La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson

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juliocosdrums
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03.10.2012 Views

“¿Qué diablos estás haciendo?” Pregunté. “Abriendo las puertas del infierno para invocar a los espíritus que una vez vivieron en esta casa,” dijo con la voz más seria que pudo usar. Trazó un circulo en el polvo del piso con su dedo. Cuando lo completó, un sonido agudo vino del piso inferior. Nos quedamos completamente quietos, casi sin respirar, y escuchamos la oscuridad. Nada, excepto por el sonido de mi pulso golpeando en mi cuello incesantemente. John se colocó en el centro del círculo, y buscó en el libro hasta encontrar el encantamiento apropiado. Un golpe metálico, mucho mas fuerte que el sonido anterior, sonó desde el piso inferior. Si algo de lo que habíamos hecho tenía algún tipo de poderes, no estábamos listos para ellos. El alcohol en nuestra sangre se convirtió en adrenalina y corrimos –escaleras abajo, a través de la ventana y dentro del bosque hasta que quedamos sin aliento, sudorosos y con la boca seca. El crepúsculo había caído y algunas gotas de lluvia aterrizaron a nuestro alrededor. Evitamos la tubería, caminando de regreso a casa a través del bosque tan rápido como pudimos en completo silencio. Para cuando regresamos a la casa de John, su hermano estaba completamente drogado, vagando por la casa aturdido y con los ojos rojos. Las drogas habían apaciguado su lado agresivo, casi como si estuviera sedado, lo cual no era menos escalofriante que cuando era un maniaco. Una gata blanca como la nieve descansaba en sus brazos, y él estaba acariciándola. “Esa gata es su guardián,” me dijo John al oído. “¿Su guardián?” “Si, es como un demonio que tomó forma de animal para ayudar a mi hermano con su magia.” Esa gata pura y de apariencia inocente se transformó al instante en una criatura malévola y peligrosa en mi mente. El hermano de John la puso en el suelo, y tan sólo se quedó ahí sentada con las orejas echadas hacia atrás, mirándome fijamente con sus brillantes ojos verdes. De repente, me mostró sus dientes y empezó a sisearme. “Amigo, esa gata va a matarte,” dijo John en un exitoso intento por asustarme aún más. “Cuando te vayas a dormir, va a sacarte los ojos y a arrancarte la lengua cuando trates de gritar” Su hermano nos miró a ambos, luego a la gata, y dijo calmadamente, “vengan, vamos arriba.” Y eso fue todo: no tuvimos que escabullirnos sin que se diera cuenta ni jugar al detective. Podíamos entrar al cuarto prohibido: tal vez el hechizo de John para abrir las puertas del infierno había funcionado. Aunque era nuevo y emocionante para mí, la habitación era exactamente lo que esperarías de un vago rural con una fascinación por Satanás. Había una luz negra brillando sobre un póster de la muerte montando a caballo. Media docena de fotos de Ozzy Osbourne y velas rojas por todas partes. En la parte posterior de la habitación había un pequeño altar tapizado de terciopelo y rodeado de velas encendidas. Pero sobre este, en vez de un cráneo o un pentagrama o un conejo sacrificado, había un vaso de vidrio de vidrio lleno de un liquido que parecía orina. La pistola descansaba amenazadoramente sobre una mesa cerca de la cama. “¿Quieres fumar?” Preguntó el hermano de John, levantando el cilindro del altar. “¿Fumar qué?” Pregunté estúpidamente. “La hierba loca,” me dijo John sonriendo maliciosamente. “Estoy bien, amigo. Yo ya no fumo eso,” mentí torpemente. Desafortunadamente, no tenía elección. Pronto me pareció que John y su hermano iban a golpearme si no fumaba sus drogas. El hermano de John encendió el bong, que ya estaba llena de hojas cafés hechas polvo, y aspiró profundamente, llenando el cuarto de un humo dulzón cuando exhaló. Yo tosí y me sofoque con mis primeras bocanadas, pero pronto lo sentí. Combinado con el Mad Dog 20/20, el Southern Comfort, la

