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LÁSTIMA QUE SEA UNA PUTA<br />

De <strong>Ibrahim</strong> <strong>Guerra</strong>.<br />

Basada en 'Tis Pity She's a Whore, de John Ford.<br />

Personajes:<br />

GIOVANNI, Estudiante de Filosofía, 19 AÑOS<br />

FRAY BUENAVENTURA, (FRAILE), tutor, confesor y amigo de Giovanni, 20 AÑOS<br />

ANABELLA, Hermana de Giovanni, 16 AÑOS<br />

PUTANA, Nodriza de Anabella, 35 AÑOS<br />

SORANZO, Burgués, 30 AÑOS<br />

VASQUEZ, Deforme, su criado, 30 AÑOS<br />

HIPOLITA, Viuda, pretendiente de Soranzo, 30 AÑOS<br />

DISPOSITIVO ESCÉNICO<br />

MULTIFUNCIONAL, PERMITE CON SUS MOVIMIENTOS Y NIVELES<br />

DIFERENCIAR LOS LUGARES EN LOS CUALES TRANSCURRE LA ACCIÓN.<br />

PRIMER ACTO<br />

ESCENA 1<br />

UNA CALLE DE PARMA.<br />

Parma, Italia, 1600<br />

APARECEN GIOVANNI Y EL FRAILE, LLEGAN DE UN LARGO VIAJE.<br />

FRAILE / Giovanni, es inútil que sigas argumentando. Pues, has de saber, jovencito,<br />

que estas no son cuestiones académicas. La filosofía puede tolerar tesis extraviadas,<br />

pero el cielo no aguanta desvaríos, y, así, ingenios que se jactaron demasiado del<br />

ingenio, esforzándose por demostrar que no existía Dios, mediante descabellados<br />

artificios, sólo consiguieron dar con el camino más corto hacia el infierno y propagar<br />

por el mundo su diabólico ateísmo. Semejantes cuestiones, joven mío, son verdaderos<br />

desatinos. Porque más vale bendecir al Sol que razonar por qué brilla. Y ten en cuenta<br />

1


que Aquél de quien tú me hablas está por encima del Sol. Basta, pues; no te seguiré<br />

escuchando.<br />

GIOVANNI / Bondadoso padre, te he abierto mi alma acongojada, te he mostrado todo<br />

lo que guardaba en mis pensamientos y en mi corazón, hasta quedarme sin secretos. No<br />

he dejado de decirte ni siquiera una sola palabra, ni de referirte todo cuanto haya llegado<br />

a pensar o a saber; y, con todo, ¿Qué consuelo me queda? ¿Dejar de hacer lo que todos<br />

los otros hombres hacen, esto es, amar?<br />

FRAILE / Claro que puedes amar, Giovanni, pero no a Anabella.<br />

GIOVANNI / ¿No he de alabar esa belleza que, si fuera concebida otra vez entre los<br />

dioses, ellos la tendrían por un Dios, y ante la cual se postrarían, del mismo modo que<br />

yo me postro ante ellos?<br />

FRAILE / ¡Basta! Eres un necio, un demente.<br />

GIOVANNI / ¿Será una pared entre mi dicha perpetua y yo mismo una palabra, un<br />

colérico sonido, una forma acostumbrada sólo entre los hombres eso de hermano y<br />

hermana? Dígase que tuvimos un solo padre y que también se diga que un solo vientre<br />

nos dio a ambos la vida, ¿no estamos, entonces, tanto más ligados por la naturaleza, por<br />

los vínculos de la sangre y de la razón, e incluso por la religión, para que seamos<br />

siempre un solo ser, un alma, una carne, un amor, un corazón, un todo?<br />

FRAILE / ¡Basta ya, desdichado, que te pierdes!<br />

GIOVANNI / ¿De modo que por ser yo su hermano mis goces serán vedados en su<br />

lecho? No, padre. En tus ojos veo una mudanza: ahora brillan la piedad y la compasión.<br />

De tu sabiduría, como de un sagrado oráculo, emane la esencia de la prudencia; y hazme<br />

saber, santo varón, qué remedio me aliviará de todos mis tormentos.<br />

FRAILE / El arrepentimiento y el pesar por tu pecado; pues tú has hecho estremecerse a<br />

la Majestad que está en lo alto con tu blasfemia casi delirante.<br />

GIOVANNI / ¡No me hable así, mi querido confesor!<br />

CAE DE RODILLAS A SUS PIES, EL FRAIL E SE ARRODILA TAMBIEN E<br />

INTENTA CONSOLARLO. EVIDENCIANDO MAS QUE PIEDAD UN ARDOR<br />

LUDICO QUE PARECE QUE LO CONSUMIERA, PERO QUE SE NIEGA A<br />

EVIDECNIAR.<br />

FRAILE / ¿Eres tú, Giovanni, ese prodigio de inteligencia que una vez, y no hace de eso<br />

más de tres meses, eras estimado, a tu edad, por toda Bolonia? ¡Cómo aplaudía la<br />

2


Universidad tu porte, tu conducta, tu saber y elocuencia, tu dulzura y todo lo que puede<br />

dar realce a un hombre! Preferí abandonar mis libros antes que separarme de ti y así lo<br />

hice, pero los frutos de todas mis esperanzas se han perdido en ti, del mismo modo que<br />

tú te has sumido en tu propio ser. ¡Ah! Giovanni, ¿has dejado los claustros del saber<br />

para frecuentar la lujuria y la muerte? Pues la muerte acecha tras tu lujuria. Vuelve tus<br />

ojos por el mundo y verás resplandecer un millón de rostros más gloriosos que el de este<br />

ídolo que adoras. Apártate de ella y así, apártate del pecado.<br />

GIOVANNI SE LEVAN Y ALEJA.<br />

GIOVANNI / (ALTERADO) Será muy fácil detener en el océano el oleaje y las mareas<br />

que disuadirme de mi empeño.<br />

FRAILE / Entonces he terminado y en tu perversa pasión ya veo tu ruina, el cielo es<br />

justo, pero castiga también sin clemencia; así, más te valdría prestar oídos a mi consejo.<br />

GIOVANNI / ¿Qué debo hacer para redimir mi pecado, si es cierto que en pecado vivo?<br />

FRAILE / Apresúrate hacia la casa de tu padre, una vez allí enciérrate herméticamente,<br />

sin compañía alguna en tu aposento. En seguida, ponte de rodillas muy humildemente; y<br />

llora, llora desde lo más hondo, lava cada palabra que has pronunciado con lágrimas, si<br />

es posible con lágrimas de sangre. Ruégales a los Cielos que limpien la lepra de la<br />

lujuria que corroe tu alma, reconoce lo que eres: un miserable, un gusano, una nada.<br />

Llora, suspira, ora tres veces durante el día y tres veces por la noche. Haz esto durante<br />

siete días y luego, si no observas cambio alguno en tus deseos (LO ABRAZA), vuelve a<br />

mí. Que yo pensaré en un remedio. Ruega por ti mismo en tu casa mientras yo rogaré<br />

aquí por ti. Vete con mi bendición.<br />

GIOVANNI / Haré cuanto me dices para librarme de la vara vengadora; que si no,<br />

tendré que jurar que mi destino es mi dios.<br />

(Salen).<br />

ESCENA II<br />

CASA DE ANABELLA. UNA EXTENSA TERRAZA EN LA QUE SE<br />

DESPLAZAN CON SOLTURA LA JOVEN ANABELLA Y PUTANA, SU<br />

NODRIZA-DONCELLA.<br />

3


PUTANA / ¿Qué tal te parece, niña mía? Aquí tienes amenazas, desafíos, disputas y<br />

hombres que se baten; y todo es por ti. Es necesario te cuides, muchacha, que si no,<br />

pronto te robarán mientras duermas.<br />

ANABELLA / Pero aya, semejante vida no me hace feliz; mis pensamientos tengo<br />

puestos en otros fines. ¡Quisiera que me dejaras en paz!<br />

PUTANA / ¿Que te dejara? Deja que no te deje, pupila mía; aquí se trata de amor<br />

declarado. En verdad que no te culpo, pues para elegir tienes a tu disposición un surtido<br />

que está a la altura de la dama más encumbrada de toda Italia.<br />

ANABELLA / Te ruego que no hables tanto.<br />

PUTANA / Por pretendientes no debes quejarte, pues son muchos los hombres<br />

que estarían dispuestos a abandonar su soltería si tú así lo decidieras. Fija- te en<br />

Grimaldi, el soldado, mozo de buena planta. Dicen que es romano y sobrino del Duque<br />

de Montferrato y también dicen que se distinguió en las guerras contra el Milanesado,<br />

pero a decir verdad, pupila mía, no me gusta. El que sea soldado ya lo desacredita. No<br />

hay ni uno entre veinte de esos capitanes bravucones que esté exento de alguna<br />

mutilación secreta que le impida ponerse erecto. Es el que menos me gusta. Aunque<br />

podría servir, si no quedaran más hombres. Pero como si los hay, y hay quienes a simple<br />

vista puede notárseles lo que ocultan, que, por grande, les resulta imposible esconder.<br />

ANABELLA / ¡Ah, qué modo de hablar!<br />

PTJTANA / Como que soy mujer de veras, me gusta mucho Signor Soranzo, que es<br />

prudente y, lo que es aún más, noble; y lo que es más que eso, gentil, y lo que es más<br />

que todo lo otro, rico. A ese, si yo fuera la hermosa Anabella, es al que desearía. Es<br />

espléndido; aparte de buenmozo y juraría que está sano; que es generoso, me consta; y<br />

de seguro que es todo un hombre porque si no, no habría alcanzado tanta reputación a<br />

través de Hipólita, la exuberante viuda, en vida de su marido; y aunque sólo fuera por<br />

ese rumor, preciosa, ya hay bastante para que lo desees por tuyo. Alaba al hombre por<br />

sus dones, pero toma por marido al que es hombre cabalmente: ese es el hombre para el<br />

lecho y ese es Signor Soranzo, lo juro por mi vida.<br />

ANABELLA / Sin duda esta mujer tomó su trago matutino demasiado temprano.<br />

ESCENA III<br />

CASA DE SORANZO. SEVERA, AMPLIA. LOS SÓLIDOS EN ESTE CASO<br />

PODRÍAN SERVIR DE COLUMNAS.<br />

4


ENTRA SORANZO, ALARMADO POR LA VOZ DE VAZQUEZ.<br />

VÁZQUEZ / Abstente, por favor, no puedes entrar de esa manera, tratándose de normas<br />

de urbanidad es mucho lo que debes aprender. Se me reprochará por negligencia en el<br />

desempeño de mis funciones. No debes entrar, Hipólita.<br />

ENTRA HIPOLITA. LA SIGUE CON SUMA AGILIDAD A PESAR DE SU<br />

DEFORMIDAD INTEGRAL, VÁZQUEZ.<br />

HIPÓLITA / ¿Quién me lo prohíbe, su nueva amante?<br />

SORANZO / ¿Qué ocurre, Vázquez? ¿De qué se trata?<br />

HIPÓLITA / Soy yo: ¿me reconoces ahora? Contempla perjuro, la mujer que tú y tu<br />

feroz lujuria han agraviado. La furia sensual de tu sangre ha convertido mi juventud en<br />

un objeto de desdén para hombres y ángeles; ¿y de ser yo ahora un telón de fondo para<br />

tu gusto voluble? Bien sabes, hombre falso y libertino, que cuando mi fama estaba<br />

exenta de mácula o de escándalo, todos los hechizos del infierno o la brujería no podían<br />

imponerse a la honra de mi casto seno.<br />

SORANZO / Vamos, mi querida Hipólita...<br />

HIPOLITA / No me trates de querida ni creas que con tu frágil lengua lograrás suavizar<br />

la dureza de mis términos. No será tu nueva amante quien triunfará sobre mi<br />

desconsuelo. Haz llegar a sus oídos.<br />

SORANZ0 / Has perdido toda cordura.<br />

HIPÓLITA / Y tú, toda posibilidad de perdón. ¿Qué pretendes de mí, Soranzo? ¿Que<br />

acepte humildemente la humillación a que me has sometido? No, por encima de ella<br />

está mi dignidad y tu voluble condición.<br />

VÁZQUEZ / Caramba, señora, no anda usted cerca de las fronteras de la razón. Mi amo<br />

ha adoptado una decisión tan noble como la virtud misma y usted asume un<br />

procedimiento destinado a debilitarle. Señor mío, se lo suplico: no la intrigue. Los<br />

pesares, ay, necesitan una salida. Me atrevo a prometerle que la señora Hipólita lo<br />

escuchará ahora sosegadamente.<br />

SORANZO / ¿Hablarle a una verdadera furia? ¿Son éstos los frutos de tu amor?<br />

