S U M A R I O - Llano de Bureba

Asociación Cultural “AMIGOS DE LLANO” página 13
Llantén
Melón
Árnica
Hinojo
flor, girasoles que ya ringleaban, según dijo. Cruzamos torcas,
sorteamos peñascos, hicimos subidas y bajadas sin cuento.
Pasamos zonas donde se habían plantado pinos, encinas, robles
con poco éxito, por cierto.
Me enseñó plantas medicinales como la manzanilla, el
romero, la grama del gayuba, (diurética), el llantén para la
garganta y muchas más cuyos nombres no recuerdo. Volví a ver
con emoción aliagas o aulagas y amapolas, queriendo imitar la
bandera Nacional.
Me llevó por detrás de Cuesta Mayor, no sin antes y
después, ir diciéndome de quién eran las fincas y cómo se
llamaban los distintos términos municipales por los que
pasábamos.
Nos asomamos por encima de Las Hoyas, donde hay
grandes matas de encinas, a una cima para ver el paisaje verde de
los amplios campos burebanos que se divisaban, y dándome
siempre explicaciones de lo que veíamos: trigos, cebadas,
guisantes, alfalfa, girasoles nacientes etc., los propietarios de las
tierras y los pueblos a que pertenecían…
Contemplamos las mieses meciéndose suavemente con el
suave viento que soplaba. Me acordé de las tentaciones de
Jesucristo cuando el diablo le llevó a lo alto de una montaña y
mostrándole una inmensa llanura le dijo al Señor: “Todo esto te
daré si me adoras”. La respuesta la conocemos todos.
De vez en cuando decía una frase: “Campos espléndidos, si
se sazonan”. Llegamos hasta el término de Lences pasando por
campos de tomillo, espliego, cabello de ángel, gayubas, dientes
de león, cola de caballo...
Mira: “huellas de liebre y esta otra de perdiz”. Más allá y
señalando con el chuzo: “Excrementos de corzo y huellas de sus
pezuñas”. Siempre con un lenguaje corto, escueto, conciso, pero
claro, concreto y preciso. Puro conceptismo. De pronto salta un
corzo veloz, elegante, con grandes saltos y él sin un signo de
sorpresa o admiración dice: “CUATRO AÑOS”.
¿Qué viento es éste?, le pregunto más adelante. El ábrego
y por aquel lugar, señalando con el mango de su azadilla, el cierzo
y por allá el regañón y así los cuatro puntos cardinales.
Siguiendo nuestra marcha le digo: “Este camino ¿adónde
va?” – “Es un cortafuegos, separa el trigo del monte”. Y “¿aquél
cercado de alambre?” – “Es para beber la caza”, responde escueto y
bajo. En ninguna ocasión levantó la voz.
Y después de mucho andar, mucho ver y poco hablar
llegamos casi a la carretera de Lences e incansable me iba diciendo
el nombre de plantas, flores, árboles, arbustos y de todo lo que
estaba a su alrededor o alcanzaba su vista, muy buena ciertamente.
Que Santa Lucía te la guarde muchos años, amigo.
Una vez cogió una avena loca y me dijo: “Las hojas son
anchas y el nervio central corta como una cuchilla; ésta es una