Mención de honor

Cuénta-
noslo
con
arte
Edición VIII

Introducci
Introducción
Nos gustaría poder decir que en este libro presentamos todos los trabajos
que lograron transmitir al jurado la fuerza y la alegría de los afectados de
párkinson, pero fueron muchos, más de 200 las obras que aunque no estén
aquí refl ejadas hoy recordamos y que nos provoca una gran emoción y alegría,
porque sentimos que después de siete años este concurso sigue vivo.
Muchas de ellas nos llegaron desde las asociaciones de párkinson, que trabajan
en los talleres de pintura, fotografía y relato con los afectados, talleres
que cumplen una importante función de rehabilitación tanto para pacientes
como familiares y amigos. En estos talleres se trabajan las emociones
que provoca la enfermedad y se intentan canalizar a través del arte. Crear
nos ayuda a expresar nuestros pensamientos y nos ayuda a relacionarnos
con los demás.
Javier Colás
Dtor. Gral. Medtronic
Carles Guinovart
Presidente F.E.P
Cuéntanoslo con arte 3

07ed

Indice Índice
Relato Breve
1 er premio
“Staccato”,
Beatriz Langa Castaño. Barcelona
2 o premio
“La casa de los recuerdos dormidos”
Yose Álvarez-Mesa. Asturias
3 er premio
“Caminaba muy despacio”
Francisco E. Montesinos Lahoz. Madrid
Premio especial Pablo Lizcano
2009 al relato más original
“Historia de un desencuentro”
Mª Antonia González Albero. Pamplona
Cuéntanoslo con arte 5

Dibujo y pintura
1 er premio
“Regata”
Raúl Vicente Maiorano. Villafranca del Penedés. Barcelona
2 o premio
“Menina”
Amparo Carbonell Juan. Valencia
3 er premio
“Metamorfósis”
Obra colectiva de la Asociación Bahía de Cádiz.
Mención de honor
“Entre la marisma y el cielo”.
José Pedro Dominguez Ortiz. Valencia
Mención de honor
“Mi amigo el perro”.
Feliz López Castaño. Madrid
Indice Índice
6 Cuéntanoslo con arte

Fotografía
1 er premio
“Chanclos”
Mª Amada Pérez Rodríguez. Asturias
2 o premio
“Dignidad”
Vicente Guill Fuster.
3 er premio
“Escapada en el tiempo”
José Jesús García Hoyuelos
Mención de honor
“Equilibrio inestable”.
Lorena Rodríguez Calero. Madrid
Mención de honor
“Sombras”.
Mario Beltrán Hayán. Madrid
Indice Índice
Cuéntanoslo con arte 7

Relato Breve

1 er
premio
Beatriz
Langa
Castaño
Barcelona

Staccato
Siempre empiezo a leer los periódicos por la última página. No me importa que
me expliquen el fi nal de una película antes de verla. En las comidas me encanta
llegar a los postres. Me gusta leer la última página de los libros que me han
recomendado. Cuando viajo quiero llegar antes de partir. Escuchar el fi nal de
una canción. Comer la punta de una barra de pan o gastar las últimas monedas
que me quedan en el monedero comprando unos caramelos.
Me interesa que mi mejor amigo me detalle cómo fue ese primer momento al
conocer a la mujer que ahora ama. Me gusta levantarme y oler el rocío de la
mañana. Observar cómo se ha dispuesto la mesa antes de empezar a comer.
Me gusta ver dónde nacen los ríos. Cómo escribe la inicial de su nombre, cómo
me mira por primera vez. Reírme cuando no han acabado de explicar un chiste.
Entrar en una cama recién hecha y elegir el primer bombón de una gran caja.
Me gustan los principios y los fi nales. Me pasa desde pequeño, supongo que
hubiera querido correr antes que caminar y leer antes de balbucear. Yo era pequeño,
pero me acuerdo: oí por la radio algo que no había oído en toda mi
vida. Un sonido que era más que un sonido. Mi abuelo me dijo que aquello que
escuchaba era un concierto para violín. Esa misma tarde fui a una tienda a ver
el instrumento y me gustó. Ese fue mi principio, el principio del fi n. Yo quería
tocar ese concierto.
Hoy soy músico. Soy violinista, sigo tocando el violín y una de las cosas que
más me gusta es ese concierto. Para mi tocar es como un ritual sagrado. Mi
momento de mayor placer es cuando tomo mi violín y lo poso suavemente
en mi hombro. Lo miro de reojo, es muy brillante, lo acaricio con mi mejilla y
lo siento ahí, acurrucado y solemne. Se mueve y huele a música. Él me da y yo
le doy, nos tocamos y a veces hasta logro sentir esa antigua sensación, aquello
que pasó cuando escuchaba la radio, tocar y ser tocado.
Reitero que me gustan los principios y los fi nales. Es difícil de entender pero fácil
de sentir el porqué no me gustan los trayectos. Solo hay un trayecto que me
gusta recorrer y es ese que se encuentra entre el primer movimiento que hago
para tomar mi violín y el último con el que fi nalizo. La música que me da, estar
ahí, es el único trayecto en el que me siento bien. Es una mezcla de comprensión,
responsabilidad, placer, libertad y paz. Cada vez que toco es diferente,
cada pieza es distinta a las demás, cada trayecto es nuevo, así que sentado en
una silla yo viajo constantemente. Y cuando improviso, ahí directamente vuelo.
10 Cuéntanoslo con arte

