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CRÓNICAS
TODO AL VUELO
JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ

© Universidad Industrial de Santander
Colección
Biblioteca Mínima Santandereana No. 9
Crónicas. Juan Cristobal Martínez
Dirección Cultural
Rector: Jaime Alberto Camacho Pico
Vicerrector Académico: Álvaro Gómez Torrado
Vicerrector Administrativo: Sergio Isnardo Muñoz
Editor
Dirección Cultural
Luis Álvaro Mejía A.
Impresión
División de Publicaciones - UIS
Primera Edición: junio de 2011
ISBN: 978-958-8504-69-8
Dirección Cultural UIS
Ciudad Universitaria Cra. 27 calle 9.
Tel. 6846730 - 6321349 Fax. 6321364
Página Web http://cultural.uis.edu.co
Correo electrónico: divcult@uis.edu.co
Bucaramanga, Colombia
Impreso en Colombia

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
(Girón 1896-Bucaramanga 1959)
Juancé hizo sus estudios de bachillerato en el
Colegio de San Pedro Claver de Bucaramanga,
y se graduó de abogado en la Universidad
Nacional en 1919.
Durante un tiempo desempeñó varios cargos
en el poder judicial; y fue también Diputado
a la Asamblea de Santander, y Senador de la
República. Su principal actividad intelectual
la dedicó al periodismo y a la literatura.
Trabajó como redactor en “El Diario
Nacional” y en “El Espectador”, y dirigió por
más de treinta años, en Compañía de Manuel
Serrano Blanco, su periódico “El Deber” en
Bucaramanga.

Publicó libros de Crónicas, titulados “Risas y
Muecas”, “Rodo al vuelo” y “Quince minutos
de intermedio”, con lo que adquirió gran
celebridad en el género. Editó dos novelas:
“El último pecado”, y “Margarita Ramírez
tuvo un hijo.”
Con ser hombre de muchas lecturas, y
curioso de todas las novedades literarias, no
perdió el sentido de la tierra. Vivió enamorado
de las tradiciones comarcanas, y su pluma
las evocaba con gracia y encanto. Por eso
dijimos alguna vez de él: Juancé prolonga
en nuestra tierra la línea de costumbristas
del “Mosaico”, que dieron a la literatura
Colombiana de mediados del siglo pasado,
páginas de exquisito colorido local en estilo de
limpia prosapia castellana, buidos de ingenio
y de inofensiva malicia… Con lo cual estamos
lejos de sugerir que la obra de Juancé tenga
sabor a rancio, o sea una mala imitación -ni
imitación de ninguna clase- de los cuadros
de costumbres de los prosistas sabaneros.
Juancé es un escritor originalísimo; tiene por
naturaleza un modo peculiar de enfocar los
acontecimientos y los personajes, y un talento
especial para captar el rasgo menudo de
mayor efecto o sugestión. Y todo, en un estilo
moderno, ágil, inquieto, pintoresco y sobrio.

No en vano han pasado sobre nuestras letras
muchos “ismos” dejando sus sedimentos de
flexibilidad, juventud y audacia.
Cortejó también a la poesía, escribió sonetos
de ingenuo romanticismo.

INDICE
YO TAMPOCO HE LEÍDO EL QUIJOTE 9
¡DE LAS ACADEMIAS, LÍBRANOS SEÑOR! 15
POR SUS RETRATOS LOS CONOCERÉIS 21
ESTO DE LA SERIEDAD 27
LO QUE PUEDEN LOS LIBROS 31
LA HORA PREDILECTA DE LOS LITERATOS 37
UN TOMO DE PLUTARCO 41
TARDE PERO LLEGA 43
PARA DEFENDER LOS LUGARES
HISTÓRICOS 47
PORFIRIO BARBA JACOB 53
LA CRÍTICA LITERARIA 57
EL VOTO FEMENINO 63
UN GOLPE DE GRACIA 67
TOMO EL MANDO 69
CON MOTIVO DE UN CONCURSO 73
BIBLIOTECAS 79

LLAMAS CONTRA EL VIENTO 83
EL BACHILLERATO 87
LA EDUCACIÓN EN COLOMBIA 91
CANTINFLAS 97
BENITÍN Y ENEAS 101
MARDINE 105
LA TARJETA DE INVITACIÓN 109
ALGO SOBRE BUCARAMANGA 113
EL FERROCARRIL DE PUERTO WILCHES 117
Nota: Las crónicas fueron tomadas del libro “Todo
al vuelo”

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
YO TAMPOCO HE LEÍDO EL
QUIJOTE
Una tarde vagaba por los lados de San
Agustín, uno de los sitios para mí más
pintorescos de Bogotá.
Salía de una pobre tienducha, donde me
iba en los días de ocio, con algún buen amigo
a beber cerveza, a fumar y a charlar con una
matrona encantadora, medio respetable y
9

medio cínica que se ufanaba con mi amistad.
Al pasar frente a un apartamento
destartalado y oscuro vi a Armando Solano
que hojeaba un libro.
-Una pregunta, me dijo el gran escritor, pero
respóndame con sinceridad, con absoluta
sinceridad, sin miedo, valerosamente…
10
Mis carnes temblaron.
Inmediatamente creí que estaba abocado
a un duelo o que por lo menos sería en
ese instante cobardemente asesinado por
Solano.
¿En qué había ofendido yo al gran
cronista?
Solano, sacudiendo frente a mí un libro,
un pesado libro encuadernado en tela y de
bordes dorados, volvió a preguntarme:
-Confiese la verdad… ¿Usted ha leído el
Quijote?
Cualquiera creerá que descansé con la
pregunta.

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
Todo lo contrario.
Mis piernas se doblaban de pánico, un
sudor frío acudía a mi frente, la respiración
era anhelante y difícil y hasta el corazón, que
tan buen compañero había sido, me fallaba.
Yo no había leído el Quijote.
¿Y cómo confesar esto a un crítico de la
talla de Armando Solano, a un literato de su
fuste, a un hombre profundamente irónico y
ligeramente malévolo, que al día siguiente
me avergonzaría en las redacciones de los
diarios con la despampanante noticia de mi
ignorancia?
Porque hay libros cuya lectura es tan
obligatoria como la cartilla de Baquero o
como la citolegia de don Mariano Ospina
Rodríguez.
¿Quién se atrevería en una reunión
pública a confesar que no ha leído el Quijote,
que no conoce el Gil Blas de Santillana y que
no tiene cuidadosamente guardado en sus
estantes la Imitación de Cristo?
11

Sería tan penoso como regresar de
Bogotá a confesar en la provincia que no
conocimos el salto de Tequendama, que no
subimos a Monserrate y Guadalupe y que no
pudimos ver ni al Presidente de la República,
ni al General Mestre ni al Arzobispo Primado.
12
Mi situación era calamitosa.
Por fin, haciendo un inaudito esfuerzo
y sobreponiéndome a toda la vergüenza
que me invadía, dije, poniéndome la mano
discretamente en el revólver:
-Máteme, pero yo no he leído el Quijote.
Solano sonrió amablemente y tirando el
libro sobre la gran mesa llena de periódicos,
de papeles y de libros, me respondió:
-Pues yo tampoco he podido leerlo jamás…
Y sepa una cosa: uno de mis mayores orgullos
literarios es el no haber leído el Quijote, el no
haber podido leer el Quijote.
Desde entonces yo miraba a Armando
Solano con más simpatía, con más
admiración, con más cariño.

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
Hoy no me da vergüenza confesarlo.
No he leído el Quijote, ni he subido a
Monserrate, ni he tomado leche de burra, ni
he oído hablar a don Antonio Gómez Restrepo,
ni he mandado versos al almanaque Hispano
americano.
Y cuando paseo por las calles mi
importancia nacional, con las manos en los
bolsillos y un cigarro en la boca, me provoca
ir gritando:
-Aquí va un nombre que no ha querido leer
el Quijote.
13

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
¡DE LAS ACADEMIAS,
LÍBRANOS SEÑOR!
En una revista gráfica española, he visto
la fotografía de una sesión de la Academia de
la Lengua en Madrid.
Son cuarenta, o cincuenta, o sesenta viejos
barbados, rubicundos, calvos, arrogantes, y
todos, absolutamente todos, de largos bigotes,
anteojos y levita.
Yo he sentido siempre un desprecio
inagotable por las Academias y por los
15

académicos.
Esas corporaciones oficiales a las cuales
no tienen acceso jamás los escritores
rectilíneos y audaces, me producen
empalago.
Y cuando leo las biografías de hombres
como Stendal, como Próspero Merimée,
como Honorato de Balzac, como Mariano
José de Larra, y veo que para esos grandes
estilistas se han cerrado con dura contumacia
las puertas de las Academias, el asco crece y
vienen las náuseas.
En Francia, ni Joris Karl Huysmans, ni
León Daudet, ni Charles Maurras pertenecen
a la Academia.
En cambio, en el número de los cuarenta
inmortales se encuentran panaderos, ricos
propietarios, desconocidos autores de
citolegias y libros de lectura, pobres maestros
de ontología, ortología y prosodia, todos los
cuales pasarán irremisiblemente al olvido
veinticuatro horas después de su muerte.
Pero en España estas anomalías
adquieren proporciones trágicas.
16

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
A la Academia Española ha llegado toda la
basura literaria.
En la Academia española han encontrado
asiento todos los grandes favorecidos del
anonimato y la mediocridad.
Y mientras los grandes novelistas, los
poetas más inspirados, los maestros del
periodismo se alejan con desprecio de
esos sillones, pobres guacamayas que han
publicado cualquier tratado de prosodia
o unos cuantos catálogos ortográficos, se
pavonean bajo la presidencia de don Antonio
Maura, un gran político y un gran hombre,
pero cuyas dotes de escritor solamente
conocen en el comedor de su casa.
En cambio, esos grandes señores tienen
barbas, espejuelos y levita.
¿Podrá un pobre muchacho lampiño,
delgado, simpático, como Pedro de Répide
que tiene el descaro y el descuido de usar
una modesta americana a cuadros, tener el
honor de sentarse en la Academia, junto a
las barbas floridas, a los enormes lentes, a
la lustrosa calva y a la elegante levita de don
17

Juan Gualberto López Valdemoro, Conde de
las Navas?
18
Imposible.
Hace muchos años he seguido en los libros
y en la prensa la labor cultural emprendida
por hombres como Azorín y Eugenio Noel
para regenerar a España.
Y he creído siempre que el mal de la raza
no está en los toros, en los chulos, en los
gitanos y en los cómicos.
El mal de España está en las grandes
barbas, en las grandes calvas y en las largas
levitas.
Bórrese, suprímase, anúlese la
preponderancia dada a las barbas, a las
calvas y a las levitas y la madre patria entrará
en un camino amplio de regeneración.
Para eso se necesita comenzar por donde
hay que comenzar.
Así, cuando yo veo una de esas fotografías
que nos enseña una sesión plena y solemne
de la Academia de la Lengua, me provoca

