Gonzalo Valenzuela.<br />

Entre los diversos argumentos que expuso <strong>de</strong>staca uno en el que señalaba que: “...los hijos <strong>de</strong>l criminal<br />

nato ó refractario, su prole en general, como lo prueban las estadísticas, son <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los puntos <strong>de</strong><br />

vista carentes en absoluto <strong>de</strong> principios sanos y <strong>de</strong> ten<strong>de</strong>ncias provechosas, son plasmodios criminales<br />

expuestos al contacto más mínimo, á efectuar y á conservar la forma <strong>de</strong>l criminal real ... que<br />

po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> los <strong>de</strong>mentes, epilépticos ó idiotas, ¿qué pue<strong>de</strong> ser el fruto sexual <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> estos<br />

infelices, por entero <strong>de</strong>sprovistos <strong>de</strong> inteligencia, iniciativa y fuerzas materiales?...” Cfr. Gaceta<br />

Médica. No.2. Noviembre. 1909, p.27. La castración no fue aplicada, aunque para evitar los males que<br />

<strong>de</strong>generarían a la raza se procuró a<strong>de</strong>cuar el certificado prenupcial. Para una <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>tallada <strong>de</strong> esta<br />

medida véase: Amador, José. Algo más sobre el Certificado Prenupcial. En: Revista Médica. No.51.<br />

Julio. 1938, pp. 250-253.<br />

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