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[ 10 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007 Estravagario: la posmodernidad nerudiana en clave carnavalesca SARA REINOSO CANELO Universidad de Chile Intento aquí plantear las bases de una lectura carnavalesca de las particularidades posmodernas en Estravagario (Buenos Aires, Losada, 1958) de Neruda. Tal lectura implica, por un lado, la comprensión del complejo diálogo entre la modernidad y la posmodernidad nerudianas en la obra citada y, por otro, la captación de un sistema de imágenes que cristalizan un cambio de época y al mismo tiempo una modificación en la direccionalidad poética del autor. Considerando el despliegue ‘narrativo’ de la obra de Neruda, Estravagario sería el gozne que une dialógicamente y refracta la traducción de dos mundos: el alto de la modernidad y el bajo de la posmodernidad. Neruda ciudadano y poeta transita por ambos, problematizándolos, en la progresión histórica que su poesía representa. En Estravagario tal progresión encuentra la suspensión necesaria para el despliegue de una reformulación y de un complejo desaprendizaje de los supuestos o dispositivos ‘modernistas’ de su poesía anterior. Esta suspensión que advierto en Estravagario adquiere, aparte los matices ideológicos propios de la experiencia de posmodernidad, la tonalidad del género carnavalesco y la cosmovisión implícita en dicho género (ver principalmente Bajtín, 1987), donde el carnaval y su cosmovisión representan el principio material y corporal de la experiencia humana. Ello supone postular la semejanza entre Rabelais y Neruda como traductores literarios de un profundo cambio de época, hipótesis que por razones de espacio no podré desarrollar cabalmente en esta ocasión. La naturaleza material que nutre las imágenes nerudianas y la cosmovisión grotesco-realista que Bajtín mismo asignó explícitamente a la obra del poeta chileno (de quien escribió: «continúa la tradición del realismo grotesco y de la cultura popular, reflejando a veces la influencia directa de las formas carnavalescas»: 1987, p. 47), adquieren en Estravagario una radicalidad que sólo podría haberse producido en el contexto de la posmodernidad. El intento modernista de unir en la escritura la poesía como sueño (como “funesto alegórico”) y la poesía como acción, en el presente de Estravagario desaparece voluntariamente provocando la tendencia del hablante hacia el “sueño” poético para interrogarlo precisamente en cuanto portador del mundo material y cultural. En Estravagario el poeta alquimista desaparece para emerger en su lugar el poeta ‘profundamente’ bufón que cambia, gustoso, la profecía por la visión carnavalesca. La imagen carnavalesca en Estravagario se vincula y dialoga con los motivos implícitos en las Residencias y en Canto general, como la muerte, el tiempo, el amor, la identidad, el sonido, la acción, el silencio, la inacción, el nombre, el motivo del ‘deber’ profético y otros. La alteración o desaparición de tales motivos elabora, en su conjunto, la cosmovisión carnavalesca en el libro de 1958. Transfiguración que busca el detenimiento de un oscilar entre el tiempo circular de la realidad natural y el tiempo histórico de la realidad social, es decir, la verbalización del desaprendizaje. Términos como silencio e inacción resultan centrales para comprender el tránsito de la modernidad a la posmodernidad nerudianas en Estravagario vale decir, su cosmovisión carnavalesca. Pero, a diferencia de la dualidad sonido/silencio de la poesía anterior, la noción de acción sigue presente en Estravagario como ausencia, como inacción. Para el yo enunciador de las Residencias la acción era un ‘deber’ ínsito en su poesía. En Estravagario la contrapartida o inversión del ‘deber’ es la inacción, o sea la inmersión en el lenguaje poético como catalizador de un nuevo saber sobre el mundo, saber que —como dijo Lorca sobre Neruda— se sustenta en la pasión, la ternura y la honestidad. Estravagario inaugura una poética de la muerte en el sentido carnavalesco del término, conjugando modernidad y posmodernidad como discursos de una ‘narrativa’ histórica que la literatura discute, subvierte, ironiza y parodia. Más aún, el texto discute, subvierte, ironiza y parodia aquella poética moderna de Neruda que había sido alimentada por el metarrelato histórico (que diría Lyotard), elaborando un punto de fuga hacia lo más honesto de su poesía, hacia su fundamento último: la relación con la