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
estar en España, coger de la mano a uno
de esos anarquistas que andan por ahí
ambulando con las bombas de dinamita en
el bolsillo, llevarlo a la cúpula del salón de la
Academia y gritarle:
-Tira esa bomba a los de la calva, a los de
las barbas, a los de las levitas.
Y enseguida me saldría satisfecho y
tranquilo, a coger un libro de Rubén Darío,
que despreció tanto las Academias y a leer:
“De tantas tristezas, de dolores tantos
De los superhombres de Nietzsche de
cantos
Afonos y recetas que firma un doctor,
De las epidemias, de horribles blasfemias,
De las Academias
Líbranos señor”.
19

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
POR SUS RETRATOS LOS
CONOCERÉIS
Cuando fui a publicar mi libro “Risas y
Muecas”, los amigos me decían en todas
partes:
- Hágase un buen retrato para la portada.
- Consiga un buen fotograbado.
- Mande hacer una cabeza a Rendón.
21

22
- Consígase un buen retrato de cuerpo
entero...
Era la preocupación de todos.
A mí, lo digo con entera franqueza, jamás
se me ocurrió ponerle mi retrato al libro.
Y no porque me considere trágicamente
feo, como lo dijo Luis Eduardo Nieto
Caballero, sino porque odio el retrato, con un
odio mayúsculo e irremplazable.
Estoy cansado de ver los retratos de
los grandes retratómanos como Díaz de
Mendoza, Zamacois, Villaespesa, Primo de
Rivera y Raquel Meller en los water closes de
todas las cantinas, en los tocadores de las
casas alegres y cubriendo los rotos de los
bastidores en los hoteles de menor cuantía.
Para eso sirve el retrato.
Cuando la candidatura presidencial de
Guillermo Valencia, yo, que fui un formidable
valencista, discutidor y perorador, sentía que
mis entusiasmos flaqueaban cuando en mis
noches de juerga tropezaba con el retrato del

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
gran poeta, en todos los tugurios de Bogotá,
con la eterna inscripción en letras góticas:
candidato de la coalición progresista para el
período presidencial de 1918 a 1922.
Por los retratos, más que por las obras,
he conocido yo el carácter, las ideas, los
sentimientos, los vicios y las virtudes de los
grandes literatos.
A Vicente Blasco Ibánez le tomé odio desde
que lo vi retratado junto a un automóvil de su
propiedad, con una mano en el guardabarro
y mirando al fotógrafo, ya que no al público,
como diciendo:
- Ved cómo se retrata un hombre que
tiene automóvil.
En cambio, a Pío Baroja, al gran Pío Baroja
le amo desde el día en que lo vi retratado en
pantuflas, sin saco y con gorro de lana sobre
la cabeza.
El repórtero gráfico tuvo necesidad de
darlo a conocer así porque Baroja no se ha
retratado sino una sola vez.
23

En cambio, hay gentes para quienes
mandarse retratar es el acto más importante
de su vida.
Cuando yo quiero repasar las lecciones
de psicología y sociología que he estudiado
por ahí, en algunos textos viejos y
descuadernados, me voy a una galería
fotográfica.
Aquellos caballeros que creen asumir la
más alta responsabilidad cuando el fotógrafo
toma el obturador, aquellos exquisitos
maestros de la elegancia que hacen lucir en
todas las seis postales el bastón de carey,
aquellos sabios inconmensurables que se
sientan con desfachatez olímpica frente a
la cámara fotográfica leyendo el duodécimo
tomo de la historia de César Cantú, aquellos
espléndidos escritores que mandan hacer
tres copias en sepia, para aparecer graves,
indómitos, con la melena alborotada
mientras el papel tiembla bajo la punta de su
lápiz como una impúber…
Cuando yo vi el retrato de Primo de Rivera
con una pata y una mano junto a un león
de bronce, con el ceño adusto y colgando
24

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
de la cintura un sable más largo que una
escoba, le dije a Manuel Serrano Blanco que
me enseñaba al cabecilla de la revolución
española:
- Con este bruto a la cabeza o al rabo no
llegarán los españoles a ninguna parte.
Por eso me fastidia el prurito que tiene
Azorín de hacerse retratar en todas las
posiciones imaginables.
Cuando coge uno en sus manos una
revista gráfica española, lo primero que
encuentra son seis retratos bajo los cuales
se lee:
- El maestro Azorín toma huevos fritos en
compañía de su esposa.
- El maestro Azorín, al regresar del
Senado, besa a uno de sus pequeñuelos.
- El maestro Azorín en el billar de su
elegante hotel de la calle de Atocha.
A mí me gustan los honores, ciertamente.
Pero este honor barato, que se alcanza con
sesenta centavos, este honor aplebeyado
25

ya por las criadas y los cocheros, podemos
dejarlo para quienes no pueden robarnos los
pequeños, los triviales, los íntimos honores
de ver una página nuestra reproducida por
los grandes rotativos, de ver nuestro libro en
las manos blancas de una mujer por quien
sentimos un leve cariño, de oír murmurar
nuestro nombre al pasar, de saber que en la
esquina se ha hablado mal de nosotros…
Para los demás, que queden los honores
baratos de hacerse retratar, de estrenar
un par de zapatos, de llevar reloj de oro,
de montar a caballo, de besar una criada y
hasta el ridículo honor que tanto enaltece
a José Santos Chocano, de hacerse poner
sobre la cabeza en una noche de gritos y de
escándalos una corona de laurel.
26

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
ESTO DE LA SERIEDAD
Un amigo muy serio me dijo hace pocos
días:
-Escriba usted con más frecuencia
artículos serios.
Yo no he podido ni podré jamás explicarme
qué es lo que ha querido decirme mi amigo
y mucho menos en qué se diferencia un
artículo serio de uno que no lo es.
27

Como no he podido tampoco explicarme
en qué se diferencian los hombres serios de
los que no lo son.
Hay hombres que se ponen sumamente
serios al comprar un sombrero, al cobrar una
cuenta, al vender un cuello y al opinar que si
el verano se prolonga la lluvia está lejos aún.
Yo he confundido siempre la seriedad con
la imbecilidad.
Porque he creído siempre que la seriedad
de un hombre no está en la mala cara que
haga por culpa de la pobreza, de la mordedura
de un perro o de la mala digestión.
Ese puede ser un hombre de mal humor,
pero jamás un hombre serio.
En cambio, conozco individuos que ríen
oportunamente del último chiste, que andan
alegres por aquí y por allá y que a la hora
precisa son capaces de escribir un artículo
absolutamente serio, como lo sería, por
ejemplo, un estudio sobre la seriedad de don
Aristóbulo Archila.
28

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
Dicen los biógrafos de Barbey D’Aurevilly
que vivía en la mayor miseria, que se cobijaba
con una vieja capa raída y que hastiado un
día de la vida, se suicidó.
Barbey D’Aurevilly, a pesar de todas esas
desgracias, era, sin embargo, un hombre
jocoso que reía aquí y allá y que con sus
barrabasadas y sus comicidades sabía
divertir a todos sus amigos.
Así quiero yo a los hombres.
Que sean capaces de esconder el dolor
interno, de reír como Garrik, aún cuando el
alma llore.
La seriedad es pues, y más que todo, una
debilidad o una falta de educación.
Yo no puedo explicarme en qué consiste
la falta de seriedad de una crónica de Julio
Camba y en qué consiste la seriedad de un
mal artículo de don Martín Restrepo Mejía.
Por eso mismo no he podido comprender
el significado de una frase que he oído
con frecuencia entre nuestros magníficos
hombres serios:
29

30
- Ese joven es muy inteligente, muy
distinguido, escribe muy sabroso, habla
muy bien, pero no tiene seriedad.
Es decir, le hace falta un caminar lento,
una levita mugrosa, una calva prematura,
espejuelos y unas largas barbas frondosas
como las de don Ramón González Valencia.
A mí la seriedad me da como la apología,
la rabia o los derrames cerebrales, por
ataques repentinos.
Así, cuando voy por la calle y me muerde
un perro, cuando leo unos versos de Leopoldo
de la Rosa o un sueño de Luciano Pulgar o
cuando me cae una teja encima, soy víctima
de un ataque repentino de seriedad.
Pero me la curo fácilmente con la lectura
de un buen libro, con cinco minutos de
cariño o con dos o tres pildoritas del doctor
Ross, “para el estómago, el hígado y las
enfermedades de la sangre”.

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
LO QUE PUEDEN LOS
LIBROS
Yo no divido a los hombres como lo hace
todo el mundo, en blancos y negros, gordos y
flacos, altos y bajos, buenos y malos.
Para mí hay entre ellos una distinción más
esencial, más trascendental, más aguda,
más honda. Yo divido a los hombres en dos
clases extraordinariamente diferentes: los
que leen y los que no leen.
31

Anatole France dice que el hombre que no
lee tiene siempre para ver las cosas un ojo
cerrado.
32
Yo digo algo más.
El hombre, digámoslo mejor, el
desgraciado que no lee, que no coge jamás
entre sus manos un libro, ocupa en la vida y
en el sentimiento un plano inferiorísimo.
El hombre que lee, mira las cosas como
desde una cumbre superior, las aprecia
en toda su superficie y domina horizontes
infinitamente más largos.
Yo, ya lo he dicho en cien ocasiones, he
sentido siempre un desprecio excepcional
por esa pandilla de iletrados y analfabetos
que no saben el placer intenso que deja en
nuestros espíritus la lectura reposada de
un buen libro y que alarmados de vernos
entrar a las librerías se preguntan con una
estupefacción ilímite:
- ¿Por qué comprará tantos libros?
Y es que ese pobre mentecato no ha
podido jamás comprender que hay placeres

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
más altos y más nobles que el de estrenar un
par de zapatos, comprar una buena corbata,
ir al Club a oír barrabasear a los grandes
pontífices de la hiperestesia y ensillar un
caballo...
Hace algunos días, una muchacha
espléndida y provocativa que me ve pasar
siempre con el libro bajo el brazo, al ver que
yo levantaba la cabeza y suspendiendo la
lectura de una jugosa página de Rosny la
saludaba cortésmente, me dijo:
- ¡Ay! ¡Usted si que lee; a mí me gusta
tanto la lectura!
- ¿Y qué libros lee usted, señorita? Le
pregunté.
La pobre muchacha se conmovió y
volviendo a mirar a su hermanita exclamó:
- Nosotras leemos mucho, ¿no es cierto,
Julia?
Julia, una blanca joven de ojos rasgados y
vivarachos, dijo atemorizada:
- Sí… Nosotras leemos mucho.
33

34
Yo, con refinada crueldad insistí:
- ¿Y qué libros leen?
- Nosotras leemos novelas, muchas
novelas.
- ¿Novelas de quién?
Mi amiga volvió a mirar nuevamente a su
hermanita menor, preguntándole:
- ¿Novelas de quién, Julia?
- Novelas de Julio Flórez, nosotras
leemos novelas de Julio Flórez, dijo en
un arranque de cínica ingenuidad aquella
pobre muchachita de once años, que
acaso no ha tenido en sus manos más
libro que el libro de la vida.
Yo sentí una extraña piedad por mi amiga y
desde entonces, cuando paso por su lado, me
enfrasco más en la lectura, como temeroso
de cometer la debilidad de saludarla.
Hay hombres que al fumar nos sugestionan
con la manera voluptuosa y entrañable como
devoran el cigarrillo.

