Don Galaz de Buenos Aires - Martín Rodríguez
Don Galaz de Buenos Aires - Martín Rodríguez Don Galaz de Buenos Aires - Martín Rodríguez
BIBLIOTECA DEL SUR Novela Diseño de cubierta: Peter Tjebbes Diseño de interiores: Alejandro Ulloa Composición: Lucrecia Navarro © 1991, Herederos de Manuel Mujica Lainez Derechos exclusivos de la edición en castellano reservados para América Latina: ©1991, Editorial Planeta Argentina S.A.I.C. Viamonte 1451, Buenos Aires © 1991, Grupo Editorial Planeta ISBN 950-742-124-6 Hecho el depósito que prevé la ley 11.723 Impreso en la Argentina
PRÓLOGO Galaz de Bracamonte, el protagonista de esta historia, ha sido bautizado con el nombre del hijo de Lanzarote del Lago. Llamarse como el héroe que rescata el Santo Grial y pertenecer, aunque sea a través del mundo de la ficción, a la pléyade de los más famosos caballeros andantes, signa su destino. (Que lo diga, si no, Don Quijote.) Cuando hace su aparición en la novela como paje del obispo de Buenos Aires tiene sólo diecisiete años. Es el segundón de una familia en decadencia, huérfano por añadidura, y está bajo la tutela de una tía, personaje digno de la picaresca como él. Su creador no le ha ahorrado la facha desmañada aunque salve el hecho de que ha nacido en la ciudad, de la que, como se sabe, tomará nombre. Y éste, finalmente, será su honor, porque aparte la pintura psicológica —la de un adolescente del siglo XVIII—, Don Galaz de Buenos Aires es el vivo retrato de una Buenos Aires colonial presentada por primera vez como protagonista. Como prueba de la vida de esa urbe que era entonces un caserío de edificación chata, ahí están las imágenes que Galaz va dándole al lector, como si lo llevara de la mano, durante la primera escapada que hace. El paje ama a su ciudad. Sale del Palacio Episcopal, atraviesa la Plaza Mayor frente al Fuerte, y llega a la Catedral. Entra, por último, a la casa lindera con la iglesia de la compañía de Jesús donde se reunirá con sus amigos Pedro y Alanís, figuras decisivas del relato. Pero lo que cuenta no es —todavía— el hilo de la historia, sino la atmósfera de esa Buenos Aires aldeana, agobiada por la siesta. Y las imágenes aludidas incluyen la plaza de tierra, las calles de colchones de tierra, las mangas de langostas, los mendigos y los perros hambrientos. El escenario es limitado, ¡pero qué vida tiene la reconstrucción histórica! ¡Qué real resulta el aire en que está envuelta! Una de las características de Don Galaz de Buenos Aires es su tono irónico. Si se quisiera separar la ironía de la peripecia propiamente dicha, la novela se resentiría. Todo está visto desde la óptica escéptica, se convierte en la burla que alcanza tanto al funcionario contrabandista como al militar que reclama la Cruz de Santiago. Todo, es cierto, menos Buenos Aires. Los ojos con que está presentada la misérrima ciudad, indefensa ante las incursiones piratas y los gobernadores que la administran dolosamente, son los ojos más limpios, los ojos del amor. Mujica Lainez, que habría de crearle toda una mitología con sus cuentos de Aquí vivieron y Misteriosa Buenos Aires, se asoma por primera vez a su panorama como un realista que no hubiera eliminado de su mirada el toque ingenuo. Sólida y con la belleza de los cuadros logrados, Buenos Aires se yergue como el escenario temporal que representa, pero acaba por convertirse en prototipo de esos lejanos tiempos. Hay más, todavía. Para la mirada admirativa, la misma que hoy tendría un porteño, está dicha la profecía de Galaz hacia el final de la novela, poco antes de que la flecha traidora lo hiera de muerte: “¿Qué le brindarán los años a la ciudad, a esta pequeña ciudad nuestra...? Paréceme otearla de las nubes y vella grande y sonora”. Desde el siglo del atraso para la ciudad cuyo puerto no ha sido abierto aún al comercio y que da la espalda a la pampa ganadera, el paje enamorado la saluda en su futuro portentoso. Para ello ha empleado dos palabras que la emparentan con la poesía. En Don Galaz, precisamente, las descripciones y el registro del paso de las estaciones, y aun de las horas, le pintan el paisaje más reconocible, como los esclavos o los pordioseros de sus patios y sus calles. Paradójicamente, lo lírico apoyado en lo real, la rescata y —como se ha visto— la anticipa. El nombre que le han puesto alienta en Galaz sus fantasías heroicas. Ese nombre está en el libro que lee: Amadís de Gaula. La mejor novela española de caballerías
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BIBLIOTECA DEL SUR<br />
Novela<br />
Diseño <strong>de</strong> cubierta: Peter Tjebbes<br />
Diseño <strong>de</strong> interiores: Alejandro Ulloa<br />
Composición: Lucrecia Navarro<br />
© 1991, Here<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> Manuel Mujica Lainez<br />
Derechos exclusivos <strong>de</strong> la edición en castellano<br />
reservados para América Latina:<br />
©1991, Editorial Planeta Argentina S.A.I.C.<br />
Viamonte 1451, <strong>Buenos</strong> <strong>Aires</strong><br />
© 1991, Grupo Editorial Planeta<br />
ISBN 950-742-124-6<br />
Hecho el <strong>de</strong>pósito que prevé la ley 11.723<br />
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