Don Galaz de Buenos Aires - Martín Rodríguez
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que crecía con el recuerdo <strong>de</strong> las promesas <strong>de</strong> la bruja...<br />
<strong>Don</strong> Mendo se puso <strong>de</strong> pie, fatigado por la glosa. Se acercó a la ventana y alzó el<br />
cuero.<br />
—La lluvia lo escurece todo —dijo entre dientes—. ¡Qué cumplida ocasión para<br />
piratas!<br />
La inquietud <strong>de</strong> los gobernadores <strong>de</strong> <strong>Buenos</strong> <strong>Aires</strong> le hostigaba por su turno. El<br />
espectro <strong>de</strong> la armada enemiga, surgiendo <strong>de</strong> las neblinas que cerraban el horizonte <strong>de</strong>l<br />
río, no se apartaba <strong>de</strong> su magín. Escasa era la <strong>de</strong>fensa que podía ofrecer el Fuerte.<br />
Presumía que los holan<strong>de</strong>ses alistaban una flota, por consejo <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Nassau y, día<br />
a día, esperaba ver temblar en lontananza la forma redonda <strong>de</strong> las urcas y la más airosa<br />
<strong>de</strong> las navecillas.<br />
El mayordomo <strong>de</strong> la ciudad aprovechó la pausa para relegar por la noche a don<br />
Beltrán y a don Yugo, a quienes imaginaba como dos gran<strong>de</strong>s muñecos <strong>de</strong> terciopelo.<br />
Púsose a hablar, sin ton ni son, <strong>de</strong> doña Magdalena <strong>de</strong> Tejeda y Guzmán, a quien había<br />
tratado en Córdoba.<br />
—Cúpome en suerte visitalla también —asintió don Enrique Enríquez—. Es un<br />
ejemplo <strong>de</strong> virtu<strong>de</strong>s. La voz <strong>de</strong> su caridad y <strong>de</strong> la fortaleza <strong>de</strong> su amor divino anda<br />
esparcida por el Virreinato. He oído encarecer a personas que no juzgan a liviandad que<br />
es santa y pedille trocitos <strong>de</strong>l cor<strong>de</strong>llate pardo que gasta en su monasterio <strong>de</strong> San<br />
Joseph.<br />
—Los Tejeda y Guzmán —dijo Rojas Briones— son hidalgos <strong>de</strong> cuatro costados, e un<br />
su agüelo fue <strong>de</strong> los fundadores <strong>de</strong> Córdoba, la noble, con Cabrera. La <strong>de</strong>voción y el<br />
monjío les viene <strong>de</strong> linaje. Un <strong>de</strong>udo <strong>de</strong>l general Guzmán casó con doña Juana Cepeda,<br />
hermana <strong>de</strong> la Madre Teresa <strong>de</strong> Ávila. La Santa volvió la vida por dos veces a la doña<br />
Magdalena que mentan sus merce<strong>de</strong>s.<br />
El prócer <strong>de</strong> la Cueva abandonó la ventana, interesado. Como todo español <strong>de</strong> cepa,<br />
era goloso <strong>de</strong> milagrería. Se había criado entre imágenes y rezos y traía al cuello dos<br />
escapularios.<br />
Briones narró brevemente la maravilla. En 1622, cuando María Magdalena contaba<br />
doce años y estaba en el pueblo <strong>de</strong> Soto, encomienda <strong>de</strong> su padre, cosa <strong>de</strong> treinta leguas<br />
<strong>de</strong> Córdoba, un mal que la aquejaba la trajo a punto <strong>de</strong> fallecer. El capitán don Juan <strong>de</strong><br />
Tejeda Mirabal prometió a Santa Teresa que si la niña no finaba, construiría un convento<br />
para las Descalzas y la metería monja. —E por dos veces —terminó don Pedro, abriendo<br />
mucho los ojos— muerta la vieron los <strong>de</strong>udos e bien muerta, sin soplo ya ni señales <strong>de</strong><br />
vida; e por dos veces las preces <strong>de</strong> su padre y los ruegos <strong>de</strong> la Santa tornaron la color a<br />
sus mejillas. Agora es ejemplo <strong>de</strong> virtu<strong>de</strong>s, como bien dice don Enrique Enríquez, que<br />
caduno alaba, pues en la mesma casa <strong>de</strong> religión, abuela, madre e hijas llevan el hábito.<br />
Tapia <strong>de</strong> Vargas recordó que su hermano, don Luis José <strong>de</strong> Tejeda, sabio y poeta,<br />
docto en letras hebraicas, había estado en <strong>Buenos</strong> <strong>Aires</strong> años atrás, para la <strong>de</strong>fensa<br />
contra el corsario flamenco.<br />
—¡Piratas, siempre piratas! —exclamó irritado el gobernador—. ¿No sabréis callar y<br />
mediros? ¡Cuánta porfía! ¿Os corre obligación <strong>de</strong> tenelles siempre en la boca?<br />
El bufón se echó a reír. Con voz flaca, entonó un estribillo <strong>de</strong> baile popular:<br />
44 Manuel Mujica Láinez<br />
<strong>Don</strong> <strong>Galaz</strong> <strong>de</strong> <strong>Buenos</strong> <strong>Aires</strong><br />
Vita bona! ¡Vita bona!<br />
¡La chacona! ¡La chacona!<br />
—¡Prevenid las castañetas —gritó— las castañetas e los pan<strong>de</strong>ros, que Su Señoría<br />
anda <strong>de</strong> burlas! —Hizo una pirueta y agregó:— ¡Los ladrones holan<strong>de</strong>ses brindarán a Su<br />
Señoría la ocasión <strong>de</strong> proezas más hermosas que las <strong>de</strong> sus agüelos o siquier tan<br />
ardidas!<br />
La farsa no halló eco en el silencio tumbal. Al cabo <strong>de</strong> rato, Pedro Sánchez Garzón<br />
dijo solemnemente:<br />
—La sola proeza memorable que para lustre <strong>de</strong> su casa queda a su merced en Indias,<br />
es la conquista <strong>de</strong> El Dorado. Por estas arrugas, le pido que me escuche. El Dorado es<br />
hazaña e lo <strong>de</strong>más hazañería. Ya sé que <strong>de</strong> mí se mofan los caballeros, pero no olvi<strong>de</strong>n<br />
que las mofas se vuelven en veras y que las cañas se vuelven lanzas.