Rousseau_JeanJacques-Suenos De Un Paseante Solitario
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después del más concienzudo examen y en unos tiempos en que la calma de mi vida no me<br />
dejaba otro interés dominante que el de conocer la verdad. Hoy que mi corazón está opreso<br />
de congoja, debilitada mi alma por los enojos, amedrentada mi imaginación, perturbada mi<br />
cabeza por tantos horrendos misterios de que estoy rodeado, hoy que todas mis facultades,<br />
debilitadas por la vejez y las angustias, han perdido toda su energía, ¿iba a privarme sin<br />
motivo de todos los recursos que me había ido reservando y otorgar más confianza a mi<br />
razón declinante, para hacerme injustamente desdichado, que a mi razón plena y vigorosa,<br />
para resarcirme de los males que padezco sin haberlos merecido? No, no soy ni más sabio, ni<br />
estoy mejor instruido ni tengo mejor fe que cuando me declaré sobre tales grandes<br />
cuestiones, no ignoraba entonces las dificultades que dejo que hoy me turben; no me<br />
detuvieron, y si se presentan al caso algunas nuevas que uno no había advertido aún, son los<br />
sofismas de una metafísica sutil que no podrían hacer vacilar las verdades eternas admitidas<br />
en todos los tiempos, por todos los sabios, reconocidas por todas las naciones y grabadas en<br />
el corazón humano con caracteres imborrables. Al meditar sobre tales materias, sabía que el<br />
entendimiento humano, circunscrito por los sentidos, no podía abarcarlas en toda su<br />
extensión. Conque me atuve a lo que estaba a mi alcance sin meterme en lo que lo<br />
sobrepasaba. Esta actitud era razonable, la abracé en otro tiempo y allí me tuve con el<br />
consentimiento de mi corazón y de mi razón. ¿Con qué fundamento renunciaría a ella hoy<br />
día que tantos poderosos motivos me deben ligar a la misma? ¿Qué peligro veo en seguirla?<br />
¿Qué provecho sacaría abandonándola? ¿Asumiría también la moral de mis perseguidores al<br />
adoptar su doctrina? Esa moral sin raíz y sin fruto que pomposamente exponen en libros o en<br />
cualquier deslumbrante acción en el teatro, sin que nunca nada de ella penetre en el corazón<br />
ni en la razón, o bien esa otra moral secreta y cruel, doctrina interior de todos sus iniciados,<br />
a la que la otra no sirve sino de máscara, que siguen sólo en su conducta y que tan<br />
hábilmente han practicado conmigo. Esa moral puramente ofensiva no sirve en absoluto para<br />
la defensa y sólo es buena para la agresión. ¿<strong>De</strong> qué me serviría en el estado a que me han<br />
reducido? Mi sola inocencia me sostiene en los infortunios, y ¿cuánto más desgraciado me<br />
haría aún si, privándome de este único, pero poderoso recurso, los sustituyera por la maldad?<br />
¿Les alcanzaría en el arte de hacer daño, y, cuando lo lograra, de qué mal me aliviaría el que<br />
yo les pudiera hacer? Perdería mi propia estima y no ganaría nada a cambio.