La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson
La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson
olsitas a la audiencia, la mitad llenas de galletas con chispas de chocolate, la otra mitad llena con excrementos de gato. También estaba interesado en el peligro y la amenaza de las aparentemente inocentes películas, libros y objetos para niños, como las loncheras metálicas, que fueron prohibidas el Florida porque al estado le preocupaba que los chicos se golpearan el uno al otro con ellas. Durante Lunchbox, regularmente prendía fuego a una lonchera, me quitaba toda la ropa y bailaba a su alrededor, tratando de exorcizar a sus demonios. En un intento por reiterar la lección de Willy Wonka a mi propio estilo, colgué una piñata sobre la multitud y ponía un palo en la orilla del escenario. Después les advertía, “Por favor, no la rompan. Les suplico que no la rompan.” Siendo como es la sicología humana, los chicos en el público invariablemente tomaban el palo y rompían la piñata, forzando a todos a sufrir las consecuencias, las cuales en este caso eran un baño de sesos de res, hígados de pollo e intestinos de cerdo. La gente bailaba slam y se resbalaba sobre esta masa de carne putrefacta, rompiéndose la cabeza en una locura intestinal total. Sin embargo, los actos ultrajantes vinieron más tarde, después de un desastroso viaje a Manhattan durante el cual escribí mi primera canción real. Una chica con un nombre pretencioso como Asia, a quien había conocido cuando ella trabajaba en McDonald’s en Fort Lauderdale, estaba pasando el verano en New York, y me invitó a pasar el fin de semana. Aunque yo estaba saliendo con Teresa, acepté –principalmente porque no me gustaba Asia y sólo quería un vuelo gratis a New York. Pensé que tal vez iba a encontrar algún ejecutivo de una disquera que contratara a nuestra banda, así que llevé conmigo una rudimentaria cinta demo. Yo nunca estaba contento con nuestros demos, los cuales Scott siempre grababa, porque sonábamos como una pequeña banda industrial y yo nos imaginaba tocando un punk rock más crudo. Manhattan resultó ser un desastre. Descubrí que Asia me había mentido sobre su nombre y su edad. Había usado la identificación de su hermana para conseguir un trabajo en McDonald’s ya que ella era demasiado joven. Me molesté –no era gran cosa pero era otro caso de una chica que me engañaba- y salí furiosamente de su departamento. En la calle, por coincidencia o no, me encontré a dos ratas de club de South Florida, Andrew y Suzie, una pareja de dudosa sexualidad. Siempre pensé que se veían bien y con estilo en los clubs, pero al verlos por primera vez al la luz del día esa tarde me di cuenta de que usaban el maquillaje y la oscuridad para practicar el engaño gótico. Bajo el sol de la tarde, se veían como cadáveres en descomposición y parecían al menos diez años más viejos que yo. En su cuarto de hotel, el sistema de cable tenía canales de acceso público, un fenómeno completamente nuevo para mí. Pasé horas navegando por las estaciones, viendo a Pat Robertson predicar sobre los males de la sociedad y después pedirle a la gente que llamaran para decirle los números de sus tarjetas de crédito. En el canal adyacente, un tipo estaba engrasando su pene con vaselina y pidiéndole a la gente que llamaran para darle los números de sus tarjetas crédito. Tomé la libreta del hotel y comencé a escribir frases: “Cash in hand and the dick on screen, who said God was ever clean?” Imaginé a Pat Robertson terminando su sermón y después llamando al 1-900-VASELINE. “Bible-belt ‘round anglo-waste, putting sinners in their place/yeah, right, great, if you’re so good explain the shit stains on your face.” Así, Cake and Sodomy nació. Ya había escrito otras canciones que creía buenas, pero Cake and Sodomy era más que sólo una buena canción. Como un himno para la hipocresía de una América amamantada por el cristianismo, era el diseño de nuestro futuro mensaje. Si los televangelistas iban a hacer que el mundo pareciera tan loco, yo iba a darles algo para que lloraran de verdad. Y años después, así lo hicieron. La misma persona que inspiró Cake and Sodomy, Pat Robertson, citó la letra de la canción y la malinterpretó para su rebaño en The 700 Club. Cuando