Tocar me llena de energía, es una tensión entre la frescura de estar por primera
vez y el poso del que lleva tocando mucho tiempo. Soy más “yo” que nunca, no
estoy haciendo algo concreto, “sólo” estoy transitando. Escuchar nuestra música,
sentir ese diálogo, me enseña más de mí que otra cosa. Cuando lo consigo,
me sobra todo y no necesito nada. Es lo más parecido a la plenitud.
Ahora intento poner palabras a todo lo que me ha ido pasando últimamente.
Es casi una necesidad vital. Margherite Duras decía que “escribir es intentar saber
qué escribiríamos si escribiéramos”. Pues eso es lo que intento. Desde hace
unos meses estoy ante un desafío: fui al médico un día después de un ensayo.
Llegué a la consulta pensando que las cosas no podían ir mal, “soy una buena
persona”- pensé-, como si eso tuviera que ver con lo que se avecinaba…
Le expliqué que un día, ensayando una pieza, llegó un momento en que mi
movimiento cambió. La partitura marcaba un staccato y no me salió, no sonó
como un staccato. Mi cuerpo no estaba presente y mis dedos, mi columna
vertebral, mis piernas estaban en un estado diferente. Llevaba unos días con el
cuello rígido, era como un dolor sordo, parecía que no había dolor pero estaba
allí. Se lo comenté a mi esposa y a mis hijos y me dijeron que dejara de ser tan
perfeccionista y que dejara de tocar unos días, pero, ¿cómo hacerlo?, ¿cómo
voy a no tocar?, ¿cómo explicar qué se siente cuando uno se enamora? Me
empecé a sentir especialmente solo.
Al cabo del tiempo esa sensación empezó a presentarse en otras ocupaciones
de mi vida diaria, no sólo tocando el violín. Decidí ir al médico otra vez y tras
unos meses, tras las consabidas pruebas diagnósticas, se constató lo que yo ya
sabía, que algo no iba bien. El médico me dijo que no era culpa del staccato,
todo eso tenía otro nombre…. Párkinson. Bueno, la enfermedad de Parkinson.
Yo, sinceramente, no conocía a ese señor, conozco a Strauss, Bach, Debussy,
Stravinsky… pero no al tal Parkinson. La verdad es que oír su nombre me cayó
como un jarrón de agua fría en el vacío de la nada.
Cuando llegué a casa toqué el violín hasta la extenuación con rabia, pasión, dolor
y embriagado de algo que ni sabía qué era. Yo tenía ganas de morir, mejor
dicho, me daba igual vivir. La verdad es que me cuesta poner palabras a toda
esta situación. Y yo pensaba: -¿Esto hará que todo cambie?, ¿qué pasará?, ¿podré
tocar?, ¿alguien me querrá con esta papeleta?, ¿qué será de mí?-. Como en
esos momentos no sabía ni lo que sentía, me entraron unas ganas tremendas
de tocar con mi violín lo que me pasaba por mis entrañas. Y lo hice pensando
que quizás algún día no pueda hacerlo más. Toqué durante horas y me excedí,
me embriagué y me empaché de éxtasis y dolor. El exceso me pasó factura
Cuéntanoslo con arte 11

porque al fi nal me dolía todo el cuerpo, me sentía mareado, me dolía el estómago,
tenía contracturas por todo el cuerpo, me sentía pesado, me daba asco… Fue
como una sobredosis vital que me dejó en peor estado.
Ahora se podría decir que desde hace poco ya sé lo que me pasa. Estoy en mi
terreno, me acaban de dar un diagnóstico, estoy en “un principio”. Cuando me dispongo
a escribir, como ahora, también me sucede lo habitual, no he empezado a
escribir y ya quiero llegar al fi nal de la página, leer lo que he escrito y poder pensar:
- esto es lo que quería decir-. Así que se supone que debo ser un tipo inseguro,
impaciente, miedoso, ansioso, neurótico, controlador y perfeccionista, lo que me
conduce a la mediocridad más absoluta. Creo que no es un buen perfi l
para ser violinista. En su momento no me importó, pero ahora me encuentro en
una tesitura diferente porque desde hace un tiempo estoy ante un trayecto que,
irremediablemente, tengo que recorrer, y lo “peor” es que no se cómo acabará. Así
que mi dualidad “principio-fi nal” se ha roto. La verdad es que no tengo ni la más
remota idea de nada y no sé qué va a pasar con mi vida. Me recuerda la sensación
que tenemos los músicos en esos momentos en que tocando surge la inspiración,
pero a veces se bloquea o descarrila por circunstancias inevitables de la vida.
Entonces, se supone que se trata de liberar esos bloqueos y ver cómo hacemos
para tocar de nuevo. Es una sensación de atascamiento horrible. Es pegajoso, se
incrusta en tu ser. Y puede durar tanto…
Mi primer maestro de violín me decía que la música, lo que íbamos a expresar, ya
está dentro de nosotros, así que es cuestión de desbloquear. Y yo pensaba – pues
vale, ¿cómo se hace eso?-. Es como decirle a alguien,- venga… ¡desbloquéate!-, -
debes ser espontáneo-, o más difícil todavía, -sé creativo ante eso-, -tranquilo, ya
saldrá-, -ten confi anza en ti-, -te tienes que querer más a ti mismo- y un largo etcétera.
Eso si no te dicen lo contrario –te estás equivocando-, -estás desorientado-,
-por ese camino no vas bien-, -te va a dar algo si sigues así-, -tu hazme caso a mí
porque no tienes ni idea de lo que te pasa-, -qué más te da si no te sale, tu lo que
tienes que hacer es trabajar y ya verás que algo saldrá-, -si me hubieras hecho caso
esto no te pasaría… Mi pensamiento, acompañado de la banda sonora de dichas
frases, es a lo que me refi ero cuando digo que tengo la certeza de no saber qué
pasará conmigo tras el diagnóstico. Normalmente, ante semejantes frases uno se
queda desconcertado y piensa que, en realidad, todos se han perdido menos tú,
pero que tú estás más perdido que nadie. No obstante, paradójica o es tanto.
Defi nitivamente, a veces creo que ya estoy más enfermo de lo que estoy. Tengo
sentimiento de culpa y ansiedad, que se parece a llevar grilletes. Ansiedad por
dudar, por “no hacer”, por pensar que no vale la pena, que no soy la persona in-
12 Cuéntanoslo con arte

