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Atzavares - Vicerrectorado de Estudiantes y Extensión Universitaria ...

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–Aquí viví los momentos más felices <strong>de</strong> mi vida –contestó ella con la mirada<br />

perdida.<br />

Alfonso echó un vistazo al bar. El Polichinela no era precisamente un lugar<br />

que <strong>de</strong>sprendiese felicidad.<br />

–No siempre ha sido así –apuntó la mujer con aire melancólico–. Antaño fue una<br />

bonita cafetería a la que acudían escritores y artistas <strong>de</strong> renombre, un lugar don<strong>de</strong><br />

se intercambiaban historias, el marco perfecto para los bohemios <strong>de</strong> la época.<br />

–Es una pena que ahora tenga este aspecto y esta clientela.<br />

–Con el paso <strong>de</strong> los años las cosas cambian y muchas se echan a per<strong>de</strong>r, joven.<br />

Lo mismo ocurre con las personas. Yo, por ejemplo, no siempre he tenido este<br />

aspecto, en otro tiempo fui una hermosa joven y tuve muchos pretendientes.<br />

–Me sentiría muy afortunado si usted me hablara sobre aquellos tiempos…<br />

si me contase su historia… –tanteó el escritor.<br />

–Si tanto interés tienes, pi<strong>de</strong> otra ronda y acomódate… aunque te advierto<br />

que no es una historia alegre.<br />

“Nací entre algodones, como se suele <strong>de</strong>cir, en el seno <strong>de</strong> una familia adinerada,<br />

estricta, católica y muy conservadora. Nunca fui una mujer convencional,<br />

a mis veintiún años todavía no me había comprometido con ningún<br />

hombre pese a que, como te he dicho antes, tenía muchos admiradores; esto<br />

<strong>de</strong>sagradaba sobremanera a mi padre, que estaba <strong>de</strong>sesperado por encontrarme<br />

un buen marido rico.<br />

Sin embargo yo no estaba interesada en ello, mi única pasión era el teatro,<br />

al que acudía siempre que podía con otras jóvenes <strong>de</strong>l barrio. También solía<br />

<strong>de</strong>jarme caer mucho por aquí, ya te he dicho que a este lugar acudían artistas<br />

<strong>de</strong> prestigio, actores y cantantes, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> muchos escritores que montaban<br />

<strong>de</strong> vez en cuando sus tertulias clan<strong>de</strong>stinas; a mi me entusiasmaba la atmósfera<br />

que se respiraba en ese mundillo y cada viernes sin falta acudía a escucharlos.<br />

Y aquí conocí al gran amor <strong>de</strong> mi vida. Tenía unos ojos azules y profundos<br />

como un mar en calma, muy parecidos a los tuyos; sus largos rizos negros y su piel<br />

oscura le daban un aire <strong>de</strong> reina mora; su nombre: Carmen. Ella venía al Polichinela<br />

a buscar fortuna, tenía una voz muy hermosa y <strong>de</strong> vez en cuando <strong>de</strong>leitaba a los<br />

parroquianos con unas cuantas coplas. Soñaba con que algún cazatalentos la <strong>de</strong>scubriese<br />

aquí y así <strong>de</strong>dicarse a lo que realmente le apasionaba: los tangos.<br />

Nos conocimos una tar<strong>de</strong>. Cuando llegué ella estaba entonando una copla<br />

y su voz me <strong>de</strong>jó clavada al suelo. Recuerdo que pensé que, si los ángeles existieran,<br />

cantarían como ella. Cuando terminó sentí un impulso irrefrenable <strong>de</strong><br />

conocerla, como el que te ha hecho acercarte a mí. La observé <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos, su<br />

afable sonrisa iluminaba el local y no <strong>de</strong>saparecía <strong>de</strong> su rostro en ningún<br />

momento; llevaba una falda ver<strong>de</strong> botella, larga, que <strong>de</strong>jaba ver parte <strong>de</strong> sus<br />

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