HIPÓLITA / Son los frutos de tu falsía, hipócrita. ¿Acaso no juraste, cuando mi marido<br />

aún vivía, que no aspirabas a mayor dicha sobre esta tierra que la de darme el nombre de<br />

esposa? ¿No me prometiste que, a su muerte, te casarías conmigo? Por lo cual, el diablo<br />

5


en mi sangre, sumado a tus protestas de amor, me hicieron enviar a mi marido a una<br />

muerte segura.<br />

SORANZO / Los juramentos que te hice fueron pérfidos y criminales, lo reconozco,<br />

pero sería mayor pecado mantenerlos ahora que romperlos; y puesto que hablas de<br />

vergüenza, ¿consideras acaso hasta qué punto te has apartado de ella al llevar a la<br />

muerte al que era tu marido, a un hombre como él, de condición tan noble, tan sabio, tan<br />

correcto, hospitalario y cariñoso que Parma entera no podría mostrar un varón más<br />

recto?<br />

VÁZQUEZ / No procedes bien, señor.<br />

SORANZO / No me importa. Conviene que ella se dé cuenta de lo monstruoso de su<br />

vida. Antes de convertirme en esclavo de un negro pecado, preferiría yerme condenado.<br />

Mujer: no vuelvas más por aquí. Aprende a arrepentirte y muere luego, pues por mi<br />

honor te odio, sierva de la lujuria: has sido demasiado inmunda.<br />

(Sale).<br />

VÁZQUEZ / (Aparte) Esta parte ha estado mal representada.<br />

HIPÓLITA / Cuán neciamente este animal desdeña su destino y evita el uso de lo que<br />

más desprecia, quiero decir, mi amor. Pero que se marche. Mi venganza me consolará<br />

de este pesar.<br />

SALE. VÁZQUEZ LA SIGUE, REPTANDO, COMO ES SU FORMA NATURAL DE<br />

DESPLAZARSE.<br />

ESCENA IV<br />

PATIO INTERIOR DE LA CASA DE ANABELLA. A UN LADO UN BALCÓN<br />

O TERRAZA.<br />

APARECE GIOVANNI<br />

GIOVANNI / Perdido. Estoy perdido. Mis hados han decretado mi muerte. Cuanto más<br />

me esfuerzo en desprenderla de mí, más la amo; cuanto más la amo, menos esperanzas<br />

tengo de alcanzarla. Veo con certeza que voy hacia el desastre. ¡Oh, si no fuera en<br />

nuestra religión un pecado hacer de nuestro amor un dios y venerarlo!<br />

6


POT OPTRO LADO, ENTRAN ANABELLA Y PUTANA. SE SIGUE VIENDO A<br />

GIOVANNI.<br />

ANABELLA / También ese idiota me anda rondando. Dile a mi padre, Putana, que<br />

estoy indispuesta y no puedo recibir a nadie.<br />

PUTANA / Niña, No pierdes nada con hacerlo. Con mostrarte desdeñosa y ofendida<br />

ante él, tienes.<br />

ANABELLA / Putana, ¿cómo piensas que debo hablar de amor con un hombre mayor<br />

que mi padre?<br />

PUTANA / Es él quien lo hará, no tú. Haz, en su presencia, que el rubor suba a tu<br />

rostro. Muéstrate tímida y reservada, esconde tu cara entre tus manos y haz que brote de<br />

tus ojos una lágrima. Sólo una bastará para hacerlo temblar ante ti.<br />

ANABELLA / Pensará que soy tonta.<br />

PUTANA / Pensará que eres la niña más dulce que ha conocido. Eso aumentará su ardor<br />

por ti, y su interés por desflorar a una bella doncella.<br />

ANABELLA / Pero si no es eso lo que deseo.<br />

PUTANA / ¿Cómo que no? Está bien que lo rechaces, pero no que pierdas de vista a un<br />

caballero tan adinerado que, por mucho que te aventaja en edad, no es tanta la diferencia<br />

para que desdeñes toda su fortuna.<br />

ANABELLA SE PERCATA DELAPRESECNIA DE GIOVANNI.<br />

ANABELLA / Mira, Putana, mira. ¿qué bendita forma de criatura celestial es la que<br />

ahora aparece? ¿Qué hombre es ese que con aspecto tan desolado va por allí sumido en<br />

sus pensamientos?<br />

PUTANA / ¿Dónde?<br />

ANABELLA / Mira hacia abajo.<br />

PUTANA / Ah, ese es tu hermano, preciosa.<br />

ANABELLA / ¡Cómo!<br />

PUTANA / Si, tu hermano.<br />

ANABELLA / Seguro que no es él, pues lo que veo es algo lúgubre, envuelto en pesar,<br />

la sombra de un hombre. ¡Ay, cómo se golpea el pecho y se enjuga los ojos inundados<br />

de lágrimas! Me parece oírle suspirar. Descendamos, Putana, y enterémonos de la causa<br />

de su pesar.<br />

7


BAJAN.<br />

ANABELLA / ¡Hermano!.... Pero, hermano... ¿es que no quieres dirigirme la palabra?<br />

GIOVANNI / Sí, hermana. ¿Cómo te va?<br />

ANABELLA / Esté yo como esté, tengo la impresión que tú no estás bien.<br />

PUTANA / ¡Qué Dios nos bendiga! ¿Por qué está tan triste, señor?<br />

GIOVANNI / Por favor, Putana, déjanos por un momento. Hermana: quiero hablar a<br />

solas contigo.<br />

ANÁBELLA / Retírate, Putana.<br />

PUTANA / Así lo haré. (Aparte) Si se tratara de alguna otra compañía para ella, pienso<br />

que mi ausencia merecería alguna recompensa; pero, los dejaré no más.<br />

SALE, SIN DEJAR DE TRATAR DE SABER LO QUE OCURRE ENTRE LOS<br />

JOVENES.<br />

GIOVANNI / Ven, hermana, dame la mano. Espero que no te ruborice estar a mi lado.<br />

Aquí no hay nadie más que tú y yo.<br />

ANABELLA / ¿Qué quieres decir?<br />

GIOVANNI / Te juro que no me propongo hacerte ningún daño.<br />

ANABELLA / ¿Daño?<br />

GIOVANNI / Ninguno, te lo repito; ¿qué tal van tus cosas?<br />

ANABELLA / Todo muy bien, hermano.<br />

GIOVANNI / Confía en mí, pero estoy tan enfermo, me temo que tan enfermo, que va a<br />

costarme la vida.<br />

ANABELLA / ¡Qué el cielo no lo quiera!<br />

Espero que nada malo te pase.<br />

GIOVANNI / Creo que me amas, hermanita.<br />

ANÁBELLA / Sí, bien sabes que así es.<br />

GIOVANNI / Claro que lo sé. . . y tú eres tan hermosa.<br />

ANABELLA / Vamos, vamos, veo que tienes una enfermedad alegre.<br />

GIOVANNI / Un par de estrellas como lo son tus ojos, otorgarían la vida a piedras<br />

inertes.<br />

ANABELLA / ¡Qué cosas me dices, majadero!<br />

8


GIOVANNI / Labios como los tuyos tentarían a un santo; y esas manos que tienes<br />

volverían lascivo a un anacoreta.<br />

ANABELLA / ¿Te burlas de mí o quieres lisonjearme?<br />

GIOVANNI / Toma. (Le ofrece su puñal).<br />

ANABELLA / ¿Qué quieres que haga con él?<br />

GIOVANNI / Y aquí tienes mi pecho. Atraviésalo. Abre mi seno que allí verás un<br />

corazón en el que está escrita la verdad que te expongo. Pero, ¿qué te detiene?<br />

ANABELLA / ¿Me lo dices en serio?<br />

GIOVANNI / Sí, con toda seriedad. ¿No puedes amar?<br />

ANABELLA / ¿A quién?<br />

GIOVANNI / A mí. Mi alma torturada ha sentido aflicción en el ardor de la muerte.<br />

Anabella, estoy absolutamente acabado. El amor por ti, hermana mía, y la vista de tu<br />

inmortal belleza han destruido toda armonía entre mi reposo y mi vida. ¿Por qué no me<br />

hundes el puñal?<br />

ANABELLA / Si esta es la verdad, más me valdría haber muerto ya.<br />

GIOVANNI / Es verdad, Anabella: no es momento para bromear. Demasiado tiempo he<br />

sofocado ya las llamas ocultas que a punto han estado de consumirme. Ay, sí, muchas<br />

noches silenciosas son las que he pasado suspirando y gimiendo. Durante ellas he<br />

recapitulado todos mis pensamientos, despreciando mi destino, razonando contra las<br />

razones de mi amor, haciendo todo cuanto la tersa virtud aconsejara. Más, todo ha<br />

resultado inútil: es mi destino que tú debes amarme o yo morir.<br />

ANABELLA / Tú eres mi hermano, Giovanni.<br />

GIOVANNI / Y tú mi hermana, Anabella; ya lo sé. La sangre que compartimos fomenta<br />

una cercanía aún más cercana en los afectos. Me he basado en la Santa Iglesia y ella me<br />

dice que sí, que puedo amarte, que siendo hijos del mismo vientre, que siendo<br />

engendrados por un mismo padre, Dios quiso desde el principio acercar nuestras vidas<br />

en un hecho común, ver la luz por primera vez en idénticas condiciones; dime ahora. . .<br />

¿he de vivir o morir?<br />

APARECEN TELAS TRANSPARENTES QUE TRANSFORMAN EL LUGAR EN<br />

UNA CALIDA ALCOBA, ANABELLA Y GIOVANNI, EN LA MEDIDA EN QUE<br />

SE CONFIESAN SU AMOR SE DESNUDAN MUTUAMENTE.<br />

9


ANABELLA / Vive: has ganado la batalla sin tener que combatir. En lo que acabas de<br />

insistir, desde hace mucho mi corazón cautivo tiene tomada su decisión. Me ruborizo al<br />

decírtelo, pero de cualquier modo ahora te lo digo: por cada suspiro que has exhalado<br />

pensando en mí, yo he exhalado diez; por cada una de tus lágrimas, veinte han brotado<br />

de mis ojos. Y no tanto por amar sino por no atreverme a decirlo y apenas a pensarlo.<br />

GIOVANNI / ¡Que esta música, oh, Dioses, no sea un sueño! ¡Os lo ruego por piedad!<br />

ANABELLA / Así, puesta de rodillas, te exhorto, hermano, por las cenizas de nuestra<br />

madre, a que no me traiciones y no me condenes a tu diversión y tu odio. Ámame o<br />

mátame, hermano.<br />

GIOVANNI / También yo me pongo de rodillas. (Se arrodilla) Hermana: por las<br />

mismas cenizas de mi madre te exhorto, hermana mía, a que no me traiciones por<br />

diversión u odio. Ámame o mátame.<br />

ANABELLA / ¿Hablas de buena fe, hermano?<br />

GIOVANNI / Te doy mi palabra y espero que tú hagas otro tanto.<br />

ANABELLA / Te lo juro.<br />

GIOVANNI / Y yo también, con este beso. (La besa) Uno más y otro más, y ahora éste<br />

para levantarnos. (Se ponen de pie) No cambiaría este instante por el Paraíso. ¿Qué es lo<br />

que debemos hacer ahora?<br />

ANABELLA / Lo que tú quieras.<br />

GIOVANNI / Ven, entonces. Después de todas las lágrimas que hemos derramado,<br />

vamos a practicar ahora otro modo de cortejarnos: con sonrisas, besos y reposo.<br />

QUEDAN EN PENUMBRAS EN LA CONSUMACION DEL AMOR QUE<br />

COMPARTEN. SIMULTANEAMENTE SE ILUMINA EL ESPACIO DELANTERO<br />

PARA SUGERIR UNA CALLE DE PARMA.<br />

ESCENA V<br />

APARECE HIPOLITA SEGUIDA, SUBREPTICIAMENTE POR VÁZQUEZ. AL<br />

FONDO SE SIGUEN VIENDO GIOVANNI Y ANABELLA, COPLETAMENTE<br />

DESNUDOS.<br />

VÁZQUEZ / ¡Señora, señora Hipólita! ¡Permítame un par de palabras!<br />

HIPÓLITA / ¿De qué se trata?<br />

10


VÁZQUEZ / Bien sé que usted se encuentra inmensamente conmovida en este<br />

momento y que parece que para ello tiene buenas razones. Reconozco que algunas tiene,<br />

pero sin duda no tantas como usted se imagina.<br />

HIPÓLITA / ¿De qué hablas, insensato?<br />

VÁZQUEZ / Ay, sí, estuvo atrozmente amarga desde la primera hasta la última palabra.<br />

