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La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson

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En ese entonces yo estaba leyendo libros sobre filosofía, hipnosis, sicología criminal y sicología de las<br />

masas (junto con otras novelas de ocultismo y crímenes verdaderos). Además de eso, estaba<br />

completamente aburrido, pasando el día sentado repeticiones de The Wonder Years y talkshows y<br />

dándome cuenta de lo estúpidos que eran los americanos. Todo esto me inspiró a crear mi propio proyecto<br />

de ciencias y ver si una banda blanca que no cantara rap podía salirse con la suya cometiendo actos<br />

mucho más ofensivos e ilícitos que las rimas sucias de 2 Live Crew. Como ejecutante, quería ser la alarma<br />

más ruidosa y más persistente que pudiera, porque no parecía haber otra forma de sacar a la sociedad de<br />

su coma inducido por el cristianismo y los medios.<br />

Sexto círculo: Los Herejes<br />

Como nadie publicaba mi poesía, convencí a Jack Kearnie, el dueño de Squeeze, un pequeño club en<br />

medio de un centro comercial, que comenzara una noche de aficionados. De esta forma, al menos podía<br />

exponer un poco mi escritura. Todos los lunes, me paraba incomodo y vulnerable detrás del micrófono en<br />

el pequeño escenario y recitaba un puñado de poemas y trozos de prosa para un escaso público. Todos<br />

los extraños personajes que solían asistir me decían que mi poesía apestaba, pero que tenía buena voz y<br />

que debería formar una banda. Yo los mandaba al diablo. Pero dentro de mí sabía que de todas formas a<br />

nadie le gusta la poesía y que su consejo era correcto, aunque sólo fuera porque nadie que hubiera<br />

entrevistado o escuchado escribía canciones con un poco de inteligencia. Siempre había soñado con hacer<br />

música porque era una parte muy importante de mi vida, pero hasta ese momento nunca había tenido la<br />

confianza ni la fe en mis habilidades para perseguir ese sueño seriamente. Todo lo que necesitaba era<br />

unas cuantas almas osadas que me acompañaran al infierno.<br />

The Kitchen Club era el epicentro de del creciente ambiente industrial subterráneo de South Beach y un<br />

escondite regular mío desde que abrió ese año, ubicado dentro de un oscuro hotel poblado por prostitutas,<br />

drogadictos y vagos. Había una alberca en la parte trasera con agua sucia por ser usada como una<br />

combinación de bañera y lavadora por alcohólicos que habían orinado y defecado en sus pantalones. Solía<br />

ir al hotel el viernes por la noche, rentar un cuarto y terminar sintiéndome miserable al terminar el fin de<br />

semana, vomitando en la bañera por haber ingerido demasiadas drogas y demasiados desarmadores.<br />

Un viernes llegué al club con un amigo de la clase de teatro, Brian Tutunick. Yo iba adornado con una<br />

gabardina azul de marinero que llevaba pintado ‘Jesús salva’ en la espalda, medias a rayas y botas de<br />

soldado. En ese momento creía que me veía bien, pero ahora que lo recuerdo me veía como un idiota.<br />

(¿‘Jesus salva’?) Cuando entramos, notamos a un tipo rubio recargado contra un pilar con un corte de pelo<br />

a la Flock of Seagulls sobre su rostro. Estaba fumando un cigarrillo y riendo. Pensé que se reía de mí, pero<br />

cuando pasé a su lado ni siquiera volvió la cabeza. Tan sólo observaba el espacio, riendo como un<br />

desquiciado.<br />

Mientras la versión de Laibach de Life is Life salía del sistema de sonido, noté a una chica de cabello negro<br />

y senos grandes (los cuales, cuando pertenecían a una chica gótica como ella, llamábamos bizcochos de<br />

Drácula). Gritando por encima de la música, le expliqué que tenía un cuarto y traté de convencerla de subir<br />

conmigo. Pero por nonagésimo novena vez ese verano, fui rechazado por que ella había venido con<br />

pareja, la cual resultó ser el chico risueño. Ella me llevó hasta su pilar, y yo le pregunté de que se reía. Su<br />

respuesta llegó en la forma de un tratado sobre las maneras adecuadas de cometer suicidio, el cual incluía<br />

detalles esenciales como el ángulo exacto en que debes sostener el arma y que tipo de munición usar.<br />

Todo el tiempo tenía una extraña manera de reírse de todo lo que decía. Tan sólo comenzaba a reír, y<br />

dentro de la risa repetía lo mismo que acababa de decir hace un momento, una palabra como ‘calibre doce’<br />

o ‘corteza cerebral’, para que ambos, tú y él, supieran que era tan gracioso.<br />

Su nombre era Stephen, pero, explicó en el discurso siguiente, si alguien lo llamaba Steve, se molestaba.<br />

Si alguien escribía su nombre con ‘v’ en vez de ‘ph’, también se molestaba. El tema de los nombres no<br />

cambió hasta que Stigmata de Ministry comenzó a tocar y los góticos y pseudopunks dejaron de bailar y<br />

comenzaron el slam. Gran parte de la conmoción fue causada por un tipo afeminado parecido a Crispin<br />

Glover con cabello morado, una minifalda y un leotardo de piel de leopardo. Eventualmente se convertiría<br />

en nuestro segundo bajista. Completamente ajeno a la actividad a su alrededor, Stephen me dijo que si me<br />

gustaba Ministry, debería escuchar a Big Black. A continuación se sumergió en un análisis detallado de la<br />

técnica del guitarrista Steve Albini, las técnicas que usaba y los tonos que producía, seguido de una<br />

disertación sobre los métodos de producción de Albini y el contenido lírico de su álbum Songs About<br />

Fucking.<br />

No tuve sexo esa noche, lo cual me molestó, aunque no era nada nuevo. Pero intercambié números<br />

telefónicos con Stephen. Él me llamó la semana siguiente y me dijo que quería hacerme un cassette de

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