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
Yo he sentido los más gratos placeres al
oír hablar de libros y de literatos, a hombres
como Eduardo Castillo, como Guillermo
Camacho y como Martín Carvajal, grandes
saboreadores de libros.
Yo no tengo placer a cuál comparar el de
abrir un libro nuevo que nos acaba de llegar
y cuyas páginas vamos rompiendo con un
extraño impulso de sadismo literario.
Y téngase presente que a los veintiocho
años de vida he tenido el valor y la
desfachatez de darme todos los gustos que
he encontrado a la mano, unos entre flores y
otros entre espinas, que dejan sangrando las
manos y el corazón.
Y de todos esos placeres, mientras lo
recuerdos se esfuman, los amigos nos
traicionan y las glorias pasan, sólo me
quedan los libros, en medio de una fidelidad
emocionante.
Cuando veo pasar a uno de esos
grandes señores imbéciles y jactanciosos,
cuando oigo que alguien se ufana dentro
de su insignificancia, cuando sé que la
35

envidia asesina traidoramente al burgués,
cuando veo a los hiperestésicos recorriendo
los consultorios médicos y fatigando la
insuficiencia de los boticarios, pienso
cuánto mejoraría la humanidad si los libros
se pudieran aplicar en inyecciones, en
píldoras o en cápsulas, como la quinina o la
hipecacuana.
36

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
LA HORA PREDILECTA DE
LOS LITERATOS
Un diario parisiense ha abierto entre los
principales literatos franceses una encuesta
muy interesante.
¿Cuál es su hora predilecta?
Y como es natural, las respuestas han
sido tan variadas como los gustos.
Unos gustan de trabajar en las horas
frescas de la mañana, otros en las de la
37

tarde, aquel cronista traza sus crónicas por
la noche y un novelista trabajará, como los
carpinteros y los albañiles, ocho horas al día.
Yo recuerdo que una vez me dijo Eduardo
Castillo, el exquisito poeta, que él no podía
escribir sino de noche y acostado.
En cambio, Guillermo Valencia no escribe
sino en las mañanas.
Pero a mi modo de ver, una cosa es la hora
predilecta para el trabajo y otra cosa es la
hora predilecta del sentimiento y el espíritu.
Yo puedo escribir mis crónicas a cualquier
hora del día o de la noche. Para esto no tengo
horas predilectas.
Escribo cuando concibo una idea y no
puedo tenerla más tiempo en la cabeza.
Por algo se llama este fenómeno, parto
literario.
En cambio, tengo mi hora predilecta y
favorita.
38
Es la hora de las cinco de la tarde.

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
De las cinco a las siete de la tarde no
trabajaría yo aun cuando me pagaran a
sueldo de Superintendente Bancario.
Por ser mi hora predilecta, la consagro a
fumarme un buen cigarrillo, a charlar con un
buen amigo, a visitar un parque hermoso, en
donde pueda gozarse del crepúsculo, de las
mujeres, de los árboles y de las flores.
Un sujeto me decía hablando de esto:
- Yo no tengo horas favoritas.
Esto es un absurdo.
No tener horas predilectas, horas que
amemos más que a las otras horas, en las
cuales nos sentimos más dentro de nosotros
mismos, es como no tener mujeres favoritas y
tuviéramos que decir que todas nos parecen
iguales.
Esto sería una vulgaridad.
Un cuasi filósofo, de esos que leen a Alan
Kardec y andan complicando la sencillez
misma de las cosas, con razonamientos
desorbitados, me decía manoteándome:
39

40
- Los griegos sostenían que la hora
predilecta de cada hombre es la misma
hora de su nacimiento.
Esto es otro absurdo.
Yo, por lo que mí toca, nací a las dos
y cuarto de la tarde y tengo seguridad de
que hasta ahora es para mí la hora más
antipática.
Para mí esa es la hora de la jaqueca, la
hora del splin, la hora del dolor de dientes,
la hora en que se acrecienta el dolor de
los callos, y tengo la seguridad de que si
hubiera de ir a la cárcel, me harían preso
precisamente a las dos y cuarto de la tarde.
De todas maneras es muy dulce tener en
el día una hora siquiera mejor que las otras,
una hora que esperemos con ansiedad, una
hora para ir a los lugares que nos sugestionan,
para visitar a las mujeres que nos aman y
para leer a Ovidio, a Amiel, a André Chenier y
a Paul de Saint Víctor.
Con eso basta.

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
UN TOMO DE PLUTARCO
Desde hace quince días se me perdió un
tomo de las Vidas Paralelas de Plutarco.
Y como un ratón he venido por los estantes
buscando mi libro.
No puedo resignarme a la idea de tener
incompleta la obra más hermosa de la
humanidad, después de la Biblia.
Pero esta mañana, después de tomarme
mi café con leche, me he puesto a buscarlo
nuevamente.
41

Y en un rincón oscuro y detrás de un largo
tomo del Papel Periódico Ilustrado, lo he
encontrado.
Como un hijo pródigo que vuelve, lo
he cogido en mis manos cariñosas, lo he
acariciado varias veces y me he puesto a
hojearlo.
Es el tomo tercero, de la edición de la
Biblioteca Clásica y en él nos habla Plutarco
de Lisandro y de Sila, de Simón y de Lúculo,
de Nicias y de Marco Craso, de Sertorio y de
Eumenes, de Agesilao y de Pompeyo.
En esas páginas que acompañaron a
Napoleón al destierro, que Bolívar llevaba
siempre en su maleta de viaje y que llenaron
de dulzura los últimos días de San Martín, he
aprendido yo muchas cosas buenas y sabias,
mientras en torno mío se lee a Álvaro Retana
y El caballero Audaz.
Por eso he recibido este tomo, como al
hijo pródigo y amado que vuelve después de
quince días de ausencia, lleno de polvo y de
telarañas.
Y no pudiéndole matar un cabrito lo he
leído dos horas.
42

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
TARDA PERO LLEGA
A seis meses de prisión acaba de ser
condenado Lord Alfredo Douglas.
El espíritu paradójico de los ingleses debe
sentirse gratamente emocionado con el
castigo.
Alfredo Douglas fue el amigo fiel e
inseparable de Oscar Wilde, a quien precipitó
en la caída y a quien al verlo preso, acaso
por su culpa, abandonó cobardemente,
para terminar toda esa serie de bajezas
43

y de claudicaciones con un libro en el cual
relata, de la manera más desvergonzada, sus
relaciones con el gran hombre.
A pesar de la caída de Oscar Wilde y del
sentimiento de repulsión que en los espíritus
burgueses y castos de Londres despertaron
los vicios inauditos de Wilde, la actitud
mezquina de Lord Douglas fue censurada
universalmente.
Entonces, vino para Douglas la hora
crítica. En los círculos, en los altos círculos
sociales, se veía abandonado de quienes
antes lo rodeaban empalagosamente.
44
Nadie compartía sus charlas de café.
Y al pasar por las calles bulliciosas y
brumosas de Londres, una sonrisa amarga lo
señalaba.
- Ahí va el buen mozo, decían quienes no
se atrevían a decir más.
Pero la sociedad londinense, que como
lo dijo Oscar Wilde, está ahora enteramente
compuesta de magníficos imbéciles y de
brillantes lunáticas, seducida por la elegancia

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
y por las libras esterlinas de Lord Douglas, le
perdonó todo.
Desde hace varios años, Douglas viene
figurando en primera línea en la política
inglesa. Y ahora, exasperado por los éxitos
de Lord Churchill, quiso morderlo con la
misma rabia asquerosa con que a Oscar
Wilde, y entregó a la voracidad de los lectores
londinenses el folleto calumnioso que le ha
echado encima seis meses de presidio.
Lástima que no fueran seis años.
Lástima que no se le lleve maniatado a la
misma celda que purificó con sus lágrimas
y con la infinita piedad de su extraordinario
corazón, aquel cerebro sin igual que se
obstinó en no comprender, como se lo decían
sus amigos, que a Lord Douglas no debía
tratarlo sino media hora todas las noches.
Afortunadamente los dos años de
celda hicieron del orgullo ilimitado y de la
fastuosidad excéntrica y teatral de Oscar
Wilde, un hombre bueno, en el ancho sentido
de la palabra, un corazón humilde, con la
humanidad rotunda que pide y que exige
Kempis.
45

Y Oscar Wilde no pensó jamás en
vengarse de quien esperaba su muerte para
calumniarlo, para injuriarlo y para dar de
sus relaciones con él, las explicaciones más
torpes y más inauditas.
Por eso yo creo que todos los que conocen
el pasado de Lord Douglas, han gozado
infinitamente al ver que Inglaterra juzga hoy
a uno de sus más ambiciosos políticos con la
ley del Talión.
46
¿Seis meses de prisión?
Bien merecidos los tenía el ingrato.
Ya veo cómo reirán de esta bufonada
cuasi trágica los robustos y calvos cronistas
ingleses, para quienes la cárcel no es sino,
a veces, la manera más correcta de quitarse
de en medio un genio paradójico como Oscar
Wilde o una medianía estorbosa, como Lord
Alfredo Douglas.
(De la selección de Harker Valdivieso,
Colección Payacuá, SIC Editorial Ltda.
Bucaramanga, 2000.)