En verdad, estuvo un poco demasiado áspera; y por mi vida le juro que no podría haber<br />

encontrado a mi señor en peor momento desde que le conozco. Pero mañana hallará en<br />

él un hombre nuevo.<br />

HIPÓLITA / Entonces esperaré hasta que su señoría haya descansado.<br />

VÁZQUEZ / Caramba, eso no es paciencia sincera. Las palabras le salen con amargura.<br />

Por favor, permítame que por una vez yo la convenza.<br />

HIPÓLITA / (Después de una pausa) Convencerme. . . ¿de qué?<br />

VÁZQUEZ / Si usted pudiera dominar un poquito su mal genio de mujer, ¡cuán fácil le<br />

resultaría conquistarle!<br />

HIPÓLITA / El nunca me amará ya. Vázquez, lo que ocurre es que has sido un servidor<br />

demasiado confiado de semejante amo y no te percatas de su maldad, pero mucho me<br />

temo que al final tu recompensa resultará más o menos como la mía.<br />

VÁZQUEZ / Tal vez así sea.<br />

HIPÓLITA / Convéncete que así será. Si yo contara con alguien tan fiel, tan<br />

auténticamente sincero y tan enterado de mis pensamientos como tú lo has sido para él y<br />

sus proyectos, consideraría poca recompensa hacer a ese hombre no sólo dueño de todo<br />

cuanto poseo, sino hasta de mí misma. Y no sería para mí un criado, sino mi más<br />

cercano compañero.<br />

VÁZQUEZ / ¡Cuán noble señora es usted!<br />

HIPÓLITA / Considera que si fueras mío y si fueras el confidente de mis proyectos, me<br />

comprometo a poner a tu disposición mi propio ser y todo cuanto también puedo llamar<br />

mío.<br />

VÁZQUEZ / No sería digno de ello por ningún merecimiento que estuviera a mi<br />

alcance; si yo pudiera aliviar tu pena, lo haría sabiendo que emprendo una acción justa.<br />

HIPÓLITA / Dame tu mano; y prométeme sólo tu silencio y ayúdame a ejecutar un<br />

proyecto que tengo. Y luego, aquí mismo, a la vista del cielo, una vez hecho esto, te<br />

hago señor de mi persona y de mis bienes.<br />

VÁZQUEZ / ¿Cómo podría fiarme yo de una mujer enamorada?<br />

HIPÓLITA / No es el amor lo que me mueve, Vázquez.<br />

11


VÁZQUEZ / ¿Qué es, entonces?<br />

HIPÓLITA / Entregar mi alma a través de mi persona, ya que ambas no tienen ningún<br />

sentido sin SORANZO.<br />

VÁZQUEZ / ¿Es tan grande para ti su amor, que su pérdida te hará renunciar a la vida?<br />

HIPÓLITA / Sí, Vázquez, ayúdame a llevar a cabo mi venganza contra el y a cambio<br />

dispón de todo cuanto poseo.<br />

VÁZQUEZ / ¿Aun de ti? HIPÓLITA / Sí, Vázquez.<br />

VÁZQUEZ / Entonces convoco como testigos a nuestros genios benéficos: cualesquiera<br />

sean tus proyectos, no sólo contribuiré en todo lo posible a su ejecución, sino que<br />

tampoco los revelaré hasta que estén consumados, aunque para hacerlo tenga que<br />

ignorar la fidelidad que le debo a mi amo Soranzo.<br />

HIPÓLITA / Te tomo la palabra, y con ella, a ti te tomo. Ven pues, procedamos en<br />

seguida a tratar con más detenimiento la cuestión. Con este delicioso veneno mis<br />

pensamientos se darán un festín: la venganza endulzará lo que mis penas han saboreado.<br />

SALEN.<br />

ESCENA VI<br />

LUCES SOBRE EL PLANO DE GIOVANNI Y ANABELLA.<br />

GIOVANNI / Anabella, ya no eres mi hermana sino mi amor, nombre más gentil. No te<br />

sonrojes, dulce maravilla de la naturaleza. Por el contrario, ten la certeza de que al ceder<br />

has conquistado e inflamado un corazón cuyo tributo es la vida de tu hermano.<br />

ANABELLA / Al igual que mi vida es tuya. ¡Ah, cómo estos placeres prohibidos<br />

habrían impreso el carmesí del rubor en mis mejillas si el tributo hubiera sido de alguien<br />

que no fuera el de él, le daría mi corazón!<br />

GIOVANNI / Me asombra por qué las criaturas más castas de tu sexo piensan que es<br />

pérdida tan indebida la de este bonito adorno llamado virginidad cuando que el perderla<br />

no es nada siguen siendo las mismas.<br />

ANABELLA / Ay, cuán travieso eres. Sigue, que eres insuperable.<br />

GIOVANNI / Bésame, así, hazlo así. No envidio al hombre más poderoso de la tierra y<br />

siendo tu rey, me considero más grande que si fuera el señor de mundo entero. Dime<br />

amor mío, ¿cómo podrías atreverte a jurar que sólo vivirás para mí y que no serás jamás<br />

d nadie más?<br />

12


ANABELLA / Por nuestro amor a ello m atrevo, pues si supieras Giovanni míe cómo<br />

todo pretendiente es a mis ojo odioso, entonces sí que me tendría confianza.<br />

GIOVANNI / Basta. Creo en tu palabra Amor mío, debemos separarnos. RE cuerda lo<br />

prometido y guarda bien ni corazón.<br />

ANABELLA / ¿Tienes que marcharte?<br />

GIOVANNI / Así es.<br />

ANABELLA / ¿Y cuándo volverás?<br />

GIOVANNI / Muy pronto.<br />

ANABELLA / No dejes de hacerlo.<br />

GIOVANNI / Adiós.<br />

ANABELLA / ¡Giovanni!<br />

GIOVANNI / Anabella, no quiero dejarte nunca.<br />

ANABELLA / Tampoco yo.<br />

GIOVANNI / ¡Adiós!<br />

ANABELLA / ¡Adiós!<br />

GIOVANNI / ¡No puedo!... Dame fuerza para marcharme.<br />

ANABELLA / Dámelas tú para dejarte marchar.<br />

GIOVANNI / ¡Piensa en mí!<br />

ANABELLA / A todo instante...<br />

GIOVANNI / Adiós...<br />

ANABELLA / Vayas a donde vayas, en espíritu te guardaré aquí; y estés dónde estés, sé<br />

que contigo estaré.<br />

GIOVANNI SALE. DE INMENDIATO, ENTRA PUTANA, QUIEN NO HA<br />

DEJADO DE ESPIAR TODO LO QUE OCURRÍA.<br />

PUTANA / ¿Qué tal, niña mía? Bien, gracias a Dios, ¿no es así?<br />

ANABELLA / ¡Oh, guardiana, sobre qué paraíso de dicha he pasado!<br />

PUTANA / ¡Di, mejor “bajo qué paraíso de dicha has pasado”!. Y ahora, una<br />

recomendación nada temas, prenda mía. ¿Qué importa que se trate de tu hermano? Tu<br />

hermano es un hombre, así espero, y yo por mi parte digo: si una buena moza siente que<br />

le hace cosquillas, pues que tome a cualquiera, padre o hermano, lo mismo da.<br />

ANABELLA / Por nada del mundo quisiera que se supiera.<br />

13


PUTANA / Tampoco yo, a decir verdad, por eso de las habladurías de la gente; en otro<br />

caso, el asunto no tendría ninguna importancia.<br />

ESCENA VII<br />

EL AMBIENTE SE TRANSFORMA EN UNA PEQUEÑA Y DENSA CELDA<br />

MONACAL<br />

ENTRAN EL FRAILE Y GIOVANNI.<br />

FRAILE / ¡Calma! Me has contado una historia cada una de cuyas palabras amenaza al<br />

alma con la muerte eterna. Lamento haberla escuchado. ¡Cuán preferible habría sido<br />

quedar sordo antes de llegar a oírte! Has de saber, descastado, por el fundador de mi<br />

orden te lo digo, que noche y día he mantenido abiertos mis cansados ojos,<br />

sobreponiéndome a la fatiga, para llorar por ti. Pero el cielo está irritado, y tenlo por<br />

seguro, tú eres hombre señalado para gustar el infortunio. Espéralo: aunque llegue tarde,<br />

de seguro te llegará.<br />

GIOVANNI / Padre: eres poco caritativo al hablarme así. Voy a demostrarte que lo que<br />

he hecho no sólo está bien hecho sino que es justo también. Es un principio, que tú<br />

mismo me enseñaste cuando era tu alumno, que la forma y la composición del espíritu<br />

se ajustan a la forma y la composición del cuerpo; de modo que si el cuerpo está<br />

adornado de belleza, el espíritu por necesidad será virtuoso. Ello prueba que, siendo mi<br />

hermana de una rara belleza, también es de una rara virtud; sobre todo en su amor y<br />

sobre todo en este amor, su amor por mí. Y si ese es su caso, otro tanto cabe decir a mi<br />

respecto, puesto que causas semejantes producen efectos semejantes.<br />

FRAILE / ¡Qué ignorancia en el saber! Hace mucho, ¿cuántas veces no te precaví sobre<br />

esto? Es cierto: si tuviéramos la certeza de que no hay Dios, ni cielo, ni infierno, en tal<br />

caso podría constituir alguna defensa dejarse gobernar exclusivamente por la luz de la<br />

naturaleza, según lo hicieron los inútiles filósofos de otros tiempos. Pero no es éste el<br />

caso ahora y, por tanto, llegará el momento en que, infeliz demente, comprobarás que la<br />

naturaleza es ciega en lo tocante a las doctrinas celestiales.<br />

GIOVANNI / Tu hábito te ciega: si no lo llevaras, harías de su amor un cielo y a ella la<br />

adorarías.<br />

FRAILE / Vamos, ya veo que estás demasiado endeudado con el infierno y que no está<br />

al alcance de mis plegarias hacerte volver sobre tus pasos. Pero permíteme un consejo:<br />

convence a tu hermana que contraiga enlace.<br />

14


GIOVANNI / ¿Que se case? Pero, ¿para qué? ¡Eso equivaldría a condenarla! Sólo<br />

probaría que siente avidez por la lujuria y no por la unión con su hermano con quien<br />

comparte su sangre y su deseo de amar.<br />

FRAILE / ¡Qué espanto! El trono de la merced y del perdón está más allá del crimen<br />

que están cometiendo, sacrílegos. Aún les queda tiempo.<br />

CIOVANNI / Para abrazarnos. O si no, que todo el tiempo se confunda. Ella como yo y<br />

yo como ella, estamos decididos.<br />

FRAILE / ¡Basta ya! Iré a visitarla. Cuánto me aflige que estando como están las cosas,<br />

un par de almas vayan a su perdición.<br />

SALE. GIOVANNI QUEDA EN ESCENA, SEMIOCULTO<br />

ESCENA VIII<br />

SE ENCIENDEN LAS LUCES EN ALGUN LUGAR DE LA CASA DE<br />

ANABELLA. PUEDE SER SU HABITACIÓN.<br />

ENTRAN ANABELLA Y PUTANA.<br />

ANABELLA / No quiero verlo, ni recibirlo, Putana, ya te lo he dicho.<br />

PUTANA / Pero niña, y yo lo sé. Pero no es conveniente cerrarle las puertas de tu casa<br />

al hombre más refinado de toda Italia. Con recibirlo no pierdes nada.<br />

ANABELLA / Viene a proponerme matrimonio. Ya ha hablado con mi padre.<br />

PUTANA / Recíbelo y luego recházalo. Mantenlo en forma, ¿qué pierdes con oírle?<br />

¡Nada! Peor es que lo desprecies y te niegues a verlo, aumentarás así su interés.<br />

Además, tu padre no dudará en entregarte a él. Después de las muchas ofertas que ha<br />

recibido para tu matrimonio, Soranzo es quien le ofrece un porvenir más brillante. Ten<br />

cuidado con tus palabras, respóndele con cautela.<br />

ANABELLA / ¿Cómo debo cuidar de lo que he de contestar a un hombre que no amo?<br />

PUTANA / ¿Y cómo habrías de hacerlo con el que amas realmente? Vamos Anabella,<br />

no seas tonta, apresúrate a recibirlo, confíate a él. ¿O no has entendido lo que yo te he<br />

enseñado? Acéptalo tal y como es. Piensa que el hombre con quien te casas es una cosa<br />

y el que te satisface en el lecho, otra. ¿O piensas permanecer toda tu vida sin casarte?<br />

