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Historia <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sencuentro<br />
Era mi casa. Efectivamente, era mi casa y era hermosa y confortable; nueva,<br />
cómoda y acogedora. Me proporcionaba un gran bienestar y no me daba<br />
problemas.<br />
Yo vivía en ella como en el mejor <strong>de</strong> los mundos. Me sentía orgullosa <strong>de</strong> ella.<br />
La cuidaba y la mimaba y la ponía guapa y arreglaba según la época <strong>de</strong>l año,<br />
según las horas <strong>de</strong>l día, según las necesida<strong>de</strong>s, según las activida<strong>de</strong>s.<br />
Había otras más altas, más esbeltas, más bonitas, pero yo estaba contenta<br />
con la mía.<br />
Éramos una sola cosa y nos entendíamos a las mil maravillas. Éramos inseparables;<br />
cómo uña y carne.<br />
Juntas hemos vivido toda una vida. Lo bueno y lo malo. En ella, y con ella,<br />
he nacido y experimentado el amor, he engendrado y he dado a luz a mis<br />
criaturas, he jugado, he bailado, he comido, he bebido. He disfrutado <strong>de</strong> la<br />
naturaleza, <strong>de</strong>l movimiento, <strong>de</strong>l reposo, <strong>de</strong> la amistad, <strong>de</strong> todo.<br />
De repente, ella empezó a revelarse, a estar triste, a abandonarse. Casi me<br />
avergonzaba <strong>de</strong> ella. Ya no formábamos ese tán<strong>de</strong>m perfecto. Tomó vida<br />
propia. Tomaba las <strong>de</strong>cisiones por su cuenta sin contar conmigo. Tuve que<br />
ponerme fuerte. Le daba ór<strong>de</strong>nes que no atendía. Quería traerla a mandamiento,<br />
pero no hacía caso. Por mucho que la fregara, la barriera, la encerara<br />
o la perfumara, ella persistía en su actitud. Se volvió hostil, inhóspita, no respondía<br />
a mis halagos ni a mis cuidados. Hacía lo que quería, prescindiendo<br />
<strong>de</strong> mí. Se fue <strong>de</strong>teriorando. Ya no era el refugio amable y apacible. Se quejaba<br />
<strong>de</strong> todo y su estructura crujía por las noches. Se convirtió para mí en una<br />
jaula que me tenía atrapada.<br />
Nuestra unión, una unión <strong>de</strong> por vida, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ser amigable. Yo me enfadaba<br />
con ella y ella conmigo. Éramos como un matrimonio mal avenido que “ni<br />
contigo, ni sin ti”, pero no podíamos vivir la una sin la otra.<br />
Pedimos ayuda a albañiles, fontaneras, <strong>de</strong>coradoras, carpinteros etc..., para<br />
ver si arreglaban nuestra simbiosis, pero, a pesar <strong>de</strong> su buena voluntad, todo<br />
Cuéntanoslo con arte 31