Rousseau_JeanJacques-Suenos De Un Paseante Solitario
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Brillantes flores, esmalte de los prados, frescas umbrías, arroyos, bosquecillos, verdor,<br />
venid a purificar mi imaginación ensuciada por todos estos horrendos objetos. Mi alma,<br />
muerta para todos los grandes movimientos, no puede ya afectarse más que por objetos<br />
sensibles; ya no tengo más que sensaciones, y sólo por ellas pueden llegarme: aquí abajo el<br />
dolor o el placer. Atraído por los risueños objetos que me rodean, los considero, los<br />
contemplo, los comparo, aprendo en fin a clasificarlos, y heme aquí de repente tan botánico<br />
como tiene necesidad de serlo quien no quiere estudiar la naturaleza sino para encontrar<br />
incesantemente nuevas razones para amarla.<br />
No busco en absoluto instruirme; es demasiado tarde. Además nunca he visto que tanta<br />
ciencia contribuya a la felicidad de la vida. Trato empero de proporcionarme<br />
entretenimientos dulces y simples que pueda disfrutar sin esfuerzo y que me distraigan de<br />
mis infortunios. No tengo gasto que hacer ni fatigas que pasar para vagar indolentemente de<br />
hierba en hierba, de planta en planta, para examinarlas, para comparar sus diversos<br />
caracteres, para señalar sus relaciones y sus diferencias, para observar, en fin, la<br />
organización vegetal con miras a seguir la marcha y el juego de estas máquinas vivas, a<br />
buscar, a veces con éxito, sus leyes generales, la razón y el fin de sus estructuras diversas, y<br />
a entregarme al encanto de la admiración agradecida para con la mano que me hace gozar de<br />
todo esto.<br />
Las plantas parecen haber sido sembradas con profusión sobre la tierra, como las estrellas<br />
en el cielo, para invitar al hombre mediante el acicate del placer y de la curiosidad, al<br />
estudio de la naturaleza; pero los astros están colocados lejos de nosotros; se precisan cono-<br />
cimientos preliminares, instrumentos, máquinas, larguísimas escalas para alcanzarlas y<br />
colocarlos a nuestro alcance. Las plantas lo están naturalmente. Nacen bajo nuestros pies y<br />
en nuestras manos, por así decir, y si la pequeñez de sus partes esenciales las hurta algunas<br />
veces a la simple vista, los instrumentos que las vuelven visibles son de eso más fácil que<br />
los de la astronomía. La botánica es el estudio de un ocioso y perezoso solitario: un pico y<br />
una lupa son todo el instrumental de que ha de menester para observarlas. Se pasea, vaga<br />
libremente de un objeto a otro, examina cada flor con interés y curiosidad, y no bien<br />
comienza a captar las leyes de la estructura, gusta de observarlas con un placer sin fatigas,<br />
tan vivo como si le costara mucho. Hay en esta ociosa ocupación un encanto que no se<br />
encuentra más que en plena calma de las pasiones pero que basta por sí solo, en ese caso,