dicada para pasar por esto, que soy demasiado corriente para apostar por algo
maravilloso, que no sé si vale la pena continuar “a pesar de”, que ya estoy cansado
de mi lucha diaria y la que me espera, porque sólo yo sé que soy muy capaz de
echarlo todo por la borda, porque quiero llegar a la meta aunque sea un desastre.
Además, ya soy mayor para esperar o empezar, no quiero perder el tiempo, no
quiero sufrir tanto, quiero hacerlo bien, quiero tocar el violín bien, que mi vida
sea como hasta ahora, ser normal… en fi n, a veces pienso que lo mío no tiene
nombre. Aunque, últimamente, empiezo a pensar que no hay una única forma de
ver las cosas y ya está.
En fi n, la cuestión es que no hay que pensar en eso, hay que pensar en el día a
día. En realidad eso de “hay que” y “no hay que” ya no me gusta, porque lo importante
es transitar y caminar con lo que ahora empieza con fuerza, miedo, tristeza,
fealdad, pérdida y carencia, pero también con novedad, esperanza, autenticidad y
sensibilidad porque es algo consciente, presente y real. Voy sabiendo que a veces
iré hacia delante y otras retrocederé, y eso no querrá decir que haya perdido. Un
error no es un fracaso. No he tenido una vida fácil, aparentemente sí… pero en
mi caso lo no aparente es lo que cuenta. Me gustaría que mi pasado no fuera un
lastre, aunque siempre se las apaña para aguarme la fi esta, es un animal al acecho,
vence la mayoría de las veces, pero me doy cuenta. Esa es la diferencia, ahora ya
le veo venir. No obstante, me gana y me tumba, me deja K.O. y no puedo con el
siguiente asalto de esta vida. En esos momentos de caída me siento miserable, soy
una mota de polvo, la bajeza, la decrepitud, el dolor, lo deforme, la vergüenza…
soy un No. Y cuando pienso que nadie me entiende, voy en busca de mi bendito
violín, él siempre me escucha y espera. Es con el único que puedo compartir ese
momento tan difícil… él recoge mis migajas.
No obstante, desde que todo esto ha entrado en mi vida, he conocido a gente
nueva que está ahí, en mi principio, entrando conmigo por la puerta de mi enfermedad.
No me dejan correr, ellos saben que soy un virtuoso en eso de empezar y
acabar, pero no en eso de estar en el trayecto. Me están enseñando que la única
forma de salir de la complejidad es a través de ella. No existen las varitas mágicas,
algo que por otra parte es una pena, porque a mí la magia me encanta. En otra
vida me hubiera gustado ser mago o, mejor dicho, ser brujo.
La vida es misteriosa, no le encuentro la lógica, por ello lo que está vivo no puede
ser analizado, enseñado o aprendido. Se aprende una técnica, eso sí, que normalmente
te ayuda a ver qué cosas la bloquean, y ésta no es tan misteriosa, pero el
resto está en otras manos. Por eso hoy bendigo el staccato, mi staccato, que me
hizo saber cómo era lo que venía y me hizo saber quién era yo. Y en ese camino
estoy, conociéndome y reconociéndome de nuevo con ese
Cuéntanoslo con arte 13

Parkinson que desde hace poco me acompaña. A mis amigos suelo decirles que
yo no tengo un Parkinson, que a mí me diagnosticaron un Staccato. Desdramatizar
mi drama me descarga mucho. Intento no perder el sentido del humor, mis
amigos y yo nos echamos unas risas y en ese preciso instante –aunque a veces
dura poco- pienso que vale la pena vivir la vida. Me encanta reírme y siempre
me las apaño para hacer reír a los demás con alguna ocurrencia. Es mi drama,
pero el “show” debe continuar, es mi homenaje para hacer que las personas que
me acompañan se sientan bien pero sin que se den cuenta… me daría mucho
pudor que lo supieran, así que esos momentos entre risas compartidos con ellos,
en realidad, deseo que pasen por la sensación de “estar bien conmigo” y no por el
pensamiento de “estar bien conmigo”.
El staccato, en italiano ‘destacado’, es una manera de ejecución en que una notación
musical se indica mediante un punto situado sobre la fi gura. Signifi ca que
la duración debe abreviarse y, por lo tanto, “destacarse” del siguiente sonido, sosteniéndola
durante un lapso menor (según algunos puristas, a la mitad) de su
duración total. Así que ahora voy todos los días con el punto sobre mi cabeza, por
lo que mi duración se abrevia pero a la vez se destaca. Cada día me abrevio y me
destaco. Me doy cuenta que mi vida es mía, soy protagonista de mi propia vida,
mi sonido es mío y espero que mi violín me siga acompañando y me regale sus
notas. El siguiente compás es una novedad y me debo sostener con lo que me
pasa en ese lapso de tiempo hasta la siguiente nota que me brinde la vida. Y mi
cuerpo me sostendrá con lo que no se mueve, lo que se mueve y lo que me conmueve
hasta lo próximo, y hasta lo siguiente, lo otro y lo de más allá, hasta fi nalizar
la partitura. Con este cuerpo “staccato” es con el que aprendo a quererme, con el
que me juego la vida, con el que me siento incapaz y capaz al mismo tiempo, con
el que me invento cada día y con el que me enfrento al mundo. Debo decir que el
staccato afecta a la duración, no al volumen, no aumenta la dinámica del sonido.
Más bien la idea es que entre la nota “staccata” y la siguiente se debe generar un silencio
cortísimo, sin afectar el ritmo global ni el volumen del sonido. Así que también
estoy preparado para el silencio, creo que aunque esta enfermedad afecte a
mi movimiento, afectará a la duración de éste, pero mientras tanto del volumen
ya me ocuparé yo. Probablemente, llegará un día en que no pueda tocar el violín,
pero seguiré siendo violinista porque seguiré moviendo hasta la última celulita
sana que me quede para seguir emitiendo con un buen volumen mi sonido, un
sonido vital, cercano, dulce, vibrante y emocionante.
Esta enfermedad me enseña que cada momento de la vida es como un pequeño
concierto, es como una pequeña representación teatral, y aun en los espectáculos
más íntimos siempre tenemos, al menos, un espectador: nosotros mismos. Y eso
es sufi ciente. Sé que mi enfermedad avanza día a día, y a pesar de ello, espero po-
14 Cuéntanoslo con arte

der leer estas palabras dentro de un tiempo para recordar de dónde partí y recordarlo
siempre. Y si alguna vez no lo puedo leer, espero que alguien me lo lea. También
una petición: acompañando la lectura pongan el concierto para violín que
escuché en la radio cuando era pequeño. Ese concierto como música de fondo,
el primer concierto de violín que llegó a mi espacio íntimo. Me apetecerá escucharlo
de vez en cuando. Será un verdadero placer y lo más próximo a la felicidad.
Fin
Cuéntanoslo con arte 15

