03.10.2012 Views

La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson

La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson

La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

causado que lo enviaran lejos. Desde que regreso, no me había dirigido una palabra. Tan sólo me miraba<br />

maliciosamente a través de su ventana o por sobre la cerca, y yo vivía con el miedo de que tratara de<br />

tomar algún tipo de venganza sobre mí, mis padres o mi perra.<br />

Así que fue casi un alivio regresar a la casa de mis abuelos la semana siguiente, jugando al detective de<br />

nuevo con Chad. Esta vez estábamos determinados a resolver el misterio de mi abuelo de una vez por<br />

todas. Después de tragar a la fuerza medio plato de la comida de mi abuela, pedimos disculpas y nos<br />

dirigimos hacia el sótano. Podíamos oír los trenes correr desde arriba de la escalera. Él estaba ahí abajo.<br />

Aguantando la respiración, nos asomamos dentro del cuarto. Estaba de espaldas a nosotros y podíamos<br />

ver la camisa azul y gris de franela que siempre usaba, con el cuello estirado, revelando un anillo café<br />

amarillo en el cuello de su camisa y su camiseta manchada de sudor. Una banda elástica blanca, también<br />

ennegrecida por la suciedad, colgaba de su garganta, sosteniendo el tubo metálico del catéter en su lugar<br />

arriba de la manzana de Adán.<br />

Una lenta y emocionante ola de miedo agitó nuestros cuerpos. Era el momento decisivo. Nos arrastramos<br />

por las ruidosas escaleras tan silenciosamente como pudimos, esperando que los trenes cubrieran el ruido.<br />

Una vez en el fondo, dimos la vuelta y nos escondimos en el apestoso hueco detrás de la escalera,<br />

tratando de no escupir o gritar mientras las telarañas caían sobre nuestros rostros.<br />

Desde nuestro escondite podíamos ver los trenes: había dos vías, y ambas tenían trenes corriendo sobre<br />

ellas, rechinando a lo largo de los rieles colocados aleatoriamente y dejando tras de sí un insalubre olor<br />

eléctrico, como si el metal de las vías se estuviera quemando. Mi abuelo se sentó cerca del transformador<br />

que albergaba los controles de los trenes. La piel de su nuca siempre me recordaba la piel del prepucio. La<br />

carne arrugada colgando despegada del hueso, vieja y correosa como la de una lagartija y completamente<br />

roja. El resto de su piel era blanco grisáceo, como el color de la mierda de pájaro, excepto su nariz, la cual<br />

se había enrojecido y deteriorado a causa de años de beber. Sus manos estaban endurecidas y callosas<br />

por toda una vida de trabajo; sus eran uñas oscuras y quebradizas como las alas de un escarabajo.<br />

El abuelo no ponía atención a los trenes que circulaban furiosamente a su alrededor. Tenía los pantalones<br />

hasta las rodillas, una revista abierta sobre las piernas, y carraspeaba y movía rápidamente su mano<br />

derecha en su regazo. Al mismo tiempo, con la mano izquierda, limpiaba las flemas de su traqueotomía<br />

con un pañuelo tieso y amarillento. Sabíamos lo que estaba haciendo, y queríamos irnos en ese momento.<br />

Pero estábamos atrapados detrás de las escaleras y teníamos miedo de salir al descubierto.<br />

De repente, el carraspeo cesó y el abuelo giró en su silla, mirando justo hacia la escalera. Nuestros<br />

corazones se paralizaron. Se levantó, con los pantalones en los tobillos, y nosotros nos apretamos contra<br />

la mohosa pared. Mi corazón apuñalaba mi pecho como una botella rota y yo estaba demasiado petrificado<br />

hasta para gritar. Por mi mente pasó un centenar de cosas perversas y violentas que él nos haría, aunque<br />

habría sido suficiente que me tocara y para que cayera muerto de miedo.<br />

El carraspeo, el movimiento de su mano, y el raspar de sus pies contra el suelo comenzaron de nuevo, y<br />

nosotros dejamos escapar nuestro aliento. De nuevo era seguro espiar en la escalera. En realidad no<br />

queríamos hacerlo. Pero teníamos que hacerlo.<br />

Después de varios minutos dolorosamente lentos, un macabro sonido escapó de su garganta, como el<br />

sonido que hace un auto cuando ya está encendido y alguien gira la llave. Giré mi cabeza, demasiado<br />

tarde para evitar imaginar la pus blanca saliendo de su amarillento y arrugado pene como las tripas de una<br />

cucaracha aplastada. Cuando volví a mirar, él había bajado su pañuelo, el mismo que había estado usando<br />

para limpiar sus flemas, y estaba limpiando su desorden. Esperamos hasta que se fue y trepamos por las<br />

escaleras, jurando nunca poner un pie en ese sótano de nuevo. Si el abuelo alguna vez supo que<br />

estuvimos ahí o si notó que el cajón de la mesa de trabajo estaba roto, nunca dijo una palabra.<br />

Durante el viaje de regreso a casa, dijimos a mis padres lo que había pasado. Tuve la sensación de que mi<br />

madre creyó la mayor parte si no es que todo, y de que mi padre ya lo sabía ya que el había crecido ahí.<br />

Aunque mi padre no dijo una palabra, mi madre nos dijo que años atrás, cuando mi abuelo aún trabajaba<br />

como camionero, tuvo un accidente. Cuando los doctores lo desvistieron en el hospital, encontraron ropas<br />

de mujer bajo las suyas. Fue un escándalo familiar del que supuestamente nadie debía hablar, y juramos<br />

guardar el secreto. Ellos lo negaban totalmente – y lo siguen haciendo hasta el día de hoy. Chad debió<br />

haberle dicho a su madre lo que habíamos visto, por que no le permitieron pasar tiempo conmigo por<br />

varios años después de eso.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!