Rousseau_JeanJacques-Suenos De Un Paseante Solitario
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secuestrarme para hacerme miserable, habían hecho más por mi felicidad que lo que yo<br />
mismo había podido hacer.<br />
Me entregué al trabajo que había emprendido con un celo proporcionado tanto a la<br />
importancia de la cosa como a la necesidad que sentía tener de ella. Vivía entonces con unos<br />
filósofos modernos que apenas se parecían a los antiguos. En vez de despejar mis dudas y de<br />
fijar mis irresoluciones; habían socavado todas las certezas que creía tener sobre los puntos<br />
que más me importaba conocer: pues, ardientes misioneros del ateísmo, y muy imperiosos<br />
dogmáticos, en absoluto aguantaban sin cólera que se osara pensar de modo distinto que<br />
ellos en cualquier punto. Con frecuencia me había defendido bastante débilmente por odio a<br />
la disputa y por poco talento para sostenerla; pero nunca adopté su desoladora doctrina, y<br />
esta resistencia a hombres tan intolerantes, que por otra parte tenían sus dictámenes, no fue<br />
de las menores causas que atizaron su animosidad.<br />
No me habían persuadido, pero me habían inquietado. Sus argumentos me habían hecho<br />
vacilar sin que jamás me hubieran convencido; no les encontraba una buena réplica, pero<br />
sentía que debía haberla. Me acusaba menos de error que de inepcia y mi corazón les<br />
respondía mejor que mi razón.<br />
Por fin me dije: ¿me dejaré bambolear eternamente por los sofismas de los que hablan<br />
mejor, cuando ni siquiera estoy seguro de que las opiniones que predican y que con tanto<br />
ardor intentan hacer adoptar a los demás sean efectivamente las suyas propias? Sus pasiones,<br />
que rigen su doctrina, sus intereses en hacer creer esto o aquello hacen que: sea imposible<br />
penetrar lo que ellos mismos creen. ¿Se puede buscar buena fe en los jefes de partido? Su<br />
filosofía es para los demás; haríame falta una para mí. Busquémosla con todas mis fuerzas<br />
mientras aún haya tiempo con el fin de tener para el resto de mis días una norma Fija de<br />
conducta. Heme en la madurez de la edad, en plena fuerza de entendimiento. Estoy ya<br />
próximo al ocaso. Si sigo esperando, no tendré ya en mi tardía deliberación el uso de todas<br />
mis fuerzas; mis facultades intelectuales habrán perdido para entonces su actividad, haré<br />
peor lo que hoy puedo hacer lo mejor posible: aprovechemos este momento favorable, si es<br />
la época de mi reforma externa y material, que también lo sea de mi reforma intelectual y<br />
moral. Fijemos de una vez por todas mis opiniones, mis principios, y seamos para el resto de<br />
mi vida lo que habría contemplado que debía ser después de haberlo pensado bien.