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
PARA DEFENDER LOS
LUGARES HISTÓRICOS
El doctor Samuel Arango Reyes, que
a pesar de sus caprichos políticos es
una persona de exquisita sensibilidad,
se halla profundamente preocupado por
la deshumanización, digámoslo así, de
nuestros pueblos de provincia que van
dejándose impulsar hacia un progreso que
nunca alcanzarán, abandonando en cambio,
lo poco o mucho que servía para darles su
contextura histórica.
47

Nos hablaba especialmente de San Juan
de Girón, su villa nativa, en donde un hado
fatídico ha entrado con el cemento a cuestas,
para descargarlo en calles y plazas y tapar
así, el aspecto tradicional de la ciudad.
Hace algunos años nos decía en Bogotá,
don Juan Salgar Martín, que deseaba
intensamente conocer a Girón, la tierra de
sus mayores.
Gentes unidas a ella por los lazos de las
antiguas familias, ya casi desaparecidas allí,
dicen lo mismo y cuando alguna persona
de importancia y de gusto, de ciencia y de
letras, visita a Bucaramanga, lo primero que
se le ocurre no es irse a visitar a Palonegro,
a pesar del sabor de gesta que tiene aquella
región donde se libró la más larga e incruenta
de las batallas americanas.
Lo primero que se le ocurre es ir a conocer
a Girón y recorrer los sitios poéticos de sus
murallas, de sus ríos, de su quebrada de
“Las Nieves” y preguntar dónde vivió don
Juan Francisco Mantilla de los Ríos, dónde
nació el doctor Juan Clímaco Ordóñez, cuál
fue la casa de los Arangos, dónde vivían
48

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
los Gutiérrez y los Martínez, los Salgar y los
Ordónez, los Mantilla y los Reyes, los Navas y
los Hernández, los Valdivieso, los Angulo y los
Uribe y los Serrano.
Desgraciadamente, no ha habido un
espíritu enérgico y amoroso que cuide de
aquellas calles enantes empedradas, de
aquellos patios sembrados de crotos, de
naranjos, de mameyes, de limos y con grandes
pilas de piedra en las esquinas; de aquellos
zaguanes anchos y largos, enladrillados
con ladrillos autóctonos, traslúcidos y lisos,
de aquellos alrededores sombreados de
caracolíes y de palmas, de aquel río rumoroso
y locuaz y todo aquellos a que se apegó el
cariño de muchas generaciones.
Ahora, por ejemplo, no se puede gozar del
infinito placer del baño en ese río que como
el Tajo, parece sacar el pecho y hablar a los
que pasan por sus orillas, pidiéndoles un
poco de respeto y de cultura.
En los Estados Unidos y en Europa, lo
primero que cuidan las poblaciones son sus
ríos, que parecen cultivar con mayor cariño
49

que una planta, velando porque sus aguas se
mantengan límpidas, puras y saludables.
En Girón, la municipalidad o quién sabe
quién, cometió el desacato criminal de
soltar sobre esas aguas por donde transita
la historia generosa de la comarca, toda
la basura y toda la porquería que la vida
municipal va acumulando, de manera que
las alcantarillas vomitan continuamente los
sobrantes de la ciudad sobre los pozos en
donde uno se bañaba antes y pasaba unas
horas de expansión dulcísima.
Ya la historia del río Girón, pasó a ser una
leyenda triste y el público sabe que no puede
encontrar allí sino la repelencia y el peligro.
Samuel Arango Reyes, como buen hijo
de Girón, tiembla de pavor como hemos
temblado nosotros, al pensar que los rasgos
tradicionalistas de la ciudad de don Juan
Francisco Mantilla de los Ríos, vayan a
desaparecer definitivamente.
Por eso tiene la idea feliz, que todos
debemos apoyar, de constituir en Girón, y ojalá
se haga en todas las demás poblaciones que
50

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
tengan algo qué defender y qué conservar
como mensaje del pasado, una sociedad de
mejoras públicas, encargada de dar el pase
o rechazar los proyectos de edificación que
se presenten y que tiendan a transformar el
estilo ancestral. Porque lo que va a pasar si
no se hace esto, es que la audacia municipal
irá acabando con lo poco que tengan esos
pueblos como atracción histórica.
Ellos deben convencerse de que para
ver calles bien asfaltadas, casas altas,
bancos de cemento y pinos peluqueados a la
moderna, las gentes irán a Bogotá y a Miami,
a La Habana y a Río de Janeiro, pero no se
quedarán conociendo las humildes mejoras
de nuestros burgos que, en una tarea
alocada, están suicidándose por semanas
como los negocios de los checoeslovacos.
51

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
PORFIRIO BARBA JACOB
Juan B. Jaramillo Meza me envió hace
algún tiempo un precioso libro sobre la vida
de Porfirio Barba Jacob, de quien fue amigo
íntimo y cordial confidente, durante los cortos
meses que el poeta permaneció en Colombia
en su último viaje.
Es un libro afable y sincero en que el ilustre
cantor manizalita rinde homenaje fervoroso
al poeta antioqueño y lo libra de aquella
leyenda de maledicencia y de satanismo
53

que le colgó como una túnica de escarnio, la
crueldad de sus mismos admiradores.
En estas páginas de J.B Jaramillo Meza
en la que se asoma de cuando en cuando,
sonriente y benévolo, el espíritu luminoso
de Blanca de Jaramillo Meza, en estas
páginas aparece el poeta en toda su humana
tenacidad, candoroso, gentil, confiado y
escéptico como lo fuera y como lo conocimos
en Bucaramanga.
En el seno de este hogar prestantísimo,
saturado de bondades y de virtudes, vivió
Porfirio Barba Jacob largos días inolvidables,
durante los cuales sintió en toda su intensidad
las delicias de la vida hogareña, que no había
gozado nunca; se vio comprendido y amado,
recitó sus versos y un día lloró un poco cuando
al recitar la Canción de la Vida Profunda, dijo
aquella estrofa final de insuperable armonía:
“Pero hay también, oh tierra, un día, un
día, un día…
En que elevamos anclas para jamás
volver.
Un día en que discurren vientos
ineluctables,
54

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
Un día en que ya nadie nos puede
detener.”
Porfirio Barba Jacob sintió discurrir esos
vientos ineluctables, levantó las anclas para
jamás volver y se entregó a la inexorable
realidad de la vida y de la muerte: vinieron
entonces sus horas melancólicas y rudas
con el acre sabor de las luchas estériles,
vinieron las camas de los hospitales, se
fueron ausentando sus últimos amigos y
en su agonía dolorosa entregó su alma a
Dios, mientras velaba junto a su lecho la
benevolencia infinita de Clara Inés Suárez de
Sawasky.
Estas escenas dolorosas y tristes están
magníficamente reconstruidas en el libro
de Juan B. Jaramillo Meza, que puso al
escribirlo toda la bondad de su corazón y de
su inteligencia.
Me toca ahora, dar gracias al generoso
amigo por la gallardía con que nos brinda
un rinconcito afable en aquella evocación
patética, al acoger alguna de las anécdotas
que darán perennidad a mi amistad con el
cantor de la Canción de la Vida Profunda.
55

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
LA CRÍTICA LITERARIA
La biografía está convirtiéndose ya en una
de las más eficaces documentaciones para la
historia y el progreso de la cultura universal.
Ya nadie se siente escandalizado ni
ofendido porque un escritor cualquiera
penetre, audaz, hasta las mayores intimidades
de los personajes y los sorprenda en ellas sin
miramientos e indiscreción alguna.
Esa conducta se venía llevando a cabo,
digámoslo así, cuando se trataba de las
57

grandes figuras de talla universal, de los que
gobernaron a su antojo los pueblos: César
y Alejandro, Pedro el Grande y Napoleón,
Bolívar y Federico de Prusia, por ejemplo,
no tuvieron jamás vida privada para sus
historiadores, críticos o biógrafos.
El tratamiento se ha extendido ya mucho
y puede decirse que ya están teniéndose
como tierra de nadie las vidas de los sabios,
las de los políticos, de los periodistas, de
los poetas y de los músicos, sobre cuyas
intimidades viene cayendo a saco el biógrafo,
a contentamiento general.
Y ello está bien si no obedece a una
malsana curiosidad, sino simplemente al
noble deseo de colocar a cada cual dentro de
su verdadero cuadro histórico.
La complacencia o el temor, por parte
de la crítica, vino creando en Colombia, por
ejemplo, una situación de duda, de sospecha,
de temor y de equívoca temeridad respecto
a la gran figura literaria de José Asunción
Silva, cuyo suicidio fue atribuido por los
correvideles de los salones y de prensa a los
más absurdos resabios.
58

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
Cuando la crítica se orientó mejor y se
permitieron ciertas requisas documentales,
quedó a las claras la causa que llevó al autor
del Nocturno hasta el suicidio: la avaricia de un
prestamista bogotano que sin consideración
alguna, al conocer las primeras dificultades
del poeta para cumplir su compromiso, lo
humilló, lo amenazó, lo ofendió y le cerró
el porvenir en forma tan cruel, que en una
sensibilidad enfermiza y exquisita como la de
José Asunción Silva, produjo el suicidio, como
en el General Jorge Moya Vásquez hubiere
producido el homicidio.
Uno de los poetas más admirados y
queridos del público ha sido indudablemente
Gustavo Adolfo Bécquer y todos los que lo
amamos, comprendíamos que algo trágico,
injusto y anormal vino a llenar de amargura
su existencia hasta arrancarle esos gritos de
dolor que son sus Rimas.
La prensa había hablado, con mayor o
menor claridad o con mayor o menor acierto,
de los sinsabores amorosos del poeta, y
había ido señalando nombre por nombre a
muchas beldades españolas, como cuando
la muerte de Manuel Acuña fue llevando su
59

sospecha de casa en casa hasta dar con la
vida ignorada y oscura de Rosario.
Pero nada había podido aclararse hasta
hoy y ha sido un biógrafo afortunado,
Heliodoro Carpintero, el que ha tenido el
acierto de poner en claro, si no toda, por
lo menos una parte, y gran parte, de la
desventura que dio al traste con la felicidad
y con la vida de uno de los cantores más
inspirados y felices de haya tenido el mundo.
Por esta biografía queda reconstruida
y aclarada la existencia íntima de Gustavo
Adolfo Bécquer que, a pesar de sus
contrariedades amorosas, que le arrancaron
alguna de sus Rimas más felices, llevaba una
existencia más o menos regular y plácida
en la que lo acompañó por varios años
su hermano, el pintor Valeriano Bécquer,
con quien el poeta solía realizar largas
temporadas de vagabundeo andariego,
saliendo a recorrer los dos los caminos de
España, deteniéndose días enteros en las
formas más atrayentes, donde el uno hacía
versos y el otro pintaba.
Pero, la única desgracia, la gran desgracia
que sublimó la desventura de Gustavo Adolfo
60

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
Bécquer y amargó definitivamente su vida,
nos la cuenta el biógrafo sin timideces, y se
lo agradecemos cordialmente.
Gustavo Adolfo Bécquer vivía con mayor
o menor felicidad su vida de hogar, casado,
como estaba ya, con Casta, la muchachita
sumisa y sonriente, humilde y casi agradecida
del poeta por haberle dado su nombre.
El 15 de diciembre en el pueblo de
Noviercas, cuando Gustavo Adolfo vino desde
Madrid a verla, se encuentra con una leyenda
maldiciente y espantosa, ese, su tercer hijo,
Emilio Eusebio Bécquer, no es suyo sino del
antiguo novio que Casta había tenido en
Soria.
No se necesita más para explicar todas las
inquietudes, todas las desventuras y todas
la rimas amargadas y sensibles de Gustavo
Adolfo Bécquer.
Pero esto ha debido decírnoslo hace
mucho, y desde entonces se hubiera
aclarado la vida y obra de uno de nuestros
más encantadores poetas.
61

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
EL VOTO FEMENINO
Afortunadamente, en Colombia lo que
estamos haciendo es jugando a la República,
como pudiéramos jugar a los pipos, al
pumpeñete o al escondite, porque de lo
contrario no dejaba de ser impresionante la
resolución tomada por la Asamblea Nacional
Constituyente al conceder el voto a la mujer
para que elija y sea elegida.
Parece que quienes así lo hicieron, han
tenido pocas oportunidades de acercarse al
pensamiento femenino del país.
63

