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Atzavares - Vicerrectorado de Estudiantes y Extensión Universitaria ...

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Mi sitio era una casa abandonada situada en una <strong>de</strong> las la<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> la Cita<strong>de</strong>lle<br />

<strong>de</strong> Namur, en el extrarradio. La planta baja estaba habitada por una mujer<br />

<strong>de</strong> avanzada edad que sufría un serio trastorno mental. Cantaba ópera y aporreaba<br />

un piano viejo <strong>de</strong> pared con los puños. No podía abrir las manos, pero<br />

podía estar golpeando el piano durante horas, normalmente <strong>de</strong> madrugada.<br />

Yo vivía en la planta <strong>de</strong> arriba, casi siempre solo, aunque ocasionalmente<br />

compartía mi soledad con alguna mujer sin futuro. Una noche tuve que dormir<br />

con la anciana <strong>de</strong> la planta baja, para intentar retener algún recuerdo. Me dijo<br />

que había pixelado una oca. Yo le dije que no había ninguna oca en aquella casa,<br />

y ella entornó con lascivia su boca y empezó a tocarme, mientras asentía con la<br />

cabeza y me miraba <strong>de</strong> esa forma extraña con la que sólo miran los locos. Salí<br />

<strong>de</strong> allí como pu<strong>de</strong>. Olvidé cerrar la puerta y eso es todo lo que todavía recuerdo.<br />

Después <strong>de</strong> aquello, <strong>de</strong>cidí volver a Alicante, pero como no tenía dinero,<br />

comencé a buscar otra casa abandonada. Charleroi está lleno <strong>de</strong> casas abandonadas<br />

a punto <strong>de</strong> caerse, sin calefacción y con gente perturbada en su interior.<br />

Después <strong>de</strong> tres días, encontré una en la que había tres jóvenes. Dormían<br />

juntas en un colchón <strong>de</strong> metro cincuenta, en la tercera planta. Estudiaban Filosofía<br />

durante el día. De noche, dormía junto a ellas, en un colchón <strong>de</strong> metro<br />

treinta que alguien <strong>de</strong>jó en los contenedores junto al río. Todo fue bastante bien<br />

durante los 7 primeros días. Mi vida se llenó <strong>de</strong> libros <strong>de</strong> Nietzsche y <strong>de</strong> cajas <strong>de</strong><br />

latas <strong>de</strong> cerveza <strong>de</strong> color rojo.<br />

La octava noche les conté lo <strong>de</strong> la anciana <strong>de</strong> la mansión en ruinas y me<br />

pidieron que las llevara allí. Habían oído hablar <strong>de</strong> ella y <strong>de</strong> cómo enloqueció<br />

cuando fotografió a su amante. Según contaron, lo acuchilló mientras dormía<br />

porque sostenía que había perdido su i<strong>de</strong>ntidad. Yo entonces les hablé <strong>de</strong> la oca<br />

pixelada y, a la mañana siguiente, <strong>de</strong>sperté <strong>de</strong>snudo en la bañera. Habían tirado<br />

el colchón por el hueco <strong>de</strong> la escalera y, en la puerta <strong>de</strong> la calle, por <strong>de</strong>ntro,<br />

colocaron un papel con una chincheta que <strong>de</strong>cía: “lo mejor para todos será que<br />

no vuelvas más por aquí”.<br />

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