materia con la dimensión grotesco-realista del mundo. Así, Estravagario sería el ars poetica de un Neruda en íntima y amarga confrontación con la muerte (intuida, prevista) de la Utopía modernista, pero al mismo tiempo en reencuentro con la vida del amor posible (Matilde Urrutia). Este ars poetica carnavalesco de 1958 aborda tres ámbitos: el del hablante como conciencia ideológica de características posmodernas, que se mira desde un abajo proyectándose en un tránsito narrativo utópico anterior: el de las imágenes carnavalescas del mundo natural representado y el del lenguaje poético alimentado y reformulado que se convierte, por adquirir calidad de cosmovisión carnavalesca, en un saber profundo del mundo. Este ámbito del lenguaje poético de Estravagario permite la continuidad de la unión no problemática entre el ciudadano Neruda y el poeta. Vale decir, permite al personaje/autor solucionar la aporía clásica: «Este ser y no ser fecundo / que me dio la naturaleza» (“Testamento de otoño”). Tal poesía dialógica pareciera entregar la noción de una nueva armonía carente de utopía moderna. Pero en la profundidad del texto hay siempre la búsqueda de la realidad histórica y las bases más evidentes de una epistemología sobre esa realidad. En este sentido, encontramos a un hablante que debe suicidarse desde la plataforma de lo cultural e intentar capturar, mediante la muerte, la renovación de su pasada dimensión de realidad: le es nece- NERUDIANA – nº 3 – 2007 sario «darse un baño de tumba / y desde la tierra cerrada / mirar hacia arriba el orgullo. / Entonces se aprende a medir. / Se aprende a hablar, se aprende a ser.» (“No tan alto”). Instalada así la lógica original del mundo al revés, es decir, la contradicción y la permutación, los coronamientos y derrocamientos bufonescos (Bajtín, 16) se abre el territorio problemático del lenguaje poético del Neruda posmoderno. La palabra ahora es enfáticamente ambivalente y es el requisito formal del carnaval de Estravagario. En el poema recién citado la ironía manifiesta explícitamente sus dos direcciones: la poética del pasado, orientación de supuestos equívocos —al estar determinada por una poesía que incluía la acción, es decir, lo histórico, lo cultural—, y la posibilidad de otra medida de tiempo, de espacio y de hombre, esto es, de realidad. Nótese que la segunda direccionalidad sólo puede entenderse en [ 11 ] términos de posibilidad y no de imperativo, dado que el ironista jamás sentencia cosa alguna. Es desde tal circunstancia que el hablante dará inicio a su retiro, que es también su viaje, hacia la región imprecisa y altamente compleja de la nueva medición del mundo mediante un lenguaje poético por explorar. La acción, que fue una medida central para el poeta moderno, se desplaza subversivamente hacia las virtudes de la inacción (inacción de la palabra). Caído desde la modernidad utópica a la cual ascendió en el pasado, este hablante pide silencio, llama a callar, exponiendo tangencialmente el cansancio provocado por la energía histórica y advirtiendo en lo natural una entidad que reconoce y que cree central para redirigir el abordaje poético. A partir del silencio es posible ese otro lenguaje, esa otra escritura que mientras más se aleja del discurso que mira a la moder-

