Esfera, Pez y Hexagrama: - Fundación Pablo Neruda

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[ 14 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 He intentado aquí un mínimo abordaje a Estravagario en cuanto complejo problema discursivo que emerge de la actitud dialógica del poeta (sujeto enunciador) con su propia palabra. La conciencia organizadora de Estravagario devela, en la no coincidencia consigo misma (metaficción), un ánimo de destronamiento carnavalesco cuyos indicios o signos he podido sólo insinuar aquí. Porque comprender a Neruda en este inicio de su fase posmoderna exige, obviamente, afrontar su compleja ruptura con la modernidad que hasta entonces había encarnado. Y afrontar a la vez la imprevista aparición de una poesía que se lee a sí misma, que efectúa un cambio certero para lograr una modulación nueva, radicalmente diversa, y sin embargo también proveniente —como la moderna modulación precedente— de una voluntad histórica y colectiva. Estravagario es el resultado de la lectura que el poeta Neruda hizo del derrumbe vivido por el ciudadano Neruda en su proyecto mítico personal, en su relación con el mundo y con la historia, a partir de 1956. Lectura que nos permite comprender, desde abajo, la crisis de la poética nerudiana y su evolución (desde la escritura anterior a la que seguirá). No existe otra obra de Neruda que, a través de una negación aparente, abra tal acceso a una comprensión —afirmativa e integradora— de su ‘narrativa’ total.♦ BIBLIOGRAFÍA Bajtín, Mijaíl. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. Alianza Universidad, Madrid, 1987, 429 pp. Jameson, Fredric. Postmodernism / Or, The Cultural Logic of Late Capitalism. Durham, Duke University Press, 1991, 430 pp. Loyola, Hernán. “Neruda moderno / Neruda posmoderno”, en revista América Sin Nombre n° 1, Alicante (1999), pp. 21-32. Loyola, Hernán. Neruda. La Biografía Literaria, vol. I. Santiago, Planeta - Seix Barral, 2006, 565 pp. Neruda, Pablo. Estravagario [1958] en Obras Completas, edición de Hernán Loyola, vol. II (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 1999), pp. 623-740. Sublimación, virtualidad del sonido y voz poemática en Canto general (l950) de Pablo Neruda El oído no sirve sólo para nombrar los ruidos o las cosas habitualmente sonoras: designa con permanencia el sonido que es el fundamento de la cosmogonía nerudiana y sobre todo la fuente de todo escrito poético. El poema es un dar nacimiento a formas vivas, significantes, sonoras. Sonidos y sentidos, significante y significado van de par en este trabajo poético. En definitiva el sonido eksiste a través de ese movimiento por el cual sale lo que el silencio tiene de más profundo en sí, para abrirse al mundo y darle sentido. El sonido entra en comunicación, simpática o antipática, con los seres y las cosas que lo hacen único y plural a la vez. Cuando el sujeto lírico llega al Canto general, el sonido pretende englobar todo lo que existe en su desorden y en su heterogeneidad caótica, sin marco. Desprovisto de toda mistificación, no se define a partir de lo que es, sino a partir de lo que no es, o sea, a partir del silencio y de lo que se encuentra fuera del sujeto lírico. La “hora de los silencios que no tienen palabras” 1 acaba de sonar. El Canto II toca un límite infranqueable y lo desborda. Los DOMINIQUE CASIMIRO Université de la Sorbonne Nouvelle (Paris III) muertos de Macchu Picchu no sólo han desaparecido: han vivido sólo para morir. Así el hablante puede abordar, después de “Alturas de Macchu Picchu”, las víctimas de las masacres de l946, los muertos desconocidos y los muertos conocidos como Miguel Hernández (“A Miguel Hernández asesinado en los presidios de España”, quinto poema del Canto XII “Los ríos del canto”). Así también el Canto V, “La arena traicionada”, irrumpe con un poema que desaprueba el olvido y exalta la apertura de los labios: Tal vez, pero mi plato es otro, mi alimento es distinto: mis ojos no vinieron para morder olvido: mis labios se abren sobre todo el tiempo, y todo el tiempo, no sólo una parte del tiempo ha gastado mis manos. 2 El hablante intenta vaciarse de sí para incorporar al Otro, anónimo y silencioso, en una hermandad de palabras, en una voz humana y un canto de amor cuyo objeto amado es la patria, América, los pueblos, las gentes, los individuos. El hablante lírico no cesa de reafirmar su vocación poética, su voluntad de canto. La empresa poética es profundamente política (en el sentido más fuerte y más noble del término) y humanista en su esencia. Por entonces y hacia adelante, el hablante nerudiano se encuentra comprometido con las luchas cotidianas contra el silencio y descubre, en su combate, otras virtualidades lingüísticas que van a alimentar y renovar su poesía, a modificar las estructuras de los textos, los ritmos de las palabras, los registros y las entonaciones de voz.

