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La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson

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Desde que la humanidad creo sus primeras leyes y códigos de conducta social, aquellos que osaran<br />

romperlos sólo tenían una técnica de evasión. Correr. Y eso fue lo que hice después del show, escapando<br />

hasta el autobús de la gira y escapando de una noche de encierro en la penitenciaría de Salt Lake City.<br />

Nunca recibimos nuestros 10,000 dólares, pero mi acto me pareció más valioso que el dinero.<br />

Habíamos hecho un escape de forma similar anteriormente en una de las ciudades más conservadoras de<br />

Florida, Jacksonville, donde los bautistas que gobernaban la ciudad habían amenazado con arrestarme<br />

después del concierto. Pero cuando regresamos a actuar a Jacksonville para nuestras primeras fechas<br />

como grupo principal después del tour con Nine Inch Nails, no tuve tanta suerte.<br />

Debajo de mis pantalones usaba mi ropa interior de hule con el agujero para el pene, el cual para entonces<br />

ya había reunido gran cantidad de manchas de sangre, saliva y semen. Como siempre, a mitad del show<br />

me quite la ropa hasta quedarme con la ropa interior de hule, me bañe de agua y me convulsioné<br />

violentamente, agitando mi cabello y mi cuerpo hacia atrás y adelante y enviando gotitas de agua a volar<br />

por todo el escenario. Ninguna parte inapropiada de mi cuerpo estuvo jamás expuesta porque mi pene<br />

estaba guardado seguramente dentro de su envoltura de hule. Pero el escuadrón anti-vicio, estacionado en<br />

cada salida del Club Five, vio lo que quería ver, a mí masturbándome con un dildo (el cual nunca tuve) y<br />

orinando sobre el público.<br />

Al final de nuestros shows solía embarrar mi rostro de lápiz labial y, si había chicas cerca del escenario a<br />

las que quisiera conocer, las tomaba y las besaba, dejando sobre sus rostros la marca de la bestia, la cual<br />

servía como boleto de entrada para el infierno que es y siempre será el backstage.<br />

Después de nuestra actuación, caminé hacia fuera del escenario y subí las escaleras que llevaban a los<br />

vestidores. Corriendo detrás de mí, sin embargo, venía Frankie, nuestro manager de tour. Se veía como<br />

Vince Neil de Mötley Crüe, sólo que con ojeras más grandes.<br />

“La policía está aquí,” dijo con pánico. “¡Y vienen a arrestarte!”<br />

Corrí hacia arriba e inútilmente intenté parecer respetable, lo que significaba quitarme mi ropa interior de<br />

hule y ponerme un par de jeans y una playera negra de manga larga. Había una gran conmoción en el<br />

vestíbulo, y dos policías encubiertos entraron y gritaron “Estás bajo arresto por violar en código de<br />

entretenimiento para adultos.” Me esposaron por detrás de la espalda, me escoltaron hacia fuera del club y<br />

me llevaron a la estación de policía. No estaba preocupado por que no parecían tener ningún resentimiento<br />

o algún sentimiento malévolo contra mí, tan sólo estaban haciendo su trabajo. Pero todo eso cambió en<br />

cuanto llegamos a la estación de policía, y me presentaron a varios grandulones vestidos de policías que<br />

se veían como si quisieran hacer algo más que sólo su trabajo.<br />

Uno en particular, con un grueso bigote negro, corpulento y con una gorra que decía ‘Primera Iglesia<br />

Bautista de Jacksonville,’ parecía tener algo en mi contra. Él y sus amigos policías hicieron numerosas<br />

bromas ignorantes a mis costillas, y después posaron junto a mí para varías fotografías, probablemente<br />

para que pudieran mostrar a sus esposas el mono con el que habían jugado en el trabajo. Era una noche<br />

lenta, y claramente yo era su diversión.<br />

Aún no tenía ninguna queja. Después de todo, entretengo a la gente. Pero entonces entro un coloso negro<br />

, posiblemente la persona más grande que haya visto en mi vida. Sus manos parecían hacer sombra sobre<br />

todo mi cuerpo y cada vena que palpitaba en su cuello era tal vez tan grande como mi propio cuello. Él me<br />

empujó hasta una pequeña celda con un misterioso artefacto de acero inoxidable que supuestamente era<br />

una combinación de retrete, lavabo y bebedero. Mientras trataba de adivinar que parte era el lavabo y cual<br />

el retrete, el coloso me ordenó quitarme el maquillaje. Todo lo que tenía era agua y toallas de papel, las<br />

cuales eran inútiles. Después de verme batallar, abrió la puerta y me dijo, “Usa esto,” lanzando un<br />

contenedor plástico de limpiador de pisos color rosa.<br />

Con el rostro irritado y rosado, me senté en la celda desmoralizado y abandonado, esperando ayuda del<br />

mundo exterior. El coloso regresó, azotando la puerta tras de sí. “Muy bien,” me ordenó con una voz que<br />

sacudió la habitación. “Vas a tener que quitarte toda la ropa.”<br />

No importa que tan exhibicionista seas, cuando estás desnudo frente a alguien que mide varias veces tu<br />

tamaño con el poder de hacerte cualquier cosa y salirse con la suya, repentinamente a prendes a apreciar<br />

el rayón, el algodón, el poliéster y todas esas maravillosas telas que protegen tu cuerpo del contacto físico<br />

directo. Lentamente, cuidadosamente y con la constante amenaza de muerte en sus rudas y callosas<br />

manos, me revisó por arriba, por abajo y por dentro.

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