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COMPROMISO SOCIAL - Universidad Iberoamericana

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EXORCIZANDO AL MIEDO<br />

Aquellos meses hicieron trizas el mito de que la pasividad forma<br />

parte integral del DNA mexicano. Retrocedamos en el tiempo.<br />

Durante el siglo XX los fraudes, la represión y los silencios habían<br />

alimentado la pasividad. Uno de los aspectos más terribles del<br />

fraude de 1929, escribió Mauricio Magdaleno, fue “salir sin el<br />

menor disimulo a la calle y hablar y gritar rabiosamente nuestra<br />

desesperación. Nadie nos hizo caso, como si lo de 1929 no hubiese<br />

existido nunca”. Lo mismo sucedió en 1952 cuando, según<br />

Carlos Martínez Assad, la “vergüenza de la derrota les hizo seguir<br />

[a los henriquistas] la conspiración silenciosa impuesta por los<br />

vencedores”.<br />

El viejo régimen era muy hábil en el manejo de la fuerza<br />

y el castigo. Las reglas eran difusas, y variaban con el gobernante<br />

en turno, pero todas y todos traían grabado, en su epidermis y<br />

en la profundidad del inconsciente, la existencia de límites, y las<br />

consecuencias pagadas por quien los trasgredía. Primero venía la<br />

advertencia amable seguida por algún coscorrón entre hostil y<br />

amistoso, el cual podía convertirse en golpiza para escalar y llegar,<br />

en casos extremos, a la tortura, la desaparición y la masacre.<br />

El 68 le dio una estocada directa al miedo; durante poco más<br />

de tres meses, las calles fueron<br />

tomadas por centenares de miles<br />

de personas que proclamaban<br />

sus ilusiones y/o vociferaban sus<br />

frustraciones. Aquella generación<br />

tenía un dilema…<br />

¿BALAS O VOTOS?<br />

En el 68 se expresaron dos propuestas<br />

sobre el método a seguir<br />

para combatir al autoritarismo.<br />

Por un lado estaban los convencidos,<br />

en izquierda y derecha, de que la violencia era la única<br />

vía dejada por un gobierno intolerante y represor. Esa corriente<br />

se enfrentó al aparato represor que reaccionó con una violencia<br />

que provocó la Guerra Sucia.<br />

Una aclaración antes de seguir adelante. Como la insurgencia<br />

armada de aquellos años salió de organizaciones de<br />

izquierda, hay la creencia de que la vía armada es patrimonio<br />

exclusivo de esa corriente. No es el caso. Luis H. Álvarez menciona<br />

en sus memorias los esfuerzos que debieron hacer para<br />

contener, en diferentes momentos, a los panistas que se inclinaban<br />

por el recurso de la violencia.<br />

En el 68 salió el rencor acumulado. Los estudiantes<br />

le mentaron la mano, ¡en público!, al presidente, quien les respondió<br />

en sus memorias con un sonoro “hijos de la chingada”.<br />

Sin embargo, cuando se revisan los múltiples desplegados elaborados<br />

durante aquellos meses, es evidente que la mayoría de<br />

quienes protestaban deseaban un cambio pacífico, que transformara<br />

a México en país democrático. Entre sus representantes<br />

más preclaros estaría el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra,<br />

quien protestó por la violación de la autonomía universitaria, y<br />

encabezó una marcha contra la violencia gubernamental legitimando,<br />

así, la toma de las calles, y sentando las bases para una<br />

alianza entre estudiantes y profesores. Pero el movimiento del<br />

68 se conecta con las luchas por la democracia, electoral y participativa,<br />

a través del pliego petitorio de seis puntos presentado<br />

al gobierno. En otras palabras, la radicalidad del 68 estuvo en la<br />

exigencia de “un ‘transitorio’, que señalaba el medio por el cual<br />

debían solucionarse las seis demandas: diálogo público”.<br />

En lugar de la solemnidad, el secreto y las medias palabras<br />

propias del sistema político, la juventud exigía una transparencia<br />

total, absoluta, irreverente, subversiva. Una petición salida<br />

de asambleas multitudinarias donde se practicaba la democracia<br />

participativa, media hermana de la democracia electoral o representativa.<br />

En 2009 mantienen la misma exigencia.<br />

LA EMANCIPACIÓN DE INTELECTUALES<br />

Y PERIODISTAS<br />

El movimiento del 68 retó a los intelectuales y a los medios<br />

de comunicación. La mayoría se plegó a las directrices del<br />

régimen, pero hubo una minoría de académicos y periodistas<br />

que ejercieron su independencia e iniciaron una colaboración<br />

que se fue retroalimentando y haciendo posible un ingrediente<br />

indispensable de la democracia: la libertad de expresión.<br />

En 2009 persiste la tentación<br />

de la violencia y seguimos<br />

esperando que la democracia<br />

funcione y que los partidos<br />

representen nuestros intereses.<br />

“A principios de agosto de 1968 —escribe el director<br />

de Excélsior, Julio Scherer— y en ascenso el movimiento estudiantil,<br />

Daniel Cosío Villegas se aproximó al diario. De la manera<br />

más natural me hizo saber su deseo de incorporarse a la sección<br />

editorial de Excélsior”. Y desde esas páginas Cosío Villegas y<br />

otros empezaron a criticar al poder convirtiéndose en uno de<br />

los paradigmas a seguir demostrando, en la práctica, la posibilidad<br />

de disentir… y sobrevivir. Fue uno de los espaldarazos más<br />

estratégicos a la vía pacífica.<br />

LA FRACTURA EN EL INTERIOR<br />

DEL APARATO DE SEGURIDAD<br />

El 2 de octubre en Tlatelolco hubo una masacre desencadenada<br />

por un grupo de francotiradores que dispararon desde las alturas;<br />

el ejército fue acusado en diversos sectores de asesinar a<br />

inocentes.<br />

La crítica caló fuerte en el interior de las fuerzas armadas<br />

que hicieron saber, de manera discreta, pero inequívoca,<br />

que habían sido metidos en una trampa. En 1970 el teniente<br />

coronel Manuel Urrutia publicó un libro interesantísimo<br />

porque incluye entrevistas con el entonces secretario de la<br />

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