[ 10 ] NERUDIANA – nº 3 – 2007<br />

Estravagario:<br />

la posmodernidad nerudiana en clave<br />

carnavalesca<br />

SARA REINOSO CANELO<br />

Universidad de Chile<br />

Intento aquí plantear las bases de una<br />

lectura carnavalesca de las particularidades<br />

posmodernas en Estravagario<br />

(Buenos Aires, Losada, 1958) de <strong>Neruda</strong>.<br />

Tal lectura implica, por un lado, la comprensión<br />

del complejo diálogo entre la modernidad<br />

y la posmodernidad nerudianas<br />

en la obra citada y, por otro, la captación<br />

de un sistema de imágenes que cristalizan<br />

un cambio de época y al mismo tiempo una<br />

modificación en la direccionalidad poética<br />

del autor. Considerando el despliegue<br />

‘narrativo’ de la obra de <strong>Neruda</strong>, Estravagario<br />

sería el gozne que une dialógicamente<br />

y refracta la traducción de dos mundos:<br />

el alto de la modernidad y el bajo de<br />

la posmodernidad. <strong>Neruda</strong> ciudadano y<br />

poeta transita por ambos, problematizándolos,<br />

en la progresión histórica que su<br />

poesía representa. En Estravagario tal progresión<br />

encuentra la suspensión necesaria<br />

para el despliegue de una reformulación y<br />

de un complejo desaprendizaje de los supuestos<br />

o dispositivos ‘modernistas’ de su<br />

poesía anterior.<br />

Esta suspensión que advierto en<br />

Estravagario adquiere, aparte los matices<br />

ideológicos propios de la experiencia de<br />

posmodernidad, la tonalidad del género<br />

carnavalesco y la cosmovisión implícita<br />

en dicho género (ver principalmente Bajtín,<br />

1987), donde el carnaval y su cosmovisión<br />

representan el principio material y corporal<br />

de la experiencia humana. Ello supone<br />

postular la semejanza entre Rabelais y<br />

<strong>Neruda</strong> como traductores literarios de un<br />

profundo cambio de época, hipótesis que<br />

por razones de espacio no podré desarrollar<br />

cabalmente en esta ocasión. La naturaleza<br />

material que nutre las imágenes<br />

nerudianas y la cosmovisión grotesco-realista<br />

que Bajtín mismo asignó explícitamente<br />

a la obra del poeta chileno (de quien<br />

escribió: «continúa la tradición del realismo<br />

grotesco y de la cultura popular, reflejando<br />

a veces la influencia directa de las<br />

formas carnavalescas»: 1987, p. 47), adquieren<br />

en Estravagario una radicalidad<br />

que sólo podría haberse producido en el<br />

contexto de la posmodernidad.<br />

El intento modernista de unir en la<br />

escritura la poesía como sueño (como “funesto<br />

alegórico”) y la poesía como acción,<br />

en el presente de Estravagario desaparece<br />

voluntariamente provocando la tendencia<br />

del hablante hacia el “sueño” poético para<br />

interrogarlo precisamente en cuanto portador<br />

del mundo material y cultural. En<br />

Estravagario el poeta alquimista desaparece<br />

para emerger en su lugar el poeta ‘profundamente’<br />

bufón que cambia, gustoso, la<br />

profecía por la visión carnavalesca.<br />

La imagen carnavalesca en Estravagario<br />

se vincula y dialoga con los motivos<br />

implícitos en las Residencias y en Canto<br />

general, como la muerte, el tiempo, el<br />

amor, la identidad, el sonido, la acción, el<br />

silencio, la inacción, el nombre, el motivo<br />

del ‘deber’ profético y otros. La alteración<br />

o desaparición de tales motivos elabora, en<br />

su conjunto, la cosmovisión carnavalesca<br />

en el libro de 1958. Transfiguración que<br />

busca el detenimiento de un oscilar entre<br />

el tiempo circular de la realidad natural y<br />

el tiempo histórico de la realidad social, es<br />

decir, la verbalización del desaprendizaje.<br />

Términos como silencio e inacción<br />

resultan centrales para comprender el tránsito<br />

de la modernidad a la posmodernidad<br />

nerudianas en Estravagario vale decir, su<br />

cosmovisión carnavalesca. Pero, a diferencia<br />

de la dualidad sonido/silencio de la<br />

poesía anterior, la noción de acción sigue<br />

presente en Estravagario como ausencia,<br />

como inacción. Para el yo enunciador de<br />

las Residencias la acción era un ‘deber’<br />

ínsito en su poesía. En Estravagario la contrapartida<br />

o inversión del ‘deber’ es la inacción,<br />

o sea la inmersión en el lenguaje<br />

poético como catalizador de un nuevo saber<br />

sobre el mundo, saber que —como dijo<br />

Lorca sobre <strong>Neruda</strong>— se sustenta en la<br />

pasión, la ternura y la honestidad. Estravagario<br />

inaugura una poética de la muerte<br />

en el sentido carnavalesco del término,<br />

conjugando modernidad y posmodernidad<br />

como discursos de una ‘narrativa’ histórica<br />

que la literatura discute, subvierte,<br />

ironiza y parodia. Más aún, el texto discute,<br />

subvierte, ironiza y parodia aquella poética<br />

moderna de <strong>Neruda</strong> que había sido alimentada<br />

por el metarrelato histórico (que<br />

diría Lyotard), elaborando un punto de fuga<br />

hacia lo más honesto de su poesía, hacia<br />

su fundamento último: la relación con la

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