Porque si entre los hombres no
tenemos cinco a quienes puedan llamarse
confiadamente al ejercicio de la Presidencia
de la República, y tenemos muy pocos que
puedan salir airosos tras una temporada
parlamentaria, en el campo femenino la
cuestión es para afanes y vergüenza.
No es posible llegar de un salto a un
estado de perfeccionamiento social y político
como el que exige la intervención de la mujer
en los negocios públicos.
No es sino coger las obras escritas y
publicadas por nuestras mujeres, para saber
el estado actual de la cultura femenina en
Colombia.
Tenemos dos o tres mujeres que escriben
pésimos versos, pero no tenemos ni siquiera
una Gabriela Mistral, tenemos dos o tres
floripondios audaces que se presentan con
cierto desparpajo en una Asamblea o en un
Congreso, pero no tenemos una madame
Stael que pueda, como aquella francesa
ilustre, encararse gallardamente con
Napoleón y reclamarle un poco de paz para
la patria, y tenemos unas seis mujeres en los
64

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
juzgados o en los laboratorios, pero con ellas
no se forma una figura profesional de primer
orden.
En la práctica, ningún país del mundo,
salvo los comunistas, ha concedido a la mujer
este privilegio por considerar que ella no se
ha capacitado todavía para seguir siendo un
símbolo de la ternura familiar en el seno del
hogar.
Allí es donde está la misión de la mujer
y sobre todo de la mujer colombiana, para
calentarle la comida al marido, preparar
el tetero de los niños, remendar la ropa,
arreglar el altar, y en fin, orientar la intimidad
hogareña con la delicia que sólo ella puede
darle a la sola preocupación de que dispone
de una grave responsabilidad como ésta que
viene a perturbar profundamente su alma y
aún, a incapacitarla para el ejercicio de ese
derecho cuando haya de llegar la hora de
ejercerlo.
Yo no sostengo que la mujer no tiene
alma o que esté hecha de barro inferior al de
nosotros, o que una maldición bíblica pesa
sobre ella para que se le tenga como mula
65

de carga en la sociedad. No. Jamás podría
pensar eso.
Pero hay que obrar sin sentimiento y
cursilerías, sin estrabismos mentales y
sin majaderías filosóficas, que llevadas
a la legislación, convierten al país en un
verdadero gaminato mental.
Hay que obrar con un sentido realista
y humano, sencillo y cordial para caer en
cuenta que la actualidad política del mundo
es la menos propicia para la intervención
de la mujer, y ser suficientemente claros y
francos, para darnos cuenta de una cosa:
de que este derecho no se lo va a tomar, ni
lo van a ejercer las muchachas elegantes y
distinguidas o las cultas matronas, sino las
mujeres de rompe y rasga, capaces de echar
un miente o de dar un botellazo a un elector.
Y entonces, que viva el gran partido
liberal.
66

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
UN GOLPE DE GRACIA
Parece que las mujeres colombianas han
reaccionado un poco respecto a sus ímpetus
electorales y políticos, por lo que hemos
podido leer en las últimas producciones de
dos líderes fervorosas del feminismo, doña
Bertha Hernández de Ospina Pérez y doña
Josefina Valencia.
Doña Bertha Hernández de Ospina, en
un artículo publicado en Medellín y enviado
desde los Estados Unidos, se muestra muy
desganada respecto a futuras intervenciones
67

personales en la política colombiana y termina
sus apreciaciones censurando el Decreto
número 3000, que toca directamente con la
responsabilidad de la prensa.
Doña Josefina Valencia llena varias
páginas de un diario bogotano para afirmar
que las mujeres no deben pertenecer a los
directorios políticos.
Tenemos, y lo decimos con todo el
respeto que las dos copartidarias nos
infunden, tenemos un temor y es el de que
el feminismo colombiano haya sufrido un
síncope y se lo haya producido la película
italiana titulada “La Honorable Angelina”,
que ya conoció el público de Bucaramanga
y ha hecho destornillar de risa a los públicos
de Medellín, Bogotá, Cali y otras ciudades
colombianas.
Nosotros sostenemos, como lo sostiene
un gran filósofo, que mientras una
iniciativa no esté capacitada para resistir el
embate del humorismo, está perdida, y el
feminismo colombiano, desgraciadamente o
afortunadamente, ha dado pruebas de ello.
68

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
TOMO EL MANDO
El triunfo del Coronel Fulgencio Batista
en Cuba no sorprende a nadie, pues el exsargento
sigue siendo el hombre fuerte de
la isla, sin más opositores de significación y
de importancia que Ramón Grau Sanmartín
y Prío Socarrás.
Pero Ramón Grau Sanmartín es un
ideólogo, por el estilo del doctor Darío
Echandía, que deja perder unas elecciones
por no ponerse corbata en un momento
de pereza y por no suspender la lectura
69

o la relectura de “A la sombra de las
muchachas en flor” que escribió Marcel
Proust, y Prío Socarrás es un temperamento
de comerciante, perteneciente a una
verdadera rosca política, contra las cuales ha
reaccionado el pueblo cubano, hastiado de
los chanchullos descubiertos recientemente.
En cambio, Fulgencio Batista es un
hombre inteligente y práctico, que al subir al
poder no comenzó por creerse un sabelotodo,
sino que por el contrario, con cierta humildad
elegante, e imitando a Francisco Sánchez, el
filósofo del Renacimiento Español, declaró
que sólo sabía que no sabía nada.
Así fue como todas las mañanas se veía
atravesar los largos corredores del Palacio
Presidencial a Fulgencio Batista, que llevaba
los textos de sus estudios bajo el brazo, para
sentarse durante dos horas cotidianas a
oír a sus maestros y así fue como aprendió
matemáticas, ingeniería de caminos, inglés,
francés y alemán, leyó a los clásicos y, óigase
bien, mejoró la letra y aprendió a leer de
corrido.
70

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
Esto lo supo el pueblo cubano que se
sintió entusiasmado con aquel presidente
sencillo y modesto, que al entrar al ejercicio
del mando decía: asiéntese y jomento, y al
abandonar su primer período presidencial
era considerado, y con razón, como uno
de los buenos escritores y de los buenos
oradores cubanos.
Su pueblo sabe que en poder de
filosofastros y teorizantes no irá a ninguna
parte, y ha resuelto ratificarle su mandato a
este púgil ardoroso de la política.
71

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
CON MOTIVO DE UN
CONCURSO
Hemos estado meditando largamente en
el concurso literario abierto por el Gobierno
Departamental para premiar, entre otras
cosas, la mejor novela santandereana y
creemos que el mejor cuento. Por ahí no se
va a ninguna parte.
Está muy bien que la Academia Sueca
disponga del premio Nobel para premiar
al mejor novelista del mundo y está muy
bien que la Academia Goncourt premie
73

anualmente la mejor novela francesa, porque
las dos agrupaciones operan en un campo
amplísimo, donde es útil la discriminación y
el estímulo.
Pero los santandereanos no sacamos
nada con entregarle dos mil pesos a un
parroquiano y decirle que ha escrito la mejor
novela del año.
Ni él gana nada, fuera de los dos mil
pesos, ni el Departamento se aprovecha.
Aquí, lo que hace falta es estimular la
acción personal, dar ocasión a los escritores
para ensayarse en el género que les plazca,
prestarle acústica, pero mucha acústica, a
los modestos triunfos obtenidos y poner en
marcha un sistema modesto, pero eficaz que
permita al Departamento encontrarse de
nuevo con su historia.
Puede decirse que, fuera de las “Crónicas
de Bucaramanga” de don José Joaquín
García, escritas con sencillez, sinceridad,
sin pretensiones y a la ligera, no tenemos
libros de consulta y de recreación, si es que
no queremos acordarnos de los mamotretos
74

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
que periódicamente viene publicando la
Imprenta Departamental, en medio del
desdén popular.
Es increíble el grado de abandono
y de pereza a que hemos llegado los
santandereanos en los últimos tiempos,
cuando no tenemos ni una pobre revista
dónde publicar el cliché del Padre Eloy
Valenzuela o del Sabio José Celestino Mutis.
Las únicas publicaciones de esta
índole que hemos tenido últimamente son
cuadernitos sin gracia, sin aliento y sin
emoción, dedicados a publicar los retratos
de las once mil reinas que nos visitan o que
elegimos periódicamente, creyendo que
vamos a poner una Pica en Flandes.
Y no es solamente Santander el
departamento ocioso y dormido en esta
materia, sino todo el país. Hubo un tiempo
en que ni las mismas graves preocupaciones
políticas, ni el rumor de posibles
conjuraciones, eran capaces de hacer
cambiar el rumbo a la admiración popular
por nuestros grandes hombres.
75

Llegaba el estudiante a Bogotá y lo
primero que hacía era salir con algunos
amigos para visitar “La Gran Vía” o “La cuna
de Venus” o “La Copa de Oro”, donde tenía
la seguridad que podía conocer a algunos de
los grandes poetas y de los grandes cronistas
de la época.
Allí le mostraban a uno, a Clímaco Soto
Borda, a Carlos Villafañe, a Eduardo Castillo,
a Ismael Enrique Arciniegas y a todos los
hombres de pensamiento de la época.
El público se preocupaba más por los
hombres que por las cosas.
La llegada de Guillermo Valencia a Bogotá
era un suceso que suspendía el correr
tranquilo de la existencia: se le recibía en
la estación de la Sabana, entre jubilosas
aclamaciones, se le llevaba en hombros
hasta su apartamento, se le hacía recitar
algún poema y desde el día siguiente, todos
los bogotanos salían más temprano a la
calle, porque tenían que dedicar un rato al
placer de ver al maestro, de conocerlo, de
saludarlo, de preguntarle qué había de nuevo
en Popayán y cuál era su última composición.
76

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
Hoy, llega a Bogotá el más importante de
los colombianos y tiene que luchar a codazos
para que no le roben el sombrero ni le
saquen la cartera del bolsillo, porque nadie lo
conoce ni lo determina, y los gamines siguen
preguntándole, como a cualquier transeúnte:
- “¿Embolo Mecio?”
Era que entonces todos nos
preocupábamos por dar vigencia al espíritu
y permitir el funcionamiento de la grandeza.
Por ejemplo, los juegos florales eran uno
de los espectáculos más llamativos y que
elevaban a mayor altura al poeta triunfante.
Lo mismo puede decirse de los recitales.
Nadie podrá olvidar la impresión que
sintiera la noche en que Julio Flórez se despidió
de Bogotá con un recital hermosísimo, dado
en el Teatro Colón, que estaba lleno de bote
en bote. No es fácil olvidar la impresión
causada por aquel hombre pálido, de larga
melena, vestido de frac y que en medio de un
silencio espectacular, avanzó por el escenario
y levantando los brazos majestuosamente
comenzó a recitar su poema “Al mar Caribe”.
77