Recíbelo y luego piensa en lo que debes hacer. . . (El becerro aunque no dé leche es<br />

mejor mantenerlo amarrado, te queda la posibilidad aún de cortarle la piel).<br />

15


ANABELLA / Pero, Putana, ¿que pretendes, si no lo quiero?<br />

PUTANA / Eso es lo de menos, lo importante es que él quiere casarse contigo y es el<br />

hombre más completo que podrás conocer jamás, y por lo demás, rico. Adelante, Signor<br />

Soranzo. Para que hablen a sus anchas, les dejaré solos.<br />

ENTRA SORANZO, PUTANA SALE.<br />

ANABELLA / ¿Qué es, señor, lo que desea de mí?<br />

SORANZO / ¿Aún no sabes lo que quiero decirte?<br />

ANABELLA / Sí, que está enamorado de mí.<br />

SORANZO / Y así mismo he de jurarlo. ¿Me crees, entonces?<br />

ANABELLA / No es cuestión de fe.<br />

GIOVANNI APARECE EN ALGUN LADO EN UN NIVEL SUPERIOR.<br />

SORANZO / ¿No tienes voluntad de amar?<br />

ANABELLA / No, tratándose de usted.<br />

SORANZO / ¿A quién, entonces?<br />

ANABELLA / Eso depende de lo que decidan los hados.<br />

GIOVANNI / (Aparte) De los cuales yo soy ahora el regente.<br />

SORANZO / ¿Qué dices, prenda mía?<br />

ANABELLA / Que he de vivir y morir doncella.<br />

SORANZO / Eso no te cuadra.<br />

GIOVANNI / (Aparte) Aquí se puede decir que sólo se trata del toque femenino.<br />

SORANZO / Con sólo ver mi corazón te bastaría para jurar.<br />

ANARELLA / Que usted está muerto.<br />

GIOVANNI / (Aparte) Lo cual es cierto o no dista mucho de serlo.<br />

SORANZO / ¿Ves estas lágrimas de amor genuino?<br />

ANABELLA / No.<br />

SORANZ0 / Te imploran gracia.<br />

ANABELLA / Pero si nada me dicen.<br />

SORANZO / ¡Ay, concédeme mi petición!<br />

ANABELLA / ¿Cuál es?<br />

SORANZO / Que me permitas vivir.<br />

16


ANABELLA / Pues hágalo.<br />

SORANZO / . . . siempre tuyo.<br />

ANABELLA / Eso no está en mí concederlo.<br />

GIOVANNI / (Aparte) Con una palabra más como esas y mata todas sus esperanzas.<br />

SORANZO / Señora: basta ya de estériles juegos de ingenio. Sepa usted que desde hace<br />

mucho la amo y que la amo muy de veras. No me mueve la esperanza de adueñarme de<br />

sus bienes, pues no los necesito, sino lo que usted es. Así pues, no me haga seguir<br />

sintiendo en vano el rigor de su casto desdén. Estoy enfermo, enfermo del corazón.<br />

ANABELLA / ¡Socorro! ¡Un poco de aguardiente!<br />

SORANZO / ¿Qué quiere decir con eso?<br />

ANABELLA / ¡Como creía que se sentía malo!<br />

SORANZO / ¿Se burla usted de mi amor?<br />

GIOVANNI / (APARTE) En eso, a decir verdad, estuvo un poco exagerada.<br />

SORANZ0 / ¿Te burlas de mí, Anabella? Esos reproches desdeñosos no corresponden a<br />

su recato ni a sus años.<br />

ANABELLA / Para que no le quepa duda, señor mío, me parece que su sentido común<br />

debería hacerle comprender que si le amara o bien si deseara su amor, de algún modo le<br />

habría dicho cosas más gratas. Pero como se trata de un noble a quien no querría ver<br />

malgastando su juventud en vanas esperanzas, permítame que le aconseje lo siguiente:<br />

cancele su petición y juzgue que al hablarle así, le deseo el bien.<br />

SORANZ0 / ¿Es usted quien así me habla, la que podría lograr mi felicidad con sólo<br />

una palabra?<br />

ANABELLA / Sí, yo misma; pero sepa —y hasta ese punto puedo consolarle— que si<br />

mis ojos hubieran podido escoger un hombre entre todos aquellos que me han<br />

pretendido, un hombre para hacerlo mi esposo, ese habría sido usted. Bástele con esto; y<br />

sea noble en su reserva y muy prudente.<br />

S0RANZ0 / ¡Anabella!<br />

ANABELLA / Una palabra más: por la virtud que albergue en su espíritu, por las nobles<br />

causas que le sirven de guía, por lo que le movió a hacerme saber que me amaba, por<br />

todo eso no deje que mi padre se entere por usted de mi respuesta. Si más adelante me<br />

decido a casarme, lo haré con usted o con nadie.<br />

SORANZO / Confío en su promesa.<br />

ANABELLA / ¡Ay, ay, mi cabeza!<br />

SORANZO / ¿Qué le pasa? ¿No se siente bien?<br />

17


ANABELLA / Ay, sí, me estoy sintiendo mareada.<br />

GIOVANNI / (Aparte) ¡No lo permitan los cielos! (Baja).<br />

SORANZO / ¡Socorro, socorro! ¡Vengan en seguida!<br />

ENTRAN GIOVANNI Y PUTANA.<br />

SORANZO / Mire el estado en que se encuentra Anabella.<br />

PUTANA / ¡Sosténgala, que se desmaya!<br />

GIOVANNI / Hermana mía, ¿qué es lo que tienes?<br />

ANABELLA / Me siento enferma. . . ¿estás ahí, hermano querido?<br />

PUTANA / Llévenla a su cama inmediatamente. Mientras envío por un médico. Rápido,<br />

digo.<br />

SALEN. QUEDA SORANZO. ENTRA VÁZQUEZ.<br />

VÁZQUEZ / ¿Y entonces, señor?<br />

SORANZO / Ay, Vázquez, ahora estoy doblemente derrotado: tanto en mis actuales<br />

como en mis futuras esperanzas. Me dijo muy a las claras que no podía amarme y en<br />

seguida sintió que se le iban las fuerzas y ahora me temo que su vida está en peligro.<br />

VÁZQUEZ / Señor, cuánto lo lamento; tal vez sólo sea la anemia de las doncellas, un<br />

derrame juvenil, y si es así, entonces, señor, no habrá remedio tan rápido como un<br />

inmediato casamiento, o en su defecto…<br />

SORANZO / Vamos, Vázquez.<br />

SALEN. ENTRAN PUTANA Y GIOVANNI.<br />

PUTANA / Qué desgracia, señorito, estamos perdidos, realmente perdidos y para<br />

siempre jamás cubiertos de bochorno. ¡Su hermana, ay, su hermana!<br />

GIOVANNI / ¿Qué pasa con ella? ¡Por Dios, habla! ¿Cómo está?<br />

PUTANA / ¡Ay, que yo tuviera que nacer para ver este día!<br />

GIOVANNI / ¿No habrá muerto, supongo? ¿O está muerta?<br />

PUTANA / ¿Muerta? Nada de eso; muy viva que está, y peor aún, está embarazada.<br />

Usted señorito, sabe qué es lo que ha hecho. ¡Que el Señor le perdone! Pero ya es<br />

demasiado tarde para arrepentirse, que el cielo nos asista.<br />

18


GIOVANNI / ¿Dices que está embarazada? ¿Y cómo lo sabes?<br />

PUTANA / ¿Que cómo lo sé? ¿Con estas canas que peino sería tan ignorante que no<br />

supiera el significado de su náusea, de su cambio de color, de su descompostura de<br />

estómago, de sus vómitos y de otra cosa más que también podría nombrar? Por su bien<br />

y por el de ella no pierda el tiempo en preguntarme cómo y de qué manera. Baste con<br />

que es así. Le doy mi palabra de que está preñada y si deja que un médico la vea, puede<br />

darse por perdido.<br />

GIOVANNI / Pero, ¿en qué estado se halla ahora?<br />

PUTANA / Bastante mejorada. Sólo fue un ataque pasajero, pero debe estar preparada<br />

para aguantar a menudo otros semejantes.<br />

GIOVANNI / Salúdala en mi nombre y recomiéndale que no se preocupe. No permitas<br />

que hasta mi regreso la examine el médico, te lo encarezco, y para ello echa mano de<br />

alguna excusa. !Ay de mí! Tengo un mundo de preocupaciones en la cabeza. No la<br />

inquietes. ¡Cuánto me desconsuela esta noticia! Si mi padre va a verla, dile que ya está<br />

repuesta, dije que alguna comida le había caído mal. ¿Me oyes, mujer? Pon atención a<br />

lo que te digo.<br />

SALE.<br />

PUTANA / Sí, señor. La naturaleza ciega y la vida no perdona. . . ¡Ay, Anabella!<br />

¿Quiénes pagarán por esto?<br />

ENTRA VÁZQUEZ.<br />

VÁZQUEZ / ¿Ocurre algo, Putana?<br />

PUTANA / Nada, Vázquez, que ya no sepas. Mi señora ha sufrido un fuerte ataque y<br />

está muy descompuesta.<br />

SALE PUTANA. QUEDA VÁZQUEZ SOLO EN ESCENA. MIRA, CAPCIOSO o<br />

HACIA EL PÚBLICO.<br />

TELON LENTO.<br />

19


SEGUNDO ACTO<br />

ESCENA 1.<br />

CELDA DEL FRAILE.<br />

APARECE ANABELLA ARRODILADA, EN PENINTENCIA. ENTRA EL FRAILE.<br />

FRAILE / Me congratula verte hacer penitencia; pues créeme, me has revelado un alma<br />

inmunda y culpable, te juro que tan inmunda que para decirte la verdad, me maravilla<br />

cómo la tierra te ha soportado. Llora pues, sigue llorando; esas lágrimas pueden hacerte<br />

bien; llora aún más fuerte mientras te amonesto.<br />

ANABELLA / ¡Cuán desdichada soy!<br />

FRAILE / Sí, lo eres. Eres una desdichada, miserablemente desdichada, condenada en<br />

vida. Hay un lugar —escucha bien, hija mía— en una bóveda hueca y renegrecida<br />

donde nunca se ve el día. Allí no brilla el sol sino el llameante horror de un devastador<br />

fuego, un opaco sulfuro, sofocado por las humeantes brumas de una infecta oscuridad.<br />

En ese lugar moran muchos miles de millares de criaturas, muertos en una interminable<br />

muerte. (CRUEL, AL EXTERMO) Allí las almas condenadas rugen sin piedad; allí a<br />

los glotones se les alimenta con sapos y culebras. Allí al borracho se le da de beber<br />

aceite hirviendo; el usurero es obligado a trasegar barriles enteros de oro fundido. Allí el<br />

asesino es constantemente apuñaleado, pese a lo cual no consigue morir; y allí yace el<br />

libertino en potro de hirviente acero mientras en su alma siente el tormento de su furiosa<br />

lujuria.<br />

ANABELLA / ¡Piedad, piedad!<br />

FRAILE / Allí se encuentran esas viles cosas que pasaron años enteros entre impías<br />

sábanas, en secretos incestos, maldiciéndose entre sí. Y entonces tú ansiarás que cada<br />

beso que tu hermano te diera hubiera sido la punta de una daga; y también entonces le<br />

oirás a él gritar:<br />

FRAILE / “Ay, si mi pérfida hermana hubiera sido condenada al principio, cuando<br />

cedió a la lujuria”. Pero un momento, me parece que el arrepentimiento obra<br />

eficazmente en tu corazón: ¿cómo te sientes ahora?<br />

ANABELLA / ¿No me queda ningún reme dio para redimirme?<br />

FRAILE / No desesperes: lo hay. El cielo es misericordioso e incluso ahora te ofrece la<br />

gracia. Así, queda acordado en primer término, para recaudo de ti honor que te cases<br />

