COMPROMISO SOCIAL - Universidad Iberoamericana

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11.05.2013 Views

COMPROMISO SOCIAL palabra viva El país que yo deseo es uno en el que no haya tan gigantesco abismo entre una clase social y otra, entre el mundo de los que tienen mucho y el mundo de los que no tienen nada o casi nada. ¿Cuál es el país que deseas? Esto lo tengo muy claro: el país que yo deseo es uno en el que no haya tan gigantesco abismo entre una clase social y otra, entre el mundo de los que tienen mucho y el mundo de los que no tienen nada o casi nada. El México que yo deseo es ese en el que todo el mundo se vaya a dormir habiendo comido más o menos lo mismo, y en el que no haya tantas injusticias como las que vemos a diario: un México en el que todos alcancen escuela y universidad, y en el que haya salud y bienestar para todos. Hoy es más que evidente que habitamos un país donde un sector privilegiado ignora, casi por completo, o tal vez finge ignorar, las circunstancias tan desfavorables en las que vive la gran mayoría de los mexicanos. ¿Qué tan importante es, en este proceso de cambio, el desarrollo educativo para alcanzar ese país deseado? Muy importante, por supuesto. La educación debería ser para todos, pero desde luego en México la educación es un privilegio, porque todavía existe mucha gente que no sabe leer ni escribir o que pertenece a esa enormidad del analfabetismo funcional. No te estoy diciendo nada nuevo, porque tú mismo has estudiado este tema y sabes a lo que me refiero. Lo terrible es que, desde mi punto de vista, en este ámbito no hemos avanzado demasiado desde que José Vasconcelos repartió los clásicos universales en todo el país, incluido el México rural. Desde tu posición de escritora, ¿cómo entiendes el compromiso social? El primer compromiso de un escritor es escribir bien, porque si un escritor hace las cosas mal a nadie le sirven. Para un escritor, es importante que sus libros se puedan leer y despierten algún interés y quizá alguna reflexión. Sin embargo, en un país como el nuestro es muy difícil, incluso para un escritor, apartarse del compromiso social, porque la 38 realidad exterior está también en tu casa, se adentra en tu vida, te mira hacer el amor, comer, dormir; se te planta en frente. Entonces, ¿cómo puedes escribir una novela, un cuento o un poema, exclusivamente sobre tus estados de ánimo, sobre tu intimidad, cerrando los ojos ante la realidad cuando, por ejemplo, ha ocurrido un terremoto o te percatas que hay mucha gente que vive hacinada y sin comer, muriéndose de frío, pasando mil penalidades, etcétera? En este sentido, aunque el primer compromiso del escritor sea el de escribir bien, también es válido que en situaciones como las que describo, ese escritor guarde incluso su máquina, su computadora o su bolígrafo y vea en qué puede ser más útil, o bien utilice esas mismas herramientas para un fin menos privado. ¿En qué momento percibiste la injusticia social en México? Creo que el hecho de no haber nacido en México, de haber llegado aquí a los 10 años de edad, me dio una conciencia de la injusticia social que quizá no me parecía tan obvia en los años cuarenta, a pesar de que ya me percataba, desde la infancia, que, en la calle, había muchos niños y muchas niñas sin zapatos y con andrajos por toda vestimenta. Desde que llegué a México percibí que la pobreza se miraba también en la cara, porque a una niña como yo, de clase privilegiada, a la que nunca le faltó nada —y creo que a cualquier niño con cierto grado de comodidad—, tenían que llamarle la atención esos tremendos contrastes. En 2009 se cumplen 55 años de Lilus Kikus, tu primer libro. ¿Cómo era la Elena Poniatowska que escribió Lilus Kikus y cómo es hoy la Elena Poniatowska de las Rondas de la niña mala, tu libro más reciente, publicado en 2008? En esencia es la misma, en muchas cosas. Por ejemplo, en la costumbre y yo diría que en la vocación de formular preguntas más que en el tener las respuestas. Lo que sí hay es más desencanto y no sólo de mi parte, sino de parte de un enorme sector del país. Advierto hoy en México un desencanto que antes no había. También debo advertir que en la época de mi primer libro, yo tenía una cierta inconciencia de la realidad, es decir una mirada más ingenua de las cosas. Ahora no. Ese candor ha desaparecido. No tengo, y creo que no tenemos, más opción que observar y concentrarnos en la realidad, porque de ello depende mucho nuestra vida. ¿A qué atribuyes ese desencanto? En gran medida a la imposibilidad o a las grandes dificultades para realizar algo en la vida. Vivimos en una realidad que actúa contra nosotros. El trabajo es agobiante y prácticamente insatisfactorio. Vivimos en medio de la angustia, que es nuestra más cercana compañera, llenos de adrenalina y con un sentimiento de miedo a fracasar. Yo diría que la realidad en México es un torbellino. La sensación es que en vez de estar tú gobernando tu vida, la vida te está usando y desgastando a ti, sin mayor satisfacción. ¿La verdad nos hace libres? La verdad íntima nosotros nos la inventamos. Pero la verdad política y la verdad social es difícil saberlas. Nuestros vínculos con los demás se fundan en la relatividad. Cada vez estoy más convencida de que la vida está hecha de instantes. Lo digo hoy, claro, a mi edad, 76 años: vida hecha de instantes que se superponen unos a otros y que me hacen atravesar el día y llegar a la noche para volver a empezar. ¿Cuál es la verdad que necesita este país? Creo que este país debería tener una verdad política y sobre todo una verdad social. La una está ligada a la otra. La verdad es que todos los mexicanos deberían tener las mismas oportunidades y los mismos derechos; esas oportunidades y esos derechos de los que hoy gozan tan sólo los más afortunados. Esta es la verdad que necesitamos y que, desafortunadamente, a veces parece muy lejos de alcanzar. ●