Cuando el sujeto poético, eje predilecto de la armadura poética, conduzca al canto octavo, el discurso mezclará entonces varios lenguajes y distintos registros, del mismo modo que prestará a sus locutores intratextuales facultades de escucha y de expresión tan ricas y múltiples como las suyas. Frente a un mundo humana y materialmente plural, también el Sonido optará por la multiplicidad a través de la voz de los Otros. Así lo afirma el locutor de Canto general en “Dicho en Pacaembú (Brasil, 1945)”, versos 65-73: Yo quisiera contarte Brasil, muchas cosas calladas, llevadas estos años entre la piel y el alma, sangre, dolores, triunfos, lo que deben decirse los poetas y el pueblo: será otra vez , un día. Hoy pido un gran silencio de volcanes y ríos. Un gran silencio pido de tierras y varones. Pido silencio a América de la nieve a la pampa. Silencio: La Palabra al Capitán del Pueblo. Silencio: Que el Brasil hablará por su boca. 3 A este nivel de su evolución sonora, la voz poética se prepara a la gran coralidad que será el canto VIII, “La tierra se llama Juan”, una vez que el sonido habrá germinado desde la tierra: Los hondos pueblos de la arcilla, los telares sacrificados, las húmedas casas de arena dicen en silencio: “Túpac” y Túpac es una semilla dicen en silencio: “Túpac” y Túpac se guarda en el surco, dicen en silencio: “Túpac” y Túpac germina en la tierra. 4 En un estudio 5 consagrado a la enunciación en el octavo canto, “La tierra se llama Juan”, Hervé Le Corre ha sabido demostrar perfectamente el carácter mixto de esas voces antes mudas, en estos trozos NERUDIANA – nº 3 – 2007 cantados con las mismas palabras del pueblo, por medio de la voz del «poeta intermediario». Lo que dicen los protagonistas de este canto, tras los dos primeros poemas que ratifican o prefiguran la esperanza revolucionaria, es el silencio en el que han siempre vivido, esa herida infligida por la alienación o la humillación. Y, como por magia, la palabra toma el relevo ya que el cuerpo se inmoviliza, muere. El sujeto poético, este sujeto «intermediario», está previsto para dar una palabra, un sonido a estos silencios. El susurro de la palabra y la palabra como testigo quedan como los únicos medios a los que Benilda Varela, entre tantos otros, podría esperar aferrarse. La necesidad de la palabra se hace entonces urgencia, como lo subraya esta temporalidad del verbo en presente: [ 15 ] «Si no he muerto, es para decirles camaradas…» Después de la catástrofe de Sewell, todos se encuentran enterrados, incluso la palabra. Abandonados, ellos comienzan su viaje al infierno, ese mismo viaje que experimentaría, algunos versos más adelante, el sujeto residenciario, él también en la tierra. Sin embargo, y felizmente, se trata de una palabra antes enterrada, pero en adelante encontrada, tomada y transferida. “La tierra se llama Juan”, no lo olvidemos. Lo que circula es la palabra de la cual los hablantes, comprendido el poeta, son los relevos. Lo que se sugiere, lo que surge y germina del silencio es un auténtico y original «tejido de voz» (Hervé Le Corre). Las voces de los hablantes están extraordinariamente incrustadas, superpuestas,