2 o premio
Yose
Álvarez-
Mesa
Asturias

La casa
de los recuerdos dormidos
Cuando traspaso el umbral siento un ligero estremecimiento por todo el cuerpo.
La oscuridad, añadida a una corriente de aire salida de alguna parte, me
cruza la cara en una bofetada de bienvenida. A través de una ventana mal cerrada,
allá al fondo, se cuela una rendija de luz que da a la estancia un aspecto
fantasmagórico. Voy hacia ella y la abro completamente, descorriendo las cortinas
mientras una nube de polvo cae en cascada sobre el aire.
La habitación es exactamente como la recordaba. Podría recorrerla con los ojos
cerrados y reconocer cada arañazo en los muebles, cada libro de las estanterías,
cada una de las fotografías enmarcadas diseminadas por doquier. La memoria
se me vuelve de chocolate, de madera recién encerada, de zapatillas de invierno
y de mandilón verde agua con mi nombre bordado en el bolsillo del pecho
con hilo rojo.
El corazón se me encoge un poco. La puñalada de añoranza humedece mis
ojos y la tristeza me recorre la piel como un latigazo. El sillón donde la abuela
tejía sin cesar con sus dedos temblorosos sigue intacto. Casi puedo notar
cómo me mira por encima de sus gafas, con aquel bamboleante movimiento
de cabeza, regañándome por alguna travesura, o conminándome a terminar
mi cena porque “los niños que no comen no se hacen grandes”. Cuántos abrazos
y mimos me dio en aquel sillón, cuántas reprimendas y cuántas enseñanzas
que hicieron de mi la persona que soy.
Recorro el resto de la casa abriendo las ventanas para que el aire penetre y
devuelva al lugar la vida que el corresponde, mientras observo cada milímetro
de mi pasado. Ese pasado que suavicé con una capa de amnesia para que no
doliera tanto, y que periódicamente asomaba a mi memoria porque en realidad
nunca quise olvidar.
Ahora se presenta ante mí, en toda su desnudez, cada momento de mi infancia
expuesto en las paredes, en los muebles, en los marcos de las puertas, en las
tonalidades de cada rincón... Y vuelvo a ser el niño que correteó por la casa
envuelto en la feliz ignorancia de todo el sufrimiento que vendría después.
Me dirijo a la cocina y abro el grifo, dejando correr el agua un buen rato antes
de aclarar un vaso y llenarlo hasta el borde. En la alacena aún pervive la loza de
Cuéntanoslo con arte 17

50 años atrás, el cuenco de las cerezas, los vasos metálicos de colores con la jarra
a juego. La gran mesa de madera sin barnizar guarda todavía restos del último tazón
de leche que tomé la mañana que me fui para siempre. Instintivamente paso
los dedos por la superfi cie; aún recuerdo el día en que el abuelo la construyó con
sumo cuidado, lijando y lijando la gruesa tabla hasta dejarla lisa y suave como el
mármol. Un nudo en el centro era el sol, y las vetas de la madera eran los caminos
que habían de recorrer mis papás por el universo para llegar al lugar donde todos
nos reuniríamos. Papá y mamá murieron por rojos, me habían dicho, y entonces
supuse que era porque se les rompieron las venas y la sangre les inundó todo el
cuerpo y ya no pudieron respirar más. Yo apenas podía recordarlos, porque fallecieron
siendo muy pequeño. Pero el abuelo siempre me hablaba de ellos y fui
creando recuerdos que me acompañaron durante toda la vida.
Por la puerta de la cocina salgo a lo que un día fue nuestro hermoso jardín. Ahora
es una jungla de hierbajos entremezclados sin orden ni concierto. La ausencia de
las manos cuidadoras de la abuela ha llenado de caos aquel lugar que antaño fue
el rincón de la fantasía, donde los árboles ejercían de lugares misteriosos a los que
trepar en busca de nuevos horizontes. El muro de piedra bordeado de madreselva
me parece hoy más bajo que entonces. Recuerdo que me subía a un cajón de
madera para poder atisbar el más allá de mis dominios infantiles. Hoy ese más allá
se ve cercano, al alcance de cualquier pretensión. De niño, el temor a lo que allí
encontraría me hacía fantasear con historias y aventuras sin fi n.
Contemplo ahora el portón de entrada a la fi nca, con sus rejas desvencijadas y el
cerrojo oxidado y fuera de sitio. Muchos años atrás crucé aquel portón con lágrimas
en los ojos y el corazón encogido, pensando en los porqués de aquella huida
impuesta por alguien que no era yo. Ni papá ni mamá habían estado allí para despedirme,
ni tampoco el abuelo, que había muerto meses antes en un accidente
con el tractor. Sólo la abuela lloraba tristemente en la cancela, enjugando los ojos
en su delantal de cuadros grises, sus torpes movimientos aquejados de aquellos
sempiternos temblores.
Habían de pasar muchos años para que yo alcanzase a comprender lo que sintió en
aquel momento que a mi me pareció que me abandonaba a mi suerte. Lo que supuso
para ella enviarme con unos parientes lejanos a los que ni siquiera conocía, al otro lado
del país, porque se vio incapacitada para seguir cuidándome. “Es lo mejor para ti, mi niño”,
me repetía aquellos últimos días antes de mi partida. Tardé en saber que su enfermedad
iba degenerando tan deprisa que apenas podía mantenerse de pie, y que la rigidez en
sus músculos la imposibilitaba para las labores más sencillas. Pero en aquel momento yo
sólo veía que la abuela, la única persona que me quedaba en el mundo, me echaba de
su lado por alguna razón que desconocía.
18 Cuéntanoslo con arte

