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La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson

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“Súbete a mi espalda,” ordenó. Twiggy tomó una botella de Jack Daniel’s del piso y obedeció. Yo los ignoré<br />

porque estaba ocupado escribiendo la letra de una canción llamada The Beautiful People. Ellos salieron<br />

tambaleándose por la puerta, una ebria bestia con dos traseros que de aquí en adelante será llamada<br />

Twiggins, y se dirigieron hacia la escalera. De repente hubo ruido y obscenidades. En el fondo de las<br />

escaleras encontré a Twiggy boca abajo en un charco de lluvia y sangre. Lo llevamos de emergencia al<br />

hospital, pero nos veíamos tan locos –escurriendo maquillaje, agua y sangre- que nos ignoraron. En vez de<br />

quejarse, Wiggins sólo tomó una bandeja metálica y puso varias líneas mas. Así es como las noches con<br />

Wiggins terminaban usualmente. Enredaba las cosas y no se detenía hasta que alguien estuviera muerto,<br />

en el hospital o inconsciente entre su propio vómito. Y si ese alguien no era él, no se detenía hasta que lo<br />

fuera.<br />

Eventualmente Wiggins, Twiggy y yo nos dimos cuenta de que había formas para sacar el mayor provecho<br />

a nuestra situación y tratar de educarnos y acumular valioso conocimiento durante la gira. Empezamos a<br />

realizar varios experimentos sicológicos, como el acercarnos a una pareja y darle sólo a la chica un pase<br />

para los camerinos para probar su relación.<br />

Octavo círculo: Los Fraudulentos – Sembradores de Escándalos y<br />

Cismas<br />

Gradualmente, el estado de la gira comenzó a cambiar de miserable a memorable. En el tour con Nine Inch<br />

Nails y Jim Rose, yo me había abstenido de algunos de los trucos humanos más estúpidos a los que se<br />

habían entregado los demás, pero ahora ya no me importaba. Mientras estábamos sentados en la cima de<br />

una torre de acero de veinte pies de alto afuera de un club llamado Sloss Furnaces en Biloxi, Mississippi,<br />

calentando para un show con Jagermeister y drogas, Wiggins, Twiggy y yo juramos dejar de explotar a las<br />

chicas en el backstage. En lugar de eso, decidimos prestarles un servicio terapéutico. Para llevar a cabo<br />

nuestros planes, todo lo que necesitábamos era una cámara de video y algunas chicas dispuestas a<br />

confesar sus pecados más graves. Poco sabíamos acerca de lo oscuras y perturbadoras eran en realidad<br />

las vidas de nuestros fans.<br />

Mientras actuábamos esa noche, Wiggins hizo el trabajo preparatorio. Debajo del club, él encontró una red<br />

de oscuras catacumbas con rejas de metal, goteras y la atmósfera general de una escena de A Nightmare<br />

on Elm Street. Corrí para encontrarme con él ahí después del show, no sólo por estar emocionado sino<br />

también porque necesitaba esconderme de la policía, que quería arrestarme por exposición indecente.<br />

Mientras nuestro manager del tour los retrasaba. Wiggins nos llevó a las catacumbas, donde tenía a dos<br />

pacientes esperando. No sabíamos si nuestro plan para extraerles confesiones iba a funcionar en realidad,<br />

y en ese momento en realidad no sabíamos lo que es cargar con el peso de los secretos más oscuros de<br />

alguien. Una persona no necesariamente se confiesa con otra para quitarse un peso de encima. Quieren<br />

algo: reafirmación, lo cual es un regalo que es difícil dar con convencimiento.<br />

Bajo una lluvia de preguntas de Wiggins, la primera chica se echó a llorar y nos reveló que cuando tenía<br />

once años, varios chicos de la cuadra la molestaban regularmente. Una noche se despertó para encontrar<br />

su ventana abierta y a cuatro de ellos de pie en su habitación. Sin decir una palabra, le arrancaron las<br />

sábanas, desgarraron su pijama y la violaron uno por uno. Cuando le dijo a su padre el día siguiente, él la<br />

ignoró. En menos de un año, él también la molestaba sexualmente. Al tiempo que nos decía esto, estaba<br />

de rodillas en el piso, mirando el piso húmedo. Cuando terminó, me miró a los ojos ansiosamente, con las<br />

huellas de sus lágrimas tatuadas en su cara por el rimel negro. Se supone que yo debía hacer algo, decir<br />

algo, ayudarla de alguna forma. Con mi música y mis entrevistas, nunca tuve problemas diciéndole a la<br />

gente sobre la clase de vida que debían llevar y la independencia que debían demandar. Pero eso era<br />

cuando le hablaba a una congregación, a una masa, a un grupo indefinido de gente. Ahora que estaba uno<br />

a uno y que en realidad tenía la oportunidad de cambiar la vida de alguien, me quedé congelado por un<br />

momento. Entonces le dije que el hecho de que estaba aquí y que podía hablar sobre ello probaba que ella<br />

era lo suficientemente fuerte para sobrevivir a eso y aceptarlo.<br />

Aún me pregunto si algo de lo que dije significó algo para ella, y si tan sólo eran los mismos clichés que<br />

había escuchado durante toda su vida. Me dijo que quería cambiar ropa conmigo y se quitó su camiseta, la<br />

cual estaba adornada con el slogan de Nietzsche ‘Dios está muerto’ seguido por la respuesta de Dios,<br />

‘Nietzsche está muerto.’ Aún llevo esa playera conmigo a donde quiera que voy.<br />

La primera historia fue tan perturbadora que aún no puedo recordar lo que la segunda chica confesó. Todo<br />

lo que recuerdo es que era un bella chica rubia con la palabra ‘fracaso’ grabada en su brazo.

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