Cuando el sujeto poético, eje<br />

predilecto de la armadura poética,<br />

conduzca al canto octavo, el discurso<br />

mezclará entonces varios lenguajes y<br />

distintos registros, del mismo modo que<br />

prestará a sus locutores intratextuales<br />

facultades de escucha y de expresión tan<br />

ricas y múltiples como las suyas. Frente a<br />

un mundo humana y materialmente plural,<br />

también el Sonido optará por la multiplicidad<br />

a través de la voz de los Otros.<br />

Así lo afirma el locutor de Canto general<br />

en “Dicho en Pacaembú (Brasil, 1945)”,<br />

versos 65-73:<br />

Yo quisiera contarte Brasil, muchas cosas<br />

calladas,<br />

llevadas estos años entre la piel y el alma,<br />

sangre, dolores, triunfos, lo que deben decirse<br />

los poetas y el pueblo: será otra vez , un día.<br />

Hoy pido un gran silencio de volcanes y ríos.<br />

Un gran silencio pido de tierras y varones.<br />

Pido silencio a América de la nieve a la pampa.<br />

Silencio: La Palabra al Capitán del Pueblo.<br />

Silencio: Que el Brasil hablará por su boca. 3<br />

A este nivel de su evolución sonora,<br />

la voz poética se prepara a la gran coralidad<br />

que será el canto VIII, “La tierra se llama<br />

Juan”, una vez que el sonido habrá<br />

germinado desde la tierra:<br />

Los hondos pueblos de la arcilla,<br />

los telares sacrificados,<br />

las húmedas casas de arena<br />

dicen en silencio: “Túpac”<br />

y Túpac es una semilla<br />

dicen en silencio: “Túpac”<br />

y Túpac se guarda en el surco,<br />

dicen en silencio: “Túpac”<br />

y Túpac germina en la tierra. 4<br />

En un estudio 5 consagrado a la<br />

enunciación en el octavo canto, “La tierra<br />

se llama Juan”, Hervé Le Corre ha sabido<br />

demostrar perfectamente el carácter mixto<br />

de esas voces antes mudas, en estos trozos<br />

NERUDIANA – nº 3 – 2007<br />

cantados con las mismas palabras del<br />

pueblo, por medio de la voz del «poeta<br />

intermediario». Lo que dicen los<br />

protagonistas de este canto, tras los dos<br />

primeros poemas que ratifican o<br />

prefiguran la esperanza revolucionaria, es<br />

el silencio en el que han siempre vivido,<br />

esa herida infligida por la alienación o la<br />

humillación. Y, como por magia, la<br />

palabra toma el relevo ya que el cuerpo<br />

se inmoviliza, muere. El sujeto poético,<br />

este sujeto «intermediario», está previsto<br />

para dar una palabra, un sonido a estos<br />

silencios. El susurro de la palabra y la<br />

palabra como testigo quedan como los<br />

únicos medios a los que Benilda Varela,<br />

entre tantos otros, podría esperar<br />

aferrarse. La necesidad de la palabra se<br />

hace entonces urgencia, como lo subraya<br />

esta temporalidad del verbo en presente:<br />

[ 15 ]<br />

«Si no he muerto, es para decirles<br />

camaradas…»<br />

Después de la catástrofe de Sewell,<br />

todos se encuentran enterrados, incluso la<br />

palabra. Abandonados, ellos comienzan su<br />

viaje al infierno, ese mismo viaje que<br />

experimentaría, algunos versos más<br />

adelante, el sujeto residenciario, él también<br />

en la tierra.<br />

Sin embargo, y felizmente, se trata de<br />

una palabra antes enterrada, pero en<br />

adelante encontrada, tomada y transferida.<br />

“La tierra se llama Juan”, no lo olvidemos.<br />

Lo que circula es la palabra de la cual los<br />

hablantes, comprendido el poeta, son los<br />

relevos. Lo que se sugiere, lo que surge y<br />

germina del silencio es un auténtico y<br />

original «tejido de voz» (Hervé Le Corre).<br />

Las voces de los hablantes están extraordinariamente<br />

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