regresé de New York, mis problemas reales comenzaron. Supuestamente Teresa iba a recogerme en el aeropuerto, pero nunca llegó y nadie contestó el teléfono en su casa. Así que llamé a Carl y a Nancy, ya que ellos vivían cerca del aeropuerto. “¿Sabes tu donde diablos está Teresa?” Pregunté. “La pasé muy mal en New York, estoy atrapado en el aeropuerto sin un maldito centavo y lo único que quiero hacer es ir a casa e irme a dormir.” “Teresa salió con Carl,” dijo Nancy, y el tono frío de su voz me hizo notar un poco de los celos que yo también sentía. Nancy se ofreció a recogerme y llevarme a casa. Cuando llegamos, ella entró conmigo. Yo tan sólo quería dormir, pero no quise ser rudo después de que ella me había rescatado. Me colapsé sobre la cama, y ella
se dejó caer sobre mí. Recorrió mi cuello con su lengua y agarró mi pene. Yo estaba temeroso, principalmente porque no quería que me atraparan. Para entonces, ya comenzaba a sentirme apartado de la moral cotidiana del mundo. La culpa se había convertido más en un miedo de ser atrapado que una sensación de bien o mal. Terminé dejándola darme sexo oral, porque Teresa nunca lo había hecho. Pero, al igual que en el escenario, no hubo penetración. Cuando Teresa y Carl llegaron a mi casa menos de quince minutos después, estábamos sentados inocentemente en el sofá viendo televisión. Carl instintivamente caminó hacia Nancy y la besó en la boca, desconociendo que minutos antes ese mismo orificio había recibido varios millones de mis espermatozoides. En ese momento creí que era gracioso y que era una venganza apropiada, pero no me di cuenta de que este solitario acto de felación sería el principio de seis meses de terror gótico. Sucia Estrella de Rock El impulso por el amor, llevado hasta su límite, es el impulso por la muerte. -Marqués de Sade. El lugar es Fort Lauderdale, Florida. La fecha es Julio 4 de 1990. El objeto sobre la palma de la mano estirada frente a mí es una tableta de ácido, y dentro de un momento esa tableta borrará todos estos hechos. Teresa, mi novia, ha tomado ácido antes. Nancy, la sicótica, también lo ha hecho. Yo aún no. La dejo reposar en mi boca hasta que me molesta, después la trago y regreso a empacar los restos del primer concierto de Marilyn Manson and the Spooky Kids al aire libre, confiando que mi fuerza de voluntad es más fuerte que cualquier cosa que este pequeño cuadro de papel tenga preparada para mí. Andrew y Suzie, la pareja que me dio la tableta, me sonríen en complicidad. Yo les hago un guiño, sin saber exactamente lo que tratan de comunicarme. Los minutos pasan y nada sucede. Me recuesto en el piso y me concentro en averiguar si el ácido está trabajando –si mi cuerpo perece diferente, si mi percepción ha cambiado, si mis pensamientos se tuercen. “¿Ya sientes algo?” llega una voz, respirando enferma y húmedamente en mi oído. Abro mis ojos para ver la sonrisa masoquista de Nancy a través de su cabello negro. “No, todavía no,” digo rápidamente, tratando de deshacerme de ella, especialmente porque mi novia anda por ahí. “Necesito hablar contigo,” ella insiste. “Bien.” “Es sólo que comienzo a darme cuenta de algunas cosas. Sobre nosotros. Quiero decir, Teresa es mi amiga y Carl, ya no me importa Carl. Pero debemos decirles lo que sentimos el uno por el otro. Porque yo te amo. Y se que tú me amas, aunque no lo sepas. No tiene que ser para siempre. Se como eres con esas cosas. No quiero que esto nos cause problemas con nuestra banda” –nuestra banda- “y con la química que tenemos en el escenario. Pero podemos intentarlo. Quiero decir, amor....” En cuanto dice amor esa última vez, su cara aparece iluminada contra el fondo verde, como un anuncio luminoso que anuncia autoengaño. La palabra amor parece colgar suspendida en el aire por un momento, opacando al resto de la oración. Todo es muy sutil. Pero me doy cuenta de que estoy a punto de tener un viaje y ya no hay marcha atrás. “¿Sentiste eso –esa diferencia?” Pregunto confundido. “Sí, por supuesto,” dice ella con entusiasmo, como si estuviéramos en la misma frecuencia. Y yo de hecho necesito a alguien que esté en la misma frecuencia que yo porque pienso que estoy a punto de perder la cordura. Pero no quiero que sea ella. Oh, dios, no quiero que sea ella.