20


con el Signor Soranzo. Luego, para salvación de tu alma, que abandones esta vida y<br />

vivas en adelante para él.<br />

ANABELLA / ¡Ay de mí!<br />

FRAILE / No te quejes. Bien sé que es difícil zafarte de los anzuelos del pecado. Oh, si<br />

es una muerte hacerlo Pero recuerda lo que vendrá luego ¿Quedas conforme?<br />

ANABELLA / Sí, padre.<br />

FRAILE / Así me gusta, hija mía. Bien: no tomaremos el tiempo necesario. Pero ¿quién<br />

anda ahí?<br />

ENTRA PUTANA.<br />

PUTANA / ¿Llamaba, padre?<br />

FRAILE / ¿Ha llegado el Signor Soranzo?<br />

PUTANA / Está abajo.<br />

FRAILE / ¿Le ha puesto al tanto de todo?<br />

PUTANA / Así lo he hecho y está colmado de alegría.<br />

FRAILE / ¿Estás decidida hija?<br />

ANABELLA / Sí, ya lo estoy.<br />

PUTANA / Y, ¿te casarás con Soranzo?<br />

ANABELLA / Es el mejor castigo que podría recibir.<br />

FRAILE / Con el que redimirás tu pecado.<br />

ANABELLA / No podré amarlo jamás, ni llegaré a considerarlo mi esposo.<br />

FRAILE / Pero lo será. Vivirás para él, y él será, en lo sucesivo, el dueño del deseo que<br />

te ha llevado a la perdición.<br />

ANABELLA / (SE LEVANTA) ¡Nunca, Fray Buenaventura! Nunca dejaré de amar a<br />

quien amo sin medida con todo mi corazón.<br />

PUTANA / ¡Anabella!<br />

ANABELLA / Sí, Putana, y si el casarme redime a quien amo, gustosa accedo a realizar<br />

un acto que ensombrece mi corazón.<br />

ENTRA SORANZO.<br />

SORANZO / ¿Es cierto Anabella que has accedido a aceptar mi amor?<br />

ANABELLA / Así lo hago y te prometo vivir contigo.<br />

21


FRAILE / Muy oportuna decisión. Mi bendición sea con ustedes.<br />

BENDICE.<br />

OSCURO.<br />

ESCENA II<br />

CALLE EN LA QUE SE ENCUENTRA LA CASA DE HIPOLITA.<br />

PENUMBRAS. ENTRA VÁZQUEZ.<br />

VÁZQUEZ / ¡Señora Hipólita. . . señora Hipólita!<br />

APARECE HIPÓLITA.<br />

HIPÓLITA / ¿Qué ocurre, Vázquez?<br />

VÁZQUEZ / Todo se ha perdido... Soranzo, mi señor, ha decidido casarse con<br />

Anabella.<br />

HIPÓLITA / ¿Se ha comprometido?<br />

VÁZQUEZ / Puedo jurárselo, si quiere. En un par de días, serán marido y mujer.<br />

HIPÓLITA / ¡Un par de días! Sólo quisiera disponer de un par de horas para enviarle a<br />

su último sueño. ¿Tan pronto? Ay, pérfido, juraría que te reirías de yerme llorar.<br />

VÁZQUEZ / Lo cual es una de sus villanías.<br />

HIPÓLITA / Pero que ría, que ría. ¿Sigues siéndome fiel?<br />

HIPOLITA EXTRAE UN BOLSA DE MONEDAS y SE LA ARROJA A VAZQUEZ,<br />

ESTRE LA ALCANZA CON AGILIDAD.<br />

VÁZQUEZ / Pídeme que traicione mil veces a mi amo Soranzo, y con gusto lo haré,<br />

Señora, si con ello usted consigue sosiego al dolor que siente su corazón.<br />

HIPÓLITA / Dejemos pues que nuestro mozo se regocije en sus nuevos placeres. Dos<br />

días para su boda, los únicos que le quedan de vida.<br />

SALE. QUEDA SOLO VAZQUEZ EN ESCENA SABOREANDO EL OLOR DEL<br />

DINERO.<br />

22


ESCENA III<br />

CASA DE SORANZO. LA ENTRADA DE LOS PERSONAJES SE PRODUCE<br />

SIMULTANEAMENTE AL CAMBIO ESCENOGRÁFICO.<br />

ENTRAN EL FRAILE, GIOVANNI, ANABELLA, SORANZO Y PUTANA. TODOS<br />

LUJOSAMETRE VRSTIDOS PARA LA CELEBRACIÓN DE LA BODA ENTRE<br />

SORANZO Y ANABELLA. SE INTEGRA VAZQUEZ.<br />

FRAILE / Cumplidos los sagrados ritos, dedíquense ahora a pasar el resto del día en<br />

festejos. Tan buenos manjares son gratos a los santos, quienes son vuestros huéspedes,<br />

por más que no se les pueda contemplar con los ojos mortales. ¡Salud y prosperidad les<br />

deseo en este día, feliz pareja!<br />

SORANZO / Padre, su plegaria fue oída por el cielo, y para bendecirme más aún, ha<br />

enriquecido mi vida con esta joya, la más preciosa, premio sin par en la tierra toda.<br />

Alégrate amor mío, y ustedes caballeros, amigos míos, entréguense conmigo al júbilo.<br />

Coronaremos este día con rebosantes copas a la salud de Anabella.<br />

GIOVANNI / (Aparte) ¡Qué tortura! Si las bodas no hubieran sido celebradas aún, antes<br />

que soportar este espectáculo me atrevería a sembrar la confusión y enfrentar el horror<br />

de diez mil muertes.<br />

VÁZQUEZ / ¿No se siente bien el señor?<br />

GIOVANNI / Por favor, ocúpate de los invitados. No me hacen falta tus atenciones.<br />

SORANZO / ¡Vázquez!<br />

VÁZQUEZ / ¿Qué ordena el señor?<br />

SORANZO / Acércame ese jarro, el más grande. Salud, hermano Giovanni, brindo por<br />

ti. Tu turno es el próximo, soltero. Y ahora brindaré por la felicidad de tu hermana y<br />

también por la mía.<br />

GIOVANNI / No puedo beber.<br />

SORANZO / ¿Cómo así?<br />

GIOVANNI / Me haría daño.<br />

ANABELLA / Por favor, no insistas, si no quiere.<br />

SE OYE UNA MUSICA FESTIVA DE CUERDAS.<br />

23


SORANZO / ¿Qué es eso? ¿De dónde sale esa música?<br />

VÁZQUEZ / Ah, señor, había olvidado decírselo; algunas doncellas de Parma, en honor<br />

de las bodas de la señora Anabella, harán presente su júbilo mediante una mascarada,<br />

por lo cual te piden humildemente paciencia y silencio.<br />

SORANZO / Muy agradecidos les estamos, cuanto más que su homenaje es inesperado;<br />

hazlas pasar. ¿De quién fue la idea de animar de esta manera el acto que me convertirá<br />

en el hombre más feliz de la tierra? ¿Tuya, Vázquez?<br />

VÁZQUEZ / No, señor. De una mujer que ha decidido alegrarse con tu alegría,<br />

regocijarse en tu regocijo y estar a tu lado el día de tu boda para brindar por tu felicidad.<br />

SORANZO / ¿Ah, sí? ¿A quién te refieres?<br />

ENTRA HIPÓLITA, AUNQUE CUBIERTA CON UN VELO, SE NOTA<br />

LUJOSAMENTE VESTIDA.<br />

HIPÓLITA / A mí, señor.<br />

SORANZO / ¿Ah sí? ¿Y quién eres? Descúbrete el rostro y muéstrate, que si es tan<br />

bello como lo son tus actos, creo que dudaré de haberme casado. (Ríe)<br />

HIPÓLITA SE DESCUBRE EL ROSTRO.<br />

SORANZO / ¡Hipólita!<br />

HIPÓLITA / No te sorprendas, Soranzo. Y tú, la bella joven desposada, no te ruborices,<br />

pues no vengo a apoderarme del novio. No es este el momento de confirmar lo que en<br />

Parma desde hace mucho se rumorea de nosotros dos. Que sigan las habladurías, pues el<br />

aliento que las hace volar, al final reventará como una pompa de jabón. Dame tu mano,<br />

dulce criatura. Tal vez se pueda pensar que yo vengo reclamar una parte de Soranzo,<br />

quien ahora es tu señor. Lo que yo tenga derecho a hacer, en su alma él lo sabe mejor<br />

que nadie. Pero, obligada a tu noble dignidad, dulce Anabella, e interesada en tu<br />

felicidad, toma, Soranzo, toma de mí esta mano. Así, unir una vez más lo que la Santa<br />

Iglesia ha permitido y consumado. ¿He procedido bien?<br />

SORANZO / Nos dejas en gran deuda contigo.<br />

HIPÓLITA / Y hay algo más. Para que conozcas mi muy sincera caridad, ahora mismo<br />

renuncio a todo interés que hubiera podido reclamar, y así, Soranzo, te devuelvo tus<br />

juramentos. Lo que he dicho voy a confirmarlo con un brindis que haré por ti, Soranzo.<br />

24


¡Acércame esa copa! (A ANABELLA) Linda criatura. . . no habiendo nacido belleza<br />

semejante a la tuya, eres el mejor bien que hombre alguno merezca. . . quiera el cielo<br />

que tu semblante mantenga su virginal belleza y su transparencia que más parece<br />

producto de una divina aparición y no de un ser terreno y mortal. . . (A SORANZO)<br />

Soranzo, sólo me resta felicitarlos y desearles, si vale, obtengan de Dios la felicidad que<br />

merece un ángel que escapara de su rebaño y se regocijara con tu presencia. (A<br />

ANABELLA) Más que uno, tu semblante refleja la dulzura de una virgen iluminada, en<br />

cuyo vientre se adivina la existencia del fruto de un amor que sólo una criatura tan<br />

delicada puede. . Concebir. . . (Pausa).<br />

SORANZO / Gracias, Hipólita. . . y para hacer honor a tu brindis, Anabella y yo<br />

terminaremos lo que la Santa Iglesia ha comenzado. Dios ha bendecido nuestra unión.<br />

Queden ahora ustedes con él.<br />

EXTIENDE LA MANO PARA QUE LA TOME ANABELLA, ELLA, COHIBIDA,<br />

LO HACE. SALEN.<br />

HIPÓLITA / La dulce Anabella está embarazada, Fray Buenaventura.<br />

FRAILE / De felicidad, señora. ¿Hay alguna razón para lo usted lo diga?<br />

HIPÓLITA / La única que puede existir para que esconda su felicidad el día de su boda.<br />

Su vientre le roba el rubor a sus mejillas. ¿No está embarazada quien en lugar de luz en<br />

su cara muestra una sombría máscara de dolor?<br />

FRAILE / Es una mujer casada. El matrimonio la salva del pecado y la redime de su<br />

culpa.<br />

HIPÓLITA / Y a Soranzo, ¿quien lo salva?<br />

FRAILE / Ambos son jóvenes y se aman. ¿Qué importa que hayan precipitado lo que<br />

sus cuerpos deseaban, si su matrimonio lavaría su pecado y su amor envolvería de<br />

gracia una unión que no le es prohibida a ningún ser viviente. Cuentan con la gracia de<br />

Dios, que todo lo ve y todo lo redime.<br />

HIPÓLITA / En cuestiones de la carne, Dios es débil.<br />

FRAILE / Dios salva cuando tiene que salvar. Fíjate en Anabella. (SATISFECHO) Sí,<br />

es cierto que en su vientre lleva un hijo, su semblante refleja la duda de algo que no es<br />

sino la felicidad que siente al estar casada con el hombre que ama. Así lo dispuso Dios,<br />

confía en él, bella Hipólita.<br />

25


SALE.<br />

HIPÓLITA / Confía en él, bella Hipólita… Y confía también en lo que eres capaz de<br />

hacer cuando sientes tu amor traicionado y honor humillado por el hombre que te dejó<br />

abandonada.<br />

ENTRA VÁZQUEZ.<br />

VÁZQUEZ / Ya todo está dispuesto. SORANZO está en su habitación con Anabella.<br />

Poco tardará en pedir el licor que en- dulce su boca, amarga de besos, agria por el placer<br />

de una primera noche de amor.<br />

HIPÓLITA / Déjalo Vázquez, no es SORANZO quien me interesa ahora, es su amor<br />

es la seguridad que me produciría saber que es a mí a quien ama y no a esa necia. No es<br />

un hombre lo que necesito, es el saberme deseada por el que me haría feliz.<br />

VÁZQUEZ / Yo te deseo, Hipólita.<br />

HIPÓLITA / Bestia inmunda, bastardo, engendro de Satanás. ¿Qué pretendes?<br />

VÁZQUEZ / Que te olvides de Soranzo.<br />

HIPÓLITA / Para fijarme en ti, infeliz. Tu joroba y tu ausencia de gracia te hacen<br />

aborrecible. ¿Cómo pensaste que podría ser cierto que cumpliría mi promesa de<br />

entregarme a ti, cuando sabías que lo que nos unía era Soranzo, frente a quien no eres ni<br />

el escupitajo que suelta cuando se levanta.<br />

VÁZQUEZ / ¡Hipólita!<br />

HIPÓLITA / Aléjate de mi vista, rata asquerosa y no intentes rozarme Con esas manos<br />

mugrientas. . . Vete al lado de tu amo, vil sirviente, y cámbiale las sábanas, revuélcate<br />

en ellas, sacia tus deseos con los despojos del único hombre que vive en esta casa.<br />