otella de vino que estábamos bebiendo y el álbum The Blizzard of Ozz tocando, mi mente empezó a tambalearse. El hecho de que a nadie de la escuela le agradaba empezó a desaparecer de mi mente. Me senté ahí mareado, perdiendo la conciencia y volviendo en mí una y otra vez, mientras el hermano de John comenzó a hablar. Su cara estaba roja y contorsionada, y estaba nombrando docenas de espíritus antiguos y demonios que planeaba conjurar para ordenarles que mataran gente: maestros que lo habían reprobado, novias que lo habían botado, amigos que lo habían traicionado, parientes que lo habían tratado mal, jefes que lo habían despedido –básicamente cualquiera que se hubiera cruzado en su camino desde que tenía la edad suficiente para sentir odio. Sacando una navaja de su bolsillo, el hermano de John hizo una larga cortada sobre la superficie de su dedo pulgar y lo dejó gotear dentro de un plato pequeño lleno de un polvo blanco con manchas cafés. “¡Bad Angarru!” comenzó a entonar. “¡Ninnghizhida! ¡Yo te invoco, serpiente de las profundidades!¡Yo te invoco, Ninnghizhida, serpiente cornuda de las profundidades! ¡Yo te invoco, serpiente emplumada de las profundidades! ¡Ninnghizhida!” Hizo una pausa y dio otra fumada, después frotó sus labios con el polvo lleno de sangre, vagamente conciente de nuestra presencia. “¡Yo te invoco, Criatura de Oscuridad, por las palabras de la oscuridad! ¡Yo te invoco, Criatura de odio, por las palabras del odio! ¡Yo te invoco, Criatura de Desperdicios, por los ritos del desperdicio! ¡Yo te invoco, Criatura de Dolor, por las palabras del dolor!” Si así es como actuaba la marihuana, yo no quería consumirla. Yo sólo seguía observando el arma, esperando que el hermano de John no la tomara. Al mismo tiempo, intentaba no hacerle notar que la estaba observando porque no quería atraer su atención hacia ella. Él estaba completamente trastornado, y si aún no era un asesino, parecía no haber razón por la cual no podía serlo al final de la noche. Minutos u horas transcurrieron. El bong seguía pasando, pero el agua dentro de él había sido remplazada con Southern Comfort en un intento de intensificar su efecto. La canción Paranoid de Black Sabbath sonaba en el stereo o en mi cabeza, la gata seguía siseándome, el cuarto estaba dando vueltas, el hermano de John me retaba para que bebiera el Southern Comfort del bong y John cantaba “¡bebe!” Estúpido gusano que yo era, me llevé el bong a los labios resecos, contuve el aliento y bebí lo que pudo haber sido el peor trago jamás preparado. Después.... no se que pasó. Sólo puedo asumir que me desmayé y me convertí en tan sólo otro lienzo para las sutiles crueldades de los hermanos Crowell. Me desperté con un siseo a las 5:00 p.m. (que en aquel entonces era muy tarde para despertar). La gata aún me acechaba. Toqué mis ojos: aún estaban ahí. Entonces vomité. Después vomité de nuevo. Y de nuevo. Pero mientras estaba de rodillas sobre la taza del baño, me di cuenta de que de que había aprendido algo de la noche anterior: que podía usar la magia negra para cambiar el pobre destino que la vida me había dado –para obtener una posición de poder que otra gente envidiaría y para lograr cosas que otra gente no podría. También aprendí que no me gustaba fumar marihuana –ni el sabor del agua de bong. * * * El Gusano se quita la Piel La primera vez que noté que algo andaba mal con nuestra familia fue cuando tenía seis años y mi padre me compró un libro acerca de una jirafa que había sido personalizado para que yo fuera un personaje de la historia, participando en las aventuras del animal. El único problema es que mi nombre estaba escrito Brain (cerebro) en todo el libro, lo cual provocaba una perturbadora imagen de una jirafa con un cerebro colgando de su lomo. No creo que mi padre se halla dado cuenta nunca del error –y supuestamente él había escogido mi nombre. Eso era emblemático de la forma en que siempre me había tratado, la cual es que nunca me había tratado para nada. A él no le importaba y nunca estuvo ahí. Si quería su atención, generalmente me la daba con un cinturón doblado para hacer ruido al tocar mi trasero. Cuando llegaba a casa del trabajo y yo estaba jugando Colecovision o dibujando, él siempre encontraba una excusa, como podar el césped o llenar la lavadora de trastes, para echármelo a perder. Pronto aprendí a fingir estar ocupado y ser responsable cuando el aparecía, aún cuando no había nada que hacer. Mi madre siempre había disculpado sus explosiones violentas como parte del desorden nervioso postraumático de la guerra de Vietnam que también lo hacía despertar a mitad de la noche gritando y rompiendo cosas. De adolescente, siempre que

