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y aspecto <strong>de</strong>l siglo XXI. De pronto, un vehículo todo terreno rojo se le acercó a<br />
gran velocidad precediendo a una polvareda in<strong>de</strong>scriptible. Se <strong>de</strong>tuvo junto a él y<br />
bajaron dos tipos mal encarados con monos rojos y una tarjeta i<strong>de</strong>ntifi cadora que<br />
<strong>de</strong>cía “Departamento <strong>de</strong> Clasifi cación“.<br />
“A ver, tú, ¿qué haces por aquí? “<br />
“¡Y sin tarjeta <strong>de</strong> preclasifi cación, ni nada que se le parezca! Esto es cosa <strong>de</strong> Soledad,<br />
como es el ojito <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> Lucifer... “.<br />
Lucifer era el apócope <strong>de</strong> Lucía Fernán<strong>de</strong>z, la directora ejecutiva <strong>de</strong> Human Energy<br />
Resources. La H.E.R, Human Energy Resources, era una empresa multiuniversal<br />
<strong>de</strong> capital privado, con un inmenso volumen <strong>de</strong> negocio. Basaba su rentabilidad<br />
en el principio <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>nación eterna, por el cual los castigados al infi erno<br />
ardían sin consumirse, aportando los kilojulios necesarios pero sin que su masa<br />
disminuyese nunca. Esto era la máquina perfecta, la que contravenía aquella memez<br />
<strong>de</strong> que “la energía ni se crea ni se <strong>de</strong>struye, solo se transforma”.<br />
Era cierta y absolutamente normal, por otra parte, la relación entre Lucía Fernán<strong>de</strong>z,”<br />
Lucifer “, y Soledad Expósito, “the woman in black “, como era conocida en el<br />
infi erno por sus hábitos indumentarios. Ambas compartían un lujoso apartamento<br />
en la zona más “chic” <strong>de</strong>l infi erno <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía más <strong>de</strong> media eternidad.<br />
Ellas se movían en el círculo <strong>de</strong> la “beautiful people“ infernal tanto <strong>de</strong> resi<strong>de</strong>ntes,<br />
caso <strong>de</strong> centenares <strong>de</strong> personalida<strong>de</strong>s insospechadas por su aparente trayectoria<br />
terrenal, como <strong>de</strong> escritores, artistas o multimillonarios que, tras haber probado el<br />
turismo espacial lo hacían ahora con el <strong>de</strong>l averno.<br />
Dante Alighieri, Ieronimus Bosch y otros muchos frecuentaban el infi erno como<br />
lugar <strong>de</strong> inspiración para su obra, y al fi nal el ambiente calaba en ellos y <strong>de</strong>cidían<br />
pasar una parte <strong>de</strong> la eternidad allí o incluso toda.<br />
Volviendo a Cosme y los tipos mal encarados, uno <strong>de</strong> ellos, el más corpulento, le<br />
cogió <strong>de</strong>l brazo y en una rapidísima maniobra se lo retorció para interrogarle.<br />
“Y ahora, muchachito indocumentado, nos vas a <strong>de</strong>cir para quién trabajas, ¿verdad?<br />
“<br />
“Para la Diputación <strong>de</strong> Segovia “, respondió Cosme con voz dolorida.<br />
“Escúchame bien, estúpido espalda mojada, has entrado ilegalmente en el infi erno,<br />
no tienes ninguna documentación, luego probablemente serás un “anti algo”,<br />
así que no te pases <strong>de</strong> listo conmigo y dime; ¡¡¡ PARA QUIÉN TRABAJAS ¡¡¡ “<br />
Cuéntanoslo con arte 23