Entro de nuevo a la casa, es hora de tomar mi medicación. Saco las pastillas de la
maleta y pienso qué hubiera pasado si la abuela hubiera podido acceder a este
tratamiento. Yo tengo mis síntomas controlados, y mi pronóstico no es tan malo
como el suyo, tengo mucho tiempo por delante para vivir mi vida sin tropiezos. Y
según avanza el tiempo, hay más posibilidades de ir frenando el paso inexorable
de este mal. Pero entonces no había lo que hoy, y la abuela hubo de pasar sus últimos
años recluida en uno de aquellos horribles asilos, sin los cuidados necesarios,
sin nadie que la visitara, con todos sus recuerdos apilados en una caja de cartón
donde guardaba las cartas que yo le enviaba cada vez más de tarde en tarde, dejando
que la enfermedad acabara en poco tiempo en todo cuanto fue.
No volví a este lugar desde aquel lejano día de mi marcha. La abuela murió tres
años después y la casa pasó a ser de mi propiedad, pero cuando me hice mayor y
pude venderla, jamás tuve el valor para hacerlo. Tal vez no quería desprenderme
de un pasado que no llegué a asumir, o tal vez no deseaba que nadie profanara
mis recuerdos dormidos. Y ahora que la edad me lo permite, y el peso de la vida
se ha vuelto más liviano, y las prioridades han variado su rumbo, puedo recorrer
todos estos rincones sólo con la añoranza de los tiempos felices, y no con el odio
enfermizo a todo lo que cercenó mi infancia.
Empieza a refrescar, así que cierro las ventanas y me preparo para poner un poco
de orden en la casa. He de empezar la tarea que me trajo hasta aquí: escribir mis
memorias y la historia de mi familia, esa que me fue arrebatada por circunstancias
que no estuvo en mi mano comprender hasta pasado mucho tiempo. Mi portátil
me espera ansioso. Es tanto lo que tengo que decir...
Fin
Cuéntanoslo con arte 19

3 er
premio
Francisco E.
Montesinos
Lahoz
Madrid

Caminaba muy despacio
Caminaba muy despacio, deleitándose con el crujido vegetal que producían sus
pasos sobre la capa de hojas otoñales. Podía estar contando pisadas durante horas
y horas sin que la reiteración del acto mermase su interés.
No necesitaba mucho más para ser feliz. Tan sólo no encontrarse a nadie, no ver a
nadie, no tener que saludar a nadie, no compartir nada con nadie.
Eso era el paraíso: la más absoluta de las soledades. Cosme García Padilla era así.
Quizá había nacido con una misión a cumplir que marcase de alguna forma su
carácter de hombre estepario.
Nadie podía decir, en justicia, nada malo de él. Claro que tampoco, en justicia, se
podía decir nada bueno de él, porque no se sabía nada de él. Cosme García Padilla
era solamente una entrada en el padrón municipal de habitantes.
Siempre volvía a casa ansiando reencontrarse con la soledad doméstica que tanto
añoraba durante las horas de trabajo. Nadie esperándole, nadie que le aguardase
con un beso, ningún animal de compañía, ninguna planta, excepto unos cuantos
tomates y algunas piezas de fruta en la nevera. En defi nitiva...nadie, el estado
perfecto.
No tenía más afi ciones que la lectura y los paseos. La primera le permitía asomarse
al mundo sin tener que tocarlo. Para la segunda, solía coger su coche y recorrer
los once kilómetros que le separaban de un robledal donde nunca había nadie.
Aquella tarde de mediados de junio y luz interminable, Cosme llegó allí un poco
antes de lo habitual y se encontró con un coche negro aparcado donde moría el
camino que daba acceso al bosque.
Unos “intrusos“ se le habían adelantado, por lo que decidió esperar a que salieran
para no toparse con ellos durante el paseo. Pero el tiempo avanzaba y no se producía
el esperado regreso de los excursionistas. Cosme se aventuró a entrar, pues
si no, se le acabaría echando la noche encima.
Al cabo de un tiempo tuvo a la vista a alguien que caminaba aun más lento que
él. Al menos era uno solo, eso ya mejoraba las cosas. Pensó en ralentizar su marcha
Cuéntanoslo con arte 21

para no alcanzarle, pero desistió. Le picaba la curiosidad de averiguar quién era
esa persona que parecía tener sus mismos hábitos.
Al llegar a su altura , ella, pues de una mujer se trataba, se apercibió de su presencia
y le dedicó una sonrisa. Era una mujer bellísima, vestida de negro, con una
mirada intensa, provocadora, que produjo un anormal e inmediato impacto en
Cosme. Nunca había visto una mujer tan atractiva.
“Hola, magnífi ca tarde para pasear, ¿verdad? Me llamo Soledad, ¿y usted?”
“Yo Cosme, encantado“.
“¿Le gusta la soledad? No me refi ero a mi , claro, ja ja ja... porque a este sitio no
viene casi nadie“.
“Sí, me gusta pasear solo, como a usted. ¿Me equivoco? “
“No, no se equivoca en absoluto “.
“¿Rompemos la norma, aunque sólo sea por esta vez? “, propuso él. Ella aceptó.
A Cosme nunca le habían interesado gran cosa las mujeres, tampoco los hombres,
pero esta vez era distinto; había algo inmediato casi sobrenatural entre los
dos, se podía percibir explícitamente. Llevaban unos minutos caminando cuando
Soledad se detuvo, le miró a los ojos, le cogió ambas manos y le besó apasionadamente.
Cosme estaba confuso, excitado, le seguía el juego sin tener alternativa. Soledad
volvió a la carga, esta vez con pretensiones de ir más allá. Él accedió e inmediatamente
sintió como si una especie de sumidero gigante le tragase. Iba girando en
una casi total ausencia de gravedad hasta que se posó muy suavemente sobre un
lecho de fi lloas enormes recién hechas.
Sobre su cabeza, a bastante altura, se veía un pasillo largo y vacío iluminado por
una intensa luz blanca. Del paradero de Soledad no sabía nada pero tampoco le
preocupaba, fue bonito mientras duró.
Lo primero que hizo fue probar las fi lloas que estaban buenísimas y muy, muy
recientes. Aquello debía de ser, por lógica, Galicia, pero el aspecto desolado del
lugar no era compatible con esa hipótesis. Caminó un buen rato hasta que vio a lo
lejos un enjambre de edifi cios de considerable altura.
Se acercó lo sufi ciente para comprobar que aquello estaba totalmente deshabitado.
Era una especie de poblado fantasma del lejano Oeste, pero con dimensiones
22 Cuéntanoslo con arte

