Rousseau_JeanJacques-Suenos De Un Paseante Solitario
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cuando no va unido, corno ellos dicen, al de las propiedades, es decir, cuando no se<br />
abandona la observación de la naturaleza, que no miente y que nada nos dice de todo eso,<br />
para entregarse únicamente a la autoridad de los hombres, que son mentirosos y que afirman<br />
muchas cosas que hay que creer bajo su palabra asimismo fundada, la mayoría de las veces,<br />
en la autoridad de otro. <strong>De</strong>teneos en una pradera esmaltada para examinar arreo las flores<br />
con que brilla, quienes os vean hacer, tomándoos por un auxiliar de apoticario, os pedirán<br />
hierbas para curar la roña de los niños, la sarna de los hombres y el muermo de los caballos.<br />
Este feo prejuicio está en parte destruido en otros países y sobre todo en Inglaterra, gracias a<br />
Linneo que ha sacado un poco la botánica de las escuelas de farmacia para devolverla a la<br />
historia natural y a los usos económicos; pero en Francia, donde este estudio ha penetrado<br />
menos entre las personas de mundo, siguen siendo tan bárbaros que un hombre culto de<br />
París, al ver en Londres un jardín de coleccionista llenos de árboles y de plantas raras,<br />
exclamó por todo elogio: he aquí un hermosísimo jardín de apoticario. Por la cuenta, el<br />
primer apoticario fue Adán. Porque no es fácil imaginar un jardín mejor surtido de plantas<br />
que el del Edén.<br />
Estas ideas medicinales no son seguramente nada idóneas para hacer agradable el estudio<br />
de la botánica, ajan el esmalte de los prados, el esplendor de las flores, agostan el frescor del<br />
boscaje, hacen insípidos y desagradables el verdor y los follajes; todas estas estructuras<br />
encantadoras y graciosas interesan muy poco a quien no quiere más que machacar todo eso<br />
en un mortero, y no ha de irse a buscar guirnaldas para las pastoras entre las hierbas para las<br />
lavativas.<br />
Toda esta farmacia no enturbia en absoluto mis imágenes campestres; nada más alejado<br />
de eso que las tisanas y los emplastos. Al contemplar de cerca los campos, los vergeles, los<br />
bosques y sus numerosos habitantes, he pensado a menudo que el reino vegetal era un<br />
almacén de alimentos donados por la naturaleza al hombre y a los animales. Pero nunca se<br />
me ha ocurrido buscar en él drogas y remedios. Nada veo en sus diversas producciones que<br />
me indique un uso semejante, y de habérnoslo prescrito, ella nos habría señalado la opción,<br />
como ha hecho con los comestibles. Siento incluso que el placer que obtengo recorriendo las<br />
florestas sería emponzoñado por el sentimiento de las dolencias humanas si me permitiera<br />
pensar en la fiebre, en la piedra, en la gota y en el mal caduco. Por lo demás, no les discutiré<br />
a los vegetales las grandes virtudes que se les atribuyen; solamente diré que, suponiendo