40 GENTE QUE CAMBIARA AL MUNDO ›LOS ALUMNOS DE LA IBERO ANTE LA CRISIS FINANCIERA MUNDIAL En el segundo semestre de 2008, una crisis financiera mundial sacudió a los mercados y cobró tales dimensiones para la economía de los Estados Unidos que la Reserva Federal tuvo que rescatar a las entidades hipotecarias más grandes de esa nación. En septiembre ya se hablaba de pánico financiero y de colapso económico Fotografía de Julio César López. en todo el mundo. En su libro El nuevo paradigma de los mercados financieros (Taurus, 2008), el inversionista, filántropo y activista político liberal George Soros advirtió que “ésta es la peor crisis financiera desde 1930” y que todavía pasará algún tiempo para superarla siempre y cuando se le enfrente con inteligencia para, ante todo, calmar las turbulencias bursátiles y tranquilizar las operaciones de los mercados y los bancos. Para Soros, “el estallido de la crisis financiera de 2008 puede fijarse oficialmente en agosto de 2007, pues fue cuando los bancos centrales tuvieron que intervenir para proporcionar liquidez”. Ante el panorama aún incierto, son muchos los que se preguntan y tratan de responder qué ocurrió y cómo seguirá impactando esto en la sociedad globalizada. Entre estas reflexiones, recogemos algunos aportes de cuatro estudiantes de la UIA, atentos al acontecer de esta realidad ineludible.