y aspecto del siglo XXI. De pronto, un vehículo todo terreno rojo se le acercó a
gran velocidad precediendo a una polvareda indescriptible. Se detuvo junto a él y
bajaron dos tipos mal encarados con monos rojos y una tarjeta identifi cadora que
decía “Departamento de Clasifi cación“.
“A ver, tú, ¿qué haces por aquí? “
“¡Y sin tarjeta de preclasifi cación, ni nada que se le parezca! Esto es cosa de Soledad,
como es el ojito derecho de Lucifer... “.
Lucifer era el apócope de Lucía Fernández, la directora ejecutiva de Human Energy
Resources. La H.E.R, Human Energy Resources, era una empresa multiuniversal
de capital privado, con un inmenso volumen de negocio. Basaba su rentabilidad
en el principio de la condenación eterna, por el cual los castigados al infi erno
ardían sin consumirse, aportando los kilojulios necesarios pero sin que su masa
disminuyese nunca. Esto era la máquina perfecta, la que contravenía aquella memez
de que “la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma”.
Era cierta y absolutamente normal, por otra parte, la relación entre Lucía Fernández,”
Lucifer “, y Soledad Expósito, “the woman in black “, como era conocida en el
infi erno por sus hábitos indumentarios. Ambas compartían un lujoso apartamento
en la zona más “chic” del infi erno desde hacía más de media eternidad.
Ellas se movían en el círculo de la “beautiful people“ infernal tanto de residentes,
caso de centenares de personalidades insospechadas por su aparente trayectoria
terrenal, como de escritores, artistas o multimillonarios que, tras haber probado el
turismo espacial lo hacían ahora con el del averno.
Dante Alighieri, Ieronimus Bosch y otros muchos frecuentaban el infi erno como
lugar de inspiración para su obra, y al fi nal el ambiente calaba en ellos y decidían
pasar una parte de la eternidad allí o incluso toda.
Volviendo a Cosme y los tipos mal encarados, uno de ellos, el más corpulento, le
cogió del brazo y en una rapidísima maniobra se lo retorció para interrogarle.
“Y ahora, muchachito indocumentado, nos vas a decir para quién trabajas, ¿verdad?
“
“Para la Diputación de Segovia “, respondió Cosme con voz dolorida.
“Escúchame bien, estúpido espalda mojada, has entrado ilegalmente en el infi erno,
no tienes ninguna documentación, luego probablemente serás un “anti algo”,
así que no te pases de listo conmigo y dime; ¡¡¡ PARA QUIÉN TRABAJAS ¡¡¡ “
Cuéntanoslo con arte 23

“Es verdad lo que le digo, agente...aaaaaaaaaaay, por favor, suélteme, me hace
daño “.
“Para la Diputación de Segovia , vaya, vaya ...entonces yo soy el Rey Arturo y este
Lancelot...es tu última oportunidad, arcángel funcionario, canta lo que sepas o te
haré comerte todas las fi lloas que sobraron de la semana pasada y te advierto de
que estarán completamente revenidas...jajajajaja, ¡¡¡ CANTA !!!
Cosme, con un hilo de voz, contestó: “Mire usted: yo, cantar, lo que se dice cantar,
canto mal. Pero le juro que trabajo para la Diputación de Segovia. Me ocupo de
trámites administrativos. No soy más que un pobre diablo”.
Al oír esto los dos tipos mal encarados se pusieron fi rmes y saludaron militarmente
a Cosme quien, atónito ante el giro que había dado la situación y percatándose
al instante de que la palabra “diablo “que había pronunciado por casualidad había
sido la causante de ello, se dirigió a los dos hombres y les dijo:
“Esta bien, por esta vez lo dejaremos así, pero tened cuidado mucho cuidado.
Nunca se sabe cuando vas a toparte con alguien de Asuntos Internos “.
Acto seguido subió en el vehículo rojo todo terreno, mandó descanso y se alejó
precediendo a una increíble nube de polvo.
Unos cientos de kilómetros más adelante ya en la autopista vio anunciado un “The
Best Filloas drive in“. Tenía hambre y se detuvo allí.
“¿Qué va a ser? “
“¿Qué me recomienda? “
“Oiga, amigo, aquí el cliente es usted. Usted es el que pide y yo la que le sirvo lo
que usted me pide,¿está claro? No me pagan para recomendar “.
“ Señorita, soy nuevo aquí y nunca he probado las fi lloas de este establecimiento.
Sólo le he pedido un consejo, no que baile conmigo”.
“Escúcheme: no se atreva a pedirme que baile con usted, ¡no me toque! Tengo un
Winchester recortado bajo el mostrador y no dudaré en usarlo”.
“ Pero por Dios, señorita, yo no pretendo otra cosa que las fi lloas estén recientes“.
“ ¡¡¡RECIENTES, RECIENTES!!! ¿ESTÁ INSINUANDO ACASO QUE NUESTRAS FILLOAS,
LAS FILLOAS DE THE BEST FILLOAS DRIVE IN ESTÁN REVENIDAS?”
24 Cuéntanoslo con arte

Cosme tenía detrás otros cuatro coches que empezaban a impacientarse haciendo
sonar sus cláxones. Se acercó el encargado del “drive in “y, metiendo el brazo
por la ventanilla, le cogió de la solapa y le dijo en tono muy elocuente:
“EH, AMIGO, PIDA Y LÁRGUESE “
Cosme se fi jó en el panel que contenía los diversos menús y eligió uno :
“ Dos Best Filloas grandes con sirope de jengibre y Coca Cola “
“¿ La Coca Cola grande, extragrande, megagrande o gigagrande?
“ Pues.... normal “
“¿GRANDE. EXTRAGRANDE, MEGAGRANDE O GIGAGRANDE?”
“ Está bien, está bien...¿normal grande?”
Paró en el aparcamiento y devoró las fi lloas con sirope de jengibre que, a decir
verdad, estaban muy recientes. Le entró sueño y se dispuso a dar una cabezada.
Miró su reloj, estaba parado. Se durmió.
Despertó sobresaltado por un megáfono: “Le habla el teniente Hell. Está rodeado,
es mejor que se entregue, no empeore las cosas. Por ahora solo se le acusa de
robo sin fuerza de un vehículo ofi cial “.
Cosme no daba crédito a lo que estaba oyendo, pensó que tal vez era solo un sueño
y adicto como era a la novela negra, les siguió el juego: “ ¡Malditos bastardos,
tengo a la chica, no mováis un dedo o la mataré! “
“ ¿Qué chica? “
“ ¡Eso no importa ahora! “
“ Señor, el sospechoso tiene a la chica“.
“ ¿Qué chica? “
“ Eso no importa ahora. Calculamos que solo le queda un cuarto de eternidad en
el depósito de combustible “. “ Está bien. Será mejor que le dejemos ir y le sigamos
para cogerle antes de llegar a la frontera y, recuerden; no quiero disparos, tiene a
la chica “.
“ ¿Qué chica? “
Cuéntanoslo con arte 25