78
“Aquí estás a mis plantas tembloroso,
Tendida al ronco viento la melena
Blanca y azul. Tu aliento de coloso
Alza hasta mí la movediza arena…”
Los juegos florales, los primeros juegos
florales en que obtuvo la “Violeta de Oro”
Aurelio Martínez Mutis, dieron al poeta
santandereano una celebridad continental
y todos queríamos ver su retrato, conocerlo,
admirarlo, felicitarlo…
Hoy, apenas se sabría que ese cantor
que se llenó de gloria por la noche durante
dos horas, al día siguiente tomaba su jícara
de chocolate con un pedazo de pan como
desayuno en el Colegio del Rosario, del que
era estudiante de bachillerato…

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
BIBLIOTECAS
En Medellín funciona una biblioteca piloto,
de la que hemos oído hablar muy bien y que
no le costó al Municipio sino el pequeño
rubor de decirle a la ONU:
- Muchas gracias.
¿Qué se necesita para que Bucaramanga,
Cali, Neiva y Popayán, y demás, poblaciones
de importancia reciban igual beneficio?
Creemos que en la actualidad estamos
olvidando lamentablemente la significación
79

que para el porvenir cultural de Colombia
tiene la lectura en los primeros años de la
niñez.
Durante nuestra infancia, en una
población de segundo orden, recordamos
aún que era casi imposible encontrar un libro
que siquiera pudiera dejarse hojear, porque
inclusive, en las mismas capitales no existían
bibliotecas particulares, y el que tenía dos
libros no tenía tres. Solamente, como por
curiosidad, caído de no se sabe dónde,
se leía, descuadernado y roto, sobre los
bancos de carpintería o sobre las mesas del
comedor de las casas ricas, un ejemplar de
la “Antología y Poética” de don Emilio Isaza,
la “Astronomía de las damas” de Flanmarión,
“Las Ruinas de Palmira” del Conde Volney.
Pero los tiempos han ido presionando
sobre la preparación intelectual y
hoy los muchachos quieren leer, pero
desgraciadamente tienen que resignarse a
comprar a precios excesivos esos cuadernitos
insulsos en los que las hazañas de Tarzán
llenan páginas propicias para torcer la
imaginación infantil y nada más.
80

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
Hacen falta bibliotecas oficiales
que faciliten a los muchachos pobres,
especialmente, obras amenas y útiles y
baratas y ojalá, ese servicio pudiera hacerse
como lo organizaron una vez en Bogotá
los ilustres miembros de El mosaico: en
bibliotecas rotativas que permitan ir de mano
en mano y de barrio en barrio y de casa en
casa, los libros de actualidad, como en otro
tiempo fueron “María” y “El Rejo de Enlazar”.
81

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
LLAMAS CONTRA EL VIENTO
En la película Llamas contra el Viento,
que me pareció un bello acierto de la
cinematografía moderna, lo que sobresale
como paisaje y decoración es el aporte de
Cartagena de Indias, que resulta una de
las más sugestivas emociones de toda la
película.
No es Caracas, con la suntuosidad en
sus monumentales edificios públicos, ni es
La Habana con sus playas hermosísimas, ni
siquiera Panamá con su canal, sus esclusas,
83

su barrio moderno de Balboa, su plaza
central, lo que constituye la parte culminante
de la cinta, sino Cartagena con sus callejas
típicas, con su castillo de San Felipe, con sus
murallas, su Palacio de la Inquisición, sus
conventos y sus galerías.
Recordamos esto al leer un comentario
inteligentísimo en que un escritor bogotano
se queja amargamente de la poca atención
que en el país se está prestando a los
monumentos históricos y la facilidad con
que se les derriba para dar acceso a esos
mamarrachos de cemento armado que
deslucen y deslustran.
No es solamente en Cartagena en
donde está sucediendo esto, sino en todo
el país, hasta el punto de que nosotros
hemos llamado la atención varias veces a la
insensatez con que se orienta el desarrollo
material de nuestros centros urbanos.
Pero todavía nos resignamos a que Cali,
Barranquilla, Bucaramanga y Medellín, por
más amadas y admiradas que sean, pierdan
parte de sus tesoros arquitectónicos en aras
de la comodidad y del lujo.
84

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
Pero no se puede decir lo mismo cuando
se trate de centros donde el pasado acumuló
lo mejor y lo más llamativo de su cultura,
como en Cartagena, en Popayán, en Girón,
en Pamplona, en Tunja, que no tienen
posibilidades de sobresalir con sus magnos
rascacielos, sus autopistas monumentales,
sus ascensores, sus azoteas, sus avenidas,
pero a donde eternamente el viajero iría a
buscar solaz para su alma soñadora.
Destruir eso y llenar de adefesios las
plazas y las calles de las grandes ciudades
históricas de Colombia, es la mayor
imbecilidad en que podamos incurrir.
Pero no podemos seguir hablando con los
codos mientras la piqueta absurda avanza
destruyéndolo todo y deformándolo todo.
Mientras se constituyen las entidades
encargadas del mantenimiento y defensa
de nuestros tesoros históricos, es al pueblo
mismo al que corresponde con su energía
y su buen sentido, ponerle pauta a este
desazonado afán de progreso.
85

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
EL BACHILLERATO
En Colombia seguimos con la costumbre
de hacer las cosas a medias porque no
queremos resignarnos a hacerlas en total.
En torno al problema del bachillerato, por
ejemplo, venimos discutiendo desde hace
largos años, sin resultado alguno, y sin que nos
resolvamos a enfrentarnos con el problema.
Pero es el caso que según una publicación
del doctor Agustín Nieto Caballero, el título de
bachiller viene amparando año por año a una
selección por lo bajo de nuestra juventud,
87

hasta el caso de causar verdadera alarma
el resultado de las últimas calificaciones
obtenidas por los alumnos que lograron ese
título en 1956.
Da grima volver un poco atrás y pensar
que ha habido bachilleres para quienes el río
más largo del mundo es el Cabo de Hornos y
el descubridor de la Florida fue Vasco Núñez
de Balboa.
Pero ni aún así queremos resolvernos a
prescindir del bachillerato, que es un título
intermedio que no debe existir, sino en
relación con el estudio de cada una de las
profesiones.
Es decir, que se debe prescindir del
bachillerato como título de idoneidad y
reducir la enseñanza a la escuela primaria,
a la secundaria y al colegio de segunda
enseñanza.
Pero este colegio debe ser una
preparación universal muy distinta a la que
estamos dando para el bachillerato actual,
y que capacita al individuo para volverse
a su casa y decidirse al trabajo o al oficio
correspondiente.
88

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
Los que quieran conseguir una profesión
pasarían a la universidad, a la facultad
respectiva y allí reemplazarían el bachillerato
por tres años de capacitación, que cada
facultad tendría como una especie de zaguán
literario o científico.
Entonces, el que va a estudiar medicina
recibiría durante esos tres años una
enseñanza acorde con esa profesión, en
la cual, por ejemplo, se enseñaría francés,
química, física, botánica, como en la abogacía
se enseñaría retórica y declamación, filosofía
del derecho, historia universal, historia patria
y castellano.
Lo que no sabemos ahora es si como
materias exactas se encontraría con las
clases de aritmética, de geometría, de física,
de historia, de geografía y sus similares.
Nadie aprendería así, materias inútiles y
estorbosas que lo que hacen hoy es envolver
al estudiante en una serie de conocimientos
ampulosos y mal adquiridos, que le impiden
clarificar el ambiente científico y hacerse
prontamente un hombre útil y docto.
89

El bachillerato como título de idoneidad,
no ha servido hasta hoy sino para darle
a la juventud un prestigio ridículo que el
humorismo internacional ha simbolizado
en personajes de tan angustiosa
intrascendencia, como el bachiller Sansón
Carrasco.
90

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
LA EDUCACIÓN EN
COLOMBIA
La prensa bogotana se muestra
intranquila por el problema de la educación
nacional y especialmente de la primaria, y
Calibán da un grito de alarma, anunciando
que un millón de niños se quedan sin poder
conocer las primeras letras.
Faltaba para ello el dinero y los maestros.
Pero a mí me parece que el problema no
es en realidad tan grave y lo que sucede es
91

que en Colombia unos y otros nos hemos
dedicado a la formación incontrolada de
profesionales y de técnicos con presupuestos
costosísimos, y no hemos podido prospectar
un sistema de enseñanza uniforme y riguroso.
Cada ministro que llega al cargo, procede
a su antojo, orientando la educación por
caminos caprichosos y personales.
Entonces, quedan a medio construir
una serie interminable de edificios y a
medio formar una cantidad inapreciable de
profesores, y los laboratorios, gabinetes y
bibliotecas que se habían pedido para la gran
iniciativa quedarán de sobra.
Se dice que el problema es de seis
millones de pesos, y a mí no me parece
mucho, gastar seis millones de pesos de un
país que tiene un presupuesto de mil cien
millones, cosa fabulosa que hace diez años
no se hubiera explicado nadie.
La solución del problema de la enseñanza
primaria no ofrece dificultad alguna, porque
bastaría con un decreto cerrándole las
puertas de las escuelas a los muchachos
92

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
menores de siete años, pues ya está
sabido que de los de cinco a los seis años
un muchacho no puede aprender en una
escuela sino a echar ajos, a silbar y a buscar
a quien pellizcar en la banca.
Prohíbase la concurrencia a las escuelas
primarias de los muchachos de cinco y de seis
años y quedarán veinte mil de éstas, libres
para dar cabida a los que se están quedando
por fuera y quedarán libres alrededor de
tres mil profesores que podrán destinarse a
educar a los que hoy, necesariamente, tienen
que quedarse por fuera.
La Universidad Nacional también puede
cerrarse por dos años como lo hicieron en
la Argentina durante el primer gobierno de
Hipólito Irigoyen, pues a nadie se le ocurre
que en Colombia no hace falta, por lo menos
con carácter urgente, abogados, médicos o
ingenieros.
Con esas sumas se podría prospectar
una política de educación nacional no
copiada de otros países, y que nos llega
desadaptada como las ruanas mal medidas,
sino una política de educación acorde con
93

las características autóctonas del pueblo,
por ejemplo, con inclinaciones agrarias, bien
encausadas y bien desarrolladas.
Esa es la gran necesidad del día: la de
darnos cuenta de que somos y tenemos que
ser un país modestamente agrícola y vivir de
lo que sembramos y producimos, y que para
ello es indispensable capacitar al elemento
humano, para que la tarea le resulte más
fácil y más productiva.
No es que al agricultor colombiano,
por pobre o por rico que sea, se le oculte
la significación que tiene la maquinaria
moderna como contribución al abaratamiento
y al volumen de las cosechas.
Eso lo sabemos todos, pero lo que pasa
es que en nuestros campos no se puede
montar una máquina de afeitar o de picar
pasto porque el día que se dañe, si se daña
al día siguiente, si se maneja mal, hay que
ir a la ciudad y contarle a todo el mundo el
inmenso desastre que se ha sufrido para que
alguien por fin indique dónde vive un técnico
mecánico, a quien hay que llevar y traer en el
automóvil, pagándole una suma considerable
94

