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La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson

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“Las promesas no son suficientes,” dijo John. “Quiero que lo jures sobre tu madre.... No. Quiero que jures<br />

que si alguna vez lo cuentas, que tu pene se encoja y se pudra y se caiga.”<br />

“Juro que si le cuento a alguien mi pene se marchitará y morirá,” dije solemnemente, sabiendo bien que lo<br />

necesitaría en los años por venir.<br />

“Los ganadores se llevan todo,” dijo con una sonrisa, golpeándome dolorosamente en el hombro.<br />

“Sígueme, ganador.”<br />

Me condujo a la parte trasera del granero, y subimos por una escalera hasta el piso superior. La paja<br />

estaba manchada de sangre seca. Diseminados por todo el piso había cadáveres de pájaros; serpientes y<br />

lagartijas partidas por la mitad, y conejos parcialmente descompuestos con gusanos y escarabajos<br />

comiendo la carne que aún les quedaba pegada a los huesos.<br />

“Ésto,” anunció John, señalando el pentagrama gigante dibujado con sangre sobre el piso, “es donde mi<br />

hermano hace sus misas negras.”<br />

Era como algo salido de una mala película de terror, en la cual un adolescente aficionado a las artes<br />

negras había ido demasiado lejos. Incluso había fotos cubiertas de sangre de varios maestros y ex novias<br />

clavadas a las paredes con obscenidades escritas con gruesos y descuidados trazos. Como si estuviera<br />

interpretando el papel principal en una película, John volteó hacía mí y dijo, “¿Quieres ver algo aún más<br />

tenebroso?.”<br />

Yo estaba hecho pedazos. Tal vez ya había visto suficiente por un día. Pero también tenía curiosidad, y<br />

asentí con la cabeza. John levantó del piso una sucia y maltratada copia del Necronomicón, un libro de<br />

hechizos que según él contenía encantamiento de magia negra de la Edad Oscura. Caminamos de nuevo<br />

hacia la casa y John llenó una mochila con linternas eléctricas, navajas de explorador, comida chatarra y<br />

algunos amuletos que dijo tenían poderes mágicos. Nuestro destino, dijo John, era el lugar donde su<br />

hermano había vendido su alma al Diablo.<br />

Para llegar ahí, teníamos que atravesar un tubo de desagüe que comenzaba cerca de la casa de John y<br />

corría por debajo de un cementerio. Caminamos en cuclillas sobre el agua fangosa e infestada de ratas, sin<br />

ninguna entrada o salida a la vista, concientes del hecho de que en el lodo de todas las paredes de la<br />

tubería había cadáveres. No creo haber tenido más miedo de lo sobrenatural en mi vida. Durante esa<br />

odisea de media milla, cada pequeño ruido producía un gran y siniestro eco, y yo seguía imaginando que<br />

escuchaba esqueletos golpeando en los tubos y criaturas vueltas a la vida atravesando el metal, listas para<br />

agarrarme y enterrarme vivo.<br />

Cuando finalmente llegamos al otro lado, estábamos cubiertos de la cabeza a los pies con una delgada<br />

película de fango, telarañas y lodo. Estábamos en medio de un oscuro bosque. Después de caminar media<br />

milla por entre la maleza, una gran casa apareció ante nosotros. La hierba había crecido sobre ella, como<br />

si el bosque tratara de reclamar ese espacio, y cada área de concreto descubierta estaba cubierta con<br />

pentagramas, cruces de cabeza, logos de bandas de heavy metal y palabras y frases como cocksucker y<br />

fuck your mother.<br />

Quitamos las ramas y hojas muertas que cubrían una ventana, entramos y examinamos la habitación con<br />

los rayos de nuestras lámparas de mano. Había ratas, telarañas, vidrios rotos y viejas latas de cerveza.<br />

Los restos de fuego en una de las esquinas nos hicieron saber que alguien había estado ahí<br />

recientemente. Di la vuelta, y John ya no estaba.<br />

Lo llamé a gritos nerviosamente.<br />

“Aquí arriba,” gritó desde la parte superior de las escaleras. “Ven a ver esto.” Aunque estaba comenzado a<br />

sentir pánico, lo seguí por las escaleras y a través de una destartalada puerta. La habitación parecía<br />

deshabitada. Sobre el suelo había un colchón putrefacto, el cual estaba cubierto de agujas hipodérmicas,<br />

una cuchara doblada y algunos otros instrumentos. Tirados alrededor del colchón, como pieles curtidas de<br />

serpientes, había media docena de condones usados junto con paginas de revistas pornográficas gay a<br />

punto de desintegrarse que habían sido aplastadas contra el piso.<br />

Nos dirigimos al cuarto de junto, el cual estaba completamente vació excepto por un pentagrama dibujado<br />

en la pared sur y rodeado de runas indescifrables. John sacó su copia del Necronomicón.

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