Rousseau_JeanJacques-Suenos De Un Paseante Solitario
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trueque en mal, no pudiendo ya actuar sin perjudicar a otro o a mí mismo, abstenerme se ha<br />
convertido en mi único deber y lo cumplo siempre que esté en mi mano. Pero en esta<br />
holganza del cuerpo mi alma está aún activa, produce aún sentimientos, pensamientos, y su<br />
vida interna y moral parece haberse acrecentado con la muerte de todo interés terreno y<br />
temporal. Mi cuerpo ya no es para mí sino una traba, un obstáculo, y me libro de él siempre<br />
que puedo.<br />
<strong>Un</strong>a situación tan singular merece sin duda el ser examinada y descrita y a un tal examen<br />
consagro mi último tiempo. Para hacerlo con éxito, sería preciso proceder con orden y<br />
método: pero soy incapaz de este trabajo e incluso me apartaría de mi objetivo que es el de<br />
darme cuenta de las modificaciones de mi alma y de sus sucesiones. En cierta medida, haré<br />
sobre mí las operaciones que hacen los Físicos en el aire para conocer el estado del tiempo.<br />
Aplicaré el barómetro a mi alma y, bien dirigidas y repetidas largamente, estas operaciones<br />
me suministrarán resultados tan seguros como los suyos. Mas no prolongo mi empresa hasta<br />
ahí. Me contentaré con llevar el registro de las operaciones sin intentar reducirlas a sistema.<br />
Acometo la misma tarea de Montaigne, pero con un objeto completamente contrario al suyo:<br />
él no escribió sus Ensayos sino para los demás y yo no escribo mis ensoñaciones sino para<br />
mí. Si en mis más viejos días, en las proximidades de la partida, permanezco, como espero,<br />
en la misma disposición en que estoy, su lectura me traerá la dulzura que siento al escribirlas<br />
y, haciendo renacer de este modo para mí el tiempo pasado, doblará por así decir mi<br />
existencia. A despecho de los hombres, podré gustar aún del encanto de la sociedad y viviré<br />
decrépito conmigo en otra edad como si viviera con un amigo menos anciano.<br />
Fui escribiendo mis primeras Confesiones y mis Diálogos con la preocupación constante<br />
de ocultarlos a las manos rapaces de mis perseguidores para transmitir los, cuanto cupiera, a<br />
otras generaciones. La misma inquietud ya no me atormenta en este escrito, sé que sería en<br />
balde, y habiéndose apagado en mi corazón el deseo de ser mejor conocido por los hombres,<br />
no deja más que una indiferencia profunda sobre la suerte de mis verdaderos escritos y de<br />
los monumentos de mi inocencia, que quizás han sido ya aniquilados para siempre. Todo me<br />
da igual ya, tanto que espíen lo que hago como que se inquieten por estas hojas o se<br />
apropien de ellas o las supriman o las falsifiquen. Ni las escondo ni las enseño. Si me las<br />
quitan en vida, no me quitarán ni el placer de haberlas escrito, ni el recuerdo de su contenido<br />
ni las meditaciones de que son fruto y cuyo manantial no pude agotarse sino con mi alma. Si