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
por apretar un tornillo o aflojárselo un poco.
Un minúsculo daño en el trapiche acaba
con las ganancias de la semana, y el arreglo
de una piladora, grava la carga de café más
de lo que la grava el viaje a los Estados
Unidos.
Pero eso no es defecto que no pueda
corregirse con un plan educacional que
borre por mucho tiempo, por lo menos los
gastos suntuarios y la disciplina suntuaria,
en el estudiantado que están encareciendo y
desviando la orientación pedagógica.
Por ejemplo, ahora se trata de patrocinar
a la muchachada estudiantil para que
concurra a unos juegos intercolegiados, lo
que tampoco hallo conveniente, ni mucho
menos oportuno.
Y ya que de estas cosas de enseñanza
estamos hablando, convendría que
estudiáramos un hecho que ha pasado
desapercibido de todos y que sin embargo,
tiene una trascendental significación. Me
refiero al cambio de texto en el catecismo,
pues se desalojó de la enseñanza al
95

celebérrimo y popularísimo Padre Gaspar
Astete, para reemplazarlo por uno que no le
llega a los tobillos, con perdón del mitrado
autor.
El Padre Astete había logrado un triunfo
no sólo como expositor moral, sino de la
dialéctica, y nuestra niñez está perfumada
de gratas recordaciones en torno a aquel
librito pequeño de sesenta y dos páginas y
modesta pasta amarilla que abríamos un día,
bajo el afán de la ignorancia y en donde se
nos iluminaba el alma cuando leíamos:
96
- ¿Sois cristiano?
- Sí, por la gracia de Dios.
Pues bien: el nuevo catecismo acabó con
la sencillez ejemplar de esta contestación y
entra a explicar mazamorrudamente, lo que
significa la palabra cristiano, por qué lo soy y
cuáles son las ventajas espirituales de serlo.

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
CANTINFLAS
Indudablemente, hemos ido perdiendo
mucho en materia de sensibilidad artística
y hemos dejado relajar los más nobles y
fundamentales conceptos de la vida.
Lo estoy diciendo porque no me explico,
ni puedo explicarme jamás, el que un payaso
de la categoría de Cantinflas pueda atraer la
atención del público tan estruendosamente
como lo atrajo en Bogotá y en Medellín.
97

Los que vimos a Charles Chaplin, que
no necesitamos estar muy viejos para ello,
puesto que todavía se repiten sus prodigiosas
cintas, no podemos explicarnos cómo en
pocos lustros descendiéramos tanto, según
el grito adolorido de Gaspar Núñez de Arce.
Los críticos más autorizados del cine,
al estudiar la obra y la figura de Charles
Chaplin, han llegado a afirmar que el autor
cinematográfico pasará a la historia con la
categoría que ocupa César en la guerra.
Pero es que en este, todo es distinción,
originalidad, novedad, sutileza, propiedad,
y al revés de lo que pasa en Cantinflas,
Charles Chaplin suscita la admiración y
la risa, no por el bastoncito enclenque o
las botas extravagantes o el bigote de dos
puntas o el sombrero redondo, sino por
un conjunto armonioso de acciones, de
gestos, de ademanes, de miradas que dan
como resultado, al principio, la risa suave,
bondadosa y serena, y luego la risotada
monumental.
Charles Chaplin puede quedar de pie,
estático, inmóvil en el escenario y a pesar de
98

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
eso provoca hilaridad.
En Cantinflas, lo que hace reír es lo que
hace reír en los borrachos, en los bobos y
en los locos; la camisa afuera y los calzones
caídos.
Arreglen a Mario Moreno las faldas de la
camisa, póngale una correa a los calzones,
y verán desaparecer inmediatamente los
títulos que invocan sus admiradores para
risas.
Todos los que quisieron imitar a Charles
Chaplin cayeron en el ridículo y ninguno tuvo
a costa suya el menor éxito.
En Medellín, durante la corrida bufa en
la que actuaba Cantinflas, un borracho del
tendido del sol se arrojó al ruedo vestido a lo
Cantinflas, y por una ironía del destino, que
es el mayor castigo que ha recibido el cómico
mejicano a lo largo de su vida de payaso, el
toro dejó de envestirle y se volvió hacia el
espontáneo, mientras el policía que se había
lanzado detrás del irreverente espectador,
agarraba a Cantinflas de un brazo para
sacarlo a la policía por intruso.
99

Esto no hubiere pasado con un gran
cómico que llevara en sí mismo el sentido de
la humorada, que es la desproporción entre
la realidad y el concepto.
Aquí, bastó con que un antioqueño que
tenía sus tragos en la cabeza se sacara las
faldas de la camisa, se soltara los pantalones
y se lanzara al ruedo para que Cantinflas
pasara a segundo término, no solamente
ante los espectadores sino ante el mismo
toro.
100

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
BENITÍN Y ENEAS
La muerte de Harry Coway, el famoso
humorista que hizo célebre su seudónimo
de Bud Fisher, es un golpe mortal para la
prensa, especialmente para la americana,
que lo tuvo como colaborador permanente.
Hace treinta años Bud Fisher entregó
tímidamente a un diario cubano su primer
dibujo con Benitín y Eneas.
Pocos meses más tarde, los dos
personajes eran tan populares en América,
101

como lo pudieran ser por esos mismo días
Wodrow Wilson, Hipólito Irigoyen o Juan
Vicente Gómez, los hombres del día que
ocupaban las primeras planas de los diarios.
Los dos atarvanes, el alto y el bajo, con
su calvicie prematura el uno, y el otro con su
peluquín orondo, se hicieron a la simpatía
universal y llegaron a ser muy pronto dos
filosofías, dos sistemas, dos métodos y dos
maneras dentro de un mundo que se hundía
en el caos por falta de filosofías, de métodos,
de sistemas y de maneras.
Benitín y Eneas llegaron a formar así para
el lector, una especie de rinconcito amoroso
y deleitable, donde el ánimo se acercaba a
descansar y a sonreír un poco, después de
las noticias detonantes y los artículos de
fondo.
Aquellos dos amigotes en mangas
de camisa, serenos, afables y sencillos
han sido durante estos largos años de
tragedia, un refugio espiritual como el de
aquellos dos humildes labriegos a quienes
Jorge Clemenceau, el tigre, iba a buscar
frecuentemente para extasiar su mente en el
102

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
contacto con dos inteligencias desprevenidas
que desconocían las hurañas muecas
con que la suerte estaba amenazando
cotidianamente al mundo.
Porque Benitín y Eneas jamás se han dado
cuenta de que Europa y América han sufrido
tanto, de que el mundo padeciera la última
guerra, de que Adolfo Hitler sucumbiera
dramáticamente al escuchar cerca de
sí el terrible avance de las tropas rusas,
de que la China hubiera caído en manos
del comunismo, de que Benito Mussolini
pereciera en una triste aventura y menos
aún, se percataron del proceso lamentable
de Núremberg y del drama insondable de
Kateremburgo.
Por encima o por debajo de esos
tremendos sucesos, Benitín y Eneas han
seguido llevando su vida apacible y modesta
de hogar, dedicados a sencillos placeres
familiares y discutiendo, mientras la lluvia
cae afuera, el lugar donde debe colgarse
el teléfono, el color que debe dársele a la
pared del dormitorio o el libro que deben leer
conjuntamente durante la dulce siesta del
mediodía.
103

Por eso, cuando el tiempo pase y la
actualidad no sea sino el recuerdo de una
pesadilla pavorosa, las gentes sensatas,
durante las tertulias a la luz del fogón y en los
atardeceres apacibles, hablarán de Benitín
y Eneas como de dos sabios maestros del
buen vivir y cumbres de la filosofía, tal como
nosotros hablamos hoy con la admiración y
cariño de Plotino, el hombre que mientras el
mundo entero se desmoronaba trágicamente,
dialogaba con sus discípulos sobre las cosas
del espíritu a la sombra benévola de los
plátanos.
104

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
MARDINE
El profesor Mardine tuvo la gentileza de ir
a mi casa en una de las noches pasadas y dar
allí una demostración de sus capacidades
múltiples como prestidigitador, como mago
del ilusionismo, del mentalismo, etc.
Tengo que confesar que le pongo pocas
bolas, como se dice vulgarmente, a esta
clase de conocimiento y capacidades.
Desde muy niño me aburrí de ver convertir
un pedazo de cinta en una paloma y un huevo
en una serpiente.
105

Pero el profesor Mardine no es nada de
eso.
Conmigo estaban aquella noche algunos
eminentes amigos y todos ellos se quedaron
sorprendidos de las capacidades de magia de
este profesor sin pretensiones y sin orgullos.
La transmisión del pensamiento, que ha
sido una de las grandes conquistas de la
humanidad y por la cual la ciencia tanto luchó
y se esmeró, tiene en el profesor Mardine una
cumbre, una verdadera cumbre.
No hay rendija por donde pueda colarse
ni la habilidad ni la picardía, para restarle
méritos a las demostraciones que allí hizo y
de las cuales quedamos todos sorprendidos.
Por ejemplo, entre las diversas pruebas
con que demostró su capacidad y su ciencia
Mardine, puede anotarse la de la visión a
través de los cuerpos opacos que repitió por
seis veces con verdadero acierto, seguridad
y maestría.
La transmisión del pensamiento para
adivinarle la edad, el lugar de nacimiento
y otros detalles a una persona, con la sola
106

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
ayuda de que ella lo vaya escribiendo en el
suelo, estando el profesor perfectamente
vendado e incapacitado para valerse de sus
ojos, fue algo que despertó la curiosidad y la
admiración de los médicos que estaban allí.
No sé cómo los ricos de Bucaramanga
no se dan el gusto de reunirse de noche
en sus casas y llevar un espectáculo tan
manual, tan distinguido y tan útil para pasar
unas horas deliciosas como las pasamos en
casa, admirando y aplaudiendo al profesor
Mardine.
Por mi parte, siendo un escéptico de
todo esto, tengo que declarar que pasé unas
cuantas horas alegres y que sentí, y siento hoy
una gran admiración por este ilustre maestro
del ocultismo, de la magia y del ilusionismo
que visita Bucaramanga, actualmente.
107

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
LA TARJETA DE INVITACIÓN
Pasó en estos días por los telones de
los teatros de Bucaramanga una película
mejicana titulada “El Divorcio” basada en la
novela del mismo nombre de Polbu Bourguet.
Hace bastante, cuando leía novelas, leí El
Divorcio, pero ya no recordaba nada de ella.
Y ahora me he detenido en la película por un
detalle: el protagonista de la novela y de la
película, que es el marido, sufre una crisis
espectacular cuando su mujer, aleccionada
moralmente por un sacerdote que es un
109

confesor, le reclama que acudan a celebrar
el matrimonio católico, porque la sociedad
los está considerando como amancebados,
ya que por motivos legales, apenas están
casados por lo civil.
No podían haberlo hecho de otra manera
porque vivía el primer esposo, pero el día que
muere comienza el inquietante asedio de
aquella esposa a la cual, por fin el marido le
reprocha explicándole que acudir en solicitud
del matrimonio católico sería tanto como
reconocer que no estaban casados.
Me hace caer en cuenta esta
argumentación del novelista francés y del
peliculero mejicano, el caso especialísimo
de Rafael Núñez, que tampoco pudo celebrar
su matrimonio católico porque vivía la
primera esposa, doña Dolores Gallego, y
los periodistas radicales les fueron crueles
con sus ataques a su ilustre matrona, doña
Soledad Román de Núñez, a quien llamaban
la bagarrana del traidor.
Pero el ilustre filósofo y el genial escritor
que fue Rafael Núñez no se dejó amarrar de
las apariencias, y cuando murió en Panamá
110