Sólo debes aspirar a acostarte sobre sábanas manchadas por otro. . . regocíjate que sean<br />

las de Soranzo, al menos él es un hombre completo.<br />

VÁZQUEZ / ¡Cállate, Hipólita!<br />

HIPÓLITA / ¿Cómo pudiste creer que era cierto que me entregaría a ti? ¿Cómo tuviste<br />

la osadía en pretender competir con un hombre verdadero? Y lo sabes muy bien, sabes<br />

cuán hombre es, porque tú también lo amas Vázquez. . . Dime que no es cierto.<br />

Dime si no es razonable el amor que siento por él, porque tú también lo sientes, porque<br />

tú también lo deseas y lo único que buscabas era alejarme de él, aunque sea<br />

pretendiendo que me entregaría a ti, bestia inmunda, iluso, infeliz, renacuajo. Vete a su<br />

26


lecho y pídele permiso a Anabella para que te deje acostarte con ellos y puedas cuando<br />

ella se duerma, acariciar las miasmas de ese maldito amor que los mantiene unidos,<br />

estrechados el uno contra el otro.<br />

VÁZQUEZ / ¡Cállate!<br />

HIPÓLITA / Que los mantiene disfrutando de un amor que te tortura al igual que a mí,<br />

porque tú también, como yo, quisieras estar en la piel de Anabella. . . Dilo, grítalo, así<br />

como lo grito yo.<br />

VÁZQUEZ / ¡Cállate! (Saca una daga y se abalanza sobre ella. Se la hunde en el<br />

vientre).<br />

HIPÓLITA / ¡Ayyy!. . . ingrata justicia que pone en manos de este miserable la daga<br />

que ha de frenar tus acciones.<br />

VÁZQUEZ LE CLAVA DE NUEVO LA DAGA.<br />

VAZQUES / ¡Muere, traidora!<br />

HIPÓLITA / Ayyyy. . . siento que se escapa de mí el calor que tenía guardado para<br />

compartir contigo, SORANZO. . . Hiere, Vázquez. . . hiere para sentir entre mis manos<br />

cómo brota el líquido caliente que tenía guardado para que lo bebiese ese traidor<br />

llamado SORANZO. . . Hiere, Vázquez, y acaba con mi vida, para que la condene el<br />

infierno, ya que no pudo salvarse en el divino paraíso de los brazos de Soranzo. Así,<br />

sangre, fluye y hazme sentir mujer, fluye sangre y conviértete en el líquido divino que<br />

no recibiré ya de Soranzo. . . Ayyy. . . siento un calor que supera al fuego del infierno.<br />

VÁZQUEZ / Donde dormirás de hoy en adelante.<br />

HIPÓLITA / Ya viví lo suficiente en él, con el tormento de saberme despreciada por el<br />

hombre que amo. . . Ayyy, qué crueles son estas llamas. . . Recibe ahora, maldito, mi<br />

maldición. Que tu lecho de bodas resulte un potro de tormento para tu corazón, que arda<br />

tu sangre y se apodere de ti la venganza. . . Ayyy. . . mi corazón no puede soportar esta<br />

llamarada. . . que vivas para ser padre de bastardos, que del vientre de tu mujer salgan<br />

monstruos y que sean odiados y despreciados.<br />

que el lecho donde ahora te revuelcas se convierta en lecho de muerte para que sientas<br />

en tu carne el dolor que siento ahora en mi corazón.<br />

MUERE.<br />

27


VÁZQUEZ / Maldita mujer, vientre venenoso que impones tu capricho al curso normal<br />

de la vida. . . muere de nuevo, si es que no te bastaron dos certeros golpes. (Le clava de<br />

nuevo la daga). Mil muertes no te serán suficientes para que dirijas tus pasos al infierno<br />

y te regocijes con todas las que son iguales a ti. Adiós, Hipólita.<br />

no hay quien te supere en la traición. . . vamos. . . (La arrastra) Ven conmigo. Tu<br />

presencia ensucia nuestra casa.<br />

SALEN.<br />

FRAILE / (Entra) Oh día lleno de extraños acontecimientos. . . lo sucedido me causa<br />

espanto. Pocas veces resulta bueno el matrimonio cuando la misma noche de su<br />

celebración se cubre con sangre. . . oh, negros presentimientos. . . Dios cobíjame en tu<br />

seno si me crees merecedor a ello, si no, condéname, pues no habrá condena mayor que<br />

la que ahora padezco. Envíame al infierno, padre mío, recházame de tu lado, evita que<br />

siga ultrajando la fe que tengo en ti. . . Qué mala noche, padre. . . Qué dolor me causa<br />

seguir viviendo y no tener otra salida que lamentarme en mi propia angustia y en mi<br />

propio y desmedido amor.<br />

ESCENA IV<br />

EL MISMO AMBIENTE ANTERIOR. APOSENTO Y SALA DE SORANZO.<br />

BAJA SORANZO CON LAS ROPAS DESPRENDIDAS, ARRASTRANDO A<br />

ANABELLA. AMBOS VISTEN CAMISONES DE DORMIR<br />

SORANZO / ¡Ven, ramera, grandísinia puta! Si cada gota de sangre que corre por tus<br />

adúlteras venas fuera una vida, esta espada ¿la ves? de un solo tajo acabaría con todas.<br />

Prostituta, prostituta sin igual, que con rostro descarado defiendes tu pecado, ¿no había<br />

en Parma otro hombre que yo para arrastrar con tu astucia putañera? ¿Es necesario que<br />

tu ardiente picazón, que tu febril lujuria, este colmo que es tu libertinaje, sea alimentado<br />

hasta el exceso? ¿Y sólo yo podía ser elegido para tapar tus secretos deslices, las<br />

andanzas de tu vientre? ¿Y tendré que ser yo el buen papá de toda esa porquería que<br />

llevas embutida en tu vientre corrompido, en ese recipiente para guardar bastardos?<br />

¿Qué me dices? ¿Voy a serlo yo?<br />

28


ANABELLA / ¡Monstruo bestial! Sí, ese es tu destino. Yo no anduve en pos de ti con<br />

ruegos; pero me habría bastado saber que su tan ardorosa señoría se pondría furioso ante<br />

una negativa, si me hubieras dado tiempo, te habría hecho saber cuál era mi situación.<br />

SORANZO / ¡Puta entre las putas! ¿Te atreves a venirme con esto?<br />

ANABELLA / ¿A qué viene todo esto, cuando es superfluo? Sí, confieso que lo estoy.<br />

S0RANZ0 / Dime de quién.<br />

ANABELLA / Más despacio, señor mío, que eso no formaba parte del trato. Sin<br />

embargo, para darle un bocado a tu ávido estómago, me avengo a hacerte- lo saber. El<br />

hombre, más que hombre, que engendró este varón —porque de varón se trata— éste,<br />

que para gloria suya, señor, será su heredero.<br />

SORANZO / ¡Condenado monstruo!<br />

ANABELLA / Bueno, si no me escuchas, no digo ni una sola palabra más.<br />

SORANZO / Habla, sí, habla, di tus últimas palabras.<br />

ANABELLA / ¡Trato hecho! Esa noble criatura era en cada uno de sus rasgos tan<br />

semejante a un ángel, tan glorioso, que una mujer que sólo hubiera sido humana, como<br />

yo lo era, se hubiera arrodillado ante él para mendigar su amor. Y tú, pero si tú no eres<br />

digno de decir su nombre ni una sola vez sin verdadera reverencia, o más todavía, sin<br />

arrodillarte para oír a quien pronuncie su nombre.<br />

SORANZO / ¿Cómo se llamaba?<br />

ANABELLA / Todavía no hemos llegado a ese punto. Bástate con saber que tendrás la<br />

gloria de servir de padre a quien tan noble padre engendró. En suma, que si no se<br />

hubiera presentado este contratiempo, jamás se me habría pasado por la cabeza<br />

considerar tu existencia.<br />

SORANZO / Quiero saber su nombre.<br />

ANABELLA / ¡Ay, ay! ¡Eso es todo! ¿Me creerías?<br />

S0RANZO / ¿Qué?<br />

ANABELLA / Nunca lo sabrás.<br />

SORANZO / ¡Cómo dices!<br />

ANABELLA / Que nunca lo sabrás; maldita sea si llegas a saberlo.<br />

SORANZO / ¡Que no voy a saberlo, descarada! Te voy a partir el corazón para<br />

encontrarlo allí.<br />

ANABELLA / ¡Hazlo, hazlo!<br />

SORANZO / Y con mis dientes desgarraré al monstruoso libertino, de parte a parte.<br />

ANABELLA / ¡Ja, ja, ja! ¡Qué alegre está mi señor!<br />

29


SORANZO / ¿Conque te ríes? Ven aquí, puta, dime el nombre de tu amante o te juro<br />

que te dejo la carne en picadillo. ¿De quién se trata?<br />

ANABELLA / (CANTA) Che morte piú dolce che morire per amore?<br />

SORANZO / Así te tiraré de los pelos y así arrastraré tu cuerpo leproso de lujuria por el<br />

polvo. Dime su nombre.<br />

ANABELLA / (CANTA) Morendo in Gratia Dei, morirei senza dolore.<br />

SORANZO / ¿Esperas triunfar? Todos los tesoros de la tierra ¡lo bastarían para<br />

redimirte y si vinieran reyes a postrarse ante mí, para rogar por tu vida, o si ángeles<br />

bajaran a suplicar con lágrimas, no conseguirían imponerse a mi ira. ¿No tiemblas<br />

todavía?<br />

ANABELLA / ¿Ante qué? ¿Ante la muerte? No. Procura ser un eficaz verdugo. Te he<br />

hecho frente hasta lo último. Ahora, clávame tu espada, clávala certeramente. Dejo<br />

detrás de mí la venganza y vas a sentirla.<br />

SORANZO / Pero dime antes de morir, y dime la verdad, ¿está tu anciano padre<br />

enterado de todo esto?<br />

ANABELLA / No, te lo juro.<br />

SORANZO / ¿Confesarás su nombre y yo te perdono la vida?<br />

ANABELLA / ¡Mi vida! Tan alto precio no he de pagar por ella.<br />

SORANZO / No retardaré mi venganza.<br />

ENTRA VÁZQUEZ.<br />

VAZQUEZ / ¿Qué te propones, señor mío?<br />

SORANZO / No intervengas, Vázquez: esta condenada ramera no merece ninguna<br />

piedad.<br />

VAZQUEZ / ¡No lo permitan los dioses! ¿Quieres ser su verdugo, en tu cólera<br />

ejecutarla? Ay, qué poco varonil sería actuar así. Ella es tu esposa: las faltas que<br />

cometiera antes de casarse contigo no fueron dirigidas contra ti. ¿Qué ha hecho la<br />

desdichada sino lo que cualquier dama de Italia haría, puesta en situación análoga?<br />

Señor mío: deja que te gobierne la razón, no tu furia, pues en el segundo caso serías<br />

inhumano y brutal.<br />

SORANZ0 / No la dejaré con vida.<br />

ANABELLA / Qué va, no ruegues por mí. No le atribuyo ningún valor a mi vida y lo<br />

mejor que puede hacer ahora SORANZO es acabar con ella.<br />

30


SORANZO / ¿Oyes, Vázquez, lo que dice?<br />

VÁZQUEZ / Sí, y por ello la alabo. Así evidencia la nobleza de su espíritu valiente.<br />

Señor, si alguna vez mis servicios te sirvieron para algo y mis consejos te fueron útiles,<br />

te pido ahora que no seas tan violento en tus arrebatos.<br />

SORANZO / ¡Ay, Vázquez, Vázquez, en este pedazo de carne, en este infiel rostro de<br />

ella había puesto yo el tesoro de mi corazón! Si hubieras sido virtuosa, hermosa y<br />

pérfida mujer, ni las incomparables alegrías de la vida misma me habrían hecho desear<br />

vivir con santa alguna, excepto contigo. ¡Engañosa criatura que has burlado mis<br />

esperanzas y que en la vergüenza de tu vientre lascivo me has enterrado vivo! Yo te<br />

amaba de todo corazón.<br />

VÁZQUEZ / (Aparte) Así va bien. Sigue por este camino poniendo un poco de pasión.<br />

S0RANZO / ¿Y aún así no te importó abusar de mí? Ay, Anabella, ten la seguridad que<br />

haya sido quien fuera el villano que te tentó para llevarte a tan mal fin, por mucho que<br />

