La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson
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de travestis del mercado negro. Bob es un abuelo retirado que sirve a Mistress Barbara con el permiso de<br />
su esposa.<br />
“Mi esposa acepta esto pero a ella no le gusta,” explica Bob mientras juguetea con el cambio en su bolsillo.<br />
“Ella sabe que es una gran fantasía mía y yo la disfruto. Mientras ella sepa donde estoy y que las personas<br />
aquí son prudentes y discretas, está bien. Nunca le mentiría ni le sería infiel a mi esposa. No salgo con<br />
otras mujeres, y no hay realmente mucha acción aquí.”<br />
Ya sea con Bob, Stan o cualquiera de los otros, Mistress Barbara lleva una vida hedonista. Pasa su tiempo<br />
libre navegando, volando o buceando. Come cuando y donde ella quiere y nunca tiene que preocuparse<br />
por su satisfacción sexual; los ha entrenado para eso. “A Stan no le permito tener una erección a menos<br />
que yo lo diga. Ha aprendido a funcionar cuando yo lo ordene.”<br />
Ella representa todo lo que significa ser una mujer contradiciendo al mismo tiempo lo que creemos es una<br />
conducta normal. Además de eso, nunca ha sido arrestada y gana una enorme cantidad de dinero.<br />
Decido que es tiempo de regresar a la América sin sexo antes del matrimonio, así que me coloco de nuevo<br />
mis parches para ojos y la sigo hacia la húmeda luz vespertina. Mientras caminamos a tientas, en busca<br />
del auto, ella concluye diciéndome al oído, “Ellos creen que soy maravillosa. Algunos otros creen que soy<br />
la estúpida más grande. ¿Así que por que no estar donde te quieren?”<br />
* * *<br />
Pronto conocí a una mujer que me torturaría en formas mucho más sutiles y dolorosas que cualquier cosa<br />
que Mistress Barbara pudiera inventar con sus infernales instrumentos de sadismo. Su nombre era<br />
Rachelle. Yo tenía 19 y ella 22 cuando nos conocimos en Reunion Room, un club local en el que, aunque<br />
yo era menor de edad, me dejaban entrar por que era reportero. Ella era tan hermosa que era doloroso el<br />
mirarla porque sabía que nunca podría tenerla. Ella era modelo, de cabello rojo con un corte a la Bettie<br />
Page, un cuerpo gentilmente curveado y un rostro perfectamente situado sobre bien definidos pómulos.<br />
Mientras hablábamos, Rachelle explicó que acababa de terminar con su novio, quien aún vivía con ella<br />
pero trataba de encontrar una casa propia. Una vez que me dí cuenta de que había sido rechazada, un<br />
poco de confianza comenzó a fluir dentro de mí. Ella se iría a París durante todo el verano en un mes, lo<br />
cual me dio tiempo suficiente para perseguirla y milagrosamente atraparla. Las cartas que intercambiamos<br />
a través del Atlántico eran tan ardientes como inspiradoras. Yo estaba perdidamente enamorado. Cuando<br />
regresó, nuestra relación se reanudó aún más apasionadamente que antes. En mi desesperada necesidad<br />
de su afecto (o sólo de tener sexo) una noche, marqué su número telefónico. Mi teléfono sonó minutos<br />
después. Y yo contesté.<br />
“¿Porqué estás marcando este número?,” preguntó la voz hostil de un hombre.<br />
“Es el número de mi novia,” le dije beligerantemente.<br />
“También es el número de mi prometida,” contestó, y en ese momento sentí mi corazón congelarse y<br />
hacerse pedazos, cada pedazo cayendo dolorosamente a través de mis tripas.<br />
“¿Sabías,” tartamudeé, “que ha estado durmiendo conmigo?”<br />
Él no se enojó ni amenazó con matarme. Estaba en shock, igual que yo. Anduve por meses con el corazón<br />
roto, y justo cuando estaba comenzando a recuperarme, ella llamó.<br />
“No sé como decirte esto,” dijo, “pero creo que estoy embarazada.”<br />
“¿Por qué me lo estás diciendo?,” pregunté tan fríamente como pude.<br />
“No sé si es tuyo o de él.”<br />
“Bueno, creo que tendremos que asumir que es de él,” contesté, colgando el teléfono antes de que pudiera<br />
decir algo más.