Rousseau_JeanJacques-Suenos De Un Paseante Solitario
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Así es como, razonando conmigo mismo, conseguí no dejarme socavar más en mis<br />
principios con argumentos capciosos, con objeciones insolubles y con dificultades que<br />
sobrepasaban mi capacidad y quizás la del espíritu humano. El mío, quedándose en el más<br />
sólido asentamiento que había podido darle, se acostumbró tan bien a descansar allí al abrigo<br />
de mi conciencia que ninguna doctrina extraña, antigua o nueva, puede ya conmoverlo ni<br />
turbar por un instante mi reposo. Caído en la languidez y la agonía de espíritu, he olvidado<br />
hasta los razonamientos en los que basaba mi creencia y mis máximas, pero jamás olvidaré<br />
las conclusiones que de ellos saqué con la aprobación de mi conciencia y de mi razón, y en<br />
adelante me mantengo en ellas. Que vengan todos los filósofos a ergotizar en contra:<br />
perderán su tiempo y sus esfuerzos. En todo estado de cosas, me atengo para el resto de mi<br />
vida a la actitud que tomé cuando estaba en mejor condición para elegir bien.<br />
Templado en tales disposiciones, encuentro en ellas, con el propio contentamiento, la<br />
esperanza y los consuelos de que he menester en mi situación. No es posible que una<br />
soledad tan completa, tan permanente, tan triste en sí misma, que la animosidad siempre<br />
sensible y siempre activa de la generación presente, que las indignidades con que me agobia<br />
sin cesar no me suman algunas veces en el abatimiento; la esperanza socavada, las dudas<br />
descorazonadoras vuelven aún de vez en cuando a turbar mi alma v a llenarla de tristeza. Es<br />
entonces cuando, incapaz para las operaciones del espíritu necesarias para tranquilizarme yo<br />
mismo, preciso acordarme de mis antiguas resoluciones; los cuidados, la atención, la<br />
sinceridad de corazón que puse al adoptarlas, vuelven entonces a mi recuerdo y me<br />
devuelven toda la confianza. Me resisto así ante cualquier nueva idea igual que ante errores<br />
funestos que sólo tienen una falsa apariencia y que no sirven más que para turbar mi reposo.<br />
Así pues, retenido en la estrecha esfera de mis antiguos conocimientos, no tengo, como<br />
Solón, la dicha de poder instruirme cada día al envejecer, y debo preservarme del peligroso<br />
orgullo de querer aprender lo que desde ahora no estoy en condiciones de saber bien. Mas si<br />
me quedan pocas adquisiciones que esperar del lado de las luces útiles, me quedan otras muy<br />
importantes que hacer del lacio de las virtudes necesarias a mi estado. Sería entonces el<br />
momento de enriquecer y ornar mi alma con una adquisición que pueda llevarse consigo<br />
cuando, liberada de este cuerpo que la ofusca y la ciega, y viendo la verdad sin velo, perciba<br />
la miseria de todos estos conocimientos de que tan huecos están nuestros falsos sabios.<br />
Llorará los momentos perdidos en esta vida en querer adquirirlos. Pero la paciencia, la