él haya gozado, nunca pudo amarte como yo. Ese hombre gozó con la imagen<br />

desplegada en tu rostro para placer de su vista caprichosa; pero no de esa parte que yo<br />

amaba, la cual era tu corazón, y según creía, tus virtudes.<br />

VÁZQUEZ / El desconsuelo se apodera de mí y ya comienzo a llorar, tanta pena me<br />

causan sus infortunios. Ay, señora, yo sabía que cuando su cólera se apagara<br />

llegaríamos a esto.<br />

S0RANZ0 / Levántate, no debes estar de rodillas. Vete a tu aposento y pon cuidado de<br />

no mostrarte nerviosa. En seguida estaré contigo. La razón me dice ahora que es tan<br />

frecuente errar por debilidad como ser mujer. Vete a tu aposento.<br />

SALE ANABELLA.<br />

SORANZO / Pesa sobre mi un infierno; toda mi sangre está encendida por el afán de<br />

vengarme.<br />

VÁZQUEZ / Tal vez puedas vengarte, ¿pero sabes cómo o de quién? Por desgracia,<br />

Casarse con una mujer preñada por adelantado es cosa habitual en los tiempos que<br />

corren, pero saber cuál ha sido el hurón que anduvo por la conejera, eso exige astucia.<br />

SORANZO / Haré que me lo confiese o.<br />

VAZQUEZ / ¿0 qué? No debes actuar así. Permíteme que aplaque tu afán por algún<br />

tiempo todavía; ve ahora a su lado, háblale suavemente, si es posible, hazla llorar<br />

arrepentida. Por lo que hace a los demás, si todo anda bien, no dejaré de dar en el<br />

31


lanco. Por favor, señor, ve a hacerle compañía; las próximas noticias que te traiga te<br />

dejarán estupefacto.<br />

SIORANZO / Demorar la venganza permite golpear más fuerte.<br />

SALE.<br />

VAZQUEZ / Y bien, manos a la obra. Ya me venía sospechando desde hace rato que<br />

algo andaba mal.<br />

ENTRA PUTANA.<br />

¡Cómo! ¿Está llorando la anciana señora? Ay, ay, no puedo culparte por ello, ya que<br />

tenemos un señor, que el cielo nos asista, tan frenético como el mismo demonio, para su<br />

mayor bochorno.<br />

PUTANA / ¡Ay Vázquez, que haya nacido para ver este día! ¿También a ti te trata así a<br />

veces?<br />

VÁZQUEZ / ¿A mí? Vamos, que a mí suele tratarme como un perro. Pero si alguien<br />

pensara como yo, sé qué es lo que haríamos. Tan seguro como de mi sinceridad estoy<br />

que llegará a darle muerte a mi señora con su dureza. ¿Acaso el hecho de que esté<br />

embarazada le da derecho a culpar a una muchacha de sus pocos años?<br />

PUTANA / Ay, buen hombre, que contra ella está, lleno de encono.<br />

VÁZQUEZ / Por mi parte, me atrevo a jurarte que toda su furia se debe a que ella no<br />

quiere confesarle de quién es el niño que lleva en su vientre, cosa que sin duda llegará a<br />

saber, y no bien lo sepa, te lo aseguro yo que conozco al dedillo su temperamento, se<br />

olvidará del asunto por completo. La verdad es que desearía que le contara todo, lisa y<br />

llanamente, pues ese es el procedimiento que conviene seguir.<br />

PUTANA / ¿En verdad que eso piensas?<br />

VÁZQUEZ / Bah, no es que lo piense: lo sé. Siempre que él no consiga arrancárselo a<br />

la fuerza. Hace un rato decía que tú podías informarlo y se proponía arrancarte la<br />

historia, pero conseguí calmarlo un poco. . . aunque no me cabe duda de que es mucho<br />

lo que tú sabes.<br />

PUTANA / ¡El cielo tenga piedad de todos nosotros! Un poquito si sé, Vázquez.<br />

32


VÁZQUEZ / ¿Y cómo no habrías de saberlo? ¿Quién, si no tú, podrías estar al tanto? A<br />

fe que ella te quiere entrañablemente y que tú no la traicionarías por todo el oro del<br />

mundo.<br />

PUTANA / Ni por todo el oro del mundo. Te lo juro, Vázquez.<br />

VÁZQUEZ / Sería una gran pena si no fuera así, pero en este caso deberías, por una<br />

parte, aliviar su actual infortunio, y por otra, apaciguar a mi señor, aparte de que te<br />

ganarías su eterna gratitud y tal vez, hasta una promoción de rango te sería asignada.<br />

PUTANA / ¿En verdad que así lo crees, Vázquez?<br />

VÁZQUEZ / No se trata de creerlo. De ello estoy seguro. Por supuesto que tuvo que ser<br />

un amigo muy próximo y cabal.<br />

PUTANA / En verdad que fue un amigo muy querido, pero. . .<br />

VÁZQUEZ / ¿Pero qué? No temas decir su nombre: mi vida se interpone entre ti y el<br />

peligro. A fe que no creo que fuera un individuo ruin.<br />

PUTANA / ¿Serás tú mi escudo ante cualquier peligro?<br />

VÁZQUEZ / Por Dios te lo juro, ¿qué más?<br />

PUTANA / Ni siquiera pasaba de ser su propio hermano.<br />

VÁZQUEZ / ¡Su hermano Giovanni! ¡Mira que me fío de lo que dices!<br />

PUTANA / El mismo, Vázquez; caballero tan cumplido como el que más. Ah, ¡cuánto<br />

se aman! Se aman para siempre...<br />

VÁZQUEZ / Un cumplido caballero ciertamente; y bien, le alabo su elección. ¡Mejor<br />

que mejor! ¿Estás segura de que fue él?<br />

PUTANA / Segurísima. Ya verás que no tarda mucho en venir hacia ella.<br />

VÁZQUEZ / Sería inexcusable que así no lo hiciera, pero ¿puedo dar fe a tus palabras?<br />

PUTANA / ¿Que si puedes dar fe de mis palabras? Pero, ¿te piensas que soy turca o<br />

judía? No, Vázquez, demasiado tiempo hace que estoy enterada de sus tratos para venir<br />

ahora a calumniarlos.<br />

VÁZQUEZ / ¿Conque esas tenemos, vieja puta? Razón tiene quien pregona que el vicio<br />

se aprende, se nazca donde se nazca, de acuerdo a las personas con quien se vive.<br />

¡Excelentes lecciones impartiste a Anabella! ¿Qué otra cosa habría de aprender viviendo<br />

en la misma casa que tú, vieja bruja condenada? (Saca la daga) Despídete de tus ojos,<br />

alcahueta, despídete cuanto antes, pues ellos no verán jamás otra luz que no sea ésta que<br />

nos envuelve en estos momentos.<br />

33


LE SACA LOS OJOS A LA VEZ QUE COMIENZAN A CERRARSE LAS<br />

PAREDES LATERALES HASTA QUEDAR COMPLETAMENTE OCULTOS. SE<br />

SIGUEN OYENDO LOS GRITOS DE PUTANA. HAY QUE DAR LA IMPRESIÓN<br />

QUE PUTANA QUEDA EMPAREDADA POR VÁZQUEZ.<br />

VAZQUEZ / Me haré cargo de tus viejas encías, vieja puta panzona. Con esa nariz olías<br />

la sangre que vertía tu pupila cuando la llevaron al lecho la primera vez, así dejarás de<br />

oler, vieja asquerosa, ese olor nauseabundo que te hacía feliz. Estas orejas te servían<br />

para oír los suspiros que venían de la alcoba, vieja cabrona. Ahora los dejarás de<br />

escuchar. Estos ojos no volverán a ver el placer. . . y estas manos no volverán a tocar de<br />

nuevo el dinero que tan feliz te hacía. . .<br />

(Toda esta mutilación será acompañada de gritos de PUTANA. La acción transcurre<br />

detrás de las paredes que los cubren)<br />

VAZQUEZ / ¡Su propio hermano! ¡Qué horror! ¡A qué altura en la Licencia para la<br />

condenación ha arrastrado el demonio a nuestra época! ¡Su propio hermano! Y bien,<br />

esto sólo es el comienzo: debo ir a ver a mi señor para orientarle mejor en su venganza.<br />

Ahora veo cómo un suave rostro va más allá de un suave rostro. Pero, silencio. . .<br />

¿quién viene ahí?<br />

ESCENA V<br />

CELDA-CALABOZO DEL CLAUSTRO<br />

TANTO LA LUZ COMO LAS TELAS SUPERPUESTAS DEBEN CREAR UNA<br />

ATMOSFERA DE UNA EXTRAÑA Y MÁGICA BELLEZA.<br />

SE ENCUENTRAANABELLA ARRODILLADA.<br />

ANÁBELLA / ¡Adiós placeres, y adiós también a todos ustedes pródigos minutos, en<br />

los que falsas alegrías tejieron una triste vida! Y tú, tiempo precioso, que velozmente<br />

das la vuelta al mundo para poner término a la carrera de mi destino final, detén aquí tu<br />

impaciente curso y transmite a épocas que aún no han nacido la tragedia de una<br />

34


infortunada mujer, llena de aflicciones. Oh, Giovanni, que has tenido los despojos de tus<br />

propias virtudes y de mi buena fama, cuánto mejor habría sido que hubieras estado<br />

menos sometido a esas estrellas que por desdicha reinaban a la hora de mi nacimiento.<br />

¡Ah, si el castigo merecido por mi negro crimen pudiera venir de ti, para que yo sola<br />

pudiera sentir el tormento de una llama sin control!<br />

ESCENA VI<br />

EN OTRO LUGAR DEL ESCENARIO SE ENCUENTRA GIOVANNI,<br />

TAMBIEN ENVUELTO EN LA MISMAS ATMOSFERA DE HERMANA<br />

ANABELLA.<br />

GIOVANNI / Para mí, Anabella sigues siendo la única mujer y cada beso que me das<br />

resulta tan dulce y delicioso como el primero que te arrebaté, cuando el privilegio de la<br />

juventud te concedía el título de virgen. Sueñan con otros mundos los adeptos de la<br />

filosofía, que mientras tanto para mí el mundo y toda la dicha están aquí y no cambiaría<br />

lo que tengo por lo mejor de lo que vendrá.<br />

ENTRA EL FRAILE.<br />

Llegas padre, muy a punto, mientras celebro mis callados placeres, y es momento muy<br />

oportuno para hacerte saber que ese infierno del que tan a menudo me has hablado sólo<br />

constituye un espantajo concebido por el espíritu servil y supersticioso. Y también<br />

podría demostrártelo.<br />

FRAILE / No hace falta, Giovanni. Ese poder al que deseas plegarte por capricho es<br />

débil ante las fuerzas terribles y poderosas del Castigo.<br />

GIOVANNI / ¿De cuál castigo me hablas? ¿Del que imparte ese Dios que representas?<br />

Sólo reconozco uno, convertido en cuerpo celestial y preñado por la razón de mi<br />

existencia.<br />

FRAILE / Calla, Giovanni. No prolongues más tu martirio.<br />

GIOVANNI / A él, si es cierto que lo es, me someto en vida. Guardaré para mi muerte<br />

el castigo que estoy seguro de no merecer.<br />

ENTRA VÁZQUEZ.<br />

35


VÁZQUEZ / Te buscaba, Giovanni. Y también a usted Fray Buenaventura.<br />

CIOVANNI / ¿Qué quieres, Vázquez?<br />

VÁZQUEZ / Como mi señor, conforme a su costumbre de todos los años, celebra en<br />

este día una fiesta en honor de su cumpleaños, por mi intermedio te invita a concurrir.<br />

Tu digno padre, con el reverendísimo nuncio pontificio y otras personalidades de<br />

Parma, ya han prometido su asistencia. ¿Tienes a bien participar de la concurrencia?<br />

