La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson
La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson
La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
tiraba al piso y robaba el dinero para su almuerzo. Si descubría alguna nota o carta de amor, las robaba<br />
también y, en favor de la justicia y la libertad de expresión, las entregaba a las personas a las cuales<br />
estaban dirigidas. Si tenía suerte, causaban peleas, tensión y terror.<br />
Yo ya había estado escuchando rock’n’roll por años, pero como mi penúltimo proyecto, decidí empezar a<br />
sacar dinero de ello. La persona que me prestó mi primer álbum de rock fue Keith Cost, un muchacho<br />
corpulento, lento y estúpido que parecía de treinta años pero en realidad iba en tercer grado. Después de<br />
escuchar Love Gun de Kiss y jugar con la pistola de juguete que venia con él, me convertí en un miembro<br />
fanático del Kiss Army y en el orgulloso propietario de incontables muñecos, comics, playeras y loncheras<br />
de Kiss, ninguna de las cuales me dejaban llevar a la escuela. Incluso mi padre me llevó a ver su concierto<br />
–mi primer concierto- en 1979. Unos diez adolescentes le pidieron su autógrafo porque estaba disfrazado<br />
como Gene Simmons en la portada de Dressed to Kill –traje verde, peluca negra y maquillaje blanco.<br />
La persona que irrevocablemente me introdujo a la música rock y al estilo de vida que la acompaña fue<br />
Neil Ruble: él fumaba cigarrillos, tenía bigote real, y supuestamente había perdido su virginidad. Entonces,<br />
naturalmente, yo lo idolatraba. Medio amigo, medio abusador, él me abrió las puertas a Dio, Black<br />
Sabbath, Rainbow –básicamente todo lo que tuviera que ver con Ronnie James Dio.<br />
Mi otra inagotable fuente de recomendaciones musicales era la escuela cristiana. Mientras Neil me iniciaba<br />
en el heavy metal, ellos llevaban a cabo seminarios sobre mensajes ocultos. Llevaban discos de Led<br />
Zeppellin, Black Sabbath y Alice Cooper y los tocaban a todo volumen a través del sistema de sonido de la<br />
escuela. Diferentes maestros se turnaban en la tornamesa, girando los discos al revés con su dedo índice<br />
y explicando los mensajes ocultos. Por supuesto, la música más extrema con los mensajes más satánicos<br />
era exactamente la que yo quería escuchar, principalmente porque estaba prohibida. Solían mostrarnos<br />
fotografías de las bandas para asustarnos, pero lo único que lograron fue que decidiera que quería el pelo<br />
largo y un arete como los rockeros de las fotos.<br />
En la parte superior de la lista de enemigos de mis maestros estaba Queen. Estaban especialmente en<br />
contra de We Are The Champions porque era un himno para los homosexuales y, tocado al revés, Freddie<br />
Mercury blasfemaba, “mi dulce Satán.” Sin contar el hecho de que ya nos habían enseñado que Robert<br />
Plant decía exactamente lo mismo en Stairway to Heaven, una vez que plantaron la noción de que Freddie<br />
Mercury decía “mi dulce Satán,” lo oíamos cada vez que escuchábamos la canción. En su colección de<br />
álbumes satánicos también se encontraban Electric Light Orchestra, David Bowie, Adam Ant y todo lo<br />
demás con temas gay que les dieran la oportunidad de vincular la homosexualidad con conducta perversa.<br />
Pronto, los paneles de madera y las vigas del techo en mi cuarto del sótano estuvieron cubiertas con fotos<br />
de Hit Parader, Circus y Creem. Cada mañana despertaba observando a Kiss, Judas Priest, Iron Maiden,<br />
David Bowie, Mötley Crue, Rush y Black Sabbath. Sus mensajes ocultos me habían alcanzado.<br />
El elemento fantástico de mucha de esta música pronto me condujo a Dungeons & Dragons. Si cada<br />
cigarro que fumas te quita siete minutos de tu vida, cada juego de Dungeons & Dragons que juegas retrasa<br />
la pérdida de tu virginidad siete horas. Era tal clase de perdedor que solía caminar por la escuela con<br />
dados de veinte caras en mis bolsillos y diseñaba mis propios módulos como El Laberinto del Terror, El<br />
Castillo Tenemouse y Las Cuevas de Koshtra, una frase que, mucho mas tarde en mi vida, se convirtió en<br />
la expresión usada para nombrar la sensación de haber inhalado demasiada cocaína.<br />
Naturalmente, no le agradaba a ninguno de los chicos de la escuela por que jugaba Dungeons & Dragons,<br />
oía heavy metal y no asistía a sus reuniones juveniles ni a sus actividades sociales como quemar álbumes<br />
de rock. No encajaba mejor con los chicos de la escuela pública, quienes solían patearme el trasero<br />
diariamente por ser un mariquita de escuela privada. Y no había patinado mucho desde que Lisa me llenó<br />
de mocos. Mi única otra fuente de amigos era un grupo de estudio y juego para hijos de padres que habían<br />
estado en contacto con Agente Naranja durante la guerra de Vietnam. Mi padre, Hugh, era mecánico de<br />
helicóptero y miembro de las Ranch Hands, el grupo encubierto responsable de lanzar el peligroso<br />
herbicida sobre todo Vietnam. Así que desde el día en que nací hasta el final de mi adolescencia el<br />
gobierno nos traía a mi padre y a mi a un centro de investigación para estudios físicos y psicológicos en<br />
busca de efectos desfavorables. No creo que haya habido alguno, aunque mis enemigos podrían no estar<br />
de acuerdo. Uno de los efectos que el químico tuvo sobre mi padre fue que como él había hecho de<br />
conocimiento público algo de información sobre el Agente Naranja, que tuvo como resultado una historia<br />
de primera plana en el Akron Beacon Journal, el gobierno auditó severamente sus impuestos durante los<br />
cuatro años siguientes.