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La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson

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Como yo no estaba deforme, yo no encajaba con los otros niños en el grupo de estudio del gobierno ni en<br />

los retiros para niños cuyos padres estaban demandando al gobierno por exposición al químico. Los otros<br />

niños tenían miembros protéticos, irregularidades físicas y enfermedades degenerativas, y no sólo era yo<br />

comparativamente normal sino que mi padre había sido quien realmente había rociado esa cosa sobre sus<br />

padres, la mayoría de los cuales eran soldados americanos de infantería.<br />

En un esfuerzo por acelerar mi delincuencia y alimentar mi creciente adicción al dinero, pase de traficar<br />

dulces y revistas a traficar música. Los únicos chicos de mi vecindario que también asistían a la Heritage<br />

Christian School eran dos hermanos delgados, típicos americanos, de la iglesia de los santos de los<br />

últimos días con el mismo corte de cabello militar. El hermano mayor, Jay, y yo no teníamos nada en<br />

común. Él sólo se interesaba en la Biblia. Yo sólo me interesaba en el rock y el sexo. El hermano menor,<br />

Tim, era más rebelde. Así que de la misma forma en que Neil Ruble me inició en la música rock, yo<br />

introduje a Tim al heavy metal y abusaba de él el resto del tiempo. A él no le permitían escuchar música en<br />

su casa, así que le vendí una barata reproductora de cintas negra con grandes botones rectangulares y un<br />

asa en un extremo.<br />

A continuación, necesitaba algo de música para esconder bajo su cama con la reproductora. Así que<br />

empecé a hacer viajes regulares en bicicleta hasta un lugar llamado Quonset Hut, en el cual no dejaban<br />

entrar a menores ya que también vendían drogas además de discos. Yo me veía exactamente de mi edad<br />

–quince- pero nadie me detenía. De todas formas no importaba ya que las pipas, pinzas, bongs y otros<br />

artefactos para fumar marihuana eran completamente un misterio para mi.<br />

Cuando Tim empezó a comprar las cintas al precio que yo les decía que había pagado por ellas, me di<br />

cuenta de que había por lo menos un centenar más de clientes potenciales en la escuela. Empecé a<br />

comprar todos los álbumes mostrados en los seminarios sobre mensajes ocultos y a venderlos a los chicos<br />

de la escuela, desde los de tercer grado hasta los de la clase de avanzados. Un álbum de W.A.S.P.<br />

pagado a siete dólares en Quonset Hut valía veinte dólares en la Heritage Christian School.<br />

En vez de malgastar mis ganancias comprando cintas para mi mismo, decidí tan sólo robar los álbumes<br />

que había vendido. Como había un sistema de honor en la escuela, ninguno de los lockers estaba bajo<br />

llave.<br />

Cuarto círculo: Los Avaros<br />

Y como a nadie se le permitía escuchar rock’n’roll, si alguno me delataba se estaría incriminando a sí<br />

mismo también. Así que durante las clases pedía un pase para salir del salón y robaba las cintas de los<br />

lockers.<br />

Era un sistema perfecto, pero no duró mucho. Tim decidió que, aunque él mismo tuviera que ser castigado,<br />

valía la pena delatarme. Una vez más me encontré cara a cara con Mrs. Cole y una manada de<br />

administrativos y disciplinarios de la escuela en la oficina de la directora. Pero esta vez no tuve que<br />

explicar la música –ellos pensaban que sabían de que se trataba. Me habían atrapado comprando cintas<br />

de rock, vendiéndolas y robándolas; sabían que había pasado de hacer revistas a hacer cintas grabadas<br />

(llenas de bromas telefónicas y sucias canciones sobre masturbación y flatulencias grabadas con mi primo<br />

Chad bajo el nombre de Big Bert and The Uglies). Y ya había sido castigado en la oficina de la Directora<br />

dos veces en los meses anteriores. La primera por golpear accidentalmente a mi maestra de música, Mrs.<br />

Burdick, en la entrepierna con una resortera que había hecho con una liga gruesa, una regla de madera y,<br />

como munición, trozos de crayones derretidos robados de la clase de arte. La segunda fue por cumplir con<br />

la tarea que había dejado Mrs. Burdick de traer un álbum a la clase de canto llegando con Highway to Hell<br />

de AC/DC. Pero todo eso aún no era suficiente para una expulsión.<br />

Mi última maniobra desesperada fue regresar al temido sótano de mi abuelo y robar un dildo del cajón<br />

secreto de la mesa de trabajo. Me puse unos guantes para no llenarme de vaselina endurecida. El día<br />

siguiente después de la escuela, Neil Ruble y yo nos escabullimos el salón de Ms. Price y forzamos el<br />

cajón de su escritorio. El cajón contenía sus propios secretos, los cuales eran tan tabú para la escuela<br />

cristiana como los de mi abuelo eran para los suburbios: novelas románticas semieróticas. También había<br />

un espejo de bolsillo, lo cual tenía sentido ya que Ms. Price siempre se preocupaba mucho por su<br />

apariencia. En ese tiempo, Chad y yo tratábamos regularmente de llamar la atención de dos hermanas que<br />

vivían cerca de la casa de mis abuelos lanzando piedras a los autos y tratando de causar accidentes para<br />

que salieran corriendo de su casa. En la misma enferma y torcida forma, el poner un dildo en al cajón de<br />

Ms Price era la única forma que tenía para expresar mi latente y frustrado deseo hacia ella.

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