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Richard Serra - Literal

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Nihil, nihil, nihil, nihil<br />

n Edgar Morales<br />

Acercarse a la mística supone adentrarse en el túnel<br />

oscuro de las amargas delicias del espíritu, sendero de<br />

contrasentidos que confunden al diletante, que lo distancian<br />

de las aprehensiones corrientes de lo sacro y<br />

lo arrojan a implicaciones existenciales aterrantes. En<br />

la praxis literaria de los místicos, por ejemplo, “Dios”<br />

cede el paso a una nomenclatura pasmosa: “rayo de<br />

tiniebla”, “nube del no saber”, “Dios sin modo” (y su<br />

vivencia se reporta como un no sé qué que deja balbuciendo).<br />

Cualquiera que sea la novísima expresión<br />

brindada surge la sensación de haber sido burlados;<br />

tomamos como nueva “referencia” aquello que está<br />

destinado a cerrarnos el paso por vía nominativa, y no<br />

nos damos cuenta de cuán peligroso resulta caminar al<br />

lado de estos terroristas que destruyen los signifi cados<br />

vulgares con megatones de implosión, instigadores de<br />

las fuerzas centrípetas en lenguas castradas.<br />

En un dibujo que san Juan de la Cruz hizo del Monte<br />

Carmelo se presentan tres caminos: el de los vicios,<br />

sendero maltrecho que no pretende dirigirse a la cumbre;<br />

el de las virtudes, camino rectísimo que desconoce<br />

la orografía de la montaña y que termina en un destino<br />

ajeno a la cima; y el tercero, aquel que tiene las señales<br />

“nihil, nihil, nihil, nihil”, éste es el camino por el que<br />

se llega a la máxima altura. Y si esto fuera poco escandaloso,<br />

el dibujo remata con la leyenda “para el justo<br />

no hay ley, él para sí mismo es ley”. Queda claro cuán<br />

peligroso puede resultar la difusión indiscriminada de<br />

estas ideas. El místico puede ser visto como un factor<br />

anómico en el que los códigos sociales, siempre relativos,<br />

están desafi ados por una impresionante vocación<br />

introspectiva. El hombre sometido a la fuerza de lo sagrado<br />

ya no pertenece al mundo, se convierte en un<br />

sujeto tabuado, pues quien transgrede el tabú, acercándose<br />

al terror, deviene él mismo en tabú, un objeto<br />

de fuerza tremenda cuya infl uencia contaminante sobre<br />

la comunidad debe ser extirpada pues representa la<br />

conciencia de la profunda precariedad de las creencias<br />

y esquemas morales con que los humanos pretenden<br />

conducir sus vidas.<br />

En cierta forma la caracterología del místico se emparienta<br />

con la del suicida, con la de quien estando<br />

entre nosotros está muy lejos, con quien tiene la conciencia<br />

de que la verdadera vida está ausente y con<br />

quien muere porque no muere. Pero a diferencia de<br />

aquellos que viven sólo la patología sin referencia sacra<br />

alguna, como los miles que nos rodean, los místicos<br />

tienen la capacidad, “camusiana” podríamos decir, de<br />

permanecer fi eles a la piedra de Sísifo, cuya anábasis es<br />

vivida como una empresa de donación de un sentido<br />

que, a fi n de cuentas, servirá para un carajo, no importa,<br />

las cosas no funcionan más en la mística, ¿y para<br />

qué pedir que funcionen? Es decir ¿para qué juzgar<br />

con principios mundanos lo que no quiere serlo?<br />

Los místicos, especialmente aquellos que son buenos<br />

poetas, juegan como trapecistas con las lianas de<br />

los términos; esto sucede con el sentido del “sentido”.<br />

Si seguimos la ecuación que iguala “sentido” con<br />

mundo sensorial, la mística noche del sentido sigue el<br />

vector del desprendimiento, abandonando al mundo<br />

como circuito del sentido (y sentidos). Pero lejos de<br />

ser trágica esta situación se le abraza como “noche<br />

amable” que consume y no da pena, como amoroso<br />

secuestro express en el que se consiente la violación de<br />

todas nuestras categorías y principios existenciales.<br />

Después del éxtasis sólo puede esperarse el hipogeo<br />

de lo concreto. El minimalismo es la nueva consigna,<br />

no buscar lo más sino lo menos, no lo alto sino<br />

lo bajo, no lo noble sino lo vil, el ideal de vida será<br />

ser nada en nada, un afán desbocado de anonimato y<br />

anihilamiento, evasión de protagonismos de cualquier<br />

tipo, ser la muda roca en medio del desierto en cuyo<br />

interior fl uye aún magma ardiente, el seco dolor que se<br />

admira en secreto:<br />

El desierto se presenta ante mí<br />

Como la única parte de la realidad<br />

Que es indispensable.<br />

O mejor aún, como la realidad<br />

Despojada de todo, salvo de su esencia<br />

…<br />

Mi rostro, pues, es dulce y resignado<br />

Mientras camino lentamente,<br />

Jadeante y bañado de sudor,<br />

Cuando corro<br />

Lleno de un sacro terror,<br />

Cuando miro a mi alrededor esta unidad sin fi n<br />

La moral y las buenas costumbres sucumben en el abismo<br />

de la gran duda, Dios se venga de sí y golpea los<br />

espejos bajo el azul del cielo, saca del mundo de los<br />

hombres el puño ensangrentado, desgarrando su imagen<br />

ante las miradas atónitas. Dios amodal que aturde<br />

y conmociona, y seguimos llamándole “Dios” por pura<br />

OTOÑO, 2007 • LITERAL. VOCES LATINOAMERICANAS 3 13

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