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Rousseau_JeanJacques-Suenos De Un Paseante Solitario

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una emoción confusa no exenta de cierta dulzura. Finalmente se puso a restañarme la sangre<br />

que seguía manando, y viendo que no era suficiente con nuestros dos pañuelos, me llevó a<br />

casa de su madre, que tenía un pequeño jardín cerca de allí. Al verme en tal estado, a punto<br />

estuvo aquella buena mujer de desmayarse. Pero supo guardar fuerzas para curarme, y luego<br />

de haber humedecido bien la herida, le aplicó unas flores de lis maceradas en aguardiente,<br />

excelente vulnerario muy usado en nuestro país. Sus lágrimas y las de su hijo calaron en mi<br />

corazón a tal punto que, durante largo tiempo, la miré como a mi madre y a su hijo como a<br />

mi hermano, hasta que al perder a uno y a otro de vista los fui olvidando poco a poco.<br />

El mismo secreto guardé sobre este accidente que sobre el otro, y otros tantos de parecida<br />

naturaleza me han ocurrido en mi vida de los que ni siquiera he estado tentado de hablar en<br />

mis Confesiones, pues tan escasamente trataba de hacer valer lo bueno que notaba en mi<br />

carácter. No, cuando he hablado en contra de la verdad que me era conocida, jamás lo he<br />

hecho sino en cosas diferentes, y más por el apuro de hablar o el placer de escribir que por<br />

ningún otro motivo de interés para mí, ni de ventaja o menoscabo para otro. Y quienquiera<br />

que lea imparcialmente mis Confesiones, si alguna vez ocurre eso, sentirá que las<br />

declaraciones que allí hago son más humillantes, más penosas de hacer que las de un mal<br />

mayor pero menor pero menos vergonzante de decir, y que no he dicho porque no lo he<br />

hecho.<br />

<strong>De</strong> todas estas reflexiones se sigue que la profesión de veracidad que me hecho tiene su<br />

fundamento más en sentimientos de rectitud y de equidad que en la realidad de las cosas, y<br />

que, en la práctica, he seguido más las directrices morales de mi conciencia que las nociones<br />

abstractas de lo verdadero y de lo falso. Frecuentemente<br />

he referido fábulas, pero muy raramente he mentido. Por seguir estos principios, he dado<br />

pábulo abundante a los demás, pero no he perjudicado a nadie y no me he atribuido a mí<br />

mismo más ventaja que la que me era debida. Me parece que únicamente por ahí es la<br />

verdad una virtud. En cualquier otra consideración, no es para nosotros más que un ente<br />

metafísico del que no resulta ni bien ni mal.<br />

No siento, empero, mi corazón lo bastante contento con estas distinciones como para<br />

creerme totalmente irreprensible. Mientras sopesaba con tanto cuidado lo que debía a los<br />

demás, ¿he examinado asaz lo que me debía a mí mismo? Si hay que ser justo con el<br />

prójimo, hay que ser verdadero para sí, es un homenaje que el hombre honrado debe rendir a

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