Don Galaz de Buenos Aires - Martín Rodríguez
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62 Manuel Mujica Láinez<br />
<strong>Don</strong> <strong>Galaz</strong> <strong>de</strong> <strong>Buenos</strong> <strong>Aires</strong><br />
ya los indios guaraníes<br />
le proclaman capitán.<br />
El loro <strong>de</strong> Violante se <strong>de</strong>spiojaba al abrigo <strong>de</strong>l ombú. Era como una fruta fantástica,<br />
<strong>de</strong> cien colores, nacida por milagro en el tronco <strong>de</strong> severidad monjil. Su grita ronca<br />
quebró el hechizo: —¡Doña Mergelina está namorada! ¡Doña Mergelina está namorada!<br />
Calló el cantor nocturno y sus compañeros se levantaron con risotadas. Luego dieron<br />
en perseguir al pajarraco insolente. El ave huía hacia la copa <strong>de</strong>l árbol centenario, por las<br />
ramas retorcidas como raíces.<br />
<strong>Galaz</strong>, con los dientes apretados hasta sentir que un hilillo <strong>de</strong> sangre le manchaba la<br />
boca, buscaba anhelosamente la trabazón <strong>de</strong> prodigio que juntaría aquellas tres señales:<br />
la Tierra Prometida que era menester ganar a los paganos; el Paraguay, indicado como<br />
un <strong>de</strong>rrotero <strong>de</strong> santidad y, por último, la terrible pujanza <strong>de</strong> su pecado que se interponía<br />
ante la posible revelación.<br />
Entretanto, en lo más alto <strong>de</strong>l ombú, el papagayo encrespaba la mansedumbre <strong>de</strong>l<br />
aire con su grito <strong>de</strong> guerra: —¡Doña Mergelina está namorada! ¡Doña Mergelina está<br />
namorada!<br />
Una estrella cayó en el horizonte. En la negrura pavorosa, dibujó una huella metálica,<br />
similar a la <strong>de</strong> los aceros corvos blandidos en los combates.