“¡¡ ESO NO IMPORTA AHORA!! “
Cosme encendió el motor del todo terreno y salió de allí sin que los polizontes
le siguiesen, al menos eso parecía porque al poco tiempo vio por el retrovisor
como se le acercaban numerosos vehículos rojos a toda velocidad. Aceleró, pero
un poco más adelante un control le impedía el paso.
Sin pensarlo dos veces dio un volantazo a la derecha y abandonó la carretera, metiéndose
por mitad del campo hasta que arrancó de cuajo unos cuantos metros
del cercado de alambre que delimitaba una fi nca. El motor del coche se paró y
Cosme pensó que allí acababa todo, pero extrañamente sus perseguidores dieron
la vuelta y se marcharon.
La fi nca parecía inmensa y la tierra muy fértil. Crecía hierba fresca por todas partes,
como en un anuncio de jabón Heno de Pravia, había muchísimos árboles frutales
de los que colgaba el producto fi nal, ya envasado y etiquetado. Eran muy llamativos
los árboles del melocotón en almíbar, presentado en unos elegantes frascos
de vidrio, y las matas de fresas que estaban provistas de bandejitas para la nata
montada y unos microchip refrigeradores para mantenerla fría.
En mitad de aquella impresionante pradera, un cartel clavado en la hierba decía:
“SE CEDE ESTA FINCA. RAZÓN AQUÍ “.
“Aquí, ¿dónde es aquí?”, se preguntaba Cosme en voz alta.
“ Pues aquí “, contestó un anciano de barba y cabellos blancos que apareció junto
a él“.
“¡¡¡Qué susto me ha dado, caramba!!! ¿Dónde estaba usted? “
“ Yo estoy en todas partes, Cosme “.
“ ¿Cómo sabe mi nombre?“
“ Yo lo sé todo “.
“ ¿Y si está en todas partes y lo sabe todo, entonces por qué quiere desprenderse
un sitio tan magnífi co como este? Es un paraíso“.
“ Sí que lo es, sí, pero, ¿sabes?, aquí no sube nadie.
“ ¿Nadie, nadie? “
“ Nadie. Y la culpa es de ese Newton, Isaac Newton. Desde que descubrió la ley
26 Cuéntanoslo con arte

de la gravedad, cada vez que alguien está a punto de subir, zas...una fuerza insuperable
le hace caer abajo, al infi erno, y luego una vez allí, como siempre se
encuentran con algún conocido, pues acaban quedándose. Y cuando le pregunto
a Newton qué explicación tiene para esto, contesta: “g “.
“ ¿Se ríe? “
“ No hombre, no. G es la constante de gravitación, en tu planeta son 9,8 metros
por segundo al cuadrado. Sea como fuere, yo ya estoy mayor para un sitio tan
grande y tan vacío, me aburro soberanamente y; ¡sólo he descansado un día en
la última eternidad¡”
A Cosme le convencía aquel lugar, tanto como para quedarse allí a vivir, pero faltaba
un detalle importante.
“ Y, dígame, ¿las fi lloas son recientes? “
“ No trabajamos ese artículo, lo siento. Pero, dime tú; ¿te gusta la horchata?”
“Por supuesto que sí”, dijo Cosme.
“ Entonces sígueme, te enseñaré algo “
Las matas de las chufas brotaban con un vaso a cada lado con la leyenda líquida
o granizada y una pajita dentro.
Fue defi nitivo. Nunca nadie volvió a ver a Cosme García Padilla.
Fin
Cuéntanoslo con arte 27

Premio
especial
Pablo
Lizcano
2009

Mi marido, Pablo Lizcano, siempre me decía que yo viajaba demasiado,
y debía de tener razón, porque un viaje de trabajo a Suecia me
impide estar hoy en esta entrega de premios, cosa que me hubiera
encantado poder hacer.
Desde que se instituyeron estos galardones, hace ya siete años, Pablo
Lizcano fue pieza esencial de su gestión, organización y promoción.
Como siempre, hizo un trabajo meticuloso y concienzudo;
pero en este caso, además, era un trabajo que le salía del corazón.
Pocas veces, por no decir ninguna, le he visto tan comprometido
emocionalmente con un proyecto laboral, cosa que, por otra parte,
comprendo muy bien, porque Cuéntanoslo con arte es un proyecto
precioso. Yo participé como jurado en la primera edición; entonces
era algo mucho más pequeño, creo recordar que sólo se trataba de
un concurso de relatos, pero ya me pareció una propuesta llena de
vitalidad y de autenticidad. Ahora recuerdo aquel acto de entrega
de los primeros premios con especial cariño, con especial nostalgia.
Este año he vuelto a ser jurado de la sección literaria, y me he
encontrado con unos galardones mucho más desarrollados y asentados.
Y con unos relatos formidables, dicho sea de paso: mi enhorabuena
a los vencedores.
Además, también me he encontrado con una iniciativa conmovedora
por parte de los patrocinadores de los premios: la creación de un
galardón literario que lleva el nombre de Pablo Lizcano, que murió
hace ahora once meses.
No tengo palabras para agradecer este delicado y espléndido detalle:
sólo sé pensar en lo mucho que a él le hubiera gustado, en
lo mucho que le hubiera emocionado, aunque él hubiera hecho lo
posible porque no se le notara esa emoción, porque era tremendamente
pudoroso y reservado. También era una persona que no podía
soportar el fi ngimiento, la impostura. Por eso siempre se encontró
tan bien en estos premios tan sinceros, tan verdaderos. Y por eso
me parece consolador y hermoso que su nombre quede unido a este
proyecto. Enhorabuena de nuevo a los ganadores, especialmente a
la persona que ha ganado el primer premio Pablo Lizcano con un
cuento precioso que estoy segura de que a él le habría gustado, y
muchas, muchísimas gracias a todos.
Rosa Montero