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
la primera esposa y los mismo radicales
esperaban la invitación al matrimonio
católico para comprobar con ella, que Rafael
Núñez no era sino un amancebado, el
solitario del cabrero los dejó con un palmo
de narices y repartió una tarjeta que decía:
Rafael Núñez saluda a ustedes atentamente
y tiene el honor de participarles que el 23 de
los corrientes, ante los altares de la Iglesia
de San Pedro Claver, elevará a la condición
de sacramento el matrimonio que desde
hace años tiene contraído con doña Soledad
Román de Núñez.
111

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
ALGO SOBRE BUCARAMANGA
Enrique Santos, Calibán, viene publicando
una serie de crónicas interesantísimas sobre
lo que vio en Alemania, que acaba de visitar y
de donde regresa bien impresionado.
Se duele, entre otras cosas, de haber
encontrado en Bogotá las anomalías que
todos conocemos y lo hace refiriéndose a
la estructura urbana de Hamburgo, donde
encontró una ciudad estupenda, construida
con criterio metódico y científico.
113

Anota los inconvenientes de la manera
como se procede entre nosotros para la
construcción de barrios, especialmente los
residenciales, y tiene palabras agrias contra
quienes tuvieron esa empresa en la Bogotá
de ayer y de antes de ayer.
En Bucaramanga, es mucho lo que hay
que decir sobre el particular.
Hay que salir a recorrer la ciudad por
los alrededores, meterse en los escondrijos
que ella tiene, por los lados del cuartel
y de Morrorrico, de Campo Hermoso y
la Pedregosa, para saber lo que se está
haciendo y lo que no se está haciendo.
Nosotros no tenemos en la actualidad una
dirección inteligente y activa que responda
del progreso urbano de Bucaramanga y hay
que ver la cantidad de casuchas que están
colgándose como latas de sardinas en las
cercanías de la urbe, dándole un aspecto
lamentable.
Bucaramanga tenía fama de ser la ciudad
de los parques y los suyos se consideraban
los más bellos de Colombia; mentiras, puras
mentiras.
114

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
Cuando éramos una población de veinte
mil habitantes y podíamos regodearnos de
los cuatro arbolitos de carabela del Parque
de García Rovira y del Samán del parque
Antonia Santos y de los ocho sarrapios del
Parque de los Niños, podríamos creer que
teníamos bonitos parques.
Pero hoy la civilización nos ha cogido
desprevenidos y no bastan las palmas y los
sarrapios y los almendros para construir
parques atrayentes y novedosos, como tienen
hoy las grandes ciudades.
Para distracción de los niños hemos
clavado unas cuantas ruedas de Chicago
aquí y allá, pero eso no es nada.
Convendría, como lo insinúa para Bogotá
Enrique Santos, que nos decidiéramos a
formar, por ejemplo, un pequeño jardín
zoológico en el que los muchachos que
salieran a pasear los domingos con sus
tíos y tías encontraran una cabra, un oso
hormiguero, un armadillo, un mico, una
perezosa, en fin, un ejemplar siquiera de
cada una de las especies que andan por
montes y montañas, asequibles fácilmente a
la cacería humanitaria.
115

Nosotros no podemos aspirar a tener
elefantes y dromedarios en nuestros jardines
zoológicos, ni hay para qué tenerlos, porque
cada uno debe vestirse con lo suyo, pero
ese jardín zoológico comenzaría a ser una
novedad, una gran novedad en la población.
Afortunadamente, sabemos que de estas
cosas habrá de imponerse nuestro buen
amigo, el doctor Gilberto Serrano Martínez,
quien ha dedicado su nobilísimo espíritu al
servicio de la ciudad en estos menesteres.
Pero a él hay que ayudarlo y la ciudad debe
convencerse de que si no quiere quedarse
atrás en esta vuelta al mundo que es la vida
moderna, tiene que ponerse en pie desde por
la mañana, afanarse, moverse y cepillarse
meticulosamente para darle impresión de
urbe moderna, ya que en muchos aspectos
lo es y merece serlo.
116

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
EL FERROCARRIL DE PUERTO
WILCHES
Ahora que viene un nuevo administrador
del Ferrocarril de Puerto Wilches, conviene
hablar algo sobre lo que ha sido esta obra
para Bucaramanga y para los Santanderes, y
sobre lo que ha podido ser.
Porque hay que convenir en que si el
general Solón Wilches y los iniciadores de la
magna empresa despertaran hoy a la vida y
fueran a transitar por la línea del Ferrocarril,
cogiendo un carro en Bucaramanga y yendo
117

a trasbordar en el Café Madrid, para seguir
despaciosamente por entre estaciones
mediocres y sin atractivos, darían un grito
de alarma y se sentirían engañados por el
destino.
El Ferrocarril de Puerto Wilches no entró
de lleno al corazón de los santandereanos y
no logró despertar en ellos la atracción del
río y de la selva, amaño porteño, exquisito y
novedoso, y el afecto y la inclinación al viaje
y al deporte.
118
En Bucaramanga, todo mundo decía:
- Cuando haya Ferrocarril al Río
Magdalena me iré todos los sábados a
pasar allí el fin de semana.
Y nadie, absolutamente nadie lo hace.
Porque, entre otras cosas, el tránsito por
esta vía es una hazaña heroica de las que
quedan en la historia de un pueblo flotando
entre emociones y aspavientos.
Los que conocimos la línea del Ferrocarril
en los tiempos de su construcción, llegamos a
concebir sobre ella, en torno a ella, ilusiones

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
reconfortantes porque veíamos la cantidad
de gente que, por conocer el Río Magdalena
y su ciénaga, hacía un viaje de tres días a
caballo. Y lo merecía el espectáculo.
Yo recuerdo la emoción que me produjo
la primera vez que lo presencié, aquel
espectáculo mañanero, cuando de tres a
cuatro se sale hasta la orilla del río a ver la
llegada de canoas y lanchas y barquetas
cargadas de pescado, que se va extendiendo
en la playa para su expendio en grande, y
junto con ese trajín, arden los fogones para
las fritangas y para el café tinto y a lo lejos
se escucha, de cuando en cuando, el lento
alarido de un buque que reanuda su marcha
temprano.
Pero nadie, absolutamente nadie se
atreve a coger hoy una maleta de viaje y
sentarse en un vagón del Ferrocarril de Puerto
Wilches para exponerse a que en una de sus
estaciones salgan bandoleros, lo bajen, se
lo lleven a la selva, lo roben y lo asesinen
descaradamente, y a los seis meses anden
repartidas por ahí, las fotografías del cadáver
sin manos y sin pies, encontrado cerca a la
quebrada La Cristalina, por un piquete del
ejército o por unos exploradores.
119

Unos cuantos mozos de trabajo y de
imaginación, han fundado junto a la línea,
algunos hatos de ganado que parece
que prosperan y mejoran, pero yo mismo
he captado en sus apreciaciones sobre
empresas, el ánimo dubitativo con que las
sostienen y la poca fe con que aguardan su
porvenir.
Son aquellas incipientes fundaciones de
doscientas o trescientas cabezas de ganado,
que no tienen nada parecido con las que se
fundan por hombres de esa talla moral, en
los lugares en donde el elemento humano
no ha degenerado hasta las proporciones
en que lo hizo degenerar este bandolerismo
agresivo y cruel que por allí amenaza a los
hombres de bien.
Bucaramanga no sabe lo que ha perdido
con esta contaminación del ferrocarril, que
lo puede recapacitar un poco y caerá en
cuenta hoy, de que estamos perdiendo la
vía y que todas las actividades del tránsito
y de la carga se están encaminando hacia
la carretera de Barrancabermeja, que el día
en que esté asfaltada, liquidará sin que nos
120

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ
demos cuenta lo que fue un ensueño de
largos años y en torno a lo cual libró la raza,
gestas memorables que la engrandecieron y
la glorificaron.
Bucaramanga no se ha preocupado por
darle expansión a su existencia buscándole
sitios que la atraigan en los días de fiesta y
en los fines de semana, y hacia los cuales
pueda irse confiadamente a pescar, cazar,
a bañarse, a saltar, a gritar, a recitar, a
disciplinar el alma para después volver en
la tarde del domingo con ideas nuevas y
sentimientos nuevos, alegres y satisfechos.
Por eso, hemos descuidado la Mesa de
Ruitoque y los Altos del Mortiño, y hemos
desconocido la acogedora sabana de Motoso
y nos hemos olvidado de los baños de Cara
de Perro del Río de Girón y el pozo de Pailas,
y solamente ahora unos cuanto ricachones
se resolvieron a edificar unas casa en la
Mesa de los Santos para irse los domingos a
comerse alegremente el mercado.
Cuando se lee a Alfonso Daudet en sus
hermosos cuadros sobre la vida parisiense,
se siente una provocación infinita de echarse
121

a cuestas todas estas sabanas, todos estos
páramos, todas estas selvas y todos estos
ríos, y viajar a París a repartirlos entre aquellas
familias burguesas que los domingos salen
hacia las afueras de la gran metrópoli y
donde encuentran la sombra de un árbol, se
quitan el saco y se tienden a charlar y a gozar
con el pensamiento de que están pasando
un día de vacaciones en el campo.
Porque cuenta Alfonso Daudet que en
París, la mayor desgracia que le puede caer
a una familia es la de tener que almorzar el
domingo en la misma mesa y en el mismo
comedor y bajo el mismo techo donde
almuerzan los lunes, los martes y los viernes…
Nosotros no hemos caído en la
cuenta de lo que para el rendimiento
de la capacidad humana significan esa
expansiones campesinas y agrarias que
son goce insuperable de otros pueblos
y por eso, precisamente por eso hemos
dejado deslumbrar todos estos motivos de
expansión entre los cuales hubiere figurado
con brillo y con emoción el del Ferrocarril de
Puerto Wilches.
122

Colección
Biblioteca Mínima Santandereana
N° 1. Cuento. Tomás Vargas Osorio
N°2. Poesía. Tomás Vargas Osorio
N°3. Poesía. Ismael Enrique Arciniegas
N°4. Prosas. Jaime Barrera Parra
N°5. Cuentos. Elisa Mújica
N°6. Cuentos. Enrique Otero D´Costa
N°7. Versos y prosas. Luis Enrique Antolínez
N°8. Poesía. Alfonso Acevedo Díaz