Samayoa Guevara, Hector Humberto. Ensayos sobre la ...

negocios con su padre don Juan Jacinto de Herrera, desde
1780 y siempre había pagado en plata contante y sonante,
pero ahora los temores y la amenaza de disolución del orden
han rebajado tanto el beneficio particular que no era posible
comerciar de contado teniendo que aceptar "obligaciones" debidamente
aseguradas, a cambio de dineroY¡ Debe agregarse
que los habitantes de las poblaciones de El Viejo y Chinandega,
al tener noticia de la aproximación de los corsarios al
Realejo, huyeron despavoridos a los montes circunvecinos.
Por otra parte, Olancho tuvo que sufrir por esos mismos días
las incursiones de los zambos mosquitos.
A todo ello debe también agregarse el probable estímulo
que constituia para el espíritu independentista, la presencia
de los corsarios insurgentes sudamericanos. Ferro, citando a
Durón, nos cuenta como un ejemplo de ello, la actitud de la
dueña de la hacienda de San Bernardo, quien se negó a proporcionar
alimentos a los vigías marítimos de las autoridades
españolas, contrariando las órdenes dadas en tal sentido, por
el ya citado teniente de Choluteca, don Justo José Herrera,
señora de quien dijeron las autoridades españolas que: "se
metía en cosa ajena al ser defensora de los derechos del paisanaje
y que se podía decir que, como mujer era sugerida
por personas díscolas que tal vez anhelaban el momento de
unirse a los enemigos de la patria" (C. A. Ferro, op. cit., p. 39).