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olsitas a la audiencia, la mitad llenas de galletas con chispas de chocolate, la otra mitad llena con<br />
excrementos de gato.<br />
También estaba interesado en el peligro y la amenaza de las aparentemente inocentes películas, libros y<br />
objetos para niños, como las loncheras metálicas, que fueron prohibidas el Florida porque al estado le<br />
preocupaba que los chicos se golpearan el uno al otro con ellas. Durante Lunchbox, regularmente prendía<br />
fuego a una lonchera, me quitaba toda la ropa y bailaba a su alrededor, tratando de exorcizar a sus<br />
demonios. En un intento por reiterar la lección de Willy Wonka a mi propio estilo, colgué una piñata sobre la<br />
multitud y ponía un palo en la orilla del escenario. Después les advertía, “Por favor, no la rompan. Les<br />
suplico que no la rompan.” Siendo como es la sicología humana, los chicos en el público invariablemente<br />
tomaban el palo y rompían la piñata, forzando a todos a sufrir las consecuencias, las cuales en este caso<br />
eran un baño de sesos de res, hígados de pollo e intestinos de cerdo. La gente bailaba slam y se<br />
resbalaba sobre esta masa de carne putrefacta, rompiéndose la cabeza en una locura intestinal total. Sin<br />
embargo, los actos ultrajantes vinieron más tarde, después de un desastroso viaje a Manhattan durante el<br />
cual escribí mi primera canción real.<br />
Una chica con un nombre pretencioso como Asia, a quien había conocido cuando ella trabajaba en<br />
McDonald’s en Fort Lauderdale, estaba pasando el verano en New York, y me invitó a pasar el fin de<br />
semana. Aunque yo estaba saliendo con Teresa, acepté –principalmente porque no me gustaba Asia y<br />
sólo quería un vuelo gratis a New York. Pensé que tal vez iba a encontrar algún ejecutivo de una disquera<br />
que contratara a nuestra banda, así que llevé conmigo una rudimentaria cinta demo. Yo nunca estaba<br />
contento con nuestros demos, los cuales Scott siempre grababa, porque sonábamos como una pequeña<br />
banda industrial y yo nos imaginaba tocando un punk rock más crudo.<br />
Manhattan resultó ser un desastre. Descubrí que Asia me había mentido sobre su nombre y su edad.<br />
Había usado la identificación de su hermana para conseguir un trabajo en McDonald’s ya que ella era<br />
demasiado joven. Me molesté –no era gran cosa pero era otro caso de una chica que me engañaba- y salí<br />
furiosamente de su departamento. En la calle, por coincidencia o no, me encontré a dos ratas de club de<br />
South Florida, Andrew y Suzie, una pareja de dudosa sexualidad. Siempre pensé que se veían bien y con<br />
estilo en los clubs, pero al verlos por primera vez al la luz del día esa tarde me di cuenta de que usaban el<br />
maquillaje y la oscuridad para practicar el engaño gótico. Bajo el sol de la tarde, se veían como cadáveres<br />
en descomposición y parecían al menos diez años más viejos que yo.<br />
En su cuarto de hotel, el sistema de cable tenía canales de acceso público, un fenómeno completamente<br />
nuevo para mí. Pasé horas navegando por las estaciones, viendo a Pat Robertson predicar sobre los<br />
males de la sociedad y después pedirle a la gente que llamaran para decirle los números de sus tarjetas de<br />
crédito. En el canal adyacente, un tipo estaba engrasando su pene con vaselina y pidiéndole a la gente que<br />
llamaran para darle los números de sus tarjetas crédito. Tomé la libreta del hotel y comencé a escribir<br />
frases: “Cash in hand and the dick on screen, who said God was ever clean?” Imaginé a Pat Robertson<br />
terminando su sermón y después llamando al 1-900-VASELINE. “Bible-belt ‘round anglo-waste, putting<br />
sinners in their place/yeah, right, great, if you’re so good explain the shit stains on your face.” Así, Cake and<br />
Sodomy nació.<br />
Ya había escrito otras canciones que creía buenas, pero Cake and Sodomy era más que sólo una buena<br />
canción. Como un himno para la hipocresía de una América amamantada por el cristianismo, era el diseño<br />
de nuestro futuro mensaje. Si los televangelistas iban a hacer que el mundo pareciera tan loco, yo iba a<br />
darles algo para que lloraran de verdad. Y años después, así lo hicieron. La misma persona que inspiró<br />
Cake and Sodomy, Pat Robertson, citó la letra de la canción y la malinterpretó para su rebaño en The 700<br />
Club.<br />
Cuando regresé de New York, mis problemas reales comenzaron. Supuestamente Teresa iba a recogerme<br />
en el aeropuerto, pero nunca llegó y nadie contestó el teléfono en su casa. Así que llamé a Carl y a Nancy,<br />
ya que ellos vivían cerca del aeropuerto.<br />
“¿Sabes tu donde diablos está Teresa?” Pregunté. “La pasé muy mal en New York, estoy atrapado en el<br />
aeropuerto sin un maldito centavo y lo único que quiero hacer es ir a casa e irme a dormir.”<br />
“Teresa salió con Carl,” dijo Nancy, y el tono frío de su voz me hizo notar un poco de los celos que yo<br />
también sentía.<br />
Nancy se ofreció a recogerme y llevarme a casa. Cuando llegamos, ella entró conmigo. Yo tan sólo quería<br />
dormir, pero no quise ser rudo después de que ella me había rescatado. Me colapsé sobre la cama, y ella