Rousseau_JeanJacques-Suenos De Un Paseante Solitario
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concederle. Cualquiera que sea el modo en que los hombres quieran verme, no podrían<br />
cambiar mi ser, y a pesar de su poder y a pesar de todas sus sordas intrigas, continuaré,<br />
hagan lo que hagan, siendo el despecho suyo lo que soy. Es verdad que sus disposiciones<br />
para conmigo influyen en mi situación real, la barrera que han puesto entre ellos y yo me<br />
priva de todo recurso de subsistencia y de asistencia en mi vejez y mis necesidades. Me<br />
hacen inútil incluso el dinero, ya que no puedo procurarme los servicios que me son<br />
necesarios, ni hay ya comercio ni auxilio recíproco ni correspondencia entre ellos y yo. Solo<br />
en medio de ellos, no me tengo más que a mí como recurso y este recurso es bien débil a mi<br />
edad y en el estado en que estoy. Los daños son grandes, pero han perdido para mí toda su<br />
fuerza desde que he sabido soportarlos sin irritarme. Los puntos en que la verdadera<br />
necesidad se hace sentir son siempre raros. La previsión y la imaginación los multiplican, y<br />
es por esta continuidad de sentimientos por lo que uno se inquieta y se vuelve infeliz.<br />
Cuanto a mí, por mucho que sepa que mañana sufriré, me basta con no sufrir hoy para estar<br />
tranquilo. No me afecta el mal que preveo, sino el que padezco, y eso lo reduce a muy poca<br />
cosa. Solo, enfermo y postrado en mi lecho, pudo morir de indigencia, de frío y de hambre<br />
sin que nadie se apure. Pero, ¿qué me importa si ni yo mismo me apuro y si me afecto tan<br />
poco como los demás por mi destino, cualquiera que ésta sea? ¿No es nada, sobre todo a mi<br />
edad, el haber aprendido a ver la vida y la muerte, la enfermedad y la salud, la riqueza y la<br />
miseria, la gloria y la difamación con la misma indiferencia? Todos los demás viejos se<br />
inquietan por todo; yo no me inquieto por nada, ocurra lo que ocurriese, todo me es<br />
indiferente, y esta indiferencia no es obra de mi prudencia, la es de mis enemigos. Conque<br />
aprendamos a tomar estas ventajas en compensación al daño que me hacen. Volviéndome<br />
insensible a la adversidad, me han hecho más bien que si me hubieran ahorrado sus ataques.<br />
Al no sentirla, podría temerla siempre, mientras que subyugándola ya no la temo.<br />
Esta disposición me entrega, en medio de los reveses de mi vida, a la incuria de mi<br />
natural casi tan plenamente como si viviera en la más completa prosperidad. Fuera de los<br />
breves momentos en que soy convocado por la presencia de objetos a las más dolorosas<br />
inquietudes. El resto del tiempo, entregado por mis inclinaciones a los afectos que me<br />
atraen, mi corazón se nutre aún de los sentimientos para los que había nacido, y gozo de<br />
ellos con seres imaginarios que los producen y los comparten como si tales seres existieran