“¿Qué diablos estás haciendo?” Pregunté.<br />

“Abriendo las puertas del infierno para invocar a los espíritus que una vez vivieron en esta casa,” dijo con la<br />

voz más seria que pudo usar. Trazó un circulo en el polvo del piso con su dedo. Cuando lo completó, un<br />

sonido agudo vino del piso inferior. Nos quedamos completamente quietos, casi sin respirar, y escuchamos<br />

la oscuridad. Nada, excepto por el sonido de mi pulso golpeando en mi cuello incesantemente.<br />

John se colocó en el centro del círculo, y buscó en el libro hasta encontrar el encantamiento apropiado.<br />

Un golpe metálico, mucho mas fuerte que el sonido anterior, sonó desde el piso inferior. Si algo de lo que<br />

habíamos hecho tenía algún tipo de poderes, no estábamos listos para ellos. El alcohol en nuestra sangre<br />

se convirtió en adrenalina y corrimos –escaleras abajo, a través de la ventana y dentro del bosque hasta<br />

que quedamos sin aliento, sudorosos y con la boca seca. El crepúsculo había caído y algunas gotas de<br />

lluvia aterrizaron a nuestro alrededor. Evitamos la tubería, caminando de regreso a casa a través del<br />

bosque tan rápido como pudimos en completo silencio.<br />

Para cuando regresamos a la casa de John, su hermano estaba completamente drogado, vagando por la<br />

casa aturdido y con los ojos rojos. Las drogas habían apaciguado su lado agresivo, casi como si estuviera<br />

sedado, lo cual no era menos escalofriante que cuando era un maniaco. Una gata blanca como la nieve<br />

descansaba en sus brazos, y él estaba acariciándola.<br />

“Esa gata es su guardián,” me dijo John al oído.<br />

“¿Su guardián?”<br />

“Si, es como un demonio que tomó forma de animal para ayudar a mi hermano con su magia.”<br />

Esa gata pura y de apariencia inocente se transformó al instante en una criatura malévola y peligrosa en mi<br />

mente. El hermano de John la puso en el suelo, y tan sólo se quedó ahí sentada con las orejas echadas<br />

hacia atrás, mirándome fijamente con sus brillantes ojos verdes. De repente, me mostró sus dientes y<br />

empezó a sisearme.<br />

“Amigo, esa gata va a matarte,” dijo John en un exitoso intento por asustarme aún más. “Cuando te vayas<br />

a dormir, va a sacarte los ojos y a arrancarte la lengua cuando trates de gritar”<br />

Su hermano nos miró a ambos, luego a la gata, y dijo calmadamente, “vengan, vamos arriba.” Y eso fue<br />

todo: no tuvimos que escabullirnos sin que se diera cuenta ni jugar al detective. Podíamos entrar al cuarto<br />

prohibido: tal vez el hechizo de John para abrir las puertas del infierno había funcionado.<br />

Aunque era nuevo y emocionante para mí, la habitación era exactamente lo que esperarías de un vago<br />

rural con una fascinación por Satanás. Había una luz negra brillando sobre un póster de la muerte<br />

montando a caballo. Media docena de fotos de Ozzy Osbourne y velas rojas por todas partes. En la parte<br />

posterior de la habitación había un pequeño altar tapizado de terciopelo y rodeado de velas encendidas.<br />

Pero sobre este, en vez de un cráneo o un pentagrama o un conejo sacrificado, había un vaso de vidrio de<br />

vidrio lleno de un liquido que parecía orina. La pistola descansaba amenazadoramente sobre una mesa<br />

cerca de la cama.<br />

“¿Quieres fumar?” Preguntó el hermano de John, levantando el cilindro del altar.<br />

“¿Fumar qué?” Pregunté estúpidamente.<br />

“La hierba loca,” me dijo John sonriendo maliciosamente.<br />

“Estoy bien, amigo. Yo ya no fumo eso,” mentí torpemente.<br />

Desafortunadamente, no tenía elección. Pronto me pareció que John y su hermano iban a golpearme si no<br />

fumaba sus drogas.<br />

El hermano de John encendió el bong, que ya estaba llena de hojas cafés hechas polvo, y aspiró<br />

profundamente, llenando el cuarto de un humo dulzón cuando exhaló. Yo tosí y me sofoque con mis<br />

primeras bocanadas, pero pronto lo sentí. Combinado con el Mad Dog 20/20, el Southern Comfort, la

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