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Rousseau_JeanJacques-Suenos De Un Paseante Solitario

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obra que tenía el deseo y la posibilidad de hacer, asustado por la servidumbre a la que me<br />

iba a someter seguidamente si me entregaba a ella sin consideración. No siempre he sentido<br />

ese temor; en mi juventud, por el contrario, me obligaba por mis propias beneficencias, y a<br />

menudo he comprobado además que aquéllos a los que yo complacía se encariñaban<br />

conmigo aún más por agradecimiento que por interés. Pero las cosas cambiaron mucho de<br />

faz, en este como en cualquier otro punto, no bien comenzaron mis desdichas. He vivido<br />

desde entonces en una generación nueva que en absoluto se parecía a la primera, y mis<br />

propios sentimientos hacia los demás han sufrido cambios que he encontrado en los suyos.<br />

Las mismas personas que he visto sucesivamente en estas dos generaciones tan diferentes se<br />

han ido asimilando arreo, por así decir, a la una y a la otra. <strong>De</strong> sinceros y francos que eran al<br />

principio, convertidos en lo que son, han hecho como todos los demás; y sólo porque los<br />

tiempos han cambiado, los hombres han cambiado como ellos. ¡Ay!, ¿cómo podría<br />

conservar los mismos sentimientos hacia aquéllos en quienes encuentro lo contrario de lo<br />

que les hizo nacer? No los odio, porque no sabría odiar; pero no puedo prohibirme el<br />

desprecio que merecen ni abstenerme de testimoniárselo.<br />

Puede que, sin darme cuanta, haya cambiado yo mismo más de lo que hubiera sido<br />

menester. ¿Qué carácter resistiría sin alterarse en una situación parecida a la mía?<br />

Convencido por veinte años de experiencia de que todo lo que la naturaleza ha puesto en mi<br />

corazón en felices disposiciones se ha vuelto, por mi destino y por los que han dispuesto de<br />

él, en perjuicio de mí mismo o de otro, no puedo considerar ya una buena obra que se me<br />

presenta para que haga sino como una trampa que se me tiende y bajo la cual se esconde<br />

algún mal. Sé que cualquiera que sea el efecto de la obra, no quitará mérito a mi buena<br />

intención. Sí, desde luego este mérito existe siempre, pero ya no el encanto interior, y en<br />

cuanto falta de estímulo, no siento más que indiferencia y frialdad en mis adentros, y seguro<br />

de que, en lugar de hacer una acción verdaderamente útil, no hago sino un acto incauto, la<br />

indignación del amor propio unida a la desaprobación de la razón sólo me inspira<br />

repugnancia y resistencia donde, por mi ser natural, habría estado henchido de ardor y de<br />

celo.<br />

Hay clases de adversidades que elevan y fortalecen el alma, pero las hay que la abaten y<br />

la matan; cual es aquella de la que soy víctima. A poco que en la mía hubiera habido una<br />

mala semilla, la hubiera fermentado hasta el exceso, me hubiera vuelto frenético; pero sólo

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