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Mención de honor

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La casa<br />

<strong>de</strong> los recuerdos dormidos<br />

Cuando traspaso el umbral siento un ligero estremecimiento por todo el cuerpo.<br />

La oscuridad, añadida a una corriente <strong>de</strong> aire salida <strong>de</strong> alguna parte, me<br />

cruza la cara en una bofetada <strong>de</strong> bienvenida. A través <strong>de</strong> una ventana mal cerrada,<br />

allá al fondo, se cuela una rendija <strong>de</strong> luz que da a la estancia un aspecto<br />

fantasmagórico. Voy hacia ella y la abro completamente, <strong>de</strong>scorriendo las cortinas<br />

mientras una nube <strong>de</strong> polvo cae en cascada sobre el aire.<br />

La habitación es exactamente como la recordaba. Podría recorrerla con los ojos<br />

cerrados y reconocer cada arañazo en los muebles, cada libro <strong>de</strong> las estanterías,<br />

cada una <strong>de</strong> las fotografías enmarcadas diseminadas por doquier. La memoria<br />

se me vuelve <strong>de</strong> chocolate, <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra recién encerada, <strong>de</strong> zapatillas <strong>de</strong> invierno<br />

y <strong>de</strong> mandilón ver<strong>de</strong> agua con mi nombre bordado en el bolsillo <strong>de</strong>l pecho<br />

con hilo rojo.<br />

El corazón se me encoge un poco. La puñalada <strong>de</strong> añoranza hume<strong>de</strong>ce mis<br />

ojos y la tristeza me recorre la piel como un latigazo. El sillón don<strong>de</strong> la abuela<br />

tejía sin cesar con sus <strong>de</strong>dos temblorosos sigue intacto. Casi puedo notar<br />

cómo me mira por encima <strong>de</strong> sus gafas, con aquel bamboleante movimiento<br />

<strong>de</strong> cabeza, regañándome por alguna travesura, o conminándome a terminar<br />

mi cena porque “los niños que no comen no se hacen gran<strong>de</strong>s”. Cuántos abrazos<br />

y mimos me dio en aquel sillón, cuántas reprimendas y cuántas enseñanzas<br />

que hicieron <strong>de</strong> mi la persona que soy.<br />

Recorro el resto <strong>de</strong> la casa abriendo las ventanas para que el aire penetre y<br />

<strong>de</strong>vuelva al lugar la vida que el correspon<strong>de</strong>, mientras observo cada milímetro<br />

<strong>de</strong> mi pasado. Ese pasado que suavicé con una capa <strong>de</strong> amnesia para que no<br />

doliera tanto, y que periódicamente asomaba a mi memoria porque en realidad<br />

nunca quise olvidar.<br />

Ahora se presenta ante mí, en toda su <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z, cada momento <strong>de</strong> mi infancia<br />

expuesto en las pare<strong>de</strong>s, en los muebles, en los marcos <strong>de</strong> las puertas, en las<br />

tonalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> cada rincón... Y vuelvo a ser el niño que correteó por la casa<br />

envuelto en la feliz ignorancia <strong>de</strong> todo el sufrimiento que vendría <strong>de</strong>spués.<br />

Me dirijo a la cocina y abro el grifo, <strong>de</strong>jando correr el agua un buen rato antes<br />

<strong>de</strong> aclarar un vaso y llenarlo hasta el bor<strong>de</strong>. En la alacena aún pervive la loza <strong>de</strong><br />

Cuéntanoslo con arte 17

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