GIOVANNI / Sí, hazle saber que me atreveré a ir.<br />

VÁZQUEZ / ¿Atreveré a ir?”<br />

GIOVANNI / Es lo que dije; y dile más todavía; que iré.<br />

VÁZQUEZ / Estas palabras me resultan extrañas. ¿No faltarás?<br />

GIOVANNI / ¿Todavía insistes? Sí, iré.<br />

VÁZQUEZ / Así se lo haré saber. Mis respetos, señor.<br />

VAZQUEZ SALE.<br />

FRAILE / Confío en que no irás.<br />

GIOVANNI / ¿Que no iré? ¿Y por qué?<br />

FRAILE / Esa fiesta, apuesto mi vida, sólo es una maquinación para arrastrarte a la<br />

ruina. Sosiégate: no debes ir.<br />

GIOVANNI / Aunque la misma muerte estuviera esperándome amenazadora con sus<br />

ejércitos de plagas devastadoras, con una muchedumbre de peligros tan ardientes como<br />

estrellas llameantes, allí iría. ¿Que no he de ir? Sí, iré, y decidido a asestar golpes tan<br />

fuertes en la contienda como todos ellos juntos.<br />

FRAILE / Ve a donde quieras. Observo que tu feroz destino toca a su fin, a un muy mal<br />

fin que da escalofríos. No me quedaré para enterarme de tu caída; me apresuro a volver<br />

a Bolonia para apartarme de este golpe que ya viene. Adiós te digo, Parma: cuánto<br />

habría deseado no conocerte nunca ni saber de los tuyos. Y bien, muchacho, te dejo<br />

abandonado a la desesperación.<br />

SALE.<br />

GIOVANNI / La desesperación o la tortura de mil infiernos, lo mismo me da. Si han de<br />

voltearme como a corpulento roble, en mi caída majestuosa algunos arbustos quedarán<br />

reducidos a astillas: conmigo morirán todos ellos.<br />

36


SALE.<br />

ESCENA VII<br />

LUZ EN EL PLANO DE LA CASA DE SORANZO. ENTRAN SORANZ0 Y<br />

VÁZQUEZ.<br />

SORANZO / ¿Vendrán, Vázquez, todos los invitados?<br />

VÁZQUEZ / Sí, señor. Y permíteme ahora que afile un poco tu decisión. Ya todo está<br />

dispuesto para esta gran empresa, excepto una gran presencia de ánimo en ti mismo.<br />

Evoca tus infortunios, la pérdida de tu honor, la sangre de Hipólita y fortalece tu coraje<br />

con el recuerdo de los agravios padecidos. De este modo enderezarás mejor esos<br />

entuertos con la venganza, que legítimamente te pertenece.<br />

SORÁNZO / Está bien; cuanto menos hablo, más ardo, y la sangre de mis enemigos<br />

apagará esa llama.<br />

VÁZQUEZ / Ahora empiezas a hacerte italiano. Algo más: cuando nuestro joven<br />

aficionado al incesto llegue, vendrá ávido de su bocado de siempre. Debes dejarle el<br />

tiempo necesario, cederle generosamente tus aposentos y tu mismo lecho, en otras<br />

palabras, que nuestra fogosa presa cuente con ciertas ventajas antes de que se inicie la<br />

cacería para darle muerte, a fin de que, en lo posible, parta a los infiernos en el acto<br />

mismo de su condenación.<br />

ENTRA GIOVANNI. SUBE AL NIVEL DE ANABELLA.<br />

ESCENA VIII<br />

CASA DE SORANZO. APOSENTO NUPCIAL.<br />

SE ENCUENTRAN ANABELLA Y GIOVANNI.<br />

GIOVANNI / ¿Qué te pasa? ¿A qué se debe ese cambio tan repentino? ¿Acaso tu actual<br />

señor, tan desenvuelto, ha encontrado_- una nueva treta para los juegos nocturnos, algo<br />

fuera de lo que podríamos saber en nuestra ingenuidad? ¡Aja! ¿Conque así es la cosa?<br />

¿O te ha venido el capricho de traicionar tus anteriores promesas y juramentos?<br />

37


ANABELLA / Hermano mío, querido hermano, comprende lo que he sido y comprende<br />

también que ahora sólo se extiende el lapso de una cena entre nosotros y nuestra ruina;<br />

no malgastemos estos preciosos momentos en vanas palabras, completamente inútiles.<br />

Ay, estos vistosos adornos me han sido impuestos con algún fin. No te engañes<br />

hermano, este banquete es un portavoz de la muerte para nosotros dos. Acéptalo y<br />

prepárate para recibirla.<br />

GIOVANNI / Muy bien. .. Los escolásticos enseñan que toda esta esfera de la tierra<br />

quedará reducida a cenizas en un minuto, tiempo durante el cual pereceremos todos los<br />

que en ella habitamos. Así, hermana, de una manera u otra, la muerte nos espera. No es<br />

a la vida a la que debemos aferrarnos, es a nuestro amor.<br />

ANABELLA / Amor que nos ha llevado al borde de ofender al cielo.<br />

GIOVANNI / No, Anabella, por encima de él estamos nosotros dos, tú y yo. Ahora más<br />

solos que nunca y más unidos para bien de nuestra felicidad. No te equivoques,<br />

Anabella, ni te dejes convencer por quienes no comprenden lo que yo siento por ti y lo<br />

que tú sientes por mí.<br />

ANABELLA / ¿De qué nos sirve amarnos de este modo, Giovanni, si pronto dejaremos<br />

de existir?. . . Ay, Giovanni, Giovanni mío. Si tan sólo hubiéramos reparado a dónde<br />

nos conduciría el habernos hablado aquel nefasto día en el que yo, inconsciente del<br />

amor que sentía por ti, te veía torturado y hundido en tu tristeza.<br />

GIOVANNI / Levanta la vista: ¿qué ves en mi rostro?<br />

ANABELLA / Perplejidad y un semblante preocupado,<br />

GIOVANNI / Muerte y un ánimo que veloz monta en cólera. Pero sigue, ¿qué ves en<br />

mis ojos?<br />

ANABELLA / Me parece que lloras.<br />

GIOVANNI / Sí, es verdad que lloro. Estas son las lágrimas fúnebres que dejo caer<br />

sobre tu sepultura. Ellas surcaban mis mejillas cuando por vez primera amé y no sabía<br />

cómo declararme. Testigos sean los espíritus del aire y todas las demás cosas existentes<br />

que día y noche, a toda hora, el tributo que mi corazón rindió al sagrado amor de<br />

Anabella fueron estas lágrimas que ahora son sus deudos.<br />

ANABELLA / Giovanni...<br />

GIOVANNI / Básame; si alguna vez en el futuro se sabe de nuestros sentimientos<br />

íntimos, por más que las leyes de la moral y del derecho nos condenen justamente,<br />

bastará que se enteren de cuánto nos amamos para que el amor borre el rigor que hace<br />

aborrecibles otros incestos. Bésame, bésame una vez más y perdóname.<br />

38


ANABELLA / De todo corazón.<br />

GIOVANNI / ¡Adiós!<br />

ANABELLA / ¿Te marchas ya?<br />

GIOVANNI / Oscurécete, brillante sol y haz la noche en este mediodía. Que tus rayos<br />

de oro no contemplen una acción que entorpezca tu esplendor. Un beso más, hermana<br />

mía.<br />

ANABELLA / ¿Qué significa todo esto?<br />

GIOVANNI / Preservar tu honra y matarte con un beso. (Le da una puñalada). Muere,<br />

muere pues, y muere por mi mano. La venganza es mía y el honor se impone al amor.<br />

ANABELLÁ / Ay, hermano, ¿por tu propia mano?<br />

COMIENZAN A ABRIRSE LAS PAREDES DEL FONDO. SOBRE UNA TARIMA<br />

EN ÚLTIMO PLANO APARECE EL FRAILE QUE COMIENZA A VESTIRSE DE<br />

CARDENAL. DEL TECHO BAJA UNA ENORME Y PEDADA ARMADURA<br />

CARDENALICIA QUE CONTRASTA NOTALBEMENTE EN SU RIQUEZA Y<br />

ESPLENDOR CON LA SENCILLEZ Y RUDEZA DE LA SAYA ORIGINAL DEL<br />

FRAILE.<br />

ANABELLA / Perdónalo señor, así como te ruego que perdones mis pecados. ¡Adiós,<br />

hermano despiadado, adiós hermano cruel, desnaturalizado! ¡Piedad, oh, cielos!<br />

¡Piedad!<br />

MUERE.<br />

GIOVANNI / Muerta está, qué desdicha, mi buena amada. El triste fruto que en su<br />

vientre recibió de mí ha tenido cuna y sepulcro a través de mis acciones. ¡Cuán<br />

esplendorosa estás, bella Ana- bella, con tus heridas, triunfando así sobre la infamia y el<br />

odio. ¡No tiembles mano audaz! !Hazte más fuerte corazón, para que el coraje no me<br />

abandone en mi última y más gloriosa actuación!<br />

BAJA A UN NIVEL INFERIOR EN EL QUE SE ENCUENTRAN VÁZQUEZ Y<br />

SORANZO. QUEDA EN ESCENA Y HASTA EL FINAL EL CADÁVER DE<br />

ANABELLA COMPLETAMENTE DESNUDO. ENTRA SORANZO SEGUIDO POR<br />

VÁZQUEZ.<br />

39


SORANZO / ¿Qué significa esto?<br />

GIOVANNI / No te asombre, Soranzo. Si tu corazón timorato se sobrecoge de espanto<br />

ante este espectáculo trivial, ¿qué horror se habría apoderado de ti si me hubieras visto<br />

forzar su vida y su belleza?<br />

VÁZQUEZ / ¿Qué insólito acertijo es éste? GIOVANNI / ¿Por qué te estremeces,<br />

Vázquez?. . . La punta de este puñal se hundió en su fértil seno que muy pronto delató el<br />

feliz fruto de nuestros furtivos placeres y que la hicieron madre de un hijo que no nació.<br />

EL CARDENAL SUBE A LO MÁS ALTO.<br />

CARDENAL / ¡Villano incestuoso!<br />

SORANZO / ¿Qué has hecho con esa ramera?<br />

GIOVANNI / Lo mismo que hubieses hecho tú, Soranzo, si amándola como yo la<br />

amaba, la hubieses visto en brazos de otro.<br />

SORANZO / ¡Inhumana vergüenza de los hombres... ¿Esperas quedar con vida para<br />

contar tus crímenes?<br />

GIOVANNI / Sí, te aseguro que sí. . . La naturaleza me acercó a ella y ella, en su<br />

muerte, me acercará al sitio donde pueda pregonar este acto que es mi mayor gloria.<br />

CARDENAL / ¡Jamás hubiese imaginado semejante sacrilegio por parte de una criatura<br />

humana, flagelo de Satanás! ¡Hijo de Lucifer! ¡Las puertas del infierno están ya abiertas<br />

para tu condena eterna!<br />

GIOVANNI / Bienvenidas sean las llamas, bienvenida tu condenación. El placer que<br />

ella me causa sólo es comparable con la dicha que sentía al lado de la dulce Anabella.<br />

Aleja de mí tus bendiciones que ya he recibido al lado de mi hermana todas las que<br />

necesitaba para salvarme, y aunque mi espíritu vaya ahora al infierno, ya mi cuerpo<br />

estuvo junto a Dios.<br />

CARDENAL / ¡Cállate, pecador!<br />

GIOVANNI / Si pecado es disfrutar en cuerpo lo que el espíritu necesita, entonces si,<br />

tienes razón. Llámame pecador, llámame incestuoso, llámame cuanto quieras, que no<br />

hay inventada por el hombre, ni por ningún dios, palabra alguna que pueda igualarse al<br />

paraíso donde estuve. Así, condéname, hazlo, pues, al hacerlo, no haces otra cosa que<br />

provocar mi salvación.<br />

CARDENAL / Dios, perdónalo...<br />

40


GIOVANNI / ¡No! No necesito un perdón, si no tengo ya el amor de una criatura que, si<br />

Dios estuviese entre nosotros como dices, aún estaría en mis brazos. Así, si Dios me<br />

priva de su compañía, a él le entrego mi vida y a la muerte mi cuerpo. ¡Recíbelo, tierra!<br />

(Se clava la daga). Allá voy, Anabella.<br />

No avances tan rápido. . . deja que mis pasos alcancen los tuyos. . . ya no habrá infierno,<br />

ni paraíso para nosotros. Ya no habrá quien nos separe. . . espérame Anabella. . . allá<br />

voy para unirme a ti. . - ¡ay, qué rápidamente me voy desangrando! ¡Cuánto tiempo<br />

hace, muerte, que esperaba tu hospedaje! Te abro los brazos como los abro a tus<br />

heridas; ya llega mi último minuto. Vaya donde vaya, déjame gozar de una gracia: ver<br />

cuanto quiera el rostro de Anabella.<br />

(Muere).<br />

CARDENAL / ¡Semejante incesto no puede ser perdonado por la Santa Iglesia de Cristo<br />

resucitado! Acaba con tu vida y sin la bendición del mismo que te la dio. Lleven estos<br />

cadáveres desfigurados, denles sepultura; y todo el oro y las alhajas, y cuanto sea<br />

confiscable conforme al canon de la Iglesia, lo reclamamos en nombre del Papa. Pero la<br />

verdad es que nunca jamás, incesto y asesinato se encontraron tan insólitamente. De una<br />

muchacha tan joven, tan rica en los dones de la naturaleza, ¿quién no diría?:<br />

¡Lástima que sea una puta!<br />

FIN.<br />

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