Enero - Ministerio Los Perseveradores

El 9 de junio de 1980, en la ciudad de Miami,
apareció asesinada Judith Buckmell. El diario
Miami Herald informó que ella había sido estrangulada;
su cuerpo presentaba siete puñaladas.
Buckmell tenía 38 años, era soltera y trabajaba
como secretaria. Sus amigos y compañeros de
trabajo la describieron como una mujer exitosa,
emprendedora, detallista, luchadora; sin embargo,
temía engordar, quedar embarazada y envejecer.
La mitad de la vida de ella fue de fantasía,
siempre esperaba formalizar una relación con un
hombre y formar un hogar, pero nunca lo encontró...
La policía halló en su apartamento un diario personal
con unas frases que
dejan a cualquier persona sin
respiración. Transcribimos
algunos de esos versos para
conocer algunas de las vivencias
de Judith.
“¿Dónde están los hombres
con las flores, la champaña y
la música?
¿Dónde están los caballeros que llaman y piden
una verdadera y genuina cita?
¿Dónde están los hombres que quisieran compartir
algo más que mi cama, mis bebidas, mi
comida…?
No he podido encontrar en mi vida una verdadera
relación de amor.
Me siento tan vieja. Sin amor. Nadie me quiere.
Estoy abandonada. He sido usada. Quiero llorar
y dormir para siempre…”
Judith, pese a estar rodeada de gente, estaba
sola, nunca pudo encontrar un amigo de verdad,
su vida transcurrió en la soledad. Ninguna de las
personas con las que compartió su vida, la invitaron
a ir a una iglesia o le regaló una Biblia. Ella
buscó el amor en los lugares menos indicados.
Los hombres de Dios no se pueden encontrar en
un bar, en una fiesta mundana. En esos sitios
las mujeres solamente van a hallar hombres
oportunistas, que buscan relaciones sexuales
pasajeras (Judith en el diario que escribió relata
que conoció cincuenta y nueve hombres en cincuenta
y seis meses).
UN GRITO DE SOLEDAD
Soledad es un grito, un lamento, un gemido que
proviene de lo más profundo del alma. El grito
de soledad de Buckmell me hizo recordar aquel
gemido que expresó el Señor Jesús en la cruz
del Calvario:
“…Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?”
(Marcos 15:34)
Nunca se han expresado palabras con tanto
dolor. Nunca nadie se ha sentido tan solitario
como el Hijo de Dios aquel día. Todos los pecados
fueron puestos sobre el Señor: lujurias, inmundicias,
adulterios, robos, homicidios, suicidios,
borracheras, mentiras, palabras sucias y
vulgares, y cualquier otro que usted se imagine.
Todos los pecados fueron colocados
sobre los hombros del
Salvador. El Señor en ese momento
quedó sólo. La comunicación
con su Padre quedó interrumpida,
porque Dios no tolera
el pecado.
Jesucristo pagó el precio más
alto para poder así rescatar
nuestra alma del infierno.
Jesús pudo soportar que lo golpearan, que lo
escupieran, humillaran, insultaran, condenaran,
que lo crucificaran en un madero, con tal de tenernos
en su rebaño. No obstante, el momento
más duro que vivió fue cuando él perdió su comunión
con su Padre.
Comprenda algo estimado amigo y amiga: El
amor de Cristo no tiene límites, su sacrificio fue
voluntario. El Señor prefirió morir ocupando el
lugar que nos correspondía a nosotros, para
que así, tengamos un lugar asegurado en la
eternidad junto a Él.
Qué lástima que esta mujer no pudiera encontrar
el amor de Dios. Los amigos que tuvo no se
interesaron por enseñarle que ella tenía alguien
que la amaba incondicionalmente y ese es
nuestro Señor Jesucristo.
Recuerde: ¡si tenemos a Dios en el corazón, lo
tenemos todo!
ALIMENTO PARA EL ALMA / www.losperseveradores.org Página 5
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