catálogo "el arte ausente" - Ayto. Vélez Málaga

humanas, predominando el desnudo
femenino, punto de arranque
en el perfeccionamiento que
quería llevar a cabo en el difícil
mundo del retrato, faceta que le
reportó numerosos encargos y en
los que llegó a estar considerado
como el único retratista de nivel
en Vélez-Málaga. Gil ya había trabajado
en representaciones del
folclore local, así como marinas a
golpe de espátula o las grandes
naturalezas muertas, y esta exposición
le abría de par en par las
puertas de la crítica hacia nuevos
e ilusionantes proyectos. Sin embargo,
Gil alimentó una pasión
en la que llegó a ser un auténtico
maestro: la restauración, arte en
el que su “sensibilidad, tratamiento
y técnica”, a decir de Segovia
Lobillo, lo catapultó a la cima, en
su especialidad, de Andalucía.
El sufrimiento verdadero llega
siempre paulatinamente, escribiría
Mishima, pero pudo haberlo
escrito el más joven de nuestros
ausentes, Javier Cabello, pintor
doliente y crepuscular,
dotado para la creación
y para el tormento sordo,
niño de talento desbordante,
capacitado para
acometer cualquier obra
que se propusiera; niño
enérgico, espontáneo,
ingenioso, que también
asaltó el tormentoso mundo
de la pintura de forma
absolutamente libre, instintiva,
amparado no en la
técnica, sino en su dominio
del color desde el que
creaba formas que, de no
haberse truncado su vida,
nada le hubiese impedido
encontrar, o incluso llegar
a crear, un estilo propio
que diera salida a las batallas
desconocidas que
sucedían en su universo
íntimo. Cabello mezclaba
lo abstracto con lo figurativo,
el exuberante color
con un lamento en cada
pincelada, como esas
negras, blancas y rojas
con las que asombró a todos
en su síntesis del Vélez tradicional
con el moderno. Cabello
es, después de que su mente
explorase mil caminos, como
el muchacho que escribía
poesía, como el Mishima último
y profético de “Algún día,
tal vez, yo también deje de
escribir poesía”. Como así fue.
Al final, so foul a sky cleans
not without a storm, clamaría
la voz de Shakespeare por
las calles veleñas, aunque la
tormenta por fin se había ido
y llegaban los días claros del
movimiento ciudadano que -a
grosso modo- oscila entre el
arranque poderoso y complicado
de Antonio de Vélez y culmina
en el titánico esfuerzo de
tantos artistas actuales en unos
tiempos que vuelven a ser difíciles
para el arte y la cultura en
general. La eterna lucha contra
la adversidad también es,
hoy, tan difícil como siempre.