<strong>COMPROMISO</strong> <strong>SOCIAL</strong> palabra viva<br />

El país que yo deseo es uno en el que<br />

no haya tan gigantesco abismo entre una<br />

clase social y otra, entre el mundo de los<br />

que tienen mucho y el mundo de los que<br />

no tienen nada o casi nada.<br />

¿Cuál es el país que deseas?<br />

Esto lo tengo muy claro: el país que yo<br />

deseo es uno en el que no haya tan gigantesco<br />

abismo entre una clase social y otra, entre el<br />

mundo de los que tienen mucho y el mundo<br />

de los que no tienen nada o casi nada. El<br />

México que yo deseo es ese en el que todo<br />

el mundo se vaya a dormir habiendo comido<br />

más o menos lo mismo, y en el que no haya<br />

tantas injusticias como las que vemos a<br />

diario: un México en el que todos alcancen<br />

escuela y universidad, y en el que haya salud<br />

y bienestar para todos. Hoy es más que<br />

evidente que habitamos un país donde un<br />

sector privilegiado ignora, casi por completo,<br />

o tal vez finge ignorar, las circunstancias tan<br />

desfavorables en las que vive la gran mayoría<br />

de los mexicanos.<br />

¿Qué tan importante es, en este<br />

proceso de cambio, el desarrollo<br />

educativo para alcanzar ese país<br />

deseado?<br />

Muy importante, por supuesto. La<br />

educación debería ser para todos, pero desde<br />

luego en México la educación es un privilegio,<br />

porque todavía existe mucha gente que<br />

no sabe leer ni escribir o que pertenece a<br />

esa enormidad del analfabetismo funcional.<br />

No te estoy diciendo nada nuevo, porque<br />

tú mismo has estudiado este tema y sabes a<br />

lo que me refiero. Lo terrible es que, desde<br />

mi punto de vista, en este ámbito no hemos<br />

avanzado demasiado desde que José Vasconcelos<br />

repartió los clásicos universales en todo<br />

el país, incluido el México rural.<br />

Desde tu posición de escritora, ¿cómo<br />

entiendes el compromiso social?<br />

El primer compromiso de un escritor<br />

es escribir bien, porque si un escritor hace las<br />

cosas mal a nadie le sirven. Para un escritor,<br />

es importante que sus libros se puedan leer<br />

y despierten algún interés y quizá alguna<br />

reflexión. Sin embargo, en un país como el<br />

nuestro es muy difícil, incluso para un escritor,<br />

apartarse del compromiso social, porque la<br />

38<br />

realidad exterior está también en tu casa, se<br />

adentra en tu vida, te mira hacer el amor,<br />

comer, dormir; se te planta en frente. Entonces,<br />

¿cómo puedes escribir una novela, un cuento<br />

o un poema, exclusivamente sobre tus estados<br />

de ánimo, sobre tu intimidad, cerrando los<br />

ojos ante la realidad cuando, por ejemplo, ha<br />

ocurrido un terremoto o te percatas que hay<br />

mucha gente que vive hacinada y sin comer,<br />

muriéndose de frío, pasando mil penalidades,<br />

etcétera? En este sentido, aunque el primer<br />

compromiso del escritor sea el de escribir<br />

bien, también es válido que en situaciones<br />

como las que describo, ese escritor guarde<br />

incluso su máquina, su computadora o su<br />

bolígrafo y vea en qué puede ser más útil, o<br />

bien utilice esas mismas herramientas para un<br />

fin menos privado.<br />

¿En qué momento percibiste<br />

la injusticia social en México?<br />

Creo que el hecho de no haber nacido<br />

en México, de haber llegado aquí a los<br />

10 años de edad, me dio una conciencia de<br />

la injusticia social que quizá no me parecía<br />

tan obvia en los años cuarenta, a pesar de que<br />

ya me percataba, desde la infancia, que, en<br />

la calle, había muchos niños y muchas niñas<br />

sin zapatos y con andrajos por toda vestimenta.<br />

Desde que llegué a México percibí<br />

que la pobreza se miraba también en la cara,<br />

porque a una niña como yo, de clase privilegiada,<br />

a la que nunca le faltó nada —y creo que<br />

a cualquier niño con cierto grado de comodidad—,<br />

tenían que llamarle la atención esos<br />

tremendos contrastes.<br />

En 2009 se cumplen 55 años de Lilus<br />

Kikus, tu primer libro. ¿Cómo era<br />

la Elena Poniatowska que escribió<br />

Lilus Kikus y cómo es hoy la Elena<br />

Poniatowska de las Rondas de la niña<br />

mala, tu libro más reciente, publicado<br />

en 2008?<br />

En esencia es la misma, en muchas cosas.<br />

Por ejemplo, en la costumbre y yo diría<br />

que en la vocación de formular preguntas más<br />

que en el tener las respuestas. Lo<br />

que sí hay es más desencanto y no<br />

sólo de mi parte, sino de parte de un enorme<br />

sector del país. Advierto hoy en México un<br />

desencanto que antes no había. También debo<br />

advertir que en la época de mi primer libro,<br />

yo tenía una cierta inconciencia de la realidad,<br />

es decir una mirada más ingenua de las<br />

cosas. Ahora no. Ese candor ha desaparecido.<br />

No tengo, y creo que no tenemos, más opción<br />

que observar y concentrarnos en la realidad,<br />

porque de ello depende mucho nuestra vida.<br />

¿A qué atribuyes ese desencanto?<br />

En gran medida a la imposibilidad o a<br />

las grandes dificultades para realizar algo en la<br />

vida. Vivimos en una realidad que actúa contra<br />

nosotros. El trabajo es agobiante y prácticamente<br />

insatisfactorio. Vivimos en medio de la angustia,<br />

que es nuestra más cercana compañera, llenos<br />

de adrenalina y con un sentimiento de miedo a<br />

fracasar. Yo diría que la realidad en México es un<br />

torbellino. La sensación es que en vez de estar<br />

tú gobernando tu vida, la vida te está usando y<br />

desgastando a ti, sin mayor satisfacción.<br />

¿La verdad nos hace libres?<br />

La verdad íntima nosotros nos la inventamos.<br />

Pero la verdad política y la verdad<br />

social es difícil saberlas. Nuestros vínculos con<br />

los demás se fundan en la relatividad. Cada vez<br />

estoy más convencida de que la vida está hecha<br />

de instantes. Lo digo hoy, claro, a mi edad, 76<br />

años: vida hecha de instantes que se superponen<br />

unos a otros y que me hacen atravesar el día y<br />

llegar a la noche para volver a empezar.<br />

¿Cuál es la verdad que necesita<br />

este país?<br />

Creo que este país debería tener una<br />

verdad política y sobre todo una verdad social.<br />

La una está ligada a la otra. La verdad es<br />

que todos los mexicanos deberían tener las<br />

mismas oportunidades y los mismos derechos;<br />

esas oportunidades y esos derechos de los que<br />

hoy gozan tan sólo los más afortunados. Esta<br />

es la verdad que necesitamos y que, desafortunadamente,<br />

a veces parece muy lejos de<br />

alcanzar. ●

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