Premio
especial
Pablo Lizcano
Relato más
original
09
Mª Antonia
González
Albero
Pamplona

Historia de un desencuentro
Era mi casa. Efectivamente, era mi casa y era hermosa y confortable; nueva,
cómoda y acogedora. Me proporcionaba un gran bienestar y no me daba
problemas.
Yo vivía en ella como en el mejor de los mundos. Me sentía orgullosa de ella.
La cuidaba y la mimaba y la ponía guapa y arreglaba según la época del año,
según las horas del día, según las necesidades, según las actividades.
Había otras más altas, más esbeltas, más bonitas, pero yo estaba contenta
con la mía.
Éramos una sola cosa y nos entendíamos a las mil maravillas. Éramos inseparables;
cómo uña y carne.
Juntas hemos vivido toda una vida. Lo bueno y lo malo. En ella, y con ella,
he nacido y experimentado el amor, he engendrado y he dado a luz a mis
criaturas, he jugado, he bailado, he comido, he bebido. He disfrutado de la
naturaleza, del movimiento, del reposo, de la amistad, de todo.
De repente, ella empezó a revelarse, a estar triste, a abandonarse. Casi me
avergonzaba de ella. Ya no formábamos ese tándem perfecto. Tomó vida
propia. Tomaba las decisiones por su cuenta sin contar conmigo. Tuve que
ponerme fuerte. Le daba órdenes que no atendía. Quería traerla a mandamiento,
pero no hacía caso. Por mucho que la fregara, la barriera, la encerara
o la perfumara, ella persistía en su actitud. Se volvió hostil, inhóspita, no respondía
a mis halagos ni a mis cuidados. Hacía lo que quería, prescindiendo
de mí. Se fue deteriorando. Ya no era el refugio amable y apacible. Se quejaba
de todo y su estructura crujía por las noches. Se convirtió para mí en una
jaula que me tenía atrapada.
Nuestra unión, una unión de por vida, dejó de ser amigable. Yo me enfadaba
con ella y ella conmigo. Éramos como un matrimonio mal avenido que “ni
contigo, ni sin ti”, pero no podíamos vivir la una sin la otra.
Pedimos ayuda a albañiles, fontaneras, decoradoras, carpinteros etc..., para
ver si arreglaban nuestra simbiosis, pero, a pesar de su buena voluntad, todo
Cuéntanoslo con arte 31

fue inútil. “Procurar llevaros bien”, decían. “Poner alguna maceta, cambiar la
tapa de water, poner cortinas verdes. Llegar a un entendimiento, ¡habéis
vivido tantos años juntas! ¡Habéis sido tan felices...!
Pero mi irritación iba en aumento. ¿Por qué se ha puesto así?, me preguntaba,
y nadie sabia contestarme.
Poco a poco nos hemos ido reconciliando. Nos queremos y en el fondo nos
comprendemos. Yo he reconocido que ella es mayor y tiene derecho a su
autonomía y a hacer un poco lo que quiera (sólo un poco). ¿Y ella? ¡Ella, se
muere por mí!
Fin
32 Cuéntanoslo con arte

Pintura y dibujo

1 er
premio
Raúl
Vicente
Maiorano
Villafranca del Penedés
Barcelona

“Regata”
Acrílico s/harboard entelado
Medidas 40x50 cm
Cuéntanoslo con arte 37

2 o premio
Amparo
Carbonell
Juan
Valencia

“Menina”
Pintura acrílica y collage
sobre lienzo.
Fondo mezcla de pintura
acrílica, agua y arena
Cuéntanoslo con arte 39

3 er
premio
Obra colectiva
de la Asociación ón
de Familiares
y enfermos de e
Párkinson
San Fernando. Cádiz ád

“Metamorfosis”
Cuéntanoslo con arte 41

Mención
de
Honor
José Pedro
Domínguez
Ortiz
Betera. Valencia

“Entre la marisma y el cielo”
Acrílico sobre tablilla
Cuéntanoslo con arte 43

Mención
de
Honor
Félix
López L
C
Madrid Ma
Castaño

“Mi amigo el perro”
Óleo sobre lienzo
Cuéntanoslo con arte 45

Fotografía

1 er
premio
Mª Amada
Pérez
Rodríguez
Asturias
48 Cuéntanoslo con arte

Chanclos
Cuéntanoslo con arte 49

2 o premio
Vicente
Guill
Fuster

Dignidad
Cuéntanoslo con arte 51

3 er
premio
José Jesús
García
Hoyuelos

Escapada en el tiempo
Cuéntanoslo con arte 53

Mención
de
Honor
Lorena
Rodríguez
Calero
Madrid

Equilibrio inestable
Cuéntanoslo con arte 55

Mención
de
Honor
Mario
Beltrán
Hayán
Madrid

Sombras
Cuéntanoslo con arte 57

Autoridades:
Agradecim
Agradecimientos
Sr D. Ramiro F. Ruiz Medrano
Pte. de la Diputación de Valladolid
Dª. Rosa Hernández
Concejal de Bienestar Social, empleo y familia del Ayto. Valldolid
Sr. D. José Mª Pino Morales
Director General de Asistencia Sanitaria de la Junta de Castilla y León
Jurado:
• Oscar Campillo
• Vidal Arranz
• Rosa Montero
• Jorge Praga
• Marisa Álvarez
A los autores de todas las obras recibidas
• Lorenzo Colomo
• Jorge Adrados
• Javier Redondo
• Rosa Fernández
A todas las asociaciones de párkinson especialmente a la Asociación
Párkinson Valladolid
A todas las personas del Palacio de Pimentel que hicieron posible esta
magnífi ca exposición, personalizado en Concha Gay
58 Cuéntanoslo con arte

Miembros del
Jurado 2009
Cuéntanoslo con arte 59

Prem
60 Cuéntanoslo con arte

iados 2009
Cuéntanoslo con arte 61

07
edición
2009