Rousseau_JeanJacques-Suenos De Un Paseante Solitario
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todos los detalles de mi destino como otros tantos actos de una pura fatalidad a la que o<br />
debía suponer ni dirección ni intención ni casa moral, que había que someterme a ella sin<br />
razonar y sin rechistar, porque era inútil, que cuanto había de hacer aún en la tierra era<br />
contemplarme como un ser puramente pasivo, que no debía gastar en resistirme inútilmente<br />
a mi destino la fuerza que me quedaba para soportarlo. Eso es lo que me decía. Mi razón, mi<br />
corazón asentían y sin embargo todavía oía murmurar a mi corazón. ¿<strong>De</strong> dónde venía el<br />
murmullo? Lo busqué, lo encontré; venía del amor propio que después de haberse indignado<br />
contra los hombres se sublevaba aún contra la razón.<br />
Este descubrimiento no era tan fácil de hacer como puede creerse, porque un inocente<br />
perseguido toma durante largo tiempo el orgullo de su pequeño individuo por un puro amor<br />
la justicia. Pero una vez conocida, también la verdadera fuente es fácil de desecar o, por lo<br />
menos, de desviar. La estima de sí mismo es el mayor móvil de las almas altivas, el amor<br />
propio, fértil en ilusiones, se disfraza y se hace pasar por esta estima, pero cuando al fin se<br />
descubre el fraude y el amor propio no puede ya esconderse, entonces ya no es de temer, y<br />
aunque se le sofoque con pena, se le subyuga al menos tranquilamente.<br />
Nunca tuve mucha propensión al amor propio, pero esta pasión ficticia habíase exaltado<br />
en mí en el mundo y sobre todo cuando fui autor; quizás todavía tenía menos que otros, pero<br />
lo tenía prodigiosamente. Las terribles lecciones que recibí pronto lo encerraron en sus<br />
primeros límites; comenzó por rebelarse contra la injusticia, pero ha acabado por desdeñarla.<br />
Al replegarse sobre el alma y al cortar las relaciones exteriores que le vuelven exigente,<br />
renunciando a las comparaciones y a las preferencias, se ha contentado con que yo fuera<br />
bueno para mí; al volverse entonces amor de mí mismo, ha entrado en el orden de la<br />
naturaleza y me ha liberado del yugo de la opinión.<br />
<strong>De</strong>sde entonces he recobrado la paz del alma y casi la felicidad. En cualquier situación en<br />
que uno se encuentre, sólo por él se es desgraciado. Cuando él se calla y habla la razón, ésta<br />
nos consuela al fin de todos los males que no estuvo en nuestras manos evitar. Incluso<br />
mientras no actúen inmediatamente sobre nosotros, los aniquila, pues que se está seguro al<br />
punto de evitar sus más punzantes ataques cesando de ocuparse de ellos. Nada son para<br />
quien no lo piensa. Las ofensas, las venganzas, los atropellos, los ultrajes, las injusticias no<br />
son nada para quien no ve en los males que padece más que el mal mismo y no la intención,<br />
para aquél cuyo sitio no depende, en su propia estima, del que les plazca a los demás