Rousseau_JeanJacques-Suenos De Un Paseante Solitario
Rousseau_JeanJacques-Suenos De Un Paseante Solitario
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sensible; cuando menos pienso en ello, un gesto, una mirada siniestra que percibo, una<br />
palabra envenenada que oigo, un malquiriente que me encuentro basta para trastornarme.<br />
Cuanto en semejante caso puedo hacer es olvidar a toda prisa y huir. La turbación de mi<br />
corazón desaparece con el objeto que la ha causado y vuelvo a la calma tan pronto como<br />
estoy solo. O si algo me inquieta, es el temor de reencontrar a mi paso algún nuevo sujeto de<br />
dolor. Esa es mi única cuita; pero basta para alterar mi dicha. Alójome en el centro de París.<br />
Al salir de mi casa, suspiro en pos del campo y la soledad, pero hay que ir a buscarlo tan<br />
lejos que, antes de poder respirar a mis anchas, encuentro en mi camino mil objetos que me<br />
oprimen el corazón, y la mitad de la jornada se pasa en angustias antes de que haya<br />
alcanzado el refugio que voy buscando. Dichoso al menos cuando se me deja acabar mi ruta.<br />
Es delicioso el momento en que escapo al cortejo de malvados, y no bien me veo bajo los<br />
árboles, en medio del verdor, creo verme en el paraíso terrenal y siento un placer interno tan<br />
vivo como si fuera el más feliz de los mortales.<br />
Recuerdo perfectamente que durante mis cortas prosperidades, estos mismos paseos<br />
solitarios que hoy día me son tan deliciosos, me eran insípidos y molestos.<br />
Cuando estaba en el campo en casa de alguien, la necesidad de hacer ejercicio y de<br />
respirar el airo puro me hacía con frecuencia salir solo, y escapándome como un ladrón me<br />
iba a pasear por el parque o por el campo; pero en vez de encontrar allí la calma dichosa que<br />
hoy día experimento, me llevaba encima la agitación de las vanas ideas que me había<br />
ocupado en el salón; el recuerdo de la compañía que había dejado me seguía en la soledad,<br />
los vapores del amor propio y el tumulto del mundo empañaban a mis ojos la frescura de los<br />
bosquecillos y turbaban la paz del retiro. Por más que huyera al fondo de los bosques, una<br />
multitud importuna me seguía por doquier y velada para mí toda la naturaleza. Sólo después<br />
de haberme desligado de las pasiones sociales y de su triste cortejo, la he vuelto a encontrar<br />
con todos sus encantos.<br />
Convencido de la imposibilidad de contener estos primeros movimientos involuntarios,<br />
he suspendido todos mis esfuerzos para ello. A cada ataque dejo esconderse a mi sangre, a la<br />
cólera y a la indignación adueñarse de mis sentidos, cedo a la naturaleza esta primera<br />
explosión que todas mis fuerzas no podrían detener ni suspender. Solamente trato de detener<br />
las consecuencias antes de que aquélla haya producido algún defecto. Los ojos chispeantes,<br />
el fuego del rostro, el temblor de los miembros, los sofocantes pálpitos, todo esto pertenece