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La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson

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“No, de ninguna manera,” exploté. “Sabes que son pendejadas. En primer lugar, todo esto de la banda no<br />

va a funcionar. Te quiero fuera.”<br />

“Pero es mi banda también,” ella insistió.<br />

“No, es mi banda. Nunca fue tu banda. Ni siquiera estás en la banda. Eres un extra, un mueble, y aprecio<br />

lo que has hecho por nosotros en el escenario, pero es hora de que avancemos.”<br />

“¿Peor que hay de nosotros? Digo, nosotros aún....”<br />

“No, eso también terminó. Cualquier cosa que hayamos tenido, todo fue un error y quiero que termine<br />

ahora mismo. Teresa aún es mi novia. Lo siento si sueno como un patán, sólo trato de ser terminante con<br />

esto.”<br />

Ahí fue cuando se volvió loca, peor que cuando estaba drogada la noche anterior. Gritó y lloró hasta<br />

quedarse ronca, amenazándome con todo lo que tenía. La conversación terminó conmigo tratando de<br />

convencerla de que no le dijera a Teresa o a Carl sobre nosotros. Ella accedió. Pero horas después,<br />

Teresa llamó.<br />

“Escucha esto,” dijo, poniendo el teléfono junto a su máquina contestadora. Había un mensaje de Nancy,<br />

pero gritaba tan frenéticamente que era difícil entender todo lo que decía. Decía algo como: “Maldita<br />

perra.... que diablos.... te lo dije.... nunca.... voy matarte.... si te veo.... coja.... voy a regar.... tu horrible....<br />

sangre sobre las paredes (clic).”<br />

En ese momento el infierno se desató. Nancy llamó a los clubs y canceló los shows de Marilyn Manson and<br />

the Spooky Kids; iba a nuestros conciertos, amenazaba a la gente del público, y hasta se subió al<br />

escenario y atacó a la chica que la remplazó, Missi. Llamó a cada persona que me conocía y les decía la<br />

clase de idiota que yo era, y comenzó a dejarme mensajes obscenos y paquetes. Una mañana encontré un<br />

collar que le había prestado yaciendo frente a mi puerta. Pero había sido cortado en pedacitos, cubierto<br />

con algo que parecía sangre y sellado ritualmente en un jarrón estilo masón con algún tipo de cabello. Era<br />

el tipo de maldición que el hermano de John Crowell habría hecho.<br />

Nunca nadie en mi vida me había hecho enojar tan violentamente. Arruinaba mi vida cuando nos<br />

acostábamos juntos, y ahora que ya no lo hacíamos, la estaba destruyendo aún más. Cada vez que<br />

llegaba a casa había una nueva amenaza de muerte esperándome. Yo ya tenía muchos sentimientos<br />

fuertes por Nancy: repugnancia, miedo, deseo, fastidio, exasperación y el conocimiento de que cualquier<br />

chica que guste de mí debe estar loca. Pero ahora todo eso había sido suprimido por profundo, oscuro y<br />

amargo odio, el cual palpitaba ardientemente por mis venas cada vez que mencionaban su nombre.<br />

Finalmente la llamé y se lo dije claramente: “No sólo no te quiero más en la banda, si no te largas del<br />

pueblo voy a hacer que te maten.” No estaba exagerando. Estaba furioso, no tenía nada que perder y<br />

estaba tan envuelto emocionalmente en la situación que perdí la perspectiva. No era sólo Nancy la que era<br />

como John Crowell, era yo, porque estaba perdiendo mi propia identidad en el odio por la gente que yo<br />

creía intentaba destruirla.<br />

Mi respeto por la vida humana se había marchitado hacía tiempo. Había notado esto algunas semanas<br />

antes cuando iba saliendo del Reunion Room y presencié un choque de frente mientras cruzaba la calle.<br />

Un hombre de mediana edad salió tambaleándose de un auto, un Chevrolet Celebrity azul, con su mano<br />

sobre la frente gritando por ayuda. Dio tumbos por la calle, desorientado y en shock. Y después soltó su<br />

frente. El trozo de piel que cubría la parte superior de su cabeza cayó sobre su rostro, y se colapsó en un<br />

charco creciente de su propia sangre, temblando y convulsionándose mientras la muerte se acercaba y<br />

finalmente lo puso quieto. Cuando crucé al otro lado de la calle, donde el otro auto se había estrellado,<br />

había una mujer cuyo cráneo había sido partido en dos. Claramente sentía dolor, pero estaba calmada y<br />

lúcida, como si hubiera aceptado el hecho de que su mundo estaba a punto de terminar. Cuando pasé a su<br />

lado, volvió su cabeza hacia mí y me imploró que la abrazara. “Por favor, alguien abráceme, “ suplicó<br />

temblando. “¿Dónde estoy? No le digan a mi hermana.... Alguien por favor abráceme.” Pude ver la<br />

desesperación y la humanidad en sus ojos cafés. Tan sólo quería un poco de contacto físico mientras<br />

moría. Pero yo seguí caminando. Yo no era parte de eso y no quería ser parte de eso. Me sentí<br />

desconectado, como si estuviera viendo una película. Sabía que estaba siendo un idiota, pero me<br />

pregunté, ¿se habría ella – o cualquier otro- detenido por mí? ¿O habrían estado demasiado preocupados<br />

por ellos mismos –preocupados por que sangrara sobre sus ropas, que los hiciera llegar tarde a una cita o<br />

que los infectara de SIDA, hepatitis o algo peor?

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